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II Plan de Lucha contra la Exclusión Social en Nava rra
Diagnóstico de la Exclusión social en Navarra.
Personas mayores y exclusión social
ALTER Grupo de investigación
Departamento de Trabajo Social
Universidad Pública de Navarra
Julio 2008
2
Sagrario Anaut Bravo (Dpt.Trabajo Social)
Neus Caparrós (Dpt.Trabajo Sociología)
Juan José Calvo Miranda (Dpt.Geografía e Historia)
3
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 5
2. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA POBLACIÓN MAYOR EN
NAVARRA .................................................................................................................... 8
2.1. Envejecimiento de la población: El comportamiento diferencial de la
población mayor por sexo, edad y estado civil ...................................................... 9
2.2. Distribución espacial de la población mayor .................................................. 16
3. PERSONAS MAYORES Y EXCLUSIÓN SOCIAL ................................................ 20
3.1. Normativa ....................................................................................................... 21
3.2. Planes de Actuación........................................................................................ 23
3.3. Ámbitos de exclusión entre las personas mayores ......................................... 25
4. FACTORES E INDICADORES DE RIESGO DE EXCLUSIÓN SOCIAL ............ 28
4.1. Factores Económicos: Pensiones, dificultades financieras, dependencia de
prestaciones sociales .............................................................................................. 29
4.2. Factores Sociosanitarios: dependencia, síndromes geriátricos y salud
mental .................................................................................................................... 34
4.2.1. Detección de situaciones de exclusión: datos y valoración desde
un centro hospitalario ................................................................................... 41
4.2.2. Salud Mental ....................................................................................... 44
4.2.3. Recursos sociosanitarios ..................................................................... 47
4.3. Factor Convivencial: formas de convivencia, redes familiares y sociales,
y conflictos ............................................................................................................ 48
4.4. Residencial: Vivienda y alojamientos alternativos ......................................... 58
4.5. Participación y ciudadanía .............................................................................. 63
4.6. Por trayectoria vital: Sin cualificación laboral y bajo nivel formativo o
analfabetismo ......................................................................................................... 64
4
5. PROPUESTAS DE ACTUACIÓN ........................................................................... 69
5.1. Delimitación de las personas mayores en situación de exclusión social en
Navarra .................................................................................................................. 69
5.2. Propuesta de medidas de actuación ................................................................ 71
5.3. Líneas de actuación y propuestas para su valoración e incorporación al
futuro II Plan Gerontológico de Navarra ............................................................... 73
6. METODOLOGÍA ...................................................................................................... 79
7. BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................ 82
5
1. INTRODUCCIÓN
La presente monografía se adentra en la situación en la que se hallan las
personas mayores en Navarra para intentar delimitar los determinantes que inciden en su
nivel de inclusión social y para realizar una serie de propuestas encaminadas a mejorar
su estado actual. La aplicación de la Ley de Dependencia en Navarra a partir de enero
de 2007 no supone, necesariamente, la desaparición de los factores de riesgo de
exclusión ni de las situaciones de marginación y exclusión social que algunas personas
mayores tienen. No cabe duda que la citada Ley ha impulsado medidas destinadas a las
personas mayores, bien recibidas en general, pero no ha cubierto todas las expectativas
abiertas.
Recordemos aquí que las personas mayores han sido históricamente uno de los
grupos o colectivos de población más vulnerables a la pérdida de salud y a la pobreza,
además de constituir el grupo de población marginada y excluída más numeroso, junto
con la población menor de cinco años. Los logros alcanzados en los últimos treinta años
han permitido una mejora sustancial en años vividos y en condiciones de vida, pero no
ha erradicado ni la vulnerabilidad ni la experiencia de la exclusión social. Es más, se ha
producido una invisibilización de sus condiciones de vida, de sus problemáticas, de las
nuevas formas de exclusión social. No ocurre lo mismo cuando se habla del fenómeno
del envejecimiento, sobre-envejecimiento y sus consecuencias demográficas, sociales,
geográficas, sanitarias y económicas.
El interés por los efectos de este proceso vital que ha adquirido dimensiones
desconocidas en las últimas décadas, no tiene su correlato en las actuaciones dirigidas a
atajar sus problemáticas. La revisión de Planes y documentación oficial pone sobre la
mesa las situaciones de dependencia baremadas, pero pasa por alto otra serie de factores
causales endógenos y exógenos que inciden sobre la situación de inclusión/exclusión de
las personas mayores.
Naciones Unidas insiste en que una de las principales variables potenciadoras de
las situaciones de exclusión social es la edad. Por ello, ha apostado por el desarrollo de
una sociedad para todas las edades, lo cual debía ser garante de un envejecimiento con
seguridad y dignidad, manteniendo la participación en la sociedad como ciudadano de
pleno derecho. La Estrategia Internacional desplegada por la ONU recoge, por tanto,
6
como objetivos:
• El logro de un envejecimiento seguro: superación de la pobreza en la vejez.
• Garantizar los derechos económicos, sociales, civiles, políticos y culturales
de las personas mayores.
• Garantizar la supresión de todas las formas de discriminación por razones de
edad y de género.
• Promover la participación activa en todos los ámbitos.
• La oferta de oportunidades para el desarrollo individual y el bienestar a lo
largo de toda la vida.
• Asistencia sanitaria y apoyo a las personas mayores según sus necesidades.
• Aprovechar y potenciar la investigación científica para adentrarse en las
implicaciones individuales, sociales y sanitarias del envejecimiento.
Todas estas líneas de actuación siguen estando vigentes, aunque se hayan
producido avances significativos en la reducción de la exclusión social por medio de las
diferentes políticas sociales del Estado de Bienestar. Con la progresiva extensión y
mejora del sistema público de pensiones y la universalización del sistema público de
sanidad, por ejemplo, se ha roto el tradicional binomio vejez-pobreza, y se está en
disposición de poner en duda la relación vejez-enfermedad-dependencia. El
envejecimiento “con éxito” como meta puede estimarse como un logro en la última
década al constatarse la continuidad de la tendencia al alza de la esperanza de vida, la
reducción de los años en situación de gran dependencia (entre 2 y 5 años), y el descenso
suave, pero paulatino, de la proporción de personas mayores con problemas de
dependencia.
Los logros alcanzados no deben hacernos perder de vista que la marginación y
exclusión social afecta a un número nada despreciable de personas mayores de 65 años
y que el aumento cuantitativo que se espera en los próximos años de personas con más
de 65 años y con más de 80 años es un reto para el que todavía no se ha preparado
suficientemente la sociedad y las diferentes políticas sociales. El presente monográfico
intenta presentar ambas cuestiones. Comenzamos con un análisis demográfico de la
situación de las personas mayores en Navarra y España, para pasar después a estudiar
los diferentes factores e indicadores que vertebran la casuítica de las múltiples
7
situaciones de exclusión/inclusión. Terminaremos con un apartado dedicado a líneas y
propuestas concretas de actuación en dos ámbitos. Por un lado se intentará dar una
aproximación sintética cuantitativa y cualitativa de las personas mayores en situación de
exclusión, para las que habrá que arbitrar una serie de medidas. Por otro lado, se harán
una serie de recomendaciones encaminadas a su valoración e incorporación en el futuro
Plan Estratégico y II Plan Gerontológico de Navarra.
8
2.- CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA POBLACIÓN
MAYOR EN NAVARRA
Uno de los procesos demográficos más intensos de la última centuria ha sido el
envejecimiento de la población. Un envejecimiento resultante de diversos factores
directos, como la disminución de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, e
indirectos, como la natalidad, la estructura por edades o las migraciones. Se constata así
el incremento de la proporción de personas mayores de 65 años y también el aumento
de la edad media de la población. En cifras esto se traduce en una evolución que se ha
mantenido ascendente hasta finales del siglo XX, momento en el que se inicia un leve
retroceso en el ritmo de envejecimiento al superar los 65 años la denomina “generación
hueca” o de la postguerra y ser significativas las aportaciones de la inmigración.
Envejecimiento de la población en España y Navarra (1991-2007)
Año España Navarra 1991 14,5 15,36 1996 15,6 17,38 1998 17,3 17,95 2001 17 18,10 2003 17,03 17,85 2007 16,66 17,45
Fuente: Censos 1991 y 2001 y Padrón del resto de años.
El envejecimiento de nuestras sociedades y su globalización ha hecho visible lo
que se ha denominado por algunos como la revolución silenciosa de la longevidad del
siglo XX. Una revolución que también nos sitúa ante un mercado laboral muy maduro
en el que se mantiene constante el crecimiento de la edad media de la población. Para el
conjunto de España, en 2001 la edad media era de 37 años, pasando a ser de 38 años en
2005 y se espera alcanzar los 43 años en 2020. En Navarra, por su parte, la edad media
de 38 se había alcanzado ya en 1991, pasando a ser en 2001 de 41 años. Si bien las
previsiones para el 2020 son algo superiores a las de España, un dato relevante es que
en 2007 la edad media se había mantenido en 41 años. Es decir, se ha producido un
estancamiento en la madurez del conjunto de la población navarra.
En el siguiente cuadro puede apreciarse la evolución de la población Navarra por
grupos de edad desde 1970. Los dos grupos de edad que han sufrido mayores
variaciones entre 1970 y 1998 han sido el de los menores de 15 años y el de los de 65 y
9
más años. El descenso hasta la mitad del primero ha coincidido con casi el aumento
hasta el doble del segundo. Esta tendencia ha cambiado para 2007, cuando el único
grupo que ha aumentado su representación en el conjunto de la población ha sido el más
joven.
Distribución porcentual de la población de Navarra por grupos de edad entre 1970 y 2007
AÑOS GRUPOS DE EDAD
0-14 15-64 65 y más 1970 26,8 63,23 9,96 1981 23,9 64,07 12,01 1991 17,3 67,27 15,46 1998 13,3 68,77 17,95 2007 14,53 68,02 17,45
Fuente: I Plan Gerontológico de Navarra para 1970-1991, IEN para 1998 y elaboración propia a partir del Padrón para 2007.
Al final del proceso de la transición demográfica lo que se constata es la
creciente importancia cuantitativa y cualitativa de la población mayor de 65 años.
2.1. Envejecimiento de la población: El comportamiento diferencial de
la población mayor por sexo, edad y estado civil
La estructura por edades y sexo de la población, tanto en España como en
Navarra, se ha visto modificada en estos últimos años. Destaca, en primer lugar, la
recuperación de la natalidad. Un cambio de tendencia respecto a la registrada en los
últimos 25/30 años, momento en el que se produce una fuerte caída de la fecundidad
tras los años del “baby-boom”. Los grupos centrales reflejan la entrada en edades
laborales de los mayores contingentes de población, coincidentes con los nacidos hasta
1975 aproximadamente. En estas edades se suma también el grueso de los inmigrantes.
Tras la generación “hueca” (tienen entre 65 y 69 años), se inicia la era del mayor
aumento de población con más de 65 años. Este será un crecimiento continúo hasta
dentro de 40 años (MTAS, 2007). No obstante, para los próximos años se seguirán
acentuando los siguientes hechos: aumento de la natalidad y la inmigración, descenso de
la mortalidad.
Pirámide de población de España (2005)
10
500.000 400.000 300.000 200.000 100.000 0 100.000 200.000 300.000 400.000 500.000
05
10
15202530
354045
50
556065
70758085
9095
100 y +
Varones Mujeres2005
Fuente: MTAS (2007).
Pirámide de población de Navarra (2007)
6 5 4 3 2 1 0 1 2 3 4 5 6
De 0 a 4 a–os
De 5 a 9 a–os
De 10 a 14 a–os
De 15 a 19 a–os
De 20 a 24 a–os
De 25 a 29 a–os
De 30 a 34 a–os
De 35 a 39 a–os
De 40 a 44 a–os
De 45 a 49 a–os
De 50 a 54 a–os
De 55 a 59 a–os
De 60 a 64 a–os
De 65 a 69 a–os
De 70 a 74 a–os
De 75 a 79 a–os
De 80 a 84 a–os
De 85 y m‡s a–os
HOMBRES MUJERES
Fuente: Instituto de Estadística de Navarra (Padrón de 2007).
Los cambios futuros de la estructura por edades avisan de la acentuación del
envejecimiento y del desequilibrio entre los grupos de edad. Hace tres décadas, por cada
100 personas en edad de trabajar (16-64 años) había 16 de 65 y más años. Actualmente
superan las 25 personas. En 2050 se habrá duplicado hasta 56. Los octogenarios, que
ahora son uno de cada cuatro mayores, se situarán en torno al 40% de todos los
mayores.
11
En la década de los noventa comenzaba a conformarse un nuevo fenómeno
sociodemográfico denominado “envejecimiento de la vejez” o sobre-envejecimiento. La
evolución que ha seguido en España, supone que el 6,4% de la población total tenía 75
y más años en 1996, 7,2% en el 2000 y 8% en el 2007. En Navarra, debido a su
estructura de población más envejecida, en 1996 la población mayor de 75 años ya era
del 7,4%, siendo el 8,3% en 2000 y el 9,14% en 2007. Comparando estos porcentajes
con los de la población de 65 a 74 años, históricamente más numerosa, puede afirmarse
que en Navarra se ha confirmado en 2007 un hito en la evolución demográfica, al
superar la población de 75 y más años (9,14%) el porcentaje de la población de 65 a 74
años (8,31%). En España se está a punto de equipararse, ya que el 8,48% de la
población tiene de 65 a 74 años y el 8% 75 y más años.
Con estos datos, se concluye que la población de España y Navarra están
sufriendo un proceso de envejeciendo por la cúspide y un rejuvenecimiento por la base
de la pirámide de edades como consecuencia del incremento de la esperanza de vida
(reducida mortalidad, especialmente infantil, y de la mortalidad evitable) y suave
repunte de la fecundidad.
Si tenemos en cuenta que uno de los factores de riesgo que determinan la
fragilidad de la población es tener 80 o más años, habrá que reconocer su situación
demográfica. En la última década el colectivo de personas de 80 y más años ha crecido
más que los otros grupos de edad. Mientras los jóvenes de hasta 20 años ha sido el
grupo que más población ha perdido, entre 1991 y 2005 se ha incrementado el número
de personas octogenarias en un 66%, frente al 13% del total de la población, incluida la
población inmigrante (MTAS, 2007).
En la siguiente gráfica queda patente el fuerte incremento experimentado por las
personas mayores de 80 años en todas las Comunidades Autónomas. Entre 2003 y 2005
hubo un incremento del 0,8% de mayores de 65 y del 8,3% en mayores de 80 años. El
incremento de los octogenarios en sólo dos años ha sido muy importante. Mientras que
en algunas comunidades la población de más de 65 años ha llegado incluso a disminuir
(Melilla, Aragón, Asturias, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura), la
población de 80 y más años ha crecido sustancialmente, como ocurre en Murcia o La
Rioja, donde ha llegado a aumentar en más de un 10%.
Incremento de la población de 65 y más y de 80 y más años, por Comunidad Autónoma,
2003-2005 (%)
12
-4-202468
10121416
Esp
aña
And
aluc
ía
Aragó
nAsturias
Balea
rs (Illes)
Can
arias
Can
tabr
iaCas
tilla
-Leó
nCas
tilla
-La M
anch
a
Cataluñ
aC. V
alen
cian
aExt
remad
ura
Galicia
Mad
rid
Murcia
Nav
arra
País Vas
co
Rioja
Ceu
ta
Melilla
65 y más 80 y más
Fuente: MTAS (2007).
En el siguiente cuadro se recoge, en primer lugar, el peso de la población mayor
de 80 años respecto del total de mayores de 65 años. Siendo superior en el caso de
Navarra a la del conjunto de España (algo más de tres puntos porcentuales), coinciden
en la feminización de este segmento de la población. Al tomar la población total, las
diferencias se reducen, pero ponen en evidencia que el peso del sobre-envejecimiento
recae sobre los mayores de 80 años y, en concreto, sobre las mujeres mayores de 80
años. Así pues, en torno a una tercera parte de la población mayor de 65 años tiene más
de 80 y en torno a un 5% de la población total.
Distribución porcentual de la población mayor de 80 años respecto de la población
mayor de 65 años y del total de la población (2007)
Respecto población > 65 años Respecto población total Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres >80 España 27,17 22,40 30,68 4,53 3,20 5,83 >80 Navarra 30,52 24,89 34,70 5,37 3,71 6,93 Fuente: Elaboración propia a partir de los Padrones de España y Navarra.
El tamaño del grupo de mayores y, en especial, de octogenarios, es ya suficiente
como para tener un fuerte impacto en los sistemas sanitarios y de servicios sociales pues
suelen sufrir un mayor grado de soledad, discapacidad, dependencia y morbilidad.
Al desglosar la población mayor de 65 años en Navarra por grupos de edad se
detectan comportamientos diferenciados. Entre los hombres, el grupo más numeroso es
el de 70 a 74 años, seguido del grupo de 65 a 69 años. Por tanto, predominan los más
jóvenes de los mayores (54%). Entre las mujeres, quienes tienen entre 70 y 74 años y,
en segundo lugar, 75 y 79 años representan al 44,8% del total de mujeres mayores de 65
13
años. El paso del grupo 75-79 años al de 80-84 años es más intenso entre los hombres
que entre las mujeres, siendo todavía más acusada la distancia en el último grupo de
edad: representa el 9,7% de los hombres mayores de 65 años, frente al 16,9% de las
mujeres. Como puede observarse en la gráfica, la generación “hueca” se centra con
menores efectivos en el grupo de edad de 65 a 69 años, en tanto que un grupo más
numeroso, como los nacidos en los años treinta, marcan un descenso progresivo, más
suave entre las mujeres que entre los hombres.
Distribución por sexo y grupos de edad de la población mayor de 65 años en Navarra
(2007)
0
5
10
15
20
25
30
65-69 70-74 75-79 80-84 85 y más
Total Hombres Mujeres
Fuente: Elaboración a partir del Padrón de 2007 (IEN).
Como ha quedado expuesto en las páginas anteriores, si algo define a la
población mayor es el predominio femenino. La longevidad de las mujeres ha sido
tradicionalmente mayor que la de los hombres, lo cual se traduce en un predominio de
las mujeres sobre los hombres en la última etapa de la vida a nivel mundial. Así, en el
conjunto de la población española del año 2000 el porcentaje de las mujeres que habían
superado el umbral de los 65 años era del 20% y en Navarra alcanzaba el 20,9%, frente
al 14,4 % de los hombres y el 15,6 % de los navarros. En 2007 estas cifras no han
variado prácticamente, aunque con una clara tendencia a la pérdida de peso relativo
sobre el conjunto de la población (en torno a un punto entre las mujeres y medio entre
los navarros).
El predominio femenino dentro del grupo de población mayor se intensifica
conforme aumenta la edad. En el caso de Navarra, en 1998 las mujeres de 65 a 69 años
representaban el 52,3% de la población del mismo grupo de edad, entre los 75 y 79 años
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alcanzaban el 58,5% y por encima de los 85 años el 69%. Comparando estos datos con
los de 2007 las variaciones son casi imperceptibles: 52,6%, 58,6% y 70,1%,
respectivamente. Podemos afirmar que la proporción de mujeres en las edades más
avanzadas sigue siendo mayoritaria, cumpliéndose la relación "a mayor edad, más
mujeres", si bien las distancias son cada vez menores, como consecuencia del
acercamiento de la esperanza de vida de los varones a la de las mujeres. No obstante, el
mejor indicador de las anteriores afirmaciones es la tasa de feminidad por grupos de
edad.
En el siguiente cuadro queda registrada la evolución de la tasa de feminidad
desde 1991. En estos 16 años transcurridos, manteniéndose la tendencia ascendente del
predominio femenino, la distancia se ha ido recortando entre la población de 60 y 79
años y ha mantenido ciertas variaciones entre los grupos de más de 80 años a lo largo de
este período.
Tasa de feminidad por grupos de edad en Navarra (1991 y 1998)
GRUPOS EDAD 1991 1998 2007 60-64 __ 102,59 100,23 65-69 111 109,51 107,42 70-74 133 119,72 114,15 75-79 148 140,91 130,68 80-84 162 179,51 157,22 85 ó más 226 221,81 233,96
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos facilitados por el IEN, Censo de Población de 1991 y Padrón de 2007.
Lo mismo sucede entre la población del conjunto de España. A los 65 años
encontramos 90 varones por cada 100 mujeres, y entre los octogenarios la diferencia
aumenta: un varón por cada dos mujeres. Por encima de los 85 años hay 234 mujeres
por cada 100 varones.
En definitiva, la tasa de envejecimiento por sexo es, a fecha de 2007, del 18,99%
entre las mujeres en España y del 19,96% en Navarra, en tanto que la misma tasa para
los hombres es del 14,28% en España y del 14,93% en Navarra.
El desequilibrio entre sexos en edades avanzadas, como se acaba de constatar, y
en el estado civil tiene repercusiones en el apoyo (emocional, económico y de
convivencia) que las personas mayores puedan recibir o dar en el hogar o en la familia,
pues ésta sigue siendo la principal fuente de ayuda. El matrimonio es la forma de
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convivencia más extendida entre los mayores. En la distribución se observa una pérdida
de peso, en los últimos diez años, de las personas mayores solteras y viudas, en tanto
aumentan las casadas (cifras absolutas y relativas) y divorciadas o separadas (en cifras
relativas).
Esta distribución del estado civil refleja las consecuencias de una reducción de
las tasas de mortalidad masculina en las edades maduras y superiores, lo que da mayor
estabilidad en la composición del hogar.
La mayoría de los varones mayores de 65 años están casados (78,6%), por sólo
un 45,8% entre las mujeres. El porcentaje de casados disminuye lentamente con la edad.
La viudez sigue el camino inverso y aumenta con la edad. La viudez afecta a las
mujeres en proporciones que triplican a los hombres, de ahí que tengan menos
probabilidades de vivir en familia. A partir de los 80 años, el 71% de las mujeres en
España son viudas, en tanto que el 64% de los hombres sigue casado (MTAS, 2007).
La tasa de viudez de las personas mayores ha descendido en los últimos años,
por una reducción general de la mortalidad y, en el caso de las mujeres, por la
desaparición progresiva de las cohortes con tasas de viudez más elevadas. La
proporción en edades intermedias apenas ha evolucionado y sigue siendo mayor entre
las mujeres. A pesar de la reducción de las tasas de mujeres mayores solteras y viudas,
el número absoluto de éstas ha crecido en los últimos diez años y ha descendido entre
las solteras (MTAS, 2007).
Uno de los indicadores que explican la estructura de la población aquí expuesta
es la esperanza de vida. Indicador que también refleja el nivel de salud de una
población. La longevidad de la población se ha incrementado de forma espectacular
durante todo el siglo XX, experimentándose un notable crecimiento de la esperanza de
vida desde los años 50 y ralentizándose desde la década de los 80, pero sin detener su
expansión. En España se sitúa ya la esperanza de vida en torno a los 80 años y en
Navarra en los 82 años. Como se recoge en el cuadro, en la última década no ha dejado
de aumentar la esperanza de vida en Navarra tanto entre los hombres como entre las
mujeres, si bien la diferencia entre ambas ha tendido a reducirse.
Esperanza de vida al nacimiento en Navarra
Hombres Mujeres Diferencia 1998 76,6 83,6 7,0 2000 77,1 83,8 6,7
16
2002 77,6 84,7 7,2 2004 78,3 84,5 6,2 2006 79 85,1 6,1
Fuente: MTAS (2007).
Las proyecciones realizadas sitúan la esperanza de vida al nacer en el año 2010
en 78,3 años para los hombres y en 84 años para las mujeres, pasando a ser de 79,2 y
85,5 años, respectivamente, en 2015. Se espera una tendencia similar a la del conjunto
de España para Navarra, aunque manteniendo alguna diferencia a favor de una mayor
longevidad.
2.2. Distribución espacial de la población mayor
El conocimiento de las variables e indicadores demográficos constituye la base
de cualquier propuesta o política de medio y largo alcance, ya que es la población la que
va a demandar y a recibir dichas actuaciones. En las páginas anteriores se ha
profundizado en la diferente dinámica y estructura demográfica que sigue el conjunto de
la población en Navarra y el conjunto de España, introduciendo siempre que ha sido
posible, una perspectiva longitudinal. No cabe duda que el fenómeno del
envejecimiento está también en relación con su hábitat, de ahí que junto al saber cuántos
son, habrá que conocer dónde viven.
Al comparar las diferentes Comunidades Autónomas, se observan notables
diferencias. Cataluña, Andalucía y Madrid siguen siendo las Comunidades Autónomas
con mayor número de personas mayores empadronadas en sus municipios. Castilla y
León, Asturias, Galicia y Aragón son las más envejecidas proporcionalmente. En el otro
lado de la escala, Canarias, Baleares, Murcia, Madrid y Andalucía. En general, España
apenas ha modificado, en las últimas décadas, la estructura territorial de su
envejecimiento.
Esta variabilidad se debe, sobre todo, a factores de índole social, como las
migraciones, la composición rural o urbana de las poblaciones, el crecimiento
económico, los diferentes patrones de natalidad, etc. (MTAS, 2007). Pero es posible
marcar, asimismo, diferencias regionales y locales. Un buen ejemplo de ello lo
encontramos en Navarra con una gran diversidad geográfica, cultural, socio-económica
y, como es lógico, demográfica.
17
Un primer dato a tener en cuenta es la distribución espacial de la población. Más
de la mitad de la población se concentra en la “zona Pamplona”, seguida a distancia de
la “zona Sur”. El peso demográfico de Pamplona y Tudela explican, en gran medida,
dicho reparto, que también da como resultado que poco más de la mitad de los hogares
se encuentran en municipio con más de 10.000 habitantes. Así pues, la población en
Navarra se reparte casi de forma equitativa entre municipio con menos de 10.000
habitantes y con más de 10.000. La dispersión de la población es uno de sus rasgos
distintivos: 16,6% con menos de 2.000 habitantes y 31,7% entre 2.001 y 10.000
habitantes.
Distribución de los Hogares en Navarra por tamaño del municipio y zona geográfica
(2007)
Tamaño del Municipio Proporción Hogares Zonas Proporción Hogares Menos de 1.000 10,7 Norte 11,7 De 1.000 a 2.000 5,9 Pamplona 52,1 De 2.001 a 5.000 19,8 Media 12,6 De 5.001 a 10.000 11,9 Sur 23,7 Más de 10.000 51,8
Fuente: Hogares clasificados según estructura familiar (IEN).
Si tomamos al conjunto de la población, constatamos que el 42,6% de las
mujeres y el 44,2% de los hombres residen en municipios de 2.001 a 20.000 habitantes
y el 33,5% y 30,8%, respectivamente, en Pamplona. De esta forma, encontramos que a
mayor tamaño del municipio mayor presencia femenina, en tanto que por debajo de
10.000 habitantes predominan los hombres. Las mayores diferencias se localizan en
Pamplona, con más de un punto porcentual a favor de las mujeres.
Distribución porcentual de la población en Navarra por tamaño del municipio y sexo
(2007)
Respecto de su propio grupo Respecto del total de la población Tamaño Hombres Mujeres Hombres Mujeres Pamplona 30,81 33,52 15,37 16,79 Menos 101 0,37 0,30 0,19 0,15 101 a 500 5,03 4,25 2,51 2,13 501 a 1.000 4,34 3,87 2,17 1,94 1.001 a 2.000 6,34 5,89 3,16 2,95 2.001 a 5.000 18,21 17,44 9,09 8,74 5.001 a 10.000 13,40 12,82 6,69 6,42 10.001 a 20.000 12,58 12,80 6,28 6,41 20.001 a 50.000 8,92 9,11 4,45 4,56
Fuente: Padrón de Navarra 2007 (INE).
18
La concentración de personas mayores en núcleos grandes ha sido un proceso de
envejecimiento “in situ”, por el mayor tamaño demográfico de éstos y por el
envejecimiento del contingente inmigratorio que en los años 60 y 70 abandonó el campo
en busca de la ciudad. Con ellos están envejeciendo las ciudades. Por su parte, una
pequeña parte del envejecimiento actual del medio rural se debe a la llegada adicional
de antiguos emigrantes que ahora retornan a sus municipios de origen, ya que el nexo
que les unía con los grandes núcleos era el trabajo.
El envejecimiento se concentró en las zonas rurales continuando hoy, aunque a
un ritmo más pausado. Para el conjunto de España, la relación de mayores respecto del
total de la población en núcleos propiamente rurales (por debajo de 2.000 habitantes) es
de uno de cada cuatro, y en los más pequeños de uno de cada tres. Es algo menor en
municipios rurales intermedios (2.000-10.000 habitantes), y se sitúan en torno al
porcentaje medio los núcleos urbanos de más de 10.000 habitantes.
Sin embargo, la mayor concentración de personas mayores se produce en áreas
urbanas (71,7%). Esta distribución sigue el patrón de distribución general de la
población en el que cada vez juega un papel más relevante la población urbana y un
menor peso la rural: tres de cada cuatro españoles de todas las edades viven en medio
urbano. La tendencia del envejecimiento rural y urbano es claramente contrapuesta: en
los primeros se mantiene la cifra de efectivos y los porcentajes de envejecimiento están
en continuo incremento, mientras que en los segundos crece ligeramente el porcentaje y
aumenta notablemente el número de personas mayores.
Tomando los datos disponibles de Navarra, la evolución seguida por el
envejecimiento de la población desde 1975 ha sido ascendente hasta el año 2001,
momento en el que se inicia una suave inflexión. La Zona Media, Ribera Alta y Tudela
experimentan un descenso algo más pronunciado, siendo superior a un punto porcentual
tan solo en la Ribera Alta. Por su parte, las zonas más envejecidas siguen siendo las de
Pirineos (noreste) y Tierra Estella. También en ellas encontramos una mayor dispersión
de los municipios y un tamaño medio de los mismos muy bajo, excepción hecha de
Estella y Sangüesa. Les siguen la Zona Media con un 21,7% de personas mayores y la
Ribera Alta con un 20,9%.
19
Envejecimiento de la población en Navarra por zonas Navarra 2000 (1975-2006)
Zonas 1975 1981 1986 1991 1996 2001 2006 Noroeste 11,37 12,32 13,56 15,81 18,11 19,65 19,46 Pirineos 15,45 17,08 19 22,28 24,85 25,95 24,77 Pamplona 8,66 9,67 10,8 12,46 14,17 15,01 14,8 Tierra Estella 14,68 15,79 17,21 19,66 22,88 23,87 23,05 Zona Media 14,23 15,49 17,31 19,75 21,77 22,96 21,72 Ribera Alta 13,7 15,13 17,04 19,61 21,91 22,39 20,98 Tudela 11,5 12,56 14,1 16,91 19,09 19,62 18,43
Fuente: Indicadores de población de Navarra (IEN).
El dónde residen los mayores es una cuestión importante para la política social y
la planificación de servicios. En la ciudad, la concentración de personas de edad permite
la existencia de una especie de red de seguridad para los planificadores de servicios. El
efecto escala permite obtener mayor eficiencia en el gasto social. Pero, también hay que
tener en cuenta el reto de la accesibilidad de estos servicios. En muchas ciudades
existen servicios relativamente cercanos a las personas mayores que los necesitan, pero
que tienen un difícil acceso (baja accesibilidad de los mismos edificios en los que viven,
del transporte y del propio entorno).
En el medio rural, la dispersión de los mayores en núcleos pequeños y distantes
dificulta la prestación de servicios, ya que se exige la proximidad del prestador del
servicio al beneficiario (persona mayor que necesite atención). Este es un asunto difícil
de articular, si bien se observan soluciones uniendo los servicios sociales a las nuevas
tecnologías y dando impulso a los recursos domiciliarios.
20
3.- PERSONAS MAYORES Y EXCLUSIÓN SOCIAL
La acepción del término exclusión social como un proceso social de pérdida de
integración en todos los ámbitos socioeconómicos encuentra su mejor expresión en el
grupo de personas mayores. Se ha definido la vejez, ancianidad, el envejecimiento como
un período de pérdidas. Pérdida de la capacidad funcional de los sistemas fisiológicos,
de las actividades psíquicas, sensoriales y motoras, de los estilos de vida mantenidos, de
las relaciones sociales, de ingresos y de capacidad de consumo, de participación
política, es decir, de una pérdida generalizada de presencia en determinados espacios
vitales para el ser humano. Hablamos, en definitiva, de pérdida de visibilidad.
En este sentido se considera que las personas mayores van perdiendo integración
en los diferentes ámbitos socioeconómicos que configuran su ciclo vital. En una
sociedad centrada en valores como la juventud, la producción y el consumo, la
jubilación marca el primer paso hacia la clasificación social como “persona mayor”,
“viejo”, “anciano”, la definición económica como “pasivo” y la valoración política de
“votante pasivo”. Al mismo tiempo se producen una serie de cambios vitales que van
más allá del mero hecho de cumplir años. Adaptarse a tales cambios no es tarea fácil y
va a depender de los recursos personales, familiares y sociales que las personas mayores
tengan. Es éste uno de los momentos en los que se manifiesta más su vulnerabilidad.
A partir del rito exclusógeno de la jubilación (J. Mª Fericgla, 2002) el proceso de
alejamiento progresivo de una situación de integración social se va haciendo más
vivencial y, a la vez, más complejo, lo que dificulta acotar sus límites. La exclusión
social, en este sentido, recoge tres aspectos claves como son su origen estructural, su
carácter multidimensional y su naturaleza procesual, así como diferentes estadios en
función de su intensidad (M. Laparra, A. Obradors, et al., 2007).
En las personas mayores la edad, el sexo y el estado de salud se convierten,
desde un análisis individual, en las principales variables explicativas de esos niveles de
intensidad que van de la precariedad o vulnerabilidad a la exclusión social. Sin perder
de vista tales variables, las redes sociales, comunitarias y de parentesco, junto con el
Estado de Bienestar representan las principales estructuras de integración social, por lo
que de su desarrollo, debilidad o ausencia dependerá el grado de inclusión/exclusión de
las personas mayores.
21
No deja de tener importancia también la imagen que se tiene de las personas
mayores. Son percibidas más como receptoras de ayuda, cuidados y apoyo económico
que como cuidadoras de otras personas y donantes de su tiempo, energía,
conocimientos, apoyos afectivos, materiales y económicos a la familia y a la sociedad.
Cuando se piensa en las personas mayores se las imagina como necesitadas de cuidados
por su supuesta fragilidad y dependencia (T.Bazo, 1996) y como limitadas para aportar
alguna utilidad. Esta imagen llega a ser asumida, con frecuencia, por la propia persona
mayor, sobre todo si precisa de los cuidados de otros para su desarrollo cotidiano.
Nos hallamos, por tanto, ante un grupo cuantitativamente numeroso y
heterogéneo, con diferentes condiciones físicas y trayectorias personales, siendo éstas
las características que definen a las personas mayores, aunque entren en la etapa final
del ciclo vital al mismo tiempo, un tiempo determinado socialmente y no
biológicamente. El tiempo se corresponde con la edad de jubilación. De ahí que la
jubilación se haya convertido en el elemento fundamental de la construcción de la vejez
como categoría social.
Es obvio que la sociedad está realizando esfuerzos encaminados a cubrir las
demandas de esta población y sus familias por medio de prestaciones económicas y
técnicas. Pero no siempre son suficientes. Siguen siendo temas de debate abiertos los
límites de la edad de jubilación, los cauces y recursos que apuesten por su mayor
participación social, la igualdad de derechos y oportunidades no sólo en términos
económicos, sino también prácticos, o las nuevas formas de soledad y exclusión social.
Los retos que ha abierto en diferentes frentes el envejecimiento de la población,
por el momento, están encontrando eco en las diferentes administraciones públicas.
Respuestas legislativas, de planificación y presupuestarias que van cubriendo las
demandas de las personas mayores y de las familias con personas mayores en su seno.
3.1. Normativa
Existen diferentes leyes, a nivel estatal y autonómico, que proporcionan el marco
de actuación en materia de exclusión. No son leyes concebidas para erradicarla, pero su
aplicación en determinados momentos ha dado respuesta a estas situaciones. A
continuación se recoge una selección de referencia de la normativa de mayor rango en
Navarra:
22
• Ley de la Comunidad Autónoma de Navarra 15/2006, de 14 de diciembre, de
Servicios Sociales.
• Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y
Atención a las personas en situación de dependencia.
• Ley Foral 9/2006, de 5 de julio por la que se modifica la Ley Foral 2/1998,
de 27 de marzo, del Voluntariado (corrección de errores).
• Orden Foral 94/2006, de 2 de mayo, del Consejero de Bienestar Social,
Deporte y Juventud, por la que se aprueban las bases de la convocatoria de
subvenciones para apoyar a la dotación de medios de transporte adaptado
para el año 2006.
• Ley Foral 4/2006, de 4 de abril por la que se modifica parcialmente la Ley
Foral 2/1998, de 27 de marzo, del Voluntariado.
• Resolución 889/2006, de 15 de marzo, del Director Gerente del Instituto
Navarra de Bienestar Social, por la que se aprueban los criterios, topes
máximos y baremos a aplicar durante el año 2006 en la concesión de ayudas
económicas extraordinarias en el Área de la Tercera Edad.
• Acuerdo de 14 de diciembre de 2005, de la Junta de Gobierno del Instituto
Navarra de Bienestar Social, por el que se modifican las tarifas y las normas
de aplicación de las mismas por la prestación de servicios gestionados
directa o indirectamente por este organismo autónomo.
• Resolución 5297/2005, de 13 de diciembre, del Director Gerente del Instituto
Navarra de Bienestar Social, por la que se convocan 2095 plazas del
Programa de Balnearios Tercera Edad, de las cuales 100 serán a coste
reducido, promovido por el Instituto Navarra de Bienestar Social.
• Real Decreto 1611/2005, de 20 de enero, del Consejero de Bienestar Social,
Deporte y Juventud, por la que se establece la cuantía máxima de ayudas a
percibir para estancias en centros ajenos de Tercera Edad y de Personas con
Discapacidad.
• Ley Foral 17/2000, de 29 de diciembre, reguladora de la aportación
económica de los usuarios a la financiación de los servicios por estancia en
Centros para la Tercera Edad.
23
• Ley 13/1982 de 7 de abril, de Integración social de los Minusválidos
3.2. Planes de Actuación
En la actualidad está en vigor el IV Plan de Acción para la Inclusión social en
el Reino de España, 2006-2008. El Plan se enmarca dentro del Método Abierto de
Coordinación (MAC) de la Unión Europea, compuesto por tres áreas políticas:
• Erradicar la pobreza y la exclusión social
• Pensiones adecuadas y sostenibles
• Asistencia sanitaria y cuidados de larga duración accesibles, de alta calidad y
sostenibles.
El Plan recoge un capítulo específico para actuaciones a favor de las personas
más vulnerables, entre las que se encuentran las personas mayores. Propone diversas
actuaciones siguiendo en la línea que llevan a cabo diferentes organismo:
• IMSERSO: dotación de una partida destinada a la atención específica de las
personas mayores.
• Cofinanciación y/o colaboración entre la Administración Pública y las ONGs.
• Concesión de ayudas a los ayuntamientos para firmar convenios de atención a
personas mayores.
• Subvención de programas destinados a la atención personal, atención
nocturna, respiro familiar y apoyo a familias, y adaptación de la vivienda,
dirigidos a personas mayores dependientes o con dependencia moderada, a
personas mayores que viven en grandes ciudades y en municipios del ámbito
rural y a personas incapacitadas legalmente.
• Subvención de plazas en residencias para mejora de los centros gerontológicos
de estancia permanente, para adecuación de plazas y de equipamiento,
creación de plazas en programas de atención a personas con Alzheimer y otras
demencias, y para reconversión y construcción de residencias, centros de día o
alojamientos alternativos.
24
Se mantienen, igualmente, las actuaciones iniciadas en el año 2003 con el Plan
de Acción para las personas mayores, 2003-2007, del Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales. El Plan planteaba una política integral destinada a mejorar las
condiciones de vida de las personas de edad y pone a su disposición una amplia red de
recursos. El Plan se estructuraba en cuatro grandes áreas de acción: Igualdad de
oportunidades, cooperación, formación especializada, información e investigación. Con
ello se pretendía:
• Poner a disposición de las personas mayores una amplia red de recursos
sociales y servicios de calidad que mejorasen sus condiciones de vida.
• Promover la autonomía y la plena participación de las personas mayores en
base a los principios del envejecimiento activo.
• Avanzar en las políticas de protección de las personas mayores en situación de
dependencia.
• Mejorar la imagen social de la vejez y el envejecimiento.
Los Planes enunciados se enmarcan en una trayectoria que tiene su punto de
referencia en el Plan Gerontológico Nacional de 1992. Fue la primera respuesta global
e integral de política social dirigida a las personas mayores. Sus ámbitos de actuación
fueron: salud y asistencia sanitaria, servicios sociales, cultura, ocio y participación.
Desde entonces los diferentes planes de actuación autonómicos se han ido dirigiendo al
conjunto de personas mayores, pero poniendo el énfasis en aquellas que se encontraban
en situación de riesgo de exclusión social.
En el marco de la Comunidad Foral de Navarra, se ha prorrogado el ya extinto I
Plan Gerontológico de Navarra, 1997-2000. Se pretendía, con él, crear un modelo de
acción social para la tercera edad, donde todas las personas que pudieran ser así
consideradas tendrían derecho a acceder, en condiciones de igualdad, a las prestaciones
sociales, de conformidad con las limitaciones que se establecieran reglamentariamente.
No se hace mención explícita, sin embargo, a las personas en situación de exclusión
social.
Con posterioridad entró en vigor el Plan de Apoyo a la Familia, 2001. Recoge
las medidas de atención destinadas a las personas mayores a través de diversos
programas y prestaciones y del desarrollo de servicios y ayudas específicas al amparo
25
del Plan Gerontológico. El Plan de Apoyo a la Familia contemplaba, también,
programas específicos para abordar el amplio campo de las necesidades que se
detectaban en torno al envejecimiento y las familias que atienden a personas mayores
dependientes.
La revisión de los Planes, anteriormente expuestos, confirma que las referencias
a las personas mayores en situación de exclusión son muy limitadas, aunque se
reconoce que se están produciendo cambios profundos en las estructuras y tipologías
familiares, en la extensión de las redes sociales de apoyo o en los valores sociales, entre
otros, que generan nuevas situaciones y necesidades para las personas mayores.
Cambios que han de mantener, en unos casos, y abrir, en otros, debates sobre los
riesgos de vulnerabilidad y riesgos de exclusión a los que se ven sometidas las personas
mayores, máxime cuando nos hallamos ante un grupo de población en creciente
aumento y heterogeneidad, donde muchas veces las propias características de las
personas mayores hacen que se conviertan en factores determinantes de su situación de
inclusión/exclusión.
3.3. Ámbitos de exclusión entre las personas mayores
Como se recogía en el Plan de lucha contra la exclusión en Navarra (1998-
2005), la exclusión social es una acumulación de barreras y límites que dejan fuera de la
participación en la vida social mayoritaria a quienes la padecen. Estas barreras y límites
son de tipo muy diverso y no se reducen, aunque incluyen, a la carencia extrema de
ingresos y recursos económicos. Esto significa que nos encontramos ante un proceso
dinámico de acumulación, superposición y/o combinación de diversos factores de
desventaja o vulnerabilidad social que pueden afectar a personas o grupos, que viven en
unas condiciones de vida materiales y psíquicas que les impiden sentirse y desarrollarse
plenamente como seres humanos (J. Subirats, 2004).
Las personas mayores ejemplifican ese proceso dinámico de acumulación de
barreras con la peculiaridad de que la edad se convierte, en sí misma, en un
determinante de ciertos factores desencadenantes de la exclusión social. Entre esas
barreras podemos apuntar, como primera aproximación, las más recogidas en la
documentación señalada en las páginas anteriores:
26
• Pocos o escasos recursos económicos: situación en el umbral de la pobreza.
• Dependencia agravada con el paso de la edad. No poder valerse por sí mismo,
a nivel físico o psíquico, con el consecuente aumento de la dependencia de
otras personas.
• Extensión de la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de enfermedades
neurodegenerativas.
• Vivir solo/a y sentir soledad suelen ir unidos a escasa red relacional y recursos
económicos insuficientes.
• Cambios en las relaciones familiares.
• Escasa red relacional y de apoyo.
• Insuficiente coordinación entre los agentes socio-sanitarios existentes (apoyo
formal).
• Insuficiente apoyo a los familiares cuidadores (apoyo informal).
La revisión de los planes y normativa apuntada permite presentar una serie de
puntos fuertes y débiles ante los retos enunciados. Puntos que inciden en la
heterogeneidad de situaciones:
PUNTOS FUERTES PUNTOS DÉBILES
o Normativa suficientemente amplia
como para poder erradicar la exclusión
a la que estén sometidas las personas
mayores.
o Red amplia de atención a personas con
enfermedades neuro-degenerativas.
o Coordinación entre los agentes
sociales que intervienen en la atención
de personas mayores.
o Red de voluntariado para hacerse
cargo de determinadas carencias de las
personas mayores.
o Red asistencial para personas en
o Recursos económicos insuficientes para
poder ejecutar las directrices que marcan
las leyes correspondientes.
o Detección tardía de enfermedades
degenerativas por lo que la intervención,
en muchos de los casos, se empieza
cuando la enfermedad está avanzada.
o Coordinación insuficiente entre los
agentes sociales que atienden, por falta
de recursos humanos y económicos.
o Plazas insuficientes en centros
geriátricos públicos.
o Ayudas económicas extraordinarias
27
situación de dependencia.
o Apoyo a los familiares cuidadores de
personas dependientes.
o Canales de participación ciudadana.
limitadas.
o Apoyo escaso a familiares cuidadores.
o No se llega a todos los mayores para que
utilicen los canales de participación.
o No existen campañas de revalorización
de los mayores.
28
4.- FACTORES E INDICADORES DE RIESGO DE EXCLUSIÓN
SOCIAL
En las siguientes páginas nos adentraremos en los factores de riesgo de
exclusión de las personas mayores en Navarra. La heterogeneidad que caracteriza a este
grupo de personas supone no aceptar solo como factores desencadenantes de situaciones
de riesgo de exclusión los siguientes: ingresos económicos, estado de salud, forma de
convivencia y edad-género. Abrir el abanico de posibilidades supone, por un lado,
admitir que las personas mayores comparten con el resto de la sociedad ciertos
desencadenantes de problemáticas exclusógenas y, por otro, que las personas mayores
de hoy no son las mismas que las de hace tan solo una década, como tampoco lo serán
las que tengan 65 años dentro de tan solo unos pocos años.
En líneas generales las personas mayores se encuentran satisfechas con sus
condiciones de vida. Sus principales temores se centran en la pérdida de memoria, la
enfermedad, la soledad, la dependencia, el dolor y el sentimiento de inutilidad.
Coincidiendo con geriatras y otros profesionales sociosanitarios, opinan que desean ser
cuidados en su entorno y ven los centros psicogeriátricos como el último recurso al que
acudir cuando la situación es de gran dependencia. Como afirma la doctora J. Mª
Caballín, quizá los “tres grandes bienes de una vida son el bienestar, la autonomía y la
compañía”.
Hemos de partir del principio de que quienes envejecen con éxito no son
personas en riesgo de exclusión. Quienes están en ese punto representan a una parte
variable de personas mayores que intentaremos ir acotando. Para empezar, las
asociaciones de personas mayores en España siguen estimando, como en el año 2000,
que las cuestiones que más les preocupan mantienen el orden:
1.- escasez de algunas pensiones;
2.- soledad;
3.- falta de servicios sociales domiciliarios y comunitarios;
4.- escasez de especialistas en geriatría;
5.- poca ayuda a las familias;
29
6.- dificultad de acceso a residencias;
7.-desentendimiento por parte de la familia de personas mayores;
8.- mala calidad de las residencias.
Esta relación de temas que preocupan sigue estando vigente, a pesar de la
aprobación de la Ley de Dependencia en diciembre de 2006 y de su lenta puesta en
marcha en enero de 2007. Se ha de tener en cuenta que hoy conviven formas de
exclusión de largo recorrido y de reconocida relevancia, con otras formas más sutiles y
menos visibles, pero no por ello menos importantes.
4.1. Factores Económicos: Pensiones, dificultades financieras,
dependencia de prestaciones sociales
Uno de los cambios socioeconómicos más significativos que se ha producido en
las últimas décadas y que afectan a las personas mayores ha sido la reducción de la
pobreza con los avances en la cobertura e intensidad de las prestaciones económicas del
sistema público de pensiones. Hablar de vejez ha dejado de ser sinónimo de pobreza
tomando indicadores cuantitativos de medición. Pero sigue siendo constatable la
precariedad social que se detecta en los recursos económicos disponibles y en las
condiciones de vida.
En el año 2000, cerca de un 70% de las personas mayores tenía dificultades para
llegar a fín de mes y el 56% de estos hogares se encontraba por debajo del umbral de la
pobreza en España, situación que se agravaba cuando era mujer quien encabezaba dicho
hogar. Según los informantes de esta investigación, en Navarra no son excepciones las
viudas mayores de 65 años que con su limitada pensión se hacen cargo del hijo/a con
problemas de salud física o mental, del que no tiene trabajo o lo tiene precario, e incluso
del que vuelve al domicilio materno por no tener otra opción tras un proceso de
separación.
En las Encuestas de Condiciones de Vida de 2004 y 2005 se afirmaba que el
"umbral de riesgo de pobreza" afectaba al 19,58 % de la población y la "pobreza severa"
30
al 3,30 %1. Según el Informe de la Inclusión Social en España (VV.AA., 2008), las
tasas de pobreza en España se sitúan en el 19,7%. Los limitados cambios en las cifras
globales de pobreza en España no significan que su distribución haya permanecido
invariable. Las estimaciones muestran un aumento del riesgo de pobreza de
determinados grupos. El mayor riesgo de caer en la pobreza lo tienen las mujeres
(20,9%) frente a los hombres (18,6%) en todos los grupos de edad. Esta “feminización”
de la pobreza se acentúa cuando se constata que la mayor parte de hogares con un sólo
adulto y menores a su cargo están encabezados por una mujer, y cuando los hogares con
un adulto de más de 65 años son en mayor medida mujeres.
En la relación con la edad, las tasas más altas de pobreza alta y severa se
concentran en los menores de 16 años, en tanto que la pobreza moderada lo hace en
estos menores y la población mayor de 65 años (29,4%). Cuando se habla de hogares de
mayores de 65 que viven solos, el porcentaje se amplía y alcanza a casi la mitad de las
mujeres en esta situación (el 47,3%) y a un tercio de los hombres. Algo similar ocurre
entre quienes tienen más de ochenta años.
En el mismo Informe se afirma que las políticas sociales protegen a las personas
mayores de la pobreza severa, pero no de la moderada. Esto quiere decir que los niveles
de pobreza están estrechamente relacionados con la evolución y estructura de las
pensiones que han experimentado importantes cambios en los últimos años, cambios
que han afectado en menor medida a las personas de más edad a las que se les reconoció
la pensión con anterioridad a la década de los 90.
Ahora bien, el riesgo de pobreza alta/severa es del 7% entre las personas
mayores, siendo de un 12% si hablamos de hombres que viven solos y del 9% en el caso
de las mujeres que viven solas.
La viudez entre las mujeres suele tener consecuencias económicas importantes
para ellas mismas, la sociedad y los sistemas de seguridad social, pues las viudas suelen
experimentar un declive en sus condiciones materiales de vida como consecuencia del
menor importe de las pensiones de viudedad. Este menor nivel económico es un factor
de riesgo de sufrir enfermedad y caer en una situación de dependencia.
1En la Unión Europea se ha fijado el umbral de pobreza relativa o moderada (para países desarrollados)
en el "60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo". Este umbral no mide la pobreza, sino la desigualdad.
31
Las pensiones mínimas de jubilación y viudedad, de 466 euros en 2006, ó 565 si
se trata de un jubilado con cónyuge a cargo, sitúan directamente a los mayores que las
perciben en una situación de riesgo económico. El Estado otorga unas cuantías que,
según sus propios criterios, sitúa directamente a estas personas bajo el umbral de
pobreza. En general, se trata de una pobreza moderada de duración más bien corta para
el conjunto de la población, no para las personas mayores de 65 años, y se concentra
entre las personas mayores2.
En Navarra el importe medio de las pensiones de jubilación era en diciembre
de 2007 de 853,87 euros mensuales (cuarta pensión más alta por CC.AA.),
correspondiendo los menores ingresos a las empleadas de hogar y al sector agrario. Las
pensiones de viudedad alcanzaban el importe de 529,56 euros mensuales. Por su parte,
el importe medio de las pensiones de la clase SOVI para toda España alcanzaba los
324,86 para la incapacidad permanente, 322,61 para la jubilación y 281,29 euros para la
viudedad3. Según datos del INSS, el 80% de las personas pensionistas en Navarra recibe
en enero de 2008 ingresos superiores al SMI.
Por su parte, la Encuesta de Condiciones de Vida de Navarra (2004), la tasa de
pobreza entre las personas mayores era del 29,6%, alcanzando el 26,7% en los hombres
y 31,8% en las mujeres. Concretando algún dato más:
• Las pensiones asistenciales percibidas por personas mayores han tenido una
evolución descendente hasta el año 2005: en el año 2000 las personas
perceptoras eran 123 frente a las 23 en el 2005. Según el Departamento de
Asuntos Sociales del Gobierno de Navarra, en el año 2007, han sido 68 las
personas mayores perceptoras de estas pensiones.
• Las pensiones no contributivas se han mantenido bastante estables en la
última década, aunque con variaciones. En 2000, el INE registraba 2.493
perceptores y en 2005 se habían reducido a 2.138. Los datos para el 2007
aparecen desglosados en la siguiente tabla:
Distribución de Perceptores/as de Pensiones no contributivas por Servicio Social de Base (2007)
2 Según un informe de CC.OO., sólo cuatro Comunidades Autónomas (País Vasco, Madrid, Navarra y Cataluña) están por debajo del 10% y cinco (Extremadura, Canarias, Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha) por encima del 30%. 3 Datos procedentes del Boletín de Estadísticas Laborales del MTAS, enero 2008.
32
SSB CONCEDIDAS 2007
TOTAL PERCEPTORES
SSB CONCEDIDAS 2007
TOTAL PERCEPTORES
Allo 1 29 Lesaka 0 14 Altsasu/Alsasua 2 17 Lodosa-
Mendavia 9 87
Ancín - Améscoa
1 36 Los Arcos 1 20
Aoiz - Agoitz 2 19 Noain 4 31 Artajona 2 14 Olite 3 45 Auritz-Burguete
0 22 Orkoien 0 8
Barañain 3 69 Pamplona 32 518 Berriozar 2 42 Peralta 8 55 Buñuel 6 87 Puente La
Reina - Gares
0 37
Burlada 1 39 Salazar 0 17 Carcastillo 5 37 San
Adrián 7 61
Cascante 5 70 Sangüesa 5 67 Cintruénigo 9 47 Tafalla 3 53 Cizur 1 18 Tudela 12 77 Corella 2 38 Ultzama 0 13 Doneztebe-Santesteban
1 8 Valtierra 4 107
Elizondo 3 60 Viana 1 13 Estella - Lizarra
5 81 Villatuerta 1 10
Etxarri Aranatz
3 19 Villava 2 35
Huarte 3 15 Aranguren 6 17 Irurtzun 0 17 Egüés 1 3 Isaba 0 13 Sin
Zonificar 74
Leitza 0 11 Total 156 2.170
Fuente: Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno de Navarra.
El desglose por zonas de Servicios Sociales ilustra un reparto desigual. Si bien
es cierto que las zonas con mayor población tienden a concentrar el número de
perceptores, puede afirmarse que hay otras variables como la dependencia del sector
agrario, los bajos niveles socioeconómicos y el envejecimiento de la población explican
mucho mejor el número tan significativo de pensiones no contributivas en los Servicios
Sociales de Buñuel, Cascante, Lodosa-Mendavia y Valtierra.
Por lo expuesto hasta aquí, parece claro que se ha experimentado una mejora
sustancial en las condiciones económicas de las personas mayores. No obstante, es
posible recelar de la capacidad protectora del sistema de garantía de rentas. En este
33
sentido, las dificultades para consolidar las situaciones de seguridad económica entre las
personas mayores se acentúa en los núcleos urbanos, en tanto que en los municipios
rurales son menores las exigencias para acercarse al nivel medio de vida y se tienden a
mantener buena parte de las redes sociales que hacen más fácil la protección y
participación social de los mayores.
Un dato más a tener en cuenta son los casos de personas mayores con carencia
de recursos para cubrir sus necesidades básicas. Según los datos recogidos por los
Servicios Sociales de Base en el SIUSS, en Navarra hay 1.368 personas mayores que se
encuentran en esa situación. Comparando esta cifra con el total de usuarios mayores de
65 años que acuden a los Servicios Sociales, representan en torno al 7%. Como se
recoge a continuación, casi el 65% de estas personas son mujeres.
Personas mayores en Navarra con valoración de carencia de recursos para
cubrir sus necesidades básicas (SIUSS, 2007)
Número Porcentaje
Hombre 476 34,79
Mujer 883 64,54
No consta 9 0,67
Total 1.368
Fuente: Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno de Navarra.
Estas carencias a las que hacen referencia en los Servicios Sociales de Base se
refieren a falta de ingresos en general para abonar gastos relacionados con el
alojamiento, vestido, condiciones de vivienda, etc.
Una cifra aproximada de personas mayores que se encuentran en situación de
exclusión por pobreza económica resulta de tomar el número de perceptores de
pensiones asistenciales y pensiones no contributivas con el de los casos de quienes
sufren carencia de recursos para cubrir sus necesidades básicas. Esta cifra alcanza las
3.606 personas. A ellas habría que añadir un número más indeterminado de personas
mayores que se encuentran en torno al umbral de la pobreza o por debajo de ella, como
se ha expuesto. Los apoyos familiares, de entidades sociales, de redes vecinales, etc.,
invisibilizan esta situación de precariedad que afecta especialmente a las mujeres.
34
4.2. Factores Sociosanitarios: dependencia, síndromes geriátricos y
salud mental
Para la mayoría de los profesionales sociosanitarios, lo que más preocupa a una
persona mayor es su salud. Para estos mismos profesionales, todo problema sanitario en
la persona mayor tiene un trasfondo social y viceversa, de ahí la importancia de la
"indisolubilidad de la atención sanitaria y social bajo el principio de equidad". Un dato
que nos ilustra sobre esa relación sociosanitaria es la percepción que se tiene del estado
de salud.
Como puede observarse, a medida que aumenta la edad, empeora la percepción
que se tiene del propio estado de salud, aunque a cualquier edad predomina la idea de
una salud “regular”. Entre los menores de 75 años, en torno al 47% opina que su salud
es buena o muy buena, mientras que entre los de 75 y más años es del 34%. Por sexo,
los hombres constatan cambios más bruscos en su salud entre los dos grupos de edad
que las mujeres y, además, tienen una mejor imagen de su salud (algo más del 41% de
hombres la define buena o muy buena).
Estado de salud percibida de la población española mayor de 65 años por sexo y del
conjunto de la población (2006)
Muy bueno Bueno Regular Malo Muy malo AMBOS SEXOS 65-74 años 6,98 37,48 39,63 11,6 4,3 75 y más 5,62 28,73 43,71 16,56 5,39 VARONES 65-74 años 8,92 45,45 35,24 8,18 2,21 75 y más 6,49 35,13 42 11,64 4,74 MUJERES 65-74 años 5,48 31,33 43,02 14,25 5,92 75 y más 4,99 24,15 44,92 20,07 5,86
Fuente: Encuesta Nacional de Salud, 2006 (2008).
Las cifras que se barajan sobre las personas mayores es que un tercio necesita
ayuda o atenciones de cierta intensidad, pero suponen el 80% de la población española
dependiente. Sobre estos datos se sustenta la afirmación de que a más edad, mayor
grado de dependencia y de necesidad de cuidados sociosanitarios. De los datos referidos
a España y Navarra sobre las limitaciones de las personas mayores para realizar
actividades de la vida cotidiana se confirma, en parte, dicha afirmación.
35
En cualquiera de los grupos de edad no se detectan limitaciones en más de la
mitad de los casos, un tercio tiene algunas no graves y en torno al 10% sufre graves
limitaciones para realizar actividades cotidianas. En general, las mujeres se sienten más
limitadas que los hombres, aunque las diferencias se reducen a medida que aumenta la
edad. Las cifras para Navarra registran un mayor nivel de valimiento para realizar
actividades de la vida cotidiana. No llega al 5% las personas que se sienten gravemente
limitadas, frente a casi 11% de la media en España.
Limitación para las actividades de la vida cotidiana en los últimos 6 meses según sexo y
mayores de 65 años en España (2006)
Gravemente limitado Limitado pero no gravemente Nada limitado TOTAL España 65-74 años 6,62 27,1 66,28 75 y más 14,22 34,66 51,12 VARONES 65-74 años 6,09 20,55 73,35 75 y más 12,72 29,97 57,31 MUJERES 65-74 años 7,03 32,15 60,82 75 y más 15,3 38,01 46,69 TOTAL Navarra 4,76 16,75 78,48
Fuente: Encuesta de Salud, 2006 (INE).
En el tramo de edad 65-75 años, la dependencia funcional está por debajo del
40%, siendo entonces cuando las mujeres mantienen actividades físicas y de esfuerzo
moderado por encima de las cifras registradas por los hombres. A partir de los 75 años,
esta dependencia aumenta y la actividad principal de hombres y mujeres pasa a ser más
sedentaria. Son las mujeres entonces quienes pasan más tiempo sentadas, pudiendo estar
relacionado con peores estados de salud y mayores índices de discapacidad (MTAS,
2007). Pensemos en un dato que suele estar asociado a estas problemáticas como son las
horas de sueño. Si bien en todas las edades las mujeres duermen menos que los
hombres, entre las personas mayores esta diferencia se acentúa.
Dependencia funcional según sexo y grupo de edad en España (%)
No Sí, para cuidado
personal Sí, para labores
domésticas Sí, para movilidad ESPAÑA De 65 a 69 años 70,54 16,39 21,47 15,49 De 70 a 74 años 60,89 24,09 29,75 20,74
De 75 a 79 años 45,01 40,77 42,6 35,21 De 80 a 84 años 32,69 50,97 54,88 48,48
36
De 85 y más años 14,27 74,19 78,33 72,79 VARONES De 65 a 69 años 77,06 10,76 17,96 11,75 De 70 a 74 años 69,17 18,75 24,74 14,15 De 75 a 79 años 58,5 25,47 33,53 21,37 De 80 a 84 años 39,47 42,12 50,75 38,88 De 85 y más años 18,12 67,56 75,03 60,55 MUJERES De 65 a 69 años 65,81 20,46 24,02 18,19 De 70 a 74 años 54,23 28,41 33,77 26,06 De 75 a 79 años 35,20 51,93 49,19 45,27 De 80 a 84 años 27,74 57,44 57,92 55,51 De 85 y más años 11,91 78,26 80,37 80,41 NAVARRA 51,93 37,04 35,56 30,07
Fuente: Encuesta de Salud, 2006 (INE).
Diferenciando las tres dependencias funcionales, se observa que entre los
varones la más importante a cualquier edad es la relativa a las labores domésticas,
aumentando notablemente a partir de los 85 años. Le sigue la dependencia para el
cuidado personal y, por último, la dependencia para la movilidad. Entre la mujeres, las
diferencias entre cada una de las dependencias funcionales es poco significativa a partir
de los 75 años. Para las mujeres mayores de 85 años la principal dependencia tiene que
ver con la movilidad y, con ella, la referida a la realización de las tareas domésticas. A
escasa distancia se encuentran las dependencias ligadas al cuidado personal. Estos datos
visualizan las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a los roles que cada uno ha
mantenido a lo largo de su vida.
Pudiendo extrapolar estas líneas generales a la situación de las personas mayores
en Navarra, convendría destacar que el orden de importancia es diferente. La principal
dependencia funcional está en el cuidado personal, seguida de la relativa a las labores
domésticas y, por último, a la movilidad.
En las entrevistas realizadas se nos ha indicado que la dependencia/capacidad
funcional (I. Barthel) tiene una gran importancia a la hora de plantear una prestación de
cuidados/prestaciones sociales y en cuanto condiciona el grado de aislamiento social, el
tipo de relaciones familiares y las nuevas interculturales (cuidadores), así como las
situaciones de “secuestro” domiciliario e institucionalización.
Con las cifras generales expuestas es posible contextualizar la situación
sociosanitaria de las personas mayores, pudiendo afirmar que envejecer no es sinónimo
de enfermedad, dependencia o exclusión. Esta afirmación no invalida que se tengan
casos en los que esas tres circunstancias se dan.
37
Desde la Agencia Navarra para la Dependencia se valoran las situaciones de
dependencia y se conceden las ayudas económicas ligadas a tales situaciones para
permanecer en el domicilio. Entre enero de 2007 y mayo de 2008 los datos de mayor
interés que ha proporcionado dicha Agencia son:
• En torno al 85% de las personas valoradas en situación de dependencia tienen
65 ó más años.
• El 66% corresponde a mujeres.
• Por grados de dependencia: 38,3% son personas grandes dependientes, 29,3%
dependientes severas y 21,7% dependientes moderadas.
• El 43,6% de las personas valoradas residía en Pamplona y su Comarca, frente
al 17% de Tudela y el 15,4% de Estella.
• El 87% de las personas en situación de dependencia ha optado por la
modalidad de ayudas económicas en el entorno familiar y el 13% por la
contratación de una persona.
La aplicación de la Ley de Dependencia, como es sabido, está dirigida a aquellas
personas que, estando en situación de dependencia, quieren permanecer en su domicilio
o en el de uno de sus familiares. Por tanto, se parte de la idea de que la mayoría de estas
personas cuenta con una red de apoyos que facilitan su situación de inclusión social.
No se dispone de datos cuantitativos, aunque algunos comentarios de
profesionales del trabajo social están llamando la atención sobre el destino que se le está
dando a las actuales ayudas económicas con este concepto. Es decir, no siempre el o los
familiares de las personas en situación de dependencia destinan las ayudas económicas a
mejorar la atención de las personas mayores, lo que cuestiona la efectividad de este tipo
de recursos económicos y exige un mayor control sobre el empleo que se va a hacer del
mismo. Por las opiniones vertidas, en estos casos el reconocimiento del nivel de
dependencia puede agudizar el aislamiento, la precariedad de la atención y la soledad
social (abandono).
Desde la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología se apunta que es posible
hablar de personas mayores en “riesgo de dependencia geriátrica” o de exclusión,
aunque ha mejorado mucho la atención sanitaria a las personas mayores. Llaman la
atención sobre las que consideran principales situaciones de exclusión en la actualidad:
38
• Personas con enfermedad mental grave que se hacen mayores y su red
familiar no quiere atenderla.
• Personas enfermas con problemas de movilidad, soporte social escaso y en
un entorno con barreras arquitectónicas.
• Situaciones de discriminación en el ámbito institucional de atención como:
una atención menos urgente y menos deseada en el ámbito hospitalario
cuando se trata de personas mayores con trastornos en el comportamiento o
limitaciones/trabas para realizar pruebas diagnósticas, operaciones y para
acceder a psicóticos al cumplir los 65 años.
En este sentido habría que entender, a su juicio, que los recursos no están
adaptados a las necesidades de las personas mayores. Lo que se hace es “forzar la
situación para que encajen las necesidades en los recursos existentes”, manteniendo, en
ocasiones rigideces.
Una cuestión más que se ha puesto de manifiesto ha sido la diferenciación entre
factores de riesgo de fragilidad en las personas mayores y factores de riesgo de
dependencia geriátrica. Como se ha expuesto, solo una parte de las personas mayores de
65 años presentan problemas graves hasta el punto de ser dependientes. Su importancia
cualitativa radica en el aumento de la demanda de servicios sociosanitarios, incluyendo
cuidados institucionales de larga estancia.
La escasez o falta de medidas preventivas y del reconocimiento de las causas por
las cuales ese grupo de personas acaba por ser dependiente se encuentran en la base de
su situación de dependencia. Una detección precoz de las personas mayores en situación
de vulnerabilidad activaría mecanismos de vigilancia, de educación sanitaria y de
cuidados domiciliarios, de ayuda a los familiares y cuidadores y autocuidado, así como
de los recursos de información sobre servicios existentes. Tareas que se asumen,
principalmente, desde los equipos de los Centros de Salud de Atención Primaria
(médico, enfermera y trabajadora social).
En el ámbito sociosanitario el grupo detectado como de riesgo por presentar una
probabilidad cinco veces mayor de requerir asistencia directa quedó definido por la
OMS (1974) por los siguientes factores de riesgo:
• Mayor de 80 años.
39
• Vivir solo/a.
• Mujer sola: viuda, soltera o separada.
• Residir en instituciones no controladas.
• No poder desarrollar A.V.D. por incapacidad física o mental.
• Alta hospitalaria reciente.
• Pérdida del cónyuge recientemente.
En años posteriores se han agregado a estos factores otros como los bajos
recursos económicos, la falta de ayuda formal o informal, las viviendas con difícil
acceso o en malas condiciones de habitabilidad y la claudicación del cuidador. Otra
definición de la persona mayor frágil o de alto riesgo se recoge en los Criterios de
Ordenación de Servicios para la Atención Sanitaria a las Personas Mayores elaborados
por el INSALUD en colaboración con la S.E.G.G. Se aportan como factores a tener en
cuenta:
• Reciente cambio de domicilio (menos de un año).
• Patologías que provocan incapacidad funcional: caídas, déficit visual e
hipoacusia, depresión, trastornos cognitivos, toma de más de tres fármacos y
prescripción reciente de psicofármacos, antihipertensivos, antidiabéticos,
anticoagulantes.
Desde la Dirección de Atención Primaria y Salud Mental de Navarra se
establecieron en el año 2000 como principales factores de riesgo que determinan la
fragilidad en las personas mayores los diez recogidos a continuación:
1- Soporte social/familiar deficitario
2- Tener 80 o más años
3- Caídas
4- Déficit sensorial
5- Incontinencia urinaria
6- Pérdidas de peso
7- Deterioro mental
8- Hospitalización
9- Polimedicación
40
10- Patología crónica
En todas estas clasificaciones se constata que los determinantes de la exclusión
son sociosanitarios y no solo médico-sanitarios. Los síndromes geriátricos están
asociados, en síntesis, a la edad, una etiología multifactorial (enfermedades médicas y
psiquiátricas), un declinar funcional y un deficiente entorno social (soledad, bajo nivel
cultural, escasos ingresos económicos, etc.) que aumenta la vulnerabilidad y la
mortalidad. Algunos datos de referencia son:
• Las limitaciones por motivos médicos se deben, sobre todo, a problemas
osteoarticulares (artrosis, osteoporosis, fracturas), cardiovasculares
(trastornos de la circulación, ictus cerebral, procesos coronarios), deterioro
sensorial (alteraciones de la vista, de la audición) y neurodegenerativos
(demencias, Parkinson, etc.).
• En torno al 15% de las personas mayores sufre algún tipo de trastorno de
ansiedad: 8% fobia específica y 7% trastorno de ansiedad generalizada. Estos
trastornos tienen más síntomas somáticos que psicológicos, por lo que
empeora la calidad de vida, el estado general de salud y la situación funcional
de la persona mayor.
• Solo el 5% de las personas con baja visión en España está atendido. La
mayoría de personas con baja visión son mayores de 65 años, viven solos/as y
necesitan cierta autonomía para realizar tareas como leer, coser, cruzar la
calle, cocinar, etc.
• La deshidratación es una de las causas más frecuentes de hospitalización entre
las personas mayores. Esta situación se produce con más frecuencia entre las
personas mayores de 85 años o/y aquellas que viven solas.
• El 35% de las personas mayores presenta obesidad, sobre todo como
consecuencia de una dieta inadecuada. Las personas que viven solas tienden a
saltarse comidas y sus dietas son más monótonas por pereza y falta de
controles externos, de ahí el sobrepeso y la obesidad.
• Caídas, intoxicaciones y quemaduras representan los principales accidentes
domésticos entre las personas mayores. Sufrieron caídas en el último año un
41
14,7%, cortes un 4,5%, quemaduras un 1,3% e intoxicaciones un 1,2%.
(MAPFRE, 2008).
Sobre la accidentalidad de las personas mayores, tanto dentro como fuera del
domicilio, es posible afirmar que la mayoría hace referencia a caídas y, entre ellas, a
nivel del suelo. A medida que aumenta la edad, también lo hacen las caídas, tendencia
contraria a la que se produce en el resto de accidentes
Accidentes de personas mayores en España por grupos de edad (%)
Edad Caída a desnivel
Caída nivel del suelo Quemadura Golpe
Accidente de tráfico Otros
65-74 años 21,4 50,87 9,89 6,25 7,35 10,92 75 y más 26,81 67,04 4,07 5,35 2,92 5,23
Fuente: Encuesta Nacional de Salud, 2006 (2008).
En cuanto a lesiones diversas (quemaduras, golpes y otros) e intoxicaciones,
desde la Dirección de Atención Primaria de Salud de Navarra ya se alertaba en el año
2000 sobre su relación con la polimedicación entre las personas mayores. Se estimaba
que entre un 5% y un 15% de los ingresos hospitalarios de las personas mayores de 80
años en la Comunidad Foral estaban provocados por dicha polimedicación. Este tipo de
accidentes está más extendido entre las mujeres de todas las edades por encima de los
65 años, aunque se incremente de manera significativa entre las mayores de 80 años.
Como veremos en el siguiente apartado, son también las mujeres las que permanecen
solas más tiempo en su propio domicilio.
4.2.1. Detección de situaciones de exclusión: datos y valoración desde un centro
hospitalario
La Unidad de Rehabilitación de San Juan de Dios nos ha facilitado una serie de
datos que nos pueden acercar a la atención sociosanitaria en el ámbito hospitalario y a la
detección de casos que pueden calificarse “en situación de exclusión”. Las personas que
pasan por esta Unidad encajan en el contexto sociodemográfico actual, es decir, una
población hospitalaria de enfermos de edad avanzada.
Lo que le diferencia es que vienen derivados de un hospital de agudos una vez
superada esta fase y suelen tener una pluripatología de base, con necesidad de
recuperación más prolongada (clínica y motora) tras una enfermedad aguda. Este
diagnóstico se completa con información sobre sus formas de convivencia, condiciones
42
de la vivienda y la ayuda formal previa. Con toda la información recogida por la
responsable de la Unidad se consolida una recuperación global y se prepara el alta, lo
que conlleva asesoramiento en el manejo de la situación y ayuda en la gestión de
recursos sociales, junto con el profesional correspondiente.
Como se recoge a continuación, el 88% de las personas atendidas en la Unidad
tiene más de 65 años, siendo la cohorte de edad más numerosa la de 75 a 84 años. El
30% vive, antes del ingreso, con hijos/as y, con una representación similar con el
cónyuge o solo/a (22%). El destino varía a la salida. Se reduce notablemente la vuelta al
domicilio propio o de un familiar y adquiere más relevancia la opción de la residencia
para personas mayores y la permanencia en el domicilio.
Representación proporcional de las personas atendidas en la Unidad de Rehabilitación
del Hospital San Juan de Dios de Pamplona (2007)
Edad % Convivencia Previa % Destino al Alta % < 65 12 Hijos/as 30 Domicilio 51 65-74 16 Cónyuge 22 Siguen Ingresados 5 75-84 42 Solo/a 22 Residencia 13 85-94 27 Hermanos/as 9 Otro Centro Hospitalario 10 > 95 3 Cuidadoras 6 Fallecimiento 6 Otros Familiares 5 Otros 15 Residencia 3 Otros 3
Fuente: Unidad de Rehabilitación del Hospital San Juan de Dios.
Se han detectado, en ocasiones, personas que no aceptan su alta médica porque
prefieren permanecer en el hospital, en San Juan de Dios o en otro, antes que volver al
domicilio. Estas peticiones parecen encubrir otras problemáticas familiares no siempre
fáciles de determinar o de conocer, ya que se suelen exteriorizar cuando se deben otras
circunstancias como los problemas económicos o las barreras arquitectónicas en el
domicilio.
De las personas atendidas (466 entre enero y noviembre de 2007) la mitad tenía
bañera en lugar de ducha y una cifra similar, escaleras para acceder a ella, teniendo
ambas barreras solo algunos casos.
Esta reticencia para regresar al domicilio de procedencia llama más la atención
si valoramos la capacidad/dependencia funcional al ingreso y a la salida de la Unidad.
Al ingreso, el 76,6% presenta dependencia total o severa (Índice de Barthel). Al alta se
ha reducido al 26%.
43
Profundizando algo más, se ha tomado como muestra enero de 2008. De las 80
personas atendidas en la Unidad de Rehabilitación, 17 presentaban riesgo de
aislamiento-exclusión social, lo que significa el 21%. Con el diagnóstico: problema
social, llegaron 9 de ellas derivadas de otros centros hospitalarios y a las otras 8
personas se les detectó durante su hospitalización en San Juan de Dios. Datos de interés:
• Son mujeres el 71%.
• Por grupos de edad: 29% menores de 65 años, 12% de 65 a 79 años y 59%
mayores de 80 años.
• Un 82% vive solo/a o con alguien de la misma generación: 34% solas/os,
24% con cónyuge y 24% con hermanos.
• La mayoría tienen en sus viviendas barreras arquitectónicas, sobre todo
escaleras.
• Sólo 2 casos presentan un elevado consumo de alcohol.
• Todos han ingresado por problema sanitario salvo un caso de sobrecarga
familiar en un enfermo con Alzheimer.
• La mayoría presenta 3 o más patologías crónicas, sin incluir problemas
sensoriales, además de trastornos en la marcha.
Como se recoge en la distribución proporcional de patologías, aunque se
establezca una patología principal, se diagnostican patologías asociadas que dificultan la
recuperación y determinan, en particular, la calidad de vida y las relaciones sociales que
va a tener la persona mayor al salir del Hospital.
Distribución proporcional de las patologías principales y asociadas de las
personas atendidas en la Unidad de Rehabilitación de San Juan de Dios de Pamplona
(2007)
Patología Principal % Patología Asociada % Traumática 33,7 Caídas repetidas 23,1 Neurológica 23,4 Diabetes 23,2 Sd Inmovilidad 36,1 Tr.Cognitivo-Conducta 19,0 Oncológica-CP 5,8 P.Articular degenerativa 14,2 Amputaciones 1,1 EPOC 6,8 100 Parkinson 5,1 Secuelas Ictus 4,8 Obesidad mórbida 3,8
Fuente: Unidad de Rehabilitación del Hospital San Juan de Dios.
44
Como ha quedado enumerado, en torno al 21% de las personas mayores que son
atendidas en la Unidad de Rehabilitación de San Juan de Dios se hallan en situación de
exclusión. Una cifra, en principio, no muy importante desde el punto de vista
cuantitativo, pero sí cualitativo. Nos sitúa ante la problemática de unos escenarios
sociales y espaciales exclusógenos para la propia persona, y ante una serie de
debilidades y carencias de los servicios y la atención sociosanitaria. Se nos ha apuntado
como tales:
• Identificación de vulnerabilidad con pobreza económica.
• Simplificación o falta de reconocimiento de la complejidad de la “vejez
necesitada”.
• Prestar más atención a las circunstancias que a la persona que las padece y no
lograr un abordaje global de los problemas.
• No compartir o derivar a las familias ciertas responsabilidades de cuidados
complejos.
• Confundir control con bienestar.
• Limitada adaptación entre necesidades y recursos.
• Culpabilizar a los afectados.
4.2.2. Salud Mental
Según el Departamento de Salud, el menor porcentaje de pacientes en salud
mental corresponde a los mayores de 64 años. En 2005 representaban el 12,3%, frente al
19% de los menores de 16 años y el 68,7% de los adultos. Cifras como estas nos sitúan
ante la atención en salud mental de personas mayores. Entre las limitaciones del sistema
de atención hemos recogido de los informantes:
• Serias dificultades para ingresar en el Hospital de Día Psiquiátrico.
• Plazas limitadas en los centros psicogeriátricos.
• Los destinatarios de la información y del consentimiento informado son los
familiares y no las personas mayores.
45
• Falta coordinación sociosanitaria a la hora de elaborar una sola lista de espera
en la asignación de recursos.
• Se envían enfermos psiquiátricos a residencias no especializadas, lo cual
redunda en la calidad de la atención de los enfermos mentales y de los no
enfermos.
• La rehabilitación psicosocial no se destina de manera activa a mayores de 65
años, cuando son visibles sus resultados sobre la calidad de vida y estado de
salud.
Desde un punto de vista más sociológico, se apunta la diferente actitud que se
manifiesta hacia la persona que se hace mayor teniendo una enfermedad mental que
hacia quien desarrolla una enfermedad mental cuando ya es mayor. Entre quienes
desarrollan enfermedades mentales antes de cumplir los 65 años, la respuesta social y
médica está más mediatizada por el diagnóstico o diagnósticos que se han ido dando a
lo largo de su vida. Desde hace menos de una década se ha detectado que estas personas
también van llegando a edades cada vez más avanzadas y que los recursos a los que
tenían acceso no estaban pensados para seguir atendiendo después de cumplir los 60 ó
65 años. Esta inquietud que han mostrado profesionales, familiares y personas con
enfermedades mentales crónicas están exigiendo respuestas desde las administraciones
públicas y desde las entidades que, hasta ahora, se encargaban de su atención. Por
ejemplo, ANASAPS es una de las entidades que prevé ampliar a corto plazo su
actividad más allá de los 65 años, por cuanto ya cuenta con miembros de la Asociación
que están alcanzando esa edad (6% tienen más de 60 años).
En cuanto a las personas que desarrollan una enfermedad mental cuando ya son
mayores de 65 años, la propia persona mayor se muestra reacia a acudir a una atención
especializada en salud mental por las connotaciones sociales y culturales que para ellas
tiene, en tanto que sus familiares no dan importancia, si no genera conflictos, al
deterioro mental por considerarlo “propio de la edad”.
Es más, está bastante generalizado, incluso entre profesionales de la salud,
considerar que es “normal” que las personas mayores afectadas por enfermedades
cerebrales, que disminuyen el rendimiento cognitivo, y quienes alcanzan edades
avanzadas sufran alteraciones emocionales y se encuentren depresivas. Es normal en la
medida que estas enfermedades implican un riesgo vital, un alto grado de incapacidad y
46
son progresivas. Este tipo de valoraciones solo contempla los factores psicosociales y,
de esta forma, se produce un “nihilismo terapéutico” que afecta significativamente la
calidad de vida de las personas mayores y la propia duración de su vida. Sin embargo,
se ha demostrado que hay una buena respuesta ante el empleo de fármacos
antidepresivos (J.A. Martínez-Larrea, 2000).
Los geriatras consultados afirman que las depresiones están infradiagnosticadas,
ya que se las define como demencias cuando no lo son. Estos diagnósticos tienden a
provocar un mayor grado de dependencia y, en ocasiones, a no evitar suicidios, casi
siempre consumado por precipitación (búsqueda real de la muerte). En todos los casos
es muy importante, según los geriatras, que la persona mayor se sienta querida,
comprendida y acompañada, además de disponer de una perfecta atención sanitaria y
unos buenos recursos sociales.
Una aproximación cuantitativa a los trastornos depresivos que afectaban a las
personas mayores nos la proporciona un estudio de J.A. Martínez-Larrea (2002) quien
afirma:
• En torno al 10% de las personas mayores que viven en sus domicilios sufre
trastornos depresivos.
• Entre el 15 y el 35% de los que viven en residencias geriátricas.
• Entre el 10 y el 20% de los que son hospitalizados.
• En torno al 40% de los que padecen un problema somático y están en
tratamiento por ello.
• El 50% de las hospitalizaciones de personas mayores en Unidades de
Psiquiatría Hospitalaria.
En la población con síndromes geriátricos se produce una alta incidencia de
trastornos que asocian síntomas depresivos y deterioro cognitivo. Así, por ejemplo, la
incidencia de la depresión en personas con Parkinson se ha estimado en torno al 40%,
entre quienes han sufrido un ictus entre un 30 y un 50%, y entre quienes tienen
Alzheimer entre el 10 y el 20%.
Para aproximar estos datos a lo que significan en la práctica, en este año 2008 el
número de personas diagnosticadas de Alzheimer en Navarra se estima en torno a las
10.000 y se espera lleguen a las 14.000 en el año 2022. En cuanto al Parkinson, este
47
mismo año las cifras oficiales eran de 1.674 casos. Tanto en un caso como en otro
predominan las personas con más de 70 años, aunque cada vez aparecen más personas
diagnósticadas entre los 50 y 65 años.
Admitiendo que no es sencillo el diagnóstico de depresión en personas con
deterioro cognitivo (demencias, por ejemplo), todo induce a que se han de tomar en
consideración parámetros externos como la historia personal y familiar, el curso de la
enfermedad, las correlaciones biológicas y la respuesta al tratamiento, para poder
diagnosticar adecuadamente las depresiones.
Se ha recogido también una cuestión que es extensible a diversas enfermedades
que afectan con mayor intensidad a las personas mayores. Nos referimos al retraso o la
tardanza con la que se diagnostican, por ejemplo los casos de Alzheimer y Parkinson. El
retraso ya se inicia en la Atención Primaria de Salud, por cuanto no se derivan con
rapidez a los médicos especialistas. Al no valorarse como urgentes, el diagnóstico y
tratamiento se tardan en dar y lo mismo ocurre con el seguimiento que se hace desde
neurología y otras especialidades.
4.2.3. Recursos sociosanitarios:
Hablar de recursos sociosanitarios como tales no parece ser acertado, por cuanto
no está claro el espacio compartido más allá del intercambio de información. Hay unos
recursos sanitarios universales y unos recursos sociales en función de necesidades
baremadas. Lo más cercano, a juicio de la doctora Caballín, pueden ser “las ayudas a la
gran dependencia que contemplan problemas individuales sanitarios y sociales, y las
residencias geriátricas”. Junto a los servicios y prestaciones incluidas en la Cartera de
Servicios Sociales de Navarra destinados a personas en situación de dependencia y de
los recursos de atención primaria de salud y de servicios sociales, a continuación se
presenta el listado de los principales recursos sanitarios especializados:
� Recursos especializados en salud:
Hospital de Navarra
Hospital Virgen del Camino
Hospital García Orcoyen de Estella
Clínica Ubarmin
48
Hospital Reina Sofía de Tudela
Clínica Universitaria de Navarra (concertado)
Clínica Arcángel San Miguel (concertado)
Hospital San Juan de Dios (concertado)
Clínica San Fermín (concertado)
� Recursos en salud mental:
- Centros de Salud mental: Tudela, Estella, Tafalla, Burlada y Casco Viejo,
Milagrosa, Ermitagaña, San Juan y Rochapea en Pamplona.
- Hospitales de Día en el Hospital de Navarra en Pamplona y en el Hospital
Reina Sofía en Tudela
-Centro de Día psicogeriátrico:
Centro Psicogeriátrico San Francisco Javier
Fundación Argibide (concertado)
- Residencias asistidas para enfermos mentales:
Clínica Psiquiátrica Padre Menni (Concertado)
Centro Hospitalario Benito Menni (Concertado)
-Unidad de Hospitalización psiquiátrica:
Unidad de Hospitalización Psiquiátrica del Hospital de Navarra
UHP Media Estancia Padre Menni (concertado)
Centro Psicogeriátrico Josefina Arregui (concertado)
4.3. Factor Convivencial: formas de convivencia, redes familiares y
sociales, y conflictos
La forma de convivencia constituye una fuente de información inestimable
como indicador del nivel de competencia de las personas mayores y del nivel de riesgo
de exclusión. Situación de exclusión que se dibuja cuando hablamos de personas
49
mayores de 80 años que viven solas, con problemas de salud y carecen de suficientes
redes de apoyo familiar y social.
El número de personas mayores que viven solas ha tendido a aumentar en las
últimas décadas. Pero no es lo mismo vivir solo que la soledad, aunque en numerosas
ocasiones vayan unidas. La soledad supone un empobrecimiento de la calidad de las
relaciones sociales.
En páginas anteriores se ha indicado como a medida que aumenta la edad,
también el número de viudas. El estado civil de la población nos informa de que, en la
mayoría de los casos, los varones tendrán quien les atienda si caen en situación de
dependencia cuando la salud falle, en tanto que las mujeres tendrán muchas más
dificultades. Es de sobra conocido que la cifra de esposas cuidadoras es muy superior al
del varón cónyuge cuidador, y en caso de viudez femenina, obviamente, las mujeres
acuden a las hijas, mayoritariamente, los hijos y otros familiares, si los tienen. Ahora
bien, antes de acudir a estas ayudas, las mujeres permanecen en sus domicilios solas.
Existe un riesgo de soledad entre las mujeres de edad que persistirá en el tiempo
y no ocurrirá con los varones. La vida en soledad a estas edades se produce por un
proceso familiar y demográfico (nido vacío, viudez). Es una alternativa no buscada, no
voluntaria, al contrario de lo que sucede con los hogares unipersonales en otros grupos
de edad. La existencia de alta proporción de personas de edad que viven solas motiva
una mayor presión sobre los servicios formales comunitarios o de mercado cuando
aparece la dependencia. También es un factor que puede hacer aparecer o agravar
determinadas enfermedades y sufrir aislamiento social.
La cifra de personas mayores que viven solas se situaba en 1998 en el 16,2% de
los mayores y en 2005 en el 18,41%, si bien con unas fuertes diferencias por sexo:
25,9% de las mujeres de edad viven solas y sólo un 10,8% de los varones (INE). En este
año el 47,2% de las personas que vivían solas en España tenía más de 65 años.
Desde 1991 se dibuja en Navarra una clara tendencia a aumentar el número de
hogares y personas mayores que viven solas. En ese año era el 11,3%, pasando al 15%
en 1996, al 16,33% en 2000 y al 19,2% en 2005.
Según las Encuestas de condiciones de vida en Navarra (2001 y 2007), en torno
al 80% de las personas mayores en Navarra convivían con otra persona en 2001 y al
70% en 2007. Las formas de convivencia más habituales en estos casos son en pareja
50
(38,4% y 33,8%) y con ésta e hijo/s (14,6% y 17,9%). Las otras opciones más
representadas son en una vivienda sola/o (21,4% y 31,6%) y en “otros tipos de hogar”
(17,5% y 10%). Como puede observarse, los cambios más importantes en los hogares
de las personas mayores se han dado en estos dos tipos de hogares.
Estructura del Hogar donde residen las personas mayores y el total de población en
Navarra (2001 y 2007)
2001 2007
Hogares >65 años Total Hogares Hogares >65 años Total Hogares
Persona sola 21,4 9,2 31,6 18,2
Pareja sin hijos 38,4 17,5 33,8 20,4
Pareja con hijos 14,6 49,1 17,9 41,7
Monoparental 6,0 5,4 5,8 5,1 Pareja con hijos y algún padre/madre 2,2 3,8 2,3 4,6 Otros tipos de hogar 17,5 15 8,5 10,0
Total 100,0 100,0 100,0 100,0
Fuente: Encuesta de Condiciones de Vida (2001) e IEN (2008).
Según los datos del Censo de Población de 2001, del 17,15% de personas
mayores que viven solas, 12,75% eran mujeres y el 4,4% hombres. Ahora bien, eran
mujeres el 74% de las personas mayores que viven solas y el 26% restante hombres. En
gran medida podemos extrapolar estas afirmaciones a la actualidad. Según los datos
oficiales del INE de personas mayores en Navarra y España por sexo, se confirma la
feminización del hogar con una persona mayor de 65 años. Además se constata el
aumento a permanecer solo en el domicilio tanto en hombres como en mujeres, aunque
todavía los primeros no alcanzan los porcentajes medios del conjunto de España y las
mujeres lo sobrepasan. Conviene llamar la atención sobre el fuerte aumento de las
mujeres que viven solas en los últimos cinco años (casi cuatro puntos porcentuales).
Todo apunta a que vivir sola/o por iniciativa propia o voluntaria es una opción mucho
más extendida entre las mujeres viudas y solteras que entre los hombres (A. Alfageme,
1999).
51
Porcentaje de personas mayores de 65 años que viven solas por sexo en Navarra y
España (2000 y 2005)
2000 2005 España Navarra España Navarra Hombres 8,11 7,64 9,66 9,37 Mujeres 23,5 22,8 24,9 26,52
Fuente: INE. Indicadores Sociales (2006).
Desde los Servicios Sociales de Base de Navarra se atiende a 18.434 personas
mayores, lo que representa 29,2% del total de usuarios. De estas personas mayores un
31,1% viven solas, es decir, 5.726 personas mayores. Por grupos de edad y sexo la
distribución que se registra informa que el 63,52% tiene 80 ó más años y de las personas
de 65 a 79 años el 70,1% son mujeres y de 80 y más años el 82%. Es decir, un tercio de
las personas mayores que acuden a los Servicios Sociales de Base vive sola y esa
modalidad de hogar está especialmente extendida entre las mujeres y, en particular,
entre las mayores de 80 años. La mayor esperanza de vida de las mujeres, como quedó
expuesto en otro apartado, y sus habilidades para poder permanecer en su domicilio
justifican estas cifras, lo que no quiere decir que siempre estemos ante decisiones
adoptadas de forma voluntaria.
Personas mayores de 65 años que viven solas por grupos de edad y sexo y son usuarias
de los Servicios Sociales de Base de Navarra (2007)
Grupos de edad Hombres Mujeres No consta Total 65 – 79 años 616 1.464 9 2.089 = > 80 años 589 2.982 66 3.637 Total 1.205 4.446 75 5.726
Fuente: Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno de Navarra.
A las diferencias por sexo en la distribución de las personas mayores que viven
solas se suman las diferencias por zonas geográficas. Si tomamos de nuevo la estructura
de los hogares en Navarra (2001), observamos que los resultados están en relación a la
tasa de envejecimiento y a la tasa de feminización de cada Área. Por sexo y al margen
de la ya expuesta feminización de este tipo de hogar, indicar que en la Comarca de
Pamplona y en Pamplona se recogen los porcentajes más bajos en el caso de los
hombres, y en la Navarra Noreste y Estella los más altos. Por su parte, los hogares
unipersonales femeninos se concentran, sobre todo, en Tafalla y Estella, localizándose
52
los porcentajes más bajos en la Comarca de Pamplona y la Navarra Noroeste. Razones
de naturaleza histórica, demográfica y socio-económica explican esta distribución.
Porcentaje de hogares compuestos por personas mayores solas respecto del total de
hogares en Navarra por Áreas de Servicios Sociales (2001)
Hombre >65 años Mujer >65 años Noroeste 3,05 5,38 Noreste 4,04 6,84 Estella/Lizarra 3,34 8,08 Comarca Pamplona 1,20 2,66 Tafalla 2,98 8,22 Ribera 2,43 7,81 Pamplona 1,67 7,11 Total 2,22 6,46
Fuente: Censo de Población y Viviendas (2001) y elaboración propia.
Datos más recientes son los facilitados por el Departamento de Asuntos Sociales
del Gobierno de Navarra. En la tabla de personas mayores usuarias de los Servicios
Sociales de Base que viven solas se detectan variaciones en las direcciones apuntadas
anteriormente para el año 2001. En la mayoría de los Servicios Sociales de Base son
más numerosas las personas que viven solas mayores de 80 años. Tan solo se registran
cuatro excepciones en las que hay más número de personas de 65 a 79 años. Son los
Servicios de Etxarri-Aranatz, Isaba, Noain y Egües. En Huarte la distribución es
equitativa entre los dos grupos de edad y en Leitza prácticamente también.
En este punto quisiéramos llamar la atención sobre los casos de Buñuel,
Lodosa/Mendavia y Valtierra. Estos tres Servicios Sociales también sobresalían por el
número de perceptores de pensiones no contributivas. A ellos habría que añadir Corella,
Sangüesa y Villatuerta.
Personas mayores de 65 años en Navarra que viven solas por grupos de edad y
Servicios Sociales de Base, de los cuales son usuarias (2007)
Servicios Sociales de Base 65 – 79 años 80 o más años Total
Altsasu/Alsasua 12 32 44 Allo 51 89 140 Ancin-Amescoa 43 84 127 Aoiz/Agoitz 20 48 68 Los Arcos 7 28 35 Artajona 48 53 101 Auritz-Burguete 4 6 10 Barañain 35 49 84
53
Berriozar 30 25 55 Buñuel 168 191 359 Burlada 34 41 75 Carcastillo 34 52 86 Cascante 24 89 113 Cintruénigo 56 87 143 Cizur 16 30 46 Corella 76 183 259 Doneztebe/Santesteban 34 49 83 Elizondo 3 5 8 Estella/Lizarra 78 121 199 Etxarri-Aranatz 26 24 50 Huarte 15 15 30 Irurtzun 30 56 86 Isaba 9 4 13 Leitza 11 12 23 Lesaka 16 35 51 Lodosa 87 155 242 Noain 24 19 43 Olite 51 107 158 Orkoien 13 32 45 Pamplona/Iruña 420 820 1.240 Peralta 60 92 152 Puente La Reina/Gares 24 57 81 Salazar 3 17 20 San Adrián 50 105 155 Sangüesa 62 127 189 Tafalla 57 120 177 Tudela 164 217 381 Ultzama 5 9 14 Valtierra 40 109 149 Viana 35 57 92 Villatuerta 70 123 193 Villava/Atarrabia 39 56 95 Aranguren 2 5 7 Egües 3 2 5
TOTAL 2.089 3.637 5.726
Fuente: Departamento de Asuntos Sociales del Gobierno de Navarra.
Como hemos anotado, vivir solo no es lo mismo que vivir en soledad, que
sentirse solo. La soledad de los mayores es una de las situaciones de riesgo de
vulnerabilidad y marginación más importantes. Es una realidad que viene favorecida por
diferentes factores como son la retirada del ámbito laboral y, con ello, el debilitamiento
e incluso desaparición de las relaciones sociales, de diversas formas de participación en
la vida, junto al desarrollo del sentimiento de desvalorización y dependencia.
54
Dependencia no entendida desde la óptica médica, sino social, es decir, la
interdependencia que caracteriza toda la vida pierde la reciprocidad en el intercambio
(J.J. López, 1992). La soledad significa, por tanto, un empobrecimiento de la calidad de
las relaciones sociales.
Un segundo factor es la defunción del cónyuge. La viudedad suele ser el
principal desencadenante del sentimiento de soledad, dando paso a problemas de
adaptación emocional, de gestión del tiempo, de las dinámicas domésticas y sociales y,
como no, a problemas económicos y materiales (J. Iglesias, 2001). Desde foros como
ForumLibertas se afirma que, en el caso de las viudas, se “quedan solas por partida
doble”. Solas por la pérdida del marido y “más solas al tener que reducir su vida social a
la mínima expresión debido a los bajos ingresos”. Así, en estos casos pueden converger
la soledad resultante de un asilamiento afectivo y la ligada al aislamiento social.
Esta pérdida del cónyuge también se haya en la base del deterioro de la
autoestima y, en ocasiones, de otras dos crisis asociadas al envejecimiento: de
autonomía y de pertenencia. La primera viene dada por el deterioro del organismo y de
las posibilidades de desenvolverse en las actividades normales de la vida diaria. Así nos
acercamos a un factor de riesgo como es la enfermedad. Al igual que la enfermedad
puede estar en el origen del asilamiento y del sentimiento de soledad, tanto uno como el
otro pueden serlo también de una enfermedad. Por ejemplo, la soledad puede debilitar el
sistema inmunológico, favorece los dolores de cabeza, problemas digestivos y del
sueño, y puede ser la antesala de otros problemas psicológicos. Así, soledad y
enfermedad interactúan bidireccionalmente.
La crisis de pertenencia se experimenta por la pérdida de roles (laboral,
conyugal, familiar) y de grupos. El hecho de no poder contar con nadie en caso de
necesidad (amistades, vecindario y familiares), de no realizar actividades placenteras
junto a otras personas o el alejamiento de la familia agrupan a otros factores que pueden
desencadenar el sentimiento de soledad. Los cambios experimentados en la estructura,
tipología y relaciones en la familia, no le han quitado su función de referencia como
espacio de relación intergeneracional. La escasez de relaciones percibidas, sobre todo
las familiares, incrementan el sentimiento de soledad.
Por último apuntar que existen otros factores que contribuyen al aislamiento y la
soledad como son los prejuicios sobre la vejez. Prejuicios como la infantilización de
las personas mayores, no tener experiencias ni necesidades sexuales, ser inútil, estar
55
anticuado, ser dependiente, sentirse solos y aislados en un mundo que no entienden, les
amenaza y arrincona. Si bien es cierto que las personas mayores se adaptan a los
cambios de forma más lenta, su experiencia, capacidad para relativizar, el juzgar de
forma más objetiva, entre otras cualidades, les facilita ese proceso de adaptación al
envejecimiento, la realidad social y económica, etc.
Según un estudio del CIS, en 2005 los principales motivos de discriminación
entre las personas mayores de 61 años eran, por este orden, “ser viejo” (13,8%), “ser
pobre” (8,2%), “ser inmigrante” (8%) y “no tener suficiente educación” (4,7%). Esta
misma fuente afirma en 2008 que sólo el 24% de españoles considera que la sociedad se
comporta bien con las personas mayores de 65 años. Rechazo, prejuicio y
estigmatización social son todavía situaciones vividas por las personas mayores.
Son numerosas las razones de una débil o escasa red familiar y social. Desde
una edad muy avanzada (han desaparecido por fallecimiento sus contactos y relaciones
familiares) o un traslado de localidad hasta un carácter, una personalidad, poco
favorable a la construcción de redes de apoyo. Pero no se han de olvidar otras muchas
circunstancias facilitadoras del aislamiento social. La doctora Caballín apunta:
• la dificultad de movilidad;
• los trastornos sensoriales, sobre todo la sordera;
• la capacidad funcional de las personas (I. Barthel);
• la medicalización de la vejez en la que prima el control sobre la búsqueda del
bienestar de los interesados.
Todas estas circunstancias tienen una gran importancia a la hora de plantear una
prestación de cuidados sociosanitarios encaminados al bienestar. Un bienestar que para
las personas de edad avanzada puede significar la compensación de las necesidades
físicas sin perder de vista unas expectativas biográficas que se han ido forjando a lo
largo de su vida en función de sus valores y vivencias personales.
Su importancia también reside en que pueden ser detonantes de situaciones de
aislamiento social, de dificultad en las relaciones familiares, de “secuestro” domiciliario
o de conducir a la institucionalización. La escasez o debilidad de las redes familiares y
sociales pueden devenir en un deterioro de las redes familiares que se traduce en ciertos
conflictos.
56
Los conflictos familiares pueden, en ocasiones, encontrarse en la base de
situaciones de negligencia y malos tratos. En estudios como los de T. Bazo (2001) se
ha comprobado que el ser mujer es un factor socio-cultural de riesgo de sufrir malos
tratos a lo largo de toda la vida, en particular malos tratos físicos y psicológicos. La
negligencia o falta de atención física y material, por su parte, ocurre más entre quienes
tienen dificultades o dependen de otras personas para vestirse, asearse y alimentarse.
También es posible detectar este tipo de situaciones cuando existen trastornos del
comportamiento por parte de la persona mayor.
Según la Encuesta “Violencia contra las mujeres” del Instituto de la Mujer, las
mujeres técnicamente maltratadas mayores de 65 años eran en 2006 el 6,9%, cifra
inferior a la de 2002, con el 8,2%. En Navarra se ha observado esta misma tendencia y,
así, en 1999 era del 9,8%, en 2002 el 10% y en 2006 el 8,1%. Estas cifras son muy
superiores a las que corresponden con “mujeres autoclasificadas como maltratadas”,
llegando a ser de hasta cinco puntos porcentuales (MTAS, 2007a).
Maltrato en los últimos 12 meses en España por grupos de edad de las personas
mayores de 65 años y en la población total de Navarra (2006)
HOMBRES MUJERES España De 65 a 74 años 1,27 2,73 De 75 y más años 1,01 0,87 Navarra Total 1,81
Fuente: Encuesta de Salud, 2006 (INE).
Las situaciones de dependencia económica, afectiva o física y, sobre todo,
aquellas en las que las personas mayores no se valen por sí mismas las vuelven
especialmente vulnerables al abandono y al maltrato. Resulta difícil conocer la
envergadura de esta violencia hacia personas mayores, aunque las cifras que se han
manejado en la primavera de 2008 desde medicina de familia reconocen unos 300.000
casos en toda España, un 5% aproximadamente del colectivo de mayores.
En los Servicios Sociales de Base se registraron, en 2007, 45 casos tipificados
como de desatención, malos tratos físicos o trato vejatorio. Cifra que supone el 0,24%
del total de usuarios mayores de 65 años atendidos en ellos. De esos 45 casos, 12
corresponden a hombres y 33 a mujeres.
57
Desde el Voluntariado Geriátrico han apuntado hacia la existencia de otros casos
en los que resulta difícil informar sobre problemáticas de abandono, dejadez o maltrato
encubierto por las limitaciones que imponen los familiares a cualquier intervención o
porque tapan, encubren, tales hechos.
Pero es posible encontrar otras formas de abuso más sutiles y que, en ocasiones,
no son valoradas como tales por ser una práctica tradicional y socialmente aceptada. Mª
Luisa Carasusán, desde el Observatorio del Mayor de Navarra, insiste en la invisibilidad
de estas formas abusivas de relaciones intergeneracionales en el seno de la familia.
Destacamos con ella como principales situaciones las dos siguientes:
• ‘Abuelas/os esclavas’: Se convierten en canguros de sus nietos, en un primer
momento, de forma temporal para prolongarse después en el tiempo y en horas
diarias de dedicación. Asumen una responsabilidad que les genera agotamiento
físico y psíquico, si bien asumen tales tareas como “obligación” con la familia,
reconociendo que sus hijos/as no valoran ese apoyo y tampoco cuentan con
ellas/os para tomar decisiones al respecto. En este sentido se pronuncian las
personas mayores que han colaborado en los grupos de discusión.
• ‘Abuelas/os golondrina’, que migran de piso en piso familiar porque son una
responsabilidad de la misma. Pero tal responsabilidad recaía, antes y ahora,
sobre unas mujeres adultas que tienen una vida laboral que no facilita esa tarea.
El reparto de “la carga de atención” que requiere la persona mayor ha suscitado
y suscita numerosas tensiones entre las hijas/os y entre estas/os y sus parejas.
Tensiones que desembocan, en numerosas ocasiones, en conflictos no siempre
bien resueltos. Se hace más visible entonces la debilidad de redes familiares y
la necesidad de buscar alternativas como el ingreso en un centro de día o en
una residencia, o bien la contratación de una persona ajena. Tales salidas las
acuerdan, como se lamentan numerosas personas mayores, sin contar con su
opinión, proponiendo tal solución como única para el bien de la familia.
Los conflictos familiares resultantes de circunstancias y factores socio-
económicos de amplio espectro pueden estar detrás de otras problemáticas de
marginación y exclusión como la de vagabundos, transeúntes, “sin techo”. Sin ahondar
en la cuestión en esta monografía, tan solo anotar una serie de datos que nos sitúan ante
una realidad que también afecta a la población mayor de 65 años, aunque de forma
58
limitada. Entre las personas traseúntes, en Pamplona en 2006 solo un 3% tenía más de
65 años (60 casos), siendo el 7,5% si se toma a los mayores de 61 años (170 casos). En
Tudela los transeúntes mayores de 61 años alcanzaban la cifra de 73 personas, lo que
supone algo más del 8% del total de transeúntes. Algo similar ocurre en el programa “A
cubierto” para la atención de personas sin hogar.
Como en Navarra, las personas sin hogar en España en 2005 (MTAS, 2007) se
caracterizaron por el fuerte predominio masculino. Algo más del 80% eran hombres, del
total el 48% eran solteros/as y el 35% personas divorciadas/separadas.
4.4. Residencial: Vivienda y alojamientos alternativos
Toda experiencia humana ocurre en un tiempo y en un lugar específico. Cada
edad también tiene sus escenarios, sociales y espaciales, por lo que resulta conveniente
conocer los lugares de la vejez. Esos diferentes escenarios espaciales en los que sucede
la interacción persona mayor-ambiente sociofísico resultan claves, por cuanto la persona
mayor sigue siendo un ser activo en un ambiente activo. Al igual que se han
experimentado cambios en la persona, también los principales escenarios en los que se
desenvuelve su vida ya no son los mismos ni son vistos o entendidos de la misma
manera. Los principales escenarios son las instituciones de atención y cuidado
(residencias, centros hospitalarios de media estancia, centros de día) y la vivienda.
La vivienda es el espacio donde se desenvuelve la vida de la práctica totalidad
de la población mayor (entorno al 94%), teniéndola en propiedad aproximadamente el
90% en Navarra. El resto de opciones residenciales se reducen al alquiler, a la vivienda
en propiedad de quien convive con la persona mayor y a residir en un establecimiento
colectivo. Los menores niveles de tenencia en propiedad de vivienda se registran en
Pamplona (89%), no siendo apreciables las diferencias entre el resto de áreas (I. Grande,
2001).
Estos datos informan que la práctica más habitual ha sido la opción de compra
de la vivienda, entre otras razones porque ha adquirido un valor sociocultural
complementario al económico que la convierte en un referente de protección ante
cualquier contratiempo. Estas viviendas tienen en Navarra un tamaño medio de 80 m2,
aunque las de 81 a 100 m2 aparecen como las más generalizadas entre las personas
mayores. A primera vista estas cifras reflejan unas condiciones de partida óptimas para
59
el desarrollo de una vida prolongada en el propio domicilio, incluso en caso de
fragilidad y dependencia.
Sin embargo, la tenencia en propiedad de la vivienda supone, en la mayoría de
los casos, que no ha habido adaptaciones significativas de la residencia a los ciclos de
vida y otras contingencias del núcleo familiar, cuando ésta envejece como sus
moradores, así como que se han consolidado lazos sociales a través de las relaciones de
vecindad. El peso de estos dos factores y el disfrutar de un domicilio con una superficie
que facilite ciertas comodidades, incide muy directamente sobre el grado de satisfacción
que cada persona tiene respecto de la vivienda en que reside. En líneas generales, ocho
de cada diez personas mayores manifiestan sentirse satisfechas o muy satisfechas con su
vivienda, lo que no significa que reúna las condiciones más idóneas para permanecer en
ellas de forma óptima.
Se olvida con frecuencia que las casas envejecen como sus moradores y que no
resulta fácil adecuarlas a las nuevas necesidades en función del número de miembros y
de las posibilidades de movilidad de quienes las habitan. Una vivienda inadecuada es,
en sí misma, un factor desencadenante de lesiones, dificultades de desenvolvimiento de
las relaciones sociales y, además, puede ser el principal motivo de ingreso en un centro
residencial.
La disponibilidad de baño completo, agua caliente, televisión, lavadora y nevera
ya superaba en el año 2001 el 95% de las viviendas de las personas mayores (tanto pisos
como casas). Pero la calidad y cantidad de los equipamientos no lo es todo. Habría que
incidir en que, en muchos casos, el tamaño de la vivienda no está acorde con el del
núcleo familiar. Es decir, una vivienda de más de 80 m2 para una o dos personas
mayores tan solo supone, a priori, un mayor trabajo y costes de mantenimiento.
Aunque cada vez son más las personas mayores que adaptan sus viviendas a las
características de sus moradores o bien optan por cambiarse de vivienda (esto último en
núcleos urbanos de mayor tamaño), no puede pasarse por alto que falta todavía trabajo
para adaptar las viviendas, por ejemplo, suprimiendo bañeras, reformando carpinterías
que amplíen huecos o con puertas correderas, barandillas en pasillos, suelos
antideslizantes, diversificación de circuitos de calefacción, etc.
Actualmente, las promociones de vivienda nueva incluyen ya como
equipamientos básicos los ascensores, pero todavía no tienen en cuenta ciertas mejoras
como: baños adaptados, ducha en lugar de bañera, terrazas utilizables, miradores, suelos
antideslizantes, etc., que mejorarían la calidad de vida de sus residentes, y no solo de los
60
mayores de 65 años. Pero el mercado inmobiliario margina, deja fuera, a las personas
mayores con ingresos medios y bajos a la hora de acceder a una vivienda. El actual
proceso de expansión urbanística, en suma, no está resolviendo adecuadamente el
acceso a la vivienda de algunos colectivos como el de los mayores que, teniendo una
necesidad, no pueden satisfacerla ni en régimen de alquiler ni de propiedad (G. Urdaniz,
2005).
Una actitud muy similar se encuentra en las entidades financieras, totalmente
reacias a conceder préstamos hipotecarios a mayores de 65 años. La alternativa diseñada
ha sido, desde 2005 sobre todo, la renta vitalicia o hipoteca inversa. Es una modalidad
de crédito con garantía inmobiliaria, es decir, un negocio por el cual una persona que
posee un inmueble recibe cada mes una renta, determinada por varios factores, y al
fallecimiento del propietario los herederos harán frente al pago del préstamo o la
entidad procederá a ejecutar la garantía (lo que puede traducirse en la venta del
inmueble para satisfacer la deuda). En 2007 se estimaba que unos tres millones de
personas mayores en España demandaban este tipo de crédito para incrementar sus
ingresos. La entrada en vigor de una nueva ley hipotecaria a finales de ese año ha
facilitado la expansión de este producto financiero junto con otros como la “vivienda
pensión”, “hipoteca pensión” o la “cesión para alquiler” de la vivienda a una entidad
tercera.
Ahora bien, estas fórmulas de entidades financieras, consultoras y aseguradoras
no se aplican a todos los propietarios de inmuebles. En unos casos se establecen
limitaciones por edad. En España se exige una edad mínima que suele rondar los 70
años de edad (74 en el caso de matrimonios), a partir de ahí la cantidad a percibir, en el
caso de las operaciones vitalicias no solo está determinada por el valor de la vivienda,
sino también por el tiempo que se prevea puede vivir el beneficiario. Ello no invalida
que no haya otros productos para propietarios de 65 a 70 años.
La naturaleza de todas estas medidas invalida las estrategias para completar
ingresos de aquellas personas mayores que no cuentan con inmuebles en propiedad y,
también, de quienes perciben las pensiones más bajas, al preferirse inmuebles urbanos
en ciudades de cierto peso en la zona y de tamaño medio. Quedan fuera, por tanto, de
nuevos cauces para incrementar los ingresos quienes más necesidad de los mismos
tienen.
Por lo expuesto, queda claro que las personas mayores en materia residencial no
siempre perciben las limitaciones y deficiencias que sus viviendas tienen para adecuarse
61
a sus condiciones de movilidad, ingresos económicos, servicios destinados a mejorar la
calidad de vida. Cuando se opta por el cambio, las limitaciones económicas personales o
familiares, o de las prestaciones públicas, invalidan esta reforma estructural de la
vivienda.
Como otras opciones se abren las viviendas tuteladas, comunitarias y las
residencias. Las primeras están teniendo una buena aceptación en los últimos años, pero
no son siempre accesibles por los requisitos exigidos. Su cobertura era en 2006 del 0,68
y ofrecían un total de 715 plazas (INBS, 2007).
La residencia es la opción menos deseada por las personas mayores por
múltiples razones como el precio de la plaza, el desarraigo, las connotaciones que la
rodean, el sentimiento de soledad, etc. La determinación de ingresar en un centro
residencial no siempre es una decisión libremente tomada y, tanto entonces como
cuando sí lo es, lleva aparejada separación, pérdida de vínculos y de ciertas libertades, y
renuncia a su entorno. A la persona mayor se le plantea por parte del médico,
descendientes, hermanos/as, trabajadoras sociales, etc., la conveniencia de vivir en una
residencia al presentarse limitaciones funcionales y cognitivas, debilidad en los apoyos
informales y/o formales, fragilidad. La persona mayor se ve obligada a reflexionar sobre
un futuro incierto, en tanto que sus familiares se interrogan sobre su responsabilidad en
la atención, capacidad económica, nuevas relaciones entre los diferentes miembros de la
familia, etc.
La percepción de pérdida se acrecienta cuando va acompañada de sentimientos
como el de estar agotados, asustados o enfermos. Pérdida, separación de vínculos, que
en ocasiones provoca ira, depresión o angustia. Angustia ante la pérdida o debilidad de
los vínculos familiares, sociales y espaciales (recuerdos materiales y físicos como
calles, plazas, bares, etc.). No cabe duda que lo que se acrecienta son los sentimientos
de vulnerabilidad y temor. Los efectos negativos de la institucionalización han sido
profusamente debatidos. Desde la disminución de la capacidad de adaptación, el
debilitamiento o la pérdida de contactos sociales, hasta la herida en el amor propio, las
alteraciones en las referencias espaciotemporales o el desarrollo de un fuerte
sentimiento de frustración (R. Mendía, 1991).
Desde hace dos décadas se está trabajando para paliar tales efectos negativos,
incidiendo en la aportación de estímulos que, además de suministrar cuidados y
asistencia, incidan en la rehabilitación y reactivación física y mental. Asimismo, se
62
dirigen los esfuerzos a lograr climas “familiares” en el propio centro y potenciar las
relaciones con la familia.
Según datos del Gobierno de Navarra, en 2006 se contaba con 5.571 plazas en
71 residencia, con una edad media entre los 75 y los 84 años, dependiendo de la
tipología del centro (INBS, 2007). La edad media aumenta a medida que también lo
hace el número de plazas para personas “severas y grandes dependientes”. La fuerte
tendencia a convertirse estos centros en espacios gerontológicos “abiertos, de desarrollo
personal y atención socio-sanitaria interprofesional en el que viven temporal o
permanentemente personas mayores con algún grado de dependencia” (MTAS, 2005),
ha supuesto su progresiva especialización en una atención médica y hostelera.
En la práctica se ha optado, ante “la concentración de riesgos” por el estado de
salud de la mayoría de las personas residentes, por medicalizar la atención. Esta
medicalización, a juicio de los expertos consultados, se produce por “carecer de
herramientas de valoración y de espacios de comunicación que aporten atención y
cuidados no sanitarios con alto grado de satisfacción de las personas mayores”.
Ciertamente, es el último recurso al que se opta. Un recurso que sigue caminando hacia
la mejora de la calidad en la gestión y atención, pero en el que todavía se detectan
ciertas carencias como la indicada y cuyos efectos son percibidos, por ejemplo, en el
trato que se da en los centros al cuerpo.
Los profesionales sociosanitarios entrevistados inciden en que no se respeta lo
suficiente el cuerpo de la persona mayor, cuando en él “se recoge toda una experiencia
vital y la dignidad de la persona” y, por tanto, no todos son iguales. Se ha simplificado,
protocolarizado, la atención perdiendo así la interacción profesional-persona mayor, el
conocimiento a través del diálogo, la empatía.
Hechos como este y la pérdida de la vida en sociedad contribuyen, sobremanera,
al desarrollo de sentimientos de soledad, a pesar del esfuerzo que se hace desde el área
de la animación sociocultural de cada residencia. El aislamiento emocional y real de la
sociedad tiende a acrecentarse cuando el estado de salud es muy precario y faltan
apoyos de familiares y amigos. Aunque no se dispone de datos cuantitativos, los/as
directores de algunas residencias navarras constatan en sus centros un número nada
despreciable de personas mayores que carecen de cualquier referente social fuera del
centro.
Por último, llamar la atención sobre una modalidad de exclusión que afecta a
todas las personas mayores que viven en una residencia. Nos referimos a una exclusión
63
de atención sanitaria pública. La atención médicosanitaria es un derecho universal y
gratuito. Este derecho se pierde en el momento en que se produce el ingreso en una
residencia. Se transfiere a la institución la responsabilidad de la atención sanitaria
primaria y al usuario y su familia la financiación de la misma. Esta misma
discriminación se detecta en el acceso a materiales médicos y de atención como pañales,
sondas, oxígeno, etc. La persona mayor en su domicilio, por tanto, no paga la atención
médica, de enfermería ni todos los materiales sanitarios que necesita. De esta forma, se
penaliza a las personas mayores institucionalizadas y sus familiares al tener que pagar
un sobre-precio en la plaza ocupada.
4.5. Participación y ciudadanía:
La persona mayor mantiene sus potencialidades al igual que la necesidad de
participar en todo tipo de actividades, ya sean sociales, en el entorno familiar y en el
comunitario. Su satisfacción nadie discute que adquiere una dimensión importante para
la mejora o el mantenimiento de la calidad de vida.
Delimitar el concepto de participación no es una tarea sencilla. Una primera
aproximación nos define participar como tomar parte en alguna cosa. Ahora bien,
podemos entender la participación como un derecho y una actitud de toda persona
encaminada a la mejora y transformación de una sociedad. Un derecho y una actitud que
se materializan en todos los ámbitos en los que se desenvuelve cualquier persona.
En opinión de varios representantes del Observatorio del Mayor de Navarra, es
posible detectar una escasa participación política y social por parte de las personas
mayores bien por falta de tradición en las generaciones que las componen como porque
no se promocionan a sus organizaciones reivindicativas.
Muy diferente es el apoyo público a las organizaciones que se centran,
básicamente, en actividades de ocio y cultura. En Navarra el 90,7% de las personas
mayores forma parte de algún club u hogar específico (2006), aunque quienes asisten y
participan en las actividades organizadas de forma regular no siempre supere a la mitad
de los asociados. El dato en sí es alentador, pero solo cubre una parte de lo que implica
la participación y ciudadanía. Otro dato disponible es su participación en entidades
sociales. Por ejemplo:
64
• Cáritas cuenta, aproximadamente, con unas 600 personas voluntarias en
toda Navarra con una media de 70 años;
• Voluntariado Geriátrico de Pamplona y Comarca tiene en “cartera” 247
voluntarios.
La invisibilidad de las problemáticas de las personas mayores, su limitado
acceso a la ciudadanía, su mínimo nivel de exigencia y de quejas, por cuanto sus
referencias históricas les colocan en una posición más óptima que hace unas décadas,
son síntomas de la escasa movilización de estas personas y de su situación periférica en
los procesos sociopolíticos y económicos generales.
En este sentido habrá que entender, siguiendo las apreciaciones formuladas por
varios miembros del Observatorio, la limitación de capacidad de acción de los Consejos
de Mayores. En más de una ocasión, han actuado de meras entidades consultivas sin
fuerza vinculante. Más importantes suelen ser las restricciones o prohibiciones en las
residencias a la divulgación de ciertas informaciones y propaganda relacionada con
actividades vinculadas a temas sociales, reivindicativos, políticos, etc., que les afectan a
las personas mayores que allí están. En estos casos no solo se limita la apertura del
centro hacia la comunidad, sino también el derecho a ejercer la ciudadanía.
Junto a los factores personales, culturales, sociopolíticos y de lugar de residencia
hemos de destacar otros factores espaciales de gran relevancia. Conviene destacar aquí
la degradación del espacio urbano y la presencia de barreras arquitectónicas y
sensoriales de todo tipo. Ambos factores inciden en el nivel de participación, grado y
percepción de seguridad en la movilidad de las personas y en el desarrollo de
actividades relacionales. Las diferencias por municipios en esta materia son acusadas,
no habiendo una correlación directa entre tamaño de la población e implementación de
medidas dirigidas a la corrección de barreras o zonas degradadas.
4.6. Por trayectoria vital: Sin cualificación laboral y bajo nivel
formativo o analfabetismo
Las trayectorias vitales de las personas mayores marcan los diferentes procesos
de envejecer. Cada persona envejece de una forma que es el resultado de una serie de
variables biopsicológicas, socioeconómicas y culturales. El reconocimiento de esta
65
realidad reafirma la heterogeneidad de la población mayor de 65 años, así como que
sus historias personales son determinantes de su situación presente.
Cabe en este punto llamar la atención sobre un dato a valorar en la exclusión,
aunque no siempre sea reconocido, como es el nivel formativo de las personas
mayores. La edad y el sexo marcan claras diferencias, ya que la experiencia vital de la
guerra y posguerra impidió alcanzar un nivel medio o alto a las actuales personas
mayores y, en el caso de las mujeres, su salida prematura del sistema educativo y del
mercado de trabajo agudizó su falta de formación académica y laboral. Las mujeres, por
tanto, se van a encontrar en una posición de “inferioridad”, de “dependencia obligada”,
toda su vida. Dependerán de los padres, el marido y, por último, de los hijos. Los bajos
ingresos económicos percibidos por su falta de experiencia laboral y dedicación a las
tareas domésticas y familiares, como ya se expuso, obligarán a estas mujeres a seguir
estrategias de supervivencia ya empleadas por sus predecesoras como:
• vivir con algún hijo/a soltero;
• vivir con la familia de su hijo/a;
• solicitar ayudas y servicios sociales;
• solicitar ayuda económica a sus hijos/as;
• compartir la vivienda con otro miembro de la familia (hermano/a);
• realizar tareas remuneradas, aunque encubiertas, ligadas a la atención de
menores o personas mayores y a las tareas domésticas.
Cada mujer mayor de 65 años tendrá que elegir después entre una o varias de
estas estrategias. Entre los hombres la situación de dependencia es menos aguda, pero
también recurren a varias de estas estrategias. Las razones por las que toman estas
opciones no están tan estrechamente ligadas a la precariedad o pobreza económica
como en las mujeres, si bien la baja cualificación profesional, en unos casos, y las bajas
pensiones de jubilación del régimen agrario y del de autónomos, en otros, inciden de
manera significativa en su toma de decisión.
El bajo nivel formativo, siendo un factor exclusógeno, no lo es tanto como el
analfabetismo. La media de analfabetos en España en el año 2005 era del 12,42%, en
tanto que en Navarra del 4,9%. Como se ha constatado en las entrevistas mantenidas,
cuanto menor es el nivel educativo y de formación menores resortes se habilitan para
66
superar las situaciones de precariedad, vulnerabilidad, discriminación y exclusión. En
este sentido, es posible establecer una relación inversa entre edad y nivel formativo. Es
decir, cuanta más edad tiene la persona mayor, más bajos son sus niveles de educación
básica y formación.
El inicio de la etapa de la jubilación hubiera sido un buen momento para
potenciar una mayor y mejor formación para las personas mayores. Según afirman
desde el Observatorio del Mayor de Navarra no se ha hecho esa labor, tan solo “se dan
cursos ocasionales y, las más de las veces, sobre materias secundarias”. Una revisión de
actividades programadas en cualquier municipio navarro nos sitúa ante concursos
diversos, viajes, fiestas, comidas de confraternización intermunicipal, cine, teatro,
manualidades, etc. Todas ellas de gran aceptación entre las personas mayores, sobre
todo, si son gratuitas. El pago total o parcial de las mismas introduce una limitación en
la participación y, en concreto, de las mujeres.
Pero este tipo de actividades no siempre dan respuesta a unas carencias
formativas de base que mantienen a estas personas en situación de dependencia de
otros miembros de la familia. Su autoestima, capacidad personal a la hora de tomar
decisiones, autonomía en el manejo de información, etc., se sienten fuertemente
resentidos. Es más, pueden dar lugar a sentimientos de inutilidad, “ser un estorbo”, solo
servir para algunas tareas domésticas y de atención a miembros de la familia.
La expansión del mundo digital y las nuevas tecnologías ha dejado en una
posición marginal a las personas mayores. En 2006, el 10,4% de los hombres mayores
de 65 años y el 5,1% de las mujeres de la misma edad había utilizado el ordenador en
los últimos tres meses en España, frente al 58% y 50% respectivamente de la población
total (INE/MTAS, 2007).
Navarra no es una excepción. Es cierto que se han puesto en marcha cursos de
formación sobre nuevas tecnologías, tanto en el medio rural como en el urbano, y que se
dirigen a mayores de 50 años. En la práctica, las personas mayores de 65 años están
escasamente representadas en estos cursos en los municipios medianos y pequeños por
falta de interés personal, no encontrar utilidad al manejo de aparatos o utensilios
sofisticados, no disponer de medios de transporte, tener ciertos temores, etc. No es
casual, por tanto, que se escuchen voces como las del Observatorio del Mayor de
Navarra, que llaman la atención sobre el analfabetismo digital de las personas
mayores. Una situación que aísla a estas personas de las decisiones, medidas,
67
información, entre otras cosas, que les pueden afectar directa o indirectamente, al igual
que limita sus opciones de participación social y política.
Comparando las nuevas tecnologías como sistema específico de comunicación
(telefonía móvil, TV digital, Internet) con los medios de masas tradicionales (televisión,
prensa, cine o radio), es posible detectar dos redes paralelas de información
diferenciadas por su contenido como por su forma de acceso y organización. Conceptos
como el de medios de difusión de cultura de masas se hayan en entredicho. Las
dificultades económicas en unos casos para acceder a las nuevas tecnologías y las
resistencias personales o culturales para adquirir el conocimiento necesario para su uso,
conducen a situaciones de aislamiento, de marginación de todo un campo que se abre
para generaciones más jóvenes.
Las diferencias entre generaciones aumentan todavía más, cuando lo esperable
era un mayor conocimiento y comunicación intergeneracional. Se ha abierto, por tanto,
una “brecha digital” que supone la exclusión de una parte de la población del uso y
disfrute de una determinada tecnología que exige un permanente proceso de adaptación.
68
El monográfico dedicado a personas mayores pretende ofrecer una imagen más
compleja de la exclusión social de un grupo de población en el que es posible detectar
nuevas realidades de desigualdad y marginación. Si partimos de que en la actualidad la
familia se ha hecho cargo de paliar la incidencia de gran parte de los factores de riesgo
de exclusión social, no cabe duda que las situaciones de exclusión social no adquiere en
las personas mayores la visibilidad, las dimensiones y la relevancia que es palpable
entre algunas cohortes de población activa. Esta constatación cuantitativa no ha de
encubrir situaciones de marginalidad y exclusión social ligadas a la edad y sexo, a la
situación de dependencia económica y biológica, a la no participación/pasividad, etc.
Esta etapa vital puede tener, en muchas personas, una duración superior a otras
etapas. Pero, que a diferencia de estas, existen pocos modelos o referencias sobre como
vivirla, ya que no es lo mismo la vejez de hoy y su vivencia, que la que se vivía hace
tan solo unos años. En muy pocos años hemos pasado de un modelo cultural asentado
en los valores familiares y el reconocimiento a la autoridad de las personas mayores, al
actual basado en el crecimiento económico, el cambio continuo y el consumo.
En la última década la relevancia del fenómeno del envejecimiento de nuestras
sociedades ha adquirido especial protagonismo al coincidir con una mayor esperanza de
vida (sobre-envejecimiento), no unida necesariamente a unos niveles mínimos de
calidad de vida, con nuevas tipologías familiares, la adaptación al acceso y disfrute a los
espacios de ocio y tiempo libre, o las crecientes dificultades para conciliar vida familiar
y laboral de las personas cuidadoras de sus mayores. Todo ello ha hecho que sea
necesaria una relectura de los recursos y servicios de atención a las personas mayores y,
de ellas, a las más vulnerables a la pérdida de autonomía.
69
5. PROPUESTAS DE ACTUACIÓN
El riesgo de exclusión social entre las personas mayores de 65 años ha podido
disminuir en los últimos años en lo que atañe a las situaciones más graves. Sin embargo,
están siendo detectadas otras nuevas formas de marginación y exclusión social que han
de preocupar. La aproximación cuantitativa y cualitativa realizada ha querido conjugar
un tratamiento por separado de los factores de riesgo de exclusión social con la
flexibilidad a la hora de sumar dichos factores desencadenantes de múltiples formas de
exclusión en un grupo tan heterogéneo como el de personas mayores. A pesar de todo,
puede existir un cierto número de personas que aún padeciendo una situación de
exclusión social no estén detectadas, entre otras razones, porque no han recurrido en
ningún momento a ningún dispositivo público o privado de atención.
En la introducción de esta monografía se indicaba que el último apartado se iba a
dedicar a las líneas y propuestas de actuación en dos ámbitos. Por un lado, queda
recogida de forma sintética la información cuantitativa de las personas mayores en
situación de exclusión que se han ido presentando en las páginas anteriores a partir de
una definición sociosanitaria de su perfil, y para las que habrá que arbitrar una serie de
medidas. Por otro lado, se harán una serie de recomendaciones encaminadas a su
valoración e incorporación en el futuro Plan Estratégico y II Plan Gerontológico de
Navarra.
5.1. Delimitación de las personas mayores en situación de exclusión social en
Navarra
La realidad sociodemográfica de las personas mayores de 65 años apunta a
mantener una actitud atenta, previsora, de permanente observación sobre los cambios
que experimenta un grupo de población tan numeroso (supera las 106.000 personas) y
de respuestas rápidas y flexibles. No hay que olvidar que la población mayor de 75 años
ya es más numerosa en Navarra que la de 65 a 74 años y que el aumento de personas
mayores de 80 años está siendo y va a seguir siendo en los próximos años muy
acelerado, por lo que el envejecimiento de la población mayor de 65 años es un reto, en
sí mismo, para las políticas sociales. Pero también es uno de los indicadores de riesgo
de exclusión social.
70
No resulta sencillo delimitar un perfil estándar de persona mayor en situación de
exclusión social. El punto de partida, a nuestro juicio, ha de hallarse en la atención a la
persona de forma integral, lo que implica tener en cuenta una serie de indicadores lo
más completa posible. A continuación recogemos los que se tienen en cuenta en el
ámbito sanitario navarro y aquellos que proponemos, como mínimo, han de ser
valorados en una atención socio-sanitaria integral.
Indicadores del perfil de persona mayor en situación de riego o vivencia de
exclusión social
Indicadores de riesgo Propuesta de indicadores de riesgo de exclusión
Soporte social/familiar deficitario Limitados recursos económicos
Tener 80 o más años Tener 80 o más años
Caídas Vivir solo/a
Déficit sensorial Incapacidad funcional por: caídas, déficit visual e
hipoacusia, depresión, trastornos cognitivos,
polimedicación, dificultades para la movilidad y
prescripción reciente de psicofármacos,
antihipertensivos, antidiabéticos, anticoagulantes.
Incontinencia urinaria Alta hospitalaria reciente
Pérdidas de peso Pérdida del cónyuge recientemente
Deterioro mental No poder desarrollar A.V.D. por incapacidad física
o mental
Hospitalización Residir en instituciones no controladas
Polimedicación Claudicación del cuidador
Patología crónica Limitada o nula red social y de ayuda formal
Situaciones conflictivas en la familia
Convivir con personas de la misma generación
Reciente cambio de domicilio (menos de un año)
Viviendas con difícil acceso, barreras
arquitectónicas y de mobiliario
Viviendas en malas condiciones de habitabilidad
Escasa formación básica y laboral de persona
cuidadora (familiar o no familiar)
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5.2. Propuesta de medidas de actuación4
FACTORES SITUACIÓN ACTUAL MEDIDAS PROPUESTAS Económicos • Tasa de Pobreza (2004): 29,6%
• Pensionistas por debajo del SMI
(INSS, 2008): 20% • Pensiones:
a) Pensiones asistenciales: 68 b) Pensiones No Contributivas: 2.170 c) Carencia de Recursos: 1.368 Total: 3.606
• Incremento de las Pensiones asistenciales, No contributivas y ayudas económicas hasta que los ingresos mínimos superen el umbral de pobreza.
• Aumento de recursos humanos de
asesoramiento, apoyo y seguimiento de la situación en que se encuentran los/as perceptores de ayudas o ingresos económicos.
• Crear una acreditación (tarjeta, por
ejemplo) para acceder de forma gratuita o casi gratuita a ciertos espectáculos y actividades culturales.
Socio-sanitarios • Limitaciones para AVD:
a) Gravemente limitada: 4,76% b) Limitación no grave: 16,75% Total: 21,51% Cifra aproximada: 22.800
• Dependencia funcional: 48% • Trastornos depresivos: 10-35%
• Síndrome de Diógenes: 50 • Situaciones de aislamiento-exclusión
social en centros hospitalarios: 21%
a) Son Mujeres: 71%
b) Más de 80 años: 59% c) Viven solas/os:
34% d) Conviven con persona/s misma
generación: 48%
e) Barreras en vivienda: 50% f) Patologías múltiples:
100%
• Incorporación de unidades de rehabilitación y médicos-geriatras en Centros de Salud.
• Extensión de la oferta de la Atención
Domiciliaria (SAD) a personas no dependientes según baremo, pero en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión. Se colaborará en tareas domésticas y de acompañamiento.
• Presencia de psiquiatras especializados
en psico-geriatría y de médicos geriatras en todos los centros hospitalarios.
• Se creará un Centro de Tránsito entre el
alta hospitalaria y el retorno al domicilio. La estancia no podrá superar los tres meses. Hasta la fecha la opción es la estancia temporal en una residencia, hecho que está prolongando sin necesidad la estancia en los hospitales o el adelanto del ingreso indefinido en una residencia.
• Creación de residencias públicas y
concierto de plazas en entidades privadas especializadas en personas con trastorno cognitivo y del comportamiento.
Convivenciales • Vivir solo/a:
31,6% Cifra aproximada: 33.600
• Aumento de dotaciones y recursos humanos destinados al refuerzo de la comunidad (han de crear tejido social) y
4 En letra “negrita” aparece el número de personas en situación de exclusión social o de alto riesgo de exclusión social.
72
• Viven solos y acuden a los SSB: 5.726
a) Mujeres que acuden: 4.446 b) Hombres que acuden: 3.637 c) Mujeres >80 años que acuden:
2.982 • Desatención, malos tratos, trato
vejatorio detectados en SSB: 45 • Traseúntes (2006):
a) Pamplona, >65 años: 60 b) Pamplona, >61 años: 170 c) Tudela, >61 años: 73
de las relaciones entre los Servicios Sociales de Base y las entidades sociales.
• Incremento de la oferta de viviendas tuteladas y comunitarias.
• Puesta en marcha de programas de acompañamiento organizado en todas los SSB de Navarra. Pueden llevarse a cabo desde entidades sociales, voluntariado, etc., pero con la coordinación y seguimiento de los SSB.
• Creación de un Centro de Emergencias Sociales para estancias temporales, no exclusivo para personas mayores. Se destinará a personas que sufran malos tratos, abusos, negligencia, desahucio por estado de ruina de la vivienda, carezcan de vivienda por ser vagabundos, transeúntes o “sin techo”, etc.
• Transformación de los clubes de jubilados en centros multi-funcionales para dar servicios a todas las personas mayores al margen de su estado de salud: comedor social, miniresidencia para estancias inferiores a un año, cafetería, salas para actividades lúdicas, culturales, de rehabilitación, y de encuentro, además de contar con un pequeño centro de día. Sus servicios se ofertarían para todos los días de la semana y con amplios horarios. Tendrían más sentido en pequeños y medianos municipios.
• Aumento de la oferta de plazas públicas y concertadas en centros de día y residencias para personas mayores sin hogar y en situaciones de urgencia por crisis familiar prolongada.
Nivel educativo • Analfabetismo: 4,9%
Cifra aproximada: 5.200 •Programas de promoción de la
alfabetización en personas mayores.
Junto a la información cuantitativa (cifras absolutas y relativas) de personas
mayores en situación de exclusión, resulta a todas luces importante incorporar aquellas
otras situaciones más difíciles de cuantificar, pero no por ello menos importantes. Su
invisibilidad está todavía más acentuada que las anteriores. Pueden destacarse:
• Personas con recursos económicos por debajo del umbral de la pobreza, con
problemas de movilidad y débil red familiar y social.
73
• Personas con escasos recursos económicos, aunque por encima del umbral de
la pobreza, con problemas de movilidad, viviendo sola, con más de 80 años y
débil red familiar y social.
• Personas con escasos recursos económicos, aunque por encima del umbral de
la pobreza, con problemas de movilidad, viviendo sola, con más de 80 años,
débil red familiar y social, y barreras arquitectónicas en su barrio, zonas
comunes de su lugar de residencia o/y en su propio domicilio.
• Personas en situación de dependencia económica, física y afectiva, en el seno
de una red familiar conflictiva, siendo mujer y con más de 80 años.
• Personas con enfermedad mental grave que se hacen mayores y su red
familiar no quiere atenderla, aunque cuente con recursos económicos.
• Personas enfermas con problemas de movilidad, soporte social escaso y en
un entorno con barreras arquitectónicas.
No son todas las situaciones de exclusión que se pueden dar. Las personas
mayores tienden a acumular factores de exclusión social, si bien su manifestación es
sutil y tiende a estar cargada de un sesgo estigmatizante que ayuda a ocultar vivencias
de marginalidad y exclusión.
5.3. Líneas de actuación y propuestas para su valoración e incorporación al futuro
II Plan Gerontológico de Navarra
Como podrá constatarse, algunas de las propuestas que se recogen a
continuación enlazan con las recomendaciones para la acción de la II Asamblea
Mundial para el Envejecimiento (Madrid, 2002) y con los Planes Gerontológicos de
diversas CC.AA. Ello significa que, aunque se ha avanzado notablemente, las
problemáticas que rodean a las personas mayores no se han atajado en su totalidad y
ello supone colocar a estas personas ante factores de riesgo de vulnerabilidad que
pueden dar paso a situaciones de aislamiento, autoaislamiento y exclusión social. Otras
propuestas nos acercan a nuevas realidades que pueden conducir o incrementar la
vivencia de la marginación y exclusión social.
Línea de actuación Económica:
74
Medidas:
• Revalorización de las pensiones. Ninguna pensión por debajo del umbral de
pobreza.
• Disminuir el coste para el usuario de determinados servicios, tanto servicios
gestionados a nivel público como privado (con aportaciones económicas públicas).
• Mejorar algunas prestaciones que dejan ante la indefensión a personas mayores
que, por su nivel de renta, se les deniega el servicio, pero tampoco pueden pagar
un servicio privado. Se podrían incluir mejoras fiscales como la reducción del
IVA de algunos servicios, ya que se ha tendido a penalizar a quienes han
mantenido a lo largo de su vida una política de previsión de riesgos.
• Establecer ayudas económicas más diversificadas y cuantiosas para el apoyo a la
red asistencial informal.
Línea de actuación Socio-sanitaria:
Medidas:
• Diseño y aplicación de un II Plan Gerontológico en Navarra que sea más que una
mera guía. Ha de ser una propuesta de acción realista, aplicable y aplicada.
• Incorporar en el Plan Estratégico de Servicios Sociales la referencia a la geriatría y
gerontología, así como a sus profesionales.
• Creación de una Comisión mixta de asignación de recursos, lo cual supondría una
sola vía de demanda y asignación y, por lo tanto, la eliminación de la duplicidad
de demandas en las listas de espera.
• Apuesta por la formación y, en ciertos puestos, la profesionalización al más alto
nivel de quienes se encargan de la atención en centros residenciales y
hospitalarios, mejorando también sus condiciones de trabajo y retribución
• Impulsar y colaborar en la realización de cursos, jornadas, seminarios formativos,
etc., de sensibilización sobre las problemáticas que afectan a las personas
mayores, dirigidos a profesionales de diferentes campos como los relacionados
con la seguridad pública, la vivienda, el derecho, la banca, la formación reglada y
pseudo-reglada, los servicios sociales y sanitarios.
• Fomentar la investigación, con fondos tanto públicos como privados, en ciertos
campos que afectan en mayor medida a las personas mayores, haciendo partícipes
a estas en los ensayos clínicos.
75
• Apostar por la indisolubilidad de la atención sanitaria y social bajo el principio de
equidad.
• Incorporar la perspectiva de las personas mayores al análisis de sus problemáticas
y a la propuesta de soluciones. En caso contrario, se mantendrán actitudes
paternalistas o de transferencia de responsabilidad a la familia.
• Mayor labor preventiva de los sistemas socio-sanitarios ante situaciones en las que
se detecta dejadez, falta de respuestas a estímulos, aislamiento y auto-aislamiento.
Para ello se propone:
→ Incorporación de geriatras y gerontólogos a la red socio-sanitaria. Presencia
de geriatras en los centros de salud de atención primaria y especializada.
→ Aumentar el tiempo de atención dedicada a cada persona que accede a un
servicio social o sanitario, para facilitar un mejor diagnóstico socio-sanitario
y recuperar el trato personal.
→ Desarrollar programas de detección de situaciones de riesgo, ya sea a través
de la domótica y nuevas tecnologías o por un servicio ya en marcha como es
la tele-asistencia. A través de un cuestionario mensual telefónico sobre dieta,
convivencia, estado de salud, fármacos, entre otros puntos, se podrían
prevenir situaciones de vulnerabilidad.
→ Introducir dentro de la red sanitaria pública revisiones bucales y podológicas
anuales.
→ Desarrollar una cultura de la rehabilitación para contener o reducir los
factores de riesgo de fragilidad, sobre todo, en materia de movilidad.
• Detección, actuación rápida y disponibilidad de recursos ante casos de malos
tratos y negligencia en el entorno familiar y el hogar, como en centros de atención
temporal y permanente.
• Aumento de recursos para aquellas personas que se encuentren en situación de
dependencia o con enfermedad crónica invalidante (atención domiciliaria).
• Aumentar la cobertura pública y la concertación con entidades privadas de
servicios como centros de día, centros multifuncionales y residencias.
Línea de actuación Residencial:
Medidas:
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• Dotación presupuestaria para la mejora de las condiciones de habitabilidad de las
viviendas en situación más precaria y eliminación de barreras arquitectónicas de
las zonas comunes en los bloques de viviendas.
• Incrementar las ayudas económicas destinadas a la rehabilitación y adaptación de
viviendas para personas mayores.
• Construcción de viviendas adaptadas para personas mayores, al margen de su
grado de valimiento o dependencia. Construcción en régimen de alquiler o
propiedad tanto viviendas “libres” como de VPO.
Línea de actuación Relacional: familiar y social
Medidas:
• Establecer grupos de apoyo específicos para las personas que viven y se sienten
solas.
• Elaborar medidas que fomenten una atención desde la ética profesional y desde la
apuesta por la dignidad de la persona, evitando infantilizar, quitar responsabilidad
y cuestionar la capacidad en la toma de decisiones de las personas mayores.
• Reeducar en el saber envejecer, tanto a nivel de conocimientos técnicos e
instrumentales (casa, aseo, manutención, etc.) como personales y afectivos
(soledad, abandono, tristeza, etc.).
• Potenciar las redes de apoyo informal comunitario y el tercer sector para lograr
envejecer acompañado o mantener relaciones, contactos periódicos, con otras
personas con la finalidad de mejorar tanto la salud física como la mental. Se ha de
lograr tener un sentimiento de pertenencia a una comunidad.
• Preferencia por el Centro Cívico abierto a todas las edades, en lugar de Club
exclusivos para personas mayores, desde donde llevar a cabo un trabajo social
comunitario.
• Promocionar acciones formativas concretas dirigidas a cuidadores y familiares que
atiendan o se hagan cargo de personas mayores en general.
• Aumentar la oferta de los servicios de respiro para las personas cuidadoras.
Línea de actuación de Participación ciudadana
Medidas:
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• Repensar la imagen de la vejez, teniendo en cuenta que es una etapa vital muy
larga y con múltiples oportunidades. Ello supone que superar la edad de los 65
años no resta peso en la sociedad a estas personas. Por tanto, la edad no ha de ser
un factor exclusógeno de la vida social.
• Crear cauces que refuercen el acceso a la ciudadanía.
• Acuerdos con cadenas de medios de comunicación para promover programas con
protagonismo de personas mayores y valoración de la vejez como una etapa vital
útil y participativa, pero ajena a ciertos estereotipos actuales.
• Visibilizar la labor reivindicativa de las personas mayores, ya sea en las entidades
en las que están presentes como en aquellas que puedan surgir.
Línea de actuación de Promoción y Formación
Medidas:
• Acercar un mundo que desconocen por la rapidez de los cambios y por falta de
explicación de su dinámica, de su fuerte especialización e informatización. Habrá
que evitar que se llegue, en muchos casos, a sentirse perdido en unas nuevas
realidades que no se entienden, “como si no tuvieran vida alrededor”.
• Elaborar materiales adaptados, como guías sobre temas que preocupan a las
personas mayores. Convendría valorar y promocionar algunas ya existentes como
las tituladas “A.V.D.”, elaboradas por la Unidad de Rehabilitación de San Juan de
Dios (Pamplona) que tratan temas básicos de seguridad en el domicilio, higiene,
movilidad y recomendaciones en caso de caídas. Otro buen ejemplo es la “Guía
para abuelos que cuidan a nietos” (Comunidad de Madrid).
• Programas educativos transversales y actividades intergeneracionales en diferentes
niveles formativos.
• Desarrollar investigaciones sobre tecnologías de la información y la comunicación
(TIC) para mejorar la calidad de vida de las personas mayores y ayudarles a
permanecer más tiempo activas y vivir de forma independiente: adaptaciones de
tecnologías de la era digital (por ejemplo, Internet) a las personas mayores;
acelerar la aceptación de estas tecnologías mediante proyectos piloto y sistemas de
premios a hogares inteligentes y a aplicaciones de utilidad en la supervisión de
casos de fragilidad y vulnerabilidad; sensibilización a través de la creación de un
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portal en Internet sobre las experiencias más positivas. Habrá que hacer un
esfuerzo suplementario en los municipios rurales.
• Acuerdos específicos para que las personas mayores puedan incorporarse a
determinados ámbitos de la formación profesional.
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6. METODOLOGÍA
Entrevistas en profundidad:
- Juana Mª Caballín, médico responsable de la Unidad de Rehabilitación del
Hospital San Juan de Dios de Pamplona.
- Mª Luisa Carasusán, presidenta del Observatorio del Mayor en Navarra.
- Maite Fon, trabajadora social y miembro del Voluntariado Geriátrico de
Pamplona.
- Responsable de Cáritas Diocesana de Pamplona en asuntos relacionados con
personas mayores.
- Camino Oslé, trabajadora social y miembro de la Sociedad Española de Geriatría
y Gerontología.
- Rafael Sánchez-Ostiz, médico y director de Idea. Innovación y desarrollo
asistencial, S.L.
- Gregorio Urdaniz Irurita, Sociólogo del Ayuntamiento de Pamplona y miembro
del equipo de redacción del Plan Municipal de Pamplona.
Grupos de Discusión:
- Junta de la Sociedad Navarra de Geriatría y Gerontología.
- Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría.
- Observatorio del Mayor de Navarra.
Entrevistas telefónica sobre temas puntuales:
- Trabajadora social de la ANAPAR.
- Representantes de ANASAPS y Asociación Navarra de Alzheimer.
- Trabajadora familiar de Pamplona.
- Trabajadora social de Centros de Salud.
- UPAS: Brigada de protección y asistencia social. Policía Municipal de
Pamplona.
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- Cruz Roja.
- Asociación de jubilados y pensionista YOAR.
- Sindicatos: UGT, CCOO, ANAJUP, AFAPNA.
Un lugar importante en la presente monografía han sido las fuentes secundarias.
La información extraída aporta reflexión teórica, datos cuantitativos y análisis
comparado de la realidad social en la que se hallan las personas mayores. Se ha de
reconocer la dificultad que entraña conocer la dimensión exacta de la exclusión social y,
sobre todo, las situaciones de riesgo y de vulnerabilidad de exclusión entre las personas
mayores, de ahí que se haya optado por incorporar algunos datos que servirán como
aproximación a las mismas.
� Bases de Datos:
• Estadísticas oficiales del MTAS, IMSERSO y Observatorio del Mayor.
• Estadísticas del IEN/INE.
� Documentales:
• Plan Gerontológico y Planes de Minusvalía/Discapacidad de Navarra.
• Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales:
a) Plan de Acción para las Personas Mayores, 2003-2007.
b) IV Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social del Reino de España,
2006-2008.
c) Las mujeres en España, 2007.
• Memorias:
a) Cáritas Diocesana de Pamplona y Tudela.
b) Memoria 2006, Lantxotegi. Centro para la Promoción personal y Laboral.
Programa Municipal “A cubierto” de Pamplona y Programa de Atención
en calle a Personas sin Hogar.
• Ley de Promoción de la Autonomía Personal y de apoyo a la Dependencia.
• Estrategia Nacional para la Protección e Inclusión Social, 2006-2008. Planes
anteriores.
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• Planes contra la Exclusión de varias CC.AA. como Madrid (2002-2006), La
Rioja y Castilla-León (2000-2003), entre otros.
• Memoria 2006. Instituto Navarra de Bienestar Social.
• Memoria de salud 2006. Gobierno de Navarra.
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