alonso de ercilla este

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Alonso de Ercilla Canto II Pónese la discordia que entre los caciques de Arauco hubo sobre la eleción de capitán general, y el medio que se tomó por el consejo del cacique colocolo, con la entrada que por engaño los bárbaros hicieron en la casa fuerte de Tucapel y la batalla que con los españoles tuvieron Muchos hay en el mundo que han llegado a la engañosa alteza, desta vida, que Fortuna los ha siempre ayudado y dádoles la mano a la subida para después de haberlos levantado, derribarlos con mísera caída, cuando es mayor el golpe y sentimiento y menos el pensar que hay mudamiento. No entienden con la próspera bonanza que el contento es principio de tristeza, ni miran en la súbita mudanza del consumidor tiempo y su presteza; mas con altiva y vana confianza quieren que en su fortuna haya firmeza, la cual, de su aspereza no olvidada, revuelve con la vuelta acostumbrada. Con un revés de todo se desquita, que no quiere que nadie se le atreva, y mucho más que da siempre les quita, no perdonando cosa vieja y nueva; de crédito y de honor los necesita La Araucana que en el fin de la vida está la prueba, por el cual han de ser todos juzgados aunque lleven principios acertados. Del bien perdido, al cabo, ¿qué nos queda sino pena, dolor y pesadumbre? Pensar que en él Fortuna ha de estar queda, antes dejará el sol de darnos lumbre: que no es su condición fijar la rueda y es malo de mudar vieja costumbre; el más seguro bien de la Fortuna

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Alonso de ErcillaCanto IIPnese la discordia que entre los caciques deArauco hubo sobre la elecin de capitn general,y el medio que se tom por el consejo delcacique colocolo, con la entrada que porengao los brbaros hicieron en la casafuerte de Tucapel y la batalla quecon los espaoles tuvieronMuchos hay en el mundo que han llegadoa la engaosa alteza, desta vida,que Fortuna los ha siempre ayudadoy ddoles la mano a la subidapara despus de haberlos levantado,derribarlos con msera cada,cuando es mayor el golpe y sentimientoy menos el pensar que hay mudamiento.No entienden con la prspera bonanzaque el contento es principio de tristeza,ni miran en la sbita mudanzadel consumidor tiempo y su presteza;mas con altiva y vana confianzaquieren que en su fortuna haya firmeza,la cual, de su aspereza no olvidada,revuelve con la vuelta acostumbrada.Con un revs de todo se desquita,que no quiere que nadie se le atreva,y mucho ms que da siempre les quita,no perdonando cosa vieja y nueva;de crdito y de honor los necesita La Araucanaque en el fin de la vida est la prueba,por el cual han de ser todos juzgadosaunque lleven principios acertados.Del bien perdido, al cabo, qu nos quedasino pena, dolor y pesadumbre?Pensar que en l Fortuna ha de estar queda,antes dejar el sol de darnos lumbre:que no es su condicin fijar la rueday es malo de mudar vieja costumbre;el ms seguro bien de la Fortunaes no haberla tenido vez alguna.Esto verse podr por esta historia,ejemplo dello aqu puede sacarse,que no bast riqueza, honor y gloriacon todo el bien que puede desearsea llevar adelante la vitoria;que el claro cielo al fin vino a turbarse,mudando la Fortuna en triste estadoel curso y orden, prspera del hado.La gente nuestra ingrata se hallabaen la prosperidad que arriba cuento,y en otro mayor bien que me olvidaba,hallado en pocas casas, que es contento.De tal manera en l se descuidaba(cierta seal de triste acaecimiento)que en una hora perdi el honor y estadoque en mil aos de afn haba ganado. Alonso de ErcillaPor dioses, como dije, eran tenidosde los indios los nuestros; pero olieronque de mujer y hombre eran nacidos,y todas sus flaquezas entendieron.Vindolos a miserias sometidosel error inorante conocieron,ardiendo en viva rabia avergonzadospor verse de mortales conquistados.No queriendo a ms plazo difirirloentrellos comenz luego a tratarseque, para en breve tiempo concluirloy dar el modo y orden de vengarse,se junten a consulta a difinirlo,do venga la sentencia a pronunciarse,dura, ejemplar, cruel, irrevocable,horrenda a todo el mundo y espantable.Iban ya los caciques ocupandolos campos con la gente que marchabay no fue menester general bando,que el deseo de la guerra los llamabasin promesas ni pagas, deseandoel esperado tiempo que tardaba,para el decreto y spero castigocon muerte y destruicin del enemigo.De algunos que en la junta se hallarones bien que haya memoria de sus nombres,que siendo incultos brbaros, ganaronLa Araucanacon no poca razn claros renombres,pues en tan breve trmino alcanzarongrandes vitorias de notables hombres,que dellas darn fe los que vivieren,y los muertos all donde estuvieren.Tucapel se llamaba aquel primeroque al plazo sealado haba venido;ste fue de cristianos carnicero,siempre en su enemistad endurecido;tiene tres mil vasallos el guerrero,de todos como rey obedecido.Ongol luego lleg, mozo valiente,gobierna cuatro mil, lucida gente.Cayocupil, cacique bullicioso,no fue el postrero que dej su tierra,que all lleg el tercero, deseosode hacer a todo el mundo l solo guerra;tres mil vasallos tiene este famoso,usado tras las fieras en la sierra.Millarapu, aunque viejo, el cuarto vinoque cinco mil gobierna de contino.Paicabi se junt aquel mismo da,tres mil diestros soldados seorea.No lejos Lemolemo dl vena,que tiene seis mil hombres de pelea.Mareguano, Gualemo y Lebopase dan priesa a llegar, porque se veaAlonso de Ercillaque quieren ser en todo los primeros;gobiernan estos tres, tres mil guerreros.No se tard en venir, pues, Elicuraque al tiempo y plazo puesto haba llegado,de gran cuerpo, robusto en la hechura,por uno de los fuertes reputado;dice que ser sujeto es gran locuraquien seis mil hombres tiene a su mandado.Luego lleg el anciano Colocolo,otros tantos y ms rige ste solo.Tras ste a la consulta Ongolmo viene,que cuatro mil guerreros gobernaba.Purn en arribar no se detiene,seis mil sbditos ste administraba.Pasados de seis mil Lincoya tieneque bravo y orgulloso ya llegaba,diestro, gallardo, fiero en el semblante,de proporcin y altura de gigante.Petegueln, cacique sealado,que el gran valle de Arauco le obedecepor natural seor, y as el Estadoeste nombre tom, segn parece,como Venecia, pueblo libertado,que en todo aquel gobierno ms florece,tomando el nombre dl la seora,as guarda el Estado el nombre hoy da. La Araucanaste no se hall personalmentepor estar impedido de cristianos,pero de seis mil hombres que el valientegobierna, naturales araucanos,acudi desmandada alguna gentea ver si es menester mandar las manos.Caupolicn el fuerte no vena,que toda Pilmayqun le obedeca.Tom y Andalicn tambin vinieron,que eran del araucano regimiento,y otros muchos caciques acudieron,que por no ser prolijo no los cuento.Todos con leda faz se recibieron,mostrando en verse juntos gran contento.Despus de razonar en su venidase comenz la esplndida comida.Al tiempo que el beber furioso andabay mal de las tinajas el partido,de palabra en palabra se llegabaa encenderse entre todos gran ruido;la razn uno de otro no escuchaba,sabida la ocasin do haba nacido,vino sobre cul era el ms valientey digno del gobierno de la gente.As creci el furor, que derribandolas mesas, de manjares ocupadas,aguijan a las armas, desgajando Alonso de Ercillalas armas al depsito obligadas;y dellas se aperciben, no cesandopalabras peligrosas y pesadas,que atizaban la clera encendidacon el calor del vino y la comida.El audaz Tucapel claro decaque el cargo del mandar le pertenece;pues todo el universo conocaque si va por valor, que lo merece:Ninguno se me iguala en valenta;de mostrarlo estoy presto si se ofrece-aade el jatancioso- a quien quisiere;y a aquel que esta razn contradijere....Sin dejarle acabar dijo Elicura:A m es dado el gobierno desta danza,y el simple que intentare otra locuraha de probar el hierro de mi lanza.Ongolmo, que el primero ser procura,dice: Yo no he perdido la esperanzaen tanto que este brazo sustentare,y con l la ferrada gobernare.De clera Lincoya y rabia insanoresponde: Tratar deso es devaneo,que ser seor del mundo es en mi mano,si en ella libre este bastn poseo.Ninguno, dice Angol, ser tan vanoque ponga en igualrseme el deseo,La Araucanapues es ms el temor que pasara,que la gloria que el hecho le dara.Cayocupil, furioso y arrogantela maza esgrime, hacindose a lo largo,diciendo: Yo ver quin es bastantea dar de lo que ha dicho ms descargo;haceos los pretensores adelante,veremos de cul dellos es el cargo;que de probar aqu luego me ofrezco,que ms que todos juntos lo merezco.Alto, ss, que yo acepto el desafo-responde Lemolemo-, y tengo en nadaponer a prueba lo que es mo,que ms quiero librarlo por la espada;mostrar ser verdad lo que porfo,a dos, a cuatro, a seis en la estacada;y si todos quistin queris conmigoos har manifiesto lo que digo.Purn, que estaba aparte, habiendo odola pltica enconosa y rumor grande,diciendo, en medio dellos se ha metidoque nadie en su presencia se desmande.Y quin imaginar es atrevidoque donde est Purn ms otro mande?La grita y el furor se multiplica,quin esgrime la maza, y quin la pica.Alonso de ErcillaTom y otros caciques se metieronen medio destos brbaros de presto,y con dificultad los despartieronque no hicieron poco en hacer esto:de herirse lugar aun no tuvierony en voz airada, ya el temor pospuesto,Colocolo, el cacique ms anciano,a razn as tom la mano:Caciques del Estado defensores:codicia de mandar no me convidaa pesarme de veros pretensoresde cosa que a m tanto era debidaporque, segn mi edad, ya veis, seores,que estoy al otro mundo de partida;mas el amor que siempre os he mostrado,a bien aconsejaros me ha incitado.Por qu cargos honrosos pretendemosy ser en opinin grande tenidos,pues que negar al mundo no podemoshaber sido sujetos y vencidos?Y en esto averiguarnos no queremos,estando de espaoles oprimidos:mejor fuera esa furia ejecutallacontra el fiero enemigo en la batalla.Qu furor es el vuestro, oh araucanos!,que a perdicin os lleva sin sentillo?Contra vuestras entraas tenis manos,La Araucanay no contra el tirano en resistillo?Teniendo tan a golpe a los cristianosvolvis contra vosotros el cuchillo?Si gana de morir os ha movidono sea en tan bajo estado y abatido.Volved las armas y nimo furiosoa los pechos de aquellos que os han puestoen dura sujecin, con afrentosopartido, a todo el mundo manifiesto;lanzad de vos el yugo vergonzoso,mostrad vuestro valor y fuerza en esto,no derramis la sangre del Estadoque para redemirnos ha quedado.No me pesa de ver la lozanade vuestro corazn, antes me esfuerza,mas temo que esta vuestra valentapor mal gobierno el buen camino tuerza;que, vuelta entre nosotros la porfa,degollis vuestra patria con su fuerza;cortad, pues, si ha de ser desa manera,esta vieja garganta la primera.Que esta flaca persona, atormentadade golpes de fortuna, no procurasino el agudo filo de una espadapues no la acaba tanta desventura.Aquella vida es bien afortunadaque la temprana muerte le asegura,Alonso de Ercillapero a nuestro bien pblico atendiendo,quiero decir en esto lo que entiendo.Pares sois en valor y fortaleza,el cielo os igual en el nacimiento;de linaje, de estado y de riquezahizo a todos igual repartimiento;y en singular por nimo y grandezapodis tener del mundo el regimiento,que este gracioso don no agradecidonos ha al presente trmino trado.En la virtud de vuestro brazo esperoque puede en breve tiempo remediarse;mas ha de haber un capitn primero,que todos por l quieran gobernarse.Este ser quien ms un gran maderosustentare en el hombro sin pararse,y pues que sois iguales en la suerte,procure cada cual de ser ms fuerte.Ningn hombre dej de estar atentooyendo del anciano las razones;y puesto ya silencio al parlamentohubo entrellos diversas opiniones;al fin, de general consentimientosiguiendo las mejores intenciones,por todos los caciques acordadolo propuesto del viejo fue acetado.La AraucanaPodra de alguno ser aqu una cosaque parece sin trmino notada,y es que una provincia poderosa,en la milicia tanto ejercitada,de leyes y ordenanzas abundosa,no hubiese una cabeza sealadaa quien tocase el mando y regimiento,sin allegar a tanto rompimiento.Respondo a esto que nunca sin caudillola tierra estuvo, electo del senado;que, como dije, en Penco el Ainauillofue por nuestra nacin desbaratado,y viniendo de paz, en un castillose dice, aunque no es cierto, que un bocadole dieron de veneno en la comida,donde acab su cargo con la vida.Pues el madero sbito trado,no me atrevo a decir lo que pesaba,que era un macizo lbano fornidoque con dificultad se rodeaba.Paicab le aferr menos sufrido,y en los valientes hombros le afirmaba;seis horas lo sostuvo aquel membrudopero llegar a siete jams pudo.Cayocupil al tronco aguija presto,de ser el ms valiente confiado,y encima de los altos hombros puestoAlonso de Ercillalo deja a las cinco horas de cansado;Gualemo lo prob, joven dispuesto,mas no pas de all y esto acabado,Angol el grueso leo tom luego;dur seis horas largas en el juego.Purn tras l lo trujo medio da,y el esforzado Ongolmo ms de medio;y cuatro horas y media Lebopa,que de sufrirlo ms no hubo remedio.Lemolemo siete horas le traa,el cual jams en todo este comediodej de andar ac y all saltandohasta que ya el vigor le fue faltando.Elicura a la prueba se previeney en sustentar el lbano trabaja;a nueve horas dejarle le convieneque no pudiera ms si fuera paja;Tucapelo catorce lo sostieneencareciendo todos la ventaja;pero en esto Licoya apercebidomud en un gran silencio aquel ruido.De los hombros el manto derribandolas terribles espaldas descubra,y el duro y grave leo levantandosobre el fornido asiento lo pona;corre ligero aqu y all mostrandoque poco aquella carga le impeda.La AraucanaEra de sol a sol el da pasadoy el peso sustentaba an no cansado.Vena apriesa la noche, aborrecidapor la ausencia del sol, pero Dianales daba claridad con su salida,mostrndose a tal tiempo ms lozana.Lincoya con la carga no convida,aunque ya despuntaba la maana,hasta que lleg el sol al medio cielo,que dio con ella entonces en el suelo.No se vio all persona en tanta genteque no quedase atnita de espanto,creyendo no haber hombre tan potenteque la pesada carga sufra tanto;la ventaja le daban juntamentecon el gobierno, mando y todo cuantoa digno general era debido,hasta all justamente merecido.Ufano andaba el brbaro y contentode haberse ms que todos sealado,cuando Cupolicn aquel asiento,sin gente, a la ligera, haba llegado;tena un ojo sin luz de nacimientocomo un fino granate colorado,pero lo que en la vista le faltaba,en la fuerza y esfuerzo le sobraba. Alonso de ErcillaEra este noble mozo de alto hechovarn de autoridad, grave y severo,amigo de guardar todo derecho,spero y riguroso, justiciero;de cuerpo grande y relevado pecho,hbil, diestro, fortsimo y ligero,sabio, astuto, sagaz, determinado,y en casos de repente reportado.Fue con alegre muestra recebido,-aunque no s si todos se alegraron-;el caso en esta suma referidopor su trmino y puntos le contaron.Viendo que Apolo ya se haba escondidoen el profundo mar, determinaronque la prueba de aqul se dilatasehasta que la esperada luz llegase.Pasbase la noche en gran porfaque caus esta venida entre la gente;cul se atiene a Lincoya y cul decaque es el Caupolicano ms valiente.Apuestas en favor y contra haba;otros, sin apostar, dudosamente,hacia el oriente vueltos aguardabansi los febeos caballos asomaban.Ya la rosada Aurora comenzabalas nubes a bordar de mil laboresy a la usada labranza despertaba La Araucanala miserable gente y labradores,y a los marchitos campos restaurabala frescura perdida y sus colores,aclarando aquel valle la luz nueva,cuando Cupolicn viene a la prueba.Con un desdn y muestra confiadaasiendo del troncn duro y udoso,como si fuera vara delicadase le pone en el hombro poderoso.La gente enmudeci maravilladade ver el fuerte cuerpo tan nervoso,la color a Lincoya se le muda,poniendo en su vitoria mucha duda.El brbaro sagaz de espacio andabay a todo priesa entraba el claro da;el sol las largas sombras acortabamas l nunca descrece en su porfa.Al ocaso la luz se retirabani por esto flaqueza en l haba;las estrellas se muestran claramente,y no muestra cansancio aquel valiente.Sali la clara luna a ver la fiestadel tenebroso albergue hmido y fro,desocupando el campo y la florestade un negro velo lbrego y sombro.Caupolicn no afloja de su apuesta,antes con mayor fuerza y mayor bro Alonso de Ercillase mueve y representa de maneracomo si peso alguno no trujera.Por entre dos altsimos ejidosla esposa de Titn ya pareca,los dorados cabellos esparcidosque de la fresca helada sacuda,con que a los mustios prados florecidoscon el hmido humor reverdeca,y quedaba engastado as en las florescual perlas entre piedras de colores.El carro de Faetn sale corriendodel mar por el camino acostumbrado;sus sombras van los montes recogiendode la vista del sol, y el esforzadovarn, el grave peso sosteniendo,ac y, all se mueve no cansado,aunque otra vez la negra sombra espesatornaba a parecer corriendo a priesa.La luna su salida provechosapor un espacio largo dilataba;al fin, turbia, encendida y perezosa,de rostro y luz escasa se mostraba.Parse al medio curso ms hermosaa ver la estraa prueba en qu paraba,y vindola en el punto y ser primerose derrib en el rtico hemisfero,y el brbaro, en el hombro la gran viga, La Araucanasin muestra de mudanza y pesadumbre,venciendo con esfuerzo la fatigay creciendo la fuerza por costumbre.Apolo en seguimiento de su amigatendido haba los rayos de su lumbrey el hijo de Leocn, en el semblantems firme que al principio y ms constante.Era salido el sol, cuando el inormepeso de las espaldas despeda,y un salto dio en lanzndole disforme,mostrando que an ms nimo tena;el circunstante pueblo en voz conformepronunci la sentencia y le deca:Sobre tan firmes hombros descargamosel peso y grande carga que tomamos.El nuevo juego y pleito difinido,con las ms cerimonias que supieronpor sumo capitn fue recibidoy a su gobernacin se sometieron.Creci en reputacin, fue tan temidoy en opinin tan grande le tuvieron,que ausentes muchas leguas dl temblabany casi como a rey le respetaban.Es cosa en que mil gentes han paradoy estn en duda muchos hoy en da,parecindoles que esto que he contadoes alguna ficin y poesa; Alonso de Ercillapues en razn no cabe que un senadode tan gran diciplina y pulicapusiese una eleccin de tanto pesoen la robusta fuerza y no en el seso.Sabed que fue artificio, fue prudenciadel sabio Colocolo, que mirabala daosa discordia y diferenciay el gran peligro en que su patria andaba,conociendo el valor y suficienciadeste Caupolicn que ausente estaba,varn en cuerpo y fuerzas estremado,de rara industria y nimo dotado.As propuso astuta y sabiamente(para que la elecin se dilatase)la prueba al parecer impertinenteen que Caupolicn se sealase,y en esta dilacin tan convenientedndole aviso, a la eleccin llegase,trayendo as el negocio por rodeoa conseguir su fin y buen deseo.Celebraba con pompa all el senadode la justa elecin la fiesta honrosay el nuevo capitn, ya con cuidadode dar principio a alguna grande cosa,manda a Palta, sargento, que, callado,de la gente ms presta y animosaLa Araucanaochenta diestros hombres apercibay a su cargo apartados los reciba.Fueron, pues, escogidos los ochentade ms esfuerzo y menos conocidos;entre ellos dos soldados de gran cuentapor quien fuesen mandados y regidos,hombres diestros, usados en afrenta,a cualquiera peligro apercebidos;el uno se llamaba Cayeguano,el otro Alcatipay de Talcaguano.Tres castillos los nuestros ocupadostenan para el seguro de la tierra,de fuertes y anchos muros fabricados,con foso que los cie en torno y cierra,guarnecidos de plticos soldadosusados al trabajo de la guerra,caballos, bastimento, artillera,que en espesas troneras asista.Estaba el uno cerca del asientoadonde era la fiesta celebrada,y el araucano ejrcito contentomostrando no temer al mundo en nada,que con discurso vano y movimientoquera llevarlo todo a pura espada;pero Caupolicn ms cuerdamentetrataba del remedio conveniente. Alonso de ErcillaHaba entre ellos algunas opinionesde cercar el castillo ms vecino;otros, que con formados escuadronesa Penco enderezasen el camino;dadas de cada parte sus razonesCaupolicn en nada desto vino,antes al pabelln se retirabay a los ochenta brbaros llamaba.Para entrar el castillo fcilmenteles da industria y manera disfrazada,con expresa instrucin que plaza y gentemetan a fuego y a rigor de espada,porque l luego tras ellos diligenteocupar los pasos y la entrada;despus de haberlos bien amonestado,pusieron en efecto lo tratado.Era en aquella plaza y edificiola entrada a los de Arauco defendida,salvo los necesarios al serviciode la gente espaola estatuidaa la defensa della y ejerciciode la fiera Belona embravecida;y as los cautos brbaros soldadosde feno, yerba y lea iban cargados.Sordos a las demandas y preguntassiguen su intento y el camino usado,las cargas en hilera y orden juntas, La Araucanahabiendo entre los haces sepultadoastas fornidas de ferradas puntas;y as contra el castillo, descuidadodel encubierto engao, caminabany en los vedados lmites entraban.El puente, muro y puerta atravesandomiserables, los gestos afligidos,algunos de cansados cojeando,mostrndose marchitos y encogidos;pero dentro las cargas desatando,arrebatan las armas atrevidos,con amenaza, orgullo y confianzade la esperada y sbita venganza.Los fuertes espaoles salteados,viendo la airada muerte tan vecina,corren presto a las armas, alteradosde la estraa cautela repentina,y a vencer o morir determinados,cul con celada, cul con coracina,salen a resistir la furia insanade la brava y audaz gente araucana.Asltanse con mpetu furioso,suenan los hierros de una y otra parte;all muestra su fuerza el sanguinosoy ms que nunca embravecido Marte.De vencer cada uno deseoso,buscaba nuevo modo, industria y arte Alonso de Ercillade encaminar el golpe de la espadapor do diese a la muerte franca entrada.La saa y el coraje se renuevacon la sangre que saca el hierro duro;ya la espaola gente a la india llevaa dar de las espaldas en el muro;ya el infiel escuadrn con fuerza nuevacobra el perdido campo mal seguro,que estaba de los golpes esforzadoscubierto de armas, y ellos desarmados.Vindose en tanto estrecho los cristianos,de temor y vergenza constreidos,las espadas aprietan en las manosen ira envueltos y en furor metidos;cargan sobre los fieros araucanospor el mpetu nuevo enflaquecidos;entran en ellos, hieren y derribany a muchos de cuidado y vida privan.Siempre los espaoles mejorabanhaciendo fiero estrago y tan sangrientoen los osados indios, que pagabanel poco seso y mucho atrevimiento.Casi defensa en ellos no hallaban,pierden la plaza y cobran escarmiento;al fin de tal manera los trataronque a fuerza de los muros los lanzaron. La AraucanaApenas Cayegun y Talcaguanosalan, cuando con paso apresuradoasom el escuadrn caupolicanoteniendo el hecho ya por acabado;mas viendo el esperado efeto vanoy el puente del castillo levantado,pone cerco sobre l, con juramentode no dejarle piedra en el cimiento.Sintiendo un espaol mozo que habademasiado temor en nuestra gente,ms de temeridad que de osadacala sin miedo y sin ayuda el puentey puesto en medio dl, alto deca:Salga adelante, salga el ms valiente,uno por uno a treinta desafoy a mil no negar este cuerpo mo.No tan presto las fieras acudieronal bramar de la res desamparada,que de lejos sin orden conocierondel pueblo y moradores apartada,como los araucanos cuando oyerondel valiente espaol la voz osada,partiendo ms de ciento presurososdel lance y cierta presa codiciosos.No porque tantos vengan temor tieneel gallardo espaol ni esto le espanta,antes al escuadrn que espeso viene Alonso de Ercillapor mejor recebirle se adelanta.El curso enfrena, el mpetu detienede los fieros contrarios, que con tantafuria se arroja entre ellos sin recelo,que rodaron algunos por el suelo.De dos golpes a dos tendi por tierra,la espada revolviendo a todos lados;aqu esparce una junta y all cierraadonde vee los ms amontonados;igual andaba la desigual guerracuando los espaoles bien armadosabriendo con presteza un gran postigosalen a la defensa del amigo.Acuden los contrarios de otra partey en medio de aquel campo y ancho llanoal ejercicio del sangriento Marteviene el bando espaol y araucano;la primera batalla se desparte,que era de ciento a un solo castellano;vuelven el crudo hierro no teidocontra los que del fuerte haban salido.Arrjanse con furia, no dudando,en las agudas armas por juntarsey con las duras puntas van tentandolas partes por do ms pueden daarse.Cual los Cclopes suelen, martillandoen las vulcanas yunques, fatigarse, La Araucanaas martillan, baten y cercenan,y las cavernas cncavas atruenan.Andaba la vitoria as igualmente,mas gran ventaja y diferencia habaen el nmero y copia de la genteaunque el valor de Espaa lo supla;pero el soberbio brbaro impacienteviendo que un nuestro a ciento resista,con diablica furia y movimientoarranca a los cristianos del asiento.Los espaoles, sin poder sufrillo,dejan el campo y de tropel corriendose lanzan por las puertas del castillo,al brbaro la entrada resistiendo,levan el puente, calan el rastrillo,reparos y defensas preveniendo;suben tiros y fuegos a lo alto,temiendo el enemigo y fiero asalto.Pero viendo ser todo perdimientoy aprovecharles poco o casi nada,de voto y de comn consentimientosu clara destruicin considerada,acuerdan de dejar el fuerte asiento;y as en la escura noche deseadacuando se muestra el mundo ms quietola partida pusieron en efecto. Alonso de ErcillaA punto estaban y a caballo cuandoabren las puertas, derribando el puentey a los prestos caballos aguijandoel escuadrn embisten de la frente,rompen por l hiriendo y tropellando,y sin hombre perder, dichosamentearriban a Purn, plaza segura,cubiertos de la noche y sombra escura.Mientras esto en Arauco suceda,en el pueblo de Penco, ms vecinoque a la sazn en Chile floreca,frtil de ricas minas de oro fino,el capitn Valdivia resida,donde la nueva por el aire vinoque afirmaba con trmino asignadola alteracin y junta del Estado.El comn, siempre amigo de ruido,la libertad y guerra deseando,por su parte alterado y removido,se va con este sn desentonando;al servicio no acude prometido,sacudiendo la carga y levantandola soberbia cerviz desvengonzada,negando la obediencia a Carlos dada.Valdivia, perezoso y negligente,incrdulo, remiso y descuidado,hizo en la Concepcin copia de gente, La Araucanams que en ella, en su dicha confiado;el cual, si fuera un poco diligente,hallaba en pie el castillo arruinado,con soldados, con armas, municiones,seis piezas de campaa y dos caones.Tena con la Imperial concierto hechoque alguna gente armada le enviase,la cual a Tucapel fuese derechodonde con l a tiempo se juntase;resoluto en hacer all de hechoun ejemplar castigo que sonaseen todos los confines de la tierra,porque jams moviesen otra guerra.Pero dej el camino provechosoy, descuidado dl, torci la va,metindose por otro, codicioso,que era donde una mina de oro haba;y de ver el tributo y don hermosoque de sus ricas venas ofreca,par de la codicia embarazado,cortando el hilo prspero del hado.A partir, como dije antes, llegabaal concierto en el tiempo prometido,mas el metal goloso que sacabale tuvo a tal sazn embebecido;despus sali de all y se apresurabacuando fuera mejor no haber salido.Alonso de ErcillaQuiero dar fin al canto porque puedadecir de la codicia lo que queda.