alcantara-partidos polÍticos en amÉrica latina

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    PARTIDOS POLTICOS ENAMRICA LATINA:PRECISIONES CONCEPTUALES, ESTADO ACTUALY RETOS FUTUROSPor MANUEL ALCNTARA SAEZ

    SUMARIO1. EL ESTUDIO DF. LOS PARTIDOS POLTICOS DEAMRICA LATINA.2. EL PROBLFMA DE LAINST1TUCIONALIZACIN. 3. LS PARTIDOS POLTICOS AL INICIO DEL SIGLO XXII 3 .1 .EL ORI-gen. 3.2. El programa. 3.3.La organizacin. 4. LosRASGOS GENERALES DF. I O SSISTKMAS DE PARTIDOS LATINOAMERICANOS: 4 . 1 . La estabilidad reciente de los siste-mas de partidos latinoamericanos. 4.2. El formato numrico de los sistemas departidos. 4.3. Lavolatilidad electoral agregada. 4.4. La polarizacin ideolgi-ca de los sistemas departidos latinoamericanos. 4.5. Una clasificacin de lossistemas de partidos en Amrica Latina.5. Los RETOS DE LOS PARTIDOS POLTICOS

    LATINOAMERICANOS ANTF. SU INMEDIATO KUTURO. 6. BIBLIOGRA FA CITADA.

    1. ELESTUDIO DE LOS PARTIDOS POLTICOS DEAMRICA LATINALa evaluacin delperodo 1978-2003 enAmrica Latina en trminos dela estabilidad del sistema polirquico resulta sumamente positiva. La exten-sin de la definicin depoliarqua a los casos latinoamericanos, entendidacomo la instirucionalizacin de laselecciones, ha sido ampliamente acepta-da por la academia (Alcntara, 2003), aunque desde algunos sectores ciuda-danos an semanifiesten resistencias a aceptar a lademocracia en suvisinprocedimental (1). En cualquier caso ste ha sido un perodo democrtico

    (1) En la actualidad, seest dando la incorporacin paulatina desectores histricamenteexcluidos queentienden la democracia en sentido diferente a la visin shumpeteriana domi-nante e incluso manifiestan comportam ientos antisistema. En lassociedades plurinacionales,como enEcuador o Bolivia, los indgenas sostienen que lademocracia no es tal si slo se de-dica a celebrar elecciones (VAN COTT 2003; FREIDI-NBER 2003). Suvisin sobre lo quedebe

    55Revista Je Estudios Polticos (Nueva poca)Nm. 124. Abril-Junio 2004

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    sin precedentes en la regin, en extensin temporal y espacial, an cuandolos diversos sistemas polticos han tenido que enfrentarse a profundas crisiseconmicas, ajustes estructurales, constantes reformas institucionales, con-flictos armados, violencia poltica, corrupcin galopante, y pujas de diversosactores por imponer otro sistema poltico, todo ello en el marco de profun-dos niveles de desigualdad social y extrema pobreza. Las elecciones son unaprctica aceptada as como tam bin los resultados que de ella se generan; sinque por ello las nuevas poliarquas no dejen de enfrentar una serie de desa-fos cuyo enunciado no es el objeto del presente artculo.Uno de los retos principales al que se enfrentan los sistemas po lticos deAmrica Latina es el de permanecer en el tiempo. Como se ha sealado endiversas oportunidades, los ciudadanos aprenden a ser demcratas cuandopractican la democracia. Por tanto, la cuestin del tiempo no es una cuestinmenor. Asimismo, esta circunstancia debe ir acompaada con la creencia deque la dem ocracia estar en el futuro. E s decir, que los ciudadanos sepan queestas son las nicas reglas de jue go posibles y que se mantendrn en el tiem-po. Adems, el desarrollo democrtico se enfrenta al problema de hacer ex-tensible la ciudadana efectiva a todos los ciudadanos. Para algunos pases,la participacin de los ciudadanos en los procesos polticos de manera plenaan es una cuestin pendiente (2). Los grupos indgenas, campesinos, ne-gros, de sectores rurales y de algunos co rdones suburbanos de las populosasciudades tienen derechos ciudadanos formales, pero en la prctica se en-cuentran en la marg inalidad y no tienen posibilidades reales de hacer efecti-vos esos derechos.Esto muestra que las redes de representacin poltica que vinculan a losciudadanos con las instituciones polticas han decado desde la transicin de-mocrtica (Hagopian, 2000: 268) y que, en algunas situaciones, se han orga-nizado nuevas alternativas de representacin (3) y en otras (4) se vislumbranredes asociativas que vincu lan a los actores societales con centros de poder aser la democracia es en algn sentido antagnica al modelo vigente y eso generar tensionesen trminos polticos, constituyendo un obstculo sustentable para la consolidacin democr-tica (LINZ y STEPAN 1996: 38).(2) El caso de Guatema la y de Bolivia donde gran parte de la poblacin no est registra-da oficialmente es un ejemplo de ello. Pero tambin ocurre en otros pases como Ecuador,Per o Mxico, y, en un sentido diferente, Colombia.(3) Com o la de los movim ientos sociopolticos de base tnica o los movim ientos de pro-testa como los piqueteros.

    (4) Como m ovimientos de mujeres pobres en las villas miserias chilenas; grupos vecina-les o barriales en el interior de Per vinculados a la izquierda; asociaciones voluntarias o mo-vimientos eclesiales de base de la Iglesia Catlica en Brasil, muchos de ellos originados enmomentos de proscripcin de los partidos durante las dictaduras (HAGOPIAN 2000: 315).56

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    PARTIDOS POLTICOS F.N AMRICA LATINA: PRECISIONES CONCEPTUALES, ESTADO ACTUAL Y RETOS FUTUROS

    travs de lazos interpersonales, mediticos y/o interorganizativos (Chalmers,Martin y Piester, 1997: 545). Es cierto que muchos de estos mecanismos es-tn ocupando un espacio que en una democracia liberal clsica deberan sermonopolio de las instituciones de representacin como los partidos polticose, incluso, estas organizaciones llegan a cumplir funciones sustantivas en lacanalizacin de demandas ciudadanas. Pero no es cierto que debido a ellolos partidos hayan desaparecido de la faz de Amrica Latina ni mucho me-nos que hayan dejado de cumplir un papel importante en los sistemas polti-cos de la regin.Los partidos continan realizando funciones centrales en los sistemaspolticos, aunque desempeen mal su funcin de representacin y articu-lacin de demandas. Los partidos siguen participando y estructurando lacompetencia poltica; seleccionan a los representantes; contribuyen a la so-cializacin de los ciudadanos, aunque cada vez en menor medida; dirigen elgobierno y la administracin pblica; establecen la agenda pblica y coad-yuban en el establecimiento de la agenda m editica; act an com o oposicin,incluso realizando tareas de fiscalizacin y, en fin, hacen operativo el siste-ma poltico. Es cierto que en algunos casos los partidos tienen una mnimarelevancia e incluso que en algunos momentos del perodo reciente hayasido difcil establecer los patrones de interaccin en el sistema de parti-dos (5), pero hay otros casos en donde en trminos medios el papel de lospartidos ha sido muchsimo ms relevan te y funcional para la estabilidad delsistema democrtico.

    Los partidos y las instituciones, por tanto, continan estructurando lavida poltica de Am rica Latina y esto es importante p ara com prender el fun-cionamiento de los sistemas polticos de la regin. Si bien Amrica Latina esms democrtica que nunca, la prctica democrtica an tiene problemas. Elconocimiento de los partidos y de los sistemas de partidos es un elementoimportante (aunque por supuesto no el nico) para saber ms del rendimien-to de las instituciones y de las interacciones de los sistemas polticos de laregin y por ende la actuacin sobre los mismos se alza como algo ineludi-ble que, adems, es posible.

    Analizar el papel de los partidos polticos, para despus actuar sobreellos, es relevante por motivos intelectuales y por razones sociales. Los pri-meros sealan la importancia de los partidos en la poltica contem pornea demanera que sta es impensable sin los mismos, m xime cuando la democra-cia, como nica forma de legitimidad plausible, lleva un cuarto de sigloavanzando sin obstculos serios en la comunidad de naciones occidentales.(5) Como en Per, Bolivia o en V enezuela.

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    Las segundas muestran que si bien los partidos siguen siendo consideradoscomo imprescindibles por lamayora de la gente, a su vez sonpsimamenteevaluados en suactuacin encomparacin concualquier otra institucin po-ltica. Paralelamente, unos y otros, intelectuales y agentes sociales, desdehace tiempo vienen estimando que lospartidos estn en crisis, bien porqueno desempean correctamente sus funciones, bien por el directo repudio dela ciudadana que insistentemente les evalan muynegativamente. En estesentido conviene recordar que ya hace quince aos Bartolini (1988: 253) serefera a quemuchas de las crticas a lospartidos p olticos no solamente es-taban viciadas por un sesgo normativo por lo que unpartido debera ser sinoque adems probablemente se daban com o consecuencia de unavisin m-tica y de unaidealizacin expost de la realidad histrica. Esta visin certe-ra se complementa con la deLinz (2002) quien, al referirse a losproblemasy a lasparadojas de lospartidos en lasdem ocracias contemporneas, conclu-ye con unasospecha de duda en torno a que la imagen de lospolticos y delos partidos p ueda ser sustancialmente mejorada. Una vez queproclama suescepticismo en lamedida de quealguno de losproblemas conrespecto a lospartidos po lticos es casi inherente a su naturaleza y por tanto difcil, si noimposible, de corregir mediante ingeniera institucional, Linz (2002: 315)aboga por la necesidad de ampliar el foco e investigar para entender mejorel trabajo de lospartidos polticos y las imgenes que los ciudadanos tienende los partidos y de los polticos.

    Tras uncuarto de siglo de avance irrestricto de la democracia enAmri-ca Latina, esta regin, con suenorme heterogeneidad nacional y suscaracte-rsticas propias , se haasimilado a otros m bitos occidentales en laspautas deestudio de susprocesos polticos. Enellos, eluniverso partidista, quedesem-pea unespacio fundamental en la liza dem ocrtica, com o objeto de estudiosolamente se ha ido incorporando al inters investigador muyrecientementeapareciendo importantes estudios basados en slidos trabajos de campo y enla u tilizacin de teora punta sobre lamateria as como demetodologas so-fisticadas en algunos casos (6). Esaprueba de normalizacin acadmica esdecisiva para empezar a entender el papel que lospartidos juegan en los sis-temas polticos democrticos latinoamericanos, ascomo sus constriccionesy retos futuros en la mejora de la poltica en la regin.

    (6 ) No es el objeto deeste artculo hacer unarevisin exhaustiva de lopublicado apartirde 1995 sobre partidos polticos latinoame ricanos endimen sin regional. Baste recoger a ttu-lo de muestra los trabajos de: ALCNTARA y FREIDENBERG (2001), CAVAROZZI y ABAL MEDINA(2002), COPPEDGE (1997 y 1998), DEL CASTILLO y ZOVATTO (1998), DUTRNIT y VALDS(1994), MAINWARING y SCULLY (1995 y 2003), MIDDLEBROOK (2000), MORENO (1999),NORDEN (1998), PAYNE et al. (2003), PERELLI et al. (1995) y RAMOS JIMNEZ (1995).

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    PARTIDOS POLTICOS EN AMRICA LATINA: PRECISIONES CONCEPTUALES. ESTADO ACTUAL Y RETOS FUTUROS

    Los partidos polticos estn presentes en Amrica Latina desde los albo-res de la Independencia y han ido evolucionando a lo largo de ya casi dos si-glos de activa vida pblica, siguiendo diferentes patrones y ajustndose alcontexto en el que se encuentran insertos que es el sistema poltico. Sin em-bargo, su realidad no ha servido para construir el conocimiento acadmicoque se tiene sobre estas organizaciones ni para elaborar los modelos o tipolo-gas establecidos a lo largo de todo el siglo xx en la literatura ms influyen-te . Los partidos latinoamericanos no son figuras extraas, en su seno noacontecen fenmenos diferenciados de sus homlogos occidentales ni su pa-pel en la poltica es muy distinto. Por ello, aunque la literatura sobre su uni-verso conceptual no haya sido elaborada tenindo los en cuenta sirve para ex-plicarlos, si bien su grado de desarrollo responde a pautas heterogneas tantoen lo espacial como en lo temporal. Los partidos en Amrica Latina tam-bin son grupos de individuos que, compartiendo con otros ciertos princi-pios programticos y asumiendo una estructura organizativa mnima, vincu-lan a la sociedad y al rgimen poltico de acuerdo con las reglas de ste paraobtener posiciones de poder o de influencia mediante elecciones.Por otra parte, las diferencias entre pases de la regin, entre partidosdentro de un m ismo pas y entre pocas son a veces extremas y contribuyena cierta confusin, que se hace an ms patente al intentar establecer visio-nes omnicomprensivas, nicas y generalizadoras. Probablemente ste es elprincipal reto que se tiene cuando el anlisis se circunscribe al marco lati-noam ericano. La recuperacin, para unos casos nacionales, y la instauracin,para otros, de la poliarqua ha dinamizado los estudios y ha incorporado enlas agendas de investigacin de los acadmicos la preocupacin por el anli-sis de los partidos, su gnesis, desarrollo, configuracin interna, objetivos yfunciones, as como las relaciones intra e interpartidistas.La lectura de los autores clsicos sobre la subdisciplina y la profundiza-cin en monografas que ofrecen visiones crticas de la realidad en las ahoradenom inadas democracias avanzadas perm ite constatar de qu manera fe-nmenos que son considerados como lacras del sistema, anom alas desgaja-das de un terico ideal y vicios lacerantes estn presentes desde los tempra-nos inicios de las formaciones partidistas. La utilizacin de los partidos parael uso personal de individuos vidos de poder ilimitado, el mantenim iento degrupos cerrados perpetuados endogmicamente y servidores de sus propiosintereses, el revestimiento mediante la demagogia de supuestos ideales demaquinarias trabajosamente construidas en torno a un pequeo grupo paraalcanzar y luego mantenerse en el poder sin otra finalidad que el poder en smismo, el olvido de las promesas electorales, el intercambio de favores, elclientelismo, el desarrollo de tcnicas manipuladoras de la voluntad de losciudadanos-electores mediante la corrupcin, el soborno, en fin, de la com-

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    pra de la misma, son figuras que iluminan los escenarios dibujados por lostrabajos clsicos ms referenciados sobre los partidos polticos. Se trata derealidades de carcter cuasi universal que aparecen ligadas al propio devenirde la poltica y son diagnsticos que, al finalizar el siglo xx , pueden encon-trarse en buen nmero de partidos latinoamericanos (7).La literatura, no obstante, tambin se refiere a los partidos como sectasde iniciados poseedores de verdades un iversales con las que alcanzar la sal-vacin de sus semejantes mediante el nfasis en valores que continan latradicin ilustrada de los derechos del hom bre y del ciudadano y que hablande igualdad, de libertad, de solidaridad y de dignidad (8). Se describen unospartidos que desarrollan funciones indispensables para la puesta en marchade las nuevas instituciones (9) que ha n ido surgiendo como consecuencia dela inclusin de las masas en la poltica y del desarrollo del credo democrti-co como eran la necesaria seleccin de los polticos que llegaban a alcanzarpuestos de responsabilidad y de gob ierno, de los opositores crticos y de loscontroladores de dicho go bierno, d e la intermediacin entre ste y los indivi-duos, as como de la necesaria educacin poltica de los mismos, y, final-m ente, de la formulacin de las polticas p blicas. Los partidos as concebi-dos y surgidos de un tipo de coyuntura crtica u otra (10) adoptaban meca-nismos para su crecimiento y supervivencia que tenan en cuenta lasrelaciones de poder internas, el acomodo con otros grupos patrocinadores ode apoyo, la incorporacin de diferentes tipos de liderazgo y su mayor o me-nor proyeccin y capacidad en las distintas instancias de gobierno o de re-presentacin en las que estaban presentes. Asimismo gran nmero de estosaspectos se pueden encontrar en los partidos latinoamericanos (11).

    (7) Aunque en todos los partidos se puede n encontrar rasgos de otras caracterizaciones ysin, por consiguiente, considerarlos com o tipos ideales, un anlisis detenido del Frente Repu-blicano Guatemalteco, del Partido Roldosista Ecuatoriano y del prcticamente desaparecidoCambio90 de Alberto Fujimori, entre otros, es una buena muestra de ello.(8 ) MICHELS (1911) hablaba del partido de la verdad filosfica y WEBER (1984: 229)de partidos organizados como asociacin legal-formal.(9) V isin iniciada por MERRIAM (1922) que luego tuvo numerosos seguidores con laeclosin del funcionalismo.(10) En la lnea desarrollada por COLLIER Y COLLIER (1991) para Am rica Latina y de loaportado por LIPSET Y ROKKAN (1967) con su concepto fundamental de cleavage.(11) Un anlisis, entre otros, del Partido de Liberacin Nacional de Costa Rica, de laUnin Cvica Radical de A rgentina o de lo s principales partidos chilenos y uruguayos, es unabuena muestra de ello.

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    2 . EL PROBLEMA DE LA INSTITUCIONALIZACIN

    El sesgo ms patente en el estudio del universo partidista latinoamerica-no es uno clsico en la Ciencia Poltica moderna que afecta a la raz de mu-chos de los objetos polticos y que se refiere al concepto de institucionali-zacin como proceso de rutinizacin de pautas de comportamiento. Una delas grandes aportaciones en la ltima dcada al estudio de los sistemas departidos latinoamericanos precisamente gira en torno a dicha cuestin(Mainwaring y Scully, 1995), que, a su vez, recoge el importante legado delos trabajos ms recientes en el seno de la teora de Janda (1970), Sartori(1976), y Panebianco (1982). La cuestin de si los partidos son fines en smismos o son medios e instrumentos para alcanzar un determinado objetivopuede haber quedado por largo tiempo resuelta por el neoinstitucionalismoal amparar bajo el mismo paraguas del concepto de institucin a aquellas ex-presamente formalizadas como a las informales, al definir mnimamente alas instituciones como conjuntos de patrones de conducta conocidos, practi-cados y aceptados ampliamente. Sin embargo, ello no resuelve el problemadel anclaje de las instituciones en el tiempo, de su componente de rutiniza-cin incluyente, de su vinculacin a acciones autnomas e impersonales.Ms aun, no soluciona el problema de su engarce con un mbito institucio-nal ms amplio, como es el sistema poltico, las relaciones con l estableci-das y el carcter causal de las mismas.

    Aplicado a los partidos polticos, su entramado conceptual se justifica enla medida de sus interconexiones con el sistema poltico. Los partidos sonelementos fundamentales de ste y su institucionalizacin contribuye a suestabilidad y buen funcionamiento siendo determ inantes, en muy buena m e-dida, de un alto grado en la calidad del desempeo democrtico. Pero estacircunstancia no es siempre as por cuanto que existen diferentes niveles demadurez en el camino hacia la institucionalizacin. A dem s, incluso a vecesel camino no se desea transitar debido a haberse escogido una senda bien di-ferente donde las pautas hacia la institucionalizacin son elementos extra-os. Esta situacin, por la que en un momento determinado de su historia pa-san todos los sistemas polticos, define particularmente bien el estado actualde los partidos en Amrica Latina una vez que las prcticas democrticas seencuentran presentes en la mayora de los pases y su devenir se asienta demanera continuada por varios lustros, pero, a la vez, cuando son cuestiona-dos abrumadoramente por los ciudadanos que les hacen depositarios de bue-na parte del malestar en que se encuentran y de los males que asolan a las so-ciedades: corrupcin, ineficacia, incapacidad para la agregacin de interesesy de identidades y deslegitimidad en lo sistmico y, en lo estrictamente parti-dista, de endogamia, favoritismo, amiguismo, verticalismo y opacidad.61

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    Los partidos son, posiblem ente, el principal actor en la poltica dem ocr-tica de Amrica Latina y como tal se ven inmersos en primera lnea en losavatares de sta teniendo su actuacin una especial repercusin en la mismaa la vez de verse influidos por los arreglos institucionales existentes y el ac-tuar de otras instancias. Sin emb argo , en lo que se refiere a su propia confi-guracin, se encuentran entre escila y caribdis que representa su articulacincom o instituciones o su configuracin como mqu inas (12).Las instituciones partidistas poseen una lgica de actuacin basada en elconjunto de los tres elementos que suponen su subsistencia a lo largo deltiempo procesando y adaptando sus caractersticas originarias. En especialdicho proceso se lleva a cabo en lo relativo a su paulatina desvinculacin deliderazgos personalistas, su slida e inequvoca apuesta por un programa quevertebre su ideologa y su estructuracin a travs de ciertos principios orga-nizativos que articulen su funcionamiento cotidiano, de acuerdo con crite-rios de racionalidad y eficacia, as como los procesos de seleccin de los l-deres y las relaciones de stos con el ncleo de militantes ms activos.Por su parte , las mquinas partidistas son instrum entos temporales de ac-tuacin de caud illos, entre cuya s finalidades no figura precisamente la de sutrascendencia a la figura del caudillo fundador. Carecen de programa o, ensu caso, cuentan con un programa desideologizado que pretendidamenteaboga por propuestas tecnocrticas y apo lticas y con una organizacin, irre-gularmente establecida, que est supeditada a la estrategia del lder. El perfilpersonal-caudillista de los partidos polticos latinoamericanos es algo que,por otra parte, se encuentra fcilmente en la literatura ms clsica relativa alos mism os. Sin dejar de lado las posibles races histricas de este fenmeno,perfectamente articuladas en pautas de cultura poltica, en tradiciones delquehacer poltico y, en algunos casos, resabios de antecedentes autoritarios,el mism o se puede inscribir en una onda de m s amplio calado que el estric-tamente regional que se refiere a la concepcin del liderazgo partidista comouno de empresarios polticos (13), que asumen su liderazgo en el partidoporque esperan obtener un beneficio ms que por altruismo y que requierende la ayuda de ciertos grupos de ciudadanos para resolver sus problemas deaccin colectiva supliendo a cambio ciertos bienes pblicos, sean mediantepolticas pblicas o mediante cargos (Stram y Mller, 1999: 13). Estos em-presarios polticos desplazan del pode r a lderes histricos de vocac in tradi-cional o crean sus propios partidos.

    (12) Utilizando expresamente el mism o trmino que se encuentra en OSTROGORSKI(1902) y DUVERGER (1951).(13) En la lnea desarrollada para Estados Unidos por ALDRICH Y COX y MCCUBBINS(1993).62

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    3 . LO S PARTIDOS POLTICOS AL INICIO DE L SIGLO XXI

    Una visin esquemtica de la disyuntiva entre instituciones o mquinaspolticas en que gravita hoy el universo partidista latinoam ericano puede es-tructurarse de acuerdo con tres ejes que la estructuran (14) y que son el ori-gen, el programa y su organizacin (15), los cuales ayudan a la hora de teneruna visin de los partidos latinoamericanos, considerados individualmente,al comenzar el siglo xxi.3.1. El origen

    La mitad de los partidos latinoamericanos relevantes durante la dcadade 1990 se crearon hace ms de un cuarto de siglo. Tienen , por consigu iente,una edad media respetable que se equipara a la de muchos de los partidos eu-ropeos. Casi una decena de ellos incluso hunde sus races en pleno siglo xix.Se trata de partidos que, junto a aquellos otros nacidos en el momento degestacin del Estado populista, de su desarrollo y de la adopcin de meca-nismos m odernizadores, han sabido mantenerse a lo largo del tiem po, susti-tuir sus liderazgos y adaptar sus estrategias tanto programticas como orga-nizativas. Y todo ello pese a las discontinu idades impuestas en la vida polti-ca latinoamericana por las irrupciones del autoritarismo bajo sus diversasformas. La gran cuestin para el anlisis politolog ico de la historia de algunode estos casos radica en intentar comprender las razones de la supervivenciade muchos de esos partidos, como sera el caso arquetpico del PartidoAprista Peruano e incluso del Partido Justicialista, en el seno de circunstan-cias extremadamente adversas de proscripcin, represin y persecucin desus militantes. De entre los partidos surgidos ms recientemente cabe desta-car su capacidad a la hora de saber incorporar a grupos tradicionalmentemarginados del escenario pblico siendo vehculos de los sectores revolu-cionarios-populares, el Frente Sandinista de Liberacin Nacional o el FrenteFarabundo M art para la Liberacin N acional, y de las comunidades indge-nas, el Movimiento Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo Pas, y de otrosque, si habitualmente estaban presentes como poda ocurrir con los empresa-rios, solan canalizar su presencia a travs de otras instancias como aconte-ca en El Salvador con el Partido de Conciliacin Nacional antes de que lacpula empresarial apostara decisivamente por ARENA.

    (14) Se registra una clara aproximacin al trabajo de WARE (1996) por cuanto que stese refiere en la primera parte de su obra a la ideologa; los simpatizantes, miembros y activis-tas; y las organizaciones partidistas.(15) Son los eleme ntos sobre los que se vertebra el reciente trabajo de Alcntara (2004).63

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    Asimismo, la mitad de los partidos relevan tes se crearon ex novo. Lo quecuestiona uno de los grandes mitos sobre los partidos latinoamericanos quese refiere a su habitual tendencia a la fragmentacin. Es posible que el n-mero de movimientos secesionistas sea alto, pero ello no es indicativo deque las divisiones generen p artidos con una alta capacidad de mantenerse enel sistema poltico con niveles de viabilidad mnima. Tomando como ejem-plo el caso del Partido Justicialista en Argentina en el que se conoce el grannmero de escisiones que ha sufrido desde la dcada de 1960 hasta el pre-sente, sin embargo ninguna de ellas ha terminado fructificando. Bien es cier-to que en la posicin contraria se puede encontrar el caso de los partidos enGuatemala donde el Partido de Avanzada Nacional y el Frente DemocrticoNueva Guatemala se hallan al borde de la desintegracin. Sin embargo, latendencia regional general es a contar con un escenario en el que estn so-breprimados los partidos nuevo s fruto de impulsos o riginales, de liderazgossin pasado partidista y de coyunturas novedosas.Otro dato significativo y peculiar de la vida partidista latinoamericana esla proclividad a la puesta en m archa de Frentes. Acuciados por cierto impe-rativo para con la b squeda de rentabilidad electoral, los Frentes son agrega-dos de partidos peque os o de escisiones de los partidos grandes que buscanacomodo para maxim izar sus esfuerzos. De hecho, media docena de los par-tidos ms significativos tiene esta condicin.Aunque el centralismo dom inante en la poltica latinoamericana durantedcadas haca de las capitales el resorte fundamental de la misma, la poten-ciacin progresiva de otros n cleos u rbanos y el desarrollo de frmulas des-centralizadoras propici en los ltimos aos el tmido surgimiento de parti-dos de mb ito regional. Pases com o B rasil, Ecuador y V enezuela dan cabidaen su seno a los principales esfuerzos partidistas de corte no centralista ypara los dos ltimos casos de mbito regional.El nacimiento de los partidos latinoam ericanos se debi a la necesidad deasegurar que el funcionamiento del rgimen poltico fuera racional, circuns-tancia ya anunciada en la literatura clsica (Ostrogorski, 1902, vol. 2: 619) yque refuerza la idea que rechaza la excepcionalidad de la coyuntura latinoa-mericana. La gran mayora de ellos emergi como consecuencia del retoelectoral. Si bien hubo circunstancias histricas que empujaron al nacimien-to de algunos partidos derivadas principalm ente de procesos revolucionarioso de situaciones de contestacin a momentos profundamente autoritarios yexcluyentes, los partidos latinoamericanos se crearon para responder a unacita electoral. La co nquista del poder, o de parcelas del m ismo, m ediante loscomicios fue, y continua siendo, el principal acicate existente detrs de lapuesta en marcha de un partido poltico. El paulatino incremento del gradode confianza en los procesos electorales, ms limpios, iguales, libremente

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    PARTIDOS POLTICOS EN AMRICA LATINA: PRECISIONES CONCEPTUALES, ESTADO ACTUAL Y RETOS FUTUROS

    competitivos y tcnicamente mejor implementados que nunca, ha sido unclaro factor determinante del asentamiento de las maquinarias partidistasque se mueven en un terreno ms seguro, de mayor certidumbre y confia-bilidad.Otro de los tpicos ms constantes acerca de los partidos latinoamerica-nos se refiere a su origen caudillista, a su vinculacin a un lder posedo decaractersticas muy peculiares referidas a su dominacin personal, a la ads-cripcin de las voluntades de sus partidarios por razones emotivas que res-ponden al carisma de un lder, al desarrollo de relaciones clientelares y patri-monialistas y a la b squeda de su sucesin m ediante el traspaso del poder aalgn miembro de su entorno familiar. Tambin ha sido un lugar comn sos-tener que el origen de los partidos se ubicaba en los cuarteles como con-secuencia de una concepcin que consideraba a los ejrcitos las columnasvertebradoras de la nacin y la institucin permanente por excelencia delEstado. Un anlisis riguroso permite desmentir estas ideas. Los partidos lati-noamericanos fueron fundados en su mayora por grupos de individuos, nocaudillos, y, en una mayora an ms grande, fueron creados fuera de loscuarteles. Lo que se ha denominado el liderazgo civil-colectivo es el tipo deliderazgo dominante en el origen de los partidos claramente superior en n-mero de casos a las otras tres categoras definidas de liderazgo civil-perso-nal, armado-colectivo y armado-personal. Adem s, el desarrollo de la dem o-cracia ha ido desdibujando los caracteres caudillistas y militaristas ms du-ros que pudieran tener algunas de las formaciones ms slidamente ubicadasen dichas clasificaciones. Ni el Partido Justicialista, ni el Partido Democrti-co Revolucionario panam eo, ni la Unin D emocrtica Independiente chile-na, entre otros, son hoy partidos con un liderazgo de los denominados perso-nalistas, ni el Frente Sandinista de Liberacin Nacional o el Partido Revolu-cionario Institucional tienen nada que ver con sus orgenes armados. Bien escierto que en muchos casos la presencia todopoderosa del lder fundador nose termina sino con su muerte, pero el hecho de que tras la misma el partidobusque cauces institucionales de continuidad bajo formas no caudillistas esuna circunstancia que debe ser subrayada.El carcter antisistmico en el momento del nacimiento de los partidoslatinoamericanos es una nota peculiar para la tercera parte de los que hoyson relevantes, aspecto que, no obstante, debe matizarse por cuanto que estalgo ms vinculado a partidos cuya fecha de creacin es anterior a 1975 yque se vieron inmersos en los momentos de quiebra del sistema. Los parti-dos de entonces que hoy continan vigentes tuvieron en mayor medida ex-presiones originarias revolucionarias como consecuencia de que su apari-cin se haca en un ambiente hostil. Sin embargo, los partidos con carcterreactivo surgen a partir de dicha fecha mostrando una clara relacin con los

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    acontecimientos del proceso democratizador acaecido en los diferentes pa-ses y que enfatizaban desde la consolidacin en el escenario poltico de gru-pos proscritos hasta entonces a la prdica de valores que haban suscitado larepulsa histrica de los sectores que ahora los ponan en marcha. Todo ellono debe ocultar que la mayora de los partidos hoy relevantes tuvieron unorigen de lealtad enmarcado en las coordenadas del sistema poltico enton-ces vigente.Los partidos han ido evolucionando de forma muy diferente de maceraque, conforme transcurre el tiempo, el peso de su origen se va diluyendo y suimpacto en su realidad contempornea tiene menor sentido. Las adaptacio-nes a los cambios registrados en el entorno en el que se encuentran y las di-nmicas propias derivadas de las transformaciones en su liderazgo y de lasdistintas opciones tomadas con relacin a sus estrategias polticas, sus ofer-tas electorales y sus reacom odos organizativos tienen efectos de hondo cala-do en el recue rdo de su origen . Sin em bargo, los partidos pueden clasificarserazonablemente de acuerdo con los citados criterios.

    3.2. El programaEl programa constituye la faceta que contribuye a dotar de seas de iden-tidad a un partido con mayor precisin. Por otra parte, el hecho de ser el si-glo xx el gran escenario por antonomasia de confrontacin de las ideologasms extremas impregn de manera decisiva a los partidos que, adaptndosea las mismas, terminaron siendo sus vehculos de transmisin y de ejecucinde sus contenidos. Esta situacin se dio asimismo en Amrica Latina dondeproliferaron los partidos de todo corte ideolgico a lo largo de buena partede la primera mitad del siglo.La expansin del Estado populista a lo largo de medio siglo diluy el

    contenido ideolgico de la poltica al construir, de forma eclctica, un idea-rio centrpeto en el que la m xim a fundamental radicaba en torno a un pro-yecto monoltico al que la gua modernizadora cepalina contribuy notable-men te. La tercera va peronista y el sincretismo priista resumieron la nue-va situacin en la que, aparentemente, no haba espacio para otras visionespuesto que ellas daban cabida en una mism a expresin a lo popular, lo nacio-nal y lo poltico. Los partidos eran meras comparsas de un programa globalfuertemente integrador, por una parte se acoplaban con las versiones euro-peas atrpalo todo en la medida en que posean un carcter interclasista,pero, por otra, su ideologa era un subproducto del sistema poltico en el queel Estado y la clase dirigente desem peaban un papel hegemn ico. El esque-ma sufri el impacto abrupto de la Revolucin cubana que introdujo un nue-

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    vo sesgo en el que el conjunto formado por el nacionalismo, el antiimperia-lismo, el marxismo y el internacionalismo articulaba unanueva relacin enla liza poltica. Laposterior crisis delmodelo deEstado y lapaulatina substi-tucin delparadigma estadocntrico apartir de ladcada de 1980 porotro decorte neoliberal termin de desdibujar el legado populista e introdujo a lospases latinoamericanos en una nueva etapa. Contrariamente a las tesis entorno a la idea del fin de la historia y de la desideologizacin de lapolti-ca, la desaparicin del modelo populista, en conjuncin con la prctica coti-diana de la poliarqua dinamizadora de la competencia y del juego poltico,ha abierto en Amrica Latina un espacio inslito de contienda ideolgica.Los partidos polticos mediante susprogramas son un fiel reflejo deello.

    Los partidos latinoamericanos tienen en su gran mayora programas es-critos en los que reflejan sus objetivos de accin poltica. Estos programascontribuyen a darles determinada visibilidad entre el electorado por cuantoque le brindan explicaciones de cmo entender el mundo de la poltica,guan su actuacin cuando llegan a puestos de gobierno y facilitan la capta-cin de susmilitantes quecomparten un determinado conjunto de valores yopiniones acerca del conflicto poltico y susposibles soluciones. Pero ade-ms deposeer principios programticos, propiamente h ablando, cuentan conposicionamientos ideolgicos que se manifiestan a travs del eje izquier-da-derecha que, de acuerdo con la literatura especializada (16), estructuraperfectamente lacomp eticin partidista y simplifica el complejo universo dela poltica.

    Los principios programticos sepueden medir utilizando tres ejes que re-cogen sendos aspectos primordiales de lapoltica hoy en da. Setrata, en pri-mer lugar y en el seno de lapoltica econmica, deevaluar lamayor o menoraceptacin del neoliberalismo o, en el polo opuesto, del estatismo, porpartede la clase poltica. En el mbito de losvalores, en segundo trmino, se pre-tende medir la mayor o menor proclividad hacia posiciones tildadas de con-servadoras o de progresistas. Estos dos ejes, conjuntamente con el de iz-quierda-derecha diferencian perfectamente a las formaciones consideradasestableciendo un inequvoco terreno decompeticin y brindan la posibilidadde establecer unaclasificacin final queintegre losdistintos criterios utiliza-dos y queguarda, asimismo, un enorme grado de coherencia porcuanto quese registra unaalta relacin y asociacin entre losprincipios programticos yla ubicacin ideolgica. La slida propuesta de clasificar a lospartidos lati-noamericanos en las tres categoras denominadas partidos a la derecha,

    (16) Las referencias sonabundantes, baste recordar a INGLF.HART y KLINGEMANN (1976),SANI y SARTORI (1983), KJTSCHELT y HELLEMANS (1990), MAIR (1997), KNUTSHN (1998) eIMBEAU et al. (2001) entre muchos otros.67

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    partidos centristas y partidos a la izquierda que figura en el Cuadro Idota a este conjunto de formaciones de un carcter claramente ideolgicocuando se inicia el siglo xxi.

    CUADRO I. Clasificacin de los partidos polticos latinoamericanos segn su ideologaPartidos a la derecha

    ArgentinaBoliviaBrasilChileColombiaEcuadorEl SalvadorGuatemalaHondurasNicaragua

    PerUruguay

    PJADNPF LR N y U D IPCPS CARENAFRG y PANPN HPLC

    Cambio90PN

    Partidos centristasArgentinaBoliviaBrasilChileColombiaCosta RicaEcuador

    HondurasMxicoParaguayPanamUruguay

    UCRMIR, MNR y UCSPMDB, PPB y PSDBPD CPLPLN y PUSCD P y P R E

    PL HPAN y PRIANR y PLRAP A y P R DPC

    PartidosArgentinaBrasilChileCosta RicaEcuadorEl SalvadorGuatemalaMxicoNicaragua

    PerUruguay

    a la izquierdaFREPASOPT y PDTPPD y PSPF DID y MUPP-NPFMLNFDNGPR DFSLN

    PA PEP-FAFuente: Alcntara (2004).

    3.3. La organizacinLos partidos cuentan con recursos organizativos que hacen referencia a

    elementos materiales de su estructura administrativa y de servicios y que tie-nen un uso determinado en trmino s de frecuencia y de intensidad. Paralela-mente poseen recursos humanos ligados con relaciones de autoridad cuyoejercicio se suele desarrollar de manera disciplinada. Ambos tipos de recur-sos pueden evaluarse seg n indicad ores que reflejan su mayor o menor gra-do de presencia as com o de incidencia en la vida partidista cotidiana. Desdeesta perspectiva organizativa, los partidos han pasado por diferentes fasesque han estado relacionadas con distintos momentos de la polticaAmrica Latina tambin contempl en qu medida los cambios aconteci-dos en la poltica a partir de 1980, que trajeron la apertura de los sistemas pol-ticos e implantaron las reglas de la poliarqua, tuvieron efectos significativosen la organizacin de los partido s. La descentralizacin poltica, el cuestiona-

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    miento de la clusula de no-reeleccin, el impacto del rendimiento electoral yla introduccin de innovaciones en los sistemas electorales, como fueron lamayor presencia del ballotage, del voto preferencial, los cambios producidosen la magnitud de las circunscripciones, la separacin en el calendario de loscomicios y la puesta en marcha del proceso de elecciones primarias en los par-tidos, tuvieron consecuencias notables en la organizacin de stos. Pero asi-mismo fueron circunstancias exgenas a los partidos a tener en cuenta el in-cremento del papel de los medios de comunicacin, en especial de la televi-sin, como formadores casi exclusivos de imgenes polticas y la prcticadesaparicin del Estado, inmerso en una profunda crisis econmica de conse-cuencias irreversibles, como nodriza de las actividades partidistas.

    Los partidos latinoamericanos poseen una estructura continua, se encuen-tran asentados de forma m s o menos extensa en el territorio nacional medidopor el nivel de infraestructuras y burocracia en ciudades de cierto tamao,pero no todos tienen igual grado de vida partidista, entendiendo por tal la rea-lizacin de actividades peridicas como son reuniones, encuentros y consultasentre los diversos niveles de la organizacin. La integracin de estos elem en-tos permite referirse a partidos con menor estructuracin y vitalidad como esel caso de tres partidos prcticamente desaparecidos como son CAMBIO90 yFrente Democrtico Nueva Guatemala y del FREPASO, el Partido Liberal deHonduras y la Democracia Popular de Ecuador. Frente a ellos, el nmero departidos con mayor vitalidad y ms estructurados es ms alto. En otro ordende cosas, el estudio del origen de las finanzas de los partidos pone de relieveque el modelo claramente predominante en la regin es el de la financiacinindividual por parte de los candidatos. Solamente quiebran de forma clara estapauta de comportamiento generalizada el Partido Revolucionario Democrti-co de Mxico y el Encuentro Progresista-Frente Amplio uruguayo. Por ltimohay que sealar que los partidos se organizan mayoritariamente para conse-guir ms electores, objetivo que es con creces ms relevante que la estrategiaque pudieran disear para ampliar las bases de sus m ilitantes, adems se regis-tra una notable correlacin entre esta opcin y la autoubicacin ideolgica: lospartidos a la derecha son ms proclives a acentuar estrategias de ampliacinde sus bases electorales mientras que los partidos a la izquierda apuestan porincrementar el nmero de sus militantes.Las relaciones de poder en el seno de los partidos latinoamericanosmuestran una estructura de autoridad muy diversa que echa por tierra el lu-gar comn que les supone tender a la concentracin del poder en manos deun nico individuo. De hecho, los partidos latinoamericanos se pueden divi-dir en prcticamente tres grupos de acuerdo con el mayor, medio o menor ni-vel de su liderazgo nacional, de manera que entre los dos grupos extremos seencuentran diferencias enormes (vase el Cuadro II). Paralelamente, los par-

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    CUADRO II. Papel de los lderes nacionales y relaciones de poder en los partidos latinoamericanos

    Pas

    ArgentinaBoliviaBrasilChileColombiaCosta RicaEcuadorEl SalvadorGuatemalaHondurasMxicoNicaraguaPanamParaguayPerR. Dominica-naUruguay

    Partidos en los quelos lderes nacionalestienen mspeso paranombrar a los candi-datos al CongresoFREPASOADN, MIR, UCSPDT, PPB, PSDB

    DP, PRE, PSCFDNG, FRG

    P ACAMBIO90

    Partidos en los que los l-deres nacionales tienenmenos peso para nombrara los candidatos al Con-greso

    PTPDC, RN, UDIPF DFMLNP A NPAN, PRDFSLNPR DPLRAPLD, PRDEP-FA

    Partidos con un fuertencleo de lderes en laorganizacin

    ADN, MNR, UCSPD T

    ID , PRE, PSCARENA, FMLNFDNGPLH,PNHFSLN, PLCAN RPLD,PRD, PRSC

    Partidos sin un fuerte n-cleo de lderes en la or-ganizacin

    FREPASO, PJ, UCRPTP P D. R NPLPFD, PLNMUPP-NP

    CAMBIO90

    iPartidos con relacionesde poder msverticales

    PJADN, MIR

    PC , PLPL NPRE, PSCFR GPN H

    PAPLRACAMBIO90

    PN

    Partidos con relacionesde poder mshorizonta-les

    PFL, PPB, PSDB, PTPP DPF DMUPP-NPFMLNPL HFSLN

    Fuente: Alcntara (2004).

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    tidos latinoamericanos son formaciones que, lejos de estructurarse en torno aopiniones monolticas y de anular el debate ideolgico interno, recogen enbuen nmero, y en cierta medida, opiniones diversas y poseen un debateideolgico intenso. El mayor nivel de discusin ideolgica se relaciona conel carcter revolucionario del origen de los partidos y el contenido progra-mtico de partidos a la izquierda.Una aproximacin emprica a la organizacin de los partidos latinoame-ricanos muestra que su patrn es extremadamente variopinto. Tambin seevidencia que, dentro de su gran variedad, se ofrecen imgenes de los parti-dos que contradicen lugares com unes. Su inexistencia como organizaciones,su inestabilidad y estructuracin dbil, su falta de debate interno as como sumonocorde discurso, y su liderazgo concentrado y todopoderoso, entreotros, son aspectos que no forman parte de la realidad de la generalidad delos partidos latinoamericanos. Aunque son calificativos que frecuentementeinvaden los medios de opinin p blica llevados de casos de actualidad de ca-rcter extremo y poco representativo de lo que acontece en la regin su liga-zn con lo realmente existente es limitada. La elaboracin de las tipologassiguiendo los ejes de la organizacin y del liderazgo de partidos instituciona-lizados y de mquinas electorales y de partidos democrticos y mquinascaudillistas, que se refleja en el Cuadro III, puede suponer un paso adelanteen la comprensin de los partidos polticos latinoamericanos.

    4 . LOS RASGOS GENERALES DE LOS SISTEMAS DE PARTIDOS LATINOAMERICANOSLos partidos polticos intervienen en una arena de competencia polticaen la que sus actuaciones conforman una serie de interacciones que se articu-lan bajo una lgica sistmica y cuyo estudio ha sido central desde el seminaltrabajo de Duverguer (1951). Sobre la idea del partido aislado se estructura-

    ba la del partido en liza con otros. Los sistemas de partidos llamaban enton-ces la atencin al analista por su capacidad de reflejar una parte sustantivadel juego poltico. Su formato numrico, la volatilidad electoral y el marcode competencia ideolgica han sido configurados desde Sartori (1976) comoindicadores vlidos para aproximarse a un mejor conocimiento de los siste-mas de partidos y permitir la comparacin tanto sincrnica como diacrnica.Los mismos pueden aplicarse al universo latinoamericano cuya estabilidad,en lo atinente a los sistemas de partidos de la regin, es irregular.

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    CUADRO III . Clasificacin de los partidos polticos latinoamericanos de acuerdo con sus aspectos organizativos y con su liderazgoTipo Categoras Partidos

    Partidos institucionalizados

    Organizacin

    partidos que mantienen una estructura con- PT, FMLN y EP-FAtinua, burocratizada, con cierto nivel de in-fraestructuras y de vida partidista, teniendoun papel muy activo en la captacin de re-cursos para financiar las campaas de suscandidatos y deseando desarrollar una basede militantes lo ms amplia posible

    M qu in as e le cto ra le s p ar tid os c on e st ru ctu ra s d b il es , o rie nt ad oshacia las elecciones y los electores y basa n-do la poltica de su financiacin en las acti-vidades individuales de sus candidatosFREPASO, FDNG, PPD, PLH, PNH, DP,PRE, y CAMBIO90

    >

    >Partidos democrticos

    Liderazgo

    partidos con relaciones de poder horizonta-les, liderazgo diluido y corrientes en suseno- partidos con un alto grado de demo-cracia interna y con militantes que acatancon mayor predisposicin las resolucionesdel partido

    PT , P F D , M U P P - N P , F M L N , F S L N ,EP-FA, PDT, PPB y PSDB, ARENA , PRE,PLC y PLD

    Mquinas caudillistas partidos con un fuerte y centralizado lide-razgo y con unas relaciones de poder muyverticales- partidos con menor democraciainterna y con militantes menos proclives aacatar las resoluciones del partido

    PRE, FRG, PA, CAMBIO90, FREPASO,PJ, PRI y ANR

    Fuente: Alcntara (2004).

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    4.1. La estabilidad reciente de los sistemas de partidos latinoamericanosUn anlisis de la evolucin de los sistemas de partidos desde la perspectivade los actores que ejercan un control mayoritario de la representacin polticaen el periodo que grosso m odo tiene su inicio en los albores de la transicin po-ltica, o en su defecto de principios de la dcada de 1980, muestra la dificultadde referirse a la regin en trminos homogneos. De los dieciocho pases consi-derados mientras que un tercio no ha registrado cambios en su competencia par-tidista sustantiva, un tercio ha visto cambios enormes en la misma y el terciorestante ha sufrido cambios menores. El Cuadro IV pone de relieve esta situa-cin que se muestra ms compleja que aquellas que superficialmente hablan de

    cambios generales y profundos en el universo partidista latinoamericano.CUADRO IV . La evolucin de los sistemas de partidos en Amrica Latina

    Sistema de partidos al inicio de la transicin.Partidos con mayor apoyo en la eleccin fundacionallegislativaPAS Ao Partidos

    Pases cuyo sistema de partidos no aprecia cambiosColombiaChileHondurasPanamParaguayUruguay

    198219891981199419931984

    PL-PCConcertacin-Unin por ChilePLH-PNHPRD-PAANR/PC-PLRAPC-PN-FAPases cuyo sistema de partidos cambia ligeramenteArgentinaBoliviaBrasilCosta RicaNicaraguaR. Dominicana

    198319851986198219901978

    UCR-PJMNR-ADN-MIRPMDB-ARENA/PDS/PPR-PDTPLN-UNIDAD/PUSCFSLN-UNOPRD-PR/PRSCPases cuyo sistemas de partidos cambia drsticamenteEcuadorEl SalvadorGuatemalaMxicoPerVenezuela

    197919851985198519801973

    CFP-ID-PCE-PLRE- DP- PSCARENA-PDC-PCNDCG-UCN-MLN-PDCN-PRPRIPAP-APAD-COPEI

    Sistemas de partidos en la actualidad.Partidos con mayor apoyo en la ltimaeleccinAo

    200220012001199920031999200320022002200220011998200220031989200320012000

    i legislativaPartidos

    PL-PCConcertacin-Alianza por ChilePLH-PNHPRD-PAANR/PC-PLRAEP/FA-PC-PNPJ-MAS-NFR-MNR-MIP-MIRPT - PFL-PMDB-PPBPLN-PUSC-PACFSLN-PCLPRD-PLDPSC-ID-PRE-PRIAN-MUPP-SPFMLN-ARENA-PCN-PDCFRG-PANPRI-PAN-PRDPer Posible-PAP-FIM-UPPUNIDAD NACIONALMVR-MAS-AD

    En el caso de que hubiera dos cmaras se incluye el dato de la Cmara Baja. El criterio de inclusin esque los partidos tuvieron una representacin mayoritaria en la Cmara.En Chile, los partidos de la Concertacin (PDC, PD, PS, PRSD) y de Unin por Chile y Alianza porChile (RN y UDI) han permanecido estables.Fuente: F.laboracin propia.73

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    Aunque en el caso de Colombia se podra argumentar sobre la naturalezade su sistema de partidos y sobre las profundas transformaciones que se es-tn produciendo en el seno del liberalismo y, ms a n, del conservadurismo,parece evidente que la estabilidad es la nota dominante en Chile, Honduras,Panam, Paraguay y Uruguay donde los partidos se encuentran muy asenta-dos y los mismos p artidos a lo largo de dos dcadas monopolizan casi total-mente la representacin poltica. Ello contrasta profundamente con otrospases en los que los cambios h an sido radicales habiendo llegado a modifi-car profundamente las opciones partidistas pudindose hablar con propiedadde una refundacin del sistema de partidos. Sin embargo, de los seis casosnacionales que integran este apartado en dos de ellos los cambios aconteci-dos tienen que ver con el avance de la democracia. En efecto, el hecho deque el PR I dejara de tener una posicin hegem nica en el sistema mexicanodejando paso con opciones reales de gobierno al PAN y al PRD y de que elFMLN se convirtiera en el partido m ayoritario salvadoreo desde su miltan-cia armada guerrillera de la dcada de 1980 son una prueba del cambio re-gistrado. Solamente, por consiguiente, Bolivia, Ecuador, Per y Venezuela,todos ellos pases andinos, registran cambios profundos (17). stos son, portanto, los pase s que lideran, y prcticamente ellos solos ejemplifican, la pro-funda crisis que asla al universo partidista latinoamericano, sta es una cir-cunstancia que no siempre se tiene en cuenta a la hora de hacer anlisis re-gionales muchas veces de tono catastrofista.La situacin de darwinismo poltico (Coppedge, 2001: 174), dondeunos partidos se ven sustituidos por otros con diferentes caractersticas orga-nizativas, supone la supervivencia de aquellos partidos que se adaptaron me-jor al entorno poltico de austeridad y de estagnacin econmica que carac-teriz la dcada de 1980 y que fue bautizada como dcada perdida. Lospartidos de derecha o de centro derecha en el gobierno y personalistas o decentro izquierda de la oposicin tuvieron ms oportunidades para sobrevivir.

    4.2. El formato numrico de los sistemas de partidosEl nmero y la fuerza relativa de los partidos en una circunscripcinelectoral (ya sea nacional o local) permite conoce r ms detalladamente la es-

    (17) Alg o que coincide con los cam bios habidos en la volatilidad agregada para el pero-do 1982-1995 realizados por COPPEDGE (2001: 175). En dicho lapso, aparecen estos cuatropases entre los cinco primeros de entre once estudiados encontrndose tambin B rasil cuyosistema de partidos cam bi d ramticamente como consecuencia de la transicin a la democra-cia que vivi dicho pas entre 1982 y 1986.74

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    tructura de la competencia partidista. El nivel de fragmentacin de un siste-ma de partidos indica el nmero de agrupaciones que obtienen una propor-cin importante de los votos y de los escaos y se encuentra asociado conuna amplia gama de factores polticos, sociales y econmicos. El n mero departidos afecta las probabilidades de que el partido de gobierno obtenga unamayora slida en el Legislativo y cuente con su apoyo para conseguir apro-bar las polticas pblicas. Altos niveles de fragmentacin del sistema de par-tidos, junto a altos niveles de polarizacin, hacen al sistema menos gober-nable (Sartori, 1976; Payne et al, 2003: 155); predispone a bloqueos entreel Ejecutivo y el Legislativo (Mainwaring, 1993: 200); dificulta las posibi-lidades de generar coaliciones gobernantes (Chasquetti, 2001) as comotambin facilita la ruptura democrtica o las crisis institucionales (Linz,1984/1997). Es ms, de manera especfica, hay quienes alertan que un altonmero de partidos asociado al presidencialismo, produce una combinacinque dificulta la gobernabilidad (Mainwaring, 1993: 200-201). Y esto auncuando ha habido contraejemplos claros como el chileno, en el que la dem o-cracia fue estable durante cuarenta aos con un sistema multipartidista o elargentino en el que la prctica bipartidista entre radicales y peronistas noevit continuos golpes de Estado (Coppedge, 1994: 72), por lo que se mues-tra que ms que el multipartidismo a secas, el peligro est en aquel en el quelas lites no facilitan la construccin de mayoras y coaliciones que permitanla gobernabilidad (Artiga-Gonzlez, 2003).Si se considera el Poder Legislativo como mbito primordial de la compe-tencia poltica una vez dirimida la contienda electoral y se analiza el nmerode partidos all existentes realizando una relativa ponderacin en funcin desu peso esto es lo que viene a ser el concepto de nmero efectivo de parti-dos expuesto por Laakso y Taagepera (1979), se constata que los sistemaspolticos latinoamericanos tienden al m ultipartidismo. Los datos m uestran queapenas un nmero muy reducido de pases se acerca al bipartidismo puro quetraduce con ms simpleza la lgica gobierno-oposicin (actualmente sloHonduras, Nicaragua y Paraguay). Por el contrario, todos los dems estn in-mersos en una situacin de transicin (Costa Rica) o con un alto nmero departidos que conlleva habitualmente dos cosas: por una parte, la rotacin departidos con mayoras parlamentarias, lo cual supone que diferentes partidosalcanzan xitos electorales significativos; por otra, las dificultades para cons-truir apoyos slidos para el Presidente en el Legislativo genera la necesidad deconformar acuerdos amplios que lleven a gobiernos de coalicin, circunstan-cia que ha sucedido en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, V enezuelay Uruguay. Si bien se ha sealado lo negativo de un exceso de partidos para lagobernabilidad en la medida en que se confunde al electorado cuando necesitaopciones diferenciales limitadas y en la propensin a hacer ms com plicada la

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    existencia de mayoras slidas, claras y estables; sin embargo, tanto la tradi-cin electoral de incorporar la representacin proporcional en los com icios le-gislativos como la propia heterogeneidad de las sociedades latinoamericanasreflejan una situacin distinta a ese supuesto ideal.La observacin de los datos en el perodo 1979-2003 muestra una mayorfragmentacin de los sistemas de pa rtidos, que podra pensarse en diferentestrminos: a) como la representacin natural de diversas tendencias ideolgi-cas en el sistema de partidos; b) com o la incorporacin de nuevos actores enla poltica (guerrilla, indgenas, paramilitares, movimientos sociales) quehan estado exclu idos, y c) desde un a visin ms pesimista, com o el resultadodel uso de los partidos com o vehcu los personales y de vas de resolucin deconflictos internos de los partidos. Los ejemplos son diversos y los casos sondiferentes entre s. Argentina contaba con un bipartidismo claro en la dcadade 1980 pero con el paso de los aos se fue fragmentando cada vez ms, fun-damentalmente, por la escisin del Partido Justicialista y la fluidez de suoposicin, siendo junto a Brasil, Ecuador, Per, Paraguay y Colombia dondemayor ha sido la magnitud del cambio en el nmero efectivo de partidos le-gislativos. Colombia mantiene su bipartidismo, aunque hay una mayor frag-mentacin, a raz de un sistema electoral que propugna la guerra de resi-duos , esto es, la lucha de los partidos o m ovim ientos que presentan m uchaslistas en los diferentes distritos electorales para beneficiarse de los resi-duos en la asignacin de esca os antes que luchar por conseguir escaos enlos cocientes (Pizarro, 2001: 360), ello proyecta un marco enormementecatico. Brasil inicia el perodo con un multipartidismo moderado y avanzahacia uno de corte extrem o. V enezuela sufre un cam bio fundamental, que vadesde su histrico bipartidismo a un multipartidismo extremo para la elec-cin refundacional de 2000. En Per ocurre algo similar al m antenerse en unsistema de naturaleza bipartidista durante los dos primeros gobiernospost-transicin para luego pasar bruscamente al multipartidismo durante losperodos de Fujimori, emplendose a los partidos como meros taxis elec-torales. En Ecuador, aunque su sistema de partidos presentaba rasgos multi-partidistas en la eleccin fundacional, con el paso de los aos la fragmenta-cin se fue acentuando hasta llegar al multipartidismo extremo de corte po-larizado en los comicios de 2002, debido a la incorporacin de nuevosactores en la poltica (como en el caso de MUPP/NP) as como tambin porla presencia de polticos y electores voltiles, que en muchos casos utilizanla creacin de partidos como vehculos de participacin electoral (como enPer ) o com o una m anera de resolver conflictos en el interior de los partidosmayoritarios.La evaluacin del nmero efectivo de partidos legislativos seala enton-ces que para el perodo analizado puede ordenarse a los partidos en diferen-

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    PARTIDOS POLTICOS EN AMRICA LATINA: PRECISIONES CONCEPTUALES, ESTADO ACTUAL Y RETOS FUTUROS

    tes grupos. En primer lugar, Honduras, Nicaragua y Paraguay mantienen susrasgos bipartidistas. Rep blica Dom inicana y Costa Rica presentan sistemasde dos partidos y medio algo hacia lo que apunta Colombia enmarcada enuna fuerte fragmentacin de los partidos tradicionales, especialmente delPartido Liberal y expectante ante el avance de una izquierda m oderada en elmbito municipal (el Polo Democrtico). El bipartidismo histrico de CostaRica se ha visto afectado en la eleccin de 2002 con la emergencia deAccin Ciudadana, fruto de una escisin del PLN, que aglutina parte delsentimiento antipartidista tradicional. En Mxico, si bien hay tres partidosrelevantes, son el PRI y el PAN, por el momento, los que luchan por la alter-nancia del poder; estando el PRD en un lugar ms alejado. En Nicaragua,aunque hay cambios en las etiquetas de los partidos, el sistema funciona porla divisin de manera bipartidista entre el FSLN y una coalicin de centroderecha que mantiene sus bases y dirigentes a pesar de los cambios de nom-bres (en 1996 fue denom inada com o Alianza L iberal y en 2001 Partido Libe-ral Constirucionalista). En segundo lugar, Argentina, El Salvador, Panam,Guatemala y Uruguay presentan un sistema de partidos de multipartidismomoderado, en donde entre tres y cinco partidos compiten por el poder. Entercer lugar, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela tienen sistemas multiparti-distas extremos, donde ms de cinco partidos incluyendo alguno de elloscon posiciones antisistema tienen presencia significativa en el Congreso.El caso de Chile es peculiar, porque si bien manifiesta un alto nmero departidos, lo que le llevara a estar en el grupo de multipartidismo extremo, lalgica coalicionista en dos polos hace que el sistema funcione con rasgos bi-partidistas. Finalmente, la observacin muestra que en seis pases existenms de cinco partidos con capacidad legislativa, lo cual dificulta la goberna-bilidad del sistema poltico y muestra el fracaso de muchas reformas electo-rales respecto a la reduccin del n mero de partidos en Am rica Latina.Dicho esto, es necesario puntualizar una serie de consideraciones res-

    pecto a El Salvador y a Panam. En cuanto al primero, se suele sealar elcarcter bipartidista de su sistema de partidos, con dos fuerzas polticasmayoritarias (ARENA y FMLN) con gran capacidad de alternancia en elpoder (aunque hasta el momento la izquierda nunca ha controlado el Ejecu-tivo y la derecha ha gobernado cmodamente), pero en la prctica el pasha ido evolucionando hacia un sistema cada vez ms multipartidista, en elque junto a las dos fuerzas may oritarias, hay agrupaciones (Partido Con ci-liacin Nacional PC N y Partido Dem crata Cristiano P DC ), quesi bien son pequeas (entre ambos controlan una media del 10 por 100 delos escaos) sin ellas resulta muy difcil conseguir mayoras legislativasque garanticen la gobernabilidad (Artiga-Gonzlez, 2003). En Panam,aun cuando algunos indican que no se puede hablar de un sistema de parti-77

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    dos consolidado (Brown, 20 02: 13), la dcada de 1990 favoreci la prolife-racin de nuevos partidos pero tamb in su desaparicin. El sistema electo-ral establece que slo los partidos que sobreviven a la eleccin, es decir,que consiguen superar el 5 por 100 de los votos totales de las eleccionespresidenciales y legislativas, tienen derecho a obtener legisladores. En elperodo analizado, el 61 por 100 de los partidos que han estado inscritoshan desaparecido (11 de 18), lo que muestra el efecto mecnico del sistemaelectoral sobre el sistema de partid os y a pesa r de la alta fragmentacin delsistema de partidos, el sistema electoral co ntribuye a que se modere y queen realidad slo unos cuantos partido s sean impo rtantes, por utilizar lostrminos de Sartori (1976).

    CUADRO V . La Fragmentacin de los sistemas de partidos en Amrica L atinaPas Elecciones Legislativas N E P pinicial

    N E P pltimaeleccinMagnitudCambio mediapas

    HondurasParaguayDominicanaCosta RicaMxicoColombiaNicaraguaArgentinaEl SalvadorUruguayGuatemalaPerVenezuelaPanamBoliviaChileEcuadorBrasil

    1981,85,89,93,97,011989,93,98,031978,82,86,90,94,981978,82,86,90,94,98,021985,88,91,94,97,00.031982,86,90,91,94,98,021984,90,96,011983,85,87,89,91,93,95,97,99,011982,85,88,91,94,97,00,031984,89,94,991985,90,94,95,991980,85,90,95,00,011978,83,88,93,98,001994,991985,89,93,97,021989,93,97,011979,84,86,88,90,92,94,96,98,021986,90,94,98,02 Media regional

    2,171,891,992,381.831,981,982,192,562,922,982,462,654,334,315,074,032,832,47

    2,413,182,323,683,012,172,753,433,543,072,354,373,443,264,964,97,548,493,79

    0,241,290,331,31,180,190,771,240,980,15-0 ,631,910,79-1 ,070,65-0 ,173,515,66

    2,152,372,432,522,572,522,752,913,173,163,193,343,673,804,455,055,867,063,47

    Nep p = N mero efectivo de partidos parlamentarios, calculado segn la frmula d e Laakso y Taage-pera (1979), en el momen to de conformacin de la Legislatura tras los resultados de la eleccin. La frmu-la de NEP empleada es la siguiente: N = 1/Eei2 donde e es el porcentaje de escaos del partido i.En sistemas mixtos (Bolivia, Ecuador, Guatem ala, Mxico, Panam, V enezuela) est calculado sobreel total de la Cm ara, sin considerar las diferencias en la frmula electoral por m edio de la cual se elige acada diputado.Magnitud cambio = es la diferencia entre Nep p t + 1 Nep p tEn Nicaragua, UNO y Alianza Liberal son considerados como un nico partido.En Argentina, la Alianza se considera como un partido en las elecciones de 1997 y 1999.Elaboracin a cargo de Flavia Freidenberg.78

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    4.3. La volatilidad electoral agregadaOtro de los indicadores relacionados con la estructuracin de la compe-tencia partidista y su nivel de vinculacin con el electorado es el de la volati-lidad electoral agregada, la cual perm ite conocer el n ivel de alineam iento delos ciudadanos con los partidos as como tambin la estabilidad de las prefe-rencias de los electores hacia un sistema de partidos determinado. sta esuna m edida que representa el cambio neto en la propo rcin de votos o esca-os que cada uno de los partidos gana o pierde de una eleccin a otra. Sepuede medir de diferentes m aneras, aunque se suele utilizar el ndice de vo-latilidad electoral de Pedersen (1983). Una volatilidad alta representa a unelectorado que ha desplazado de manera significativa sus preferencias deunos partidos a otros, lo que puede estar vinculado tanto a un cam bio naturalde las preferencias de los ciudadanos com o a un cam bio de la oferta partidis-ta. Una volatilidad baja, por contraparte, indica una mayor estabilizacin yconsolidacin del sistema de partidos. Los sistemas de partidos ms establesen trminos comparados son Honduras, Uruguay y Chile mientras que losms voltiles son Per y Bolivia para todo el perodo considerado.

    CUADRO V I. Volatilidad electoral agregada en Amrica LatinaPas Perodos . .. .. , n i ? i c e d e . .volatilidad electoral agregada

    Hond uras 1981-2001 6,94Uruguay 1984-1999 11,37Chile 1989-2001 14,10Costa Rica 1978-2002 17,73El Salvador 1985-2003 19,12R. Dom inicana 1978-1998 19,86Brasil 1986-1998 23,94Colomb ia 1982-1998 24,27Ecuador 1979-1998 25,03Paraguay 1989-2003 27,25V enezuela 1978-2000 28,52Nicaragua 1984-2001 29,37Panam 1994-1999 30,00Bolivia 1985-2002 38,03Per 1980-2001 42,38

    La frmula para calcular el ndice de volatilidad agregada es:V T = [Pit - Pi(i+i)]/z siendo Pi el apoyo electoral en porcentaje de votos a un partido en una eleccindada y siendo Pi(t+i), el apoyo electoral en porcentaje de votos de esc partido en la siguiente eleccin.En Ecuador se calcula a partir de los resultados electorales para los diputados provinciales.En Mxico y Guatemala no se calcula a raz de la comb inacin de los sistemas de eleccin y la dificul-tad de conseguir datos totales. En Arg entina no se calcula debido a la dificultad en la obtencin de los da-tos electorales.Elaboracin a cargo de Flavia Freidenberg

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    A l analizar la volatilidad e lectoral es necesario tom ar en cuen ta una seriede consideraciones. En primer lugar, que muchas veces los cambios en laspreferencias de los votantes se de ben m s a modificaciones en la oferta par-tidista que en los propios electores, como puede esperarse de Per. En se-gundo lugar, es importante tener en cuenta que tambin ha habido cambiosen el nmero de votantes, tanto debido al crecimiento de la poblacin comoa la extensin de derechos poltico s a los jve nes y a los analfabetos (Hago-pian, 2000: 300). En tercer lugar, un fenmeno que afecta al clculo de lavolatilidad es el de la abstencin electoral, una prctica cada vez ms pre-sente en muchos de los pases latinoamericanos. Finalmente, que hay casosdond e si bien el apoyo a los partidos en trm inos na cionales son voltiles; alanalizar a niveles subnacionales o regionales esos partidos suelen gozar deapoyos estables que permanecen en el tiempo.

    4.4. La polarizacin ideolgica de los sistemas de partidoslatinoamericanosCom o ya se ha sealado an teriorm ente, las im genes izquierda y derechaque son empleadas en Europa tambin pueden ser utilizadas en otros regio-

    nes como Amrica Latina para caracterizar el universo poltico. Si bien elcontenido de esas categoras vara debido a las peculiaridades de los contex-tos nacionales (e incluso entre ellos), la investigacin emprica realizadahasta el mo m ento seala la idoneidad de emplear la dimensin espacial de lapoltica para describir el espacio poltico latinoamericano. Tanto las litespolticas com o los ciudadanos han sabido identificarse en las diferentes posi-ciones espaciales en un continuo de izquierda-derecha y han podido utilizaresas etiquetas para sealar su po sicin, la de sus partidos y las de o tras agru-paciones polticas; a n cuando sta no sea la nica que diferencie a los acto-res polticos entre s ni tampoco la ms importante (hay pases en los que lacuestin religiosa, tnica, e incluso la territorial puede llegar a ser ms signi-ficativa). En cualquier caso , el hecho de que la sepan recon ocer significa quetienen una percepcin espacial de la poltica y esto es til ya que resum e unadeterminada informacin acerca d e la realidad (18 ). Estas categoras permi-ten simplificar el universo poltico y dotan tanto al actor como al objeto deun a identidad poltica, que ayud a a establecer una cerca na y/o una distanciarespecto a los otros e incluso permite al observador imaginar posibles des-plazamientos a uno u otro lado de ese continuo (Sani y M ontero, 1986: 155).

    (18) Una discusin sobre estos aspectos y su utilizacin para Am rica Latina con fuerteapoyatura tanto emprica como documental puede encontrarse en Alcntara (2004).80

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    Hay evidencia de que el uso de este indicador permite conocer ms sobrela estructura de competencia del sistema de partidos. Niveles altos de frag-mentacin del sistema de partidos, comb inado con altos niveles de polariza-cin, afectan la gobernabilidad y la estabilidad de un sistema democrtico(Sartori, 1976). Con el grado de polarizacin se pueden med ir las distanciasexistentes en trminos ideolgicos entre los partidos polticos presentes en elsistema poltico y sus resultados permiten presuponer la predisposicin de lalite poltica para consensuar polticas que favorezcan la accin de gobierno(frmulas de consenso) o, por el contrario, que dificulten la accin guberna-mental, lo que est directamente relacionado con las posibilidades de gober-nar el sistema y la estabilidad de la democracia. Igualmente se puede cono-cer en qu medida el espacio poltico est cubierto por los partidos o, por elcontrario, quedan espacios significativos sin representacin.El clculo de la polarizacin debe ser complementado con su pondera-cin segn el peso real de ese partido en el Congreso. Puede ser que un parti-do est muy radicalizado ideolgicamente pero que sea minoritario y que,por tanto, su papel (aunque importante) deba ser considerado de manera di-ferente a si fuera un partido grande (19). Cu ando el sistem a est escasam entepolarizado, la competencia poltica tiende a ser centrpeta, porque para poderganar la mayora los partidos deben ubicarse en el centro del espacio poltico(Downs, 1957). Por el contrario, altos niveles de polarizacin dificultan eljuego poltico, obstruyen la construccin de alianzas interpartidistas y deacuerdos legislativos (Payne et ai, 2003: 139) y es menos favorable para laestabilidad de la democracia (M ainwaring, 1993: 220 ). Sin em bargo, los da-tos de polarizacin tambin pueden traducir una situacin positiva en la quefinalmente el sistema poltico haya sido capaz de llevar a cabo una funcinintegradora de aquellos actores que se encontraban en posiciones radicales,distantes del centro poltico y que ponan en tela de juicio la legitimidad delsistema.

    La heterogeneidad de las sociedades latinoamericanas se expresa en unapolarizacin ideolgica relativamente alta entre los partidos polticos pre-sentes en el Poder Legislativo. Una excesiva polarizacin suele ser interpre-tada como una situacin que alerta respecto a una cercana ruptura del siste-ma poltico pero, como tambin se ha sealado, puede indicar la incorpora-cin de las fuerzas radicales en el sistema poltico. El Salvador, Nicaragua,Colombia y Chile son los casos con un mayor grado de polarizacin. Losprimeros reflejan la integracin de la guerrilla en el sistema poltico bajo la(19) Por ello se usa una frmula que, tras calcular las distanc ias entre las autou bicac io-nes ideolgicas medias de los miembros de los partidos, pondera la misma por el porcentajede escaos de cada agrupacin (OCAA y OATE, 1999).

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    forma de un partido. Colombia m uestra la diferenciacin existente entre lasdos familias partidistas, an cuando la ciudadana denuncia que cada vezse distinguen menos las diferencias entre liberales y conservadores. En C hilese proyecta la profunda divisin que durante el largo perodo autoritario su-fri su sociedad.Si en algunos pases a pesar de los niveles de polarizacin la poltica co-mienza a encauzarse a travs de espacios de competencia y dilogo demo-crtico; en muchos otros la poltica puede ser un dilogo de sordos. Unejemplo de ello parece ser Ecuador donde los estereotipos, cierta irresponsa-bilidad de algunos sectores de las lites polticas y la presencia de fracturaslatentes (cleavages) que no han terminado de incorporarse en la comunidadnacional com o la regional y la tnica llevan a un clima de tensin polti-ca constante. En estos casos, la polarizacin presiona hacia la ingobernabili-dad del sistema poltico, toda vez que cuenta con un sistema de partidosmultipartidista extremo.Finalmente, se encuentran casos donde el nivel de polarizacin es bajocomo Paraguay, Argentina, Costa Rica y Honduras, los cuatro sistemas departidos que tienen formatos en torno a dos o tres partidos y que suelen com-petir de manera centrpeta.Una lectura interesante que resulta de estos datos se da por la diferenciaentre lo que los polticos entrevistados responden sobre su ubicacin en laescala izquierda-derecha y lo que indican como posicin de los otros parti-dos en dicha escala. N o hay n ing n caso donde las lites hayan sealado unamayor polarizacin del sistema en sus propias autoubicaciones, sino quesiempre se suelen moderar las prop ias posturas p ropias frente a lo que se in-dica de los otros. Por ello, al com parar las distancias entre aquellas dadas porlos miembros de los partidos de s mismos y las que stos dieron de los otrospartidos, se encuentra que la de los otros alertan sobre sistemas mucho mspolarizados. El caso ms extremo en esta consideracin es el de Mxicodonde la ubicacin de los otros multiplica por m s de cuatro veces la autou-bicacin de los entrevistados.

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    CUADRO V II. Polarizacin ideolgica ponderada segn el peso de los partidos principalesPas

    ParaguayArgentinaCosta RicaHondurasVenezuelaGuatemalaPerMxicoUruguayR. DominicanaBoliviaEcuadorPanamChileColombiaEl SalvadorNicaragua

    PeriodoLegislativo1998-20032003-20081995-19971999-20011994-19981998-20021993-19971997-20012002-20061993-19982000-20051995-19992000-20041995-20002001-20061994-19971997-20002000-20031994-19991999-20041994-19981998-20011993-19971997-20021996-19981998-20021999-20041993-19971997-20012001-20041994-19981998-20021994-19971997-20002000-20031996-20012001-2006

    Partidosms distantes*PLRA-ANRPLRA-ANRFREPASO-PJFREPASO-PJPLN-PUSCPLN-PUSCPLH-PNHPLH-PNHPLH-PNHMAS-COPEIMAS-COPEIFDNG-PANURNG-PANAPRA-C'90Per Posible-UPPPRD-PANPRD-PANPRD-PANEP/FA-PNEP/FA-PCPLD-PRSCPLD-PRSCCONDEPA-ADNMIR-ADNMUPPNP-PSCMUPPNP-PSCPRD-PAPS-RNPS-UD1PS-UDIPLC-PCCPLC-PCC

    FMLN-ARENAFMLN-ARENAFMLN-ARENAFSLN-PLCFSLN-PLC

    Segn autopereepcinmiembros partidos0,410,160,290,770,840,800,220,531,980,411,H1,120,911,560,580,581,441,240,751,661,541,271,471,732,031,402,031,902,812,513,143,063,255,855,593,906,53

    0,290,530,820,910,781,021,071,091,211,411,601,722,032,413,104,905,22

    Segn percepcinde los otros partidos10,791,792,662,033,133,431,712,183,194,363,642,853,831,913,485,195,314,456,042,681,302,461,805,692,692,584,125,286,864,464,577,8612,4612,3012,4412,66

    0,902,232,583,663,783,252,876,995,251,992,134,192,585,424,52

    10,8712,55

    * Partidos ms distantes segn la autopereepcin de los miem bros considerados slo los partidos msrelevantes del sistema.La polarizacin ponderada media en trminos de la autoubicacin ideolgica de los miembros de lospartidos para toda Amrica Latina alcanza el nivel de 1,77.La polarizacin se mide en una escala en la que 1 es izquierda y 10 derecha de acuerdo con la resta delos valores medios de los partidos que se sitan en el extremo ideolgico del arco parlam entario, pond era-da por el peso de cada partido en el Legislativo. Los datos para la ponderacin son calculados en el mo-mento en que se constituye el Congreso.Fuente: Elaboracin a cargo de Flavia Freidenberg a partir de datos proporcionados por ManuelAlcntara ( dir ). Proyecto de lites Parlamentarias de Amrica Latina (PELA). Universidad de Salaman-ca (1994-2004).

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    4.5. Una clasificacin de los sistemas de partidos en Am rica LatinaLos criterios recin abordados permiten dar luz al complejo entramadopartidista en la regin pudien do elaborar una clasificacin conformada por lapolarizacin y la fragmentacin y que queda recogida en el Cuadro V III. Lasnueve categoras establecidas se muestran funcionales en la medida en quesolamente dos no son cubiertas po r ning n caso de los analizados (baja pola-rizacin y alta fragmentacin y baja fragmentacin y alta polarizacin). Sinembargo, algo ms de la tercera parte de los sistemas de partidos latinoame-ricanos se ubican en la casilla que integra una fragmentacin med ia con bajapolarizacin pudiendo sostenerse que ste vendra a ser el esterotipo de los

    mismos, el cual coincide con el existente con respecto a los sistemas de par-tidos europeos.CUADRO V III. Sistema de partidos en Amrica Latina

    Polarizacin ponderada*(PP)Baja(O a 1,10) Media(1,11 a 3,10) Alta(+ de 3,10)

    Baja(0 a 2,50) GuatemalaHonduras ColombiaDominicana

    Fragmentacin(Nep parlamentarioltima eleccin)Media(2,51 a 4,50)

    ParaguayCosta RicaMxicoArgentinaPerVenezuelaPanamUruguay El SalvadorNicaragua

    Alta(+ de 4,50) BoliviaChile EcuadorFuente: Elaboracin propia.* Calculada con las medias de autopercepcin de las lites parlamentarias entrevistadas.No hay datos de entrevistas a las lites parlame ntarias p ara el caso de Brasil por lo que no se puede cal-cular la frmula de polarizacin ponderada.

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    5 . LOSRETOS DE LOSPARTIDOS POLTICOS LATINOAMERICANOSANTE SU INMEDIATO FUTURO

    Los partidos polticos latinoamericanos se enfrentan a retos de carcterheterogneo y deintensidad diferente segn loscasos al iniciarse el sigloxxiy cuya naturaleza no sealeja dediagnsticos centrados ms especficamenteen democracias industriales avanzadas (20). Undiagnstico preciso de losproblemas queencaran debe partir de lo expuesto anteriormente y requierede unanlisis amplio y detallado que seescapa de la intencin deestas pgi-nas (21). Sinembargo, parte de la literatura ms reciente hasealado laexis-tencia de, al menos, cuatro grupos deproblemas que se ligan directamentecon la imagen negativa que de ellos tiene la sociedad dejando de lado,portanto, aquellos nada despreciables, pero decarcter m s tcnico, cuya sofis-tificacin queda en manos de expertos (22). Son los retos que los partidospolticos latinoamericanos tienen ante su inmediato futuro. Elprimero se re-fiere a la financiacin de lapoltica (Zovatto, 2003, y Alcntara y MartnezBarahona, 2003), el segundo a lademocracia interna (Alcntara, 2002; Co-lomer, 2002; y Freidenberg y Snchez, 2002), el tercero a la profesionaliza-cin de la poltica (Linz, 2002) y el cuarto a la relacin entre el partido, el

    (20) Ver en este sentido DALTON y WATTF.NBERG (2000) y BARTOLINI y MAIR (2001).Estos ltimos serefieren a tres tipos deretos derivados de lanecesidad dearmonizar procesospolticos y rdenes institucionales diferentes en el seno delestado-nacin: lanecesidad de sercapaces deproducir una jerarqua interna relativamente coherente y deestar enposicin paraduplicarla oexportarla a aquellas arenas queintentan organizar y disciplinar; lanecesidad dereconstruir la autonoma y coherencia de lospropios partidos que sondimensiones clave desu integridad institucional; y, por ltimo, encarar su prdida potencial de legitimidad a losojos de losciudadanos enfrentndose a la corrupcin y a la falta detransparencia, rompiendoel aislamiento de la clase poltica de las preocupaciones y de losproblemas de la gente, yafrontando eldeclive delapoyo popular a lospartidos tradicionales ascomo aldeclive de lasexpresiones en favor de la accin y del gobierno de los partidos.(21) En su inteligente y prolijo trabajo LINZ (2002), tomando como base de su estudiocasos iberoamericanos, sintetiza las principales y ambivalentes actitudes de la sociedad entorno a lospartidos como necesarios pero nocrebles, particularistas e idnticos a lavez, inte-resados enopiniones o envotos, representativos de intereses o deintereses especiales y co-rruptos.(22) Merefiero a aspectos institucionales relativos, entre otros, a frmulas depuesta enmarcha demecanismos deresponsabilidad horizontal, defuncionamiento de losgrupos parla-mentarios ligados o no a lospartidos ascomo de losimperativos de la figura de ladisciplina,de desarrollo deprocesos electorales condiferentes tipos devoto preferencial y/oposibilidadde incorporacin deindependientes a laslistas, deversatilidad en el tratamiento de lasfaccio-nes, bien sean decarcter ideolgico como regional, dentro de lospartidos, deesquemas derevocatoria de mandatos, en fin, de frmulas queatemperen la desafeccin y el desencantociudadano para con los partidos.

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    MANUEL ALCNTARA SEZ

    grupo parlamentario y, en su caso , el partido en el gobierno (M ller y Strom,1999; Alcntara y Freidenberg, 2001; y Linz, 2002). Seguidamente se llevaa cabo un esbozo de los mismos desde la perspectiva de que no se trata deasuntos aislados sino que tienen una notable interdependencia.La financiacin de la poltica supone un problema progresivamente ma-yor por cuanto que el gasto poltico tiende a incrementarse, como conse-cuencia del aum ento notable de los p rocesos electorales tras la ola dem ocra-tizadora y descentralizadora y de la mayor profesionalizacin de las campa-as mediticas centradas en candidatos, por va de la televisinfundamentalmente (23), y los ingresos o disminuyen por el descenso de lascontribuciones de los cada vez m enos m ilitantes o se mantienen estables porlas dificultades de incrementar el presupue sto p blico, ante un p blico vigi-lante y extremadamente reacio. Este desfase tiende a ser equilibrado me-diante instrumentos de recaudacin de fondos que no son legales y que ter-minan siendo mecanismos de corrupcin donde finalmente se intercambiadinero por favores, en el presente o a crdito (24), y que, adems, termi-nan confundiendo la corrupcin institucional (para el partido) con la indivi-dual (para el poltico). Al increm ento del gasto poltico le acom paa la debi-lidad existente en las herramientas de transparencia, publicidad y, en sucaso, de sancin de la financiacin ilcita, aspectos todos que no pueden irpor separado. Las soluciones son complejas y teniendo en cuenta el marcogeneral de la poltica y de la sociedad del pas en que se trate deben incidirprecisamente en estos aspectos recin abordados: el gasto poltico debe re-ducirse bien mediante el acortamiento de las campaas, la presin sobre elmercado publicitario que infla descaradamente sus tarifas durante el perodopreelectoral, la mayor utilizacin de m edios de com unicacin p blicos y, por ltimo, un gran pacto poltico fundacional de nuevas actitudes y estrategias.Si bien esta idea cae en el terreno del deber se r, los actores polticos tienenque ser conscientes de la responsabilidad que les incumbe en este asunto.Por otra parte, se trata de increm entar la proporcin de la financiacin p bli-ca frente a la privada, dotar de mayores m edios a las instancias reguladoras yfiscalizadoras e incrementar las sanciones dotndolas de efectividad.

    La democracia interna se ha alzado como una panacea milagrosa ante eldistanciamiento que sufre la gente de los partidos nacindola partcipe de unmomento tan trascendental en la vida de un partido como es el de la selec-cin de los candidatos, adems de procura r una supuesta legitimidad aadida(23) ZOVATTO (2003: 92) seala que en muchos pases entre el 40 por 100 y el 70 por100 del gasto de las campaas electorales se realiza en la televisin.(24) V ase un listado de algunos de los principales vicios de la relacin patolgica en-tre financiacin y corrupcin en ZOVATTO (2003: 41).

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    PARTIDOS POLTICOS RN AMRICA LATINA: PRECISIONES CONCEPTUA LES. ESTADO AC:TUAL Y RETOS FUTUROS

    al proceso poltico. Los argumentos a su favor que han indicado que la de-mocracia interna supone una mayor participacin de los ciudadanos en lavida interna de los partidos han generado, no obstante, serias disfunciones.El xito de candidatos frente a la organizacin interna del partido, la movili-zacin de recursos para hacer frente a estos comicios, la exhacerbacin deldiscurso para marcar ntidamente diferencias programticas e ideolgicas yel riesgo a la fraccionalizacin interna han aparecido como serias amenazasa estos procesos cuyo peso efectivo no ha sido siempre suficientemente eva-luado. Por otra parte, los congresos de los partidos sirven ms para mostrarla unidad y la solidaridad que para el debate interno lo que los debilita comoarenas para la eleccin de candidatos y proyecta como ms democrtica, ypor ende ms popular, la frmula de primarias. De esta manera, la populari-zacin en los ltimos aos de este sistema de primarias se ha extendido agran parte de Amrica Latina (Alcntara, 2002) aunque ante sus posiblesventurosos resultados algunos autores se muestran escpticos (Colomer,2002) y otros advierten de sus consecuencias inintencionadas, algunas vecesdisfuncionales y curiosamente no anticipadas (por muchos de sus aboga-dos) (Linz, 2002: 310), no habiendo sido, hasta la fecha, el blsamo regene-rador que se vaticinaba.La profesionalizacin de los polticos tiene una connotacin negativa locual es una paradoja en un mundo fuertemente profesionalizado y en el queel salto del sector privado a la poltica y regreso para empezar de nuevo aosms tarde se hace virtualmente imposible (Linz, 2002 : 304). Sin em bargo, laestabilidad alcanzada en la regin desde 1978 ha dado margen suficientepara la puesta en marcha de carreras polticas normalizadas en las que el ni-co impedim ento han sido las limitaciones de m andatos (25). Los partidos la-tinoamericanos se enfrentan a una tarea para la que histricamente no esta-ban preparados, pero que el fluir de los tiempos hace ineludible, y es el deservir de plataforma para el desempeo profesional, como tarea vocacional,de aquellos que han optado por la poltica, pero tambin de asegurarse sudisciplina para lo cual no han dudado en invertir en la carrera poltica delcandidato. Es responsabilidad e inters de los partidos articular el cursus ho-norum de sus miembros ms activos lo cual les lleva no slo a su formacin,capacitacin y actualizacin sino a ocupar espacios que levantan las crticas

    (25) Que afectan en el mbito del Poder Legislativo a costarricen ses y a me xicanos . Yen el Poder Ejecutivo a la prctica mayora de los pases latinoamericanos, con la excepcinactual de V enezuela, si bien diferentes reformas a lo largo de la ltima d cada han p osibilita-do la reeleccin inmediata como son los casos de Argentina, Brasil y Per o alterna como sonlos casos de Costa Rica y de Repblica Dominicana. Que se suman a los ya existentes de Bo-livia, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua Panam y Uruguay.

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