aas 1·1 - biblio3.url.edu.gtbiblio3.url.edu.gt/publi/libros/el-misterio/07.pdf · ·· cchmidt y...
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ANTE EL CONSEJO DE GUERRA
]\A"AS de cinco años han transcurrido ya 1·1 desde aquella mañana de otoño en
que Mata Hari encaminóse, sonriente y desdeñosa, hacia el foso del castillo de Vincennes donde la esper.aba el pelotón que debía eje
cutarla ... Cinco años ... Y, sin embargo, lejos de confundirse con 'las ,innumerables sombras bú
~rosas que forman a.l cortejo de los que fueron ajus,ticiados como espías durante la gue
rra, su figura parece cobrar cada día un relieve más singular. Se publican novelas so
bre su v.ida. ~ escriben dramas sobre su muerte. Se discuten .con ca10r las peripecias de su proceso. Se inventan leyendas para
cOlnplicar s,u historia. ¿Es, como lo pretenden
algunos, porque Se trata de una mujer bella y de una artista? .. Mujeres hermosas fueron también ~a Tichelly, Otilia Moss; Margarita
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·· Cchmidt y otras que la precedieron o la siguieron en el camino del patíbulo ... iEs por el heroísmo sereno de sus postreros instantes? .. Tan heroica cual ella fué la Francillard ... ¿Es por 10 que hay de novelesco en sus amores y .
€n sus intrigas mundanas'? ". Más románticas que las. suyas, y también más patéticas, fueron las intrigas de su amiga Marussia Destrelles ... ~uién se acuerda emIPero de todas las Ín-
. felices protagonistas de la gran tragedia judicÍal de la guerra! En cambio, Mata Hari
).n~resa: al mundo en¡tero; Mata Hari se con-o \rierte, poco a poco, en UD símbolo; Mata Hari ~jer.c su c1.1lto. ¿Por qué? Probab1emente, por
'el arcano que rodea su vida y su ll!uerte ... -De su culpabilidad, en tooo caso-dicen
loo que conocen los docume-M:os del proceoo-.
no puede caber duda: es una culpabilidad dé-o mostrada:
Demostmda, tal vez. Pero no explicada..
No Se ven, en efecto, los m,óviles de SU$ crímenes; Todo es vago, mo es confuso, todo-
98
ANTE EL dON8E J O ~R GUERRA
-es fantasmal en sus acci'Ones. Y no me refie·ro a Jo que de sus aventuras cuentan los noveli~as o 'los drrumaturgos, sino a J'O que se
·desprende de} relato oficial de las audiencias .del Consejo de Guerra. Porque este relato existe y ha sido ¡publicado recientemente ~n un valumen por el comandante MassaTd, que, en 1917, ejercía las funciones de Jefe del
Cuartel General de la Forrtaleza de París. H~ .. aquí las palabras que encabezan este docu
·mento: «Recibirla orden de hacer fusilar a un
-hombre o a una m,uj er causa siempre una im
presión desagradable. La orden de fusilar a •
Mata HaTi no me emocionó mucho. Yo había
~iSltido a las audiencias secretas del Consejo .de Guerra, y sabía por qué y de qué 111a
.ne~a la baiJarina había sido cohdenada. Aquel -Consejo de Guerra esta:ba presidi'do por el .-coronel Semprou, antiguo jefe de la Guardia
Republicana, y ·celebraba sus audiencias en la Sala de la Corte de J usticña, a puer;tas ce
'Tracias. Nadie podía penetrar en l~ sala, J~
vo era el único oficia.]¡ -awtorizado a ' asistir ~ . . ' ,
.80 los debates. Los centinelas no dejaban aeer-
carse a menos de diez paso<¡ de las puert.Ds y .ningún ruido de fuera, ninguna influencia .
exterior podía turbar l.a majestuosa calma
de aquel tribunal tan terrible en aparienClÍa, y tan imparcial, tan frío en el fondo.» Luego
.agrega·: «Antes de comenzar nuestro relato debemos prevenir al i lector que si vamos a
ofrecerle 'los detalles más exactos del drama 'en que Mata Ha:ri representó el primer pa- , ¡)el,tendrerno,s que callar los nombres de al
:gunos francese,s¡, y muy buenos franceses, que estuvieron mezclados en J.a vida de la danza-
: rina. La verdad, en todo caso, aparecerá des
' nuda.» Mejor que desnuda, habría que decir dcs
'carnada. Como buen soUdado, el comandimte Massard parece no darle , importancia sino a los hechos materiales" desdeñando, por de- , masiado fu&,aces y demasiado sutiles., los matices psicológicos que para los moralis;tas tienen, cuando se trata de sondear almas trágicas, un interés infinito. Así la exis,tencia
artística de la acusada" sus aventuras amo.l'OSaS, su origen, su tnentalidad, no son, para.
él, datos dignos de largo estudio. Los móviles- .
. 100
ANTE EL CONSEJO . DE GUERRA
'mismos que pueden haber determinado el
-crimen, apenas le preocupan. «Puesto que
esta mujer había recibido dinero de los ale
manes-se dice a cada instante-, no hay que buscar en otero terreno los motivos de su
culpa.» Lo que se propone e~ mostrárnosla en
el banquillo, tal' cua.l la vió. Y la verdad es
-que, a pesar de su deseO' de no dejarse arras- '
trar por ninguna pasión, 'le resul¡ta imposible
ocultar su desprecio y su anti¡patía contra la
que, -para él, sólO' es una odiosa espía., incapa~
de! Ín.enor impulso nob1e. Y, sin embargo,
hasta en su relato hay pá¡günas que demues- .
tran que lasque atribuyen a la famosa baila
dO'ra sentimien¡tos delicados y generosos" no
nos engañan. «Se habían encontrado en casa
de . Mata Hari-dice Massard-mnchas .cartas
de oficiales, de aviadores y de personas nota
bles de París. Una de estas cartas estaba es
.cita por un ministro de la Guerra y contenía
pasajes muy íntimcs. El presidente del Conse
jo de Guerra creyó que debía leerla" para que
'lO's demás jueces se enteraran de sus tér
mjinos. Apenas comenzó la lectura; Mata ir
:guióse, Suplicándole que n~ ~guiera adelante . .
101 · ',.
E. ' G o M E Z ' C' A R l~ 1 ' L L O;
«Tengo. que leerla-co.ntestóle el co.ro.nel Sen1-' pmu.-Entonces le suplico. que, al menos, no.', diga el no.mbre--murmuró e11a--.. ¿Po.r qué?
-Po.rque el auto.r de esa carta tiene una eS- '
posa, una familia, y yo. no. quiero. ser la causa, de la desgracia de un ho.gar.» Mass.ard co.n
fiesa que el <;o.ronel Semprou" emocio.nado, . tuvo. un m(!mento de duda, de vacilación, ante" aquella súplica sincera. El, en cambio, seo,
contenlta co.n So.nreir irónicamente, para Co.ntinuar en seguida su relato..
Es de una frialdad terrible este relato.. -El día de la declaración de guerra--le '
dice a la .acusada el presidente--a:lmo.rzó ug- ,
t ed con el prefecto de Policía de Berlín, Y'
meg() lo. acompañó usted" en s~ , co.che, en me- , 'dio. de la mu1titud, que vociferaba.
-Es cierto--eo.ntesta Mata Hari-. Yo. ha--,
bía co.no.cido. al prefecto. en él ,music-hall en ' qu~ yo. bailaba. En Alemania la Policía tiene 'eíl', derecho. de censurar 'lo.s trajes de las ar-,
timas,. H~ían dicho., en los peI1iódico.s que yo .
ANTE EL CÓNSEJO DE GUERRA
aparecía demasiado desnuda. y el prefecto fué
a examinar mi toilette. Así entramos -en re
laciones.
-Muy bien. En seguida el jefe del espio
naje alemán 1e dió a usted una misión de
confianza y le entregó 30.000 marcos.
-Lo 1,olativo a la persona y a la suma es
exacto. Recibí 30.000 marcos de aquel alto f uncionario; ,pero no comp pago -de servicios
del: carácter que usted indica, sino en pago de
~-::is favores.. E'l jefe del espionaje a11.emán
era mi amante.
- Lo sabemos.' .. Sin embargo, esa suma re
sulta, como sim'Ple regalo galante, algo e:XJh'a
ordinaria .. :
-Para mí, nO':'.. Nunca nadie me dió me
nos ... -Bueno. De Berlín vino usted, a París, -pa
&".ndo pQr Bélgica, Holanda e Inglaterra. ¿Qué
venía usted a hacer? -Ante todo, quería mudarme de mi villa
de Neuilly. -En seguida, con el preteXjto de servir pu
una ambulancia, perm,aneció usted siete me
sel'¡ en el frente. '
;103 ,
iÉ. :(j.. o M E Z e A B B l ' L L ' o
.-En Vitel, donde 'yo no era enfermera,
quise consagrarme a cuidar a un pobre militar ruso, el capitán Marow, que se había
quedado ciego, Mi deseo era redimir mi vida de'iPecados, a la cabecera de un infeliz a quien
yo amaba. M llegar a este punto ~e su relato, el mis
mo comandante Massard tiene que -inclinarse
an,te la realidad, confesando que, según todos
. ~ informes de 1a Poocía, la bayadera per
, ve~a, la co:r~na sin a!1ma, la mujer que '
hl;l.Sta entonces había confesado con orgullo ' que s,u amor era un objeto de lujo para millonarios enloquecidos, demostró una ternm'a, ejemplar en sus relaciones con el in
feliz guerrero ~scovita, «Lo c~idaba tier'nam.ente-dice-y 'le daba din~ro.» ¿Un capricho pas.ajero? No. Después de permanecer
junto a él largo tiempo, np dejó de escri
birle, ni en la cáTcel, ni al borde mis.mo de la tumba. Más adelante, en efecto, veremos
que antes de abandOil1ar su ca:labo<zo de San Lázaro, en los iIll'1tantes s'Uprem,os en que el
v -pelotóp. ~a espera.' en los fosos de Vincennes, '
10 úriico que solicita son unos pocos minutos
~NTE EL ' OONSEJO DE GUERRA
para dirigir un pos¡trer adiós al ser amado.
-¿ Tiene usted algún deseo que expresar . .antes de morir?
Sin ocultar su emoción, la infeliz contestó: --Lo único que llena md a!l:ma en estos m.o
ment.os es la imagen del hombre a qUIen amo ... Por verle un segundo daría una- nueva vida.
-¿Dónde se encuentra?
-En Rusia ... Por eso no pido verle, sino . escribirle .. ,
y c,on 'm¡ano tranquila, ante los funcioh:l,
ríos y los militar~ que la rodeaban, trazó los últimos signos de su pasión.
Un di;p'lomático ruso, muy conocido en Pa
rís, el conde Ignatief, se propone, según parece, publicar más ¡tarde las notas íntimas
, del capitán Marow, para demostrar que aquel
hombre, hoy refugiado en un hospita~ o en
un convento, no ha dejado nunCa de creer en la inocencia de la que, para él, fué un
"áng.el. Esto el comandante Massard no loig'nora, puesto que en su libro habla dé Jos que,
. obcecados o engañados" continúan abrigando ,. dudas sobre 'la culpabilidad de :Mata Rari.
~Tales dudas-agrega-no tienen 'ningún
fundamento, como lo veremos más adelante.» ·
Una de las pruebas morales que los acusa
dores de Mata Hari invocan contra ella es '·
el afán que siempre demostró de ' penetrar" en la intimidad de 10s militares. Ella misma. .
confiesa este afán. durante el proceso, al de- · cir al presidente del Consejo de guerra:
---,Los hombres que no pertenecen ~ Ejér."
cito no me han interesado nunca. Mi marido"
era capitán. El oficial es para mí un ser su
perior, un hombre que vive en plena epo- ,
peya, siempre preparado para todas las aven
turas, para ,todos loo peligros. Si he amado, .
ha . sido "siempre , a militares bravos y corle- ·
ses, y 'eso, sin preguntarles a qué país per- ·
tenecían, porque para m.í Jos guerreros for
man tina raza especial, que está poi- encima
de los demás mortales. Al escuchar tales palabras, el presidente ,
del Consejo de guerra, que verdaderamente
aparece, a través de Jos debates, cual un buen ·,
ANTE ELPONSE10 DE GUERRA
soldado, sencillo, hidalgo, incapaz de odios.:
de prejuicios, de anti,patías, murmura:
-En efecto, desde que llegó usted a F ran
cia, no se la v.ió sino en compañia de mili
tares. Los aviadores, especialmente, parE.cen
haber inspirado a usted un afecto ex¡l;raordi
nario. Ellos también la buscaban a usted, la
halagaban, la cortejaban. ¿CÓillD conseguía
sacarles 'los secretos de que eran depositarios,
sin que se dier.an cuenta de lo que hacían?
Ese es un mister.io de alcoba. Lo indiscutible
es que usted indicaba al enem:go los lugares
en los cuales nuestros ae:roplanos 'depositaban
a los ag(mtes encargados de vigilar las avan
zadas del frente. Así hizo usted fusilar a mu
chísimos de nuestros soldados.
-N o niego - corutesta ella - que desde la
ambu1ancia cOl1..)tinuab.a yo teniendo corres
pondencia con el jefe del eS¡pionaje alemán,
que se encontraba en HoIlanda. Yo< no tengo
. la culpa de que é'l haya ejerc.ido aquel cargo.
. Yo no le hablaba de. la guerra ni le enviaba
datos de ninguna esp·2cie ...
107
.E. G Ó M JjJ Z e A R R 1 L L o
Mata Hari no se de~concierta nunca, a pesar de lo grave de algunas de las acusaciones
de que es objeto. Su serenidad asombra a los que la contemplan, No hay en su voz el más
ligero temblor ni en su rostro ]a niás leve :palidez. Muy erguida y hasta algo rígida, pal'ece, a veces, sentirse insultada ,por el tono de :las preguntas indiscretas que e1 fiscal le di
rige. El escepticismo de sus jueces, cuando se ,trata de las .sumas que ella pretende recibir, no como salario de espía, sino como prc
,cio de s,u favores, la irrita. Sus miradas son, ,en ciertos casos, duras, rencorosas, altaneras, Sus gest,os · tienen impertinencias teab·ales.
«Todo es,tudiado, calcu:1ado»-'murmuran algunos de·los que la ·ven en tan trágicos momen
tos. Pero cuando se la examina más atenta'mente" se nota que sus actitudes son naturales. Ella es así, . ¿ Tiene siquiera conciencia
·,de lo que le pasa, de lb que Va a sucederle del peligro en que se encueIl(tra? Al pnincipío, por lo menos, dijérase que no. Esas sonrisas de desdén con que escucha · ciertos ¡pasajes de la requi~toria, esa altivez con
, 108
ANTE EL OO~S~JO DE GUERR¿
que interrumpe al fiSC8!1" esa coquetería con. que arregla los pliegues de su falda al sen
tarse en el banquillo, ese aparato, en . suma,. que irrita al comandante Massard y que tal vez indispone a lJoq miembros del Consejo de
.guerr.a, es, en ella, la manüestación espon- · tánea de una segunda naJturaleza creada al
calor de los ha:1agos socia.Jes. Lo que en fran~ cés se llama le pli professi~nel, llega a- tomar proporciones enfermizas en los ' que se
creen, a fuerza de sentirse adular y de oirse. a¡plaudir, seres' superiores,.
En todo caso, el miSimP Massard conviene· en que la actitud de MaJta Ral1iante sus jue
ces, no carece rü de eJ!egancia ni de belleza. «Muy alta-dice-, esbelta, el ros¡tro afilado,
tiene, a veces} un aire seco y desagradable, a pesar de sus bellos ojos y de sus finos rasgos. Con su traj e azul descotado en punta,
con su tricornio gen¡tilmente militar, no carece de dJistinción; en cambio, carece de
gracia:,.lo -que sorprende en una bailar·
l09,
"E .G· . o M Ji] Z e A ' R R ' 1 L L o
rina. Lo que más impresiona es su carácter
resue1to y 'la . fuerte inteligencia que demues
tra a cada ,in9tante.»
Esta inteligencia, enérgica a la par que
sutil, se nota, en efecto, en todas sus respues
tas. Cuando, en e~ curso de un interrogato
rio, el coronel Semprou le dice: «Si no sabía
mos 'lo que usted escribía, por lo menos ga
bía:rnos a quién iban dirigidas s'us cartas»,
.ella comprende que es necesario confesa.r lo que es' evidentísimo ¡para' poder negar lo !Dás
. .grave. Entonces, haciendo alarde de cinismo,
se 'compara a Mesalina y proclama que sus 'amores, antes de conocer al capitán Marow, . ,han sido puros negocios de a1coba, someti-
. ·dos a · lUna tarifa muy elevada. Y si le hacen entonces observar que hay algo de ex
traño, dados tales principIOS, en su . .deseo evi
'dente de sed,ucir a los oficiales y a 100 hom-. bres políticos,' en vez de conquista:r banque
ros y millonarios, asegura, sonriendo, que los
más generosos no son siempre 10s que más
1linero poseen. Luego agr~ga:
-En todo sen¡hldo, los . oficja:les están por
¡encima ·del resto de 1~ hombres ...
110.
ANTE EL CON$EJO DE GUERRA
Es ·su sempiterno est ribillo .. . ¿Simple deseo de explicar de una manera
galante su conducta en los diferentes países
. don de se la había visto en compañía de mili\tares? ¿rntentos ingenuos de halagar a . los
miembros, del Consejo de guerra? Poco importa. Las simples sospechas fundadas en ese entus.iasmo ¡por el uniforme, no const1tuyen
una prueba de culp.abilidad. Es más: una mu" ,jer puede evidentemente tener amores con un crim,inai y ser inocente. Asi, el coronel
. Semprou no se mues,tra ni duro ni irónico
. al oir las explicaciones de la acusada,. Mas
.llega un momento en que ella grita: --Cortesana, sí, lo confieso; espía, eso ja
.más ... Entonces,. muy tranquilo, sin levantar la
'voz, el pr~idente le dice: . -En 'París, en ciertas circunstancias, sin-
-tiéndase usted vigilar, sintiéndose perdida.,
-tuvo 'usted la idea de ir a ofrecer sus servil. cíos al jefe del Servicio del Espionaje fran
.cés ...
El. G O · ],1 E Z . C A R R 1 L L I D'·
Pá1ida, al fin, 1a bailarina, calla. An;te ~ pretorio que la juzga, sin embargo, ese acto · no constituye un delito. Otra persona menoS
sutil habríase apresurado a asirse a esa tabla para tratar de salar a flote, dem()S¡trando
y hasta exagerando la importancia de 10s ser
vicios pr~stados al país donde se encuenit·a. Ella, por el contrario, comprende que todo su
. siE¡tema de defensa moral depende de la respuesta que tiene que · dar a tal pregunta.
¿Cóm,o explicar su arrogancia de artista
ofendida, s.i es limposible seguirse proc1amando incapaz de un oficio vil? Cierto que aún
habría, para una f!ances,a, el recurso de establecer una diferencia entre el servicio; aunque indigno, prestado a la patria, y el
servicio doblemente infame prestad~ a1 enemigo.Mas la acusada no es francesa: No es
ni siquaera una de esas extranjeras que, viviendo en París, amando en París, llegan a
afrancesarse hasta el punto de sentir, comp
muChas de las que sirvieron en las · ambulancias, que ;para eUa la verdadera ~atria, . o al menos 'la segunda pa!tria, es 'Fr.?ncia. No;
ANTE EL CONSEJO DE GUERRA
Mata Hari es la perfecta , cosmopolita, la que no tiene ni odios ni preferencias, la que lo mismo se halla en Madnid que en Berlín y
en Roma que en Londres. Ella lo ha proclamado ya a1 hablar de su alma neutrafl. y de sI! entusiasmo por todos los unifOl~mes, militares, sin diferencia de países. ~¿Es cierto lo que digo?-pregúntale por
segunda vez el presidente. Haciendo un esfuerzo, 'la acusada contesta: -Yo, en aquellos mom,entos, no tenía di
nero, y por eso me ofrecí a ser útil a este país.
De :todas las pruebas que a MassÁrd le parecen irrefutables para hacer ver la evidenc.ia de ,la culpabilidad de T.a bayadera, confieso que la única que me parece importante es ésta.; Para todas las demás interrogaciones graves; comprometedoras, hay en los labios de Mata Hari una explicación. ¿Sus relacio-
. , nes con el jefe del espionaje alemán? Amoro-sas y nada mM. ¿El dinero recibido de una
Embajada? Pago de sus favores ... Los, jueces , pueden encontrar esto absurdO!. No imiPorta. '
Mientras su.bsista una duda, debe ser el que se halla en e'l banquillo el que la aproveche. , Pero esta vez ya la duda es imposible: Mata
Hari confiesa que fu~ espía. ¿Que lo fué de Francia y nOl de Memanda? Moralmente, para una holandesa, lo mismo es una que otra
cosa. Desde este terrible minuto, pues, ya Massard nos parecerá menos cruel, menos par,ciaL
Muy cortesmente, como excusándose de I
tener que hacer p,regun¡tas tan desagrada-
bles e indiscretas a una dama, el coronel Semp,rou interroga:
' --:-¿De qy.é manera , pensaba usted sér útil
,a Francia?
~--A'provechando mis relaciones - contesta
Mata Hari-. M, desde el principio indiqué
al jefe del Se~n!1o Servicio, los lugares exactos de ]80 costa de Marruecos, en 'los cuales los '
submarinos ale~Iies desem:barcan armas, lo ,que me parece interesante.
~N~E Et CO~SEJO DE GUERRA
-Interesantísimo-murtnura con sorda ü'onía el ~al Mornay, que no siempre contiene su impaciencia y su mal humor.,
Luego, alzq.ndo el tono, exc'l&ma:
-Esos lugares que ~ indicaba, usted no ' podía conocerlos sino estando en relacio
nes con los alemanes, ..
Desconcertada, la baiiarina trata. de ex<pli~ car ]0 . inexplicalYle, asegurando que lo que
sabe, ]0 sabe por haberlo oído decir en un
banquete de diplom,á.ticos, una noche de. gran
fiesta, no recuerda donde ... . -A1 fin y al cabo-agrega-, yo no soy
f rances,a, YO no tengo nilngÚn deber de ~on
ciencia en este país... Mis servicios eran úti
les ... Es todo 10 que me corresponde decir ..• Yo no soy más que una miUjer que se en
cuentra, entre ·.oficiales poco· galántes, deseo
sos ,de perderla, de hacerla confesar falt~ que no ha cometido... .
y con voz agria, con los iabios crispados, gdta ,señaqando al fiscal:
\
-¡Ese hombre es un malvado!. .. . ~álm,ese usted-le dice' el pTeSiden~, y
pel'mítame que conti,núe hablándole de lo que
,115
.E. . G o M "E Z e Á R R · 1 L L '0
pasó en aquellos momentos en que usted . se
puso espontáneam,ente al servicño dcl E;:Spio
naje francés. Cuando el capitán Ledoux le pre-· . guntó a usted lo que podía hacer, usted se
ofreció, en su calidad de hc~andesa, ¡para ir a
' Bmgka a cOIll¡unicar ciertos datos a los agm-
tes que allá teníamos nosotros. El caipitán le
entregó a U$ed un papel dirigido a uno de
· esos agentes, y usted se embarcó con rumbo
.a Inglaterra. De allí debía usted pasar a Ho
JJanda yen' seguida a Bélgica. No fué usted
· ni a Bélgica, ni a Holanda, sino a España, en
donde vamos a eTIlContrarla pronto. Pero ' el
.papel que se le había confiado no dejó usted
d.e aprovecharlo .. , ¿Recp.erda usted de qué
.manera? .
La acusada calla.. El preside~te ·:insiste;
-¿Recuerda usted?
-N~ice al fin ella con voo sorda.
··. -PueS, verá usted. Tres semanas deB\Pués' · de marcharse usted de París, el 3igente nues
tro, cuyo nombre se hallaba en el papel que
te entregó a usteg, él capitán, fué fusilado en · ·Bruselas. pOr los .a.remanes ...
),)t'l'E ' EL CON.S Eio . D'!;Jl GU:E1l.RA
Al llegar a ~te punto del proceso, el comandante Mas~rd, argumen¡l;ando con lógica . inflexible, nos hace ver que nos encontramos ante una prueba material de l.a culpabilidad de la bayadera. Efectivamente, sus balbuceos, sus silencios, sus. sobresaltos, sus confesiones m;ismas, indican SU culpa.
Y, sin embargo, algo hay aquí mismo, que
nos deja siem¡pre en el m,isterio y en la duda. Ésta mujer, pensa~, no niega haber ofrecido sus servicios al espionaje francés. Es más: rebajándose h~a 'la venalidad criminal, sólo se excus~ invocando necesidades de dinero. Sin embarS"b, lo m,ás probable ~s que nQ s,ea por pobreza, ni por codicia, por l~ que acude al capitán Ledoux, sino por miedo. El mismo coronel SeJll¡prou asegura que la ba·iladora, s,intiéndose en ¡peligro por las sospechas que inspira a la .Poliicía parisiense, Se refugia en el Segundo Servicio como en el único asilo que puede sa'lvarla. Lo único que pide, una
vez ~nr.ol~e, es una m,isión que le PermiJta
B," Q o M E Z C.A R R ' l ' LL O··
salar de Francia. Y la ctmsigue. Y después de pasar algunos dias en Londres, la encontramos en Madrid. ¿Qué hace allí? El fiscal Mor, net contesta: «iEspionerf» Muy bien. Debemos aceptar la tesis de la acusación. Pero en tal caso, ¿cómo explicarnos que 1Ja incauta piense, al cabo de algunos días de vida madrileña, en regres,ar a París? Si se tratase de un ser inconsciente, incapaz de razonar, desproviS11;o de inte1:igencia, todavía pudiera creerse que, dejándose engañar por alguno d~ 'los agentes dé la Policía francesa ' y creyendo que le sería fácil explicar el fusilam.Wnto del hombre cuyo nO¡J;nbre sólo ella conocía, se decidiese' a pasar J1a frontera. Mas, pien sabido es, 'por e contrario., que todo en ella dem,u~tra talento y cálculo, voluntad y juicio.
¿Me recordáis que existe fuera de Francia la leyenda de un paseo nocturno por los a1-rededores de San &bastián, en compañía . de
. un a.m&nte que, queriendo venderla, la llevQ
118
engañada hasta un lugar donde los gendar
mes franceses la esperaban?.. Esto no puede
murmurarse sino en los paíseS remotos 1fle
carecen de informaciones extranjeras, ,pues todo el mundo que'lee peniódicos, sabe de qué
manera Mata Hari volvió a París, con su
pasa¡p0I?te muy en regla, y no a instancias de
amigos, sino a· pesar de las advertencias de
los que la conocían.
He aquí la carta que a este respecto me
acaba de dirigir el ,cónsul de Holanda en
Niza, M. de Wi;th, quien, durante los últimos
años de 'la guerra, tuvo a s,u cargo en la Le
gación de su país en Madrid, un servicio im
portante:
«Niza, 9 de mayo 1923,
Querido señor Gómez Carrillo. Mil gracffis
por sus recuerdos: Siento mucho no poderle
comunicar recuerdos sensacionales sobre Ma
ta lIari. La: primera vez que la Vii fué
en Amsterdarn" donde yo estaba , movilizado
119
en 1915. Vivíamos en el m¡ism:o hotel (Hotel
Victoria), y yo la. veía a menudo allí, en co.m,
¡pañía de a.lernanes. No fué. sino .a fines de 1916 o ptinclpios de 1917, al regres,a.r a
mi puesto de Madrid, cuando la conocí per
sonaLmente. He aquí la hi~ria: ella m~ escribió diciéndome que deseaba pedirrn,e un
consejo, ,Yo mlsmo fuí .a verla al Hotel Bitz. Se trataba simplemente de hacer enviar a
Madrid el dinero qu~ ella pretendía poseer
eú un Banco de ParíS\. Le aconsejé que escri
biera prlffiero al Banco, y que en caso de di-. ficultades" yo ¡pediría la intervención de mi . jefe el ministro de los Países Bajos. No me
vOlvió a hablar del asun¡tO, ni pidió la .intervención de la ,Legación, Cüll10 hacen a me-
, nudo las mlÚ~re~ cuando · tiene;;' que pedir
algún favor, me contó entonces toda la his"
toria de SU vida. Según 'rn,El' dijo, era de pura raza holandesa, híj,a d~ un alcalde de l' raneker
llainado Zelle; habíase casado' muy joven, a los ,diez y seis años, con Mr .. Mac Leod, de
origen esc~ oficial del ejército de las In
dias, Neerlandesas; ¡!on . su 'm;l.rido fué a; Su-
,: matra, en donde llevó un vida muy desgra-
~,iada, pues su marido la.. m,altr.a¡taba, según
me dijo. En €JI curso de su viaje a; Europa,
abandon6 a su marido en París, y no teniendo dinero quiso ganar su vida como modejo de pintores. Como era m,uy nerviosa,
no podía estarse quieta" y un pintor le dijo que en vez de agrl¡tarse así en su silla, baila ...
ra. Había visto las danzas de 1as indígenas
de Sumatra, y Jas im.itó tan bien, que el pin
tir Je aconsej6 ~ .tratara de ba,ilar en un
musio-hall. No tard6 en ganar pingiiel'\ suel
dos en los grandes musio-hall parisienses. Es
cogió el nO'lJ)pre de Mata Hari, porque estas
dos palabras en la India quieren decir Sol
de Aurora. En aquel mpmento ' era una be
lleza .
»Una s,ola COSa puede interesarle a usted '
más ¡tal vez que todo lo que dejo dicho. Ella
había llegado a Madrid después de !pasar al
gún tiem.po en BarcelOM. Un catalán me
dijo que en Barcelona la llamaban «e] hom
bre de negocibs». ¿Por qué raz6n? No 10 sé.
Pero aquello me di.6 quél pensar, tanto más
que no tenía contralto en España comO artis
ta. Com,9 ella ' debía v61ver a París, me pidi6
poco después, un laisser passer , o recomen- .
elación para las autoridades de la frontera francesa, manifestando una gran inquietud
ante ,la idea del paso ~r esa frontera. Yo le contesté que debía pedir aquella recomendación a mi jefe, pues yo no podía hacerlo solo, y agregué que una persona que tiene la con
ciencia limpia, no debe temer nada; que ade-más podía ,siempre teilegrafiar a ~ Legación en caso de dificultades,; insistí en repetirle que ' una persona cuya conciencia no estuvie-
, r~ muy lLimpi:a, haría mejor en no arriesgarse a pasar la frontera, aun con recomendaciones. J¡Jlla se mostró indignada e irritada de' tal advertencia, lo que me inclinó más todavía a dudar de su inocencia. Se fué, s,in embargo,
a Francia. »Aigunos meses más tarde, no sentí la me
nor' ~rpresa, a pesar de que ella. hablaba "siempre de los , sucios boches y de que ~ mostraba muy francófila (aunque SlÍn exage
, . raciones sospechosas, al saber que, después . de haber s~o Vligilada muy de cerca, la haÓ:>ía 'dete¡nido iJa policía;, a ~ hora 'del 'te, en
';\l;PO de losgrarideS hotéles i>~risienses. _ El
ANTE EL OON~E70 .. DE GUERRA
. agregado nñli¡tar de Francia me dijo en San
Sebastián qUe Mata Hari habia costado más de una división al e¡jército fr8JIlcés.
»En la Legación de Holanda en París me han dicho que durante su proceso no había
pedido jamás protección a las autorJidades de su país.
»Soy de usted, ete.,
G. de With.»
Este documen\to, que a primera vista parece aclarar elm,isrerio de la culpabÚidad de
la bayadera, en realidad lo único que consi
gue es complicarlo. ¿Cómo aceptar, en efect?, que una ~j3r inteltigente, o una simple mu
jer. que no esté loca, se precip\te así hacia el trágico garl~to, cuando todos, hasta los re
[lIresentantes oficiales de su patria,.1e indican
las sospechas que pesan sopfe ella? Se dirá ,
tal vez que bien puede no haber dado á las palahrás del di¡p¡lomático holandés, sirio un
sentido abstpicrt;o de consejo general dirigido
por pJ,"udencia a todos los que iban a pedir
le pasaportes. Muy bien. Pero es que ya antes, un ¡periodista madrileño, Ezequiel Endé-
$h ' G ::O ·MiIiJ . Z 'C Á R· 1l 1 ·L L 'O ' . I
'riz, había publicado en El Liberal una serie de artículos titulados La da¡ma de las pieles
blancas, en las cuales hablaba de las relacio
nes que existían entre el jefe de los espías alemanes d~ Madrid y la bayadera del Ritz ... ¿Que también es posible que ella no leyera tales artículo~? .. Muy bien ... Pero ...
. Lo extraño, en todo caso, es que ni Mata Hari, ni su defensor. se sirvan del elemento de disculpa que el regreso a París constituye. . Colocándome en el patético caso de M.' Clunat, creo que mi deber me obligaría ~ decir a 1~ miembros del Consejo de Guerra: «NQtad, señores, que cuando esta mu.Jer vueLve a Francia, no ~nora las sospe'chas qu~ pesan sü:bre ella: s;i esas sospechas ' no fueran vanas, SliJ ella no tuvriera la conciencia tranquila, ' si no creyera haber dado bastantes muestras de afecto a nuestro país, si no abrigase un interés profundo por nues.tro triunfo que es. el triünfo . del ejército en "que ha,combatido el ~nico hombre a q~ien ha .r:" •
~NTE EL CO~SEJO DE GUER RA
amado, y por el cual se sacrifica, nada 'le habría sido tan fácil como escuchar los consejos de la prudencia. .. Recordad, señores, que Víctor
Rugo decía que sla;1gún juez le acusara de haberse robado ¡as ¡borres de la cate
dra1, lejos de traJtar de sincerarse, 'se escon
dería. Mata Rari, acusada también de un delito fan¡tástico, ha creído, por el c~trario,
que !]o mejor era correr hacia el 1ugar en
donde puede existir un peligro, demostrando
así su inocencia» .. : .. ;Pero el ilustre abogado ' ..
que tiene el terrible honor de defender a ]a
bayadera:, prefiere confiar en la im¡portancia
de los 1;e&ti:mOnlOS que deben sefi1e favorables. Un m~nistro y un em:bajador van a venir a
la barra. Además, y ~e, no es ' un secre~, ese gran jurisconsuJd;o, ese austero árbi;tro de
litigios entre naciones, eSe maestro del :i:oro, ;:le ha' dejado coger, como tantos otros, en
las redes extrañas de la Circe a~te cuyos '
encantos ningún mortal parece tener la vo
luntad de Ulises. Es i'ncreíbJe, en efecto, el número de a,mantes ilustreS que ei capitán
MorDa'Y "le echa en cara a 181 baIladora¡. Y no
me refiero a los jóvenes ' e iincau.tos aviado-
'R. G O M ,R.z e ,.4 R ' R 1 L L 'O
res, y a lbS fogosos oficiales que, según pare
ce" no son sino juguatesde una noche entre sus brazos insaciablés. «Antes de tener amores con un ministro de la Guerra francés ~dice Massard!--la espía habíalos tenido con
el Kronprinz a1emán, 9,ue la había llevarlo a las maniobras de Silesia; luego, con el duque de Brunswick, que la cubría de 01'0; luego, con ' uno de los lll¡ás a~tos funcionariC\S del Ministerio de Negocios Extranjeros de 'París; luego, con el presidente de] Consejo ., 'de Ministros de HoÍanda, M. Van der Lin-den; luego ... >;¡ Discreto como Sch~raz.ada, el historiador, a1 llegar aquí, se calla, no queriendo citar sino los nombres que figuran en
'el proceso y que-ya todos Jlos periódicos han
publicada. El de Clunet se encu~~ra entre ellos. Unos dicen:. «La ~bía adora~o, y aunque al ser ella prendida ya no conservaba
\ . '
sino el recuerdo de sus encantos y de sus perfidias, quIso, por espíritu caballeresco, 'preStar'le el ~poyo de su prestigio y ,de 8'\.1
elocuericia.» Otros creen que en eJ momento ,-del ptoceso ' el defensor es aún uno de los ~r ,* \ •
'am:antes de la balladora. masta este amor,
A~TB EL . OONSEJODE GUERRA
vivo o muerto, .para explica.r su fe en la ino. cencia de Mata Ha.ri? Porque e1 mismo Mas,
sard se ve en la obligación de reconocer que el eximio jurista cuya conciencia es un eS-pejo de virtudes cívicas, conserva siempre, hasta en el borde del patíbu10, su fe inquebrantable. Cierto que eil antiguo Jefe del Cua1)tel General de París, agrega: «La candidez de este hombre es enternecedora y su devoción digna de mejor causa., .. »
Ai mí lo que me sorprende no es la candridez, sino la flaqueza del defensor, que parece no querer intervenir más que para . 1·O~
gar a ]~ j;~ que excusen loo arrebatoo de la acusada y que, en los momentos grave~, cuando se trata de dar eJQPlIicaci~nes espinosas, la deja enredarse y aturdirse repitiendo las eternas frases que no éxplican gran cosa.
-En Madrid, en el Hotel Ritz-le dice a la bailarina el presidente del Consejo de Gue- ·
rra-, usW vivía en una habitación con ti- . gu.a a la del jefe de1 espionaje alemán en
España.
127
lfJ. G O'M Jj] Z o A R R 1 L L O
-Cierto-contes,ta ella.
-Aquel agente de Berlín la visitaba a us-ted a menudo.
-Cierto ....
-¿Recibi6 usted algunas joyas de ese hombre?
. -,Sí... Era. mi ~ante .. .
-Muy bien: ese ama.nte telegrafió a su
coleg~ de AmSiterc1am, cuarido ya se hallaLa u,sted en París, diciéndole que le enviara aquí;
\ . . . por medio de una ¡Legación de un país neu-tráJ" lUna suma de 15.000 marcos oro.
-No .lb niego: e'l funoionario alemán de Madrid prefirió pagar mis favores con el di
.. nefo de su Gobierno, y ¡por eso pidió al jefe
del espionaje alemán en Hdlanda que I11.e . enviara -Cierta, suma.
-¿No n~ chabía usted dicho que tanihién ~l jefe del espionaje en Holanda era amante
de usted? -Ta,mpién ... y así el dinero de un amigo
servía para ' pagar las . favores que el atro
ami¡go había obtenido ...
Que esta. última respueslta ¡pareZCa imltilmente cínica a sus ' jueces, no debierasorpreil-.
~-:A 'NT E E LeON S JJJ 10 DE ~ GU ERRA
der a la acus.a.da. Sin ' emba.Tgo, a1 notar en
los labios del capitán Mornay una sonrisa de
desprecio, se irrita" y prote~a contra 10 que le parece una falta de galantería.
Sus cambios de actJitud duranoo el proceso
son bruscos. Después de erguirse,mirandocoll
aire de reto a . los jueces., Parece, sin causa
~ente, a punto de desma.yarse. Cuando su
defensor vue1ve haCia ella sus ojos de líe'l servidor iÍnpotente, como , rogándola que le
perdone su: faJta de infiuencia., contésJtale con'
muecas de desprecio. Para lbs gendarmes que
la custodian, en ca.tilbio" no tiene sino frases amables 'y guiños tentadoreS. «Tod~ ~n ' ella,
-dice el rela.tor del proceso--es un ' arcano.))'
Cierto, Hay algo de inoondlable, algo de inexplicahle en su carácter, en su vida!, en suS
rnóvil~,en sus ,gesros, en SUB afectos en suo ' p.a.1abraa. Sus ín¡timos aseguran que haNa ad
mirAblemente cuatro o cinco lenguas. En ninl.:
gana de ellas, sin embargo, bg.ra nunCJl¡expre~: '. l ' ','
sal'S¡e de 'un modo &1'0. Comp sus dMzas, sus : , I
., . ]j] • G OM 1iÍ Z. 'O A R R 1 L L O
frBSe9 son tortuosas y s-e~entinas. El pintor
Frantz Namur, que la trató durante largos
añ~, pretendé que es la mujer más, triste que ha visto.. «Hice de ell.ar--€scribe-dos retratos:
unO en traje de, calle, que no sé donde se encuentra, y otro en 'el cual Bd)arece ador
nada con una diadema india y un collar de
esmeraldas y topacios. Lo que :m,e sorprendía,
lo que me desconcertaba en esta mujer mi
.mada, en esta. mujer a quien el destino ha
bíale dado todos 'los dones¡ de talento, de gra
oi~" de belleza, de celebridad, era su íntima
'y'·obscura tristeza.. !:Ioras enteras quedábase , '. I ' en una bu.taca, cal.lMa, soñando en cosas se.-cr~t,as. 'No puedo decir que 'la ví jamás spn
reir. ' ~tá su¡pel'Sbiciosa cual mi.a. india. Un
día, , al desnudarse, ~ le cayó un braza.'lete
de jáde. · Poniéndose pálidá,gri!t6: -Esto me
anuncia una d~~aci~, una gran de~gracia,_ ya 10 verá usted .. : Guárdese usted esa ,argo-
, ,
na; 'yo no quiero 'volver'la la ver... y así , era'
en, todo.» Otros hay que conservan de Mata
; Hari un recuerdo menos ' sombrío y más muu'dárib: Ob'os; qilé "no la vieron sino en las
,~~ nooturnás,- la ' pintlID corÍ colores , 'dé
'A ·N'l'.JfJ . , EL ' CON S FJ J O DliJ GU liJ RR.A
exáltado e:Qtusiasmo. En lo único en que todos están de acuerdo es en que su carácter estaba lleno de cambios y de sobresaltos.
¿ y 10\9 tesijgos7 Desde el principio de las
audiencias, el defensor anuncia los testimo
nÍos de los personajes a quienes ha hecho citar, como capaces de aclarar todo e'l misterio del proceso. -Ella misma cuando s,e
anuncia que sus amigos van a comparecer ante la barra, muéstrase llena de satis¡facción. Co
queta y felina, pAsase voluptuosamente por
los labios la caricia iluminadora de la barrita de carmíri. Una flor que le ha sido enviada
·por un adorador ·anónim,o, alegra la seyeridad de su traje azul. Lejos de rechazar, cual . otras¡ v~ los bombones que su abogado la
ofrece, saboréalos con [pueril glotonería. No ,sólo a los gendarmes les sonríe, sino también a los · jueces. QUé digo: al mismísimo Mornay, en .quien antes ha ·visto un inquisidor, ahora parece' descubrir un amigo. Es ind:udable que
, . .
unaeSperán~ la ~nima.
:'!1. G o M Ji] Z , (J A R R 1 L L O-
-Caboinage-murmura el historiador Mass,ard.
¿PQr qué?... ¿Por qué no ha de haber algo de sincero, algo de ingenu~ en esta mujer? Yo, por lo menos" en mi deseo de hallar siquiera un reflejo de luz redentora en e] alma de los culpables., me pregunto !Una vez más si no v&mos a ver, al fin, rugo que nos hable de inocencia.
-H~ced ent~ar al primer testigo de la de-.ÍensaL-ordena el coronel.
Un cabaHero de aspecto distinguido adelántase hacia el pretorio.
:-"":¿Para qué' ha hecho usted citar a <..'Ste señor? ----1P'regunta el fiscal.
Ella, muy ¡¡uave, muy risueña, muy tran- ' qu~l'.1, 'contesta:
-Esté caballero oCupa en el Gobierno fran': cés, como todoo 10 saben, una de las más al:'
'tas situaciones. Está al corriente de lo qué 'se dice en los consejos de mir;tistros y 'sabe'
lo que s~ prepara en el campo de qata~ . . Pues bien, sin buscarlo, ]¡o encOIlltré a nii , .
regreso . de. Madrid. Había sido mi prime~ 'amante desp~és de mi 'divorcio y erana.t~';
ANTB BL CONSBJO DB GUBRRA
ral que lo volviera. a ver con' g'US¡to. PaSamos 'tres. noches jun~ Preguntadle ~, en la inti
midad rnés tnerna, en nuestras largas charla.s de a~coba, tuve j.amás una pregunta sobre la guerra ...
El testigo, que entonces es embajador de Francia cerca del rey de un país aliado" o que
lo ha sido poco, antes. contesta con voz velada por la emoci6n:
-Jarn,ás, jamás ...
-Es inverosímil-exclama el fiscal~que . "
hayan PQdido dos personas estar tres dlas . , juntos sin haQJla;r de lo que a todos nes ohse-
siona. -Será inverosímil~testa el testigo--, .
pero e¡:¡ ciert.<>. y como nadie puede dudar de su palabra,
agrega: . -Hablamos de arte, de arte oriental...
Una llama de .e¡;peranza brill;:t en las pu
pilas de la a,cusada.
-iYa ~o véis!-exclama el defensor alz~mdo ¡¡lo~ primera vez tao voz y mostrándose en-
las
liJ. G o M lfJ Z C A R R 1 L L :)
tusiastar-; ¡,ya Jo véis, esta mujer que pasa tres días con uno de los oorectores de nues-tra polítiCa y que no le habla de lo que más puede interes,ar a nuestros enemi¡gos, es mocente!
Impasible e implacable, el capiJtán Mornay contesta:
---La ,acusada es bastan¡te hábil para saber que a un hom;bre acostumbrado a tratar con dipkmáticos, no se le sacan los secretos cual a los jóvenes oficiales ebrios de amor e incapaces de desconfiar de una artista ilus- ' treo Pero nO ,¡por eSP deja de servirse de la infiuen~a del personaje que la distingue con ' su afecto. Se ha dicho, y es muy -probable que sea cierto, que algunas de las notas enviada.s por Mata Hari a sus ámigos de Madrid y rle Alnsterdam y destinadas a ser leídas ,por los jefes del espi~naje alemán, están escritas en papel del Minis,terio de Negocios Extranjeros. Eso es lo que a ella le in¡teresaba: que supieran los que la pagaban que sus relaciones oficialleS eran de tal naturaleza, que le resultaba fácil ¡penetrar, en aoo ,secretos de e&tado. Haciéndose ver por, otr~ ~ías ' e.p.
134
ANtE EL CONSBIO DE GUERRA
compañía del il'llStre embajador que ahor¡¡.
se halla ante lia barra, obtenía una aureola que le permitía mostrarse más exigente ...
Lívido, el testigo oye y callru. Las hipóte
sis del fiscal le parecen, sin duda, plausibles. PerQ, obrando como caballero, cuando le pre.guntan si tiene algo que agregar re¡píte:
-J a.rn,á,s nada me hizo dudar de la buena opini6n que tenía de esta dilma.
y saludando a la ba,iladora, se retira con
la misma gravedad con que entr6 algunos )11Í
nutoo antes.
Otro de las testigQ3'" citadas ~ n·n exn\i~
nistro de la Guerra. Pero como se h9lJ.a en el
frente, no acude .al llamamien¡to de la que fué, según sus cartas, el más profundo amor
de su vida. El presiden¡l;e reconoce que aquel
magnate ha declarado también al juez ins
tructor del proceso que nunca la acusada le h,ab[6 de la guerra ni le h.,i·zo preguntas que
pudieran parecerle sospechoSas.
---'EnWncea--le ¡pregunta ~ .fiscal . a la bai-
185
111. ~ O M J!J Z e Á R R 1 L L o
larina-¿quién fué e1 que la puso a usted al: corriente de los preparativos de la ofensiva de 1916?
~Na.die.
-iCómo! ¿Niega usted haber conocido esos preparativos?
-Confieso que, estando en el frente, cuando cuidaba al capitán Morow., tuve noticias de que se preparaba una gran ofensiva. Lo supe ¡por ros amigps oficiales. Pero ~ usted que aunque hubiera querido comunicar tales notici~ a los alemanes, habdame sido pooib1e hacerlo.
-Sin embargo, está. demostrado que usted
~respondía siempre con A.rn,gterdam.. En una Legaoión neutral se recibían 1as cartas de usted y se transm~ttían , creyendo -que eran para ~ hija.
-Cierto que escribía. Sólo que no en~a.ba d.a¡tos sobre la gueil'TaI.
-En todO caso, a quien usted escribía era al f.ampso jefe del espionaje a1emán en Holanda. Eso lo sabemos. Y sabemos también qUé , SUS cartas estaban 'firmarlas H. 21.
-No, no es cieI:1lG.
ANTB EL OONSEJO DE GUERRA
-Sí, ií es cierto La ¡prueba es qUe e~ te
legrama del .agente d~ .Madrid a su coJlega de
Arnsterdam pidiendo 15'.000 lnarcos 01'0 para usted, decía que ellyiara dicha suma ··a la or-' den de H. 21...
Corno siempre que las inteTlXlg,Iciones la desconciertan, Mata Harj calla y se agita. ~u ·
buen humo'r del principio de esta última au-'
diencía, ~ desvanece. Los test~gos no h.an logrado suavizar al capitán 'Mornay ni . ~Qn~
vencer al .coronel Semprou. Para tramr d3'
salvarla, el defensor pide que ~ consIderen terminados lbs debates y que se 1e conceda la ¡palabra. -Y durant,'e largas horas habla,
habla con fe, con caJ~or, con convicción. Su
palabra recobra la e;ocueno~.a que ID hizo célebre veinte años ant€S. Su noble figura im
presiona a los jueces millitares que lo escu
chan en silencio, respetuosamente. El fiscal mismo no se atreve a sonreir de lo que Mas
sard llama candideces de anciano enalYic,...
rado.
B. G o M JjJ Z e Á R R 1 L L o
¿Qué dice el ilustre jurisconsulto? Su in
forme no ha sido publicado nunca. Pero, se
gún parece, además de los argumentos suge,ridos por 'la misma baÍlIMora que se pro
clama cortesana venal, pero que rechaza la
acusación de ~ionaie contra Francia, contiene un estudio psicológico muy agudo y
ID;uy .sutil sobre el alma comp~icada\ incons
ciente y enigmática de aquella mujer. En el libro de Massard hay páginas que este hi&
toriador a¡tribuye a un graf6~ogo y que me
pArece, no sé por qué, tal vez por el sitio
en que se hallan publicadas, que deben ser.
un eco de lo que C]unet dice para explicar
lo ineX¡plicable de la cc,nducta de· su prote
gida. «Todas esas impulsinnes tumultuosas
dan a su vida interior a.lgo de caótico.. No es posible deposiltar una confianza absolut'l.
en una naturaleza t¡m versátil, tan trepi
dante, tan agitada, siempre dispuesta a de
terminaciones extremadas.· El freno de las
ideas nq basta a contener este temll·eramcnto, que se desboca, que no · mide los obstáeu
los, que se entrega ciega.m,enlte al caprIcho
del destino. NEl~R. .1A ir~nturba en ei curso de
138
ANTE EL OONSEJO DE GUERRA
sus pasiones. Y en medio de tamaño desva
I'ío, parece siempre dueña de sí rruiSma. ~u inteligencia es indudable. No hay en ella nada de vUlgaT,. Sus' gustos s,on muy finos, muy armoniosos. Comprende y s.iente la belleza, el ante, 'las ideas. Y es seductora por instinto, por necesidad, por impulso. Es co~pleja cual ninguna. Franca, se complace en decir mentiras a !'\US amigos. Su vigor e<l
asom;broso y la fuerza de sus vehemencias , tal, que ella misma se asUsta al notarla.» Con razones psicológicas de esta especie, el defensor desea seguramente hacer comprender
a :los sencillos miem,bro~ del Consejo de, guerra, que a mía mujer de tal índole no se la puede juzgar cual a un sOOdado. Lo que en un ser normal sería un indicio de culpa, en ella no e.s¡ más que el reflejo d¡e sus fantasías en qa atmósfera caldeada por la tormenta.. Parece inverooírrri'l mucho de 10 que dice ella rrUsma de su vida, de sus ViCIOS,
de sus verralida&s, de sus intrigaS, de su poder magnético. Sin embargo, todo puede ser cierto y- exacto. Por vanidad enfermiza, por clÍTiosidad ma¡1sana¡, por misteriosas' ra-
lJ}. o o M E Z O A 1t R 1 L L O
zones sentimentales, ha hecho la conquista
de Jos jefes del e$ionaj;e rulemán. Luego, ha
seducido a los oficiales fraEceses que s~ han
acercado a ella. Ese juego de los odios Qtie
cruzan por su lecho y que se confunden en
sus labios, le causan un regocijo diabólico e
infanti~ ·a la vez ...
¿Es así con1¡a trata Clunet de dis~lllpal' a Mata Hari?
Lo cierto es que sus discursOs, a pesar de
todo lo. que en ellos hay de suti'leza y de
elocuencia, no convencen. a los jueces. La mis
ma. acusada debe sentirlo. puesto que, Ulia
vez la defensa ,terminada, Se incorpora para
hacer una declaración suprema en la cual
una vez más proclama su inocencia.
-Nottad-4iice-que no soy francesa y que
tengo derechO a cultivar ,las relacio.nes que
se me antoja, en cuaJ!quier parte del mun
do.. La guerra no es una .razón ¡para que yo
deje de sentirme cosmúpolita. Soy neutral y
mis ·simpatías van siempre hacia Francia. Si
esto no. basta, haced ~o que queráis.
140
ANTE EL OONSE10 DE GUERRA
La audiencia 00 s,uspende. El Consejo delibera. Diez m.inut.oB después la sentencia está dictada por unanimidad. No ha habido debate ni sobre el fonqo de~ asun.to, ni sobre los detalles, ni sobre La. aplicación de 16 ley. EÍ presidente ha preguJl\tado a cada uno de sus com¡pañeros de pretorio, comenz&ndo por el de grado menos allto:
-¿En vuestra alma y conciencia estáis convencido de que esa mujer es culpable de
haber com,unicado al enemigo datos y documentos que causaron la muerte de muchos de nuestros guerreros,?
Sin vacilar, unQ tras otro, muy tranquilos, aquellos miIi<tares han respondido:
-si. DespUés de firmar la sentencia, uno de l~
jueces, un comandante, exclama: -jEs horrible condenar así a m.uerte, en
plena juventud, a una cri8jtura tan seductora y de tan grande inteligenciaL. Pero sus intrigas han sido caUM de desastres tan enormes, que yo la' haría fusilar doce veces, si fuera posible.
El coronel Semprou, algo pálido, ordena al
141
B. G o M J!J Z C.A B B 1 L L o
rela.tor qoo comunique la sentencia a 'la a.cu
s.ada. Y la escena p.a tética se desarrolla ante la guardia, que ¡p,resenta las armaS:
-En nombre del pueblo francés ... ¿Va a d.esrnayarse Mata Hari? .. ¿Va a pro
testar? .. ¿Va a gritar de nuevo su inocen"
cia.?"" No. Por las mejillas lívidas de su defensor dos grandes lágrimas resbalan. Ella,
~n cambio, sonríe, sHenroosa, tranquila, serena, casi indiferente, cual. si se tratara de algo tan insignificante que pi s¡iquiera mereciese
qu,e se le consagrara una frase de comentario. En .la sombra, uno de los gendarmes mur
mura: -<:EBt.a. sabrá morir ...
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