amnesia in litteris patrick süskind
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Corto, irnico y humorstico cuento de Patrick Sskind; (El perfume) se llama "Amnesia in litteris" y est
incluido en su libro 'Un combate y otros relatos', Barcelona: Seix-Barral, 1996, pp. 81-91. Quin no se
ha sentido as alguna vez?
AMNESIA IN LITTERIS
... Cmo era la pregunta? Ah, s: Qu libro me haba impresionado, influido, inspirado, marcado,
encauzado o hecho cambiar de rumbo?
Esto suena a impacto o experiencia traumtica, algo que el sujeto slo acostumbra a recordar en sus
pesadillas, pero no en estado de vigilia y, mucho menos, cuando escribe para el pblico, segn seal ya
muy acertadamente un psiclogo austraco, cuyo nombre no tengo presente en este momento, en un
trabajo muy interesante, cuyo ttulo no sabra precisar ahora, pero que apareci en un opsculo titulado
Yo y t, Eso y nosotros, Yo mismo o algo por el estilo (reeditado recientemente no recuerdo si por
Rohwolt, Fischer o Suhrkamp, aunque estoy seguro de que la cubierta era verde y blanca, o celeste y
amarilla, o, quiz, gris y turquesa).
Ahora bien, es posible que la pregunta no se refiera a experiencias neurotraumticas producidas por la
lectura sino a esa vvida emocin que provoca en nosotros el arte, como se expresa en la clebre oda
"Hermoso Apolo..." No; me parece que el ttulo no es ste. Es un ttulo un tanto arcaico, desde luego:
"Torso joven", "Primigenio y hermoso Apolo" o algo parecido, pero no hace al caso... En fin, como se
dice en la clebre poesa de... de... En este momento no me viene a la memoria el nombre, pero era un
autor muy famoso, de ojos vacunos y bigote, que proporcion a aquel obeso escultor francs (cmo se
llamaba?) una casa en la rue de Varennes -aunque ms que casa habra que llamarla palacio, con un
parque que no se recorra en diez minutos; uno se pregunta, dicho sea de paso, cmo se las arreglaba la
gente para pagar estas cosas en aquel tiempo-; bueno, a lo que iba, como se dice en aquella magnfica
poesa que en este momento no podra recitar entera, pero cuyo ltimo verso me qued grabado en la
memoria de forma indeleble como un constante imperativo moral: Debes cambiar tu vida. Veamos
pues. Qu libros son esos cuya lectura ha cambiado mi vida? Con nimo de aclarar la cuestin, me
acerco a mi biblioteca (de eso hace slo pocos das) y recorro con la mirada los ttulos de los lomos.
Como suele ocurrirme en estos casos -es decir, cuando hay demasiados ejemplares de una especie
congregados en un mismo sitio y la mirada se pierde en la masa- a poco del primer momento, siento un
vrtigo y, buscando asidero, introduzco la mano en la masa, saco un libro al azar, doy media vuelta con
mi botn, lo abro, lo hojeo y me concentro en la lectura.
Pronto me doy cuenta de que he hecho una buena eleccin, una muy buena eleccin. Es un texto de
prosa pulida y difano razonamiento, salpicado de informaciones inditas del mayor inters y lleno de
admirables sorpresas -por desgracia, mientras esto escribo, no consigo recordar el ttulo del libro, ni el
nombre del autor, ni el tema de la obra, pero, como se ver enseguida, esto no hace al caso o, mejor
dicho, por el contrario, contribuye a ilustrarlo.
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Como deca, es un libro extraordinario el que tengo en la mano, cada frase es un hallazgo, y leyendo voy
lentamente hacia mi silln, me siento sin dejar de leer y, mientras leo, olvido por qu estoy leyendo. Soy
todo vida concentracin en la exquisitez y originalidad que voy descubriendo pgina tras pgina. Los
subrayados y comentarios al margen en lpiz -huellas de un lector que me ha precedido- no me
molestan, a pesar de que generalmente no me gusta encontrar marcas en los libros, porque es tan
apasionante la exposicin, tan vibrante la prosa, que ni reparo en las apostillas y, si las advierto, es slo
para corroborarlas, porque se da el caso de que mi antecesor en la lectura -ni por asomo adivino de
quin pueda tratarse- ha subrayado y comentado los pasajes que tambin a m me entusiasman
especialmente. Y sigo leyendo, complacido, por una parte, por la extraordinaria calidad del texto y, por
la otra, por la compaa espiritual de mi desconocido predecesor. Me sumerjo ms y ms en el mundo
imaginario, sigo con admiracin creciente la senda magnfica por la que me conduce el autor... Hasta
que llego a lo que sin duda es el punto culminante de la exposicin y que me arranca un sonoro Ah!
Ah, pero qu bien pensado! Qu bien dicho! Y cierro los ojos un momento Para meditar sobre lo que
acabo de leer, que ha trazado un camino en la confusin de mi cerebro, abrindome perspectivas
insospechadas, sugiriendo nociones y asociaciones totalmente nuevas, espolendome incluso a seguir la
exhortacin Debes cambiar tu vida! Y, casi automticamente, mi mano va hacia el lpiz. Pienso:
Esto tienes que subrayarlo y escribir "Muy bien" al margen, entre gruesos signos de admiracin y
condensar en cuatro palabras todos los pensamientos que este pasaje ha suscitado en ti, para que no se
te olviden y en seal de homenaje al autor que tan magnficamente te ha iluminado!
Pero, ay! cuando acerco la punta del lpiz al margen para escribir mi Muy bien!, veo que mi
desconocido antecesor ha puesto ya Muy bien! en este mismo sitio y tambin ha hecho el
esquemtico resumen que yo tena pensado. Y ahora me doy cuenta de que su letra me es familiar,
porque es mi propia letra, y que mi antecesor no es otro que yo mismo. Este libro lo he ledo yo hace
mucho tiempo.
Entonces se apodera de m una afliccin indescriptible. Ha vuelto a atacarme la vieja enfermedad:
amnesia in litteris, el olvido literario, y me invade una ola de resignacin, por la futilidad de la ambicin
de conocimiento, y de toda ambicin en general. Para qu leer, para qu releer este libro, si s que
dentro de poco no me quedar de l ni la sombra de un recuerdo? Para qu hacer algo, si todo se
diluye en la nada? Para qu vivir, si hay que morir? Y cierro el hermoso librito, me levanto y vuelvo a la
biblioteca, vencido, hundido, y lo introduzco en la masa annima de los otros libros olvidados. Mi
mirada se detiene en el extremo de un anaquel. Qu tenemos aqu? Ah, s. Tres biografas de Alejandro
Magno. He ledo las tres. Qu s de Alejandro Magno? Nada. En el extremo de otro anaquel hay varios
tomos sobre la Guerra de los Treinta Aos, entre ellos, las quinientas pginas sobre Veronica
Wedgwood y las mil pginas sobre Wallenstein de Golo Mann. Todo esto lo he ledo yo con aplicacin.
Y qu s de la Guerra de los Treinta Aos? Nada. El anaquel inferior est dedicado por entero a libros
sobre Luis II de Baviera y su poca. Estos libros no slo los le sino que los estudi durante ms de un
ao y despus escrib tres guiones.
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Me convert en un autntico especialista sobre Luis II. Qu s ahora de Luis II y de su tiempo? Nada.
Absolutamente nada. Est bien -pienso-. Lo de Luis II an podra soportarse. Pero, y de esos libros que
tengo ah delante, en lugar preferente, al lado del escritorio, mis autores preferidos? Qu conservo en
la memoria de la coleccin de quince tomos de Andersch? Nada. Y de los Bll, los Walser y los
Koeppen? Nada. Y de los diez tomos de Handke? Menos que nada. Qu s de Tristam Shandy, de las
Confesiones de de Seume? Nada, nada. Rousseau, del Paseo de las Comedias. (Un momento! Las de
Shakespeare! Las le hace slo un ao. Algo tiene que haber quedado, una vaga idea, un ttulo, un solo
ttulo de una comedia de Shakespeare! Nada.) Por el amor de Dios, Goethe, por lo menos, Goethe! Por
ejemplo, esto, este pequeo tomo blanco: Las afinidades electivas, esto lo he ledo tres veces por lo
menos, y no conservo ni el ms leve recuerdo. Todo se ha desvanecido. Es que no queda en el mundo
ni un libro que yo recuerde? Esos dos tomos rojos de ah ' de esos libros gruesos con las Cintas rojas
tengo que acordarme, me resultan familiares, como muebles viejos, los he ledo, los he habitado
durante semanas, y no hace tanto tiempo. Qu es? Cmo se llama? Los demonios. Aj. Pues muy bien.
Interesante. Y el autor? F. M. Dostoyevski. Hum. Ya. Me parece que lo recuerdo vagamente. Tengo la
impresin de que la accin se desarrolla en el siglo xix y que en el segundo tomo alguien se suicida con
una pistola. Ms no puedo decir.
Me dejo caer en el silln del escritorio. Es una vergenza. Es un escndalo. Hace treinta aos que s leer
y, aunque no mucho, algo he ledo. Y lo nico que me que da es el vago recuerdo de que en el segundo
tomo de una novela de mil pginas, alguien se pega un tiro. Treinta aos de lecturas intiles. Miles de
horas de mi niez, de mi juventud y de mi vida adulta dedicadas a leer, y no conservo nada ms que un
gran olvido. Y el mal no da seales de querer remitir sino todo lo contrario, empeora. Hoy, cuando leo
un libro, antes de terminarlo, -ya he olvidado cmo empieza. A veces, mi memoria no resiste ni una sola
pgina y voy descolgndome esforzadamente de prrafo en prrafo, de frase en frase, y muy pronto
slo comprender las palabras sueltas que saldrn de la oscuridad de un texto desconocido durante el
instante de la lectura como estrellas fugaces, para desaparecer en el oscuro Leteo del olvido. En las
tertulias literarias, hace tiempo que no puedo ni abrir la boca sin ponerme en ridculo, porque confundo
a Mrike con Hofmannsthal, a Rilke con Hlderlin, a Beckett con Joyce, a Italo Calvino con Italo Svevo, a
Baudelaire con Chopin, a George Sand con Madame de Stael, etc. Cuando trato de localizar una cita que
me baila por la cabeza, tengo que pasarme das consultando libros, porque he olvidado al autor y
durante las consultas me pierdo en textos ignorados de autores desconocidos, hasta que se me olvida
qu estaba buscando. Cmo, en este caos mental, iba yo a contestar a la pregunta de qu libro ha
cambiado mi vida? Ninguno? Todos? Alguno? No lo s.
Pero quiz -as lo pienso para consolarme-, quiz en la lectura (lo mismo que en la vida) no sean tan
importantes los cambios de va ni los golpes de timn. Quiz la lectura sea un acto impregnador que
empapa la mente de un modo insensible, por smosis, sin que uno se d cuenta. Por lo tanto, el lector
que padezca de amnesia in litteris puede cambiar por efecto de las lecturas sin saberlo, porque mientras
lee cambian tambin esas instancias crticas de su cerebro que pueden decirle que est cambiando.
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Y para aquel que, adems de leer, escriba, la enfermedad puede ser incluso una ventaja, ms, una
condicin indispensable, porque le protege de la intimidacin que produce toda gran obra literaria y le
permite adoptar esa actitud exenta de complejos respecto al plagio, sin la cual no puede crearse algo
verdaderamente original.
Ya s que ste es un consuelo oportunista y rampln, al que trato de sustraerme: No claudiques ante
esta amnesia terrible. Nada con todas tus fuerzas contra la corriente del ro del olvido. No te zambullas
de cabeza en un texto, mantente por encima de l, con mente lcida y crtica. Haz extractos, memoriza,
ejercita la memoria, en suma -y aqu deseo citar una frase de una clebre poesa cuyo autor y ttulo no
puedo recordar en este momento, pero cuya ltima lnea permanece grabada de forma indeleble en mi
memoria, como un constante imperativo moral-: Debes -dice el texto-, debes... debes ...
Qu tontera! Se me han olvidado las palabras exactas. Pero no importa, porque todava tengo presente
el sentido. Era algo as como: Debes cambiar tu vida!
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