alejandro mauriÑo

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ALEJANDRO MAURIÑO Vos estás sola Me da como una tristeza verte Como una muy dolorida visión de mediodía en barrio industrial en invierno en un puto país capitalista dependiente Vos estás sola y yo un poco -lo que suele ser suficiente- vos estás sola con tu sol por la ventana y la avenida pasándote por encima y el ruido saturándote, atosigándote, (te veo cada tanto que quisiera sea menos) con tu boquita bordó y tus ojos, tus pequeños ojos eróticos. Cómo me gustaría ver qué tenés debajo de tu tapado, del pulóver, de la pollera, y más allá aún. Crónicas Te habías escondido en el último hueco de Belgrano pero finalmente te encontré. (Oh, recompensada fatiga). Fuimos al cine y me convidaste con una taza de té. Escribías en francés, escuchabas a Landriscina envuelta en una blusa oscura y trasnparente y nada, en la triste cocina, para comer. Menos mal (¡aleluya!) que yo fui provisto de un litro de ginebra y menos mal (¡dos veces aleleyua!) que estaba armado de ganas de verte. Los trenes no dejaban de pasar por los fondos, y qué felicidad tu hogar, tu amar, tu estar y mi gusto por vos y estas letras. Epístola breve Te creí perdida y pensé: fue un momento, una breve ilusión gris, una azulada visión matutina de amor, de murmullos cercanos en el íntimo lecho.

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ALEJANDRO MAURIO

ALEJANDRO MAURIO

Vos ests sola

Me da como una tristeza verte

Como una muy dolorida visin

de medioda en barrio industrial

en invierno en un puto pas

capitalista dependiente

Vos ests sola y yo un poco

-lo que suele ser suficiente-

vos ests sola con tu sol

por la ventana y la avenida

pasndote por encima y el ruido

saturndote, atosigndote,

(te veo cada tanto

que quisiera sea menos)

con tu boquita bord y tus ojos,

tus pequeos ojos erticos.

Cmo me gustara ver

qu tens debajo de tu tapado,

del pulver, de la pollera,

y ms all an.

Crnicas

Te habas escondido en el ltimo hueco de Belgrano pero finalmente te encontr. (Oh, recompensada fatiga).

Fuimos al cine y me convidaste con una taza de t. Escribas en francs, escuchabas a Landriscina envuelta en una blusa oscura y trasnparente y nada, en la triste cocina, para comer.

Menos mal (aleluya!) que yo fui provisto de un litro de ginebra y menos mal (dos veces aleleyua!) que estaba armado de ganas de verte.

Los trenes no dejaban de pasar por los fondos, y qu felicidad tu hogar, tu amar, tu estar y mi gusto por vos y estas letras.

Epstola breve

Te cre perdida y pens: fue un momento, una breve ilusin gris, una azulada visin matutina de amor, de murmullos cercanos en el ntimo lecho.

Te pens olvido, tristeza de lo lejano, tibiedad y caricia malograda. Garra del amor inexistente ya por tu ausencia. Te pens.

So a cada momento con vos, con tu pasin ingenua y pursima. So durante la siesta, en la altsima noche, en el reproche vano de haberte perdido. Ador tu interior y escanci una copa.

Me vi, solo y duro del viento del sur, hacedor de hielos y escarchas. Me vi a mi mismo, desde muy lejos, como si los ojos fueran de vos, como si el constante adis surgiera de tu congelado carma, de tu memoria desdnica, de tu falta absoluta de roco, de noche seca, de endrina oscuridad.

Ledos fuimos alguna vez, de contramano. Cubos en un mundo de esferas. Nieblas empujadas por el vendaval de das claros, ojos sin cerebro, msculos inseos, uas sin dedos, hambres sin siquiera una boca.

Amada de das. Siempre lembranza. Demente. Suave. Tierna. Princesa.