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INSTITUTO SAN ANTONIO DE PADUA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Selección de textos
Asignatura: Doctrina Social de la Iglesia
Profesora Sandra Nancy Mansilla
Año lectivo 2017
Objetivos del Área de Sociales
1. Promover el desarrollo de un pensamiento crítico, autónomo y creativo
2. Fomentar el ejercicio de una ciudadanía responsable a través del análisis y comprensión de la información, habilitando el
debate y la fundamentación de las ideas propias, en el marco del respeto hacia la diversidad de opiniones y experiencias.
3. Concientizar a la comunidad educativa sobre la importancia de trabajar los conceptos de memoria y justicia como pilares
fundamentales de la construcción de una sociedad democrática.
4. Propiciar el cuidado de sí mismo y del otro, en el contexto de una interacción social y un trabajo colaborativo desde los
valores evangelicos
Fundamentación
El mensaje evangélico explícito es necesariamente transformador, así como también la memoria profética y testimonial
de la comunidad creyente en sus prácticas y proyectos liberadores. La Iglesia a lo largo de su historia ha sido motora de
humanización y emancipación en muchos aspectos, principalmente defensora de la dignidad humana y de los derechos de los
pueblos. Hoy en día permanece como servidora en la construcción de ciudadanía atenta a los signos de los tiempos propios de
cada momento histórico.
La comunidad antoniana, desde sus orígenes, trabajo incansablemente por los más necesitados, mano a mano con otras
instituciones de la sociedad, inspirada en el ideal evangélico y con un espíritu de familia, promoviendo en nuestro país y en
nuestro barrio numerosas generaciones de jóvenes atentos y comprometidos con la realidad de su tiempo.
Objetivo:
Que los alumnos asimilen el concepto de ciudadanía desde la óptica de la fe como una herramienta para el
discernimiento de su praxis de vida
Contenidos
Unidad 1
El contexto mundial y nacional: punto de partida de nuestra reflexión creyente. Carta Pastoral de la CEA sobre DSI Una
luz para reconstruir la Nación
Unidad 2
Panorama de la DSI. El método de la DSI: la Revisión de vida (Ver- Juzgar-Actuar). Principales documentos del
Magisterio que dieron origen a la DSI
Unidad 3
Dignidad de la persona humana: Los Derechos Humanos.
Unidad 4
Dimensión histórica de la DSI: El mensaje cristiano primitivo (SSEE). Los escritos Patrísticos (SSPP). El Magisterio de
San Antonio de Padua. Magisterio de la Iglesia que responden a los cambios del siglo XIX: León XIII, Pío XI, Pío XII, Juan
XXIII, Concilio Vaticano II, Pablo VI, Juan Pablo II. Documentos más recientes.
Unidad 5
Los Principios de la DSI: El Principio del Bien Común. El destino universal de los bienes. El principio de
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subsidiariedad. La participación. El principio de solidaridad. Los valores fundamentales de la vida social. La vía de la Caridad.
Unidad 6
El magisterio social en América Latina. Conferencias del CELAM: I Río de Janeiro, II Medellín, III Puebla, IV Santo
Domingo, V Aparecida.
Unidad 7
La Sociedad, el Estado y la Iglesia. Relaciones institucionales a lo largo de la historia argentina.. Consideraciones
particulares en el marco del Bicentenario 2010-2016
Unidad 8
Otros temas importantes de la DSI: Salvaguardar el medio ambiente. La promoción de la paz.
Bibliografía:
Biblia
Textos selectos del Magisterio social.
Compendio de la DSI
CatIC y Docs del CELAM y CEA
Contenidos y Apuntes de clase
Uso del Blog http//doctrinasocial.wordpress.com
Para cumplir con los objetivos será necesario
Uso de terminología adecuada a la materia y a los temas.
Investigación y análisis de la realidad.
Registros escritos de trabajo personal
Comprobación de lectura.
Participación activa en clase con materiales y carpeta al día.
Puntualidad en la entrega de trabajos.
ABREVIATURAS Y TÉRMINOS MÁS USADOS:
DSI Doctrina Social de la Iglesia
CEA Conferencia Episcopal Argentina (es la asamblea de los obispos argentinos)
CELAM Conferencia Episcopal Latinoamericana (es la asamblea de los obispos de America Latina)
Cat.I.C. Catecismo de la Iglesia Católica (libro que sintetiza lo que la Iglesia cree, vive y celebra
CDSI Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (presentación sistemática de la DSI)
CV II Concilio Vaticano II (es la última asamblea reunida de los obispos de todo el mundo año 1965)
DDHH Derechos humanos
OPP Opción Preferencial por los Pobres (es un compromiso que la Iglesia hace a favor de las más pobres)
SSEE Sagradas Escrituras ó Biblia
SSPP Santos Padres (teólogos más importantes de la Iglesia, por ej. San Antonio de Padua)
Sacerdocio: Ministerio ordenado para servir a la Iglesia en la celebración de los sacramentos y en la enseñanza de la fe.
Se divide en tres grados:
Diáconos: colaboran en la predicación, solo celebran Bautismos y Matrimonio. Pueden ser laicos
Presbíteros: varones consagrados en el sacerdocio para guiar a las comunidades locales
Obispos: varones consagrados en máximo grado del sacerdocio para guiar una diócesis
Laicos y laicas: miembros bautizados de la Iglesia universal
Religiosos/as: bautizados que hacen votos de obediencia, castidad y pobreza. Viven en comunidades llamadas
“Congregación Religiosa”. Pueden tener vida de misión o vida contemplativa (también llamada de clausura)
Diócesis: porción territorial de Iglesia, por ejemplo la diócesis de Buenos Aires que abarca la Cap.Fed.
Parroquia: porción territorial de Iglesia que abarca un barrio, por ej Parroquia de Pompeya
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Generalidades
La DSI es la enseñanza social elaborada en el seno de la Iglesia como respuesta histórica a los problemas económicos y sociales
producidos a partir de la revolución industrial hasta nuestros días. Esta enseñanza se presenta en documentos de diverso rango:
Encíclicas, Exhortaciones Apostólicas, Radiomensajes, Cartas Apostólicas, Pastorales.
El documento más habitual es la Encíclica, es decir, "carta circular" que un Papa dirige a toda la Iglesia, o a toda la humanidad, o
a un sector de ellas. Se identifica con las iniciales de las primeras palabras del texto original latino por ej. RN = Rerum Novarum.
La primera encíclica fue la Rerum Novarum del Papa León XIII, año 1891.
La DSI tiene su fuente en la SSEE, los SSPP y la OPP. Nace de la reflexión cristiana sobre los valores de la JUSTICIA y de la
DIGNIDAD HUMANA. La DSI se va a adaptando a las problemáticas de cada época, por eso decimos que tiene un carácter
histórico y dinámico, que se dirige a todos los pueblos y no solo a los católicos.
Su método de elaboración se basa en el ver-juzgar-actuar, o sea que ve y analiza la realidad, luego la juzga a la luz del Evangelio
y los valores de la dignidad y la justicia y finalmente propone líneas de acción.
Textos de la Biblia que sirven de fuente a la DSI
"- Yo, Yahvé, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre" (Ex 20, 2).
"si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él usurero, no le exigirás interés" (Ex 22, 24).
"No explotarás al jornalero humilde y pobre... Le darás cada día su salario... No torcerás el derecho del extranjero..." (Dt 25, 14-
18).
"No ofenderás a los pobres: los emigrantes, los extranjeros, los huérfanos y las viudas" (Ex 22, 20-23).
"Los pobres tienen derecho a tomar los alimentos que necesiten para matar el hambre" (Dt 23, 25).
"Practiquen el derecho y la justicia, libren al oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano y a la viuda no atropellen"
(Jr 22, 3). "Aprendan a hacer el bien, busquen lo justo, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la
viuda" (Is 1, 17).
Jesús se presenta en medio del pueblo: "Para anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, he sido enviado" (Lc 4,43). “Para abrir
los ojos a los ciegos, liberar a los oprimidos y decir a los pobres que Dios les ama" (Lc 4, 16-19). Para estar con los marginados:
Los niños (Mc 10, 13-16). Las prostitutas (Lc 7, 37-38). Los extranjeros y los de otra cultura (Lc 10, 30-37). Los pecadores
públicos (Lc 19, 1-10). Los enfermos (Lc 13, 10-13).
Posteriormente las primeras comunidades cristianas continúan la enseñanza de Jesús:
Suprimen las barreras entre hermanos y cultivan el desprendimiento de los bienes materiales (Hch 2, 44; 4, 32).
Tienen una especial sensibilidad y preocupación por los pobres, porque a los pobres se les ama con obras y no de boca y con
buenas intenciones (Hch 2, 45; 1 Jn 3, 17-18).
Se responsabilizan y se organizan para la distribución y utilización solidaria de los bienes (Hch 4, 34-35).
Se castigan las conductas de aquellos que intentan engañar y aparentar que dan a los demás, cuando en realidad están acumulando
insolidariamente (Hch 5, 1-4).
Se movilizan en situaciones de primera necesidad para mandar ayuda a los que están en alguna calamidad (Hch 11, 27-30; 2 Cor
8, 1-15).
Eligen a algunos bien preparados y llenos del espíritu del evangelio para administrar el dinero, no con mentalidad mercantil y
comercial, sino para socorrer a los desatendidos (Hch 6, 1-10).
En una sociedad clasista, no hacen distinciones entre las personas: los pobres en dinero e influencias son más ricos en humanismo
que los opulentos, que se burlan del pobre, el extranjero, etc. (Sant 2, 1-13).
Rechazan la obtención de ganancias a cualquier precio, vivir dominados por los proyectos de ganar más y comprar más cosas
(Sant 4, 13-17). Denuncian las riquezas acumuladas a costa del salario no pagado; la vida de lujo y despilfarro ante las quejas de
los trabajadores explotados y la muerte de los indefensos (Sant 5, 1-6).
Corrigen a los que no quieren trabajar y son una carga para los demás; y viven desordenadamente (2 Tes 3, 6-12).
Interceden por los más explotados: los esclavos (Carta a Filemón).
Se preocupan por cambiar las estructuras de la sociedad y reformar las relaciones sociales, para que todos sean libres (Carta a los
Gálatas).
Los cristianos son hombres y mujeres como los demás. Pero tienen claro qué es "libertad" y "libertinaje" (Gál 5, 13-24).
Comprenden que no basta con tener una buena organización, medios económicos, expertos en realidades sociales, etc.: si les falta
amor no son nada (1 Cor 13, 1-13).
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Los Santos Padres, que fueron los primeros teólogos y obispos de la Iglesia, han vivido y hablado pegados al Evangelio de Jesús,
al testimonio de los apóstoles y al genuino sabor de lo original. En cartas, sermones, himnos, etc., nos prepararon un rico
patrimonio de principios y criterios para unir la Fe con el servicio a los pobres. A partir del siglo II continúan con estas prácticas
y enseñanzas:
"No rechazarás al necesitado, sino que compartirás con tu hermano" (Didajé IV, 8). "¿Qué sentido tiene que las paredes de
nuestros templos estén cubiertas de perlas, mientras Cristo muere de hambre en el pobre?" (San Jerónimo, s. IV).
Los bienes pertenecen también preferentemente a los que no los tienen; el que posee bienes es sólo su administrador. "El pan que
tú retienes pertenece a los hambrientos; el manto que tú guardas en tus armarios pertenece al que va desnudo; el calzado que se
pudre en tu casa es del que anda descalzo. En resumen, eres injusto con aquellos a quienes pudiendo socorrer no socorres" (San
Basilio, s. IV).
Porque todos los bienes son creación y donación de Dios para disfrute de todos los hombres. En esto consiste practicar la justicia.
"El que no comparte sus bienes con los pobres comete un robo contra ellos y atenta contra su propia vida" (San Juan Crisóstomo,
s. IV). 29
"El Señor Dios quiso que esta tierra fuera poseída en comunidad por todos los hombres, ofreciendo sus productos para el bien de
todos, pero es la avaricia la que reparte el derecho de propiedad" (San Ambrosio, s. IV).
"No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común y ha sido dado para el uso de todos, lo usurpas
tú solo" (San Ambrosio).
La propiedad y la apropiación de los bienes sin solidaridad es fuente de desigualdades y desórdenes sociales, de injusticia y
explotación de
los pobres, de las gentes sencillas y trabajadoras. "El pobre desnudo gime ante tu puerta, y ni le miras siquiera. <...> Te gozas en
los adornos preciosos, mientras otros no tienen qué comer. <...> El pueblo tiene hambre y tú cierras los graneros. <...>
¡Desgraciado quien tiene facultades para liberar a tantas vidas de la muerte y no quiere!" (San Ambrosio).
"Son los pobres quienes excavan el oro, a quienes después se les niega. Pasan fatigas para buscar lo que después nunca podrán
poseer" (San Ambrosio). La práctica de la denuncia marca también el compromiso de los responsables de la Iglesia de los
primeros siglos. Como tónica general, toman partido en favor de los débiles.
La denuncia de las injusticias establecidas y amparadas a la sombra de las instituciones; la denuncia de la corrupción
administrativa y de las fortunas que crecían al amparo de los cargos públicos; la denuncia de las desigualdades escandalosas entre
un pequeño número de acaparadores y una masa ingente de pobres (San Juan Crisóstomo).
A lo largo de la Edad Media vamos a conocer una Iglesia servicial y caritativa. Con el rico patrimonio de las primeras
comunidades y de los Santos Padres, asistimos a la creación de numerosas iniciativas sociales y organizaciones de caridad.
Surgen grandes protagonistas, en un período de grandes contrastes: figuras como Francisco de Asís y San Antonio de Padua, que
defienden el modo de vivir de los primeros cristianos y el compartir sobre la riqueza; y Santo Tomás de Aquino, que supo
incorporar los temas sociales e integrarlos en el tratado de "La Justicia", anteponiendo el valor de la justicia y el derecho de los
necesitados, al derecho de propiedad de los bienes.
En los "tiempos modernos", la Iglesia va a seguir manteniendo su distintivo de caridad y amor a los pobres y a los débiles.
Globalmente, la Iglesia continúa su labor asistencial y caritativa, siendo, en la práctica, casi el único socorro de los débiles, los
oprimidos y los desheredados. Esta práctica de la caridad operante, dando una respuesta social a cada problema, ha convertido la
Iglesia en un canal de redistribución de la riqueza entre los pobres.
La Teología misionera, sobre todo con Bartolomé de las Casas en tiempos coloniales, denunció que los conquistadores hayan
considerado a los indios como unos seres inferiores (sin derechos y libertades) que se podían explotar y someter a la condición de
esclavos.
Y entramos en la última etapa, la nuestra. Esta experiencia acumulada ha cimentado la enseñanza social que empezó a
organizarse, sistemáticamente, desde finales del s. XIX hasta nuestros días, bajo el nombre de "Doctrina Social de la Iglesia".
INDICE
CEA Carta pastoral sobre la Doctrina Social de la Iglesia “UNA LUZ PARA RECONSTRUIR LA NACIÓN” (año 2005)……Págs. 5-11
CEA Carta pastoral “HACIA UN BICENTENARIO EN JUSTICIA Y SOLIDARIDAD (2010-2016)” (año 2008) …… .. ….Págs. 11-16
CELAM Departamento de Justicia y Solidaridad. CRISIS ECONÓMICA, OPP Y CUIDADO DE LA CREACIÓN “POR UN
DESARROLLO HUMANO, INTEGRAL y SOLIDARIO” (Bogotá año 2010) ……………………… ……..Págs. 17-20
Pontificio Consejo « Justicia y Paz » COMPENDIO DE LA DSI (Roma año 2004)........................................................Págs. 21-24
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Carta pastoral del Episcopado Argentino sobre la Doctrina Social de la Iglesia
“Una luz para reconstruir la Nación”
A los miembros del Pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad.
I. Origen y naturaleza de la Doctrina Social
El misterio de Jesucristo
1. El tiempo de Adviento, ya inminente, nos invita una vez más a la reflexión y compromiso. En él contemplaremos el misterio del
Hijo de Dios que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de
María, la Virgen, y se hizo hombre”. Su nacimiento y vida entre los hombres es Evangelio, anuncio de salvación que confirma el
amor de Dios al hombre y la sublime dignidad con que lo reviste.
La dignidad del Hombre y sus derechos
2. De esta dignidad brotan los derechos fundamentales e inalienables de todo ser humano, que no lo abandonan nunca, desde su
concepción hasta su muerte natural. Y esto, no importa su condición: varón o mujer, rico o pobre, sabio o ignorante, inocente o
reo, y cualquiera sea su color. Esta dignidad es la clave y el centro del misterio del hombre y de todo lo que lo atañe. Desde ella
todo problema humano puede ser iluminado y hallar solución. Esta dignidad nos ilumina también para apreciar la grandeza
sublime de la vida terrena y de los esfuerzos con que el hombre procura hacerla más plenamente humana. No por ser peregrino del
cielo, el cristiano descuida la construcción de la patria terrena.
La Doctrina Social de la Iglesia
3. De la contemplación del misterio de la encarnación y nacimiento de Jesucristo, surge espontáneamente el anuncio del Evangelio
aplicado a la vida social considerada en todos los planos: familiar, cultural, económico, ecológico, político, internacional. Esto es
lo que se llama Doctrina Social de la Iglesia. Dimana del Evangelio, pero no es un derivado menor del mismo. Es el Evangelio de
Jesucristo aplicado a la vida social del hombre. Es su resonancia temporal. Y así como la Iglesia no puede callar el Evangelio,
tampoco puede silenciar su Doctrina Social. Nadie ha de temerle a ella. La Iglesia la anuncia a favor del hombre y de la paz social,
para el servicio de todos.
Si bien la Doctrina Social se viene la desarrollando en forma sistemática desde el Papa León XIII, y se la difunde con frecuencia
por medio de encíclicas pontificias, su origen remonta al mismo Jesús y a la enseñanza de los Apóstoles. Incluso, hunde sus raíces
en las Escrituras antiguas citadas por Jesús, especialmente la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos. Y se fue desarrollando a lo
largo de los siglos gracias a la enseñanza de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia y con el concurso del Pueblo de Dios.
El Compendio de la Doctrina Social: hecho eclesial y pastoral
4. La complejidad y aceleración de la vida del hombre, lo mismo que el fenómeno de la globalización, han obligado en los últimos
tiempos a un desarrollo continuo de la Doctrina Social de la Iglesia, de modo que ésta hoy constituye un verdadero cuerpo
doctrinal. El Papa Juan Pablo II, con su preclara mirada pastoral y en virtud de su autoridad como Pastor de toda la Iglesia,
dispuso que el Pontificio Consejo Justicia y Paz redactara el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya versión
castellana ha sido publicada recientemente. La riqueza intrínseca del Compendio y la autoridad que dispuso su composición, nos
permiten considerarlo como un hecho eclesial y pastoral de magnitud. Y, aunque redactado primeramente para uso de los
Pastores, recomendamos su estudio y aplicación a todos los miembros del Pueblo de Dios, en particular a los miembros del clero
encargados de exponer la doctrina cristiana, a los catequistas, a los docentes católicos y a los fieles laicos que tienen especiales
responsabilidades en la construcción de la sociedad.
Alcance de esta carta y método para su empleo
5. No pretendemos abordar en esta carta todos los capítulos de la Doctrina Social; por ejemplo, la familia, el trabajo humano, la
vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, la salvaguarda del medio ambiente. Tampoco intentamos
desarrollar sus principios y valores, ni desentrañar todas las implicancias que estos tienen para la vida social argentina. Queremos,
simplemente, mostrar la organicidad de los principios y valores que sustentan esta Doctrina, y proponer a la reflexión algunas
situaciones y cuestiones. Y ello para estimular a todos a estudiar la Doctrina Social de la Iglesia, analizar con su luz algunos
aspectos de la situación del País, y, en conjunción con la propia ciencia y experiencia, aplicarla al momento presente. Y, de este
modo, trabajando junto con todos los hombres de buena voluntad, encontrar caminos concretos que contribuyan a la
reconstrucción del tejido social, afianzar el sentido de pertenencia a la Nación y acrecentar la conciencia de ser ciudadanos.
II. Cinco Principios Básicos de la Doctrina Social. Proyecciones sobre la realidad social argentina
Los Principios
6. Sobre el fundamento insustituible de la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, que postula un
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humanismo integral y solidario, se erigen cinco principios permanentes, a modo de cinco columnas, que sostienen todo el edificio
de la Doctrina Social de la Iglesia; a saber: el bien común, el destino universal de los bienes, la subsidiaridad, la participación y la
solidaridad. “Estos principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se refieren a la realidad social en su conjunto.
Deben ser apreciados en su unidad, conexión y articulación” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 161-162; en
adelante C).
1° El bien común
7. “De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas, deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe
referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido” (C 164). Este es el conjunto de valores y condiciones
que posibilitan el desarrollo integral del hombre en la sociedad, incluido su desarrollo espiritual. El bien común es por ello el
humus de una nación. Desde allí ella germina y se reconstruye. “El bien común no consiste en la simple suma de los bienes
particulares de cada uno de los sujetos del cuerpo social.” (ib.). Si así fuese, la existencia de una nación estaría sometida a los
avatares de los diferentes sectores. El bien común de una nación es un bien superior, anterior a todos los bienes particulares o
sectoriales, que une a todos los ciudadanos en pos de una misma empresa, a beneficio de todos sus integrantes y también de la
comunidad internacional. No puede ser parcializado, dividido, ni privatizado. "Siendo de todos y de cada uno, es y permanece
común porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro”
(ib.). Una sociedad que quiere estar al servicio del ser humano, “es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común,
en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre. La persona no puede encontrar la realización sólo en si misma; es
decir, prescindir de su ser ‘con’ y ‘para’ los demás” (C 165). La construcción del bien común se verifica en la promoción y
defensa de los miembros más débiles y desprotegidos de la comunidad.
Situaciones y Cuestiones
8. ¿Cómo medir nuestra voluntad de reconstruir la Nación desde la perspectiva del bien común? Proponemos a la reflexión sólo
dos cuestiones.
Primera, la defensa de los derechos adquiridos y el reclamo de los nuevos. Si al defenderlos o reclamarlos lo hacemos dentro del
respeto de los derechos esenciales de los demás, estaremos construyendo la Nación. De lo contrario la estaríamos dañando, porque
estaríamos actuando en contra del bien común.
Segunda, el comportamiento con los bienes públicos. Aun cuando “bien público” y “bien común” no son sinónimos, el primero
está referido al segundo, porque es obtenido con el aporte de todos y para el servicio de todos. Es de lamentar que, para algunos,
“público” adquiera un sentido totalmente contrario. No sería ya lo de todos, para el servicio de todos, adquirido con el aporte de
todos, que por todos debe ser custodiado y defendido, sino lo de nadie, puesto allí para apropiarnos de él, dañarlo, destruir lo, o
distribuirlo discrecionalmente entre amigos y clientes. Educar en el respeto de los bienes públicos es uno de los grandes desafíos
que han de enfrentar la familia, la escuela, la catequesis y los medios de comunicación social. Sin este respeto sería muy arduo
convivir armónicamente y muy difícil construir una república.
2° El destino universal de los bienes
9. “Entre las múltiples implicaciones del bien común, adquiere inmediato relieve el principio del destino universal de los bienes:
Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados
deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad” (C 171). Este principio de
la Doctrina Social de la Iglesia, formulado desde antiguo por los Santos Padres, fue relegado con frecuencia al olvido. A veces
porque no se lo supo relacionar con otro principio derivado de él: el de la propiedad privada. Otras, por no entender que ésta es
una concreción del destino universal de los bienes, y no su negación; es decir, que todos los miembros de la comunidad, y no sólo
algunos, tienen derecho a poseer lo necesario. Otras, por no comprender que la propiedad nunca es absoluta, sino que está
subordinada siempre al bien común. Otras, finalmente, por no entender que tanto el destino universal de los bienes, como el
derecho a apropiarse de los mismos, conllevan el derecho-deber de producirlos; es decir, el derecho-deber del trabajo.
Situaciones y Cuestiones
10. Atentos a este principio clásico de la Doctrina Social, y ante el empobrecimiento de gran parte de la población, precipitado por
la crisis institucional del 21 de diciembre de 2001, surgen muchos interrogantes. En primer lugar acerca de cuál es la
responsabilidad que les cabe a las autoridades políticas de antes y de durante la crisis. Pero también a los demás sectores de la
sociedad, en especial a los empresarios y sindicalistas, en particular a los que se profesan cristianos, por no haber percibido
suficientemente el empobrecimiento que se venía produciendo y que se aceleró en forma incontrolable hiriendo gravemente la
dignidad de tantos hermanos y hermanas. Si bien reconocemos que es mucho lo que los argentinos, ciudadanos y autoridades,
hemos hecho desde entonces para revertir la situación, es mucho todavía lo que resta por hacer. Y por tanto hemos de
interrogarnos sobre nuestra voluntad de comprometernos aún más y mejor para superar el empobrecimiento general.
11. Existen muchas situaciones y formas de pobreza debidas a distintas causas: naturales (una catástrofe), estructurales (una ley
económica injusta), espirituales o morales (ser avaro, pedigüeño), culturales (incapacidad para cultivar los dones recibidos de Dios
y proveer así al propio sustento). Varias de estas formas de pobreza tienen como consecuencia que el hombre no pueda apropiarse
de la parte de los bienes que le corresponde para su desarrollo integral. Y, por tanto, si no se las superase, podría multiplicarse aún
más el número de los que ya están sumidos en la pobreza, provocando un daño irreparable para ellos y un gran detrimento para
todos.
12. Llamamos la atención especialmente sobre dos situaciones graves de pobreza, que a nuestro entender sólo podrán ser
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superadas si las enfrentamos entre todos con políticas firmes y duraderas, cuyo garante sea el Estado.
Primera, la ausencia de un trabajo digno y estable, que degrada a amplios sectores del pueblo honrado y trabajador y desintegra a
la familia. Es ésta una las peores desgracias sufridas por la Argentina, de cuya magnitud no se tiene idea cabal. La historia nos
enseña que naciones destruidas en guerras devastadoras han sido capaces de levantarse gracias al trabajo del pueblo. Éste es
siempre la principal riqueza de una nación. Si queremos ver resurgir a la nuestra, hemos de esforzarnos por la dignificación del
trabajador mediante la creación de fuentes de trabajo genuino y la supresión del trabajo en negro y de la dádiva.
13. Una segunda situación de pobreza, es el difícil acceso a la tierra, la cual es el primer don que Dios da al hombre para proveer a
su sustento. En la Argentina, la gran extensión territorial, conjugada con una población relativamente escasa y altamente
concentrada en el Gran Buenos Aires y en muchas capitales de Provincia, amenazan constituir una estructura permanente
generadora de pobreza. En el equilibrio entre industria y campo estriba uno de los secretos de la riqueza de una nación. Lo
demuestra la experiencia de los países del primer mundo, altamente industrializados, que cultivan sus tierras con esmero.
Por ello preguntamos: ¿sería conveniente diseñar una política demográfica que revierta el éxodo hacia el Gran Buenos Aires y a
las capitales de Provincia? En el mismo sentido, ¿habría que fortalecer los municipios del interior, especialmente los rurales, y las
economías regionales, de modo que el hombre del interior, en especial el joven, pueda florecer en su propio contexto social y
cultural? ¿Ayudaría una sabia reforma agraria que aliente a la gente del campo, principalmente a los pequeños y medianos
productores, a permanecer en la vida y el trabajo rural? ¿Cómo propiciar la concreción de las leyes que reconocen el derecho de
los aborígenes a la tierra productiva y a la propiedad comunitaria? ¿Qué medidas políticas apoyar para defender y preservar e l
medio ambiente?
14. Hay otras situaciones de pobreza que también merecen especial atención.
Ante todo, la deficiencia de la educación, en todos sus niveles. Sin una adecuada escolaridad y enseñanza, será cada vez más
difícil que los pobres participen de los bienes necesarios para su desarrollo.
Igualmente, la precariedad de los servicios de la salud, a los que muchos no tienen acceso. La salud es el primer bien tangible para
todo ser humano. De allí, la importancia del cuidado de la integridad física y psíquica. Y la gravedad de carecer del mismo.
Por último, y como coronación de todas las situaciones que engendran pobreza, está la inmensa deuda pública. Es nuestro más
vivo deseo que ésta, a pesar de las dificultades, se negocie con éxito y para alivio de nuestro pueblo. Habremos de recordar
siempre que la Deuda tiene dos caras, que han de ponernos sobre aviso para evitarlas en el futuro: la injusticia de la economía
internacional reinante en este campo, y la irresponsabilidad de quienes contrajeron la Deuda o alentaron a contraerla a espaldas del
pueblo.
3° La subsidiaridad
15. Esta palabra enuncia otro principio clave de la Doctrina Social. Significa que “todas las sociedades de orden superior deben
ponerse en una actitud de ayuda (“subsidium”) – por tanto, de apoyo, promoción, desarrollo- respecto de las menores. De este
modo, los cuerpos sociales intermedios pueden desarrollar adecuadamente las funciones que les competen, sin deber cederlas
injustamente a otras agregaciones sociales de nivel superior, de las que terminarían por ser absorbidos y sustituidos y por ver
negada, en definitiva, su dignidad propia y su espacio vital” (C. 186). “El principio de subsidiaridad protege a las personas de
los abusos de las instancias sociales superiores e insta a éstas últimas a ayudar a los particulares y a los cuerpos intermedios a
desarrollar sus tareas. Este principio se impone porque toda persona, familia y cuerpo intermedio tiene algo de original que
ofrecer a la comunidad” (C. 187).
Situaciones y Cuestiones
16. El principio de la subsidiaridad es válido no sólo en la economía, sino en todos los órdenes. Por ejemplo en la educación. Así,
la escuela pública de gestión privada cumple un papel muy importante en la sociedad, y es de justicia que el Estado aporte para
sufragar los gastos de esta educación con los impuestos que pagan los ciudadanos.
Este principio de la subsidiaridad ha sido abandonado muchas veces en la organización de la sociedad, por exceso o por defecto.
Por exceso, cuando el Estado acapara para sí todas las iniciativas, libertades y responsabilidades, que son propias de las personas y
de las comunidades menores de la sociedad: el estatismo. Por defecto, cuando el Estado no protege al débil frente a los más
fuertes, o no brinda su ayuda económica, institucional, legislativa a las entidades sociales más pequeñas cuando es necesario: el
liberalismo a ultranza.
17. En la Argentina hemos conocido los dos extremos. Al menos desde los años 30 hubo un estatismo creciente, que nutrió, en el
inconsciente colectivo, la falsa imagen de que el Estado sería como un dios, que existe desde siempre, que todo lo puede, a quien
todo se le puede exigir, e incluso se lo puede maltratar porque nada malo le podría suceder. También conocimos un voraz
liberalismo, que desmanteló al Estado privatizando sus empresas, pero sin la red de protección social que ello habría exigido, y sin
el control necesario sobre los nuevos prestadores de los servicios públicos, acrecentando aún más el gasto público que se pretendía
reducir. Ambas corrientes colisionaron y produjeron el sismo social conocido. Estamos ahora en la etapa de la reconstrucción,
aprendiendo de la dolorosa experiencia.
Por otra parte, está vigente la subcultura de la dádiva. Ésta pervierte el principio de la subsidiaridad, degrada al pobre y lo
convierte en un sujeto incapaz de participar de la vida democrática, engendrando un nuevo problema social.
18. También aquí se imponen muchas preguntas. ¿Cómo reconstruir al Estado y hacer que esté al servicio de la sociedad civil?
¿Cómo evitar que devore a las sociedades u organizaciones intermedias? ¿O, por el contrario, que se declare “ausente” y deje a los
ciudadanos al arbitrio de los poderosos? ¿Cómo desterrar de la actividad política la práctica de comprar adhesiones mediante la
dádiva? ¿Cómo propiciar la relación entre los pueblos, en el respeto de la idiosincrasia y valores de los mismos, y de las
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necesarias garantías que posibilite entre ellos un intercambio comercial justo y equitativo?
4° La participación
19. “Participación” es otra de las columnas de la Doctrina Social de la Iglesia. Es una “consecuencia característica de la
subsidiaridad, que se expresa, esencialmente, en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o
asociado a otros, directamente o por medio de los propios representantes, contribuye a la vida cultural, económica, política y
social de la comunidad civil a la que pertenece. Es un deber que todos han de cumplir conscientemente, en modo responsable y
con vistas al bien común. No puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social”. “La
participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y
responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos
democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia” (C 189, 190).
Situaciones y Cuestiones
20. ¿Cuál es el grado de participación del argentino en la vida social, y, particularmente, en la defensa y el progreso de la sociedad
política?
Hay muchos signos positivos. En general, parece satisfactorio el índice de los votantes y aumenta la participación en la sociedad
civil: centros vecinales, clubes, ONG de todo tipo, colegios profesionales, etc.
Pero también hay señales negativas. Se exigen derechos, pero no siempre se conocen ni cumplen los deberes. Que el pueblo no
interviene en el gobierno sino por sus representantes: es un principio que muchas veces se interpreta mal. Se piensa que los
deberes del ciudadano se agotan en el acto eleccionario. Cumplido éste, muchos se despiden de su ciudadanía hasta la próxima
elección. No son conscientes que a la salida del cuarto oscuro los aguarda la vida cotidiana con una multitud de otros deberes
ciudadanos, de diverso grado, pero todos necesarios para actuar como ciudadano y construir la República: desde no cruzar el
semáforo en rojo, no hacer ruidos molestos, cuidar la limpieza de los espacios públicos, realizar bien el trabajo, pagar los servicios
e impuestos, exigir cuentas de su recta administración, hacer con responsabilidad la propia opción partidaria, respetar la ajena,
entablar un diálogo democrático con ella. Y así, hasta el cumplimiento de deberes más graves, como postularse para un cargo
público, y, si fuere el caso, hacer juicio político a la autoridad constituida, etc. Olvidan que el cumplimiento de estos deberes es la
respuesta necesaria a la sociedad, la cual defiende y promueve los derechos de los cuales gozan. No sin razón se ha dicho que los
argentinos somos 37 millones de habitantes, pero no logramos ser 37 millones de ciudadanos. El habitante usufructúa la Nación y
sólo exige derechos. El ciudadano la construye porque, además de exigir sus derechos, cumple sus deberes.
21. Entre las muchas cuestiones que surgen, planteamos las siguientes: ¿Cómo luchar para transformar la pasividad de muchos en
una auténtica participación democrática en la sociedad política? ¿Cómo poner en marcha las iniciativas referidas a la reforma
política que se acordaron en la Mesa del Diálogo Argentino? ¿Cómo garantizar que las promesas o proyectos electorales se
concreten en leyes justas y oportunas? ¿Cómo garantizar jurídicamente el gran aporte de los voluntarios sin perjudicarlos a ellos ni
a las instituciones a las cuales sirven con generosidad?
“Jesucristo, autor de nuestra fe y de nuestro compromiso ciudadano”: esta oración que rezamos el año pasado en preparación del
Congreso Eucarístico Nacional de Corrientes, y este año para el Congreso de Laicos, continúa interpelándonos a los cristianos.
5° La Solidaridad
22. “La solidaridad confiere particular relieve a la intrínseca sociabilidad de la persona humana, a la igualdad de todos en
dignidad y derechos, al camino común de los hombres y de los pueblos hacia una unidad cada vez más convencida. Nunca como
hoy ha existido una conciencia tan difundida del vínculo que se manifiesta entre los hombres y los pueblos” (C 192). Estas
relaciones de interdependencia, “que son, de hecho, formas de solidaridad, deben transformarse en relaciones que tiendan hacia
una verdadera y propia solidaridad ético-social. La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social
ordenador de las instituciones” (C 192,193).
23. En situaciones difíciles los argentinos nos mostramos solidarios. Por ejemplo, cuando sufrimos inundaciones. Las repetidas
crisis político-sociales quizás habrían acabado con nosotros si no hubiésemos sido solidarios. Es admirable cómo, en situaciones
límites, nacen formas impensadas de solidaridad, especialmente en el pueblo humilde.
No obstante, la solidaridad necesita un crecimiento sustancial en orden a afianzar la conciencia ciudadana y la responsabilidad de
todos por todos. La solidaridad expresa la solidez moral de una comunidad cuando, superando el sentimiento superficial, llega a
elevarse hasta el rango de virtud social. No se trata, tan sólo, de que crezca la cantidad de donativos para aliviar los males de otros
ante acontecimientos dolorosos o catástrofes. Se trata, principalmente, de llegar personal y comunitariamente a “la determinación
firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos
verdaderamente responsables de todos” (C 193).
Situaciones y Cuestiones
24. Muchas son las cuestiones que surgen en este renglón. Hay una forma de insolidaridad preocupante: el crecimiento
escandaloso de la desigualdad en la distribución de los ingresos. Una sociedad en la que faltase la equidad social correría serio
peligro de dejar de ser solidaria.
Otra forma de insolidaridad es el debilitamiento de la cultura del trabajo en muchos que gozan de él. Trabajo mal hecho, a
desgano, sin ansias de perfeccionarse. El trabajo es un servicio a la comunidad, que da derecho a comer de él.
Preocupa, también, la reiteración de reclamos no atendidos y de huelgas desproporcionadas, que no reparan en las injustas
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consecuencias sufridas por los más débiles: niños, ancianos, enfermos, trabajadores.
En una sociedad donde crece la marginación no serían de extrañar manifestaciones violentas por parte de sectores excluidos del
mundo del trabajo, que podrían degenerar en peligrosos enfrentamientos sociales.
25. Las situaciones y cuestionamientos esbozados muestran el complejo campo social en el que todos, pero especialmente ustedes,
queridos fieles laicos, deben reflexionar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, para contribuir a hallar soluciones, desde
su propia vocación y misión de ciudadanos, junto con los demás integrantes de la sociedad..
III. Cuatro Valores Fundamentales de la Vida Social
26. “La Doctrina social de la Iglesia, además de los principios que deben presidir la edificación de una sociedad digna del
hombre, indica también valores fundamentales. La relación entre principios y valores es indudablemente de reciprocidad, en
cuanto que los valores expresan el aprecio que se debe atribuir a aquellos determinados aspectos del bien moral que los
principios se proponen conseguir. Todos los valores sociales son inherentes a la dignidad de la persona humana, cuyo auténtico
desarrollo favorecen. Son esencialmente: la verdad, la libertad, la justicia, el amor” (C 197).
1° La verdad
27. La verdad es un valor fundamental que desde siempre la humanidad busca ansiosa. Tiene una dimensión objetiva que
fundamenta la actividad del hombre, posibilita el diálogo, fundamenta la sociedad e ilumina sobre la moralidad de los
comportamientos de los ciudadanos y de los grupos sociales: verdad de la naturaleza del hombre, de la vida, de la familia, de la
sociedad. Verdad, también, de los hechos acaecidos.
En el cristianismo la Verdad ocupa un lugar central. El Hijo unigénito de Dios, cuyo nacimiento nos preparamos a celebrar, está
“lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). El mismo Jesús se autodefinió como la Verdad: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”
(Jn 14,6). No se trata, por tanto, sólo de una verdad enunciable en el plano especulativo. Se trata de la Verdad sustancial, cuya
palabra devuelve la libertad a quienes están esclavizados por el error o por el mal: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra,
conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8,31-32). La Verdad del Evangelio, más que para ser conocida
intelectualmente, es para ser realizada, para que “viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente unidos a Cristo” (Ef
4,15).
28. La verdad es, en consecuencia, también un valor fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia. Al respecto ella nos dice:
“Los hombres tienen una especial obligación de tender hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Nuestro
tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todos para que la búsqueda de la
verdad sea promovida en todos los ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de
ofenderla” (C 198).
Situaciones y Cuestiones
29. Si el cristiano prescindiese de la comprensión de la Verdad que le da la Palabra de Dios, podría caer en múltiples errores, e
incluso adoptar actitudes fundamentalistas. Así aconteció en tiempos pasados cuando se difundió la máxima “el error no tiene
derechos”, olvidando que los derechos son de las personas, incluso de las que están en el error. El Evangelio manda morir por la
verdad, no matar por ella. Por ello el Papa Juan Pablo II, cuando nos exhortó a los cristianos a prepararnos a la celebración del
Gran Jubileo del año 2000, mencionó explícitamente el “capítulo doloroso, sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con
ánimo abierto al arrepentimiento, constituido por la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio de la verdad” (Tertio Millenio Adveniente 35)
Sin embargo, la tentación del fundamentalismo siempre acecha, y no sólo al hombre religioso. La historia civil de los pueblos,
incluso europeos, está plagada de ejemplos de intransigencia a muerte entre sectores opuestos. Cuando se esgrimen argumentos
religiosos, se lo hace engañosamente para enardecer la intransigencia con la que se pretende suprimir al contrario.
30. La interpretación de la historia argentina está atravesada por cierto maniqueísmo, que ha alimentado el encono entre los
argentinos. Lo dijimos en mayo de 1981, en “Iglesia y Comunidad Nacional: “Desgraciadamente, con frecuencia, cada sector ha
exaltado los valores que representa y los intereses que defiende, excluyendo los de los otros grupos. Así en nuestra historia se
vuelve difícil el diálogo político. Esta división, este desencuentro de los argentinos, este no querer perdonarnos mutuamente, hace
difícil el reconocimiento de los errores propios y, por tanto, la reconciliación. No podemos dividir al país, de una manera
simplista, entre buenos y malos, justos y corruptos, patriotas y apátridas. No queremos negar que haya un gravísimo problema
ético en la raíz de la crítica situación que vive el País, pero nos resistimos a plantearlo en los términos arriba recordados” (31).
A veintidós años de la restauración de la Democracia conviene que los mayores nos preguntemos si trasmit imos a los jóvenes toda
la verdad sobre lo acaecido en la década del 70. O si estamos ofreciéndole una visión sesgada de los hechos, que podría fomentar
nuevos enconos entre los argentinos. Ello sería así si despreciásemos la gravedad del terror de Estado, los métodos empleados y
los consecuentes crímenes de lesa humanidad, que nunca lloraremos suficientemente. Pero podría suceder también lo contrario,
que se callasen los crímenes de la guerrilla, o no se los abominase debidamente. Éstos de ningún modo son comparables con el
terror de Estado, pero ciertamente aterrorizaron a la población y contribuyeron a enlutar a la Patria. Los jóvenes deben conocer
también este capitulo de la verdad histórica. A tal fin, todos, pero en especial ustedes, fieles laicos, que vivieron en aquella época
y eran adultos, tienen la obligación de dar su testimonio. Es peligroso para el futuro del País hacer lecturas parciales de la historia.
Desde el presente, y sobre la base de la verdad y la justicia, debemos asumir y sanar nuestro pasado.
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2° La libertad
31. Según el Evangelio, la libertad es fruto de la verdad: “La verdad los hará libres” (Jn 8,32). David fue liberado de su pecado
porque lo reconoció. Lo mismo, la mujer pecadora. Y también el apóstol Simón Pedro. Sólo reconociendo sinceramente la verdad
de nuestros pecados, Dios nos perdona y nos libera de las ataduras espirituales con que éstos nos aprisionan.
32. Sobre la libertad la Doctrina Social nos dice: “Es signo eminente de la imagen divina y, como consecuencia, signo de la
sublime dignidad de cada persona humana”. “El valor de la libertad, como expresión de la singularidad de cada persona
humana, es respetada cuando a cada miembro de la sociedad le es permitido realizar su propia vocación personal. La libertad,
por otra parte, debe ejercerse como capacidad de rechazar lo que es moralmente negativo, cualquiera sea la forma en que se
presente” (C 199, 200).
Situaciones y Cuestiones
33. No siempre los hijos de la Iglesia mantuvieron la claridad necesaria sobre la doctrina de la libertad religiosa. Hace cuarenta
años la declaración conciliar “Dignitatis humanae” (07-12-65), sobre la libertad religiosa, le devolvió todo su esplendor. Libertad
de la persona y libertad de la comunidad religiosa. Libertad para la Iglesia católica y libertad para todas las religiones. Libertad
para celebrar el culto y libertad para proponer y practicar la doctrina del Evangelio.
34. Puede parecer extraño preguntarse hoy por la libertad religiosa en Occidente y en la Argentina. Pero sobran señales de una
presión desmedida de muchos medios y de entes internacionales, que justifica preguntar si la libertad de la Iglesia católica a
enseñar y practicar la propia doctrina es siempre respetada. Lo mismo cabe decir de resoluciones y gestos impropios de la
autoridad civil cuando invaden un fuero que le es ajeno. Dado que el sujeto del Estado y de la Iglesia es siempre el hombre, el
bien común exige que entre ambos exista autonomía y colaboración.
3° La Justicia
35. La justicia es un atributo de Dios. Decimos “Dios es justo”; que “apelamos a la justicia divina”. De Cristo confesamos que
“vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos”. Por ello la justicia es también un valor cristiano fundamental. De éste la Doctrina
Social dice: “Es un valor que acompaña al ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. El Magisterio social invoca el
respeto de las formas clásicas de la justicia: la conmutativa, la distributiva y la legal. La justicia resulta particularmente
importante en el contexto actual, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las
proclamaciones de propósitos, está seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de
la utilidad y del tener” (C 201, 202).
Situaciones y Cuestiones
36. Existen cuestionamientos sobre la Justicia como institución. En la Argentina es fuerte el reclamo por la reforma de la justicia.
Y la Mesa del Diálogo Argentino ha propuesto la necesidad de una profunda y valiente reforma de ella. Pero no existen
cuestionamientos sobre la justicia como valor. Sin embargo, la Doctrina Social nos hace ver su límite e insuficiencia para fundar
por sí sola una convivencia social sólida: “La plena verdad sobre el hombre, permite superar la visión contractual de la justicia,
que es una visión limitada, y abrirla al horizonte de la solidaridad y del amor. Por sí sola, la justicia no basta. Junto al valor de
la justicia, la doctrina social coloca el de la solidaridad, en cuanto vía privilegiada de la paz” (C 203).
4° La vía de la caridad
37. “Entre las virtudes en su conjunto y, especialmente entre las virtudes, los valores sociales y la caridad: existe un vínculo
profundo que debe ser reconocido cada vez más profundamente”. “Los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, nacen
y se desarrollan de la fuente interior de la caridad”. “La caridad presupone y trasciende la justicia. No se pueden regular las
relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia”. “Ninguna legislación, ningún sistema de reglas o de estipulaciones
lograrán persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz. Ningún argumento podrá superar el
llamado de la caridad” (C 204 - 207). La caridad es la plenitud de la justicia y de toda virtud humana.
Situaciones y cuestiones
38. Los cristianos debemos hacernos aquí un grave cuestionamiento: si tomamos en serio el mandamiento del amor que nos dejó
Jesús. Si lo hacemos, descubriremos cada vez con mayor claridad que, después del acto de adoración a Dios, la construcción de la
convivencia social, en verdad, libertad y justicia, es la obra máxima del hombre sobre la tierra. Y que Dios Padre providente en
nada se complace más que en ver a sus hijos esforzándose por construirla.
Sobre esta base de los principios básicos y de los valores fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia podemos edificar una
Nación reconciliada, que logre vivir una verdadera amistad social.
IV. Exhortación al Pueblo de Dios
39. Hace un mes celebramos el III Congreso Nacional de Laicos, a los veinte años del Segundo celebrado en 1984, y en vista del
Bicentenario de la Nación, a celebrarse en 2010. La temática abordada fue la vocación y misión del laico en la Iglesia, en la
sociedad y en la política. Durante el Congreso, la Doctrina Social de la Iglesia se mostró de máxima actualidad. Y no sólo por sus
formulaciones, sino por los desafíos que ésta debe enfrentar cada día y que merecen nuevas respuestas. Si bien como Pastores
somos los garantes de esta Doctrina, les corresponde también a ustedes, queridos fieles laicos, participar en su elaboración,
conociendo los postulados ya adquiridos, iluminando con ellos la situación social del País, y, a partir de allí, enunciar fórmulas
adecuadas que ayuden a los cristianos y a todo hombre de buena voluntad a actuar en bien de la República, respetada la propia
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opción temporal, sin esperar consignas de los pastores. Por lo mismo, hoy más que nunca “la Doctrina social de la Iglesia debe
entrar, como parte integrante, en el camino formativo del laico” (C 549). El Compendio de la Doctrina Social, es un instrumento
valioso para conocer esta Doctrina y aportar a ella elementos nuevos. Aconsejamos vivamente su estudio y puesta en práctica.
40. Que María, gloria de Jerusalén, alegría de Israel, orgullo de la humanidad, madre virgen de Jesús de Nazaret, nuestro hermano
y nuestro Dios Salvador, implore para nosotros del Padre un amor grande y fuerte por nuestra Nación como el que su Hijo tuvo
por su patria hasta llorar por ella.
90ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina
Pilar, 11 de noviembre de 2005
Documento de la Conferencia Episcopal Argentina
“HACIA UN BICENTENARIO EN JUSTICIA Y SOLIDARIDAD (2010-2016)”
1. Los Obispos de la Argentina, nos dirigimos a todos nuestros hermanos que habitan esta bendita tierra. Les escribimos desde
nuestra fe como discípulos y misioneros de Jesucristo, “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”1, porque “la misión
del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones
de la existencia, todas las personas, todos los ambientes y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño. La
Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la experiencia de la fe, que Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y
satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la felicidad, la justicia y la belleza. Son
las inquietudes que están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura de los pueblos. Por
eso, todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios”.2
Aportes para una nueva Nación
2. Muchos signos nos hacen pensar que está por nacer un país nuevo, aunque todavía no acaba de tomar forma. En los últimos
años, gracias al diálogo, hemos vivido aprendizajes cívicos importantes. De manera institucional, logramos salir de una de las
crisis más complejas de nuestra historia. Elegimos la no-violencia y se establecieron programas específicos para el cuidado de los
más débiles. La experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se profundizan los conflictos,
perjudicando especialmente a los más pobres y excluidos.
3. A partir de las crisis vividas, ya nadie cuestiona la necesidad de un Estado activo, transparente, eficaz y eficiente. Crecimos
en la promoción de los derechos humanos, aunque todavía debemos avanzar en su concepción integral, que abarque a la persona
humana en todas sus dimensiones, desde la concepción hasta la muerte natural3. También maduramos en la aceptación del
pluralismo, que nos enriquece como sociedad, aunque todavía persisten resabios de antiguas intolerancias.
4. Por otro lado, hemos tomado conciencia que no hay democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los
bienes4, aunque entre todos debemos seguir trabajando a fin de hacerla realidad y que no quede sólo en una consigna o en un
plano teórico o meramente emotivo5. Asimismo, reconocemos la importancia estratégica de la educación, de la producción y del
desarrollo local, de la urgencia de generar trabajo y de la necesidad de recobrar la auténtica cultura de la laboriosidad.
5. Con vistas al Bicentenario 2010-2016, creemos que existe la capacidad para proyectar, como prioridad nacional, la
erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Anhelamos poder celebrar un Bicentenario con justicia e inclusión
social. Estar a la altura de este desafío histórico, depende de cada uno de argentinos. “La gran deuda de los argentinos es la deuda
social. Podemos preguntarnos si estamos dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No deberíamos acordar entre
todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea la prioridad fundamental de nuestro quehacer?”6. No se trata
solamente de un problema económico o estadístico. Es, primariamente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más
esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano. Pero sólo habrá logros estables por el camino del
diálogo y del consenso a favor del bien común, si tenemos particularmente en cuenta a nuestros hermanos más pobres y excluidos.
6. Precisamente porque estamos alentando al diálogo, no pretendemos ofrecer una propuesta exhaustiva y detallada para
resolver los problemas actuales del país. Más bien expresamos la necesidad de buscar acuerdos básicos y duraderos, mediante un
diálogo que incluya a todos los argentinos. Tampoco queremos caer en reduccionismos y simplificaciones sobre cuestiones que
requieren el aporte de muchos, y valoramos como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y política. No obstante,
1 EA 67
2 DA 380 3 CDSI, 154 4 ICN, 129 5 DA, 397. 6 CEA, “Afrontar con grandeza nuestra situación actual”, 80° Asamblea Plenaria, 11de noviembre de 2000
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como hombres de fe y pastores de la Iglesia, hacemos nuestros aportes sabiendo que “la evangelización ha ido unida siempre a la
promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”7. Por eso nos animamos a compartir nuestros anhelos y preocupaciones.
La celebración del Bicentenario (2010-2016)
7. El 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto de Buenos Aires expresó el primer grito de libertad para nuestra patria. El 9 de
julio de 1816, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América se reunieron en la ciudad de San Miguel de Tucumán y
declararon la independencia nacional. Estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron, y recordamos la
presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales.
8. Cuando se celebró el primer Centenario de estos grandes acontecimientos, nuestra Nación aparecía en el concierto de los
pueblos como una tierra promisoria y acogedora. Hoy, en vísperas de la celebración del Bicentenario, la realidad y el ánimo no
son iguales. “Nos sentimos heridos y agobiados... Pero queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la
verdad y el compromiso por el bien común”.8
9. Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida
pública. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así
se formó la compleja cultura que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para quedarnos anclados en el
pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino
recorrido y honrar lo bueno de la propia historia.
10. En nuestra cultura prevalecen valores fundamentales como la fe, la amistad, el amor por la vida, la búsqueda del respeto a la
dignidad del varón y la mujer, el espíritu de libertad, la solidaridad, el interés por los pertinentes reclamos ante la justicia, la
educación de los hijos, el aprecio por la familia, el amor a la tierra, la sensibilidad hacia el medio ambiente, y ese ingenio popular
que no baja los brazos para resolver solidariamente las situaciones duras de la vida cotidiana9. Estos valores tienen su origen en
Dios y son fundamentos sólidos y verdaderos sobre los cuales podemos avanzar hacia un nuevo proyecto de Nación, que haga
posible un justo y solidario desarrollo de la Argentina.
Juntos para un nuevo proyecto de país
11. Acercándonos al Bicentenario, recordamos que nuestra patria es un don de Dios confiado a nuestra libertad, como un regalo
que debemos cuidar y perfeccionar. Podremos crecer sanamente como Nación si reafirmamos nuestra identidad común. En esta
búsqueda del bienestar de todos, necesitamos dar pasos importantes para el desarrollo integral. Pero cuando priman intereses
particulares sobre el bien común, o cuando el afán de dominio se impone por encima del diálogo y la just icia, se menoscaba la
dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones.
12. No obstante, nuestra mirada es esperanzada. “Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no
profetas de desventuras”10
. Creemos estar ante una oportunidad única. Podemos aprovecharla, privilegiando la construcción del
bien común, o malgastarla con nuestros intereses egoístas y posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen.
13. ¿Por qué hablar de un proyecto de país? Hay una opinión generalizada sobre la necesidad de establecer políticas públicas que,
tomando como fundamento nuestra Constitución Nacional, propicien un desarrollo federal, sano y armónico de la Argentina. Esta
no es una preocupación nueva. Forma parte del pensamiento y del servicio histórico de la Iglesia: “no hay democracia posible sin
una leal convergencia de aspiraciones e intereses entre todos los sectores de la vida política con miras a armonizar el bien común,
el bien sectorial y el bien personal, buscando una fórmula de convivencia y desarrollo de la pluralidad dentro de la unidad de
objetivos fundamentales”11
.
14. No es realista pretender un proyecto definitivamente estable, que no requiera ulteriores modificaciones, porque las
necesidades cambiantes exigirán las debidas adaptaciones. Pero es indispensable procurar consensos fundamentales que se
conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación, y puedan subsistir más allá de los cambios de gobierno.
15. Desde ellos, se deberían institucionalizar las necesarias políticas públicas para el crecimiento de toda la comunidad.
Instalarlas requiere la participación y el compromiso de los ciudadanos, ya que se trata de decisiones que no deben ser impuestas
por un grupo, sino asumidas por cada uno, mediante el camino del diálogo sincero, respetuoso y abierto. Nadie puede pensar que
el engrandecimiento del país sea fruto del crecimiento de un solo sector, aislado del resto.
7 DI, 3 8 Conferencia Episcopal Argentina, Oración por la Patria, 2001 9 ICN, 197; NMA 28 10 DA, 30 11 ICN, 127
13
Un nuevo acuerdo sobre políticas públicas
16. Como muchas veces hemos dicho, el diálogo es esencial en la vida de toda familia y de cualquier construcción comunitaria.
El que acepta este camino amplía sus perspectivas. Gracias a la opinión constructiva del otro, descubre nuevos aspectos y
dimensiones de la realidad, que no alcanzaría a reconocer en el aislamiento y la obstinación.
17. Necesitamos aceptar que toda democracia padece momentos de conflictividad. En esas situaciones complejas, alimentar la
confrontación puede parecer el camino más fácil. Pero el modo más sabio y oportuno de prevenirlas y abordarlas es procurar
consensos a través del diálogo.
18. Sólo el diálogo hará posible concretar los nuevos acuerdos para proyectar el futuro del país y un país con futuro. Ello es
fundamental en este tiempo, donde la crisis de la economía global implica el riesgo de un nuevo crecimiento de la inequidad, que
nos exige tomar conciencia sobre la “dimensión social y política del problema de la pobreza”12
. En este sentido, la promoción de
políticas públicas es una nueva forma de opción por nuestros hermanos más pobres y excluidos. Ratificar y potenciar la opción del
amor preferencial por los pobres13
que brota de nuestra fe en Jesucristo14
, “requiere que socorramos las necesidades urgentes y al
mismo tiempo que colaboremos con otros organismos e instituciones para organizar estructuras más justas. Igualmente se
requieren nuevas estructuras que promuevan una auténtica convivencia humana, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten
el diálogo constructivo para los necesarios consensos sociales”15
. Creemos que estamos ante un momento oportuno para promover
entre todos un auténtico acuerdo sobre políticas públicas de desarrollo integral.
19. Pero nunca llegaremos a la capacidad de dialogar sin una sincera reconciliación. Se requiere renovar una confianza mutua que
no excluya la verdad y la justicia. Las heridas abiertas en nuestra historia, de las cuales también nos sentimos responsables,
pueden cicatrizar si evitamos las parcialidades. Porque mientras haya desconfianzas, éstas impedirán crecer y avanzar, aunque las
propuestas que se hagan sean técnicamente buenas. Todos debemos ser co-responsables de la construcción del bien común. Por
ello, hay que sumar en lugar de restar. Importa cicatrizar las heridas, evitar las concepciones que nos dividen entre puros e
impuros, y no alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones16
, para no desviarnos del gran objetivo: contribuir a erradicar la
pobreza y la exclusión. Por eso, soñamos con un Bicentenario de la reconciliación y de la unidad de los argentinos.
¿Qué estilo de liderazgo necesitamos hoy?
20. En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que “los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos
llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos”17
. Para
nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos.
21. En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como
religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona.
En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e
iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y
religiosas18
.
22. Por eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común.19
Todo
líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, como expresión de coherencia
y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo
integral de la persona y de la sociedad20
. No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa
mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. El verdadero liderazgo supera la
omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias. Recordemos algunos valores propios de los
auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de
escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de los nuevos signos de los
tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida.
12
CDSI, 184
13 DA, 396
14 Cf. DI, 3; DA, 393-394
15 DA, 384.
16 DA, 534
17 DA, 393
18 DI, 4
19 ChL, 42; CDSI, 410.
20 Cf DA, 394
14
23. Alentamos a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en “la reorientación y consiguiente rehabilitación
ética de la política”21
. Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y
capacitados para la renovación de nuestras instituciones22
. También queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por vivir
con fidelidad a sus principios. Y a los educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que
se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que
reafirmen su dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor
de toda sana militancia.
Nuevas angustias que nos desafían
24. En el actual cambio de época, emerge una nueva cuestión social. Aunque siempre tuvimos dificultades, hoy han surgido
formas inéditas de pobreza y exclusión23
. Se trata de esclavitudes modernas que desafían de un modo nuevo a la creatividad, la
participación y la organización del compromiso cristiano y ciudadano. Como señala el Documento de Aparecida, hoy los
excluidos no son solamente “explotados” sino que han llegado a ser “sobrantes y desechables”24
. La persona humana nunca puede
ser instrumento de proyectos de carácter económico, social o político25
. Por ello, ante todo queremos reafirmar que nuestro criterio
de priorización será siempre la persona humana, que ha recibido de Dios mismo una incomparable e inalienable dignidad26
. La
Iglesia quiere ser servidora de la “dignidad infinita” de cada persona27
y de todos los seres humanos. Ello nos lleva a “contemplar
los nuevos rostros de quienes sufren”28
.
25. La nueva cuestión social, abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran
sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia. “Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con
el mundo y con Dios”29
. Los nuevos fenómenos “a menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos,
pero expuestos a la desesperación del sin sentido de la vida, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la
enfermedad, a la marginación o a la discriminación social”30
. Ello se manifiesta, por ejemplo, en el crecimiento del individualismo
y en el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios31
. Nos preocupan especialmente las graves carencias afectivas y
emocionales32
. Contemplamos un gran anhelo de encontrar razones para la existencia33
. La deuda social es también una deuda
existencial de crisis del sentido de la vida: “se puede legítimamente pensar que la suerte de la humanidad está en manos de
quienes sepan dar razones para vivir”34
. Ello nos debería interpelar a todos e invitarnos a discernir y promover nuevos vínculos de
pertenencia y convivencia y nuevos estilos de vida más fraternos y solidarios.
26. Además, la situación actual del país y de la economía global nos demuestra que el desarrollo no se limita al simple
crecimiento económico35
. Reconocemos una recuperación en la reducción de los niveles de pobreza e indigencia después de la
crisis de 2001-2002. Pero también es verdad que no se ha logrado reducir sustancialmente el grado de la inequidad social. Junto a
una mejora en los índices de desempleo, el flagelo del trabajo informal sigue siendo un escollo agobiante para la real promoción
de millones de argentinos.
27. Es grave la situación de la educación en nuestra patria. Constituye un bien público prioritario muy deteriorado, tanto por los
magros resultados en el aspecto instructivo como en la ausencia de un horizonte trascendente de la misma. Nos hallamos ante una
profunda emergencia educativa que, en caso de no revertirse con inteligencia y celeridad, gravitará negativamente en el porvenir
de las jóvenes generaciones.
21
DA, 403a
22 CEA, “Afrontar con grandeza nuestra situación actual”, 80ª Asamblea Plenaria, 11de noviembre de 2000
23 SRS 15
24 DA 65
25 CDSI, 133
26 CDSI 105
27 DA 388
28 Cf DA, 65
29 DA 44 30 NMI 50 31 DA, 44 32 DA, 444 33 DA, 53 34 GS, 31 35 PP 14
15
28. Nos preocupa la subsistencia del gravísimo problema del endeudamiento del Estado. Los pagos de la deuda externa
constituyen un rubro estructural del gasto público y condicionan gravemente los esfuerzos que debieran realizarse para saldar la
deuda social.
29. Lamentablemente no se ha podido erradicar un histórico clima de corrupción. Tampoco el mal del clientelismo político,
alimentado por la distribución de subsidios que no siempre llegan a los que menos tienen. En muchos casos continúa la
marginación de los aborígenes y de los inmigrantes pobres. Es particularmente preocupante la situación de los adolescentes y
jóvenes que no estudian ni trabajan, a los que la pobreza les dificulta el desarrollo integral de sus capacidades, quedando a merced
de propuestas fáciles o escapistas. Es escandaloso el creciente consumo de drogas que hace estragos cada vez a más temprana
edad. En todo el país se ha multiplicado la oferta del juego. La población se ve afectada por la violencia y la inseguridad que se
manifiestan de variadas maneras.
30. En tiempos recientes, especialmente en la crisis de la última década, hubo numerosas iniciativas en diversos sectores de la
sociedad, cuya experiencia puede ayudar a la construcción de un nuevo proyecto de país. Se propusieron variados temas en orden
al desarrollo integral de todos y a la superación de los males de nuestra Nación. En particular recordamos la inmensa tarea iniciada
en aquellos días por las mesas del Diálogo Argentino. Pero hoy, especialmente en medio de la actual crisis de la economía global,
una vez más necesitamos discernir los caminos para superar las nuevas angustias que nos desafían. Debemos enfrentar estos
desafíos confiando en las reservas morales y en los profundos valores que son el sustento de nuestra convivencia, porque la falta
de verdad despierta profunda desconfianza y termina dañando el tejido social.
Metas a alcanzar a la luz del Bicentenario
31. Los dramas que hemos descrito y que afectan fundamentalmente a los más desprotegidos, están íntimamente relacionados
con profundas carencias morales y estructurales. Por eso, a la luz del principio de la dignidad inviolable de cada ser humano y de
una concepción integral de la persona, nos parece imperioso proponer, con vistas al Bicentenario de la Nación, algunas metas que
estimamos prioritarias para la construcción del bien común:
32. Recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas. Todo lo dicho será siempre provisorio y frágil, sin una
educación y una legislación que transmitan una profunda convicción moral sobre el valor de cada vida humana. Nos referimos a la
vida de cada persona en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural. Especialmente pensamos en la vida de los
excluidos e indefensos. También en la vida de las familias, lugar afectivo en el que se generan los valores comunitarios más
sólidos y se aprende a amar y a ser amado. Allí se ilumina la vida afectiva privada y promueve el compromiso adulto con la vida
pública y el bien común. Alentamos a las familias a participar y organizarse como protagonistas de la vida social, política y
económica36
.
33. Avanzar en la reconciliación entre sectores y en la capacidad de diálogo. Una amistad social que incluya a todos, es el punto
de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional.
“Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de
cooperación e integración”37
.
34. Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables. El habitante hace uso de la Nación, busca beneficios y sólo exige
derechos. El ciudadano construye la Nación, porque además de exigir sus derechos, cumple sus deberes38
. Hay una carencia
importante de participación de la ciudadanía como agente de transformación de la vida social, económica y política. Los
argentinos hemos perdido el miedo a la defensa de nuestros derechos, pero la participación ciudadana es mucho más que eso. El
verdadero ciudadano intenta cumplir todos los deberes derivados de la vida en sociedad.
35. Fortalecer las instituciones republicanas, el Estado y las organizaciones de la sociedad. Aunque a veces lo perdamos de
vista, la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución, cuyo
deficiente funcionamiento produce un alto costo social.
Resulta imprescindible asegurar la independencia del poder judicial respecto del poder político y la plena vigencia de la división
de los poderes republicanos en el seno de la democracia. La calidad institucional es el camino más seguro para lograr la inclusión
social. Asimismo, debemos fortalecer a las organizaciones de la sociedad.
36. Mejorar el sistema político y la calidad de la democracia. Es imperioso dar pasos para concretar la indispensable y tan
reclamada reforma política. También para afianzar la orgánica vitalidad de los diversos partidos y para formar nuevos dirigentes,
reconociendo que las estructuras nuevas no producirán cambios significativos y estables sin dirigentes renovados, forjados en el
aprecio y el ejercicio constante de los valores sociales. Sobre todo, es imprescindible lograr que toda la ciudadanía pueda tener
una mayor participación en la solución de los problemas, para que así se supere el recurso al reclamo esporádico y agresivo y se
36 CDSI 246-249 37 DA 535 38 CEA, “La Doctrina Social de la Iglesia. Una luz para reconstruir la Nación”, 90ª Asamblea Plenaria, 11 de noviembre 2005
16
puedan encauzar propuestas más creativas y permanentes. De este modo construiremos una democracia no sólo formal, sino real
y participativa.
37. Afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo y de la justa distribución de los bienes. Urge otorgar capital
importancia a la educación como bien público prioritario, que genere inclusión social y promueva el cuidado de la vida, el amor,
la solidaridad, la participación, la convivencia, el desarrollo integral y la paz. Una tenaz educación en valores y una formación
para el trabajo, unidas a claras políticas activas, generadoras de trabajos dignos, será capaz de superar el asistencialismo
desordenado, que termina generando dependencias dañinas y desigualdad.
38. Implementar políticas agroindustriales para un desarrollo integral. Es necesario concretar un programa agropecuario y
agroindustrial a nivel nacional, que integre en la vida del país todo lo que está vinculado a nuestra tierra. Cabe apreciar la histórica
importancia del campo en el crecimiento de nuestra sociedad y, a su vez, incorporar todos los avances tecnológicos con pleno
respeto del medio ambiente. Por otra parte, se ha de alentar el desarrollo de las comunidades de los pueblos originarios y de las
familias minifundistas, favoreciendo el derecho a la propiedad de la tierra que habitan y trabajan. Es prioritario apoyar la
investigación y la inclusión científica y tecnológica de los diversos sectores en favor de las personas y de la sociedad.
39. Promover el federalismo, que supone la necesaria y justa autonomía de las Provincias y sus Municipios con relación al poder
central, no sólo referida al gobierno de esas jurisdicciones sino también a la coparticipación de los recursos. Esta autonomía
entraña la promoción de las economías regionales y la igualdad en las condiciones de vida, y también el acceso a las libertades y
derechos, especialmente en lo que respecta a la educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda digna.
40. Profundizar la integración en la Región. En estos tiempos que vivimos es tarea prioritaria revalorizar la integración regional,
por ejemplo en el MERCOSUR, y también global, en el contexto de la creciente interdependencia de las naciones, conscientes que
“los retrasos en la integración tienden a profundizar la pobreza y las desigualdades”39
.
Conclusión
41. Les hemos escrito estas reflexiones con espíritu constructivo, sin dejar de interrogarnos sobre nuestras propias
responsabilidades. Lo hacemos desde la fe en Jesucristo “que es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las preguntas
humanas sobre la verdad, la justicia y la belleza”40
. Tenemos siempre presente al Señor Jesús, que se angustió hasta las lágrimas
cuando algunos en su tierra no aceptaban el mensaje de paz que él les ofrecía41
. Le pedimos que los argentinos, todos juntos,
podamos hacer de esta bendita tierra una gran Nación justa y solidaria, abierta al Continente e integrada en el mundo. Nos
acogemos a María Santísima, nuestra querida Madre de Luján, para que ofrezca esta sentida súplica a Aquel que es “el Camino, la
Verdad y la Vida“42
.
Los Obispos de la Argentina en la 96ª Asamblea Plenaria
14 de noviembre de 2008
SIGLAS Y ABREVIATURAS DE LOS DOCUMENTOS CITADOS - DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO
ChL Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles Laici
GS Constitución pastoral Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II
PP Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio
SRS Juan Pablo II, Encíclica Solicitudo Rei Socialis
NMI Juan Pablo II, Carta apostólica Novo Millennio Ineunte
EA Juan Pablo II, Exhortación apostólica Ecclesia in America
DI Benedicto XVI, Discurso Inaugural en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
DA Documento Conclusivo de Aparecida
CDSI Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
DOCUMENTOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA
ICN Iglesia y Comunidad Nacional
NMA Navega Mar Adentro
39
DA, 528
40 DA, 380
41 Lc 19,42
42 Cf Jn 14,6
17
CELAM
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO
DEPARTAMENTO DE JUSTICIA Y SOLIDARI DAD
CRISIS ECONÓMICA, OPCIÓN POR LOS POBRES Y CUIDADO DE LA CREACIÓN.
“POR UN DESARROLLO HUMANO, INTEGRAL y SOLIDARIO”
En los días 07 al 10 de febrero de 2010 nos hemos reunidos obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos y laicas,
asesores y miembros de los equipos de apoyo del Departamento Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano
con motivo de la reunión anual de evaluación y planificación, evento en el cual hemos constatado la problemática que viven los
pueblos de América Latina y el Caribe por la crisis económica y el cambio climático, y deseamos dirigirnos a nuestras
poblaciones y líderes para manifestarles lo siguiente:
Introducción
1. La vida y la misión de los discípulos de Jesucristo se desarrollan en un contexto sociocultural muy complejo, debido en buena
medida a las profundas mutaciones en todos los órdenes, promovidas por fenómenos mutuamente interrelacionados, entre ellos, la
globalización, el avance de la ciencia y la tecnología, el secularismo y el pluralismo religioso.
2. El aceleramiento de la globalización en las últimas décadas ha tenido un impacto muy grande en la sociedad, lo cual se ha
reflejado, en medio de la crisis financiera, en la búsqueda de caminos conjuntos para el desarrollo de la economía mundial y en las
nuevas oportunidades que tienen los países para un crecimiento económico sostenido; en la expansión de la democracia y la
promoción y defensa de los derechos humanos; en los avances científicos y tecnológicos, generadores de cambios radicales en
todos los campos de la actividad humana; y en la simultaneidad de las comunicaciones que han hecho realidad aquello de la
„aldea global‟.
3. Al mismo tiempo, es necesario constatar que el tipo de globalización promovido por el mundo de hoy, está animado por la
ideología neoliberal y por un „fundamentalismo del mercado‟ que ha derivado en un aumento de la pobreza, en una exclusión en
todos los órdenes, en el debilitamiento del papel del Estado en la búsqueda del bien común, en una búsqueda de homogeneización
cultural expresada en una “cultura de masas”; pero también ha despertado la conciencia de los valores locales y la expansión de
procesos culturales de los excluidos desde lo que se ha llamado la “globalización desde abajo”.
La exclusión social
4. En efecto, en el campo social, la población de América Latina inicia el año 2010 con 9 millones más de pobres respecto de la
cifra de inicios de 2009 que ya era muy elevada. La población en pobreza pasó de 180 a 189 millones. Ha crecido la pobreza en la
peor de sus formas: la indigencia. “Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la
exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está
abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y
“desechables”.” (DA 65), Las situaciones de pobreza e indigencia son factores que pueden contribuir a la generación de mayores
índices de criminalidad lo que conduce entre otros al incremento de la problemática penitenciaria.
5. Como de costumbre, los pobres están sufriendo mucho más la crisis. Ella afecta más duramente a los más vulnerables. Entre los
más afectados están los niños, las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y afrodescendientes. Cerca de uno de cada cuatro
jóvenes esta fuera del sistema educativo, y del mercado de trabajo. El porcentaje de pobres de la región, según la CEPAL,
ascendió al 34.1%, y la indigencia al 13.7%. Más de una de cada tres personas, son pobres, en uno de los Continentes
potencialmente más ricos del planeta, bendecido por Dios, con reservas enormes de materias primas estratégicas, gran
biodiversidad, posibilidades excepcionales de producción de alimentos, un tercio de las aguas limpias de todo el orbe, múltiples
fuentes de energía barata, una excelente ubicación geo - económica, y un gran potencial turístico.
6. Las paradojas son tan fuertes, como el hecho de que produciendo América Latina alimentos para tres veces su población actual,
el 16% de los niños sufre de desnutrición crónica. El problema de la alimentación en América Latina es principalmente un
problema de acceso a la tierra y a los alimentos producidos.
7. Todo esto se agrava con el avance de la corrupción generalizada tanto en el ámbito público como privado (Cf SD 233, DA 70),
que corroe amplios estratos de la sociedad y que tiene dimensiones transnacionales. Uno de los retos para este nuevo siglo es la
consolidación de una fuerza ética, moralmente vinculante, acogida por todos los sectores de la sociedad y por todos los pueblos,
que nos conduzca a la construcción de una sociedad justa, transparente, solidaria y participativa.
La crisis económica y el impacto en los pobres
8. En el campo económico, la crisis económica mundial, la mayor en 80 años - cuyo origen no es sólo la aplicación del modelo
economicista neoliberal, sino que es el propio modelo como tal el que está cuestionado - ha tenido fuertes impactos en los altos
niveles de pobreza y desigualdad de América Latina. Estos impactos humanos y ecológicos de la crisis, con frecuencia han sido
dejados de lado en su tratamiento en los medios de comunicación, y en el discurso político usual. La atención se ha enfocado en
las consecuencias financieras y macroeconómicas de la crisis, sin considerar, sus efectos sobre las personas y los bienes de la
18
creación, los cuales en definitiva son objetivo fundamental de la economía. Una expresión frecuente en voces de economistas de
prestigio e influyentes en la región y a nivel internacional es: “ya salimos de la crisis, todo anda mejor, menos la desocupación”;
esto retrata todo un modo de interpretar la realidad.
9. La crisis económica global acentuó las agudas desigualdades latinoamericanas, las mayores comparativamente de cualquier
región del mundo. Es una de las causas de por qué un Continente tan rico, tiene tanta gente pobre. Según los últimos datos del
Informe de
Desarrollo Humano 2009 del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), mientras que la brecha entre el 10% más
rico, y el 10% más pobre, es en Noruega de 6.1 veces, en Japón de 4.5, en España de 10.3, en América Latina esas cifras se
multiplican de
5 a 10 veces. El Papa Benedicto señalaba en su última Encíclica Social: “La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero
aumentan también las desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen y nacen nuevas pobrezas. En
las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo
inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se sigue produciendo “el escándalo de las disparidades
hirientes” “. (CIV 22).
10. Hay una profunda concentración del poder económico en el mundo, contraria a los principios de la DSI del destino universal
de los bienes y la justa distribución de la riqueza. Pocas corporaciones trasnacionales gobiernan el mercado global. Podríamos
decir que las grandes corporaciones influyen poderosamente en el gobierno mundial a todo nivel. La soberanía de los Estados ha
ido pasando de los niveles de la política a los de la economía.
Un trabajo digno para todos
11. En el campo laboral, según se estima en las estadísticas disponibles, la crisis destruyó en el 2009, no menos de 2.5 millones de
empleos en América Latina. La tasa de desempleo abierto pasó de 7.5% a 8.5% en promedio. El total de desocupados llega a
18.400.000 personas. Pero además aumentaron todo tipo de formas de trabajo que violan la idea de trabajo digno, entre ellas el
trabajo informal, el trabajo precario, los empleos clandestinos, los trabajos sin protección social alguna, y se contrajeron los
empleos a tiempo completo. Una meta básica de la economía es generar trabajos dignos para todos y todas. Si esto no se cumple,
en realidad lo que no funciona es uno de los motores para generar condiciones de vida digna. Hacemos un llamado a los
gobernantes y a los empresarios para que asuman su responsabilidad de crear más fuentes de trabajo y de invertir en la superación
de las nuevas pobrezas que están surgiendo en la región. (Cf DA 62)
12. La crisis está teniendo un impacto de alta regresividad en los diversos países de la región que tenían elevadas remesas
migratorias. Dichas remesas, son los ahorros que los inmigrantes pobres latinoamericanos que se fueron en las últimas dos
décadas envían a sus
familias en sus países de origen. Las remesas daban ayuda a 20 millones de familias latinoamericanas pobres. Muchos de los que
las enviaban han perdido total o parcialmente sus empleos en Estados Unidos, España, Italia y otros países. Las remesas de los
migrantes
han disminuido en el 2009, según cálculos iniciales en no menos de un 11%, agravando la situación de las familias pobres de la
región que las recibían.
Alianza entre el ser humano y el medio ambiente
13. En la región el incremento de las actividades extractivas sigue siendo muy significativo, en medio de conflictos
socioambientales latentes o declarados. El Papa Benedicto XVI nos dice “¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que
se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias
zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos
naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los
llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven –y con frecuencia también sus
bienes– a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? (…). Todas éstas son
cuestiones que tienen una
repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la
salud y al desarrollo”. (Cfr. S.S. Benedicto XVI, Mensaje Jornada Mundial por la Paz, 2010). Las consecuencias negativas de ello
las sufren las poblaciones con mayor precariedad económica.
14. Hoy es más que nunca necesaria la promoción de una verdadera responsabilidad ecológica.
La defensa de lo ecológico debe incluirse dentro de los intereses sociales que exigen protección jurídica plena y que rebasa los
límites del derecho de una nación determinada porque afecta a la comunidad internacional. En este sentido, Aparecida nos exhorta
a
“empeñar nuestros esfuerzos en la promulgación de políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección,
conservación y restauración de la naturaleza; y a determinar medidas de monitoreo y control social sobre la aplicación en los
países de los estándares ambientales internacionales” (DA 474 d, e).
15. De otra parte, los Obispos urgen una educación ecológica que ayude a “descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar
y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano
sobre la tierra y los recursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de vida
19
de sobriedad y austeridad solidarias” (DA 474 a). Benedicto XVI lo dijo en forma muy concreta: hay que “fortalecer esa alianza
entre ser humano y medio ambiente…” (CIV 50).
Hacia una educación democrática
16. La crisis también ha impactado en el congelamiento o reducción de los presupuestos educativos, agravando los fuertes déficits
que tiene la región en educación. En un mundo donde es imprescindible terminar el nivel secundario para tener acceso al trabajo,
no lo
termina un gran número de jóvenes. Cerca de 6 millones de jóvenes entre 15 y 19 años de edad no han terminado la primaria. ”La
pobreza es hoy pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías” (DA 62).
17. De otra parte, las reformas educacionales, están “centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades,
y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación preponderantemente en función de la producción,
la
competitividad y el mercado” (DA 328). Es importante destacar como componente prioritario el fomento de una educación
democrática, al menos en tres sentidos:
a) que sea una educación para todos, como lo decían los Obispos latinoamericanos cuando se reunieron en Medellín, “de tal
manera que todos los sectores sociales, sin discriminación alguna, tengan acceso a ella y adquieran en la misma una auténtica
conciencia social que informe su vida”1;
b) que sea una educación donde la comunidad se convierta progresivamente en gestora de su propia formación y de su propio
desarrollo;
c) que sea una educación que forme en la teoría, pero sobre todo en la práctica, en el respeto y promoción de la dignidad humana,
en un estilo sobrio de vida y en la construcción de una ciudadanía que abra las puertas a la participación de todos en la
democratización política, económica, social y cultural de la sociedad.
Por una cultura de paz
18. Es escandaloso que, ante el incremento de la pobreza y la reducción de fondos dedicados a educación y salud, crezca la carrera
armamentista en la región que genera la enemistad entre nuestras naciones hermanas. La paz es un derecho fundamental de
nuestros pueblos, condición necesaria para disfrutar de los demás derechos. Por eso, un reto para la democracia es, por una parte,
propugnar por un acuerdo mundial para la reducción del armamentismo y apoyar a los organismos nacionales e internacionales
que promuevan
iniciativas concretas para el desarme; y, por otra, educar para la paz, formando a las personas en los principios y valores básicos
de la convivencia como son el respeto, la tolerancia, la justicia y la solidaridad; y exigir a los gobernantes el diseño de políticas de
paz
entre nuestros pueblos.
Credibilidad política y Neopopulismos
19. La escasa participación de los ciudadanos en la política, entendida en su aspecto más amplio, y no solamente en el ámbito electoral, se ha
incrementado en nuestros países debido especialmente a la falta de credibilidad en los líderes políticos, a la desesperanza y a la pérdida de
ilusiones en un futuro mejor.
20. Los neopopulismos autoritarios que se están apoderando de nuestra región, debido en buena medida a la corrupción de la clase política y a la
búsqueda de soluciones mesiánicas a los grandes problemas de nuestros pueblos, se han convertido en un verdadero peligro en la región. Estos
neopopulistas acceden al poder por el voto popular, ejerciendo un liderazgo de tipo carismático personalista fuerte. Una vez estando en el poder, golpean, de manera sistemática, todas las instituciones que no se pliegan a su voluntad: los medios de comunicación, los sindicatos, el sector
empresarial, la Iglesia...; y tratan de someter a su arbitrio a los demás poderes del Estado: la Corte Suprema de Justicia, la Corte Electoral, el
Congreso... Aunque mantienen posiciones aparentemente nacionalistas y antiimperialistas, crean paradójicamente, al interior de su propio país,
un régimen autocrático; y manejan a su antojo los fondos del Estado con una actitud paternalista, controlando toda la actividad económica del país y pauperizando cada vez más a la población. Tanto estos neosocialismos populistas como las corrientes neoliberales se fundamentan en una
antropología reduccionista, que no responde a las inquietudes más profundas del ser humano de una vida en comunión, participativa, igualitaria,
libre y abierta a la trascendencia.
21. El desafío que se presenta en este campo es el fortalecimiento de la sociedad civil, de tal manera que podamos pasar de una democracia
representativa a una democracia participativa. La sociedad civil debe hacerse corresponsable tanto en los diagnósticos como en la búsqueda de
soluciones y en la ejecución de planes de acción. “El surgimiento real de la sociedad civil redefinirá y animará de nuevo la tarea de la política en términos de convivencia y de democracia en participación en los términos comprensibles de lo local y lo municipal”2.
Nuevas formas de compromiso
22. El Papa Benedicto nos advierte que “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y
proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada”. (CIV 21)
23. La reciente catástrofe en Haití demostró una vez más que los desastres son problemas no resueltos del desarrollo. Los desastres se producen en todos lados, pero impactan de manera particular en los países pobres a través de una serie de mecanismos creadores de
vulnerabilidad (Cfr TMA 51). Alentamos todas las iniciativas de solidaridad efectiva, organizada y transparente, entre ellas la condonación de la
deuda externa, que permitan la reconstrucción de Haití. También ratificamos la exigencia del Papa Juan Pablo II de
condonación de la deuda externa a los países hundidos en la necesidad imperiosa a causa de la pobreza y la exclusión, que son permanentes desastres. Esto siempre que ese alivio vaya vinculado a la inversión social efectiva para los pobres.
20
24. Como discípulos misioneros de Jesucristo en este continente deseamos renovar y reafirmar la opción preferencial por los pobres que “está
implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano” (DA 392). “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros
sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral, y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que
ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393). Reafirmamos el respeto a la
vida frente a una cultura de muerte que amenaza a América Latina y El Caribe. Decimos con toda claridad que los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del pueblo son los gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo (Cfr GS 1).
25. El presente 2010 encuentra a ocho países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Venezuela) celebrando sus 200 años de independencia.
Deseamos que ésta pueda ser una ocasión propicia para restaurar los elementos fundantes de nuestros pueblos, abiertos a un futuro humanista,
cimentado en una auténtica libertad, en una igualdad de oportunidades para todos y en una fraternidad que consolide los vínculos de comunión
con los desheredados y excluidos. Es necesario reconocernos como una familia de latinoamericanos y caribeños, sin discriminaciones ni exclusiones por motivos de sexo, raza, condición social y pertenencia nacional, generando condiciones de vida dignas para los más pobres en el
marco de un desarrollo humano, integral y solidario (Cfr DA 474-c; 524-
525).
26. Por ello reafirmamos nuestro compromiso en la búsqueda del desarrollo humano integral solidario, que sea realmente, para toda la persona y
para todas las personas, “el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas” (PP 20). Un
desarrollo que integre todas las dimensiones de la vida tales como la económica, la social, la política, la ecológica, la cultural y muy
especialmente la ética y religiosa, un desarrollo solidario en la medida que implica el compromiso de todos los sectores y actores en la búsqueda del bien común, de modo que los pueblos sean los protagonistas de su construcción, pues son los primeros responsables de él (Cfr PP
77).
27. Debemos reafirmar que “una y plural, América Latina es la casa común, la gran patria de hermanos” (DA 525), donde todos podemos convivir con dignidad. En nuestros pueblos tenemos grandes reservas espirituales y morales. Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, nos invita a la
reconciliación y a la amistad social, a la cooperación y a la integración. María de Guadalupe, discípula y misionera, nos enseña a salir de
nosotros mismos en camino de sacrificio, amor y servicio, y nos acompaña en forma cercana, llena de comprensión y ternura (Cf DA 553). Sólo
así seremos los cristianos, no profetas de desventuras, sino portadores de Buenas Noticias para nuestros pueblos.
Bogotá, febrero de 2010
Notas
1 Medellín, Conclusiones 4,18.
2 CELAM, El Tercer Milenio, como desafío pastoral No. 65.
Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CssR.
Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra -Bolivia
Presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad
Mons. Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualguaychú -Argentina
Sección de Pastoral Social
Mons. José Luis Azuaje Ayala
Obispo de El Vigía-San Carlos del Zulia - Venezuela
Sección Laicos Constructores de la Sociedad
Mons. Luis Artemio Flores Calzada
Obispo de Valle del Chalco -México
Sección Pastoral Social
Mons. José Domingo Ulloa Mendieta
Obispo Auxiliar de Panamá -Panamá
Sección Movilidad Humana
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PONTIFICIO CONSEJO « JUSTICIA Y PAZ »
COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(…)
III. LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO: APUNTES HISTÓRICOS
a) El comienzo de un nuevo camino
87 La locución doctrina social se remonta a Pío XI 139
y designa el « corpus » doctrinal relativo a temas de relevancia social que,
a partir de la encíclica « Rerum novarum » 140
de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través del Magisterio de los
Romanos Pontífices y de los Obispos en comunión con ellos.141
La solicitud social no ha tenido ciertamente inicio con ese
documento, porque la Iglesia no se ha desinteresado jamás de la sociedad; sin embargo, la encíclica « Rerum novarum » da inicio
a un nuevo camino: injertándose en una tradición plurisecular, marca un nuevo inicio y un desarrollo sustancial de la enseñanza en
campo social.142
En su continua atención por el hombre en la sociedad, la Iglesia ha acumulado así un rico patrimonio doctrinal. Éste tiene sus
raíces en la Sagrada Escritura, especialmente en el Evangelio y en los escritos apostólicos, y ha tomado forma y cuerpo a partir de
los Padres de la Iglesia y de los grandes Doctores del Medioevo, constituyendo una doctrina en la cual, aun sin intervenciones
explícitas y directas a nivel magisterial, la Iglesia se ha ido reconociendo progresivamente.
88 Los eventos de naturaleza económica que se produjeron en el siglo XIX tuvieron consecuencias sociales, políticas y culturales
devastadoras. Los acontecimientos vinculados a la revolución industrial trastornaron estructuras sociales seculares, ocasionando
graves problemas de justicia y dando lugar a la primera gran cuestión social, la cuestión obrera, causada por el conflicto entre
capital y trabajo. Ante un cuadro semejante la Iglesia advirtió la necesidad de intervenir en modo nuevo: las « res novae »,
constituidas por aquellos eventos, representaban un desafío para su enseñanza y motivaban una especial solicitud pastoral hacia
ingentes masas de hombres y mujeres. Era necesario un renovado discernimiento de la situación, capaz de delinear soluciones
apropiadas a problemas inusitados e inexplorados.
b) De la « Rerum novarum » hasta nuestros días
89 Como respuesta a la primera gran cuestión social, León XIII promulga la primera encíclica social, la « Rerum novarum ».143
Esta examina la condición de los trabajadores asalariados, especialmente penosa para los obreros de la industria, afligidos por una
indigna miseria. La cuestión obrera es tratada de acuerdo con su amplitud real: es estudiada en todas sus articulaciones sociales y
políticas, para ser evaluada adecuadamente a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la ley y en la moral
naturales.
La « Rerum novarum » enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como remedio y expone,
precisándola y actualizándola, « la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho de propiedad, sobre el principio de
colaboración contrapuesto a la lucha de clases como medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles,
sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre
el derecho a tener asociaciones profesionales ».144
La « Rerum novarum » se ha convertido en el documento inspirador y de referencia de la actividad cristiana en el campo
social.145
El tema central de la encíclica es la instauración de un orden social justo, en vista del cual se deben identificar los
criterios de juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a proyectar líneas de acción para su
oportuna transformación.
90 La « Rerum novarum » afrontó la cuestión obrera con un método que se convertirá en un « paradigma permanente » 146
para el
desarrollo sucesivo de la doctrina social. Los principios afirmados por León XIII serán retomados y profundizados por las
encíclicas sociales sucesivas. Toda la doctrina social se podría entender como una actualización, una profundización y una
expansión del núcleo originario de los principios expuestos en la « Rerum novarum ». Con este texto, valiente y clarividente, el
Papa León XIII confirió « a la Iglesia una especie de “carta de ciudadanía” respecto a las realidades cambiantes de la vida pública
» 147
y « escribió unas palabras decisivas »,148
que se convirtieron en « un elemento permanente de la doctrina social de la Iglesia
»,149
afirmando que los graves problemas sociales « podían ser resueltos solamente mediante la colaboración entre todas las
fuerzas » 150
y añadiendo también que « por lo que se refiere a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto ella regateará su esfuerzo
».151
91 A comienzos de los años Treinta, a breve distancia de la grave crisis económica de 1929, Pío XI publica la encíclica «
Quadragesimo anno »,152
para conmemorar los cuarenta años de la « Rerum novarum ». El Papa relee el pasado a la luz de una
22
situación económico-social en la que a la industrialización se había unido la expansión del poder de los grupos financieros, en
ámbito nacional e internacional. Era el período posbélico, en el que estaban afirmándose en Europa los regímenes totalitarios,
mientras se exasperaba la lucha de clases. La Encíclica advierte la falta de respeto a la libertad de asociación y confirma los
principios de solidaridad y de colaboración para superar las antinomias sociales. Las relaciones entre capital y trabajo deben estar
bajo el signo de la cooperación.153
La « Quadragesimo anno » confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no sólo a las necesidades del trabajador,
sino también a las de su familia. El Estado, en las relaciones con el sector privado, debe aplicar el principio de subsidiaridad,
principio que se convertirá en un elemento permanente de la doctrina social. La Encíclica rechaza el liberalismo entendido como
ilimitada competencia entre las fuerzas económicas, a la vez que reafirma el valor de la propiedad privada, insistiendo en su
función social. En una sociedad que debía reconstruirse desde su base económica, convertida toda ella en la « cuestión » que se
debía afrontar, « Pío XI sintió el deber y la responsabilidad de promover un mayor conocimiento, una más exacta interpretación y
una urgente aplicación de la ley moral reguladora de las relaciones humanas..., con el fin de superar el conflicto de clases y llegar
a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad ».154
92 Pío XI no dejó de hacer oír su voz contra los regímenes totalitarios que se afianzaron en Europa durante su Pontificado. Ya el
29 de junio de 1931 había protestado contra los atropellos del régimen fascista en Italia con la encíclica « Non abbiamo bisogno
».155
En 1937 publicó la encíclica « Mit brennender Sorge »,156
sobre la situación de la Iglesia católica en el Reich alemán. El
texto de la « Mit brennender Sorge » fue leído desde el púlpito de todas las iglesias católicas en Alemania, tras haber sido
difundido con la máxima reserva. La encíclica llegaba después de años de abusos y violencias y había sido expresamente
solicitada a Pío XI por los Obispos alemanes, a causa de las medidas cada vez más coercitivas y represivas adoptadas por el Reich
en 1936, en particular con respecto a los jóvenes, obligados a inscribirse en la « Juventud hitleriana ». El Papa se dirige a los
sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos, para animarlos y llamarlos a la resistencia, mientras no se restablezca una
verdadera paz entre la Iglesia y el Estado. En 1938, ante la difusión del antisemitismo, Pío XI afirmó: « Somos espiritualmente
semitas ».157
Con la encíclica « Divini Redemptoris »,158
sobre el comunismo ateo y sobre la doctrina social cristiana, Pío XI criticó de modo
sistemático el comunismo, definido « intrínsecamente malo »,159
e indicó como medios principales para poner remedio a los males
producidos por éste, la renovación de la vida cristiana, el ejercicio de la caridad evangélica, el cumplimiento de los deberes de
justicia a nivel interpersonal y social en orden al bien común, la institucionalización de cuerpos profesionales e interprofesionales.
93 Los Radiomensajes navideños de Pío XII,160
junto a otras de sus importantes intervenciones en materia social, profundizan la
reflexión magisterial sobre un nuevo orden social, gobernado por la moral y el derecho, y centrado en la justicia y en la paz.
Durante su Pontificado, Pío XII atravesó los años terribles de la Segunda Guerra Mundial y los difíciles de la reconstrucción. No
publicó encíclicas sociales, sin embargo manifestó constantemente, en numerosos contextos, su preocupación por el orden
internacional trastornado: « En los años de la guerra y de la posguerra el Magisterio social de Pío XII representó para muchos
pueblos de todos los continentes y para millones de creyentes y no creyentes la voz de la conciencia universal, interpretada y
proclamada en íntima conexión con la Palabra de Dios. Con su autoridad moral y su prestigio, Pío XII llevó la luz de la sabiduría
cristiana a un número incontable de hombres de toda categoría y nivel social ».161
Una de las características de las intervenciones de Pío XII es el relieve dado a la relación entre moral y derecho. El Papa insiste
en la noción de derecho natural, como alma del ordenamiento que debe instaurarse en el plano nacional e internacional. Otro
aspecto importante de la enseñanza de Pío XII es su atención a las agrupaciones profesionales y empresariales, llamadas a
participar de modo especial en la consecución del bien común: « Por su sensibilidad e inteligencia para captar “los signos de los
tiempos”, Pío XII puede ser considerado como el precursor inmediato del Concilio Vaticano II y de la enseñanza social de los
Papas que le han sucedido ».162
94 Los años Sesenta abren horizontes prometedores: la recuperación después de las devastaciones de la guerra, el inicio de la
descolonización, las primeras tímidas señales de un deshielo en las relaciones entre los dos bloques, americano y soviético. En
este clima, el beato Juan XXIII lee con profundidad los « signos de los tiempos ».163
La cuestión social se está universalizando y
afecta a todos los países: junto a la cuestión obrera y la revolución industrial, se delinean los problemas de la agricultura, de las
áreas en vías de desarrollo, del incremento demográfico y los relacionados con la necesidad de una cooperación económica
mundial. Las desigualdades, advertidas precedentemente al interno de las Naciones, aparecen ahora en el plano internacional y
manifiestan cada vez con mayor claridad la situación dramática en que se encuentra el Tercer Mundo.
Juan XXIII, en la encíclica « Mater et magistra »,164
« trata de actualizar los documentos ya conocidos y dar un nuevo paso
adelante en el proceso de compromiso de toda la comunidad cristiana ».165
Las palabras clave de la encíclica son comunidad y
socialización: 166
la Iglesia está llamada a colaborar con todos los hombres en la verdad, en la justicia y en el amor, para construir
una auténtica comunión. Por esta vía, el crecimiento económico no se limitará a satisfacer las necesidades de los hombres, sino
que podrá promover también su dignidad.
95 Con la encíclica « Pacem in terris »,167
Juan XXIII pone de relieve el tema de la paz, en una época marcada por la proliferación
nuclear. La « Pacem in terris » contiene, además, la primera reflexión a fondo de la Iglesia sobre los derechos humanos; es la
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encíclica de la paz y de la dignidad de las personas. Continúa y completa el discurso de la « Mater et magistra » y, en la dirección
indicada por León XIII, subraya la importancia de la colaboración entre todos: es la primera vez que un documento de la Iglesia se
dirige también « a todos los hombres de buena voluntad »,168
llamados a una tarea inmensa: « la de establecer un nuevo sistema de
relaciones en la sociedad humana, bajo el magisterio y la égida de la verdad, la justicia, la caridad y la libertad ».169
La « Pacem in
terris » se detiene sobre los poderes públicos de la comunidad mundial, llamados a « examinar y resolver los problemas
relacionados con el bien común universal en el orden económico, social, político o cultural ».170
En el décimo aniversario de la «
Pacem in terris », el Cardenal Maurice Roy, Presidente de la Pontificia Comisión « Iustitia et Pax », envió a Pablo VI una carta,
acompañada de un documento con un serie de reflexiones sobre el valor de la enseñanza de la encíclica del Papa Juan para
iluminar los nuevos problemas vinculados con la promoción de la paz.171
96 La Constitución pastoral « Gaudium et spes »172
del Concilio Vaticano II, constituye una significativa respuesta de la Iglesia a
las expectativas del mundo contemporáneo. En esta Constitución, « en sintonía con la renovación eclesiológica, se refleja una
nueva concepción de ser comunidad de creyentes y pueblo de Dios. Y suscitó entonces nuevo interés por la doctrina contenida en
los documentos anteriores respecto del testimonio y la vida de los cristianos, como medios auténticos para hacer visible la
presencia de Dios en el mundo ».173
La « Gaudium et spes » delinea el rostro de una Iglesia « íntima y realmente solidaria del
género humano y de su historia »,174
que camina con toda la humanidad y está sujeta, juntamente con el mundo, a la misma suerte
terrena, pero que al mismo tiempo es « como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse
en familia de Dios ».175
La « Gaudium et spes » estudia orgánicamente los temas de la cultura, de la vida económico-social, del matrimonio y de la
familia, de la comunidad política, de la paz y de la comunidad de los pueblos, a la luz de la visión antropológica cristiana y de la
misión de la Iglesia. Todo ello lo hace a partir de la persona y en dirección a la persona, « única criatura terrestre a la que Dios ha
amado por sí mismo ».176
La sociedad, sus estructuras y su desarrollo deben estar finalizados a « consolidar y desarrollar las
cualidades de la persona humana ».177
Por primera vez el Magisterio de la Iglesia, al más alto nivel, se expresa en modo tan
amplio sobre los diversos aspectos temporales de la vida cristiana. « Se debe reconocer que la atención prestada en la Constitución
a los cambios sociales, psicológicos, políticos, económicos, morales y religiosos ha despertado cada vez más... la preocupación
pastoral de la Iglesia por los problemas de los hombres y el diálogo con el mundo ».178
97 Otro documento del Concilio Vaticano II de gran relevancia en el « corpus » de la doctrina social de la Iglesia es la declaración
« Dignitatis humanae »,179
en el que se proclama el derecho a la libertad religiosa. El documento trata el tema en dos capítulos.
El primero, de carácter general, afirma que el derecho a la libertad religiosa se fundamenta en la dignidad de la persona humana y
que debe ser reconocido como derecho civil en el ordenamiento jurídico de la sociedad. El segundo capítulo estudia el tema a la
luz de la Revelación y clarifica sus implicaciones pastorales, recordando que se trata de un derecho que no se refiere sólo a las
personas individuales, sino también a las diversas comunidades.
98 « El desarrollo es el nuevo nombre de la paz »,180
afirma Pablo VI en la encíclica « Populorum Progressio »,181
que puede ser
considerada una ampliación del capítulo sobre la vida económico-social de la « Gaudium et spes », no obstante introduzca algunas
novedades significativas. En particular, el documento indica las coordenadas de un desarrollo integral del hombre y de un
desarrollo solidario de la humanidad: « dos temas estos que han de considerarse como los ejes en torno a los cuales se estructura
todo el entramado de la encíclica. Queriendo convencer a los destinatarios de la urgencia de una acción solidaria, el Papa presenta
el desarrollo como “el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas”, y señala sus
características ».182
Este paso no está circunscrito a las dimensiones meramente económicas y técnicas, sino que implica, para toda
persona, la adquisición de la cultura, el respeto de la dignidad de los demás, el reconocimiento « de los valores supremos, y de
Dios, que de ellos es la fuente y el fin ».183
Procurar el desarrollo de todos los hombres responde a una exigencia de justicia a
escala mundial, que pueda garantizar la paz planetaria y hacer posible la realización de « un humanismo pleno »,184
gobernado por
los valores espirituales.
99 En esta línea, Pablo VI instituye en 1967 la Pontificia Comisión « Iustitia et Pax », cumpliendo un deseo de los Padres
Conciliares, que consideraban « muy oportuno que se cree un organismo universal de la Iglesia que tenga como función estimular
a la comunidad católica para promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional ».185
Por iniciativa de
Pablo VI, a partir de 1968, la Iglesia celebra el primer día del año la Jornada Mundial de la Paz. El mismo Pontífice dio inicio a la
tradición de los Mensajes que abordan el tema elegido para cada Jornada Mundial de la Paz, acrecentando así el « corpus » de la
doctrina social.
100 A comienzos de los años Setenta, en un clima turbulento de contestación fuertemente ideológica, Pablo VI retoma la
enseñanza social de León XIII y la actualiza, con ocasión del octogésimo aniversario de la « Rerum novarum », en la Carta
apostólica « Octogesima adveniens ».186
El Papa reflexiona sobre la sociedad post-industrial con todos sus complejos problemas,
poniendo de relieve la insuficiencia de las ideologías para responder a estos desafíos: la urbanización, la condición juvenil, la
situación de la mujer, la desocupación, las discriminaciones, la emigración, el incremento demográfico, el influjo de los medios de
comunicación social, el medio ambiente.
101 Al cumplirse los noventa años de la « Rerum novarum », Juan Pablo II dedica la encíclica « Laborem exercens » 187
al
trabajo, como bien fundamental para la persona, factor primario de la actividad económica y clave de toda la cuestión social. La «
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Laborem exercens » delinea una espiritualidad y una ética del trabajo, en el contexto de una profunda reflexión teológica y
filosófica. El trabajo debe ser entendido no sólo en sentido objetivo y material; es necesario también tener en cuenta su dimensión
subjetiva, en cuanto actividad que es siempre expresión de la persona. Además de ser un paradigma decisivo de la vida social, el
trabajo tiene la dignidad propia de un ámbito en el que debe realizarse la vocación natural y sobrenatural de la persona.
102 Con la encíclica « Sollicitudo rei socialis »,188
Juan Pablo II conmemora el vigésimo aniversario de la « Populorum
progressio » y trata nuevamente el tema del desarrollo bajo un doble aspecto: « el primero, la situación dramática del mundo
contemporáneo, bajo el perfil del desarrollo fallido del Tercer Mundo, y el segundo, el sentido, las condiciones y las exigencias de
un desarrollo digno del hombre ».189
La encíclica introduce la distinción entre progreso y desarrollo, y afirma que « el verdadero
desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de los bienes y servicios, esto es, a lo que se posee, sino que debe contribuir a la
plenitud del “ser” del hombre. De este modo, pretende señalar con claridad el carácter moral del verdadero desarrollo ».190
Juan
Pablo II, evocando el lema del pontificado de Pío XII, « Opus iustitiae pax », la paz como fruto de la justicia, comenta: « Hoy se
podría decir, con la misma exactitud y análoga fuerza de inspiración bíblica (cf. Is 32,17; St 3,18), Opus solidaritatis pax, la paz
como fruto de la solidaridad ».191
103 En el centenario de la « Rerum novarum », Juan Pablo II promulga su tercera encíclica social, la « Centesimus annus »,192
que
muestra la continuidad doctrinal de cien años de Magisterio social de la Iglesia. Retomando uno de los principios básicos de la
concepción cristiana de la organización social y política, que había sido el tema central de la encíclica precedente, el Papa escribe:
« el principio que hoy llamamos de solidaridad ... León XIII lo enuncia varias veces con el nombre de “amistad”...; por Pío XI es
designado con la expresión no menos significativa de “caridad social”, mientras que Pablo VI, ampliando el concepto, en
conformidad con las actuales y múltiples dimensiones de la cuestión social, hablaba de “civilización del amor” ».193
Juan Pablo II
pone en evidencia cómo la enseñanza social de la Iglesia avanza sobre el eje de la reciprocidad entre Dios y el hombre: reconocer
a Dios en cada hombre y cada hombre en Dios es la condición de un auténtico desarrollo humano. El articulado y profundo
análisis de las « res novae », y especialmente del gran cambio de 1989, con la caída del sistema soviético, manifiesta un aprecio
por la democracia y por la economía libre, en el marco de una indispensable solidaridad.
c) A la luz y bajo el impulso del Evangelio
104 Los documentos aquí evocados constituyen los hitos principales del camino de la doctrina social desde los tiempos de León
XIII hasta nuestros días. Esta sintética reseña se alargaría considerablemente si tuviese cuenta de todas las intervenciones
motivadas por un tema específico, que tienen su origen en « la preocupación pastoral por proponer a la comunidad cristiana y a
todos los hombres de buena voluntad los principios fundamentales, los criterios universales y las orientaciones capaces de sugerir
las opciones de fondo y la praxis coherente para cada situación concreta ».194
En la elaboración y la enseñanza de la doctrina social, la Iglesia ha perseguido y persigue no unos fines teóricos, sino pastorales,
cuando constata las repercusiones de los cambios sociales en la dignidad de cada uno de los seres humanos y de las multitudes de
hombres y mujeres en contextos en los que « se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance
paralelamente el mejoramiento de los espíritus ».195
Por esta razón se ha constituido y desarrollado la doctrina social: « un
“corpus” doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y
mediante la asistencia del Espíritu Santo (cf. Jn 14,16.26; 16,13-15), lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la
historia ».196
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