alvaro cepeda

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 f  ~  l 1 I  : ti  ~  t _. . :.'~ [  E SCRll l I R EN BARR A NQU I LLA mo de los demás cont r r tulio s , A l fonso Fue nmayo r , Á l var o Ce p ed a S am ud i o, L l - ~ s Ernes to Aroch a, e n tre otr os ,r e s- p ondi ó co n un si l en c io ho s c o .  ¿Qu é t e p a sa Bo b, n o te g u s - ?  , le in daga ron .  L a ver dad es qu e no p ue do cont e star eso . . . p or qu e -a ñ adió- un a de l as vo c es feme ni n a s d e l c o r o no m e d e jó co n c e ntrar p o r s u c e c e o .  De sus v i a j es co m en t a b a su d ece p ció n a nt e No tr e Dame , po rqu e s e l a f i g u ra b a m ás gra nd e . En l o q ue sí e sta ban d e a c u e rdo todo s sus am i gos es e nq u e él e r a el m e jo r c o no ce - dor de los lim e ri c k s (quintill as joco sas i r land esa s) e nt o d a l aA m é ri c a H i s p a n a . Ha bl a ba c o n frec u e ncia d e s u reg r es o a E ur opa c ua n d o su madr e mu r i e r a, único p arie nt e co n qu ie n c omp a rtía e l v ie - jo y s olar iego c ase rón .P er o e n la n oc h e b ue n a d e 1 96 3,u nos pocos dí as e sp s d e l a mu er t e d e su madr e , n o aguantó l a s ol e d a d, y se t om ó la cantidad e xac t a d e pas t il l as para m at a r se. S e l as fu e pasand o d e dos e n d o s, co n una b o t e ll a de l m e j or v ino fra nc és . De j ó u n a n ota co n e l te l éfo n o d e un pr i mo m é dico a l qu e l ega b a s u e quipo d e g imn as i a . L a sirvienta al enco trar su cuerpo s in vida no pud o p e dir au xilio, er a so rdom ud a . 25 8 Ál varo Ce p eda Samudio ( 1 92 6 -1 9 72) L o vi tal v ez un pa rd e veces e n m i vid a . Sin e m b a rgo, e n es t e últi mo cu a rto d e sig l o, a pa r tir de su mu e r t e, h e c on - ve rs a d o muchí simo so br e é l . No s é s i f u e en lo s se s e nta o s e t e nt a - di ez años qu e la m e m o ria ha ad e l g a z ad o ba s t a conf udirl os- m e l o t ro p e c é e nl a pu er ta d e l t e at r o M t ro e n una fun ció n es p ec i al , tal ve z d e l cin ec lub. Con es ao s adía d e lo s jóv e n e s m e ac e r - qu é , y sin sa ludado l e fo rmul é la pr e gunta  ¿Qu é ti e ne qu e v e r el cine con la lit e ratur a ? É l e staba e n esa oca s i ó n in- s ólitam e nt e d e ve stid o e nt e ro a z ul y co r bata n eg ra - e n e sto e l r e cuerdo e s n í tid o- , y m e contestó co n un r o tundo:  N a d a  , m ie nt ras m e co l o caba a f a bl e m e nt e l a ma n o en e l hombro . D e spu é s, e nc e ndi ó un e norme t a ba c o ant e la mi- rada desapro bad ora del porte r o del teatro .  il I i  ~  Lo vi de nu e v o e n casa d e unos ami g os comunes d e  la j e n e u ss e do r é e d e l o ss e t e nta . Jugaba pók e r , y al par ecer las sum as apostadas e ran si gnif i cativa s ; por l o me nos e so indicaban las malas palabras cuando perdía, y las r i sas bárbaras cuando ganaba. Mientras lograba armonizar el personaje con la idea que yo me había hecho del autor de La casa grande, alguien puso un disco de Debussy para pia - no, y una vo z preguntó si un gato e s t a ba caminando sob re las tecl a s . Un hombre alto , sile nc ioso , se rió so rdamen te; después supe que era el director de cine h i spano-mejic a no 25 9

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Page 1: Alvaro Cepeda

7/24/2019 Alvaro Cepeda

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l

1

I

 

:

ti

  ~ 

t

_. .:.'~[

ESCRlllIR EN BARRANQUILLA

mo de los demás contrrtulios, Alfonso Fuenmayor, Álvaro

Cepeda Samudio, Ll-~s Ernesto Arocha, entre otros, res-

pondió con un silencio hosco.  ¿Qué te pasa Bob, no te gus-

tó? , le indagaron.  La verdad es que no puedo contestar

eso ... porque -añadió- una de las voces femeninas del

coro no me dejó concentrar por su ceceo. 

De sus viajes comentaba su decepción ante Notre Dame,

porque se la figuraba más grande. En lo que sí estaban de

acuerdo todos sus amigos es en que él era el mejor conoce-

dor de los lim eri cks (quintillas jocosas irlandesas) en toda

la América Hispana.

Hablaba con frecuencia de su regreso a Europa cuando su

madre muriera, único pariente con quien compartía el vie-

jo y solariego caserón. Pero en la nochebuena de 1963,unos

pocos días después de la muerte de su madre, no aguantó

la soledad, y se tomó la cantidad exacta de pastillas para

matarse. Se las fue pasando de dos en dos, con una botella

del mejor vino francés. Dejó una nota con el teléfono de

un primo médico al que legaba su equipo de gimnasia. La

sirvienta al encontrar su cuerpo sin vida no pudo pedir

auxilio, era sordomuda.

25 8

Álvaro Cepeda Samudio

(1926-1972)

Lo vi tal vez un par de veces en mi vida. Sin embargo, en

este último cuarto de siglo, a partir de su muerte, he con-

versado muchísimo sobre él.

No sé si fue en los sesenta o setenta -diez años que la

memoria ha adelgazado basta confudirlos- me lo tropecé

en la puerta del teatro Metro en una función especial, tal

vez del cineclub. Con esa osadía de los jóvenes me acer-

qué, y sin saludado le formuléla pregunta  ¿Qué tiene que

ver el cine con la literatura? Él estaba en esa ocasión in-

sólitamente de vestido entero azul y corbata negra -en

esto el recuerdo es nítido-, y me contestó con un rotundo:

 Nada , mientras me colocaba afablemente la mano en el

hombro. Después, encendió un enorme tabaco ante la mi-

rada desaprobad ora del portero del teatro.

 il

I

i   ~

 

Lo vi de nuevo en casa de unos amigos comunes de

 la

jeneuss e do rée de los setenta. Jugaba póker, y al parecer

las sumas apostadas eran significativas; por lo menos eso

indicaban las malas palabras cuando perdía, y las risas

bárbaras cuando ganaba. Mientras lograba armonizar el

personaje con la idea que yo me había hecho del autor de

La c as a g ra nd e, alguien puso un disco de Debussy para pia-

no, y una voz preguntó si un gato estaba caminando sobre

las teclas. Un hombre alto, silencioso, se rió sordamente;

después supe que era el director de cine hispano-mejicano

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7/24/2019 Alvaro Cepeda

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ESCRIBIR EN BARRANQUILLA-

Luis A1coriza. Cepeda, concentrado en el juego, no nos

prestó atención.

En mis largas conversaciones con Cermán Vargas, cO,nmu-

cha frecuencia caíamos en el tema de Alvaro. Volvía una

'y otra vez -cada nueva versión con sus aditamentos~

de cuando Cepeda escribió To do s e stá bamo s a la e sp e ra ; d~

cómo se habían bebido varias veces la plata que el papa

le había dado para la edición; de la borrachera fenom~nal

en el  Japi Bar el día que salió de la impr.e~ta; de c~mo

si no hubierasido por una falsa alarma de tiSISno hubiera

escrito L a c as a g ra nde, en una temporada en que -¡mila-

gro - tomó un reposo. De Los cuentos ~e

  u a w

ex;?licaba

que solo había leído al

0  1  1

nos antes de salir el lIbro. En esa

 

época vivía en Bogotá, y cuando llegaba, Alvaro siempre

estaba corriendo.

Toda su vida, Germán se lamentó de que el inmenso talen-

to literario de Cepeda Samudio no se hubiera traducido en

más obras.  El año en que murió y se deslindó de ~osnego-

cios, pensé que sería un buen momento para que Alvar~ ~~

hubiera dedicado totalmente a la literatura , me lo repitió

varias veces.

Recuerdo que una vez tomando cervezas en una tienda

del barrio Abajo, mientras en las demás mesas se jugaba

al dominó Alfonso Fuenmayor me habló de la asimilación

de las infl~encias de Hemingway y García Lorca en La c as a

gra nde . Para él, Cepeda era uno de los mejores conocedores

en el país de la li tera tura clásica española y de la norteam,e-

ricana contemporánea. Cierta ocasión, en casa de German

y estando presente Alfonso, el primero. anun~ió so~ernne-

mente que se dedicaría a escribir una blOgrafla de Alvaro.

26

í

1

 

,

Álvaro Cepeda Samudio

EstaJantodos los elementos -decía -: el talento literario,

el po er que le dio llegar a ser el número dos del más gran-

de grupo económico del país, su personalidad exuberante,

su misma apostura ...

En esa misma ocasión recordaron la presencia del poeta

español León Felipe en Barranquilla. Ellos estaban seguros

de haber asistido a la charla del poeta. No estaban tan se-

guros de la presencia de Álvaro, que era apenas un estu-

diante de bachillerato (Jacques Gilard, en el prólogo de la

segunda edición de Todos e s tábamos a la es pera, infiere que

sí). El par de viejos integrantes del Grupo de Barranquilla

recordaron cuando el poeta español exaltado dijo al públi-

co:  Y ahora todos gritemos: Pacelli es un hijuemadre ...  

El auditorio se vació. Solo unos jóvenes lo ayudaron a re-

coger los papeles de su conferencia, que también había ti-

rado al piso.

No estoy seguro si en esa ocasión (qué vaina no haber te-

nido una grabadora cerca), se habló de su influencia en los

- nuevos autores. Yapara esa época L Express había publica-

do el artículo de Patrick Thevenon titulado  P a pa Alvar o et

ses enfanis en el que señalaba a Cepeda Sarnudio como el

padre del

boom

latinoamericano.

En la casa espaciosa del viejo Prado, que compró dos años

antes de morir, recorrí varias veces su biblioteca. Muchos

libros en inglés, los clásicos españoles, la generación del

98, algunas curiosidades, varias ediciones en inglés del

Ulises

1 último que se publicaba en Latinoamérica entre

ellos, varios libros dedicados por sus autores (Morirás lejos,

de José Emilio Pacheco: Los climas , de Sergio Pitol, entre

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ESCRIBm

EN BARRANQUILLA

otros); algunos libros que se encontraban en la biblioteca

de todos los del grupo como Jud , el os cur o, de Thomas Har-

dy; un paquete todavía sin abrir de todos los libros de Pa-

vese; y mucho sobre cine.

 El año en que murió solo quería hacer cine , me aclara

Tita Cepeda, la esposa.

El día de su entierro, el 15 de octubre de 1972, me encon-

traba con Carlos   María, y el gentío impidió acercamos

al féretro. Puimos testigos, sin embargo, de cuando un es-

pontáneo, rompiendo con la consigna de silencio, leyó su

retórico discurso ante la indignación de los deudos.

Ocasionalmente, me encontré con ese  espontáneo , que

resultó ser LID connotad~ académico. Cuando le comenté

el caso, me contestó:

 Veinticinco años después me vengo a dar cuenta de que

metí la pata, con razón siempre extrañé que no hubiera

más oradores ...  

Cepeda debe estar contestando con una de sus rabe-

laisianas  carcajadas.

262

t

Don Germán, el Patriarca

(1917-1991)

 

,

I

f

f

 

Durante sus últimos diez años, Cermán Vargas escribió las

columnas  Ventana al mar y Un día más  en el diario  

Heraldo. Su prosa amable y descomplicada era la lectura

diaria y casi obligatoria para todos nosotros.  Debería más

bien titularla un día menos , me comentaba con humor

negro, en esas largas charlas que sosteníamos todos los

martes por la tarde en su apartamento de Los Laureles .

Hablábamos,

por supuesto, de literatura, pero la mayoría

de las veces yo escuchaba con atención su rico anecdotario.

Curiosamente, hablaba poco de él mismo. De su infancia

solo recuerdo la evocación que me hizo de su padre, un

santandereano, que llegó a la Costa huyéndole a la Guerra

de los Mil Días. También la ternura con que mencionó a su

madre, viuda muy joven y quien, con casi una decena de

hijos, tuvo que hacer frente a situaciones muy difíciles. Por

eso de~de muy joven, casi a los 16 años, tuvo que empezar

a trabajar como locutor. Una foto que me mostró señalaba

a u,~jove~ delgado de mirada inteligente; ya era  Vargui-

tas , alguien que contaba en el mundo de la radio. Años

más adelante, siendo jurado de un concurso de novela,

alguien pretendió irrespetarlo llamándole  locutor ; Cer-

mán reac~ionó con un:  Locutor, y de los mejores . Porque

se ha olvidado un poco que Germán Vargas fue un perso-

  Artículo publicado en Huellas , Revista de la Universidad del Norte

n. 32, Barranquilla, agosto, 1991. '

263

_ _