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Dentro de la extensa producción documental escrita sobre la etapa del conflicto armado de la Revolución mexicana, la obra Ocho mil kilómetros en campaña, autoría de Álvaro Obregón, ofrece una visión privilegiada sobre el concepto de clase y la interacción entre las mismas para el caudillo sonorense. Aunque son pocos, considero que los comentarios en el libro sobre este tema dan algunos destellos que después ayudarán a entender la plataforma política y gobierno obregonista.

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Page 1: Algunas interpretaciones sobre el papel de las clases sociales en la obra Ocho Mil Kilómetros en Campaña, de Álvaro Obregón

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Eduardo Portas Ruiz/ Origen, desarrollo y caída del estado revolucionario, 1911-2000/Ensayo 1Materia impartida por la Dra. Paola Chenillo Alazraki/ Casa Lamm/ Marzo 2016

TÍTULOALGUNAS INTERPRETACIONES SOBRE EL PAPEL DE LAS CLASES SOCIALES EN LA OBRA OCHO MIL

KILÓMETROS EN CAMPAÑA, DE ÁLVARO OBREGÓN

I. INTRODUCCIÓN

Dentro de la extensa producción documental escrita sobre la etapa del conflicto armado de la

Revolución mexicana, la obra Ocho mil kilómetros en campaña, autoría de Álvaro Obregón, ofrece una

visión privilegiada sobre el concepto de clase y la interacción entre las mismas para el caudillo

sonorense. Aunque son pocos, considero que los comentarios en el libro sobre este tema dan algunos

destellos que después ayudarán a entender la plataforma política y gobierno obregonista. La conocida

practicidad del sonorense—militar y social—se revela en las páginas de su texto, siendo el respeto a la

autoridad legítima, la tensión entre clases y el trato deferencial a sus hombres de confianza los tres

elementos centrales del mismo. Por tiempo y espacio, en este ensayo solo hablaré del segundo tema.

II. PERSPECTIVAS SOBRE LA REVOLUCIÓN

Existen básicamente dos puntos de vista sobre el proceso revolucionario. La primera, más ortodoxa,

postula que la Revolución tuvo un alto componente popular, en donde las demandas de estos grupos

fueron esenciales para la construcción del régimen surgido a partir de la década de 1920 tras el álgido

conflicto armado de 1910-1917. Esta primera vertiente no soslaya la importancia de distintos líderes

del movimiento, pero, en mayor o menor grado, coloca a las masas en un papel central. El otro punto

de vista afirma que la Revolución fue un movimiento comandado por distintas élites regionales que

supieron sacarle provecho a su capacidad para arengar a las masas y con eso buscar representación en

un régimen que no les había permitido mucho juego. En el fondo, se siguió con el mismo sistema

económico y las masas lograron obtener pocos beneficios reales tras este cambio en las cúpulas.

De acuerdo con Knight, el centro de la rebelión fue impulsado por el resentimiento popular

agrario que había provocado el Porfiriato, al fijar su modelo de desarrollo en un sistema de tierras que

privilegiaba la especulación y los cultivos de alto valor. Aunque los jefes de la clase media o burguesía

iniciaron y terminaron el drama, afirma Knight, el movimiento popular de la Revolución fue un

fenómeno esencialmente rural.1 La posesión y uso de la tierra se unió al conflicto por el poder político

local, en particular en las serranías, en donde la centralización porfirista no tenía tanto alcance. No es

casualidad, entonces, que dos grupos apegados al maderismo—en contra de los cacicazgos y los abusos

1 Alan Knight. “Caudillos y campesinos en el México revolucionario, 1910-1917” en Brading, David A., Caudillos y campesinos en la Revolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 34-38.

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—estuvieran en Chihuahua occidental (Villa, Orozco). De forma simultánea, durante el conflicto

armado se libraron batallas ideológicas entre cuatro grupos bien definidos: a) el viejo régimen (Díaz,

Huerta), b) los civiles liberales (Madero), c) el movimiento popular (Villa, Zapata) y d) la síntesis

nacional (Carranza, Obregón, Calles).2 Al final, argumenta el autor citado, ninguno de estos grupos se

impuso en el poder, sino que se formaron coaliciones basadas en lealtades que tenían un núcleo con

ciertos atributos consistentes, los cuales “afectaron decisivamente el proceso de reclutamiento y de

integración mediante los cuales se establecieron las coaliciones nacionales”.3 El punto decisivo del

conflicto se dio en el Bajío, en las batallas de León y Celaya de 1915, en donde se impuso el grupo de

Carranza. Dicha corriente revolucionaria tuvo elementos de caudillaje, pero supo obtener el apoyo de

las masas, “con una base impersonal, nacional y confederada [...] en la búsqueda de los objetivos

económicos neoporfirianos, logró crear una base amplia y más estable que la de don Porfirio;

igualmente, la nueva autoridad, inicial e inevitablemente modelada al estilo militar”.4 En conclusión, el

objetivo del grupo vencedor de la Revolución fue ganar estabilidad a través de la burocracia para

continuar con el proyecto neoporfiriano de la economía. Los caudillos dejaron su lugar a estructuras

más modernas y confederadas. “Podemos advertir nuevas formas de autoridad, cada vez más civiles y

burocráticas, con sólidos fundamentos racional-legales […] fue la innovación real de la Revolución”.5

Womack atribuye menor importancia a las clases populares. Para este autor, la Revolución fue

una lucha de gestión política, más que una social. En ella intervinieron elementos frustrados y

favorecidos de las clases alta y media y la participación de las clases menores fue esporádica, con

diferencias regionales. A pesar de la violencia, sintetiza, el principal papel de la Revolución mexicana

fue la “tenacidad capitalista en la economía y la reforma burguesa del Estado, lo que contribuye a

explicar la estabilidad del país durante las luchas de los decenios de 1910 y 1930”.6 Womack divide al

conflicto en siete momentos: a) octubre de 1910-febrero de 1913, en donde se da la salida de Díaz y

Madero llega al poder; b) febrero de 1913-agosto de 1914, la traición de Huerta y el levantamiento

constitucionalista en su contra, apuntalado por Venustiano Carranza. Zapata se levanta en Morelos; c)

agosto de 1914-octubre de 1915, cuando se da el derrumbe de la vieja economía y las viejas estructuras

del antiguo régimen, pero al mismo tiempo comienzan las luchas por el poder entre los villistas y los

constitucionalistas, en donde el segundo saldrá vencedor; d) octubre de 1915-mayo de 1917, siendo

2 Ibid, p. 59.

3 Ibid, p. 65.

4 Ibid, pp. 83-84.

5 Ibid, p. 85.

6 John Womack Jr. “La revolución mexicana” en Bethell, Leslie, ed., Historia de América Latina, tomo 9. México, América Central y el Caribe, c. 1870-1930, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pp. 79-80.

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aquí cuando Carranza se plantea la reconstrucción del Estado mexicano; e) mayo de 1917-octubre de

1918, reconocimiento de Estados Unidos al gobierno de Carranza; f) noviembre de 1918-junio de 1920,

etapa en que se da el rompimiento entre Carranza y Obregón por la elección de Ignacio Bonillas (Plan

de Agua Prieta) como candidato presidencial por parte del primero y el asesinato del jefe coahuilense

de Cuatro Ciénagas; y g) junio de 1920-diciembre de 1920, llegada de Obregón al poder después del

breve periodo provisional de Adolfo de la Huerta y la conmemoración oficial de la insurrección de

Madero de diez años antes. El resultado de todo esto fue la llegada al poder de una fracción de la

burguesía del noroeste “que no había sido consagrada internacionalmente, pero que se encontraba

atrincherada de forma inexpugnable en los niveles más altos del Estado y dispuesta a dirigir una

'reconstrucción' ” que sería mediante pactos con facciones de otras clases.7 El nuevo Estado sería un

partido burgués para mantener la soberanía del capitalismo mexicano y alejar las amenazas extranjeras

y de clases sociales bajas.8

III. EL HOMBRE, EL LIBRO

Ocho mil kilómetros en campaña, publicado en 1917, pertenece a la primera colección de obras escritas

sobre la Revolución. Según Knight, aquí están los participantes y observadores del conflicto, muchas

veces comprometidos con una de las partes beligerantes, así como influyentes comentaristas

extranjeros. Además de intelectuales como Silva Herzog, Isidro Fabela, Andrés Molina Enríquez,

Francisco Bulnes y Frank Tannenbaum, incluye a los militares que tomaron parte en los hechos, tales

como Gabriel Gavira, Salvador Alvarado y el mismo Álvaro Obregón. La clave de esta primera

generación fue que “forjaron una imagen de la Revolución popular, campesina, agraria, nacionalista,

que fue coetánea de la Revolución misma. Estaban, por supuesto, comprometidos; pero justamente por

ello pescaron algo del sabor intangible de la experiencia revolucionaria”.9 Este es el paradigma de la

“vieja ortodoxia”, afirma Knight, en donde además la confrontación a gran escala fue una de

campesinos contra terratenientes, impulsados por sentimientos nacionalistas. De ahí que, desde este

punto de vista, el Porfiriato sea caracterizado como un régimen opresivo, autoritario y extranjerizante

que fue eliminado por una “auténtica revolución social” que produjo un régimen nuevo, nacionalista y

reformista.10 De la primera generación se derivan los posteriores trabajos revisionistas hechos para

cuestionar el discurso oficial revolucionario, en donde se le quita el énfasis al carácter popular y agrario

7 Ibid, p. 145.

8 Idem.

9 Alan Knight. “Interpretaciones recientes de la Revolución mexicana” en Secuencia, no. 13, (ene.-abr. 1989), Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, p. 23.

10 Ibid, p. 24.

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del conflicto.11 Para Knight, la visión ortodoxa de la Revolución forjada por su primera generación de

escritores tiene mucho defectos, pero en el fondo “aún tiene mucha validez”.12

Valga lo anterior para contextualizar los datos biográficos esenciales que daré sobre el autor de

Ocho mil kilómetros en campaña. Álvaro Obregón nació el 17 de febrero de 1880 en un rancho del

distrito de Álamos, Sonora, el menor de 18 hijos. Aunque la mayor parte de su vida fue autodidacta,

asistió a la escuela primaria en Huatabampo, en donde también se hizo carpintero. A los 13 años

obtuvo de un pedazo de tierra y sembró tabaco, llegando a vender el producto bajo la etiqueta

“América”, su propia marca. Después, a causa de problemas económicos, trabajó como mecánico en

una hacienda de Sonora, lo que le proporcionó destreza con las máquinas. A los 20 años fue a

Navolato, Sinaloa, donde trabajó como mecánico en un ingenio azucarero y ascendió a puesto de

capataz. Para 1904 ya había vuelto a las labores agrícolas: en Navolato alquiló un pedacito de tierra

para sembrar garbanzo con dinero que le prestaron sus amigos, cantidad que también usó para contratar

a un grupo de campesinos. Con el tiempo, tuvo éxito en este rancho que llamó “Quinta Chilla”. En

1905 comenzó a leer el diario Regeneración, de los hermanos Flores Magón. En 1911 vio por primera

vez a un grupo de maderistas que ocuparon Huatabampo bajo el mando de Benjamín Hill. El hecho

marcó a Obregón, que ya se consideraba un “maderista inactivo”. Poco después, bajo el partido

Antirreelecionista, ganó la presidencia municipal de Huatabampo. Cuando el gobernador de Sonora

pidió apoyo a los alcaldes de su estado para luchar a favor de la causa de Madero contra el levantista

Pascual Orozco, en Chihuahua, Obregón se presentó con algunos hombres. Para abril de 1912, ya tenía

unos 300 hombres, en su mayor parte vecinos de la región y propietarios de tierras, como él. A este

grupo se le conoció como el “Batallón Rico”, por pertenecer a clases acomodadas. Fueron a Hermosillo

y entonces se constituyó el Cuarto Batallón Irregular de Sonora. En esa ciudad se le confirmó el rango

de teniente coronel y comandante. A partir de ese momento inició su ascendente carrera militar hasta

llegar a la presidencia en 1920.13

Vemos entonces que Obregón es el hombre que se ha hecho a sí mismo. El “soldado ciudadano”

que se dio cuenta del gran desequilibrio que existía entre los obreros y la clase privilegiada. No debe

sorprender, entonces, que hacia finales de 1914, durante la Convención de Aguascalientes, se diera

cuenta de la necesidad de atraerse el apoyo de los sectores obrero y campesino, tanto para lograr apoyo

político como para llenar las filas de su ejército, lo cual lograría bajo el halo de la Confederación

Revolucionaria, una organización de corte liberal en donde cabían jefes civiles y militares, estudiantes,

11 Ibid, pp. 30-31.

12 Ibid, pp. 36-37.

13 Dillon, Richard H. “Del rancho a la presidencia” en Historia mexicana, v. 6, no. 2 (22) (oct.-dic. 1956), El Colegio de México, passim.

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abogados, artistas, obreros, mujeres, campesinos.14 Aquí se encuentran las raíces unificadoras del

Partido Nacional Revolucionario, fundado después de su asesinato.15 El libro de Obregón, compuesto

en gran medida por recuentos de sus victorias militares y diatribas contra los reaccionarios—es decir,

porfiristas, huertistas y orozquistas—y también contra los villistas, se convierte en una extensa carta

argumentativa para su propia colocación en el centro del poder, o al menos alguien que aspira a estar

ahí. ¿Cómo oponerse al hombre que venció a Pancho Villa y su temible División del Norte? ¿Cómo

argumentar en contra de su genio militar, expuesto racionalmente a lo largo de 500 páginas en una

prosa llana, y su minucioso recuento de los papeles en el conflicto de más de 2,000 hombres que

aparecen en el texto? En el libro, Obregón porta el sombrero de alguien preparado para gobernar sobre

los demás hombres, un color más del camaleón que ajustaba su discurso de acuerdo al público que lo

escuchaba.16 La narrativa nos revela a una persona con una conciencia total sobre la intensidad

dramática de la Revolución.17

IV. OCHO MIL KILÓMETROS EN CAMPAÑA Y SU REPRESENTACIÓN DE LAS

CLASES SOCIALES

Aunque son pocas, las referencias a las clases sociales en el texto obregonista dejan pocas dudas sobre

su papel en la lucha revolucionaria. Se debe decir, para empezar, que el caudillo tiene una visión

dicotómica de la sociedad, tensa por naturaleza. Existe “el pueblo” mexicano, en abstracto, que es

abnegado y fiel. Lo mismo opina de su ejército, el cual recibe loas prácticamente durante toda su obra

(los cuales se baten siempre “con arrojo”, “como leones”, o “con bizarría”) y en particular aquellos

miembros de su ejército que son cercanos a él. Pero ambos sectores sólo le merecen buena opinión

cuando están de su lado. Como dije arriba, cuando habla de las fuerzas villistas, huertistas o porfiristas,

no extiende los mismos términos aprobatorios (hace una excepción cuando describe los lances finales

del ejército villista en el Bajío en las batallas de León y Celaya de 1915; Villa, en cambio, siempre es

un “bandolero”). Del otro lado simplemente están aquellos que explotan a la sociedad.

Los primeros capítulos de la extensa obra son esenciales para entender este binomio. Durante el

Porfiriato, relata el sonorense, estaban aquellos que explotaban y apoyaban al Gobierno de la dictadura

y aquellos de la oposición. Obregón se asume en el segundo grupo, toda vez que perteneció “al gremio

obrero” y que “administró algunos haciendas”. Ahí se pudo dar cuenta, afirma, del maltrato que

14 Linda B. Hall. “Álvaro Obregón y el Partido Único Mexicano” en Historia mexicana, v. 29, no. 4 (116) (abr.-jun. 1980), El Colegio de México, pp. 602-605.

15 Ibid, p. 620.

16 Susanne Eineigel. Reseña del libro The Last Caudillo: Álvaro Obregón and the Mexican Revolution en The Latin Americanist (2013), Southeastern Council on Latin American Studies and Wiley Periodicals, Inc., p. 99.

17 Luis Morton Jr. Reseña del libro Ocho mil kilómetros en campaña en The Hispanic American Historical Review, v. 40, no. 3 (agosto 1960), Duke University Press. p. 458.

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recibían los peones por parte de los capataces y los patrones. Había monopolios y privilegios. Díaz es

“el tirano”.18 La figura de Madero se alza contra Díaz. Es en ese momento cuando Obregón aprecia el

movimiento como un externo, como un “maderista pasivo”. Aquí el hilo narrativo se hace más fino: al

momento que Madero escapa a Estado Unidos y estalla la Revolución, Obregón precisa que los

hombres en apoyo del “apóstol” se dividieron en dos: aquellos dispuestos a levantar las armas, que

“abandonan los hogares y rompían toda liga con la familia” y los que están “atentos al mandato del

miedo”, sin armas y con ligas familiares. El autor afirma que “tuvo la pena” de pertenecer a la segunda,

pero después—al admirar a los rebeldes en Huatabampo—reconoció que “para defender los sagrados

intereses de la patria sólo se necesita ser ciudadano; y para esto, desoír cualquier voz que no sea la del

deber”.19 En oposición sólo está “la reacción”, “el gobierno criminal”, aquellos que apoyan a Díaz.

Transcurren así un buen número de páginas en la frontera de Sonora y Chihuahua, en donde los

ejércitos orozquitas y huertistas son aniquilados ante las tácticas de Obregón, quien se asume como un

soldado, tomando órdenes de distintos jefes (en especial del general Sanguinés). El peor escarnio para

los perdedores de estas batallas fronterizas, precisa, es deponer las armas al cruzar la línea con Estados

Unidos, lo cual documenta en varias ocasiones. Ahora bien, una vez que la reacción hubo sido

exterminada de Sonora, Obregón regresa a Hermosillo para hablar con el gobernador Maytorena, con

quien tiene fuertes diferencias. En particular, le reprocha su miedo y su vacilación. Lo ve como una

persona débil que no está dispuesta a luchar contra la traición de Huerta. Al final, el gobernador

escaparía de su propio estado20 y según el propio Obregón, confesaría su amistad con el grupo de los

científicos.21 Al llegar Pesqueira como interino al poder, Obregón aprovecha para hacer una parada

militar en Hermosillo y lanzar un manifiesto al pueblo de Sonora. El escrito incita a las masas a

levantarse contra una “jauría” que mancilla y profana el recuerdo de Cuauhtémoc, Hidalgo y Juárez.

También llama a renunciar a las “delicias del hogar” para defender una patria ultrajada.22 Entre las

fuerzas que se han unido a Huerta están varios contingentes sonorenses, incluyendo el prefecto político

de Álamos, quien “de acuerdo con los principales acaudalados de las cabeceras de distrito, tenia

alrededor de 200 hombres, entre los que figuraban los principales capitalistas que se habían afiliado sin

escrúpulos al gobierno usurpador”.23

18 Álvaro Obregón. Ocho mil kilómetros en campaña. Estudios preliminares de Francisco L. Urquizo y Francisco J. Grajales; apéndice de Manuel González Ramírez. México, Fondo de Cultura Económica, 1959, p. 4.

19 Ibid, pp. 5-6.

20 Ibid, pp. 26-33.

21 Ibid, p. 265.

22 Ibid, p. 34.

23 Ibid, p. 35.

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Sobre el clero, Obregón hace varios comentarios críticos. En Tepic denuncia la participación de

religiosos a favor de Huerta mediante la publicación de los diarios El Hogar Católico y El Obrero de

Tepic, los cuales critican el avance de los constitucionalistas con “acres calificativos”. El sonorense

ordena la intervención de los archivos de esos diarios, el procesamiento de un obispo y la expulsión de

otros clérigos.24 Vuelve a criticar a los religiosos cuando los constitucionalistas toman Guadalajara, en

particular a los fanáticos que critican el Plan de Guadalupe y las Leyes de Reforma.25

Los comentarios sociales más interesantes de todo el libro tal vez sean aquellos que se centran

en la Ciudad de México. Cuando el ejército del noroeste entra a la capital, el 15 de agosto de 1914, el

entusiasmo de las “clases populares” alcanza su máximo, con miles de hombres desfilando desde el

Monumento de la Independencia hasta el Palacio Nacional. Lo mismo en Puebla, hacia enero de 1915,

“en donde el espíritu de las mayorías, sobre todo en las clases trabajadoras, era simpatizador de nuestro

movimiento”.26 Pero en la Ciudad de México, por esas mismas fechas, cuando entraron las tropas

constitucionalistas, Obregón nota “hostilidad determinante” hacia su ejército por parte del clero, del

comercio “en gran escala, de la Banca, de los industriales acaudalados y de la mayor parte de los

extranjeros”, los cuales se oponen a las órdenes salidas de su cuartel. Afirma el caudillo:

Esta hostilidad, sinceramente creo que, en la mayor parte de los casos, no era hija de sus convicciones y sí de suconveniencia, porque se les resistía suponer que nuestro ejército, siendo tan reducido en número y tan limitado depertrechos también, fuera capaz de resistir a los ejércitos de Villa y Zapata, que habían visto desfilar en la mismacapital, y que sumaban cinco veces más que los elementos nuestros, y creían, naturalmente, que nuestro ejércitotocaría muy pronto su fin […] De ahí que su principal objetivo, al seguir esa actitud hacia nosotros, era el de serconsecuentes exclusivamente con sus intereses materiales.27

Ante esta situación, el general toma medidas radicales, es decir, pasar por encima de los intereses

materiales de estos grupos para defender la propia causa e intereses morales de su ejército. Impone

contribuciones obligatorias a comerciantes, “grandes acaparadores” y clero para “conjurar la terrible

miseria que abatía a nuestras clases pobres” con el objetivo de financiar expendios para que el pueblo

pudiera obtener artículos básicos a precios bajos, objetivo que logra después de refinar las medidas para

llevarlas acabo. Obregón critica en particular a los grandes comerciantes, clero y extranjeros que no

aceptan las medidas. Los pequeños comerciantes, dice, “acudieron gustosos a cubrir el impuesto”.28

Aquellos que se opusieron a las medidas impositivas fueron aprehendidos, haciéndoles ver su

“reprobable actitud” (los comerciantes fueron liberados al aceptar pagar su cuota; los sacerdotes más

24 Ibid, p. 123.

25 Ibid, p. 143.

26 Ibid, p. 258.

27 Ibid, pp. 267-268.

28 Ibid, pp. 277-278.

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viejos fueron puestos en libertad u obligados a marchar con las fuerzas de Obregón al salir de la

capital). Al final, asegura, en la capital se logró una “corriente de simpatía” hacia el constitucionalismo

y en general de todas las personas “que no habían sido corrompidas con las prebendas de la dictadura”,

las cuales se pudieron dar cuenta de la “criminal oposición” que presentaban a sus medidas las clases

privilegiadas y el clero, en particular del gremio de los obreros.29 Según el caudillo sonorense, recibió

tal apoyo de las clases populares en la Ciudad de México que fácilmente podría haber conseguido 25

mil hombres para su ejército, pero se tuvo que conformar con armar a cuatro mil y hacer otro

contingente desarmado de cinco mil, la mayor parte obreros sindicados de “La Casa del Obrero

Mundial”.30 Pero también se unieron empleados comerciales que abandonaron “lucrativas posiciones en

casa comerciales, bancarias, industriales” de la capital y dieron un “bello ejemplo de patriotismo y

abnegación” luchando “por la causa del pueblo” en Veracruz.31

V. CONCLUSIÓN

En este ensayo he tratado de demostrar que en Ocho mil kilómetros en campaña se pueden esbozar,

aunque sea de forma muy tenue, los planteamientos básicos del ethos que llevó al poder al caudillo de

Sonora. Esta mezcla de practicidad, astucia política y genio militar la resumió Obregón en su ideario al

afirmar que “los pueblos se pacifican con leyes, y las leyes se defienden con rifles” para cimentar su

poder en el raciocinio de un Estado legal. En efecto, Obregón utilizó el juego político y la tensión entre

las clases para subrayar la necesidad de un discurso unificador, fiel solamente a los intereses de la

Patria. A pesar de que el grupo que lo llevó al poder se distanció de ese precepto —así como lo hizo

Obregón al ser reelecto en 1928—es indudable que éste ya se vislumbraba en el texto publicado tres

años antes de llegar por primera vez a la presidencia, inspirado durante el conflicto armado.

OBRAS CITADAS

- DILLON, RICHARD H. “Del rancho a la presidencia” en Historia mexicana, v. 6, no. 2 (22) (oct.-dic. 1956), pp. 256-269, El Colegio deMéxico.- EINEIGEL, SUSANNE. Reseña del libro The Last Caudillo: Álvaro Obregón and the Mexican Revolution (Jurgen Buchenau, 2011) en TheLatin Americanist (2013), pp. 99-100, Southeastern Council on Latin American Studies and Wiley Periodicals, Inc.- HALL, LINDA B. “Álvaro Obregón y el Partido Único Mexicano” en Historia mexicana, v. 29, no. 4 (116) (abr.-jun. 1980), pp. 602-622, ElColegio de México. - KNIGHT, ALAN. “Caudillos y campesinos en el México revolucionario, 1910-1917” en Brading, David A., Caudillos y campesinos en laRevolución Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 32-85.----------------. “Interpretaciones recientes de la Revolución mexicana” en Secuencia, no. 13, (ene.-abr. 1989), pp. 23-43, Instituto deInvestigaciones Dr. José María Luis Mora, México. - MORTON, LUIS JR. Reseña del libro Ocho mil kilómetros en campaña (Álvaro Obregón, edición de 1959 del Fondo de Cultura Económica)en The Hispanic American Historical Review, v. 40, no. 3 (agosto 1960), pp. 457-458, Duke University Press.- OBREGÓN, ÁLVARO. Ocho mil kilómetros en campaña. Estudios preliminares de Francisco L. Urquizo y Francisco J. Grajales; apéndice deManuel González Ramírez. México, Fondo de Cultura Económica, 1959, 615 pp. - WOMACK, JOHN JR. “La revolución mexicana” en Bethell, Leslie, ed., Historia de América Latina, tomo 9. México, América Central y elCaribe, c. 1870-1930, Barcelona, Editorial Crítica, 1992, pp. 78-145.

29 Ibid, p. 288.

30 Ibid, p. 289.

31 Ibid, p. 290.