altata de la desilusión a la esperanza

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1 Altata, de la desilusión a la esperanza Gilberto J. López Alanís (Ponente) José María Figueroa Díaz (Comentarista) Colección San Pedro 150/7

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Page 1: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Altata, de la desilusión a la esperanza

Gilberto J. López Alanís

(Ponente)

José María Figueroa Díaz

(Comentarista)

Colección San Pedro 150/7

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Portada: Fragmento del mapa “Americae Sive Novi Orbis, Nova Descriptio”, de Abraham Ortelius, publicado en 1570. Tomado de Mapas del Mundo de

Roderik Barrón. Madrid, España, 1989.

Ponencia presentada en el coloquio “Los puertos Noroccidentales de México.

Jaime Olveda y Juan Carlos Reyes (Coordinadores). El Colegio de Jalisco,

Universidad de Jalisco, Instituto Nacional de Antropología e Historia. 1994.

México.

Edición del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa (AHGS) 2014

Colección San Pedro 150/7

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Altata, de la desilusión a la esperanza

Gilberto J. López Alanís

(Ponente)

José María Figueroa Díaz

(Comentarista

Altata es el nombre de una bahía ubicada frente al Mar Bermejo,

perteneciente al Golfo de California. Hace años tuvo un puerto de

altura donde se realizó un comercio de cabotaje, aprovechando un

muelle integrado a un ferrocarril que comunicó con las ciudades de

Navolato y Culiacán.

La bahía, de 9,100 hectáreas de superficie, está formada por la

plataforma continental y la península de Redo; comparte dicha

extensión con la ensenada del Pabellón que se forma con la

península de Lucernilla. Está ubicada entre los paralelos 24 grados y

38 minutos de latitud norte, y 8 grados 49 minutos de longitud oeste.

Altata, según Héctor Olea, significa “agua estancada o aguas viejas”,

lo que puede compararse con una laguna por la condición apacible

de las mismas. En el siglo XVII, se le conoció como el puerto del

Guayabal debido de la diseminación de este fruto, que los grandes

hatos ganaderos de la costa requerían para su alimentación.

En Altata desembocan las aguas de los ríos Humaya y Tamazula,

que al unirse en Culiacán se transforman en un río que toma de esta

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ciudad el nombre. Sus aguas son controladas por las presas Adolfo

López Mateos, Sanalona y Vinoramas, las cuales han cambiado el

contexto ecológico de la bahía al detener gran parte del plancton,

que en cierta época se desplazó sin más limitaciones que las

naturales. A ello también ha contribuido la contaminación derivada

de las descargas de aguas negras de las ciudades de Culiacán,

Navolato y pueblos aledaños al río, junto con las de los canales de

desagüe de los cultivos que contienen elevados porcentajes de

pesticidas y fungicidas que atentan en contra de la salud.

La bahía fue visitada por Hernán Cortés cuando se embarcó en

Chametla para explorar California. Estando él en el puerto del

Guayabal, recibió provisiones de los habitantes de Culiacán.

Altata proveyó de sal, pescado, mariscos y mano de obra nativa a la

villa de San Miguel de Culiacán en la época colonial, lo que dio

lugar a un incipiente comercio que poco a poco fue constituyéndose

en la actividad principal del puerto.

En el año de 1834 fue habilitado como puerto de cabotaje; diez años

más tarde, alcanzó la categoría de altura. En 1847 se le declaró

abierto al comercio extranjero, y en 1853 se le ratificó su condición

de cabotaje. Dos años antes, en 1851, a sus pobladores se les había

dotado de ejidos.

Al estar ocupado el puerto de Mazatlán del 2 de noviembre de 1858

al 2 de julio de 1859 por los norteamericanos, Altata se reabrió al

comercio de altura. Durante la intervención francesa, el gobernador

Antonio Rosales lo habilitó de nuevo para el comercio de altura, del

16 de diciembre de 1864 hasta 1866.

Con respecto a Mazatlán, Altata fue un puerto menor; pero al

convertirse Culiacán en la capital del estado en 1831, adquirió

mayor importancia. Comenzó a registrar una mayor actividad

comercial cuando se puso en operación el Ferrocarril Occidental de

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México, que el pueblo bautizó como el “Tacuarinero”, el cual fue

durante un tiempo, la vía para transportar los minerales extraídos de

las entrañas de las sierras de Sinaloa y Durango, y los productos

agropecuarios del valle de Culiacán, hacia los mercados del noroeste

de México y a los de la costa oeste de los Estados Unidos.

Para construir el ferrocarril, Sebastián Camacho y Reynold Symon,

en Boston, Massachussets, formaron la empresa Ferrocarril Sinaloa-

Durango. Estos empresarios lograron gracias al decreto del 16 de

agosto de 1880, la concesión del gobierno mexicano para explotar la

vía ferroviaria, desde el puerto de Altata hasta la capital del estado

de Durango.

El tendido de la línea empezó en Altata, llegó hasta Culiacán con

62.2 kilómetros efectivos de vía y no pudo extenderse más por las

limitaciones financieras de la compañía, y por las dificultades

técnicas que ofreció la escarpada sierra de Durango.

La línea se puso en servicio hasta 1883, precisamente cuando se

presentó la epidemia de fiebre amarilla en las costas del Pacífico.

Finalmente, fue el 5 de mayo de 1882 cuando se puso en servicio

este medio de carga con un recorrido que hizo la comitiva oficial en

la locomotora Martínez de Castro. La epidemia entró en los últimos

meses y algunos buques, como el de Josefa Sofía, tuvieron que pasar

una cuarentena en la bahía; los tripulantes enfermos fueron

atendidos por el doctor Ramón Ponce de León.

La compañía que explotó la concesión contó, además, con varias

flotillas de vapores que recorrían el litoral del Pacífico, desde Altata

hasta Guaymas, que también fue estación ferroviaria conectada con

Nogales. Camacho y Symon vendieron el ferrocarril Occidental de

México a una compañía inglesa encabezada por R. Smith. Después

los empresarios azucareros de Navolato, los Almada, se lo

compraron en 1935.

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La transportación marítima durante el Porfiriato fue el medio más

apropiado para mover grandes cantidades de mercancías, debido a la

inexistencia de caminos terrestres adecuados. El mar se convirtió en

una alternativa para enviar las mercancías; sobre todo las que iban a

puntos muy distantes. Los puertos del Pacífico se convirtieron en

este periodo en verdaderas ventanas al comercio, internacional, por

lo que jugaron un papel determinante en el desarrollo económico y

social de sus respectivas regiones.

A continuación, se incluyen los cuadros 1 y 2 que registran el

movimiento marítimo de altura y de cabotaje, los cuales indican que

Altata recibió a la mitad de las embarcaciones que arribaron a

Mazatlán en 1900. Los otros dos, el 3 y 4, muestran las

importaciones, las exportaciones y el valor de las mismas. En ellos

podemos observar que Altata, con relación a Nogales, Mazatlán Y

Topolobampo, tuvo también importancia.

Cuadro 1

Movimiento marítimo de altura y cabotaje.

Entrada de embarcaciones en 1990

Altata Mazatlán

Embarc. Tons. Tripul. Embarc. Tons. Tripul

Total 205 53 020 5246 484 205 154 11 644

Vapor 192 51 254 5130 389 190 894 10 682

Vela 13 1766 116 145 14 260 962

Nacionales 179 30 759 4109 375 39 372 5 518

Extranjeros 26 22 260 1137 109 165 782 6 131

Con carga 145 33 361 3599 451 194 000 11 068

En lastre 60 19 659 1647 33 11 154 576

Page 7: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Como todos los puertos, donde la vida adquiere otra dimensión,

Altata ha tenido acontecimientos que lo convierten en lugar muy

especial dentro de la historia sinaloense.

Los antiguos pobladores señalan la existencia de un “puerto viejo”

ubicado a 5 kilómetros al norte, tomando como referencia la entrada

al fondeadero por la carretera Navolato-Altata, y le atribuyen su

desaparición al ciclón que azotó la bahía en 1896, el cual destruyó el

caserío, el muelle, las embarcaciones y azolvó la barra natural que

existía al norte de la Península de Lucenilla, obstruyendo el paso de

vapores, al tiempo que se abría una nueva barra al sur de la misma

península, frente al campo pesquero Las Aguamitas y la

desembocadura del río Culiacán. A raíz de este desastre, se pensó en

ubicar al puerto a 5 kilómetros al sur de su actual localización; idea

que después fue abandonada.

Cuadro 2

Movimiento marítimo de altura y cabotaje

Salidas de embarcaciones en 1900

Altata Mazatlán

Embarc. Tons. Tripul. Embarc. Trons. Tripul.

Total 216 55 076 5 591 487 206 088 11 715

De vapor 201 53 740 5 487 343 191 738 10 766

De vela 15 1 335 14 144 14 350 949

Nacionales 189 33 047 4 438 379 40 276 5 701

Extranjeros 27 22 028 1 153 108 165 812 6 014

Con carga 158 37 724 4 140 415 191 664 10 872

En lastre 58 17 351 1 451 72 14 423 843

Entre los fundadores del puerto destacan Francisca Soberanes de

Sánchez, Constantino de la Cruz, Julian Izábal, Celsa Atondo viuda

Page 8: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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de Parra, Francisco Amador, Antonio Moreno, Rosa Amador, Isabel

Navarro viuda de García, Juana Sainz viuda de Orduño, Manuel

Atondo y Miguel Arias, quien fungió como capitán del puerto desde

1897 hasta su deceso en 1938.

En 1890, año en que nacieron Juan de Dios Bátiz y Rafael Buelna,

llegaron al puerto 50 familias de origen chino, las cuales fundaron

un barrio en el extremo sur del poblado. Construyeron sus casas con

paredes de madera y techo de tabay, una especie de zacate marino,

siendo éstas más duraderas y frescas que las que ocupaban los

vecinos ya instalados, quienes las habían construido al estilo

indígena; o sea, de paredes de vara enjarradas con lodo y techo de

palma. Con la presencia de los asiáticos, se modificaron otras

costumbres de los lugareños, entre ellas, las de la alimentación, la

agricultura y la pesca.

A ciencia cierta, no se sabe el por qué en 1901 los chinos emigraron,

desapareciendo casi por completo del barrio y con ello, la

producción de hortalizas. Sin embargo, hay datos que indican que

algunos se internaron en los valles de Navolato y Culiacán.

Como sucedió en otras partes, durante el Porfiriato hubo en el puerto

un club de reeleccionista __ denominado “Libertad”__, que trabajó

por la reelección de Porfirio Díaz y Ramón Corral para presidente y

vicepresidente de la República, respectivamente.

En 1892, en Altata se suscribió un contrato de asistencia médica

para 46 familias que vivían en el puerto, el cual fue firmado por el

tesorero de la Junta de Sanidad de Altata y el doctor Ramón Ponce

de León; además dicho convenio amparó a los barcos que se

encontraban surtos en el puerto.

Durante muchos años, fueron famosos los chivos y burros silvestres

que poblaron la isla de Lucenilla, cuya cría fue fomentada por

Francisco Aranzubia, quien llegó al puerto en 1905 como capitán del

vapor Victoria. Este marino español quedó varado para siempre en

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las redes de una bella altatense con la que procreó una numerosa

familia.

Altata es un puerto ciclonero, como otros del Pacífico; se recuerdan,

por ejemplo, los huracanes de 1917, 1947, 1958, 1962 y 1982 que

causaron grandes destrozos; pero ninguno como el 1896, que le

cambió la fisonomía.

No obstante, hay algunos atractivos que le dan un toque de

distinción al puerto: a 10 kilómetros se encuentra el balneario a mar

abierto denominado El Tambor, que tiene excelentes playas y un

olaje tranquilo, el cual cobró fama por haber sido centro de verano y

descanso del general y presidente de la República, Plutarco Elías

Calles. Aquí llegaba a descansar y jugar póquer con los políticos de

Sinaloa y Sonora, y los ricos de Navolato y Culiacán. Pronto se

convirtió en una de las mecas políticas del callismo. Aquí se decidió

la candidatura del general Lázaro Cárdenas del Río a la presidencia

de la República a petición, dicen, del hijo de Calles, de nombre

Rodolfo.

Otros hechos hacen que Altata sea un puerto ligado a la historia

sinaloense. En el puerto desembarcaron las tropas francesas en

noviembre de 1864; sus capitanes se entrevistaron con Pedro “El

francés”, que los informó de los pormenores del lugar y si les dijo

algo más de los culichis no le creyeron, traían nublado el

entendimiento ante la fama de los tesoros de oro y plata escondidos

en las casonas de Culiacán.

Rosales los espero estratégicamente en San Pedro y el 22 de

diciembre les propinó una contundente derrota que recordamos en

este 150 aniversario. Este triunfo convirtió a Culiacán, quizá en la

única capital de un estado de la República que no fue tomada por las

fuerzas del efímero imperio.

Page 10: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Ni que decir de los acontecimientos de la Revolución Mexicana en

Sinaloa, donde el puerto jugó un relevante papel por ser el lugar por

donde se embarcaron las fuerzas regulares del ejército porfirista y

del ejército constitucionalista.

Hoy, Altata tiene más bien una vocación turística para una población

en expansión que adquiere aceleradamente los medios económicos

para crear una infraestructura urbanística en el puerto. Se han hecho

estudios para construir la marina de Altata, los cuales ya están muy

avanzados; existen, por otro lado, proyectos de desarrollo

inmobiliario y de construcción de casas de fin de semana.

La construcción de su nuevo malecón y los desarrollos urbano

marinos del “Nuevo Altata” son la mejor expresión de su presente

dinámico, ese que lo proyecta como el espacio turístico que los

culiacanenses merecen.

Los habitantes de Altata no son tan presumidos como los de

Topolobampo o Mazatlán en cuanto a sus antecedentes históricos o

sus grandes proyectos utópicos, sin embargo, quisiera dejar asentado

que Eustaquio Buelna consideró a Altata como la heredera de la

Atlántida y como el antecedente de los aztlanes que pululan en todo

el noroccidente mexicano.

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COMENTARIO

José María Figueroa Díaz

Todo pueblo o ciudad tiene su propia historia. La del viejo puerto de

Altata, Sinaloa, que primero tuvo el rango de cabotaje y después el

de altura, tiene la suya de una manera muy especial, con perfiles y

connotaciones nacionales y también, por qué no, hasta

internacionales,. En su nacimiento fue, y todavía es, puerto de

pescadores “que arrulla el mar”. En sus buenos tiempos floreció el

comercio en buena escala y, últimamente, se ha convertido en el

centro de veraneo para los habitantes de los municipios de Navolato

y Culiacán.

Su crecimiento ha sido a cuenta gotas, porque no había despertado el

interés de los gobiernos federal y estatal para sacarlo de su largo y

pesado letargo.

El Gobernador Renato Vega Alvarado, puso su grano de arena en la

habilitación de la hermosa carretera de Culiacán a Navolato, que

impactó al puerto con nuevos y frescos aires de renovación.

Desde entonces se proyectó esa carretera pavimentada de cuatro

carriles, una prometedora marina y un hermoso malecón, que

propiciarán su despegue urbanístico, turístico y económico. Con ello

se apostó a que Altata, ya no fuera el puerto olvidado, y adquiriera

mayor presencia.

Como se dice en la ponencia, Altata tuvo relevante importancia

comercial en la centuria pasada, la cual prevaleció hasta mediados

de la presente, cuando las comunicaciones terrestres en Sinaloa eran

prácticamente desconocidas. Fue entonces cuando por este puerto se

registró un significativo tráfico de viandantes, minerales y

mercancías diversas que surtieron la demanda de Culiacán.

Page 12: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Altata, en el ayer, fue un puerto por donde se exportaron grandes

cargamentos de cáscara de palo de brasil, que se utilizaba como

colorante para las telas finas que vestían a los europeos. De aquí

salieron las pequeñas embarcaciones con sus bodegas repletas de

cotizado pigmento con destino a Mazatlán, donde se trasbordaba a

otros buques para conducirlos a los puertos del Mediterráneo. Puede

decirse que la cáscara del palo de brasil fue precursora de las

grandes exportaciones actuales de Sinaloa, un siglo antes de que las

legumbres y el mango, que hoy hacen las delicias de los paladares

de los norteamericanos y de otros habitantes del mundo, se

constituyeran como los principales.

Altata también fue la despensa de Santa Rosalía, pues por aquí

entraron buena parte de los alimentos para los cientos de obreros

chinos y mexicanos que trabajaban en las legendarias minas de

cobre de la Compagnie de Boleo, propiedad de una rica firma de la

Francia inmortal de Víctor Hugo. Los comerciantes sinaloenses de

aquella época hacían su agosto enviando a Santa Rosalía grandes

cargamentos de carne de tercio, arroz, maíz, frijol, puercos, gallinas

y otros productos de los que carecían los habitantes de Baja

California.

Servía, igualmente, como puerto de paso o de descanso para los

barcos que llevaban el cobre santorrosalino, los cuales seguían la

misma lenta y azarosa ruta marítima de los embarques del brasil de

Sinaloa. Pero mucho antes, en 1536, la en aquella entonces desierta

bahía de Altata, recibió la visita del aventurero y conquistador

español Hernán Cortés, quien poco tiempo después descubriría la

península bajacalifornia. Ya don Hernán no traía de intérprete y

amiga íntima a la Malinche; en su lugar lo acompañaba una bella y

juncal indígena colimense que lo había flechado a su paso por esas

latitudes.

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Por Altata, también, llegó la semilla de la hermosa flor de la

amapola, cuya siembra, cosecha y transformación química en opio,

al igual que la mariguana, han puesto muy en alto, para desgracia

nuestra, el nombre de Sinaloa en todos los confines de la tierra. Los

orientales que se establecieron que se establecieron en Santa

Rosalía, principalmente nos trajeron esa plaga que tantas cruces

sembró y sigue sembrando a lo largo de su negra historia. Sí, esta

última yerba que los gringos gritan a voz en cuello que se debe

combatir y reprimir fuera de sus fronteras, pero que se solapan su

venta y consumo al permitir que se comercie, a los ojos de todo el

mundo, en cualquier calle de las ciudades de su país.

Por Altata, asimismo, entró a Sinaloa otra temible peste: la fiebre

amarilla, que diezmó a los habitantes de Culiacán y otros lugares

circunvecinos. Sin embargo, este puerto tiene más puntos buenos

que malos a través de su historia y ninguna culpa tiene, en caso de

que se le quiera penalizar, de dos sucesos circunstanciales tan

funestos para los sinaloenses: en noviembre de 1864 ancló el barco

de guerra Lucifer de la poderosa escuadra francesa, con la intención

de continuar la invasión del suelo sinaloense y apoderarse de la

ciudad de Culiacán, asiento de los poderes del estado.

En pequeñas y frágiles canoas desembarcaron los contingentes

galos, cargando a duras penas sus fusiles con bayonetas, municiones,

mochilas y otros pertrechos de guerra. A pie y en burros,

emprendieron el camino entre breñales y piedras rumbo a la capital

de Sinaloa. en su trayecto, pasando por Navolato, llegaron al

pequeño poblado de San Pedro, en donde se libró una batalla entre la

tropa extranjera bajo las órdenes del comandante Gazielle y las

huestes mexicanas que jefaturaba el coronel Antonio Rosales, a la

sazón gobernador de la entidad. El 22 de diciembre del mismo año,

los soldados de Napoleón III, en una mañana triste y lluviosa,

mordieron el polvo ante el arrojo y bravura de nuestros mal armados

soldados. Culiacán fue una de las pocas capitales de la federación

que no fue mancillada durante la incursión francesa. Por Altata, los

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soldados galos entraron altivos, y por aquí mismo salieron vencidos

y humillados; dejaron su orgullo herido y sangrante en la campiña

sinaloense. De vuelta se embarcaron en el Lucifer, despidiendo un

penetrante olor a azufre y a una vergonzante derrota.

De 1883 a 1940, Altata, fungió como estación terminal del

Ferrocarril Kansas City México y Oriente, con su lento y apacible

recorrido de 62 kilómetros desde Culiacán, pasando por el ingenio

de Navolato. Se le conocía con el nombre de “Tacuarinero”, y

transportaba de ida y regreso a pasajeros y mercaderías de diferente

índole. Uno de los viajeros de alto copete fue el general Francisco

Cañedo, quien tomaba a Altata como punto de partida en sus

continuos viajes a la ciudad de México, con la finalidad de cuadrarse

y rendirle cuentas a su querido jefe y amigo Porfirio Díaz. En Altata

se embarcaba rumbo a Mazatlán y aquí trasbordaba otro barco que

lo conducía hasta Manzanillo, el hermoso puerto colimense, donde

cogía la vieja diligencia rumbo a la metrópoli mexicana. Muchos y

cansados viajes hizo el gobernador sinaloense durante los treinta

años que duró en el poder, los mismos que gobernó a México el

héroe de la batalla del 2 de abril.

Page 15: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Ambos, don Porfirio y don Francisco, si uno no hubiese huido a

Francia cuando la revolución de 1910 y el otro no hubiese muerto de

un simple catarro, aún permanecerían asidos como garrapatas a la

silla presidencial y gubernamental. ¡Querían tanto a su pueblo!

La playas de El Tambor, situadas a tiro de escopeta del puerto de

Altata, si hablaran, podían contar una singular historia que tuvo una

enorme trascendencia política para México. Aquí, frente a las azules

aguas del Mar Bermejo, entre mano y mano de una jugada de

póquer, Plutarco Elías Calles, con la gracia y salero que Dios y

México le dieron palomeó la candidatura presidencial del general

Lázaro Cárdenas del Río. Sí, el mismo hombre de Jiquilpan, que

poquito tiempo después, ya sentado en el trono, agradecido con su

hacedor, le tocó las tristes golondrinas para que se fuese con su

música bequeriana a los Estados Unidos.

Platican que don Lázaro, quien andaba desesperadamente caliente en

sus aspiraciones por el gobierno del país, fue a El Tambor para

entrevistarse con Calles y para pedirle su santa bendición. Cárdenas

llegó a su cita con el destino a bordo de un aeroplano bimotor de la

fuerza aérea nacional. Don Plutarco, al verlo llegar, suspendió la

partida de baraja, a pesar de que iba ganado como siempre; platicó

con el inoportuno visitante, dieron varias vueltas por la desierta y

quemante playa, cogidos del brazo; afinaron mil detalles; hicieron

patrióticos y venturosos planes futuros y, jurándose amistad eterna,

se dieron un fuerte y afectuoso abrazo de despedida.

Días antes, Rodolfo Elías Calles, el junior consentido del jefe

máximo de la Revolución, amigo del alma del militar michoacano

desde la época en que uno y otro fueron gobernadores de Sonora y

Michoacán, lo había recomendado ampliamente con su poderoso

progenitor, haciéndole ver y sentir que Cárdenas era el hombre

indicado para gobernar a la nación.

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Pero, si me lo permiten, hagamos un poquito de historia: Plutarco

Elías Calles, desde hacía años, había construido una bonita y

acogedora residencia en las paradisíacas playas del pequeño poblado

de El Tambor, donde acostumbraba a descansar cuando se lo

permitían sus importantes y múltiples ocupaciones dentro de la

política nacional. El general calles fue un ferviente admirador de

Birján, y cuando éste venía a Sinaloa, organizaba selectas y peleadas

partidas de póquer que terminaban siempre al alba del siguiente día.

A estas célebres jugadas concurría lo más granado de los políticos y

millonarios de aquella época, provenientes de la capital de la

República y de diferentes lugares de Sinaloa.

El gobernador del estado, profesor Manuel Páez, antes y después de

ser ungido con el honroso cargo, era asiduo asistente del casino de

El Tambor, en su carácter de viejo y estimado amigo del general

Calles. Entre otros concurrentes a este célebre desplumadero,

figuraban Jorge Almada Salido, yerno muy querido del mandamás

supremo del país y dueño del ingenio de Navolato, el general Juan

José Ríos, el militar zacatecano que se quedó a vivir en Culiacán; el

licenciado y general Aarón Sáenz, que se convirtió en

multimillonario a la sombra de Obregón; el general Francisco R.

Serrano, el sinaloense obregonista de hueso colorado, que después

en Huitzilac sería asesinado por órdenes de su querido exjefe.

Asistían también a esta casa de juego otros potentados sinaloenses

que les gustaba la baraja a morir.

Las partidas de póquer se prolongaba en ocasiones por varios días

consecutivos y más de alguno de los concurrentes, cuentan, fueron

victimas de las traviesas almorranillas por la constante inmovilidad

de sus chatas posaderas.

En cuanto Plutarco llegaba a suelo sinaloense, el gobernador Páez,

dejaba lo que estaba haciendo, que no era mucho, y se arrancaba

solícito a atender a su protector y patrón, permaneciendo a su lado

muy al pendiente de su menor gesto, hasta que el hombre de

Page 17: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Huatabampo, Sonora, regresaba a la ciudad de México. La mayoría

de las veces, a don Manuel lo dejaban más pelado que un ejote;

pero aunque regresaba a la carga con renovados ímpetus, volvía a

perder el dinero que se sacaba de la ya de por sí famélica y quebrada

tesorería del tambaleante gobierno que presidía.

Altata y El Tambor, pues, tuvieron históricas repercusiones

nacionales al destaparse ahí en 1934 al general Lázaro Cárdenas del

Río, como candidato del Partido Nacional Revolucionario a la

primera magistratura del país.

.

Page 18: Altata de La Desilusión a La Esperanza

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Inauguración del nuevo malecón de Altata

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Directorio

Mario López Valdez

Gobernador Constitucional del Estado de Sinaloa

Gerardo Vargas Landeros

Secretario General de Gobierno

Sergio Torres Félix

Presidente Municipal de Culiacán

Miguel Calderón Quevedo

Presidente Municipal de Navolato

Gilberto J. López Alanís

Director del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa

Francisco Tavizón López

Presidente de la Crónica de Sinaloa, A. C.

Rafael Borbón Ramos

Grupo Radiorama

José Luis Cárdenas Soto

Director del Centro de Educación Continua Culiacán del Instituto

Politécnico Nacional