alvaro cuadra paisajes_virtuales

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  • 8/14/2019 Alvaro Cuadra Paisajes_virtuales

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    Paisajes virtualesImgenes y simulacros del hombre imaginario

    lvaro Cuadra

    Manuscrito inditoComentarios a: [email protected]

    Es propiedad intelectual nSantiago de Chile. Ao 2004

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    A mi padres...Memoria del mundo que fue

    A mis hijosHerederos del mundo que viene

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    ndice

    PRESENTACIN

    INTRODUCCION

    I.- PRIMERA PARTE

    LA VIRTUALIDAD : UN NUEVO REGIMEN DE SIGNIFICACION

    1.- El antiguo rgimen: La Ciudad Letrada2.- Un nuevo rgimen: virtualidad y simulacro

    II.- SEGUNDA PARTE :

    LAS METAFORAS: IMAGINACION Y VIRTUALIDAD

    3.- Apocalpticos o digitalizados4.- La invencin de Morel5.- Textos e hipertextos6.- Saber virtual: tecnicidad, textualidad y percepcin7.- Hipertextualidad y literatura

    III.- TERCERA PARTE :

    LA POSTHISTORIA: VIOLENCIA Y VIRTUALIDAD

    8.- Posterrorismo: atentado meditico en red9.- Imgenes y simulacros de una guerra red10.- Promesas, ocasos y apatas del nuevo siglo11.- El efecto Galileo: mediatizacin de la poltica

    IV.- CUARTA PARTE :

    EL DESARROLLO: VIRTUALIDAD Y CIBERCULTURA

    12.- El desarrollo, la promesa frustrada13.- Los lenguajes del desarrollo14.- Brecha digital: un concepto hbrido15.- Educacin y revolucin tecnolgica16.- E- learning: escenario presente

    APENDICEBIBLIOGRAFA

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    PRESENTACIN

    lvaro Cuadra publica bajo el titulo de Paisajes virtualesun nuevo libro que prolonga la reflexin que inici en su libroanterior De la Ciudad Letrada a la Ciudad Virtual. En este librorene varios artculos ya publicados en pginas de la red y diversostrabajos de investigacin. Lo que pretende a travs de todos elloses encontrar nueva modalidades para pensar el presente frente arealidades inditas para las cuales las herramientas del pensartradicional resultan obsoletas.

    Desde su punto de vista ya no es suficiente ocuparse desolo la llamada mediatizacin, en cuanto movimiento econmicocultural creado por la impronta del neoliberalismo. La mutacin en

    curso es mucho mas vasta y profunda y se relaciona con losmodos de significacin, es decir, los modos en que los nuevoslenguajes transforman la percepcin del mundo y se construye larealidad.

    Segn Cuadra no se ha creado todava un lenguaje tericomodlico para dar cuenta de los nuevos paisajes y frente a ello esnecesario una tarea simultnea de demolicin y reconstruccin. Esnecesario abdicar de muchos viejos credos que fueron tiles enotros contextos y al mismo tiempo resulta imperativo imaginar

    nuevas modalidades para pensar el presente.Su nueva obra est organizada en torno a cuatro grandes

    temas: Por un lado buscar en los albores de nuestra culturapatrones prototpicos que puedan esclarecer el presente; por otro,ver los modos en que la imaginacin terica pueda apropiarse delespacio virtual; en tercer, lugar el modo concreto como se proyectaen nuestros das el mundo construido de imgenes y simulacros; ypor ltimo dar una mirada a la encrucijada latinoamericana frente ala galaxia digital.

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    Sera largo detenerse en cada uno de estos temas y aveces ello no es fcil debido a la utilizacin por el autor de unlenguaje conceptual que est dirigido sobre todo a los especialistas.Quiero sin embargo comentar algo centrndome en la cuarta parteEl desarrollo: virtualidad y cibercultura que, desde mi punto de

    vista, es la ms interesante.

    Cuadra hace un anlisis significativo de los lenguajes deldesarrollo que se ha anunciado como una promesa que todos lospases pueden alcanzar si realizan proyectos que permitan elevar laproduccin y los niveles de vida. Los tericos que hablan sobre eltema, sean ellos liberales o marxistas, si bien difieren en losmtodos y en las instituciones para lograr el desarrollo, estn deacuerdo en que este es posible. Para estos tericos pensar en laimposibilidad del desarrollo es impensable.

    En la actualidad nos encontramos inmersos en una culturadel progreso al extremo que el desarrollo ha sido declarado por laNaciones Unidas como un derecho. Como bien lo seala Cuadrasiguiendo a De Rivera: El mito del desarrollo por tenerconnotaciones casi religiosas de esperanza y salvacin de lapobreza, es invulnerable a la experiencia de los ltimos cuarentaaos que nos dice que la mayora de los pases no se handesarrollado.

    En seguida Cuadra siguiendo a Castells nos dice que losmodelos de desarrollo son la frmulas tecnolgicas mediante lascuales el trabajo acta sobre la materia para generar el producto,determinando en ltimo termino el nivel del excedente. Con eltiempo estos elementos han cambiado desde el modo de desarrolloagrario al industrial y hoy da al informacional. En este ltimo, alque estamos entrando, la base de la productividad se encuentra enla calidad del conocimiento. En la nueva sociedad que se estconfigurando hoy da el estilo de vida que tendr mayor xito sebasar en el consumo de saber.

    Lo que es especifico al modo de desarrollo informacionales que en este caso el conocimiento acta sobre el conocimiento ensi mismo con el fin de generar una mayor productividad. En la erapostindustrial y postmoderna la ciencia conservar y reforzar suimportancia en la batera de las capacidades productivas de losestados naciones. Dada la concentracin de esta ciencia en lospases desarrollados esto lleva a pensar que la distancia de lospases no desarrollados con respecto a aquellos ya desarrollados nodejar de aumentar en el porvenir.

    Esta conclusin de Cuadra se refuerza por otra partecuando uno considera una nueva visin que ha venido surgiendo en

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    los ltimos aos en base a los aportes de distintos pensadores quetambin llegan a la conclusin que la historia del desarrolloeconmico muestra que el crecimiento y la expansin traen consigouna historia paralela que ha sido silenciada y ella es la de laconstruccin social de la escasez. En efecto lo motores del

    desarrollo econmico generan simultneamente esta escasez lo queexplica porque la pobreza subsiste y coexiste con el crecimiento deenormes riquezas1.

    La construccin de la escasez es el reverso de la medalladel desarrollo. En el curso de los ltimos cien aos el desarrolloeconmico ha transformado las necesidades humanas en demandasde productos industriales manufacturados. Que las necesidadessean ilimitadas no es una constante dada de los asuntos humanos:se trata mas bien de una construccin social como lo prueban los

    billones de dlares consagrados a la publicidad para incitar a loshombres aumentar su consumo. Es simplemente imposibleerradicar la pobreza produciendo ms, porque la creacin constantede escasez es el motor de la produccin econmica. Las teorascorrientes del desarrollo que disimulan este proceso van enrealidad en contra de los intereses de los ms pobres. Por tanto laidea que predomin en la segunda mitad del siglo XX de que eldesarrollo econmico eliminara el hambre y la pobreza es una ideafalsa.

    Consideremos las consecuencias del desarrollo econmico.Los pases industrializados han producido una agricultura nodurable basada en el monocultivo, la uniformidad gentica, lospesticidas txicos, los abonos qumicos, las maquinas pesadas y lacrianza industrial de animales, lo que trae consigo la desaparicinde la agricultura familiar. Por otra parte nos ha dado el estilo devida suburbano donde la familia ocupa cada una residencia en unbarrio de dbil densidad demogrfica, lo que obliga hacerconsiderables desplazamientos en automvil con las consecuenciasecolgicas que trae consigo un consumo intensivo de recursos

    energticos. Es evidente que los millones de personas del tercermundo no pueden ser alimentados, alojados, vestidos y cuidadospor la agricultura industrial, los alimentos preparados, el transporteen automvil, la residencia suburbana, las ropas de marca y lasmedicinas de alta tecnologa. Por qu privilegiar la palabradesarrollado si los productos del desarrollo empeoran lascondiciones de vida de los pobres. Las masas pauprrimas noganan nada con una lgica de desarrollo que fija normas imposiblesde alcanzar.

    1 Se puede consultar a este respecto la obra Dfaire le dveloppement, Refaire leMonde publicada en Francia en el ao 2003 por las ediciones Parangon.

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    Hoy da el desarrollo ha sido sustituido por un nuevo mito:La Globalizacin. Se habla cada vez menos de l. Se le hareemplazado por otro objetivo: la lucha contra la pobreza ycuando se le menciona se habla de Desarrollo Sustentable, laltima invencin tecnocrtica.

    El desarrollo fue una etapa significativa de las relacionesde denominacin norte sur. La poca neo o post colonial, queest sin duda sobrepasada.

    La globalizacin el nuevo mito representa en elplano econmico el triunfo del capitalismo mundializado quepermite considerar diversos mercados dentro de un mercadoglobal. Para suavizar por otra parte la brutalidad de la explotacineconmica han surgido como objetivos la lucha contra la pobreza

    y la accin humanitaria.

    Volviendo a Cuadra este afirma que si la existencia delsubdesarrollo es consubstancial al actual sistema mundo en cuantouna distribucin no equitativa de la plusvala, y por tanto no setrata de un mal curable sino de una caracterstica esencialentonces, la brecha digital puede ser entendida como la masreciente manifestacin de esta constante. A partir de lo anterior eldiscurso teraputico, la promesa utpica segn la cual la educacinnos har iguales y solo se trata de que las naciones pobres asimilen

    las habilidades, los valores y el saber de las naciones desarrolladas,se desdibujan. La brecha tecnolgica no es sino una manifestacinltima de una constante poltica: legitima las desigualdades entanto las supone transitorias y al mismo tiempo instala susuperacin en un tiempo mtico que nunca ha de llegar.

    Todos estos planteamientos parecen muy pesimistas y encierto modo lo son. Los captulos dedicados a la brecha digital y ala educacin y revolucin tecnolgica nos parecen particularmentesugerentes. Lo importante es a partir de todas estas realidadespensar como un progreso ms justo y equitativo es posible. Ellibro de Cuadra es a nuestro parecer un elemento de valor paraincitar a ello.

    Jacques Chonchol

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    INTRODUCCION

    Este libro rene una serie de artculos que dan cuenta deuna reflexin y una inquietud genuinas por el momento culturalque atraviesa Amrica Latina y, especialmente, Chile. Desdenuestro punto de vista ya no es suficiente ocuparse tan slo de la

    llamada mediatizacin, en cuanto momento econmico culturalsignado con la impronta del neoliberalismo. Advertimos que lamutacin en curso es mucho ms vasta y profunda y se relacionacon lo que hemos llamado modos de significacin, es decir, losmodos en que los nuevos lenguajes transforman nuestrapercepcin del mundo y la manera en que construimos aquello quellamamos realidad. Todos los conceptos y categoras con queanalizbamos la realidad cultural parecen desdibujarse y hoy,muchos puntos de referencia resultan impotentes para comprenderlos complejos fenmenos que nos ocupan. Nos encontramos anteuna situacin singular: por una parte, hemos tomado conciencia deun profundo dficit terico para enfrentar una realidad indita; porotra parte, los acelerados cambios nos impelen con urgencia aasumir los riesgos y vrtigos para enfrentar este nuevo mundo quese abre ante nosotros. Esta situacin lmite en que nos hallamosnos exige avanzar a tientas, explorar el nuevo territorio, sabiendode antemano que no todas las herramientas que portamos han desernos tiles, muchas veces sern ms bien un lastre. Debemos,pues, internarnos en un mundo en el que, inevitablemente, somosadvenedizos. De all, el carcter provisorio y precario de nuestrasaproximaciones: ni la euforia tecnoflica ni el miedo tecnofbico.

    La tarea que nos hemos propuesto entraa, como todaexploracin algo heterodoxa, no pocos riesgos. En lo inmediatoadvertimos una tentacin terica hacia lo que podramos llamaruna cierta postmodernolatra , esto es, una suerte de exaltacinfuturista ya no de la mquina, vetusto icono de la era industrial,sino de las tecnologas digitales. En efecto, para algunos parecieraque las realidades virtuales instalan per se el tpico postmodernosobre el fin-de la-historia. Pues bien, digmoslo sin ambages,coincidimos con Terry Eagleton2 cuando nos previene: El

    pensamiento postmoderno del fin - de la historia no nos augura un2 Eagleton,Terry. Las ilusiones del postmodernismo. Paidos. Buenos Aires. 1998:197

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    futuro muy diferente del presente, una imagen a la que ve,extraamente, como motivo de celebracin. Pero hay en realidadun futuro posible entre otros, y su nombre es fascismo. La granprueba del postmodernismo o, por lo que importa, de toda otradoctrina poltica, es cmo zafar de esto. Pero su relativismo

    cultural y su convencionalismo moral, su escepticismo,pragmatismo y localismo, su disgusto por las ideas de solidaridad yorganizacin disciplinada, su falta de una teora adecuada de laparticipacin poltica: todo eso pesa fuertemente contra l.

    Uno de los problemas que se le presentan al analista defenmenos sociales en la hora actual, es de carctereminentemente metodolgico Cmo asir realidades inditas frentea las cuales nuestras herramientas resultan obsoletas?

    Ante esta suerte de Waste Landque se abre frente alinvestigador surge inevitable la sensacin de crisis: toda certezaparece perder su densidad, todo punto de referencia queda abolidopor la pleamar de los cambios incesantes. Nuestra nica verdad, alfin de cuentas, es la certeza de nuestra parlisis, una ciertaincapacidad para pensar los problemas que nos reclaman;cuestiones, muchas veces, para las que ni siquiera hemos creadoun nombre. Quizs aqu resida un buen punto de partida: nohemos creado todava un lenguaje terico y modlico para darcuenta de los nuevos paisajes. As, entonces, la mentada parlisis

    es, en primer lugar, una impotencia de nuestra imaginacin. Todareflexin seria debe proponerse, al mismo tiempo, como una tareade demolicin y de construccin. Por una parte, debemos abdicarde muchos viejos credos que nos fueron tiles en otros contextos y,por otra parte, resulta imperativo imaginar (crear) nuevasmodalidades para pensar el presente. Por de pronto, pareciera quela textualidad, sintagmtica y lineal, en que fuimos formados no esya suficiente para aprehender fenmenos que se nos presentancomo flujos de una hipertextualidad reticular . Como nunca antes,la investigacin de punta en ciencias sociales se plantea como un

    desafo a la imaginacin, y todo paso hacia las zonas de fronteraposee un carcter heurstico, en su sentido ms literal, arte deinventar.

    El carcter heurstico y exploratorio de nuestra empresano nos exime del rigor metodolgico que se le exige a unainvestigacin que busca nuevo conocimiento; ms bien al contrario,debemos extremar nuestras aprehensiones respecto a ideasinstaladas por un cierto sentido comn.

    Muchos de los textos reunidos en Paisajes virtuales hansido ya publicados en pginas de la red, muy especialmente enAcheronta, revista de cultura y psicoanlisis (www. acheronta.org),

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    dirigida por Michel Sauval. Asimismo, algunos artculos han sidoextractados de una investigacin Fondarcis, realizada durante elao 2002 2003 y de las discusiones en los seminarios delPrograma de Doctorado en Estudios de las SociedadesLatinoamericanas IHEAL/CEPAL/ Universit Paris III de la

    Universidad Arcis.

    De algn modo, este libro prolonga y complementanuestra reflexin iniciada en De la Ciudad Letrada a la CiudadVirtual (2003). Nos mueve la sospecha de que las nuevastecnologas representan un profundo cambio en el estatuto dealgunas nociones bsicas, tales como textualidad, percepcin y, enltima instancia, saber.

    Hemos organizado los contenidos en cuatro grandes

    temas. En primer lugar, volvemos sobre los albores de nuestracultura para hurgar en ella, buscando patrones prototpicos quepudieran esclarecer nuestro presente. En segundo lugar, hemosagrupado una serie de artculos en que avanzamos a tientas en lasmetforas de la virtualidad, es decir, los modos en que laimaginacin terica puede apropiarse de este espacio. En tercerlugar, nos ocupamos de la hora presente, el modo concreto comose proyecta en nuestros das el mundo construido de imgenes ysimulacros donde habita el hombre imaginario del siglo XXI. Porltimo, proponemos una mirada muy general a la encrucijada

    latinoamericana frente a la galaxia digital, el nuevo horizonte desimulacin que emerge a la distancia, en relacin a definicionestan sensibles como e - educacin y la idea misma de desarrollo.

    Presentamos, pues, estos escritos, sin otra pretensin quecontribuir a la reflexin en torno a un tema que cobra cada da msimportancia entre nosotros. No podra terminar estas lneas sinexpresar mi gratitud a don Toms Moulian y a don JacquesChonchol por la gentileza intelectual de revisar los borradores,aportando siempre una mirada lcida y generosa.

    lvaro Cuadra

    Santiago de Chile, 2005

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    PRIMERA PARTE:

    LA VIRTUALIDAD : UN NUEVO REGIMEN DE SIGNIFICACION

    El hombre imaginario

    vive en una mansin imaginariarodeada de rboles imaginariosa la orilla de un ro imaginario

    De los muros que son imaginariospenden antiguos cuadros imaginariosirreparables grietas imaginariasque representan hechos imaginariosocurridos en mundos imaginariosen lugares y tiempos imaginarios*

    *Nicanor Parra. El hombre imaginario .Hojas de parra .Santiago. Ganmedes. 1985

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    1.- El antiguo rgimen : La Ciudad Letrada

    El trnsito desde una Ciudad Letrada hacia una CiudadVirtual puede ser entendida como una transformacin quecompromete, a lo menos, tres grandes mbitos: lo epistemolgico,lo sgnico y lo comunicacional. Tal como lo sealara ngel Rama,3las ciudades latinoamericanas fueron planificadas en cuantoinstitucin de un cierto orden que remite a la episteme clsica4: Elorden debe quedar estatuido antes de que la ciudad exista, paraas impedir todo futuro desorden, lo que alude a la peculiar virtudde los signos de permanecer inalterables en el tiempo y seguirrigiendo la cambiante vida de las cosas dentro de rgidosencuadres. Es as que se fijaron las operaciones fundadoras que sefueron repitiendo a travs de una extensa geografa y un extensotiempo.5 El aseguramiento del orden slo estaba garantizado por laperennidad del signo, de all la importancia de la Logique de PortRoyal (1662) en cuanto distincin de la cosa y su representacin.Pero habra, a nuestro entender, algo ms radical. La irrupcingramatolgica que se consolida y expande en la era Gutenberg,quiebra siglos en que la oralidad en su invisibilidad se habatornado transparente respecto de las cosas, de manera que la

    serie sgnica era, en principio, indistinguible de la serie fctica; enpocas palabras, el lenguaje oral se nos ofreca como una obviedaden que el nombre y la cosa se identificaban. Oraciones, frmulasmgicas y el lenguaje cotidiano eran perfectamente traslcidos,aproblemticos. As, la distincin de Port Royal hace emerger unaentidad llamada signo, la que representa lo real, como afirmaJameson, se produce: ... la disolucin corrosiva de las viejasformas del lenguaje mgico, a causa de una fuerza que llamarfuerza de reificacin.6 La reificacin, en cuanto disyuncin-distincin-abstraccin, permite que el signo emerja como algo

    separado y distinto de aquello que refiere. En una lnea muy

    3 Rama, ngel. La ciudad letrada. Hanover. USA. Ediciones del norte. 1984.4 El desarrollo de las ciudades mediterrneas en forma de damero se remonta a la antiguaGrecia. Aymard seala: El urbanismo moderno nace en el Mediterrneo con Hipodamosde Mileto, inventor de los planos en forma de tablero de damas. Triunf en cada poca deestandarizacin cultural, donde la reproduccin sistemtica de un modelo establecido, yconsiderado superior, cobra una especie de venganza sobre el desarrollo espontneo: laGrecia helenstica, Roma, el Renacimiento y la edad barrocaMaurice Aymard. Espacios inFernand Braudel. El Mediterrneo. Mxico. F.C.E. 1995: 172 204 .

    En el mismo sentido, Rama concluye: El resultado en Amrica Latina fue eldiseo en damero, que reprodujeron (con o sin plano a la vista) las ciudades barrocas yque se prolong hasta prcticamente nuestros diasRama. Op. Cit. 6

    5 Ibidem, p.8.6 Jameson, Fredric. Teora de la postmodernidad, Madrid, Espaa, Editorial Trotta, 1996,pp. 97-145; 219-288.

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    prxima, Michel Foucault refirindose a Don Quijote, escribe: DonQuijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ellala razn cruel de las identidades y de las diferencias, juguetear alinfinito con los signos y las similitudes, porque en ella el lenguajerompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta

    soberana solitaria de la que ya no saldr, en su ser abrupto, sinoconvertido en literatura; porque la semejanza entra all en unapoca que es para ella la de la sinrazn y de la imaginacin.7

    La idea de una soberana solitaria ha sido tambin advertidapor Derrida en los escritos de Rousseau, en particular en su ensayoEl origen de las lenguas,8 la lingstica de Rousseau se levanta enoposicin a los escritos de Condillac en cuanto renuncia a todaexplicacin teolgica para afirmar un origen natural de las lenguas:hay que remontarse a alguna razn que haga a lo local y que

    sea anterior a las costumbres, siendo la primera institucin social,el habla debe su forma slo a causas naturales. 9 El habla operarauna suerte de ruptura respecto del ordo naturalis, instituyendo unorden heterogneo u otro. El signo hace que las cosas sean claras ydistintas y, en este sentido, Foucault acierta al afirmar que Larazn occidental entra en la edad del juicio.10

    Abolido el lenguaje mgico, los signos devienen lopermanente en lo impermanente: Mientras el signo exista estasegurada su propia permanencia, aunque la cosa que represente

    pueda haber sido destruida. De este modo queda consagrada lainalterabilidad del universo de los signos, pues ellos no estnsometidos al decaimiento fsico y s slo a la hermenutica.11 Esteproceso de reificacin, en los trminos de Jameson es lo que Ramallama saber barroco, cuyo campo de experimentacin fue,precisamente, el vasto Imperio Hispano: La primera aplicacinsistemtica del saber barroco, instrumentado por la monarquaabsoluta (la Tiara y el Trono reunidos), se hizo en el continenteamericano, ejercitando sus rgidos principios: abstraccin,racionalizacin, sistematizacin, oponindose a particularidad,

    imaginacin, invencin local.

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    Cules eran las caractersticascentrales de esta nueva cultura barroca?. Examinemos, aunque seasucintamente, sus rasgos.

    Si la pretensin cartesiana quera hacer del saberelinstrumento privilegiado para devenir matres et posseseurs de la

    7 Foucault, M. Las palabras y las cosas. Mxico. Siglo XXI. 1999: 55.8El privilegio del habla est ligado, en particular, tanto en Saussure como en Rousseau, alcarcter institucional, convencional y arbitrario del signo. Derrida, J. La lingstica deRousseau/ J. Rousseau. El origen de las lenguas. B. Aires. Ediciones Calden 1970: 26.9 Ibid p. 39.

    10 Foucault Op. Cit p. 67.11 Rama. Op. Cit p. 10.12 Ibidem p.13.

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    nature, no es menos cierto que la cultura barroca toda pretendidominar las ciencias del hombre, en particular las conductashumanas. El saber barroco se torna inductivo, pragmtico oemprico si se quiere, por ello sostiene Maravall: En cierto modo ydesde lejos, el Barroco anticipa la primera concepcin de un

    behaviorismo en cuanto que trata de alcanzar la posesin de unatcnica de la conducta fundada en una intervencin sobre losresortes psicolgicos que la mueven, atenindose al juego de suspiezas13Esta orientacin cultural atae, desde luego, al ejercicio delpoder que encontrar en la persuasin ideolgica su herramientafundamental. Ms all del autoritarismo absolutista, se pretendaatraer a las masas: persuasivo y autoritario, el Barroco intentacultivar a las masas segn el principio aristotlico delectare/docere.As, entonces, ...el Barroco pretende dirigir a los hombresagrupados masivamente, actuando sobre su voluntad, moviendo a

    sta con resortes psicolgicos manejados conforme a una tcnicade captacin que, en cuanto tal, presenta efectivamente caracteresmasivos. La presencia de las masas se constata no slo en laproletarizacin de muchas ciudades europeas durante el siglo XVIIsino en los actos que toman caractersticas multitudinarias

    Desde otro punto de vista, Rama explica la preeminencia delgrupo letrado por dos grandes tareas asignadas a este grupo:primero, la administracin del orden colonial y, segundo, a las

    exigencias de la evangelizacin (si se prefiere la versin laica:educacin o transculturacin).14 As, la ciudad letrada seinstitucionaliza en nuestra Amrica desde el ltimo tercio del sigloXVI hasta bien entrado el siglo XX, del cual Alejo Carpentier es unbuen testigo.

    En una lectura algo heterodoxa, nos proponemos releer estapervivencia del grupo letrado como la institucin de un rgimen designificacin. Esto apunta a dos dimensiones, por una parte areconocer que, en efecto, estamos ante la emergencia del signocomo entidad distinta y separada de las cosas, modo designificacin indito, trnsito de lo hermenutico a lo analtico:saber barroco. Por otra parte, empero, debemos reconocer unadimensin que seala la irrupcin de una nueva economa cultural,un modo particular en que se producen, circulan y se leen los

    13 Maravall, J. A. La cultura del Barroco. Barcelona . Ariel. 2000: 155

    14 Piscitelli, Alejandro, Ciberculturas. En la era de las mquinas inteligentes, Argentina,Paids, 1995. pp. 70-96; 135-157. El culto del libro fue eminentemente contemplativo. Lalectura fue simultneamente una prctica disciplinada y un estilo de vida. La lecturaactiva estaba ligada a la oracin y a la transformacin del espritu. Las marcas escritasterminaban inscribindose en la mente y en el corazn del lector y el libro no era tan slo

    el instrumento domesticador de las conciencias a travs de la fe, sino el cielo mismotocado con las manos, cuando no la disciplina a travs de la cual se alcanzaban losestados celestiales del espritu.

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    signos. De manera que nuestra cultura emerge desde laspostrimeras del siglo XVI como una triple fractura, un quiebreepistemolgico, una mutacin en los cnones de significacin ynuevos modos de comunicacin. Los dos primeros puntos resultan,segn hemos visto, bastante verosmiles, exploremos pues este

    ltimo aspecto. Citando a Juan Antonio Maravall,15 Rama escribe:...la poca barroca es la primera de la historia europea que debeatender a la ideologizacin de muchedumbres, apelando a formasmasivas para transmitir su mensaje, cosa que har con rigorprogramtico.16 Obviamente, esto se inscribe en una forma depropaganda en el clima de la Contrarreforma. Sin embargo, enAmrica Latina esta dimensin comunicacional y persuasiva fuecrucial: Para Amrica, la fuerza operativa del grupo letrado quedeba transmitir su mensaje persuasivo a vastsimos pblicosanalfabetos fue mucho mayor. Si en la historia europea esa misin

    slo encontrara un equivalente recin en el siglo XX con laindustria cultural de los medios de comunicacin masiva, enAmrica prcticamente no se ha repetido.17 Este punto nos parececentral, pues en definitiva sostenemos la hiptesis de que la culturalatinoamericana contempornea, con todo lo difuso de la expresin,puede ser entendida como el ocaso de la ciudad letrada, esto es:como una nueva mutacin en el plano epistemolgico, de lasignificacin y de la comunicacin, cuestin sobre la quevolveremos ms adelante.

    La lecto-escritura constituye una matriz18

    en dos sentidos: enprimer trmino en tanto modelo funcional y epistemolgico, esto escomo modo de comprensin, en efecto: Saber escribir no es slouna habilidad funcional o un criterio que define cierto niveloperacional de comportamiento. Dada su relacin con los poderesde la mente, la alfabetizacin permite trascender el entornoinmediato generando un mundo compartido de inteligibilidad msabstracto que el de las interacciones cotidianas. La estructuraliteraria se convierte, as, en el modelo deseable de todacomprensin posible.19 En segundo trmino, en cuanto el grupo

    letrado ha sido el administrador de este saber se hacendiseadores de modelos culturales: Con demasiada frecuencia enlos anlisis marxistas se ha visto a los intelectuales como merosejecutantes de los mandatos de las Instituciones (cuando no de las

    15 Maravall, J.A. La cultura del barroco. Barcelona. Ariel. 1975 in Rama Op. Cit.16 Rama Op. Cit p. 2817 Ibid.

    18 La nocin de matriz quiere subrayar que la antropognesis es indisociable de latecnognesis, esta condicin matricial nos obliga a aceptar la techn como un elementocentral en la humanizacin de la psych y en este sentido, introduce una distanciarespecto a horizontes metafsicos, aunque sera ingenuo pretender superarlos. Esta toma

    de distancia es una suerte de advertencia tanto de la tecnofobia del platonismo como dela tecnofilia ingenua de los tecncratas.19 Piscitelli. Op Cit.

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    clases) que los emplean, perdiendo de vista su peculiar funcin deproductores de modelos culturales, destinados a la conformacinde ideologas pblicas.20 Esta doble dimensin matricial del grupoletrado los sita en una posicin ambigua frente al poder, sesubordina a ste en cuanto le sirve, sin embargo, en tanto

    instancia de modelizacin se instituye en una forma de poder en smismo.21

    Si la escritura fue la impronta de la ciudad letrada, su modode significacin, cabe preguntarse cmo se desplegaba estamodalidad (verdadera conciencia de habla histrica) en el seno delo histrico social. Una posible respuesta se lee entrelneas en losescritos de Rama. En efecto, nuestro autor escribe: Pues entre laspeculiaridades de la vida colonial, cabe realzar la importancia quetuvo una suerte de cordn umbilical escriturario que le trasmita las

    rdenes y los modelos de la metrpoli a los que deban ajustarse .22

    La escritura era el cdigo privilegiado para transmitir mensajes queposeen una doble condicin: por una parte, se trata de paquetesde informacin bajo la forma de epstolas y, en segundo lugar, setrata de una forma de comunicacin estratgica en cuanto saberbarroco, pragmtico, que busca incidir en el mundo a travs dellenguaje. El medio fue, desde luego, la flota espaola o portuguesaque transportaba tan preciosa carga por las rutas de navegacinque conformaban una red a escala mundial: Los barcos eranpermanentes portadores de mensajes escritos que dictaminaban

    sobre los mayores intereses de los colonos y del mismo modostos procedan a contestar, a reclamar, a argumentar, haciendode la carta el gnero literario ms encumbrado, junto con lasrelaciones y crnica.23

    El hecho de que la flota espaola fuese el soporte materialque permita la trasmisin de mensajes, nos lleva a preguntarnossobre las nociones geogrficas que animaban la Conquista. Nuestramirada apunta, precisamente, a revisar los supuestos topolgicos ytemporales que subyacen en los fundamentos de la Ciudad Letrada,

    pues como seala Bauman: Al volver la mirada hacia la historiaes lcito preguntarse hasta qu punto los factores geofsicos; lasfronteras naturales y artificiales de las unidades territoriales; lasidentidades separadas de las poblaciones y Kulturkreise, y ladistincin entre adentro y afuera todos los objetos de estudiotradicionales de la ciencia de la geografa no eran , en esencia,sino los derivados conceptuales, o los sedimentos/artificios, de loslmites de velocidad; en trminos ms generales, las restricciones

    20 Rama Op. Cit. 30.21 La ciudad letrada se expresa, de hecho ms en la educacin superior que en laeducacin bsica. Las universidades resultaran exticas en estas tierras si no tuvisemos

    como antecedente la institucionalizacin del grupo letrado.22 Rama Op. Cit. 47.23 Rama Op. Cit.

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    de tiempo y coste impuestas a la libertad de movimientos24

    El carcter epistolar y la red martima constituan de suyo unmodo de producir, distribuir y recibir mensajes, es decir, constituauna economa culturalen todo el sentido.25 Una red centralizada en

    Europa, extremadamente lenta, frgil y riesgosa, lo que explica quefuese inevitablemente redundante, nica manera de garantizar,aunque sea mnimamente, su eficacia. Un intrincado tejido decartas recorre todo el continente. Es una compleja red decomunicaciones con un alto margen de redundancia y un constanteuso de glosas: las cartas se copian tres, cuatro, diez veces, paratentar diversas vas que aseguren su arribo: son sin embargointerceptadas, comentadas, contradichas, acompaadas de nuevascartas y nuevos documentos.26 La red asincrnica de la ciudadletrada posea un punto central que monopolizaba la informacin,

    impidiendo la comunicacin horizontal, nico modo de garantizar elejercicio del poder, como muy bien advierte Rama: Todo elsistema es regido desde el polo externo (Madrid o Lisboa) dondeson reunidas las plurales fuentes informativas, balanceados susdatos y resueltos en nuevas cartas y ordenanzas.27

    Si los signos emergieron como algo distinto de las cosas a lasque referan, no es menos cierto que el desarrollo de la navegacinsignific la instauracin de una primera red transcontinental, unared, por cierto, en la antpoda de lo que hoy entendemos por tal:

    asincrnica, lenta, centralizada, vertical, burocrtica. Laadministracin de tal cantidad de informacin requiri, desdeluego, de una red de letrados28 que compartan no slo lascompetencias lingsticas (el diccionario) sino y, mucho msimportante, las competencias histrico culturales (la enciclopedia),as se explica que esta red funcionara sobre cdigos escriturarios,pero que al mismo tiempo elaborara hipercdigos retricos,estilsticos e ideolgicos que persisten hasta nuestros das enalgunos mbitos de nuestras sociedades, particularmente en losescritos judiciales y notariales.

    Es claro que no slo hemos heredado los protocolos

    24 Bauman, Zigmunt. Tiempo y clase in La Globalizacin. Consecuencias humanas.Bs.Aires. F.C.E. 1999: 2025 En la competencia por el acceso a las riquezas de las Indias, un lugar central lecorrespondi a la cartografa que garantizaba rutas seguras, por ello se ha llegado aafirmar que los mapas eran dinero y los agentes secretos de las potencias pagaban enoro las buenas copias de los originales portugueses cuidadosamente custodiados.Landes, D. Revolution in Time. Cambridge. Mass. 1983, citado por: Harvey, D. Lacondicin de la postmodernidad. B.As. Amorrortu. 1998: 254.26 Harvey, D. Op. Cit.27 Ibid.

    28Tal tarea exigi un squito, muchas veces ambulante, de escribanos y escribientes, y,en los centros administrativos, una activa burocracia, tanto vale decir, una abundante redde letrados que giraban en el circuito de comunicaciones escritas, adaptndose a susnormas y divulgndolas con sus propias contribuciones. Ibid.

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    escriturales de nuestra gestacin sino mucho ms ampliamente lamatrizmisma que nos ha constituido. Una matriz hecha de signos yredes, una cierta economa cultural y un modo de significacin quese conjugan en un rgimen de significacin. As nuestra cultura noslo se ha desarrollado desde la ciudad letrada sino que adems,

    ms all del reclamo hispanofbico, esta ciudad de la escritura seha inscrito invariablemente en una red eurocntrica. Nuestracultura ha mirado primero a Madrid o Lisboa, luego a Pars oLondres y, hoy por hoy, a Nueva York o Silicon Valley. Esta redcentralizada no slo ha operado como polo externo, tambin se haconvertido hasta nuestros das en uno de los patrones prototpicosde distribucin demogrfica, econmica y cultural en AmricaLatina, donde el centralismo de la urbe contrasta con el desamparode amplias zonas al interior de los diversos pases.

    La ciudad letrada, en tanto rgimen de significacin, contieneen s misma lo que hemos llamado patrones prototpicos de lacultura hispanoamericana, patrones que, por cierto, condicionarnlas expansiones modernizadoras ulteriores. As pues, sea que setrate de redes ferroviarias o telegrficas, persistir el centralismocomo estructura bsica. En este mismo sentido, resulta sintomticoque la emergencia de un protoperiodismo entre nosotros se hayaconstituido sobre la base de epstolas llegadas desde Europa.

    En suma, no nos parece aventurado sostener que el rgimen

    de significacin naturalizado por siglos ha condicionado los rostrosde la modernidad entre nosotros. En la hora actual, la irrupcin delas nuevas tecnologas digitales parece poner en jaque,precisamente, este rgimen en el cual han cristalizado nocionescentrales de nuestro imaginario tales como: identidad nacional,progreso, revolucin, desarrollo y democracia. Podramosargumentar que si bien Amrica Latina est muy lejos de arribar alfin-de-la-historia, como ha proclamado Francis Fukuyama, pareceverosmil, en cambio, pensar que se aproxima rpidamente al fin de la geografa, como ha sostenido Paul Virilio29. Esto quiere

    decir que nuestro continente se halla ante una profundareconfiguracin del marco espacio temporal en que se encuentrainmerso y cuyas consecuencias polticas no son, por ahora,previsibles.

    2. Un nuevo rgimen: virtualidad y simulacro

    29 Virilio, Paul. Un monde surexpos : fin de lhistoire ou fin de la gographie ?. Le mondediplomatique. Agosto. 1997. Citado por Bauman. Op. Cit. 20

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    2.1.- Virtualidad y simulacro

    Reproducimos a continuacin lo que escribiramos en De laCiudad Letrada, aquellos puntos clave que delimitan nuestra lneade pensamiento30.

    Con el propsito de esclarecer al mximo lo que entendemosporprocesos de virtualizacin, intentaremos sistematizar lo que yahemos sealado en pginas anteriores. La virtualizacin quiere darcuenta de un modo de significacin cuyo correlato econmicoculturalno es otro que la mediatizacin. De modo que, podramosresumir nuestro punto de partida afirmando que asistimos a laemergencia de un rgimen de significacin indito cuyos ejes son,precisamente, la virtualizacin / mediatizacin.

    a. Hemos llamadoprocesos de virtualizacin a un nuevo estadio dela cultura humana, caracterizado, entre otras cosas, por laexpansin y la aceleracin de la semisfera.

    b. Desde un punto de vista general, se puede afirmar que eladvenimiento de esta nueva cultura supone un nivel decomplejidad desconocido hasta hace poco, cuyo contexto es lainstauracin de un nuevo complejo civilizacional que ha sidodenominado tardocapitalismo o, como preferimos, hipercapitalismolibidinal.31

    c. Desde el punto de vista de una semiologa de la cultura, elmomento actual inaugura nuevos modos de significacin, en quelos signos se nos presentan como entidades arreferenciales ydesemantizadas: esto es, los signos devienen meros significantes.Esto ha sido posible tras una revolucin semisica inherente aldesarrollo capitalista en occidente y que algunos autores llamanfuerza de reificacin.

    d. La preeminencia de lgicas significantes, entraa cambiosprofundos en losprocesos mentales, en el sensorium de las masasy, por ende, en la construccin social de la realidadcontempornea. En efecto, la cultura actual subordina los diversossignos a los estmulos o perceptos irradiados, principalmente porlos massmedia. En los albores de un nuevo milenio, asistimos, enel ms amplio sentido, a una mutacin antropolgica:el llamadomomento postmoderno.

    30 Vase Cuadra, A. De la Ciudad Letrada a la Ciudad Virtual. Capitulo. 12. Santiago.Ediciones LOM, Coleccin Escafandra.2003

    31 Para un diagnstico prximo a nuestra lnea de pensamiento en cuanto a una

    modernizacin de la modernidad, vase:

    Lipovetsky, G. Les temps hypermodernes. Paris. B. Grasset. 2004

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    e. Es evidente que los procesos semisicos son inseparables de lared de relaciones histrico sociales en que se desarrollan. En estesentido, es imprescindible hacer notar que la revolucin semisicase verifica en el seno de un diseo socio-cultural denominadosociedad de consumo; esto puede ser entendido como una nueva

    habla social, un nuevo modo de socializacin basado en laseduccin que transforma la cultura entera en una culturapsicomrfica; una cultura que funciona desde el deseo y elindividualismo, un narcisismo de corte socio-gentico.

    f. Losprocesos de virtualizacin de la cultura actual se oponen a losprocesos de semantizacin. Si antes era posible concebir reglassemnticas para generar mensajes que remitan a constructosideolgicos; hoy, dicho modelo resulta inaplicable a productos talescomo el videoclip o la metapublicidad. Los procesos de

    virtualizacin se presentan ms bien como reglas formales deorden sintctico-pragmtico que desplazan lo ideolgico a favor delo pulsional esttico.

    g. Los procesos de virtualizacin encuentran su expresin msplena en la videsfera; pues, el flujo total de tecnoimgenesdesafa toda memoria posible, tornando en simulacro cualquierpretensin logocntrica de instaurar una distancia crtica.32

    Estas siete proposiciones que hemos transcrito, constituyen la

    base de nuestro pensamiento y el punto de partida paraprofundizar nuestra reflexin. Para ahondar en nuestra lnea dereflexin, revisaremos, muy sucintamente, una nocin afn que hadesarrollado Baudrillard, nos referimos, desde luego, al conceptode simulacro.

    En un texto que se ha tornado en clsico del tema, Cultura ysimulacro,33 Jean Baudrillard explora la nocin de simulacro en unaperspectiva que resulta congruente con nuestro punto de vistacuando escribe: Hoy en da, la abstraccin ya no es la del mapa,la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulacin nocorresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sinoque es la generacin por los modelos de algo real sin origen ni

    32 Es claro que las imgenes virtuales significan la abolicin del referente y,eventualmente, del significado; pues a diferencia de la placa fotosensible que documentaobjetos, la imagen anptica virtual crea una imagen autosuficiente, cuasi - autnoma. La

    paradoja estriba en que, junto a la arreferencialidad y desemantizacin, se instala unaautentificacin formal, pues los objetos son construidos como un conjunto de pixelsdiferenciados. As, entonces, los procesos de virtualizacin, lejos de debilitar la nocin delo autntico, la perfeccionan. La imagen deja de ser una traslatio ad prototypum, tal comofue entendida por el cristianismo occidental, para devenir un puro significante quedestella por s mismo, instalndose en el imaginario como una entidad nueva que se

    agrega al mundo sensible. Cuadra. Op.Cit.

    33 Jean Baudrillard. Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairs, 2001 (6 Edicin).

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    realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni lesobrevive. En adelante ser el mapa el que precede al territorioPRECESIN DE LOS SIMULACROS Son los vestigios de lo real, nolos del mapa los que todava subsisten esparcidos por unosdesiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El

    propio desierto de lo real.34 Las nuevas tecnologas poseen unpoder gensico capaz de engendrar lo hiperreal, una suerte de realproducido por matrices y modelos. As la distincin metafsica entreser y apariencia queda abolida. La simulacin no posee un carcterespecular ni discursivo a propsito de lo real sino una potenciagentica.

    En efecto, la videomorfizacin, por ejemplo, consiste en unsistema de signos que se hace presente en una infinidad de pixelsen tres dimensiones ciberespaciales. Desde el punto de vista del

    usuario, se est inmerso en una realidad polisensorial que, en ellmite, puede ser concebida como una suplantacin de lo real porlos signos de lo real, tal y como piensa Baudrillard.

    La serie sgnica precede a la serie fctica: es decir, laoperacin semitica de designacin mediante la cual los realia sehacan signos se ha invertido. La semiosis ya no procede deexterioridad alguna sino que es inmanente al cdigo de baseordenado en una matriz dada. Este fenmeno no es tan nuevocomo aparece, de hecho la cultura entera puede ser entendida

    como un gran proceso de virtualizacin y, cabe preguntarse, sialguna vez hemos habitado lo real sin ms.

    En suma, lo hiperreales, segn Baudrillard, un estadio ltimode la imagen en cuanto a que lejos de ser un reflejo o unenmascaramiento de lo real, ahora la imagen ya no tiene que vercon ningn tipo de realidad sino que es su propio simulacro. 35

    34 Ibidem. p.10.

    35Resulta cada vez ms claro que los nuevos dispositivos tecnolgicos y los procesos devirtualizacin que expanden y aceleran la semisfera, desplazan la problemtica de laimagen desde el mbito de la reproduccin al de la produccin; as, ms que la atrofia delmodo auretico de existencia de lo autntico, debe ocuparnos su presunta recuperacin

    por la va de la tecnognesis y la videomorfizacin de imgenes digitales. Este puntoresulta decisivo pues, siguiendo a Benjamin, habra que preguntarse si esta era indita de

    produccin digital de imgenes representa una nueva fundamentacin en la funcin delarte y de la imagen misma; ya no derivada de un ritual secularizado como en la obraartstica ni de la praxis poltica como en la era de la reproduccin tcnica. En este sentido,Benjamin nos recuerda que la fotografa, primer medio de reproduccin de verasrevolucionario, despunt junto con el socialismo; hoy podemos afirmar que la imagendigital adviene, precisamente, junto al ocaso de las grandes utopas socialistas. Si en losalbores del siglo XX el fascismo respondi con un esteticismo de la vida poltica, elmarxismo contest con una politizacin del arte; hoy, en este momento inaugural del siglo

    XXI, el momento postmoderno pareciera apelar a una radical subjetivizacin /personalizacin del arte y la poltica, naturalizados como mercancas en una sociedad deconsumo tardocapitalista. Ya el mismo Benjamin reconoci que el cine desplazaba el aura

    hacia la construccin artificial de una personality, el culto a la estrella; que, sin embargo,no alcanzaba a ocultar su naturaleza mercantil. La virtualizacin de las imgenes lograrefinar al extremo esta impostura auretica, pues personaliza la generacin de imgenes

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    Afirmar que la simulacin disocia la imagen (los signos) decualquier relacin con la realidad supone en primer lugar que laimagen ya no designa referente alguno; en segundo lugar, encuanto gnesis de hiperreal hay una preeminencia de los rasgossignificantes que debilita los procesos de significacin. As, la

    simulacin se sostiene desde dos operaciones semiolgicasconcretas, la arreferencialidad y la desemantizacin, es decir lasimulacin slo es concebible desde losprocesos de virtualizacin.

    2.2.- Virtualidad, espacio y tiempo

    Los procesos de virtualizacin slo son pensables comouna reconfiguracin de las nociones de espacio y tiempo. Esto es

    as porque la virtualidad se verifica ms all del espacio y el tiempokantiano - newtoniano que constituye nuestra experienciacotidiana, una experiencia construida histrica y culturalmentedesde la revolucin renacentista como fundamento de lamodernidad, en efecto, como afirma Harvey: ...el pensamiento dela Ilustracin operaba dentro de los lmites de una visinnewtoniana algo mecnica del universo, en la cual los presuntosabsolutos del tiempo y el espacio homogneo formaban losrecipientes que limitaban el pensamiento y la accin36

    A largo del siglo XX, la introduccin de tecnologasde comunicacin y de medios de transporte nos obliga a revisaralgunos de los lmites espacio temporales. Esta revisin exige, a lomenos, dos grandes puntos de anlisis: en primer lugar, esmenester intentar un correlato verosmil entre los fundamentos deuna cultura y el desarrollo tecnoeconmico que la sustenta, ensegundo lugar, es indispensable explorar los modos designificacinen los que se inserta lo virtual.

    Un breve parntesis: al intentar esta doble aproximacintenemos en mente la crtica mediolgica que nos ofrece Debray37 dela semitica, en el sentido de que sta actuara con el prejuicio deautonomizar el mensaje de su soporte material, venciendo laopacidad de la cosas desde una cierta ingenuidad del cdigo. As, lasemitica operara sobre un producto ideal logisizado, haciendo susa priori inmanentes al dato. Ni tanto ni tan poco, pues no hayrazn de principio para afirmar, de buenas a primeras, que lasemitica tiende a deshistorizar y desmaterializar la cultura.Contrariamente a lo que piensa Debray, sostenemos que slo una

    sin que por ello pierda su condicin potencial de mercanca. Cuadra. Op. Cit.

    36 Harvey, David. La condicin de la postmodernidad. Buenos Aires. Amorrortu. 1998: 28037 Vase Debray, R. Por qu no somos semilogos? in Introduccin a la mediologa.

    Barcelona. Piados. 2001: 184-191

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    aproximacin econmica cultural puede fundamentar aquella quese ocupa de los modos de significacin, constituyendo ambas unrgimen de significacin. As pues, la caricatura de ... que elhombre desciende ms del mono que del signo38 , es susceptiblede ser, a lo menos, repensada en el sentido de una conjuncin

    entre mono y signo.

    En relacin al primer aspecto, Harvey propone una preguntaque merece ser tenida en cuenta: De qu modo han cambiadolos usos y significados del espacio y el tiempo con la transicin delfordismo a la acumulacin flexible? Mi idea es que estas dosltimas dcadas hemos experimentado una intensa fase decompresin espacio temporal, que ha generado un impactodesorientador y sorpresivo en las prcticas econmico polticas,

    en el equilibrio del poder de clase, as como en la vida cultural ysocial.39. Como se puede advertir que la cuestin planteada sitanuestro problema en el marco de una cierta economa cultural.Ahora bien, en lo que concierne a la cultura, para Harvey, sta nopuede sino estar ligada a los modos de circulacin del capital : Sivemos la cultura como un conjunto de signos y significaciones(incluyendo el lenguaje) que se engranan en los cdigos detransmisin de los valores y significados sociales, podemos esbozaral menos la tarea de analizar sus complejidades en las condicionespresentes, reconociendo que el dinero y las mercancas constituyen

    los soportes primarios de los cdigos culturales. En la medida enque el dinero y las mercancas estn totalmente ligados a lacirculacin del capital, esas formas culturales arraigan firmementeen el proceso diario de circulacin de capital40 Las nuevasmodalidades de circulacin del capital reformulan el espacio y eltiempo, sin embargo, los flujos ingrvidos y globalizados del capitaldistan mucho de emancipar a la mayora de su arraigo territorial,pues como bien resume Bauman: Para decirlo en una frase: lejosde homogeneizar la condicin humana, la anulacin tecnolgica delas distancias de tiempo y espacio tiende a polarizarla. Emancipa a

    ciertos humanos de las restricciones territoriales a la vez quedespoja al territorio, donde otros permanecen confinados, de suvalor y su capacidad para otorgar identidad41 La compresinespacio temporal en el contexto del capitalismo globalizadoevidencia, de hecho, una de sus reglas constitutivas y, en estesentido, instituye una contradiccin en cuanto refina y acelera laperformatividad del capital, y al mismo tiempo, transformaradicalmente los modos de significacin.

    38 Debray. Op. Cit. 190

    39 Harvey. Op. Cit. 31440 Harvey Op. Cit. 33141 Bauman Op. Cit 28

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    Los procesos de virtualizacin pueden ser entendidos comomodos de significacin, en varios sentidos. Primero, como lapreeminencia del material significante sobre las instancias designificado o de referencia; segundo, como un proceso creciente dedesrealizacin inherente al desarrollo histrico y tecnoeconmico

    en Occidente; tercero, como una mutacin en el sensorium demasas que remite al desarrollo de los dispositivoscomunicacionales, del bisonte a la realidad virtual; cuarto, comouna mutacin cognitiva en cuanto debilitamiento de la logsfera(matriz sintagmtica) y la instauracin de la hipertextualidadmultimedial. No obstante la multiplicidad de sentidos que nosofrece el concepto de virtualizacin, todos ellos remiten, en ltimainstancia, a una concepcin y experiencia del espacio y el tiempo.

    El ciberespacio o espacio virtual, lejos de ser una irrealidad

    funda una realidad otra, aquella, justamente, que est fuera delespacio y el tiempo kantianos como condicin de posibilidad de losfenmenos. El espacio virtual es imagen, ya no mera mediacinsino experiencia, sensible e inteligible al mismo tiempo. Elciberespacio existe como realidad arreferencial que responde tanslo a sus propias reglas constitutivas, en tanto modelomatemtico. Esto nos lleva a una serie de paradojas, por de prontoque aquella distincin entre espacio y tiempo tiende a fundirse enun continuo espacio-tiempo. Una segunda cuestin, no menor, es laposibilidad de representar el espacio-tiempo, esto es, la nocin

    misma se vuelve geomtrica, plstica, modelable. Por ltimo, laexperiencia del nuevo espacio-tiempo nos muestra, por contraste,que habitamos slo un caso posible espacio-tiempo. De este modo,la realidad virtual nos hace evidente la virtualidad de lo real,mostrndonos el nuevo horizonte conceptual y perceptual quemarcar los derroteros de las generaciones futuras.

    Este nuevo modo de significacin que emerge comienza atransformar no slo los flujos de capital y mercancas sino, y demanera creciente, el modo en que los habitantes del siglo XXI

    perciben la realidad. Estos nuevos modos de serresultan crucialesa la hora de imaginar los posibles polticos en que nos debatimos.

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    SEGUNDA PARTE:

    IMAGINACION Y VIRTUALIDAD

    Todas las tardes tardes imaginariassube las escaleras imaginariasy se asoma al balcn imaginarioa mirar el paisaje imaginarioque consiste en un valle imaginariocircundado de cerros imaginarios*

    3. Apocalpticos o Digitalizados

    3.1.- Del negropontismo a la crtica aristocrtica

    Uno de los debates ms actuales en el mbito de lascomunicaciones es, desde luego, el impacto de las nuevastecnologas en la cultura contempornea. El tema, por cierto, nos

    *Nicanor Parra. El hombre imaginario .Hojas de parra .Santiago. Ganmedes. 1985

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    atae directamente, en cuanto vivimos una acentuada globalizacinno slo tecnoeconmico sino cultural. En efecto, Amrica Latina,con todas sus singularidades y complejidades, no escapa a estacorriente planetaria que est acelerando una mutacinantropolgica; esta transformacin implica, segn hemos visto,

    tanto las modalidades de produccin distribucin y consumo deobjetos culturales como a modalidades inditas de significacin.Esto cobrar, entre nosotros, una especial relevancia en cuanto anuevas claves identitarias virtuales. Desde esta perspectiva,asistimos ni ms ni menos que a una verdadera metamorfosiscognitiva, cuyas consecuencias polticas, sociales y propiamenteculturales an son inciertas. Nos encontramos con algunospensadores que ven en el advenimiento de las nuevas tecnologasla antesala de una edad oscura, el fin de la civilizacin y delpensamiento racional; otros en cambio, saludan esta era digital con

    la fe del converso, augurando un nuevo mundo. Entre losapocalpticos y los digitalizados, lo innegable es que transitamosdesde una ciudad letrada hacia una ciudad virtual. Tanto laslecturas apocalpticas como la complacencia digital dejan de ladoun aspecto fundamental que suponen las nuevas tecnologas: losnuevos modos de significacin y sus implicancias cognitivas yculturales. Los discursos apocalpticos operan desde prejuicios quesubrayan las aristas econmico culturales, mientras que losdigitalizados, vctimas de una euforia tecnolgica, suspenden oignoran las sociedades histricas en que dichas tecnologas se

    inscriben. Ambos discursos representan, a nuestro entender,posiciones extremas que no se hacen cargo, precisamente, deaquello que debiera ocuparnos ms all de todo prejuicio: lastransformaciones sociales y culturales acarreadas por lastecnologas digitales. En este sentido, nos parece que Piscitelli esmuy lcido cuando sostiene: No se trata de palabras contraimgenes ni de textos contra representaciones visuales. Los textostambin son imgenes ya que la palabra no es nunca slo palabra.Es, a la vez, una imagen. La traza audiovisual de la palabra suponeuna materialidad indelegable que slo puede pensarse

    figurativamente. Las imgenes no son tan slo un medio de estudiosino la matriz del pensamiento, la accin y la comunicacin.42

    Organizaremos la primera parte de nuestra exposicincomo un contraste entre dos textos relativamente recientes: SerDigital43 y Homo videns. La sociedad teledirigida44. Las tesis deambos autores se sitan en polos opuestos, pues mientrasNegroponte sostiene que: ...estar digitalizados nos da muchosmotivos para ser optimistas. Como una fuerza natural, la era

    42Piscitelli, A (1999)Ciberculturas: www. uma.es / cultura / tcae/cibercultura_piscitelli.htm.43Negroponte, N. Ser digital. B. Aires. Ed. Atlntida..199544 Sartori, G. Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid. Taurus. 1998

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    digital no puede ser ni negada ni detenida. Tiene cuatro grandescualidades que la conducirn, finalmente, a su triunfo: ladescentralizacin, la globalizacin, la armonizacin y lamotivacin45 Sartori argumenta que: No es verdad como da aentender la ramplonera de los multimedialistas que la prdida de

    la cultura escrita est compensada por la adquisicin de unacultura audio visual...Una falsa moneda no compensa la monedabuena: la elimina...La cultura audio-visual es inculta y, por tanto,no es cultura46. Para aclarar lo que Sartori est sosteniendo,insistamos en su nocin de incultura: Pero cultura es ademssinnimo de saber: una persona culta es una persona que sabe,que ha hecho buenas lecturas o que, en todo caso, est bieninformada. En esta acepcin restringida y apreciativa, la cultura esde los cultos, no de los ignorantes. Y ste es el sentido que nospermite hablar (sin contradicciones) de una cultura de la

    incultura y asimismo de atrofia y pobreza cultural47

    GiovanniSartori plantea, con mucha ingenuidad, que la realidad virtualinherente al mundo digitalizado es una irrealidad, mientras que latelevisin mostrara imgenes de cosas reales. Ahora bien,siguiendo su lnea de pensamiento, las imgenes anulan losconceptos y atrofian nuestra capacidad de abstraccin, esto es:nuestra capacidad de entender. El resultado es obvio: un seriletrado, inculto, necio e ignorante, un video-nio, el homoinsapiens.

    En el pensamiento de Sartori subyacen algunasingenuidades y no pocos prejuicios. Por de pronto, cabepreguntarse si acaso la oposicin culto / ignorante no es, enabsoluto nueva e histricamente ha estado ligada ms a rdeneshistrico - culturales en que la tecnologa ha jugado un rol msbien expansivo. De hecho, la alfabetizacin se impone como unvalor poltico social junto a la masificacin de libros y medias. Eneste sentido, no parece adecuado juzgar la crisis educacionalexclusivamente en relacin a la televisin o los computadores, sinconsiderar factores tanto o ms importantes como la irrupcin delas llamadas sociedades de consumo o los anquilosados sistemasde enseanza, entre muchos otros. El saber, en el sentidorestrictivo en que lo entiende Sartori, esto es, haber hecho buenaslecturas, ha sido siempre el patrimonio de una minora,normalmente ligada al poder econmico. De hecho, el canonoccidental ha sido patrimonio de grandes universidades que, casipor definicin, han sido de lites, las que han impuesto una nocinde lo que debe ser tenido por buenas lecturas. La nocin de unacultura de la incultura nos trae a la memoria una cierta crticaaristocrtica que mira con desdn cualquier otra forma cultural que

    45 Negroponte. Op. Cit. 23046 Sartori Op. Cit. 15047 Ibid.39

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    no remita a la biblioteca y a los clsicos. Pues an admitiendo quela lectura ha sido una fuente importante de saber y cultura (en elsentido de Sartori), no es, ni ha sido, la nica. Otro aspecto que nopodemos olvidar es que la llamada cibercultura no entraa de suyoun nuevo lenguaje sino la conjuncin de muchos lenguajes

    preexistentes; as, en la pantalla de una PC se dan cita: fotografa,vdeo, dibujo, msica, lenguaje oral y, algo que Sartori pareceolvidar... lenguaje escrito. Lo indito radica en la interactividad, enla accesibilidad y en los vnculos que se establecen dentro y fueradel texto. En este sentido, lejos de significar una atrofia para lascapacidades cognitivas asistimos a nuevas modalidades yexigencias. Como afirma Negroponte: A medida que los nios sevayan apropiando de los recursos de informacin global y quedescubran que slo los adultos necesitan permiso para aprender,encontraremos nuevas esperanzas y una nueva dignidad en

    lugares donde, hasta ahora, hubo muy poco de ambas cosas 48

    Alos ojos de Sartori, el negropontismo entraa una especie depostpensamiento, que en ltima instancia , lleva a una prdida delsentido de realidad: ...el negropontismo puede llegar a generar,en un extremo, un sentimiento de potencia alienado y frustrado, yen el extremo opuesto, un pblico de eternos nios soadores quetranscurren toda la vida en mundos imaginarios. La facilidad de laera digital representa la facilidad de la droga49. La oposicin entreprincipio de realidad y mundos imaginarios (virtuales) no resultaconvincente, pues, bien mirado, los mundos virtuales son

    realidades, expresadas en bits y no en tomos, es decir, realidadessgnicas e informacionales. La realidad virtual, lejos de abolir loreal, lo expande a nuevos lmites. La virtualidad multimodal escapaz de aproximarse al psiquismo en tanto compromete al usuarioen varios niveles sensoriales, permitiendo, adems un nivel bsicode lo que se llama interactividad.

    3.2.- Interfaz e interactividad

    Una de las promesas de los digitalizados es la

    interactividad plena hombre computador. En efecto, Negroponteplantea, con su proverbial entusiasmo, un desarrollo de interfacesmediante el cual : En el prximo milenio, nos encontraremos conel hecho de que hablaremos tanto o ms con mquinas que conpersonas 50 . La interactividad supone un camino de ida y vueltaentre dos polos comunicacionales, es lo que tradicionalmente se hallamado feedback . Por ejemplo, cuando utilizamos el telfonointeractuamos con un distante interlocutor; la novedad estriba enque ahora se propone una interaccin entre la inteligencia humana

    48 Negroponte Op.Cit. 23249 Sartori. Op. Cit. 5950 Negroponte. Op. Cit. 150

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    y una entidad artificial, no humana. Hasta hoy, la relacin con lamquina ha sido puramente instrumental, en el sentido de no social51; estamos ante el uso de herramientas electrnicas. Lainteraccin supone una pragmtica compleja cuyo modelo loencontramos en la pragmtica lingstica y no es otro que la

    conversacin. Lo conversacional es la unidad mnima de lo social encuanto supone interaccin psico-fsica entre dos sujetos mediadospor el habla. Para que ello sea posible, deben concurrir variableslocucionarias (fonticas, fticas y rticas) asi como ilocucionarias(intencionalidad, sinceridad, etc) ; eventualmente, la palabra puedetener efectos extralingsticos : lo perlocucionario. 52. Todo loanterior supone, adems, un marco de referencia compartido, untrasfondo prerreflexivo que haga posible la conversacin; todocuanto damos por descontado, el llamado Lebenswelt y que hasido objeto de estudio privilegiado en diversos trabajos

    etnometodolgicos53

    . Para mostrar la complejidad de la interaccinhumana, mencionemos que como un cdigo paralelo y, en algunamedida redundante, toda conversacin supone el uso de conductasno verbales que no slo ilustran lo que decimos sino que dancuenta de nuestro estado anmico, de nuestra idiosincrasia yregulan el canal de ida y vuelta de la interaccin 54. Podramossintetizar nuestro pensamiento afirmando que toda conversacinsupone y exige la dimensin interlocucionaria, como una cualidady condicin pragmtica inherente al lenguaje; constituidaprimordialmente por los supuestos de trasfondo o marco de

    referencia cognitivo y por las conductas no verbales que operancomo auxiliares fticos.

    La interaccin con una PC no ha llegado, por cierto, a unnivel psico fsico de la complejidad descrita en la conversacin, esdecir, no se ha desarrollado la dimensin interlocucionaria comoparte constitutiva de una interfaz usuario - computador ; sinembargo, no podemos excluir a priori tal posibilidad. Aunque laimagen del androide nos es ya familiar en series de ciencia ficcin,la tecnologa actual apenas es capaz de producir torpes mascotas,muy por debajo de su smil biolgico; lo que s es una realidad, encambio, son las interfaces cada vez ms amistosas, de suerte que

    51 Cfr.- Habermas, J. Teora de la accin comunicativa. Buenos Aires. Taurus Ediciones.198952 Austin, J. Cmo hacer cosas con palabras. B. Aires. Editorial Paids. 1971

    Searle, J. Speech Acts. N. York. C.U.P. (reprinted from 1969)1980

    53 Heritage, J Etnometodologa in La teora social hoy. Giddens & Turner Mxico. AlianzaEditorial.

    1991:290-350

    54 Ekman &Friesen Origen, uso y codificacin: Bases para cinco categoras de

    conducta no verbal in Lenguaje y comunicacin social. E . Vern, B. Aires. Ed. NuevaVisin.1969:51-105

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    los programas de computadoras incluyen una serie deeventualidades que nos facilitan su uso. El salto interlocucionariosupone un contacto conversacional, y no meramente fontico, conuna computadora capaz de reaccionar ante nuestroscomportamientos lingsticos y paralingsticos; cuestin no

    impensable, aunque, en principio, muy distante an.

    3.3.- De la narracin al saber virtual

    Es ya un tpico alegar que la cibercultura trae consigo laabolicin del sentido, como sostiene Sartori: El hombre delpostpensamiento, incapaz de una reflexin abstracta y analtica,que cada vez balbucea ms ante la demostracin lgica y ladeduccin racional, pero a la vez fortalecido en el sentido del ver(el hombre ocular) y el fantasear (mundos virtuales)....55.

    Conviene hacer notar que la problemtica del sentido se relacionaestrechamente con la nocin de relato, a tal punto que la mentadaabolicin del sentido slo es comprensible como una crisis de lanocin misma de narratividad; en este sentido, la abolicin delsentido se relacionara con el hecho de que el saber mismo ya noes eminentemente un saber narrativo56. Cabe preguntarse si acasoes posible un saber virtual; es decir, si los nuevos procesos devirtualizacin excluyenper se la posibilidad de instituir saberes. Almenos esto parece creer G. Sartori, quien citando a Galimbertiapunta que: ...el hombre medieval tena creencias absurdas que,sin embargo, estaban delimitadas por una Weltanshauuung, poruna concepcin del mundo, mientras que el hombrecontemporneo es un ser deshuesado que vive sin el sostn deuna visin coherente del mundo... En esta ausencia de referenciasestables, el hombre...cree porque no hay razn alguna para nocreer57

    Admitiendo una crisis profunda y radical de las visiones demundo coherentes y estables, ello no significa, de buenas aprimeras, que hay una total ausencia de referencias. De hecho, sepuede establecer una correlacin clara entre la llamada

    cibercultura y la expansin de la sociedad de consumo ; demanera que junto al ocaso de una Weltanshauuung , emergevigorosa una cultura hedonista narcisista que exalta elindividualismo en todas sus dimensiones, un mundo en que lapregunta misma por el sentido no tiene sentido 58. El sabernarrativo, estable y delimitado, conforma una estructura cuyalegitimidad emana del sentido ; el saber virtual, inestable y delmites difusos, tiende a conformar flujos en que la legitimidad no

    55 Sartori Op. Cit. 136

    56 Lyotard, J.F. La condicin postmoderna. Buenos Aires. R.E.I. 1987:55 y ss.

    57 Sartori. Op. Cit. 13758 Lipovetsky, G. La era del vaco. Barcelona. Anagrama .1992

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    supone un sentido sino una performatividad ; esta oposicin escentral, pues de ella emana una metamorfosis cognitiva As pues,lo que Sartori llama , algo desdeosamente, postpensamientorepresenta un salto semisico que se nutre, precisamente, de losprocesos de virtualizacin; en principio, no parece pertinente

    intentar ponderar este nuevo estadio del pensamiento humanodesde las categoras letradas tradicionales; as, la pretensin demensurar un cierto grado de cultura a partir de haber hechobuenas lecturas, es tan inadecuado como refutar a Galileo Galileidesde los escritos clsicos de Aristteles. Cuando Sartori intentahacer anlogos los mundos virtuales con el fantasear, opera sobreel prejuicio de la virtualidad como irrealidad; sin embargo,utilizando su misma analoga se puede sostener que los saberesvirtuales entraan nuevas componentes no slo sensoriales(visuales) sino imaginativas. Si los mundos virtuales facilitan el

    fantasear, con ello se evidencia la aproximacin de la virtualidad alos procesos psquicos profundos; ello explica que los saberesvirtuales potencien una nueva era de la imaginacin, un mundo enque lo esttico y lo ldico se torna central. Como ya hemossealado, sostenemos que la virtualizacin ms que un nuevolenguaje, consiste ms bien en la conjuncin de muchos lenguajes;la novedad, entonces, no radica en los cdigos utilizados sino en eluso que se hace de ellos, es decir, en la dimensin pragmtica delos lenguajes, en la relacin peculiar entre signos y usuarios. Sipensamos en esta conjuncin en una red horizontal,

    multidireccional, descentralizada, en que la interactividad limitada,la accesibilidad y la posibilidad de establecer vnculos estn dadapor el soporte tecnolgico; es fcil comprender que Internetrepresenta, como venimos sosteniendo, un salto semisico, en elque vamos dejando atrs las estructuras slidas y estables quereclama Sartori, para adentrarnos al universo inestable y virtual delos flujos. La tesis de Sartori, segn la cual el vdeo-ver desactivanuestra capacidad de abstraccin y raciocinio, intenta evaluar eluniverso pragmtico de los flujos de juegos de lenguaje (verbalese icnicos) desde una estructura narratolgica que apela a una

    cierta langue estable y de contornos definidos. Podramosaventurar que la posibilidad de establecer vnculos a distintosniveles y poniendo en relacin cdigos diversos inaugura un nuevomodo de pensar que tiende a establecer asociaciones inditas ya nolineales y sintagmticas sino pluridireccionales; en este estrictosentido, pareciera que la capacidad de abstraccin no slo nodisminuye sino que aumenta exponencialmente. Desarrollaremosesta tesis a propsito de lo que hemos llamado saber virtual, paraexplicar la metamorfosis cognitiva descrita por algunos autores.

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    4.- La invencin de Morel: metforas, imaginacin yvirtualidad

    4.1.- Las metforas de lo fantstico

    La poca actual es prdiga en metforas, la globalizacin,por ejemplo, ha dejado de ser una imagen geogrfica para tornarseuna imagen histrico cultural; otro tanto ocurre en el mbitocomunicacional con la llamada aldea global. Es interesante notarque, de un modo u otro, las ciencias sociales acuden a la literaturacomo fuente de metforas y descripciones de poca. La bsquedade metforas no es slo una cuestin esttica, se tratara ms biende una remodelacin continua de nuestro imaginario; esto es: dar

    un papel protagnico a la imaginacin en la elaboracin de nuevoconocimiento. Nuestra indagacin apunta, justamente, en esa

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    direccin: buscar en nuestra literatura nuevas metforas que nospermitan imaginar lo que hemos llamado la era de lavirtualizacin.

    Durante la primera mitad del siglo XX, socilogos e

    historiadores se interesaron por figuras tales como Scott, Balzac oZola; estos grandes autores realistas provean con su agudo geniolas imgenes que sintetizaban el zeitgeistde la sociedad burguesadecimonnica. En la actualidad, resulta muy sintomtico que lasmetforas ms sugestivas del pensamiento contemporneoprovengan, en especial, de lo que genricamente se ha llamadoliteratura fantstica: Aunque la literatura fantstica alcanza suapogeo durante el siglo XIX, los estudios dedicados a definir susalcances, lmites y posibilidades, proliferan en las ltimas dosdcadas de este siglo59 Esto explica la fama universal de Borges o

    de Cortzar as como el creciente inters en Bioy Casares.Sospechamos que, como afirma Ianni: Las metforas parecenflorecer cuando los modos de ser, actuar, pensar y fabular ms omenos sedimentados se sienten conmovidos60. La metfora no sloes una analoga entre cosas dismiles como sostuvo Aristteles enel libro III de su Retrica , pues como nos recuerda Borges setratara ms bien de un proceso mental que combina palabras: Son, para de alguna manera decirlo, objetos verbales, puros eindependientes como un cristal o como un anillo de plata61. Si bienexiste el anclaje escritural no podemos negar que la metfora

    puede existir como un objeto no verbal, como imagen pura; asalgunos cuadros de Magritte, por ejemplo, hablan por s solos.Como dice Ianni: La metfora se vuelve ms autntica y vivacuando se reconoce que prcticamente prescinde de la palabra:vuelve a la imagen predominante como forma de comunicacin,informacin y fabulacin 62 Nos interesa destacar, precisamente, lametfora como el primer paso en un proceso heurstico paraconfigurar un sentido. Desde la perspectiva de las ciencias socialesal iniciar este tercer milenio, quizs haya llegado el momento deasumir en toda su radicalidad la paradoja segn la cual no hay

    nada ms realista que hacerse cargo de la literatura fantstica ysus metforas.

    La crtica literaria que se ha ocupado de lo fantsticoreconoce, por lo menos, tres vertientes bien definidas. La crticanarrativa, practicada por Roger Caillos63, por ejemplo, intenta

    59 Alazraki, J. En busca del unicornio. Madrid. Gredos. 1983:15

    60Ianni, O. Teoras de la globalizacin. Mxico. Siglo XXI Editores.1996:4

    61 Borges, J.L. Historia de la eternidad. Buenos Aires. Emec Editores1981:70

    62 Ianni. Op. Cit 663Caillois, R. Imgenes, imgenes. Buenos Aires. Editorial sudamericana. 1970

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    caracterizar lo fantstico como un gnero literario en que la eficaciaradica en el tema tratado, temas capaces de producir miedo en ellector, as se habla de relatos de vampiros , fantasmas, etc. Lacrtica lgica o estructuralista, representada por Tzvetan Todorov64se opone a la anterior en cuanto define lo fantstico desde reglas

    lgico discursivas cuyo efecto es la duda en el lector en la medidaque ve alterado su sistema percepcin-conciencia. Por ltimo estla llamada crtica gnoseolgica que lee lo fantstico comometforas algicas, verdaderos anacolutos que arrastran al lector ala incertidumbre y la perplejidad; en este sentido, Jaime Alazrakiadvierte en lo fantstico un status gnoseolgico y epistemolgico.Como afirma Alazraki: La metfora como estructura de lo neo-fantstico se aleja de la definicin aristotlica y se aproxima, encambio, a la nocin nietzcheana de la metfora 65 En cadametfora de lo fantstico est en juego una nueva postulacin de

    la realidad, un terreno en el que las leyes de la lgica al uso sedesdibujan e irrumpe ese otro universo presentido por Heisenberg.La metfora, entonces, es un instrumento de conocimiento en unparadigma indicial, verdaderos tanteos en una zona oscura eignota. Alazraki concluye: La validez epistemolgica de lasmetforas de lo neo fantstico tiene vigencia en esa capacidadhumana de conocer intuitivamente: su territorio es lasensibilidad66 Visto desde esta perspectiva, nos parece legtimo ypertinente ocuparnos de una narracin fantstica latinoamericanadesde una mirada reflexiva de orden semiocultural.

    4.2.-Faustine, Morel y los otros

    Dcadas antes de que Star Wars nos soprendiera con laproyeccin de imgenes hologrficas, y mucho antes de que Matrixnos propusiera la realidad como un gran simulacro de una realidadanterior, un gran escritor argentino haba explorado dichasposibilidades desde lo fantstico. En 1940, la Editorial Losadapublic el primer libro de Adolfo Bioy Casares La Invencin de

    Morel

    67

    , una novela breve prologada nada menos que por JorgeLuis Borges, a quien est dedicada la obra.

    Borges, con la lucidez que le es caracterstica, afirma en lapresentacin de esta obra:No me parece una hiprbole calificarlade perfecta, inscribiendo la creacin inaugural de Bioy Casarescomo una obra maestra de la literatura fantstica argentina. Con laperspectiva de los aos, podramos sostener que Bioy Casares

    64 Todorov,T. Introduccin a la literatura fantstica. Buenos Aires.Editorial Tiempo Contemporneo. 1972

    65 Alazraki. Op. Cit. 4266 Alazraki. Op. Cit. 6467 Bioy Casares. A. La Invencin de Morel. Buenos Aires. Emec Editores.1999:

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    escribi una notable novela de ciencia ficcin que como De laTerre la Lune de Julio Verne, hoy ya nos parece ms una certerapremonicin que mera fantasa, acaso una mirada indita, metforaalgica , de lo que tenemos por realidad, ms all de las certezasanudadas por los silogismos. El mismo Borges nos ofrece, casi al

    pasar, una clave de lectura que se inscribe en nuestra lnea depensamiento al comentar a propsito de esta novela:En espaol,son infrecuentes y an rarsimas la obras de imaginacinrazonada68. Si la ciencia elabora leyes posibles a partir de hechostenidos por reales; la imaginacin razonada procedera a simularmundos posibles desde una legislacin concebible.

    La novela est escrita en primera persona, a modo deexhaustivo informe. Un hombre fugitivo perseguido por la justiciase entera gracias a un extico italiano que venda alfombras en

    Calcuta, un tal Dalmacio Ombrellieri, de la existencia de una islavaca desde 1924; se cuenta que dicho lugar es el foco de unaextraa enfermedad que corroe la piel y mata en quince das a todoel que se atreve a pisar ese suelo de nadie. La desesperacin deprfugo es tal que resuelve refugiarse en la isla maldita. Llega a lasolitaria isla tras un tortuoso viaje. Poco a poco descubre que enmedio de las construcciones abandonadas aparecen otros sereshumanos a los que confunde, al principio, con alucinaciones y a losque empieza a espiar sigilosamente.

    El nudo dramtico de la novela gira en torno a la extraarelacin entre el prfugo y Faustine, una cautivante mujer quecomparte juegos y paseos con Morel y un grupo de turistas en laisla. Faustine es una mujer misteriosa que llega a convertirse en laobsesin de este secreto espectador: La mir escondido. Tem queme sorprendiera espindola; aparec, tal vez demasiadobruscamente, a su mirada; sin embargo, la paz de su pecho no seinterrumpi; la mirada prescinda de m, como si yo fuera invisible69. El prfugo, por cierto, no se ha hecho invisible, aunque no esvisible para la imagen de Faustine. An ms, descubrimos que las

    acciones de los personajes se repiten exactamente iguales cadatanto: Con lentitud en mi conciencia, puntuales en la realidad, laspalabras y los movimientos de Faustine y del barbudo coincidieroncon sus palabras y movimientos de haca ocho das70 . Tanto eldj vu como la invisibilidad del prfugo nos lleva a una conclusinineluctable, estamos ante puras imgenes tridimensionales,hologramas que ocupan toda la isla; ms todava, la isla entera esun gran holograma. La irona es que la inmortalidad de la imagense paga con la descomposicin y la muerte del original: la plenituddel signo exige y supone la abolicin del referente. Los emisores

    68 Borges. Prlogo. La invencin de Morel. Bs. As. Emec. 1999:1469 Bioy. Op. Cit. 4370Ibid p. 62

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    vegetales hojas, flores murieron despus de cinco o seis horas;las ranas despus de quince71 Sin embargo, en este hologramaperfecto estn, en principio, todos los atributos fsicos del original ysi como lo pens Berkeley: Esse est percipi, entonces:Congregados los sentidos, surge el alma72 . Llevando esta

    hiptesis a extremos, podemos pensar en simuladores hologrficosde inmersin total en que la experiencia sensorial sea tanto o msreal que cualquier presunta realidad: qu diferencia esencial sepodra establecer entre esa virtual reality llevada a la perfeccin ylo que llamamos realidad?. En definitiva, como escribe BioyCasares: Madeleine estaba para la vista, Madeleine estaba para elodo, Madeleine estaba para el sabor, Madeleine estaba para elolfato, Madeleine estaba para el tacto: ya estaba Madeleine73. Sibien todas las descripciones de esta obra de Bioy Casares entran,como ya hemos dicho, en lo fantstico, debemos hacer notar que

    la actual tecnologa se aproxima rpidamente a perfeccionar unavideomorfizacin polisensorial , no muy distinta del invento deMorel. Segn Debray 74, cuando los criterios de acreditacin de loreal se tornan sensoriales y, especialmente visuales, estamos en unrgimen videocrtico. Sin embargo, habra que aclarar que unrgimen de significacin no puede limitarse tan slo a laespecificidad material significante sino a las nuevas modalidadesdel signo en s y todo el entramado psico- social implcito. Es decir,cualquiera sea el estmulo sensorial concreto, lo cierto es que seproduce un desplazamiento en las modalidades de significacin, ya

    no ancladas en matrices semnticas slidas sino en perceptosflotantes. Los procesos de virtualizacin traen consigo unainteligencia otra y una manera indita de construccin de lo social.Una manera, todava tosca, de evidenciar esta mutacin es eltrnsito de la textualidad hacia la hipertextualidad; punto en el quecoinciden las teoras postestructuralistas y los diseadores deprogramas cibernticos

    4.3.- Morel, el pequeo dios

    El invento de Morel es una mquina capaz de captar yguardar en un disco todas las sensaciones que conforman a un sero cosa en un instante determinado y luego reproducirlo con lamisma fidelidad del original. Esta invencin es descrita en lossiguientes trminos: Una persona o un animal o una cosa es,ante mis aparatos, como la estacin que emite el concierto queustedes oyen en la radio. Si abren el receptor de ondas olfativas,

    71 Ibid p. 139

    72 Ibid p. 10773 Ibidm

    74 Debray, R. Vida y muerte de la imagen. Barcelona. Editorial Paidos.1998:299 y ss.

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    sentirn el perfume de las diamelas que hay en el pecho deMadeleine, sin verla. Abriendo el sector de ondas tctiles, podrnacariciar su cabellera, suave e invisible, y aprender, como ciegos, aconocer las cosas con las manos75. El invento que se nos describees, an, ms extraordinario: Pero si abren todo el juego de

    receptores, aparece Madeleine, completa, reproducida idntica; nodeben olvidar que se trata de imgenes extrada de los espejos,con los sonidos, la resistencia al tacto, el sabor, los olores, latemperatura perfectamente sincronizados.76 Se nos hace saber quela mquina de Morel es una compleja instalacin en red que cubretoda la isla: Un grupo de trasmisores vinculados al rodillo que hayen los bajos... Un grupo fijo de receptores, grabadores yproyectores, con una red de aparatos colocados estratgicamenteque actan sobre toda la isla...Tres aparatos porttiles, receptores,grabadores y proyectores, para exposiciones aisladas 77 Es claro

    que toda la industria del entertaimentes incapaz, hasta la fecha,de proporcionarnos un artificio de esta calidad, pero no podemosnegar que es, precisamente, lo que anhelan: una realidad virtualcapaz de competir con la realidad. La mquina ideada por Morelcapta, graba y proyecta todas las cualidades sensibles de personas,animales y objetos. El mismo Morel reconoce, empero, que se tratade reproducciones carentes de vida: Para hacer reproduccionesvivas, necesito emisores vivos. No creo vida.78 Habra que haceraqu una salvedad. Se han ideado programas experimentales quereproducen seres virtuales segn los patrones de la vida

    microscpica que nos obligan a replantearnos la definicin mismade la vida. Pero, lo que Morel pareciera sostener es que la mquinacapta un evento y lo reproduce tal cual; su mquina no permitiragenerar nuevas eventualidades; bien sabemos que cualquierNintendo es capaz de generar un espectro de posibilidades, para nohablar de ciertos dispositivos inteligentes capaces de responder acontingencias inesperadas. Por otra parte, los efectos especialespueden resuscitar a Marilyn Monroe o a Humphey Bogart encontextos diversos mediante el montaje digital. En pocas palabras,s es posible crear vida, en el sentido de generar nuevas

    eventualidades y contingencias ; nada impedira, en principio,filmar una pelcula protagonizada por la misma Marilyn, con suimagen y su voz, con escenas que ella jams vivi. Notemos que,finalmente, el fugitivo se integra a las escenas proyectadas en laisla, estudiando el script e introducindose en los dilogos:Estudi lo que dice Faustine, sus preguntas y respuestas; muchasveces intercalo con habilidad alguna frase; parece que Faustine mecontesta.... Espero que, en general, demos la impresin de ser

    75 Bioy. Op. Cit. 105

    76 Ibidm77Ibid p.13878 Ibid p.107

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    amigos inseparables, de entendernos sin necesidad de hablar79.Como en aquellos videoclips en que algn joven artista canta juntoa Sinatra, el hombre solitario incluye su imagen reinventando lasecuencia de eventos que se proyectan. El prfugo busca suinmortalidad en una suerte de montaje virtual como nica manera

    de alcanzar a su amada : ...entr en ese mundo; ya no puedesuprimirse la imagen de Faustine sin que la ma desaparezca...Cambi los discos; las mquinas proyectarn la nueva semana,eternamente El precio de esta inmortalidad de la imagen es supropia muerte: Pierdo la vista. El tacto se ha vueltoimpracticable; se me cae la piel; las sensaciones son ambiguas,dolorosas; procuro evitarlas80 Bioy Casares utiliza la expresin fantasmas artificialespara referirse al status ontolgico de estasimgenes; la expresin se nos aparece como una sugestivametfora y un verdadero oxmoron , entidades que habitan lo real

    como artificio; la virtualidad se instala, exactamente, en eseintersticio: ni copia ni original. Surge una inquietante cuestin, esque acaso toda la cultura humana no es sino un fantasma artificial,la superposicin de un universo sgnico y abstracto sobre el telnde fondo de un universo enigmtico; es que acaso, finalmente, nohemos visto siempre dos lunas y dos soles: Estamos viviendo lasprimeras noches con dos lunas. Pero ya se vieron dos soles. Locuenta Cicern en De Natura Deorum81. La virtualidad recubre latotalidad del universo; ya no sern slo los personajes, sino la isla,ya no la isla sino el cielo y los astros.

    4.4.- Un intruso en una isla virtual

    Llama la atencin el lugar del prfugo en esta isla virtual,un ser ajeno y solitario que se mueve entre imgenes, sin llegarnunca a interactuar con ellas; se trata, en principio, de un pasivoespectador. Sin embargo, hay un sutil hilo que lo une a la tramaque se repite ante sus ojos: el deseo. Se enamora de Faustine,como Bioy se enamor alguna vez de una actriz de cine. Es muyinteresante advertir en este punto una prolongacin de la metfora

    del cine.Desde el punto de vista del recin llegado, las imgenes

    son los intrusos, seres inalcanzables: Acumul pruebas quemostraban mi relacin con los intrusos como una relacin de seresen distin