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ALFREDOPALACIOSESPINOSA LÍMITES PERDIDOS
(
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A lfredo Palacios Espinosa nació en 1947, en
La Concordia, Chiapas. Es profesor y direc
tor escénico, narrador y dramaturgo. Ha obtenido
varios premios. Como director escénico recibió el
premio al mejor director teatral en Monterrey
(1968); como dramaturgo, recibió el Premio
Nacional de Teatro Histórico con El tribuno y el
usurpador, otorgado por el INBA y el IMSS (1989);
como narrador, recibió el Premio Nacional de
Crónica de la Fundación para la Cultura del
Maestro de México, del SNTE (1992), y como pro
fesor, la medalla al Maestro Emérito (2000). De su
extensa obra narrativa mencionamos la novela
Los confines de la utopía (1993) y el libro de cuen
tos Los aparecidos del agua (2000). Dentro del cor
pus de su trabajo dramático destaca Los agravios
de su flustrísima (1994), que en 1985 produjo, para
el cine, el Instituto Nacional Indigenista .
LÍMITES PERDIDOS
Q AlFREDO PALAOOS Esi'!NOSA
Concepto editorial: César Memz
Cuidado editorial: Dirección de Publicaciones de CONECULTA
D. R. © 2005 Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, Boulevard Ángel Albino Corzo, núm. 2151, fracc. San Roque, Thxtla Gutiérrrez, Chiapas. C.P. 29040
D.R. Q 2005 Secretaría de Educación, Unidad Administrativa, edificio 8, 1" piso, Tuxtla Gutiémez, Chiapas. C.P. 29000
ISBN 970-697-144-0 HEOiO EN MtxJCO
Alfredo Palacios Espinosa
LÍMITES PERDIDOS
2 O O S GOBIERNO DEL ESTADO DE CHIAPAS
PRESENTACIÓN
A lfredo Palacios Espinosa ha manejado, tanto
en su extensa obra narrativa como en su dra-
maturgia, dos temas centrales: la historia de Chiapas y
la difícil relación entre los pueblos indígenas y los
pueblos ladinos.
Límites perdidos toca los dos asuntos, pues lo que
cuenta corresponde a una etapa de Chiapas en su
relación con Guatemala y la frontera larga que nos
une y al mismo tiempo nos separa.
La pluma crítica de Palacios Espinosa muestra en
esta obra los claroscuros de la política, la desgracia, a
quienes se aprovechan de ella y el choque entre dos
culturas. Como en la realidad, aquí no hay soluciones
8 PRE S ENTA C I ÓN
fáciles, aunque sí un acercamiento claro al melodrama: Los
bandos del bien y del mal no siempre tienen matices.
Los límites perdidos no sólo refieren la frontera borrada
por los conflictos guerrilleros y la delincuencia, sino, tam
bién, a las fronteras humanas que paulatinamente extravi
amos, a la noche que ha ocupado la claridad primigenia de
nuestras almas y a la maldad que ha dejado muy atrás la
línea del bien.
Límites perdidos no sólo es un acercamiento a la historia
de Chiapas, es un atisbo a la historia de los hombres,
empeñados en comerse uno al otro.
Héctor Cortés Mandujano
PERSONAJES
POR ORDEN ALFABÉTICO
ALFONSO Hijo de Ramiro
ARTEMIO Señor guatemalteco
CAMILA La vieja loca
CHEQUEL Niño
DOCTOR NJERMAN Representante de la o u
GOBERNADOR
HERMELINDO Matón guatemalteco
jOSEFINA Joven guatemalteca
LORENZO Mexicano interesado
MARIA Joven mexicana
MOIS~S Joven guatemalteco
NAYO Niño
NlCO Niño
ÜBISPO
PEDRO Segundo hijo de Ramiro
RAMIRO Señor mexicano
MONCHO Niño enfermo
REPRESENTANTE Político corrupto
DEL GOBIERNO
/0 LIMITE S PERDIDOS
SECRETARIO
DE GOBIERNO
TITO
T OMÁS
iño
El presidente del
comisariado
ACTO 1
Al abrirse el telón se oyen las notas nostálgicas de una marimba guatemalteca. Cae la tarde, al fondo se ve un campamento de refugiados guatemaltecos, en la frontera sur del estado de Chiapas, a finales de 1982. Las improvisadas viviendas son simples enramadas de las que salen pequeñas columnas de humo; se ven al fondo algunas casas de bajareque y techo de palma de los nativos chiapanecos. En primer plano, a la izquierda, la vivienda de María
Campuzano y sus padres; en el otro plano, a la derecha, un espacio que sirve de plaza, lugar de recreo y hasta de asamblea. Este espacio está bajo la sombra de una gran ceiba, cuyo tronco llega hasta el proscenio a la derecha. A ambos lados del escenario hay grandes rocas que se usarán como asientos. Al fondo se ve lo que queda de la selva Lacandona. Se sugiere que la ambientación musical sea entre marimba, efectos de cantos de aves de aquella región y ruidos nocturnos propios de la selva.
De algún lugar del foro surge la voz del voceador. El telón irá
abriéndose conforme se oyen las noticias del caso, tales como:
12 LIMITE S PERDIDOS
"¡Cinco son ya los campamentos de refugiados!", "¡Ochenta mil guatemaltecos en territorio chiapaneco!", "¡Huyen de la guerra guatemalteca!" Con efecto de sonido tennina de abrirse el telón y se hace la luz en el escenario.
En un extremo cuatro niños, Cheque!, Tito, Nayo y Nico, parece
que se ponen de acuerdo para un juego. Hay otro niiio; parece
ausente, sentado como está en el otro extremo. En la vestimenta de
todos ellos se ve la miseria en que viven, pero el rostro del último es
más triste y miserable que el de los otros cuatro.
Del fondo surge Camila, con vestimenta andrajosa. Su mente está trastornada, pero su mirada debe ser penetrante y su rostro violento, agresivo. Es la acumulación del resentimiento al que por muchos aiios ha estado sometida.
Camila: ¡Vamos a volver! ¡Me las van a pagar, pintos mal
paridos! ¡El triunfo de la revolución está próximo! ¿Ontán,
kaibiles jijas de puta? ¡ Échenmelos! (Los niños no le hacen caso,
acostumbrados como están a sus gritos.)
CHEQUEL: ¡Aquí estamos! (Sale corriendo.)
CAMILA: ¡Órale pues, háganme frente! ¡No huyan, cabrones!
Por el otro extremo vienen josefina y Antonia, las dos muchachas guatemaltecas, con María, mexicana; llevan sus cántaros de agua
rayados al estilo chapín y platican entusiasmadas. Se encuentran
con Camila.
ALFREDO PALA C IO S E S PINO S A
CAMILA: Ustedes, cuiden a sus hombres, que no se los va
yan a matar. La muerte se está llevando a los indios de este
mundo. Anda matando de hambre y plomo, mucho plomo
en la barriga. Cuídense de los kaibiles (Ellas la ven con respeto.)
¡Háganme frente! ¡Soy la venganza de un pueblo! (sale.)
MARÍA : Pobre, ha sufrido mucho.
ANTONIA: Ojalá que sus gritos ofensivos no nos vayan a
meter en problemas.
JosEFINA: Cada día está peor.
MARÍA: A pesar del tiempo transcurrido no acepta que le
mataron al marido y a los dos hijos.
JosEFINA: Pobre de Hermisenda, tiene que cargar con ella.
ANTONIA: ¡Adió! Camila es su mamá, ni modo. Además, es
la única hija que le queda.
JOSEFINA: Pero acordáte que el marido es algo especial.
ANTONIA: Tan mal que me cae. Ai anda, espiándonos en el río.
JosEFINA: Dejemos a la Camila en paz. Oí, María, ¿y el
Moisés, dónde anda? Tiene días que no le he visto.
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14 L I M I TES P ERD I DOS
MARíA: (Suspirando.) Cruzó el río hace tres días para ayudar
a la viuda de su tío Humberto a traer unas cositas de su jacal
y ver si puede pasar sus animalitos.
ANTONIA: Así jamás se va a casar contigo.
JOSEFINA: Sí pues, se arriesga mucho, de milagro no lo han
balaceado a medio río, como a otros.
MARtA: No digan eso, por favor. Vivo preocupada cada que
se va, pero también estoy orgullosa de cómo ayuda a los
suyos.
ANTONIA: (Bromeando.) Pues tené cuidado, no vaya a ser
que una paisana lo vaya a retener allá. Ustedes las mexicanas
son muy confiadas.
MARíA: No te creás, también a nosotros nos hierve el
buche. (Ríen.) Bueno, me voy porque tengo que hacer otro
viaje antes de que oscurezca.
ANTONIA: También nosotras.
JosEFINA: Vamos pues. (Salen. María entra en su casa.)
Los niños, ya de acuerdo, se dividen de dos en dos y juegan a los
soldados.
ALFREDO PALACIOS ESPINO S A
CHEQUEL: (Señalando.) De ese tronco a aquella piedra corre
el río. De este lado es Guatemala. Nayo y yo somos
guatemaltecos, y vos, Tito con Nico, son mexicanos.
TITO: Sí, pero no tiren piedras. El otro día, vos Tito, le rajaste
la morra a mi hermanito.
CHEQUEL: No, ahora las pepitas de caulote serán las balas.
N AYO: Vieja el que llore.
Nico: Sale pues. (Corren a esconderse. Al pasar por donde Ramón está le dice.) ¿No vas a jugar, Mancho?
RAMóN: No tengo ganas. (Nico se encoge de hombros y sale.)
Durante toda esta escena habrá apariciones de este combate figu
rado entre los dos bandos. Atraviesa la escena Artemio, va a la
casa de Ramiro quien, sentado en una piedra, afila su machete.
ARTEMIO: Buenas tardes, compa Ramiro.
RAMIRO: Mejores las tenga, don Temo.
ARTEMIO: Vine a entregarle su hacha y a preguntarle cuán-•
tole debo.
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16 L IMITE S PERD ID OS
RAMIRO: Adió, caraja, lo que yo pueda prestarle cuente con
ello.
ARTEMIO: Gracias. Usted es de los que debemos agrade
cerle por su ayuda.
RAMIRO: Entre jodidos debemos damos la mano, si no
¿cómo? (Saca cigarros y ofrece uno a Artemio. Se sientan en unos troncos o piedras, ambos fuman.) ¿Ya está completa la familia?
ARTEMIO: Ahora sí, llegó mi Juan con su mujer. Aunque
ampliamos la enramada, nos faltan láminas porque el agua
jal moja todas las cosas.
RAMIRO: Pídaselas al comisariado. Él tiene bastante, la
gente del Obispo las trajo para ustedes.
ARTEMIO: Sí pué, pero las da muy caras.
RAMIRO: ¿A poco se las está vendiendo?
ARTEMIO: Sí pué.
RAMIRO: Qué cabrón este campa. Debían reclamarle.
ARTEMIO: No podemos. Si lo hiciéramos, ¿adónde
iríamos? No tenemos dónde.
ALFREDO P ALACIOS E S P INOSA
RAMIRO: Tenés razón. Este cabrón es labioso, sabe meterse con los que gobiernan y hace negocios con ellos. Hasta
nosotros empezamos a tenerle temor.
ARTEMIO: Vamos a salir de estas dificultades. Damos gra
cias de estar de este lado, un poco separados del infierno en
que se ha convertido nuestra tierra. La guerra es entre jodi
dos, unos sirven al poder y otros van uniformados.
RAMIRO: ¿Y aquel cabrón que vino con ustedes?
ARTEMIO: ¿Quién, compa?
RAMIRO: Uno más joven que usted, con manchas en la
cara, que fumaba.
ARTEMIO: ¡Ah!, el Malatías, ése se siguió de largo rumbo a
Estados Unidos. Vivía soñando con los dólares. El cabrón
dejó a la mujer con el chorro de hijos. Le echó mentira que
venía a preparar un lugar pa'traerlos. Es un desgraciado.
Pobre mi prima, con el gran hijamento.
RAMIRO: Pues a ver cómo le va con los gringos.
ARTEMIO: O le pasa lo que a otros, que regresan muertos o
incompletos.
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18 LIM I TES PERD I DOS
Llegan Antonia y josefina con sus cántaros. Saludan.
ANTONIA Y JOSEFINA: Buenas tardes.
RAMIRO: Buenas tardes, hijas.
ANTONIA: ¿Está María?
RAMIRO: (Adentro, gritando.) Sí. ¡María!
Salen María y las otras rumbo al río; vuelven los niños. Los viejos fuman.
CHEQUEL: (Después de una persecución.) Ya te agarré.
TITo: Así no vale.
NAYO: ¿Por qué?, dijimos que al que agarráramos perdía.
TITo: Sí, pero fue en mi territorio.
Nico: Sí, Chequel. Así no vale.
CHEQUEL: ¿Por qué no?, si los guatemaltecos pasan de este
lado.
TITo: Entonces también nosotros podemos pasar pa' allá.
ALFREDO PALACIOS ESPINOSA
NAYO: Así no tiene chiste.
CHEQUEL: Entonces no tiene caso que tengamos el río por
límite si nadie lo va a respetar.
TITo: No, así no tiene ningún chiste jugar.
Nrco: Ta' bien, Tito, así le declaramos la guerra a ellos. (Se acerca y le habla al oído a su compaí1ero, quien asiente.)
TITo: Bueno pues (Chequel se lleva a su prisionero.)
Nrco: (Respetando la línea.) ¡Hey, guatemaltecos, quiero
hablar!
NAYO: (Asomándose.) ¿Qué quiere?
Nrco: La libertad de mi amigo.
CHEQUEL: (Saliendo e impostando la voz.) Soy el presidente
general. ¿Qué quieres?
Nrco: Quiero que suelten a mi amigo.
CHEQUEL: (Misma actitud.) No, es prisionero nuestro.
Nico: Entonces habrá guerra.
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20 LIMITES PERDIDOS
CHEQUEL: Pero nosotros ganaremos porque nos ayudarán
los gringos y a ustedes no. (Con naturalidad.) ¡Éjele!
TITo: (Apa rece sigiloso, con un palo en la mano, por detrás de Chaequel y de Nayo.) ¡Manos arriba! ¡Al que se mueva lo
mato! (Cheque! y Nayo obedecen.)
N1co: Pásalos de este lado pa' que los fusilemos por malos.
CHEQUEL: Si nos matan se acaba el juego y luego van a
venir los gringos y los matan a ustedes.
TITo: (Dudando.) ¿Quién dice eso?
NAYO: ¿En la radio dicen que Guatemala tiene el apoyo de
los Estados Unidos?
Nico: Así será, pero los fusilamos, y luego podemos jugar
de otra cosa. (Ya los han puesto frente a un árbol.)
TITO: (A Nico.) ¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego! (Tiran bolitas de
caulote. Los otros caen y se hacen los muertos.)
CAMILA: (Entrando.) ¡Dónde están? ¡Enséñense! (Los niños
huyen al verla con un garrote en la mano.) ¡Ya no más asesinatos!
¿Dónde están los que andan matando a los pobres guatemal
tecos? ¡Aquí está su mera madre! ¡Ja, ja, ja, no huyan, cobardes!
AlFREDO PAlA CIOS ES P INOSA
ARTEMIO: (Acercándose con Ramiro.) Cálmate, comadre Ca
mita. Aquí no hay ningún pinto. Estamos en México.
C AMILA: (Viéndolo fijamente.) Vos sos espía, ¿verdá?
ARTEMIO: No, comadre, soy Artemio, el padrino de Felipe,
su hijo.
CAMILA: (Al oír el nombre de su hijo, reacciona y cae en profun
da depresión.) ¡Ay, compadre! ¡Estoy dejada de la mano de
Dios! Mis pobres hijos, lo que estarán penando, ni siquiera
sus cuerpos me dejaron enterrarlos ... y a José se lo llevaron, quién sabe dónde. Por las noches no puedo dormir de pen
sar en ellos .. . La noche me da miedo desde que llegaron a
sacarlos. ¿Dónde me los dejaron? ¿Dónde quedaron? (Los otros dos la escuchan en respetuoso silencio.) Porque no me
dejaron recoger sus cuerpos, ¿por qué? Sus almas están
penando. Nosotros aquí, en este mundo . .. viviendo como
extraños allá y aquí. Dios mío, ¿por qué no me mataron a
mí?, compadre, ¿por qué?
R AMIRO: Tenga fe, tarde o temprano todo se resolverá.
C AMILA: Hace mucho tiempo que perdí la esperanza. Para mí
ya no hay amanecer. Desde que llegaron al paraje y
destruyeron todo, la tranquilidad huyó. Cada día es más oscuro
nuestro destino. Empezaron quitándonos lo poco que
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22 LIM I TES PERDIDOS
logramos arrancarle a la tierra, luego quieren desaparecemos.
¡No nos quieren, Señor! ¡A los indios no los quiere nadie! Nos
quitan a nuestros hijos para hacerlos soldados o los acusan de
guerrilleros; en ambos bandos los espera la muerte.
RAMIRO: Aquí sí los queremos.
CAMILA: "El muerto y el arrimado a los tres días apestan". Se
aburrirán, nos correrán de aquí. (Volviendo a su locura.) ¡Pero yo
combatiré y defenderé a los míos! ¿Dónde están, pintos des
graciados? ... (Sale agresiva.)
RAMIRO: Pobre mujer.
ARTEMIO: Ojalá no cause problemas mi comadre.
RAMIRO: Ojalá.
ARTEMIO: Bueno, compa, le agradezco. Me voy al bajadero,
me toca ayudar a los demás que siguen llegando con sus
cositas.
RAMIRO: Vaya pues, don Artemio.
Aquél sale y Ramiro desaparece en el interior de su casa. Van entrando por el lado de las milpas Lorenzo y el joven Alfonso. Ambos llevan
al hombro sus aperos de labranza.
ALFREDO PALA C IO S E S PIN OS ,.,
LORENzo: No, campa, va siendo hora que el compa Tomás se
faje los calzones para no aceptar más chapines en nuestras tier
ras. Cada vez son más.
ALFONso: La verdad, a mí me dan lástima. Imagina que la cosa
fuera al revés.
LORENzo: Sí, pero no sólo nos'tán trayendo enfermedá, sino
que después van a querer parte de nuestras tierritas, y luego los
kaibiles cualquier noche entran a matamos también. Para
acabarla de fregar, ahí está esa loca, puede hacerle algo a los
muchachitos.
ALFONSO: No creo que la cosa sea tan grave. Quién sabe qué
diga don Tomás como autoridá que es. Cada que viene gente en
los helicópteros hablan sólo con él y se ve que están muy a
gusto que sigan llegando. Y luego es bien tratado por el gober
nador cuando viene aquí.
LORENZO: Sí, es cierto. Hasta les anduvo aconsejando a los
primeros que no se dejaran convencer para irse a Campeche o
no sé dónde. Vos debés convencer a tu papá para que en la
asamblea lo ponga a consideración por ser el viejo de más
respeto.
ALFONso: Hacélo vos. En cuanto al comisariado tiene su
cuento y no lo va a dejar tan fácilmente. Aparentando ayuda se
hace notar. Él tiene sus aspiraciones.
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LIMITES P ERD ID OS
LORENZO: No te hagás guaje, compadre. Todos sabemos cuál es su mero negocio: La pura explotación de estos des
graciados. Eso de la diputación es un sueño. Ta'muy indio pa'
que lo dejen ser. (Alfonso va a decir algo, pero es interrumpido por
Pedro que llega.)
PEDRO: ¡Quihubo con ustedes! ¿No fueron a la faina?
LORENZO: Sí, vamos regresando, ¿vos, cómo estás?, pa'ca
sarte tenés que sacar doble faina.
PEDRO: ¡Ah, malhaya! Me entretuve allá por el bajadero
viendo las lanchas que acaban de llegar bien cargadas de
cosas que mandan pa'los chapines.
ALFONSO: Igual que las de anoche, no dejaron dormir de
tanto ruido.
LORENZO: Pero ésas fueron a las trojes de ya sabés quién.
PEDRO: Sí; pero ahora se la están dando a un represen
tante de cada campamento. Ponen su huella y reciben la
parte de su gente. Harta gana me dio de ser chapín.
LoRENzo: Decí así cuando lleguen Jos pintos con bayonetas.
PEDRO: Pura madre, decilo vos.
AL FR EDO PALACIOS ESPINO S A
ALFONso: Bueno, me voy porque mis tripas ya chillan de hambre.
PEDRO: Dirás que sólo vos, también a mí.
Se despiden . Del fondo llega María con su cántaro y con se~1as se
despide de sus amigas. En la puerta de su casa la alcanza Tomás, quien ha entrado por el otro extremo.
TOMÁS: Mariíta, qué suerte saludarte a solas. Eres la más
bella de aquí.
MARíA: (Molesta.) ¿Qué quiere?
TOMÁS: (Labioso.) Verte y hablarte nada más. Ya sabés que
yo vivo esperanzado que algún día te fijés en mí.
MARÍA: No tengo nada qué fijarme, me debo a mi novio y
usted a su mujer. (Trata de salir y él la jala del brazo.)
TOMÁS: En cosas del amor nadie manda en el corazón. En
estas cuestiones cuando yo decido, si no es por la buena será
por la mala. No te olvidés que aquí el que manda soy yo. Y
aquí no se vive de puro amor, el dinero es lo que cuenta. En cuanto al tal Moisés, de ti depende que viva o no.
MARíA: (Soltándose violentamente.) Se lo voy a decir. ..
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26 L IMIT ES PE RDI DOS
Entra Ramiro, padre de María. Tomás, al verlo, cambia de actitud.
TOMÁS: Buenas tardes, compita Ramiro, pasaba a saludarlo.
RAMIRO: (Muy serio, intuyendo la situación, saluda a Tomás e interroga a María.) Buenas tardes, ¿Qué pasó?
TOMÁS: (Por ella.) Le preguntaba a Mariíta por usted. Quie
ro platicarle algunas cosas antes de la reunión con los demás.
María, sin decir nada, entra presurosa con su cántaro de agua.
RAMIRO: Usté dirá.
TOMÁS: Quiero su opinión sobre la llegada de tanto refugiado.
RAMIRO: La sabe bien. Son pobres como nosotros que hu
yen de la violencia y la persecución. Quieren vivir en paz; al
igual que nosotros, no saben de fronteras. Nada más quieren
tranquilidad.
TOMÁS: Eso es. Eso quiero que diga en la asamblea. Porque hay
rumores en mi contra de que yo los estoy dejando venir sin
ningún consentimiento, que asegún por mi puro interés per
sonal.
RAMIRO: También puedo decir (con intención) que esta si
tuación trae ayuda para aliviar el hambre y curar enfer-
ALFREDO PALACIO S ESPINOSA
medades, pero que no les llega o les llega en muy pocas can
tidades, ignorándose a dónde va lo demás.
TOMÁS: (Con ira.) Esos son inventos de quienes quieren
joderme. Yo entrego lo que envían, si poco les toca, es porque
son muchos. De todo está informado el representante del go
bernador. Y el mismo gobernador está enterado de que estoy
sirviendo sin mayor interés. Si Jos chapines están inconformes
que hablen o que se vayan a sus tierras.
RAMIRO: Usted sabe que no dirán nada, porque están entre
la espada y la pared.
TOMÁS: Entonces,"chitón boca" y que traguen camote.
RAMIRO: Son chingaderas, Tomás, Jo que se ve no se juzga.
TOMÁS: (Violento.) Pues que digan lo que quieran ."Estando
bien con Dios me valen madre los santos".
RAMIRO: Cada quien se justifica como quiere.
TOMÁS: Pues sí, el que manda, manda. (Descubriéndose.)
Aquí soy el poder, y no olvide que el ser de aquí no lo excluye
de ser expulsado del ejido.
RAMIRO: ¿Expulsado por qué? ¿Por no estar de acuerdo
27
28 LIM I TES P ERD ID OS
con sus chingaderas? ¿Debo recibir amenazas por no estar
de acuerdo con como los friega?
TOMÁS: No, Ramiro, por respeto a tus años te estoy
previniendo que una acusación en tu contra te puede obligar
a abandonar el ejido, o ir a parar a la cárcel.
RAMIRO: ¿Y de qué puedes acusarme?
TOMÁS: (Cínico.) De sembrar marihuana o de abigeato, por
ejemplo.
RAMIRO: (Se le va encima.) Mirá desgraciado, vos sabés que
no es cierto. En todo caso habría que investigarte a ti y a tus
seguidores.
ToMÁS: (Soltándose.) Pues no es de chía, pero puede ser de
horchata ... (Amenazante.) No vuelvas a tocarme porque pue
de irte peor. Alguien puede venadearte, Ramiro.
RAMIRO: (Colérico.) Todo puede esperarse viniendo de ti.
ToMAs: (Cínico.) ¿De mí? Sí, ja, ja, ja. (Saliendo.) Me cuida aMa
riíta, que se ha puesto muy chula. Ese trompudo chapín del Moi
sés no se comerá esa linda mazorca. Ja, ja, ja. (Sale rumbo al río.)
RAMIRO: (Viéndolo irse.) Desgraciado.
ALFREDO PALACIOS E S PINOSA
ALFONso: (Entrando, acompañado de Pedro.) ¿Qué pasa,
papá?
RAMIRO: Nada, hijo, nada. (Preocupado.)
ALFONso: Sí pasa, y no debe ocultárnoslo (Viendo por donde
salió Tomás.) Ese desgraciado es capaz de vender a su propia
madre.
PEDRO: Ya de una vez le voy a dar su merecido. (Trata de salir.)
RAMIRO: Espérate, eso es lo que quiere que hagamos, una
agresión para acusarnos de quién sabe qué delitos. Como aca
ba de amenazarme.
En toda la discusión entre Tomás y María, y luego entre éste y Ramiro, ha estado presente el nÍiio Mancho, mudo testigo de lo que ha pasado entre ellos.
PEDRO: No, papá, "chucho que ladra no muerde" .
RAMIRO: Pero con sus ladridos atrae a otros más peli
grosos. Anden, vamos a comer, que ya es bien tarde. (Mutis.)
Tomás y Hermelindo se asoman por el otro extremo, cuidándose de
no ser vistos, y sin reparar en la presencia lastimosa de Mancho ni tomarla en cuenta.
29
30 LIMITES PERDIDOS
ToMÁs: Mirá, el que vive en esa casa quiero desaparecerlo.
Su hija está rechula, y la quiero para mí. Entre ella y yo está
ese paisano tuyo a quien tratan como un héroe. Me estorba.
¿Me entendés?
HERMELINoo: Claro que sí, don Tomás. Ese tal Moisés
délo por descontado. Me revuelve el hígado cada vez que lo
veo. A él le debo que mi gente ya no me siga y que sospechen
que yo soy quien espía para los militares de mi pueblo.
ToMÁS: Bueno, con tu ayuda voy a doblegar el orgullo de
la yegüita. Le tenderemos una trampa al tal Ramiro. Vigi1alo,
vamos a cargarle el bultito cuando menos lo espere. En cuan
to al Moisés, vos sabrás dónde y cuándo cazarlo, pero eso sí,
que no pase de unos días, no quiero que se vaya a comer el
mandado. Yo la quiero enterita.
HERMELINDO: Ta' bueno, con suerte ni cadáver van a velar.
El vado es tan ancho que con un plomazo a medio río la cor
riente se encargará de lo demás y la culpa la tendrán los
kaibiles. Otro muerto para ellos y otro en el río no es nada
extraño. Por lo que se refiere a los bultos, no hay mejores
lugares que en la pequeña troje que tienen atrás y en sus mil
pas, serán suficientes pa' que les caigan los verdes.
ToMÁS: No se hable más. Procura el mayor cuidado posi
ble. Ante los demás, no tenemos nada que ver.
ALFREDO PALA CIOS ESPINOSA
HERMELINDO: No se preocupe, nada más no sea tan tacaño con los premios.
TOMÁS: Primero cuenta con la seguridad de estar entre nosotros, porque tú no eres un refugiado, eres un huido de la justicia guatemalteca (Hennelindo se asombra.) Segundo, elimi
nas a quien te ha desplazado de la dirigencia, y por último,
dinero Hermelindo, dinero y suficiente ayuda. ¿Te parece
poco?
HERMELINDO: Ni hablar, don Tomás, usted sí conoce a la
gente. Nada más quiero algo adelantado para comprar dos con
ciencias que me ayuden en la empresita que me acaba de dar.
TOMÁS: (Saca unos billetes de la bolsa y se los da.) Recuerda
que no me gusta pagar por nada. Quiero resultados pronto,
yo con la mercancía estoy perdiendo bastante.
HERMELINDO: Muy pronto le rendiré buenas cuentas.
Tomás atraviesa la escena sin despedirse de Hermelindo que se ha quedado con un cuchillo, arreglando un mango de hacha. Se topa con Lorenzo que viene del río.
LORENZO: Compa Tomás, qué bueno que me ahorró ir hasta su casa.
ToMAs: ¿Qué pasa, pué?
31
32 L IMITE S PERDIDO S
LOR ENZ O: Acaba de llegar al embarcadero el represen
tante, viene con otras personas bien pachucos, como que son
también de gobierno.
TOM ÁS: Ahorita mismo voy a recibirlo. Mirá, compa,
háceme el favor completo. ¿Sí?
LOR ENZ O: Usted dirá.
ToMÁ S: Decile a mi vieja que adecente la casa y le exprima
el gañote a una gallina para atender a los compas.
LOR ENZO: Claro que sí. A todos nos conviene que estos
señorones se les atienda bien, ¿verdá?
Salen los dos por lados opuestos. Los niños atraviesan la escena, ahora cada uno con dos cubetas sostenidas con un cargador al hombro.
Tno: ¿Qué pasó, Moncho? ¿No vas por el agua?
N AYO: Te vas a volver piedra si seguís ahí.
TIT O: Ta' muy raro este Moncho.
N1co: Dejémoslo, tá bien jodido. (Mancho casi ni les hace caso.
Pennanece en escena.)
,O.LFREDO P,O.LACIOS ESPINOSA
Salen. Se cruzan con la comitiva. Al centro de ésta vienen Tomás, el representante del gobierno estatal, el comisionado de la ONU y el secretario de gobierno, seguidos de varios curiosos que se han juntado a su paso. Se detienen todos en el centro del escenario.
REPRESENTANTE: Mirá compa, los señores que me acom
pañan son mis jefes a quienes debo obedecer; el secretario de
gobierno, para tu conocimiento, es el segundo después del me
ro jefazo, y el doctor Nierman viene directamente de la ONU a
supervisar la ayuda. Hay algunas quejas, y .a propuesta mía han
querido conocer la opinión directa de los afectados.
ToMAs: Como vos digás. Si decís que ellos son tus jefes pues
como tallos atenderemos. Los invito a que, mientras se reúne
la gente, pasen a refrescarse a mi casa y a comer algo, pa'
reponer juerzas.
El doctor Nierman, en su media lengua, se ha entretenido platicando con alguien del campamento, y el secretario de gobierno hace lo propio con Lorenzo, quien se ha integrado al grupo. El representante lleva a Tomás aparte, hasta el proscenio, y le susurra.
REPRESENTANTE: Mira, cabrón, mientras yo les entretengo,
vos m ové a la gente y prepará a los que tengan que hablar en
nombre de estos desgraciados arrimados para que no nos
vayan a echar de cabeza y se nos venga abajo el negocio. Que
33
34 L IMIT ES PERDIDO S
hablen mal, pero en contra de su propia gente, de la ayuda
no quiero ninguna queja, ¿entendiste?
ToMAs: Trataré ... el problema no está con los refugiados, que
saben lo que se juegan, sino con algunos paisanos nuestros
que envidian mi labor y murmuran que cometemos injusticias
con ellos. Ellos se han vuelto defensores de los refugiados ...
pero ...
REPRESENTANTE: Nada de peros ... Resolvé este problema.
Porque si no el jodido serás vos ... (volteándose hacia sus
acompaí1antes.) ¡Señores, aquí el comisariado ejidal, firme con
la tradición chiapaneca, nos reitera la invitación de ir a refres
carnos a su casa con unas cervezas mientras se cuece una
gallina de esas muy propias de aquí de la selva. (A Tomás.)
Entretanto, reuní aquí la gente pa' que platiquemos con ellos.
¿Vamos?
SECRETARIO: Por mí, encantado, que este calorcito no lo
tenía yo en mi agenda.
REPRESENTANTE: Venir hasta aquí por las razones que
usted ya sabe. Además, esa media hora de paseo por el río
con ese paisaje tan exuberante, lo compensa. ¿No, mi lic?
SECRETARIO: No, si no me quejo por eso, sino por la falta
de refrescantes.
ALFREDO PAL A C I OS E S PINOSA
R EPR ESENTANTE: Esa penosa circunstancia la resolvere
mos inmediatamente, mi señor secretario. ¿Vamos, doctor?
D ocTOR: ¡Oh, yes, mister, usted ser very good guía! Pero,
¿prometerme luego darme todas las facilidades para yo
platicar con refugiados?
R EPRESENTANTE: Por supuesto que sí. Usted hablará con los
refugiados exclusivamente. (Cruza una mirada de inteligencia
con Tomás.) Debo advertirle que entre ellos puede haber
activistas guerrilleros que se han venido a refugiar como sim
ples campesinos que huyen de la guerra y quieren seguir cre
ando problemas en los campamentos.
DocToR: Yes, esa cuestión yo ya considerar en su momento.
R EPRESENTANTE: Bueno, ¿pues qué esperamos?
S ECRETARI O : Que Tomás nos enseñe el camino.
ToMAs: Por aquí, si me hacen el favor. Pasen. (De reojo, Tomás voltea a ver a María que con sus padres y hermanos está de pie en la puerta de su casa, curiosos; luego hace una señal a Hermelindo para que se acerque. Éste lo hace y él le murmura algo al oído. Salen ambos, por lados opuestos.
M ARíA: ¿Ya oíste, papá? Se van a reunir con los refugiados.
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36 L IMI TES P E R D I DOS
Es la gran oportunidad para desenmascararlos.
RAMIRO: No seas ilusa, hija. Los pobres saben que los
señores estarán sólo un momento y luego se irán, que después tendrán que vérselas con éstos, y estando en terreno
ajeno llevan todas las de perder.
ALFONso: Pero nosotros podemos prestarles nuestra voz.
A nosotros no pueden hacernos nada.
RAMIRO: Es lo que vos creés, hijo. Aquí y en todo el territorio se fabrican delitos como se inventan leyes y se convierte
a cualquiera en un gran hombre o en el peor de los bandidos,
según convenga.
PEDRO: Pues acudamos a los medios.
RAMIRO: Ay, hijito, no soñés; para eso se necesitan muchos
recursos.
MARíA: Ojalá llegara Moisés, él sí que no tiene pelos en la
lengua pa' defenderlos.
RAMIRO: Sí, hija, de joven se ven las cosas de otro modo,
pero también es mayor el riesgo de perder la vida. Vos, hija,
hacéte a la idea que con ése nunca vas a hacer huesos viejos.
ALFREDO PALA C IO S E SPINOSA
MARíA: Pero yo no puedo impedirle que lo haga, papá.
Porque yo también haría lo mismo si estuviera en su lugar.
RAMIRO: Te comprendo, hija, te comprendo.
Ramiro vuelve a entrar a la casa seguido de sus dos hijos. María
se queda un poco más, pensativa. Quien también ha permanecido ahí es el niño Mancho, que viéndola sola, observa para todos lados y se asegura de que no hay nadie más. Le hace señas a María para que se acerque a él.
MARíA: ¿Qué te pasa, Monchito? ¿Por qué no andás con
tus amigos?
MaNCHO: No tengo ganas.
MARíA: ¿Y tus papás? ¿Ya están todos de este lado?
MONCHO: Sí, sólo mi papá se fue desde ayer a traer la vaca
y no ha regresado. Mi mamá está muy afligida por eso. Mis
hermanitos piden comida, no hay.
MARíA: Ven, vas a llevarles algo. Tú como el hombrecito
mayor que eres debes ser fuerte y animarlos.
MaNcHo: Gracias. (Reteniéndola por una mano.) Quiero
decirte otra cosa.
37
38 L I M JTES PERDJDOS
MARiA: ¿Qué es?
MONCHO: El comisariado habló con Hermelindo para pe~udi
carlos porque ustedes nos defienden. Hermelindo va a esperar a
Moisés cuando cruce el río para matarlo. A tu papá y tus her
manos van a meterles unos costales de no sé qué y les van avi
sar a los soldados pa' que se los lleven.
MARíA: ¡Jesús, María y José! (Asustada, ve por todos lados y ded
dida lo jala de una mano.) Ven aquí a la casa, mientras te preparo
algo pa'que llevés y me acabás de contar todo.
M ONCHO: Pero sí es todo.
MARiA: (Deddida.) De todos modos, ven.
Hennelindo vuelve a ocupar su sitio, con su acostumbrado cuchillo en
la mano y tallando un pedazo de madera. Silba una candón
guatemalteca. Llega Artemio.
HERMELINDO: (A Artemio.) ¿Qué hay, compa? ¿Listo pa' la
junta?
A1rr MIO: Así es, a eso vine. A ver qué traen. ¿Y vos?
H M ELIN DO: A ver si nos mejoran la ración mientras nos vale
n n r nosotros mismos. ¿Creés que cambien a don Tomás?
ALFREDO PALACIOS ESP I NOSA
ARTEMIO: No sé.
H ERMELINDO: No tienen por qué. Hace lo que puede y
nosotros debemos ser agradecidos. Pobre de aquel que diga
algo que perjudique a don Tomás porque va a tené que regresar
por donde vino. (Intrigante.) Mirá, todo es pa' descubrir quiénes
son los revoltosos y echárselos de regreso. Los que vinieron son
amigos del comisariado. Así que ahí lo pensás bien; yo, por si las
moscas, voy a quedarme callado, y si es posible le voy achá una
su flor, pa' no tener problemas con nadie. Lo mismo me han
dicho José Peché y Adrián Hemández. Ahí lo ves, Artemio, ahí
!oves.
Artemio se queda pensativo. El otro reanuda su trabajo con el cuchillo, viendo a aquél de reojo. Por el río aparece Moisés, joven veinteañero, sano, digno representante de su raza. Trae un costal al hombro. Da la impresión de estar siempre limpio y alegre. Se dirige a
la casa de María. Hermelindo lo descubre y lo aborda.
H ERMELINDO: Hey, Moisés. ¿Qué pues? ¿Ya de vuelta de la
tierra?
MOisÉs: Ya de vuelta con los míos. (Hace el intento de seguir su camino.)
HERMELINDO: Pero qué afligido, la paloma ahí está guardadita
pa'ti solito. Danos un tiempecito a nosotros tus paisanos.
39
40 LIMITE S PERD I DO S
MOISÉS: (Molesto.) ¿Qué quieres pues?
HERMELINDO: Platicar. Que nos des las novedades de por
allá.
MoisÉs: Ya lo sabés. Todo aquello es desolación. Miseria.
Donde quiera hay militares. Los muertos quedan expuestos
al sol sin derecho a una sepultura. Los asesinos no respetan
edades, sexo ni nada. Parece que la orden es desaparecemos
a toda costa. Todo es saqueo y muerte. Donde antes olía a
frutas el hedor es insoportable. Donde había risas hay sólo
silencio y miedo. Varios ancianos quedaron abandonados, al igual que los chuchos invadidos de sarna. Eso vos Jo sabés
muy bien. ¿Qué más querés que te diga?
HERMELINoo: (Untuoso.) No, pos nada más, saludarte y
decirte que se te aprecia por lo que hacés, por los que lo
necesitan. Nuestras diferencias ya las he olvidado y quiero
ser tu amigo.
MOISÉS: Se te agradece. (Viendo a don Artemio.) ¿Y usted?
(A don Artemio.) ¿Qué hace por aquí? (irónico) con tan buena
compañía.
ARTEMIO: Ay, hijo, pues que los refugiados fuimos citados
a una junta.
ALF R EDO PALACIOS ESPINOSA
MOisÉs: (Interesado.) ¿Junta? ¿Y para qué? ¿Quién la convocó?
ARTEMIO: Pues la gente que vino del gobierno y un repre
sentante de las Naciones Unidas que viene a supervisar la
ayuda que nos dan.
MOISÉS: Ah, pues qué buena ocasión para expresar todas
las irregularidades que hay en tomo a esa ayuda. (Tratando de salir.) Nada más saludo a don Ramiro y me retacho para estar
con ustedes.
HERMELINDO: (Agresivo.) Mejor si no estás, porque con tu
intervención vas hacer que cuando esos señores jalen pa' sus
casas, nos corran a todos.
M OisÉs: ¿Por qué? Debemos creer en la buena fe de ellos.
H ERMELIND O: Mirá, vos lo único que querés es causar
problemas. Llamar la atención para hacer la bulla. Aunque
eso nos deje íngrimos.
MOI SÉS: ¿Y vos por qué tan defensor de Tomás y los que
están detrás de él? ¿Qué te ofrecieron?
HERMELIN DO: Nada. Lo digo por el bien de todos, no
como vos que no te importan los demás. Estarías mejor
muerto. (Amenazante se acerca a él con el cuchillo en la mano.)
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42 LfMITES PERD ID OS
ARTEMIO: Campa Hermelindo, ahí sí que está'te muy
equivocado. (Se interpone entre ambos.) Vos, Moisés, será mejor
que te apurés (empujándolo) para que estés a tiempo, y vos,
campa, mejor sosegáte.
Moisés opta por salir con los puños apretados y Hermelindo queda
insultando, balbuceando maldiciones. Artemio se aleja de él y se
ubica en otro extremo. Los niños atraviesan la escena persiguiendo
a uno de ellos. Entra Camila con un palo en mano.
CAMILA: ¿Dónde están, malditos kaibiles? ¡Asesinos! ¡Há
ganle frente a su mera madre. Voy a defender a mis hijos! No
cesaré de luchar mientras tenga vida. (A Artemio.) ¿Y vos, qué
hacés aquí sin tu arma? ¿No sabés que todos los campesinos
estamos en guerra por defender nuestras vidas y nuestras
parcelas? ¿Por qué estás aquí y no en la montaña? ¡Peleá por
lo que es tuyo!
ARTEMIO: (Conciliador.) Sí pues, nada más que a mí me tocó
guardia.
CAMILA: Le diré al comandante que los guardias no deben
estar desarmados. (Descubre a Hermelindo.)Yvos, ¿de qué lado
estás?
HERMELINDO: (Molesto). Deja de fregar. No estoy pa' chin
gaderas de locas.
ALF R fDO PALACIOS fSPINOSA
CAMILA: ¿Loca yo? ¡Ja, ja, ja! Loca tu chingada madre. Eso
creen los asesinos como vos. Sos serpiente, te arrastras para
que te toquen las migajas de quienes nos matan. (Acercándose
a la cara de él.) Pero en el fondo sabés que soy tu conciencia,
la que no te deja dormir en paz. Soy la que te remuerde. ¡Soy
la voz que te grita! ¡Traidor! ¡Traidor! Los dos no dormimos,
yo pensando en mis hijos, y vos acechando a tus víctimas,
espiando para denunciar.
HERMELINDO: (Con un empujón la tira.) ¡Salíte de aquí,
vieja loca!
CAMILA: (Desde el suelo.) ¡Eso es, demuestra tu valor
pegándome, pasando el río de madrugada para llevar infor
mación al campamento de los kaibiles! Pegale a la que te ha
seguido. (Incorporándose.)Vos sos responsable de que muchos
de nosotros no regresen porque vos los has delatado. ¡El
salteador de caminos me llama loca! El que come la carroña,
ja, ja, ja . ..
H ERMELINDO: (Hennelindo se asusta.) ¡Calláte, vieja estúpida!
CAM ILA : ¡Callaré sólo en la tumba! Vos sos la muerte que
espía y escoge a sus víctimas para entregarlas del otro lado.
Vos sos la representación de los pintos. Sos la traición
guatemalteca. Sos la bestia que bebe de la sangre ajena. ¡Sos
estiércol! ... sos ...
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44 LIMITES PERDIDOS
Hermelindo le hunde el cuchillo a Camila, luego, retrocediendo
asustado, sale. Artemio corre en auxilio de Camila.
CAMILA: (Perdiendo sus fuerza conforme habla y recobrando su lucidez hasta caer el telón.) Eso es .. . la traición se ha quitado
la máscara. Hasta que te atreviste a herir con tu propia ma
no ... Hasta que diste la cara .. . Ahora sí, mi cuerpo, inservi
ble en vida, abonará esta tierra pródiga que nos da posada.
De mí nacerán las milpas para que coman los huérfanos. Esta
sangre protegerá a los niños. Las viudas tendrán fuerzas para
luchar por sus hijos y los hombres fertilizarán a las mujeres
jóvenes. Construirán sus casas y un día volverán para construir una nueva Guatemala ... Ellos arrollarán a los que viven
de la sangre nuestra. (Artemio grita pidiendo auxilio.) No,
Artemio ... Yo no necesito ayuda ... Bastante me han soporta
do, mi cuerpo quiere descanso. Estoy muy cansada. En el ca
mino a la muerte buscaré a mis hijos y a mi José. Ya los veo
esperándome bajo un árbol. .. Por ahí me esperan para irnos
juntos. (La gente va llegando poco a poco) .. . El atardecer en la
selva es bonito. Siempre quise morir en un atardecer .. . la no
che siempre me dio miedo; es aliada de la muerte y la
traición, sólo el amor se atreve a desafiada ... (En el rostro de
los presentes hay pena. Llega Moisés. Sale Artemio corriendo en ·
busca de ayuda.) Por fin voy a descansar ... Estoy muy cansa
da ... regálenme agua pa'l camino ...
OBSCURO
TELÓN RÁPIDO
CUADRO INTERMEDIO
OPTATIVO. PUEDE RESOLVERSE
A TELÓN CERRADO. EN PROSCENIO
,O.LFREDO P,O.L,O.C/OS ESPINOSA
Un mes después, en el despacho del sei1or Gobemador. Un gran escritorio, varios aparatos telefónicos sobre una credenza, un sillón
giratorio y una silla para el visitante serán lo único en escena. Debe crearse la sensación de un gran espacio de paredes
interminables, en cuyo centro está el poder. Al abrirse el telón, el
Gobernador conversando con el secretario. El primero, sentado tras
su escritorio y el otro de pie.
GoBERNADOR: Leí tu segundo informe sobre la situación
de los campamentos de refugiados. Al igual que el primero,
te engañaron, licenciado, y lo mismo quieres hacer conmigo.
SECRETARIO: (Temeroso.) ¿Por qué, señor?
GOBERNADOR: En ambos asientas que la ayuda les llega
oportuna y totalmente.
SECRETARIO: Así es. La gente de Jos campamentos así Jo
dijo. Además, señor, le agradecen la hospitalidad y la ayuda
recibida. En nuestro viaje también salvamos la vida de una
pobre loca que fue herida.
GOBERNADOR: ¿Qué más?
SECRETARIO: Nada más, señor.
GOBERNADOR: Eres narizón, pero no hueles nada. Esa gente
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48 LIMITES PERDIDOS
fue amenazada para que no hablara y dijera lo que realmente
sucede.Tienen miedo del comisaria do y de mi representante que
está haciendo el negocio de su vida. ¿No lo sabes o me estás
engañando? Tú sabes que los informes que damos no son cier
tos. En la capital cada quien se cuida al final de este gobierno. A
nadie le importa lo que pasa en esa frontera . Para ellos la única
frontera es la del norte. La de aquí, niguas.
SECRETARIO: Fero nosotros, señor, cumplimos fielmente sus
indicaciones. Si usted quiere, le pido la renuncia al representante
y nombramos a otro.
GOBERNADOR: Que seguramente será igual de bandido que
este cabrón. Recuerda que te pido información veraz, no quiero
tu opinión, cuando yo la quiera te la pediré. (Transición.) Quepa
se el señor Obispo. A ver qué otro problema nos trae o de quién
viene a quejarse.
SECRETARIO: (Intrigante.) Acuérdese, señor, que este Obispo es
bien rojillo. (Va a la puerta.)
Pasa el señor Obispo, viste de negro con el inconfundible alzacue
llo blnnco.
GOBERNADOR: Monseñor, me da mucho gusto tenerlo nueva
mente por acá.
ALFR EDO P ALA CIOS ESP I NO S A
El Gobentador y el Obispo se sientan en el sofá del recibidor.
GoBERNADOR: Sé el motivo que lo trae nuevamente por acá.
Estoy enterado de los sucesos en los campamentos y le aseguro
que pondré remedio en las cosas que competen a mi gobierno.
OBISPO: Es bien sencillo para usted. Conozco su buena inten
ción, lo único que piden esos pobres hermanos es un poco más
de lo que les entregan. Que la ayuda sea realmente una ayuda y
no un comercio voraz y condicionado al silencio de sus víctimas.
GoBERNADOR: (El secretario ha permanecido apartado, pero atento
al diálogo; se le nota molesto por la denuncia del Obispo.) Gteme para
mañana a primera hora al representante y vale más que venga
preparado.
SECRETARIO: Sí, señor. Con su permiso. (Sale.)
GOBERNADOR: Lo que me preocupa, monseñor, es que entre
esa pobre gente hay delincuentes peligrosos, asesinos que huyen
de la justicia de su país o guerrilleros que usan territorio chia
paneco para preparar sus incursiones en suelo guatemalteco.
OBISPO: Sobre ese particular, es más propaganda que realidad.
Es una campaña oficial que difunden desde territorio guatemal
teco, principalmente la radio que es el medio por excelencia en la
región, con el fin de que sean rechazados por las comunidades.
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50 tiM/TC S P E RDIDO S
No le niego que entre ellos haya delicuentes o algún vividor
que viene huyendo, pero, ¿de qué no se acusa a la gente del
pueblo en este mar de confusión y represión? ¿De qué no se
le acusa al que grita de hambre y al que fastidiado de tanta
miseria y opresión escoge la vía más violenta? Seguramente
también hay jóvenes heridos o mutilados que se han venido
a refugiar con sus familiares, pero esos no son más que pre
textos diplomáticos para justificar invasiones punitivas en
suelo mexicano.
GoBERNADOR: En este asunto hay tantos intereses que
complican cada día más la situación, siendo esos pobres los
que al final pagarán las consecuencias.
OBISPO: Eso es lo lamentable. Por otra parte, le aseguro que
la diócesis que coordino ha sido respetuosa, orientando a la
gente en el sentido de que se mantenga lo más distante de la
violencia y que los campamentos no sean refugios de delin
cuentes. Lo más preocupante es el pavor en que viven, viven
con el Jesús en la boca, temerosos de que en cualquier mo
mento se dé otra incursión de soldados en busca de guerri
lleros, como las que han pasado ya en Frontera Coroza], San
to Domingo y hace diez días en Benemérito de las Américas.
GOBERNADOR: Comparto con usted esa preocupación y me
encabrona como hombre y como Gobernador esta situación
(Suena el teléfono, el Gobemador lo toma). Sí, Enrique, soy yo
A LFR E DO P A L A C I O S E S P I N OS A
mira ... Pues preocupado por lo que acontece en la frontera .
Anoche hubo otra incursión de los soldados, mataron a cinco
de sus paisanos y a dos campesinos chiapanecos .. . Esto no
puedo seguir callándolo ... La prensa de aquí no dice nada, la
de México no tardará en hacer otra denuncia ... Tú, como
secretario de Gobernación, debes influir con el señor presi
dente . .. Pero no podemos cruzarnos de brazos ... Ya lo hice.
Hablé con el secretario de la Defensa . .. También, sí, varias
veces con el de Relaciones Exteriores, pero nadie quiere
hacer nada. Tú eres mi amigo, debe haber siquiera una
protesta por parte de nuestro gobierno ... ¿Y qué dice el
señor presidente? ¿Que aguantemos? Pero si están violando
la soberanía ... Pero, ¿cómo quieres que me calme? ¿Qué
tiene que ver Reagan con esto? ¿Por lo del apoyo a
Nicaragua? ¿Qué es presión? Debe haber alguna forma de
separar una cosa de la otra. Sí, ya sé que estamos a unos días
de entregar esto, pero no por ello vamos a dejar que pisoteen
nuestro territorio. ¿Pero cómo no va a ser competencia de
nosotros? Yo no sé cómo pienses tú, o el señor Presidente,
pero yo seré Gobernador hasta el último día. No dejaré que
mi sustituto gobierne antes de tiempo .. . Soy disciplinado,
querido Enrique, me conoces; pero esto indigna. Callar para
que el que viene se haga cargo. Bueno, lo dejo en tus manos.
Ojalá me equivoque. (Para sí.) Eso anhelo. Estaré atento.
OBISPO: Sería muy saludable que usted constate la situación que le he platicado.
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52 L IMIT ES PE RDID OS
GoBERNADOR: Ya lo he hecho. (Repentinamente.) Oiga, ¿por
qué no vamos juntos a visitar esos campamentos?
OBISPO: Si es una invitación, acepto gustoso.
GOBERNADOR: Bien. ¿Qué le parece mañana?
OBISPO: Me parece muy bien. (Se levanta.)
GOBERNADOR: (Tendiéndole la mano.) Entonces lo espero a
las ocho de la mañana, tomaré algunas medidas para corre
gir errores. Me gustaría que su gente constate la realidad.
Ambos se despiden.
ACTO 2
Mismo escenario del primer acto. Han pasado casi dos meses
desde que Hermelindo hiriera a Camila. Al principio, el escenario luce solitario. Entra suave, lenta, in crescendo, la música tema de la selva; a lo lejos se escuchan cantos de aves. Es la tarde. El ambiente debe comunicar algún mal presagio. Luego aparece sigiloso Hermelíndo, viendo a la casa de María .
LORENZO: (Entrando.)Vaya sorpresa, Hermelindo. ¿De nue
vo vos por acá?
HERMELINDO: ¿Qué pasó, Lencho? Claro que por acá. De
jé algunas cosas pendientes que debo acabalar.
LORENZO: No tenés miedo de que te agarren las autoridades.
HERMELINDO: Pa' eso están los amigos. Además, tratar
de pasar a mejor vida a una loca no es ningún delito. ¿Y
54 L/MJTr S PrRDI DOS
vos qué, seguís quebrándote el lomo en el monte?
LORENZO: Tengo que hacerlo, si no ¿de qué como?
H ERM ELINDO: Pues yo tengo un trabajito que cumplir a un
amigo. Ahí hay dinero que cobrar, vos decís.
LoRENzo: Me gustaría, me gustaría. (Viendo a la casa de María.) Si es lo que estoy pensando, cuenta conmigo.
HERMELINoo: Eso es. Así me gustan los hombres. Bueno,
ahora desaparecete por ahí que no deben vernos juntos. Ya te
buscaré luego.
LORENzo: (Dándole la mano.) Pues quedo a tus órdenes (Sale.)
Hennelindo sigue paseándose con su tarea maniática de afilar un pedazo de madera con el cuchillo. De cuando en cuando mira hacia la casa de María. Entra Tomás.
HERMELINDO: Qué bueno que vino usté. Ya me estaba
desesperando.
ToMAs: (Con ira.) ¿Por qué sos tan pendejo de venir aquí en
plena plaza y todavía mandándome recaditos?
ALF R EDO PALACIOS ESPINOSA
H ERMELINDO : Vengo a cumplirle la otra parte del trato.
Por eso estoy aquí.
TOMÁS: Mirá, por tu culpa perdí tres costales de la yerba y
la María sigue viéndose con el Moisés, que se pasea por ahí
muy orondo.
H ER MELIND O: Mire'asté, yo los puse en donde quedamos.
ToMÁS: Pero cuando llegaron los soldados no había nada.
Alguien los previno.
H ER MELIND O : Pues se las han de haber olido, porque yo mismo hice todo.
TOMÁS: Y luego cometiste esa tontería de herir a la Camila.
H ER MELIND O : Pos, es que me hizo arder el buche. Me dijo
cosas que no sé cómo lo supo. Vieja loca, muerta debía estar.
TOMÁS: ¿Que eres uno de los lleva y trae de los campa
mentos? ¿Que por ti saben quién entra y sale y como pago
te dejan hacer tus negocitos y andar libre de un lugar a otro?
Eso lo sabe todo el mundo. (Hennelindo se pone de pie. Tomás se lleva la mano a la cintura.) Cuidado, yo no soy Camila.
HERMELINDO: (Guardando el cuchillo.) No, don Tomás, no
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56 LIMI TES PERDI DOS
me confunda, nada más vine a preguntarle si está en pie lo
del Moisés. Ando urgido de centavos. Si no lo he tumbado es
porque también se tufió algo y anda muy arisco, nunca baja
por el mismo lugar ni usa el vado acostumbrado. Pero va a
caer, vas' te a ver.
TOMÁS: Yo, como dijo mi santo: "Hasta no ver, no creer".
HERMELINDO: Nada más quiero oírle que sigue en pie el
trato y quiero un adelantito.
TOMÁS: El trato sí. Adelantado ni madres, músico pagado
toca mal son. Conmigo chivo brincado, chivo pagado.
HERMELINDO : Ta' bueno pué. Ese venadito antes de tres
días lo veras'té tirado por ahí. Prepares'té la paguita y su pro
tección para seguir viviendo aquí en este ejido.
TOMÁS: Depende de lo vivo que seás pa' cer las cosas. Ah,
y no volvás a buscarme aquí, cuando la hayás hecho vete
pa1 aguaje del amatal, ahí te buscaré. Y ahora, esfumáte,
que no te vean aquí todavía, que lo de Camila, aunque se
salvó y no hubo denuncia, trajo mucho malestar entre tus
paisanos y los míos.
HERMELINDO: Na' más no me vaya asté a fallar, don To
masito. No me vaya asté a fallar, por vidita suya.
ALFREDO PALA CIOS ESP I NOSA
Hermelíndo sale con precaución. Tomás se queda pensativo; enciende un cigarro. Empieza a reír solo hasta llegar a la carcajada. Calla cuando ve salir a María y a Moisés del interior de la casa de ella.
ToMAs: (Con ira, dice para sí.) ¡Desgraciado chapín, gozá tus últimas horas, que esa tortolita tiene que ser mía! (Tira el ci
garro y se esconde. La luz disminuye en esta área y se ilumina el exterior de la casa de María.)
MoisÉs: Te veo preocupada. ¿Qué sucede?
MARíA: (Cabizbaja.) Nada.
MOisÉs: Te conozco, patoja. Vos no sos así ¿Qué es?
MARíA: (Abrazándolo.) Soy muy feliz contigo, pero me in
quietan mucho tus ausencias y la habladuría de la gente. Y
luego queda la amenaza del encargo que tiene Hermelindo
de matarte. Dicen que lo han visto espiando por el vado. Ya
no vayás, por favor.
MOisÉs: (Apretándola.) Pequeña mía. Del traidor de Her
melindo, no te preocupés, al igual que él hay muchos. Me
cuido en caminar por donde menos lo esperan. Alguien tiene que ayudar. Hay mucha gente necesitada; mujeres solas, con hijos y que han perdido a sus hombres; niños y ancianos de
samparados. Hay heridos que por sí mismos no pueden lle-
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58 L IMIT[ 5 P[RDID05
gar. En este conflicto cada quien escoge su tarea. Unos eligen
la más cómoda, que son la indiferencia o vivir de la desgra
cia de los demás. Yo prefiero ayudar. A los poderosos poco les
importa si vivimos o morimos; total, somos sobrantes de
México o Gua temala, saben que entre nosotros no hay línea
fronteriza y a e llos poco les importa. Pero dejemos eso. Pa' tu
tranquilidad, andaré con cuidado.
MARIA : Cuidáte.
Morst:s: Eso haré. Ya no más candil de la calle
MARIA: (A legre.) Ded íca te más a ti.
MorsÉs: A lo nuestro, María, a lo nuestro.
RAMIRO: (Entrando.) Escuché lo último. Me alegro por ti,
hija. A pesar de eso, cuidá te, tenés muchos enemigos.
Mor ÉS: Lo sé. Hay quienes no pueden ver sonrisa en ros
tro ajeno.
Entran Pedro y Alfonso. Vienen del río, cada quien trae una sarta de pescados en la mano.
PEDRO: ¡Quiubo, Moisés!
ALFREDO PALACIO S E S PINO S A
MoiSÉS: ¡Quiubo! ¿Buena la anzuelada?
ALFONso: Cayó pa' la cena y el almuerzo de mañana. Ahí
vos decís si querés ser convidado.
PEDRO: La María prepara muy bien el chumul.
MoiSÉS: Si es buena tu voluntad, claro que lo acepto.
PEDRO: ¡Adió, jodido, cómo no va a ser de la buena, si vas
a ser de la familia!
RAMIRO: (A María.) Hija, ve preparándolos mientras plati
camos con Moisés.
MARfA: Sí, papá. (Sale con los pescados. Silencio.)
RAMIRO: ¿Cómo van las cosas por allá?
MOISÉS: Igual, como si la consigna fuese acabar con todos.
Nadie está seguro. La muerte no respeta nada.
PEDRO: ¿Los de tu pueblo ya están a salvo?
MOisÉs: Sí, unos en Flor de Cacao y otros aquí. Quiero
dedicarme a lo mío. Sé que estoy enlistado como guerrillero.
Quiero vivir en paz.
59
60 L I M I TES PERD I DOS
ALFONSO: Me alegro por Maóa. Aquí te apoyamos.
MoisÉs: Y por aquí, ¿ya se calmó la situación?
RAMIRO: Aparentemente, con tipos como Tomás nunca se
sabe.
ALFONso: Yo ya le hubiese ajustado cuentas.
RAMIRO: Seóa una manera fácil de destruir tu vida. Este
tipo sirve a gente del gobierno y mientras les sirva no les
importa que sea bandido. Te perseguióan hasta refundirte de
por vida.
MOisÉs: Tu papá tiene razón. Hay que aguantar un poco más.
PEDRO: Todavía me acuerdo cómo ardieron los costales con
marihuana .
RAMIRO: Gracias al aviso oportuno de Monchito no nos
fregaron
ALFONso: Y Moisés sigue vivo.
MoiSÉs: Así es. Oiga, Tomás está metido también en el
trafico del ganado.
ALFREDO P,<L,< C IOS E S PINO SA
RAMIRO: Está en el contrabando de ganado, en drogas,
engancha a tus paisanos pa' que se vayan con los gringos, se
queda con la ayuda de ustedes y hasta los lleva pa' que voten
a favor de quien le indican. Él le entra a todo lo que deje
dinero.
PEDRO: ¿Y la autoridá, qué?
RAMIRO: Los que tienen verdadero interés en componer
las cosas no conocen la verdad de lo que sucede en estos
lugares. La gente como Tomás tiene esa gran habilidad para
aparentar. Los problemas en todo el país son tantos que los
de acá rara vez se saben, y cuando alguien se atreve a denun
ciarlos al poco tiempo desaparece.
A LF O NSO: ¿O sea que poco les importa lo que hacen estos
cabrones con nosotros y con estos pobres refugiados?
RAMIR O : Así es, la única frontera que les importa es la del
Norte. Cuando necesitan a un culpable aquí estamos
nosotros pa' pagar las culpas.
PEDRO: Ta' cabrón. Tanta mugre da asco.
M o isÉs: En esto del contrabando de ganado y tráfico de
drogas por estos rumbos está bien metida la gente de allá y
de aquí: Por eso en la selva no sólo hay árboles sino sepul-
61
62 L IMITE S PERDIDOS
turas; los ríos, además de basura, arrastran muertos. A diario
hay historias e infamias que no salen de aquí.
La acción declina en esta área para volver al árbol desde donde es
pía Tomás. El niño Tito camina cerca del espía.
ToMÁS: (Enciende un cigarro. Se dirige a Teto.) Oí, niño, vení.
TITO: Digas'té, don Tomás.
TOMÁS: ¿Conocés a Lorenzo Pashté, el que vive aquí dere
cho? (Señala.)
TITo: ¿El papá de Antolín?
TOMÁS: Sí, ése. Ve y decíle que vaya pa' mi casa pronto. (Le
da una moneda.)
El niño sale corriendo.
TOMÁS: (Solo.) Ahora verán estos quién soy yo. (Sale riendo.)
Vuelve la luz al área de Ramiro y sus hijos. Entra Artemio corriendo.
ARTEMIO: ¡Moisés! ¡Hombre, por Dios, te ando buscando!
MOISÉS: ¿Qué pasa?
ALF R EDO PALACIOS ESP I NOSA
Todos se paran.
RAMIRO: ¿Qué le pasa, compa?
ARTEMIO: Allá en elllanito está bajando un helicóptero. La
gente de Tomás dice que es el Gobernador que viene a fre
garnos. Todos estamos temerosos de alguna mala noticia. Por
eso quieren que estés presente.
MoiSÉS: No se preocupen, para fregarnos no hubiera
venido él; además, tenemos la promesa de que no seremos
movidos de aquí si no queremos.
ARTEMIO: De todos modos, vení con nosotros.
RAMIRO: Vé Moisés. Puede ser una jugada de Tomás y su
gente.
ARTEMIO: Acordáte de que nos amenazó con que el gobierno
nos reubicaría en otro lado.
PEDRO: Algo de eso le oí a Lorenzo. Mencionó que los iban
a llevar pa' Campeche.
ALFONSO: ¡Ah, pucha, eso queda muy lejos!
MOISÉS: Huimos de la violencia, pero vivimos con la
63
LIMITE S PERDIDO S
esperanza de regresar a nuestra tierra cuando haya paz. No
pretendemos quedarnos. Pedimos posada mientras pasa la
tormenta .
R AM IRO : Ahora es la oportunidad de que hablen y pongan
las cosas en claro.
Entra María.
ARTEM IO: (Urgiéndolos.) ¡Vamos, Moisés!
M o i SÉS : Sí, vamos.
M A R ÍA: ¡Moisés! ...
Moi SÉS : Debo ir, María. (La toma de los hombros.)
M A R íA : Pero ...
R AM IRO: Dejálo, hija. Debe ir, su gente lo reclama.
María se mete corriendo. Moisés y Artemio salen.
A LF O NSO: ¿Es qué no los pueden dejar en paz?
P EDR O : ¿Cómo reclamamos a los gringos buen trato?
AL F R ED O PALACIOS ESP I NOSA
RAMIRO: Es más fácil pedir que dar. Vamos a ver si ya está
ese chumul.
Por el fondo atraviesa Camila, totalmente decaída, con lentitud. En ese mismo sentido pasan corriendo dos de los niños. Aparece Mancho, se sienta en el tronco.
CHEQUEL: (Entrando.) Moncho, ¿no vas a ir a ver el
helicóptero.
MONCHO: (Triste.)Ya lo conozco.
CHEQUEL: Tiene días que estás así. ¿Qué tenés, vos?
MoNCHO: No sé. Toy malo.
CHEQUEL: Decíselo a tu mamá.
MONCHO: Sí.
CHEQUEL: Yo voy con los otros. (Saliendo.) Luego te contamos.
Entran las jóvenes Antonia y josefina.
ANTONIA: ¡María, María!
JosEFINA: Debió irse.
65
66 LIMITES PERDIDOS
ANTONIA: ¡María!
Sale María, triste.
JosEFINA: Pensé que ya te habías ido.
MARÍA: ¿A dónde?
ANTONIA: A ver al Gobernador y las gentes que llegaron
con él. Ahorita hay una reunión de todos los refugiados con él.
JosEFINA: Te veo triste. ¿Qué tenés?
MARíA: Nada.
ANTONIA: Es por Moisés, ¿verdá?
MARÍA: Sí.
ANTONIA: No seás tonta. Él te quiere.
MARíA: De eso estoy segura. Lo que me inquieta es el ir y
venir por su gente.
JosEFINA: Porque únicamente confiamos en él.
MARíA: Pero a su alrededor ronda la traición.
ALFREDO PALACIOS ESPINOSA
JosEFINA: Debés tranquilizarte y no agüizotear cosas malas.
ANTONIA: Seguro. Al otro lado ya no tiene que ir.
MARíA: Eso ya me lo dijo.
JosEFINA: El mayor peligro era ése. Aquí todos lo protege
mos y no dejaríamos que le pasara algo malo.
ANTONIA: Andá, vamos a la reunión.
MARíA: No, vayan ustedes. Luego me cuentan.
JosEFINA: Después pasamos.
María se queda sola. Del fondo viene Camila con un palo en la
mano.
CAMILA: La rebelión de los indios está cerca. Los soldados
tienen que reconocer a su pueblo. Son indios como nosotros.
No pueden seguir matando a sus hermanos, defendiendo las
riquezas de unos cuantos. ¡Yo soy la madre revolucionaria! ¡La
que un día a fuerza de dolores perdió la vida. Soy un alma en
pena, ¡soy la conciencia de los que traicionan!, ¡soy el ánima
del pueblo que agoniza! (Ve a María .) ¿Y vos, niña, qué hacés
ahí? ¿Suspiras por tu hombre? No hagás eso, endureCf~ tu
alma para resistir la ausencia, porque la muerte anda buscan-
67
68 LIMITES PERDIDOS .
do jóvenes. Disfrutá tu pareja, no son tiempos de lamentos. La
soledad es muy dura, hija, es muy dura. Algunas no la resisti
mos y buscamos la muerte; pero ella no quiere a viejas, sino a
jóvenes, por eso los masacra, los ahoga o los mutila.
MARÍA: Por favor, Camila . ..
C AMILA: No'niña, vos sos buena. Eres la parte noble de este
pueblo. No le hagás caso a esta loca que grita buscando la
muerte. Soy el alma en pena que vigila a los malos.
(Confidencial.) ¿Sabés que por las noches la traición recorre las
chozas y las va marcando para que sus cómplices entren
cubiertos por la oscuridad y saquen a los jóvenes refugiados?
¡Soy la que ve en la madrugada cómo vienen seres extraños
con Tomás y se llevan esa maldita yerba! ¡Cuidáte, niña, que
ese Tomás quiere agarrarte pa' desampararte! Vos sos la presa.
Yo lo sé porque soy el aire que entra donde quiera.
MARíA: ¿Cómo lo sabés, Camila?
CAMILA: Porque no duermo. Escucho todos los susurros. Los
silencios traen mensajes. Veo todo en la oscuridad. (Triste.) Veo
cómo tiran a los muertos en el río. Por la mañana me voy a la
orilla a llorar por los míos que quedaron del otro lado. Allá les
troncharon sus vidas. Vivo diciéndome que todo es un sueño
del que voy a despertar y entonces volveré a reír con mis hijos,
con mi hombre. ¿Verdad que todo esto es mentira?
ALFREDO PALAC I OS E S P I NO S A
MARíA: Seguro que sí. Debés tener hambre.
CAMILA: No, tengo sed, pero de esa que da la impotencia y
los deseos de venganza. De esa que te oprime la garganta y te
seca los ojos. De esa que ataranta y te vuelve choca. Mi cuer
po ya no quiere alimento, nada más quiere morir y encontrarse
con los míos. Quiero descansar con los míos. (Se sienta, depri
mida.)
MARíA: (Se sienta al lado de Camila.) Pobrecita, cuánto has de
sufrir.
CAMILA: Igual que las otras madres que lloran. Únicamente
que mi cabeza no se resigna. No puedo, hija, no puedo resig
narme.
MARíA: Tu hija te necesita.
CAMILA: Nadie necesita un despojo como yo. A todos estorba
e incomoda mi presencia. Soy un buen pretexto para correr a
los demás.
MARiA: (Decidida.) Ven, debés descansar y comer algo.
CAMILA: No, dejáme aquí. Yo no debo tener sosiego. Me
voy .. . oigo los ruidos de canoas. Vienen más. Hay que prote
gerlos. Voy a pelear. (Sale.)
69
70 LIMIT ES P E R D I DOS
MARíA: (Suspira.) Pobre mujer, cómo sufre ... (La ve irse y
entra a la casa.)
Se oye el rumor de la gente que se acerca. Mancho únicamente ha cambiado de lugar. Entran el Gobernador y el Obispo, a un lado de
éste Moisés y Tomás del otro. Los acompañan otros funcionarios y
gente del campamento.
G OBERNADOR: Mira, Moisés, ya escuché y entendí bien
los problemas de tu gente. Además, debo decirte que el señor
Obispo también se ha encargado de hacerme ver muchas cosas que suceden en perjuicio de ustedes.
MoiS ÉS: Y aún así, siguen perjudicándonos. (Viendo aTo
más.) La ayuda que su gobierno brinda, se la agradecemos;
desgraciadamente, no llega o nos la dan muy mermada y nos
hacen poner nuestra huella en distintos papeles, que quién
sabe qué cosas dicen.
GoBERNAD O R: Eso ya lo sé. (Al representante.) A ver, tú,
¿qué pasó con el último envío para este campamento?
R EPR ESENTANTE: Ya viene en camino, señor Gobernador.
GOB ER NAD O R: ¿Cómo que en camino? Tiene diez días
que se te entregó.
ALFREDO PALACIOS ESPINOSA
REPRESENTANTE: La transportación, jefecito, la trans
portación. Pero desde mañana empiezan a llegar las lanchas
con todas las cosas.
GOBERNADOR: (A Moisés.) Mira, Moisés, aquí te voy a
dejar la relación de los víveres que les he enviado. Nada de
lo que ahí está debe faltarte. Si falta, en mi próxima visita me
lo haces saber. Desde este envío y todos los que lleguen
deben ser entregados a ellos directamente. (Se dirige a cada uno.) Óyelo bien, secretario; y tú, representante; y tú, comi
sariado: No quiero otra queja donde estén involucrados.
TOMÁS: Son habladurías para perjudicarnos, señor.
GoBERNADOR: No te hagas el pendejo, bien sabes a qué
me refiero. Agradece que no te mando al bote.
Tomás hace el intento de replicar, el representante hace señas de que guarde silencio.
TOMÁS: (Furioso, obseroa a Moisés.) Sí, señor.
GOBERNADOR: Señor Obispo, ¿cómo vio la reunión?
OBISPO: Muy sincera, señor. Todos hablaron con el corazón
en la mano. Ahora sí tuvieron decisión para decirle lo que
sucede.
71
72 /. IM I T ES PERDIDO S
GOBERNADOR: Oye, Moisés. (Lo toma del hombro y lo aleja
un poco de los demás.) Aquí entre nos, ¿cómo está eso del trá
fico de drogas?
MoiSÉS: De' so, el señor comisaria do podría informarle mejor.
Nosotros aquí no tenemos ni siquiera un techo para guarecer
nos, mucho menos espacio para sembrar o guardar algo.
GOBERNADOR: Pero podrían traerla del otro lado.
MoisÉs: No mi gente.
GOBERNADOR: ¿Quiénes, pues?
MOISÉS: Lo más fácil es echarnos la culpa. Las componen
das se hacen entre los que tienen el poder en ambos lados.
GoBERNADOR: (Al Obispo.) Mire, r.1onseñor, le estoy dicien
do aquí a Moisés de los dos problemas que tenemos con los
campamentos.
OBISPO: (Acercándose.) Sí, Moisés, los acusan de proteger
a guerrilleros que hacen sus incursiones del otro lado y
vienen a refugiarse aquí.
MOISÉS: Ésas son acusaciones que hacen las autoridades
de mi país y gente de aquí a quienes molesta nuestra pre-
ALFREDO PA LACIOS E S PINO S A
sencia. En alguna ocasión ha llegado alguno herido de bala,
alguien en busca del auxilio de familiares, pero de eso a que
los campamentos de refugiados sean escondites hay una
gran diferencia.
OBISPO: Así se lo he hecho saber al señor Gobernador. La
otra acusación que preocupa es que entre la gente de los
campamentos hay quienes se dedican al tráfico de drogas.
MOISÉS: Ésa es otra de las infamias en contra de nosotros
para desacreditar nuestra huida y justificar los atropellos. Ése
es un delito que mucho antes de nuestra llegada se ha
venido cometiendo entre gente organizada de aquí y de allá.
GOBERNADOR: Pero, ¿quiénes son?
MOISÉS: Eso no me toca a mí decírselo. No sabemos.
GOBERNADOR: Eres muy vivo, cabrón. Dejemos eso y
pasemos a algo de mayor importancia.
MOISÉS : Usted dirá.
Durante la plática de los tres, los demás, principalmente el representante, Tomás y el Secretario de Gobierno, hacen todo lo posible por oír la plática, sin consegutrlo. También han aparecido en la
puerta Ramiro y sus hijos, seguidos de Artemio, y les ha dicho al-
73
74 LIMITE S PERDIDOS
go al oído, uno de ellos ha desaparecido y luego vuelto a aparecer.
GOBERNADOR: (Pasando su brazo por encima del hombro de Moisés.) Mira, el riesgo de perder sus vidas cada día es
mayor, eso tú lo sabes, no necesito decírtelo. Como también
no son ningún secreto las invasiones a territorio mexicano
que ha hecho el ejército de tu país. Esta situación es cada día
más insostenible, se derrama más sangre guatemalteca en
suelo mexicano. (Para sí.) Hay trabas diplomáticas que
impiden contestar como se quisiera, por eso, lo que te voy
a decir no quise platicárselo a los demás, para no inquietar
los; la única manera de ayudarlos es reubicándolos lejos de
la frontera.
MoisÉs: Usted nos dio su palabra.
GOBERNADOR: Y así lo he hecho, pero la situación aquí es
insostenible.
MOISÉS: Únicamente queremos estar cerca de nuestras
casas.
GoBERNADOR: ¿Y seguir pasando al otro lado? ¿Quieres
q).le sigan masacrando a tu 'gente? ¿Qué sigan mutilando
jóvenes?
MOISÉS: Por eso hemos huido, para no seguir padeciéndolo.
ALF R EDO PALACIOS ESPINOSA
GOBERNADOR: Queremos protegerlos. Pasado el peligro podrán volver aquí.
MoisÉs: Sabemos que las decisiones políticas no tienen
reversa. ¿Qué dice a todo esto, monseñor?
O BISPO: Desgraciadamente, ésta no es decisión del Gober
nador sino de más arriba.
MoisÉs: Pero, ¿quién habla por nosotros? Monseñor, usted
debe ayudamos. Nuestros viejos no aguantarán otra movi
lización. Morirán, señor.
O BISPO: Lo he hecho. Me acusan de todo, soy el Obispo ro
jo que los encubre. Desgraciadamente poco hemos podido hacer.
M OISÉS: La gente no va a querer.
GoB ER N A D OR: Por eso te estoy hablando a ti para que ex
pliques y convenzas.
MOIS É S : No haré tal cosa. No se trata de engañarlos. Ellos
no quieren el traslado, desde hace tiempo lo sospechamos y
se lo hemos hecho saber a los de ACNUR, a ustedes, a todos. No pedimos más, déjenos estar en esta posada que nos han
dado. No molestaremos.
75
76 LIMIT ES PER D IDO S
GOBERNADOR: Entiende; éste es un acuerdo concertado
entre el gobierno de México, los representantes de las Na
ciones Unidas y hasta con los representantes de tu país.
MoiSÉs: ¿Y nosotros?
GoBERNADOR: A ustedes se les protege, la intención no es
perjudicarlos.
MOisÉs: Entienda usted nuestro amor a la tierra.
GOBERNADOR: (Molesto.) Dejemos esto por el momento.
(En voz alta.) ¿Dónde está el chumul que me ofrecieron?
ARTEMIO: (Acercándose, lo acompañan Ramiro y los hijos de éste, Pedro y Alfonso.) Señor Gobernador, él es don Ramiro y
ellos sus hijos.
RAMIRO: (Llegan hasta la casa de Ramiro.) Ésta es su
humilde casa.
GoBERNADOR: Venimos porque Moisés me platicó que
harían chumul de pescado fresco.
RAMIRO: Pues si se aviene usted a comer pobremente, nos
sentiremos muy orgullosos ...
ALFRE D O PIILIIC/05 ESP/NOSit
ToMAs: (Interrumpiendo.) Señor Gobernador, en su humilde
casa ya hemos preparado unas gallinas y ahí tenemos
bebidas para toda su comitiva.
GOBERNADOR: Traételo para acá, mientras sigo platicando
con los representantes del campamento.
Entra a la casa seguido de Ramiro, los hijos de éste y de los demás. Se quedan Tomás y Lorenzo con el secretario y el representante.
REPRESEN TA N T E: (Iracundo.) ¿A quién se le ocurrió traer al
Gobernador a esta casa?
TOMÁS: (Igual.) A nadie, en la plática se dio, natural. El mismo
Gobernador así lo quiso. Ustedes debieron hacer el quite.
REPRESENTANTE: (Hace señas de que ahí está Lorenzo.) Antes
que nada, mandá traer lo que tengas en tu casa.
TOMÁS: (Comprendiendo.) Campa Lorenzo, ve a donde mi
vieja para que se traigan la comida y la bebida pa' cá.
LORENZO: (Seroil.) Seguro que sí.
ToMÁs: Ahí vos le explicás el asunto.
Lorenzo sale.
77
78 LIM ITES PERD I DO S
SECRETARIO: Todo el negocio se viene abajo. Ante el Go
bernador ya no podremos seguir echándole la culpa a estos muertos de hambre.
TOMÁS: Luego las cositas ya no podremos taparlas.
R EPRESENTANTE: Na'más las del gobierno, pero con las
que envían de otras organizaciones sí.
TOMÁS: Tampoco con las de la iglesia. Ésas las entregan
directamente.
REPR ESENTANTE: Eso de los comestibles es algo menor,
me interesa más lo del ganado y lo otro.
S ECRETARio:· Ustedes ya están hablando de palabras mayores,
y debo estar allá adentro. Los dejo para que arreglen ese asun
to. (Al representante.) Nada más no me dejes fuera, cabrón. (Sale.)
TOMÁ S: Debemos dejar pasar un tiempo mientras se cal
man las cosas. Los soldados ya se olieron algo.
R EPRESENTANTE: Ai vos verás, pero las entregas no las
podemos suspender. Necesito dinero, tengo que untarle la
mano a otras gentes para que nos dejen libre, y ésas no se van
a tragar el cuento de que suspendimos el negocio. Además,
necesito dinero para mi campaña.
I!LFREDO PI!LI!CIO S E S PINO S !!
TOMÁS: Los cabrones de esta casa se han unido con ese
revoltoso chapín para complicar las cosas.
REPRESENTANTE: Mirá, compa, ese pleito lo agarraste por
la brama que traes por esa muchacha. Esa calentura tuya nos
está saliendo cara. Tú enredaste la situación, tú la resuelves.
ToMÁS: Pero ...
REPRESENTANTE: Nada de peros, ni chingaderas. Los re
sultados son los únicos que cuentan. Tu pellejo está en juego.
(Sale. Queda solo Tomás, rabioso.)
Llega Lorenzo con una olla en manos y un morral al hombro.
LORENzo: ¿Puedo servirte en algo más?
TOMÁS: Sí, metelo ahí. Yo no puedo entrar, y luego localizate
a Hermelindo, lo mandé al Ojo de Agua, en el mogote de
amates. Por ai debe andar. Dile que no debe pasar de esta
noche.
LoRENzo: Ta'bueno. Él me invitó al encarguito. (Tomás se sorprende.) No tenga cuidado, soy discreto. Espero que me
recompense y me deje participar. (Lorenzo mete la comida a la casa de Ramiro y Tomás sale por otro lado. Ambos desaparecen.)
Aparece Camila.
79
80 LIMITE S PERDIDOS
CAMILA: Sigue nublándose el cielo. La maldición nos per
sigue. No nos dejan ni oler nuestra tierra. Quieren matarnos
de tristeza. No quieren huérfanos, ni viudas ni heridos
¡Quieren a toda la indiada desaparecida! Ya los oí. La intriga empieza a hacer su efecto. Todos esos hombres son malos, hacen negocio con la desgracia ajena. Ya siento el juelgo de la muerte. (Perdiendo más la razón.) ¡Maldita muerte, te veo
acechando a tus presas! ¡Sos la misma que te llevaste a mis hijos! ¡Eres la madre de los malos! ¡Hueles la sangre de los
demás! ¡Sshis! Por más que te escondas te siento, te huelo el
olor a hoja podrida, a gallina mojada, a tierra de fosa, se
siente tu olor a sangre seca en la herida. No podés esconder tu aliento podrido. Sé que estás por ahí, tirada entre las hojas o trepada en la ceiba. Yo defenderé a los míos. Estoy prepara
da para hacerte frente. A mí no me querés porque no te
tengo miedo, soy yo la que te busca. ¡Sos vos la que se
esconde! Ya verás lo que es llorar por los hijos, aunque los
tuyos se incuban en vientre ajeno. Ahora no me agarrarás
desprevenida, te he esperado siempre. Conozco tus mañas, pero tu olor te delata ... cuando estás presente el aire se
enrarece ... el silencio se oye ... ¡Shiss! Sé que estás ahí,
agazapada, esperando, viendo el trabajo de tus enviados,
oyendo las intrigas de tus hijastros. ¡Hoy es el día! ¡Ja, ja, ja,
tengo mi arsenal para hacerte frente! ¡Estoy preparada para el combate! ¡Defenderé a mis hijos, ahora no podrás llevártelos! (Sale.)
De la casa de Ramiro surge el grupo.
ALF R EDO PALAC I OS E S PIN O SA
OBISPO: (Al Gobernador.) De alguna manera su opinión
debe ser escuchada.
GoBERNADOR: No, monseñor, a estas alturas en que se
acaba el sexenio nadie oye a nadie.
OBISPO: Pero esta paulatina militarización de la zona va a
traer más perjuicio que beneficio para los chiapanecos. El
problema de los refugiados es otro.
MoiSÉS: Nosotros nada más confiamos es ustedes.
GOBERNADOR: De los males el menor. Es necesario alejar
los de la zona conflictiva. Ustedes están desamparados, en
tiéndelo, Moisés. Se trata de una estrategia política.
OBISPO: Los míos no entenderán de estrategias políticas.
GOBERNADOR: Ni el gobierno reclamará oficialmente la
violación de su territorio. Hacerlo supondría actitud de
defensa.
OBISPO: Ya hay bastante problema con la corrupción de las
autoridades migratorias para agravar la situación con la mili
tarización.
SECRETARIO: (Interoiniendo.) ¿Por qué no creamos, al am-
81
82 LIMITES PERDIDOS
paro de la soberanía estatal, un cuerpo especial que apre
henda a todo centroamericano y lo obligue a regresar?
Ambos lo observan fijamente. El Gobernador mueve la cabeza, reprobando tal propuesta; el secretario, desconcertado, calla. En el otro extremo aparece Tomás.
GoBERNADOR: Apurémonos si no queremos quedamos
aquí. El tiempo no tarda en impedir el despegue del
helicóptero. (Van saliendo.)
REPRESENTANTE: (Retrasándose.) Es urgente que te desa
parezcas a éste o te lleva la chingada.
ToMÁS: Es lo que intento desde hace tiempo.
REPRESENTANTE: Si no puedes, dímelo, cabrón, pero ya.
(Le chasquea los dedos.) Resultados. (Apretándole el cuello.) Resultados, jijo de tu pinche madre. (Sale y deja confundido a Tomás. Por el otro extremo le hace señas a Hermelindo de que se le acerque.)
HERMELINOO: ¿Qué pasÓ, jefecito?
TOMÁS: (Afligido.) No debe pasar de hoy el encargo que
tenés. Van de por medio tu pellejo y el mío.
ALFR E DO PA LAC IO S E S PINO SA
HERMELINDO: Todo está listo. (Sonriendo.) Usted nada más
prepárese a cumplir su parte. Ya verá, ya verá.
ToMAs: Más te vale. Ahora, desaparecete.
HERMELINDO: Sí, patroncito. Na'más espero la oscuridá
pa' empezá la función. (Sonríe.)
Tomás sale por donde se fue el contingente y Hermelindo lo hace en sentido opuesto. Entra brevemente la música de la selva. Vuelve lentamente el niño Mancho al tronco. Jugando, atraviesan la escena los otros cuatro niños. A lo lejos se oye el helicóptero que despega y que se va alejando. Silencio. Regresan las dos muchachas guatemaltecas. Empieza a oscurecer.
JOSEFINA: ¡María!
ANTONIA: (Bromeando.) ¡Enseñáte, presumida!
MARíA: (Saliendo.) ¿Qué pasó?
ANTONIA: Ajá, ¿con . qué por eso no quisiste acom
pañamos, ¿verdá?
JosEFINA: Claro, como que ibas a guisar pal Gobernador.
Así ni quién diga nada.
83
84 LIM I TE S PER0/00 5
MARfA: Ni sabía que iba a tener este trajín.
ANTONIA: Que te lo crea otra.
MARIA: En serio, yo no sabía que vendrían esos señores,
menos mis papás.
JosEFINA: ¿Entonces quién?
MOISÉS: (Entrando.)Yo.
Las jávenes se cohfben.
]OSEANA Y ANTONIA: Moisés, perdoná, estábamos chanceando.
MOISÉS: Yo fui el bocón que dijo lo que iba a comer y el Go
bernador se invitó solo.
ANTONIA: Bueno, los dejamos. Vámonos, Chepina. (Codea a
ésta.) Aquí estorbamos.
Salen riendo.
MARIA: ¿Qué va a pasar con nosotros?
MOISÉS: Que nos casaremos lo más pronto posible y
después ya veremos.
ALFREDO P ALACIOS E S P I NOSA
MARÍA: ¿Y tu gente?
MoiSÉS: Seguiremos luchando para que no nos muevan de aquí.
MARíA: (Preocupada) Pero ...
MOISÉS: Ningún pero. Saldremos adelante como sea.
Entran jugando los niños, mientras caminan platicando Moisés y
María y se aproximan a donde está sentado Mancho. Los niños per
manecen en el área central con sus juegos.
Nico: Ya no quiero seguir jugando de "tenta" .
CHEQUEL: Vos, Nico, pa' todo sos aguado.
TITo: Dejálo, si no quiere es muy libre de decirlo.
NAYO: Ustedes, puro alegar son, por eso nunca arreglamos
nada.
CHEQUEL: Pa' que vean mi buena voluntá, ¿a ver, qué juego
querés?
Nico: No, de nada. (Se aparta de ellos y se sienta.)
N AYO: Ya dejáte de trompas y venía jugar.
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86 L IMI TES PERD I DOS
Nrco: No, ya no quiero.
CHEQUEL: ¿Ya vieron cómo es?
N reo: Sí, porque vos sos tramposo.
N AYO: Propongo que juguemos a la vara.
TITO: Eso está bueno, Nico. Hacemos pareja, vos y yo y le
echamos toda la juerza y les ganamos.
N reo: (Levantándose.) Bueno, pues.
CHEQUEL: Órale, no les tenemos miedo. Nosotros jalamos
pal palo de chacalín y ustedes al tronco de la ceiba.
Cogen una vara larga y por pareja hacen fuerzas opuestas. Del fondo surge Camila, trae una carrillera cruzada al pecho y un rifle
en la mano.
CAMILA: ¡Hey, ustedes, no es tiempo de jugar! ¡Es hora de
defendemos para vivir y a pelear por la libertad! ¡No tengan
miedo, valor es lo que necesitamos los jodidos!
Los niños, asustados, tiran la vara, corren y se refugian donde se encuentran Moisés y María .
A LFREDO PALA CIOS ESP I NOSA
CAMILA: ¡No corran! ¡Es por sus vidas por las que tienen
que luchar! ¡Yo he ido guardando las armas para este día!
¡Acabaremos con tanta injusticia! ¡Volveremos a nuestra tie
rra! Sembraremos y volveremos a reír en nuestro jacal. Ya no
más posada.
MOisÉs: (Acercándose.) Tía, cálmese, puede herir a alguien
con esa arma. Mejor démela, yo se la guardo.
CAMILA: (Excitándose más.) ¡No, hoy es la cita con la mal
dad y el odio! ¡Hoy mi encuentro es con la muerte!. .. Vos
debés cuidarte, con palabras no conservarás tu vida y tu li
bertad. Sos joven pero debes responder golpe por golpe.
¡Viva Guatemala! ¡Salgan de sus guaridas, kaibiles!. .. Ellos
nos espían; pero yo, mirá Moisés, los he burlado. Sólo yo sé
dónde tengo las armas que he ido juntando pa'rmar al
pueblo. Vos sos la sangre que debe sobrevivir, pero debes
defenderla. ¡Vamos a defendemos todos!
Con los gritos han ido apareciendo los demás personajes que, temerosos, se asoman. Don Ramiro corre a donde María y la retira de ahí.
MoisÉs: Tía, entienda que estamos en tierra ajena, su acti
tud nos perjudica. Deme el arma.
CAMILA: No, vos no sabés la amenaza que sobre ti y los de-
87
88 LIMI TE S PE R D I DOS
más pende. No sabés cómo la maldad ha tejido otra vez su
red para que nosotros volvamos a llorar y sufrir.
MoiSÉS: Lo sé, tía, lo sé. Vamos, sé buena, dame que te
guarde el arma.
CAMILA: ¡No, hoy es el día para ajustar cuentas! ¡Hombres
y mujeres con valor, los espero en el monte para entregarles
las armas del pueblo!
Va saliendo confonne habla. Moisés queda en el centro, muy preocupado. Los demás lo ven pero no se atreven a acercarse. Hablan entre ellos . Silencio. Se oye una descarga de metralleta, cuyos tiros se impactan en el cuerpo de Moisés, quien se dobla por la cintura
hasta caer. Los demás se han tirado al suelo. Únicamente María
se queda de pie.
MARfA: (Aterrada.) ¡Moisés!
(Corre hacia él. Afuera se oyen otras descargas de metralleta seguidas de tres disparos de rifle. Aparecen heridos de muerte Her
melindo y Lorenzo, cada uno con una metralleta en la mano, ambos
vestidos como soldados guatemaltecos. Caen cerca de Moisés. Luego
aparece Camila con el rifle en la mano.
CAMILA: (A María, quien abraza el cuerpo de Moisés.) ¿Res
pira? (María asiente, llora.) Él no me creyó, hace días que su
AL FRE DO PALAC I OS ESP I NOSA
suerte estaba pactada. Otra sangre joven que se vierte en este
rincón. Quieren muerte anónima que abone la frontera .. . (A
los demás.) Corran a dar la noticia ... que las aves la lleven a la
espesura y los ríos callen su rumor para que se oiga la noti
cia de otro atentado a quien los ayudaba. Que llegue la noti
cia a los demás campamentos. (Viendo a los otros.) De éstos no
se diga nada, que se sequen al sol. Que los perros y marra
nos los coman y vomiten sobre ellos. Son traidores de aquí y
de allá. Son los ejecutores de los hombres llenos de ambi
ciones y maldades. Son hijastros de la muerte. (Se aleja a un rincón.) Ésos que se sequen al sol.
MARíA: ¿Por qué tanta maldad? ¿Por qué causar tanto
dolor? Él sólo quiere tranquilidad para su pueblo, única
mente tranquilidad y seguridad. ¿Es mucho pedir? Dios mío,
no me lo quités.
RAMIRO: (Acercándose.) Sosegáte, hija. Dejá que lo mova
mos para que lo curen, tiene que salvarse.
MARíA: ¿Por qué a él, papá?
RAMIRO: Es la víctima de la ambición y la pasión.
MARíA: No mueras, Moisés, no mueras.
Los demás se acercan para levantarlo y llevarlo. Algunos llevan
90 LIMITE S PERDIDOS
antorchas prendidas. La oscuridad alrededor debe ser total y los sonidos serán los característicos de la selva por la noche. Llega Tomás acompaí1ado de algún otro, fingiendo aflicción.
TOMÁS: ¿Qué pasó? (Viendo que llevan a Moisés.) ¡Dios mío,
qué desgracia! Lo bueno que estos asesinos tuvieron su
merecido. Pobre de Moisés, era todo un valiente. (Trata de
acercarse.)
ALFONSO: Aún vive. Vamos a salvarlo.
e A M 1 LA: (Saliendo del rincón, le apunta a Tomás.) iN o lo
toques, maldito!
TOMÁS: ¿Qué te pasa, vieja loca?
CAMILA: Sí, vieja loca, pero vigilante por la noche. Vos sos
el asesino que quiere la vida de este joven. (Hada los dos
cadáveres.) Ésos son tus ejecutores. Vos mandaste matar a
Moisés. Vos, el más cobarde que se vale de otros para saciar
sus instintos. Pero aquí llegó tu fin ...
Tomás saca la pistola que siempre lleva en la cintura y dispara
sobre Camila. Ella, moribunda, también dispara sobre él. Unos
han sacado a Moisés. El pueblo a modo de coro se ha alejado y
puesto a cubierto, luego vuelven a curiosear.
ALFREDO PALAC I OS E S PINO S A
MARíA: (Saliendo por donde llevaron a Moisés.) Sálvate, bien
mío. Mi cuerpo es la tierra que te espera, para que siembres
sobre mí, quiero que de mi vientre brote el hijo que será de
aquí y de allá. Aquí hay fronteras. Vamos a luchar para que no
existan.
Levantan el cuerpo de Camila, los demás los siguen. Salen . Quedan únicamente los cuerpos de Tomás, Hermelindo y Lorenzo. En el rincón, Mancho se levanta lentamente y va al centro, en donde están los tres cadáveres.
MoNCHO: ¿Qué más desgracias vienen para la selva?
Sube música.
TELÓN RÁPIDO
FIN
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Límites perdidos se terminó de imprimir en diciembre de 2005 en Talleres Gráficos en la ciu dad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Los interiores
se tiraron sobre papel cultural de 44,5 kg y la portada sobre cartulina couché de 169,5 kg. En su composición se utilizó la familia Palatino. Se im
primieron mil ejemplares más sobrantes para reposición. La formación electrónica estuvo a
cargo de F\!dro A. García C.
TEMA: Política
SECCIÓN: 40
TITULO: LÍMITES PERDIDOS
CLASIFICACIÓN: 01
BLOQUE S NÚM. 98
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matices. Límites perdidos no sólo es un acercamiento a ~ ;,;
la historia de Chiapas/ es un atisbo a la historia de los ] o
hombres, empeñados en comerse uno al otro.
CONECULTA CHIAPAS
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