almanzor. la aventura de la historia 46

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1 DOSSIER pág. 56 El dictador Laura Bariani pág. 64 Martillo de cristianos Julio Valdeón pág. 69 pág. 70 Algeciras, centinela del Magreb Antonio Torremocha Héroe de leyenda Soha Abboud y Paulina López Terror de los cristianos y héroe bendecido por Dios para los musulmanes. A los mil años de su nacimiento en Algeciras, su figura sigue siendo controvertida, porque si bien reforzó el poder árabe en la Península, erosionó la autoridad califal y abrió la puerta que condujo a los reinos de taifas y la desintegración de la España musulmana ALMANZOR Un emir da instrucciones a sus soldados, ilustración de Entretenimiento de califas (Bib. de El Escorial). mil años de un mito

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Page 1: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

1

DOSSIER

pág. 56

El dictador Laura Bariani

pág. 64

Martillo de cristianosJulio Valdeón

pág. 69 pág. 70

Algeciras, centineladel MagrebAntonio Torremocha

Héroe de leyendaSoha Abboudy Paulina López

Terror de los cristianos y héroe bendecido por Dios para losmusulmanes. A los mil años de su nacimiento en Algeciras,

su figura sigue siendo controvertida, porque si bien reforzó elpoder árabe en la Península, erosionó la autoridad califaly abrió la puerta que condujo a los reinos de taifas y la

desintegración de la España musulmana

ALMANZOR

Un emir da instrucciones a sus soldados, ilustración de Entretenimiento de califas (Bib. de El Escorial).

mil años de un mito

Page 2: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

Se cuenta que, en la noche del30 de septiembre del 976, unmeteoro incandescente apare-ció en los cielos de al-Andalus.

Aquella misma noche, una angina depecho se llevó al otro mundo al Prínci-pe de los Creyentes, al-Hakam II. Du-rante los largos meses de su agonía, lasriendas del poder habían estado enmanos del visir Ya‘far al-Mushafî, engeneral juzgado como un mal gober-nante. Sin embargo, lo único que preo-cupaba a al-Hakam II en su lecho demuerte era el problema de la sucesión.Su hora se aproximaba con paso deci-dido y morir en plena niñez de Hisham–el hijo que le había dado su favoritaSubh– acabaría poniendo en discusiónsu investidura. Pese a que al-Hakam IIhabía impuesto ya que se le prestarajuramento de fidelidad –lo que impli-caba su investidura por anticipado– laposición del príncipe Hisham era in-cierta. En las antecámaras del califa en-fermo se discutía sin cesar sobre la su-cesión. Nadie tomaba a la ligera lo dis-puesto por al-Hakam II, pero muchoscuestionaban que el acta de la jura aHisham tuviera valor legal. Con tan só-lo once años, el hijo del califa no cum-plía los requisitos necesarios para ac-ceder al poder que, según la Ley islá-mica, podía reivindicar cualquiera de

los Quraysh –la tribu del Profeta, de laque los Omeyas eran una rama– siem-pre que fuera adulto. Más aún, el nom-bre que más se mencionaba como su-cesor no era el de Hisham, sino el desu tío, al-Mughîra.

Aún antes de que se difundiera la no-ticia de la muerte del califa, las faccio-nes más influyentes de su entorno tra-taron de imponer su propio candidato.Sin contar con el malestar que provo-caba la idea de que al-Andalus acabarateniendo un califa niño, se impusieronlos partidarios de Hisham, encabezadospor Ya‘far al-Mushafî. Al-Mughîra fue

asesinado sin demora, escarmientoque, seguramente, disuadió a los de-más Omeyas de reivindicar el trono. Almismo tiempo, la Señora Madre, Subh,movilizó ingentes sumas de dinero, queatrajeron a su bando a las personalida-des más notables del califato.

Tras una larga ceremonia, el pequeñoHisham se convirtió en el décimo señorde al-Andalus con el sobrenombre deal-Mu’ayyad bi-Llah –El que recibe elapoyo de Dios–. Entonces algunos jura-ron haber visto una columna de luz ver-de tragarse el meteoro incandescenteque, desde la noche de la muerte de al-Hakam, amenazaba la Península.

En 929, el abuelo de Hisham, Abd al-Rahman III, había decidido dejar el tí-tulo de emir de los anteriores Omeyasde al-Andalus, para adoptar el de cali-fa, de mayor envergadura ideológica.Al mismo tiempo, imitando a los Aba-síes y a los Fatimíes –las otras dos di-nastías que, en aquella época, se dis-putaban el derecho al califato–, Abd al-Rahman había asumido un sobrenom-bre que matizaba el vínculo que, pre-tendidamente, le unía al Altísimo. Alllamarse “el Victorioso por la Religiónde Dios” (al-Nasir li-Dîn Allah), quisosubrayar que sus continuos éxitos mili-tares confirmaban el favor que el To-dopoderoso otorgaba al poder que tansólo él ostentaba legítimamente en elmundo del Islam. Su hijo al-Hakam IIlo imitó, al proclamarse “Aquel que re-

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LAURA BARIANI es doctora en Historia Árabe,CSIC, Madrid.

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A la sombra de un califa niño

EL DICTADORAlmanzor, el más famoso caudillo del Islam occidental, fue, según Laura Bariani, un hábil cortesano que maniobró hasta hacerse con el poder absoluto, escudado tras el trono del minusválido Hisham II

Capitel de los Cuatro Músicos, una piezarepresentativa de la escultura omeya del siglo X (Córdoba, Museo Arqueológico).

Retrato figurado deAlmanzor, por Francisco

Zurbarán (Madrid, col.particular).

ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

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cibe la ayuda victoriosa de Dios” (al-Mustansir bi-Llah). Nombres que exal-taban la victoria en la yihad, es decir lalucha contra los infieles, objetivo su-premo del jefe de los musulmanes.

El caso de Hisham era más complica-do, pues antes de que pudiera guiar alos musulmanes hacia la victoria debíaesperar a su mayoría de edad. Presen-

tarle, pues, como nuevo campeón de layihad habría sido un error político; pa-ra mantenerle en el trono era más acon-sejable limitarse a confiar en el “apoyode Dios”, dejando las victorias para elfuturo. Sería otra persona la que seapropiaría, de nombre y de hecho, de lalegitimación política que emanaba de la

yihad: “el Victorioso”, al-Mansûr en ára-be, sobrenombre honorífico que loscristianos malpronunciaron como Al-manzor.

La escaladaMuhammad Ibn Abî Âmir –Almanzor–nació alrededor del 939 cerca de Alge-ciras. En Córdoba estudió para cadí y

así entró en el entorno califal, segúnparece gracias a Ya‘far al-Mushafî. Asíse le brindó la posibilidad de relacio-narse con importantes jefes beréberes ycon oficiales del ejército califal de la ta-lla del general supremo Galib. El nom-bramiento como administrador del pe-queño Hisham y de su madre, Subh,

car a su propio hijo con el fin de quesu amante se hiciese con el poder. Fue-sen cuales fuesen estas relaciones, locierto es que Subh y Almanzor com-partieron durante muchos años el mis-mo objetivo: que Hisham continuarasiendo el califa.

En 977, grupos de cristianos violaronlos territorios musulmanes aprovechan-do el momento de transición políticaandalusí; el chambelán (hayib) al-Mus-hafî no respondió con vigor a la crisisfronteriza, decepcionando a muchos.Almanzor, que era ya general, aprove-chó este titubeo para medrar: apeló alyihad contra los infieles y él mismoacaudillaría la guerra, puesto que el pe-queño califa no podía todavía hacerlo.

Aquella campaña unió para siempreel desempeño de las actividades milita-

res de al-Andalus a Almanzor. Sus éxi-tos, aunque modestos, proporcionaronal amirí el cargo de general supremode las tropas de la capital y la direcciónde toda expedición, junto al renombra-do general de las tropas fronterizas,Galib, con cuya hija se casó.

Encumbrados por sus victorias, losdos generales acordaron eliminar al de-sacreditado al-Mushafî y hacerse consu poder. Al-Mushafî fue obligado acompartir su cargo con Galib y, pocodespués, fue arrestado. Almanzor ocu-pó su puesto, siempre en compañía deGalib. Afianzada la posición de hayib,este último volvió a Medinaceli paracuidar los asuntos fronterizos, mientrasque su yerno Almanzor se quedó en lacapital.

El brazo del califaHisham llevaba una vida cada vez másretirada e, intencionadamente, se difun-dió el rumor de que, aunque el califa

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constituyó la clave de su escalada alpoder. La Señora Subh tenía claro quepara sentar a su hijo en el trono y man-tenerlo en él, necesitaba que alguien laconectase con el mundo del poder, porlo que convirtió a su servidor Almanzoren su brazo derecho.

El joven califa honró a Yafar al-Mus-hafi, jefe de sus partidarios, con el car-go de chambelán (hayib), en la prácti-ca, su propio regente; al mismo tiem-po, Almanzor –que se había encargadode sobornar a los notables por ordende Subh, así como de hacer asesinar aal-Mughîra– recibió el rango de visir yuna misión de gran provecho: la demediador entre el consejo de los visiresy la Señora Madre, lo que le permitióentrometerse en la gestión del poder.Mientras, empezaron a circular rumo-res de una relación amorosa entre losdos, tal vez engendradas por sus fre-cuentes relaciones. Incluso se llegó adecir que Subh no dudaría en perjudi-

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A LA SOMBRA DE UN CALIFA NIÑO, EL DICTADORALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

Ejército para un caudillo

Para llevar a cabo sus campañas mili-tares, que justificaban su poder a los

ojos del pueblo y de los estamentos reli-giosos, Almanzor reformó el ejército, tra-tando de controlar a todos sus elementos:

1. Abolió del sistema de yund: repartode las tareas y cuerpos del ejército segúnsu origen étnico o tribal –vigente desdela llegada de los omeyas a al-Andalus– ylo sustituyó por otro que englobaba a to-dos los elementos de la sociedad –árabes,eslavos (esclavos cortesanos de origeneuropeo), beréberes (reclutó a muchoscomo mercenarios, suscitando el receloárabe), así como esclavos negros traídosdel Sudán.

2. Abolición del servicio militar, tantovoluntario como obligatorio, que presta-ban los andalusíes, en favor de ese ejérci-to profesional.

3. Abolición del sistema de concesionesterritoriales otorgadas a los militares co-mo retribución por sus servicios y su sus-titución por la soldada, que se financiabaa través de un impuesto nuevo que grava-ba los bienes muebles e inmuebles de losandalusíes; para ello, se hizo un registrodetallado de las propiedades y se fomentóla agricultura, a cambio de la exencióndel servicio militar.

Aumentó la producción de armas y fo-mentó su evolución (en Sevilla se fabri-caban las espadas en Córdoba, los escu-dos y las adargas, y los arcos, en MedinaZahara).

Supervisaba el suministro de pertre-chos al ejército, sobre todo los caballos, decuya cría en Sevilla y Córdoba exigía ri-gurosas cuentas; asimismo, solía enviaragentes al Norte de África a comprarlos.

Todo ello le permitió el aumento delnúmero de campañas anuales, ya no res-tringidas al verano –como indica el nom-bre de aceifa– sino que se organizaban du-rante todo el año.

Mejoró los sistemas de ataque y de ase-dio, animando a los soldados que toma-ban parte en los mismos a instalarse defi-nitivamente alrededor del núcleo cristia-no asediado –se les daba un sueldo adicio-nal y una tierra para cultivarla– agotandoasí la resistencia del enemigo. Su campa-ña contra Santiago de Compostela, con elempleo de la marina en trabajos de sumi-nistro, transporte de tropas y asaltos anfi-bios, es de gran modernidad; su empleode la caballería, extraordinario. Para esteataque, dispuso de 1.700 caballos, ciframuy elevada en aquella época

SOHA ABBOUD

Subh, la madre de Hisham, aupó aAlmanzor para sentar a su hijo en eltrono y se rumoreaba que eran amantes

La Corte de Abderramán III,creador del Califato de

Córdoba, según una visiónromantica del siglo XIX

(Dionisio Baixeras,Universidad de Barcelona).

Bote de marfil de al-Mughîra, fabricado enlos talleres califales de Córdoba (París,

Museo del Louvre).

Page 4: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

la, le resultaron de gran utilidad. Duran-te los tres primeros años del califato deHisham, Almanzor lanzó ocho campa-ñas contra el Norte cristiano. Aquella in-tensa práctica de la yihad tenía el obje-tivo de lograr mayor consenso y afinarsus conocimientos militares, siendo Ga-lib su maestro por lo menos en dos ac-ciones. Pese a sus esfuerzos, era su sue-gro Galib quien seguía siendo conside-rado el héroe de todos los héroes, gra-cias a su enorme experiencia en la gue-rra, lo que mantenía a Almanzor en se-gundo plano y estorbaba sus propósitosambiciosos. Por su parte, Galib, muyalerta desde que el amirí había contac-tado con tropas beréberes, estaba segu-ro de que su yerno pretendería excluir-le del poder. La ruptura entre los dosfue inevitable y, tras diversas vicisitudes,en 981 Almanzor venció sorprendente-mente a su suegro.

La eliminación de la autoridad moralrepresentada por Galib, allanó el cami-no de Almanzor hacia el poder absolu-to. Es llamativo que la batalla en la queel general encontró la muerte pasara ala historia como la “campaña de la Vic-toria” y que tras ella Almanzor lograra elsobrenombre de “el Victorioso” (al-Mansûr) que glorificaba sus éxitos mili-tares y el papel de baluarte del califatoy del Islam que representaría hasta sumuerte.

Conspiración femeninaComo único hayib de al-Andalus, Al-manzor empezó a buscar mayores re-conocimientos: el besamanos para él ysus hijos o la emisión de disposicionesen su propio nombre. Se cuenta, inclu-so, que, en 991, habría consultado a vi-sires y alfaquíes sobre la posibilidad deser entronizado como califa, una inicia-tiva que quedó en papel mojado. Laarrogancia del amirí acabó por enfure-cer a Subh: además de haberla aparta-do poco a poco del poder, Almanzorestaba anteponiendo sus ambiciones alinterés del califato.

En 996, Subh urdió una conspiraciónpara arrebatar el poder al amirí, apoya-da por el entorno califal y por adversa-rios de Almanzor que querían conver-tirse en los nuevos tutores de Hisham.Fue una crisis muy grave, que convul-sionó al-Andalus durante mucho tiem-po. En este contexto, Almanzor reafir-mó su grandeza y autoridad, infligien-

había decidido entregarse al servicio deDios, continuaría gobernando mediantesu único vínculo terrenal: Almanzor.Confirmando aquella escenificación, Al-manzor mantuvo intactos los signos ex-teriores de la soberanía de Hisham II yle atribuyó toda decisión política. Pese aello, se empezó a comentar en Córdobaque el el hayib había convertido al cali-fa en una marioneta, situación a la quealgunos intentaron remediar.

A finales de 978, un grupo de digna-tarios y ulemas resolvió destronar al ca-lifa y sustituirlo por un omeya adulto.La conspiración abortó antes de empe-zar y comenzó un proceso que dividióa los alfaquíes que tenían que juzgar loocurrido. La mayoría consideró a losacusados inocentes, por no haber co-metido el hecho; pero, al final, preva-leció la opinión de Almanzor y Subh,quienes impusieron un castigo ejem-plar, como aviso para quien no acepta-ra a Hisham como califa.

Los acontecimientos de 978 habíanhecho tambalear peligrosamente eltrono, planteando problemas que ur-gía remediar. Comenzando por la im-plicación de algunos juristas en laconspiración y por la posición adopta-da en el proceso por parte del conse-jo de los alfaquíes reflejaba claramen-te la reprobación que éstos sentían ha-cia la forma de gobierno que se esta-ba afianzando en al-Andalus. Para

apaciguar los ánimos y refutar el esca-so respeto por la Ley islámica que sele atribuía, Almanzor ordenó que sepurgara la famosa biblioteca de al-Ha-kam, retirando de ella y destruyendotoda obra dedicada a disciplinas malvistas por los alfaquíes, como Lógica,Filosofía y Astrología.

Como la amenaza de que un omeya

intentara adueñarse del poder seguíalatente, Almanzor maniobró para cerrarel paso al mayor número posible deomeyas, doblegando sus voluntades yhaciéndoles desear tan sólo vivir enpaz en sus propias moradas.

Una ciudad propiaGracias a estas y a otras medidas, Al-manzor consiguió reforzar su poder po-lítico, pero cuanto más aumentaba éstetantos más riesgos comportaba su situa-ción. Mucho ambicionaban el papel quedesempeñaba el amirí, puesto que eracada vez más evidente que Hishamsiempre necesitaría a alguien que go-bernase en su nombre. Por su parte, Al-manzor advertía que no era ni insusti-tuible ni invulnerable. El temor por suvida fue uno de los motivos que le in-dujo a construir, lejos de los manejos delalcázar califal, su propia ciudad-palacio–al-Madîna al-Zahira, “la Ciudad Res-plandeciente”–, donde poco a pocotransferiría toda actividad de gobierno.Paralelamente, logró librarse de todosaquellos que ambicionaban su puesto.Lo intentó incluso su hijo mayor AbdAllah. Sin embargo, lo que más necesi-taba Almanzor era poder contar con elapoyo de tropas de plena confianza. Poreso, se rodeó de beréberes de recienteinmigración quienes, por no estar direc-tamente implicados en los juegos de po-der que se desarrollaban en la Penínsu-

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ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

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A LA SOMBRA DE UN CALIFA NIÑO, EL DICTADOR

El fracaso de Almanzor

En el plano militar, la reforma de Al-manzor apenas perduró durante el

gobierno de su primer hijo Abd al-Malik–apodado al-Muzaffar, como si de un reyo emir se tratara– y tuvo repercusionesnegativas, ya que, para sufragar los in-mensos gastos militares, aumentó la pre-sión fiscal sobre la tierra y los cultivos,dando lugar a muchos abusos de los al-cabaleros. Esta situación desembocó enun abandono del cultivo de las tierras,elemento económico de primer orden,con el consecuente empobrecimiento delas arcas del Estado y su repercusión enel debilitamiento del ejército. Sin em-bargo, según el emir zirí, Ibn Bullugin,los reinos de taifas mantuvieron, en sumayoría, ejércitos profesionales, como lohabía hecho Almanzor, eximiendo a losandalusíes de la prestación de serviciosmilitares.

En el plano político, Almanzor tam-bién fracasó. El equilibrio que había man-tenido frente al califa omeya Hisham II,manteniendo su poder formal y reserván-dose el efectivo –equilibrio seguido porsu hijo Abd al-Malik–, se derrumbó a lamuerte de éste, en 1008. Su segundo hi-jo, Abd al-Rahman Sanchuelo, que asumió

la posición de poder labrada por su padre,logró que el califa Hisham II le nombraraheredero suyo, lo que desató la ira delpueblo y de la aristocracia, cada uno porsus propios motivos. El estallido de lagran rebelión de los cordobeses, en 1009,marcó el final del equilibrio amiri y dio altraste con toda la estructura omeya de unEstado centralizado.

Esta situación, añadida a las debilida-des inherentes del Estado omeya árabe ensuelo peninsular, además de la naturalezade al-Andalus como sociedad fronteriza,cuyos enemigos habían empezado a refor-zarse, desembocó en un debilitamientogeneral de la estructura (ver La Aventurade la Historia, nº 32, págs. 28-38). Conju-gado esto con el poder que habían adqui-rido ciertos elementos del ejército con Al-manzor, se formó el cuadro que iba a sig-nificar un nuevo período histórico en laEspaña musulmana, que se conoce con unarabismo “los reinos de taifas” u “organi-zación independiente minoritaria dentrode un conjunto”, destinados a pervivirmientras no hubiera un poder aglutina-dor. Ésta sería la fuerza integradora e in-tegrista almorávide.

SOHA ABBOUD

La política

Consciente de su posición de usurpadordel poder de facto en el Estado califal

de Córdoba, Ibn Abi Amir, una vez insta-lado en las altas instancias de la adminis-tración estatal, emprende una política di-señada con dos objetivos típicamente dic-tatoriales: satisfacer a la calle con medidaspopulistas y acallar a los detractores con unférreo control sobre el ejército y la aristo-cracia. Manteniendo, por supuesto, la inte-gridad del Estado, del que se hace respon-sable por medio de continuas algaras, tan-to contra el Norte cristiano como contra laorilla norafricana de signo chíi fatimí.

En cuanto pudo manejar algunos hilos,Almanzor eximió a la población del pagode un gravamen sobre el aceite; mandóquemar parte de la biblioteca del califa al-Hakam, que le había facilitado el acceso a

la administración, y en 990 incluso parti-cipó personalmente de las tareas de ayudaa los que padecieron la hambruna de aquelaño. Impuso a los andalusíes que le dis-pensaran un tratamiento ceremonioso pro-pio de emires y de reyes y mantuvo unasregulares aceifas a los distintos puntos deal-Andalus para mostrar su poderío.

Se hizo legendaria su crueldad con susdetractores, lo que llevó al polígrafo gra-nadino Ibn al-Jatib a decir en una de suscrónicas: “No dejó de paralizar ni una ma-no de la que sospechase pudiera atentarcontra él ni de sacar un ojo que le observa-se con severa mirada”.

Su actuación tomó tres rumbos: la des-vinculación del poder ficticio del califaomeya, para lo que construyó su ciudadpalaciega, al-Madina al-Zahira, a la que

trasladó el tesoro del Estado, en una claramaniobra para suplantar a Medina Azaha-ra e incluso a Córdoba (la capital amirí fuereducida a cenizas tras la rebelión de1009); el lanzamiento de las algaras contralos cristianos que se hicieron legendariaspor sus repercusiones devastadoras y por laprecisión de su ejecución; y, por último, elmantenimiento de la autoridad cordobesaen el Norte de África, por medio de cam-pañas militares para hacer frente a los fati-míes chiíes, que buscaban aferrarse al po-der para luego saltar a Egipto –donde fun-daron El Cairo– y desde allí asaltar el po-der abbasí en Bagdad.

(Recuadro elaborado según el libro Almanzor y su época, de A. Torremocha

y V. Martínez).

El rey lee una carta a la reina, miniatura del manuscrito árabe del siglo XIII Consolaciones en elentretenimiento de Califas (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

Detalle de un relieve en marfil de la Arquetade Leyre, de principios del siglo XI(Pamplona, Museo de Navarra).

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do a la Cristiandad, en 997, la mayorafrenta posible: la toma y saqueo deSantiago de Compostela. Su éxito fuecompleto: poco después se cerró la cri-sis con la renovación de la investiduracomo califa de Hisham, bajo la condi-ción de que delegara todo poder en Al-manzor; ese acuerdo selló la derrota deSubh, que murió poco después. Desdeentonces nada turbó el peculiar equili-brio que se había establecido en la ges-tión del poder andalusí.

La utilidad de un califa inútilAntes de fallecer, en agosto de 1002, Al-manzor trasmitió a su hijo y heredero,‘Abd al-Malik, su testamento político, enel que puso todo el énfasis en la necesi-dad de preservar intacta la soberanía deHisham. Para gestionar el poder, ‘Abdal-Malik precisaba, en efecto, el escudode legitimidad que sólo el califa podíaproporcionarle. Eso desataba el odio delos Omeyas contra los Amiríes, quemantenían a Hisham en el trono pese asu ignorancia e incapacidad. Esto últimocorrobora la sensación de que algo raro

pasaba con Hisham. Algunos historia-dores se refieren a él como un pobre ni-ño obligado por Almanzor a vivir encompleta soledad, lo cual, con el tiem-po, habría perjudicado su salud mental.Sin embargo, otros mencionan su frágilconstitución, su carácter iracundo, suevidente incapacidad para desempeñarel cargo de califa o sus diversos defec-tos celosamente ocultados. Por si esto

fuera poco, incluso se dice que Hishamcreció sufriendo problemas motrices yque tenía la parte izquierda del rostroparalizada; y, también, que había idoperdiendo capacidad intelectual segúnse fue haciendo mayor.

A la luz de estas informaciones, lacuestión parece plantearse en dos tér-minos: o bien Hisham sufrió un pro-gresivo aturdimiento a causa del tipo

de vida que le impuso Almanzor, obien éste pudo instaurar una nueva for-ma de gobierno aprovechando las limi-taciones físicas y mentales que padecíael califa. Reconsiderando la historia delperíodo, varios detalles apoyan esta úl-tima hipótesis, abriendo nuevas pers-pectivas sobre la época amirí. Bastarárecordar su casi total ausencia de la vi-da pública, o que –a juzgar por ciertos

relatos– Hisham sólo saliera del alcázardisfrazado de mujer y mezclado condamas de su harén, para pasear por ca-lles desalojadas. Medidas como estasparecen encaminadas a suprimir todaimagen pública del califa, tanto máscuanto que su precaria integridad físicay mental podía poner en peligro sucontinuidad en el trono, de la que de-pendía el poder de Almanzor. n

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ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

Detalle de la parte superior de la Puerta de al-Hakam, en la Mezquita de Córdoba.

El califa Hisham estuvo ausente de la vidapública. Sólo salía del alcázar para pasearmezclado con las damas de su harén

939. Nace Almanzor en lasproximidades de Algeciras. Elprimer amirí en pisar el suelode al-Andalus participó en laconquista de la Península, re-cibiendo tierras a orillas delGuadiaro. En la niñez de Al-manzor, la familia amirí noera muy acaudalada.967. Tras estudiar en Córdo-ba, Almanzor entró a formarparte del aparato administrati-vo califal. Se le confió el car-go de administrador del prín-cipe heredero Hisham y de sumadre Subh, y el de prefectode la ceca. Unas misiones enMagreb le proporcionaron laocasión de estrechar relacio-nes con jefes beréberes y ge-

nerales del ejército califal, co-mo Galib. En fecha sin preci-sar, Almanzor fue nombradogeneral.976. Tras la muerte del califaal-Hakam II, estalló la luchapara la sucesión. El partido delos eslavones apoyó la candi-datura del hermano de al-Ha-kam, al-Mughîra, de 27 años.A ellos se opuso la facción en-cabezada por el visir Ya‘far al-Mushafî, que quería instalaren el trono al hijo de éste,Hisham, a pesar de su cortaedad. Los partidarios de His-ham asesinaron a al-Mughîra.976. Hisham, califa de al-An-dalus. Ya‘far al-Mushafî y Al-manzor fueron nombrados ha-yib y visir respectivamente: eluno se convirtió en regente yel otro en el intermediario en-tre el consejo de los visires yel califa y su madre, Subh. 977. Grupos de cristianos or-ganizaron incursiones en Sie-rra Morena. Almanzor lanzóuna yihad contra los infieles.Tras la victoria, fue nombrado

general supremo de las tropasde la capital y encargado deorganizar las actividades mili-tares de al-Andalus, junto algeneral de las tropas fronteri-zas, Galib. 977. A finales de año, Ya‘faral-Mushafî fue destituido delcargo de hayib y encarcelado.Galib y Almanzor fueron ele-vados a la función hayib. Ga-lib volvió a ocuparse de lasfronteras y Almanzor se quedóen la capital.978. Un grupo de dignatariosy hombres de leyes decidiódeponer a Hisham por ser me-nor. La conjura fue destapaday los cabecillas, ejecutados. 979. Almanzor dio comienzo ala construcción de su ciudad-palacio, cuyo nombre –al-Madîna al-Zahira, la CiudadResplandeciente– emulaba elde la califal Madînat al-Zah-ra’. La ciudad amirí se convir-tió en la sede principal del go-bierno.

979. Almanzor ordenó cen-surar la biblioteca de al-Ha-

kam II de toda obra mal vistapor el Islam más estricto, paracongraciarse con los juriscon-sultos.980. Ruptura de Galib y Al-manzor. Éste consideraba queel renombre de su suegro lemantenía en las sombras. Porsu parte, Galib acusaba a Al-manzor de obrar sólo en supropio beneficio. Puesto queel amirí estaba rodeando detropas beréberes, Galib estabaseguro de que su intenciónera borrarle de la escena polí-tica. Tras una áspera discu-sión, Galib intentó asesinar aAlmanzor, quien se vengó sa-

queando Medinaceli, hogardel general de las fronteras. 981. Apoyado por el condede Castilla y el rey de Pam-plona, Galib infligió a Alman-zor la única derrota que re-cuerdan las fuentes.981. En julio de ese año, enS. Vicente, las tropas de Galiby Almanzor volvieron a cruzarlas armas. Almanzor logró de-rrotar a Galib, que murió en labatalla. Tras la campaña, Al-manzor obtuvo el sobrenom-bre de “el Victorioso” (al-Mansûr).987. Fin de las obras de cons-trucción de al-Madîna al-Zahi-ra, la ciudad de Almanzor. És-te reunió entonces al consejode los alfaquíes para que au-torizaran que la mezquita deal-Zahira pasara a ser Mezqui-ta Mayor, donde se celebraríala plegaria del viernes con elsermón de carácter político.La mayoría de los alfaquíesdictaminó en contra: un pare-cer favorable habría compor-tado no la equiparación deCórdoba y Madînat al-Zahra’con la ciudad amirí, sino elreconocimiento de la supre-macía de esta última en cuan-to sede del poder. 987. Obras de ampliación dela Mezquita de Córdoba.989. El gobernador de Zarago-za, ‘Abd al-Rahman b. al-Mu-tarrif al-Tuyîbî urdió una cons-piración para eliminar a Al-manzor, involucrando al hijomayor del amirí, ‘Abd Allah.El complot fue destapado.991. Según el polígrafo IbnHazm, Almanzor consultó elconsejo de los visires y de losalfaquíes acerca de su investi-dura como califa.Muerte del mayor opositor deAlmanzor, el gran cadí IbnZarb. El amirí retomó la con-versión de la mezquita de al-Zahira en Mezquita Mayor dela capital califal y lo logró.992. Almanzor empezó a emi-

tir documentos en nombrepropio. Por la misma fecha,intentó que a su hijo ‘Abd al-Malik se le reconociera ofi-cialmente como heredero desus cargos de hayib y generalsupremo.996. La Señora Madre Subhconspiró para acabar con Al-manzor. Para ello, sustrajo in-gentes sumas de dinero delpatrimonio califal. Visires y al-

faquíes confiaron a Almanzorla custodia del tesoro privadodel califa y Almanzor tuvo ensus manos todos los recursosfiscales de al-Andalus. 997. Campaña de Santiago deCompostela.997-998. Almanzor se recon-cilió con el califa. Hisham IIfue reconfirmado en sus fun-ciones a condición de que de-legara su poder en Almanzor.998-999. Muerte de Subh.Para honrar a la Señora Ma-dre, Almanzor gastó una sumasuperior a lo que habría costa-do construir tres puentes.9-8-1002. En el curso de suúltima campaña contra loscristianos, Almanzor fallecióen Medinaceli. Su cuerpo fuesepultado allí mismo, con unritual que le confirió el esta-tus de mártir en la senda deAlá. Su hijo ‘Abd al-Malik tu-vo que recurrir a las armas pa-ra imponerse como nuevo ha-yib del califa Hisham.

LAURA BARIANI

Candil de bronce. Bote de marfil.

Jarra de cerámica verde.

Moneda de época amirí.

Cronología

Page 6: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

tado año de 1002. La muerte del hayibcordobés supuso un respiro para loscristianos de Hispania.

¿Cómo veían los cristianos de las tie-rras hispanas a Almanzor? En principio,la imagen ofrecida por las crónicas de laEspaña cristiana era bastante dura acer-ca del hayib cordobés. La Historia Si-lense, por ejemplo, lo presenta como

omnium barbarorum maximus, es de-cir el mayor de todos los bárbaros. Esono obsta, sin embargo, para que enotras fuentes cronísticas encontremosreferencias positivas acerca del persona-je que nos ocupa. La Primera CrónicaGeneral de España, por acudir a un tes-timonio que nos parece significativo,afirma que Almanzor “era omne muy

sabio et muy atrevido et alegre et fran-que”. Esa misma crónica dice, líneasmás adelante, que Almanzor “era muyesforzado et de gran coraçon”. RodrigoJiménez de Rada, más conocido por ElToledano, señala que el término Alman-zor significa “defensor” y “defensa”,“ello porque se defendió a sí mismo y alos suyos con éxito y valor en enormi-

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Santiago ayuda a los cristianos en la Batalla de Clavijo (panel de madera de Paolo Sanleocadio, Iglesia arciprestal de Villarreal, Castellón).

El siglo X, en el cual se estable-ció el califato omeya de Cór-doba, fue la época más flore-ciente de toda la historia de al-

Andalus. Los núcleos cristianos del nor-te de la península Ibérica, por el contra-rio, pasaron serias dificultades en esacenturia, aun cuando lograran sobrevi-vir. Durante el califato de AbderramánIII hubo enfrentamientos militares entrelos cristianos y los musulmanes, por logeneral victoriosos para los islamitas,aunque también hubiera algunas victo-rias cristianas, como la Batalla de Si-mancas, que fue un triunfo clamorosodel monarca leonés Ramiro II. En tiem-pos de al-Hakam II, el segundo miem-bro del califato omeya, los combates tu-vieron menor intensidad, si bien los cris-tianos actuaron en plan poco menosque de sumisión con respecto a los cor-dobeses. Ahora bien, en las últimas dé-cadas del siglo X, el panorama experi-mentó un giro espectacular. Los musul-manes llevaron a cabo numerosas raziascontra los cristianos, lo mismo en las zo-nas orientales que en las centrales y lasoccidentales de la península Ibérica.

A al-Hakam II le sucedió en el califa-to su hijo Hisham II. Debido a la cortaedad con que contaba al acceder al ca-lifato, el poder efectivo fue ocupado porun personaje llamado Ibn Abi Amir,

miembro de una familia árabe de origenyemení establecida desde comienzosdel siglo VIII en la zona de Algeciras.Ibn Abi Amir desarrolló una carrera me-teórica en la corte de Córdoba, que cul-minó con su designación como hayiben el año 978. Ibn Abi Amir tenía suprincipal apoyo en el ejército, que esta-ba integrado básicamente por soldados

beréberes. Simultánamente el nuevohayib adoptó diversas medidas de clarosigno populista. En otro orden de cosases preciso recordar que Almanzor orde-nó la construcción del palacio de Medi-nat al-Zahira, cuya función sería la deser la sede de la administración central.De esa forma, quedaba deslindado elámbito del poder efectivo de la residen-cia califal, el palacio de Medina Zahara.

Un califa decorativoAsí las cosas, Ibn Abi Amir terminó porconvertirse en un auténtico dictador,relegando al califa Hisham II a un pa-pel meramente decorativo. Ibn AbiAmir recibió el calificativo de al-Man-sur bi-llah, lo que quería decir “el vic-torioso por Alá”. De ahí deriva el nom-bre de Almanzor, con el que fue cono-cido por los cristianos de Hispania.

Pero lo más sorprendente de Alman-zor fue la puesta en marcha de una in-terminable serie de campañas militarescontra los cristianos del Norte penínsu-lar. Casi todos los años fueron testigosde los ataques del dirigente islamita. Suúltima acometida tuvo lugar en el año1002, en el cual Almanzor destruyó elmonasterio riojano de San Millán de laCogolla. Mas al regreso de esa campa-ña, Almanzor no sólo sufrió una derro-ta, la de Calatañazor, sino que fallecióen las proximidades de la localidad deMedinaceli. Dicho suceso tuvo lugar enla noche del 10 al 11 de agosto del ci-

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JULIO VALDEÓN BARUQUE es catedrático deHistoria Medieval, Universidad de Valladolid.

MARTILLOde cristianos

Sus más de cincuenta incursiones, casi todas victoriosas, en la Españacristiana crearon en torno a Almanzor una terrorífica leyenda. Julio Valdeón analiza esa imagen en las crónicas de la época

Ciervo de Córdoba, bronce de la segundamitad del siglo X (Córdoba, MuseoArqueológico Provincial).

ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

Page 7: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

dad de batallas”. Este cronista afirma, enotro pasaje de su obra, que Almanzor“era persona juiciosa, valerosa, alegre ygenerosa” y que uno de sus objetivosera caer simpático a los cristianos. Encualquier caso, sigue diciendo RodrigoJiménez de Rada, Almanzor “era amadí-simo por los suyos, hasta el punto deque todos se desvivían espontáneamen-te por servirle”.

La visión ofrecida por las crónicas cris-tianas a propósito de los ataques milita-res de Almanzor es siempre negativa.Por de pronto, es muy frecuente el usodel término “bárbaro” para referirse aldirigente musulmán. Veamos lo que seescribió sobre el ataque a la ciudad deLeón, cuando era monarca de aquel rei-no Vermudo II. Rodrigo Jiménez de Ra-da, en su obra De rebus Hispaniae, indi-ca que Almanzor, una vez ocupada laciudad de León, “ordenó que fueran de-molidas hasta sus cimientos las puertasde la ciudad, que era una hermosa obrade mármol, el fortín central, la murallade la puerta este y los demás torreones”.A continuación, sigue diciendo ese cro-nista, el hayib cordobés “tomó Astorga ehizo desmochar los torreones”. Poste-riormente “arrasó Coyança, Sahagún yotros muchos lugares”. En definitiva, Al-manzor no sólo conquistaba villas y ciu-dades a los cristianos, sino que procura-ba destruirlas hasta sus cimientos. Trasesas acciones, Almanzor “volvió a su tie-rra altanero por el boato y el orgullo”.No es extraño que, unas líneas más ade-lante, Rodrigo Jiménez de Rada afirmeque el panorama de la España cristianade aquel momento era tan desastrosoque recordaba las calamidades dela época del monarca visigodoRodrigo, cuando tuvo lugar lainvasión musulmana.

“Y siempre vencía”Las tierras de Castilla tambiénsufrieron las terribles acometi-das de Almanzor. Recordemos, aeste respecto, lo que cuenta laPrimera Crónica General de Es-paña, en alusión a las correríasdel hayib cordobés por la zona de Os-ma y Atienza: “Sacó de cabo Almançorsu hueste; et fue correr tierra de Castie-lla, eta priso Osma et Alcobiella et Vale-ranica et Atiença et derribólas todas decimiento”. En definitiva, hacía ya variosaños que Almanzor “diera guerra a cris-

tianos et les crebantara las tierras e lesfiziera mucho mal et mucho danno, etmetiera muchos logares so el su senno-rio, et siempre vencie et tornava onrra-do”. ¿Era posible un panorama más de-solador que el que refleja este texto?

No muy diferente es el panorama quese ofrece en las fuentes cristianas al alu-dir a las campañas militares de Alman-zor en las zonas orientales y occidenta-les de la Península. En la expediciónque concluyó con la entrada en Barce-lona, acontecimiento que tuvo lugar eldía seis de julio del año 985, las fuentesindican que el dirigente musulmán “ex-pugnó Barcelona, la arrasó e hizo caersobre sus habitantes toda suerte de des-gracias”. Almanzor, leemos en otra cró-nica de aquel tiempo, “devastó ciudades

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Infante omeya, con cota de malla, escudo demadera y yelmo de bronce y hierro.

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Las campañas militares de “El Victorioso”

La mayoría de las fuentes árabes señalaque Almanzor realizó más de cincuen-

ta aceifas o campañas, exactamente cin-cuenta y seis, lo que significa un promediode dos y media por año. Las tres primerasaceifas tuvieron como objetivo Baños deLedesma, Cuéllar y Salamanca y se realiza-ron en un mismo año (977). La primeraduró cincuenta y tres días en pleno invier-no y, aunque el objetivo era el castillo deBaños de Ledesma, en la provincia de Sala-manca, Almanzor sólo pudo tomar su arra-bal, regresando a Córdoba con dos mil cau-tivos y un gran botín. En la segunda cam-paña (mayo-junio 977), Almanzor penetróen territorio cristiano con la ayuda de Ga-lib y de sus fuerzas, que se le unieron enMadrid, y conquistaron el castillo de Cué-llar. La tercera campaña duró treinta y tresdías y se celebró poco antes de su matri-monio con Asmâ, hija del general Galib.Almanzor salió de Córdoba el 18 de sep-tiembre de 977 y se encontró con su suegroen Toledo; después de tomar varios casti-llos, el ejército omeya saqueó los arrabalesde la ciudad de Salamanca y regresó a sucapital el 20 de octubre.

En el año 978 Almanzor realizó dos acei-fas, la cuarta y la quinta. En la cuarta cam-paña, primera expedición que dirigía comohayib, penetró por tres puntos diferentes enterritorio enemigo desde el reino de Pam-plona hasta Barcelona, estableciendo sucampamento en las proximidades de Zara-goza. La quinta, según el geógrafo e histo-riador al-Udrí, duró treinta y seis días y fuedirigida a Ledesma (4 octubre-5 noviembre)y se dice que en ella fue derrotado Borrell,“rey de los francos”, aunque es posible que seconfunda con la campaña anterior.

Al año siguiente, el infatigable Almanzordirigió personalmente tres expediciones: lasexta fue a Ledesma por segunda vez (mayo979), incendiando por el camino Zamora yregresando a Córdoba con trece mil cautivos.La séptima tuvo como objetivo Sepúlveda,cuyo término devastó, causando muchas ba-jas al enemigo tras treinta y cinco días decampaña (28 julio-31 agosto). La octava fuela de Algeciras, a finales de año.

Ya en 980 tuvieron lugar dos aceifas. Laprimera es denominada por al-Udrí la aceifa“de la Traición”, porque su suegro Galib leatacó a traición en el castillo de Atienza,donde le había invitado a un banquete, hi-

riéndole en la mano y en la sien. No obstan-te, Almanzor penetró en el condado de Cas-tilla y se apoderó de Medinaceli, donde resi-día la familia de Galib. En otoño emprendióla décima campaña a la al-Munya, lugar noidentificado todavía y que podría tratarse deLa Almunia de Doña Godina, en la provin-cia de Zaragoza, o de Armuña de Tajuña, enGuadalajara.

Las tres campañas siguientes fueron em-prendidas contra el general Galib y lasfuerzas de coalición cristiana. La undécimatuvo lugar en Canillas de Toledo en pleno

invierno (febrero-marzo 981) y duró vein-tinueve días. En la duodécima, Galib de-rrotó completamente a Almanzor con ayu-da cristiana e incluso hizo prisioneros a al-gunos visires. La decimotercera se desarro-lló en San Vicente o Torrevicente y se co-noce como la de la “Victoria” porque enella murió Galib. El hayib, después de ocu-par Calatayud y Atienza, regresó victorio-so a Córdoba y no tuvo reparo en mostrar a

su esposa la cabeza de su padre. Ella semostró impasible y dio gracias a Dios porla muerte de un traidor.

Desembarazado de Galib, Almanzor tuvotiempo y energías para dirigir ese mismoaño dos nuevas aceifas. La decimocuarta fuecontra Zamora y la decimoquinta contraTrancoso, pocos kilómetros al norte deGuarda, en Portugal.

A partir de esta aceifa, Almanzor empren-dió otras cuarenta más, en las que atacó confuerza los centros neurálgicos de los reinoscristianos del Norte: León, Simancas, Sala-

manca, Zamora y Barcelona, que fue incen-diada el 6 de julio de 985. Almanzor utilizópara esta campaña un gran ejército que sa-queó la ciudad de Barcelona. Posteriormen-te tendría lugar la aceifa “de las ciudades”(Salamanca, Alba de Tormes, León y Zamo-ra) en verano de 986, y en 987 el ejército deAlmanzor tomaba Coimbra.

A partir de 990, los ejércitos de Alman-zor ejercían un auténtico protectorado so-

• Toledo

• Orense

• Granada

• Medinaceli• Calatañazor

San Estebande Gormaz

• Sepúlveda

Murcia•

Alicante•

Oporto•

Algeciras•

• Guadalajara

•Cuenca

• Salamanca

•Barcelona

•Málaga

•Almería

Albacete•

Santiagode Compostela

Évora •

Califato de Córdoba

Pamplona•

Zaragoza•

Oviedo•

Gerona•

Zamora •

Baños•

Faro•

Melilla•

Cádiz•

Coimbra•

Lisboa •

•Córdoba

• Badajoz

•León

• Tánger

Las CampañasDe Almanzor

Zona de los ataquesRuta de los ataquesBatalla y fecha

997

987

977

982-986

979-982

982-986994

1002

980979

978

985

Desde 990, Almanzor ejercía casi unprotectorado sobre los reinos cristianos

bre los reinos cristianos e intervenían ensus asuntos internos. En el año 994, ins-tigado por Almanzor, Sancho García sesublevó contra su padre, el conde de Cas-tilla, Garci Fernández. El ejército cordo-bés tomó una vez más San Esteban deGormaz y Clunia, pero Garci Fernándezno se dio por vencido y atacó la zona deMedinaceli. El 19 de mayo de 995 eracapturado junto al río Duero y llevado ala capital de la Frontera Media, dondemurió a los pocos días.

En el verano de 997 se llevó a cabo laaceifa de Santiago de Compostela, la másespectacular campaña de Almanzor, porsu resonancia en el mundo cristiano. Fuela número cuarenta y ocho y en ella arra-só la ciudad y destruyó el monasterio, pe-ro respetó la tumba del apóstol Santiago.El desarrollo de esta aceifa, que se conocepor el detallado relato transmitido porIbn Idârî en su Bayân al-Mugrib, muestrauna perfecta táctica militar en la que Al-manzor combinó los ataques terrestrescon los de la infantería transportados porla flota –punto fuerte en las fuerzas anda-lusíes–: ambas fuerzas se encontraron enel puerto atlántico de Alcacer do Sal, des-de donde la infantería siguió su caminohacia el norte, después de cruzar el ríoDuero. Almanzor regresó victorioso conmuchos cautivos, con las campanas delmonasterio, que fueron emplazadas en laMezquita Aljama de Córdoba, y las puer-tas de la ciudad de Santiago, que se usa-ron como artesonado de las nuevas navesde la Mezquita, cuya ampliación habíainiciado diez años antes.

La última campaña de Almanzor, consesenta y dos años y gravemente enfermode artrosis o dolencia parecida, tuvo lu-gar en el verano de 1002. Atacó Canalesy saqueó un monasterio que Dozy iden-tificó con San Millán de la Cogolla. Alregreso de esta expedición se agravó suenfermedad y murió camino de Medina-celi, el 9 de agosto de 1002. La tradicióncristiana ha relacionado esta aceifa conuna derrota sufrida por Almanzor en Ca-latañazor (Soria), siendo los cronistas Lu-cas de Tuy y el arzobispo de Toledo, am-bos del siglo XIII, los primeros que re-gistran esta derrota.

LAURA CHAMIZO GONZÁLEZ

Universidad Complutense

MARTILLO DE CRISTIANOSALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

Page 8: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

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Almanzor nació en el 939 en la aldeade Turrus, situada en el valle del río

Guadiaro, circunscripción de Algeciras. Alos 16 años, una vez muerto su padre en eltranscurso de la peregrinación a La Meca,marchó a Córdoba, donde le acogieronunos tíos suyos. Pero siempre mantuvo re-laciones con Algeciras, que fueron más alláde la de haber sido su ciudad natal. Duran-te su mandato, la ciudad alcanzó notableimportancia como base de operaciones des-de donde se organizaban las campañas mi-litares desarrolladas en el Magreb.

Almanzor edificó un palacio en el lugarmás elevado de la medina, que recibió elnombre de la Hayibiyya o “Mansión delHayib”. En este alcázar pasó largas tempo-radas, dirigiendo las operaciones militaresdel otro lado del Estrecho. Fue tambiénmecenas de las artes y las letras, reunien-do en su entorno a los poetas más sobresa-lientes de su tiempo, entre ellos el algeci-reño Abu Marwan al-Yaziri, que gozó dela confianza de Almanzor y ejerció el car-go de secretario personal del hayib.

PUERTA DE ÁFRICA

La ciudad se vio favorecida por la políti-ca norteafricana de los amiríes, adqui-riendo un notable desarrollo demográfi-co con la ampliación del arrabal de LasAtarazanas, y económico, convirtiéndoseen el puerto de enlace por excelencia conel Norte de África.

Desde los tiempos de Abderramán III,que se proclamó califa en 929, los árabesde la Península iniciaron una política ex-pansiva en el Magreb, motivada entreotros factores por el protagonismo de lasciudades costeras norteafricanas en la re-

cepción y distribución del oro subsaharia-no y por las importantes relaciones econó-micas entre ambos lados del Estrecho.

Usando como base Algeciras, Almanzorcontinuó esta línea intevencionista paramantener el dominio hispano en África.En 979, Almanzor envió un ejército aCeuta, para apoyar a los emires zanatasfrente a la agresión del emir zirí de Ifri-quiya, Bullugin, que se había apoderadode Fez. La intervención de Almanzor, quepermaneció un año en Algeciras, logró laretirada de Buluggin.

En 985, Almanzor regresó a esta ciudadpara dirigir desde ahí una campaña contrael idrisí Ibn Qannun, que, apoyado por losfatimíes, estaba sublevando tribus berebe-res hasta entonces aliadas de los omeyas.Las tropas de Almanzor controlaron la si-tuación en dos meses y capturaron a IbnQannun, que fue degollado camino deCórdoba. Tras este episodio, los idrisíes deMarruecos perdieron la esperanza de des-quitarse del dominio cordobés y se some-tieron al régimen omeya. Muchos pasarona España y se incorporaron a los contin-

gentes magrebíes del ejército regular. En996, el gobernador nombrado por Alman-zor, Zirí Ibn ‘Attiyya, se rebeló, lo que mo-tivó el envío de un nuevo ejército que lederrotó dos años después.

Almanzor regresó de nuevo a Algecirasen 998, para pasar revista a las tropas diri-gidas por su hijo ‘Abd al Malik, que mar-charon contra los rebeldes y entraron triun-falmente en Fez. Su padre le nombró go-bernador de todo el Magreb, donde resta-bleció el orden. Durante los años siguien-tes, los tributos llegaban regularmente aCórdoba y el oro subsahariano fluía regu-larmente por las vías tradicionales de Sur aNorte. La relación de subordinación semantuvo hasta la extinción formal del cali-fato de Córdoba.

ESTUDIOS ANDALUSÍES

La ocasión del milenario de su muerte hadespertado el interés por estudiar el pasa-do medieval de Algeciras, que espera con-vertirse en los próximos años en uno delos principales centros de estudios históri-cos andalusíes de España y ciudad clave enla recuperación del patrimonio histórico-arquitectónico islámico. La primera de es-tas iniciativas es la convocatoria de unCongreso sobre la figura del caudillo mu-sulmán, de 29 de noviembre a 1 de di-ciembre de 2002. En Almanzor y su época,profesores de universidades españolas,francesas y marroquíes abordarán la actua-ción de Almanzor en el Norte de África yel papel que desempeñó Algeciras comocentro de operaciones militares.

ANTONIO TORREMOCHA SILVA

(Director del Museo Municipalde Algeciras)

Algeciras, centinela del Magreb

Coracha del Castillo de Algeciras, en una fotografía de principios del siglo XX.

Pila árabe del siglo XI, con dos guerreros a caballo (Játiva, Museo Municipal).

Guerreros hispano árabey cristiano de mediados

del siglo XI.

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y castillos y despobló la tierra, llegandohasta las partes marítimas occidentalesde Hispania”. Pero quizá el referentemás importante de todos los conserva-dos es el que alude a la expedición delcaudillo militar cordobés contra la ciu-dad del Apóstol. Después de avanzarpor la costa de Portugal, en donde, se-gún la versión del cronista Lucas deTuy, “non fue cibdad nin guarniçionque se le pudiese resistir”, avanzó haciaCompostela. Los daños que ocasionó enaquella urbe el hayib cordobés fueroncuantiosos. Sigamos leyendo a Lucas deTuy: “Destruyó la çibdad y la yglesiadonde está enterrado el cuerpo de San-

tiago...y quebrantó las yglesias y los mo-nesterios y los palaçios y con fuego losquemó”. Incluso, al decir de la PrimeraCrónica General de España, en la cate-dral compostelana “tomó las campanasmenores, et levólas consigo por sennaldel vencimiento que avie fecho, et pu-solas por lampadas en la mezquita deCórdoba”.

De todos modos Almanzor recibió unserio aviso en la ciudad del Apóstol.Cuando se acercaba al sepulcro de San-tiago, con la intención de destruirlo,fue “espantado de un relámpago”, dice

el Tudense, o “por un gran rayo”, se-gún la Primera Crónica General de Es-paña. Así las cosas, Almanzor se retiró,dejando la tumba intacta. Por si fuerapoco, siguen diciendo las crónicasmencionadas, el Señor acudió en soco-rro de los cristianos, lo que se tradujoen “diarrea y disenteria en el vientre delos moros”. Muchos combatientes mu-sulmanes perecieron, lo que forzó a Al-manzor a retirarse. Los cristianos apro-vecharon esa circunstancia para causarmás destrozos a las huestes islamitas. Elrey Vermudo, nos dice la Primera Cró-nica General de España, “envió mu-chos omnes de pie a las montannas do

se alçaran aquellos enfermos et los fla-cos daquella hueste de Almançor, etmatarónlos todos quantos fallaron".

Derrota en CalatañazorEl tono de las crónicas cristianas cam-bia rotundamente cuando se refiere ala derrota y muerte de Almanzor. Nocabe duda de que la victoria de Cala-tañazor, hecho de armas que supuso elfinal del hayib cordobés, ha sido a to-das luces magnificada. “En el lugarque se dize Calatanasor muchos milla-res de sarracenos cayeron, y si la no-

che no cerrara el día, ese Almançorfuera preso”, nos dice Lucas de Tuy.Este mismo cronista trae a colación lanoticia de que un pescador andabaclamando, por las riberas del Guadal-quivir, la conocida frase de que “EnCalatanaçor perdió Almançor el atam-bor”, lo que quería decir que habíaperdido “el pandero, que es su ale-gría”, pero también “su brio et su loça-nia”, dice la Primera Crónica Generalde España. El Tudense sigue diciendoque el diablo lloraba, obviamente porla derrota de los musulmanes. A partirde esa fracaso militar Almanzor “nun-ca quiso comer nin bever, y veniendoen la çibdad que se dize Medinacelimorió”. Jiménez de Rada, por su parte,pone de manifiesto que el dirigentemusulmán, al comprobar la derrota su-frida por sus gentes, “no se atrevió areanudar el combate a la mañana si-guiente, por lo que huyó de noche, yal llegar al valle de Bordecorex, expiróabatido por el dolor, y fue llevado aMedina, la llamada Celi”. “In infernosepultus est”, o sea “Fue sepultado enel infierno”, dirá, por su parte, refirién-dose a Almanzor, la Historia Silense.

Así pues Almanzor había sido temido,a la vez que respetado, pero su desapa-rición fue recibida con gran alivio porlos cristianos. ¿No se ha presentado aAlmanzor como el símbolo de los terro-res que supuestamente acompañaron alos años finales del primer milenio de laera cristiana? n

En Santiago de Compostela, Almanzorsaqueó iglesias y monasterios, pero respetó el sepulcro del Apóstol

AL-MARTILLO DE CRISTIANOS

Page 9: Almanzor. La Aventura de La HIstoria 46

Echaste abajo todos los fundamentosde esta supuesta religión que bien ba-sados parecían.

.......Pues Dios te ha recompensado, oh

“Victorioso con la ayuda de Alá”, oh“Almanzor”, con su religión que contanto ahínco defendiste...

.......Que este día de gloria se enorgullez-

ca de ti, oh Almanzor, y que todo el pa-sado, con el día de hoy, te honren parasiempre”.

Sin embargo, la victoria de Almanzory el paso de su figura a la Historia nose limitó a sus éxitos militares. Era, so-bre todo, un personaje que respondía alos parámetros del típico héroe árabe.En la literatura árabe clásica, cuando sehabla del poeta “por excelencia” surgeun solo nombre, al-Mutanabbi (m.965), conocido por su panegírico alpríncipe sirio, Sayf al-Dawla al-Hamda-ni. Éste se había granjeado la admira-ción del poeta y encendió en él las másvivas fuentes de inspiración que susci-

taron los más bellos versos. En él seaunaban los principales rasgos de unhéroe árabe digno de ser alabado: elpuro origen árabe que garantizaba lacaballerosidad en el trato, el valor en laguerra, la mesura en el juicio y la ge-nerosidad. Estos son precisamente losrasgos que resaltan en la caracteriza-ción de Almanzor.

El origen árabe de Almanzor –dudosohistóricamente– fue puesto en valor enlas crónicas y en los versos de su pane-girista. Descendiente de una tribu ye-

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ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

Un elefante en una expedición militar, según ilustración de unmanuscrito árabe del siglo XIII (Biblioteca de El Escorial).

Almanzor le usurpó a Hishamsu puesto debido a su mino-ría de edad, gobernó despó-ticamente, engañó a los altos

cargos y mató a todo el que se interpu-so en su camino”. Esta es la negativa va-loración que de Ibn Abi Âmir, apodadoal-Mansur o Almanzor, hizo el famosohistoriador y pensador Ibn Jaldûn (m.1406), autor de los Prolegómenos, en sutratado de historia general. Calificó a Al-manzor de arribista, ambicioso y menti-roso porque, de hecho, su ascenso alpoder como gobernante todopoderoso–sin llegar a ostentar el título de califa,cuya legitimidad disfrutaban los omeyaspor ser descendientes de la misma tribuque el Profeta–, supuso el comienzo delfin de esta dinastía que había goberna-do al-Andalus desde el año 750; su ac-ceso al liderazgo de la esplendorosa Es-paña musulmana del siglo X significó elcomienzo de una nueva era, la amirí,cuya política, en muy pocos años, con-dujo al estallido de la “Gran Rebelión”en Córdoba, en 1009, a la guerra civil, ala desintegración y caída del califato deCórdoba y, por fin, a la consagración delos dispersos reinos de taifas en 1031.

La valoración negativa de Ibn Jaldûnsobre Almanzor es casi única, porque

la tónica general en las fuentes histo-riográficas árabes –la mayoría habla deAlmanzor– desde sus propios contem-poráneos hasta los autores del sigloXVII, ha sido muy favorable al caudilloalgecireño. ¿Ocurrió esto porque IbnJaldûn reflexionó sobre los aconteci-mientos políticos que analizaba en sutratado, despegándose de la únicafuente contemporánea de Almanzor, ladel cordobés Ibn Hayyan, de la que to-dos los restantes historiadores tomaronla información que transmitieron en

sus recopilaciones? Así debió suceder,pero lo cierto es que la opinión negati-va de Ibn Jaldûn no dejó huella en laHistoria: tanto para musulmanes comopara cristianos, Almanzor ha pasado ala Historia como un triunfador, comoun mito, una leyenda que humilló a losenemigos del Islam, infligiéndolesgrandes derrotas.

Panegíricos en versoVéanse los versos de Ibn Darray (m.1030, en Zaragoza), poeta de origenberéber que trabajó en la corte de Al-manzor como panegirista y que legó ala posteridad la imagen del luchadorpor el Islam, la figura brillante y siem-pre victoriosa que ha perdurado entrelos árabes. Los declamó ante su mece-nas para felicitarle por su sonada victo-ria en Santiago de Compostela, batallaa la que quizás asistió el propio poeta;de hecho, fue testigo presencial de mu-chos acontecimientos militares, lo queconfiere a sus poemas cierta importan-cia como fuente histórica:

“Hoy Satán ha faltado a sus prome-sas con nuestros enemigos, abando-nándoles a su suerte.

Y los partidarios del politeísmo [loscristianos], estén en Oriente o en Occi-dente, ya están convencidos de que sucreencia sólo es obra de Satán.

En Santiago, en cuanto entraste conlas espadas relucientes como la plenaluna que se pasea entre las estrellas,

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SOHA ABBOUD HAGGAR es arabista en laUniversidad Complutense, Madrid.PAULINA LÓPEZ PITA es profesora titular deHistoria Medieval, UNED, Madrid.

Para árabes y cristianos, héroe

DE LEYENDACaballero perfecto para unos, diablo para otros, Soha Abboud Y Paulina Lópezseñalan que las crónicas le ven positivamente, sin olvidar su responsabilidad enel eclipse califal y en la destrucción de la biblioteca de al-Hakam II

Vista parcial del Salón Rico del palacio deMedina Zahara, donde residía el poder califalen el siglo X.

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manzor contestó: “El rey no duerme siduerme su pueblo, porque si yo dur-miera todo lo que necesita mi cuerpo,no habría podido pegar ojo ninguno eneste magnífico país”.

Aparte de todas estas cualidades atri-buídas desde siempre a Almanzor, des-tacó otra, guinda de las virtudes resalta-das por la literatura clásica árabe parasus grandes personajes: el amor por elarte y la ciencia y sus donaciones sin ta-sa a poetas, escritores, cantantes y ter-tulianos, que amenizaban las veladas li-

terarias tan en boga a finales del sigloX, desde Bagdad a Córdoba. Al-Hu-maydi (m. 1095), autor andalusí de unfamoso diccionario biográfico, resaltaque Almanzor “amó la ciencia, se dedi-có a la literatura y agasajó a quienes sededicaban a ellas y las enseñaban”. Lascrónicas recogen versos compuestospor el propio guerrero, ensalzando susméritos personales y militares.

La información de las crónicas va másallá, al referirse a la afición literaria deAlmanzor. Gracias a al-Humaydi, se sa-be que “celebraba todas las semanas,en un día concreto, una velada en la

que reunía a todo tipo de especialistasen las letras afincados en Córdoba o depaso por ella” y que no aceptaba acualquiera en estas veladas. Para acogera un nuevo poeta en su círculo literario,Almanzor mismo hacía pasar al candi-dato una especie de examen –bastanteexigente, según las fuentes– que podíaconsistir en improvisar versos sobre untema de interés, que generalmente erala descripción de algún objeto existen-te en la sala donde se hallaran: un mue-ble, unas flores, unas frutas o bien la

descripción de un acontecimiento decierta relevancia. Podía también pedirque emularan y rebatieran la poesía dealgunos de los grandes poetas deOriente o bien que el candidato partici-para en un debate que organizaba Al-manzor entre el futuro poeta y sus co-nocidos críticos o detractores. Si el can-didato mostraba ingenio, espontanei-dad, elocuencia y conocimientos lin-güísticos y literarios, pasaba a la nómi-na de poetas oficiales y cobraba regu-larmente un estipendo fijado según suexcelencia y su nivel de maestría poéti-ca. Se encargaba de organizar estas lis-

tas Abd Allah b. Maslama, conocido po-eta y crítico literario, que decidía tam-bién los emolumentos que debía perci-bir cada poeta.

Quema de librosAhora bien, la figura de este amante delas letras queda empañada por su faná-tica actuación contra la biblioteca delcalifa al-Hakam II (m. 976), poco tiem-po despúes de hacerse con las riendasdel poder. El califa muerto, hijo de Abdal-Rahman III y padre de Hisham II, elheredero relegado a la nada por Alman-zor, la había heredado de sus antepasa-dos y la enriqueció con numerosasaportaciones de libros raros y manuscri-tos antiguos. El guerrero ordenó la que-ma de todos los libros de la bibliotecaque no tuviesen relación con la religión;así fueron pasto del fuego obras de Ló-gica, Astrología y Filosofía, mientras quequedaron a salvo los libros considera-dos lícitos, o sea los de religión y de lasciencias cultivadas tradicionalmente porlos árabes: Medicina y Matemáticas.Nunca se supo ni se sabrá a ciencia cier-ta cuánto fue quemado –mucho, segúnlas fuentes– pero lo cierto es que éstasmismas fuentes justificaron la quemacomo medida digna de un buen políti-co; como maniobra hábil y un golpe detimón con el que pretendía satisfacer alos ulemas y alfaquíes cordobeses paraque, recién encargado de los asuntos

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Almaizar del califa Hisham II, con bandas epigráficas (Madrid, RealAcademia de la Historia).

Almanzor celebraba cada semana unavelada literaria y era muy exigente a lahora de aceptar poetas en su círculo

Un sabio lee para el califa, en una ilustración de Consolaciones paraentretenimiento de Califas (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

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mení, su antepasado había llegado conTariq, el conquistador beréber de la pe-nínsula Ibérica en el año 711. Así loconfirmó, entre otros, Ibn Jaldún queañadió: “Por ello, le había sido encarga-da la educación del futuro califa His-ham” –circunstancia que aprovechó pa-ra entrar en palacio–. Ibn Darray cantóen sus versos ese origen, en un poemaen el que le felicita por sus dos hijos:

“... [son] Lo mejor que han dado losantepasados del Yemen, un Yemenglorioso gracias a su tribu de Maad; Heredaron el orgullo de ser genero-

sos, calidad que nació con los de latribu de Tayyi’ (tribu de la parte orien-tal de la península Arábiga);

Y son los herederos que fueron per-donados en la batalla de Badr y sonlos virtuosos que participaron en labatalla de Uhud (batallas que empren-dió el Profeta)”.

El valor de Almanzor en la guerra y

su decidida defensa de las tierras delIslam se evidencian en sus 56 campa-ñas militares contra los cristianos. Paralos cronistas árabes, entre otros Ibn Id-hari al-Marrakushi (principios del XIV),“Almanzor fue el único caudillo árabeque se había atrevido a llegar hasta elcorazón mismo de las tierras cristianas,hasta Santiago de Compostela”. Perono sólo contra los cristianos mostró Al-manzor su celo protector y difusor delIslam, sino también en su política mili-tar en el Norte de África, continuadorade la de los omeyas cordobeses; así, nodudó en cruzar varias veces el Estrechopara hacer frente al avance fatimí chií ysus aliados magrebíes y consolidar lasposiciones andalusíes en la región.

En el mismo sentido del perfectocumplimiento de su deber en al-Yihad,las fuentes destacan que, cuando Al-manzor volvía de sus aceifas, no dis-frutaba del descanso merecido sin an-

tes haber llamado a su presencia al je-fe de las yeguadas reales, cargo muyrelevante en el Estado andalusí, parapreguntar por la marcha de los establos–dada la importancia del caballo en laguerra y la necesidad de asegurar el su-ministro constante a sus ejércitos, ade-más de la especial relevancia de losequinos en el contexto islámico por lasdirectas menciones que de ellos hizo elProfeta– y al encargado de las cons-trucciones para saber el estado de lasmurallas, los edificios, sus palacios ysus casas. En ese apartado administra-tivo, las fuentes recuerdan el cuidadoque prestaba Almanzor personalmentea la siembra de grandes extensiones decebada para sus caballos.

Generosidad y toleranciaLas crónicas también recuerdan el buenjuicio, la generosidad y la magnanimi-dad que deben caracterizar a todo cau-dillo. Se repiten las escenas de toleran-cia, justicia y altruismo. Es muy revela-dora la anécdota transmitida por Shala,un allegado de Almanzor, que recogióel cronista magrebí, al-Maqqari, deTremsén, en su crónica El aroma de losperfumes. Una noche, Shala, al ver queel caudillo permanecía despierto a altashoras de la madrugada, le dijo: “Nues-tro jefe ha tardado mucho en irse a des-cansar y él sabe lo que esto significa decansancio y de nervios”, a lo cual Al-

Almanzor en las libreríasAl amparo del primer milenario del grancaudillo andalusí, cénit militar y ocaso delCalifato, hay en prensa o acaban de editar-se varias obras. Una de las que aparecerápróximamente es la de Laura Bariani, Al-manzor, Ed. Nerea, Ondarri-bia. Pero ya en las libreríasestá Almanzor y su época, deVirgilio Martínez Enamora-do y Antonio TorremochaSilva. Se trata de una intere-sante obra de divulgación de-dicada a conmemorar el mi-lenio de la muerte del caudi-llo, acaecida el 9 agosto de1002. El libro se estructuraen dos ejes. El primero con-siste en un encuadramientodel mundo que vivió Almanzor; así, los au-tores hacen un un rápido recorrido por lassiete décadas largas que transcurren entrela proclamación del Califato de Córdoba,en 928, y su muerte, aportando referenciasfundamentales sobre la sociedad, la estruc-tura del Estado y el funcionamiento delaparato administrativo califal, etcétera. Elsegundo se ocupa de las realizaciones deAlmanzor, siempre muy relacionado con elengranaje general de la época, en lo que serefiere al ejército, la defensa y su política,tanto hacia el Norte cristiano como hacia

el Sur magrebí. Aparte de la sucinta des-cripción de la realidad andalusí y del perfilpolítico-militar del personaje, lo que másdestaca es el rico aparato bibliográfico quelo convierte en un buen instrumento para

posteriores ampliaciones. Pormedio de esta bibliografía,los autores exponen con deta-lle, tanto las fuentes –árabesy europeas– a las que dedicanla primera parte del libro, co-mo los estudios especializa-dos actuales sobre Almanzory a su época, con los que re-fuerzan cada una de las otrasdos partes de su obra. Sólo seañora un contraste más fuertede Almanzor sobre el fondo

de su época, pero tal vez esta ausencia sejustifica por la brevedad característica im-puesta por la editorial a esta colección, cu-yo objetivo primordial, según sus editores,es la divulgación de la Historia de la Espa-ña musulmana ,“lejos de las viejas concep-ciones maniqueas”.

Soha Abboud

MARTÍNEZ ENAMORADO, V. Y TORREMOCHA SILVA, A.,

Almanzor y su época, ed. Sarriá, Málaga, 2001, 197 págs. 11,75 €.

Dos personajes dialogan animadamente, enun manuscrito árabe del siglo XIII que seconserva en la Biblioteca de El Escorial.

PARA ÁRABES Y CRISTIANOS, HÉROE DE LEYENDAALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITO

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pués que a Gonzalo Gustioz se le hu-biese permitido salir de Córdoba. Pasa-do el tiempo, este joven, una vez que sehubo enterado de su origen, recibió lamedia sortija que su padre había dejadoantes de partir y que le serviría paraidentificarse, y acudió a Castilla con ca-ballos, armas y todo lo que hubo me-nester de lo que el mismo Almanzor lehabía provisto, y dio muerte a Ruy Ve-lázquez. De esta forma vengaba lamuerte de los siete infantes. Lope de Ve-ga tomó como referencia este romancepara escribir El bastardo Mudarra.

En otras leyendas se destaca la fuer-za militar de Almanzor, como sucedecuando se relatan las campañas que elconde castellano Fernán González em-prendió contra los musulmanes, dondese hace referencia a Almanzor y se leconsidera como “el terrible enemigo delos cristianos”.

Condesas con historiaAsimismo, se resalta el poder y el ca-rácter casi mítico de este caudillo en laLeyenda del conde castellano Garcí Fer-nández y la condesa traidora. Argenti-na, hija de un noble francés, se habíacasado con Garcí Fernández, pero des-pués de varios años sin tener hijos, lacondesa abandonó a su marido y semarchó con un conde francés, quien te-nía una hija de su primer matrimonio,llamada Sancha. Garcí Fernández, dese-oso de vengarse del conde que se ha-

bía llevado a su esposa, se introdujo ensu palacio disfrazado de mendigo y co-noció el mal trato que recibía Sancha,por lo que decidió sacarla de allí y con-traer matrimonio con ella. Ya en Casti-lla, Sancha, a pesar de haber dado a luza su hijo Sancho, no sentía ningúnamor por su marido y enterada de lasvictorias de Almanzor quiso entregarsea él como esposa. El caudillo musul-mán, teniendo noticias de la belleza deSancha, pidió que se reuniese con él.Para llevar a cabo tal deseo, Sancha ur-dió el ataque de Almanzor contra sumarido, que murió en la lucha. Des-pués, quiso envenenar con la bebida asu hijo Sancho, pero enterado éste gra-cias a una sirvienta, le cambió la copa ySancha murió envenenada. Según la le-yenda, esto ocurrió “cuando las victo-rias de Almanzor sobre los cristianos ro-deaban a la figura del caudillo moro deun prestigio casi mítico”.

La leyenda también se hace eco delamor que Almanzor despertó en unadama castellana. “Un amor funesto” na-cido en doña Oña, regente en Castillade su hijo Sancho García, que se ena-moró profundamente de la arroganciay apostura de Almanzor cuando ésteacudió a Burgos para negociar la alian-za entre cordobeses y castellanos. En-terado Almanzor del sentimiento de lacondesa, trató de sacar el máximo par-tido de la situación y comenzó, tam-bién, a manifestar su cariño a la “ena-

morada condesa”. Doña Oña deseabatenerlo siempre junto a ella y puso to-do su empeño en alcanzar su deseo.

Almanzor vio en este “amor” la posi-bilidad de unir Castilla al reino cordo-bés, pero para ello se hacía necesarioacabar con Sancho García. Los dosenamorados, a pesar de la repugnaciade doña Oña, planearon envenenarleen la fiesta de su cumpleaños, pero lle-gado el momento, la condesa fue inca-paz de permitir que su hijo bebiera lacopa del mortífero veneno y fue ellaquien la apuró de una vez. Almanzor,indignado por esta traición y lleno deira comenzó a insultarla. Don Sanchorespetó la hospitalidad que le había da-do y le permitió regresar a Córdoba.Poco tiempo después, murió la desgra-ciada condesa doña Oña.

En otro lugar, y a propósito de un va-go presentimiento que tuvo Almanzormientras dormía en Granada, poco tiem-po antes de la Batalla de Calatañazor, secuenta que se despertó sobresaltado,cosa inaudita en él, pues rara vez semostraba nervioso, ya que según se de-cía “ni aún los caballos se atrevían a re-linchar en su presencia”. Pero este trági-co presentimiento que le atormentabase cumplió poco después, ya que los re-yes cristianos habían firmado una alian-za y terminaron con su poderío. No obs-tante, su recuerdo se mantiene vivo enla historia y a través de las leyendas que,de manera especial, se desarrollaron ydifundieron en el Romanticismo. n

(Las traducciones del árabe, salvo la firmada, son de SOHA ABBOUD).

Un carcelero alimenta a un cautivo, en una ilustración de Consolaciones para entretenimientode califas, manuscrito árabe del siglo XIII (El Escorial, Biblioteca del Monasterio).

BARIANI, L., Almanzor, Ed. Nerea, Ondarribia (en prensa)

SIMONET, F. J., Almanzor, una leyenda árabe, (nuevaedición) Madrid, Polifemo, 1986.LEVI-PROVENÇAL, E., España musulmana hasta la ca-ídad del califato de Córdoba (711-1031), traduc-ción E. García Gómez, tomo IV de “Historia de Es-paña” dirigida por R. Menéndez Pidal, Madrid, Es-paña-Calpe, 1950, sobre todo pp. 397-457.VALLVÉ, J., El Califato de Córdoba, Madrid, Mapfre,1992.MARTÍNEZ, V. y TORREMOCHA, A., Almanzor y suépoca, Málaga, Sarriá, 2001.GARCÍA DE DIEGO, V., Leyendas de España. Madrid,Círculo de Lectores, 1999.MARTÍN RODRÍGUEZ, J. L., Almanzor desde el otro la-do del espejo. Exposición sobre Almanzor y su épo-ca. Algeciras, 2002.VIGUERA, M. J., Imágenes de Almanzor, en La Pe-nínsula Ibérica y el Mediterráneo entre los siglos XIy XII. Aguilar de Campóo. Fundación Santa Maríala Real, 1999.

PARA SABER MÁS

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del Estado, le dejaran actuar a sus an-chas. Y, de hecho, lo consiguió, puesdetentó el control total de al-Andalushasta su muerte en 1002.

Almanzor, una epopeya árabePor su carácter –que Levi-Provençal ca-lifica de “verdadero dictador, de ambi-ción sin límites, con una voluntad dehierro y gran habilidad política”– y porsu enérgica actuación política y militar,Almanzor se ganó la admiración de supoeta, Ibn Darray, quien le inmortalizóen algunos de los mejores versos escri-tos en al-Andalus. Pero Almanzor cobrósu dimensión épica no sólo debido altalento del poeta sino, sobre todo, gra-cias a la obra del historiador andalusídel siglo XI Ibn Hayyan, cuyo padre ha-bía sido visir y secretario de Almanzor yle había acompañado en sus campañas.El hombre de confianza de Almanzorinformó a su hijo de todo lo relaciona-do con el chambelán amirí y, aunquelos libros de Ibn Hayyan no han llegadohasta nosotros, se conocen muchosfragmentos gracias a obras posterioresque lo citaron como fuente de informa-ción. Y cuantos historiadores han hechouso de ellos, desde el siglo XII al XVII,han mostrado a un Almanzor victorioso,brillante, campeón del Islam, fama con-firmada por sus propios enemigos cris-tianos, como se verá a continuación.

Personaje “entre la epopeya y la his-toria”, como escribió C. De la Puente, supropia muerte plantea dudas. Baste re-saltar lo dicho sobre su enterramiento-

por una de las fuentes árabes: “(Fue en-terrado] bajo el polvo que había recogi-do durante sus campañas, pues cadavez que salía en expedición, sacudía to-das las tardes sus ropas sobre un tapetede cuero e iba reuniendo todo el polvoque caía” (traducción de Luis Molina).

Almanzor tuvo una honda repercu-sión también entre los cristianos. Mu-chos son los testimonios que sobre él sehallan en la literatura medieval, e inclu-so, su nombre perdura, aún hoy, en nu-merosos topónimos geográficos en tie-rras castellanas. Su personalidad, su go-

bierno y las devastadoras campañas quedesplegó durante casi veintiséis añosfueron glosadas por los cronistas cristia-nos de la época. Uno de los primerosque se ocupó de él fue, en el siglo X, elobispo Sampiro de Astorga, en cuyacrónica minusvaloró las victorias de Al-manzor, ya que no fueron debidas, se-gún él, a su valor y a sus méritos, sino ala acción de Dios, que quiso castigar alos cristianos por sus pecados o, másbien, por los cometidos por su rey Ver-mudo II.

Sin embargo, a lo largo del siglo XII,varios cronistas destacaron otras cuali-

dades de Almanzor. Así, la Crónica Na-jerense, pone de relieve “sus desafora-dos impulsos carnales”. En la HistoriaCompostelana se compara el daño quecausó en la iglesia de Santiago con elocasionado por una plaga, por la de-vastación producida por sus tropas.Asimismo, en el Liber Sancti Iacobi, sele considera un personaje demoníaco,el “mayor de todos los bárbaros y elcausante de todos los males”. La Cró-nica Silense le arroja al infierno inme-diatamente después de su muerte; noobstante, destaca “su grandeza de áni-

mo y su fortaleza de espíritu”. En ge-neral, casi todos los cronistas del sigloXII resaltan el terror que causaba ensus incursiones por tierras cristianas.

Ya a comienzos del siglo XIII, cuandoLucas de Tuy hace referencia a la Bata-lla de Calatañazor, después de la cualmurió Almanzor, no duda en afirmarque sólo era un servidor de Satán. Sinembargo, en ese tiempo, el arzobispode Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada,alude a sus grandes dotes de gobernan-te y le califica como varón valiente, la-borioso, prudente e, incluso, llega aconsiderarle como invencible. Asimis-mo, la Primera Crónica General de Es-paña no escatima elogios hacia Alman-zor y dice, refiriéndose a él, que “eramoro muy esforçado et muy aguçioso etsabio”.

Historia y fábulaEn torno a él se crearon numerosas le-yendas, “como expresión más delicadade la literatura popular en la que semezcla el acontecimiento histórico conlo fabuloso”, a través de las cuales pue-de apreciarse el sentir que sobre Alman-zor fue creándose con el paso del tiem-po. De esta forma, la personalidad deeste caudillo hizo brotar en torno a élnumerosos romances populares, en losque se referían diversos acontecimientosrelacionados con su vida, donde se en-salzaba, en cierta medida, su persona.Entre ellos destaca la Leyenda de los Sie-te Infantes de Lara o de Salas donde sepone de relieve el “espíritu caballerescoy bondadoso” de Almanzor en el tratodispensado al noble castellano GonzaloGustioz, padre de los siete infantes, aquien su cuñado Ruy Velázquez habíaenviado a Córdoba, con una carta cuyocontenido él desconocía, en la que sepedía a Almanzor que le diese muerte.Almanzor, que le había recibido conmuchos honores, no sólo no cumplió loque se le pedía, sino que además le al-bergó y le dio buen trato, ya que “era denatural caballeresco”, de manera espe-cial después que supo que Ruy Veláz-quez había provocado la muerte de lossiete hijos de Gonzalo Gustioz. Despuésde este suceso, Gonzalo Gustioz fueconducido a lujosos aposentos, y, paraconsolarle, Almanzor le entregó a supropia hermana, quien trató amorosa-mente al desdichado castellano. De esarelación nació un hijo, Mudarra, des-

Miniatura con jinete, del Comentario alApocalipsis, manuscrito mozárabe de 971(Gerona, Biblioteca de la Catedral).

Un satán de grandes impulsos carnales oun prudente gobernante, todo lo fueAlmanzor, según quién fuera el cronista

ALMANZOR, MIL AÑOS DE UN MITOPARA ÁRABES Y CRISTIANOS, HÉROE DE LEYENDA