20110108sergio valdes pedroni cine guatemala
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DOMINGO 9 DE ENERO DE 2011SIGLO21
Comparten el nombre y el gusto por el cine. Sergio Ramírez se entrevista con uno de los referentes del cine guatemalteco.
“Filmá todo lo que podás”PedroniSergio Valdés
DOMINGO 9 DE ENERO DE 2011SIGLO21
A Sergio Valdés lo conocí en 2001, cuando le
solicité una entrevista para mi tesis acerca de
Cine Digital. Una de las pocas cosas que sa-
bía de él era que hablaba mucho y que había
prestado su casa para que allí se organizara
la primera edición de La fosa común, un co-
lectivo de amigos que se daba a la tarea de
montar fiestas “clandestinas” para escapar
de los bares tradicionales y las discotecas de
moda. Entonces, lo llamé diciendo que me
refería uno de esos amigos de La fosa y rá-
pidamente concertamos una cita para la en-
trevista. Me citó a las 10 de la mañana, en el
Cementerio General de la ciudad capital. Y
ahí lo encontré, junto a un cineasta cubano y
una fotógrafa francesa que lo entrevistaban
para un documental. Para el almuerzo dis-
pusimos ir al mítico bar El Portal, rebautiza-
do por la mayoría con su diminutivo. Fueron
pasando las horas de la sobremesa y, al final,
no pude entrevistarlo ese día sino hasta unas
semanas más tarde.
Y es que si pienso en cada vez que he que-
dado con Sergio –ya sea para entrevistarlo,
pedirle alguna película o entregarle algún ma-
terial– pasa algún imprevisto. Esta vez no fue
la excepción. Llegué a su casa por la mañana,
pero en lugar de charlar en su sala lo hicimos
a bordo de su auto, caminando por las calles y
hasta en un taller mecánico... el carro de Sergio
necesitaba algunas reparaciones.
Con el apoyo de Flacso, Valdés está por
publicar un texto didáctico (lea Proyectos).
Valdés quería ser psicólogo y por eso estudió
en la Universidad de San Carlos de Guatema-
la. La coyuntura histórica lo llevó a formar
parte del Movimiento Estudiantil de Psico-
logía, el cual era muy activo y beligerante.
También fue integrante del Grupo Estudian-
til de Organización y del movimiento de ma-
sas vinculado al Ejercito Guerrillero de los
Pobres (EGP).
Lo que no sabía Sergio era que en septiem-
bre de 1977 su vida empezaría a tomar otro
rumbo gracias a la intervención de su amigo
Ramiro García, un estudiante, pintor y dibu-
jante que tiempo después moriría asesinado
por el Ejército. Mientras acompañaba a mi-
neros de Ixtahuacán en su marcha desde San
Marcos hacia la ciudad capital, García, disfra-
zado de sacerdote para que “no le dieran co-
lor” se le acercó y le entregó una cámara de
cine de súper 8 milímetros y varios cartuchos
de película virgen. “Filmá, me dijo. Filmá to-
do lo que podás”. Y así lo hizo. Documentó lo
que sucedía en la caminata y al final devolvió
la cámara y el material filmado.
Tal vez García se acercó a Valdés porque
conocía de su gusto por el teatro y la actua-
ción, ya que formaba parte del Grupo Popular
de Teatro Universitario. Además, su padre
era periodista; su madre, catedrática univer-
sitaria y su abuelo era el poeta argentino José
Pedroni. Esto lo había hecho crecer rodeado
de libros. La palabra siempre lo había acompa-
ñado, pero esta vez empezaba a redescubrir la
imagen, la imagen filmada.
En diciembre de 1978, Valdés se ve forzado
a abandonar Guatemala y se exilia en Méxi-
co. En principio, pensaba continuar con sus
estudios de psicología en la Universidad Au-
tónoma de México (Unam); sin embargo, iba
a acontecer otro hecho determinante.
Consiguió trabajo gracias a la solidaridad
que entre Guatemala y México empezaba a
articularse en ese momento. Lo que Sergio
debía hacer era traducir textos del inglés al
español para la escuela de cine de la Unam, el
Centro Universitario de Estudios Cinemato-
gráficos (CUEC). Sergio estaba familiarizado
con el inglés porque había vivido una época
en Estados Unidos, donde su madre había
formado el departamento de Español de la
Universidad de Madison.
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El día que llegó al CUEC a recibir el primer
encargo vio un rótulo que decía “mañana em-
piezan los exámenes de admisión para estu-
diar cine”. De cine Sergio sabía poco; por su
madre conocía de Chaplin. Sin embargo, re-
cordó la sensación de la cámara en su mano
y se apuntó al examen. Eran 150 aplicantes y
aceptaban únicamente a 2 extranjeros selec-
cionados a través de una prueba que duraba
3 meses. En la última etapa quedaban 40 as-
pirantes y cuando se dio cuenta de que ésta
consistía en una entrevista se vio dentro. “Es-
taba seguro que ganaría porque ¿quién me va
a ganar a mí hablando?” apunta Valdés.
En el CUEC compartió estudios con Ma-
ría Novaro (Danzón, Sin dejar huella) y
Alfonso Cuarón (Y tu mamá también, Ha-
rry Potter, The children of men) entre otros
cineastas mexicanos. En su primer ejercicio
en Súper 8 mm su camarógrafo fue Cuarón.
Fueron 6 años de estudio, solamente inte-
rrumpidos por un viaje a Suiza, en donde es-
tuvo en Zurich por 6 meses.
“Al final, estuve en México 8 años y medio,
pero decidí regresar a Guatemala en 1986,
durante el gobierno de Vinicio Cerezo y vine
a trabajar en el Instituto Guatemalteco de Tu-
rismo, en la sección de producción y promo-
ción audiovisual. Aunque quedarme en Méxi-
co podría haberme significado un camino en
la cinematografía de ese país, volví a porque
sentía que debía compartir lo aprendido con
la gente de mi país”.
* * *
Hacemos una pausa en la entrevista por-
que hemos llegado al taller mecánico. Ser-
gio le explica al encargado qué es lo que el
auto tiene y lo que necesita ser arreglado. Y
precisamente mientras revisa el carro, abre
el baúl y encuentra una de sus primeras pin-
turas que no tarda en mostrarme y explicar-
me. “Se llama Cementerio marino porque
nos preguntábamos adónde fueron nuestros
compañeros. Yo pinté esto, un pez prehistó-
rico monstruoso que se los ha llevado hasta
el fondo del mar”.
Caminamos un par de cuadras hacia la
calzada Aguilar Batres, donde abordamos
un taxi. Sergio me cuenta cómo junto a Ana
María Pedroni, Carlos Interiano (ex director
de la Escuela de Comunicación de la Usac) y
Mario Recinos fundan –en mayo de 1986– el
Taller de Cine. Luego se les uniría el cineasta
salvadoreño Guillermo Escalón, quien aportó
su cámara Aaton de 16 mm y una moviola pa-
ra trabajar el montaje.
“Algunos de los que estudiaron en el Taller
son los fotógrafos Daniel Hernández y Luis
González Palma, los cineastas Alfonso Po-
rres, Walter Cruz, Ana Inés Carpio; la actriz
Patricia Orantes y Genaro Cottom, quien tuvo
a su cargo por varios años la Cinemateca Uni-
versitaria Enrique Torres. Como ejercicio co-
lectivo, en el taller produjimos los cortome-
trajes El soplo del brujo y Al cabo del tiempo,
filmados en 16 mm, y que fueron los primeros
cortometrajes guatemaltecos que participa-
ron en el Festival de La Habana. El tercer
ejercicio que se filmó, titulado Carrito, fue
hecho entre otros por Elías Jiménez. aunque
nunca se editó, fue la primera película que ha-
blaba de pandillas y temas urbanos. Todavía
conservo los rushes, y valdría la pena editar-
la, porque sin querer, anuncia lo que se está
haciendo ahora”, apunta el cineasta.
El taller de cine llegó a su fin en 1991; sin
embargo, Sergio continuó con su labor do-
cente en distintas épocas en la las universi-
dades Rafael Landívar, Francisco Marroquín,
en el Centro de Desarrollo Humano y en la
Usac. Durante algunos años también estuvo
al frente del Centro Cultural La Cúpula, en el
cual montó una isla de edición de video en la
cual los estudiantes de la Landívar llegaban a
posproducir sus obras.
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* * *–Servidos, dice el taxista, quien nos ha dejado en la casa de Valdés. Una de las funciones del cine, me dice el cineasta, es la evocación de la historia y
del porvenir. “Tal vez este tipo de cine sería el que más deberíamos estar haciendo, retratar lo que somos ahora y, desde el presente, echarle un vistazo al pasado o al futuro”. La construcción de identidades es otra función vital que mi tocayo encuen-tra en el cine. Él recuerda que hace 12 años participó en la serie En estas vidas está
la mía, una entrega de 4 cortos de ficción escritos, actuados y producidos por cua-tro grupos de mujeres de igual número de distintas regiones lingüísticas del país.
“Hicimos 300 copias en VHS y en una hora habían desaparecido. Había una avidez por verse a sí mismos, una necesidad de reencontrarse con esa imagen maltratada. La imagen cinematográfica ha contribuido a sanar nuestras heridas. Es una pena que algunos sectores se opongan a la ley de cine, bajo argumentos falaces, defen-diendo intereses mezquinos de las agencias de publicidad y de ciertos medios de comunicación eminentemente empresariales”.
Mi encuentro con Sergio concluye en la sala de su hogar, recordando el recorri-do que realizamos por las tumbas del Cementerio General, su lugar favorito para mostrar a sus visitas del extranjero. En la parte final de la entrevista me habla de la importancia de cultivar la crítica.
Por 8 años tuvo la columna La crítica de las almas en un matutino capitalino y después, dirigió un suplemento cultural quincenal titulado Tábula rasa que por año y medio sirvió como espacio para hablar de cine, teatro y literatura, entre otros temas. “La crítica debe acompañar al cine porque es un interlocutor necesario que orienta al público pero también a los creadores. Sin la crítica caminamos más len-to. Con los pocos años que tenemos de hacer cine en Guatemala ya podemos ver la magnitud y la sensibilidad de su contribución, y creo que es una contribución altamente positiva”.
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“Con los pocos años que tenemos de hacer cine en
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