capÍtulo 2. la expresiÓn de una identidad regional en la...
Post on 30-Sep-2018
218 Views
Preview:
TRANSCRIPT
~ 55 ~
CAPÍTULO 2. LA EXPRESIÓN DE UNA IDENTIDAD REGIONAL
EN LA NOVELA INCONCLUSA DE BERNARDINO CASABLANCA
Configuración de una identidad regional
Una parte de la historia en esta novela discurre sobre las
peculiaridades que pueden servir de distintivos de los
habitantes de cualquier pueblo sinaloense, Guasachi en este
caso, configurando así una identidad regional a través de
factores como el lenguaje, el aspecto físico, la comida, la
vestimenta, las costumbres, la religión, el espacio en que se
desenvuelven e incluso rasgos más profundos y negativos que no
son exclusivos de esta región, como la corrupción y la doble
moral de la sociedad; o bien, algunos positivos y lúdicos,
como la manifestación de dicha identidad a través de
expresiones artísticas que se expresan en un juego
metatextual.
El relato base de esta novela es el de Narciso Capistrán,
donde el novel escritor cuenta a su amigo Truman Capote,
artista reconocido internacionalmente, su proyecto de escribir
una novela al estilo de A sangre fría, basada en el asesinato
de Bernardino Casablanca, propietario del burdel más conspicuo
de Guasachi. La visita de Capote al pueblo y los preparativos
para la novela suceden siete meses después del asesinato
referido.
La investigación del crimen se da a través de metarrelatos
que sostienen la narración principal: una charla con don
~ 56 ~
Filiberto, una plática con la comadre Josefina, varios
encuentros con el Cuícuiri y una entrevista clandestina con el
licenciado Peñuelas. Algunos de éstos son presentados en el
momento del diálogo, otros como monólogo del entrevistado,
donde se suprimen en gran medida las preguntas del
entrevistador, pero por el contexto y los comentarios de
Narciso a Capote se deduce que el profesor es el misterioso
interlocutor, aunque el narrador se refiera a él sólo como un
amigo del anciano.
No hay que perder de vista que el texto cuenta,
intercalados, las vicisitudes de Narciso para recabar
información y escribir su novela, pero también –al parecer–
hay retazos de esta novela inconclusa, apuntes y entrevistas,
además del recuento que hace a Capote. Cuando éste le pregunta
cómo está trabajando, Capistrán le responde que:
Trató de indagar sobre la familia de Bernardino, pero
pronto le quedó claro que el único pariente conocido,
la madre, había muerto desde hace muchos años. Pudo
enterarse, sin embargo, por medio de una de las
meretrices, que un padrino de la víctima, ya anciano,
debería vivir, si aún vivía, en alguno de los ejidos
de la costa. La viuda, por su parte, había marchado a
vivir a Estados Unidos. (30)
Aunque la temporalidad usada puede conducir a engaños con
el tiempo de la narración, este “debería vivir, si aún vivía”
se refiere al momento en que le dijeron que el anciano
~ 57 ~
“debería” vivir en tal sitio, aunque resulte que en realidad
se trata de un hecho ya comprobado y efectuado, tal como la
entrevista de la viuda con la policía, a pesar de señalarse de
que ella también ya marchó a Estados Unidos. Las preguntas
tendientes a saber de la infancia de Bernardino (regresándolo
al tema cuando el padrino se pierde en sus evocaciones) así lo
prueban, tal como el colofón de la plática: “Amparado en el
argumento de que ya es de noche, su amigo se despide. Le da
las gracias y promete visitarlo en otra ocasión. „Cuando guste
–le responde don Filiberto–, aquí estoy para servirle‟. Las
luces del compacto se alejan en la oscuridad” (49-50).25
De estas cuatro conversaciones, sólo la primera ya se
había efectuado cuando Capote llega a visitar a su amigo;26 el
resto de ellas transcurre en el presente de la historia. La
importancia de estas charlas, además de la información que
ofrecen para el desarrollo de la novela, consiste en cuánto
extender el discurso de los personajes, el tipo de lenguaje y
giros idiomáticos que utilizan, un rasgo fundamental al
momento de caracterizar una identidad regional; ya no se trata
de cómo los describe el narrador sino de cómo se exponen ellos
25 El utilizar “su amigo” para referirse al entrevistador
parece ser una argucia de Narciso Capistrán, en su papel de
novelista, emulando las tácticas de Truman Capote, quien
utiliza todos los métodos a su alcance para permanecer neutral
como narrador, refiriéndose a sí mismo como “un periodista”.
García Castillo recalca este dato en la obra de Capote (106). 26 Un indicio para hacer tal aseveración es que el misterioso
visitante está solo, a diferencia del resto de las charlas,
cuando Capote sí acompaña a Capistrán y hasta interviene.
~ 58 ~
mismos. Es posible aplicar lo señalado por Elizabeth Moreno
para el caso de otro escritor sinaloense, cuando reconoce que:
En el lenguaje de esta novela [se refiere a El amante
de Janis Joplin, de Élmer Mendoza] hay una voluntad
del autor por relatar una identidad y no sólo por
configurar un idiolecto (el sinaloense). La
representación de rasgos identitarios está presente
en toda la novela, desde la configuración de
personajes, espacios, costumbres, pero sobre todo, en
la forma de ver el mundo. (“La reescritura...” 147)
Es de remarcarse la charla del padrino del difunto, don
Filiberto, que se deja envolver por la plática y se extiende
más allá del tema, trayendo a colación anécdotas olvidadas y
recuerdos añejos; este estilo tiene su parangón en Cástulo
Bojórquez con los personajes de doña Concha y don Chema. Se
trata en los tres casos de la reconstrucción de una figura
singular de los pueblos y rancherías de provincia: el anciano
para quien platicar leyendas o contar vida y obra de sus
vecinos es revivir el pasado, su pasado, la historia oral que
se va perdiendo en el trajín de la vida moderna.
Salvador Reyes Nevares, en el prólogo a un libro de
cuentos de Rafael F. Muñoz, relata una anécdota que el mismo
escritor norteño le contó, explicando el atributo del buen
conversador entre la gente del norte, atendiendo a todo aquél
que se aventurara por aquellas soledades:
~ 59 ~
Por una parte, el deseo, muy hidalgo, de ofrecer
hospedaje tranquilo a quienes acertasen a pasar por
la casa; y por la otra, el anhelo de interlocutores,
con quienes dar rienda suelta a la lengua y a la
fantasía, hicieron a los norteños como son, con sus
puertas abiertas y sus tesoros de anécdotas y
sucedidos. (IX)
A la par de la preparación de la novela de Narciso se
presentan otros episodios: la investigación oficial del
crimen, la vida de Bernardino desde distintas perspectivas,
las ilusiones y desengaños de Rosa Elvira, y el conflicto
familiar de Susy y Martín. Es entrelazando estas historias que
puede completarse la novela que Capistrán no alcanza a
terminar de escribir.
Es difícil afirmar que una novela pueda representar “la
identidad” de una región o de una nación, menos aún en la
actualidad, cuando asistimos al debate de múltiples estudios
que apelan a la lógica: en un mundo globalizado en el cual
están cada vez más mezcladas las razas y las culturas, hablar
de una nación pura es utópico e irreal; esta certeza vale lo
mismo para el caso de la literatura. Sin embargo, sí es
posible hablar de novelas (poemas, cuentos, etcétera, el
género es lo de menos) en las cuales el autor intenta retratar
una identidad regional, un rostro, un perfil, un atisbo de
esos rasgos que configuran a “la gente de ese rumbo”; La
~ 60 ~
novela inconclusa de Bernardino Casablanca es un modelo que
encaja en ese caso.
Varios temas destacan en la lectura del texto e invitan al
análisis en esta novela: el que aquí se desarrolla es cómo se
construye un prototipo de la identidad del sinaloense a través
de descripciones, sentencias, lenguaje y la caracterización de
los personajes y el espacio en el cual viven; con referencias
algunas veces directas y otras en forma sesgada. Una de estas
últimas estrategias, en realidad indirectas, se da a través de
las conversaciones de Narciso y Capote, que van formando una
especie de poética literaria que refleja en un juego de
espejos la poética del autor real. Otra estrategia es la
imagen de corrupción y abuso del poder que predomina en el
sistema político y judicial mexicano sin regionalismos, donde
los personajes no son buenos o malos, sólo muy humanos.
Sinaloenses en toda la extensión de la palabra
La novela inconclusa de Bernardino Casablanca está ambientada
en un lugar llamado Guasachi, perteneciente, en el texto, a la
región norte-centro del estado de Sinaloa. Aun cuando Guasachi
no existe en la realidad,27 su situación geográfica se detalla
en relación con referentes extratextuales fácilmente
reconocibles y ubicables en el estado de los once ríos. Sitios
27 No existe en el estado de Sinaloa, aunque Jesús Eduardo
García menciona en su estudio sobre esta novela un lugar
llamado Guasachi en el estado de Chihuahua; para nada
relacionado con el imaginario literario de López Cuadras (87).
~ 61 ~
reales como Culiacán, Mazatlán o Badiraguato, resultan un faro
accesible para el lector local que se siente in situ;
asimismo, proporcionan al lector externo una guía fácil para
identificar un territorio y una forma de acercarse al espíritu
sinaloense. Sin embargo, esta caracterización no es una
limitante, pues para el lector común los sitios descritos
serán simplemente cualquier pequeña ciudad de provincia.
Aunque el texto señala explícitamente esta identificación y se
encarga de etiquetar a ciertos personajes como “sinaloenses”,
sea por su fisonomía, su carácter o su forma de hablar, es
obvio que no se trata de la realidad tal cual, aunque
contribuya a recrearla. Exista o no Guasachi, sea una mezcla,
transposición o copia de un pueblo real no tiene mayor
importancia. Jesús Eduardo García afirma que lo relevante para
el análisis de la obra es que:
Estas historias ocurren en un lugar del norte
mexicano, y cada una a su manera contribuye a la
creación de un espacio narrativo que se caracteriza
por ocuparse de las preocupaciones, las costumbres,
el modo de hablar de sus habitantes, pero también por
la intención de equiparar estas pequeñas ciudades con
otras más conocidas del resto del mundo. (87)
Capote visita a su amigo sinaloense y desde un principio
da la impresión de ser un experto conocedor del semblante y el
carácter regional, ya que al verlo en su tierra, recuperado
del rigor de su aventura neoyorquina, puede ahora apreciar en
~ 62 ~
Capistrán el prototipo del ganadero norteño, revelando la
importancia de una fisonomía común como forma de distinguir al
habitante de la región. ¿Hay un prototipo físico para el
sinaloense? Quizás no, depende de muchos factores, pero aquí
se hace hincapié en el quehacer que rige la región descrita:
ganadería y agricultura, especialmente esta última que se
menciona como actividad principal de los lugareños (aunque
nunca se les vea propiamente trabajando), así que en ese
sentido sí es posible uniformar una imagen para darse una idea
aproximada, tal como lo hace Capote, quien tiene el referente
de los rancheros del sur norteamericano para formarse una
imagen de cómo debe lucir su amigo y, por ende, sus
coterráneos: pantalón vaquero, barriga cervecera, un copioso
bigote de ganadero, facciones redondeadas, “su fisonomía
actual le sirvió para forjarse una idea del sinaloense típico”
(15).
Y si la apariencia de los hombres obedece a cierto patrón
identificable, la de las mujeres no se queda atrás, Rosa
Elvira, Hermelinda (alias la Susy) y varias de las prostitutas
son descritas como hermosas, de buena estatura y figura
curvilínea; pero, al compararlas con la Viky, que venía de
Guadalajara, el narrador recalca su diferencia con las bellas
de la región: “[Viky] era de estatura menor a la de una
sinaloense promedio, pero de formas mejor proporcionadas y de
facciones de una finura desconocida entre las mujeres del
norte” (75).
~ 63 ~
No en todas las ocasiones se enuncia una declaración
expresa de ser sinaloense, pero por la descripción se da la
connotación de lo regional, la forma de ser de las personas
que viven en dicho espacio y que comparten características muy
marcadas. En el caso de Bernardino, el personaje que Capistrán
elige como protagonista de su novela, éste logra enlazar los
opuestos del ranchero que se vuelve un galán al grado de
distinguirse claramente del resto de los hombres del pueblo,
no sólo en cuanto al carácter sino en su apariencia.
El vestuario se convierte en el arma principal de
Bernardino en su lucha por hacerse de un nombre y lo que
contribuye a crear su reputación de príncipe encantado que
conquista a todos: una novia virginal para madre de sus hijos,
amantes devotas que después se degradarán como pupilas en su
burdel, importantes hombres de negocios a quienes convertirá
en compadres y socios, y una “recua de mantenidos” que lo
seguirán y festejarán en sus francachelas atraídos por esa
imagen de elegancia y triunfo. Es por esto que únicamente la
ropa de Bernardino se describe a detalle, exaltando la calidad
de su sombrero de fieltro frente a los comunes de palma, o sus
botas puntiagudas de piel de víbora, ya no se diga el reloj de
pulso, el brazalete de oro macizo, el anillo con brillantes y
la hebilla de plata de su cinturón. Su camisa almidonada, sus
pantalones de gabardina, sus zapatos brillantes; el cuidado
que pone en sus combinaciones contrasta con la de los
parroquianos “que vestían ajadas camisas de manga corta,
~ 64 ~
pantalones de algodón barato y, muchos de ellos, sombreros de
palma y huaraches. Él, en cambio, era la encarnación del ideal
que por aquel entonces se tenía en Guasachi de lo que debería
ser un dandy” (85). Bernardino es visto como fuereño en su
propio terreno, ya que su vestir pulcro y cuidado lo alejan
totalmente de la generalidad de los hombres de la región y
remarcan su fama de auténtico seductor.
Un galán de película: la reconstrucción de una imagen
del macho norteño
El machismo es un rasgo del carácter de todo mexicano conforme
a un muy arraigado estereotipo, pero en el norte es un asunto
de dominio, de ahí que Bernardino sea un cazador; desde joven
desarrolla el instinto para sentirse el dueño de la situación
y escapar del control de las prostitutas entre las que se ha
criado, pues las mujeres se le ofrecen tanto que siente la
necesidad de ser él quien las conquista, necesita verlas como
un desafío y por eso se dedica a buscar mujeres que no sean
fáciles, que le opongan resistencia y ante las que deba
desplegar todo el encanto del cual es capaz. Junto con su
escudero, el Cuícuri, se lanza a la caza rondando los ranchos
vecinos y su medianía, apareciendo ante los ojos y la
imaginación de las mujeres como un caballero andante, con su
ropa siempre limpia, coordinada en colores con chaleco, botas
y sombrero.
~ 65 ~
La imagen de galán de Bernardino se reitera varias veces a
lo largo del texto, relacionándolo con el cine, visión que
juega con el título del burdel y que queda tan unido al
personaje que la gente lo conoce más por ese apelativo que por
su propio apellido: “Te pareces a Humphrey Bogart –le dijo la
Vicky a Bernardino– un artista gringo que vi en una película
allá en Guadalajara, Casablanca” (81).28 Sus mujeres lo ven al
principio con un halo de príncipe o galán de cine, aunque
tardan muy poco en conocer al Bernardino real y terminan
desencantadas al saber que únicamente son un objeto en sus
planes. Un mujeriego incurable que en realidad no ama a las
mujeres y sólo las utiliza es un carácter que se repite en
Cástulo Bojórquez, curiosamente, con una reflexión a
propósito; en La novela inconclusa, dicha meditación está a
cargo del mismo personaje cuando se replantea su vida, poco
antes de ser asesinado (irónicamente, demasiado tarde).
El mundo del espectáculo, como se mencionó previamente, es
un valioso factor para ataviar al personaje y su situación;
después de todo, sus conquistas no dejan de ser un montaje
para incrementar el harén de su bar y su matrimonio es sólo un
28 Jesús Eduardo García recalca la fascinación que ejercen
algunos íconos del cine negro sobre varios escritores
mexicanos, “por citar un ejemplo, véase la dedicatoria que
Carlos Fuentes escribió para su novela de espionaje La cabeza
de la hidra (1978): a la memoria (por estricto orden de
desaparición) de Conrad Veidt, Sydney Greenstreet, Peter Lorre
y Claude Rains” (85), cuatro actores de películas de misterio
que participan en las cintas El halcón maltés y Casablanca”,
referente éste último también para Mi nombre es Casablanca, de
Juan José Rodríguez y la de López Cuadras en mención.
~ 66 ~
rol para aparentar respetabilidad, lo que le beneficia en su
vida empresarial, eso en cuanto a los negocios; y para cumplir
con la promesa hecha a su madre muerta, en el plano
sentimental.
Del meritito norte: voces, usos y costumbres de una región
La recreación de la provincia y su gente no se reduce al
físico o el vestido; el lenguaje es un factor elemental con el
que muchos escritores han cimentado sus obras, sobre todo si
se toma en cuenta que una novela es un asunto de palabras, sea
tratando de recuperar la oralidad de un grupo o estilizando el
habla de una comunidad. En este rubro, López Cuadras tiene un
vasto repertorio al que acudir para dotar a sus personajes del
registro preciso para expresar la riqueza del lenguaje del
norte.
El personaje que relata los recuerdos e impresiones o que
hace una crónica del acontecer actual es, por lo general, un
anciano (como ya se mencionó); quién mejor para dar una buena
muestra de esa hospitalidad verbal que impera en las regiones
norteñas. Así, el autor se permite abarcar varios puntos, pues
es una forma de retratar a los personajes a través de los ojos
de otro personaje, de dar a conocer usos y costumbres de la
región descritos por ellos mismos y, sobre todo, de hacer
escuchar la voz de los habitantes de tal lugar. Los modismos
no suenan impostados. Es un hecho muy común que los viejos
cuenten las anécdotas no sólo de la familia, sino del pueblo
~ 67 ~
entero, por lo que se convierten en una especie de registro
oral, el cual es muy apreciado por los historiadores,
cronistas y todo aquel que desea recuperar y conservar la
historia local. La microhistoria que forja la identidad de una
región, aunque después resulte que “los de acá no somos tan
distintos a los de allá”, como concluyen los mismos personajes
de esta novela.
De igual forma, el léxico de los personajes es un modo
seguro para delimitar su estatus: edad, condición social,
profesión y, por supuesto, su pertenencia geográfica; si la
apariencia no bastara para caracterizar a los pobladores en
conjunto, o a cada uno dentro de su especialidad, su habla lo
retrata “de cuerpo entero”. Para subrayar esta condición nada
mejor que la presencia del extranjero en la historia base.
Capote habla perfecto el español y, sin embargo, hay palabras,
frases, giros o conversaciones enteras que no alcanza a
comprender; no puede evitar quedarse en blanco ante algunas de
las expresiones de los sinaloenses, especialmente cuando ellos
acuden al argot local; razón por la cual se siente tan
confundido con la formalidad del lenguaje de Peñuelas, siendo
difícil ubicarlo como sinaloense, ante lo que éste argumenta:
“en cuanto a mi manera de hablar [...], que ya se ha vuelto un
tópico entre la gente que me rodea [...] es un vicio que sólo
padezco sobrio. Le aseguro entonces, señor Capote, que en su
oportunidad y después del tercer trago, no me distinguirá de
mis paisanos ni por el habla” (192).
~ 68 ~
El utilizar como recursos los medios de comunicación y
otros subgéneros o voces es también un procedimiento del que
López Cuadras se vale para enriquecer las expresiones
identitarias de personajes principales, referenciales o del
mismo narrador, que se contagia del estilo coloquial y del
ánimo de aquéllos para describir las situaciones y emociones
que están viviendo. En el capítulo donde se describe la
evolución sentimental de Rosa Elvira, se aprovecha de los
clichés de la novela rosa, cuando ella cambia las radionovelas
y las revistas del corazón por la lectura apasionada de Las
mil y una noches, asumiendo el bovarismo como parte de su
nueva personalidad y forma de vida.
La crónica beisbolera es otro lenguaje que, fusionado con
las reflexiones de Bernardino, sirve de contrapunto a las
firmes intenciones del personaje de enderezar su vida. Esta
situación es muy común, vale decir, en ciudades donde este
deporte tiene un fuerte arraigo y las expresiones coloquiales
de su gente están en gran medida vinculadas al argot
beisbolero, por lo que frases como “se voló la barda”, “dio la
voz de arranque” o “checó al corredor de primera” se presentan
como comunes en el habla cotidiana. Los anuncios comerciales,
a su vez, se mezclan en voz del cronista con la narración del
partido, recordando que existe un sector productivo con
negocios en la localidad y que no sólo de alcohol vive el
guasachense..., aunque la cervecería Pacífico y Modelo de
Guasachi siga siendo el principal patrocinador del evento.
~ 69 ~
El género epistolar queda plasmado en las cartas de Rosa
Elvira y Josefina, las cuales desatan la pasión del compadre
Alejandro que las lee como si fuera una novela erótica por
entregas. La voz popular se manifiesta en las consignas de los
estudiantes, quienes repiten estribillos de canciones, porras
y sonados lemas en sus protestas contra las autoridades: “¡La
izquierda, unida, jamás será vencida!”, “¡Esos son, esos son,
los que roban la nación!”, “¡Que no nos falte el subsidio
jamás... Jamás!”. Los partes judiciales y las notas
periodísticas son discursos a los que López Cuadras también
recurre para enriquecer su narrativa. La literatura policiaca
y una poética literaria son otro tipo de discursos que se
verán con mayor detenimiento más adelante.
Como parte de la manifestación identitaria de una región,
la música popular y el folklore regional son esenciales para
complementar una cartografía, junto con la forma de vestir, de
hablar o de expresarse, especialmente tratándose del norte,
cuya música ha formado una subcultura que echa raíces cada vez
más profundas no sólo en el país, sino internacionalmente, al
grado de lograr que un escritor español como Arturo Pérez-
Reverte escriba una novela corrido.29 La música es un elemento
indispensable para amenizar los estados de ánimo de los
29 “He dicho alguna vez que La Reina del Sur es un narcorrido
de 600 páginas porque no tengo el talento de los Tigres o Los
Tucanes para hacer un narcorrido en tres minutos de música y
palabras”. Pérez-Reverte y su pasión por Los Tigres del Norte,
en http://www.icorso.com/hemeroteca/tigres.htm, consultado el
16 de febrero de 2011. En el capítulo tres se trata con mayor
profundidad el asunto de la novela corrido.
~ 70 ~
personajes, sean los programas de música norteña que Rosa
Elvira escucha en la radio alternando con sus radionovelas, o
la irónica alusión a la calidad, sentido del ritmo y cadencia
de la banda sinaloense, que Truman califica como “la ladrazón
de una manada de perros en estampida, cabalgados por cotorras
alharaquientas”, provocando un duro golpe al orgullo de
Carmelo y la risa de Narciso, que exclama divertido: “¡Así la
llaman en Sonora!: ¡la perrada!” (147).
La territorialidad: la iconicidad en la representación
de un Sinaloa literario
El clima y otras particularidades geográficas son, como se
mencionaba previamente, elementos esenciales para identificar
una región. En este caso, López Cuadras configura el
territorio atendiendo principalmente al clima y la aridez,
motivo que justifica la reiterada costumbre de los lugareños
por beber cerveza y sentarse a la sombra mientras pasa lo más
duro del calor, que en realidad es gran parte del día y de la
noche; o sea: no hay nada más qué hacer. A pesar de hallarse
ya en plena modernidad de los años setenta, en ningún momento
se hace alusión o se vislumbra a la gente en plena labor, sea
en el campo, el comercio o empresa alguna, sólo reunidos
bebiendo, en las fiestas ejidales, las carreras de caballo,
los partidos de beisbol o visitando el burdel.
Al parecer, los cantineros son los únicos que en este
pueblo están siempre atareados. Los vecinos, le comenta
~ 71 ~
Narciso a Capote: “siembran, juegan béisbol, toman cerveza
como demonios, y hablan de la gente todo el día; that’s all”
(66); sin embargo, toda actividad productiva es totalmente
ignorada. Incluso Narciso, que dejando de lado sus
pretensiones de escritor, se gana la vida como profesor en la
preparatoria local, se encuentra en receso escolar por las
vacaciones de verano.
El calor de agosto y las vacaciones se combinan para dar
esa impresión de parálisis que los lugareños aprovechan muy
bien para combatir las inclemencias del tiempo de la única
forma que conocen: tomando la cerveza bien fría, y cuando les
llega el agobio de la cruda, deben curarla con más dosis de
cuartitos de Pacífico. El periplo se convierte en un cómico y
cómodo círculo vicioso del cual nadie quiere escapar, otra
buena razón para la profusión de cantinas en un lugar tan
pequeño: el Buckingham, la Damajuana, el Casablanca, el
Petatlán, el Costa Azul, y a estos sitios hay que agregar el
embalse de la presa, el patio de las casas, en las comidas, en
el carro camino a cualquier lugar, el Quijote en Culiacán o la
terminal del aeropuerto en Mazatlán; todo sitio es bueno para
beber y ninguno queda olvidado.
Para acompañar una cerveza bien helada, bebida de rigor
por los embates del clima de rosticero –que en Sinaloa es la
mayor parte del año–, los personajes recurren a la comida
regional, de la cual el narrador ofrece una variada muestra
que incluye, por supuesto, una generosa variedad de mariscos,
~ 72 ~
camarones saladitos con salsa Guacamaya como botana o en
aguachile, un buen plato de cocido con mucho chiltepín, una
caguama “capaz de resucitar a un muerto”, o una cabrería: “un
corte de por acá”, como la describe Narciso a Capote.
La urbanización del pueblo, del cual “el pavimento que
cubría unas cuantas cuadras de la zona céntrica era el
argumento de que se valían sus habitantes para llamar ciudad a
aquella ordenada alineación de casas en estilo homogéneo que
rivalizaban en abundancia de formas con una caja de zapatos”
(25), es muestra igualmente del tedio y la monotonía que
aparentemente reina por la localidad. “Vamos a conocer tu
Ítaca” le pide Capote a Narciso y, en cuanto a edificios o
lugares, no encuentran nada digno de interés, ni siquiera el
famoso Casablanca logra interesar al escritor, un caserón tipo
almacén, sin mayor atractivo, combinable con el resto de
construcciones. Guasachi es descrita como un aburrido tablero
con sus calles rectas y polvorientas.
En “No diga que no, don Patricio” y otros cuentos de
Guasachi, se describe con mayor detalle la ciudad y su
evolución a través de los años, explicando que la verdadera
modernidad consistió en la aparición del Casablanca, ya que al
inicio eran sólo unas cuantas cuadras que iban del Petatlán
(primer bar del pueblo) a la iglesia. Bernardino y sus ideas
de empresario moderno transformaron la región e hicieron
crecer la ciudad, la cual se extendió siguiendo los trazos de
escuadra que la caracterizaban y, eso sí, siempre dominada por
~ 73 ~
el mundo de cantinas que la poblaban. La estrecha relación
entre la idiosincrasia de los personajes, el clima y los
sitios donde los primeros se defienden del segundo se explica
en la caracterización del espacio vivido.
Católicos del norte: o la conveniencia
de una fe flexible y acomodadiza
El aspecto religioso es también abordado para delinear una
imagen de la gente del norte que, a diferencia de la de otros
estados sureños y del centro de la República, está instalada
en la comodidad y el confort de una religión que no le exige
mucho a sus fieles, salvo una visita ocasional a la misa del
domingo y desbordar el templo a la hora de acudir a bodas y
entierros, eso sí, más por morbo y fisgoneo que por verdadero
sentido de cumplir con los mandamientos: “En nuestro país, los
católicos del norte no son como los del sur. Entre nosotros,
ir a misa es un recurso que Dios nos ha dado para matar el
aburrimiento dominical” (66).
La negligencia religiosa no sólo de los feligreses
sinaloenses sino la de los hombres de la Iglesia se muestra al
desnudo en la obra de López Cuadras. El cinismo de Narciso al
asegurar que entre sus paisanos “tienes que quitar al Dios de
tus protestantes y colocar la cerveza en medio de su
existencia” (66) se justifica ante la doble moral de los
sacerdotes, quienes deben transigir ante la vida pecaminosa de
sus fieles por el temor de que la propia quede al descubierto.
~ 74 ~
Los curas en la obra de López Cuadras no escapan al embeleso
de la bebida, incluso el nombre del padre que casa a
Bernardino y Rosa Elvira, Liborio, es una cómica e
irremediable referencia a “libar”, aunque ése no sea el
verdadero secreto culposo del cura, sino su relación con la
beata (esposa de su sacristán) que le ayuda en la casa
parroquial y que le tiende y destiende la cama.
Al respecto, La novela inconclusa... tiene muchas
coincidencias y recurrencias tanto en personajes como en
situaciones relatadas en los cuentos de Guasachi (como se pudo
comprobar en el capítulo previo) especialmente con “La Güera
Simental” o “La cristiada en Guasachi” en relación con el
gusto del cura por la sangre de cristo y las mujeres. A final
de cuentas, la sotana no los distancia mucho de la picardía y
el desenfado de sus coterráneos.
La corrupción del poder en una novela de antihéroes
La corrupción del poder es un aspecto que resalta bastante en
la trama de La novela inconclusa..., desde el crimen no
resuelto de Bernardino Casablanca, incluso planeado por el
propio representante de la autoridad, hasta la corrupción que
este personaje despliega al mover los hilos para que su
superior no llegue a conocer la verdad. El comandante Palemón
Rivera se revela como el autor intelectual de una intrigante y
compleja red que envolvió a varios personajes del pueblo para
~ 75 ~
beneficiarse de la muerte del tratante de blancas; es muy
sagaz al momento de ocultar las huellas, móviles y cómplices.
El fracaso de las buenas intenciones de algunos personajes
por ser honestos o por (hacer) cumplir las reglas es un
aspecto común en varios de los escritores hispanoamericanos
que no se presenta a capricho, sino basado en la experiencia
real y el afán de los autores de representar a la sociedad
actual en un sistema donde la corrupción es motivo, por igual,
tanto de preocupación como de chiste. Es así como en este tipo
de literatura se presenta un país donde los ciudadanos
desconfían más de policías, tránsitos y judiciales que de
cualquier ladrón, ya que no sería coherente ni creíble que en
su literatura (que intenta ser realista y fiel) todo se
resolviera feliz y satisfactoriamente.
La corrupción policial queda al descubierto en la
investigación que Narciso realiza para sustentar su ficción en
la realidad circundante del personaje y los acontecimientos
narrados. Éste pretende que su novela sea una especie de A
sangre fría tropical, pero cuando Capote le pregunta sobre los
expedientes del caso, el sinaloense festeja la inocencia del
escritor y le aclara que con el sistema judicial mexicano no
se puede saber si está más interesado en resolver casos o en
ocultarlos. “Aquí entre nosotros, a eso se le llama darle
carpetazo al asunto o echarle tierra” (198), confirma el mismo
Peñuelas ante el azoro del norteamericano, que al adquirir
gran experiencia en asuntos judiciales cuando investigaba para
~ 76 ~
escribir su novela, creía conocer todo sobre sobornos y
corrupción, sólo para confirmar que en su país “están muy
atrasados –le dijo Peñuelas–: aquí se puede todo” (198). Es
tanta la corrupción que los agentes del gobierno comisionados
para combatir al narcotráfico son los mismos que se encargan
de suministrar la droga en los burdeles y cantinas, incluso en
la universidad y las casas del estudiante, como atestiguan
Carmelo (el cantinero del Buckingham) y Martín.
Ante tal panorama, no es de extrañar que los protagonistas
tampoco sean del todo honrados o altruistas; en realidad, cada
quien busca sólo su objetivo sin preocuparse mucho por los que
va dejando en el camino. Narciso se obsesiona con la idea de
escribir una novela sobre el asesinato de Bernardino, y aunque
le interesa más ahondar en la verdad que explorar su vena
creativa, su búsqueda es meramente literaria, nunca con el fin
de contribuir a resolver un asesinato que todos prefieren
olvidar y encubrir. Por otra parte, los hábitos de Narciso no
son los mejor vistos en un pueblo de provincia: alcohol y
drogas como parte de su dieta diaria y sus escandalosas
fiestas son la comidilla de sus vecinas, viejas amigas de su
madre, las “buenas conciencias” del pueblo, quienes se
encargan de informar puntualmente a la señora de los desmanes
de su hijo: “Si viera, doña Encarnación, lo que han hecho de
su casa” (16), le escriben a Mexicali.
Por otra parte, Bernardino Casablanca, el “héroe” de la
novela de Capistrán, era el dueño de un burdel donde se
~ 77 ~
comerciaba con drogas y prostitución, un mujeriego sin remedio
que tenía tanto prestigio como líos, deudas y rivalidades; lo
irónico es que sus desenfrenos eran la carta fuerte que le dio
fama, como medita el Cuícuiri (el paradigma del holgazán sin
oficio ni beneficio): “¿Qué sería de Bernardino [...] sin
aquella ruidosa corte de compadres y amigos golleteros? ¿Sin
sus correrías de pueblo en pueblo, cazando rancheras ingenuas?
Nada: un ranchero de Las Tinajas” (216). En cuanto a los
funcionarios de ley, tanto Peñuelas como Palemón Rivera se
revelan como agentes corruptos, faltos de ética, viciosos y
taimados.
No es ociosa la desconfianza que la gente tiene ante el
sistema judicial y policial en México, cualquier instancia
legal provoca ciertos resquemores sobre su eficacia o equidad,
y por supuesto la literatura retoma estas preocupaciones.
Roberto Gómez Beltrán rescata una crónica de Leñero en la cual
el escritor, uno de quienes ha incursionado en el género
policiaco, afirma:
Yo pienso que lo más característico del fenómeno
policiaco en México es que no se descubra a los
criminales. Una novela en que lo dramático estuviera
no en descubrir al culpable sino en el hecho de que
no se puede descubrirlo y los que ganan son los
malos, sería un buen reflejo de nuestra realidad.
Porque aquí nadie investiga nada, se hacen dizque
~ 78 ~
investigaciones para encontrar un culpable, no para
hallar al culpable. (39)
¿Novela costumbrista o policíaca? ¿Qué tanta filiación
guarda La novela inconclusa con sus predecesoras mexicanas?
Narciso, el protagonista, no acude a ninguna de éstas y, por
el contrario, se declara adepto a Raymond Chandler, Dashiell
Hammett y, por supuesto, a Truman Capote; en cuanto al cine
hollywoodense, ya se comentó antes, está muy presente. La
intertextualidad con las obras de los autores mencionados es
una clara alusión de la estilización a la mexicana que esta
historia pretende, las huellas son claras y directas,
adoptando la fórmula detectivesca, se plantea una crítica muy
seria al poder, pero sin perder la dosis de humor que
caracteriza al novelista. Del estilo policiaco a la mexicana,
Ilán Stavans comenta que “el lector termina sus obras
invariablemente desilusionado: cuando parece que se ha
resuelto el enigma dentro de la trama, se descubre que estamos
en un atolladero de mayores dimensiones [...] y de pronto cae
en un vacío suicida” (159), de esta manera procede López
Cuadras.
La crítica a la corrupción se entiende como parte de esa
identidad floja, perversa, corrupta; como otros autores, él
utiliza un detective tan fuera de lo común que ni siquiera lo
es de profesión, es un profesor que juega a ser escritor y en
el afán de homenajear (parodiar) a sus escritores favoritos se
dedica a investigar un asesinato. La diferencia entre el
~ 79 ~
estirado flemático detective británico y el hard-boiled
norteamericano y su influencia en la nueva narrativa mexicana,
explica Stavans30 es que se mantiene en un sector intermedio:
hay crímenes, hay humor, hay detectives, no tiene lógica
detallada, explica con objetividad los hechos, acude a
testigos, “lo que se propone es retratar las costumbres y
„cuadratura intelectual‟ de los provincianos [...]. Mantiene
una filiación irreverente, lúdica, hacia la novela policial.
Se valió de sus mecanismos para retratar, con sonrisas, el
acontecer social de la provincia mexicana” (182), tal cual lo
hace López Cuadras en la novela que aquí tratamos.
Irónicamente, este autor, aunque se declara fuertemente
influido por la narrativa de Edgar Allan Poe y asegura que
“[su obra] me ha acompañado, prácticamente desde mi niñez, y
no creo, por tanto, haber salido indemne de esa ya larga y
sostenida experiencia” (“Las enseñanzas...” 1), aclara, por
otra parte, que “Sé que Poe posee también textos escritos en
una línea analítico-deductiva, que iban a dar pie al
surgimiento de la novela policiaca. Para mí, no obstante y
aunque los disfruto, son los menos interesantes de su obra”
(7). Puede ser que no haya sido intencional, pero es innegable
el percibir dicha línea en esta obra.
30 Stavans toma como ejemplo Dos crímenes de Jorge
Ibargüengoitia. Sin embargo, sus alusiones pueden aplicarse
también a esta novela de López Cuadras.
~ 80 ~
Las novelas dentro de la novela
Entre los distintos temas que el autor utiliza para perfilar
una identidad de los personajes y su entorno, la tematización
de la literatura misma es un rasgo que cobra importancia en la
narrativa lopezcuadriana. En La novela inconclusa... aparecen
dos escritores, uno es la representación literaria del
escritor norteamericano Truman Capote, una personalidad
reconocida y muy ad hoc a la época y la materia novelada; el
otro, un novel escritor, Narciso Capistrán, que pretende
escribir su primera novela emulando la más famosa obra de no
ficción de Capote, A sangre fría.31 Este bosquejo de novela se
enmarca dentro de una novela policiaca en la cual Capistrán
sigue la pista de un asesino.
Las conversaciones de los dos escritores van armando una
especie de poética con la cual pretenden sentar las bases para
dar forma a la novela ficticia (la que queda inconclusa).
Resulta interesante, en este punto, que a través de esta
teorización es posible acercarse a otra en la que se ofrece,
como un juego de espejos, las intenciones del autor implícito,
y no sólo aborda la escritura de lo más cercano, como sus
orígenes, su terruño, su gente (la matria), sino la
31 Igual motivación tienen otros escritores, tanto reales o
ficticios; entre ellos están los casos de Asesinato y Las
muertas, de Vicente Leñero, novelas “que parten de la nota
roja y pretenden seguir el camino marcado por Capote” (Gómez
Beltrán 39) y el personaje de Evaristo Reyes, de El miedo a
los animales de Enrique Serna, cuyas intenciones reales al
convertirse en judicial son para vivir experiencias que lo
ayuden a escribir, “un reportaje novelado al estilo de Truman
Capote”.
~ 81 ~
reescritura de lo que ya hicieron “sus autores
hispanoamericanos”, la tradición en la que esta obra se
inscribe, pero aportando un estilo propio, tal como anhela
Narciso, al exponer su idea:
Aunque, como toda la gente del pueblo, no puedo negar
que me impactó el asesinato, quizá lo que más influyó
en la selección fue que éste no se haya resuelto de
inmediato, y a que, conforme pasaban los meses,
después de que las investigaciones de Peñuelas
crearan cierta expectativa inicial, aquello se
convertía en un caso irresoluble. Aparecieron
entonces una serie de elementos misteriosos, propios
de la novela policiaca, comenzando por el anonimato
del asesino, el negro historial de la víctima y el
desconocimiento del móvil. Después, las pugnas entre
Palemón y Peñuelas, la huida de la viuda, todo un
cuadro completo. (118)
Continuamente las historias se reflejan para explicarse
literariamente una a la otra. Capistrán quiere conocer la
verdad exacta para retratarla con total realismo en su novela,
por lo que se obsesiona por interiorizar a fondo en la vida de
Bernardino desde todos los ángulos posibles, de la misma forma
que López Cuadras se basa en personajes y hechos fieles a la
realidad de su infancia, recuerdos de los cuales toma figuras
~ 82 ~
y anécdotas para poblar el imaginario que está construyendo,32
lo que provoca la mise en abyme de una novela en la cual los
personajes no sólo se pasean internamente de una historia a
otra (entre las distintas novelas y cuentos) sino que se
desbordan en un juego de espejos extratextual.
Ahondando en esta intertextualidad manifiesta,
curiosamente, Plegarias atendidas, la novela inconclusa de
Truman Capote, pretendía ser, a juicio de su autor: “un
equivalente contemporáneo de la obra maestra de Proust, En
busca del tiempo perdido, un análisis del pequeño universo de
la sociedad acaudalada entre aristocrático y mundano de Europa
y de la costa este de los Estados Unidos” (9). En corto o a lo
grande, ambas novelas inconclusas ambicionan ser ese recuento
revelador de una sociedad; así se presenta la verdad a
Narciso, como una epifanía:
Todo lo que él conocía sobre sus paisanos, y de la
que podía valerse para dotar a los personajes de
autenticidad y a la historia de verosimilitud, aunque
no se tratara de hechos verdaderos [...] moldear una
realidad nueva, sí, de un hecho particular, como el
32 [Cuícuiri] “Es una mezcla de personajes reales, como lo son
todos los personajes. En la vida real no le decimos el
Cuícuiri, pero la palabra tiene el mismo ritmo: es el Máculi.
Y como en el burdel había un cantinero que se la pasaba todo
el día cantando esa canción que cantaba Pedro Infante: “Pos
cuícuiri... pos cuícuiri”, le puse así al personaje. Por otro
lado, el personaje principal, Bernardino, es una persona muy
conocida por aquellos lares, pues fue uno de los pioneros en
el negocio. http://marieliribe.wordpress.com/2008/11/09/
conversacion-con-un-vago-insoportable/
~ 83 ~
asesinato de un lenón, pero alumbrado por una
experiencia más vasta que permitiera atrapar y
comprender, en la mísera realidad de su pueblo, al
menos una pizca de la condición humana, tanto en los
momentos de mayor dramatismo como en la apacibilidad
aparente de la vida cotidiana. (271)
En las conversaciones donde Narciso explica a Capote su
novela se percibe el referente con la conversación que P.B.
Jones (protagonista de Plegarias atendidas) entabla con
Woodrow Hamilton para contarle de qué trata la novela que está
escribiendo.33 De igual forma, los indicaciones sugeridas por
Capote a Narciso en relación con la idea que tiene para su
novela bien podrían pasar como las cavilaciones que el
escritor sinaloense (en el nivel de la realidad) tuvo que
plantearse al estar escribiendo la suya. Tal como hace notar
Jesús Eduardo García, las charlas de los escritores tejen “una
descripción del ambiente en el que podría desarrollarse la
hipotética novela de Narciso, pero que a la vez describe lo
que hasta ahora hemos leído en la novela de López Cuadras”
(102) y ejemplifica con la síntesis que Capote hace sobre el
proyecto al despedirse de su amigo:
Ya no le des vuelta al asunto. Ve todo lo que tienes;
todo lo que has reunido: dos asesinatos en los que se
mezclan la pasión y el dinero, un tratante de
33 El diálogo referido se puede leer en las páginas 59 y 60 de
la edición citada en la bibliografía.
~ 84 ~
blancas, una pareja de amantes, narcotraficantes,
putas, policías y funcionarios corruptos, todo esto
en un pueblo de borrachos que toman cerveza a
destajo. ¿Qué más quieres? Ponte a trabajar con eso y
deja la verdad en paz; sobre todo cuando ni siquiera
a la policía le interesa... ¡Ah!, el Cuícuiri; no
olvides incluir al Cuícuiri. (270)
Al analizar una novela del escritor Rubem Fonseca, Kseniya
A. Vinarov comenta como ésta “logra combinar la estructura del
género detectivesco con las reflexiones literarias,
convirtiéndose en una novela detectivesca metaficcional, donde
lo detectivesco existe en el nivel literario” (41). Algo
parecido ocurre en esta narración, donde la novela que Narciso
Capistrán escribe intenta ser investigación y resolución de un
crimen, y en realidad termina convirtiéndose en el “cuerpo del
delito” que incrimina al profesor ante el autor material del
asesinato, quien decide también desaparecerlo en virtud de
que, conforme lo dicta la clásica sentencia, “sabía
demasiado”.
En la narrativa de López Cuadras la literatura es una
forma más de vivir la vida, ya sea escribiendo una novela
inspirándose en la realidad que lo rodea, como Narciso, o
viviendo la vida a través de una novela, como Rosa Elvira con
sus Mil y una noches o, en Cástulo Bojórquez, Teófilo con Las
ilusiones perdidas y Eulogia con las novelas que su amante le
presta. En la narrativa de López Cuadras la literatura
top related