cadena de amor
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AC – Costa Rica Cadena de Amor 2012
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Cadena de Amor
¿Qué es la Cadena de Amor?
Es la forma práctica de vivir el sacerdocio bautismal. En los manuscritos de la
Venerable Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, inspirada por Cristo, ha
llamado esta vivencia la "Cadena de Amor".
La Cadena de Amor es también el ejercicio del sacerdocio espiritual por el cual
"todas las obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el
trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan perfectamente en
el Espíritu, más aún las molestias de la vida si se soportan pacientemente, se
convierten en hostias espirituales aceptables a Dios por Jesucristo" (LG No. 34; cfr. I
P 2,5).
Nuestros Estatutos dicen lo siguiente:
"La Cadena de Amor es el modo característico de vivir el sacerdocio bautismal de
quienes vivimos la Espiritualidad de la Cruz" (ERAC 63).
"Viviremos la Cadena de Amor asumiendo la existencia de Jesús, en fidelidad a Dios y
a todos los hombres, haciendo de la vida una ofrenda permanente. Estudiaremos sus
fundamentos y reglas y fomentaremos su práctica" (ERAC 63.1)
"Como consecuencia de nuestra atención amorosa a Dios haremos cada día, con la
frecuencia que nos sea posible, el Ofrecimiento del Verbo Encarnado" (ERAC 64)
ERAC: Estatuto y Reglamento del Apostolado de la Cruz.
LG: Lumen Gentium, Concilio Vaticano II.
"Yo desde que encarné en el seno purísimo de
María compraba gracias y quiero que tú,
transformada en Mí, viviendo de mi vida no hagas
ya otra cosa."
"Debes olvidarte de ti y de día y de noche
ofrecerlo todo por la salvación y perfección de
las almas."
"Mira, vas a hacer una Cadena; cada hora de tu
vida será un eslabón de oro, ofreciéndola con esa
intención; quiero que no se corte hasta tu muerte."
Diario de Conchita, Junio 21, 1906.
AC – Costa Rica Cadena de Amor 2012
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Reglas de la Cadena de Amor Práctica
1. Trabaja en ser humilde y
sacrificado.
Pedir esas virtudes en cada Comunión.
Mortificar los sentidos.
Gozarse en las pequeñas humillaciones. Mt. 11, 28-30; 26, 37-39; 27, 27-31
2. Sé puro de cuerpo y alma. Guardar los ojos.
Llamar al Espíritu Santo con frecuencia.
Procurar la interna unión con Jesús. Hb 7,26; 9, 13-14; 1 Cor 6, 19-20; 1 Cor 15, 45-49
3. Trabaja en ser persona de oración. Hacer con cuidado la Cadena de Amor.
Hacer muchas comuniones espirituales. Lc 6, 12; 9, 28-29; 11, 1-4; Mt 26, 36-41
4. Ama la vida oculta, escondida en
Dios.
Modestia, ocultamiento, no hablar de sí.
Ser sencillo, natural, sin presunción. Flp 2, 6-8; 1 Pe 2, 4; Lc 2, 6; 2, 51-52; Col 3, 1-4
5. Ten cariño a la virtud de la pobreza. Procura sentir algún efecto de la pobreza.
Gozarse en ser despreciado, como Jesús. 2 Cor 8, 9; Mt 19, 21; Lc 6, 20; 9, 58; 1 Cor 1, 22-24
6. Olvídate de ti mismo, y piensa sólo
en tu Jesús.
No buscar comodidades. No tenerse
compasión.
Vencernos en la conversación, pereza,
repugnancia, etc.
No complacernos en lo que hacemos. Lc. 4,40; 4, 42-43; Mc 8, 2-3; 6, 30-34, Mt 18, 4-5,
21, 1-5
7. Ten tu corazón vacío de todo afecto
terreno para lo que llene Jesús en su
totalidad.
Meditar sobre la brevedad de la vida.
Pensar en lo transitorio de las criaturas.
Sacrificarlo todo a Jesús.
Ver a Dios en el trato con los demás. Jn 12, 49-50; 14, 21.23; Rm 8, 15-17
8. Ama a María e imítala en su
obediencia a Dios y a los hombres.
Ver a Dios en quien nos manda.
Decir con frecuencia: "¿Señor, qué quieres
que haga?"
Escuchar al Espíritu Santo y obedecerle. Lc 1,38-40.56; 2, 4-5.15-16; Mt 2, 13, Jn 19, 25-27
9. Obra con pureza de intención, bajo la
mirada de Jesús.
Ofrecer cada acción a Jesús, Verbo
Encarnado.
Ver a Dios en el fondo del alma. Mc 4, 21-23; Jn 13, 38; Mt 5,8.22; Mc 7, 20-23
10. Tiende sin cesar a todo lo recto y
santo.
No dejarse llevar del respeto humano.
No obrar nunca con pasión o primer
impulso. Mt 20, 13-16; 19, 28-30; 1Pe 1, 15-16; Lv 11,44,
Mc 8, 34-38
11. Templa tu alma para el dolor en
todas sus formas.
No huir nunca del dolor: "Todo lo puedo
en Aquel que me conforta".
Pedir el amor a la Cruz.
Nunca perder la paz en nuestras penas. Lc 13,34; 14,27; 18, 31-33; 22, 39-44; 23, 27-32;
23, 44-47
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Reglas de la Cadena de Amor Práctica
12. Ama a Dios sin interés y abandónate
a su Voluntad.
Practicar las virtudes por puro amor, sin
excluir la esperanza.
No medir la altura de tus calvarios.
Sé generoso. Mc 1, 12-13; Jn 4, 34; 5, 19; 5,30; 6, 64-69; Mt 7,
13-14, Lc 12,4-7; 23, 46
13. Corresponde sin esperas y sé fiel a
las inspiraciones.
Amar con entusiasmo y mucho fuego.
Desear sacrificarnos, ser víctimas, para
probar nuestro amor. 1 Cor 1,9; 2 Cor 1,9; Lc 4, 1; Jn 19,30; Hch 1, 8; 2,
2-4
14. Vive en Dios y sólo para Dios,
muerto a todo lo que no sea El.
Morir a todo lo creado para vivir en Dios.
Nada germina sino en el sufrimiento.
Cuando nos busquen a nosotros, que
encuentren a Jesús. Gal 2, 19-20; Mt 4, 4-4; Lc 10, 25-29; Jn 6, 48-51;
11, 25-26
Vivamos la insigne gracia del sacerdocio bautismal de la Iglesia o de la "Cadena de
Amor". Jesús nos lo pide: "Yo quisiera que se diera un impulso poderoso a ese acto
expiatorio, uniendo víctimas a la Gran Víctima... y que todos a una me ofrezcan y se
ofrezcan en mi unión" (Cuenta de Conciencia de Conchita, 49,18).
"Que se procure la Cadena que he pedido, por todos los medios posibles" (C.C. 22,36)
Vivir la cadena de amor, vida cristiana en plenitud.
Cuantos hemos sido llamados por la misericordia divina a formar parte de la Familia de
la Cruz, tenemos a nuestro alcance una forma peculiar de vivir nuestra unión con Cristo
Sacerdote y Víctima, en su oblación redentora. Es la llamada Cadena de Amor que
muchos hermanos nuestros han vivido, comenzando por la venerable sierva de Dios,
Concepción Cabrera de Armida. Aquí pretendemos dar a conocer esta riqueza, de la
cual podemos beneficiarnos, si adquirimos su mística y los medios que la realizan.
La Cadena de Amor puede considerarse como una forma madura de vivir el sacerdocio
bautismal. En este sentido está abierta a todos los miembros de la Iglesia en su
tendencia a la plenitud cristiana.
Sin embargo, puede considerarse en un sentido más estricto, dentro del ámbito de la
familia espiritual de la misma señora Cabrera, especialmente a las personas que hayan
ingresado en la obra de la Cruz. Quienes pertenecen a dichas Obras, encuentran en la
Cadena de Amor la forma peculiar de vivir el espíritu propio.
Te doy una nueva vida, es la vida de tu Jesús.
La mejor comprensión de esta vivencia se logra volviendo a las fuentes de su primitiva
inspiración. Concepción Cabrera de Armida trata expresamente del asunto en su Cuenta
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de Conciencia (CC), a partir del día 27 de marzo de 1906. Apenas dos días antes, había
recibido la gracia central de su vida llamada encarnación mística. Este hecho es
trascendental y explica el porqué de la Cadena de Amor. Conchita alude a ese favor con
palabras inspiradas por el mismo Jesús:
«[El hecho de] encarnar, vivir y crecer en tu alma, sin salir de ella jamás; poseerte Yo y
poseerme tú como en una misma substancia, no dándome sin embargo tú la vida, sino
Yo a tu alma, en una compenetración que no puedes entender, ésta es la gracia de las
gracias» (CC 22, 172-173).
Con toda verdad podía decir con san Pablo: «vivo, pero no yo; sino que es Cristo quien
vive en mí» [Ga 2, 20]; o también: «para mí la vida es Cristo» [Flp 1, 21]. A efecto de la
encarnación mística comenzó a experimentar una «nueva vida» y «un amor inmenso»
(CC 22, 175. 193-194), cuya primera manifestación fue precisamente la práctica de la
Cadena de Amor.
Mira vas a hacer una cadena de amor.
Concepción Cabrera de Armida se sintió impulsada a reproducir en sí misma la vida de
Jesús «con amor, con sacrificios y sin interrupción» (CC 22, 204).
Cada hora de su vida sería, pues, como un eslabón de oro engastado de piedras
preciosas. Según ella, el oro simboliza la virtud de la caridad, y las piedras preciosas,
todas las demás virtudes. La intención de Conchita fue unirse a la Cadena de Amor
comenzada por el Verbo Encarnado, continuada por su madre María y prolongada a
través de los siglos por el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
En esta experiencia no se puede prescindir de la presencia y la ejemplaridad de María,
madre del Verbo encarnado.
Millones de almas que vengan a engrosar esa cadena de oro.
La venerable sierva de Dios, con la debida autorización de su director espiritual, inició
esta práctica el 28 de marzo de 1906: «Comience ya esa cadena, y que, por una fidelidad
finísima, no termine sino hasta la muerte» (CC 22, 261); sintió también la inspiración de
hacer participar a toda su descendencia espiritual en la formación de una sola Cadena de
Amor.
Según lo dicho, las Obras de la Cruz, especialmente, deberán continuar la Cadena hasta
el fin de los siglos, uniéndose a las mismas intenciones del Redentor, es decir, la gloria
del Padre en la salvación de los hombres.
Cada hora de nuestra vida por amor.
Fundamentada brevemente la Cadena de Amor en su contexto de historia de salvación,
podemos atender ahora a su dinámica existencial y a los medios para realizarla.
El mismo nombre es sugestivo. Así lo explica la señora Cabrera: Consiste esta Cadena
en eslabonar los actos de virtudes que se ejecuten cada hora de nuestra vida por amor, y
con pureza de intención, sin cortarse hasta la muerte. (Libro Cadena de Amor Divino...,
p. 9).
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Yo quiero llenar esas horas benditas, horas de oro, como dice el Señor, de veras de
purísimos actos de amor, de sacrificios, de caridad con el prójimo, de olvido propio, de
cuidado y solicitud por las almas (CC 22, 261-262).
Por amor es lo esencial. Que nuestra existencia llegue a ser una vida de amor a
imitación de nuestro Maestro Jesús. Como Él mismo dijo: «Nadie tiene más amor que el
que da la vida por sus amigos» [Jn 15, 13]. Este es el aspecto que se destaca en la
Espiritualidad de la Cruz, el amor oblativo de Cristo Sacerdote y Víctima.
Cada fiel, según el estado propio de vida, tiene innumerables ocasiones de hacer
efectivo ese amor de donación, expresado en una gama amplísima de virtudes. Uno de
los lemas de nuestra espiritualidad subraya tres virtudes, y son: amor, pureza y
sacrificio. Quien toma esas tres actitudes está capacitado para el ejercicio de muchas
otras virtudes:
Ofréceme y ofrécete a cada instante al Divino Padre.
Todas las horas del día y de la noche forman parte integrante de la Cadena, con tal que
sean vividas por amor. Sin embargo, algunas horas tienen especial significación:
a) Así la hora por excelencia es la de la Santa Misa. Como explica el Concilio Vaticano
II, «participando del sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda vida cristiana, ofrecen
a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella» (Vaticano II,
Lumen Gentium, 11). Es la acción sagrada en que la Cadena de Amor encuentra su
fuente y culmen.
b) Como una prolongación de la Eucaristía, debemos señalar la visita al Santísimo
Sacramento.
c) En realidad todas las horas, hechas con espíritu cristiano, entran a formar parte de
dicha Cadena. Así las «obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y
familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el
Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en
hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo» (LG, 34).
Y hablando de la «Iglesia doméstica», es decir de la familia cristiana, cada miembro,
según su propio papel, ejerce el sacerdocio bautismal, contribuyendo a hacer de la
familia una comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y cristianas
y lugar del primer anuncio de la fe a los hijos (Catecismo de la Iglesia Católica No.
350).
Algunos han ideado un examen sobre esta vivencia de las horas de la Cadena de Amor.
El primero que lo realizó gráficamente fue el padre Félix de Jesús Rougier, por medio
de su Calendario espiritual (1920), para uso exclusivo de los Misioneros del Espíritu
Santo, pero hecho extensivo a todos los fieles en 1922 (Cf. Cadena de Amor, 2a ed.)
De alguna manera hemos de examinar nuestra conducta, acerca del mandamiento
principal del amor, sintetizado en hechos concretos. Su finalidad es la formación
gradual en el espíritu de las Obras de la Cruz, por la práctica de las virtudes.
Al final de sus ejercicios espirituales de 1924, sobre la encarnación mística, Conchita
dejó escrito, en clave de Cadena de Amor, su testamento espiritual, como se lee a
continuación:
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No moriré del todo.
Moriré: no podré ya sufrir
Me faltarán las fuerzas para postrarme al pie del Sagrario.
Mi corazón dejará ya de latir.
Pero, qué consolador será para mí pensar que, sobre la tierra, quedarán labios que en mi
nombre continuarán alabando a Dios.
Corazones, que en mi nombre sigan latiendo de amor por Jesús.
Hostias vivas, que en mi nombre sigan elevando al cielo el perfume divino de la sangre.
¡Son mi sangre!, y en ellos continuaré sufriendo, como continuaré amando!
¡No moriré del todo, hijos míos, me sobreviviré en vosotros!
La inmortalidad de Dios, es decir, la perfecta transformación en Él, la consumación en
la Unidad, esto es inefable, de ello hablaremos en el cielo. Amén (CC 44, 174B-176B. 3
de enero de 1924).
Conclusión.
Son muchas las «ventajas de la práctica de la Cadena de Amor». Podemos señalar
cuatro principales.
1. Es una forma de vivir prácticamente nuestro sacerdocio bautismal, las veinticuatro
horas del día, en unión con Cristo Sacerdote y Víctima y con María, Madre del Sumo
Sacerdote.
2. Ayuda notablemente al crecimiento de las virtudes, sobre todo del amor a Dios y al
prójimo.
3. Da un nuevo sentido a la vivencia de las realidades terrestres, impregnándolas del
espíritu evangélico de la Cruz.
4. Y por último, nos une a la acción litúrgica de la Iglesia, sobre todo a la Eucaristía.
Así, quienes estamos continuando la Cadena de Amor en la Familia de la Cruz,
elevamos a Dios un himno de alabanza y de acción de gracias y, al mismo tiempo
imploramos el auxilio divino, como un eco del grito amoroso y confiado de Conchita
Cabrera, que dio origen a las Obras de la Cruz: ¡Jesús Salvador de los hombres,
sálvalos, sálvalos!
Fuentes:
http://www.apcross.org/cadena.htm
http://cidec.org.mx/cadenadeamor.html
Cabrera de Armida, Concepción. Cadena de Amor Divino. Segunda edición. Editorial
La Cruz. México. 1922.
Vera Soto; Carlos Francisco. Vivir la Cadena de Amor. Publicaciones CIDEC. México.
2008.
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