alianza de novelas - la hoguera...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje...

22
LA HOGUERA Krysten Ritter Alianza de Novelas Traducido del inglés por Cristina Martín Sanz

Upload: others

Post on 14-Apr-2020

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

LA HOGUERA

Krysten Ritter

Alianza de Novelas

Traducido del inglés por Cristina Martín Sanz

Page 2: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

Diseño de colección: Estudio Pep Carrió

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

Copyright © 2017 by Krysten Ritter© de la traducción: Cristina Martín Sanz, 2017© AdN Alianza de Novelas (Alianza Editorial, S. A.) Madrid, 2017 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15 28027 Madrid www.AdNovelas.com

ISBN: 978-84-9104-914-2Depósito legal: M. 27.152-2017Printed in Spain

Título original: Bonfire

Page 3: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

7

Prólogo

En mi último año en el instituto, cuando Kaycee Mitchell y sus ami-gas se pusieron enfermas, mi padre propuso un puñado de teorías.

—Lo de esas chicas me da muy mala espina —afirmó—. No au-gura más que problemas. —Se tomó como una cuestión de fe que estaban recibiendo un castigo. Para él, se merecían lo que les estaba sucediendo.

La primera fue Kaycee, lo cual tenía su lógica. Ella fue la prime-ra en hacer todo: en perder la virginidad, en probar el tabaco, en organizar una fiesta.

Kaycee se paseaba por delante de sus amigas igual que un ma-cho alfa al frente de su manada de lobos. En la cafetería, decidía dónde quería sentarse y las demás la imitaban; si se comía el al-muerzo, las otras también; si se ponía a juguetear con la comida que tenía en la bandeja o se comía solo una bolsita de gominolas, sus amigas hacían lo mismo. La más odiosa y a la que más se oía era Misha, pero la líder era Kaycee.

De modo que cuando cayó enferma, las chicas de los cursos su-periores de Barrens High no sentimos ni horror, ni turbación ni preo-cupación.

Sentimos envidia. Todas abrigamos secretamente la esperanza de que después nos tocase a nosotras.

La primera vez que sucedió fue durante el debate de la cuarta hora de clase. Todo el mundo tenía que participar en unas eleccio-

Page 4: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

8

nes fingidas. Kaycee consiguió pasar tres rondas de votaciones pri-marias. Se le daba bien representar el papel de político, de persona convincente y dotada de talento para mentir con ingenio rápido. Ni siquiera estoy segura de que ella misma supiera cuándo estaba di-ciendo la verdad y cuándo no.

Estaba de pie frente a la clase, pronunciando un ensayado dis-curso de campaña electoral, cuando de repente fue como si alguien le cortase el hilo que unía la voz con la garganta. Siguió moviendo la boca, pero se había suprimido todo el volumen. No salió ni una palabra de ella.

Por espacio de unos segundos, pensé que a quien le estaba pa-sando algo era a mí.

Entonces Kaycee se agarró al podio con las dos manos y se que-dó con la boca abierta, inmóvil, como si se hubiera atascado y es-tuviera emitiendo un grito mudo. Yo estaba sentada en la primera fila —nadie quería sentarse nunca en aquellos pupitres, así que los tenía siempre a mi disposición— y Kaycee estaba a escasos metros de mí. Jamás olvidaré la expresión de sus ojos: era como si de pron-to se hubieran transformado en dos túneles.

Derrick Ellis gritó algo, pero Kaycee no le hizo caso. Se le veía la lengua detrás de los dientes, y un chicle de color blanco encima de ella. Algunas personas se rieron —debieron de pensar que se trata-ba de una broma—, pero yo no.

Yo había sido amiga de Kaycee, su mejor amiga, cuando las dos éramos pequeñas. Solo era la segunda vez en mi vida que la veía asustada.

Empezaron a temblarle las manos, y entonces fue cuando cesa-ron las risas. Todo el mundo se quedó callado de pronto. Durante largo rato no se oyó ninguna otra cosa que el tintineo contra el po-dio de un anillo de plata que siempre llevaba puesto.

A continuación, el temblor se le extendió a los brazos. Puso los ojos en blanco y se derrumbó. Al caer, arrastró el podio con-sigo.

Page 5: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

9

Recuerdo que me puse de pie. Recuerdo que la gente gritaba, re-cuerdo que la señora Cunningham se arrodilló y le levantó la cabe-za a Kaycee, y recuerdo que alguien dijo que había que impedir que se tragase la lengua. Alguien fue corriendo a buscar a la enfermera. Otra persona más estaba llorando, no recuerdo quién, tan solo re-cuerdo que se la oía gimotear desconsoladamente. Por extraño que parezca, lo único que se me ocurrió hacer fue recoger los apuntes de Kaycee, que se habían caído al suelo, y ordenarlos de nuevo pro-curando que las esquinas quedasen bien alineadas.

Después, súbitamente, se le pasó. Por lo que pareció, el espasmo abandonó su cuerpo, igual que una marea que se retira. Abrió los ojos. Parpadeó y se incorporó. Su expresión era de ligera confusión, pero no de desagrado, al vernos a todos congregados alrededor de ella. Para cuando llegó la enfermera, ya se la veía normal otra vez. Insistió en que tan solo había sufrido un momento de debilidad porque no había comido. La enfermera la sacó del aula, y mientras tanto ella miraba atrás continuamente, como para cerciorarse de que todos contemplásemos cómo se marchaba. Y la contemplamos, vaya que si lo hicimos. Era de esas personas que uno no puede evi-tar contemplar.

Todos nos olvidamos del incidente. O fingimos olvidarnos de él.Luego, tres días más tarde, sucedió otra vez.

Page 6: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago
Page 7: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

11

1

La carretera estatal 59 se convierte en Plantation Road tres kiló-metros después del desvío que lleva a Barrens. No es difícil pasar de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago por carretera de Chicago a Nueva York, consigo pasar por delante sin experimentar un sentimiento de ansiedad. Aguanto la respiración, cuento hasta cinco y expulso el aire. Dejo atrás Barrens sin que ocurra nada, sin que surjan de la oscuridad de la vegetación antiguos espectros con la intención de estrangu-larme.

Es un juego al que jugaba de pequeña. Cada vez que me sentía asustada o que debía bajar a la caseta que teníamos en el viejo pa-tio trasero de la casa, que se hallaba sumido en la oscuridad, nin-gún monstruo, ningún asesino armado con un hacha, ninguna figu-ra deforme salida de una película de miedo podría atacarme si aguantaba la respiración. Aguantaba la respiración y corría a toda velocidad hasta que, con los pulmones a punto de estallarme, vol-vía a estar de nuevo sana y salva en casa y con la puerta cerrada. Incluso le enseñé dicho juego a Kaycee cuando las dos éramos pe-queñas, antes de que empezáramos a odiarnos.

Me da vergüenza decirlo, pero todavía practico ese juego. Y lo cierto es que me funciona.

La mayoría de las veces.

Page 8: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

12

A solas, encerrada en el cuarto de baño de una gasolinera, me froto las manos hasta que la piel se me agrieta y empieza a caer un hilillo de sangre por el desagüe. Es la tercera vez que me lavo las manos desde que crucé la frontera del estado de Indiana. En el es-pejo abollado del lavabo, mi rostro se ve pálido y distorsionado, y los recuerdos de Barrens vuelven a reverdecer igual que una planta tóxica.

Esto no ha sido una buena idea.Abro la puerta del cuarto de baño y regreso a mi coche entor-

nando los ojos bajo el sol de las primeras horas de la mañana.Al llegar al desvío, paso por delante del cadáver de un ciervo cu-

bierto de moscas. Tiene la cabeza todavía intacta, por improbable que sea, y casi resulta agradable a la vista, con la boca abierta en un último suspiro. Es imposible saber si ha muerto atropellado por un automóvil o alcanzado por una bala perdida. Lo normal es que los ciervos que mueren en la carretera sean recogidos enseguida por un ciudadano ejemplar que los sube a su viejo cacharro y los con-vierte en cecina de venado. A los diecisiete años yo choqué contra un ciervo con mi antiguo Ford Echo, y lo recogieron a él antes que a mí. Sin embargo, este otro, sin saber por qué, sigue estando aquí sin que nadie se haga cargo de su cadáver.

En Barrens, la caza es una actividad importante, la más impor-tante, de hecho. Está integrada en la cultura del lugar. Si es que se puede denominar así. La temporada de caza no empieza oficial-mente hasta que llega el invierno, pero todos los años los críos se escabullen con unas cuantas latas de cerveza, una linterna y la es-copeta de su padre, y salen a buscar un ejemplar de buen tama-ño o a ver cómo pastan una cierva y sus cervatillos. Y, después de unas cervezas, se ponen a disparar a todo lo que se les cruza por delante.

Mi padre me llevaba con él a cazar; nuestras actividades de pa-dre-hija normalmente incluían una visita al taxidermista. Las pare-des de nuestra casa estaban adornadas con cabezas de ciervos, co-

Page 9: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

13

yotes y osos, a modo de trofeos. Me enseñó a pisar el cuerpo de los faisanes abatidos mientras él les retorcía el pescuezo con una mano. Recuerdo cuánto lo fastidió que yo me echase a llorar cuando lo vi matar el primer ciervo, recuerdo que me obligó a poner las manos sobre el cuerpo del animal, todavía caliente, y recuerdo cómo bro-taba la sangre a golpes por el agujero que le había arrebatado la vida. «La muerte es bella», me dijo mi padre.

Mi madre también fue bella una vez, hasta que el cáncer de hue-sos hizo lo que tenía que hacer. Le arrancó todo el cabello, le trans-formó el cuerpo en un saco de huesos y músculos, le fue devorando las células una por una. Después de que ella falleciera, mi padre me dijo que su muerte finalmente había sido una bendición y que de-bíamos sentirnos agradecidos, porque el Señor la había elegido a ella para que formara parte de su rebaño en el cielo.

Dejo Plantation Road para tomar la ruta 205, que termina cam-biando de nombre para pasar a llamarse Main Street, profunda-mente sorprendida por el olor a estiércol de vaca que se percibe en medio del calor. Estamos a mediados de junio, a finales del curso escolar; en cambio, la sensación es de pleno verano. El campo está de color marrón bajo el sol. Otro kilómetro más y me encuentro con un letrero totalmente nuevo: «Bienvenidos a Barrens, pobla-ción 5.027 hab.». La última vez que vine por aquí, hace ahora diez años, el número de habitantes era apenas la mitad que el de ahora. Main Street es, como su nombre indica, la calle principal, pero in-cluso en un tramo de quince kilómetros cruzarse con otros tres ve-hículos ya se considera tráfico denso.

Cuento los postes de teléfono. Cuento los cuervos que están po-sados en los cables. Cuento los silos que se distinguen a lo lejos, ordenados de forma que parecen puños. Convierto mi vida en nú-meros, en contabilidad. Llevo diez años viviendo en Chicago. Llevo tres siendo abogada. Después de ejercer seis meses en un gabinete privado, obtuve un empleo en el CDM, el Centro para la Defensa del Medioambiente.

Page 10: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

14

Tengo un futuro, una vida, un apartamento limpio y luminoso en Lincoln Park con varias decenas de estanterías y ni una sola Bi-blia. Me veo con mis amigos en los bares del centro, en discotecas y tugurios en los que las bebidas llevan ingredientes como lila y cla-ra de huevo. Tengo amigos, punto. Y también novios, si es que se los puede llamar así. Todos los que quiero, sin nombre, indistingui-bles, hombres que entran y salen de mi cama y de mi vida y se atie-nen a mis condiciones.

La mayoría de las noches, ya ni siquiera sufro pesadillas.He jurado muchas veces que nunca volvería a casa. Pero ahora

pienso de otra manera. Cualquier libro de autoayuda dirá que uno no puede desembarazarse sin más de su pasado.

Barrens echó raíces en mí. Pero si quiero que desaparezcan defi-nitivamente, he de arrancármelas yo misma.

Main Street. Lo que antes era la iglesia —un edificio de hormigón de una sola planta, sin ventanas, al que acudíamos los domingos hasta que mi padre llegó a la conclusión de que el pastor estaba in-terpretando las Escrituras a su antojo, furioso en particular porque daba la impresión de ser demasiado liberal con los gais— ahora es una hamburguesería. La biblioteca a la que me llevaba mi madre de pequeña a escuchar cuentos en la actualidad luce un cartel que dice «Bufé oriental de Johnny Chow». Cuando yo era pequeña, no te-níamos ningún restaurante con mesas para sentarse.

Sin embargo, hay muchas cosas que siguen igual: el rótulo de neón del bar de veteranos de guerra continúa parpadeando, y el lo-cal de Mel’s Pizza, adonde iba de vez en cuando con mi bicicleta después del colegio para comprarme una porción de pizza, todavía está en funcionamiento. Son muchos los lugares que podría haber recuperado intactos de mi memoria: el taller mecánico de Jiffy; la tienda de repuestos del automóvil de Jimmy; la tienda de porno Tentaciones, venida a menos, cuyo propietario era el padre de

Page 11: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

15

Kaycee Mitchell. Quién sabe, a lo mejor sigue siendo el propietario. Pero veo que tiene el tejado nuevo, y también un letrero eléctrico. De modo que el negocio ha ido en aumento.

Descubro un cuervo posado en un cable telefónico, y después otro anidando un poco más adelante. «Un cuervo indica pena, dos son diversión...»1.

Más allá de Main Street ya nada es lo mismo: apartamentos re-cién construidos, una tienda de muebles, un restaurante italiano que anuncia en el escaparate que cuenta con un bar de ensaladas. Todo me resulta desconocido, excepto el almacén de chatarra y, justo pasado este, el autocine al aire libre. Lugar de innumerables fiestas de cumpleaños con niños de la escuela dominical, e incluso de una deprimente cena de Acción de Gracias que celebramos jus-to después de enterrar a mi madre. Lo que nos hacía famosos, antes de la llegada de Optimal Plastics.

Más cuervos posados en un poste. Procuro no contarlos, pero es una costumbre demasiado antigua, demasiado arraigada. «Tres, cuatro, cinco, seis. Siete es un secreto, oculto en un rincón». Un ase-sinato de cuervos.

El hecho de estar otra vez aquí ya me está causando esa opresión en el pecho, esa sensación de tener un nudo en la garganta. Agarro el volante con más fuerza. Al llegar al primer semáforo en rojo —el único semáforo en rojo que hay en todo Barrens— contengo la res-piración y cierro los ojos. «Contrólate».

El conductor que está detrás de mí toca el claxon: el semáforo se ha puesto en verde. Piso el pedal del acelerador con una energía un poco excesiva y salgo disparada hacia el cruce. Al distinguir de re-pente un conocido cartel de color anaranjado en mi visión periféri-ca, acciono el intermitente sin pensar y doy un volantazo para me-

1 Tomado de una rima tradicional infantil, One for Sorrow. Según una antigua superstición, el número de cuervos que uno ve determina si tendrá mala suerte o no (N. de la T.).

Page 12: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

16

terme en el aparcamiento del Donut Hole, que, al igual que el autocine, no ha cambiado nada.

Apago el motor. Me quedo unos instantes sentada, en silencio. Transcurridos unos segundos sin el aire acondicionado, empieza a hacer demasiado calor. Debemos de estar a unos veintisiete grados, mucho más que en Chicago. El aire está cargado de humedad y re-sulta sofocante. Me quito la chaqueta de cuero y agarro mi bolso, que está en el suelo del asiento del pasajero. No me vendría mal una botella de agua.

Justo cuando estoy abriendo la portezuela del coche, se detiene a mi lado un Subaru de color azul. Clava los frenos en el último instante y me hace dar un respingo. El conductor toca el claxon dos veces.

Me apeo del coche, molesta porque este tipo haya aparcado tan pegado a mí, y entonces me doy cuenta de que la mujer que va den-tro del Subaru me está sonriendo y saludando frenéticamente con las dos manos. Me señala el Donut Hole, y dispongo de una frac-ción de segundo para decidir si no sería mejor que regresara a Chi-cago y me olvidara de todo esto. Pero de repente me quedo parali-zada. En algún punto del proceso, mi instinto de luchar o escapar se ha transformado en el instinto de «quédate inmóvil, hazte invisi-ble, espera a que pase».

Es Misha Dale. Más rubia, con más peso, todavía guapa, con su estilo pueblerino. Y sonriente. Yo antes veía su sonrisa en sueños... del mismo modo, supongo, que los peces que habitan en el fon-do del mar deben de ver en sueños el embudo largo y negro de las fauces de un tiburón.

Misha a los doce años, diciendo a todas sus amigas que me bom-bardeasen con los panecillos del almuerzo cuando me veían cruzar el comedor. Misha a los catorce, metiendo el fémur de algún animal en mi taquilla y afirmando que era uno de los huesos de mi madre, diciendo en voz baja que yo guardaba restos humanos en mi con-gelador, un rumor que alcanzó tal popularidad que finalmente me

Page 13: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

17

hizo una visita el sheriff Kahn para ver si era cierto. A los quince organizó una campaña de recaudación de fondos para que yo pu-diera tratarme el acné. A los dieciséis publicó en la Red una peti-ción para que me expulsaran de clase durante una temporada.

Una sádica de hermosa sonrisa. Ella, Cora Allen, Annie Baum y Kaycee Mitchell se cebaron en mí durante varios años, engordaron y se hicieron fuertes nutriéndose de mis desgracias, disfrutaron de lo lindo cuando en el penúltimo curso del instituto intenté tragar-me medio frasco de analgésicos y tuve que pasar una semana en el hospital psiquiátrico de Mercy, un hecho que mi padre siempre se negó a reconocer y del que no hemos hablado jamás.

«La próxima vez, te ayudaré», me susurró Misha en el pasillo cuando por fin regresé a las clases.

Unas chicas terribles. Demoníacas.Y así y todo, yo les tenía envidia.

—No me lo puedo creer. Ya me había enterado de que a lo mejor vol-vías por aquí. —Su mirada se ha suavizado, pero su sonrisa es la mis-ma: afilada y ligeramente torcida—. ¡Menudo coche! Se ve que te ha ido muy bien. —Me estrecha brevemente contra sí, con un solo bra-zo. Huele a tabaco mentolado y al fuerte perfume que usaba para en-mascarar dicho olor—. ¿No te acuerdas de mí? Soy Misha Jennings. Bueno, Dale —se corrige, a la vez que menea la cabeza—. Tú me co-nociste con el apellido Dale. Dios mío, ha pasado mucho tiempo.

—Sí que me acuerdo de ti —contesto. Siento que me invade el pánico, con la rapidez con que uno enseña los dientes. Así que se había enterado de que yo iba a venir, pero ¿cómo? ¿Y por quién?

—¿Ibas a entrar aquí? —me pregunta indicando por señas el Donut Hole—. En este último año han añadido un montón de va-riedades distintas, y todo gracias a Optimal, supongo. Últimamente hemos tenido una verdadera explosión demográfica, por lo menos para lo que es normal en Indiana.

Page 14: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

18

Lo de Optimal lo dice para que yo pique, no tengo ninguna duda. Pero esta vez no es ella la que consigue mantenerse a salvo en tierra firme.

—Sí —respondo—, iba a entrar.—Mi preferido sigue siendo el de mermelada. —También se le

ha suavizado la voz. Se la nota sinceramente contenta de verme—. ¿Sigues en contacto con alguien de la antigua pandilla?

Dudo un instante, porque sospecho una trampa. Pero ella no pa-rece percatarse de mi titubeo. No existe ninguna «antigua pandi-lla», por lo menos ninguna de la que haya formado parte yo. Me limito a negar con la cabeza y a acompañarla al interior del estable-cimiento. Me fijo en que, en el momento de abrir la puerta, se ase-gura de pasar por delante de mí.

El Donut Hole es lo que su nombre indica, un sitio donde despa-chan donuts, pero además ofrece un surtido verdaderamente vario-pinto de artículos de droguería y nuestro «museo» de historia, un rincón en el que hay folletos a disposición de los clientes. Incluso hay una pequeña biblioteca, gratuita y no oficial: coges un libro y dejas otro. Este olor especial a ambientador artificial, a guías de viaje viejas y mohosas y a productos de panadería es como el cañón de un arma que me dispara de nuevo hacia el pasado.

—Debe de resultar divertido volver después de tanto tiempo — comenta Misha. Pasa de largo el mostrador de los donuts y se dirige hacia una pared de productos farmacéuticos en la que un le-trero escrito a mano anuncia sin mucha autoridad: «No se venden medicamentos, ni Suboxone ni Sudafed».

Misha coge un antiácido, un champú infantil, una crema para el cuerpo con aroma a lilas y una caja de pañuelos de papel; todo tan normal, tan doméstico, tan impropio de la joven cruel que durante años hizo de depredadora conmigo.

—Yo no lo llamaría precisamente divertido. —Para mí es más bien un error, sobre todo estando aquí de pie en el Donut Hole, de-lante de Misha—. Estoy aquí por trabajo.

Page 15: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

19

Como veo que no me pregunta qué clase de trabajo, sé con segu-ridad que ya se ha enterado.

—Pues a mí sí me parece divertido que hayas vuelto —replica. Su tono es cálido, pero no puedo evitar sentir una oleada de nervio-sismo. Las diversiones de Misha siempre fueron de las que hacían sangre—. Tu padre debe de alegrarse de tenerte en casa después de todo este tiempo. Precisamente el verano pasado estuvo trabajando en nuestra valla, después del paso de ese tremendo tornado. Hizo una labor fenomenal.

No tengo ganas de hablar de mi padre. Decididamente, no tengo ganas de hablar de él con Misha. Emito un carraspeo.

—¿Así que te casaste con Jonah Jennings? —le pregunto con una cortesía que espero que ella sepa interpretar, acertadamente, como falsa.

Pero Misha se limita a reír.—Con su hermano Peter.Esta nueva Misha resulta imprevisible. Es como si las normas

del pasado hubieran sido reescritas y yo todavía estuviera apren-diendo a jugar con ellas. Lo único que sé de Peter Jennings es algo que leí en el Tribune cuando llevaba uno o dos años en la universi-dad: que lo habían detenido por traficar con heroína.

Misha juguetea con el estante de las revistas.—Me resistí todo lo que pude, pero él fue muy persistente. —Ti-

tubea solo una fracción de segundo, y agrega—: También tenemos una niña. Se llama Kayla, está en el coche. Ahora, cuando salga-mos, la saludaremos.

Incluso aquí dentro, con el aire acondicionado en marcha, la sensa-ción que tiene una es la de estar metida dentro de una boca cerrada.

—Qué calor hace —me quejo. Misha no es un asunto que me concierna, ni ella ni su niña. Así y todo, no puedo evitar preguntar-le—: ¿Seguro que se encontrará bien?

—Oh, solo está echando una siesta. Si intento despertarla, se pondrá a chillar como una descosida. Dios, qué cosas estoy dicien-

Page 16: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

20

do. Cuesta trabajo creerlo. Te lo juro, diez años pasan en un parpa-deo y no son en absoluto lo que una creía que iban a ser. —Me mira como si ambas compartiéramos un secreto—. ¿Sabes que ahora trabajo en el instituto de Barrens? Ya llevo unos años siendo vice-directora.

Esto me deja de piedra. Misha odiaba el colegio casi tanto como yo, si bien por razones distintas. A ella las clases le parecían una in-comodidad, y los obligatorios deberes para casa no eran sino una distracción de la costumbre de dejarse toquetear por los chicos del equipo de fútbol americano.

—No tenía ni idea —contesto, aunque en realidad me gustaría preguntarle cómo es posible algo así. Claro que Barrens, un institu-to minúsculo del que cada año salen unos sesenta alumnos, segura-mente no atrae a la flor y nata del profesorado—. Felicidades.

Misha le quita importancia con un gesto de la mano, pero se la ve complacida... y también orgullosa.

—Dios se ríe de los planes que hacemos los seres humanos. ¿No es eso lo que dicen?

No sé distinguir si está bromeando.—Pensaba que a ti no te iban todas esas cosas de la religión. En

el instituto odiabas a los beatos.Pero, naturalmente, no era cierto: solo me odiaba a mí.La sonrisa de Misha se esfuma de pronto.—En aquella época era joven. Todos éramos jóvenes. —Baja la

barbilla y me mira a través de unas pestañas pintadas con rímel—. Ahora todo eso ya es agua pasada. Además, aquí la estrella eres tú. La chica que se fue.

Es mentira, por supuesto. Tiene que serlo. Misha me torturaba a mí, torturaba a mi familia, se recreaba en hacerme llorar. Yo no me lo inventé. No podría haberlo inventado. En una ocasión me dejó una cuchilla pegada con cinta adhesiva a mi pupitre junto con una nota que decía: «Hazlo ya». Que yo sepa, eso no es agua pasada. Propagó rumores, me humilló, ¿y por qué? Yo no tenía amigas, no

Page 17: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

21

representaba ninguna amenaza. En aquella época, apenas era si-quiera persona.

Aun así, me toma del brazo y no hago ademán de soltarme.—No me vendría mal un café con hielo. ¿Qué me dices?—No —respondo. Abro la puerta de los refrigerados y, aferrada

al tirador para afianzarme en el sitio, observo fijamente las hileras de botellas de agua. Seis botellas, una al lado de la otra. Tres en cada fila, salvo en la última, que tiene solo una. Esa es la que esco-jo—. Solo quiero agua.

En realidad, me apetecería decirle: «Deja de tocarme, siempre te he odiado», pero quizá es este el poder que tiene Misha, como la bruja de La sirenita: te roba la voz.

Contemplo cómo se prepara un café helado. Estoy intentando buscar una manera de excusarme, de decirle: «Adiós, que tengas una vida muy mediocre, espero no volver a verte mientras viva», cuando de improviso ella salta:

—Sabes, Brent sigue preguntando por ti de vez en cuando.Me quedo petrificada.—¿Brent O’Connell?—¿Quién si no? Ahora es un pez gordo de Optimal. El director

regional de ventas. Ha seguido los pasos de su padre, y desde en-tonces no ha hecho más que ascender.

Brent pertenecía a una de las familias más ricas del pueblo, lo que para Barrens significa tener un aro para jugar al baloncesto, una piscina desmontable y dormitorios separados para él, su her-mana mayor y sus padres. Su padre iba a trabajar con corbata, y su madre era como Carol Brady: gran sonrisa, cabello rubio, aspecto limpísimo. Brent empezó a trabajar en Optimal nada más salir del instituto. Mientras que los demás chicos obtuvieron primeros tra-bajos como empleados de una gasolinera o reponedores de la tien-da de comestibles, o incluso barriendo establos en una de las gran-jas de los alrededores, Brent entró en Optimal para un período de prácticas.

Page 18: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

22

—Continúa soltero. Es una lástima, ¿a que sí? —Misha remueve lentamente su café, como si fuera un experimento de química y una equivocación al mezclar el azúcar y la crema fuera a hacer volar el local entero por los aires. Un azucarillo. Remover. Dos azucarillos. Remover. Tres. De repente suelta—: Siempre estuvo enamorado de ti, no sé si lo sabes.

—Brent está con Kaycee —digo a toda velocidad. No tengo ni idea de por qué he utilizado el tiempo presente: llevo cinco minutos en el pueblo y ya me está invadiendo el pasado—. Quiero decir que estaba.

—Estaba con Kaycee, pero le gustabas tú. Lo sabía todo el mundo.

Brent O’Connell era uno de los chicos más populares de Ba-rrens. Lo que está diciendo Misha no tiene sentido.

Excepto...Excepto por el beso, el único beso, la noche de la graduación.

Un primer beso casi exactamente igual que el que yo siempre había soñado: un día de junio insólito de tan caluroso, casi propio para ir a bañarse; un penetrante olor a humo en el aire; Brent saliendo de entre los árboles protegiéndose los ojos de la luz de mi linterna con la mano. Cuántas noches había recorrido yo el bosque que había detrás de mi casa para ir hasta el borde del pantano, con la esperan-za de tropezarme con él de aquel modo, con la esperanza de que se fijase en mí.

Fue tan perfecto que nunca tuve la seguridad de no habérmelo inventado, como hice con Sonya, una niña de piel oscura y piernas largas y delgadas como las de un potrillo que vivía en el desván de nuestra antigua casa, cuando yo era pequeña, y que jugaba conmi-go a cambio de que yo le diera hojas y ramas que le traía del bos-que; cuando mi madre descubría el desván todo lleno de hojas po-dridas y de escarabajos, yo le explicaba que aquella niña era una antigua hada. Y como los juegos que inventé cuando murió mi ma-dre, para hacerla volver. Salvar de un salto las grietas de la acera,

Page 19: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

23

naturalmente, pero también otras cosas. Si fuera capaz de aguantar la respiración hasta que hubieran pasado cinco coches... Si fuera capaz de sumergirme hasta el fondo del pantano e introducir un dedo en el cieno... Si hubiera un número par de cuervos posados en el poste de teléfonos, un número cualquiera que no fuera el diez.

Misha pone con cuidado la tapa de su vaso de café helado pre-sionando los bordes con el dedo pulgar.

—¿Por qué? —me pregunta. Utiliza un tono tan natural, tan amable, que estoy a punto de no percatarme.

—¿Disculpa? —La verdad es que por un segundo no entiendo lo que me quiere decir.

Por fin levanta la vista. Sus ojos tienen el azul despejado de un cielo de verano.

—¿Por qué crees tú que le gustabas tanto a Brent?Aprieto la botella de agua con tanta fuerza que dejo los dedos

marcados en el plástico.—No... No lo sé —farfullo, y después agrego—: No le gustaba.Misha continúa sonriendo.—Tal vez fuera por esa melenaza tuya.Acto seguido, de forma inesperada, alarga una mano para dar-

me un ligero tirón a la cola de caballo. Al ver que yo me aparto, ríe como si se sintiera avergonzada.

—Quizá venían de ahí todas esas gilipolleces, que Kaycee quisie-ra que hiriésemos tus sentimientos —sigue diciendo Misha—. La verdad es que Kaycee era una chiflada.

—Era tu mejor amiga —señalo, haciendo un esfuerzo para se-guir la conversación, para no verme atrapada en el fango de mis recuerdos.

—También fue tu mejor amiga, durante una temporada —repli-ca—. Ya te acordarás de cómo era aquello. Kaycee me daba un mie-do de muerte.

¿Podía ser verdad lo que estaba diciendo? Cada vez que me acuerdo de esa época, el rostro que suelo ver es el de Misha, sus

Page 20: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

24

dientes arrejuntados y sus ojos grandes y azules, la cara de placer que ponía cada vez que me veía llorar. Misha era la cruel, la pitbull, la que tomaba las decisiones. Cora y Annie eran las discípulas: se-guían a Misha y a Kaycee en actitud reverencial, como si fueran sus hermanas pequeñas.

Kaycee era la más guapa, la que todo el mundo adoraba. Nadie podía negarle nada. Yo tampoco era capaz de negarle nada cuando éramos amigas. Kaycee era el sol, y no había más remedio que or-bitar en torno a ella.

Ahora que era diez años mayor y llevaba diez años liberada de ser su mejor amiga, Misha daba la impresión de encontrarse có-moda.

—Brent va a alegrarse muchísimo de verte otra vez, aunque aho-ra juegues en el equipo contrario. Porque —agrega al ver mi expre-sión— es así, ¿no? ¿Habéis venido para cerrar Optimal?

—Estamos aquí para cerciorarnos de que el agua no entraña riesgos —replico—. Ni más ni menos. No vamos contra Optimal. —Pero para los habitantes de Barrens, esta distinción no va a cam-biar mucho las cosas.

—Pero tú estás dentro de esa asociación, ¿no es cierto?—Sí, el Centro para la Defensa del Medioambiente —respon-

do—. Veo que las noticias viajan deprisa.Misha se inclina un poco más hacia mí.—Gallagher dice que van a cerrarnos el agua del grifo.Sacudo la cabeza en un gesto negativo.—Gallagher lo ha entendido mal. Algo así sucedería muy en úl-

tima instancia. Hemos venido únicamente a examinar los sistemas de eliminación de residuos. —Hay una cosa que enseñan en la Fa-cultad de Derecho mejor que ninguna otra: cómo hablar sin decir absolutamente nada.

Misha lanza una carcajada.—Y yo creyendo que eras una abogada elegante. ¡Y resulta que

en vez de eso eres fontanera! —Menea la cabeza—. Pero me alegro

Page 21: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

25

de saberlo. Optimal ha sido una bendición para nosotros, no te ha-ces ni idea. Durante una temporada creímos que este pueblo estaba transformándose en polvo.

—Ya me acuerdo —le digo—. Créeme.De pronto, una súbita punzada de dolor le arruga la frente y le

frunce los labios. Y por espacio de largos segundos da la impresión de estar haciendo un gran esfuerzo para quitarse algo que le blo-quea la garganta.

Luego vuelve a aferrarme la mano. Me sorprende que se acerque otro poco más, tanto que incluso me es posible distinguir la conste-lación que le forman los poros de la cara.

—Tú sabes que solo eran bromas, ¿verdad? Todas las cosas que hacíamos. Todas las cosas que dijimos.

Adivino que Misha está tomando mi silencio como una afirma-ción. Me da un apretón en la mano, breve y rápido.

—Antes me preocupaba de vez en cuando que pudieras volver a casa. Me daba miedo. Pensaba que a lo mejor volvías buscando... —De repente se interrumpe, y yo siento un intenso frío en la nuca, como si alguien se hubiera inclinado hacia mí para decirme algo en susurros.

Kaycee. Estoy segura de que iba a decir «a Kaycee».—¿Buscando qué? —le pregunto, intentando a propósito em-

plear un tono natural, al tiempo que hago girar un expositor de ga-fas de sol baratas y observo cómo absorben el sol con sus lentes polarizadas.

Ahora, la sonrisa de Misha es cerrada y constreñida.—Venganza —responde simplemente. Esta vez me sostiene la

puerta abierta y me permite que pase primero.

La niña de Misha está agitándose en el asiento trasero del coche. Nada más ver a su madre, empieza a gimotear. Mientras Misha acude a desabrocharle el cinturón, yo dejo escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo.

Page 22: Alianza de Novelas - LA HOGUERA...de largo el viejo letrero de madera, incluso en medio del paraje descolorido que tiene alrededor. Ya hace varios años que, en los viajes que hago

26

—Esta es Kayla —me dice, al tiempo que la pequeña rompe a llorar.

—Es preciosa —digo yo, lo cual es cierto. La niña tiene los ojos de su madre; el pelo, que sorprende por lo abundante, es, en cam-bio, tan rubio que casi resulta blanco.

—¿A que sí? Menos mal que no ha heredado el color de pelo de Peter. El Ninja Pelirrojo, así lo llaman en el trabajo. —Misha acuna a su hija en brazos para que deje de llorar. No sé por qué, pero no logro conciliar la imagen de Peter Jennings, un joven de mentón romo y mirada de idiota, con esta niña. Pero supongo que es lo que ocurre siempre con los niños pequeños: que no heredan la fealdad de sus padres hasta que se hacen un poco mayores—. Sabes, tú vas a ayudarnos a que la gente nos sitúe en el mapa, dado que eres una abogada de éxito y vives en Chicago, nada menos. Lo vas a hacer muy bien.

Esto último es mitad un cumplido, mitad una orden. El signifi-cado profundo es: «No nos jodas».

—Tienes que venir a cenar a casa. Por favor. ¿Te quedas con tu padre? Todavía tengo el teléfono. —Se da media vuelta y vuelve a abrochar a Kayla al asiento de atrás—. Y si necesitas cualquier cosa mientras te instalas, házmelo saber. Lo que sea.

A continuación, antes de que yo pueda responderle que no tiene por qué molestarse, y que por nada del mundo pienso quedarme en mi antigua casa, se sube al automóvil. En cuanto desaparece, siento como si una mano invisible me hubiera liberado las cuerdas vocales.

«Jamás necesitaré nada de ti.Jamás te pediré nada.Siempre te he odiado».Pero ya es demasiado tarde. Misha se ha ido, y no ha dejado más

que una nube de humo del tubo de escape que queda flotando en el denso aire del verano, distorsionándolo todo, hasta que ella tam-bién se desvanece.