cine japones de terror
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TRABAJO DE HISTORIA Y ESTÉTICA
La primera impresión que tuve sobre las películas japonesas de terror
Ante todo quiero decir que mi primera impresión está basada en una
pequeña selección de películas, todas contemporáneas. Estas son: Battle
Royale, Suicide Club, Audition, Babel (una parte), y Tokyo Psycho, Si tratara el
tema en general hablaría también sobre Ringu, Zatoichi, Llamada Perdida o Dark
Water, pero no es el caso. Creo que existen varias similitudes entre las películas
que comento que no responden a los estándares occidentales, y que describo en
el presente trabajo.
Siempre me han interesado las
películas japonesas. De hecho me atrae todo el
arte japonés pero, en especial, sus obras
audiovisuales, ya que es a lo que me quiero
dedicar. La primera película japonesa que vi
fue Battle Royale, estrenada en el año 2000.
Es una película basada en una novela escrita
en el año anterior.
Debido al éxito de la película, se hizo
una secuela (Battle Royale II: Requiem, en
2003) y se creó un manga basado en el libro; ambas secuelas son diferentes
entre sí. Seguí pues todas las versiones posibles de Battle Royale, porque era lo
primero que conocía de este tipo de arte que tanto me sorprendió: se lo comenté
a mis amigos e incluso hice que vinieran a mi casa un día para ver las dos
películas seguidas.
Lo primero que atrajo mi atención fue la trama. ¿Cómo podía ser tan
macabra? Por ley, y debido a su mal comportamiento, cada año una clase de
instituto es escogida al azar para ser secuestrada durante tres días a una isla,
dónde les dan a cada uno un arma diferente y de dónde sólo puede quedar un
superviviente (y si sobreviven más, todos morirán). Se les coloca collar en el
cuello para que, si hacen trampas, exploten y mueran.
La gracia de la película está en las reacciones de los alumnos ante tal
barbaridad. La película viene a decir que la violencia sólo genera más violencia,
llevando a la perdición; además, las matanzas resultan inevitables. Un buen
ejemplo es la escena de la casa en la que hay varias chicas refugiadas que
conviven para sobrevivir. Solamente una chica quiere provocar una muerte por
envenenamiento. Al final, por mutua desconfianza acaban matándose todas
entre ellas excepto, precisamente, la chica con malas intenciones.
La película tiene muchos más aspectos que me impresionaron. Para
empezar, hay un personaje principal (Ando) que no dice absolutamente nada
durante todo el relato. Además, la mezcla de música clásica con violencia me
recordó a La Naranja Mecánica (1972); ésta parece ser irónica en relación a la
historia, del mismo modo que ocurre con el vídeo “alegre” que explica las reglas
de Battle Royale.
Chica sonriente en el vídeo explicatorio de la ley Battle Royale
También me impactó que, en Battle Royale, aparecieran unas galletas al
principio (entre los alumnos), como si fuera un efecto McGuffin. Luego, después
del secuestro, el profesor se come algunas de esas galletas, e incluso al final de
la película (en el clímax) vuelven a aparecer, e incluso la cámara se posa en
ellas cuando Nanahara y Noriko consiguen llegar hasta Kitano, en el momento
quizás más importante de la historia.
De acuerdo con la forma en que están grabadas, parece que las galletas
tengan una importancia vital para el desarrollo de la historia, pero al acabar de
ver la película, siempre me he preguntado… ¿y por qué las galletas?
Simplemente son un elemento que está ahí, pero realmente no nos está diciendo
nada.
Fotograma de Battle Royale en que se centra la atención en unas galletas
La secuela de la película me gustó, pero no
tanto. Lo que sí me gustó fue ver que se habían
creado miles de páginas web en Internet, hablando
de esta película, y, en varios foros, discutían qué
harían ellos si los hubieran enviado a la isla.
Fue éste el inicio de mi interés por las películas japonesas. Vi Suicide
Club (2002) que, curiosamente, también está basada en un manga, y también es
una película de culto como Battle Royale. Después de ver Suicide Club, me
quedé con la idea (quizás demasiado generalista) de que en Japón eran muy
retorcidos y su valoración de la muerte era distinta a la nuestra. Cuando
acabas de ver Battle Royale o Suicide Club, tienes la sensación de que la muerte
es un paso más en la vida, se integra en ella, e incluso da menos miedo. Morir
es normal, es natural, forma parte de la vida, y todo el mundo puede morir en
cualquier momento. Parece que morir “no sea para tanto”.
Ha habido críticas sobre el “exceso de violencia” y el “culto a la muerte”
para ambas películas. Yo no lo concibo de este modo. Creo que simplemente es
la representación audiovisual de unos sentimientos profundos y muy fuertes, que
forman parte de la sociedad japonesa. Me explico: creo que un guionista que
concibe este tipo de tramas, debe de estar motivado por algo, para llegar a ese
resultado. Creo que ese “algo” es un malestar por la soledad; de esto hablaré
más adelante.
En Suicide Club también hay una escena que parece de suspense… pero
no pasa nada. En el instituto, un vigilante tiene miedo e inspecciona los pasillos.
Lo que todo espectador espera es que entonces le ocurra algo malo: pero no. No
ocurre nada, el vigilante revisa los sitios que le parecen temibles y vuelve a su
oficina. Pasan hasta seis minutos hasta que ocurre algo extraño. En la película
Tokyo Psycho, de la que hablaré más adelante, también se muestran planos de
pasillos, esta vez totalmente vacíos, y con casi ninguna relación con la historia
(solamente espacial). Ambos casos me recuerdan al mu, a los momentos de
vacío que estudiamos en clase.
Principio de la escena en la que el vigilante de Suicide Club revisa los pasillos del instituto
Como Battle Royale, Suicide Club también tiene sus adeptos en Internet;
concretamente en:
http://www.jikennews.com/sc/viewforum.php?
f=2&sid=718089ad5a576fb83a85aad58ec47c0f. La verdad es que algunos
mensajes de la web dan miedo, esta vez real, puesto que el fanatismo lleva a
algunos usuarios a hablar con normalidad de distintos modos de suicidarse.
Al ver Audition (1999) confirmé que la
violencia de las películas japonesas parecía no tener
límite. En concreto, Audition es una película tan
desagradable de ver que es difícil aguantar la mirada
hacia la pantalla. Pero, a pesar de ello, también
existen momentos en que no pasa nada: hacia el final,
de repente, la película parece salirse completamente
de su guión, y avanzar azarosamente y sin sentido.
Sobre la valoración de la muerte, Asami se
presenta como una chica en en principio destinada al
ballet pero que, por una lesión, ha tenido que dejarlo. Por ello, Asami dice en su
curriculum que esta situación es “algo parecido a aceptar la muerte”, y Aoyama
la entiende “puesto que no hay más remedio que ser valiente”, y esta filosofía le
parece “muy madura para su edad”.
En Audition, también hay una especie de efecto McGuffin que se repite,
y que no tiene una importancia especial en la historia del relato. Como en Battle
Royale eran las galletas, en Audition es el vino: aparece varias veces, y la
cámara se fija en él, pero no tiene mayor relevancia.
En el momento clímax de Audition, cuando Asami va a torturar a Aoyama,
la película se detiene durante unos 20 o 30 minutos y se muestran escenas
totalmente carentes de sentido, a mi (quizás tradicional) modo de ver las
películas. Se muestran escenas que ya se han mostrado anteriormente en la
película, pero esta vez con la participación del Aoyama, y además con Aoyama
como espectador de su propia participación (o sea que aparece 2 veces en
pantalla), en una escena en la que anteriormente él no aparecía. Regresa al
pasado incluso fuera del relato marco, pero luego vuelve sin motivo aparente y,
así, transcurren una tras otra escenas de la película como recuerdos que ningún
personaje puede tener porque no han compartido esos momentos de la película.
Creo que es un momento de la película cercano a la locura, no por su contenido
de la historia (que también) sino sobre todo por su planteamiento.
Fotograma de Audition en que Aoyama ve a Asami en el pasado, en una escena en la que él
realmente no ha estado
Tampoco tienen sentido los dibujos que hace Noriko para Kitano
(encarnado por el homónimo Takeshi Kitano). Estas escenas también se repiten
con distintas perspectivas, y también son recuerdos de un personaje.
Tokyo Psycho (2004) es una película que sigue unos cánones más
occidentales. Me pareció bastante comercial y no “tan japonesa como las
demás”, pero no le faltan sus absurdidades. El asesino se muestra al principio de
la película como mujer, y además con la piel blanca y con un paraguas rojo.
Además, en la última secuencia de la película aparece Yumiko diciendo adiós a
una chica y a su madre, que supuestamente la maltrata, que solamente habían
salido una vez en la película y por muy breve tiempo. Parece que vaya a haber
una moraleja, acerca de que el maltrato a los hijos puede llevarlos a ser como
Mikuriya (el asesino de sus padres), pero no la hay: se despiden y se acaba la
película.
Los japoneses también me parecieron solitarios por las películas. En
Suicide Club la poca pasión con la que se tratan las vidas de los personajes es
sorprendente: su vida vale para ellos muy poco, y están dispuestos a suicidarse
por un simple videoclip. La parte de la película de la adolescente japonesa
sordomuda en la película Babel (2006) me recordó perfectamente esa sensación
de desolación. La chica ve que sus amigas tienen relaciones con chicos y ella no
lo consigue. Ya harta, la chica sordomuda hace llamar al inspector y se desnuda
ante él para tener sexo, y de hecho haría lo que fuera para tener una vida
normal, pero ni así le funciona. Al final, la única solución parece ser el suicidio,
que ya tiene sus antecedentes en su propia madre (aunque al final el inspector la
salva del suicidio).
Esa desolación, que sólo tiene el suicidio como alternativa, recuerda a
dos escenas de Battle Royale; en ambos casos una pareja de alumnos se
suicidan juntos porque creen que no hay solución a su situación. También se
cuenta que el padre de Nanahara (el protagonista de Battle Royale) se había
suicidado antes del juego. Incluso en Audition, que en principio no tiene sentido
el suicidio, aparece una joven en el casting de Aoyama explicando sus intentos
de suicidio.
Pareja de alumnos de Battle Royale, justo antes de suicidarse
Entremezclando las películas de las que he hablado, también quiero decir
que una posible solución a la soledad japonesa parece ser el sexo. Por
ejemplo, una de las decisiones de dos de los participantes de Battle Royale es
hacer el amor y esperar así su muerte. En Babel la chica japonesa busca la
aceptación social mediante el intento de hacer el amor con cualquier hombre.
El sexo en Suicide Club está muy presente durante toda la película: pero
no cómo acción motivada por el placer ni por el amor, sino por la aceptación
social. Otra escapatoria a la soledad, tampoco útil, parece ser la tecnología. En
todas las películas mencionadas se hace alusión al uso de Internet (el caso más
claro son los vídeos de Suicide Club) y tecnologías muy avanzadas (como los
collares de Battle Royale).
También quiero destacar el silencio en las películas japonesas; la parte
de Babel me parece especialmente interesante por el hecho de que la
protagonista no pueda hablar, y que su forma de comunicarse se base en el
silencio. El silencio hace que los gestos y las miradas cobren mayor importancia.
Además, la película sigue sin sonido, en algunos momentos, para situarnos en el
punto de vista de Chieko Wataya.
Por otro lado, cabe destacar que la música, en estas películas más bien
violentas, es irónicamente lenta. Por ejemplo, en Battle Royale predomina la
música clásica, y al principio de Suicide Club (cuando 50 jóvenes chicas
japonesas se suicidan en el metro), la música no deja de ser alegre y tranquila.
En Tokyo Psycho aparece una chica que ha sido torturada con una especie de
decoración a su alrededor que hace sonar una música navideña.
Chicas cogidas de la mano en el metro de Tokyo en Suicide Club, dispuestas a
suicidarse
Curiosamente, los/as protagonistas de todas estas películas, son chicos y
chicas menores de edad, que aún van al instituto. Tres de las películas
descritas coinciden en que el amor (y no un amor normal, sino un amor impuesto
a la fuerza) es el centro de la historia: Tokyo Psycho, Chieko en Babel e Igumi en
Tokyo Psycho.
Además, en casi todas se le da especial importancia a fotografías
antiguas que recuerdan el pasado de los protagonistas; en Battle Royale, los
alumnos guardan con nostalgia fotos de sus padres y de alumnos ya muertos.
En Babel, Chieko Wataya tiene fotos de su ya muerta madre en su casa. En
Tokyo Psycho, todo el problema se inicia, después de ver al asesino escondido
en una foto antigua. En Audition, Aoyama conoce a todas las chicas de su
casting por su foto de su curriculum.
Creo que analizando una película se analiza a su vez la mente de su
creador. Y, por lo tanto, al analizar un conjunto de películas se muestra, en parte,
el reflejo de una sociedad. No creo que sea una simple coincidencia que triunfara
en Japón un programa como Humor Amarillo (Takeshi’s Castle), ni el hecho que
se hayan creado clubes de suicidio reales (de hecho, la película Suicide Club se
basa en una serie de suicidios en serie que ocurrieron de verdad). El suicidio
acompañado evita la soledad a la hora de la muerte.
La timidez y la visión de los problemas mentales como tabú, unidos a la
necesidad de pertenece a un grupo y evitar la soledad, provocan un intento de
solución fallido a través del sexo y la tecnología. Al fracasar éste, el pesimismo
es imperioso: la única salida es el suicidio (como en Suicide Club ó Babel),
aunque también puede desviarse hacia una brutalidad violenta que acabe con la
vida de los demás (como en Audition ó Toyo Psycho).
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