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Preludio que abre el desprecio y hasta odio de muchos Preludio que abre el desprecio y hasta odio de muchos Samuel Schmidt / pág. 3 Por Carlos Ramírez / pág. 9 Krauze, a 32 años de Por una democracia sin adjetivos DIRECTOR: CARLO S RAMÍREZ SEGUNDA ÉPOCA No. 3 $10,00 OCTUBRE, 2016

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Preludio que abre el desprecio y hasta odio de muchos

Preludio que abre el desprecio y hasta odio de muchos

Samuel Schmidt / pág. 3

Por Carlos Ramírez / pág. 9Krauze, a 32 años de Por una democracia sin adjetivos

Alternancia o transición:

indicadorpolitico.mxD I R E C TO R : C A R L O S R A M Í R E Z S E G U N DA É P O C A N o . 3 $ 1 0 , 0 0O C T U B R E , 2 0 1 6

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Índice

Editorial

Directorio

ALTERNANCIA Y TRANSICIÓNPor Luy

Mtro. Carlos RamírezPresidente y Director [email protected]

Lic. Armando Reyes ViguerasDirector Gerente

[email protected]

Lic. José Luis RojasCoordinador General Editorial

[email protected]

Mtro. Carlos Loeza ManzaneroCoordinador de Análisis Económico

Mauricio Montes de OcaRelaciones Institucionales y ventas

[email protected]

Dr. Rafael Abascal y MacíasCoordinador de Análisis Político

Wendy Coss y LeónCoordinadora de Relaciones Públicas

Samuel SchmidtCoordinador de Relaciones Internacionales

Ana Karina SánchezCoordinadora [email protected]

Monserrat MéndezRedacción

Lic. Alejandra Sánchez AragónDiseño

Raúl UrbinaAsistente de la dirección general

La democracia como enigma

Si se revisa la historia política de México, la Revolución Mexi-cana comenzó como un movimiento por la democracia —Fran-cisco I. Madero en La sucesión presidencial en 1910— pero devino en una ruptura de clases. El 1968 se dio la gran protesta antiautori-taria y derivó en el descubrimiento de la democracia como destino.

Sólo que la sociedad política tuvo siempre un dilema: demo-cracia o bienestar social, siguiendo el razonamiento del artículo 3º Constitucional. Los mexicanos en su mayoría, hasta la fecha, ana-lizan la democracia por el ojo de la aguja del Estado de bienestar y no por procedimientos de sometimiento del poder al juego de las mayorías-minorías.

El final del consenso social por el bienestar, sobre todo por la crisis económica que se inició en 1973, ha ido despertando paula-tinamente el debate sobre la democracia: la crisis económica como responsable del deterioro del bienestar no es sólo responsabilidad de un pensamiento económico de mercado, sino de la ausencia de clases sociales dinámicas que no han podido plantear sus demandas en las políticas públicas.

El debate sobre la democracia no es sólo por reglas electorales sino que debe llevar a su papel en la configuración de nuevos equi-librios de poder para la toma de decisiones no en función del mer-cado sino de acuerdo a las demandas de la sociedad organizada. La democracia es la esencia de una república de instituciones y leyes.

Revista Mexicana La Crisis es una publicación mensual editada por el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Reserva de derechos de Autor: 04-2016-071312561600-102.

Demás registros en trámite. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700,

México D.F.

indicadorpolitico.mx

REVISTA MEXICANA

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3La CrisisOctubre, 2016

Los académicos buscan la palabra ade-cuada para representar un proceso —lo que es correcto— que parece sencillo de describir, pero usualmente es mucho más complejo, tanto por lo que no se ve, por lo que no se quiere ver, como por lo que se trata de ocultar para que no diga algo indeseado. Bien dicen los psicoanalistas que es tan importante lo que se dice como lo que no se dice.

Los “científicos sociales” viven de forma cotidiana la fabula (hay quién le llama sín-drome) del lecho de Procusto, si la realidad no se ajusta a la teoría, que se joda la rea-lidad. Se han desperdiciado —y continua-ra desperdiciándose— toneladas de tinta y destruido muchos bosques, tratando de ajustar la realidad a la teoría, y cuando esto falla, se vilipendia a la realidad, se le mini-miza y en última instancia se le desconoce. Para eso el teórico puede recitarnos todos los nombres de los autores que no leímos, a los que leímos los descalificará por obsoletos, y a muchos que sí leímos dirá que no los entendimos. ¡Que viva la Teoría (mayúscula deliberada), la realidad ha muerto!

Hace unos años un politólogo muy cer-cano al poder (muchos hacen hasta lo impo-sible para acercarse pero no todos lo logran y a los que lo logran debemos injuriarlos, porque como dijo Jorge López: pobres de los doctores en Ciencia Política, tan cerca de la política, tan lejos de la Ciencia), dio

O casionalmente pienso que el debate entre transición y alternancia es, como mucho en las ciencias sociales (minúscula deliberada), una cuestión semántica.

una conferencia donde manejó un modelo sobre la democracia, concluyó que en Mé-xico se cumplían todos los componentes del modelo y por lo tanto el país era democrá-tico, el PRI que lo había invitado lanzó fan-farrias, una voz autorizada confirmaba que se cumplía con la misión democratizadora. Al modelo le faltaba un elemento tal vez no menor, excluía a los “mapaches”, tal vez por-

que en Estados Unidos, dónde se elaboró el modelo, estos personajes no existen. Los mapaches son esos profesionales de la políti-ca (vivir de la política Weber dixit) cuya ta-rea consiste en manipular elecciones: alterar las posibilidades del otro para quitarle votos mientras se manipulan las propias para au-mentar votos. Este elemento no cabe en la “teoría”, luego entonces, mejor ignorarlo,

Alternancia o transición: Preludio que abre el desprecio y hasta odio de muchos

Por Samuel Schmidt

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porque de incluirlo se mella el paradigma.Entre los múltiples recursos que mane-

jan los “mapaches” y compañeros que los acompañan, según Wikipedia incluyen:

• Suplantación del elector, consiste en que otra persona vota en lugar del elector, por ejemplo, personas que han fallecido • Coacción o presión al elector para im-pedirle que libremente elija el candidato.•Compra de votos.• Robo de ánforas o paquetes electorales.•Adulteración de las actas de la elec-ción modificando los números de sus resultados reales.• Sustitución de paquetes electorales, actas, etc.• Embarazo de urnas.•Caída de los sistemas de cómputo.•Utilización de recursos ilícitos para aumentar el gasto de campaña y ob-tener ventaja ilegal en la publicidad.•Complicidad con funcionarios de los procesos electorales para ocultar las evidencias del fraude electoral.• Intervención del Gobierno, para favorecer a un candidato, partido o propuesta electoral.•Control de los medios de comuni-cación para confundir y engañar a los electores haciéndolos creer que el re-sultado fraudulento es legítimo.•Uso de la fuerza pública contra los inconformes.•Manipulación de los sistemas de cómputo.

• Soborno de las personas que cuen-tan los votos.•Voto cadena.Además existe el ratón loco, introduc-

ción de algoritmos en los sistemas de con-teo, y otros mecanismos más que aumentan conforme avanza la tecnología del fraude electoral.

Si en el análisis introduces la compra de votos como factor decisorio de elecciones, no falta quién te diga con contundencia para taparte la boca y bajarte los humos de analista sabelotodo.

—Todos compran votos.Y el tema se resolvió. Si todos compran

votos, la práctica está generalizada y por lo tanto se acepta. Es obvio que no se puede usar el argumento materno: Y si todos se avientan desde un precipicio, ¿tú también te lanzas? Porque la realidad muestra lo contrario: Si todos compran votos, tú tam-bién debes comprarlos, a menos que quieras arriesgar la elección.

Alguna mente sofisticada podría plan-tear: ¿Cómo sabes cuál es el peso del frau-de electoral? ¡Y no lo sabes!, aunque puedes especular junto con la gente, que ese fue el elemento que inclinó la elección. Pero aun-que no lo sepas, se supone que en un sistema democrático no se compran votos, ni votan los muertos, cosa que al parecer pasa en Es-tados Unidos en elecciones locales.

Estas posturas de descalificación del análisis que cuestiona ciertos manejos irre-gulares, o que introduce elementos novedo-sos en el análisis, son reales. En una ocasión

un profesionista, sin ninguna relevancia en el mundo académico, pero que lo usaban como lector en una editorial, me dijo que ¿cómo sabía que era significativo el numero de chistes sobre Echeverría que incluí en un libro? Le respondí que ¿cómo sabía el que no lo eran? Él como podrán adivinar estaba protegiendo la imagen de Echeverría y esa editorial no publicó el libro, el libro luego fue censurado y yo fui amenazado de muer-te, así que posiblemente algo en el libro era significativo.

La lección que aprendí de esa lectura censora es que nunca debes contradecir a alguien con el poder de arruinar tus posi-bilidades académicas, y menos si se trata de intelectuales orgánicos (volveré al tema), cómo me lo enseño Arnaldo Córdova, quién molesto porque ayude a quitarle a su gru-pito faccioso el poder en el sindicato en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, bloqueó mis posibilidades de publicar en la Revista Mexicana de Ciencia Política, la que el manejaba como cacique (un artícu-lo fue rechazado porque era muy largo, sin haber criterio de extensión). Pero, la de él, no es una historia única de intolerancia pa-radigmática: En una ocasión un sociólogo, de cuyo nombre no me interesa acordarme por su peso en la burocracia y hay que ser prudentes, me preguntó qué estaba hacien-do y le dije que estudiaba las elecciones en la frontera México-Estados Unidos, soste-niendo la hipótesis de que la cercanía a esa “democracia” influía sobre el voto en un sis-tema autoritario. El sociólogo se apresuró a adelantar su descalificación, que es otro pa-trón entre académicos: descalifica que algo se queda.

—No sirve tu estudio. Hay fraude electoral.Respondí:—Asumo que si el fraude es una cons-

tante, la tendencia es verdadera.Y en efecto, la tendencia se cumplió,

mostraba declive en el voto para el PRI, as-censo en el voto para el PAN y estancamien-to de la izquierda. Muy pocos años después de la publicación del artículo, el PAN ganó su primera gubernatura en Baja California y posteriormente en Chihuahua, la izquierda sigue enana en la frontera aunque Morena está ascendiendo. No pude probar que esos triunfos se debieron a la influencia del siste-ma político de Estados Unidos, dónde entre otras cosas, el voto en elecciones municipa-les es muy bajo, en ocasiones sin superar el 12 por ciento del padrón. Después Abelar-do Rodríguez (2001. En las Entrañas de Goliat, La Política Estadounidense y su Relación con México. México, Nuevo Siglo Aguilar) sostuvo que la elección de Ernesto Ruffo (BC) fue en respuesta a una exigen-

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cia de Estados Unidos, a cambio del prés-tamo de Bill Clinton para salvar a la banca estadounidense, y con el pretexto de aten-der el error de diciembre, meterle la mano al sacrosanto petróleo mexicano. Podemos suponer que hubo fraude electoral para satisfacer una presión política desde el ex-terior, cuestión que ya anunciaban Andrés Molina Enríquez y Daniel Cosío Villegas (si no arreglamos nuestros problemas vendrán de afuera a arreglarlos). Si elevar a la oposi-ción no llega de adentro, entonces vendrá de la mano de algún extranjero. Eso tampoco estaba en el modelo de la democratización, como tampoco están las concertacesiones, y para explicar la transición o alternancia bas-taría con dejar el ejemplo fuera del análisis para que no estorbe.

En 1997 escribí Amenaza y Oportu-nidad. Los Retos de la Democracia Mexi-cana. México D.F.: Aguilar, dónde en un arranque determinista y totalizante sostuve que igual que no hay poquito embarazo, tampoco hay poquita democracia. Hay de-mocracia o no la hay, al igual que el emba-razo. Y es que algunos “politólogos” piensan que hay lugares dónde hay más democracia que en otros, pero como decía el anarquista Bakunin refiriéndose a la libertad, esta no se puede parcelar, hay libertad o no la hay. La democracia, que incluye como componen-te principal la libertad, tampoco se puede parcelar. Un gobierno capaz de limitar las

libertades, por cualquier medio, no puede ser democrático, aunque se trate de callar a algún funcionario imbécil y clasista que diga lo que piensa. Esto mismo se puede aplicar a los casos en que la teoría considera que en las dictaduras del proletariado hay una democracia muy especial, tan especial que ejecutan a los disidentes o crean hambru-nas para aleccionar al pueblo (los stalinistas como Saramago —el ya no tiene remedio— se niegan a denunciar los crímenes del dic-tador que asesinó más personas que Hitler, distinción más bien vergonzosa).

En un arranque de imaginación, se in-ventó que podíamos analizar la calidad de la democracia, para lo cual elaboraron otro modelito que nos dice lo que debe caber para mostrar que hay democracias con más calidad que otras, pero ahí tampoco están los mapaches (a éstas alturas parece necedad mía insistir en estos personajes, algunos de ellos muy folklóricos), y hay una ausencia en los modelos de la economía, porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Si Paul Krugman con su premio Nobel sos-tiene que el 0.1 por ciento de la sociedad estadounidense concentra más riqueza que el 90 por ciento más abajo, eso indica que hay mala distribución de la riqueza y gran concentración de poder, ¿qué impacto pue-de tener en la política y la democracia? Tal vez el hecho que esas grandes corporaciones delinean la política mundial, imponen mo-

delos de gobierno —neoliberalismo—, ori-llan a las guerras, y los pobres jóvenes que se encuentran peleando entre sí encuentran una muerte poco democrática.

Michael Moore señaló en una de sus películas que los hijos de los poderosos no van al frente, ni siquiera los de los halco-nes más decididos en promover guerras a lo largo del orbe y que mandan al matadero a los jóvenes en nombre de la democracia. Esto puede ser el resultado de lo que Orwell describió con brillantez: “todos los cerdos son iguales, pero unos son más iguales que otros” (disculpas por repetir los nombres de otros, pero a mi el fuero y el poder no me protege de las acusaciones de plagio, además que no se me da eso de robar ideas ni frases, bastante con las que me han robado).

Así encontramos que en cierta defini-ción de democracia, la diferencia, diver-sidad, desigualdad, se encuentran como atributos disponibles para todos, y los que carecen de ellos, más vale que se pongan a trabajar para alcanzarlos, al final de cuentas, el trabajo arduo es la vía democrática para salir de la desigualdad democrática, lo de-más no entra en los modelos.

Los intelectuales perdidos en el laberintoEn la segunda parte del siglo pasado había una de esas falsas discusiones de los acadé-micos. La investigación debe ser objetiva o participante; ¿si el investigador participa

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con los sujetos investigados pierde objetivi-dad? Y de ahí se desprende la “objetividad” de las publicaciones. Por cierto, se ha con-cluido que la biblia no sería publicada aho-ra porque no se sabe quién la escribió y no tiene arbitraje. Dios no entraría al SNI, no tiene grado, no tiene obra y algunos hasta niegan su existencia.

En el terreno de la objetividad, un com-pañero no judío (era protestante, o el equi-valente a los cristianos de hoy) fue a un cam-po de refugiados en Gaza y preguntó sobre el holocausto. Le respondieron que ese era un invento Sionista. Una semana después regresó con un libro de fotografías sobre el holocausto impreso en Estados Unidos por fuentes no judías, lo mostró y registró la reacción de los entrevistados. ¿Qué tan objetivo era su estudio? Al mostrar las foto-grafías estaba interviniendo ante sus sujetos de estudio, aunque quién sabe si cambio su actitud política o el peso de la propaganda. Bill, que era su nombre, comprobó que esa polémica era tan falsa como muchas de las otras que se generan derivadas de posturas político-ideológicas de los “intelectuales” (mi esposa los llama intocables, tal vez por eso de Elliot Ness).

Muchos intelectuales tratan de disfra-zar sus posturas políticas, muchas egoístas porque buscan su bienestar personal, pre-sentándolas como si se tratara de elevados debates científicos, aunque de científicos prácticamente no tienen nada, porque no son comprobables y mucho menos genera-lizables, aunque se intente forzar a los mo-delos para ser aplicados en todas partes, a costa de excluir componentes de peso, que pueden existir en una realidad pero no en otra —anatema mencionar que hay varias realidades, cuando ya habíamos establecido que se joda la realidad—.

Este enfoque genera entre otras cosas,

una ciencia social infalible, porque sola-mente publica lo que se puede comprobar, aunque se manipule la información para la comprobación. Que quede claro que no tengo nada en contra que cualquier perso-na busque su beneficio personal, siempre y cuando no lo disfrace de acto a favor de la “ciencia” y la humanidad. Entre paréntesis habría que decir que la humanidad esta lle-na de falsos mesías, ya sea políticos, religio-sos e intelectuales. Todos nos aseguran que son los verdaderos salvadores, de la fe, de la ciencia, de la humanidad y luego nos dejan vestidos y alborotados; me inclino a pensar que los verdaderos salvadores son los que trabajan dónde hay agua —piscinas y playas por ejemplo—.

Es totalmente válido que los politó-logos tomen partido y se alineen junto a cualquier opción política, o que vayan por la libre sin asumir un compromiso con na-die. También es válido y esto no es evitable, que asuman los enfoques ideológicos de su preferencia. Pero en un arranque de hones-tidad, deben revelar su ideología, esto es de justicia para sus lectores y permite elevar el debate, porque de otra manera el diálogo se convierte en lenguajes cifrados para los entendidos, algo similar a lo que hacen los políticos, que generan símbolos y un len-guaje que ellos entienden.

Ocultarse tras un lenguaje y una sim-bología cifrados propicia su distanciamien-to de la sociedad, la que termina por no merecerlos (como algunos de los candida-tos independientes), mientras que exigen sometimiento a sus designios. Al académi-co porque entiende las cosas, al clérigo por-que asegura el más allá, y al político porque sabe como hacer las cosas, incluido el en-gaño. Ahí está otro de los elementos que anula la democracia, aunque este juego lo hagan en nombre de la libertad, la justicia

y la democracia.En este juego, tal vez los más honestos

en el juego son los intelectuales orgánicos, los que se asocian al poder, lo defienden y lo promueven. Podrán estar equivocados, aunque no se cual es el patrón que muestra su equivocación, porque usualmente es en comparación con lo que creemos acerta-do, lo que es tan relativo como que cada quién tiene su concepto de acierto; pero son siempre más transparentes que los que viven del presupuesto jugando al indepen-diente, que además supone ser “objetivo” y que involucra entre otras cosas, el ataque a los orgánicos.

Falso dilema de la esfera académicaLa discusión entre transición y alternancia parece ser un falso dilema presente en la es-fera académica, porque penetra poco en el mundo de la política o de la sociedad.

No citaré aquí la amplia literatura sobre ambos temas, así que se aceptan los silbidos y reclamos. Pero lo primero, cuando uno habla sobre México es indagar de dónde a dónde va la transición. Víctor Mario Ramos Cortes, no conocido como transiciólogo —disculpas— (2007, Los obispos mexi-canos entre el disimulo pragmático y los laberintos de la democracia, XXVI con-greso de ALAS), lo define de la siguiente manera: “La alternancia gubernamental no agota la transición democrática. Ésta se de-fine, particularmente, por el cambio de ré-gimen político. En México, el largo camino de la transición democrática ha incluido la alternancia sin cambiar sustancialmente las reglas jurídicas de la convivencia política” (p. 29), y le falto incluir que no cambió las reglas políticas, sociales, de relaciones entre el poder y la sociedad, porque el corporati-vismo, asistencialismo y clientelismo siguen vivitos y coleando. Ramos da en el clavo, lo que debe cambiar es el régimen y esto con-lleva reformulaciones en relaciones de poder y dominación.

Para el entretenimiento del lector, de-tengámonos un segundo en la ocurrencia del que dijo que era una dictadura perfecta.

¿Hacia dónde transita un sistema de dictadura perfecta? ¿Hacia una imperfecta? ¿Hacia una dictadura pluscuamperfecta? ¿Hacia la democracia imperfecta? Si es que hay algo así. ¿Hacia la democracia perfecta? Incluyamos la posibilidad de transitar hacia un autoritarismo perfecto o imperfecto. Ya se notará que la inclusión de perfecto es una verdadera sandez, como lo es la inutilidad de adjetivar los procesos políticos.

La transición es incierta, nadie sabe en que dirección se moverá la economía, la so-ciedad y la política, aunque sus movimien-

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tos son lentos, no se mueven en armonía, hasta que llega una coyuntura drástica y aún así no cambia todo, como bien lo dijo Di Lampedusa al señalar que después de una revolución “hay que reformar todo para que no cambie nada”.

Muchos leen señales que sobrevaloran y concluyen cosas que no suceden y tal vez no sucederán, aunque alguna vez escuché que si manejas una variable catastrófica acertarás, porque eventualmente las cosas salen mal. El otro día el peluquero me dijo que un pro-fesor de filosofía le dijo que al hombre le fal-ta un estadio de evolución, yo respondí que si el profesor había estado ahí hacia dónde se daría esa evolución, entonces tendría sen-tido aceptar con certeza esa transición hacia donde evolucionaremos. El peluquero ca-lló y siguió cortando, cosa que afectó a mi peinado, aunque no al hombre, que por lo pronto no evoluciona en el sentido que el profesor sostenía.

El profesor podía manejar una ocurren-cia, que igual ni él, ni el peluquero ni yo, podíamos ratificar o refutar, porque para eso el hombre tendría que evolucionar y tran-sitar hacia ese estadio; ¿es válido el ejemplo para la teoría de las transiciones? En otras palabras, ¿se puede especular en la teoría de las transiciones?, si se vale especular ¿cuánta especulación es válida?

No sé que me da con esa pomposidad de llamar teoría a lo que a veces no llega ni a hipótesis.

Yendo a la concreto. Alguien puede com-parar a las democracias entre sí, y con los au-toritarismos y las dictaduras, y a partir de ahí, aleccionarnos sobre el camino posible, su ca-mino posible, que no es generalizable necesa-riamente. Ese es un ejercicio muy arriesgado y con elevado error, en primer lugar, porque es una elaboración académica que difícilmen-te permea al terreno de las decisiones, de la

participación, y de la renuencia a participar que también es participación. Creo que la abstención electoral también es una decisión política, aunque a los políticos y académicos los irrite que alguien prefiera tomarse unas cervezas y ver el fútbol, en lugar de ir a aso-learse a introducir un voto para que salga el malo en lugar del peor, y con la certeza de que alguien podrá manipularlo.

Las recetas universales tienen un eleva-do margen de error. Ahí está España con una evolución importante de la dictadura franquista, a quién sabe que cosa ahora, porque no pueden armar gobierno, ¿estarán en parálisis democrática? ¿Convendrá men-cionar los experimentos “democráticos” en Irak, Afganistán, Libia, Siria (ups, este caso mejor no tocarlo porque rompe muchos es-quemas)? O México debe ser una política a la italiana, dónde hay una fuerte presencia de la mafia y se eligió varias veces a un per-sonaje corrupto e inmoral, pero dueño de medios de comunicación. ¿Es democrática la construcción mediática? ¿Pondremos en el mismo cajón a Berlusconi, a Trump y a Peña Nieto?

En México se vivió la noción de que solamente muerto el PRI habría democra-cia. Esta es una tesis antidemocrática. Pero solamente es una idea, no podía ser una formulación científicamente probada y fue tan fallida que aún con tantos deseos el PRI no se muere. La formulación evolucionó y sostuvo que con la derrota del PRI llegaba la democracia. La tambora resonó con gus-to en 1997 cuando perdió la mayoría en el congreso, se había consumado la transición, ovación de las multitudes. Pero para desen-canto de los agoreros la transición no llegó. En el 2000 el PRI perdió las elecciones y el autor más citado al otro día no fue un politólogo, sino el cuentista Tito Monterro-so y su microrelato: “Cuando despertó, el

dinosaurio todavía estaba allí”. Al parecer ni los deseos ni malas vibras contra el PRI terminan de destruirlo y tiene una resisten-cia como el dinosaurio, para permanecer no obstante los meteoritos y diluvio universal.

El PRI perdió, y al poco rato, los inte-lectuales que alabaron a Vicente Fox, algu-nos lo apoyaron para lograr un lugar en su gabinete, empezaron a quejarse por la cali-dad del gobernante, y hasta los obispos que apoyaron el triunfo de “la verdad” empeza-ron a ser críticos. En los años de Fox, el PRI nunca perdió el control del país. ¿Cuál fue la transición? ¿Del político perverso al safio?, ¿del político informado al político que reco-mendaba no leer? ¿Del político reservado al bocón? Aunque los neoliberales se mantu-vieron dónde hay que tomar decisiones para asegurarse que en materia económica no hu-biera transición y que el pueblo recibiera su dosis de pan y circo.

Llegó Calderón y volvió a suceder lo mismo. El PRI perdía elecciones federa-les y mantenía el control en lo local. Más aún, desde el congreso co-gobernaba con el PAN. ¿Transitamos hacia la construcción del PRIAN? O sea una coalición entre la bu-rocracia del PAN con el aparato de gobierno del PRI, o posteriormente la burocracia del PRI con el gobierno del PAN, para consoli-dar el paquete de decisiones neoliberales que empobrecen a la sociedad, privatizan al país y asocian a los “gobernantes” con las empre-sas que benefician desde el poder. Esta coa-lición orgánica logra consolidar el paquete neoliberal a la llegada del PRI a la presiden-cia en 2012, cuando aprueban las reformas estructurales que culminarán el largo trayec-to neo liberal que le entregará el país a la oligarquía. La novedad es que lleva colgada del brazo a una “izquierda” acomodaticia y corrupta (perdón pero no encuentro como calificarlos ya que ahí están Muñoz Ledo, Bartlett, Chucho Ortega y otros personajes igual de deleznables). Es grave el rumor de que los votos por las reformas estructurales se pagaron a muy buen precio. Grave si es cierto, grave si no es cierto, porque estamos convencidos que eso es posible. ¿Hubo tran-sición democrática de la corrupción?, ¿ahora son más los corruptos y más corruptos?

Los intelectuales ya se habían perdido en el laberinto y entonces buscaron una cate-goría para ocultar su pifia, sin reconocer por supuesto que se equivocaron, porque para eso son intelectuales. Concluyen entonces que no había sido transición sino alternan-cia. Silbidos eufóricos de nuevo acompaña-dos con fuegos artificiales y muchas paginas impresas para no perder puntos en el pro-grama de estímulos y permanecer en el SNI. A fin de cuentas el asistencialismo se demo-

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cratiza, los campesinos tienen Procampo, los sin vivienda tienen Infonavit, los mega pobres tienen Progresa que evolucionó a Prospera —sin sarcasmo intencional—, los creadores tienen su sistema de apoyo, y los académicos tienen el Sistema Nacional de Investigadores y la lanita que les da su uni-versidad. Bravo, justicia social para todos.

El sistema político mexicano descubrió lo que hace décadas viven sistemas como Es-tados Unidos, Italia, Israel, Francia, y la lista de países donde la opinión societaria, asis-tida por los grandes intereses económicos, quita y pone políticos según les da la gana. Aunque tal vez el mejor ejemplo de lo que logra el pueblo enfurecido por gobernantes rufianes y bancos que los acompañan es Is-landia, pero ese por radical no es ejemplo. Tampoco se trata que el pueblo vaya por la vida quitando malos gobernantes, solamen-te hay que reemplazar unos por otros y con-vencer que el pueblo habló.

¿Qué vive la sociedad? Es inevitable en este punto voltear hacia

abajo, ahí dónde se encuentra la sociedad y que para los académicos cumple un papel menor en esto de la política y la democracia.

¿Qué diferencia le hace a la sociedad si se trata de una transición o una alternan-cia?, si las cuestiones que le atañen cambian poco o nada, si la calidad de vida retrocede aunque la retórica se eleve, a veces hasta la imbecilidad —¿con cuánto puede sobrevivir una familia?—.

Si la democracia implica libertad e igual-dad, resulta que ni en la dictadura perfecta (perdón por citar ocurrencias sin sustento), ni en la transición ni en la alternancia, desaparece la desigualdad económica, aún más, aumenta.

El país lleva viviendo una larga época de oligarquización política y económica.

La economía la controlan 33 familias, y la política la manejan las burocracias de los partidos que posiblemente no lleguen a 3 decenas de familias. La interacción de es-tas dos oligarquías determina las decisiones económicas, políticas y por lo tanto las con-secuencias sociales, como por ejemplo, el empobrecimiento de la sociedad y las con-secuencias de sumir en la miseria y el des-amparo a decenas de millones de personas. La pobreza no es la causal del crimen, pero si produce la carne de cañón para que actúe el crimen autorizado, o sea la simbiosis entre criminales y segmentos del Estado.

Ahora que vivimos en la alternancia continúa el fraude electoral y la compra de votos, que aunque todos los partidos lo practiquen no se convierte en democráti-co. Escuchaba a un “analista” que decía que AMLO debe preocuparse porque le robaron la elección. Quien debe sentirse agraviada por el robo de la elección es la sociedad que vio que la burlaron porque hicieron con el voto popular lo que les vino en gana. El ro-bado fue el pueblo, igual que lo fue cuando Muñoz Ledo intercambio una gubernatura por una senaduría, cuando Bartlett calló al sistema para que no llegará Cárdenas, cuan-do Salinas de Gortari entregó una guberna-tura a quien no ganó la elección, cuando en una demostración de progreso tecnológico el PAN manejó un algoritmo para manipu-lar el PREP, o cuando Videgaray demuestra su conocimiento de las finanzas para armar una operación de movilización de voto, con tarjetas conocidas como monederos electró-nicos para apuntalar la elección de Peña. No estamos hablando de ejemplos sueltos en un pasado remoto, estamos ante sucesivos actos de creatividad en la ingeniería electoral, ma-nejada desde dos flancos políticos, aunque

hay quién considera que es el mismo flanco ideológico.

Luego entonces, esta parece ser una transición tecnológica en el manejo de elec-ciones. O la alternancia con las mismas ma-ñas para defraudar a la voluntad popular.

Un elemento socorrido en la ciencia po-lítica (minúscula intencional), es el análisis de las decisiones, para ver si la sociedad in-terviene o cómo participa en el espacio de-cisional, aunque algún mesiánico se montó un proyecto para enseñarle a la gente a ser ciudadanos. En este tema no hay regla, en algunos lugares existe la participación for-mal aunque se manipula y en otras ni existe. En una ocasión platicando con un líder ja-lisciense en Los Angeles, me dijo que res-pecto al programa 3X1, o sea que por cada dólar enviado desde Estados Unidos a Méxi-co, los tres niveles de gobierno ponían 3. Su síntesis fue aleccionadora aunque tal vez no muy sorprendente:

—A mi el presidente municipal me fir-ma lo que sea y luego nos repartimos.

Hay un presupuesto participativo, se hacen elecciones y luego se pierde la pista sobre el manejo del recurso o las decisiones para aprobar proyectos. Por supuesto que debe haber bolsas donde el sistema funcio-na, pero una golondrina no hace Verano.

ConclusiónLa corrupción es el cemento político y social y por tanto la palabra mágica de un país que parece gozar de una ineficiencia planeada. El cinismo se apoderó del imaginario social y político. La gente se asombra que deten-gan a un corrupto por pendejo, no por co-rrupto, y muchos añoran con que los pon-gan donde hay.

El mexicano entiende que la legislación cumple un papel simbólico, que las leyes no están verdaderamente para ser cumplidas, sino que se vale violarlas (rotas dicen los in-telectuales americanizados que usan el brea-king the law como rompiendo las leyes), y nada de esto ha cambiado ni con la transi-ción ni con la alternancia.

Los políticos saben que es más cómo-do gobernar con autoritarismo que con democracia (me autocito aunque le digan autoplagio).

Los sistemas cambian despacio, hasta que lo hacen drásticamente (verdad de Pero-grullo), aunque algunos quieran ver señales inexistentes que aseguren la publicación de un nuevo artículo. No nos escandalicemos, esa es la historia reciente de la vida académi-ca, que tan magros impactos tiene en la vida social y política.

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1.- El quijotismo intelectual.Enrique Krauze pertenece a la segunda generación intelectual posrevolucionaria ajena a cualquier vinculación-dependen-cia con el sistema político priísta. Nacido en 1947 (Cárdenas fuera de foco y el PRI como modo de vida) y forjado en las calles del 68 estudiantil, comienza a publicar en 1972, salta al debate en octubre de 1982 con su ensayo “El timón y la tormenta” y asume su espacio de influencia en 1984 con “Por una democracia sin adjetivos”. Sin haber terminado aún su tarea de re-flexionar, ha comenzado una propuesta de reorganización de sus escritos en la co-lección “Ensayista liberal” de la editorial Debate/Penguin-Random House.

La lectura conjunta de sus textos re-agrupados —Personas e ideas, dos tomos de Caras de la Historia y Por una democra-cia sin adjetivos 1982-1996— reúne una de las propuestas intelectuales políticas y críticas más extensa, coherente y consis-tente desde Octavio Paz. Desdeñado por las comunidades intelectuales mafiosas y por los espacios académicos parcializa-dos, de todos modos los textos de Krauze exhiben la crítica y la propuesta al siste-ma político/régimen de gobierno/Estado priístas y lo hace desde el modelo teórico

Por Carlos Ramírez

Krauze, a 32 años de Por una democracia sin adjetivos

Señoras y señores: después de la democracia,ahora… con ustedes… la reeeeeepública

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de la progresividad de los hechos históricos y no de las rupturas revolucionarias.

Ingeniero de profesión e historiador por elección, Krauze re-úne dos de las más importantes perspectivas del análisis político: el enfoque estructuralista y la reflexión del pasado. El oficio de historiador lo ejerce con la intención de impedir lo que pudiera ser la maldición de Tocqueville, una de las fuentes teóricas fun-damentales de su pensamiento político: evitar la ruptura de los procesos, cuando “lo pasado no alumbra y el espíritu marcha entre tinieblas”.

Forjado en la conciencia en las marchas estudiantiles del 68 —a los 21 años, la edad de la ruptura de la inocencia—, Krau-ze escoge la temporalidad de su pensamiento historiador con la Revolución Mexicana: su tesis explora los intelectuales que cons-truyeron caudillismos morales, la generación de los Siete Sabios. Su estudio histórico de la Revolución lo hace desde el enfoque crítico, lo bueno y sus razones y las interpretaciones. Sus ensayos políticos fundamentales de 1982 y 1984, y sus libros sobre la historia nacional del poder 1810-1997 —Siglo de caudillos, Bio-grafía del poder y La presidencia imperial— lo proyectan como el más importante historiador político desde una crítica sistémica, aunque, repito, en medio del mezquino ambiente intelectual y académico del país.

Las propuestas históricas de Krauze han sido desdeñadas por la intelectualidad y la academia por el enfoque no-priísta de la política y del poder y por su intención de revelar —es decir: de-velar— el proceso de construcción del poder político mexicano no sólo en función de los procesos históricos de la sociedad, sino sobre todo de la evolución de las élites. Y el sistema político priísta se ha cuidado de dar entrada a su espacio de dominación cultural a los enfoques de élites porque entonces la historia na-cional tendría otra lectura. De ahí la marginación de Krauze de la historiografía oficial del sistema que domina el pensamiento intelectual institucional y las políticas educativas asumidas a la

manera de Althusser: aparatos de dominación ideológica del Estado (priísta).

De ahí la importancia de los cuatro libros de historia del poder político mexicano de Krauze, los tres de historia 1810-1996 y ahora la concen-tración de ensayos políticos del tiempo histórico 1982-1996 en la edición de Debate de Por una democracia sin adjetivos. La lec-tura de los ensayos de Krauze, de Paz y de Revueltas debería abrir un nuevo debate sobre la coyuntura política mexicana y ayudaría a fijar algunos cami-nos de modernización primero cultural, luego ideológica y fi-nalmente histórica.

Desdeñado por el priísmo político, por el intelectualismo de grupos culturales y en medio de la ausencia de historiografía no sistémica, Krauze aparece con una lucha quijotesca por ocupar un espacio por fortuna cada vez más creciente en un

México hoy —de acuerdo a las últimas tendencias de voto— con apenas el 20 por ciento de las tendencias electorales a favor del PRI. Ahí es donde se encuentra el paso cultural que debe dar el país para salirse del marco sistémico de creación intelectual. Y después del 2018, los ensayos de Krauze encontrarán su mejor lugar en el espacio.

2.- “Los manteles olían a pólvora”Para explicar su desconcierto ante una política deslavada, Octa-vio Paz escribió un poema como canción mexicana: su abuelo le hablaba de Juárez y Porfirio, los zuavos y los plateados “y el man-tel olía a pólvora”, su padre le hablaba de Zapata y Villa, Soto y Gama y los Flores Magón, “y el mantel olía a pólvora”, y Paz se preguntaba: “yo me quedo callado: ¿de quién podría hablar?”. Bueno, a Paz le tocó reflexionar el 68 en el que participó como protesta Krauze: de El laberinto de la soledad de 1950 a Posdata de 1970, Paz se encontró que los manteles no olían a pólvora sino a tinta: el ensayo Conferencia de Austin, 1969 (revista La Crisis publica el texto integro, consultar en indicadorpolitico.mx) que asumió sus cartas a la cancillería en 1968 y que prefigu-ró el ensayo Posdata fue el gran alegato de los intelectuales por la democracia.

Quince años después de La conferencia de Austin, Krauze lan-zó al debate una nueva forma de ensayar la realidad política con “El timón y la tormenta”. Y en 1985 se incorporaría Gabriel Zaid con su ensayo “Escenarios sobre el fin del PRI” que cerró el ciclo de la crítica al poder. Los tres —Paz, Zaid y Krauze— con-figuraron una nueva etapa del pensamiento político mexicano, hasta 1969 dominado por la carga histórica del proceso histórico oficial. Si bien la historia de México había sido una hazaña del pueblo y sus líderes —autonomismo, imperio de Iturbide, In-dependencia, Reforma, Revolución, modernización—, el pensa-miento histórico oficial se había apoderado de la interpretación de la realidad. Paz, Zaid y Krauze se encargaron de serenar los

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ánimos y de establecer nuevos senderos del pensamiento político mexicano.

Los tres asumieron un espacio reducido; el propio Krauze ha configurado un pensamiento liberal no mercantilista. Sin em-bargo, esa caracterización le ha cerrado un poco los espacios: el enfoque liberal se ha confundido con el conservadurismo. La responsabilidad de esta apreciación la tuvo Carlos Monsiváis en 1972, cuando su primera propuesta como director de relevo de La Cultura en México de la revista Siempre!, luego de la renuncia de Fernando Benítez, publicó cuatro ensayos para ubicar en el debate ideológico-político el liberalismo como contrapunto del progresismo de izquierda. Por cierto, Krauze y Héctor Aguilar Camín firmaron un texto en ese suplemento que nada tenía que ver con el liberalismo y que fue más bien un adelanto de la tesis de doctorado de Krauze sobre los Siete Sabios. Krauze se incor-poró en enero de 1977 a la revista Vuelta —luego de la renuncia de Paz a la dirección de Plural de Excelsior por el manotazo auto-ritario de Echeverría— y ahí publicó sus ensayos liberales. Y en esas vueltas que de la vida, Monsiváis se incorporó como escritor a Letras Libres que fundó Krauze como trinchera del liberalismo, una vez desaparecido el espacio socialista con el derrumbe de la Unión Soviética en 1989-1992.

La lucha del liberalismo por encontrar su lugar en el espacio intelectual no ha sido fácil por el autoritarismo gubernamental que dominó el pensamiento revolucionario oficial. En 1992 el presidente Carlos Salinas de Gortari cerró el ciclo del pensa-miento de la Revolución Mexicana en el PRI y abrió el ciclo del “liberalismo social” que venía del pensamiento juarista liberal que se fundó (Walter Scholes) en el capitalismo, la inversión privada y el mercantilismo. Ahora sólo falta la investigación his-tórica del liberalismo como una de las fuentes del pensamiento liberal juarista y revolucionario mexicanos.

Krauze ha sido coherente con su propia carac-terización de su pensamiento y se asume como en-sayista liberal, aunque con un liberalismo critico, democrático, plural, definido como pensamiento abierto a las ideas, no estrictamente un liberalismo tradicionalista. Los manteles ya olían a ideas.

3.- Democracia como civitasEl año de 1984 fue clave para la vida política mexi-cana; había pasado la borrachera petrolera, la cruda quiso liquidar la cuenta con un manotazo autorita-rio —expropiación de la banca privada—, la suce-sión presidencial de 1982 se había resuelto con la consolidación de un tránsito de la élite gobernante de los políticos a los tecnócratas con Miguel de la Madrid como el puente histórico y los economistas llegaron a resolver la crisis desde las matemáticas y olvidándose de la política. La forma de lograr apo-yos a decisiones drásticas ha pasado por las con-cesiones políticas: Echeverría con la incorporación de los jóvenes al poder y la autocrítica —limitada hasta Excelsior 1976—, De la Madrid con la dis-tensión electoral y más tarde Ernesto Zedillo con el Acuerdo Político Nacional.

Así, la política fue instrumento colateral de la economía. En 1983 y 1984 De la Madrid ordenó “soltar” los controles en elecciones municipales y el PAN avanzó conquistando alcaldías en el norte, en 1984 la embajada de los EE.UU. promovió re-uniones del PAN, empresarios y liderazgos conser-

vadores del clero católico para construir una alianza rumbo a la alternancia vía la incorporación al PAN de los empresarios acti-vistas que activó la expropiación bancaria. Aunque en el seno del gabinete de De la Madrid ocurrió una tensión dinámica entre las fuerzas del viejo régimen (Manuel Bartlett Díaz en Goberna-ción) y las de la modernización económica no estatista (Carlos Salinas de Gortari).

El caso fue que las elecciones municipales prendieron una luz al otro lado del túnel. Y la revista Vuelta se convirtió en el es-pacio del debate racional sobre las opciones del sistema político. En febrero de 1984 Krauze publicó el ensayo “Hacia una demo-cracia sin adjetivos” desde el punto de vista de la historia, de las experiencias sobre todo inglesas y con referentes de la transición española posfranquista y en el contexto de su ensayo anterior de 1982 “El timón y la tormenta”. La tesis central fue muy sencilla de expresar: “la ausencia de democracia fue una de las causas del actual desastre económico”. Gabriel Zaid había sido más directo: Echeverría dijo en 1973 que la economía se iba a manejar desde Los Pinos: “así fue, así nos fue”.

La fundamentación histórica de Krauze fue Madero: la de-mocracia como salida de las crisis. Aunque el asunto era más complejo y de mayor profundidad. Estudioso de la democracia inglesa, Krauze utilizó muchos párrafos de su ensayo de 1984 para fundamentar la democracia. A diferencia de otras propues-tas y exigencias de democracia como mecanismo procedimental y sólo de respeto al voto, el trasfondo de la propuesta de Krauze provenía, en contexto histórico, del conflicto de medidos del siglo XVII en Inglaterra, cuando decapitaron a un rey e insta-laron una breve república: la democracia como la construcción de una ciudadanía. De ahí el contexto de De civitas, de Thomas Hobbes: democracia como ciudadanía.

El control autoritario del sistema político priísta —Presi-

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dente de la República, partido del Estado, Estado de bienes-tar, ideología oficial como cultura y pactos secretos con sectores aliados— centralizaba las decisiones en el titular del ejecutivo federal pero impedía el desarrollo de otras fuerzas productivas y sociales. La organización corporativa del PRI-Estado le daba al presidente el dominio totalizador, en tesis de José Revueltas: el Estado priista como Estado ideológico total y totalizador, no totalitario, cuyo secreto estaba en el control vía el partido de las relaciones sociales. Democracia rigurosamente controlada.

La propuesta de Krauze fue la de modernizar el sistema polí-tico a partir de las reglas de la democracia procedimental pero a través de la construcción de una ciudadanía que hasta entonces había entorpecido, limitado y controlado el PRI. Sólo eso, pero a partir de la certeza de que la democracia iba a reorganizar el sistema político quitándole al presidente y al PRI el control de las relaciones sociales.

4.- Por un Krauze sin adjetivosLas reacciones al ensayo de Krauze fueron mezquinas aunque li-mitadas; las primeras enfatizaron el enojo contra un historiador que se atrevía a romper con la rutina de la historia oficial que había moldeado el pensamiento político mexicano. El ensayo tenía posibilidades y limitaciones, algunos senderos tomados por el camino largo, pero en los hechos centró el debate sobre la realidad política nacional: al pedir democracia se asentaba la tesis de que México no era un país democrático, desautorizando el argumento histórico del discurso oficial de que México sí era una democracia.

Las reacciones al ensayo de Krauze fueron variadas pero ajus-tadas al momento político. Sin embargo, los acontecimientos posteriores le dieron la razón a Krauze: la crisis moral del sistema por el fraude en Chihuahua en 1986, la falta de credibilidad de las elecciones presidenciales de 1988, la reforma del sistema electoral 1990-1996 que le otorgó autonomía a las instituciones electorales, el avance opositor vía las elecciones, el alzamiento

guerrillero zapatista en el caótico 1994, la pérdida de la mayoría absoluta del PRI desde las elecciones presidenciales desde 1988 y en el Congreso desde 1997 y la alternancia partidista en la Presidencia de la República en el 2000.

El ensayo de Krauze enfatizó la vinculación democracia-ciu-dadanía. Partió de un hecho real pero oculto: el sistema político priísta era un mecanismo autoritario disfrazado de democracia; cierto: el gobierno manipulaba las elecciones pero la oposición descuidó el frente electoral por ineficaz. La fundamentación histórica e ideológica no fue revelada por Krauze sino paradó-jicamente por la nueva clase tecnocrática: el sistema/régimen/Estado era la encarnación de los ideales de la Revolución Mexi-cana, aunque desde 1947 Daniel Cosío Villegas había declarado que esos ideales se habían agotado. La Revolución, entonces, quedó en coartada. El ensayo de Krauze no puso en duda esa tesis histórica de la existencia del sistema porque el argumento de la democracia tenía su peso propio. En 1980 el grupo De la Madrid-Salinas dio por terminado el ciclo de la Revolución en el Plan Global de Desarrollo y Salinas como presidente sacó en 1992 a la Revolución Mexicana del PRI.

La respuesta del gobierno delamadridista a Krauze la dio el politólogo Manuel Camacho Solís, entonces subsecretario del gabinete presidencial: la democracia supone “la entrega del po-der”. La frialdad apasionada de Camacho ofreció la respuesta en interpretación a contrapelo: la democracia liquidaría a la élite en el poder, luego entonces los votos contaban en la medida en que se controlaban. Camacho afirmo que “vaciar la democracia dice contenido político era vaciarla de contenido”, aunque la democracia de Krauze estaba en el escenario de la ciudadanía, y qué mejor contenido de la democracia que la relación voto-ciudadanía, a diferencia del modelo priista que asumía que cada voto era un acarreado sin contenido político.

La izquierda se ahogó en sus agitaciones: la democracia era la dictadura del proletariado (Pablo Gómez), “la revolución de la democracia era la más grande e irrealizable utopía de México”

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(Eduardo Valle El Búho). Y era la izquierda ya legalizada como una decisión de distensión política que asumió Jesús Reyes He-roles en la reforma política de López Portillo, la izquierda que en el sistema electoral acumulaba sólo 4 por ciento de los votos, la izquierda que se metió en las entrañas del sistema laboral y que con su legalización se conformó con la democracia procedimen-tal del conteo de los votos, la izquierda que construyó la guerri-lla en los setenta y que combatió con argumentos la guerrilla zapatista de los noventa.

El ensayo de Krauze tuvo la mejor respuesta en la real politik: de 1982 al 2000, las elecciones como democracia procedimental de primer piso marcó la declinación del PRI por la vía del res-peto al voto: de una media de 90 por ciento en las elecciones de 1929-1976, la votación presidencial por el PRI fue decreciente: 68 por ciento en 1982, 50 por ciento en 1988, 48 por ciento en 1994, 36 por ciento en 2000 y 22 por ciento en 2006. En todo caso, la democracia se quedó atrapada en el pantano del conteo de los votos y se olvidó de la construc-ción de la ciudadanía.

5.- De la distopía priísta a la utopía de la repúblicaLa aparición de Por una democracia sin adjetivos en edición de Debate/Random House con una reorganización del índice permite recuperar la memoria histórica de la lucha de México por la democra-cia desde Madero. El reacomodo de otros textos con índice actualizado de la edi-ción de 1986 en Joaquín Mortiz se lee como un itinerario del desarrollo políti-co de México. La nueva edición recoge la crisis de 1994, la experiencia zapatista y deja para tomos posteriores la alternan-cia, el fracaso panista y los desafíos rum-bo al 2018.

Aunque lo dejó entrever en su ensa-yo de 1984, la propuesta de una demo-cracia sin adjetivos de Krauze establecía el itinerario del desarrollo político. Y si bien Krauze mencionó la experiencia de España en la transición de la dictadura de Franco a la democracia construida por Adolfo Suárez —y definida más por don Juan de Borbón que por el Juan Carlos que construyó Franco como príncipe a título de rey—, en los ochenta aún no cuajaba en México el debate sobre las transiciones a la democracia. Se partía del he-cho de que México no era una dictadura típica sino un sistema autoritario con oposición reconocida y procesos electorales for-males. La tercera ola de transiciones estudiada por Huntington establecía el punto de partida en dictaduras sin ningún derecho democrático.

Sin embargo, el modelo teórico de las transiciones a la demo-cracia de Leonardo Morlino era circular: consolidación de un ré-gimen, deterioro autoritario, crisis de gobernabilidad, transición hacia un nuevo régimen, instauración de un nuevo sistema de-mocrático, consolidación, crisis y de nueva cuenta recomenzar. En México se asumió en la academia más el modelo de Robert Dahl de la calidad de la democracia, es decir: variables de liber-tad, movilidad, información y participación.

Haya sido como haya sido, el caso fue que la democracia se fue instalando en México, que el ensayo de Krauze contribuyó a abrir el debate de la democracia como ciudadanía y que la propia crisis interna del sistema/régimen/Estado priistas apre-suró las reformas: a la democracia por la vía de las concesiones que permitieran la sobrevivencia del sistema priista y sus élites gobernantes.

Sin embargo, la democracia se redujo al sistema procedimen-tal de elecciones y el conteo de los votos. Esta deficiencia per-mitió la alternancia partidista en la Presidencia de la República con el ascenso del PAN pero al mismo tiempo validó el regreso del PRI en las elecciones presidenciales del 2012. Rumbo a las elecciones presidenciales del 2018 la reedición del libro de Krau-ze ayuda a reabrir el debate de la democracia no sólo como ciu-dadanía sino como régimen político: la república, es decir, una estructura de instituciones que impidan que la democracia sólo sirva para elegir gobernantes.

El camino de México hacia una república de instituciones, reglas y leyes tenía que pasar por la democracia procedimental, abandonando los territorios pantanosos de la democracia priísta sólo acreditaba a políticas sociales y hoy asistencialistas (artículo 3º constitucional) sin respetar la nueva configuración política esperpéntica de la sociedad: si bien las estructuras de la república siguen siendo priistas, el PRI apenas acredita en las encuestas al 2018 el 20 por ciento de los votos.

De sistema político de la Revolución Mexicana pasamos al México de democracia electoral aún imperfecta. Y todo quedará amarrado cuando la meta decisiva sea la construcción de una república de instituciones, leyes y ciudadanía.

[email protected]

@carlosramirezh

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“…Mas si osare un extraño enemigo…”

Por Joel Hernández Santiago

D onald Trump no tenía que estar ahí. Los mexicanos no me-recíamos verlo ahí. Con el fondo del escudo nacional, el del águila devorando a la serpiente, en Los Pinos, que es la casa

emblemática de México, y muy cerca del Molino del Rey y el Castillo de Chapultepec en donde se libró la gran batalla en contra de la in-vasión estadounidense, ahí mismo el presidente Enrique Peña Nieto, que juró y perjuró ante la Constitución defender y honrar a los mexi-canos, recibió a un enemigo de México y le estrechó la mano y le dio trato de mandatario. Ver eso fue brutal para todos aquí.

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Grave, muy grave error el del presi-dente de México, Enrique Peña Nieto. Imperdonable. En la vorágine del poder casi perdido, ambos políticos en niveles de aceptación mínimos, se juntaron para ayudarse; el mexicano no consultó a nadie y no midió las consecuencias de un acto irresponsable que habrá de traer conse-cuencias para su gobierno y para su partido político (PRI) en las futuras elecciones. Sí. Ahora sí: Enrique Peña Nieto ya pasó a la historia.

El candidato republicano Trump apro-vechó el error de su anfitrión y utilizó el foro para practicar a ser hombre de Estado y como hombre con posibilidades de en-frentar las adversidades y plantarse en te-rreno hostil y mantener su bandera de mil colores: impredecible, el invitado se mostró cauto aquí, aunque en la misma cara presi-dencial y en la casa de todos aquí, espetó: “El muro se construirá”. Su mensaje no fue de conciliación: la foto estaba dirigida a sus electores en EUA…

Nunca ofreció disculpas. Nunca se las exigió el Presidente mexicano. Nunca mostró el mínimo pudor frente a todos aquí, para los inmigrantes mexicanos a los que ha calificado de “asesinos”, “violadores”, “portadores de tremendas enfermedades contagiosas”.

… El mismo Trump que rechazó un dictamen judicial porque dijo que el juez Gonzalo Curiel “es mexicano”; el mismo que dice que el TLCAN, es el peor tratado comercial de la historia; el mismo que dijo que aquí se baña con “la increíble corrupción”; el mismo que atacó a Jeb Bush —su contrincante republicano— por tener esposa mexicana y por hablar español; el mismo que corrió de su rueda de prensa a un periodista mexicano; el mismo que odia a los mexicanos y a lo mexicano…

Habían pasado apenas unas cuantas horas. En Arizona, Trump le mostró al Presidente de México su resbalón: Ahí, frente a su gente y en referencia al tema migratorio, asestó otra humillación a México y al Ejecutivo: “El muro al sur del país, en la frontera con México, se construirá a todo lo largo de la línea (3,185 km)… y aunque todavía no lo sabe, México pagará por el hermoso muro, grande, enorme, de piedra…”. Y habrá de expulsar a más de 16 millones de indocumen-tados, dijo.

El impredecible hombre de Nueva York demostró una vez más que no es gente de confiar y ahí está la prueba.

En México, mientras tanto, quedó un muy mal sabor de boca por una afrenta que será inolvidable. Enrique Peña Nieto salió a decir que todo lo que hizo fue por defender a México y a los mexicanos “donde quiera que se encuentren”. Y que Trump es un peligro para México.

¿No lo sabía antes? Olvida que con Trump o sin Trump es su respon-sabilidad y su juramento Constitucional como presidente mexicano velar por los intereses del país y su gente…

En una entrevista con Denisse Merker, la noche del miércoles 31 de agosto, se mostró intolerante, nervioso, indignado por las crí-ticas y quiso defenderse. Pero él, como Trump, no pidió disculpas por el error y sí insistió en que hizo lo correcto y que el diálogo es la solución a los problemas (ergo: Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán, Tanhuato…) presentes o futuros…

Pero fuera de su círculo cercano, de sus voceros en nómina, para la mayoría de los mexicanos lo ocurrido es indignante e imperdo-nable; y demuestra que hay falta de tacto político e insensibilidad nacional, no del nacionalismo ranchero ni pendenciero, sí del que tiene que ver con la Nación, el Estado, la Patria, la soberanía —aun-que suene demodé—.

En fin que a la pregunta de ¿qué ganó México con esta invitación presidencial a su “extraño enemigo”? la respuesta nacional es: nada; ¿qué ganó Trump con esta visita a México? Todo. Ahora está más envalentonado y con un discurso aún más beligerante.

¿Dónde está el Senado, que atiende el asunto internacional de México? ¿Y la Cancillería inútil? ¿En dónde están aquellos que dicen —y cobran— defender a México y lo mexicano?...

Y de vuelta a la cultura nacional, que es al final de cuentas —diría el maestro Granados Chapa— nuestra única salvación; de vuelta al Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, en un país cuyos habitantes están solos, muy solos.

Grave, muy grave error el del presidente de México, Enrique Peña Nieto. Imperdonable.

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IV Informe en Twitter: Lucha de agendas entre gabinete y círculo rojoPor Jesús Caudillo

Así lo demuestra una evaluación al círculo rojo en Twitter realizada por Política en Línea. En un análi-sis de 1,250 cuentas de políticos, medios de comunicación, periodistas y académicos, analizamos los tuits publicados por ellos desde el 1 de septiembre de 2015 y hasta el 20 de agosto de 2016. A continuación se exhiben los hashtags más mencionados por el círculo rojo en ese periodo.

Desde 2015 y hasta ahora han pasado muchas cosas en nuestra arena pública. Se aprobó la constitución de la Ciudad de México, estalló el conflicto en Oaxaca por la reforma educativa, hubo elecciones en

distintos estados del país, Veracruz se convirtió en un estado de escándalo, se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Brasil, y nos visitó el papa Francisco, entre otros temas.

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17La CrisisOctubre, 2016

Asumimos que estos son los temas que po-sicionó el círculo rojo en Twitter entre 2015 y 2016. Ahora bien, al ver a los personajes más mencionados en el periodo evaluado, hay cier-ta correspondencia precisamente entre temas y actores:

Ahora, observemos los temas más empleados por las instituciones desde las cuentas oficiales:

Las coincidencias del gobierno federal con el círculo rojo están en los temas #CDMX, #México, #Oaxaca, #Pe-riscope, #Puebla, #TercerInforme, #Edomex y #Guerrero. Sin embargo, a pesar de ello, hay todavía entre 12 y 13 te-mas que más mencionó el círculo rojo, pero no el gobierno federal, que tienen que ver con otros asuntos políticos, par-tidistas y con la CNTE.

He aquí lo preocupante: el diagnóstico de las cosas que deben ser atendidas es distinto en el gobierno federal y el círculo rojo. Los discursos y agendas van en sentidos discor-dantes, lo que genera una lucha por el posicionamiento de mensajes de cara a las audiencias.

Esto pudiera no ser significativo si se tuviera claro el mensaje del gobierno federal, si hubiera algún elemento sustantivo, uno o algunos temas ancla a través de los cuales se pudiera comprender los ejes de comunicación de la ad-ministración de Peña Nieto. Pero no es así.

La pugna por el posicionamiento de mensajes es propio de cualquier democracia. No obstante, corremos el riesgo de que, de cara al fin del sexenio, con todo lo que ello conlleva, las estrategias de comunicación del gobierno federal, así como las agendas del círculo rojo, entren en un rompimiento claro y evidente, que se radicalicen, lo que puede generar altos costos para todos.

Destaca, por ejemplo, Miguel Ángel Mancera que se apareja con #CDMX; los asuntos relaciona-dos con #Oaxaca y #CNTE pueden vincularse con Aurelio Nuño; las menciones del papa Francisco se empatan con #PapaenMex, etcétera. Es curioso que el Presidente tenga que ver indirectamente en varios de los temas más mencionados, que salvo alguna excepción no son posicionados por Presi-dencia, pero sea el más mencionado.

Sin embargo, cuando se comparan estos temas con los más hablados por los integrantes del gabi-nete, es observable que el gobierno federal tiene dificultades para posicionar sus temas. De hecho, hay una divergencia entre lo que habla el círculo rojo y lo que habla el gobierno federal en Twitter en varios asuntos.

Veamos primero los temas más usados entre los miembros del gabinete:

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18 La Crisis Octubre, 2016

H a caído Luis Videgaray Caso. Del multipremiado con “The Banker” sin saber cómo fue que ello se obtuvo beneficiando a los mexicanos ni sabiendo sus supuestas credenciales para ser

ministro de Estado, se trata del inamovible, del brazo fuerte, indispens-dable, ejecutor del Presidente; su escudero, compañero y alfil en mil batallas, frente a un Ejecutivo que reaccionó tarde y mal a removerlo. Tarde porque le costó casi cuatro años comprender el grave error de nombrarlo —si es que lo entendió— y mal, porque aquel dice haber renunciado sin aclarar bien a bien la causa. Ni Trump ni los malos diag-nósticos emitidos parecen serlo. Un misterio más sin resolver.

No es una simple renuncia. Es una caída en toda regla, porque su-pone ser la de un supersecretario que no atendió ni críticas ni rectifiió errores, mientras arrollaba al país y deshacía el legado que recibió del panismo y de una mente sensata como José Antonio Meade. Ironías de la vida. Ahora le entrega a Meade una secretaría y un país de cabeza, bien diferente del que recibió de aquel. Eso ayudará a evidenciar aún más su inoperancia. Es una noticia favorable y destacamos que no fue lamentada. Y no lo fue porque en efecto, es una magnífica noticia. Do-ble. Sale de Hacienda una persona inoperante y entra alguien con la cabeza amueblada, como Meade. Las cosas como son.

No es cosa menor lo sucedido, porque Peña Nieto se resistió a cam-biarlo, a sacarlo del gabinete, pese a las múltiples críticas en ascenso, pese a las evidentes carencias de talento y pese a los magros resultados de su gris gestión, una muy cacareada en el exterior, pero sumamente deplorable en el interior. La caída de Videgaray es un cambio tardío, pero ya era urgente porque su inoperancia, además de evidenciada, es-taba causando un gran daño al país, pese a que no sea esa la causa en apariencia, para efectuar el relevo. ¿Qué ha renunciado, dicen? Suena a que lo corrieron.

Así, Peña Nieto pierde una pieza clave de su gabinete y no anticipa que sea para irse a la gubernatura del Estado de México. Es más rumor que otra cosa, pero la oposición ha reaccionado y articula un protecto de alianza, respondido por algunos priistas diciendo que carece de senti-do, como si sólo el PRI tuviera derecho a gobernar el Estado de México y la opocisión careciera de tal para ver cómo muerde el polvo Videgaray, llegado el caso. Sería un suicidio para el PRI y para Peña imponer a Vi-degaray si esa fuera su apuesta, a menos que estén deseosos de vivir una experiencia al límite y eso sin esclarecer para qué enviarlo a Toluca si no pudo con una secretaría de Estado y el Estado de México muestra un notable hartazgo hacia el tricolor. ¿Querrá, necesitará Peña una bomba además de la de Trump?

Fue muy sorprendente que Peña Nieto eligiera a Videgaray para el cargo de secretario de Hacienda. Una cosa es que contara con un asesor financiero eficaz, con un experto en ingeniería financiera que le per-mitía fondear campañas políticas de Peña y otra bien diferente soltarle Hacienda. Para propios y extraños causó verdadero asombro elegir a alguien con nula experiencia en cargos similares, es decir de tal magni-

tud, ajeno al equipo de trabajo hacendario federal, con carencia de los urgentes y necesarios nexos con los círculos financieros mundiales, tan requeridos para México, y con una trayectoria lejana al tema fiscal, si por tal entendemos lo expresado líneas arriba: no sólo era confeccionar presupuestos, era plantear una política de Estado en materia económi-ca, y en concreto la del gobierno de México, para salvar a un tiempo el debate de la competencias claras en la materia, diferenciando lo que sí y lo que no toca a cada entidad, en referencia al Banco de México.

Más sorprendente fue que el señor Meade ni repitiera en el cargo, peor que sí se le enviara a un área totalmente ajena a él, como Exterio-res. Meade, sensato, hombre de trabajo, se avoca a los datos, afanándo-se. Su cuadratura no es mala, es persona confiable que saca adelante el trabajo. Su afabilidad probada le permite navegar por aguas procesolas.

Sostenido a capa y espada mientras crecían su soberbia y su ego, junto con el de sus subalternos, ahora también defenestrados —Fer-nando Aportela y Aristóteles Nuñez—, para variar Videgaray ni supo leer el signo de los tiempos ni supo dictaminar correctamente en dón-de estaba parado. Se extralimitó sugiriendo traer a Trump y fungien-do como una suerte de patético mayordomo del estadounidense; lo acercó a Peña Nieto, al tiempo que nos recetaba nuevos gasolinazos ante su evidente incapacidad de instrumentar opciones mejores para recargar las finanzas públicas y mientras erraba una vez y otra también en sus pronósticos inflacionarios y de crecimiento anuales, no atinan-do a ningúno durante su gestión —enviando así mensajes erráticos y confusos a toda la economía mexicana—, rezongando inopinadamente ante opiniones contrarias sobre el particular, más documentadas y más autorizadas y expertas que la suya, expresadas incluso desde ¡Banco de México! Y ni por eso rectificó.

Pero es que la causa de la causa, es causa de lo causado. El origen del problema que significó poner a Luis Videgaray en ese puesto y el que acarrea dejarlo en vísperas de la presentación del presupuesto de egresos de 2017 y de su correcta defensa y articulación en el Legislativo, yace en el costo enorme para México, gracias a su evidente impericia, a su desconocimiento de los puntos finos, a su consecuente incapacidad para corregir desviaciones y en persistir en las mismas medidas equivo-cadas que no dieron resultados, mientras minimizaba —en las rarísimas ocasiones en que ha explicado algo a la opinión pública, porque fue un secretario ajeno a la indispensable comunicación social— y ante la turbulencia internacional y el tono del presente gobierno, mantenía a los improvisados en Hacienda. Así de sencillo y así de grave en contra de los intereses de México. De forma que su caída no augura para él un futuro más promisorio. No en septiembre de 2016. Sus defensores la minimizan, pero saben perfectamenteme bien que es una abolladura gigantesca para Peña Nieto. Fue insostenible, ya lo estamos pagando. Un bomberazo más con Meade demuestra que nunca debió salir de Hacienda. Otra cosa habría sido si quería Peña conservar a Meade, pro-veniente del gabinete Calderón; Peña lo hubiera dejado allí desde un

Videgaray: una caída tardía, urgente,necesaria y favorablePor Marcos Marín Amezcua

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19La CrisisOctubre, 2016

inicio y no haberlo removido a Exteriores para colocar a su amiguete.Podemos reparar en las causas de su renuncia. No ha sido por sus

manifiestas incapacidades ni por su error de proponer que se invitara a Trump; Luis Videgaray Caso jamás debió de ser nombrado secretario de Hacienda y Crédito Público. Una suerte de situaciones desafortuna-das lo catapultaron al cargo y México ha pagado las consecuencias de una inoperancia tal, que le ha costado todo aquello que Peña Nieto le encargó resolver a José Antonio Meade; justamente, todo cuánto em-brolló la manifiesta y evidente incapacidad de Videgaray.

Varios tópicos se entremezclan en los sucesos anunciados el 7 de septiembre de 2016. Según Trump, su visita exitosa a México tiene una prueba: la salida de personas que lo llevaron a ese país. Ello confirmaría dos cosas negadas: que Videgaray si aconsejó a Peña traer a Trump y que en efecto, la visita de Trump es vista por él como exitosa y bien avalada por sus adversarios políticos. Pero además, confirmaría que Videgaray no se va de Hacienda para un promisorio futuro en el Estado de Méxi-co. Se va porque “lo fueron”.

Otra cosa será determinar para qué se marchó de Hacienda, acaso con la cola entre las patas, porque la salida no ha sido ni triunfal y menti-ría quien diga que lo fue. Lo grave es que Videgaray se va sin explicar su proceder, sin responder por los múltiples errores, por las omisiones, y por no apotar un proyecto económico del gobierno al que pertenece. Porque es a Hacienda a la que toca marcar rumbo, en el sentido de que el Banco de México fija el tiempo de cambio y Economía tiene que ver con licen-cias y protección de las inversiones, pero la política económca de un go-bierno como el mexicano, es fijada por una secretaría como Hacienda y de ella con Videgaray ni vimos rumbo ni meta en pro de los mexicanos. En realidad es una mala gestión desde el inicio, lo que ha hundido a un soberbio y petulante Videgaray. No atinó una sola de sus previsiones en casi 4 años. No pudo controlar las cifras macroeconómicas y justificó medidas como gasolinazos y persecución fiscal violatoria de derechos humanos, al violentar el inalienable derecho a la privacidad, balconean-do morosos sin justificar el interés jurídico de terceros y no supo prever los cambios internacionales, desde el derrumbe de los precios del petró-leo hasta las consabidas consecuencias del brexit. Decir que el brexit no nos afecta porque sólo comerciamos un 0.29 por ciento con el Reino Unido o que el aumento a la gasolina sólo afecta a tenedores de autos, son monumentos descomunales de ignorancia que el ITAM tendrá que cargar con ellos en la boca de su ilustre egresado. Y para vergüenza de sí.

Desde luego que Malinalco es su Waterloo, pero acaso no su más

grave error. El exsecretario ha fallado en la encomienda de mantener la estabilidad económica. Sus cifras macroeconómicas deslucen ante el desempleo, la precariedad del empleo y los bajos salarios, sin saberse un plan de acción integral para incentivar el crecimiento económico, porque nunca instrumentó siquiera una verdadera reforma fiscal.

La falta de oportunidades, del incremento en la usurpación y robo electrónico de identidades —de la que su dependencia es directamente responsable de velar por tal seguridad— y el escandaloso y peligroso en-deudameitno externo en que basó Peña Nieto su gobierno, dan cuenta de su pésima gestión a su paso por Hacienda. No, Videgaray no fue ni un buen secretario y ni rindió cuentas. Nefasto, es apenas de agradecer-se su atropellada salida. Era urgente. Lo de Trump será pecata minuta si nos llega a devorar una crisis causada por su inacción. Ya no digamos si aquel gana por haber contribuido a apuntalarlo.

Ya lo hemos expresado: si es verdad que fue su petición aquella que trajo a Trump a México, como respuesta a las malas calificaciones y pronósticos negativos de las calificadoras —que al calificar mal a Mé-xico, calificaban mal su trabajo— con lo cual pretendía trayendo al candidato estadounidense, que Peña Nieto diera un golpe de efecto, de autoridad para aparentar que controla la situción cuando se percibe que se le va el país de las manos (si es que no se le fue ya a Peña), entonces las cosas han salido pésimas. Y ese control de daños tan irresponsable, porque más merecía evitarlos que controlarlos, ha brillado por su au-sencia. La imagen de Peña Nieto se ha calcinado irremediablemente. Su partido apenas ha balbuceado alguna defensa, de una manera decepcio-nante y bastante torpe.

En su despedida se le vió apenas mondo y lirondo, porque, ya se sabe, se le resbalan todas. Razón de más para echarle. ¿Qué se fue él? ya. De manera tal que el secretario se marcha sin apenas decir ni pío. Ya llegará Meade a enmendarle la plana. Por fortuna se marchan Apor-tela y Núñez. Ni el subsecretario y ni el titular del SAT estaban como para morirse en sus puestos ni son irremplazables y flaco favor han hecho a la administración pública. Es un descanso sus salidas. Mucho ayuda el que no estorba.

La caida de Luis Videgaray no significa cambio de rumbo, pero sí una derrota para Peña Nieto. Por ser su alfil. Así lo retirara sólo por la mal lograda venida de Trump atribuible a él, representa una pérdida por la cadena de intrigas, y errores econnómicos cometidos al amparo del poder.

Meade ahora deberá limpiar la casa que no debió dejar ni de-jársele a Luis Videgaray. Deberá poner orden al desbarajuste que le dejan, Peña Nieto hizo perder 4 años a México dejando actuar al ex-secretario.

Para Peña Nieto se acaba el tiempo y es muy poco lo que le queda para aportar. Su reformas anquilosadas no dan rendimientos esperados, sustantivos. Parece que ya le em-piezan a quedar horas ociosas.

A Peña Nieto se le acaba el sexenio. Ya no puede seguir ni en campaña ni prometiendo. Quedan esos años para despedirse y empezar a pagar los platos rotos. Su reto mayor en no acabar el sexenio a patadas y en medio de una todavía más acuciante crisis económica. Así de sencillo y es lo que hay. Para el PRI las cosas no pintan bien. El rechazo social es creciente. Peña va a contrarreloj. No parece de momen-to que la cosa se resuelva diciendo: él o su par-tido. Ambos, y eso es lo que más les preocupa, no tanto sacar a México adelante.

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20 La Crisis Octubre, 2016

S i el concepto de “sucesión presidencial” viene de una no-ción jurídica en cuanto a la titularidad continuada de una posesión, su utilización política remite a los tiempos de las

monarquías indígenas. Carlos Tello Díaz, en el estudio Formas de gobierno en las comunidades indígenas de México (IFE), refiere una organización civil derivada de la estructura de dominación religiosa. El consejo de ancianos nombraba al jefe máximo conocido como Tlatoani, el antecedente más antiguo del presidente de la república. Aunque era considerado rey, príncipe o emperador, la representati-vidad era por designación y no por derecho de sangre. Los poderes estaban divididos: el religioso, la administración central y el militar.

El Tlatoani era, por así decirlo, el jefe máximo, la autoridad supe-rior. La configuración religiosa politeísta de las sociedades indígenas originarias —mal llamadas prehispánicas por deformación de sumi-sión— resultaron funcionales en cuanto a una distribución del poder gubernamental. El Tlatoani era obedecido y su duración dependía de los acuerdos entre los grupos dominantes. Una vez muerto, destituido o retirado, el nuevo Tlatoani era designado de nueva cuenta por el consejo de ancianos, muy lejos del modelo parlamentario pero con funciones de equilibrio de poder.

Este modelo de distribuir y ejercer el poder fue creado en función

de las necesidades de cada tribu, pero con similitudes asombrosas: el reparto del poder con equilibrios que eludieran los absolutismos monárquicos tipo europeos. El Tlatoani ejecutaba pero vigilado por el sacerdote y el consejo de ancianos. El poder ejecutivo no era heredita-rio, aunque ya en la nueva era había emperadores nacidos de empera-dores. En este sentido, la sucesión en el poder dependía del dominio de los sacerdotes o de los consejos de ancianos; en todo caso, fuera o no poder sucesorio, el mecanismo de sucesión operaba en cuanto al funcionamiento de las estructuras ejecutivas de administración de los asuntos cotidianos.

De ahí que la primera experiencia de forma de gobierno institu-cional en las tribus indígenas originarias en territorio de Mesoamérica fueran profesionales para evitar las guerras entre las élites. La forma de sucesión o poder heredado no se daba en el seno de una familia sino en el escenario de una organización formal de gobierno. Se tra-taba, por así decirlo, de monarquías institucionales controladas por las élites, pero con funcionamiento monárquico por la ausencia de representaciones sociales dominantes.

En este contexto, las primeras experiencias en formas de gobierno y en distribución del poder fueron en monarquías indígenas contro-ladas por consejos de ancianos.

Por Carlos Ramírez

Historia de la sucesión presidencial (1)En el principio fue la monarquía

en busca de la Silla EmbrujadaLos Pinos 2018:

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21La CrisisOctubre, 2016

Por Armando Reyes ViguerasLos “tapados”, más allá del calendario D esde que Vicente Fox anunció, con más de dos años de anti-

cipación, que buscaría convertirse en candidato presidencial del PAN, se estableció como costumbre entre la clase políti-

ca nacional los intentos de iniciar la carrera por ser el abanderado del partido para un puesto de elección con bastante adelanto.

Esto se sumó al gusto del mexicano por lo que se llama futurismo: el intento por descubrir quién será el “bueno” en materia de candi-daturas que en el caso de la presidencial se da desde que se conocen los nombres de los que integran el gabinete, pues adivinar el futuro es parte de los pasatiempos de los ciudadanos.

Es así que para nadie es sorpresa que estemos hablando de los as-pirantes a la candidatura presidencial de 2018 con tanta anticipación. Los mismos personajes que se promueven para el puesto ponen de su parte, al dar a conocer sus intenciones y promover sus actividades con este propósito, a la vez que en medios tradicionales y digitales co-mienzan a circular los comentarios a favor y en contra de sus acciones y metas trazadas.

Con el elenco más o menos definido, se puede empezar entonces a medir que tanto suben o bajan en el carrusel político que implica una carrera tan adelantada, en la que no sólo importa el aguante sino la visión para establecer la estrategia más eficiente para terminar una competencia que cobrará, sin duda, víctimas en los distintos bandos partidistas.

En el caso del PRI, si bien cuenta con la ventaja de una estruc-tura electoral que le dará votos al abanderado que elijan, así como la mitad de las gubernaturas en su poder, enfrentan un escenario com-plicado por la baja calificación del presidente Peña Nieto, además de demasiados expedientes abiertos relacionados con temas relativos a la corrupción —al menos en la percepción ciudadana—, así como pen-dientes en materia de seguridad pública, economía, combate contra la impunidad y la corrupción, todo lo cual se traduce en una pesada carga que deberá arrastrar su futuro candidato, sin descartar que se pudiera dar una división interna si los propios priístas perciben una imposición que los pudiera llevar a la derrota.

En el PAN, si bien las encuestas favorecen al blanquiazul además de que se encuentra enrachado por los triunfos estatales de las pasadas elec-ciones, además de contar con dos aspirantes que ya han hecho públicas sus intenciones para competir por la candidatura azul —Margarita Za-vala de Calderón y Rafael Moreno Valle—, la duda acerca de cuál será la estrategia que seguirá Ricardo Anaya con relación a si buscará también competir desde la presidencia panista —siendo juez y parte, pues le toca conducir el proceso de elección interno— podría generar un enfrenta-miento interno que afecte las posibilidades de este partido para 2018. No cabe duda que los propios panistas son sus peores enemigos.

En el caso del PRD, el panorama parece componerse para las aspiraciones de Miguel Ángel Mancera Espinosa, quien además de haber recibido el apoyo de legisladores y militantes, ha logrado trazar una estrategia para —en los hechos— quedarse como la única opción del sol azteca para el 2018. Las alianzas con otros partidos vendrán después, pero ni Silvano Aureoles o Graco Ramírez se ven con posi-bilidades de competirle exitosamente. El perredismo tiene en contra la baja en la votación que ha tenido luego de la salida de militantes hacia Morena, lo que le daría bajas oportunidades de ser la opción ciudadana dentro de poco menos de dos años, a lo que se suma su desgaste como fuerza política.

En terrenos de Morena, Andrés Manuel López Obrador no sólo cuenta con la candidatura en la bolsa, sino que continúa con su es-trategia para mantenerse en el escenario político, ubicándose como una alternativa de sectores sociales inconformes con la actual marcha del país. No obstante, este apoyo, también cuenta con un número

importante de ciudadanos que no votarían por él, lo que implicaría que una nueva campaña negativa en su contra o un abanderado que surja desde el bando independiente le podrían arrebatar votos consti-tuyendo una nueva derrota en su carrera.

Finalmente, en el caso de los candidatos independientes se apre-cia poca actividad. El más llamativo, por su triunfo en Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, se ha visto con poco empuje al no ofrecer los resultados esperados en el estado que gobierna, estando a punto de enfrentar una crisis de expectativas que podrían afectar sus planea futuros. De los otros aspirantes —Castañeda, Ferríz y demás apun-tados—, poco se puede hablar a no ser que se desea abordar algo anecdótico pues al no contar con estructuras o financiamiento para recorrer el país su presencia en medios y en la opinión pública es esca-sa. El tema en este particular es si al llegar al 2018 seguirán buscando participar en los comicios y, de ser positiva la respuesta, cuántos de ellos lograrán reunir las firmas necesarias para aparecer en la boleta, además de conocer el número de votos que le podrían quitar a los partidos, algo que pudiera reducir las oportunidades de alguno de los abanderados de las distintas fuerzas que compitan.

Los libros de la sucesiónLa sucesión milenaria de Arvide

Ubicado en el último tramo de la hegemonía priísta, La Sucesión Mi-lenaria de Isabel Arvide es un libro que nos ofrece el prólogo hacia lo que se pensaba sería la transición democrática a finales del siglo XX. El texto no se limita a revisar no sólo lo que sucedía en el terreno priísta, sino que incluye al PAN en este trabajo, de hecho, la dedicatoria del texto es para Diego Fernández de Cevallos, candidato presidencial azul en 1994.

Arvide, desde su óptica periodística, nos ofrece una revisión de los personajes que intervendrían en el proceso electoral de año 2000. Uno de los puntos centrales del texto gira en torno a la posibilidad de realizar una alianza opositora que enfrentara al candidato priísta. Aunque finalmente no se llevó a cabo, la sola posibilidad de que la oposición en su conjunto se uniera en aras de ese objetivo, alentó una gran cantidad de análisis y comentarios.

“Frente a la urgencia, impuesta por inercias y por la falta de cre-dibilidad de la sociedad en los partidos políticos, de ‘democratizar´, de abrir los métodos de elección de candidatos, no existe todavía una respuesta viable, reglas del juego que permitan esto, la apertura, y que, al mismo tiempo, no entreguen la estafeta en las peores manos”, señala la autora, quien revela en las páginas de su libro su escepticismo acerca de que se concretará dicha posibilidad.

Lejos de ser un recuento de las formas en que el presidente de la República, con el control del PRI, movía los hilos de la sucesión, esta obra es un acercamiento a la posibilidad, en los albores de la nueva cen-turia, de romper con ese sistema que frenaba las posibilidades de una real democratización del país. No por otra cosa, la periodista apunta en La sucesión milenaria que “ese es el gran tema nacional. Quién gane en el PRI es más importante que el aumento al precio del petróleo, que una devaluación incluso. Ese es el calibre de la apuesta”, con lo que se muestra inconforme sobre la forma en que se podría resolver dicho episodio. Por lo anterior, en el párrafo final del libro apunta en tono desangelado: “preferiría haberme quedado extraviada en el pasado, en lugar de adivinar el futuro. Honestamente lo elegiría así”.

Isabel ArvideLa Sucesión MilenariaEd. Océano, México, 1999.

en busca de la Silla EmbrujadaLos Pinos 2018:

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22 La Crisis Octubre, 2016

El pueblo ensaya la revolución. La APPO y el sistema de dominación oaxaqueño, Marco Estrada Saavedra, El Colegio de México, 2016.

La academia había estado retrasada de la dinámica de los movimientos so-ciales. El investigador Estrada Saavedra realizó una investigación de campo en la crisis de Oaxaca del 2006, cuando la APPO, la Sección XXII de maestros y mu-chos grupos de presión tomaron el centro histórico con un plantón y exigieron la renuncia del gobernador Ulises Ruiz Ortiz. La indagatoria académica sucumbe a veces con la simpatía. Pero el trabajo de Estrada Saavedra es importante para tratar de entender la crisis del sistema político oaxaqueño.

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia y Eduardo Vázquez Martín, editores, editorial Era, México, 2016.

Nacido en el 2011 como respuesta social al asesinato del hijo del poeta Si-cilia en lo que se puede llamar un pleito de cantina, el tema de la inseguridad se hizo visible en su escenario de gobierno, político, social y de seguridad. La importancia de este libro radica en la incorporación de textos de una plurali-dad de analistas: Enrique Krauze, Jesús Silva-Herzog Márquez, subcomandante Marcos, Adolfo Gilly, José Gil Olmos, Diego Enrique Osorno, Emilio Álvarez Icaza, Herman Bellinghausen, entre otros, con textos más allá de la protesta callejera. Y la permanencia del clima de inseguridad ayuda a meter el libro en el debate de la coyuntura, además de aportar datos que ilustran las razones de las protestas sociales contra la criminalidad

Karl Marx, Jonathan Sperber, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Madrid, España, 2016.

Ahora que el marxismo comienza a reciclarse ante el fracaso del capitalismo, las biografías del fundador han comenzado a proliferar. Es esfuerzo de Sperber logra superar el peso de la historia y colocar la figura personal de Marx al tono con su obra. Importante la tarea del autor de situar a Marx en el escenario histórico e ideológico. El marxismo no es sólo El Manifiesto Comunista ni El Capital, porque cada uno de esas obras respondió a una propuesta concreta; el pri-mero es militancia y el segundo es configuración de un método de análisis económico.

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23La CrisisOctubre, 2016

México: una democracia bárbara, José Revueltas, Obras Completas 16, editorial Era, México, 1988.

Más que una reedición, la aparición de este libro en librerías tuvo que ver la apertura de paquetes de libros ya impresos pero embodegados. El pretexto fue el centenario del nacimiento de Revueltas en 2014, aunque apenas en este 2016 ha tenido exhibición en estantes. El libro fue escrito en 1958 a raíz de la elección presidencial de López Mateos pero indaga el proceso de sucesión presidencial en el PRI. El ensayo de Revueltas —apenas 39 páginas— logra re-sumir un análisis teórico del sistema político priísta, de la estructura de poder y la superestructura política. Fue el primer ensayo que desnudó al sistema.

Los de abajo, Mariano Azuela, edición y estudio introductorio de Víctor Díaz Arciniega, Colección Letras Mexicanas 146, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

Preparada a finales de 2015 como preparación al centenario de su publica-ción por primera vez, la novela de Azuela sigue vendiéndose de manera con-sistente pero parece olvidada por el mundo cultural. Se trata de las primeras novelas de estilo moderno, alejadas de la estridencia y el lenguaje florido sobre lo ocurrido en la lucha armada de la Revolución Mexicana. Destaca la forma en que Azuela construye personajes protípicos, entre ellos el que representa al indio en lucha con su ignorancia sostenida por la pasión de la lucha contra el dictador y el intelectual como maestro poco capaz de entender la lógica del combate.

Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, Hannah Arendt, Ediciones Península, Madrid, España, 2016.

La filósofa de origen judío ha comenzado a ser revalorada por la filosofía política y la ciencia política. Pionera en el estudio del tota-litarismo, Arendt parte del olvido de la historia, como si el mundo se reinventara cada mañana. Su esfuerzo asume el reclamo de Toc-queville: “toda vez que el pasado dejó de arrojar luz sobre el futuro, la mente (el espíritu) del hombre vaga en la oscuridad”. Las crisis, por tanto, tienen explicaciones históricas que se olvidan y cuyo ol-vido impide lograr soluciones.

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