alpha peregrinacion manuel ancizar

496
~IBLleTECA~ DE~ LA~ rKEfIDENCIA~ DE~ CtJteM6U ------1 I 1 MANUEL ANCIZAR PER EGR IN AC ION DE ALPHA Por las Provincias del Norte de la Nueva Granada. en 1850-51 24

Upload: cheborbix

Post on 17-Dec-2015

466 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

un ecorrido por los municipios del norte de colombia por manuel ancizar en 1850 por lo departamentos de cundinamarca, boyaca y santander, para reconocer que tiene Colombia y como podemos mejorarlo.

TRANSCRIPT

  • ~IBLleTECA~DE~LA~ rKEfIDENCIA~DE~CtJteM6U

    ------1I1

    MANUEL ANCIZAR

    PER EGR IN AC ION

    DE ALPHA

    Por las Provincias del Norte

    de la Nueva Granada. en 1850-51

    24

  • Prlogo

    MANUEL ANCIZAR

    En el instinto social hay no s qu tendencia involuntaria peroconstante de nombrar a los hombres pblicos o notables de cierta ma-nera uniforme. cual si hubiese para ello algn convenio; y siemprela designacin es tal, que pone de manifiesto el respeto que inspiranla compostura, distincin, serenidad o superioridad de unos, o la con-fianza y jovialidad a que otros convidan con su carcter y su trato.As jams entre nosotros se oy decir a nadie: Santander, Mrquez,el Arzobispo Mosquera, Ordez, Ospina, Anczar, pura y simplemente,sino: el General Santander, el doctor Mrquez, el seor Mosquera,don Clmaco Ordez, don Mariano Ospina, el doctor o el seor An-czar, etc. El sentimiento social tiene su delicadeza instintiva y sulgica segura para mostrar a los hombres esencialmente respetablesla consideracin que se merecen, sin que por esto la consideracin yel respeto se confundan con la popularidad.

    Esto aconteca con el doctor Manuel Anczar; nunca fue, ni pu-do, ni quiso, ni esper ser popular; porque la popularidad no se ob-tiene sino asistiendo a los clubes, descendiendo a la plaza pblica,halagando las pasiones colectivas y erigindose en instrumento de losintereses de partido. Pero en vez de popular, Anczar fue profunda-,mente estimado, respetado y aun venerado - todava ms: consi-derado como un modelo -, precisamente porque era un hombre desaln, de gabinete, de ctedra y de hogar ntimo, y en estos lugareses donde se ponen de manifiesto el caballero, el hombre de eminenteprudencia, el sabio y el filsofo sencillo y de generoso corazn. An-czar, lo dir de una vez, si haba nacido para ser republicano aus-tero, por las convicciones y las ideas, y un filsofo, por su manerade sentir, de pensar y de obrar, naci tambin gentilhombre, por lanobleza del carcter, por la distincin del porte y de las maneras ypor la exquisita deicadeza que acompaaba todos sus procederes.

    Le seguir en su vida, si no paso a paso, porque tendra queexceder con mucho los lmites de un simple artculo biogrfico, almenos considerndole en sus ms notables situaciones y sealandolos principales rasgos de su noble fisonoma moral.

    En la vida de los pueblos todo es vario, inconsistente en lasformas o manifestaciones, por mucho que subsista y persista un fondopermanente y caracterstico que constituye la vitalidad y personali-dad del cuerpo social. Si los aos de 1815 y 1816 haban sido deprueba y martirio para Colombia sometida al poder reaccionario delos "pacificadores", el de 1819 fue de victoria y emancipacin para

  • 6 PEREGRINACIN DE ALPHA

    el patriotismo de nuestros republicanos. As, el triunfo decisivo deBoyac fue la seal de la emigracin para los espaoles peninsularesque no pudieron resignarse a soportar el predominio de la libertadrepublicana y de las instituciones revolucionarias que haban de so-breponerse, sostenidas por el genio impetuoso Y la espada emanci-padora de Bolvar, Y por el espritu organizador y administrador deSantander.Don Jos Francisco AnCzar, honrado negociante espaol, natu-ral de Vizcaya, establecido en Bogot, fue del nmero de los emi-grantes de 1819, Y al partir para irse a domiciliar en la isla de Cuba,llevse consigo a su esposa Y a su hijo nico, Manuel, nacido en lahacienda de El Tintal el 25 de diciembre de 1812 Y bautizado enFontibn.De paso dir que el nombre de este lugar cercano a Bogot, concuyos trminos parte lmites, me hace recordar un rasgo que pintael carcter de nuestro querido AnCzar. A poco de regresar al pasen 1847, al cabo de veintiocho aos de ausencia, visit el pueblo deFontibn y hubo de verse, como de paso Y por pura etiqueta, con elcura prroco. De tan relevante mrito era este sacerdote por su dul-csimo trato, sus ejemplares virtudes y el inters con que miraba elprogreso moral, intelectual Y materil de sus feligreses, que Anczartrab con l amistad seria, le cobr gran cario, le trat siemprecon singular veneracin, e interesado en favor de Fontibn, slo por-que en su iglesia haba sido bautizado, hizo llegar a ese pueblo nu-merusas Y reservadas muestras de largueza, siempre por medio delvenerable cura, cuyas manos las santificaban.

    Anczar recibi la mejor educacin posible en la Universidad deCuba, hasta obtener el grado de doctor en jurisprudencia Y el ttulode abogado. Mas no por estar en el seno de una colonia espaoladej de inclinarse desde temprano en el sentido de la independenciaamericana.

    Conclua sus estudios cuando se tram una conspiracin paraproclamar la independencia cubana, y en ella entr nuestro joven emi-grado, as como haba entrado casi toda la juventud brillante del bellopas que ha sido llamado la perla de las Antillas. Anczar, como se-cretario de la junta secreta directiva de la conspiracin, era el de-positario de todos los papeles y secretos; y, un da sbitamente asal-tado en su habitacin por la polica, hubo de dar prueba de su pro-digiosa serenidad, salvndose y salvando a sus compaeros, con unacto de audacia y sangre fra que me hizo temblar cuando l me lorefiri en 1849. Nada es tan poderoso ante el peligro como una ca-beza fra que lo sabe desafiar Y lo domina con la suprema audaciade la serenidad.

    Una vez frustrada toda esperanza de independencia, AnCzar sefue a buscar en los Estados Unidos del Norte la seguridad, al parque elementos de estudio prctico y de adquisicin de vastos y slidosconocimientos. Al cabo de algn tiempo, bastante instru do ya, y soloen el mundo, porque haba perdido a su madre en 1824 Y a su padreen 1832, resolvi irse a vivir vida de patriota hispanoamericano, Yal propio tiempo, de pensador activo y republicano. Se estableci en

  • Jos MARA SAMPER 7

    Caracas, donde ejerci simultneamente la abogaca y el profesorado,y pocos aos despus fue nombrado por el Gobierno, Rector del Co-legio de Valencia, especie de universidad, donde prest sus serviciosde mucha importancia y contrajo aquellos hbitos de orden y organi-zacin, de compostura tpica y ejemplar, de consagracin a la ense-anza modesta y a la educacin de la juventud, que nunca le aban-donaron durante su laboriosa vida y dignsima carrera.

    De Valencia le sac en 1846 un despacho .del General Mosquera,a la sazn Presidente constitucional de la Nueva Granada, que le lle-vaba el nombramiento de agente diplomtico de este Gobierno, acredi-tado ante el de Venezuela. Muy hbilmente sirvi entonces Anczar ala Repblica manejando los delicados asuntos del momento, y particu-lar~ente la intrincada cuestin de lmites territoriales.

    Pero el General Mosquera, que desde jejos, sin conocerle perso-nalmente, le estimaba en mucho, le inst para que viniese a estable-cerse en Bogot y fundase un vasto establecimiento tipogrfico.

    En efecto, vino Anczar con tal propsito, acompaado de loshermanos Echeverra, Ovalle y otros hbiles impresores, y de los her-manos Martnez, dibujantes, pintores y litgrafos notables; y ha-ciendo traer de los Estados Unidos del Norte todo el tren necesario,en considerable escala, crearon el ms vasto y adelantado estableci-miento que hasta en 1848 se hubiera conocido en Bogot, con el nom-bre de Imprenta del Neogranadino. Anexas al establecimiento o enestrecha relacin con l, quedaron organizadas la litografa de losMartnez (primera en su gnero en el pas) y una excelente oficinade encuadernacin. De aquel tiempo datan los mayores progresos dela tipografa, la litografa y la encuadernacin en Colombia, as comola elegancia, la serenidad y compostura, la decencia y la til variedaden nuestro periodismo, del cual fue bello tipo y modelo El N eogra-nadino, fundado y redactado por Anczar .

    .Mis relaciones con l antes del promedio de 1849 haban sidode pura etiqueta, muy benvolas de su parte y muy respetuosas de-la ma. Por aquel tiempo, despus de haber servido bajo la adminis-tracin Mosquera el empleo de Subsecretario de Relaciones Exterio-res, desempeaba Anczar, ya gobernando el General Lpez, el im-portante destino de Director General de Rentas. La coincidencia dealojarnos entonces en viviendas contiguas, en una respetable fondaestablecida en la primera calle Real o del Comercio, ocasion nuestraintimidad, mantenida por una y otra parte con exquisita cordialidad,y esta amistad, estrechada siete aos despus con vnculo fraternal,fue inalterable y tierna hasta el ltimo da de la vida de Anczar.

    Era notable en aquel tiempo el distinguido escritor y 'profesor,por la el.egancia de su porte, por la belleza aristocrtica de su con-tinente y por lo caballeresco de sus maneras y la pulcritud de toda supersona, as como por una generosidad y un desinters que rayabanen desprecio por los bienes de fortuna y desdn por lo que paramuchos era objeto de ambicin y desvelos. Anczar era mi consultory consejero en la tarea que yo sostena asiduamente como periodista;me daba en la intimidad en que vivamos, sin quererlo y slo con suejemplo y su admirable cordura, lecciones de benevolencia y toleran-

  • 8PEREGRINACIN DE ALPHA

    cia, de apacible amor al estudio y de una noble serenidad en la in-vestigacin de la verdad; Y con sus frecuentes plticas, ya histricas,ya cientficas, cordialmente sostenidas con el Coronel Codazzi - pl-ticas de que yo participaba muchas veces -, me haca adquirir no-ciones muy importantes sobre geografa y otras materias cientficas.

    A principios de 1850 se comprometi Anczar con Codazzi y elGobierno a ser miembro muy importante de la Comisin Corogr/icaencargada de levantar el mapa general de la Repblica y de todas lasprovincias, con muchos trabajos accesorios. A ms de hacer la na-rracin literaria y cientfica de los trabajos Y excursiones de la Co-misin, entraba en el plan de Anczar la formacin de un diccionariogeogrfico-etnogrfico de la Repblica, de otro econmico-estadsticoy de varias memorias sobre la geologa, la orografa, la hidrografay las antigiiedades del pas. Su espritu observador, generalizador,metdico y paciente era muy propio para ese linaje de trabajos, y esindudable que hubiera creado un monumento cientfico y literariopara la Repblica si le hubiesen dejado adelantar y completar suobra. Hay razn para suponerlo as a juzgar por su Peregrinacinde Alpha, narracin relativa a nuestras Provincias del Norte, uno delos ms bellos y preciosos libros que se han escrito y publicado enColombia.

    Pero como Anczar tena al propio tiempo organizacin para sabioy para diplomtico, nuestro Gobierno le apart, acaso en mala hora,de sus tareas cientficas, y necesitando hacerse representar en deli-cadas circunstancias, por un hombre muy hbil, le envi de Ministroa las repblicas del Pacfico. Grandes y muy importantes servicioshizo Anczar al pas en el Ecuador, en Chile y particularmente enel Per, de 1852 a 1855; y yo tuve muchas ocasiones de cerciorarmeen Lima, diez aos despus, de la alta y afectuosa estimacin quel se haba captado Y merecido en aquellas repblicas donde se leguardaban los mejores recuerdos.

    Don Pedro Montoya, Gmez de la Torre y otros hombres emi-nentes fueron sus amigos predilectos en Quito; en Lima se lig n-timamente al sabio y venerable Vigil y al honrado Maritegui, Y enSantiago de Chile cultiv las ms estrechas relaciones con el ilustreBello, los ilustrados Amunteguis, el atrevido .pensador Lastarria yel ya entonces fecundo y laboriossimo Vicua Mackenna.

    Torn Anczar al suelo natal - y para siempre en esta vez, puesnunca volvi a ausentarse de Colombia -, hacia el promedio de 1855,y como tena colocado su modes~simo capital en manos de sus fielesamigos los Echeverras, que en aquel ao haban fundado conmigoEl Tiempo, no tard en encargarse de la redaccin de este peridicoque tuvo gran circulacin, y en breve fue el centro de los ms clarostalentos Y los ms levantados caracteres que a la sazn tena en suseno el radicalismo, nicamente doctrinario entonces.

    Si Anczar tena temperamento, educacin, instruccin y modalesque le hacan singularmente apto para la diplomacia, porque esasventajas, y una prudente ingenuidad Y un elevado espritu de jus-ticia le servan para conciliar, suaviter in modo, fortiter in re, leg-timos intereses de pueblos y gobiernos, que es lo que constituye el

  • JOS MARA SAMPER 9

    verdadero objeto de la accin diplomtica, s reuna en grado em'i-nente todas las dotes del profesor, porque era perseverante en elestudio, metdico y concienzudo en el razonamiento, benvolo, pater-nal, persuasivo y asiduo en el desempeo de toda obligacin, tambin

    - era apto para el periodismo, bien que en realidad sus aptitudes lehacan ms propio para escribir conceptuosos libros que para recogerlas impresiones e ideas sociales del momento, que es el principal oficiodel periodista. Su espritu investigador y sinttico se prestaba a latarea del periodismo, mayormente cuando nadie mejor que l sabadiscutir, sosteniendo una tesis con calma, comedimiento, oportunidadde observaciones y muy clara sindresis; pero no del periodismo vo-lante o sostenido con variedades, hechos diversos y polmicas, sinodel periodismo razonador, conceptuoso y elevado, tal como se sostieneen las revistas o con artculos de fondo.

    Anczar y yo fuimos en un mismo acto elegidos, en 1855, repre-sentantes por el Estado de Panam, por lo que juntos nos entrena-mos en las tareas parlamentarias, sirviendo a una misma causa - elliberalismo doctrinario y federalista -, en 1856 y 1857. Por aqueltiempo se haba estrechado nuevamente nuestra intimidad, as porla comunidad de ideas como por nuestra posicin de colegas, .y yofui precisamente el intermediario de quien l se vali para proponera mi madre (ya viuda) y mis hermanos, el enlace que l deseabacontraer con mi hermana Agripina. Alpha fue, pues, mi hermano elda que estableci su noble y tranquilo hogar con Pa-Rign.

    Desde entonces se modific notablemente la vida de Anczar.Hubo de pensar seriamente en crearse un capital considerable paraatender a sus nuevos deberes, por lo que, asocindose a la Casa deSamper & Compaa, entr en el comercio, profesin en cuyo ejer-cicio se consagr de preferencia a trabajos de escritorio. Mas no poreso lleg a descuidar nunca sus estudios favoritos -las ciencias so-ciales y :!;'olticas y la filosofa -, mayormente cuando le era nece-sario cu~tivarlos para servir con su acostumbrado acierto y muchoprovecho para la juventud, las ctedras de economa poltica y derechointerp.aciClial y diplomacia que durante muchos aos regent en Bo-got, ya gratuitamente, ya recibiendo muy mezquinos emolumentos.

    Andzar favoreci (y lo he deplorado siempre, porque creo quetodas las guerras civiles son malas, funestas para el pas y peoresque los males que con ellas se trata de corregir), favoreci, digo,con sus simpatas, sus consejos y aun algunos sacrificios, la revolu-cin de 1860, que dio en tierra con el gobierno conservador y trajonuestra federacin, ensanchndola, al punto en que hoy da: se en-cuentra. Pero fue lugo en su calidad de Ministro de Relaciones Ex-teriores y Presidente del Consejo de Estado, as como en la de miem-bro de la Convencin de Ronegro, .un honrado moderador de lasconsecuencias de la revolucin; trabaj enrgicamente en el sentidode hacer cesar toda dictadura y reconstrur un rgimen legal; jamsdej de ser doctrinario y desinteresado; se opuso a toda persecucin,a toda reprensin innecesaria, y su mayor empeo fue hacer conducirla Repblica a una saludable organizacin.

  • 10 PEREGRINACIN DE ALPHA

    En tiempos posteriores fue tambin Secretario de lo Interior yRelaciones Exteriores, Rector de la Universidad Nacional, y desem-pe algunos otros cargos pblicos, sorprendindolo la muerte en lanoche del 21 de mayo de 1882, cuando serva el puesto puramentehonorfico de Presidente del Consejo Acadmico, en el cual haba tra-bajado con laboriosidad y eficacia en beneficio de la Universidad, ycuando acababa de estar consagrado, enfermo y todo, como Rectordel Colegio Mayor del Rosario, a restaurar este antiguo estableci-miento, as en lo material como en la organizacin de sus estudios ydisciplina.

    Si Anczar fue un pensador e investigador de extenso y acriso-lado saber; si fue un profesor insigne y escritor discreto, correcto,pulcro, elegante y conceptuoso; si fue un verdadero hombre de Es-tado y diplomtico de grande aplomo, tan caballeresco y afable comoequitativo y circunspecto; y si en la tribuna parlamentaria y en lassociedades cientficas a que perteneci fue siempre mesurado, lumi-noso, metdico y persuasivo al usar de la palabra, en ninguna partebrill mejor, con luz serena y apacible y en toda la verdad de su no-bilsimo carcter y de su bien equilibrada inteligencia, que en el hogardomstico. All se mostraba l en toda su sencilla belleza moral, orale rodease la cara esposa, los hijos tiernamente amados y los sietehermanos por afinidad que le queramos con veneracin y dulce cor-dialidad; ora departiese con amigos muy distinguidos, tales como elseor Paredes, el doctor Rafael Eliseo Santander, el doctor Maldo-nado (su mdico permanente), Juan de Dios Restrepo, nuestro viejoartista Torres Mndez, Salvador Camacho Roldn, los Echeverras,el venerable doctor Torres y muchos otros que viven o han ido des-apareciendo.

    Nadie mejor que Anczar 'poda merecer el nombre de filsofo,y por m s decir que su conversacin, llana, sencilla, sobriamentenutrida, apacible y desinteresada en todo caso, me reconfortaba enmis tribulaciones, me alentaba en mis esperanzas y me inspirabasiempre el noble orgullo de aspirar a la profunda satisfaccin deldeber cumplido. Eclctico en filosofa, como lo comprueba su Tra-tado de Psicologa, publicado desde 1848, Anczar combinaba inge-niosamente en sus convicciones el espiritualismo de Platn y sus se-cuaces, algo del idealismo de Kant y no poco del positivismo de Augus-to Comte, Littr y Spencer; pero en resolucin, su filosofa nuncase apartaba de la idea del deber, de la necesidad del bien ni del sen-timiento del honor. Su fisonoma, atractiva por la dulzura de la ex-presin, simptica por la serenidad del continente, sumamente res-petable por la compostura sin reproche que siempre le acompaaba,al propio tiempo que retena cerca al amigo ntimo y al anciano, lla-maba a su lado al joven estudiante, o atraa al menesteroso que soli-citaba algn favor o servicio. De mediana estatura, delgado, huesoso,conformado con proporciones elegantes, la frente amplia y promi-nente, la mirada suave y bondadosa, no obstante la interposicin obli-gada de los anteojos, la nariz recta y fuertemente pronunciada, lasonrisa gravemente afectuosa, la faz angulosa, ancha en las regionesde las sienes y los pmulos, y adelgazada hacia la barba, el continente

  • JOS MARA SAMPER 11

    serio y correcto, la voz algo lenta, llena y tambin acentuada quetena, por decirlo as, su ortografa perfectamente marcada, el andarmesurado y digno, y el apretn de manos cordial y sin reserva: talera Anczar en todo caso y para todos.

    Tolerante en supremo grado, por temperamento, por educaciny conviccin, puesto que la tolerancia es inseparable de la benevo-lencia; fuerte, incontrastable para soportar el sufrimiento propio ydbil ante el ajeno dolor o desconsuelo; estoico en cuanto se refierea su persona, aJa cual trataba con poco miramiento, pero dulce, afa-ble y caritativo para con los dems; benvolo hasta el exceso en oca-siones y generoso muchas veces hasta la prodigalidad; filntropo porinstinto y conviccin, y pronto siempre a procurar el bien; anhelosode adquirir luz, e incansable en el esfuerzo para proporcionarla a losdems; el alma llena de serenidad, el espritu regulado por el m-todo, y el corazn siempre en equilibrio con el entendimiento; in-capaz de aborrecer a nadie, ni de chocar violentamente con ningninters ajeno, ni de excitar en otros la menor pasin; Anczar so-portaba como el ms cumplido caballero, viva como un justo, yaguardaba con tranquilidad de conciencia el llamamiento de Dios yel juicio de los hombres.

    Siempre estuvo y anduvo vestido correctamente y todo de negro;y al propio tiempo que gastaba con largueza en sostener su casa, susrelaciones y sus obras de beneficencia, slo tena para su uso per-sonal dos vestidos completos. Jams tuvo una joya ni cosa algunapersonal que diese la menor idea de lujo. Varias veces me dijo son-riendo: "Mi lujo son mi esposa, los hijos y los libros. Para qums joyas ni aderezos?"

    Los rasgos caractersticos de Anczar eran, a ms de la benevo-lencia, el desinters, la caridad, la filantropa y el patriotismo; laserenidad del alma, patente en el rostro, en los modales, en la con-versacin, en los escritos y las enseanzas; la rectitud notoria entodos sus juicios y sus actoa; y la compostura, fruto de una educa-cin esmerada, de un constante equilibrio de fuerzas, de una modestiaprofundamente sincera y de un incontrastable respeto por la concien-cia y el derecho de los dems. Tales condiciones hicieron de Anczarun hombre superior en todos sentidos.

    No ha faltado quien le tache de muy incrdulo, ya porque nopracticaba ningn' culto externo, ya porque no haca manifestacinalguna de su fe religiosa, ya, en fin, porque orden que se le ente-rrase sin aparato ni convite alguno, ni honras eclesisticas. y sinembargo, el hombre que as proceda y que, sin duda, nada tena deortodoxo, jams cerr la mano a la desgracia que le pidiera socorros,respetaba prudentemente las creencias y prcticas religiosas de sufamilia; concurra a las juntas de fbrica de su parroquia (San Car-los, barrio de la Catedral), y sostena con sus contribuciones volun-tarias la iglesia y el culto; y en un pliego que dej a sus hijos de"consejos" llenos de virtud y sabidura, se ha encontrado esta clu-sula muy significativa:

    "De mis creencias religiosas a nadie tengo que dar cuenta, sinoa mi Dios, mi Creador y Supremo Juez".

  • 12 PEREGRINACIN DE ALPHA

    Mal poda ser ateo, ni aun simple desta, quien as expresaba parasus hijos tan amados, lo ntimo de sus sentimientos y convicciones quele hacan reconocer su entera dependencia respecto de su Dios yCreador y su responsabilidad ante el Supremo Juez. Anczar evitsiempre las conversaciones relativas a religin, de ordinario ftileso apasionadas, cuando no tienen por objeto una enseanza paternal ola consolacin ofrecida a una persona atribulada. Con todo, en msde treinta aos de trato ntimo con l, pude percibir claramente culeseran, en el fondo, sus creencias.

    Crea en Dios, autor, creador y legislador perfecto de todo loque existe, infinitamente previsor, sabio, justo y misericordioso, ySupremo Juez del hombre.

    Crea en la personalidad e inmortalidad del alma y en su res-ponsabilidad ante Dios.

    No profesaba un dogma de iglesia positiva, pero crea necesariauna religin positiva, cristiana, para toda sociedad, como elementoindispensable de civilizacin, de orden y moralidad.

    Daba mucha importancia al matrimonio como vnculo religioso,y crea que todo hombre de bien y verdadero patriota deba respetarseria y eficazmente toda creencia ajena, y con particularidad la pro-fesada por la gran mayora de la nacin.

    Era profundamente cristiano, por el sentimiento y la conviccinde la verdad filosfica del cristianismo, y derivaba todas sus reglasde conducta del Declogo, de la oracin dominical y de las obras demisericordia. Por lo visto, y esta es mi opinin personal, no habasuficiente lgica entre las convicciones del pensador y sus procedi-mientos, en lo tocante a religin, puesto que a las primeras faltabandos complementos, en mi sentir necesarios: un dogma claramente de-finido y las prcticas de un culto externo. Debo respetar en un todola conciencia del pensador, y no discuto sus ideas, por mucho quedeplore las discordancias, as religiosas como polticas, en que me ha-llaba con el hermano. Hoy da su sepulcro es un monumento de dolorpara Colombia y su nombre pertenece a la historia.

    j Si el adorable padre de familia seguir poblando con su sombrael lugar enlutado, el eminente ciudadano seguir viviendo como glo-ria, en la conciencia de la patria!

    J O S E MARIA SAMPER

  • Zipoquir

  • CAPITULO

    21 de enero de 1850.

    Era la maana, y los primeros rayos del sol derramaban co-piosa luz sobre Bogot y la extensa planicie que demora al fren-te de la ciudad andina. Leves vapores se alzaban desde el pie dela cordillera inmediata, escalando lentamente las majestuosascimas de Monserrate y Guadalupe, cuya sombra se proyectababien adelante de sus bases, contrastando la suave oscuridad destas con la brillante iluminacin de las crestas y picachos sa-lintes de la parte superior. El ambiente puro, ligero y perfu-mado con los innumerables olores de los arbustos de la ladera yde los rosales y campnulas que crecen silvestres a orillas de losvallados y alamedas, produca en todo mi sr una impTesin in-definible de bienestar, sintindome vivir desde el fcil movi-miento del pulmn, vigorizado al aspirar aquel aire difano yfresco, hasta la palpitacin de las ms pequeas arterias de micuerpo. Una brisa tenue meca los flexibles sauces de la "Ala-meda vieja", por entre los cuales se vea a intervalos la vecinapradera, verde-esmeralda, matizada de innumerables flores deachicoria, y poblada de reses que pastaban la menuda yerba cu-bierta de luciente roco de la noche. Todos los sonidos misterio-sos de la naturaleza, al despertar, el balido de las ovejas, elmugir del ganado vacuno, la voz de los campesinos y el sordomurmullo de la ciudad, llegaban 'a m claros y distintos con lavibracin peculiar que adquieren en medio de la atmsfera en-rarecida de las altas regiones de los Andes. La magnificenciade una maana como sta llenaba mi alma de recogimiento, yun gnero de tristeza agradable sellaba mis labios. Detrs de mdejaba a Bogot y todo lo que forma la vida del corazn y de lainteligencia: delante de m se extendan las no medidas comarcasque deba visitar en mi larga peregrinacin. Mi ausencia de laciudad nativa era voluntaria; y sin embargo, a cada vuelta delcamino mis ojos buscaban la distante mole de edificios ms yms oscur-ecida, hasta que se me ocult del todo, y en un suspiroimpremeditado exhal mi adis al hogar querido.

  • 16 PEREGRINACIN DE ALPHA

    El resoplido de un caballo que se acercaba a medio galope,y el ruido de las grandes espuelas orejonas, chocando contra lossonoros estribos de cobre en forma de botn, caractersticos dela montura en estas regiones, interrumpieron mi recogimiento.Era mi compaero de viaje que se me reuna en el acto de cerrarsu cartera en que, sin detener la marcha, apuntaba sus observa-ciones y fijaba las bases de nuestras futuras tareas. Por enton-ces costebamos el repecho llamado Boquern de Torea y admi-rbamos la vigorosa vegetacin de este lado de la cordillera, encontraste con la inmediata planicie de la Venta del Contento,rida y cubierta de frailejn cual si fuese un pramo, no obstan-te que la altura de aquel llano sobre el nivel del mar es ~lo de2.660 metros, y la regin del frailejn comienza, segn Caldas,a los 2.923 metros de altura. Todo era efecto de la configuracindel terreno, causa frecuente y notabilsima de los fenmenos devegetacin rica o pobre que en incesante variedad y a trechoscortos presenta el suelo de las regiones andinas. En efecto, unasimple abra de la cordillera del este, fronteriza a la Venta delContento, le enva los vientos del pramo y esteriliza el terreno:al paso que el abrigo de los cerros de Fusca y la accin prolon-gada de los rayos solares sobre la ladera de Torca determinanall, a ms de 2.700 metros de altura sobre el mar, el crecimiento'de un bosque robusto y elevado. De esta manera no slo la alturade las planicies y valles de nuestro pas y la constitucin geol-gica del terreno, sino aun las meras sinuosidades y accidentesdel suelo producen la inagotable variedad de frutos con que laProvidencia ha enriquecido las bellas y deliciosas comarcas delos Andes.

    A poco andar llegamos a un arroyuelo claro y pursimo quebaja de las peas de Fusca y atraviesa el camino en demandadel ro de Funza para precipitarse con l hacia el abismo de Te-quendama. La agreste belleza del sitio y el murmullo de las lm-pidas aguas que bajan al camino por entre rocas sombreadas defloridos arbustos nos obligaron a detener el paso y beber en aque-lla fuente solitaria, no enturbiada hasta all por la mano delhombre, sometida a cauce artificial ms adelante, turbia y re-vuelta con otras aguas despus, hasta caer tributara en el ve-cino ro y lanzarse con l en las profundidades del Salto: imagenfiel de la vida, inocente y pura al principio, oprimida despuspor las reglas sociales, perturbada y tumultuaria al fin, per-dindose en las insondables tinieblas de lo futuro. Tal es laFuente de Torea, admirablemente descrita por nuestro joven

  • ZIPAQUI8. 17

    literato Jos Caicedo Rojas 'en una lindsima composicin quelleva aquel ttulo, y cuyas bien sentidas estrofas reprodujo all mimemoria en fuerza de la fidelidad de la descripcin y la natura-lidad de las imgenes que contienen.

    De la fuente de Torea a la venta Cuatroesquinas hay uncorto trecho de camino; o como si dijramos, de lo ms poticoa lo ms prosaico imaginable, no hay sino un paso. Cuatro ran-chos de paja que no forman cuatro, ni dos, ni esquina alguna,constituyen la famosa e histrica Venta, tan antigua como elVirreinato y tan estacionaria como los cerros adyacentes. Unapequea sala en cuya testera hay una larga y tosca mesa arri-mada a un banco fijo, y anexo a la sala un dormitorio, rara vezbarrido, con ds camas de cuero, mondas y desamparadas con-forme salieron de la rstica fbrica, he aqu el aspecto interiorde la posada. En compensacin, las paredes presentaban la mscopiosa coleccin de letreros que pudiera desearse, inclusos mu-chos modelos de retrica de taberna, que se hallan siempre enlas cercanas de las ciudades populosas como advirtiendo al via-jero que al lado de la cultura crecen siempre el cinismo y laindelicadeza, bien as como en los campos labrados asoma porentre los tallos del trigo la silvestre cizaa que le roba el alimen-to y le marchita la belleza.

    "En habiendo techo para los aguaceros y paredes para res-guardarse del viento helado,nadie debe quejarse de la posada",decia mi compaero filosficamente: "los muebles y el aseo sonaccesorios intiles, puesto que mientras se duerme todos losgatos son pardos". No siendo, pues, lcito estar despierto entales posadas, me apresur a gastar el resto del da en visitar elPuente del Comn, objeto de nuestra detencin all. Mide 440varas de longitud, inclusos los camellones adjuntos, y la obraes de sillares y mampostera, bastante slida para resistir elabandono en que yace. Sobre el cuerpo principal del puente,sustentado por un arco grande y dos laterales pequeos echadossobre el manso y tortuoso ro Funza (Bogot), se levanta unarotunda adornada de pilastrones en los-cuales se leen, medioborradas por la intemperie y los porrazos, las siguientes ins-cripciones con la ortografa macarrnica de antao:

    REYNANDQ LA MAG~STAD DE. EL S. D. CA.RLOS IV, y SYENDO .VYRREY DE ESTE NUEVO REYNODE emANADA EL EXMO. SE&ORDON JOSEF DEEZPELETA y GALDEA--

    Per4!lrriuaci6n-Z

  • 18 PEREGRINACIN DE ALPHA

    NO SE CONSTRUYO ESTA OBRADEL PVENTE y SUS CAMEL-LONES EN 31 DE DICIEMBRE DE

    1792.

    y en el pilar fronterizo:

    HA DIRIGIDO ESTA OBRA ELSEfl"OR D DOMINGO ESQUI-AQUI TREN. CORo DEL R. CVERPODE ARTILL. Y COMAN. TE EN LA PLA-ZA Y PROV. DE CARTAG. DE YNDI-AS SYENDO DIPUTADO POR ESTEYLUSTRE CABILDO EL REGIDORD. D. JOSEF CAYZEDO.

    El penltimo rengln explica la denominacin del Comndada a este puente; y la obra, por la importancia de los canto-nes que enlaza al travs del Funza y los pantanos laterales, fa-cilitando el comercio y comunicacin entre Bogot y Zipaquir,es uno de los muchos testimonios que de su ilustracin y bondaddej en este pas el virrey Ezpeleta.

    Regres a la pseudoposada y hall a mi compaero conforta-blemente acostado sobre el pel1n de su silla con los zamarrospor almohada, y como no fueran suficientes para este oficio,les haba agregado el blando aditamento del freno, entre cuyaspaletas de hierro coloc la cabeza y se puso a dormir delibera-damente. Imit10 en todo, a ms no poder, salvo en lo del freno,que me pareci un refinamiento superfluo, y tuve la flaqueza deno poder conciliar el sueo hasta bien entrada la noche, extra-ando el cuerpo el regalo de la desusada cama. iExtraa posadaa siete leguas no ms de la capital de todo un ex-virreinato! yprediquen ustedes contra el "lujo corruptor" de nuestro pas,seores de plpito, a imitacin de nuestros talentosos comunistasque declaman contra "los suntuosos palacios" y "los dorados sa-lones" de los opulentos de esta tierra, siendo en realidad merascasas de tapias modestamente empapeladas Y algo alfombradascon cualquier cosa. No podemos negar que los rabes son nues-tros consanguneos, y que abrigamos con fidelidad ejemplar susdos ms preciosas y caractersticas virtuges: la bambolla y lascalaveradas sociales, llamads en genuino' espaol pronuncia-mientos y en espaol americano, bochinches . palabra ms alta,sonora y significativa que la de nuestros tos los chapetones, eindicativa de nuestro adelanto en esta interesante materia.

  • ZIPAQUlR 19

    De Bogot a Zipaquir hay diez leguas granadinas (5 mi-rimetros) de camino llano, cuya mayor parte tiene el mismopiso que nos dej el buen Bochica cuando desagu el gran lago \),cuyo lecho constituye la hermosa planicie que habitaron y la- ~s I 2'braron los inocentes chibchas. Ellos, segn refieren los cronistas I l.") ~)'\ "-de la conquista, tenan cultivada palmo a palmo toda la llanura: ~'.:;:",'[ \

    e, \ (,\nosotros la mantenemos convertida en potreros de ceba, es decir, ~ _,~';hemos dado un paso atrs, puesto que la ganadera es el primer ~ 'escaln de la civilizacin, la cual no se radica verdaderamentesino con la agricultura. En las diez leguas de llano mencionadas,slo el pueblo de Cajic presenta sus terrenos labrados y sem-brados con esmero, conservndose all, como en otros pueblos deindgenas, el primitivo genio agricultor en contraste con nues-tra perezosa industria pecuaria.

    La entrada'de Zipaquir es bella y pintoresca por un tre-cho de camino recto sombreado de sauces y mejorado con buenospuentes sobre las quebradas y el riachuelo, obra debida a la perti-nacia y actividad del corregidor espaol don Josef de Anczar,vizcano de sanas intenciones, si bien un tanto militar en su modode administrar el antiguo corregimiento. La importancia de Zipa-~quir depende de sus ricas minas de sal gema y carbn, y de lagran fbrica de elaboracin del primer artculo perteneciente algobierno, copiosa fuente de ingresos para el tesoro nacional. Contodo, al recorrer las calles de la ciudad, al notar sus edificiosanticuados y la muchedumbre de mujeres harapientas que concu-rren a las cercanas de la fbrica de sal a raspar los tiestos de-sechados y recoger pacientemente las partculas de sal arrojadascon las basuras, no puede uno menos de preguntarse: "Zipa-quir es lo que debera ser, vistas su aventajada posicin y lariqueza no comn de sus terrenos cultivables?" De ninguna ma-ner~~Semejante a una preciosa joya descuidada y empolvada,la ciudad querida de los zipas slo necesita que sus vecinos lasepan apreciar y cuidar como ella merece, para convertirse enel lugar ms lindo y alegre de la planicie. Fuertemente impreg-nados de sal los terrenos vecinos, guardan en su seno una fer-tilidad inagotable, hasta ahora desaprovechada.I, Todo la revela:el verdor y lozana de los campos, el fresco fOllaje de los rboles,el lujo de los arbustos y aun .el tamao extraordinario y viv-simo colorido de las flores innumerables que en vano ostentansu nativa magnificencia, pues no encuentran una mano agrade-cida que las reduzca al cuidado de un jardn; ingratitud tantoms notable cuanto el amable, ingenuo carcter de las damas

  • 20 PEREGRINACIN DE ALPHA

    zipaquireas y SU vivir recogido parecen destinarlas a mantenerntimas relaciones con las representantes de la belleza en el mun~do fsico, las flores, santuario brillante y delicado en que la na-turaleza ha colocado sus callados misterios de amor, como unreflejo de los ricos tesoros de afecto y modestia guardados enel alma de la mujer. Sin embargo, las flores permanecen desde-adas por sus legtimas tutoras, as como los campos vecinosesperan todava el genio diligente que haga valer su fecundidad.

    Pero qu mucho que as vayan las cosas en orden a lo ma-terial, cuando en lo intelectual tiene que lamentar el patriotala ausencia de una simple escuela primaria? Fincan su empe-o los zipaquireos en aadir lentamente piedra a piedra en lafbrica de una iglesia colosal, esponja que embebe intilmentedineros que empleados en fundar escuelas y mejorar caminos,mantendran hoy prspera y floreciente la ciudad, en vez de ha-llarse reducida a la condicin de un apndice inerte de la Salinay un humilde contraste de la interminable iglesia. iGenio ~spaol,cun adv.ersoeres al verdadero y slido progreso social! )

    Perdnenme los zipaquireos el sermn. En aquella-ciudadpas mi infancia: all tengo recuerdos queridos e imperecederos,y no puedomirar con indiferencia la situacin decada y el inme-recido abandono del antiguo Edn de los Chibchas.

  • Boquern

    de Terronegra \f Ubat

  • CAPITULO 11

    Tres leguas ms adelante de Zipaquir concluye el caminollano y empieza la subida del Boquer6n de Tierranegra, midien-do legua y cuarto hasta llegar a la cumbre, 2.868 metros sobreel nivel del mar. El viandante perdona entonces, de buen grado,el craso error de conservar el camino por encima de este cerro,abandonando el llano que lo rodea: la fatigosa pena de tntosubir queda resarcida con la contemplacin del grandioso espec-tculo que a uno y otro lado se presenta. Hacia el sur se ven,como una alfombra matizada de hermosos colores, las ricas yextensas llanuras que se desarrollan desde el pie del Boquernhasta la distante azulada cordillera del antiguo Camanaos y delTequendama, dominndose la serie tumultuosa de cerros exten-didos a derecha e izquierda de los valles. Hacia el norte surgenlas multiplicadas crestas, desnudas y despedazadas, de las dosramas principales de la cordillera, y ms abajo se extiende unanfiteatro de cerros menores, formados a expensas de los prime-ros, que atestiguan las tremendas sublevacionesy los hundimien-tos posteriores que en tiempos no muy remotos trastornaron aquelterritorio. Desde esta altura se ven clara y manifiestamente losdos grandes sistemas de valles que se inclinan al norte y al sr,y cuyo suelo, limpiamente nivelado y compuesto de capas de alu-vin, conserva todos los caracteres del fondo de grandes lagostranquilos, uno de los cuales tuvo su principal y ltimo desagiiepor Tequendama, y el otro por las roturas y abras al norestede Simljaca, confirmndose la tradicin chibcha que establecela existencia de esos mares dulces, prximamente hasta dos si-glos antes de la conquista, segn lo indican la composiciny con-formacin actuales del terreno, y segn puede juzgarse por laantigiiedad histrica de los chibchas, puesto que slo en 1470empiezan los anales de los zipas y las crnicas de la civilizacinde aquel pueblo, que sin duda necesit el transcurso de tres si-glos,_por lo menos, para poblar y labrar las vastas planicies com-prendidas entre el Tequendama y los ltimos cerros de Suga-muxi, despus que las aguas las bubieron abandonado.

  • 24 PEREGRINACIN DE ALPHA

    Transpuesta la cima deJBQquern. se baja un trecho de dosleguas, hasta el pueblo d~ Sutatausa, dejando a la izquierda aTausa envuelto en la niebla y en el humo de su salina, que sloa ratos descubren las humildes casas de paja, agrupadas entorno de la iglesia. El terreno que corta el camino en este espa-cio esrido, revuelto y trastornado, minado hasta lo profundopor la filtracin de las aguas, e intil hasta que adquiera su de-finitivo carcter. Los altos cerros de uno y otro lado son produc-to de un alzamiento sbito y colosal, manifestando una confusamezcla de rocas estratificadas en capas ms o menos verticales,desnudas por lo comn y descubiertas del lado de la imperfec-ta llanura, comoque por esta parte han sufrido el cercn de unhundimiento espantoso. All se ostentan en toda su grandeza lasruinas de un ramal entero de la altiva cordillera: rocas estupen-das han sido rodadas a grandes distancias, donde permanecensolitarias y aisladas sobre un suelo extrao: extensas y grues-simas capas estratificadas han sido sublevadas por un lado ams de 1.000 metros de altura, mientras que por el opuesto sehunden bajo los pies del observador: el gres, el calcreo, el fel-despato y la greda estn aglomerados en confusa mezcla, sin co-herencia y presentando grandes grietas donde las aguas llove-dizas se pierden, sin fecundar aquel atormentado Y deleznablesuelo. A las tres de la tarde marc el termmetro centgrado230,Ysiendo la altura del lugar 2.634 metros, el cactus (tuna)se ostentaba entre las rocas con una lozana igual a la que ad-quiere en los arenales del nivel del mar; como si la naturalezahubiese arrojado all esta tribu de plantas no creadas para losAndes, en demostracin de haberse trastornado por una potenteconvulsin todas las leyes geolgicas. Tal es, en todo lo que hevisto, la historia de estas sublimes cordilleras, escrita en susmoles gigantescas, con caracteres grandiosos: los volcanes y lassublevaciones del viejo mundo son fenmenos pequeos y co-munes, en comparacin de los cataclismos de que ha sido teatrola regin andina, cada vez mayores conforme nos aproximamosal ecuador, en donde el viajero estudioso deja caer de las manoslos libros escritos por los gelogos europeos, convencido de queestas comarcas rechazan las clasificaciones ordenadas y la mi-niatura de los sistemas que los sabios de ultramar han credouniversalmente aplicables.

    Poco antes de avistarse Tausa se pasa el Boquern quelleva su nombre, rotura violenta de la cordillera, en la direccinsur-norte. A la derecha sombrea el camino un gran pen avan-

  • BOQUERN DE TIERRANEGRA Y UBAT 25

    za:do,que antes constitua el corazn del alto cerro: a la izquier-da yacen amontonados en una profundidad los fragmentos con-fusos de la derruda eminencia: el estrecho y desigual caminorodea el pen, formando un spero desfiladero en que un pu-ado de hombres resueltos podran rechazar fuerzas numero-sas. Por los aos de 1540 los indgenas de Tausa, Suta y Cu-cunub concertaron un alzamiento contra los espaoles, mspara resistir les y librarse de la cruel sujecin a los repartimien-tos, que para atacar a los insufribles dominadores. Retirronsecon sus familias y mantenimientos al pen de Tausa, y en lse fortificaron, haciendo acopio de piedras y peascos para 1'0-darlos sobre los odiados enemigos. Cien espaoles salieron deSantaf en demanda de los indios rebelados, y despus de una.desesperada resistencia quedaron aquellos infelices rotos y des-alojados, con gran mortandad de hombres, mujeres y nios. "Pormuchos das, dice Acosta, no se vio otra cosa en estos lugares dedesolacin, sino bandadas de aves de rapia, que se cebaban enlos cadveres de los destrozados indios". Escenas de la mismanaturaleza, repetidas en todo el pas de los indefensos chibchas,explican suficientemente cmo se verific la rpida despoblacinde estas frtiles comarcas, en trminos que para 1576, segn laRelacin del adelantado Gonzalo Jimnez de Quesada, jefe de losconquistadotes, apenas quedaban unos pocos indios, iresto infelizde ms de dos.millones de habitantes que hallaron en esta pla-nicie los espaoles, treinta y nueve aos antes! El recuerdo delsangriento suceso me hizo pasar el desfiladero con cierta vene-racin pt>rla memoria de los vencidos, defensores de su patriay .hogal'es y de la santa libertad, por entonces perdida. Al piedel penn detuve el caballo, procurando imaginarme la situa-cin dE' Jus' asaltados y el trance del combate, que sin duda fuerecio y. peligroso mientras los pertinaces conquistadores trepa-ban aquellos peascos y laderas verticales. El viento, encajo-nado en el desfiladero, muga contra las concavidades y ngulossalientes de la roca, y en la cumbre agitaba con sordo y prolon-gado rumor los rboles enanos que la coronan. Parecame or elclanior de los combatientes, tumultuario en lo alto, ronco y ame-nazador en lo bajo de la casi inaccesible fortaleza. La cienciade la destruccin triunf. del mayor nmero, y la yerma soledadse estableci donde antes era poblado y resonaban los cantaresde las inocentes indias y la risa de sus inmolados hijos. Hoy lossucesores y deudos de tntos mrtires pasan por el peQn deTausa sin saber lo que significa, y humildes y abatidos piden' la

  • 26 PEREGRINACIN DE ALPHA

    bendicin al hijo de espaoles que paga all su tributo de respetoa la desgracia inmerecida. 'tNuestroSeooor le cr9ne_d~_glo-ria 1"exclam con efusin un pobre indio de Tausa, al recibir dem el pequeo don que pidi, con el roto sombrero en la mano,sobre las mismas rocas regadas con la sangre de sus abuelos. iOhignorancia! me dije entristecido;Yme apresur a dejar aquelloslugares ... /'"neasescasas ms adelante de Sutatausa se encuen-tra a \~bat, que los indgenas llamaban Ebat, cabecera delcantn yce 1'0 de un valle bastantemente cultivado, dividido ensu. mayor parte en pequeas heredades, labradas por los suce-sores de los indios. La llanura es frtil, abierta y anchurosa, com-puesta de capas de sedimento, depositadas por las aguas del an-, tiguo lago. El cultivo, reducido hasta ahora a trigo, maz, cebada,papas y algn otro fruto menor, puede llegar en este valle a ungrado de perfeccin y variedad, de que hoy no se tiene idea.Atravisanlo en la direccin suroeste-noroeste los riachuelos Hatode Subia y Ubat, alimentados por las vertientes de la alta cordi-llera del oriente, los cuales son la base de un sistema de irrigacinapenas bosquejado, y que en lo futuro asegurar la felicidadpermanente de la llanura, constantemente enriquecida con losdespojos de los cerros veCinos.En medio de las sementeras ytrojes de hermoso trigo, y a pequeas distancias, se alzan lashabitaciones de los cultivadores, feas y toscas ms de lo que pu-diera esperarse de gentes muy lejos de la indigencia, Y tan re-ducidas en extensin y altura, que difcilmente se concibe cmopueden albergarse en ellas sus rsticos habitantes. Por venturalas casas de los primitivos chibchas eran sin comparacin me-jores: la conquista Iio produjO en esta raza desventurada otrosresultados que la humillacin y el embrutecimiento, matandohasta la raz todos los grmenes generosos del espritu, juntocon la personalidad moral de los conquistados y sus descen-dientes.

    El camino que conduce a Ubat es ancho, desembarazado yalegre, teniendo a la izquierda altos cerros de calcreo, labradosa pico por el embate de las aguas del lago que llen en otro tiem-po la planicie. Lo frtil y cultivado de la comarca, la lozanade los ganados que pastan en los lejanos potreros, y la bellezamisma del paisaje, del claro cielo y la olorosa vegetacin, cobi-jado todo por una atmsfera ligera, difana y templada, hacenesperar que Ubat sea una villa alegre, limpia y bien trazada.Nunca la esperanza del viajero se ve tan completamente burla-

  • BOQUERN DE TIERRANEGRA Y UBAT 27

    da: las tortuosas y descuidadas calles y las casas desguarneci-das, en las que slo se ha procurado tener techo y suelo; formanun' contraste sobresaliente' con la esplndida y abundosa comar-ca, asiento del pueblo.IEra la tarde de unAILd~Lmerc1idQcuandollegamos: 'las calles estaban obstrudas por ~JJ.,eyesenjalmados,con carga y sin ella, y por muchedumbre del!.1AiQ~J'_mest!~s,ms o menos alegrones, a causa de la~hicha. los unos disputan-do a gritos en mitad de la calle y los otros agrupados en las tien-das y pasndose de mano en mano sendas totumas del licor po-pular, mientras algn taedor de tiple rasgaba con entusiasmolas cuerdas y entonaba el montono recitado en que expresabasu pena delante de la rechoncha Dulcinea, objeto de sus esfuer-zos artsticos. All el chircate de la india y las enaguas de bayetade la mestiza andaban amigablemente juntos, y el calzn cortoy ruanilla parda del chibcha degenerado fraternizaban, con llargo pantaln azul y la pintada ruana delW:>E!:dorJ:~~8:I1CO;quiencon el sombrero ladeado, plegada una orilla' de la ruana sobre elhombro derecho para lucir el forro amarillo, y puesto al desgaireel tabaco en un extremo de la boca"se dignaba escuchar y res-ponder dogmticamente al indgep.a su interlocutor~ Por en me--diode-aquel' tiimulto de bueyes, mulas y devotos de la totuma,caminbamos despacio mi compaero y yo, inquiriendo dndepodramos alojarnos, hasta que al fin dimos con nuestros cuero!pos y cabalgaduras en la nica posada que se nos dijo hallarsedisponible.

    Por una pequea y desvencijada puerta entramos a un, pa-sadizo, obstrudo con vigas, cueros y tablas viejas, y en seguidaal patio, poblado de animales y nada limpio. Mostrronnos alfrente la sala, dando este pomposo nombre a una pieza largacon pavimento natural, es decir, de tierra pisada, mesa empol-vada prxima a un poyo de ladrillo, dos sillas de cuero contem-porneas de la conquista, y en las paredes toda la corte celestial,representada en estampas al humo, grabadas en madera, ilu-minadas valerosamente con azafrn y achiote, y un San Anto-nio de bulto, perdidos los colores, rado el habito y extendiendolas mutiladas manos hacia dos sarta les de frisoles interpoladoscon musgos que invadan la puerta del nicho del afligido santo,comopara pedirle la salida; y en verdad que los bienaventuradosno deban permanecer all sino prisioneros y mal su grado;' encompaa de las escandalosas gallinas, que de cuando,en cuan'dotrepaban hasta el andamio beatfico con la manifiesta jntencinirrespetuosa de convertirlo en nido. La posadera en jefe era una

  • 28 PEREGRINACIN DE ALPHA

    viejecilla enjuta de carnes. de genio agr~o y al parecer rezan-dera, muy celosa de una muchacha mofletuda y desgreada, dequien se haca acompaar, y la cual, segn las apariencias delrostro, manos y pies, profesaba tenazmente la teora de que "lacscara guarda el palo". No quise visitar la eocina, porque esta-ba seguro de perder, con detrimento del apetito, el resto de lasilusiones que an me quedaban. Lleg por fin la hora de comery cenar en compendio, y salimos heroicamente de aquel mal paso,disponiendo en seguida nuestras penitentes camas en la sala yen presencia de los santos susodichos, por cuanto el dormitoriono se haba barrido desde la construccin de la casa, y las doscujas all soterradas no daban muchas garantas.

    _j Oh, seor! -prorrumpi la voz de la patrona por debajode su alto y amarillento sombrero de palma- cmo no se acues-tan en el dormitorio y no aqu por donde uno tiene que ir a sucuarto?

    -Nada temas, rgida virtud-, contest mi compaero-,pues te hallars libre de asechanzas.

    -Chanzas? -dijo ella, sin entender lo dems-o No se-or, que les pondr un junco en la cuja, y estarn mejor alladentro.

    _j Ilusiones engaosas! -le repliqu en el mismo tono decapilla de mi predecesor en la palabra-o Nada de cujas; j abajolas cujas!

    _ y hora? -continu la interesante patrona un tanto pi-cada-, pues nost bueno que no tenga una por onde pasar sinque ... ?

    Un ronquido nasal y vigoroso de mi compaero y una sbi-ta carcajada ma pusieron fin al importuno dilogo: salise lavieja gruendo, y a pocosmomentos volvi, procurando no hacerruido y empujando por delante a la jaspeada Maritornes, causade sus desvelos, hasta encerrarse ambas en su aposento.

    He aqu el aspecto y atractivo de nuestra posada en Ubat.Sin embargo, sea dicho en honor del lugar, que hay otra posadamucho mejor, situada en la plaza, y a la cual no tuvo por conve-niente llevarnos el seor Felipe Cordero, jefe poltico del can-tn, cuyos buenos oficios imploramos con el xito que queda re-ferido. A l Y a su desatencin deben culpar los uhatenses, sila pintura fiel de la posada que nos.depar mortificare su amor)ropio: si bien es de todas maneras cierto que la cabecera delcantn no corresponde a lo que la riqueza agrcola de los alre-dedores promete. Salvo raras excepciones, los pueblos que me-

  • BOQUERN DE TIERRANEGRA Y UBAT 29

    dian entre Zipaquir y Chiquinqir no brindan al viajero lascomunes y ordinarias comodidades que podran esperarse desu feliz situacin sobre un suelo rico y cultivado. Nace esto sinduda de que entre nosotros aun los propietarios ms acomodadosviajan llevndolo todo consigo. En los cojinetes o bolsones, en

    . la silla de montar, acomoda~ la parca comida que basta a la sen-cille~ de su gusto gastronmico: el pabelln con que cubren lasilla, tendido sobre una estera de junco, y los zamarros por ca-becera forman la cama en que duermen perfectamente en unrancho cualquiera. Por tanto, habiendo muy poca demanda oca-sional de mesa y camas, nadie se aventura a intentar el esta-blecimiento de posadas propiamente dichas, y el viajero inexper-to sufre muchas escaseces en medio de la abundancia de estosvecindarios.

  • Fquene " S;mijaca

  • CAPITULO 111

    Desde Ubat empiezan a verse al noroeste los restos del anti-guo lago de Fquene, que en su origen debi colmar toda la lla-nura comprendida entre los altos de Sutatausa y Simijaca ySaboy sur-norte y los ramales oeste y este de la cordillera, ocu-pando un espacio de ms de ocho leguas de longitud y dos delatitud con 2.000 metros de profundidad por lo menos, y forman-do con la planicie de Bogot el segundo sistema de grandes lagosinterandinos de que antes he hablado. El aspecto de los cerrosvecinos confirma esta observacin, que espero ver demostradaal examinar la rotura de la cordillera hacia Saboy y PuenteNacional, pues de la parte del llano se presentan rpidos y des-carnados con escalones que manifiestan los sucesivos derrumbesque han padecido, al paso que del lado opuesto conservan nte-gros sus declives desde la cumbre y entera su formacin primi-tiva. Adems de esto, los cronistas de la conquista mencionanpor incidencia la gran laguna de Cucunub y Ubat, lugares hoyenjutos y labrados, lo que hace creer que entonces comenzabanen el primero de estos pueblos las aguas del lago de Fquene,restos del antiguo mar dulce.

    Poco ms adelante de Ubat se acaba el camino llano y si-gue por encima de cerros escarpados, uno de los cuales, el Altode Buenavista, mide 2.769 metros de elevacin, y la cumbre si-guiente, llamada Volador de Fquene, 2.895 metros, alargndo-se y dificultndose notablemente el camino por aquellas eminen-cias, cuando podran rodearse fcilmente siguiendo la orHIa dela laguna de Fquene hasta Susa. Sin embargo, la costumbre yel espritu de rutina conservan esa dispendiosa y brbara vade comunicacin abierta por los indios y frecuentada por los es-paoles cuando la llanura estaba anegada. Entonces la necesidadlos disculpaba: ahora, variadas las cosas, es de admirarse cmono se ha pensado' en mejorar y acelerar la comunicacin entrelos productivos valles de Ubat, Susa y Simijaca.

    Peregrlnael6n-8

  • 34 PEREGRINACIN DE ALPHA

    De lo alto del Volador de Fquene alcanza la vista sobre unagrande extensin de pas hasta los linderos de la planicie de Chi-quinquir. Largo rato estuve contemplando aquella escena mag-nfica, aquel ocano de cerros perfectamente verdes, aquellas co-marcas antes henchidas de chibchas laboriosos, despus cubier-tas de escombros y anegadas en sangre por los conquistadores,ahora naciendo de nuevo a la civilizacin en medio de nuestrosafanes polticos y 'de las barreras que los Andes oponen al co-mercio de estas regiones con el extranjero. Fatigados los ojosde recorrer tntos objetos colosales desparramados en el anchoespacio inferior, volvlos al suelo que pisaba y le vi cubierto entodas sus alturas por innumerables cruces formadas de ramasde arbolillos y sembradas de tres en tres. Un poco ms abajo,del lado en que el escarpado cerro hace frente a Chiquinquir, lascruces se multiplican con una profusin que dar mucho qupensar al diablo. Ya no guardan orden ni simetra, sino se api-.an y juntan como matorrales, y la invasin es tal, que las mo-dernas derriban a las antiguas y se alzan sobre un espeso montnde sus predecesoras, cual si fueran la imagen de las generacio-nes del hombre, de sus luchas y de su efmera ambicin. De vezen cuando, y en algn lugar apartado, aparecan tres crucecitascuriosamente labradas y regado el pie con musgo y flores sil-vestres. Adivinbase la mano de la mujer en aquella obra lim-pia y cuidadosa en la ofrenda, previsora en retirarse del torbe-llino de las otras cruces, sentimental Y exquisita en los adornos. El amor tambin no concurrira en auxilio de la devocin paraformar estos altares misteriosos? No lo dud al encontrar en elcamino cabalgatas de bellas damas de las ciudades distantes, queregresaban de su promesa, acompaadas por mancebos muy dili-gentes en cuidarlas. Si la ley de Dios es amor, el amor es tambindevocin, pens involuntariamente; y volvindome a un baquianoque iba con nosotros:

    _ Son estas cruces, le pregunt, tributo de gracias de lospasajeros tmidos, por haber subido estas cuestas sin rompersela crisma?

    -N o, seor. Todo peregrino que por primera vez pasa estacumbre, de viaje a Chiquinquir a cumplir promesa, pone sucruz de madera, o la graba en las peas o en la corteza de losrboles, conforme vaya de prisa o despacio.

    -Segn esto, y por la cantidad de muestras devotas quecubren nuestro camino, la peregrinacin a Chiquinquir debeser muy numerosa.

  • FQUENE y SIMIJACA 35

    -j Oh, seor, s lo es! El cura de Chiquinquir coge ms de$ 20.000 al ao en misas, salves y ofrendas, por ensear la Vir-gen milagrosa.

    -y l dice o canta todas esas misas?-j Quin sabe, seor! -contest el buen baquiano- la ver-

    dad es que el ao pasado me cur de una disentera visitando ala Virgen, y ahora le llevo una misa para sanarme del pecho,que me trae con cuidado.

    Mir a mi hombre para descubrir en su cara si era la mali-cia o la candidez de su ltima respuesta lo que en l predomina-ba. Alto, y seco de carnes, se mantena derecho sobre su pensa-tivo caballo, los pies metidos en labrados estribos de cobre, loszamarros flojos y colgantes, la roja y amarilla ruana un tantoarriscada para comodidad de una larga escopeta terciada al hom-bro, el rostro serio, moreno y ampliamente barbado, terminan-do la figura un pauelo rabo de gallo atado a la cabeza, coronadopor el indispensable sombrero de paja con hule amarillo. Laimperturbable gravedad de su aspecto me convenci de que ha-blaba de buena fe, y no insist en mi interrogatorio; pero invo-luntariamente record una nota que trae Acosta en su Historiacompendiada de la conquista y colonizacin, hablando de las pe-regrinaciones de los chibchas a los santuarios de ciertas lagunassagradas: "El reverendo padre Moya, cura de Chipaque, erigiuna capilla en su pueblo a principios de este siglo y coloc laimagen de Nuestra Seora de Chiquinquir, tratando de persua~dir a los indios que para encomendarse a la Reina de los cielosno n~cesitaban hacer un viaje tan largo y dispendioso como el deChiquinquir, que dista veinte leguas de Chipaque. Ellos res-pondan: Es cierto, mi amo cura; mas siempre iremos de cuandoen cuando a Chiquinquir, porque estamos acostumbrados desdetiempo de nuestros padres a ir bien lejos a nuestras devociones".El terreno, como se ve, estaba bien dispuesto para recibir la se-milla de estas peregrinaciones semi-idoltricas. La sangre espa-ola, esencialmente devota de imgenes privilegiadas, mezcladacon la sangre chibcha, tambin inclinada al culto de santuariosespeciales, ha producido una raza de hombres que aunque nocreen que el cura de Chiquinquir dice todas las misas que le en-comiendan, persisten en creer que si no van all a visitar a laVirgen, nada obtendrn de ello. Van, pues, con el nimo puestoen el divertido viaje, y bien distante de las cosas del cielo y dela genuina devocin del cristiano: la Virgen se contenta converlos en su templo, y en saliendo de l no ve lo que hacen. j Ohcristianismo! dnde ests?

  • 36 PEREGRINACIN DE ALPHA

    Pasado el Volador de Fquene y andados tres cuartos es-casos de legua granadina, se llega al pueblo de Susa, vecindariocasi todo de indgenas y antigua encomienda concedida por Que-sada al capitn Antonio de Santana, con otros pueblos vecinos.La situacin de Susa es bella, en terreno llano y limpio, haciendofrente a la laguna, y prximo a la hermosa hacienda de Simi-jaca, cuyas rectas alamedas de frondosos sauces empiezan a lasalida del pueblo y forman parte del camino que lleva a Chiquin-quir, el cual constituye tambin la ancha y desembarazada ca-lle de Susa, pobladas sus orillas de casas de paja modestas, peroblancas por de fura y conservadas en el interior con la minuciosanitidez que el genio indgena sabe dar a sus cosas propias. Des-pus de haber andado a sol abierto por la rasa llanura anterior,se siente un verdadero placer al entrar en la alameda de Simija-ea, fresca y sombreada por altsimos sauces qu~ oscilan con agra-dable susurro a impulsos de la brisa, recibindose de cuando encuando un torrente de perfumes emanados de las rosas silves-tres y de los borracheros que llenan los intervalos de sauce asauce. Tiene aquel trecho de camino un aire de fiesta que rego-cija inv:oluntariamente, y la sensacin de salud y bienestar quese experimenta se extiende hasta las cabalgaduras, que avivanel paso de por s y hacen resonar la alameda con alegres y rui-dosos resoplidos; sensacin de que slo en las regiones andinasse disfruta, porque uno de sus principales elementos consiste enaspirar el ambiente leve, pursimo y embalsamado que lo vivi-fica todo sin oprimir el pecho con la densidad del aire de las tie-rras calientes. Razn tienen los nativos de estas comarcas paraamarlas con delirio y no hallarse bien fura de ellas, obedecien-do a un sentimiento de gratitud y apego hacia las infinitas belle-zas que la naturaleza siembra con profusa mano en las alturasde la tierra, profesado instintivamente por todos sus moradoresen ambos hemisferios.

    El deseo de visitar el famoso Salto de Olalla y la bella lagu-na de Fquene, y acaso tambin la amenidad del lugar y la amis-tosa bondad del seor Enrique Pars, propietario de Simij aca,nos llevaron en derechura a la casa de la hacienda fabricada enel mismo lugar en que en 1565 edific sus aposentos el encomen-dero Gonzalo de Len.

    Hechos los preparativos necesarios salimos en demanda dela laguna. Antecdele una considerable extensin de terreno ane-gadizo, apenas desocupado por las antiguas aguas permanentes.Embarcmonos en una canoa, y por las zanjas abiertas para el

  • FQUENE y SIMIJACA 37

    desague nos dirigimos a dos pequeos cerros, antes islas, enuno de los cuales, segn le en las hoticias y escrituras de la en-comienda de Simijaca, se refugiaron los indios, huyendo delpueblo, hasta que en 1791 los redujo a salir de all el dueo de lahacienda. Explorada la islita hall de trecho en trecho sealesde sepulturas en' que los tristes emigrados se hacan enterrar,siempre a la banda del cerro que mira al pueblo, como si aundespus de muertos buscasen el consuelo de los hogares queridosde otro tiempo. No sin repugnancia de un pobre labriego a quienllam en mi auxilio, hice abrir una de las sepulturas que lasaguas llovedizas haban dejado ms patentes, y en ella se en-contraron catorce morrallas o esmeraldas imperfectas, variascuentas de piedra, muy gastadas, los restos de un esqueleto que,a juzgar por la longitud de la fosa; debi medir dos varas gra-nadinas, y finalmente una olla de barro cocido, figurando unpequeo barril abierto por un costado, y en la abertura un re-borde afianzado por dos asas labradas, que vistas de frente for-maban las orejas de un rostro humano toscamente esculpido enambas paredes externas del reborde. La olla contena dentrofragmentos de arcilla endurecida, y a falta de base estaba acu-ada por dos pedazos largos de ocre,_en que an se notaban losrestos de dibujos con que estuvieron adornados. Nunca se hanencontrado joyas 'de oro, sino rara vez alguna argolla de tumbagay piedrecitas de pizarra cnicas, horadadas en el centro, igualesa las que todava ponen las indias en el extremo de los husos enque tuercen el hilo de algodn. El tiempo haba pulverizado granparte de los huesos, incluso el crneo, que era lo que yo buscabapara establecer algunas conjeturas frenolgicas. Burlada en es-to mi esperanza, hice cubrir de nuevo la fosa, y volviendo a to-mar la canoa nos dirigimos a la laguna por el ro Simijaca, quees su desagiie, profundo y sin corriente sensible. Mide la lagunauna legua y un quinto en su mayor longitud y una legua en sumayor latitud, sin contar las ensenadas, y catorce metros de pro-fundidad en el centro. Es de hermosa y alegre apariencia y en-cierra cuatro islas, dos de ellas cultivadas, por unos pocos habi-tadores que, con los de los lindos valles del litoral, forman unapoblacin extraa a cuanto agita la Repblica, y feliz en su pin-toresco retiro. El trigo, el maz, las papas, unas pocas reses yovejas y el abundante pescado de la laguna suministran a aque-llos pobladores segura subsistencia y sobrantes de fcil cambioen los mercados vecinos, a los cuales salen en balsas compuestasde haces de junco, formando un conjunto estrambtico, seme-

  • 38 PEREGRINACIN DE ALPHA

    'jante a una gran tortuga. Trescientos aos de conquista y cua-renta de libertad poltica e industrial han pasado sin dejar huella,salvo algunas innovaciones en la vida' domstica que han alte-rado muy poco la manera de existir de los primitivos seoresdel suelo. El poltico podr lamentar esta situacin de las cosas;mas el filsofo la aplaude y casi la envidia en el fondo de sucorazn.

    En la falda del alto cerro que lim,i.ta.aLporte la llanura deFquene est situado el pueblo de Simijaca,donde mismo lohallaron los conquistadores. Consta de un casero regular, en'parte de teja, Y'una iglesia bastante aseada. La poblacin ind-gena va desapareciendo absorbida por la raza blanca, de la cualhay algunas familias de cierta importancia, base de la futura"sociedad de buen tono" de aquel retirado pueblo, cuya prospe-ridad depende en gran parte de las mejoras que en la agricul-tura intenta introducir en su hacienda el seor Pars, de dondeindudablemente se extendern a los alrededores. Haba fiestasolemne en Simijaca, y por consiguiente, mercado y concurren-cia extraordinaria. Cuando llegu a la plaza la procesin acaba-ba de recorrer la y regresaba a la iglesia en medio del humo delos cohetes y bajo un repique general de tres campanas infati-gables. En cada esquina de la plaza se haba erigido un altar dereposo, adornndolos con cuadros, espejos y flores, ciertamentecon ms decoro que algunos altares que he visto en las afuerasde Bogot durante las octavas de Corpus. Hacia el centro de laplaza, haciendo frente a los cuatro lados, lucan cuatro tendalesadornados de arrayn y flores silvestres, y llenos de frutas, ani-males y producciones de la industria de los indgenas concurren-tes. Pendan del travesao superior racimos de pltanos, mazor-cas de maz, espigas de trigo, redondos quesos, grandes calabazasy variedad de races Yhortalizas. De los horcones colgaban entreel follaje trtolas, palomas y tal cual pollo afligido de verse enexhibicin pblica. Al pie yacan aprisionados algunos corde-rs pacientes, cerdos escandalosos y hasta un desventurado ar-madillo, cuyo afn constante era esconder la cabeza en un agu-jero que haba logrado practicar en la tierra, no obstante losregaos y tirones de cuerda de la indiecilla que vigilaba su con-ducta. Haba no s qu de ingenuo y plausible en aquel alarde delos frutos del trabajo, en la carrera que recorri el santo pa,tro-no, como para pedirle que bendijera y prosperara los productosdel sudor de los honrados indios cultivadores. y de seguro quesi Dios protege a los limpios de corazn, las fisonomas formalo-

  • FQUENE y SIMIJACA 39

    tas, los trajes modestos y las encallecidas manos de los labriegosconcurrentes daban testimonio de merecer la proteccin solicita-da. Terminada la procesin fueron desbaratados los altares ytendales, y a la tarde se jugaron seis toros benvolos, ms incli-nados al sistema de la paz universal que al de los combates a quelos excitaban con mucho ruido y poco fruto. Lleg la noche: lostoros volvieron a sus potreros tranquilamente; las notabilidadesdel lugar se congregaron en un baile que fue de etiqueta durantelas dos primeras horas, y al mismo tiempo la gente llana, y felizen su llaneza, improvis tantos bailes Qorrascosos cuantos tiplesresonaban en las diversas chicheras; los cuales bailes fueronde rigurosa etiqueta desde el punto en que comenzaron hasta lahora en que todos, inclusa la orquesta, quedaron achichados ydormidos donde y como les fue faltando el equilibrio.

    Pregunt por el Salto de Olalla, y nadie, ni aun el cura dellugar, acertaron a determinarlo, pero s me refirieron dos cuentosa cual ms estrambticos acerca de la significacin de aquel nom-bre. Mediante el examen atento de las escrituras antiguas de losaposentos de Simijaca, ~al de dudas, hallando que la escena ha-ba pasado en la cresta de un alto y peinado cerro que demorapocas cuadras al sur de las casas de la hacienda. Cuando el alza-miento de los indios, que produjo en 1540 la carnicera del pende Tausa antes mencionada, los indios de Simijaca se habanhecho fuertes en lo alto del indicado cerro, el cual termina porun extremo' en dos picos inaccesibles, y por el otro, hacia el sur-suroeste, en una rotura perpendicular labrada por la corrientede un riachuelo. All fueron atacados por los espaoles, renovn-dose la matanza de Tausa; y en lo recio del combate los indiosestrecharon tanto a Alonso de Olalla, que hubo de cejar defen-dindose, sin advertir que detrs le quedaba el terrible precipi-cio, hasta que faltndole el suelo cay despeado hacia el ro.El animoso castellano se dej ir al abismo sin soltar la espadani la rodela, y hubiera perecido si la ramazn de los rboles queentonces crecan abajo no le hubiese atajado en la cada, de lacual sali con una pierna rota y herido en el rostro con su propiaespada, dejando su nombre al peligroso e involuntario salto. Hoylos rboles han desaparecido quedando en completa desnudez elprecipicio; y el riachuelo, testigo de la tragedia, corre apresura-do a dar movimiento a dos molinos de trigo inmediatos. Nadierecuerda all el suceso; ni los sucesores de los victoriosos, ni losdescendientes de los desventurados simijacas, muertos a milla-res e insepultos en aquel sitio ..

  • Chiquinquir

  • CAPITULO IV

    Dejando atrs a Simijaca y andadas tres leguas granadinasescasas, se entra en un valle amensimo prolongado sureste-no-.roeste, ceido de altos cerros que terminan hacia el valle enmultitud de colinas redondas, y suaves laderas salpicadas de ca-sitas y sembradas de trigo, maz, cebada, papas, habas y otrosfrutos menores, cuyas sementeras, divididas por cercas vivas, ysubdivididas en pequeos cuadros, hacen el efecto de un mo-saico de variados colores, negros algunos retazos y preparadospara la siembra, verdes los otros con los trigales nuevos, amari-llos muchos con los rastrojos de la mies cosechada, y no pocosmatizados con el vivo colorido de las flores de habas, arvejas yfriso les ; paisaje bello y fresco sobre toda ponderacin, ante elcual un hbil pintor se hallara perplejo para reproducirlo ensu lienzo, bajo un cielo de azul brillante franjeado de ligerasnubes, y en medio de la atmsfera difana de los Andes, quepermite ver a gran distancia el contorno de los majestuosos ce-rros, la vivacidad de los colores, el resplandor de las abundan-tes aguas y los lejanos rebaos paciendo la tupida grama delvalle, matizada con alegres flores de achicoria.

    En mitad de este valle se alza un casero de teja y paja, porencima del cual sobresalen las..,pamdJ~Y torres de un templo degrandes ?im~nsiones. Es (~iquinquir, !a villa de los milagrosy peregrmacIOnes, centro a

  • 44 PEREGRINACIN DE ALPHA

    lorado conchapas de plata, ambos pies sobre una tablilla pendien-te de fuertes correas, mientras la robusta persona se apoya. con-tra el espaldar y los brazos del silln, oprimiendo el lomo de uncaballo vigoroso y sufridor, guiado por el complaciente y gravejefe de la familia, gloriosamente ataviado a lo orejn genuino,con todos los colores del arco iris; el pen socorrano, de ruanadiminuta, sombrero de trenza y calzn de manta rayada, manu-facturas de su propia tierra; el de Girn y San Gil, vestido deazul y el sombrero enriquecido con un escandaloso hule nuevo,dejndose llevar, ms bien que acompaando a tres o cuatro pai-sanas suyas, con enaguas de lienzo, tambin azul, rematadas poruna arandela, sombrero de palma de copa alta y paoln colora-do con ramazn amarilla; la guaricha bogotana, regordeta, pe-quea, cara chispeante entre el embozo de la mantellina de pao,abundantes enaguas de bayeta fina y la patita encerrada enblanca alpargata; en suma, todos los matices del traje peculiara cada provincia, todos los tipos de casta, desde el indio puroal europeo de ojos azules, todas las edades y condiciones se venall reunidas en una masa viviente, cuya idea cardinal es ver ala Virgen, cuya ocupacin es el rezo, y su afn predominante esreunir velas de cera o de sebo para encenderlas delante de laimagen privilegiada, sin lo cual se duda que otorgue las graciasque vienen a demandarle.

    Chiquinquir toc en repartimiento y encomienda a Anto-nio de Santana, compaero del Conquistador Gonzalo Jimnezde Quesada. La poblacin de los indios estaba asentada a espal-das de la sierra de Coca, poco ms de una legua granadina aleste de la actual villa, por cuanto el valle era entonces desapaci-ble, rodeado de bosques y cubierto de nieblas, de donde le vinoel nombre chibcha que lleva. Fund en l Santana sus aposentosy capilla, y para adornar sta pidi a Alonso de Narvez, pintorde Tunja, por los aos de 1570, que le dibujara una imagen de laVirgen del Rosario. Narvez tom una manta de algodn, teji-do indgena, de vara y cuarta de alto y vara y tres cuartas deancho, y pintada la Virgen en el centro, comoviese que le queda-ba mucho espacio blanco a los lados, los llen con las efigies deSan Andrs y San Antonio, poniendo sta a la derecha de la Vir-gen, en obsequio del encomendero, quien pag por el cuadroveinte pesos de oro. Llevlo a su capilla, que era un rancho depaja de vara en tierra, en el cual se sola orar de da, y de nochese recogan a dormir los cerdos y las gallinas. Al poco tiempoqued el cuadro malparado y roto, como era de esperarse, y as

  • CHIQUINQUIR 45

    estuvo hasta el ao de 1586 en que Mara Ramos, cuada de San-tana, estando en devota oracin el 26 de diciembre, vio que elcuadro descendi de donde lo tenan atado, y permaneci en elaire, renovada y resplandeciente la pintura. Larga informacinse hizo de este milagro, por orden del arzobispo don fray LuisZapata de Crdenas, la cual he visto original en letra pastrana enlos archivos de la iglesia. De aqu datan la fama y milagros deesta imagen, la cual fue llevada con gran pompa a la 'ciudad deTunja, devuelta despus a Chiquinquir a solicitud del caciquedon Alonso, y colocada en varias capillas, hasta que a principiosde este siglo se comenz a edificar el suntuoso templo en dondehoy est, consagrado en 1823.

    La fbrica del templo es grande, abovedada, de un ordende arquitectura que participa del jnico y corintio, costosamentelabrada y muy slida. Inmediatamente despus de la cpula sehalla un templete elegante, rodeado de cuatro altares en dondea un tiempo pueden decirse otras tantas misas. All estal frente y bajo un dosel enchapado de plata maciza, el famosocuadro, lleno de joyas y pedreras antiguas de gran precio, entrelas cuales sobresalen la medialuna de oro cubierta de ricos en-cajes de filigrana sembrados de esmeraldas y colocada a los piesde la imagen, el cinturn cuajado de diamantes y esmeraldas,ofrenda de la duquesa de Alba, y finalmente, la corona de oroy gruesas esmeraldas y perlas. Visto de cerca ~l cuadro, se notaque es una pintura antiqusima al temple, de bastante mritoartstico, y ejecutada sobre una manta de algodn, cuyo tejidoest manifiesto en muchas partes. La profusin de joyas de queest cubierto el cuadro, y que han ido clavando en l, y la accindel tiempo y de la intemperie a que antes estuvo expuesto, hanborrado la pintura casi del todo, no obstante la renovacin mi-lagrosa de 1586. Pero la fe y el entusiasmo religioso la hacen,ver bien clara; siendo tales la fama de la imagen y el fervor desus devotos, que anualmente, me asegur el cura, viene~ cerca de30.000 peregrinos de todos los puntos de la Repblica y algunosdel Ecuador y del Per, no faltando ejemplares de peregrinos ve~nezolanos y aun espaoles venidos de ultramar, slo a cumplirpromesas. Cada peregrino hace su ofrenda en velas, de las cualesarde un bosque entero sobre dos largas mesas colocadas al ingresode la nave principal. Las misas, salves y rosarios solemnes soninterminables; y si se atiende a que el precio de las misas varadesde 2 a 10 pesos, el de las salves y rosarios de 1 a 7, y el de lasdems ceremonias en proporcin, se viene en conocimiento de que

  • 46 PEREGRINACIN DE ALPHA

    no exager nuestro baquiano de marras cuando dijo que el con-curso anual de fieles dejaba al cura unos 20.000 pesos de renta,puesto que el total de las ofrendas puede estimarse en cerca de40.000 pesos cada ao, que repartidos entre 12 sacerdotes y 16minoristas y cantores adscritos al servicio del templo, bien quedaal cura la mitad, limpia de polvo y paj a; magnfico destino deque dispone todava la Orden de Santo Domingo, de Bogot, do-tando con l sucesivamente a los religiosos ms antiguos.

    Infirese de lo dicho que la principal fuente de riqueza y co-mercio de esta villa es la devocin de los fieles.' Un movimientode 25 a 30.000 transentes al ao, y de 50.000, segn dicen, cadasiete aos que tiene lugar un paseo pblico de la Virgen, repre-senta una masa de consumos y cambios considerables; y sin em-bargo, no hay en la villa una sola posada que merezca este nom-bre; porque a nadie le ha ocurrido explotar esa rica mina.

    Chiquinquir cuenta cerca de 4.000 vecinos que habitan 135casas de teja y 1.040 de paja. Tiene dos plazas y dos fuentes p-blicas. El aspecto de la poblacin es sano y robusto, compuestade indgenas y blancos, y exenta de las deformidades del coto ymiembros contrahechos, tan comunes en otras partes. En lo ma-terial se nota algn progreso, tanto en la fbrica de casas nuevascomo en el aseo de las calles, algunas de ellas empedradas; peroel buen gusto y la elegancia no han penetrado todava en la vidadomstica ni en el ajuar y disposicin de las casas.: Contiene,adems del suntuoso templo de la Virgen, una iglesia edificadasobre las ruinas de la antigua capilla y una pequea ermita quecorona lo alto de una colina desde la cual se dominan la ciudady sus alrededores. En 1835 fue suprimido el convento de domini-cos, anexo a la iglesia, y el edificio sirve hoy de colegio provin-cial, en el cual se ensean latn, filosofa especulativa, algo. decastellano y francs y una cosa que llaman jurisprudencia, sinduda muy til, junto con las susodichas enseanzas, para sacarhombres de provecho que sepan descubrir y explotar las ricasminas en que abunda el territorio de Vlez, adelantar su agri-cultura y abrir los caminos de que carece y sin los cuales jamssaldr la provincia de su actual condicin pasiva y estacionaria.j Funesto y lamentable extravo en la direccin que se da a la ins-'truccin pblica, sacrificando a una ridcula vanidad universita-ria el porvenir de los jvenes y la prosperidad del pas! Hay unaescuela primaria de nios y una de nias, tan mal surtidas, quel nimo se contrista al ver semejante imperdonable descuido

  • CHIQUINQUlR 47

    de los ms caros intereses morales en el seno de un pueblo quepor cierto no es pobre ni debe ser partidario de la barbarie.

    El trato de las personas de nota es amable, franco y obse-quioso; el vivir de las seoras muy recogido y modesto, pues nigastan l~jo algun.o,ni se las ve en las calles si no es para ir a laiglesia; contentas con su existencia sedentaria, pasan los dasiguales, sin emociones fuertes, y acaso ignorando que sus gra-cias tienen admirad.ores. Qu otro recurso les quedar, pues,para ocupar la actividad del espritu femenino, sino la devocin1Tal es la suerte de las mujeres en la regin de la cordillera, ysta es sin duda la causa de la propensin al rezo y prcticas_Jl!o-

    . nsticas que caracteriza a los m.oradoresaeriitIguopas de los'cllibclias. El .influJoA~ l~l!lujgr:.es.siemp!'l:)grande, y a su ejem-plo se amoldan-las costumbres domsticas y las inclinaciones delos hijos y subordinados.

    Resueltos a rec.orrer los distritos de que consta el cantnChiquinquir, aprovechando pa~a ello el resto del verano, quedura hasta mediados de marzo en la tierra caliente, echamos aandar por un :r:astrode camino empezado atrajinar en el declive.!lida~olinas del oeste, y de all a poco avistamos el pueblo de(Gal~~~,)-ecientemente fundado por los vecinos del antiguo Car-men, cuyo asiento abandonaron por falta de aguas y pastos. Si-tuado Caldas en una llanurita enjuta, bien ventilada y con buenasaguas potables, presenta ut aspecto de bienestar y aseo\que oja-l fuera comn a l.osdems pueblos del cantn. ActivOS'eindus-triosos sus moradores, se aprovechan de la fertilidad de sus te-rrenos para bien cuidadas sementeras de trigo, maz, cebada,papas, frisoles y otras menestras, y para la cra de ganado, quees abundante y hermoso. La~excelentesmaderas de las cercanas,"

    - .. " ,la piedra y la cal se hallan a 1a mano para toda clase de obras:'as el nuevo pueblo ha comenzadoa levantarse con casas de teja,slidas y espaciosas, pero desgraciadamente mal ordenadas, porfalta de un hombre inteligente que hubiese tomado inters endelinear el poblado. La gente de Caldas es sana y vigorosa, ob-sequiosa y atenta con los forasteros y muy empeada en la me-jora de su distrito, de lo cual es relevante prueba una escuelade primeras letras, limpia y bien ordenada, a la que concurren40 nios aseados, inteligentes y de modales abiertos y fciles,dirigidos por un joven lleno de consagracin al desempeo desus santos deberes. El pueblo de Caldas es digno de llevar elnombre de aquel ilustre mrtir d~ la Repblica.

  • 48 PEREGRINACIN DE ALPHA

    Traspuesto un alto cerro a espaldas del pueblo, comienzael descenso por la opuesta banda de la cordillera, suave hasta laBoca del monte, rpido de ah en adelante. En este lugar cambiade repente la vegetacin, sustituyndose a las plantas enanasy cerros tapizados de grama y achicoria de las tierras altas, r-boles cada vez mayores y bosques que trepan hasta las cumbresque se levantan empinadas por todas partes. La caa de azcar,el caf, el pltano y las lindas palmas llamadas cachipay, cuyofruto cocido tiene el mismo sabor de la papa, invaden el terre-no a medida que la temperatura sube de grados; y en igual pro-gresin se hace rara, descolorida y floja la poblacin. Singularcontraste de la esplendidez y abundancia de la tierra y la escasezy pobreza de los habitantes , _

    Rendimos la jornada en,Bumavista;" centro de este distrito,situado en una hondonada qu contradice abiertamente el pre-tencio~Q nombre del pueblo~ imagen de la pobreza, desalio einc~!ia:~Sus feraces campos, en- donde se ostenta una vegetacinvigorosa y variada, permane~en yermos; el aspecto de los mora-dores es aptico y enfermizo,' a lo que cotiibuye mucho el vicio,general en todo el resto deICantn, de comer fragmentos de pi-zarra y greda de los arroyos, "que cuando llueve, dicen aquellosinfelices, saben y huelen a pan". En consecuencia, la poblacinpermanece estacionaria, si no retrgrada, como lo demuestranlas cifras de 57 bautismos y 48 entierros en el ltimo ao. Bus-car posada era pedir peras al olmo; por lo que sin vacilar nosdirigimos a la casa del cura, triste rancho de paja contiguo a laiglesia. Estaba el solitario sacerdote en el patio escogiendo gra-nos de trigo de sembradura sobre una mal labrada mesa. Joventodava, vestido de manta del pas, en el rostro impresa la me-lancola y los ademanes no sueltos ni vivos como expresin delbienestar, sino abatidos y resignados, produjo en m una impre-sin de simpata que me hizo estar un rato contemplndole. Lla-m al fin, y vino a nosotros con los brazos abiertos, y desde aquelpunto fueron nuestras la casa, la frugal mesa y todas las como-didades del presbtero Ortiz, si comodidades pueden llamarsedos asientos de cuero y unas esteras de junco. Un aspecto dedesolacin predominaba en aquella casa, en armona con el delpueblo, habitado por ochenta vecinos a lo sumo, e invadido porlos matorrales hasta cerca de las miserables casas. La iglesia,abierta y desmantelada, abriga bajo el nombre de imgenes unconjunto ridculo de monstruosidades adornadas estrambtica-mente con restos de vestiduras antiqusimas y colocadas sobre

  • CHIQUINQUIR 49

    poyos de adobe, desnudos y descascarados. A vista de esto, de lasituacin abatida del cura y en medio de las tinieblas de la igno-rancia que cobijan al vecindario, qu ideas tendrn del cristia-nismo aquellos rudos moradores? Fcil es concebirIo; y este he-cho desconsolador se repite en las dems parroquias del cantnhacia el Magdalena. No hay, pues, para estas gentes desventu-radas ms alternativa que la ausencia de creencias religiosas,o una 'verdadera idolatra disfrazada con las apariencias del cultoa las imgenes; 1as puras, sublimes doctrinas de la biblia se ig-noran: las mXimas morales y civilizadoras del cristianismo nohan llegado hasta estos hombres; ellos son buenos, obedientesy sufridos por ndole natural, o dir mejor, por falta de tenta-ciones para inclinarse al crimen; gnero de bondad negativa queproviene de la inercia de los espritus y no de la fuerza tutelarde sanos principios inculcados por institutor alguno.

    Lleg la deseada maana, y salimos en demanda de 'Coper,distrito parroquial que los de Buenavista nos pintaron prsperoy rico, tal vez comparndolo con su propio estado. Una cuesta r-pida y larga por la cual desciende en multiplicados giros un ca-llejn profundo y escabroso, que llaman camino, es la salida delpueblo: despus. siguen bajadas suaves hasta llegar a la honday estrecha vega por donde pasa presuroso el ro Cantino. El ter-mmetro centgrado marc 30 a medioda: ni un aura leve mo-va los corpulentos rboles; ni ms ruido que el penetrante ycontinuo chirrido de las chicharras acompaaba al de las negrasaguas del Cantino. La naturaleza dorma bajo el peso de una at-msfera densa y caldeada, y hombres y bestias buscamos lasombra, abrumados de calor, para prepararnos a pasar el puentecolgante y trepar en seguida el alto cerro que se alzaba enfrentehasta perderse entre nubes. En el breve espacio de cinco horashabamos pasado por una serie de temperaturas desde 180 cent-grados (Buenavista) hasta la ardiente del Cantino: en menostiempo bamos a volver a temperamento casi fro. Tal es la comar-ca que visitbamos; rica en producciones de todos los climas ence-rrados en pequeos espacios, pero solitaria y en la plenitud dela agreste magnificencia que ha ostentado y seguir ostentandointilmente por muchos siglos.

    Peregrinaci6n-4

  • M uzo

  • CAPITULO V

    Mide el ro Cantino, en el lugar por donde se pasa, 40 varasgranadinas de latitud, y sus aguas, ennegrecidas por la pizarraque traen en disolucin, pasan rpidas y bastante profundas porun lechosembrado de piedras rodadas que hacen su curso tumul-tuoso e invadeable. El ingenio de los indgenas hall el mediode pasarlo valindose de un arte que lugo imit la sabia Europallevndoloa la perfeccin: los puentes colgantes. A flor de aguay uno enfrente de otro arrancan,' en el paso de que trato, 008corpulentos rboles naturalmente inclnados hacia la mitad delro, despidiendo nu'merosas ramas robustas en todas direcciones;de estos rboles se vali el artfice del puente como de estriboscapaces de resistir el mpetu de las corrientes y puntos de apoyode la fbrica. Una fuerte barbacoa de maderas lleva desde loalto del barranco hasta encontrar el tronco del rbol; desde aquparten cuatro gruesas guaduas trabadas a distancia de un pal-mo por atravesaos firmemente atados debajo, formando un pisosustentado en el aire por un.espeso tejido de bejucos que bajande las ramas del rbol y enlazan las guaduas, que aadidas unasa otras se prolongan de ribera a ribera, hasta encontrarse sobreel centro del ro describiendo una curva irregular, cuya partemedia se levanta cerca de ocho vara/i encima de las aguas. Con-forme avanzan las -guaduas hacia el pice de la curva se multI-plican los bejucos de suspensin, en trminos que a la mitad deJ\ puente se 'espesan y juntan, y se cruzan y entretejen los de ally los de ac con una profusin de nudos que indican el afn delartfice por salir airoso del difcil paso. Sobre las guaduas, y demedia en media vara, hay planchas sacadas de la misma planta'Y afirmadas al piso con bejucos delgados. Finalmente, encima deestos atravesaos y en el sentido de la longitud del puente, hay unlistn central de una tercia de ancho, formado de cintas angostasde guaduas, y destinado a ser el piso transitable del puente. Loangosto de ste y la oscilacin que le comunica el transente,no permiten pasarlo a caballo ni con bestia cargada: las cargas

  • 54 PEREGRINACiN DE ALPHA

    pasan pocoa poco a espaldas de los peones, y el viajero toma sumula de diestro y empieza a hacer equilibrios sobre aquella ma-roma, viendopor entre las aberturas del piso las tenebrosas aguasdel ro, que ruedan veloces intimando sentencia de muerte al quecaiga del movible puente, por cuanto la ruana, los zamarros ylas estupendas espuelas orejonas no fueron inventadas para na-dar. Pasamos: y sea dicho en acatamiento a la justicia, mi mulalo hizo con ms talento, serenidad y aplomo que su dueo. Treshoras despus, y como a los dos tercios del alto cerro, encontra-mos las primeras casas de Coper, y al cabo de un instante nos