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Ciclo A

Hoy en el evangelio se nos expone uno de los grandes mensajes de Jesús: Las Bienaventuranzas, al comienzo del sermón de la montaña.

El sermón de la montaña es como el resumen de lo más importante que Jesús predicó en aquellos 3 años, para indicarnos cómo nos tenemos que comportar los que queremos ser discípulos suyos.

El evan-gelio es de san Mateo

Mt 5, 1-12a Dice así:

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.”

Palabra del Señor

Las bienaventuranzas no son mandamientos, propiamente tales, sino actitudes internas, que dan sentido a la manera de actuar.

Son como un retrato de la manera de ser de Jesús.

Las bienaventuranzas son difíciles de comprender, sobre todo para los que están muy metidos en negocios materiales; pero son mucho más difíciles de practicar.

Sin embargo Jesús nos habla de tener felicidad.

Es algo innato en el corazón humano. Hasta los que se suicidan creen que con ello consiguen su felicidad. Por ello depende del punto de mira que se tenga al buscar la felicidad. La mayoría de las personas lo ponen en los bienes materiales.

Hay felicidades materiales muy hermosas y ejemplares.

Pero cuando tiene como meta sólo lo material, es pasajera, como el dinero, los honores y muchas veces hasta la familia.

Muchas veces la felicidad material se basa en la infelicidad de otros: Si hay ricos es porque hay muchos pobres. Si hay triunfadores, es porque otros pierden…

La felicidad que promete Jesús llena el corazón y contagia a otros derramando felicidad alrededor.

Quien participa de esta felicidad de Jesucristo, siente que Dios está de su lado. Y siente un lleno en su alma que no lo pueden realizar las riquezas ni otras satisfacciones materiales.

Para muchos las bienaventuranzas de Jesús son una locura, algo utópico. Pero lo cierto es que ha habido cientos de santos y millares de personas que las han practicados y han sido muy felices.

Podemos decir que los santos son las personas más felices.

Hoy sigue habiendo muchos grupos, unos con votos y otros sin voto, que se sienten felices practicando las bienaventuranzas.

Estamos en las bienaventuranzas de Jesús, que nos recuerda san Mateo, que son actitudes internas obligatorias para todos.

Porque Jesús dijo otra clase de bienaventuranzas, que son situaciones sociales más aptas para conseguir la salvación. De éstas nos habla el evangelista san Lucas.

San Mateo nos habla de estas bienaventuranzas, que indican actitudes internas, porque, al dirigir su evangelio a los judíos, tiene más en cuenta la predicación de Jesús, contrastando la de los fariseos, que ponían la religión sólo en actos externos.

Jesús nos viene a decir que la religión consiste sobre todo en lo interno, en el corazón.

Como los diez mandamientos se resumen en el amor a Dios y a los demás, así en la primera

bienaventuranza podemos decir que están incluidas todas

las demás.

Son los que tienen alma de pobre, los que no están apegados a las riquezas y que además no quieren ser ricos.

(Preguntad por la calle quiénes no quieren ser ricos)

Hay ricos, que tienen bastante dinero, y son pobres de espíritu; pero es muy difícil, como Jesús lo dijo muchas veces. Por eso es mejor no exponerse a perder lo más importante. Y normalmente quien quiere ser “pobre de espíritu” busca ser pobre en la realidad.

También hay muchísimos pobres, que no tienen dinero, y no son pobres de espíritu, porque su ilusión es ser ricos y están apegados a los pocos bienes que tienen.

“Pobre de espíritu” es quien pone su confianza en el Señor, no para ser rico, sino para poder estar con Él en el cielo, y para que en esta tierra “venga su reino”.

El que no es pobre de espíritu se alegra cuando las cosas van bien y se entristece cuando las cosas van mal;

pero el pobre de espíritu sabe alegrarse cuando las cosas van bien y cuando las cosas parece que van mal.

Esta felicidad en esta vida ya la siente el pobre de espíritu al sentirse amado por Dios. Y muchas veces aparece claramente la Providencia a favor de los que se arrojan en los brazos de Dios.

Dichosos los que aprovechan su pobreza para abrirse a la esperanza

No se trata de “conformismo”, sino que es una esperanza que les hace estar más al servicio de los demás.

El principal “pobre de espíritu” fue Jesucristo, que no tuvo el egoísmo de aparentar igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo

Y, como todo eso molesta a los “malos”, vienen las persecuciones.

Pero el pobre de espíritu sabe encontrar la felicidad en medio de la persecución.

Dios siempre se ha valido de “pobres de espíritu” para hacer cosas grandes: desde María y José y los apóstoles, siguiendo por muchos fundadores de congregaciones religiosas y otros que aparentemente quedan en el anonimato.

Felices son los pobres, los que todo lo han dejado,

Automático

porque encontra-rán consuelo a su tristeza.

Felices los que, firmes, superan las desdichas,

porque están forjando la tierra para todos.

Felices seremos si vamos por tus sendas, siguiendo tu sombra al caminar.

Felices seremos, Señor.

Felices los que miran con limpio corazón,

Felices los que tienen sed y hambre de justicia,

porque alcanzarán la gran misericor-dia.

Felices si os persiguen al luchar por la justicia,

porque alcanzaréis muy grande recompensa.

Felices seremos si vamos por tus sendas, siguiendo tu sombra al caminar.

Que María, bienaventurada entre todos, nos enseñe a ser felices con su Hijo.

AMÉN

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