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Nº 157 - ENERO-FEBRERO 2014

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Nº 157 - ENERO-FEBRERO 2014

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ALTAR MAYOR se llama el pico desde el cual se tomó la decisión de elegir el montículo rocosode «La Nava» para construir, en él, el monumento a la reconciliación de los españoles medianteel hermanamiento de los caídos en guerra fratricida. Es, pues, una atalaya importante dentro delsignificado del Valle; por ello hemos tomado su nombre para esta publicación.

Tomo 24 – Año XXVI – Enero-Febrero 2014

DirectorEmilio Álvarez Frías

e-mail: [email protected]

Edita:

Hermandad de la Santa Cruz y Santa Maríadel Valle de los Caídos

e-mail: [email protected]

JUNTA DE GOBIERNO

Presidente

Luis Suárez Fernández

 Vicepresidente

Luis Fernando de la Sota Salazar

Tesorero Adolfo Iranzo González

 Vocales

Emilio Álvarez Frías, Vicente Bosque Hita,Sergio Brandao Cardoso, Luis Buceta Facorro,

 Ángel Casarrubios Muñoz, Agustín Cebrian Velasco, Miguel Díaz Martín,

Gonzalo Fernández Suárez de Deza,F. Javier García Miranda, Diego Guerrero Perejón,

José Ramón López Crestar, Manuel Sáinz-Pardo Toca,Federico Sánchez Aguilar

Presidente honorario

Juan Torija González

Depósito Legal: M–5779–1989

Para cumplir sus fines estatutarios, la Hermandad realiza actividades culturales y edita publica-ciones impresas y digitales, donde tienen acogida las más variadas opiniones, siempre dentro delrespeto a la moral y la verdad, sin que ello suponga que asume esas opiniones.

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SUMARIOPág.

¿Es cierto que aguantamos mucho?, Emilio Álvarez Frías . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Eugenio d’Ors, el bien plantado, José Mª García de Tuñón  . . . . . . . . . . . . . . . 8

Una reflexión a partir del Martín Fierro, Arzobispo Jorge Bergoglio . . . . . . . 21

El Martín Fierro y la dirigencia política, Alberto Buela . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

La destrucción de las naciones, Dalmacio Negro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

De la invertebración de España a la rebelión de las masas en José Ortegay Gasset, Moisés Simancas Tejedor  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

El legado de la Escuela de Salamanca, Francisco Pérez de Antón . . . . . . . . . . 61

Las dos experiencias de la psicología, José Luis Pinillos. . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

El regalo de Reyes, Pedro Rizo  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86

Búsqueda y afirmación de lo común en una sociedad pluralista democrática,Teófilo González Vila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

Cataluña en la Guerra de la Independencia, Francisco Caballero Leonarte. . 97

Páramo cultural, Jesús Flores Thies  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

Contra toda esperanza, Joaquín Albaicín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

Estados Unidos también es Hispanoamérica, Daniel Marín y Lorenzo Esteve  123

Los bombardeos genocidas: Un obispo bajo las «moral bombas»,Stefanía Falasca  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

Vital contribución de España en el triunfo de la Revolución Americana , Robert H, Thonhoff   . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134

José Antonio y la soledad de Alcuneza, Joaquín Albaicín . . . . . . . . . . . . . . . . . 140

Libros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142

Portada: «Teito» con su peculiar cubierta vegetal. Parque Natural de Somiedo.Asturias

Contraportada: Pórtico románico de la iglesia vieja de Sabugo, Avilés. Asturias

Cerámica tradicional de Llamas de Mouro, en Cangas de Narcea, Asturias

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Hórreo tradicional asturiano, en Os Teixois, cercano a Taramundi, Asturias

Cuando adviertas que para producir necesitas obtenerautorización de quienes no producen nada; cuando compruebesque el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sinocon favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos porel soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las

leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, sonellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras quela corrupción es recompensada y la honradez se convierteen un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor aequivocarte, que tu sociedad está condenada.

Ayn Rand (1950)

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¿ES CIERTO QUE

AGUANTAMOS MUCHO?EMILIO ÁLVAREZ FRÍAS

Lo cierto es que da nauseas contemplar el panorama político español de los últimostiempos –desde hace tiempo, diríamos mejor–, produce considerable tristeza loque nos cuentan por la televisión en relación con los abusos y falta de honradez deunos y otros, apena el ánimo ver en qué ha caído la España que queremos unida,la Administración que consideramos debe estar ajustada a las necesidades, la jus-

ticia que ha de ejercer su misión en el conjunto de las actuaciones encomendadasa las instituciones, el papel zafio y confuso que despliegan los partidos políticos,la vergüenza que uno siente ante los manejos de los sindicatos tan alejados de losintereses de los trabajadores, la frialdad de las empresas en este mundo globalizadoen el que nos encontramos sumidos, donde sólo se persigue el mayor beneficioposible,…

Y, curiosamente, casi todos los que manejan hoy tan torpe, interesada o pocodignamente estos estamentos son los que satanizan el tiempo que media entre el finde la guerra civil y la denominada transición.

Mientras, el resto de los mortales que moramos en España, que somos casitodos, aguantando, concediendo nuestros favores, nuestro voto, nuestra represen-tación, nuestra confianza, a quienes, por unas u otras razones, no son dignos deella –aunque habrá alguien que se salve–. Y aguantamos, y nos indignamos de muydiferentes formas, pues, crédulos, seguimos esperando el maná, acaso su reconver-sión, quizá simplemente que recuerden lo que prometieron y siguen prometiendo.

En esa línea, es evidente que nos dejamos engañar continuamente; no creemosen lo que dicen, pero confiamos que pueda llegar a ser; roban las arcas del Estado,y aunque los llamemos golfos y sinvergüenzas –aunque habrá alguien que se salve,

repetimos– no pedimos la actuación enérgica y rápida de la justicia; incumplen suspromesas, las que nos inclinaron a concederles el voto, y, pacientemente, seguimosesperando porque todavía restas tiempo hasta las nuevas elecciones para que lospuedan consumar; y, tememos, que, a pesar de todo, nos engañarán de nuevo, aúltima hora, con unas realizaciones de aliño para que los volvamos a dar nuestraconfianza.

Somos pacientes, muy pacientes, quizá porque ya han pasado los tiempos delas asonadas y no caben en nuestro mundo civilizado, egoísta, cómodo, pasota; deforma que volveremos a dejarnos seducir con el chupa-chus de que los otros son

peores.

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Ante tal panorama, cabe hacerse un sin fin de preguntas. Por ejemplo.¿Hay algún español que no esté convencido de que los actuales sindicatos no

sirven a la defensa de los intereses de los trabajadores? ¿Alguien duda de que sonunos sindicatos obsoletos? ¿Es posible que hasta el español más lerdo no crea quelos sindicatos de los que disfrutamos son una cueva de Alí Babá, unos organismos

inoperantes utilizados para proporcionar buena vida a unos cuantos individuos quesólo miran su interés particular, su óptima forma de vivir? ¿Acaso alguien conside-ra que puede contar con los liberados sindicales para resolver su problema laboral?¿No es cierto que estamos convencidos de que esos sindicados liberados son lafuerza de choque, las avanzadillas del mantenimiento de los piquetes informativosy la masa que acude a las manifestaciones, lo que es una auténtica lacra que padeceEspaña? ¿No nos preguntamos, casi todos, que el dinero que el Estado revierte enestas instituciones es un despilfarro, pues no sirve para bien alguno, y muy frecuen-temente sí es el aceite que desestabiliza al propio Estado? ¿No es llegada la hora

de desprenderse de esa carga, de ese lastre, dando vía libre a estas instituciones,desenganchándolas del mecanismo estatal, para que se reconviertan en organi-zaciones totalmente libres mantenidos por sus propios afiliados, por quienes losprecisan?

¿Por qué, nos solemos preguntar interiormente, ha de fundamentarse la repre-sentación de quines integramos la nación, exclusivamente a través de los partidospolíticos que, está demostrado, conciben la organización del Estado desde su ópticaparticular, desde sus concepciones políticas y sociales, desde sus filias y sus fobias,desde la idea madre del deseo de implantar sus postulados de todo tipo, sin conce-

der cuartel al otro, sin alternativa a otras posibilidades? ¿Cómo es admisible queasistamos sin pavor a las manifestaciones del líder de un partido cuando asegurapor sus muertos –es un decir coloquial– que cuando llegue al poder se cargará todala obra legislativa del partido que le antecedió? ¿Cómo lo aguantamos cuandoestamos convencidos de que durante el mandato anterior de su partido llevaron alpaís a la hecatombe tanto desde las acciones como desde la actuación legislativa?¿Cómo se atreve a defender una enseñanza que sitúa a los jóvenes españoles enun puesto tan precario en el conjunto de las naciones? ¿Cómo es aceptable quesólo piense en echar abajo todo lo que haga el gobierno si no es el de su partido, y

escuchemos impávidos unas proclamas tan desquiciadas, e incluso sean aplaudidaspor unas masas menesterosas que, a través de sus proyectos, está a la vista, vansumiendo más cada día en la marginalidad y la pobreza?

No cabe duda de que los negocios de nuestro país van descaminados, desorien-tados, en un cambalache difícil de digerir, increíblemente manipulado, confuso,incierto.

¿Por qué tiene esa gente tanta inquina a las religiones, por mejor decir, a la cató-lica? ¿Qué daño les hace, en qué? ¿Acaso no les gustan que los planteamientos queel cristianismo tiene para la vida son mejores que los que propugnan sus formacio-

nes políticas, y por ende supone una barrera para el total desmantelamiento moral

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del individuo, la familia y la nación entera? ¿Qué hacen ellos que sea superior almandato evangélico? ¿Ignoran o quieren ignorar que la labor social de la Iglesia essumamente eficiente mientras los partidos políticos y los sindicatos olvidan com-pletamente este frente, e incluso el Estado que controlan es parco en afrontarlo?¿Por ventura la palabra de la Iglesia no habla de amor cuando la de ellos rezuma

odio? ¿Por qué continuamente piden la ruptura de los acuerdos con la Santa Sede?¿Les daña tanto la Cruz como para quererla ver derruida en todos los aspectos ylugares? ¿Qué interés tienen en olvidar el origen de su propia cultura, las basessobre las que ésta se asienta?

Da la sensación, y algunos incluso lo aseguran, que estamos nuevamente antela invasión de los bárbaros, por distintos medios que en otros tiempos, muchomás dañinos si cabe los de ahora, pues disponen de los mecanismos que aporta lamodernidad que ellos manejan con soltura y utilizan malévolamente con enormedescaro, impúdicamente.

Y, por supuesto, van caminando sin desmayo en pos de esos deseos de apo-derarse de los resortes del poder para barajarlos como cartas marcadas y ganarmarrulleramente la partida de la vida de los españoles, para dar satisfacción a susambiciones desmedidas, a su egoísmo incontenido, a los odios desbocados quellevan al país a un total desajuste, rompiendo la libertad que han de tener las institu-ciones para el ejercicio de su misión, manipulando las voluntades, desnortando lasinclinaciones naturales de los individuos, confundiendo lo bueno con lo malo, lobello con lo vulgar, el amor con el deseo, la justicia con el capricho, la generosidadcon la ambición, el honor con lo conveniente,…

Nos encontramos en un mal momento. No es el primero ni el único de nuestrahistoria ya que somos dados al enfrentamiento entre unos y otros, y volubles, deforma que unas veces andamos enardecidos delante de la procesión y otras lo hace-mos detrás tirándola piedras con igual arrebato. Y dejamos pasar la vida a la esperaque alguien venga a arreglar nuestros problemas. Mas no es fácil que surjan comosetas quienes traigan ideas claras y palabras justas para convencernos de cuál es elcamino adecuado e influir para que lo tomemos. Somos indolentes y traspasamosla responsabilidad a los demás. Y, mientras, nos conformamos con la situación,esperamos aparezca el «santiago» de turno que nos conduzca a la batalla, cantado

a posteriori, luego, después, cuando nos decidimos a unirnos a su destino «lo queestamos diciendo».Aunque lo aconsejable es no demorarse en reaccionar a tiempo fiando de noso-

tros mismos. Es más real. Está mucho más a mano. No debemos sentarnos a lapuerta de la jaima, con paciencia franciscana además, sino que debemos ponernosen movimiento para arreglar los desajustes que apreciamos en la vida y organiza-ción de nuestra nación. Debemos ser responsables tomando la carga sin desmayo,con empeño, sensatez, prudencia, cordura y valentía. ■

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EUGENIO D’ORS,

EL BIEN PLANTADOJOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN AZA*

César Alonso de los Ríos, firme opositor al régimen de Franco, se refirió un díaen un interesante artículo sobre este catalán, que lo mismo escribía en su lenguapropia que en la lengua del imperio, que comenzaba con estas palabras:

El espeso y prolongado silencio en torno a la figura de Eugenio d’Ors resulta

especialmente vergonzosa en estos momentos de revisión del siglo que acabade terminar. ¿Cómo escamotear sin escándalo al intelectual que con el término«novecentismo» (novecentisme) dio nombre al espíritu de la época y, a partir deél, formuló un programa estético, moral y político? Sí acertó Dionisio Ridruejoal decir que en España el siglo XX se llama Ortega y Gasset, hay que reconocer lalucidez magistral de d’Ors a la hora definir el signo cultural de la época. En pocasocasiones un intelectual ha sido tan tempranamente consciente de la misióncultural que le tocaba representar y en pocos casos alguien se ha entregado contanto entusiasmo –y con tanto yerro, a veces– a las solicitaciones de su tiempo1.

Como tantos otros, Ramiro de Maeztu, por ejemplo, es cierto que sobred’Ors, el que «maneja el lenguaje como una herramienta de artista, de una formaprecisa y a la vez bella»2 y oírle era un gozo, una fiesta del espíritu «que no sepuede olvidar»3, cayó el silencio que hoy, los que manipulan la mayoría de losmedios de comunicación, lo han condenado por, como muy bien repite Alonsode los Ríos, «su significado falangista». Incluso también, el olvido del nacio-nalismo catalán a pesar de su «su intensa labor cultural en la Mancomunidadde Cataluña, bajo el mando de Prat de la Riba, creando una red de BibliotecasPopulares dependientes del Institut d’Estudis Catalans y organizando la Escuela

de Bibliotecarias, entre otras tareas»4

. Aunque dicho todo lo anterior hay quienha escrito no hace tanto, que sobre la figura de d’Ors «estamos asistiendo en losúltimos tiempos a un creciente interés por su pensamiento de lo que es pruebala avalancha de reediciones de sus obras en diversas editoriales están llevando

* JOSÉ Mª GARCÍA DE TUÑÓN AZA es licenciado en Económicas y escritor.1  Diario ABC, Sevilla, 6-II-2001, pág. 3.2  PARRA CELAYA, MANUEL: José Antonio y Eugenio d’Ors. Falangismo y catalanidad. Plataforma 2003.

Madrid, 2003, pág., 16.3  JUAN ARBÓ, SEBASTIÁN: Memorias. Los hombres de la ciudad. Planeta. Barcelona, 1982, pág. 239.4  PARRA CELAYA, MANUEL: Op. Cit., pág. 14.

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a cabo»5. Si bien hay que respetar todas las opiniones, creo que el autor de estasletras exagera un poco. Habría que preguntar cuántos estudiantes conocen a estepoeta, este filósofo, un creador, como muy bien lo califica el doctor en Filosofíay Ciencias de la Educación, mi buen amigo Manuel Parra Celaya. Sería mejordecir, creo, que d’Ors está en el recuerdo de algunos y en el olvido de los más.

O, si se quiere, un escritor que está mal  plantado, en la cultura de hoy, a pesarde ser el autor de La Bien Plantada, que data de 1911, y que es, como dice meubon amic, «el símbolo de esa elegancia que guió toda su obra»6.

Se podían añadir más comentarios de este tipo por eso no me resisto a pasarpor alto lo que escribió su nieto Pablo:

Quizá yo sea como una reliquia del pasado, una especie de caballero medie-val, obcecado, como don Quijote, por defender un nombre y un ideal, un castillo,una idea. Ser d’Ors es para mí eso; un horizonte, una consigna, una fortaleza.No es casual que lo considere así. Ha habido demasiados ataques para que no lo

considere así. Por de pronto el nombre de mi abuelo, don Eugenio –el ingeniode esta corte, ya caduca–, ha sido sistemáticamente borrado de las enciclopediasy de los manuales escolares y universitarios de lengua y literatura españolas.También, como es natural, el de su obra, casi infinita. Y sublime. Me he tomadola molestia de cotejar muchos de esos manuales colegiales, los que van desde laépoca así llamada nacional-católica hasta los de actualidad. Y he comprobadocon pesar cómo las muchas páginas dedicadas a mi abuelo pasaban a ser pocas,y cómo pocas se degradaban hasta convertirse en muchas líneas, pero de unasola página, y cómo esas muchas líneas, ¡ay!, se transformaban en pocas, y esaspocas en tres, dos, una, ninguna. Nada, Eugenio d’Ors ya no existe en la mayo-ría de las historias de la literatura. Ni siquiera las catalanas, la puerta española

hacia Europa, la mencionan. Los catalanes son los peores de todos, interesados,oportunistas, frívolos con avaricia, y por eso los odio con todo el odio que cabeen mi alma catalana, que es mucho…7.

Para el filósofo José Ferrater Mora (Barcelona (1912-1991) que estudió enla Universidad de Barcelona y participó en la guerra civil española en el bandorepublicano, al lado de los secuaces comunistas8, de Eugenio d’Ors dice en sudiccionario que

se inclinó en sus primeros tiempos al pragmatismo, pero pasó bien pronto a la

5  GONZÁLEZ, ANTONINO: Eugenio d’Ors. El arte y la vida. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2010,pág.13.

6  PARRA CELAYA, MANUEL: Op. cit ., pág. 17.7  Diario ABC, Madrid. Suplemento Blanco y Negro, 25-IX-2004, pág. 6.8  Terminada la guerra se exilió en Francia, para marchar después, no a Rusia, sino a La Habana y Santiago

de Chile, donde fue profesor en la Universidad de estas capitales. Finalmente, terminó incorporándose comodocente, en 1949, al Bryan Mawr College de Filadelfia, en Estados Unidos, del que formó parte hasta su

 jubilación en 1981. De él dice también el profesor Gustavo Bueno Sánchez que en la revista en españolanticomunista, Cuadernos del Congreso por  la Libertad de la Cultura, el nombre de José Ferrater Moraaparece incorporado a la relación de «colaboradores» que se hace figurar en la contracubierta de cada númeroa partir del número 4 (enero-febrero de 1954). Desde 1951 hasta 1966, durante quince años, mantuvo, pues,

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erección de una «filosofía del hombre que trabaja y que juega», en la cual la«sabiduría» es considerada como el único acceso posible a la realidad que todafilosofía busca: al universal concreto, esto es, a la esencia universal que es alpropio tiempo una existencia. La afirmación decidida de la «sabiduría» o de la«inteligencia» (el seny, la sagesse) en que se resume la tendencia que el propio

autor ha llamado novecentista, ha sido proseguida por Ors en sus trabajos pos-teriores, encaminados a una filosofía igualmente alejada de lo formal y de lomaterial concreto. Lo formal, que ha sido acogido casi como la única realidadpor las direcciones logísticas, es tan insuficiente como lo concreto puro y simple,que es informe y caótico; lo que Eugenio d’Ors busca es así, como en los comien-zos, un universal concreto, una síntesis de lo formal y de lo material que no seatampoco exclusión de ninguno de los componentes, que no sea, como en Hegel,identidad, sino, como en todo el pensamiento griego, armonía. Tal indagación seha manifestado últimamente en dos campos distintos: por un lado en la ciencia dela cultura, que averigua los «eones» o «constantes históricas» en el marco de unamorfología; por otro, en la angelología, vinculada a la tradición católica, y queculmina en una teoría de la personalidad. La unión de todas las oposiciones sesigue manteniendo, sin embargo, en la obra de Ors por virtud del predominio dela armonía sobre la identidad, de la síntesis de lo formal y de lo material sobre launilateral acentuación de uno de los dos términos o, si se quiere, de la victoria dela eternidad, que es a la vez tiempo y superación del tiempo, sobre toda limitadatemporalidad y contingencia.

Obras principales:  Le résidu dans la mesure de la science par l’action; Religio est libertas; La filosofía del hombre que trabaja y que juega; De la amis-tad y del diálogo;  Aprendizaje y heroísmo; Las ideas y las formas, a las cualeshay que agregar las series del Glosari y del Nuevo Glosario9.

Nació d’Ors, «el gran pensador catalán», así lo anotó Antonio Machado ensu cuaderno Los Complementarios, en Barcelona el 28 de septiembre de 1881como «Eugeni d’Ors –y Xènius como escritor y Glossari su obra fundamentaly su bien amada: Catalunya–, un día descubrió que, en lugar de iniciador deuna catalanidad independiente y hasta imperial, es el último eslabón del roman-ticismo llemosí, iniciado en 1833 por un empleado de Banca, BuenaventuraCarlos Aribau, cuando del mugró matern la dolça llet bevia»10.  Hijo de unafamilia acomodada que se esmeró en darle una buena educación junto con su

hermano José Enrique, dos años más joven que él. Hizo todo el Bachillerato enBarcelona con la calificación de sobresaliente. La carrera de Derecho tambiénla estudió en la ciudad Condal, aunque los cursos de doctorado los hace en la

Ferrater vínculos con ese Congreso financiado por los Estados Unidos del Norte de América para «defender elderecho de crítica y el pensamiento libre» mancillado por los perversos comunistas soviéticos y sus malvadossecuaces. Ver El Catoblepas, nº 129, noviembre 2012, pág. 8.

9  FERRETER MORA, JOSÉ: Diccionario de Filosofía. Editorial Atlante. Méjico, 1942, 1ª edición, págs.403-404.

10  GIMÉNEZ CABALLERO, ERNESTO:  Retratos españoles (Bastante parecidos). Planeta. Barcelona,1985, pág. 133.

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Universidad de Madrid. Mucho antes, siendo casi un niño, escribió un pequeñolibro que tituló Primicias y que su madre encuadernó para que lo regalase a supadre. El libro recoge algunas escenas de la vida familiar y está escrito, en sumayor parte, en lengua castellana y pocas veces en catalán. Cuando tenía ape-nas catorce años, muere su madre a la que, como cualquier hijo que le falta su

ser más querido a esa edad, fue en su busca toda su vida. Su padre se vuelve acasar, pero Eugenio y su hermano pierden casi toda relación con él. Colabora,ya en los primeros años del pasado siglo, en varias publicaciones que muchasveces firma con diferentes seudónimos. El más conocido el ya citado  Xènius,que así lo llamaban familiarmente, viene a ser una abreviatura del nombrecatalán  Eugeni, y con el que firmó desde 1906 la mayor parte de sus trabajosperiodísticos, piezas valiosísimas del Novecentismo catalán, parte sustancial dela cultura de la primera mitad del siglo XX.

Este año –en septiembre contrae matrimonio con María Pérez Peix–, forma-

do en los ambientes literarios modernistas y después de haber pasado por laUniversidad de Barcelona se trasladó a París como corresponsal de La Veu deCatalunya y recibe ayuda económica de la Diputación. Continúa algunos estu-dios en la Sorbona y en el Colegio de Francia, al mismo tiempo que comenzócon la publicación de su Glosario, breves comentarios diarios en la prensa, de laque era corresponsal, que publicaría ininterrumpidamente. A la vez colaboraba en revistas literarias de la época como Quatre gats,  La Creu del Montseny, o Auba. Sus escritos de crítica de arte en El Poble Català, y ya pasados aquellosprimeros años, comenzó a desear una regeneración artística de Cataluña, si bien

frecuentaba las tertulias del conocido café barcelonés de Els Quatre Gars, a lasque asistían artistas como Pablo Picasso. Su profunda sintonía con los plantea-mientos estéticos del arte clásico de Grecia y Roma, hizo que rompiera con elModernismo principalmente por el rechazo del individualismo y el naturalismode la estética modernista, así como del sentimentalismo y la espontaneidad enla creación artística y la esterilidad del tradicionalismo catalanista anclado enel ruralismo y el folklore.

Por otro lado, durante su estancia en París asistió a numerosos seminarios defilosofía y psicología. Fruto de todo ello son sus dos Memorias que aún perma-

necen inéditas, aunque su biógrafo Antonino González dice que «en la primeramemoria  se propone dar una idea general del estado de la epistemología ensu tiempo para luego buscar un método único convencional de medidas quepermita poner en común los resultados de todas las ciencias, lo que d’Ors pre-tende hacer a partir de la superación de la tesis del pragmatismo, recientementedescubierto por él. La segunda memoria  se compone de tres trabajos redac-tados entre 1909 y finales de 1910. En el primero, titulado  Els M´todes de laensenyansa superior: Missió a París, d’Ors analiza la enseñanza universitariade Lógica y Epistemología en Europa. En este trabajo se encuentran incoadas

las posteriores ideas pedagógicas orsianas. Treballs d’introdució a l’estudi de

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la Lógica, el segundo estudio de esta memoria, versa sobre las relaciones entreciencia y arte y entre ciencia y religión desde un punto de vista crítico para conel pragmatismo. Por último, Treballs pera la constitución de la Lógica intentauna integración de la racionalidad en la estructura histórica del ser humano»11.

En 1911 es nombrado secretario general del  Institut d’Estudis Catalans, y

gracias, en buena medida, a su impulso creativo, se convertirá en el foco dina-

mizador de aquella renovación cultural donde poco a poco va creando las sec-ciones de Ciencias y de Filología al mismo tiempo que comienza a publicarse Arxius de l’Institut de Ciències, que él mismo dirige. Es el año memorable enlos anales del orsismo, con la publicación también de la ya insistida  La Bien

Plantada, ofrecida por su autor como símbolo de la catalanidad. «Cataluñaaceptó el símbolo y España, por boca de Unamuno, se mostró dispuesta a veren este librito, como quería el glosador, la concreta filosofía de la catalanidad,la teoría del nuevo espíritu mediterráneo»12. En 1912 se licenció en Filosofíaen la Universidad de Barcelona y al año siguiente se doctoró en la Universidadde Madrid con una tesis titulada Los argumentos de Zenón de Elea y la nociónmoderna de Espacio-Tiempo. «No era un estudiante, un alumno que viniese a

11  GONZÁLEZ, ANTONINIO: op. cit., págs. 30-31.12  L. ARANGUREN, JOSÉ LUIS: La Filosofía de Eugenio d’Ors. Espasa Calpe. Madrid, 1981, pág. 121.

Eugenio d’Ors con un grupo de intelectuales

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defender –dice María de Maeztu– su tesis para ser recibido en el grado de doc-tor. Como aconteció con Bergson, se reveló ya en el examen como un maestro,como un filósofo que hallaba su originalidad en las fuentes de la tradiciónclásica. “Todo lo que no es tradición es plagio”»13. En 1914 publicó su primerlibro de filosofía: La filosofía del hombre que trabaja y que juega, que es una

antología de sus escritos filosóficos. Este mismo año se presentó en Madrid aunas oposiciones para la Cátedra de Psicología Superior de la Universidad deBarcelona, pero sólo contó con el voto favorable de Ortega y Gasset «que quedótan impresionado no sólo de la profundidad de pensamiento en el tema, su dia-léctica ágil y el rigor de la argumentación, sino, más aun todavía, la eleganciay la precisión en la forma expositiva»14. En este tiempo, en Madrid, pronuncióuna conferencia en la Residencia de Estudiantes con el título  De la amistad yel dialogo, y en el Ateneo madrileño leyó el texto de su monografía  Religioest Libertas.  Es nombrado, años después, director de Instrucción Pública de

la Mancomunidad de Cataluña, desde donde creó Seminarios de Filosofía, dePsicología, de Fisiología, etc., y una red de Bibliotecas populares y la  Escolade Bibliotecàries que «fue la gran pasión final de Eugenio d’Ors en el periodoen que ejerció su heliomaquia a través de las instituciones socio-culturales deCataluña»15. Se pueden leer unas palabras, de una antigua alumna, que recogeDíaz-Plaja y cuyo nombre no cita:

Yo llegué demasiado tarde a la Escuela de Bibliotecarias para podermeaprovechar del magisterio personal de Eugenio d’Ors; pero estoy convencida deque en ella continuaba viva su alma y el efluvio de los ideales orsianos no había

desmerecido, antes bien, se había sublimado y consolidado en las magníficaslecciones de sus profesores, y de la verdad y validez de su valía habla el hechode que hasta las alumnas que no llegamos a conocerle, le consideramos como anuestro maestro16.

La gran actividad desarrollada durante este tiempo y sus éxitos alcanza-dos, hacen que afloren las envidias entre sus propios adjuntos y su actuaciónfue sometida a debate en la Mancomunidad. Se trata, pues, de defenestraral pensador. «No vamos a insistir sobre este triste episodio –dice GuillermoDíaz-Plaja–, cuyo desenlace, ya previsto, motivó la separación espectacular

de Eugenio d’Ors de la cultura catalana. El gran protagonista de los mediosintelectuales de Cataluña, se vio forzado, en 1920, a presentar la dimisión desu cargo de director de Ilustración Pública. En compensación, se puede decirasí, la Asociación de la Prensa de Barcelona le elige para la presidencia de laentidad que le sirvió como único título durante su viaje a Argentina invitado por

13  MAEZTU, MARÍA  DE:  Antología-Siglo XX. Prosistas españoles. Espasa Calpe. Colección Austral.Buenos Aires, 1943, pág. 256,

14  FLOREZ, RAFAEL: D’ORS. Epesa. Madrid, 1970, págs. 31 y 32.15  DÍAZ-PLAJA, GUILLERMO: El combate por la luz. Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pág. 92.16

  Ibid., pág. 93.

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la Universidad argentina de Córdoba. Su acción cultural en este país hizo quefuera invitado a Montivideo donde el 19 de noviembre de 1921 pisó tierra uru-guaya. Mientras tanto, este mismo año, le es arrebatada en Cataluña su últimafunción docente: la dirección del Seminario de Pedagogía. El Glossari deja depublicarse en La Veu de Catalunya y pasa a editarse bajo el título  Las obras y

los días, en castellano, en el diario barcelonés Las Noticias, pasando después a El Día Gráfico, esta vez en catalán, donde publica su drama autobiográfico Elnou Prometeu encadenat »17.

Por todo ello, cuando regresa de América, no se establece en Barcelona,sino en Madrid, donde lo acogieron con los brazos abiertos «para ser maestroen castellano»18, a la vez que comenzó a publicar en volúmenes el Glosario,y en el diario  ABC las Glosas que iba escribiendo. La  Revista de Occidente,recién fundada y dirigida por Ortega, edita su libro Mi salón de otoño. Tambiénfue editado, por Caro Raggio, Tres horas en el Museo del Prado que pasando

los años se publicaría en Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso en Rumania yJapón. Colabora en la formación de los primeros núcleos sindicales organizadospor el Ministerio de Trabajo y en la creación de la Escuela social, de la que esnombrado profesor de Historia de la Cultura. En 1927 es elegido Académico,«Poco antes había recibido la primera revelación de la Angelología, y por estosmismo años da forma mental definitiva a la Ciencia de la Cultura, que, añosdespués, fue explicada dentro de España, aparte la Escuela Social, en la CátedraVives de la Universidad de Valencia y en el Ateneo de Cádiz»19. Volvió tempo-ralmente a París como representante de España en el Instituto Internacional de

Cooperación Intelectual y no desaprovechó el tiempo pues trabajó su obra sobreel pintor Cézanne, considerado el padre de la pintura moderna, que preparó,con 68 ilustraciones, Francisco Amunategui partiendo del borrador corregidopor d’Ors después de que, sin su permiso, lo había publicado anteriormente laeditorial de Caro Raggio y que ahora se editaba en París. En esta capital publicótambién en francés un libro, en 1930, sobre Pablo Picasso, y en cuya edición –en español no se publicaría hasta 1946–, colaboraron estrechamente d’Ors yel pintor malagueño.

En febrero de 1931 se hace pública la crisis total del Gabinete Berenguer, y

es entonces cuando las distintas fuerzas políticas aprovechan para posicionarsedespués de una larga dictadura. El rey también juega su baza que de poco leserviría. En aquellos angustiosos momentos, nos cuanta el monárquico EugenioVegas Latapie, que coincidió con d’Ors en una reunión, le brindó éste la reali-zación de convocar y celebrar en el Panteón de Reyes de El Escorial una con-centración de españoles que buscaran luz en aquellos difíciles momentos. A tal

17  Ibid., pág.. 106.18  SANTOS, DÁMASO: Generaciones juntas. Editorial Bullón. Madrid 1962, pág. 274.19

  L. ARANGUREN, JOSÉ 

LUIS

: Op. cit., pág..321.

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efecto, al notable catalán dictó al monárquico un proyecto que Vegas Latapieconservó, y que decía así:

En esta hora de turbación, de que no escapan ni los más altos, unos gruposde españoles, fieles a los valores de unidad y de continuidad de la Historia deEspaña, han querido restaurar la propia fortaleza en una hora de vecindad con

las cenizas de los Reyes, cuya obra vive y vivirá en la realidad nacional paracomulgar en su recuerdo y nutrirse de cara al porvenir en la más viva sustanciadel pasado. A tal efecto se congregarán estos españoles y cuantos quieran acom-pañarles en la solemne ceremonia, el domingo próximo en la cripta de El Escorialdonde reposan los huesos de gran número de nuestros Reyes20.

A los pocos días llegó la II República, con su bullicio patriotero donde, nopasando mucho tiempo, en varias capitales de España comenzó la quema deiglesias y conventos. Era el principio de un desastre que trajo después la sus-pensión del diario monárquico  ABC y el encarcelamiento de su director Juan

Ignacio Luca de Tena, lo que significó para d’Ors la pérdida de su colabora-ción en ese periódico. Eran los nuevos aires de libertad que traía la República.Se vio obligado, pues, a publicar el Glosario en el diario de Herrera Oria,  El Debate, «donde aparecieron sus primeras glosas sobre los Ángeles. El Centrode Estudios Universitarios de la Acción Católica de Madrid y su Escuela deVerano de Santander, le brindaron nueva cátedra donde profesar su Ciencia dela Cultura»21. Viaja de nuevo a París y coincide con el Congreso Internacionalde Escritores para la Defensa de la Cultura y en el que se halla presente el poetaanarquista Andrés Carranque de Ríos. Eugenio d’Ors asiste, por lo menos, a

una de las sesiones como queda reflejado en la crónica que para un diario deMadrid, al servicio del Partido Socialista, escribe el citado Carranque quien,refiriéndose al filósofo catalán, dice:

Al terminar el delegado inglés surge en la delegación española un pequeñoincidente. Un señor alto y grueso ha entrado en el escenario. Es Eugenio d’Ors.Es tal el estupor que reina entre nosotros, que no sabemos qué partido tomar.Por fin nos levantamos de las butacas y, ante las miradas de los delegados delas demás naciones, nos dirigimos a un saloncillo que está junto al escenario.Álvarez del Vayo, en nombre de todos nosotros, explica en la secretaría que aquelespañol que se halla en el escenario es uno de los colaboradores preferidos de

 El Debate, y que El Debate es el órgano de la reacción española, a cuyo frenteestá el Sr. Gil Robles.

Mientras se toma nota de todo esto, el Sr. d’Ors llega al saloncillo, y aquísu presencia adquiere un aspecto casi cómico. El Sr. d’Ors trata de acercarse alescritor francés Louis Aragón; pero éste le vuelve la espalda. Gracias a que JeanCassou acude en ayuda del ex anarquista catalán, el incidente no toma otrasproporciones.

20  VEGAS LATAPIE, EUGENIO: Memorias policías. Planeta. Barcelona, 1983, pág. 92.21

  L. ARANGUREN, JOSÉ 

LUIS

: Op. cit., pág. 324.

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El suceso va a tener su interés, puesto que André Malraux nos comunica quela presidencia no impedirá que D. Eugenio d’Ors tome la palabra en una de lassesiones. Ahora bien: detrás de D. Eugenio d’Ors hablará la delegación españolapara explicar muchas cosas de España y cuál es el verdadero pensamiento polí-tico del Sr. d’Ors y sus amigos de El Debate.

Prometo un relato de lo que ocurra. El hecho de que el Sr. d’Ors quiera defen-der la cultura en una reunión de escritores de izquierda es un acontecimientoinesperado que debe pasar a la Historia22.

En la capital francesa le sorprendió la Guerra Civil y allí permanece sin podermoverse hasta que lleguen mejores tiempos mientras sus tres hijos se alistanpara combatir con las mesnadas franquistas, igual que los de Ortega, Pérez deAyala y también Marañón. A mediados de 1937 consigue llegar a Pamplonacon su hijo Álvaro al que presentó a sus amigos al mismo tiempo que decía:«Tengo un hijo falangista (Víctor), otro requeté (Juan Pablo, médico en el fren-

te de Guadalajara) y un tercero (Álvaro, que con recelosa gravedad le estabamirando desde sus ojos profundos) falangista oblato»23. Una vez instalado, en«aquella pequeña Atenas militarizada»24, con ejemplar serenidad, aparece «el Nuevo Glosario que empieza a publicar en el diario  Arriba España»25, órganofalangista,  que «era el más fino e intelectual entre los de su género»26, y endonde el catalán «aceptó que le pusieran a la altura de la cabeza –en la pared enque se apoyaba a su silla de trabajo– una invocación a los ángeles custodios» 27.Escribió también en la revista  Jerarquía donde colaboraba la plana mayordel falangismo intelectual. Se reunía con ellos en un café donde dice García

Serrano que «tener a don Eugenio d’Ors a mano y hacer tertulia con él, pre-cisamente en el Niza, era algo así como charlar con Sócrates»28. Por su parte,Francisco Umbral, escribe que

Don Eugenio d’Ors se había pasado desde Francia a la zona nacional y velóarmas en Pamplona, toda una noche, con otros compañeros, aunque él no erade la raza de los quijotescos ni los cervantinos. Don Eugenio, el gran irónico yel gran ecléctico (de intención), cuando se adhería a algo, siempre lo hacía conexceso. Nadie le había pedido tanto. Por la ciudad ha aparecido con un uniformeentre falangista y mistraliano, que poco tiene que ver con la nueva ortodoxia.

22  Diario Heraldo de Madrid, 26-VI-1935, pág. 2.23  LAÍN ENTRALGO, PEDRO:  Descargo de conciencia (1930-1960). Alianza Editorial. Madrid, 1989,

pág. 216.24  SANTOS, DÁMASO: Op. cit., pág. 269. 25  MAINER, JOSÉ CARLOS: Falange y Literatura. Editorial Labor. Barcelona, 1971, pág.23.26 RICRUEJO, DIONISIO; Casi unas memorias. Planeta. Barcelona, 1976, pág. 118.27  Ibid.: Sombras y bultos. Ediciones Destino, Barcelona, 1983, pág. 83. Escribe también Ridruejo a

continuación que «d’Ors –que no era católico más que en política– no hablaba de ángeles more theologicosino interpretándolos como símbolos de la personalidad humana en su potencialidad perfectiva: Su ángel erasu mejor yo y por eso denigraba los angelitos del barroco y los de aspecto andrógino. Su ángel debía ser elauriga de Delfos con alas: su propio arquetipo clásico», pág. 84. 

28  GARCÍA SERRANO, RAFAEL: La gran esperanza. Planeta. Barcelona, 1983, pág. 243.

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Algo así como el uniforme que se inventó Byron para ir a luchar –y a morir– enGrecia. Un auspiciador del café se lo dice:

 –Maestro, parece que le gustan a usted mucho los uniformes.

 –Me gustan los uniformes siempre que sean multiformes.

Azaña había escrito: «Eugenio d’Ors cuida mucho la manera de mirar». Y lamanera de hablar. En el café, en sus diálogos por la ciudad (siempre jugando aateniense), en las conferencias al público y las autoridades, la voz de penumbray temblor, de catedral e ironía. De su entrevista con el César Visionario se sabepoco. En el café, a la noche, se lo pregunta Foxá, y d’Ors promisea:

 –Bueno, Napoleón, en Weirmar, estuvo más atento con Goethe.

 –Maestro, usted no es Goethe.

 –Tampoco él es Napoleón.

La influencia de d’Ors en la retórica de José Antonio es más importante que

la de Ortega29

, y esto no lo ha señalado nadie por la sola razón de que a d’Orsno lo han leído. D’Ors tuvo pocos discípulos, pero fanáticos. Palabras como«jerarquía», «servicio», «misión» y otras, la Falange las toma directamente delpensador catalán a través del cura vasco y dorsiano Fermín Yzurdiaga…30.

La influencia y admiración ha sido mutua por lo mucho que sobre JoséAntonio nos dejó escrito «Eugenio d’Ors, el pensador más original del siglo,en catalán, francés y castellano»31. Una prueba de ello es este artículo, uno más,que, con el título Elegancia de José Antonio, dedico al fundador de Falange:

¡Qué no diera ahora por escribirlo en catalán! Por poner la palabra seny, y

decir: «El Seny de José Antonio…». Desanimado ante los riesgos prosódicosmás que ante nada, no me resigno, sin embargo, a las aproximaciones «sensatez»,«cordura», «buen juicio», etc. Prefiero «elegancia», expresión a cuyo respecto elmismo bulto de la posibilidad de una mala interpretación pone al lector caminode la buena.

Uso entre retóricos preceptistas fue contrastar lo elegante con lo sublime.Pero así como «la letra» tiene también «su» espíritu y la razón –en respuestaa Pascal– «sentirse en que el corazón no palpita», así también una manera desublimidad moderada, severa, «sorda» y toda clasicismo (es decir, respecto a la

29  La influencia que algunos grandes pensadores tuvieron sobre José Antonio Primo de Rivera, la opiniónsobre la misma no siempre es coincidente en los escritores que se han ocupado del tema. Así, por ejemplo,JOSE MARÍA PEMÁN, en su libro Mis almuerzos con gente importante, dice: «José Antonio, enamorado delestilo, se influyó mucho más por la elegancia europea de Ortega, que por la gracia mediterránea de d’Ors»,pág. 115. Por su parte, en sus Memorias, RAMÓN SERRANO SUÑER, dice que, según DIONISIO RIDRUEJO,Eugenio d’Ors ejerció buena influencia cultural sobre los falangistas de Pamplona, pág. 420. Por último.JOSÉ L. ARANGUREN, en su libro ya citado,  La filosofía de Eugenio d’Ors, escribe que «en adelante, elpensamiento falangista conservará siempre, ciertamente, la huella orsiana, pero confundida con la de Ortega,que ya se había estampado sobre José Antonio y con el pathos metafísico heideggeriano», pág. 333.

30  UMBRAL, FRANCISCO: Leyenda del César Visionario. Seix Barral. Barcelona, 1991, pág. 89.31  Ibid.: Del 98 a Don Juan Carlos, Planeta. Barcelona, 1992, pág. 297.

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medida del hombre), puede encontrarse en la serenidad refinada de un apaga-miento voluntario, lo más lejano posible al exceso y a la gesticulación.

Entre los españoles y doquiera se hable o lea el castellano, el testamento deJosé Antonio está ya destinado y para siempre a ser –tal es su calidad literaria–una página de antología. Pero, más que nunca en el momento presente, resulta de

un valor soberano su lección moral. Su lección templada, posibilista, ecuánime.Que siendo tan cristiana, diríamos horaciana y, siendo admirablemente estoica, juzgaríamos espiritual y exactamente epicúrea. Epicúrea, digo, en la ortodoxiadel verdadero Epicuro, maestro en la jerarquizada disciplina de los valores.

¡Aquel preocuparse de las notas de honorarios profesionales que se quedaronsin cobrar y que deben ser cobradas, si no se pierde todo respeto por la bellezaarquitectónica de la justicia! ¡Aquella nobleza, al definir el matiz de las alegacio-nes empleadas en la propia defensa! Y, sobre todo, aquel «Dios no me dio la vidapara quemarla en holocausto a mi vanidad, como un castillo de fuegos ratifíca-les…». Lenguaje de alma patricia, lastrada por el sentido de la responsabilidad.

Como acontece hoy en más de una estirpe, en los Primo de Rivera el juegorelativo de la proporción entre bizarría y madurez parece haber sido inverso alo previsible. Mientras en el antecesor hubo de encantarnos una gracia de hijode familia, la dignidad del pater familias llena de sentido las horas supremas ylas palabras supremas del sucesor. De José Antonio no nos es menos útil que elejemplo, en que dinamiza la energía de un impulso, el modelo, donde se canonizala perfección de una elegancia32.

Durante todo ese tiempo que permaneció en Pamplona, d’Ors intentó en elGlosario una nota de altura. «De él se pedía eso. No siempre lo consiguió; quizá

por su naturaleza vehemente y mediterránea, descendía, a menudo más jónicoque ático, a la verdulería, aunque menos infrecuente es que pierda el humor, unode los más personales e inteligentes de nuestra literatura»33. En 1938 le hicierondoctor honoris causa de la Universidad de Coimbra y estuvo en la Bienal deVenecia donde el periodista César González-Ruano, que se encontraba en Romade corresponsal, vio en aquella ciudad italiana a d’Ors y nunca olvidó «el tre-mendo efecto que me hizo esta sorprendente aparición de aquel Xènius 1938»34.Este mismo año Pedro Sainz Rodríguez, ministro de Educación, le nombródirector general de Bellas Artes y organizador de la defensa del tesoro artístico

y comisario para la repatriación del Museo de Prado, que estaba en Ginebra.«Durante esta etapa del Museo del Prado en Ginebra, decidimos organizar unaexposición del Prado allí –dice Sainz Rodríguez–, proporcionando al público,en unas salas, la visita al Museo del Prado sin necesidad de venir a Madrid. Larecaudación de esta inusitada exposición en Suiza produjo mucho dinero, másque suficiente para realizar el traslado de los cuadros en buenas condiciones a

32 D’ORS, EUGENIO; Nuevo Glosario. Vol. III. Aguilar, 1949, págs. 651-652 y 653.33  TRAPIELLO, ANDRÉS: Las armas y las letras. Planeta. Barcelona, 1994, pág.186.34  GONZÁLEZ-RUANO, CÉSAR: Memorias. Mi medio siglo se confiesa a medias. Tebas. Madrid, 1979,

pág. 418.

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Madrid»35. Es nombrado también secretario perpetuo del Instituto de España.Abandona, pues, Pamplona para trasladarse primero a Burgos y más tarde aSalamanca donde en su Universidad, tuvo lugar el acto fundacional del Institutode España «al tiempo que se ocupaba con entusiasmo del estilo que habían detener las lápidas, las ceremonias, las inscripciones conmemorativas, y todas las

cuestiones mínimas de protocolo y sofisticadas liturgias políticas, sobre las queera consultado de continuo»36.

En este tiempo viajó nuevamente a París, en esta ocasión con el objetivo deconvencer a algunos viejos académicos de que regresaran a España. Pudo con-vencer a Pío Baroja. La presidencia se la ofreció a Manuel de Falla que aceptó.Colaboró más tarde en el arreglo y adaptación del «Canto de los Almogávares»,de Los Pirineos de Pedrell, con nuevo texto escrito por José María Pemán. Perosu presencia en España duró poco porque se marchó a Argentina a pesar de losintentos del Gobierno que le ofrecía una pensión vitalicia. Falleció en aquel país

el 14 de noviembre de 1946 y sus restos fueron trasladados hasta su tierra natal,Cádiz, a bordo del minador Marte. donde fueron recibidos por su familia, JoséMaría Pemán y diferentes autoridades. El cortejo fúnebre se dirigió después ala catedral, celebrándose un funeral, y con autorización del papa Pío XII, susrestos descansan desde entonces en la cripta, donde se encuentran actualmente junto a quien fue su amigo, José María Pemán.

En 1939 regresan a Madrid los fondos del Museo del Prado y a continuaciónse vuelve a abrir al público gracias a la gestión de  Xénius. Al mismo tiempocomienza en el diario Arriba que «será el nuevo ventanal de las Glosas orsia-

nas, que en este nueva etapa se llamarán Novísimo Glosario. Una larga décadasería así diariamente, siendo compatible este ventanal de la Cultura desde elperiódico con las muchas y muy diversas actividades desarrolladas por d’Orsen estos años de posguerra. También en una sección que tituló  Estilo y cifra37 ,el diario barcelonés  La Vanguardia significaría su reencuentro catalán»38.Después irrumpe en una gran creación que, más tarde, daría sus frutos. Sonlas Bienales Hispanoamericanas de Arte con la participación de artistas espa-ñoles. Está también la fundación y puesta en marcha de la Academia Breve deCrítica y sus exposiciones llamadas Salón de los Once y las Antológicas. A la

vez que sigue con sus conferencias como su intervención en la Universidad deGranada, donde fue invitado, al Congreso conmemorativo de cuarto centenario

35  SAINZ RODRÍGUEZ, PEDRO: Testimonios y Recuerdos. Planeta. Barcelona, 1978, pág. 261.36  TRAPIELLO, ANDRÉS: Op. cit., pág. 189.37  Aunque el escritor Rafael Flórez no deja muy clara la fecha en que d’Ors comienza con ese título una

serie de colaboraciones periodísticas –parece situar las primeras en 1939– el caso es que en 1937 ya aparecen:« Estilo y cifra dicen allá en las gentiles Españas de Plata, a un modo local y campesino de baile y canción.¡Maravillosa sabiduría subterránea en la auténticamente popular! ¡Cómo puede encontrase en un léxico deromería el rótulo que se ajuste a una quintaesencia de iniciados!...». Ver diario  La Nueva España, Oviedo,18-VIII-1937 pág. 7.

38

  FLOREZ, RAFAEL

: Op. cit., pág. 191.

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del Concilio de Trento donde leyó su discurso inaugural. Al mismo tiempopublicó un artículo en  La Vanguardia que tituló  Empieza la conmemoracióndel Concilio de Trento, recordando a la vez aquella exposición de Veneciadonde se habían reunido tantas naciones como tuvieron voz en Trento y algunamás. El artículo que lo publicaba en su sección que titulaba Estilo y cifra, daba

comienzo con estas palabras: «Dos años ha que se estabilizaba y cifraba aquímismo, más que de anuncio a título de proclama, la inminencia de ocasión enque celebrar el cuarto aniversario del Concilio de Trento…»39.

Sigue escribiendo y siguen apareciendo nuevas glosas y otros trabajos en losmuchos medios españoles, como siempre venía haciendo a lo largo de cincuentaaños. «A través de su obra y de su vida –dice su biógrafo, Antonino González–,d’Ors ha esculpido su propio ángel. La obra cumbre de d’Ors es su filosofía,pero también su vida, su modo de ver la realidad y de estar en el mundo»40, y seirá dando cuenta de que va haciéndose mayor y siente la necesidad de retornar

a su Cataluña natal y, por tanto, de bien plantado a trasplantado, «por eso –diceAraguren– está tranquilo, nada puede turbarle en el porvenir. El viaje ha sidorendido, la vocación escuchada, la misión cumplida»41. Y así, después de unalarga y penosa enfermedad, falleció en Villanueva y Geltrú el 26 de septiembrede 1954, «este hombre que había dado a España lo mucho y mejor de su cultura,aunque no fue comprendido por todos los españoles, pues a muchos les vinoancho»42, por eso sobre su tumba cayó un silencio implacable que aún sigueporque algunos catalanes lo consideraron un traidor, y otros, de nuestra Patria,porque fue falangista, y que, según Ortega, era junto con Maeztu, las únicas

personas con quien valía la pena hablar en España. Una España que, comodecíamos al principio también al final, quiere ignorarlo. ■

39  Diario La Vanguardia, Barcelona, 24-III-1945, 1ª pág.40  GONZÁLEZ, ANTONINO: Op. cit., pág. 315.41  L. ARANGUREN, JOSÉ LUIS: Op. cit., pág. 339.42  FLOREZ, RAFAEL: Op. cit., pág.

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UNA REFLEXIÓN A PARTIR

DEL MARTÍN FIERROARZOBISPO JORGE BERGOGLIO (HOY PAPA FRANCISCO)*

1. La «identidad nacional» en un mundo globalizado

Es curioso. Solamente viendo el título del libro, antes incluso de abrirlo, yaencuentro sugerentes motivos de reflexión acerca de los núcleos de nuestraidentidad como Nación. El gaucho Martín Fierro (así se llamó el primer libro

publicado, después conocido como La Ida); ¿qué tiene que ver el gaucho connosotros? Si viviéramos en el campo, trabajando con los animales, o al menosen pueblos rurales, con un mayor contacto con la tierra sería más fácil compren-der... En nuestras grandes ciudades, claramente en Buenos Aires, mucha genterecordará el caballo de la calesita o los corrales de Mataderos como lo más cer-cano a la experiencia ecuestre que haya pasado por su vida. Y, ¿hace falta hacernotar que más del 86 % de los argentinos viven en grandes ciudades? Para lamayoría de nuestros jóvenes y niños, el mundo del Martín Fierro es mucho másajeno que los escenarios místico-futuristas de los comics japoneses.

Esto está muy relacionado, por supuesto, con el fenómeno de la globalización.Desde Bangkok hasta San Pablo, desde Buenos Aires hasta Los Ángeles oSydney, muchísimos jóvenes escuchan a los mismos músicos, los niños ven losmismos dibujos animados, las familias se visten, comen y se divierten en lasmismas cadenas. La producción y el comercio circulan a través de las cada vezmás permeables fronteras nacionales. Conceptos, religiones y formas de vida senos hacen más próximos a través de los medios de comunicación y el turismo.

Sin embargo, esta globalización es una realidad ambigua. Muchos factoresparecen llevarnos a suprimir las barreras culturales que impedían el reconoci-

miento de la común dignidad de los seres humanos, aceptando la diversidad decondiciones, razas, sexo o cultura. Jamás la humanidad tuvo, como ahora, laposibilidad de constituir una comunidad mundial plurifacética y solidaria. Pero,por otro lado, la indiferencia reinante ante los desequilibrios sociales crecientes,la imposición unilateral de valores y costumbres por parte de algunas culturas,la crisis ecológica y la exclusión de millones de seres humanos de los benefi-

*  Mensaje que el Arzobispo de Buenos Aires dirigió a las comunidades educativas de la Capital en torno ala Pascua de 2002, y en el cual reflexiona sobre la problemática del país a partir del poema de José Hernández,

 Martín Fierro.

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cios del desarrollo, cuestionan seriamente esta mundialización. La constituciónde una familia humana solidaria y fraterna, en este contexto, sigue siendo unautopía.

Un verdadero crecimiento en la conciencia de la humanidad no puede fun-darse en otra cosa que en la práctica del diálogo y el amor. Diálogo y amor se

suponen en el reconocimiento del otro como otro, la aceptación de la diversi-dad. Sólo así puede fundarse el valor de la comunidad: no pretendiendo que elotro se subordine a mis criterios y prioridades, no «absorbiendo» al otro, sinoreconociendo como valioso lo que el otro es, y celebrando esa diversidad quenos enriquece a todos. Lo contrario es mero narcisismo, imperialismo, puranecedad.

Esto también debe leerse en la dirección inversa: ¿cómo puedo dialogar,cómo puedo amar, cómo puedo construir algo común si dejo diluirse, perderse,desaparecer lo que hubiera sido mi aporte? La globalización como imposición

unidireccional y uniformante de valores, prácticas y mercancías va de la manode la integración entendida como imitación y subordinación cultural, intelec-tual y espiritual. Entonces, ni profetas del aislamiento, ermitaños localistas enun mundo global, ni descerebrados y miméticos pasajeros del furgón de cola,admirando los fuegos artificiales del Mundo (de los otros) con la boca abiertay aplausos programados. Los pueblos, al integrarse al diálogo global, aportanlos valores de su cultura y han de defenderlos de toda absorción desmedida o«síntesis de laboratorio» que los diluya en «lo común», «lo global». Y –al apor-tar esos valores– reciben de otros pueblos, con el mismo respeto y dignidad, las

culturas que le son propias.Tampoco cabe aquí un desaguisado eclecticismo porque, en este caso, losvalores de un pueblo se desarraigan de la fértil tierra que les dio y les mantieneel ser para entreverarse en una suerte de mercado de curiosidades donde «todoes igual, dale que va... que allá en el horno nos vamos a encontrar».

2. La Nación como continuidad de una historia común

Sólo podemos abrir, con provecho, nuestro «poema nacional» si caemos en la

cuenta de que lo que allí se narra tiene que ver directamente con nosotros, aquíy ahora, y no porque seamos gauchos o usemos poncho, sino porque el dramaque nos narra Hernández se ubica en la historia real, cuyo devenir nos trajohasta aquí. Los hombres y mujeres reflejados en el tiempo del relato vivieronen esta tierra, y sus decisiones, producciones e ideales amasaron la realidad dela cual hoy somos parte, la que hoy nos afecta directamente. Justamente, esa«productividad», esos «efectos», esa capacidad de ser ubicado en la dinámicareal de la historia, es lo que hace del Martín Fierro un «poema nacional». No laguitarra, el malón y la payada.

Y aquí se hace necesaria una apelación a la conciencia. Los argentinos tene-

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mos una peligrosa tendencia a pensar que todo empieza hoy, a olvidarnos deque nada nace de un zapallo, ni cae del cielo como un meteorito. Esto ya esun problema: si no aprendemos a reconocer y asumir los errores y aciertos delpasado, que dieron origen a los bienes y males del presente, estaremos conde-nados a la eterna repetición de lo mismo, que –en realidad– no es nada eterna,

pues la soga se puede estirar sólo hasta cierto límite... Pero hay más: si cortamosla relación con el pasado, lo mismo haremos con el futuro. Ya podemos empezara mirar a nuestro alrededor... y a nuestro interior.

¿No hubo una negación del futuro, una absoluta falta de responsabilidad porlas generaciones siguientes, en la ligereza con que se trataron las instituciones,los bienes y hasta las personas de nuestro país?

Lo cierto es esto: Somos personas históricas. Vivimos en el tiempo y el espa-cio. Cada generación necesita de las anteriores y se debe a las que la siguen. Yeso, en gran medida, es ser una Nación: entenderse como continuadores de la

tarea de otros hombres y mujeres que ya dieron lo suyo, y como constructoresde un ámbito común, de una casa, para los que vendrán después.Ciudadanos «globales», la lectura del  Martín Fierro  nos puede ayudar a

«aterrizar» y acotar esa «globalidad», reconociendo los avatares de la genteque construyó nuestra nacionalidad, haciendo propios o nuestro el andar comopueblo.

3. Ser un pueblo supone, ante todo, una actitud ética, que brota de lalibertad

Ante la crisis vuelve a ser necesario respondernos a la pregunta de fondo: ¿enqué se fundamenta lo que llamamos «vínculo social»? Eso que decimos queestá en serio riesgo de perderse, ¿qué es, en definitiva? ¿Qué es lo que me«vincula», me «liga», a otras personas en un lugar determinado, hasta el puntode compartir un mismo destino?

Permítanme adelantar la respuesta: se trata de una cuestión ética. El fun-damento de la relación entre la moral y lo social se halla, justamente, en eseespacio (tan esquivo, por otra parte) en que el hombre es hombre en la socie-

dad, animal político, como dirían Aristóteles y toda la tradición republicanaclásica. Es esta naturaleza social del hombre la que fundamenta la posibilidadde un contrato entre los individuos libres, como propone la tradición democrá-tica liberal (tradiciones tantas veces opuestas, como lo demuestran multitudde enfrentamientos en nuestra historia). Entonces, plantear la crisis comoun problema moral supondrá la necesidad de volver a referirse a los valoreshumanos, universales, que Dios ha sembrado en el corazón del hombre, y quevan madurando con el crecimiento personal y comunitario. Cuando los obisposrepetimos, una y otra vez, que la crisis es fundamentalmente moral, no se trata

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de esgrimir un moralismo barato, una reducción de lo político, lo social y loeconómico a una cuestión individual de la conciencia. Eso sería «moralina».

No estamos «llevando agua para el propio molino» (dado que la concien-cia y lo moral es uno de los campos donde la Iglesia tiene competencia máspropiamente), sino intentando apuntar a las valoraciones colectivas que se han

expresado en actitudes, acciones y procesos de tipo histórico-político y social.Las acciones libres de los seres humanos, además de su peso en lo que hace

a la responsabilidad individual, tienen consecuencias de largo alcance: generanestructuras que permanecen en el tiempo, difunden un clima en el cual determi-nados valores pueden ocupar un lugar central en la vida pública o quedar mar-ginados de la cultura vigente. Y esto también cae dentro del ámbito moral. Poreso, debemos reencontrar el modo particular que nos hemos dado, en nuestrahistoria, para convivir, formar una comunidad.

Desde este punto de vista, retomemos el poema. Como todo relato popular,

 Martín Fierro comienza con una descripción del «paraíso original».Pinta una realidad idílica, en la cual el gaucho vive con el ritmo calmo de lanaturaleza, rodeado de sus afectos, trabajando con alegría y habilidad, divirtién-dose con sus compañeros, integrado en un modo de vida sencillo y humano. ¿Aqué apunta este escenario?

En primer lugar, no movió al autor una especie de nostalgia por el «Edéngauchesco perdido». El recurso literario de pintar una situación ideal al comien-zo no es más que una presentación inicial del mismo ideal. El valor a plasmarno está atrás, en el «origen», sino adelante, en el proyecto. En el origen está la

dignidad de hijo de Dios, la vocación, el llamado a plasmar un proyecto.Se trata de «poner el final al principio» (idea, por otro lado, profundamentebíblica y cristiana). La dirección que otorguemos a nuestra convivencia ten-drá que ver con el tipo de sociedad que queramos formar: es el telostipo. Ahíestá la clave del talante de un pueblo. Ello no significa ignorar los elementosbiológicos, psicológicos y psicosociales que influyen en el campo de nuestrasdecisiones. No podemos evitar cargar (en el sentido negativo de límites, condi-cionamientos, lastres, pero también en el positivo de llevar con nosotros, incor-porar, sumar, integrar) con la herencia recibida, las conductas, preferencias y

valores que se han ido constituyendo a lo largo del tiempo. Pero una perspectivacristiana (y éste es uno de los aportes del cristianismo a la humanidad en suconjunto) sabe valorar tanto «lo dado», lo que ya está en el hombre y no puedeser de otra forma, como lo que brota de su libertad, de su apertura a lo nuevo;en definitiva, de su espíritu como dimensión trascendente, de acuerdo siemprecon la virtualidad de «lo dado».

Ahora bien: los condicionamientos de la sociedad y la forma que adquirieron,así como los hallazgos y creaciones del espíritu en orden a la ampliación delhorizonte de lo humano siempre más allá, junto a la ley natural insita en nues-

tra conciencia se ponen en juego y se realizan concretamente en el tiempo y el

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espacio: en una comunidad concreta, compartiendo una tierra, proponiéndoseobjetivos comunes, construyendo un modo propio de ser humanos, de cultivarlos múltiples vínculos, juntos, a lo largo de tantas experiencias compartidas,preferencias, decisiones y acontecimientos. Así se amasa una ética común y laapertura hacia un destino de plenitud que define al hombre como ser espiritual.

Esa ética común, esa «dimensión moral», es la que permite a la multituddesarrollarse junta, sin convertirse en enemigos unos de otros. Pensemos enuna peregrinación: salir de un lugar y dirigirse al mismo destino permite a lacolumna mantenerse como tal, más allá del distinto ritmo o paso de cada grupoo individuo.

Sinteticemos, entonces, esta idea. ¿Qué es lo que hace que muchas personasformen un pueblo? En primer lugar, hay una ley natural y luego una herencia.En segundo lugar, hay un factor psicológico: el hombre se hace hombre (cadaindividuo o la especie en su evolución) en la comunicación, la relación, el amor

con sus semejantes. En la palabra y el amor. Y en tercer lugar, estos factoresbiológicos y psicológicos-evolutivos se actualizan, se ponen realmente en juego, en las actitudes libres, en la voluntad de vincularnos con los demás dedeterminada manera, de construir nuestra vida con nuestros semejantes en unabanico de preferencias y prácticas compartidas (San Agustín definía al pueblocomo «un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidadde objetos amados»).

Lo «natural» crece en «cultural», «ético»; el instinto gregario adquiere formahumana en la libre elección de ser un «nosotros». Elección que, como toda

acción humana, tiende luego a hacerse hábito (en el mejor sentido del término),a generar sentimiento arraigado y a producir instituciones históricas, hasta elpunto que cada uno de nosotros viene a este mundo en el seno de una comuni-dad ya constituida (la familia, la «patria») sin que eso niegue la libertad respon-sable de cada persona. Y todo ello tiene su sólido fundamento en los valores queDios imprimió a nuestra naturaleza humana, en el hálito divino que nos animadesde dentro y que nos hace hijos de Dios. Esa ley natural que nos fue regaladae impresa para que «se consolide a través de las edades, se desarrolle con elcorrer de los años y crezca con el paso del tiempo» 1. Esta ley natural, que –a lo

largo de la historia y de la vida– ha de consolidarse, desarrollarse y crecer esla que nos salva del así llamado relativismo de los valores consensuados. Losvalores no pueden consensuarse: simplemente, son.

En el juego acomodaticio de «consensuar valores» se corre siempre el ries-go, que es resultado anunciado, de «nivelar hacia abajo». Entonces, ya no seconstruye desde lo sólido, sino que se entra en la violencia de la degradación.Alguien dijo que nuestra civilización, además de ser una civilización del des-carte es una civilización «biodegradable».

1 Véase LERINS, VICENTE DE: Primer Conmonitorio, cap. 23.

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Volviendo a nuestro poema: el  Martín Fierro no es la Biblia, por supuesto.Pero es un texto en el cual, por diversos motivos, los argentinos hemos podidoreconocernos, un soporte para contarnos algo de nuestra historia y soñar connuestro futuro:

Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía, y su ranchito tenía y sushijos y mujer. Era una delicia ver cómo pasaba sus días.

Ésta es, entonces, la «situación inicial», en la cual se desencadena el drama.El Martín Fierro es, ante todo, un poema incluyente. Todo se verá luego trasto-cado por una especie de vuelta del destino, encarnado, entre otros, en el Juez, elAlcalde, el Coronel. Sospechamos que este conflicto no es meramente literario.¿Qué hay detrás del texto?

Martín Fierro, poema «incluyente»

1. Un país moderno, pero para todos

Antes que un «poema épico» abstracto, Martín Fierro es una obra de denuncia,con una clara intención: oponerse a la política oficial y proponer la inclusióndel gaucho dentro del país que se estaba construyendo:

Es el pobre en su orfandá de la fortuna el desecho porque naides toma apecho el defender a su raza.

Debe el gaucho tener casa, Escuela, Iglesia y derechos.

Y Martín Fierro cobró vida más allá de la intención del autor, convirtiéndoseen el prototipo del perseguido por un sistema injusto y excluyente. En los versosdel poema se hizo carne cierta sabiduría popular recibida del ambiente, y asíen Fierro habla no sólo la conveniencia de promover una mano de obra barata,sino la dignidad misma del hombre en su tierra, haciéndose cargo de su destinoa través del trabajo, el amor, la fiesta y la fraternidad.

A partir de aquí, podemos empezar a avanzar en nuestra reflexión. Nosinteresa saber dónde apoyar la esperanza, desde dónde reconstruir los vínculossociales que se han visto tan castigados en estos tiempos. El cacerolazo fue

como un chispazo autodefensivo, espontáneo y popular (aunque forzar su reite-ración en el tiempo le hace perder las notas de su contenido original).Sabemos que no alcanzó con golpear las cacerolas: hoy lo que más urge

es tener con qué llenarlas. Debemos recuperar organizada y creativamente elprotagonismo al que nunca debimos renunciar, y por ende, tampoco podemosahora volver a meter la cabeza en el hoyo, dejando que los dirigentes hagan ydeshagan. Y no podemos por dos motivos: porque ya vimos lo que pasa cuandoel poder político y económico se desliga de la gente, y porque la reconstrucciónno es tarea de algunos sino de todos, así como la Argentina no es sólo la clase

dirigente, sino todos y cada uno de los que viven en esta porción del planeta.

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¿Entonces, qué? Me resulta significativo el contexto histórico del  MartínFierro: una sociedad en formación, un proyecto que excluye a un importante sectorde la población, condenándolo a la orfandad y a la desaparición, y una propuestade inclusión. ¿No estamos hoy en una situación similar? ¿No hemos sufrido lasconsecuencias de un modelo de país armado en torno a determinados intereses

económicos, excluyente de las mayorías, generador de pobreza y marginación,tolerante con todo tipode corrupción, mientrasno se tocaran los intere-ses del poder más con-centrado? ¿No hemosformado parte de esesistema perverso, acep-tando, en parte, sus

principios mientras notocaran nuestro bolsillo,cerrando los ojos antelos que iban quedandofuera y cayendo ante laaplanadora de la injusti-cia, hasta que esta últi-ma, prácticamente, nosexpulsó a todos?

Hoy debemos articu-lar, sí, un programa eco-nómico y social, perofundamentalmente unproyecto político en susentido más amplio.

¿Qué tipo de socie-dad queremos?  MartínFierro  orienta nuestra

mirada nuestra voca-ción como pueblo, comoNación. Nos invita, a darle forma a nuestro deseo de una sociedad donde todostengan lugar: el comerciante porteño, el gaucho del litoral, el pastor del norte, elartesano del Noroeste, el aborigen y el inmigrante, en la medida en que ningunode ellos quiera quedarse él solo con la totalidad, expulsando al otro de la tierra.

 2. Debe el gaucho tener Escuela...

Durante décadas, la escuela fue un importante medio de integración social y

nacional. El hijo del gaucho, el migrante del interior, que llegaba a la ciudad,

El Martín Fierro. Dibujo de Enrique Breccia

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y hasta el extranjero, que desembarcaba en esta tierra, encontraron, en laeducación básica, los elementos que les permitieron trascender la particularidadde su origen para buscar un lugar en la construcción común de un proyecto.

También hoy, desde la pluralidad enriquecedora de propuestas educadoras,debemos volver a apostar: a la educación, todo.

Recién en los últimos años, y de la mano de una idea de país que ya no sepreocupaba demasiado por incluir a todos e, incluso, no era capaz de proyectara futuro, la institución educativa vio decaer su prestigio, debilitarse sus apoyosy recursos, y desdibujarse su lugar en el corazón de la sociedad. El conocidolatiguillo de la «escuela Shopping» no apunta sólo a criticar algunas iniciativaspuntuales que pudimos presenciar. Pone en tela de juicio toda una concepción,según la cual la sociedad es Mercado y nada más. De este modo, la escuelatiene el mismo lugar que cualquier otro emprendimiento lucrativo. Y, debemosrecordar, una y otra vez, que no ha sido ésta la idea que desarrolló nuestro sis-

tema educativo y que, con errores y aciertos, contribuyó a la formación de unacomunidad nacional.En este punto, los cristianos hemos hecho un aporte innegable desde hace

siglos. No es aquí mi intención entrar en polémicas y diferencias que suelenconsumir muchos esfuerzos. Simplemente, pretendo llamar la atención de todosy, en particular, de los educadores católicos, respecto de la importantísima tareaque tenemos entre manos.

Depreciada, devaluada y hasta atacada por muchos, la tarea cotidiana detodos aquellos que mantienen en funcionamiento las escuelas, enfrentando difi-

cultades de todo tipo, con bajos sueldos y dando mucho más de lo que reciben,sigue siendo uno de los mejores ejemplos de aquello a lo cual hay que volver aapostar, una vez más: la entrega personal a un proyecto de un país para todos.Proyecto que, desde lo educativo, lo religioso o lo social, se torna político en elsentido más alto de la palabra: construcción de la comunidad.

Este proyecto político de inclusión no es tarea sólo del partido gobernante,ni siquiera de la clase dirigente en su conjunto, sino de cada uno de nosotros.El «tiempo nuevo» se gesta desde la vida concreta y cotidiana de cada uno delos miembros de la Nación, en cada decisión ante el prójimo, ante las propias

responsabilidades, en lo pequeño y en lo grande, cuanto más en el seno de lasfamilias y en nuestra cotidianeidad escolar o laboral.

Mas Dios ha de permitir que esto llegue a mejorar pero se ha de recordarpara hacer bien el trabajo que el fuego pa calentar debe ir siempre por abajo.

Pero esto merece una reflexión más completa.

Martín Fierro, compendio de ética cívica

Seguramente, tampoco a Hernández se le escapaba que los gauchos «verdade-

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ros», los de carne y hueso, no se iban a comportar tampoco como «señoritosingleses» en la «nueva sociedad a fraguar».

Provenientes de otra cultura, sin alambrado, acostumbrados a décadas deresistencia y lucha, ajenos en un mundo que se iba construyendo con parámetrosmuy distintos a los que ellos habían vivido, también ellos deberían realizar un

importante esfuerzo para integrarse, una vez que se les abrieran las puertas.1. Los recursos de la cultura popular 

La segunda parte de nuestro «poema nacional» pretendió ser una especie de«manual de virtudes cívicas» para el gaucho, una «llave» para integrarse en lanueva organización nacional.

Y en lo que explica mi lengua todos deben tener fe.

Ansí, pues, entiéndanme, con codicias no me mancho. No se ha de llover elrancho en donde este libro esté.

 Martín Fierro está repleto de los elementos que el mismo Hernández habíamamado de la cultura popular, elementos que, junto con la defensa de algu-nos derechos concretos e inmediatos, le valieron la gran adhesión que prontorecibió. Es más: con el tiempo, generaciones y generaciones de argentinosreleyeron a Fierro... y lo reescribieron, poniendo sobre sus palabras las muchasexperiencias de lucha, las expectativas, las búsquedas, los sufrimientos...Martín Fierro creció para representar al país decidido, fraterno, amante de la justicia, indomable. Por eso todavía hoy tiene algo que decir. Es por eso que

aquellos «consejos» para «domesticar» al gaucho trascendieron con mucho elsignificado con que fueron escritos y siguen hoy siendo un espejo de virtudescívicas no abstractas, sino profundamente encarnadas en nuestra historia. A esasvirtudes y valores, vamos a prestarles atención ahora.

 2. Los consejos de Martín Fierro

Los invito a leer una vez más este poema. Háganlo no con un interés sólo lite-rario, sino como una forma de dejarse hablar por la sabiduría de nuestro pueblo,que ha sido plasmada en esta obra singular. Más allá de las palabras, más allá

de la historia, verán que lo que queda latiendo en nosotros es una especie deemoción, un deseo de torcerle el brazo a toda injusticia y mentira y seguir cons-truyendo una historia de solidaridad y fraternidad, en una tierra común dondetodos podamos crecer como seres humanos. Una comunidad donde la libertadno sea un pretexto para faltar a la justicia, donde la ley no obligue sólo al pobre,donde todos tengan su lugar. Ojalá sientan lo mismo que yo: que no es un libroque habla del pasado, sino, más bien, del futuro que podemos construir. No voya prolongar este mensaje –ya muy extenso– con el desarrollo de los muchosvalores que Hernández pone en boca de Fierro y otros personajes del poema.

Simplemente, los invito a profundizar en ellos, a través de la reflexión y, por

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qué no, de un diálogo en cada una de nuestras comunidades educativas. Aquí,presentaré solamente algunas de las ideas que podemos rescatar, entre muchas.

2.1. Prudencia o «picardía»: obrar desde la verdad y el bien... o por conve-niencia

Nace el hombre con la astucia que ha de servirle de guía.Sin ella sucumbiría, pero sigún mi experienciase vuelve en unos prudencia y en los otros picardía.Hay hombres que de su cencia tienen la cabeza llena;hay sabios de todas menas, mas digo sin ser muy ducho,es mejor que aprender mucho el aprender cosas buenas.

Un punto de partida. «Prudencia» o «picardía» como formas de organizar lospropios dones y la experiencia adquirida. Un actuar adecuado, conforme a laverdad y al bien posibles aquí y ahora, o la consabida manipulación de infor-

maciones, situaciones e interacciones desde el propio interés.Mera acumulación de ciencia (utilizable para cualquier fin) o verdadera sabi-duría, que incluye el «saber» en su doble sentido, conocer y saborear, y que seguía tanto por la verdad como por el bien. «Todo me es permitido, pero no todome conviene», diría San Pablo. ¿Por qué? Porque, además de mis necesidades,apetencias y preferencias, están las del otro. Y lo que satisface a uno a costa delotro termina destruyendo a uno y otro.

2.2. La jerarquía de los valores y la ética exitista del «ganador»Ni el miedo ni la codicia es bueno que a uno lo asalten.Ansí no se sobresalten por los bienes que perezcan.Al rico nunca le ofrezcan y al pobre jamás le falten.

Lejos de invitarnos a un desprecio de los bienes materiales como tales, lasabiduría popular, que se expresa en estas palabras, considera los bienes pere-cederos como medio, herramienta para la realización de la persona en un nivelmás alto. Por eso, prescribe no ofrecerle al rico (comportamiento interesado yservil que sí recomendaría la «picardía» del Viejo Vizcacha) y no mezquinarle

al pobre (que sí necesita de nosotros y, como dice el Evangelio, no tiene nadacon que pagarnos). La sociedad humana no puede ser una «ley de la selva» enla cual cada uno trate de manotear lo que pueda, cueste lo que costare. Y yasabemos, demasiado dolorosamente, que no existe ningún mecanismo «auto-mático» que asegure la equidad y la justicia. Sólo una opción ética convertidaen prácticas concretas, con medios eficaces, es capaz de evitar que el hombresea depredador del hombre. Pero esto es lo mismo que postular un orden devalores que es más importante que el lucro personal y, por lo tanto, un tipo de

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bienes que es superior a los materiales. Y no estamos hablando de cuestionesque exijan determinada creencia religiosa para ser comprendidas: nos referimosa principios como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, el amor.

Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo quesoy Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse lospies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hicecon ustedes ( Juan 13,13-15).

Una comunidad que deje de arrodillarse ante la riqueza, el éxito y el prestigioy que sea capaz, por el contrario, de lavar los pies de los humildes y necesitadossería más acorde con esta enseñanza que la ética del «ganador» (a cualquierprecio) que hemos malaprendido en tiempos recientes.

2.3. El trabajo y la clase de persona que queremos ser

El trabajar es la ley porque es preciso alquirir. No se espongan a sufrir unatriste situación. Sangra mucho el corazón del que tiene que pedir.

¿Hacen falta comentarios? La historia ha marcado a fuego en nuestro puebloel sentido de la dignidad del trabajo y el trabajador. ¿Existe algo más humillanteque la condena a no poder ganarse el pan? ¿Hay forma peor de decretar la inuti-lidad e inexistencia de un ser humano? ¿Puede una sociedad, que acepta tamañainiquidad escudándose en abstractas consideraciones técnicas, ser camino parala realización del ser humano?

Pero este reconocimiento, que todos declamamos, no termina de hacerse

carne. No sólo por las condiciones objetivas que generan el terrible desempleoactual (condiciones que, nunca hay que callarlo, tienen su origen en una formade organizar la convivencia que pone la ganancia por encima de la justicia yel derecho), sino también por una mentalidad de «viveza» (¡también criolla!)que ha llegado a formar parte de nuestra cultura. «Salvarse» y «zafar»... por elmedio más directo y fácil posible. «La plata trae la plata»... «nadie se hizo ricotrabajando»... creencias que han ido abonando una cultura de la corrupción quetiene que ver, sin duda, con esos «atajos» por los cuales muchos han tratado desustraerse a la ley de ganar el pan con el sudor de la frente.

2.4. El urgente servicio a los más débilesLa cigüeña cuando es vieja pierde la vista, y procuran cuidarla en su edá

madura todas sus hijas pequeñas. Apriendan de las cigüeñas este ejemplo deternura.

En la ética de los «ganadores», lo que se considera inservible, se tira. Es lacivilización del «descarte». En la ética de una verdadera comunidad humana,en ese país que quisiéramos tener y que podemos construir, todo ser humano esvalioso, y los mayores lo son a título propio, por muchas razones: por el deber

de respeto filial ya presente en el Decálogo bíblico; por el indudable derecho

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de descansar en el seno de su comunidad que se ha ganado aquél que ha vivi-do, sufrido y ofrecido lo suyo; por el aporte que sólo él puede dar todavía a susociedad, ya que, como pronuncia el mismo Martín Fierro, «es de la boca delviejo / de ande salen las verdades».

No hay que esperar hasta que se reconstituya el sistema de seguridad social

actualmente destruido por la depredación: mientras tanto, hay innumerablesgestos y acciones de servicio a los mayores que estarían al alcance de nuestramano con una pizca de creatividad y buena voluntad. Y del mismo modo, nopodemos dejar de volver a considerar las posibilidades concretas que tenemosde hacer algo por los niños, los enfermos, y todos aquellos que sufren por diver-sos motivos. La convicción de que hay cuestiones «estructurales», que tienenque ver con la sociedad en su conjunto y con el mismo Estado, de ningún modonos exime de nuestro aporte personal, por más pequeño que sea.

2.5. Nunca más el robo, la coima y el «no te metás»Ave de pico encorvado le tiene al robo afición. Pero el hombre de razón no

roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón.

Quizás, en nuestro país, esta enseñanza haya sido de las más olvidadas. Peromás allá de ello, además de no permitir ni justificar nunca más el robo y lacoima, tendríamos que dar pasos más decididos y positivos. Por ejemplo, pre-guntarnos no sólo qué cosas ajenas no tenemos que tomar, sino más bien quépodemos aportar. ¿Cómo podríamos formular que, también, son «vergüenza» laindiferencia, el individualismo, el sustraer (robar) el propio aporte a la sociedad

para quedarse sólo con una lógica de «hacer la mía»?Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregun-

ta: «¿y quién es mi prójimo?». Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió:un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones,que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.También pasó por allí un levita: lo vio y siguió de largo. Pero un samaritano queviajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces, se acercó yvendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su pro-pia montadura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguien-

te, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, ylo que gastes de más, te lo pagaré al volver». ¿Cuál de los tres te parece que seportó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? «El que tuvo compa-sión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, procede tú de la mismamanera» ( Lucas 10,29-37).

2.6. Palabras vanas, palabras verdaderasProcuren, si son cantores, el cantar con sentimiento. No tiemplen el estrumen-

to por solo el gusto de hablar y acostúmbrense a cantar en cosas de jundamento.

Comunicación, hipercomunicación, incomunicación.

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¿Cuántas palabras «sobran» entre nosotros? ¿Cuánta habladuría, cuántadifamación, cuánta calumnia? ¿Cuánta superficialidad, banalidad, pérdida detiempo? Un don maravilloso, como es la capacidad de comunicar ideas y senti-mientos, que no sabemos valorar ni aprovechar en toda su riqueza.

¿No podríamos proponernos evitar todo «canto» que sólo sea «por el gusto

de hablar»? Conclusión: palabra y amistad. ¿Sería posible que estuviéramosmás atentos a lo que decimos de más y a lo que decimos de menos, particular-mente quienes tenemos la misión de enseñar, hablar, comunicar?

Finalmente, citemos aquella estrofa en la cual hemos visto tan reflejado elmandamiento del amor en circunstancias difíciles para nuestro país. Aquellaestrofa que se ha convertido en lema, en programa, en consigna, pero que debe-mos recordar una y otra vez:

Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera. Tengan unión ver-dadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los

de ajuera.Estamos en una instancia crucial de nuestra Patria. Crucial y fundante: por

eso mismo, llena de esperanza. La esperanza está tan lejos del facilismo comode la pusilanimidad. Exige lo mejor de nosotros mismos en la tarea de recons-truir lo común, lo que nos hace un pueblo.

Estas reflexiones han pretendido solamente despertar un deseo: el de ponermanos a la obra, animados e iluminados por nuestra propia historia, el de nodejar caer el sueño de una Patria de hermanos que guió a tantos hombres ymujeres en esta tierra.

¿Qué dirán de nosotros las generaciones venideras?¿Estaremos a la altura de los desafíos que se nos presentan?¿Por qué no?, es la respuesta.Sin grandilocuencias, sin mesianismos, sin certezas imposibles, se trata de

volver a bucear valientemente en nuestros ideales, en aquellos que nos guiaronen nuestra historia y de empezar, ahora mismo, a poner en marcha otras posibi-lidades otros valores, otras conductas.

Casi como una síntesis, me sale al paso el último verso que citaré del MartínFierro, un verso que Hernández pone en boca del hijo mayor del gaucho en su

amarga reflexión sobre la cárcel:Pues que de todos los bienes, en mi inorancia lo infiero, que le dio al hombre

altanero Su Divina Magestá, la palabra es el primero, el segundo es la amistá.

La palabra que nos comunica y vincula, haciéndonos compartir ideas y sen-timientos, siempre y cuando hablemos con la verdad, siempre, sin excepciones.La amistad, incluso la amistad social, con su «brazo largo» de la justicia, queconstituye el mayor tesoro, aquel bien que no se puede sacrificar por ningúnotro, lo que hay que cuidar por sobre todas las cosas.

Palabra y amistad. «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» ( Juan 

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1,14). No hizo rancho aparte; se hizo amigo nuestro. «No hay amor más gran-de que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que lesmando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace suseñor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de miPadre» ( Juan 15,13-15). Si empezamos, ya mismo, a valorar estos dos bienes,

otra puede ser la historia de nuestro país.Concluyamos poniendo estos deseos en las manos del Señor con la oración

por la Patria que nos han ofrecido los obispos argentinos:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamosNos sentimos heridos y agobiados.Precisamos tu alivio y fortaleza.Queremos ser una nación,una nación, cuya identidad sea la pasión por la verdad

y el compromiso por el bien común.Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios,para amar a todos, sin excluir a nadie,privilegiando a los pobres y perdonando a que nos ofenden,aborreciendo el odio y construyendo la paz.Concédenos la sabiduría del diálogoy la alegría de la esperanza que no defrauda.Tú nos convocas. Aquí estamos Señor,cercanos a María,

que, desde Luján, nos dice:¡Argentina! ¡Canta y camina!Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.Amén. ■

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EL MARTÍN FIERRO

Y LA DIRIGENCIA POLÍTICAALBERTO BUELA*

Desde Salamanca, en 1894, don Miguel de Unamuno fue el primero de losgrandes pensadores que se ocupó del Martín Fierro1, el poema nacional de losargentinos (1872/79). Y en ese escrito liminar dedicado al «docto y discretísi-mo don Juan de Valera», trae una estrofa del poema gauchesco que bien puedeservir de definición para la chata dirigencia política actual:

 De los males que sufrimos, Mucho hablan los puebleros,Pero son como los terosPara esconder sus niditos; En un lado pegan los gritos,Y en otro tienen los huevos.

Si hay algo que caracteriza a la dirigencia política contemporánea es el simu-lacro. Primero, con un discurso político que enuncia un compromiso pero con

el que nunca se compromete y segundo, porque en el mejor de los casos soloadministra los conflictos pero no los resuelve.Todo ello bajo la mascarada de defender los derechos de los más necesita-

dos levantando la bandera de los derechos de tercera generación, cuando no secumplen ni siquiera los derechos humanos de primera generación como lo sonel derecho a la vida, la libertad, el trabajo y la seguridad.

Así, esta dirigencia política habla mucho –clase discutidora la llamó DonosoCortés: «de los males que sufrimos mucho hablan los puebleros»– pero disimu-la sus intereses de clase o personales en ese mismo discurso – para esconder sus

niditos en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos–. Así los niditos y sus huevos son sus verdaderos intereses que están muy bien ocultados en sudiscurso político.

El Martín Fierro representa figurativamente al pueblo argentino y lo que estepueblo sufrió después de la denominada dictadura de Rosas (1829-1852).

* ALBERTO BUELA es doctor en Filosofía y ha enseñado metafísica en diversas universidades argentinas.1  Cabe recordar que el Martín Fierro fue denigrado por toda la intelectualidad argentina de la época y que

el primero en reivindicarlo fue el boliviano Pablo Subieta en 1881 con cinco notas aparecidas en el diario Las Provincias donde afirmaba que: «El Martín Fierro más que una colección de cantos populares es un estudio profundo de filosofía moral y social. El MF no es un hombre, es una raza es un pueblo».

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Los padecimientos del gaucho (el pueblo pobre) que comienzan con la caída«del dictador», según el discurso político de entonces, son relatados por JoséHernández en un poema épico de factura inspirada. Se produjo uno de los raroscasos en que la inspiración supera la capacidad del poeta. O dicho de otra mane-ra, el poema es superior a las cualidades naturales del poeta.

Se lo quiso imitar, plagiar, vilipendiar, censurar, silenciar pero siempresalió indemne. El Martín Fierro está ahí como un hecho irrecusable. Como eltestimonio permanente de aquello que se debe hacer y no se debe hacer con elpueblo. Y en esto posee un valor universal pues es aplicable a toda latitud ygobierno político.

Pongamos, por ejemplo, un caso conocido por todos los iberoamericanos, elde los dos últimos gobiernos de España (Psoe y PP) cuyos dirigentes políticoshan hablado mucho de los males que padece el pueblo español pero, por otrolado, aparecen los chanchullos, esto es, los niditos y los huevos, de esos mismos

dirigentes.Ahora bien, ésta que acabamos de hacer es la descripción de un fenómenodado, pero ¿tiene el Martín Fierro alguna propuesta como para poder salir detal estado de injusticia y opresión? Nosotros creemos que sí, aunque hay algu-nos ilustrados que afirman que no, como lo hace el ensayista Rodolfo Kusch,cuando afirma muy suelto de cuerpo: «Fierro […] no nos dice en qué consistela redención argentina»2.

Martín Fierro explicita esta redención, esta liberación de los males que pade-ce el gaucho (el pueblo) a tres niveles:

a) a nivel de propuesta cuando afirma:

 Es pobre en su orfandad  De la fortuna el desechoPorque nadies toma a pecho El defender a su raza; Debe el gaucho tener casa, Escuela, Iglesia y derechos.

b) en orden al método o camino a seguir:

 Mas Dios ha de permitirQue esto llegue a mejorar,Pero se ha de recordarPara hacer bien el trabajo,Que el fuego pa calentar, Debe ir siempre desde abajo.

2

  La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, ed. Cimarrón, 1975, p. 108.

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c) a nivel de conducción:

Y dejo rodar la bola,Que algún día se ha de parar...Tiene el gaucho que aguantar

 Hasta que lo trague el hoyo,O hasta que venga algún criollo En esta tierra a mandar.

Estos tres niveles que destacamos marcan una línea clara y definida de loselementos que hay que tener en cuenta, necesariamente, para el buen gobierno:

a) las reivindicaciones que todo gobierno que se precie de justo, de cualquierlatitud de la tierra, tiene que llevar a cabo para el «restablecimiento de la jus-ticia» dándole a cada uno lo que le corresponde y al pueblo más pobre «casa,escuela, Iglesia y derechos».

b) El origen último del poder debe nacer como el fuego siempre desde abajo.Esto va en primer lugar contra las tesis iluministas de que son los ilustrados losque saben gobernar. El sentido popular del Martín Fierro está acá presente perono es un populismo bastardo que se reduce a «el pueblo siempre tiene razón»,sino que exige además que la voluntad de este pueblo sea como el fuego, perono el que quema, sino el que sirve para calentar. Reclama y caracteriza el podercomo servicio.

c) Finalmente, se ocupa del conductor, del líder, del príncipe como decía losantiguos tratadistas. Y exige que éste tenga característica de criollo: «O hasta

que venga un criollo en esta tierra a mandar». Y acá tenemos que detenernosun poco, porque Martín Fierro no dice «un gaucho» sino «un criollo».Según nuestra información el primero que hiciera esta distinción fue Juan

Carlos Neyra en un impecable, breve y profundo ensayo, no tenido en cuentapor la multitud de intelectuales cagatintas que han hablado sobre el MartínFierro. El concepto de gaucho implica una forma de vivir que necesariamentese da en el campo, en donde éste muestra todas sus habilidades camperas en eltrabajo con la hacienda, todas sus pilchas, todas sus destrezas en juegos comoel pato, la taba, la sortija y en danzas como el triunfo, el gato, la zamba, la

cueca, la chacarera o el chamamé. En donde los silencios tienen sus sonidosy los trabajos sus tiempos en un madurar con las cosas, tan propio del tiempoamericano.

¿Y lo criollo entonces? Criollo es aquel que interpreta al gaucho y lo criolloes un modo de sentir, una aproximación afectiva a lo gaucho. Es por eso que elgaucho es necesariamente criollo pero un criollo, puede no ser gaucho. De allíque esos viejos camperos de antes decían: «Nunca digas que sos gaucho, quelos otros lo digan de vos».

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Así, pudo acertadamente escribir, este olvidado ensayista: «Si gaucho es una forma de vivir, criollo es una forma de sentir»3. 

El gaucho de alguna manera ha ido lentamente desapareciendo porque suforma de vida y de trabajo ha ido cambiando, mientras que lo criollo determinael aspecto esencial de nuestro pueblo.

Esa forma de sentir lo gaucho es la mejor defensa frente a la colonizacióncultural y la que nos determina como pueblos originarios de América con susarquetipos emblemáticos como lo fueron el gaucho, el montubio, el llanero, elcholo, el huaso, el ladino, el boricua, el charro, el pila, etc.

Nosotros que no somos ni tan europeos ni tan indios somos los verdaderosy genuinos «pueblos originarios» de América y no como pretende el llamadoindigenismo, que quiere construir una identidad en contra, básicamente, deEspaña, renunciando a lo que ya se es. ¿O acaso Evo Morales, Correa, Chávezo Rigoberta Menchú son indios? No, ellos son criollos que renunciando a lo que

son, construyen un aparato ideológico para ser otra cosa.Y esa «otra cosa» está al servicio de las iglesias evangélicas y mormonasnorteamericanas o tiene sus oficinas en Londres como los pseudo mapuchesdel sur de Chile.

El hombre criollo que somos la inmensa mayoría los americanos que, cam-biando lo que haya que cambiar, es como el tertius genus de San Pablo paradefinir a los cristianos que no son ni paganos y judíos (Gál 3,28). Somos antro-pológicamente el producto más original que América ha dado al mundo. A esecarácter de «originales» no podemos renunciar porque nos llevaría puestos a

nosotros mismo transformándonos en «otra cosa».En cuanto a los indios, que también son inmigrantes en América, tienen sobrenosotros sólo la «originariedad», la cualidad de haber llegado primeros, pero nola «originalidad» que es el carácter propio de nosotros los criollos respecto detodos los tipos humanos que pueblan el mundo. Esto es clave, si no se lo entien-de, le pasa como a aquel paisano: «Que hombre que sabe cosas, el hombre deeste albardón, que hombre que sabe cosas, pero cosas que no son».

Vimos como el Martín Fierro puede leerse en clave política como un proyec-to nacional donde, como dijo alguna vez el peronismo, hay una sola clase de

hombre: el trabajador. Que en el caso del poema épico argentino-americano esel gaucho, y así lo dice sin ambages ni tapujos:Soy gaucho, y entiéndanloComo mi lengua lo explica:Para mí la tierra es chicaY pudiera ser mayor; Ni la víbora me pica Ni quema mi frente el sol. ■

3

  NEYRA,JUAN CARLOS

: Introducción criolla al Martín Fierro, Ed. Huemul, 1979, p.22.

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LA DESTRUCCIÓN

DE LAS NACIONESDALMACIO NEGRO*

La Nación es, como insiste recientemente Pierre Manent, la forma histórico-política de Europa del mismo modo que la Pólis fue la de Grecia o la Civitas la de Roma. Las naciones empezaron a gestarse en la Edad Media como partesgeográficas del Sacro Imperio, titular en la Cristiandad del poder temporal –en la práctica bastante nominal salvo en su centro–, en su calidad de brazo

armado de la Iglesia, titular de la autoridad espiritual, para la defensa contrael Anticristo encarnado en poderes temporales. La misma Iglesia instituyó elImperio de Occidente como restauratio  del Imperio Romano en el año 800,para defender la Cristiandad –Europa– amenazada por el poder musulmán.

La convocatoria a las reuniones del Concilio de Constanza (1414-18) sueleconsiderarse el acta de nacimiento de las naciones como partes del Pueblo deDios, la Iglesia. Fue ésta la primera vez que el Papa convocó a los padres conci-liares por naciones, no por Reinos o iglesias particulares: a la nación italiana, ala francesa, a la española, a la inglesa y a la germánica (Alemania-Austria junto

con los Países Bajos-Bélgica y Escandinavia). Y por cierto que la convocatoriade la española ocasionó una trifulca, al citarse a representantes de Castilla oPortugal y a ningún aragonés. Esas son las cinco naciones originarias de Europaoccidental (la Cristiandad romana, latino-germánica). El gran historiador Rankeañadió más tarde la eslava (Europa oriental, en conjunto la de la Cristiandadgreco-ortodoxa) como sexta Nación europea. Esas eran y siguen siendo lasnaciones fundamentales, aunque aparecieron nuevas naciones particulares aldividirse algunas de aquellas por causas políticas. Las Monarquías les dieronsus formas geográficas concretas; hicieron las naciones, suele decirse, concitan-

do la lealtad de sus habitantes, que sustituyó la fidelidad de los innumerablespactos feudales; sentimiento el de fidelidad que se reservó para la Iglesia.El nacionalismo de la revolución francesa, que impuso la voluntad de la

Nación Política de la burguesía a la Nación histórica, introdujo modificacionesen virtud del principio de las nacionalidades a las que hay que añadir las debidasposteriormente, en el siglo XX, tras la Gran Guerra civil europea de 1914-18, alprincipio de autodeterminación, una concreción del de las nacionalidades inven-

*  DALMACIO  NEGRO  PAVÓN  es Catedrático y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y

Políticas.

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tada por los socialistas austríacos (principalmente Otto Bauer). Presionado porel francés Clemenceau con la aquiescencia de Inglaterra –y probablemente porconsejeros puritanos deseosos de destruir el católico Imperio austro-húngaro–,lo hizo suyo y lo impuso el presidente norteamericano Wilson, quien declaróestar arrepentido cuando la cosa no tenía ya remedio.

En todo caso, las naciones no son un «proyecto» como pensaba Renán segui-do por Ortega, quizá retóricamente para despertar a España del marasmo de laRestauración (en realidad Instauración) canovista: las naciones son hechos histó-ricos, productos de la historia; algo así como historia mineralizada, decía el propioOrtega. Ni se construyen artificiosamente, aunque puedan subsistir durante algúntiempo (Checoslovaquia,Yugoslavia,..), ni se des-truyen, salvo por absor-ción, como en el caso

de Borgoña, el corazónde Europa, una posibleNación particular «frus-trada» y causa de losconflictos entre Franciay Alemania en los siglosXIX  y XX, o por suicidio,como puede ocurrir en laEspaña de la Instauración

 juancarlista, dividida enparaestados –la causaprincipal de la actualcrisis interna– y con unanatalidad gravísimamentedecreciente fomentada engran medida por el poder.

La destrucción de lasnaciones es uno de los

grandes temas del inter-nacionalismo socialis-ta. Con esa finalidad, laInternacional socialistahizo suyo el falso prin-cipio de autodeterminación de las naciones en el último cuarto del siglo XIX.Lenin empezó a utilizarlo como instrumento revolucionario alentando el nacio-nalismo de oligarquías locales y sus sucesores lo explotaron sistemáticamentepara promover la revolución mundial instalando en el poder a oligarquías

comunistas o simpatizantes con los intereses de la Unión Soviética.

La verdad, el tiempo y la historia. Alegoría a la Constitución de1812

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La Unión Europa, dominada por el consenso socialdemócrata, versión paci-fista –legalista– de la revolución mundial, está destruyendo las naciones opo-niendo al sentimiento natural de pertenencia a la realidad nacional, que no esexcluyente como el nacionalismo, la ideología del patriotismo vinculado a unpapel: el «patriotismo constitucional» o la Constitución como mito político. Un

invento este último de la revolución francesa difundido con entusiasmo por lasCortes de Cádiz de 1812. Invento felizmente superado por el actual gobiernodel partido popular al reducir la Nación a la «marca España»; reduccionismocomercial tan estúpido como expresivo de la anormal situación de la Naciónmás antigua de Europa, que merece un comentario más detenido. Ni siquierase les había ocurrido a los socialistas o a los separatistas; es un hallazgo de esepartido, fértil en eufemismos para compensar su servilismo e inanidad política;entre los más recientes, los de la «movilidad exterior» para describir la emigra-ción forzosa o las «novedades tributarias» para describir la invención de nuevas

figuras impositivas contra las clases medias.En definitiva, los gobiernos europeos en general se oponen a las nacionesal socializar los desmanes de las oligarquías a costa de esas clases, que sonsu médula. La formación de las clases medias es históricamente consustancialcon la formación de las naciones, que conservando el patriotismo, vinculado ala tierra, modificaron empero sus estructuras desvinculándolo de los estrechoslazos feudales y ampliaron sus horizontes.

Con el auge de las clases medias y de las naciones comenzó el tránsito enla historia universal, de lo que llamó Tocqueville el estado aristocrático de la

sociedad, fundado en el principio de la desigualdad legal, y en cierto modoracial entre los hombres (no en el sentido del racismo tan difundido hoy porlos «antirracistas», sino en el de barrera moral entre los estamentos), al estadodemocrático de la sociedad, fundado en el principio de la homogeneidad de lanaturaleza humana y por tanto de la igualdad legal de todos los hombres, sujetosde las mismas libertades. La revolución francesa fue el punto de ruptura entreambos estados o situaciones que, venían a ser dos mundos en un mismo espa-cio. La revolución reconcilió formalmente en este aspecto el cielo y la tierra,como dijo Hegel, conforme al sentido de la historia.

Políticamente, consistió en la reivindicación por esas clases, bien instaladasya en la sociedad, de la titularidad de la soberanía siguiendo la inspiración nor-teamericana. Ahora bien, en esta parte de América, contaban con la ventaja queal ser un espacio prácticamente vacío en el que existía la igualdad de condicio-nes, que no es lo mismo que la igualdad de oportunidades, puesto que no habíaaristocracias. Norteamérica fue, pues, desde el primer momento, una Nación declases medias autogobernadas, sin Estado, ya que el equivalente a los Estadoseuropeos son allí los Estados Unidos particulares –Texas, Ohio, Iowa, etc.– bajoel gobierno federal, por lo que no son soberanos en el sentido político-jurídico

de la soberanía de Bodino.

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Ahora bien, la ley de hierro de la oligarquía es inexorable y universal yopera también en Norteamérica. Pero está atenuada por un sistema de gobiernofundado en la libertad política: la libertad de los hombres libres, inconfundiblecon las libertades del ciudadano que son facultades legales. Ese sistema no eli-mina ciertamente la ley de hierro, pero la controla hasta ahora aceptablemente.

La relativiza a pesar del creciente intervencionismo. Ciertamente, el impuestosobre la renta, introducido para gravar sólo a los ricos, pero como suele ocurrirgeneralizado luego para todos, autoriza al gobierno a entremeterse en la vidaprivada de los norteamericanos, y la ideología y la demagogia gubernamentalimportadas de Europa empiezan a recortar las libertades aprovechando circuns-tancias políticas. Pero no existe la distinción entre derecho público y derechoprivado, pues las statute law vienen a ser aclaraciones del common-law, por loque el Derecho no ha sido sustituido por la Legislación y sigue siendo propie-dad del pueblo. Con todo, aunque se han acentuado las diferencias económicas

entre las oligarquías y las clases medias debido a las guerras y los abusos de losgobiernos, estas últimas siguen prevaleciendo como la sustancia de la Nación.En la Europa libre del comunismo, el éxito de la política del grupo alemán

Ordo acomodada a las circunstancias europeas, en las que tiene el EstadoSoberano, y con él los partidos políticos, un papel preponderante, inspiró laformación de naciones de clases medias. Sin embargo, el auge de la social-democracia, firmemente asentada ya en Suecia e Inglaterra, propiciado porNorteamérica frente a sus primos comunistas, acabó acercando el «capitalis-mo renano» al capitalismo de Estado, acentuándose las diferencias entre las

oligarquías y el resto, paliadas empero por el auge paralelo del conjunto de laeconomía. No obstante, la gigantesca crisis financiera, que es en el fondo lacrisis del capitalismo de Estado socialdemócrata sino del Estado mismo, estádestruyendo las naciones europeas. Sus gobiernos, firmemente asentados en laomnipresente maquinaria estatal, ya no disimulan su carácter oligárquico y laUnión Europea ha devenido una alianza entre ellos para protegerse mutuamentebajo el amparo intelectual del consenso ideológico socialdemócrata que, susti-tuyendo al cristianismo –en buena medida con el asentimiento de las iglesias ode parte del clero fascinado por el «espejismo de la justicia social» (Hayek)–,

condiciona el êthos de los pueblos europeos.La Unión se parece cada vez más a una sociedad de socorros mutuos. Losgobernantes, dueños del Derecho transformado en Legislación –las leyes quedicta el poder político–, y del crédito dinerario, discuten únicamente sobre losmétodos o, más exactamente, sobre las medidas que convienen a las oligar-quías. Salvado el hecho de que Francia quiere siempre mandar en Europa, lasdiferencias entre los socios son mínimas. No obstante, las divergencias entreAlemania y algunos gobiernos menores (Holanda, Finlandia, Austria), que pre-dican la austeridad (de los gobiernos), y los otros gobernantes europeos –entre

ellos Francia– partidarios del despilfarro descarado (del que se benefician los

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partidos, sus amigos y sus clientelas) invocando lo que llaman democracia y justicia social para conservar el status quo, es decir la oligarquía, pueden tenerun final inesperado si se presiona tanto al gobierno alemán, que se le obliguea abandonar la sociedad de ayudas mutuas para conservarse a sí mismo. A laverdad, en una Europa sin norte, podría ser, paradójicamente, la ocasión para

que los pueblos de las naciones recuperen la iniciativa frente a las oligarquíasdel establishment .

La oligarquía europea es una confabulación de las de los partidos, bancos ygrandes finanzas, monopolios, oligopolios, multinacionales, grandes empresas,y los medios de comunicación que moldean la opinión. Las que dan la carason las oligarquías de los partidos representadas por sus respectivos gobiernos,a los que les compete enfrentarse al pueblo. Reducida la política a «políticaeconómica», confiados en que monopolizan el poder de la maquinaria estatal yla fabricación del dinero, amparándose entre sí, se están enfrentando a los pue-

blos y sus naciones al destruir las clases medias, agobiándolas con impuestose intervenciones contra las rentas menores y la propiedad mediana y pequeña.Simultáneamente, las oligarquías aprovechan la situación para afianzar sus

posiciones aumentando la desigualdad económica y social dando la razón aCarlos Marx, enemigo de la socialdemocracia estatista. Han resucitado así lacuestión social, desaparecida virtualmente en las sociedades de clases medias,y, para disimularlo, las oligarquías políticas están intensificando demagógica-mente la cuestión antropológica heredada del nacionalsocialismo y resucitadatambién por la revolución culturalista de mayo del 68.

Esta cuestión ataca directamente las costumbres, los usos, lo que queda delDerecho, las tradiciones, el êthos y la misma vida y continuidad de los pueblos.Envilece y divide a las naciones, la forma política de Europa. Pero existenpoderosos indicios de que está despertando el instinto de conservación de lospueblos y extendiendo la desafección a los gobiernos. Comienza a adquirir unaintensidad susceptible de graves conflictos políticos añadidos a los de la rena-cida cuestión social, pues plantea un gravísimo problema de civilización anteel que la falsa disyuntiva entre la derecha y la izquierda propia de la cuestiónsocial pierde su razón de ser, dejando en cambio al descubierto la ley de hierro

de la oligarquía. Por encima de las diferencias económicas, sociales, políticas yde estatus, puede llegar a unir a los pueblos de las naciones frente a las oligar-quías, élites extractivas según la expresión de moda, que los explotan rebajandoa las clases medias a la condición de una clase servil. ■

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DE LA INVERTEBRACIÓN DE

ESPAÑA A LA REBELIÓN DE LASMASAS EN JOSÉ ORTEGA Y GASSETMOISÉS SIMANCAS TEJEDOR*

 Dedicado a la gran familia de St. Michael’s Schoolen su 45º Aniversario (cursos 1968-69/ 2013-14)

Preámbulo

El objeto del presente trabajo es el estudio de algunos aspectos de la concepciónde la historia y la sociología en tres de obras de Ortega y Gasset:  España inver-tebrada, que aparece en 1922, pero tiene sus orígenes en una serie de artículosque Ortega comenzó a publicar en El Sol, en 1920; Mirabeau o el político, de1927; y La rebelión de las masas, construida también a partir de los artículosaparecidos en un diario madrileño en 1927, aunque se publicó en 1930.

Así, pues, estas tres obras de Ortega, en las que hay una continuidad temáti-

ca, tienen como trasfondo unos años decisivos en las vidas española y europea,constituyen una respuesta a la circunstancias del período de entreguerras enEuropa y anterior a la guerra de España1.

I. España invertebrada

A continuación, vayamos con la primera parte («Particularismo y accióndirecta») de España invertebrada, obra en la que Ortega va aplicar categoríasbiológicas a la historia y a la sociología; tanto por la atención que el filósofo

presta a las ciencias de la vida, cuanto por la influencia en su pensamiento delvitalismo de Nietzsche.La historia de una nación, el «ciclo de vida» de un «organismo nacional»,

se explica para Ortega en virtud de un proceso de incorporación y otro, pos-

* MOISÉS  SIMANCAS  TEJEDOR  es doctor en Filosofía y Letras (Filosofía y Ciencias de la Educación),profesor de Filosofía y Ética e investigador sobre la Historia del Pensamiento español.

1  En el prólogo a la cuarta edición de España invertebrada, de junio de 1934, Ortega afirmaba que dichaobra tenía en ese momento plena actualidad, por lo mucho que había en ella de anticipación cuando apareció.Con más razón debía considerar actual  La rebelión de las masas, obra que completa con un «Prólogo parafranceses» (1937) y un «Epílogo para ingleses» (1938).

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terior, de desintegración. El proceso de incorporación coincide con el períodoformativo y ascendente de una nación; mientas que el proceso de desintegraciónsupone el período de decadencia de esa nación. Y estos dos principios tendríanpara la historia el mismo valor explicativo que en física tienen el movimiento ylas ecuaciones de movimiento, a las que se reducen diversos fenómenos como

el calor, la luz, etc.El proceso de formación de un organismo nacional se entiende como un

proceso de incorporación de colectividades distintas, de unidades socialespre-existentes en un nivel de organización superior, y no como el producto delcrecimiento o autodesarrollo de un núcleo inicial. Ahora bien, los grupos quecomponen esta estructura superior no pierden su identidad, pues funcionancomo partes, diferenciadas, de un todo. Así, sostiene Ortega, no es, por ejemplo,la unidad de raza lo que da pie a una nación; sino más bien lo contrario: unanación suele estar constituida por razas y pueblos distintos.

Una vez expuesto en qué consiste el proceso de formación de una nación ysu período ascendente, Ortega pasa a caracterizar los agentes de dicho proceso:El poder creador de naciones es un quid divinum, un genio o talento tan

peculiar como la poesía, la música y la invención religiosa. Pueblos sobrema-nera inteligentes han carecido de esa dote, y, en cambio, la han poseído en altogrado pueblos bastante torpes para las faenas científicas o artísticas. […] Romay Castilla, mal dotadas intelectualmente, forjaron las dos más amplias estructurasnacionales2.

Este «talento nacionalizador»  sería un talento de carácter imperativo, un

«saber querer y saber mandar». Ortega señala además que en todo acto deimperar hay que distinguir dos elementos: uno, que es el esencial, la sugestiónmoral (la atracción que ejerce tener en perspectiva grandes tareas a realizar); yotro, que es meramente adjetivo, la imposición material (la fuerza).

Respecto a la fuerza, Ortega dice no coincidir con el pacifismo en su antipa-tía hacia la fuerza, pues fue necesaria en el pasado: «sin ella no habría habidonada de lo que más nos importa en el pasado», como lo será en el futuro: «sila excluimos del porvenir sólo podríamos imaginar una humanidad caótica»;aunque, como ya se ha indicado, lo sustancial sea la creación de un «proyecto

sugestivo de vida en común»:Cuando los pueblos que rodean a Roma son sometidos, más que por laslegiones se sienten injertados en el árbol latino por una ilusión. Roma les sonabanombre de una gran empresa vital donde todos podían colaborar. Roma era unproyecto de organización universal3.

En relación con lo anterior, debemos señalar que la concepción de Ortega a

2  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ:  España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos,Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega y Gasset», núm. 3, coleccióneditada por Paulino Garagorri), 1988, p. 32.

3

  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 33.

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propósito de un don innato en los pueblos para el arte, la religión o para crearnaciones resulta un tanto vaga. Por otra parte, afirmar que en la formación delImperio romano el papel de la fuerza, encarnada en sus legiones, fue adjetivofrente a la invitación a colaborar en una gran empresa, supone idealizar sobre-manera la situación de los pueblos sometidos por Roma. Abundando más en

esta suerte de maquillaje del rostro terrible de la violencia en la historia, añadeOrtega:

Sólo quien tenga de la naturaleza humana una idea arbitraria tachará de para-doja la afirmación de que las legiones romanas, y como ellas todo buen ejército,han impedido más batallas que las que han dado. El prestigio ganado en un com-bate evita otros muchos, y no tanto como el miedo a la física opresión, como porel respeto a la superioridad vital del vencedor4.

Tras estas consideraciones, el caso de España va a servir para ilustrar el pro-ceso de desintegración de un organismo nacional:

Pues bien: yo imagino que el cinematógrafo pudiera aplicarse a la historia y,condensados en breves minutos, corriesen ante nosotros los cuatro últimos siglosde vida española. Apretados unos contra otros los hechos innumerables, fundidosen una curva sin poros ni discontinuidades, la historia de España adquiriría laclaridad expresiva de un gesto y los sucesos contemporáneos en que concluye elvasto ademán se explicarían por sí mismos, como unas mejillas que la angustiacontrae o una mano que desciende rendida.

[…] Hasta su cima, la historia de España es ascendente y acumulativa; desdeella hacia nosotros, la historia de España es decadente y dispersiva5.

Este proceso de desintegración, iniciado hacia 1580, se puede esquemati-zar así:  Pérdida posesiones en Europa   Independencia territorios de ultra-mar   Desastre 98: España vuelve a su primitiva desnudez peninsular  Nacionalismos.

Para Ortega, los nacionalismos vasco y catalán obedecen a la misma mecá-nica que la pérdida del imperio español, quedando reducidos a la unidad de ungesto; puesto que su causa última sería el «particularismo», que consiste en unestado en que las partes del todo comienzan por sentirse y por vivir como todosaparte.

Y esto es debido a que Castilla deja de mandar, es decir, deja de invitar a losotros pueblos a participar en una magna empresa, que exija disciplina y cola-boración: desde Felipe III no se emprende nada, sólo se trata de conservar; ycomo no es el pasado lo que mantiene unida una nación, sino la perspectiva degrandes cosas por hacer juntos, el organismo nacional se desintegra.

Pero el nacionalismo es tan sólo un caso particular de particularismo y, desdeluego, no es la manifestación más grave de esta enfermedad; ya que es mucho

4  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp. 36-37.5  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 45.

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peor, a juicio de Ortega, el particularismo de las clases y grupos profesionales,que amenaza con desintegrar la sociedad española.

La desvertebración de la sociedad se produce cuando las clases y grupossociales pierden de vista que, para subsistir, se necesitan unos a otros; que soninterdependientes, como las distintas partes de un organismo. Falta «elastici-

dad social», es decir, un mínimo de comunicación entre los grupos sociales, deintento de apertura hacia las posiciones de unos y otros.

Consecuencia del particularismo es la «acción directa», esto es, el tratar deimponer nuestra voluntad a los demás sin contar con ellos, como si no existie-ran. A la acción directa contrapone Ortega el «parlamentarismo», entendidocomo la voluntad de contar y de dialogar con los demás.

En la concepción orteguiana, a medida que el «organismo social» crece y secomplican sus necesidades, se produce un movimiento de diferenciación en lasfunciones sociales; siendo ejercida cada función por un «órgano» diferente: el

militar, el político, el industrial, el científico, el artístico, el obrero, etc.:En suma: el proceso de unificación en que se organiza una gran sociedad

lleva el contrapunto de un proceso diferenciador que divide aquélla en clases,grupos profesionales, oficios, gremios6.

Visto lo anterior, podemos preguntamos acerca del rendimiento social ypolítico de esta concepción organicista de la sociedad, en la que el concepto de«clase social» aparece al mismo nivel que el de «grupo profesional», «gremio»u «oficio»; lo que podría servir para ocultar el conflicto y la tensión entre clasessociales en la crisis española de ese momento.

Para comenzar la segunda parte («La ausencia de los mejores») de  Españainvertebrada, señalaremos cómo la historia y la sociología se entrelazan enesta obra de Ortega, estableciendo una conexión entre la historia «ascendente»o «descendente» de una nación, y la relación que se da en la sociedad entreminorías y masas:

Las épocas de decadencia son las épocas en las que la minoría directora deun pueblo –la aristocracia– ha perdido sus cualidades de excelencia, aquellasprecisamente que ocasionaron su elevación. Contra esa aristocracia ineficaz ycorrompida se rebela la masa justamente. Pero, confundiendo las cosas, gene-

raliza las objeciones que aquella determinada aristocracia inspira, y, en vez desustituirla con otra más virtuosa, tiende a eliminar todo intento aristocrático. Sellega a creer que es posible la existencia social sin minoría excelente; más aún: seconstruyen teorías políticas e históricas que presentan como ideal una sociedadexenta de aristocracia. Como esto es positivamente imposible, la nación prosigueacelerada su trayectoria de decadencia. Cada día están las cosas peor. Las masasde los distintos grupos sociales –un día la burguesía; otro, la milicia; otro, el pro-letariado– ensayan vanas panaceas de buen gobierno que en su simplicidad men-tal imaginan poseer. Al fin, el fracaso de las mismas, experimentado al actuar,

6

  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 51.

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alumbra en sus cabezas, como un descubrimiento, la sospecha de que las cosasson más complicadas de lo que ellas suponían, y, consecuentemente, que no sonellas las llamadas a regirlas [...]. Cuando la sensibilidad colectiva llega a estasazón, suele iniciarse una nueva época histórica. El dolor y el fracaso crean enlas masas una actitud de sincera humildad, que las hace volver la espalda a todas

aquellas ilusiones y teorías antiaristocráticas. Cesa el rencor contra la minoríaeminente. Se reconoce la necesidad de su intervención específica en la conviven-cia social. De esta suerte, aquel ciclo histórico se cierra y vuelve a abrirse otro7.

Así, pues, en la historia habría una perenne sucesión de dos clases de épocas:ascendentes, que coincidirían con la formación y asiento de minorías dirigentesy vertebración de la sociedad (épocas «Kitra», en palabras de Ortega); y épocasde decadencia, que serían momentos en los que las minorías directoras de unpueblo han perdido sus cualidades de excelencia y la masa no se siente masa,aspira a ser protagonista y no reconoce el magisterio de los mejores, con lo que

se produciría la disolución del organismo social (a las que Ortega llama épocas«Kali»):De esta manera –concluye Ortega– vendremos a definir la sociedad, en

última instancia, como la unidad dinámica espiritual que forma un ejemplar ysus dóciles. Esto indica que la sociedad es ya de suyo un aparato de perfeccio-namiento8.

Si bien Ortega afirma que en todas las clases sociales y grupos profesionaleshay masa y minoría –aunque, en una sociedad «saludable», las clases superioresposeen una minoría «más nutrida y selecta» que las clases inferiores–, a la vez

que pretende dirigirse a todos los españoles, José Luis Abellán considera que:la teoría de la sociedad que sirve de base al aristocratismo orteguiano –la socie-dad como estructura jerárquica de masas y minorías– es, en el fondo, una teoríadefensiva de un orden social de predominio de la clase burguesa9.

Y respecto al aristocratismo de Ortega, así como a las vacilaciones de sudoctrina política, añade:

el liberalismo de don José era un liberalismo aristocrático que trataba de realizar-se mediante la dirección de los más por los menos, de las masas por las minorías,

de acuerdo con lo que él consideraba estructura jerárquica de la sociedad. [...]La labor de la minoría frente a las masas es sentida por nuestro filósofo comoun deber educativo de formación [...] y selección [...]. Este impulso pedagógicoadquiere formas y sentires autoritarios que le han convertido en un antecedentedel «neo-autoritarismo» de nuestro tiempo. ¿No resulta, pues, comprensible, eneste horizonte de ideas, que se haya visto en él un cierto fascismo? Nada más

7  ORTEGA Y GASSET: op. cit .,. pp. 80-81.8  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 89. Subrayados en el original.9  ABELLÁN, JOSÉ  LUIS: Ortega y Gasset en la filosofía española. Ensayos de apreciación , Madrid,

Editorial Tecnos, S.A., 1966, pp. 36-37.

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lejos de la realidad, sin duda, pero nada menos extraño también, a la vista delfundamento que para sus doctrinas falangistas sacan de la filosofía orteguiana unJosé Antonio o un Ledesma Ramos10.

Desde esta óptica,

Ortega pasa a ocupar-se de los casos contra-puestos de Grecia, porun lado, y de Rusia yEspaña, por otro. En laantigua Grecia habíauna abundancia de per-sonalidades ejemplares,de modelos, pero teníauna masa insuficiente eindócil; de manera queGrecia fue «genial comocultura», aunque «incon-sistente como cuerposocial y como Estado».

El caso contrario lorepresentarían Rusiay España, que, segúnOrtega, serían ejemplosde razas «pueblo», carac-terizadas por la escasezde individuos eminentes,frente a una enorme masapopular; y como conse-cuencia, la minoría «noha podido nunca saturarde su influjo organizador el gigantesco plasma popular». Así, refiriéndose a lasituación particular de España, sentencia Ortega:

Mírese por donde plazca el hecho español de hoy, de ayer o de anteayer, siem-pre sorprenderá la anómala ausencia de una minoría suficiente. Este fenómenoexplica toda nuestra historia, inclusive aquellos momentos de fugaz plenitud11.

Para explicar la ausencia de una minoría suficiente, que hace de España unpueblo masa, Ortega se remonta al nacimiento de las naciones europeas; clasi-ficando a España como un «organismo social» o «animal histórico» que per-

10  ABELLÁN: op. cit ., pp. 40-41.11  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 94.

José Ortega y Gasset sonriente

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tenecería a una «especie determinada»: la misma a la que pertenecen Francia,Inglaterra e Italia.

Las cuatro naciones se habrían formado por la conjunción de tres elementos:la raza autóctona, el sedimento civilizatorio romano y la inmigración germáni-ca. El factor romano sería un elemento neutro, por ser común a todas las nacio-

nes. Pero las diferencias entre estas naciones no vendrían, según Ortega, de lasdiferencias existentes entre las razas autóctonas de cada una de ellas, con sereste elemento importante; sino de la diferente calidad de los pueblos germáni-cos que invadieron esos territorios, con posterioridad a la colonización romana:

Ha habido naciones que se formaron por fusión de varios elementos en unmismo plano. A este tipo pertenecen casi todas las naciones asiáticas. El pueblo Ay el pueblo B se funden sin que en el mecanismo de esa fusión corresponda a unode ellos un rango dinámico superior. Pero nuestras naciones tienen una anatomíay una fisiología histórica muy diferentes de la de esos cuerpos orientales […],

pertenecen a una especie zoológica distinta y tienen su peculiar biología. Sonsociedades nacidas de la conquista de un pueblo por otro –no de un pueblo por unejército como aconteció en Roma–. Los germanos conquistadores no se fundencon los autóctonos vencidos en un mismo plano, horizontalmente, sino vertical-mente. Podrán recibir influjos del vencido, como los recibieron de la disciplinaromana; pero en lo esencial son ellos quienes imponen su estilo social a la masasometida; son el poder plasmante y organizador; son la «forma», mientras losautóctonos son la «materia». Son el ingrediente decisivo; son los que «deciden».El carácter vertical de las estructuras nacionales europeas, que mientras se vanformando las mantiene articuladas en dos pisos o estratos, me parece el rasgotípico de su biología histórica12.

De modo que las diferencias que en origen pudieran existir entre Francia yEspaña, por ejemplo, se deberían a las diferencias que había entre francos yvisigodos; según Ortega, el pueblo franco poseía una mayor «vitalidad históri-ca» que el pueblo visigodo. El pueblo visigodo era el más antiguo de Germania,había convivido con el Imperio romano en su hora de decadencia y había reci-bido su influjo; esto es, era el más «civilizado»:

Toda «civilización» recibida es fácilmente mortal para quien la recibe.Porque la civilización –a diferencia de la cultura– es un conjunto de técnicas

mecanizadas, de excitaciones artificiales, de lujos o luxuria que se va formandopor decantación en la vida de un pueblo. Inoculado a otro organismo popular essiempre tóxico, y en altas dosis es mortal13.

Ortega contrapone la civilización adquirida a la vitalidad innata, entendiendopor «vitalidad» lo siguiente:

el poder de creación en que la vida consiste, cualquiera que sea su misterioso

12  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp. 95-96.13

  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 97.

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origen. Vitalidad es el poder que la célula sana tiene de engendrar otra célula, yes igualmente vitalidad la fuerza arcana que crea un gran imperio histórico. Encada especie y variedad de seres vivos la vitalidad o poder de creación orgánicatoma una dirección o estilo peculiar14.

En la creación de formas sociales los germanos se caracterizan por el feuda-lismo. Pero en España no hubo apenas feudalismo, debido a la «falta de vigor»de los señores feudales, pertenecientes a un pueblo que llegaba a España can-sado e intoxicado por la civilización romana decadente; por eso fue tan rápidala unidad nacional.

De lo anterior se deduce que el organismo social español estaba ya enfermodesde el momento de su constitución, enfermo desde la Edad Media; pues faltódesde el principio una minoría selecta suficiente en número y calidad, constitui-da por los señores feudales –que eran los visigodos invasores–; por consiguien-te, en palabras de Ortega, «tuvo una embriogenia defectuosa».

Por otra parte, la posterior expansión y conquista española se debió a la pron-ta unificación con respecto a otras naciones en las que el poder estaba disperso,y, por tanto, en ese momento eran más débiles:

La unidad obró como una inyección de artificial plenitud, pero no fue un sín-toma de vital poderío. Al contrario: la unidad se hizo tan deprisa porque faltabaun fuerte pluralismo sustentado por grandes personalidades de estilo feudal15.

A la vista de lo anterior, podemos concluir que, en este momento, es esencialpara el análisis de la historia que realiza Ortega la biología; asimismo, se nota

un marcado acento vitalista que, junto con el aristocratismo, denotaría la huellade Nietzsche.Y a este respecto, resultan muy útiles las consideraciones de Gonzalo

Sobejano, a propósito del influjo de Nietzsche en Ortega y Gasset y en la gene-ración de 1914. Para Sobejano, Ortega «es el escritor de la nueva generaciónen quien la influencia de Nietzsche es más extensa, intensa y trascendental»16. Así, la razón vital, el perspectivismo o el aristocratismo ético-social, doctrinasfundamentales en Ortega, tienen evidente relación con el ideario de Nietzsche.

Ortega se inició en la lectura de Nietzsche muy joven, estimulado por Ramiro

de Maeztu, y «fue uno de los pocos españoles que desde un principio pudieronleer a Nietzsche en su idioma original»17.No obstante, la actitud que Ortega mantendrá respecto a Nietzsche se carac-

terizará, de una parte, por la simpatía hacia las ideas del filósofo alemán, y de

14  ORTEGA Y GASSET: ibídem.15  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 106.16  SOBEJANO, GONZALO: «El influjo de Nietzsche en la generación de 1914. Pensadores: Ortega y

Gasset», en Nietzsche en España, Madrid, Editorial Gredos, S. A. («Biblioteca Románica Hispánica»), 1967,p. 527.

17

  SOBEJANO: op. cit ., p. 531.

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otra, por «el disgusto por la desorbitación y el patetismo de ciertas concepcio-nes y expresiones de éste»18.

Y, a propósito de la pervivencia de este influjo de Nietzsche el pensamientode Ortega, añade Sobejano que:

los reflejos del vitalismo de prosapia nietzscheana que Ortega, a pesar de su

respeto a la razón y de su acceso a la interpretación histórica de ésta, continúaverificando, se prolongan en los años de la República y de la postguerra19.

Como ya se ha indicado, junto con la valoración de la vida, el influjo deNietzsche en la obra de Ortega lo hallamos en el perspectivismo –en nuestraopinión ambos temas están ligados, ya que ¿a qué apunta la distinción entrevida ascendente y vida descendente, si no es a una pluralidad de perspectivassobre la propia vida?–; si bien es cierto que en Ortega hay una voluntad deverdad, como integración de perspectivas diversas y cambiantes, ligada a unarevalorización de la razón frente al irracionalismo nietzscheano:

Perspectivismo y raciovitalismo  –dice Sobejano– constituyen los cimientosde la filosofía orteguiana, la cual yergue una ética que, en lo individual, se deter-mina por la fiel y plena realización de la persona («llega a ser el que eres») y enlo social y político establece como norma un radical aristocratismo de inspiraciónnietzscheana (ser ejemplar, dirigir los superiores a los inferiores)20.

Efectivamente, en estrecha conexión con el vitalismo y el perspectivismoestá el tema del aristocratismo: por un lado, la distinción entre vida ascendentey descendente lleva aparejada la diferencia entre el hombre superior y el hom-

bre masa; y por otro, la ejemplaridad y docilidad que corresponden a uno y otroimplican distintos modos de valorar la vida. Por ello, compartimos la siguienteafirmación de Sobejano:

El aristocratismo de Ortega, arraigado en el de Nietzsche, adquiere aplicacio-nes trascendentales en tres esferas: la político-nacional de España invertebrada,la individual-paradigmática de Mirabeau o el político y la social de La rebeliónde las masas21.

Volviendo con la obra que ahora nos ocupa,  España invertebrada, Ortegapasa a ofrecer su diagnóstico sobre los males de España, dividiéndolos en dife-

rentes estratos, en función de su gravedad:En el estrato más superficial, Ortega situaría «los errores y abusos políti-cos, los defectos de las formas de gobierno, el fanatismo religioso, la llamada“incultura”, etc., etc.». En un segundo estrato estarían situados los fenómenosde disgregación, cuyos caracteres son el «particularismo» y la «acción direc-ta». Y por último, en un tercer estrato, el más profundo, tendríamos la indocili-

18  SOBEJANO: op. cit ., p. 529.19  SOBEJANO: op. cit ., p. 549.20  SOBEJANO: op. cit ., p. 549.21  SOBEJANO: op. cit ., p. 552.

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dad de las masas, unida a la escasez endémica de los mejores. Por fin, concluyeOrtega que:

la norma histórica, que en el caso español se cumple, es que los pueblos degene-ran por defectos íntimos. Trátese de un hombre o de una nación, su destino vitaldepende en definitiva de cuales sean sus sentimientos radicales y las propensio-

nes afectivas de su carácter22.

Pero, entonces, cabe preguntarse: si ese defecto de España es congénito, siobedece a pura biología, ¿cómo justificar el paso a la regeneración social ypolítica? Más aún, aunque Ortega proponga un imperativo de selección cultural,no vemos cómo se puede corregir esa fatalidad vital.

II. Mirabeau o el político

Sobejano plantea la posibilidad de que «Ortega pudo aprender a admirar a Mirabeau a través de Nietzsche concretamente»23. En todo caso, Ortega comienza por presentarnos a Honoré Gabriel Riquetti,

conde Mirabeau y uno de los más destacados líderes de la Revolución francesa,como «arquetipo del político»:

Arquetipo, no ideal. [...] Tal vez el grande y morboso desvarío que Europaestá ahora pagando proviene de haberse obstinado en no distinguir los arquetiposy los ideales. Los ideales son las cosas según estimamos que debieran ser. Losarquetipos son las cosas según su ineluctable realidad. Si nos habituásemos a

buscar de cada cosa su arquetipo, la estructura esencial que la Naturaleza, porlo visto, ha querido darles, evitaríamos formarnos de esa misma cosa un idealabsurdo que contradice sus condiciones más elementales24.

A este respecto, Ortega distingue entre el «método político», que busca elengarce del ideal con la realidad, y la «magia», propia del utopismo moderno.Así, para Ortega, la política de Mirabeau fue «la obra más clara que se inten-tó en la Revolución Francesa», al postular un equilibrio entre las fuerzas decontención y de cambio social; por lo que Mirabeau fue capaz de improvisar  

22  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p. 112.23  SOBEJANO: op. cit ., p. 557. Nietzsche se refiere a Mirabeau en La gaya ciencia (1882), Libro segundo,

&95. - «Chamfort» [Cfr. Nietzsche, Friedrich,  La gaya ciencia, 2ª edc., Madrid, Ediciones Busma («Poesíay Prosa Popular», núm. 94), abril 1990, p. 113]; y en la Genealogía de la moral (1887), Primer tratado, &10[Cfr. Nietzsche, Friedrich, Genealogía de la moral, Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular»,núm. 51), 1985, p. 62]. Para este tema ver: MORALEJA JUÁREZ, ALFONSO, y SIMANCAS TEJEDOR,MOISÉS: «La figura de Mirabeau en Ortega y Nietzsche», en Jiménez García, Antonio, Orden Jiménez, RafaelV. y Ajenjo Bullón, Xavier eds.,  Nuevos estudios sobre Historia del Pensamiento Español: Actas de las V

 Jornadas de Hispanismo Filosófico, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi-Asociación de HispanismoFilosófico, 2005, pp. 451-462.

24  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: Mirabeau o el político, Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial

(«Obras de José Ortega y Gasset», núm. 30), 1986, pp. 10-11.

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«toda una política nueva, que va a ser la política del siglo  XIX  (la Monarquíaconstitucional)»25.

Y a propósito de Mirabeau como gran hombre político, aunque fuera acusadode venalidad y de otras inmoralidades, Ortega establece una distinción entre«magnanimidad» y «pusilanimidad»:

Desde hace siglo y medio todo se confabula para ocultarnos el hecho de quelas almas tienen diferente formato, que hay almas grandes y almas chicas, dondegrande y chico no significan nuestra valoración de esas almas, sino la diferenciareal de dos estructuras psicológicas distintas [...]. El magnánimo y el pusilánimepertenecen a dos especies diversas; vivir es para uno y otro una operación desentido divergente y, en consecuencia, llevan dentro de sí dos perspectivas mora-les contradictorias. Cuando Nietzsche distingue entre «moral de los señores» y«moral de los esclavos», da una fórmula antipática, estrecha y, a la postre, falsade algo que es una realidad innegable26.

En paralelo a estos tipos humanos, Ortega distingue entre las «virtudes dela pusilanimidad», que consisten en no hacer, pues el pusilánime carece de«destino»; y las «virtudes magnánimas», propias de quien tiene «necesidad» y«misión» de crear grandes obras, para ser él mismo:

Conste, pues, que no me ocurre disputar el título de virtudes a la honradez, ala veracidad, a la templanza sexual. Son, sin duda, virtudes; pero pequeñas: sonlas virtudes de la pusilanimidad. Frente a ellas encuentro las virtudes creadoras,de grandes dimensiones, las virtudes magnánimas. […] Pues no es sólo inmoralpreferir el mal al bien, sino igualmente preferir un bien inferior a un bien supe-

rior. Hay perversión dondequiera que haya subversión de lo que vale menoscontra lo que vale más. Y es, sin disputa, más fácil y obvio no mentir que serCésar o Mirabeau27.

Y como muestra de la proyección social y política de estas apreciacionespsicológicas y morales, he aquí las siguientes palabras de Ortega:

Es preciso ir educando a España para la óptica de la magnanimidad, ya quees un pueblo ahogado por el exceso de virtudes pusilánimes. Cada día adquieremayor predominio la moral canija de las almas mediocres, que es excelente cuan-do está compensada por los fieros y rudos aletazos de las almas mayores, peroque es mortal cuando pretende dirigir una raza y, apostada en todos los lugaresestratégicos, se dedica a aplastar todo germen de superioridad28.

Más adelante, Ortega contrapone la figura del intelectual, que se define porla reflexión, a la del político, definido por la acción:

Hay, pues, dos clases de hombres: los ocupados y los preocupados; políticos

25  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., p. 13.26  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., p. 18.27  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., pp. 20-21.28  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., pp. 21-22.

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e intelectuales. Pensar es ocuparse antes de ocuparse, es preocuparse de lascosas, es interponer ideas entre el desear y el ejecutar. La preocupación extremalleva a la apraxia, que es una enfermedad. El intelectual es, casi siempre, un pocoenfermo. En cambio, el político es –como Mirabeau, como César–, por lo pronto,un magnífico animal, una espléndida fisiología29.

Sin hablar en Ortega de una disociación entre razón y vida, como pudierahacernos pensar la anterior distinción entre el intelectual –reflexivo y escrupu-loso– y el político –impulsivo y activo–, sí es cierto que en su filosofía la vidaexplica la moral. Y en esta línea, la imagen del «titán», cuya vitalidad creadorale lleva a la desmesura, será la que represente al gran político:  

Todas esas excelencias que se revelan en la hora ilustre suponen genio, cier-tamente; pero también un substrato de ciertas condiciones orgánicas que, aisla-das, parecen monstruosas. Tales son la impulsividad, el activismo y la inquietudconstantes, la falta de escrupulosidad. Sobre éstas va a caballo el genio; sin esas

capacidades psicofisiológicas, que son como fuerzas brutas y poderes elementa-les –demoníacos, diría un antiguo–, no hay grande hombre político30.

Por eso, Ortega consideraba que el «error de perspectiva» de Europa con-sistía, junto con la inversión de valores y la subversión de lo inferior contra losuperior, en no distinguir entre arquetipos e ideales:

Una hipocresía radical nos ha llevado a no querer ver de la vida lo que lassucesivas morales declaraban indeseable, como si esto bastase para poder pres-cindir de ello. No se trata de pensar que todo lo que es, puesto que es, ademásdebe ser, sino precisamente de separar, como dos mundos diferentes, lo uno y

lo otro. Ni lo que es, sin más debe ser, ni viceversa, lo que no debe ser, sin másno es31.

Más aún, frente al conformismo con lo real y al reformismo ideal, Ortegasostiene que la auténtica política, como lo fue la de Mirabeau –quien, comogran político, poseía «intuición histórica» –, pretendería la «unidad de contra-rios»:

hacer posible el mutuo complemento de estas dos tendencias exclusivas: la refor-ma emanada de una previa conformidad con lo real; la modificación ideal de lavida, que parte de haber reconocido previamente sus condiciones32.

Por último, Ortega señala el carácter instrumental del Estado en función dela nación, que es la realidad histórica vital, cosa que habrían olvidado tanto «radicales» como «autoritarios»:

Rusia e Italia han preferido equivocarse y en vez de innovar profundamente,han seguido la tradición utópica de los últimos siglos: han preferido el fantasma

29  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., p. 35.30  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., pp. 35-36.31  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., 41. Subrayados en el original.32

  ORTEGA Y GASSET,JOSÉ:

 op. cit ., p. 42.

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transitorio de un Estado «perfecto» al porvenir de una nación vigorosa y saluda-ble. Yo deseo para nuestra España una solución inversa, más completa y de máslarga perspectiva. […]

En la historia triunfa la vitalidad de las naciones, no la perfección formal delos Estados. Y lo que debe ambicionarse para España en una hora como ésta es

el hallazgo de instituciones que consigan forzar al máximum de rendimiento vital(vital, no sólo civil) a cada ciudadano español33.

Así, pues, el vitalismo y aristocratismo orteguianos tienen una articulaciónsocial y política que estaba ausente en la filosofía de Nietzsche; ya que Ortegava a rechazar cualquier forma de «estatismo»  que anule a los individuos yaplaste a las minorías, a la vez distinguirá entre democratismo (igualitarismo)y liberalismo.

III. La rebelión de las masas

En La rebelión de las masas Ortega vuelve sobre la idea de que toda sociedad,por lo menos en Occidente, tiene una estructura básica: su articulación en masas

33  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: op. cit ., p. 44.

Ortega y Gasset con César González Ruano, Unamuno, y otros

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y minorías rectoras. Y esto supone la aceptación por las masas de la tutoría y elmagisterio de los mejores, esto es, disciplinarse en torno a un proyecto, empre-sa, o tarea ideados por esa minoría; así como la aspiración del «hombre medio» a seguir el ejemplo de los individuos egregios.

Sin embargo, hoy, las masas se rebelan, no aceptan el papel que les es propio:

gravitar alrededor de las minorías directoras. Por el contrario, afirma Ortega,nunca antes han tenido las masas tal protagonismo y poder social.

Pero, ¿por qué esta rebelión? Porque el hombre masa se ha encontrado conun mundo en el que puede disfrutar de unas ventajas, en todos los órdenes, queno tenían los hombres de otras épocas; un mundo más rico, porque en él ha cre-cido el repertorio de posibilidades vitales: todo lo que puedo ser y me es dadohacer («mundo» y «circunstancias»).

Debido a esto, el hombre de nuestro tiempo tiene la sensación de que su vidaes más vida que la vida de los hombres de otras épocas; por lo que el pasado se

le ha quedado pequeño y los moldes de otras épocas no le sirven para encauzarsu vida, a la vez que tampoco tiene un proyecto claro de futuro.Pues, bien, esta sensación de que su vida es más vida es causa de que las

masas se sientan señoras, dueñas de su destino y se muestren indóciles a lasminorías:

La soberanía del individuo no cualificado, del individuo humano genérico ycomo tal, ha pasado, de idea o ideal jurídico que era, a ser un estado psicológicoconstitutivo del hombre medio34.

Al mismo tiempo, mientras el individuo excelente se pone siempre al servi-cio de un ideal que lo trasciende y concibe la vida como autoexigencia, discipli-na y servicio; las masas solo quieren satisfacer sus apetitos y deseos, tal y comoharía un niño caprichoso, sabiéndose vulgares e imponiendo esa vulgaridad.

Pero esta situación de privilegio respecto a otras épocas, que disfruta el hom-bre masa, se debe a ciertos principios con los que, paradójicamente, se muestrainsolidario: liberalismo (en el que no se da el imperio de las masas, sino que supapel se reduce a adherirse a los programas de las minorías) y parlamentarismo(que supone contar con los demás, salir uno de sí para intentar comprender la

posición del otro, discusión, apelar a instancias superiores al propio capricho),industrialismo y técnica (a los que va muy unida la ciencia, que es labor deminorías cualificadas y de individuos excelentes).

La rebelión de las masas en todos los órdenes, junto con el «hermetismodel alma», lleva al hombre masa a intervenir en política en forma de «accióndirecta»“ y con violencia, que sería el modo de proceder del «fascismo» y del«sindicalismo»:

34  ORTEGA Y GASSET, JOSÉ:  La rebelión de las masas, Barcelona, Ediciones Orbis, S.A. («Historia delpensamiento»), 1983, pág.48.

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Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez enEuropa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni tener razón, sino, sen-cillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: elderecho a no tener razón, la razón de la sinrazón. Yo veo en ello la manifestaciónmás palpable del nuevo modo de ser de las masas, por haberse resuelto a dirigirla sociedad sin capacidad para ello35.

El predominio de la masa se manifiesta también en el «estatismo», en dondeel Estado no tiene límites, de modo que no se respeta a los individuos y a lasminorías. Por ello, Ortega califica al fascismo y al «bolchevismo» de «primiti-vismo»; es decir, de no ser verdaderas alboradas, al de no estar a «la altura delos tiempos». Y avisa del peligro del estatismo:

El estatismo es la forma superior que toman la violencia y la acción directa,constituidas en norma. Al través y por medio del Estado, máquina anónima, lasmasas actúan por sí mismas.

Las naciones europeas tienen ante sí una etapa de grandes dificultades en suvida interior, problemas económicos, jurídicos y de orden público sobremaneraarduos. ¿Cómo no temer que bajo el imperio de las masas se encargue el Estadode aplastar la independencia del individuo, del grupo, y agostar así definitiva-mente el porvenir?36.

En relación con lo expuesto, Fernando Ariel del Val sostiene la tesis de que lateoría sociológica de Ortega y Gasset, con su distinción entre minoría y masa,puede explicarse dentro del proceso de lenta y trabajosa afirmación de la bur-guesía en España, que, a lo largo del siglo XIX y el primer tercio del XX, sufre

continuos contragolpes; debido a que las fuerzas del antiguo régimen son muyactivas en la sociedad española, así como a la combatividad del movimientoobrero:

En esta óptica, la obra y la actividad orteguianas se inscriben dentro de latentativa de legitimación del indeciso movimiento de la burguesía liberal espa-ñola en busca del espacio social, económico y político en que desarrollar suhegemonía. Los instrumentos de dicha legitimación los tomará Ortega del mundocultural e ideológico de su tiempo37.

Al mismo tiempo, no obstante su liberalismo y su rechazo de cualquier

forma de estatismo –hoy diríamos «totalitarismo»–, en el pensamiento deOrtega hay una cierta ambigüedad; puesto que en su teoría aristocrática –comoen las teorías «elitistas», del período de entreguerras, de Vilfredo Pareto,Gaetano Mosca y Robert Michels– hay ciertos elementos que, de algún modo,

35  ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp. 85-86.36  ORTEGA Y GASSET,: op. cit ., p. 123.37  ARIEL DEL VAL, FERNANDO:  Historia e ilegitimidad. La quiebra del Estado liberal en Ortega

(Fragmentos de una sociología del poder), Madrid, Editorial de la Universidad Complutense de Madrid,

1984, p. 32.

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ayudaban a crear un clima social favorable a las ideas de corte autoritario. Diceal respecto Ariel del Val:

Lo significativo en la posición de Ortega […] consiste en que partiendo deuna posición liberal, en cuanto a la forma política de la legitimación del sistemade poder social, en la que la hegemonía corresponde, sin ninguna duda, a la bur-

guesía industrial [...] su liberalismo se desdibuja, sobre todo a medida que la cri-sis social española avanza. Pero, [...] los contenidos valorativos e ideológicos desu liberalismo albergan los elementos potenciales de una concepción del mundolejana al liberalismo. Su concepto de la nación, del poder, de la historia y de lasociedad aloja una carga considerable de falsa conciencia, que no será explicita-da hasta sus últimas consecuencias por Ortega, sino por sus epígonos fascistas:Giménez Caballero, J. A. Primo de Rivera y Ramiro Ledesma, entre otros38.

Si bien es cierto que Ortega va a suministrar no pocos argumentos y con-ceptos que quedan a disposición del falangismo, a la vez que su liberalismo

se desdibuja conforme avanza la crisis social española; no podemos estar deacuerdo con el anterior juicio de Ariel del Val, ya que supone una lectura ses-gada y fragmentaria del conjunto de las ideas político sociales de Ortega. Pues,aunque José Antonio tomó de Ortega su estilística literaria y la expresión formalde muchos conceptos, precisamente al quedar incorporados a una concepciónlejana al liberalismo, adquieren un sentido diferente u otra intención bien mani-fiesta39.

Bibliografía citada:

ABELLÁN, JOSÉ LUIS: Ortega y Gasset en la filosofía española. Ensayos deapreciación. Madrid, Editorial Tecnos, S.A., 1966, pp. 177.

ARIEL DEL VAL, FERNANDO:  Historia e ilegitimidad. La quiebra del Estadoliberal en Ortega (Fragmentos de una sociología del poder), Madrid, Editorialde la Universidad Complutense de Madrid, 1984, pp. 329.

MORALEJA JUÁREZ, ALFONSO  y SIMANCAS TEJEDOR, MOISÉS: «Lafigura de Mirabeau en Ortega y Nietzsche», en Jiménez García, Antonio,

Orden Jiménez, Rafael V. y Ajenjo Bullón, Xavier eds.,  Nuevos estudios sobre Historia del Pensamiento Español: Actas de las V Jornadas de HispanismoFilosófico, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi-Asociación de HispanismoFilosófico, 2005, pp. 451-462.

38  ARIEL DEL VAL, op. cit ., p. 46.39  Para este tema ver: SIMANCAS TEJEDOR, MOISÉS:  «La recepción de José Ortega y Gasset en el

pensamiento de José Antonio Primo de Rivera», en Capellán de Miguel, Gonzalo y Agenjo Bullón, Xaviereds., Hacia un nuevo inventario de la ciencia española: Actas de la IV Jornadas de Hispanismo filosófico,

Santander, Asociación de Hispanismo Filosófico-Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, pp. 335-345.

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NIETZSCHE, FRIEDRICH: Genealogía de la moral, Madrid, Ediciones Busma(«Poesía y Prosa Popular», núm. 51), 1985, pp.183. [Estudio preliminar:«Sentimiento de culpa, castigo y otras formas de crueldad» por Enrique LópezCastellón].

 – La gaya ciencia, 2ª edc., Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular»,núm. 94), abril 1990, pp. 271. [Traducción: Luis Díaz Marín. Estudio prelimi-nar: «Como una alegre canción de danza» por Enrique López Castellón].

ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: España invertebrada. Bosquejo de algunos pensa-mientos históricos, 3ª edc., Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial(«Obras de José Ortega y Gasset», núm. 13), 1988, pp. 160. [Nota preliminar dePaulino Garagorri, editor de la colección. Esta edición incluye los dos prólogosque a la 2ª y 4ª edición de este libro antepuso Ortega y una «conclusión» quenunca se había reproducido; y como apéndices dos prólogos y la serie de artí-

culos sobre «El poder social», en los que Ortega alude a este libro y desarrollatemas planteados en el mismo.]

 –  La rebelión de las masas, s. l., Ediciones Orbis, S. A. («Historia del pen-samiento»), 1983, pp. 205. [La presente edición, tomada de la Revista deOccidente en Alianza Editorial, incluye un «Prólogo para franceses» (1937)y un «Epílogo para ingleses» (1938); así como el escrito «En cuanto al paci-fismo», publicado en el número de julio de 1938 de la revista The NineteenthCentury.]

 –  Mirabeau o el político / Conteras o el aventurero / Vives o el intelectual,Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega yGasset», núm. 30), 1986, pp. 146. [Nota preliminar de Paulino Garagorri, editorde la colección. En este volumen se recogen tres estudios biográficos de Ortegay Gasset sobre Mirabeau (1927), Alonso de Contreras (1943) y Juan Luis Vives(1940)].

SIMANCAS TEJEDOR, MOISÉS: «La recepción de José Ortega y Gasset enel pensamiento de José Antonio Primo de Rivera», en Capellán de Miguel,Gonzalo y Agenjo Bullón, Xavier eds., Hacia un nuevo inventario de la cien-

cia española: Actas de la IV Jornadas de Hispanismo filosófico, Santander,Asociación de Hispanismo Filosófico-Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, pp.335-45 (ahora en García de Tuñón y Aza, José María, José Antonio y su circuns-tancia, ¿Oviedo?, Fundación Ramiro Ledesma, octubre de 2002, pp. 139-61).

SOBEJANO, GONZALO: «El influjo de Nietzsche en la generación de 1914.Pensadores: Ortega y Gasset», en  Nietzsche en España, Madrid, EditorialGredos, S. A. («Biblioteca Románica Hispánica»), 1967, pp. 526-564. ■ 

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EL LEGADO DE LA

ESCUELA DE SALAMANCAFRANCISCO PÉREZ DE ANTÓN*

Una mañana de otoño de 1979, los miembros de la sociedad Mont Pélerin,reunidos en Madrid para celebrar nuestra Asamblea General, ultimábamoslos preparativos para viajar a la ciudad de Salamanca. Luego de tres días dedebates, dicha asamblea debía concluir en el Aula Magna salmantina con una

conferencia presidida por el profesor Hayek, fundador de la sociedad, y unaconferencia de Marjorie Grice-Hutchinson. El día era fresco y agradable y elcielo de Castilla se mostraba diáfano. Ojerosos y medio dormidos por el madru-gón, abordamos los autobuses que nos llevarían a la ciudad del Tormes y, pocashoras más tarde, enfilábamos a pie la calle de Libreros y alcanzábamos el patiode las Escuelas Menores de la vieja Universidad.

Inmersos en aquel espacio recoleto, presidido por la estatua de Fray Luis deLeón, observando las doradas piedras del entorno y admirando la fachada de laRectoría, auténtico altar mayor del plateresco español, aguardamos una media

hora a que el grupo se reuniera. Pero el tiempo transcurría y allí no sucedíanada. Finalmente, casi una hora después, alguien dijo en alta voz: «¡Hemosperdido a Hayek! ¡Hemos perdido a Hayek!».

La alarma cundió en el patio, mas sólo para convertirse en anécdota. Y esque el buen profesor se había quedado en Madrid durmiendo como un bendito.Hayek, casi octogenario, usaba un audífono que se quitaba a la hora de acostar-se y no había podido escuchar el timbre del despertador. Y lo que era más grave,nadie se había percatado de su ausencia hasta llegar a Salamanca.

Si he empezado con esta anécdota mi exposición es porque, hoy, cuando

hemos perdido de verdad a Hayek, quería dedicar un emocionado recuerdo a sumemoria. Mucho de lo que sabemos y somos, sobre todo quienes hemos pasadopor las aulas de esta querida Universidad, a él se lo debemos. Pero, además,gracias a Hayek, la visión que el mundo tiene hoy de sí mismo es más razonabley completa de lo que era hace cincuenta años. Y los ideales que el admirado

*  FRANCISCO  PÉREZ  DE  ANTÓN  es Ingeniero Agrícola y Master en Economía, empresario y escritor.Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua y de la Academia de Geografía e Historia deGuatemala, así como catedrático de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. El texto correspondea la conferencia pronunciada el 6 de mayo de 1992 en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.

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profesor sostuvo a lo largo de su vida, siguen alentando, por suerte, el deseouniversal de una sociedad más libre, más abierta y más humana.

La visita a Salamanca, además, contenía un simbolismo que la mayoría de losasistentes ignorábamos. Hayek había sugerido que el acto cumbre de la reuniónde Madrid tuviera lugar en el Aula Magna salmantina para rendir allí homenaje

a los precursores del pensamiento liberal, en sus dos vertientes, la política y laeconómica.

El efecto de lo que se dijo allí aquella mañana fue sorprendente para muchosde los colegas venidos de todas partes del mundo. Que las raíces del liberalismohubieran brotado en España, y en el siglo XVI, rompía toda clase de esquemasmentales y ponía en danza toda clase de prejuicios. La España del Siglo de Oroseguía siendo para muchos una nación guerrera, mercantilista e intolerante. Deahí que resultara difícil creer que, en aquel ambiente, hubiera surgido un grupode intelectuales capaz de concebir dos instituciones que, como la libertad polí-

tica y la economía de mercado, son los pilares de la civilización moderna. Y elpropósito de estas palabras no es otro que rendir homenaje a aquellos hombres,en el mismo espíritu que el profesor Hayek quiso hacerlo aquella mañana deseptiembre de 1979.

España, en los albores de la Edad Moderna

España, como se sabe, es la primera nación-Estado de Europa, en el sentidomoderno del término. Estamos en 1492. El Nuevo Mundo es todavía territorio

desconocido en tanto una serie de cambios administrativos, fiscales, militaresy religiosos han configurado un sistema político nuevo. España es ahora patri-monio de la Corona de Castilla y Aragón, unidas en las personas de Isabel yFernando. Un acendrado sentido de unidad preside estas reformas. Y la expul-sión de judíos y moriscos ese mismo año consolida un Estado confesional, suje-to al control de la Iglesia, motivo por el que a ambos monarcas se les otorgaráel título de Católicos. En el reino de España, en fin, hay ley y hay orden y cadacosa está en su sitio: «los soldados en la guerra, los obispos en sus diócesis ylos ladrones en la horca», según la conocida frase de Isabel la Católica.

Pocos años después, sin embargo, a la muerte de ambos monarcas, las diver-gencias y las tensiones reaparecen. Y en 1520, cuando Carlos I, nieto de Isabely Fernando, accede al trono de España, los acontecimientos se precipitan. Elrey tiene sólo 20 años y no habla español. Nacido en Gante (Bélgica) y educadoen Bruselas, Carlos I llega a España acompañado de una corte de extranjerosque despiertan la antipatía popular. Una de sus primeras medidas consiste enimplantar una serie de tributos. Y de resultas, las Comunidades castellanas sealzan en abierta rebelión contra el monarca.

En opinión de muchos historiadores, este movimiento supone la primera

insurrección moderna de la historia europea y un clarísimo antecedente de la

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Revolución Francesa. La rebelión de los llamados Comuneros de Castilla surgeen ciudades como Toledo, Burgos, Segovia y Ávila, pero es en Salamancadonde se escuchan las primeras voces que exigen la limitación del poder real.

Lo que las Comunidades demandan al rey es una suerte de monarquía cons-titucional, parecida a la que, salvando distancias y siglos, existe hoy en varios

países europeos. Su petición se fundaba en los derechos heredados de una anti-gua institución política, las Cortes, por la cual el rey se sometía al escrutinio y alconsejo de una asamblea formada por la burguesía urbana, es decir, la nobleza,el clero y los notables designados por elección popular o por sorteo en los dis-tintos reinos de la península.

Si subrayo este hecho histórico es porque, de otra forma, no se comprenderíapor qué a lo largo del siglo XVI los maestros de Salamanca reiteraron con tantainsistencia la necesidad de establecer un modelo político más abierto y menosautoritario.

Pero ni la historia ni los tiempos estaban a favor de un movimiento que seresistía al absolutismo real. La idea de que los cargos públicos fueran tempora-les y elegidos por voto popular, y de que las decisiones del monarca estuvieransujetas al escrutinio de las comunidades, sería derrotada en un pueblecito de lameseta llamado Villalar. Y en lo sucesivo, será la concepción de un gobiernocentralista el sistema político que habrá de prevalecer durante siglos en España.

Los problemas de un mundo nuevo

Pero si bien el movimiento comunero supuso una frustración histórica importan-te, no lo es menos entender la tentación absolutista del monarca. El poder y losdominios de Carlos I es en esos momentos enorme. Además de rey de España,Carlos hereda ese mismo año la corona del Sacro Imperio Romano Germánico,lo que significa que, además del trono español, posee dominio absoluto sobreCerdeña, Sicilia, el reino de Nápoles (más de la mitad de la península italiana),Austria, Hungría, Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, las islas dela Mar Océana (hoy el Caribe) y parte del Norte de África. Más de la mitad deEuropa está en sus manos. Y por si esto fuera poco, los conquistadores pondrán

muy pronto a sus pies todo un continente.Este era el mapa político de un Imperio que muy pronto se verá inmersoen numerosos conflictos militares a causa del cisma de Lutero, en el Norte,y la amenaza del Imperio Otomano por el Este. Pero, más allá de los hechosmilitares y políticos de aquel tiempo, España deberá abordar estas tensionesen medio de un arduo debate planteado en torno a la libertad, la justicia ylos derechos humanos. Las alteraciones provocadas por el descubrimiento yconquista del Nuevo Mundo han creado en intelectuales y teólogos el graveproblema de hacer compatible la fe con el nuevo estado de cosas, así como la

necesidad de resolver infinitas dudas de orden político, jurídico, económico y

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moral. Gobernantes, predicadores, mercaderes, confesores y fieles acuden a lasUniversidades en busca de guías y luces. ¿Era justa la conquista? ¿Tenía dere-cho la Corona a los nuevos territorios? ¿Eran los indios súbditos o esclavos?¿Tenían alma racional? ¿Por qué los doblones castellanos valían más en Franciaque en España? ¿Por qué se elevaban los precios? ¿Era justo que subieran?

He aquí una serie de preguntas para las que un país todavía sometido a loscondicionamientos del Medievo no tenía ninguna respuesta. Y serán justamentelos intelectuales de Salamanca quienes tomen para sí tan espinoso asunto y denuna opinión académica y moral sobre temas como el interés, la propiedad, losimpuestos, la formación de los precios, la usura, la libertad política, los dere-chos humanos y la autodeterminación de los pueblos.

De los maestros de Salamanca será también la utopía del hombre nuevoque Las Casas intentará llevar a la práctica en la región guatemalteca de lasVerapaces. El encuentro con millones de seres humanos, de los cuales no se

tenía noticia, obligará también a los maestros salmantinos a redefinir el hombreen un contexto más amplio. E imbuidos de un profundo espíritu humanista,buscarán un denominador común capaz de vincular a todos los hombres ynaciones de la tierra mediante una filosofía basada en la ley natural y el derechode gentes. Y el resultado de tales reflexiones será una serie de tratados que hoyasombran por su lucidez y profundidad.

Pero, ¿quienes eran aquellos maestros? ¿Y por qué se agruparon precisamen-te en Salamanca?

Un maestro de maestrosA principios del siglo XVI, Salamanca es una ciudad de unas 20.000 personasde los que alrededor de 7.000 son estudiantes. La Universidad, fundada en1243 y la tercera más antigua de Europa, es, pues, el eje alrededor del cual girala vida urbana. Pero no será sino hasta finales del siglo XV cuando empiece aadquirir esplendor y fama proverbiales. Epítome del renacimiento español ypolo de atracción de la intelectualidad de su tiempo, allí estudiarán Nebrija,Juan del Encina, Fernando de Rojas, Fray Luis de León, Juan de la Cruz y Luis

de Góngora, si bien a diferencia de otras universidades, como las de Valladolido Alcalá, abocadas a la Teología, la de Salamanca orientará su reflexión hacialos estudios jurídicos.

Es dudoso, sin embargo, que la escuela salmantina alcanzara el prestigio deque gozó sin la presencia de un dominico de extraordinario talento llamadoFrancisco de Vitoria. Nacido el año de 1492, Vitoria, de origen converso, sehabía formado en las universidades de Burgos y París. Cumplidos los treintaaños, regresa a España y permanece algún tiempo en Valladolid, donde ganauna cátedra. Y poco más tarde, en 1526, se afinca en Salamanca, donde perma-

necerá hasta su muerte.

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A semejanza de otras muchas, como la de Atenas o la Austríaca, la Escuelade Salamanca no fue fruto de diseño alguno, sino una corriente espontánea depensamiento que tomó para sí la reflexión de los numerosos problemas que laaparición del Nuevo Mundo planteaba. Pero si alguien merece el título de fun-dador de la misma, ése fue Francisco de Vitoria.

Vitoria fue un revolucionario, en el sentido lato del término, gracias a lalibertad de cátedra que existía en Salamanca. Como es sabido, el título queEspaña exhibía para ejercer su dominio sobre las Indias, era una bula emitidapor el papa Alejandro VI, mediante la cual se otorgaba a la Corona de Castillael derecho sobre las tierras y los habitantes de las Indias. Pues bien, Vitorianiega al Emperador este derecho. Y en su célebre discurso  De Indis afirma

que el Emperador no era dueño del mundo, ni el Papa señor del orbe. Por lotanto, ni del Descubrimiento ni de la Conquista nacía legitimidad alguna. Ni laspropiedades de los indios pertenecían al monarca, mucho menos a los conquis-tadores, ni los españoles tenían derecho a sacar el oro de América o a explotarla riqueza del continente contra la voluntad de los naturales. El Emperador,aseguraba Vitoria, reinaba en las Indias sobre una comunidad de pueblos libres.De manera que las leyes imperiales serían justas en la medida que sirvieranpara promover y conservar a las poblaciones indígenas. Y sólo en función de lalibre elección de los indios y de la necesidad de proteger sus derechos humanos,

 justificaba el maestro salmantino la intervención de España en América.

Claustro de las Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca

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De otra parte, la conversión al cristianismo de los pueblos indígenas no eraen modo alguno obligatoria. Ni siquiera el canibalismo o los sacrificios huma-nos podían exhibirse como pretexto para privar a los indios de lo que, por dere-cho natural, era suyo. Por último, decía Vitoria, si bien el hecho de la conquistaera irreversible, ello no significaba tampoco que los habitantes de las nuevas

tierras no tuvieran derecho al autogobierno. Las Indias, en definitiva, podían serconsideradas como un protectorado político de España, siempre y cuando éstesirviera al bienestar de los pueblos indígenas.

Los discípulos de Vitoria

La reacción que estas reflexiones provocan en la Corte no se dejan esperar.Carlos I envía al prior de los dominicos del Convento de San Esteban deSalamanca un escrito que mandaba vetar doctrinas tan escandalosas y atenta-

torias contra la dignidad del Papa y el Emperador, y algunos años más tarde,el papa Sixto V ordena poner los escritos de Vitoria en el  Indice de libros pro-hibidos.

Pero las ideas del dominico, por las cuales la posteridad habría de otorgarle eltítulo de Fundador del Derecho Internacional, logran abrirse camino como unacrítica permanente de la administración colonial. Y pronto son compartidas porun grupo de catedráticos, coetáneos de Vitoria, que muy pronto se convierten enla conciencia moral del Imperio. Entre aquellos notables maestros, discípulos ycompañeros de Vitoria, cabe destacar a Domingo de Soto (1494-1560), también

dominico, quien renovó el Derecho de Gentes y expuso en su De Iustitia e Iuresu teoría sobre el dinero. A Tomás de Mercado (principios de siglo XVI-1575),otro dominico, quien tras vivir algunos años en México, estudiará el fenómenode intercambio entre España y las Indias. A Martín de Azpilcueta (1493-1586),conocido como el Doctor Navarro, jurista, monetarista y teólogo, ex rector dela Universidad de Coimbra, quien será el primer economista en la historia quedescriba correctamente el fenómeno de la inflación, ocasionado por la afluenciade metales preciosos procedentes de las Indias.

A estos nombres es preciso agregar, entre otros, el de Luis Sarabia de la Calle,

un especialista en cuestiones monetarias y económicas, el de Melchor Cano(1509-1580), jurista y teólogo, quien, siguiendo los lineamientos de Vitoria,afirmará que los indios son súbditos libres, como los de Aragón, Nápoles o losPaíses Bajos, y el de Diego de Covarrubias y Leiva (1512-1577), obispo, juristay monetarista, alumno de Azpilcueta y autor de un tratado sobre la moneda.

La segunda generación de la Escuela estará formada en su mayoría por jesuitas, entre los que destacan Luis de Molina (1535-1601) y Francisco Suárez(1548-1617). Molina no enseñó en Salamanca, sino en Madrid y Coimbra, peroes sin duda uno de los discípulos más adelantados de la Escuela y el autor que

modifique el concepto medieval del precio justo, sostenido hasta entonces por

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los seguidores de Santo Tomás de Aquino. Para Molina, el precio justo es elprecio competitivo y el valor que se atribuye a las cosas es de carácter subjetivo,y no objetivo, como dirá andando el tiempo Carlos Marx.

Juan de Mariana, aunque educado en Alcalá, abunda en estos temas, influi-do sin duda por la escuela salmantina. Y Francisco Suárez, cuya ingente obra

abarca 27 volúmenes sobre muy diversas materias, sostendrá que «todos loshombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder políti-co sobre otro» y toda sociedad humana «se constituye por libre decisión de loshombres que se unen para formar una comunidad política».

Precursores de la economía científica

A fines del siglo XVI, en suma, las dos instituciones claves del pensamiento libe-ral, o si se quiere, sus dos paradigmas esenciales, la libertad política y la econo-

mía de mercado, habían sido ya trazadas por los intelectuales de Salamanca. Ydel espíritu que privaba en aquella Universidad puede dar fe el siguiente hecho,protagonizado por Martín de Azpilcueta.

En 1524, año de la conquista de Guatemala, el Emperador asiste en Salamancaa la inauguración del curso. La lección inaugural está a cargo del maestroAzpilcueta quien, abiertamente y sin ambages, dice ante el emperador estaspalabras: «El reino no es del rey, sino de la comunidad, y la potestad, por dere-cho natural, es de la comunidad, y no del rey».

La cita no sólo pone de manifiesto el arrojo de aquellos hombres, sobre todo

si se tiene en cuenta que estas frases son pronunciadas sólo cuatro años mástarde de la derrota de las Comunidades castellanas, sino porque, sustituyendolas palabras reino, rey y comunidad, por las de soberanía, gobierno y pueblo, lafrase podría figurar, sin quitar una coma, en cualquier constitución democráticade nuestro tiempo.

Este paradigma político aparecerá una y otra vez en las obras de los maestrosde Salamanca. Domingo de Soto, por ejemplo, concebía la Indias como unacomunidad de pueblos libres sobre los que España sólo debía ejercer una fun-ción tutelar, siempre que los indígenas así lo desearan. Los pueblos recién des-

cubiertos, decía De Soto, deben ser comunidades soberanas y en modo algunoprovincias de España. Por su parte, Melchor Cano escribió, siguiendo a Vitoria,que ni siquiera se podía conquistar so pretexto de incorporar a los indios a lacivilización cristiana. Y Diego de Covarrrubias señaló que la integración entreindios y españoles sólo sería justa si tenía lugar mediante pactos librementeconsentidos.

Pero las reflexiones de los maestros de Salamanca no se habrán de limi-tar exclusivamente al área del Derecho. El descubrimiento de América habíaplanteado una serie de problemas económicos hasta entonces ignorados. Y la

observación de una realidad cambiante y de unos flujos comerciales y moneta-

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rios que rompían todos los esquemas conocidos, llevará a estos intelectuales aformular teorías que, en su conjunto, darían fundamento a lo que hoy conoce-mos como economía de mercado.

Habrían de pasar, sin embargo, tres siglos hasta que un destacado historia-dor de la Ciencia Económica, Joseph Schumpeter, atribuyera a los hombres de

Salamanca el título de fundadores de la Economía moderna. Confundidos conlos mercantilistas, los pensadores de Salamanca fueron por un tiempo descar-tados en la creencia de que, guiados de sus principios religiosos, no habíanllegado a entender los mecanismos del mercado y de los precios. De ahí que seotorgara a Adam Smith un galardón que, según el profesor Murray Rothbard,no le pertenece en absoluto. Lo que es más, para Rothbard, Adam Smith y,más tarde, David Ricardo desviaron la ciencia económica por un camino trá-gicamente errado que no sería corregido sino hasta fines del siglo XIX por CarlMenger y otros miembros de la Escuela Austríaca de Economía, como Wieser,

Bohm Bawerk, Mises y el propio Hayek.Las investigaciones de Schumpeter, Rothbard, Grice-Hutchinson y Raymondde Roover han confirmado, además, que mucho antes que los economistas delos siglos XIX y XX sistematizaran la ciencia económica, los pensadores de laBaja Escolástica española habían ya descrito, en forma casi acabada, la teoríadel valor subjetivo, la teoría de la utilidad marginal, la teoría de los precios, lasleyes de la oferta y la demanda, la teoría del dinero, el fenómeno de la inflacióny el mecanismo del intercambio. Y la reconocida autoridad de Schumpeter nodeja dudas al respecto: «De estos autores –afirma– se puede decir que han sido

los fundadores de la economía científica [...] y una parte considerable de laeconomía de finales del siglo  XIX   se habría podido desarrollar partiendo deaquellas bases con más facilidad y menos esfuerzo que el que realmente costódesarrollarla».

Pero veamos lo que escribieron al respecto los maestros salmantinos.

Las doctrinas económicas de la Escuela de Salamanca

Tal y como queda dicho, la mayoría de estos autores sostenían una teoría sub-

 jetiva del valor. «Las cosas», escribe Diego de Covarrubias, «valen por la esti-mación que les dan los hombres, aunque dicha estimación sea disparatada». YLuis de Molina afirma que «el valor no es una propiedad de los bienes, sino unreflejo de los usos que las personas encuentran en ellos».

Este principio, esencial en la Economía de Mercado y antítesis del pensa-miento marxista, heredero a su vez del de David Ricardo, que funda el valorde las cosas en las horas de trabajo necesarias para producirlas, no sería redes-cubierto sino hasta 1871. Y como bien advierten Schumpeter y Rothbard, seríaeste error el que atrasaría gravemente la ciencia económica y causaría un gran

daño al progreso.

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Los doctores de Salamanca modificarán también la teoría medieval delprecio justo. Para ellos, el precio se forma a partir de lo que Vitoria denominael communis aestimatio, es decir, la común estimación de la gente. Domingode Soto y Luis de Molina, por su lado, califican de falaz la doctrina de DunsEscoto, uno de los más importantes filósofos de la Edad Media, en virtud de

la cual, el precio justo es el costo de producción más una utilidad razonable. Yagregan que es la abundancia o la escasez de mercancías las que determinan elprecio, y no los costos, el trabajo o el riesgo.

Luis Sarabia de la Calle, a su vez, afirma en su  Instrucción de Mercaderes,publicada en 1542, que el precio justo es el precio del mercado, el cualviene determinado por la cantidad que se ofrece y la que se desea comprar.«Excluyendo el engaño y la malicia», escribe textualmente, «el justo precio deuna cosa es el precio que comúnmente se logra en el momento y el lugar en quese concreta el negocio».

A su vez, la connotación inmoral de las utilidades sería rechazada por Luis deMolina quien escribe que una ganancia justa es aquella que se obtiene a travésde los precios del mercado y que la ganancia sólo es injusta cuando la autoridadpública obstaculiza el libre intercambio entre las personas.

A Molina se debe también la introducción del concepto de competencia, trasobservar que, cuando el número de compradores aumentaba, los precios subían,de ahí la necesidad de que el número de vendedores creciera, a fin de que losprecios bajaran.

Martín de Azpilcueta y Tomás de Mercado son los especialistas de la Escuela

en la teoría del dinero. Azpilcueta señala que, allí donde la moneda abunda,tiene menos poder de compra y los precios son más altos. Y al revés. Allí dondela moneda es escasa, su poder adquisitivo es mayor y los precios, por consi-guiente, son más bajos.

Azpilcueta y Mercado son también los primeros en percatarse del fenómenode la inflación ocasionado por el aumento de circulación de oro y plata proce-dente de las Indias. Azpilcueta escribe, por ejemplo, que «nosotros vemos porexperiencia que, en Francia, donde la moneda es más escasa que en España,el pan, el vino, los géneros y el trabajo valen mucho menos. E inclusive en

 España, en tiempos en que la moneda era más escasa, las mercaderías y eltrabajo valían mucho menos que después del descubrimiento de las Indias... Larazón de esto –concluye– es que la moneda vale más donde y cuando escasea,que donde y cuando es abundante».

Finalmente, Domingo de Soto sostiene que la riqueza de las naciones proce-de del intercambio y no de la acumulación de metales preciosos, lo que sitúa ala Escuela de Salamanca en el polo opuesto del mercantilismo. Y las palabrasque siguen, extraídas de su obra  De Iustitia e Iure, resumen de manera conci-sa el espíritu que animó a aquel notable grupo de intelectuales: «Cuando las

 partes de un reino –dice De Soto – están geográficamente separadas, aunque

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reconozcan todas al mismo rey, las riquezas y gobierno de una de las partes nohan de administrarse de manera que se empleen desigualmente en beneficio deotra, sino que cada una debe administrarse por sí misma en beneficio propio.Por ejemplo, si los reinos de Ultramar no se hubieran conquistado por otra

razón que para que sus riquezas sirvieran de bien a España, si se les sometieraa leyes encaminadas únicamente a nuestro provecho, como si fueran nuestrosesclavos, se quebrantaría el decoro de la justicia. Otra cosa sería si se hiciera para que se ayudaran mutuamente en el comercio».

Lo más sorprendente de todo es que las conclusiones de los maestros salman-tinos no eran de carácter técnico, como diríamos hoy, sino moral. La Economíamoderna sólo vino a confirmar por la vía del método científico lo que aquellospensadores habían concluido por medio del razonamiento ético. Su reflexiónbuscaba conciliar las ideas humanísticas del Renacimiento con el pensamiento

escolástico. Y la Economía para ellos era sólo Ontología, una investigación dela acción humana ante los problemas de su tiempo a fin de encontrar principiosuniversales que reafirmaran la libertad de los hombres, el bien común y la pazsocial.

Las ideas en la práctica

Llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿tuvieron éxito los maestros salman-tinos en su tarea? ¿Lograron llevar a la práctica sus ideas? La respuesta a tales

preguntas sólo es posible encontrarlas en los libros de historia. Pero la historiano suele ser generosa con los valores morales ni con las aspiraciones éticas, loque no quita que, a veces, se esté muy cerca de alcanzarlas.

El 20 de noviembre de 1542, Carlos I da a conocer en Barcelona un decretoconocido con el nombre de  Leyes Nuevas para la gobernación de las Indias.Las radicales ideas de la Escuela de Salamanca, impulsadas por la Orden dePredicadores, habían encontrado por fin eco en la conciencia del Emperador. Eldecreto abolía la esclavitud y la encomienda y ordenaba que los indios fueran,en adelante, considerados vasallos libres de la Corona de Castilla.

El elevado espíritu y los largos alcances de aquellas leyes no son fáciles decondensar en el limitado espacio de que dispongo. Pero algunas citas literalespodrán mostrar hasta qué punto los maestros de Salamanca habían logrado per-suadir al poder de sus planteamientos teóricos.

«Ordenamos y mandamos  –decía el decreto– que de aquí en adelante, porninguna causa de guerra ni de otra alguna, se pueda hacer esclavos a losindios, y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona deCastilla [...] Ordenamos y mandamos que de aquí en adelante ningún virrey,gobernador, audiencia, descubridor ni otra persona alguna pueda encomen-

dar indios [...] Ordenamos y mandamos que ninguna persona se sirva de los

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indios en contra de su voluntad [...] porque nuestro principal intento y voluntadsiempre ha sido y es la de la conservación de los indios y que sean instruidos y enseñados en la fe católica y bien tratados como personas libres que son...».

Por desgracia, ni siquiera cuando las ideas más sublimes son elevadas a lacategoría legal existe la garantía de que sean cumplidas. Y esto es lo que sucede

con las Leyes Nuevas. Las ordenanzas de Barcelona provocarán una serie dereacciones y estallidos violentos en todo el continente americano, debido a queprivaban a encomenderos y colonos de su principal medio de subsistencia: eltrabajo forzado del indio. Y al cabo, la presión de cabildos, gobernadores, ade-lantados y virreyes, así como una sangrienta insurrección en el Perú, obligaránal Emperador a modificar el contenido del decreto.

Cinco años más tarde, las leyes de Barcelona eran ya, para todos los efectos,letra muerta. Y veinte años después, Felipe II consolidaba un pacto condignoy tácito con la Iglesia y los colonos por medio del cual se suavizaba el trato a

los indios, pero sin modificar apenas el satus quo anterior a las Leyes Nuevas.

Un legado universal

Pocas veces el desajuste entre las ideas y el mundo real sería tan trágico. Elfracaso de aquel proyecto, fundado en la libertad y la tolerancia, es un buenejemplo, entre los muchos que muestra la historia, de que los mejores idealesson destruidos a menudo por los intereses creados, y que dichos ideales sonimposibles de realizar cuando la sociedad no está lista para aceptarlos ni los

encargados de la gestión política preparados para llevarlos a la práctica.Así y todo, las ideas de la Escuela de Salamanca quedarían como constanciay referencia de que siempre habrá hombres dispuestos a luchar por las causasmás nobles. Pero en este caso concreto, las ideas de los maestros salmantinos,si bien olvidadas durante siglos, habrían de tener una influencia universal yperdurable. Dos siglos después, los pensadores de la Ilustración tanto francesacomo escocesa desenterrarán muchos de los conceptos de la escuela salmantina,como la libertad individual, los límites del absolutismo monárquico, el derechoa la vida, a la propiedad privada, al libre intercambio, al voto o a la autodeter-

minación de los pueblos, ideas que, tras la Revolución Francesa, se habrían deconvertir en sólidas instituciones de nuestro tiempo. A los maestros salmanti-nos, sin embargo, corresponde el mérito de haber encendido las primeras lucesde unos principios que hoy constituyen los pilares de la civilización occidental.

Tal fue el fructífero legado que nos dejaron a quienes aspiramos a una socie-dad más libre, más digna, más justa y más responsable. Para ellos, como paratantos otros hombres que, al igual que Hayek, creyeron en la dignidad del hom-bre como supremo paradigma moral, vaya este modesto homenaje a su esfuerzoy su memoria. ■

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LAS DOS EXPERIENCIAS

DE LA PSICOLOGÍAJOSÉ LUIS PINILLOS

 El pasado 4 de noviembre fallecía en Madrid José Luis Pinillos, unode los primeros psicólogos que ha investigado las actitudes ideológicasde los españoles en la mitad del pasado siglo.

Como homenaje a tan eximio profesor, traemos a nuestras páginasla lección pronunciada en la Universidad de Valencia, el 7 de marzo de

1988, en el acto de investidura como Doctor Honoris Causa por dichaUniversidad. Aquí debería finalizar la presentación de la mencionada lección, pero

no podemos resistir la tentación de reflejar algo de su trayectoria vital y académica.

 Nació el 11 de abril de 1919 en Algorta, Bilbao y estudió en su ciudadnatal así como en Portugalete. Luchó en la Guerra Civil Española, ytras ésta, combatió en la División Azul. Inició los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, trasladándose después a Madrid

 para especializarse en filosofía, de lo que se licenció en 1946 con premioextraordinario, doctorándose en 1949. A continuación, viajó a Bonn, becado por el Consejo Superior de

 Investigaciones Científicas (CSIC), para ampliar sus estudios de psico-logía, y en 1950 pasó a formar parte de su Departamento de Psicología Experimental; sin embargo continuó formándose en Inglaterra becado por el British Council para participar en los cursos impartidos por Hans Eysenck entre los años 1951 y 1953 en el Hospital Maudsley de Londres. Asimismo se instruye en las aportaciones de Anna Freud, Raymond

Cattell, Nikolaas Tinbergen, Francine Shapiro y otros artífices de la psicología mundial. A su vuelta trabajó sobre la percepción visual decomplejos estimulares y velocidad de procesamiento en pacientes psi-cóticos y neuróticos y en personas normales y publicó estos trabajos enrevistas alemanas, francesas y españolas; además fue abriendo camposen psicología social de forma pionera en nuestro país.

 En 1954 fue nombrado colaborador del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Madrid. En 1961 se trasladó aVenezuela para ser profesor de la Universidad Central de Caracas,

regresando a finales de dicho año para convertirse en catedrático de

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 psicología de la Universidad de Valencia. De 1966 a 1986 poseyó lacátedra de la Universidad de Madrid. Junto al doctor José Germain, pone en marcha la Sociedad Española de Psicología y el departamentode Psicología Experimental de la recién creada Escuela de Psicología dela Universidad de Madrid.

Sus aportaciones fueron notables por su interés clínico y social: ela-boró varias pruebas y test diagnósticos, como la prueba de personalidadCEP, los análisis del test de Kent y Rosanoff, y el Diferencial Semánticode Osgood y colaboradores, método para la medida de las actitudes através del significado connotativo del lenguaje. A su vez, trabajó repeti-damente en diferentes campos aplicados como la psicología del trabajo(selección de personal, formación de mandos, etc.).

Fue doctor honoris causa por las siguientes universidades: laPontificia de Salamanca, la de Valencia, la del País Vasco, la de

Santiago de Compostela, la Pontificia de Comillas, la de Oviedo, laUNED, la de Sevilla, la de La Laguna, la de Murcia y la de Salamanca.Fue Medalla de Oro del Centro de Estudios Universitarios, Medallade Oro de Madrid, Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

 En 1986, año en que se jubiló, fue galardonado con el Premio Príncipede Asturias de Ciencias Sociales por sus trabajos decisivos en la promo-ción y progreso de la psicología empírica en España. Hasta su falleci-miento era miembro de la Real Academia Española desde 1988 y de la

 Academia Europea de Ciencias y Artes desde 1997.Fue presidente de la Comisión Cultural del Colegio Libre de Eméritos; miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; miembro de honor del Colegio de Psicólogos de España.

 Es autor de unos 150 trabajos especializados y de 15 libros, en losque se ha ocupado de la historia de la Psicología, la Psicología social yla de la personalidad. Entre sus obras destacan Introducción a la psico-logía contemporánea (1961), Psicopatología de la vida urbana (1977), Reconversión industrial y adaptación psicológica (1986) y El corazón

del laberinto (1997).Parece que fue ayer. Con la solemnidad del momento, a la vez que la gratitudy la alegría me vienen los recuerdos. Esta querida Universidad de Valenciafue la de mis primeras ilusiones de catedrático y en ella viví años muy feli-ces. Entonces nos conocíamos todos, no había problemas graves, o aún no losabíamos. Mis hijos eran pequeños, mi mujer y yo jóvenes y teníamos toda unavida por delante. Fue muy hermoso. Hoy las cosas ya están hechas en lo másprincipal, y vengo a recibir un gran honor, cuya causa, por descontado, está con

vosotros, que me lo queréis hacer, pero que yo acepto de todo corazón. A Helio

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Carpintero, artífice de este generoso don, y a su Facultad, que es también la mía,gracias desde el fondo del alma.

Ahora bien, los honores también tienen sus trámites, y uno de ellos consisteen hacer un discurso que tenga algo que ver con la ocasión. Y pensando en ellocaí un día en la cuenta de que la psicología que enseñaba no me era de mucha

utilidad para comprender esta etapa de mi vida y los lazos profundos que meunían a Valencia. Me vinieron entonces a la mente las palabras de Blas Pascal:

Yo había pasado mucho tiempo en el estudio de las ciencias abstractas, y laescasa comunicación con los hombres que de ello se saca me había hastiado.Cuando comencé el estudio del hombre, vi que semejantes ciencias no son pro-pias para este fin, y que yo me descarriaba más de mi condición penetrando enellas que ignorándolas.

No era exactamente el caso de la psicología, ni tampoco el mío, por supues-to, pero salvando las distancias pensé que alguna relación había entre el pen-

samiento de Pascal y el hecho de que, a medida que la psicología se ha idohaciendo más científica, se ha ido alejando también de aquellos aspectos dela vida que se le escurren por entre las mallas de su método. Ciertamente, laexperiencia que maneja la psicología científica se parece cada vez menos a laque vivimos a diario. Y no sólo no se parece –que no tendría por qué–, sino queen sí misma alberga un germen deshumanizador que no augura nada bueno parael porvenir del hombre.

Por supuesto, la ciencia no es un duplicado de la realidad, y no le vamos aechar en cara a la psicología que su lenguaje de hechos no consista en una copia

realista de la experiencia cotidiana: no se trata de eso. Evidentemente, la cienciano tiene por misión duplicar la realidad, sino simplificarla, pero quizá tampocotiene por qué ser un lecho de Procusto que deba descoyuntar o mutilar al invi-tado para que se ajuste a las medidas del artefacto. La reducción es, sin duda,indispensable a la ciencia, pero dentro de límites. O sea, reducción sí; mas nohasta el punto de que a fuerza de reducir se quede uno sin nada que explicar, otermine explicando algo falso, un objeto hecho a imagen y semejanza del méto-do, pero sin ninguna relación con la realidad real, si me permiten decirlo así.

Por este camino pienso que a la psicología podría acabar ocurriéndole lo que

a un personaje de Kundera, al pobre protagonista de La broma, que un buen díacayó en la cuenta de que estaba siendo desalojado de sí mismo por una imagenque el Partido había decidido hacerle: «Comprendí entonces –se quejaba elhombre– que aunque no se parecía en nada a mí, aquella imagen era mucho másreal que yo mismo; comprendí que no era ella mi sombra, sino yo la suya; queno era ella a la que se podía acusar de no parecérseme, sino que esa deseme- janza era culpa mía: mi cruz, una carga que no podía llevarme nadie, sino yo».

Terrible broma, sin duda, pero realísima. Una broma que podría resultar trá-gica para la psicología si la imagen del hombre que maneja continúa haciéndose

metálica o se volatiliza en minucias: medidas, eso sí, con enorme precisión.

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Esta es la broma a la que, con los debidos respetos, quisieran salir al paso estasreflexiones mías sobre las dos experiencias de la psicología.

La disputa del método

Cuando en el último tercio del siglo XIX, y de la mano del profesor Wundt, seconstituye por fin la psicología como ciencia independiente, el acontecimientova acompañado de una fuerte polémica, que en realidad venía fraguándose demucho tiempo atrás y que todavía colea. Fue la llamada Methodenstreit , la dis-puta del método, en que se discutió a fondo sobre la metodología y el estatutoepistemológico del nuevo saber.

Dicho en dos palabras, lo que se pretendía poner en claro era si para dejarde ser una simple «psicología de escritorio», una psicología especulativa, yconvertirse en una verdadera ciencia, lo conveniente era atenerse al modelo de

las Ciencias de la Naturaleza sin más, o por el contrario, dada la singularidadde su objeto, a la psicología le iría mejor un régimen especial, como el de lasCiencias del Espíritu. Esta fue la cuestión.

En el debate, cuyos ecos aún perduran, además de Dilthey y de Wundt,participaron figuras de la talla intelectual de Bergson, Brentano, Droysen,Eucken, Ebbinghaus, William James, Freud, Husserl, Stumpf, Windelband, yel precautorio etcétera con que uno cierra siempre este tipo de listas. Comosuele ocurrir en esos diálogos de sordos que son las polémicas, también aquíla discusión quedó en tablas. Los nuevos psicólogos optaron sensatamente por

seguir las huellas de la ciencia natural, entre otras cosas porque era la única quehabía, la única a la que podían acogerse los empeñados en hacer una cienciade la psicología. Ello no significó, sin embargo, que las cuestiones teóricas defondo se resolvieran bien. Por el contrario, fueron muchos los problemas quequedaron en el aire, y en cierto modo puede decirse que las cuentas pendientesde entonces obstaculizan hoy la psicología de mañana.

En términos actuales, podría decirse que la polémica giró en torno al fisica-lismo, esto es, en torno a la posibilidad de reducir el lenguaje de hechos de lapsicología al lenguaje cuantitativo y causal de la física de entonces. Ya se sabe

que Carnap, uno de los creadores del invento, respondió negativamente a estapregunta hace más de treinta años. Pero aun así el fisicalismo continúa viciandoel lenguaje de la psicología, y creo que a efectos de señalar el alcance del mal,nada mejor que poner al descubierto la profundidad de sus raíces.

Pequeña historia de un gran problema

El mal –porque en efecto lo es– viene de muy atrás. Históricamente, la leyendao la realidad, según se mire, de los dos mundos –el objetivo y el subjetivo–

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surge con la modernidad, al hilo de la física del Barroco y del subsiguientedualismo cartesiano, para no remontarnos más atrás.

Las formas del dualismo han sido evidentemente muchas a lo largo de la his-toria, pero en el fondo todas sus variantes modernas arrancan del concepto deobjetividad que toma cuerpo con la física de Galileo y es tematizado filosófica-

mente por Descartes. Con seguridad, cabría rastrear antecedentes del fenómenoen el nominalismo y en el voluntarismo de la Escolástica medieval tardía, y aunen la Antigüedad clásica. Por ejemplo, el problema de las cualidades primariasy secundarias, tan decisivo para este asunto, resulta que ya estaba avistado enel Peri psykhés de Aristóteles. Sin duda, por aquel entonces, lo psíquico no sehabía segregado aún de lo físico; era sólo un aspecto de la realidad que aún nose tematizaba aparte. Pero la diferencia entre las cualidades primarias, perte-necientes a las cosas mismas, y las secundarias, que sólo tienen una realidadsubjetiva y se desvanecen cuando concluye el acto de su representación, estaba

ya consignada por Aristóteles, y lo mismo cabría decir de otras cuestiones igual-mente importantes para el problema de la subjetividad.Nada más lejos de nuestra intención, por tanto, que pretender trivializar un

problema histórico tan complejo, aun insistiendo en que su consumación sólose alcanza con Descartes. Ni que decir tiene, que los precedentes antiguos ymedievales existen; pero la verdad es que no pasan de ser eso, precedentesmás o menos lejanos. Por ejemplo, hay pasajes de Platón que en aparienciase asemejan al noli foras ire agustiniano, que hacen pensar en la entrada de lamente en sí misma con claves introspectivas modernas. Excepto que cuando se

leen con atención, esos pasajes se hallan a años luz del intimismo de un SanAgustín y, en realidad, tienen poquísimo que ver con lo que hoy se entiende porexperiencia interior. Cuando el alma platónica se vuelve sobre sí misma, lo queencuentra en su fondo es un fundamento ontológico, invariable e imperecede-ro, común a todas las almas: halla una idea, una forma universal que a lo quemenos se parece es al fenómeno psíquico, singular y biográfico, que interesaal hombre moderno. Ciertamente, en Platón se encuentra el germen de muchosproblemas psicológicos actuales –por ejemplo, el de lo inconsciente– exceptoque, contemplados desde la perspectiva metafísica de la teoría de las ideas, y

poco más.Tampoco en Aristóteles hay que buscar una segregación de lo psíquico, ni uninterés biográfico por la interioridad de cada cual. Lo que el maestro de Platónsepara del cuerpo no es psíquico –es el divino nous poietikós, que viene de fuerade lo físico–, y lo que es psíquico perece con el cuerpo. O sea, lo separable noes psíquico, y lo psíquico no es separable. Aparte de que, por otro lado, quienquiera que haya ojeado el Peri psykhés sabe cuán impersonales son sus pen-samientos sobre el alma. En suma, es claro que la idea de un mundo subjetivocontrapuesto al mundo objetivo, no era todavía patrimonio de la Antigüedad

clásica, ni del Medioevo. Es una teoría que arranca de la física de Galileo y del

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consiguiente dualismo cartesiano, una idea que se va imponiendo a medida queprogresan la secularización y el desencanto propios de la Modernidad.

No es posible contar aquí los pormenores de la apasionante historia queha sido el descubrimiento paulatino de la conciencia personal, tal como,por ejemplo, han hecho Ellrodt y colaboradores en su excelente monografía

sobre la génesis de la conciencia moderna (Gènesede la conscience moder-ne, PUF, 1983), o Robert Lenoble en su  Histoire de 1’idée de nature  (AlbinMiche1, 1969). Simplemente, nos limitaremos a recordar que es San Agustínquien, en sus Confesiones, presenta por primera vez una versión autobiográficadel hombre interior plotiniano, de aquel abstracto endos ánthropos neoplatónicopor cuyas venas no corrían aún los pulsos de la vida verdadera. Es en las pági-nas extraordinarias de este converso que asiste al crepúsculo de Roma, dondela experiencia interna del sujeto cobra espesor e interés propio. Ahí es donde,por primera vez, la intimidad de la persona concreta deviene observable, o más

bien experienciable. Y subrayo adrede la distinción entre observar y experien-ciar, porque la observación acabará siendo la forma sensista y cuantitativa deaprehender la realidad que reclame para sí la psicología empirista, y a la que,por supuesto, era totalmente ajeno San Agustín.

Dicho de otro modo, San Agustín resulta moderno porque hizo de la expe-riencia biográfica un tema aparte: no porque tratara de analizar su propia mentea través de la óptica cuantitativa y elementalista del empirismo. La modernidadde San Agustín es de corte fenomenológico, no asociacionista; es decir, no con-cibe el alma como un resultado compositivo, como una asociación de átomos

psíquicos, de unas sensaciones elementales cuyos movimientos y agrupacionesestarían regidos por las leyes de la asociación. Esto ocurrirá mucho más tarde,después de que Galileo defina el mundo de la física como una objetividadcorpórea, matemáticamente describible, y en cuyo seno –tomen buena nota deello– no habrá lugar para las cualidades subjetivas, ni para las intenciones, lospropósitos, la conciencia o los juicios de valor.

En otras palabras, según la nueva concepción del mundo físico, sólo tendránrealidad objetiva aquellas cualidades primarias de los cuerpos que persistencuando no las percibimos –por ejemplo, su peso, su tamaño, su movimiento–,

pero no aquellas otras cualidades secundarias, como el aroma de una flor, elsonido de una flauta o los colores del paisaje, que existen tan sólo en la mentede quienes las perciben, y mientras las perciben, pero se desvanecen en cuantocesa la percepción correspondiente, esto es, se volatilizan desde el instante enque dejan de ser olidas, vistas u oídas por alguien, por una subjetividad.

Así lo encontramos ya claramente aceptado por John Locke a fines delXVII, en su Ensayo sobre el conocimiento humano, donde puede leerse que lascualidades primarias, como la extensión, la solidez, el movimiento o la figura,son inseparables de los cuerpos, pero no así las sensaciones como el color, el

sonido o los sabores, que esos cuerpos producen en nosotros: «Tales cualidades,

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llamadas secundarias, no son de verdad nada en los objeto mismos, excepto lapotencia para producir las sensaciones». Por eso se las llaman secundarias, paradistinguirlas de las cualidades que tienen un ser propio, independiente del serconocidas. Unas perduran, las conozcamos o no: tienen una entidad física. Lasotras, en cambio, son sólo una similitud de las cosas verdaderas, que se desva-

nece en cuanto dejamos de percibirlas: esse est percipi, sentenciará Berkeley.En definitiva, son las primeras las que componen la objetividad y, eo ipso,

de rechazo, las otras la subjetividad. Al nuevo mundo físico le va a ocurrir,pues, como ya he dicho en alguna ocasión, lo que al vino de Asunción, que «nies blanco, ni es tinto, ni tiene color». Simplemente tiene cantidad, extensión,geometría, causalidad entre sus elementos, pero eso es todo. Es a la subjetividadhumana a donde irán a parar todas aquellas otras cualidades que no son cuan-titativas, ni «explicables por causas»: cualidades que sólo tienen una realidadsubjetiva en el acto mental en que se hacen manifiestas, y se desvanecen en

cuanto ese acto mental cesa. Pero sin las cuales –ahí está la fuerza del idealis-mo– no habría paisaje, ni belleza, y el mundo físico, es Einstein quien lo dice,no sería más que un inmenso estercolero.

En todo caso, es esta interpretación de la objetividad lo que provoca el dua-

lismo cartesiano. Pues, en efecto, desde el momento en que del mundo objetivoqueda excluido el mundo vivido, el mundo de las cualidades subjetivas, éstasnecesitan refugiarse en algún lugar que las recoja, en un microcosmos que haga juego con el cosmos. Dicho aún de otra manera, dado que las cualidades sub- jetivas son recalcitrantes, esto es, acompañan al ser humano como la sombraal cuerpo, pero no tienen sitio en la objetividad científica, tienen que tener otrolugar gnoseológico. Y así es como frente al mundo objetivo de las cualidadesprimarias, se constituye el subjetivo de las secundarias: un mundo que va aposeer sólo una existencia espectral, que se desvanece en cuanto el sujeto deja

de pensarlas, pero con el que no va a haber más remedio que contar de alguna

«Los cuatro», 1921. Xul Solar. Museo Malba. Buenos Aires

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forma, puesto que al cabo sólo en él es donde lo objetivo se nos hace manifiestoy donde nosotros mismos tomamos conciencia de nuestra identidad.

Pero aquí viene lo pasmoso. Y es que cuando el hombre moderno pretendehacer ciencia de ese mundo subjetivo, se va a inspirar para hacerla, he aquí lagran paradoja, precisamente en la misma ciencia que renunció a la subjetivi-

dad, o más exactamente, que expulsó a la subjetividad del seno de la ciencia.Esta es la cuestión. A saber, no sólo –ya sería bastante–, no sólo que el mundosubjetivo es definido como secundario y fantasmagórico, sino que su análisisqueda a merced de unos métodos perfectamente incompatibles con toda formade subjetividad. O sea, que las cualidades secundarias se van a estudiar conlos métodos propios de las cualidades primarias. Un pasmoso acontecimiento,insisto, que nos pone en la pista de las graves contradicciones fundacionales dela psicología moderna, de una ciencia que desde el principio se va a ver obliga-da a practicar en secreto y mal lo que niega formalmente, es decir, el valor de la

experiencia interna. Con lo que de paso contribuirá a ir deformando o debilitan-do la condición subjetiva de lo psíquico, hasta llegar a la fascinante aparición dela psicología sin alma, sin conciencia y sin sujeto que todos conocemos.

Ésta es la cuestión. Pues si bien la física tuvo fundadísimas razones paraponerle el veto a la experiencia subjetiva, al mundo de las cualidades subjetivas,al mundo interior de la conciencia, de las intenciones, de los juicios de valor,de la iniciativa y los proyectos, a la nueva psicología, en cambio, no le va a irtan bien con el invento: tal vez porque las piedras no piensan y los hombressí y porque el psiquismo, al cabo, pertenece a un orden de acción superior

que requiere ser entendido desde otras categorías. La nueva psicología tuvoun cierto éxito, desde luego, a base de asimilar la explicación psicológica a lafísica, operando como si el sujeto humano fuera un resultado inerte, carente deidentidad y operaciones propias, como si la conducta consistiera en un procesomostrenco a remolque de las impresiones exteriores, sujeto en suma a un deter-minismo férreo. O sea, olvidando su condición de praxis. Tuvo un cierto éxito,sí, pero también muchos problemas y un notable estancamiento al anteponer lavida como efecto a la vida como proyecto.

Ya sé que exagero, mas no sin fundamento. Las características restrictivas

que muestra el lenguaje observacional de la psicología científica contemporá-nea, no son ajenas a esta operación histórica. En este aspecto, es preciso reco-nocer que el legado de Descartes ha sido de doble filo. Aun cuando en descargodel dualismo cartesiano habría que decir también, pienso yo que si Descartes seesforzó hasta el punto en que lo hizo por separar la res extensa de la res cogi-tans, o sea, los mundos de lo objetivo y de lo subjetivo, fue también para evitarlo que finalmente ocurrió. Esto es, para impedir que la nueva filosofía empiristamecanizase la investigación del alma, convirtiera la psicología en una mecánicade la mente y, a la postre, en una cinemática del cuerpo. Que es lo que de todos

modos ocurrió, primero con la asociación de las ideas, luego con la reflexología

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y el asociacionismo de estímulos y respuestas, y finalmente con el de los inputs y outputs, que para el caso da lo mismo.

No quiero fatigarles insistiendo sobre este punto. Pero no deja de ser curiosoque justamente para hacer posible una ciencia de lo subjetivo, la psicologíamoderna tuviera que decantarse por un modelo de ciencia antagónico con todo

lo que huela a subjetividad. La cosa no deja de tener su gracia y, en cualquiercaso, tenía razón Husserl al predecir que de esta contradicción fundacional bro-tarían casi todos los males de la psicología de nuestro tiempo.

Las vicisitudes de una experiencia exiliada

Sólo haré una brevísima mención de los intentos de dar entrada en la psicología –entrada legítima, se entiende– a esos aspectos de la experiencia incompatiblescon el mecanicismo, pero sin los que, a última hora, el comportamiento humano

resulta maravillosamente ininteligible.Con la implacable brevedad que exigen las circunstancias, comenzaré porconfesarles que, mientras el historiador y filósofo Guillermo Dilthey sostenía afines de siglo pasado que a la naturaleza es menester explicarla y al hombre encambio hay que comprenderlo, la generalidad de los psicólogos experimentales,y en especial un rival de Dilthey llamado Hermann Ebbinghaus, pensaron por elcontrario que, en cuanto al método se refiere, la ciencia era unitaria y que, portanto, lo que había sido bueno para las demás ciencias positivas debería serlotambién para la psicología. O sea, que al hombre habría que explicarlo igual que

al resto de la naturaleza, y punto final.En su estudio Ideas acerca de una psicología descriptiva y analítica, publi-cada en 1894, afirmaba Dilthey que la psicología «explicativa» (la experimentalde aquellos años) establece una conexión causal entre todos los fenómenos dela vida psíquica, lo mismo que la ciencia natural hace con los fenómenos delmundo físico, esto es, igual que la física y la química explican la constitución delos cuerpos, descomponiéndolos en sus elementos, fuerzas y leyes causales. Lapsicología explicativa subordina, pues, los fenómenos de la vida psíquica a unaconexión causal por medio de un número limitado de elementos unívocamente

determinados, que para Wundt serían aún las sensaciones y los sentimientoselementales. Se trata, en suma, concluirá sentenciosamente Dilthey, de una ideaextremadamente osada, a la que el nombre de psicología «constructiva» le iríamejor. En este apelativo va incluida, claro es, una profunda crítica gnoseológicaa la pretendida objetividad de los nuevos psicólogos científicos.

La vida anímica, asegura Dilthey, se nos da de forma muy distinta que lanaturaleza. En contraste con la percepción externa, la percepción interna des-cansa en una percatación íntima, en un vivir que se nos muestra inmediatamenteen su estructura y relaciones de sentido. A diferencia de lo que ocurre con la

experiencia externa, en la interna nos encontramos algo que se nos da como

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vivencia inmediata y que no admite comparación con los procesos naturales.Constantemente vivimos en esta experiencia interna conexiones estructurales,enlaces y conexiones de sentido que se nos hacen manifiestos sin necesidadde recurrir a unas hipótesis, que por otra parte no funcionan en el ámbito de laexperiencia interna. Y justamente ese hacerse manifiesta la conexión estructu-

ral del psiquismo constituye la operación de comprender (Verstehen), privativade las Ciencias del Espíritu y radicalmente dispar de la operación de explicar ( Erklären) con que trabajan las Ciencias de la Naturaleza.

La cuestión no debía de ser tan simple, sin embargo, cuando ya bastante antesque Dilthey Droysen había andado a vueltas con la explicación y la compren-sión, al tiempo que Franz Brentano se había percatado también de la importan-cia del contexto histórico para entender los problemas de la conciencia humana,a diferencia de lo que ocurre con la psicología animal, pero sin que ningunode los dos, ésa es la cosa, llegara a instrumentar una alternativa verdadera a la

psicología científico-natural.Por su parte, a pesar de ser el fundador de la nueva psicología naturalista, oacaso precisamente por ello, Wundt también advirtió que a través del tipo deexperiencia interna sensista que reclamaban el elementalismo y el causalismode la psicología experimental, esta disciplina era incapaz de hacerse cargo delestudio del pensamiento humano, dada su referencia esencial al mundo de lahistoria y la cultura. De ahí que para remediar ese handicap de la psicologíaexperimental, Wundt echara mano de un género de psicología distinto delcientífico-natural, esto es, de lo que él llamó Völkerpsychologie, o psicología

de los pueblos, y hoy llamaríamos acaso psicohistoria. La razón era bien clara:la imposibilidad de reducir la relación de conciencia a una relación exclusiva-mente psicofísica o, dicho por activa, la necesidad de ampliar la relación deconciencia con una relación psicohistórica, dada la insoslayable condición his-tórica del entorno humano y de los contenidos con que el hombre ha de operarpsíquicamente.

De hecho, el maestro de Lepzig critica la posición materialista de autorescomo Munstenberg, para los cuales la idea de una psicología como ciencia delespíritu era un prejuicio anacrónico. Esto representa para Wundt un error abso-

luto: «En esto consiste el principal peligro para el progreso de nuestra Ciencia;el peligro no está ya en las viejas corrientes especulativas y empíricas –la alu-sión a Brentano parece directísima–, sino en esta pseudociencia materialista,que alimenta las tendencias destructivas de lo psicológico, al afirmar que lainterpretación psicológica de la vida del espíritu, tal como acontece en la histo-ria y en la sociedad, no tiene en realidad relación alguna con la vida espiritualpropiamente dicha» (Fundamentos de Psicología Fisiológica, I, Introducción).

Al final del Tomo III de esta obra, asegura en efecto Wundt que, desde unpunto de vista general, el conjunto de las leyes psicológicas se agrupa en dos

categorías: la de los desarrollos biológicos y la de los desarrollos históricos,

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en los que incluye la biografía. Ambos desarrollos se separan sin embargo unode otro, porque en el primero prevalecen, pesan más los momentos físicos,y en el segundo, los psíquicos. Ambos momentos operan, no obstante, comopertenecientes a una sola unidad, donde la relación de lo natural y lo espiritualno emergen como formas separadas, sino como miembros de un todo (Glieder

eines Ganzen). Se refiere también Wundt a los diversos grados de concienciahistórica que distinguen a los pueblos, y habla claramente de la «conexión vivi-da»; la cita está tomada del final de la Psicología de los pueblos, que media lacomprensión de la vida histórica y la participación en ella. Porque en últimainstancia, concluirá el ya anciano maestro, la vida histórica viene a ser como laexperiencia de la conexión de los acontecimientos exteriores con la voluntad decada cual. No puede decirse, pues, que el fundador de la psicología descuidarael problema de la experiencia psicológica. Lo que ocurre es que la alternativade Wundt tampoco llegó a buen puerto. Sus pronósticos sobre el agotamiento

de la psicología experimental sensista sí se cumplieron, pero la psicología delos pueblos no llegó en realidad a hacerse a la mar.Hacia 1900, en suma, la distinción entre las dos experiencias del hombre

había sido claramente avistada, si bien no resuelta, y así continuaron las cosas.Se sabía que el psicólogo tenía que habérselas con dos clases de experienciamuy heterogéneas, de las cuales sin embargo, sólo una había conseguido cartade ciudadanía en la ciencia psicológica moderna. La insuficiencia estaba más omenos clara; las alternativas, no tanto.

Ante semejante situación, hubo quienes siguieron intentando resolver el

enigma. Husserl fue uno de ellos. Su primera aportación importante al temaconsistió en la crítica al psicologismo que aparece en las Investigaciones lógicas (1900-1901), y que recoge Ortega unos años después, hacia 1915, en un cursopublicado póstumamente (1982), con el título Investigaciones psicológicas. Lacrítica de Husserl al psicologismo lógico fue, en verdad, demoledora, pero enatención a la brevedad prescindiremos de ella para fijarnos principalmente enaquellos aspectos de su obra que poseen una relación más directa con el tema denuestra intervención. La tesis central de Husserl a este respecto es la siguiente:la misma ciencia que al constituirse excluyó de su ámbito la experiencia interna,

fue la que finalmente sirvió para hacer ciencia de la experiencia interna, esto es,para explicar lo que ella misma había excluido de sus explicaciones. Ésta es lacuestión capital, la objeción que afecta a la totalidad de la psicología científicainspirada en el mecanicismo, que es casi toda. Por lo demás, Husserl no se limi-ta a contradistinguir las Ciencias de la Naturaleza y del Espíritu, sino que trataráde depurar la noción misma de experiencia para mostrar que la estructura de laexperiencia psicológica no es meramente fáctica, sino apriórica. A última hora,Husserl va a terminar nada menos que en un planteamiento transcendental delproblema, esto es, en la condición de la posibilidad de la experiencia psíquica.

Éste va a ser el tema principal de su psicología fenomenológica.  El mundo

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vivido  ( Lebenswelt ) es el fondo común de que parten las ciencias naturales ylas del espíritu, y a partir de él es como se diferencian ambas. La psicologíafenomenológica comenzará por hacer notar cómo lo propio del psiquismo noencaja, no puede ser aprehendido en su esencia por la versión naturalista de laexperiencia, en la medida en que la vinculación de lo psíquico a lo corpóreo la

hace abocar a un callejón sin salida. La experiencia vivida de las cosas realesconstituye la formalidad especificarte de las ciencias del espíritu, su privilegio,y es al análisis de esa experiencia a lo que Husserl dedicará una buena parte desu actividad intelectual. En este sentido, hay que reconocer que Husserl sobre-pasa a Dilthey en cuanto se pregunta por los supuestos de la contradistinciónnaturaleza-espíritu y no ceja hasta llevarlos al plano de la subjetividad transcen-dental. De todos modos su caballo de batalla fue el reduccionismo naturalista delo psíquico, y a esa empresa hizo aportaciones muy importantes, y complejas,en cuyo análisis no sería razonable entrar aquí.

Tampoco el psicoanálisis fue insensible al problema. De forma ya casi taqui-gráfica, permítanme ustedes que les recuerde algunas cosas. Ante todo, que latransferencia recibe su fuerza terapéutica no del conocimiento sino de la viven-cia, o reviviscencia de lo conocido. Luego, que Freud pasa por ser, y en buenamedida fue, nada menos que el creador de la psicohistoria. Huelga recordar,pero hay que hacerlo, que Jung estuvo todavía más interesado que Freud por lacondición histórica del psiquismo humano, y que también Adler –no digamosla escuela de Frankfurt, Erikson, etc.– vinculó el desarrollo del carácter indivi-dual a condiciones biográficas y sociales. Es menester tener presente asimismo

que la forma en que Adler logró identificar la línea de la vida de las personas,haciendo uso de un determinismo de fines –por lo demás bien distinto del deter-minismo causal de medios– fue espectacular y marcó un camino nuevo en elmanejo del concepto de experiencia.

Pero no sólo en la psicología y en el psicoanálisis, también en la filosofía y enla historia, se debatió a fondo esta cuestión. Por ejemplo, hemos insistido hastala saciedad en que el lenguaje de la psicología naturalista no es apto para refle- jar aquellos aspectos cualitativos de la vida, ejemplares unas veces y detestablesotras, que justamente expresan lo más humano del hombre. Y a este respecto

querría recoger unos pasajes de La decadencia de Occidente, que no me resistoa transcribir por su especial calidad: «En todo idioma culto –escribe Spengler–hay un cierto número de palabras que permanecen envueltas en un profundovelo de misterio: hado, fatalidad, azar, predestinación, destino. No hay hipó-tesis, no hay ciencia capaz de expresar la emoción que se apodera de nosotroscuando nos sumergimos en el sonido y significación de dichos vocablos. Sonsímbolos y no conceptos. Constituyen el centro de gravedad de esa imagendel mundo como naturaleza. La idea del sino requiere experiencia de la vida,no experiencia científica... Este sentimiento del sino sólo es comunicable por

medio del arte y de la religión, pero nunca por demostraciones y conceptos».

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Creía Spengler que todas estas nociones fundamentales eran, en gran parte,incomunicables por conceptos, definiciones y demostraciones. En su sentidomás profundo, nos dice, han de ser sentidas, vividas, intuidas. Pues existe unagran diferencia entre vivir una cosa y conocer una cosa. Para comunicar elconocimiento de la cosa, sirven la fórmula, la ley, el esquema, la medida. La

expresión de la experiencia vivida exige en cambio la comparación, la ima-gen, el símbolo, la metáfora: en suma, el concurso del arte, de la religión, delgran relato histórico. «He aquí –concluye Spengler con gran penetración– elfundamento de eso que llamamos experiencia de la vida, conocimiento de loshombres. Comprender la historia es como conocer a los hombres, en el más altosentido de la palabra».

El mundo como historia tiene, pues, un modo de presentación, y de apre-hensión, muy distinto del mundo como naturaleza: no es reemplazable por él,ni aprehendible con los mismos métodos. En una glosa magnífica que hace

Ortega a estas ideas de Spengler, se nos muestra aún más diáfana la cuestión.Los historiadores de profesión se dedican a coleccionar lo que llaman «hechos»históricos. Nos refieren, por ejemplo, el asesinato de César. Pero, se preguntaOrtega, ¿puede decirse que «hechos» así sean de verdad la realidad histórica?Ciertamente no. La narración de ese asesinato no nos descubre la realidad, sinoque por el contrario presente un problema a nuestra comprensión. Pues ¿quésignifica, en efecto, la muerte de César? «Apenas nos hacemos esta preguntacaemos en la cuenta de que su muerte es sólo un punto vivo dentro de un enor-me volumen de realidad histórica: la vida de Roma. A la punta del puñal de

Bruto sigue su mano, y a la mano el brazo movido por centros nerviosos dondeactúan las ideas de un romano del siglo I a. de Jesucristo...».Ciertamente, así fue siempre y así será. La mano de Bruto la movió un

cerebro en el que actuaban unas vivencias difícilmente reducibles al lenguajede la ciencia natural. Volvemos siempre a lo mismo, a que desconectado de suentorno cultural, amputado de su experiencia íntegra, la conducta del hombrese convierte en un perfecto enigma. Pienso yo que los psicólogos deberíamosirnos convenciendo ya de que la lógica del espacio es distinta de la lógica deltiempo, y de que al margen de ella todos los esfuerzos por dar razón cabal del

comportamiento del hombre están de antemano condenados al fracaso. La revi-sión del hecho psicológico a la luz de esta versión ampliada de la experienciahumana, se nos impone ya como una exigencia ineludible.

En fin, son muchas las cosas que quedan por decir, pero hay que terminar.Y no quisiera hacerlo sin contemplar esta cuestión al trasluz de la esperanza.

Un horizonte de esperanza

Creo que más o menos hemos visto las razones, regulares unas y buenas otras,

por las que, en definitiva, la psicología científica moderna ha excluido de su

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ámbito un aspecto tan capital de la experiencia humana, que su ausencia com-promete seriamente el porvenir de la disciplina (y algunas otras cosas no menosimportantes).

Sin embargo, tengo la impresión de que durante los últimos dos o tres dece-nios, después del declive del positivismo, el horizonte comienza a despejarse.

Al filo de los nuevos vientos, otras propuestas, entre ellas la de la psicohistoria,han entrado con bríos renovados en la arena, y también con mayores recursos,con el propósito de recuperar en lo posible la experiencia exiliada. Sólo quedespués de tanto fiasco, tendríais quizá la obligación de preguntarme si deverdad creo en las posibilidades del empeño y si la psicohistoria no será otrade tantas empresas condenadas al fracaso. Por supuesto, no es fácil saberlo. Adecir verdad, no sería precisamente el primer intento que se malogra, y posible-mente tampoco será el último. Pero en esta ocasión creo advertir, no obstante,signos de esperanza que no había en otros tiempos. Para dar razón científica

de las cosas ya no es indispensable reducir, mirar atrás y hacia abajo. Aquellavieja teoría alemana que distinguía en la psique tres instancias o niveles –vida,alma, espíritu– vuelve a reaparecer de alguna forma, restaurando la idea de queel llamado espíritu, el debatido Geist , no es sino el borde superior del alma quese abre al mundo de la cultura y de la historia, de un modo parecido a como elborde inferior de los instintos limita con la biología. Es posible ya, sin temora las inquisiciones del positivismo, levantar la vista arriba, dilatar la visión ymirar también hacia adelante desde la experiencia de la historia. El retorno de laconciencia es ya imparable. En la propia física, el protagonismo de los factores

subjetivos es bien notorio. La distinción entre la causalidad eficiente y la finales ya tan difícil de mantener como la que en tiempos del positivismo separabala teoría de la observación. A nadie se le oculta hoy que la condición humanaestá empapada de historia, y que si la conducta es la forma de existir de losorganismos en sus respectivos medios, en el ser humano esta forma de existir esradical e inevitablemente histórica. Además, no hay que perder de vista que elesplendor de la Modernidad toca a su fin, y que la concepción del mundo comoun inmenso mecano ha pasado a la historia.

No. Es difícil seguir creyendo que la relación del hombre con el mundo es

sólo psicofísica. Ha llegado el momento de salir a la conquista de la experienciaperdida. En esta salida, así lo creo, la psicología navegará hacia el conocimientodel hombre en su más alto sentido. Vosotros –«Tú, juventud más joven»– ten-dréis la inmensa fortuna de vivir esa gran experiencia. ■

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EL REGALO DE REYES

PEDRO RIZO*

Marginados de las calles de Madrid y un sacerdote perseguido desde fuera ydentro de la Iglesia.

No veo claro que del humanismo surja el amor a Dios sino, por desgracia ymás coherente, una narcisista solidaridad de simple amor a la propia especie.Eso no es tan humano como parece pretenderse pues que menosprecia la esen-cialidad individual de la persona, su trascendencia e identidad eternas.

Por el contrario, del amor a Dios sí surge el amor a los hombres; la caridadhacia quien sin pretenderlo pide que le ayudemos a ser algo más que animaldespistado; que a esa estupidez nos lleva la actual orfandad de Dios.

Quizás sea ilustrativa la historia de dos mendigos.Una mujer todavía joven, a la que llamaban Chisca, vaciada de autoestima y

sin otra compañía que el alcohol, vivía en la calle. Hosca, ceñuda, mal habla-da... la gente la rehuía. Por sabe Dios qué causas lo había perdido todo: marido,trabajo y amigos. Secretos que a nadie confió aunque, en verdad, tampoco anadie interesaban. Incapaz de prostituirse, se ganaba el día a día con la mendi-

cidad. Las noches las pasaba donde le caían, con frecuencia en los huecos delviaducto de la Plaza de España, de Madrid. Un pasillo en una oquedad de suestructura donde suelen maldormir media docena o más de desharrapados.

El compañero más cercano a su lugar era un hombre mayor, quizás pasabade los 60, al que todos conocían por Moro. Se interesó por él cuando, llena devino, una noche de adelantada primavera él la recogió del suelo por incapazde llegar a su sitio. Y porque a través de sus ojos, casi tapados por unas cejaspobladísimas, vio que era «educado y muy señor».

Un día aquí y otro allá empezaron a coincidir pidiendo limosna a las puer-

tas de mercados, iglesias, cines... Y cuando llegaba la hora del almuerzo, enun banco de la plaza, o en la mesa de alguna taberna entre el Mercado de losMostenses y la calle del Pez, donde con un coñac al lado agrupaban las mone-das por valores y hacían «el arqueo» de la jornada.

La gente les llamaba «la pareja»: ella de piel apergaminada, deshidratada,pelo descuidado a la greña y unas manos sorprendentemente finas de dedos lar-gos y venas intuidas para ser besadas. Moro, calvo y con una larga barba, ama-

*  PEDRO  RIZO  cursó estudios en ICADE, en su sección de Dirección de Empresas. Actualmente esConsultor, Business Development Manager.

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rillenta de tanto fumar. Pronto la mujer se acostumbró a no dormirse mientrasno llegara él a embutirse en un rebujo de ropas, manta cuartelera y periódicosque, comparado, hacían del saco de Chisca una cama de lujo.

Ésta le observaba entre las rendijas del embozo y le oía que estaba despierto.Si le hablaba, él le pedía que le dejase unos minutos, «que estaba pensando».

Se contaban cosas del día, hasta que el cansancio obligaba a Moro a cortar: –Hasta mañana, Chisca... si Dios quiere que vivamos.Lo que la mujer rubricaba amenazante: –Que no me encuentre yo a ese Dios tuyo…Chisca mejoraPoco a poco Moro fue contando algo de su vida. Que había trabajado en

varios países «por Méjico y por ahí». También de cómo su situación podíasoportarla sólo por la certeza de que Dios existía.

 –Él me ha traído a aquí, por mi deber y por mi torpeza.

Aunque hablaba poco, su espíritu religioso se manifestaba sin reparos. Unavez, la mujer le preguntó: –¿Por qué esa medalla que llevas...?Mas Moro se hizo el sordo.Cuando peor lo pasaba Chisca era al pensar en su vida pasada. El orgullo

la hundía en la tristeza con dosis de odio hacia sí misma que la incitaba a laautodestrucción y, por tanto, a la bebida. Un odio fruto del convencimiento deser ella la única culpable de sus males. ¡Hubiera sido tan bueno tener algo a loque echar la culpa! Contra eso, desde hacía unas pocas semanas, las charlas con

Moro la hacían resucitar. Poco a poco éste le enseñaba cosas nuevas: trucos paramejor pedir; que el vestir con andrajos no impedía estar limpios; que deberíaabrir una cuenta en un Banco porque su situación le facilitaba ahorrar muchoya que podía prescindir de todo lo superfluo...

Un día Moro la llevó a una casa de baños públicos. Al salir, Chisca dijo quehacía más de mil años que no se había sentido tan bien «por dentro». Y Morosubrayó:

 –Es lo que vale, estar limpios por dentro.Chisca sabía entender y se azoraba.

Una noche de finales de verano, sentados en un pretil la pasaron casi enterahablando y contemplando las estrellas. En un rapto de sinceridades él le dijoque su secreto de estar así era el haberse librado de algo que ella no comprendióbien.

 –Una cárcel ideológica, dijo evasivo. –¿Te escondes de alguien? Parece que huyes..., le preguntó Chisca. Moro no

contestó. Fue entonces que, por primera vez, Chisca habló y habló sin freno.Que se abotagaba sin saber cómo salir del laberinto. Que varias veces se quisomatar y no fue valiente pues siempre se lo impedía, por muy borracha que

estuviese, un rescoldo de dignidad. También le contó sobre aquella locura de,

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sin papeles y sin boda, apostar la vida con un sinvergüenza al que nunca debióentregarse...

A partir de entonces el correr de los días ya no era una rutina de embotamien-to y amarguras, sino una sucesión de pequeñas luces. El hombre, porque teníaalguien que quería aprender de él. Y la mujer, por su parte, en asombroso mila-

gro porque sin esfuerzo aparente dominaba sus ansias de alcohol. Sus cincuentaaños ya no parecían setenta, el globo de sus ojos recuperaba el color blanco yla mirada los brillos perdidos. Una tarde le dio un ataque de risa porque Moropropuso que a partir de entonces sólo beberían «Vodka etiqueta azul»... Esdecir, agua mineral.

El secreto de Moro

Eran las 4 de la madrugada de una de esas noches en que el calendario cambia

de número y la gente se pone contenta sin saber por qué. Moro se sintió muymalo, un gran dolor en el vientre. Con los ojos apretados, la frente ardiendo ypalabras entrecortadas le dijo a Chisca que buscase en una bolsa que llevaba asu cintura, debajo del pantalón:

 –Hay bastante dinero. Paga un taxi y llévame a una clínica de urgencias... Eltaxista ya sabrá...

La tuerta, José Chávez Morado

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Con la ayuda de otro «residente», le puso en pie. Ya en el taxi se llenó detemor. Le vio tan demacrado y dolorido que se abrazó a él sin contener unsollozo:

 –Moro, Moro... No sé en qué manera te quiero, pero te quiero muchísimo.No se te ocurra abandonarme.

Le dejó en Urgencias y se despidieron con una mirada desbordada de limpioy puro amor.

Al día siguiente Chisca fue a los Baños de la plaza de Embajadores, se peinópacientemente rebañada entre el vapor de las salas. Se compró una blusa, unestupendo chaquetón de punto, de segunda mano, y una falda en una tienda delas calles del Rastro. Y se fue a ver a Moro.

Le habían afeitado su querida y luenga barba. Tenía la cara cenicienta. Enla mano una vía de suero, en los ojos un destello de temor mezclado con unaespléndida sonrisa…

 –Ya casi no tengo fiebre y el dolor está controlado.Esperaba resultados de análisis y pruebas para quizás operarle. «Me estánsacando el carné», bromeó. Apenas hablaron, tímidos ante los otros enfermoscompañeros de habitación.

Al quinto día de pasar a verle su cama estaba vacía. Una celadora le dijoque Moro había fallecido y que debía bajar a las oficinas para recuperar susefectos personales. Chisca tuvo que rellenar un impreso. En él se enteró quehabía muerto de una nefritis infecciosa. Firmó una copia y le dieron una bolsade plástico.

La carta

Todavía ante la puerta de calle no resistió la curiosidad. Tabaco, un pañuelobordado con las letras R y T, la fotografía de un joven sacerdote diciendo misa yen su reverso, escrito a mano: La Habana, 1954. También un mechero, un viejoBalboa de plata y la medalla aquella. La miró atentamente.

En la cara, un Corazón de Jesús y, detrás, una fecha grabada en el centro:30-06-54. En el borde de arriba: «Tu ordenación», y en el de abajo: «Tu madri-

na». Había también un papel, doblado y sobado. Era una carta manuscrita queChisca, aprensiva, desplegó cuidando no romper los viejos pliegues...La Cabaña, [...] 1961

Querido…:

Esta carta te llegará por favor que nos hace… En pocos minutos estaré frentea la muerte con la conciencia tranquila y el alma limpia de pecado.

[...]

Creo en la misericordia de Dios y que me encontraré con los viejos en elcielo. Esto es un gran dolor para ti pero sobreponte que allí pediré por todos.

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Sé de quién nos fiamos y que me espera Nuestra Madre del cielo.

[...]

Perdóname mis faltas y no tengas pesar de nada, defendí nuestros ideales,nuestra religión y nuestra patria. Muero agradecido acompañado de fieles patrio-

tas y ejemplares católicos. Siento que es un bien inmenso e inexplicable estaelección de Dios morir a manos de sus enemigos, de los enemigos de nuestra fe.

[...]

Y tú sobre todo ten cuidado porque ni de tus propios hermanos en la Iglesiay el sacerdocio puedes ya fiarte. La coacción de destino estoy contigo que no laadmitas, es una forma de simonía, de mercadeo del templo. Antes te haces taxistao guardabosques. No te será difícil un puesto en la enseñanza, confío.

[…]

Lo primero que debes hacer es irte de Orlando.

[…]La permuta contigo, inaceptable de todo punto. Está claro que al final nos

matarían a los dos.

He rezado mucho por ti y seguiré rezando cerquita del Padre.

Chisca se quedó de pie unos minutos ante la salida. Guardó las cosas, cerró labolsa y salió a la calle. Las bombillas navideñas, la Cabalgata de Reyes, padresy abuelos corriendo con niños de la mano o aupados sobre los hombros; la aceraintransitable entre las espaldas de la gente y los zócalos de las casas... Su cabeza

era una encrucijada de emociones. No pensó en sus desgracias, ni en su familiani en su pasado porque el presente le secaba la garganta con un nudo de dolory ternura inexplicables.

La que un día dijo no querer nada con «aquel dios» de Moro sólo hacía repe-tir para sus adentros: «¡Jesús…!» «¡Jesús…!». ■

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BÚSQUEDA Y AFIRMACIÓN

DE LO COMÚN EN UNA SOCIEDADPLURALISTA DEMOCRÁTICATEÓFILO GONZÁLEZ VILA*

Una sociedad de quienes pensaran de modo radicalmente diferente en todo, sincoincidencia en base común alguna sencillamente no sería posible, no llegaríaa existir, dejaría de existir, estaría en proceso de desaparición… Como decían

aquellos escolásticos, a  facto ad posse valet illatio: del ser al poder vale lailación. La mejor prueba de que algo es posible está en que existe: ahí lo tieneusted. Ante la existencia de una sociedad pluralista que perdura en el tiempo,la pregunta no será, pues, la de si es posible (puesto que lo es), sino la de cómoes posible.

Y podemos adelantar con seguridad una respuesta: esa sociedad es posibleporque quienes la integran, pese a sus graves diferencias, coinciden en unaserie de firmes supuestos básicos comunes entre los que sin duda se incluye,por definición, precisamente el de que deben respetarse las diferencias que no

sean incompatibles con eso básico común. Y esas diferencias pueden darse y sedan incluso en las razones por las que unos y otros se adhieren a la afirmaciónde esas bases comunes.

Valga recordar aquí al hoy olvidado Maritain para quien era no solamenteposible sino necesario que quienes profesan religiones, filosofías distintas,alcancen un acuerdo ético práctico para llevar a cabo actuaciones conjuntas quetodos ellos coinciden en considerar necesarias, aunque difieran en las razonespor las que así lo entienden1. Así, por ejemplo, podrán alcanzar un acuerdo éticopráctico para llevar a cabo actuaciones de defensa de la vida humana desde

su concepción hasta su extinción natural quienes, sin embargo, se acogerán amuy diversas fuentes teóricas, filosóficas, religiosas… de fundamentación paraadherirse con toda firmeza a ese acuerdo.

Ciertamente en una sociedad pluralista en razón precisamente de una multi-

*  TEÓFILO  GONZÁLEZ  VILA  es Doctor en filosofía española contemporánea. Catedrático. Tomado de Análisis Digital.

1  En MARITAIN J.:  L’Homme et l’Etat , Paris, PUF, 1953. V. especialmente el c. IV («Des hommesmutuellement opposés dans leurs conceptions théoriques peuvent arriver a un accord purement pratique surune enumeration des droits humains») y el c. V («La charte démocratique») pp. 100-136. Traducción españolade Juan Miguel Palacios, El hombre y el Estado, Madrid, Encuentro, 1983, pp.125-164.

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plicidad de particulares cosmovisiones (o, como diría Rawls, doctrinas compre-hensivas [comprehensive doctrines]2), ninguna de éstas puede pretender erigirseen la común a todos. Para llegar a la afirmación común de las bases comunes dela convivencia en una sociedad pluralista democrática es necesario el diálogo.Para algunos ese diálogo es el que nos permite acordar y establecer, nosotros

mismos, las bases comunes de la convivencia, las reglas de juego y, en primerlugar, las que hemos de guardar en el mismo proceso dialogal. A ese procedi-miento dialogal, a ese diálogo, podríamos llamarlo tético (del griego tithemi =poner), en cuanto con él ponemos lo común. El recurso a ese tipo de diálogoprescinde de la cuestión misma por la verdad (supuestamente inexistente oinasequible). Quienes consideramos que las verdades y exigencias comunes enlas que hemos de asentar nuestra convivencia se dan objetivamente, tambiénnecesitamos el diálogo, un diálogo mediante el cual las buscamos y encon-tramos y al que podemos llamar heurístico, del griego heurisko  = encontrar.

Porque las verdades, si lo son, las que lo son, no lo son simplemente porque lasafirmemos, sino que hemos de afirmarlas porque lo son, antes y por encima denosotros.

El hecho es que en el discurso actualmente dominante se da por supuestoque la afirmación de unas bases comunes para la pacífica convivencia en unasociedad pluralista no puede ser sino el resultado de nuestro propio acuerdo, almargen de toda consideración sobre la posible existencia de exigencias objeti-vas a las que hayamos de someternos. Esto en el mejor de los casos. Porque, sinque nieguen la conveniencia del diálogo, no faltarán quienes sostengan que, en

último término, ha de reconocerse al poder político legislativo, una vez demo-cráticamente constituido, la competencia y legitimidad para determinar, decidir,imponer, en aplicación casi mecánica del principio de mayoría, las exigencias onormas positivas comunes a las que todos han de someterse como condición ygarantía de una pacífica convivencia, sin atender, mediante procesos dialogalesabiertos, a la multiplicidad de fuentes de sentido aun minoritarias presentes enla sociedad. En último término, que sea lo común lo decide la mayoría parla-mentaria…

La cuestión sin embargo está en que quienes constituyen en cada momento la

mayoría legislativa, cambiante en un régimen de veras democrático, no son unconjunto de personas vacías de toda referencia moral o, en general, conviccio-nal, sino que están inevitablemente determinadas también por concretas opcio-nes particulares. Si se quiere que actúen con total abandono de sus particularesopciones ¿cómo determinarán cuáles son las comunes?, ¿serían éstas absoluta-mente ajenas a cualesquiera de las opciones particulares realmente existentesy «vividas»?, ¿estaríamos acaso ante una absoluta creación legislativa a partir

2  Liberalismo político, Barcelona 2006, pp.13s; Political liberalism, Columbia University Press, 2005, p.XVIII.

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de la nada? ¿No ocurrirá que de modo inevitable lo común legislativamenteestablecido como tal procederá, en cada caso, de determinadas opciones queno dejan de ser particulares por el hecho de que sean coyunturalmente mayo-ritarias?

Ante el hecho definitorio de la diversidad de opciones, ante la divergencia de

opciones morales en una sociedad pluralista, la solución obviamente no está enhacer que deje de ser pluralista, en hacerla desaparecer como pluralista, median-te la imposición de una de ellas (y salirnos así del caso considerado). Excluidaesa solución inmoral, totalitaria, con la que desaparecería la hipótesis misma dela sociedad en la que se plantea el problema, hoy según el discurso mediática-mente más prestigiado, el de lo políticamente correcto, las leyes, como decíano hace mucho un profesor-escritor que goza del amplio favor social, no debenpretender zanjaro eliminar esas

diferencias fácti-cas sino crear unámbito en el quepuedan convivirtodas. ¿Y cómo secrea ese ámbito oespacio común?

Sorprende quepersonas aveza-

das al trato conla complejidadconceptual y lareal inevitableconflictividad deeste tipo de asun-tos parezcan darpor supuesto quela creación de un

ámbito común puede llevarse a cabo de modo absolutamente fácil y pacífico,por una especie de ensalmo legislativo. Esa ingenua actitud parece obedecera dos igualmente ligeros supuestos. Por un lado, está el supuesto de que locomún se identifica «por definición» con lo no-religioso. De ese modo se des-embarazan de enojosas discusiones sobre el contenido de las normas que hande establecerse democráticamente como comunes. Por otro lado, con no menosdespreocupada seguridad están instalados, por lo que parece, en la sólida con-vicción, de suyo claramente positivista-totalitaria, de que la aprobación formal-mente democrática de una ley la sitúa por encima de toda discusión. Veamos…

Según el primero de esos supuestos, frente a las divergencias morales –siem-

Apresurados al trabajo bajo la lluvia. Leonid Afremov

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pre de alguna manera conectadas con el orden de lo religioso– sería en lo no-religioso donde evidentemente puede instalarse lo común, el suelo aséptico dela convivencia de los diferentes. Si lo-religioso (o moral-religioso) es particular,entonces –concluyen sofísticamente– lo no-religioso, sólo por ser no-religiosoes lo común y como tal susceptible y necesitado de ser proclamado y norma-

tivamente impuesto como base de la pacífica convivencia social. Olvidan quelas opciones no-religiosas son tan particulares como las religiosas y no puedenpretender ser aceptadas como comunes, vacías de toda particularidad y por esocapaces de acomodarse con todas.

Sorprende la ingenua irenista pretensión de crear un espacio común en el quetodas las opciones puedan convivir juntas cuando es un hecho insoslayable queentre esas diversas posiciones las hay tales que unas llevan consigo la exigenciaesencial de la exclusión, eliminación, prohibición de otras. ¿Alguien consideraposible establecer un espacio jurídico común tal que en él tengan pacífica cabi-

da tanto la exigencia de respeto incondicionado a la persona humana como elreconocimiento de un derecho a eliminar en determinados supuestos a personashumanas cuya existencia constituya un obstáculo a los proyectos e intereses deotras dotadas de mayor fuerza?

Algunos entienden que la leyes capaces de hacer posible la convivencia son justamente esas leyes que a unos permiten y a otros no-imponen lo que losprimeros no consideran malo y los segundos un crimen. Pero es un hecho –eignorarlo supone en el mejor de los casos el grave error de dar por resuelto unconflicto permanentemente vivo– que a quien considera mala, nociva para el

bien común, una determinada práctica (el aborto, por ejemplo), no se le puedecontentar con decirle que nadie le obliga realizarla. Es frecuente ese discurso: situ conciencia no te permite esto que la ley permite a todos, no lo hagas (nadiete obliga), pero no pretendas impedir que lo hagan los demás. Quien así tratade desactivar mi posición ignora u olvida que mi conciencia no sólo me impidellevar a cabo determinadas prácticas que considero objetivamente lesivas delbien común, sino que me exige hacer todo lo que esté democráticamente en mimano para que los demás tampoco las realicen. Determinadas exigencias mora-les que percibo como objetivas y universales no dejan de serlo por el hecho

de que además sean sostenidas por tales o cuales confesiones religiosas, de talmodo que me siento obligado por ellas no porque mi Iglesia las predique, sino,valga decirlo así, aunque mi Iglesia también las predique ¿O acaso, ante unaexigencia moral que como tal se presenta a mi conciencia, he de considerarmedispensado de cumplirla cuando resulta que la Iglesia también predica esa exi-gencia y sólo para que no se diga que obro al dictado de «los curas»?

Hay múltiples cuestiones en las que el procedimiento válido y eficaz paraadoptar una alternativa es el de la decisión de la mayoría. Ciertamente ningúnasunto está totalmente exento de una consideración moral: ni siquiera –cuando

tal sea el caso– el de si hemos de construir un puente o un túnel para unir las dos

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partes de la ciudad X. Piénsese en el inmoral desvío de fondos públicos a quepuede conducir una u otra decisión. Pero no cabe duda de que hay otros asuntosen los que se ventilan decisiones que, por su propia naturaleza, afectan de mododirecto a la dignidad misma de la persona humana. Y la decisión mayoritariase revela una instancia manifiestamente inadecuada para determinar la solución

conforme a esa Justicia que se sitúa por encima del Derecho positivo. En talescasos, nadie puede pretender que la aprobación formalmente democrática deuna alternativa lleve consigo la exigencia de darla además por definitivamentebuena3.

Como hemos señalado más de una vez: si es una exigencia democráticaciudadana clara la de que yo acepte la competencia legislativa del parlamento,no menos exigente es la exigencia asimismo democrática que todos, el parla-mento mismo, tienen de respetar mi derecho a pensar y manifestar que tal ley,aprobada «con todas las de la ley» desde el punto de vista formal, es a mi juicio

injusta, mi derecho a expresar-exponer las razones por las que así la considero,mi derecho a tratar por medios democráticos, racionalmente argumentativos, deque otros se sumen a mi posición y esto en número creciente hasta conseguiruna nueva mayoría suficiente para derogar esa ley injusta…

Lo que en una sociedad pluralista resulta de hecho asumido desde todas lasdiversas posiciones particulares en ella presentes y puede por eso considerarsecomún, es sin duda algo que pertenece, de uno u otro modo a todas esas opcio-nes, y a ninguna de ellas de modo exclusivo.

Ahora bien, una cosa es que lo común en cuanto tal, en su estatuto y enun-

ciado público como tal, aparezca sin coloración alguna particular y otra que lasopciones particulares no puedan estar presentes en el proceso por el que, en elseno de la sociedad pluralista, se establece lo común.

Por el contrario, la real adopción común de lo común no puede ser sinoresultado de un proceso en el que todas las particulares opciones deberán haberpodido hacerse presentes hasta descubrirse convergentes es eso que por esoresulta común.

Y –no puede olvidarse esto en modo alguno– lo común será efectivamentevigente en cuanto vivo y alimentado, para cada uno, en y desde su particular

opción. Lo común «vive» en, de, las opciones particulares.Sin la convergencia o unidad pública operativa en la afirmación de los valo-res comunes no sería posible la convivencia en una sociedad pluralista; sin elrespeto a la pluralidad de razones por las que cada uno se adhiere a los valorescomunes, no estaríamos en una sociedad democrática pluralista.

La moral común, la carta democrática maritainiana, en su pública formula-

3 En relación con este tipo de cuestiones, recordemos el importante discurso de Benedicto XVI ante el Bundestag el 22 de septiembre de 2011 (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/ september/documents/hf_ben-xvi_spe_20110922_reichstag-berlin_sp.html).

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ción común, desprovista de toda referencia particular, al igual diríamos que elideal rawlsiano consenso entrecruzado (overlapping consensus) vienen a ser, enrealidad, un constructo al que corresponde en el mundo de la vida la pluralidadde morales concretas en las que cada uno encuentra razones y motivación paraconverger con otros en la aceptación del conjunto de supuestos, principios,

valores que justo en virtud de esa convergencia devienen lo común4.Sin duda, volvamos al principio, es necesario encontrar y sentar las bases

comunes, antropológicas, morales, prepolíticas, en que asentar nuestra pacífi-ca convivencia, a pesar de nuestras más hondas diferencias. Y el camino paraencontrarnos en la afirmación de esas bases comunes no puede ser sino el diá-logo que antes llamábamos heurístico. Ahora bien: debemos saber también quela afirmación de lo común no constituye un momento privilegiado a partir delcual se desarrolla sin altibajos, serenamente, una pacífica vida en común de losdiferentes. Eso no es así, no lo ha sido, ni lo será nunca. La afirmación de lo

común es en realidad un bien que tenemos en precario, que llevamos en «vasosde barro», expuesto a romperse con facilidad. La afirmación de lo común estáexpuesta siempre a desvanecerse si no se mantiene constante el empeño y lapráctica del diálogo permanente. En la sociedad pluralista la convivencia pacífi-ca tiene que contar con el «diálogo de guardia» todas las horas del día todos losdías del año, como la única substancia racional que puede asegurar la salud denuestro común entendimiento. La búsqueda y afirmación dialogal comunitariade lo común supone una segura confianza en la razón humana. La base de lascomunes bases de la convivencia está en la base común de la humana razón.

Y permítasenos pensar que estarán en mejor condición de contribuir a esediálogo y hacer valer unas bases objetivas de convivencia quienes parten delsupuesto de que la razón humana está enraizada en la realidad del hombremismo como estructura con la que se corresponden unas objetivas exigenciasde «funcionamiento» y que pueden, siendo esto así, ser descubiertas, esas obje-tivas exigencias, por todo hombre que se remita a la común básica experienciaexistencial en la que todos encontramos coincidentes deseos, aspiraciones yrespuestas. ■

4  MARITAIN J.:  L’Homme et l’Etat , Paris, PUF, 1953. V. especialmente el c. IV («Des hommesmutuellement opposés dans leurs conceptions théoriques peuvent arriver a un accord purement pratique surune enumeration des droits humains») y el c. V («La charte démocratique») pp. 100-136. Traducción españolade Juan Miguel Palacios, El hombre y el Estado, Madrid, Encuentro, 1983, pp.125-164.

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CATALUÑA EN LA GUERRA

DE LA INDEPENDENCIAFRANCISCO CABALLERO LEONARTE*

En febrero de 1808 dio comienzo la penetración de los ejércitos franceses enCataluña, que a la sazón contaba con una población de 900.000 habitantes apro-ximadamente. Al principio los franceses sólo dominaban Figueras y la ciudadde Barcelona, pero, poco a poco, se fueron extendiendo por todo el Principado.En los inicios el Jefe del ejército de ocupación, general Duhesme, aplicó una

política de mano dura, pero después, habiendo recibido instrucciones al res-pecto, pasó a realizar una política de atracción, «puesto que ha de actuar conla idea de que quiero unir esta provincia a Francia», según testimonio escritodel propio Napoleón. Los manifiestos, proclamas y periódicos, aparecieronentonces escritos en francés y en catalán. Vinieron una serie de funcionariosfranceses jóvenes y bien preparados para hacerse cargo de la dirección de laAdministración Pública y profundizar en la tarea de «afrancesar» a Cataluña.Esa política, unida al hecho, que parecía irreversible, de los éxitos militares delos ejércitos franceses, llevó a algunos catalanes, de las capas altas de la socie-

dad, a aceptar el dominio de los invasores. Por decreto de Napoleón, de 26 deenero de 1812 Cataluña quedaba incorporada a Francia.Pero, evidentemente, no todos los catalanes estaban dispuestos a aceptar el

mandato de Napoleón. La gran mayoría se dispuso a combatirle.

Manresa

Aunque con la lentitud propia de la época, no cabe duda que las noticias delengaño a que fueron sometidos los españoles por Napoleón, para adueñarse de

ciudades y fortalezas de nuestro país, también llegaron a Manresa. Esto, unidoa las repugnantes escenas de Bayona, donde se hallaba secuestrada la familiareal española, en 1808, la abdicación de Carlos IV, como rey, a favor del intru-so, y la epopeya del 2 de mayo en Madrid, fueron causas más que suficientespara levantar el patriotismo de los catalanes. Es decir, en esos momentos surgióuna conjunción de factores que, evidentemente, permiten dar una explicaciónrazonable a la sublevación popular.

Dueños de Barcelona los franceses, el general Diezme mandó publicar un

* FRANCISCO

 CABALLERO

 LEONARTE

 es Técnico Superior de Relaciones Industriales. Graduado Social.

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Bando que, entre otras cosas decía: «Todo pueblo grande o chico que se atreva alevantarse, será privado de sus privilegios y desarmado; y si en él se derramarala sangre francesa será quemado y sus autoridades, que no habrán contenido laturbulencia, serán juzgadas criminalmente…».

Entre otras providencias, el citado general dispuso se comunicara a todos los

municipios de Cataluña la obligatoriedad de remitir a Barcelona todo el papelsellado que tuviesen (se trataba del papel oficial que se utilizaba para redactardocumentos públicos) al objeto de devolverlo a los mismos ayuntamientos conuna inscripción que decía: «Valga por el Lugarteniente General del Reino». ElLugarteniente era el General Murat.

El día 2 de junio del año 1808, a la hora de mercado, llegó a la plaza mayorde Manresa un carro cargado con el papel sellado que correspondía a eseayuntamiento. Empezaron a descargar paquetes para subirlos a las oficinascorrespondientes, pero no tuvieron tiempo de llegar. Un grupo de hombres

decididos cogieron los paquetes y formaron una gran hoguera, allí mismo, condicho papel. Muchas payesas desmontaron sus paradas por temor a la algara-da, y numerosos forasteros que habían acudido simplemente al mercado, semarcharon precipitadamente a sus lugares de origen para contar lo sucedido.Al poco rato se abrieron las puertas de la balconada del Ayuntamiento y salie-ron las autoridades locales, encabezadas por el Alcalde y el Rector de la Seo,

«Defensa de la Torre Gironella», durante la defensa de Gerona. Cristófol Montserrat. Museo delEjército. Madrid

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llevando todos una cinta cosida en el sombrero con los colores de la banderaespañola y gritando: «¡Viva la religión! ¡Viva Fernando! ¡Viva la Patria!» Actoseguido se constituyó una Junta de Defensa, compuesta por el Gobernador, elAyuntamiento, varios ciudadanos notables y representantes de los Gremios dela Ciudad.

Esta Junta, previendo las consecuencias que podría traer consigo el acto derebeldía, determinó organizar al pueblo para la defensa si fuera el caso.

En efecto, los franceses de Barcelona no podían pasar por alto un ultrajesemejante; sobre todo por lo que éste pudiera tener de ejemplo a imitar. Enconsecuencia, las autoridades militares de ocupación decidieron que el díasiguiente de los hechos, 3 de junio, se organizara una fuerte columna de tropasque, en dirección Manresa y Lérida, saldría el día 4 de Barcelona, llevando unaorden secreta (posteriormente conocida por los historiadores) que disponía uncastigo ejemplar para la Ciudad de Manresa por haberse atrevido a quemar el

papel sellado de los usurpadores. Estaba claro que los gobernantes francesesquerían atajar las conmociones patrióticas de raíz, antes de que cundieran enotros lugares del Principado donde el ambiente ya estaba caldeado. El castigopara Manresa tenía que ser aleccionador por haber sido la primera ciudad deCataluña que alzó bandera de rebeldía.

El Bruch

Mientras los militares franceses se preparaban para salir hacia la ciudad rebel-

de, los manresanos se aprestaban a la defensa. Se ocupaban en recoger todaslas armas que había en la ciudad y enviaban a buscar más a Santpedor y alcastillo de Cardona. Se pidió a la población que todo aquel que tuviese objetosde plomo, estaño, u otros objetos de metal útiles para hacer balas de fusil, losentregaran. Así tenemos la anécdota de que fue precisamente un manresano,Manel Casanya, el primero que inventó un proyectil de fusil de forma cilíndri-ca, al aprovechar varillas de cortinas para hacer munición. Después se dieroncuenta que este proyectil era eficacísimo para atravesar el peto metálico de loscoraceros franceses. Los escasos ciudadanos franceses que residían en la ciudad

fueron encarcelados para evitar el espionaje a favor del enemigo; y los presoscomunes fueron puestos en libertad con la condición de que luchasen contra losinvasores.

Los manresanos, sabedores de que la columna militar francesa, al mando delgeneral Schwartz, está en camino, convocan a Somatén, acudiendo también losde Vich, Igualada, Santpedor... y otros lugares de la Comarca. Presididos por lasbanderas de la Purísima Concepción unos dos mil combatientes se aprestaban atomar posiciones, a primera hora del día 6 de junio, en lugares estratégicos deEl Bruch y de Can Massana, pasos entonces obligados para llegar a Manresa

desde Barcelona.

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A media mañana 3.800 soldados del ejército francés, con dos cañones ynumerosa caballería, llegaban a las inmediaciones de los citados lugares, sien-do recibidos con una descarga cerrada de fusilería y trabucos desde los pinarespróximos. El inesperado fuego cogió desprevenidos a los coraceros que hacíande avanzadilla y causó gran mortandad entre ellos. La sorpresa desconcertó

inicialmente a los franceses, que, poco después, reaccionan y se ponen en ordende combate.

Entretanto los somatenes, bajo la dirección técnica del teniente suizoFrancisco Krutter, siguen hostilizando a los franceses. Los paisanos se sientencada vez más fuertes porque van engrosando sus filas con nuevas incorpora-ciones. Ahora, en plena batalla, aparecen los somatenes de Santpedor con sutambor batiente, Isidre Llussá y Casanovas, de 16 años. Se enardecen los áni-mos y, sin más dilación, se pasa a un acorralamiento y persecución del enemigologrando su total dispersión. La victoria de los patriotas en la primera batalla

de El Bruch ha sido completa.No menos lo fue la del 14 de junio, más empeñada si cabe, que la primera,porque el enemigo escarmentado, venía con nuevas y mayores fuerzas y lossomatenes tuvieron tiempo de organizar sus compañías y proveerse de más ymejor armamento.

En estas acciones los franceses tuvieron su primera derrota militar en España.Pero a partir de entonces el general en jefe de las fuerzas de ocupación estaríasiempre al acecho de la ciudad de Manresa, que no pudo ocupar hasta el año1810, en unas circunstancias muy diferentes.

En efecto, como consecuencia de la derrota del ejército español en Vich,el 20 de febrero de 1810, la defensa de la provincia (Cataluña) recayó en lossomatenes. Pero éstos, sin el apoyo de los militares, tenían pocas probabilidadesde éxito en operaciones bélicas. A partir de esta derrota de las armas españolaslos soldados de Napoleón se sienten triunfantes y se pasean por Cataluña con jactancia. Recordando la afrenta sufrida en El Bruch, deciden acudir a Manresa,donde hicieron su entrada la tarde del 16 de marzo con una fuerte Divisióncompuesta por 7.000 infantes y 700 caballos. La ciudad se hallaba desierta.Sus habitantes disminuidos y debilitados por la guerra, no pudiendo oponer la

menor resistencia, se habían refugiado en la montaña.

Gerona

Pero no solo en Manresa fraguó la insurrección contra el francés. También tene-mos las páginas gloriosas de Gerona. Si a Manresa le cabe el honor de habersido la primera ciudad de Cataluña en rebelarse contra el usurpador, a Gerona lecorresponde el de haber obtenido los máximos laureles de fidelidad y heroísmo.

A principios de mayo de 1809 los franceses empezaron a ocupar los pueblos

de los alrededores de Gerona. El general español Álvarez de Castro previen-

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do un sitio largo y duro aprestó la ciudad para la defensa haciendo acopio devíveres y municiones, y tomando aquellas providencias que estimó necesariasfrente a lo que se avecinaba. Ante el inminente cerco, el general Gobernadorpublicó este escueto Bando: «Será pasado por las armas el que profiera la vozde capitular o de rendirse».

Al poco tiempo el general Saint-Cyr, con 18.000 soldados, se presentó ante laciudad de Gerona, que solo disponía de unos 5.600 hombres. El general francésle envió un parlamentario indicándole que se rindiera, al que Álvarez de Castrorespondió: «No queriendo tratar con los enemigos de su Patria, recibiría a caño-nazos a cuantos parlamentarios le enviasen».

En agosto los franceses tomaron el castillo de Montjuich, la principal defen-sa de la ciudad que queda en un alto sobre la misma. Para entonces ya habíanmuerto las dos terceras partes de sus defensores. El general español no quisoclaudicar y mandó construir barricadas y trincheras dentro de la ciudad, resis-

tiendo dos asaltos más de los napoleónicos. Sin embargo, en diciembre, agotadoy enfermo el general defensor, entregó el mando al brigadier D. Juan Bolívar.Cuando la ciudad se rindió, el 10 de diciembre, entre soldados y paisanos

habían perecido unos 10.000 gerundenses. Pero la ciudad de Gerona no fuetomada nunca por asalto, a pesar de los tres intentos, sino por el hambre y lasenfermedades producidas como consecuencia del cerco a que fue sometida porlos franceses.

El general Álvarez de Castro murió el 22 de enero de 1810, prisionero de losfranceses, en el castillo de Figueres, sin que se haya desvelado, todavía, si fue

debido a causas naturales o por envenenamiento.De aquellas fechas data esta cancioncilla que cantaban los defensores deGerona:

Digasme tu, GironaSi te n´arrendirás…

Lirom liretaCóm vols que m¨rendesca

Si España no vol pas.Lirom fa la garideta,

Lirom fa lireta fa.

Tarragona

El 14 de mayo de 1811 las tropas francesas del mariscal Suchet atacaronTarragona. Esta ciudad, en aquellos momentos, era la única plaza importanteque quedaba en manos de los insurrectos en Cataluña, recibiendo por su puertola ayuda de los ingleses y del resto de España; manteniendo muy vivo el espíritupatriótico de su población.

Los franceses destacaron para esta operación 15.000 infantes, 2.000 artille-

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ros, y 700 zapadores minadores. En total 20.000 soldados. Siendo reforzadosmás adelante por otros seis batallones (unos 4.000 soldados).

Al principio del sitio la guarnición de la ciudad estaba compuesta por unos7.000 hombres escasos, de ellos una tercera parte eran milicianos (paisanosarmados), todos ellos bajo las ordenes del Gobernador D. Juan Caro, hermano

del famoso marqués de La Romana.Tarragona se defendió bien y resistió hasta el 28 de junio de 1811 en que fue

tomada al asalto. A partir de entonces los franceses dominaron todas las plazasimportantes de Cataluña. Una Junta de generales reunida en Cervera (1 de julio)acordó la evacuación militar de Cataluña.

A principios de 1813 los efectivos franceses en España empezaron a dismi-nuir como consecuencia de la derrota de Napoleón en Rusia, lo que permitiótomar la iniciativa a Wellington y emprender una victoriosa campaña que cul-minó con las estrepitosas derrotas francesas de Vitoria y San Marcial. El 13 de

marzo de 1814 Napoleón concedía la libertad a Fernando VII, que regresaba aEspaña y el 11 de abril abdicaba Napoleón.

Barcelona: La llamada «conspiración del Día de la Ascensión»

Diversos grupos de patriotas de la ciudad de Barcelona, en conexión con tro-pas españolas del exterior, prepararon un alzamiento que debía tener lugar alas 12 de la noche del día 12 de mayo de1809, día de la Ascensión. Estabancomprometidos unos siete mil barceloneses. Previamente se había comprado alos comandantes del fuerte de Montjuich y de Atarazanas, quienes a cambio de

una fuerte suma de dinero se comprometieron a entregar dichas instalaciones.Montjuich sería ocupado por los Migueletes del Llobregat; desde el castillo sedaría una señal, a las 12 en punto, para la sublevación general; pero pasó la horaconvenida y no se dio la señal desde Montjuich, ni tampoco el repique generalde campanas que sería la llamada a la sublevación. El general de las fuerzasespañolas en Barcelona, Coupygni, se había negado a autorizar la acción de losMigueletes del Llobregat en el último momento. Luego se supo que el capitánProvana, comandante del acuartelamiento de Atarazanas, había denunciado laconjura a la policía francesa.

Pocos días después, el 2 de junio, tuvo lugar el juicio de los 18 principalesencausados por la conspiración. Los franceses tuvieron mucho interés en darpublicidad al proceso para que sirviera de escarmiento. Hubo cinco penas demuerte. Los sacerdotes Joaquín Pou y Juan Gallifa, serían ejecutados a garrotevil y los otros tres ahorcados. El acto tuvo lugar en la explanada de la Ciudadelaa las 4,30 de la tarde.

Cuenta en historiador Marcelo Capdeferro: «A la hora de la ejecucióncomenzaron a repicar las campanas de la catedral, con el típico sonido de lallamada a los somatenes, quizá con la ilusoria esperanza de un levantamiento

popular que impidiera las ejecuciones. Los autores del hecho permanecieron

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tres días escondidos en la catedral. Ante la promesa de perdón se entregaron ala fuerza francesa que había permanecido en vigilancia constante en el interiordel templo. No se cumplió la promesa; fueron ejecutados el 27 de junio. Sellamaban Ramón Mas, carpintero de ribera; Julián Portet, espartero; y PedroLastortras, cerrajero».

En recuerdo de estos mártires de la independencia existe hoy un monumentoinstalado en la plaza Garriga i Bachs, junto a la catedral de Barcelona.

Conclusiones

Tal como recogen múltiples historiadores, si la resistencia contra el invasorfrancés fue generalizada en toda España, posiblemente fuera en Cataluña dondeesta lucha resultase más feroz. Además de la rebeldía pasiva de la inmensamayoría de la población, ocurrieron episodios bélicos extraordinarios, como

las batallas de El Bruch, la defensa en los sitios de Gerona y de Tarragona,así como otros hechos de armas de menor envergadura; de todo lo cual puedeconcluirse que los catalanes, en su inmensa mayoría, no aceptaban al invasorpacíficamente.

Por otra parte es digno de resaltar cómo estos hechos históricos, tan señaladose incontrovertibles, son hoy silenciados (cuando no deformados) por la historio-grafía dominante. ¿Por qué el nacionalismo catalán omite cualquier referenciaa la Guerra de Independencia? Lo que aflora, entre todos los acontecimientosde aquella, es la gesta de un pueblo, sin distinción de clases, que lucha por sus

libertades (entendidas a su manera)… y por su propia esencia como parte de lanación española. ■

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PÁRAMO CULTURAL

JESÚS FLORES THIES*

Fechas para el páramo

Vamos a poner fechas a este «páramo cultural» para que el lector pueda situarseen esa época en la que, según los sesudos entendidos de hoy día, nos moríamosde sed de cultura, que el sistema nos negaba arrojándonos a un reseco páramo.

En el mes de mayo de 1941 el que suscribe tenía 10 años y unos meses, yllegaba a un Madrid liberado sólo dos años y un mes antes. Llegábamos de

Málaga, y desde la estación de las Delicias trepamos a un pequeño autobúsque recogía viajeros en la estación y los iba repartiendo por ahí, una especiede camioneta con techo muy apta para gente dura como nosotros. Nosotroséramos cuatro, mi abuela Paz, mi tía Manola, mi hermano Rafael y yo. Nosalojamos, mientras se buscaba otro lugar, en una pensión (pensión «Vaquero»)situada en la segunda planta de un edificio de la plaza de Benavente. Y comohemos prometido poner fechas al «páramo», diremos que nos marchamos deMadrid en septiembre de 1949 para incorporarnos como cadetes de primero enla Academia General Militar de Zaragoza. El que sepa hacer cuentas comproba-

rá que habíamos permanecido en Madrid, «parameando» a tumba abierta, granparte de aquellos denominados «terribles años 40».Resumen para despistados: nuestros «años 40» empezaron en mayo de 1941

y terminaron en septiembre de 1949.

La «Pensión Vaquero»

Como el tema que hemos elegido es el del páramo cultural, dejemos otras anéc-dotas y nos centraremos sólo en el «secarral».

Sería en aquellos días y en aquella pensión donde descubriríamos mi herma-no y yo con asombro, y sin entender demasiado aquel humor para inteligentes,el semanario  La Codorniz. Indudablemente habían esperado nuestra llegadaporque el primer número salió al mes siguiente.

Es decir que tuvimos el honor de ser de los primeros descubridores de unarevista que, cuando se acabaron los inteligentes, desapareció. La lista de cola-boradores era poco «paramera cultural», sin olvidar que sus creadores, Tonoy Mihura, dos humoristas a quienes los rojos (lo escribimos sin comillas)

* JESÚS FLORES THIES es Coronel de Artillería retirado.

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incluían en los grupos de gente peligrosa y «reaccionaria» (aquí sí va entrecomillas), consideraban peligrosos, es decir, los humoristas. Hay que tener encuenta que ellos habían editado  La Ametralladora, revista que se repartía gra-tuitamente en las trincheras nacionales. El presunto humor de  La Traca estabaen el otro bando, pero pagando… Entre los colaboradores de esta revista para

inteligentes estaban Álvaro de Laiglesia, Fernández Flórez, Evaristo Acevedo,Ángel Palomino, Mena, Mingote, Chumy Chúmez, Gila, Pitigrilli, Forges, JulioCebrián, Alfonso Sánchez Martínez, Rafael Azcona, Conchita Montes o JulioPened…, demasiada vegetación para un simple páramo.

Otra publicación que descubrimos en el aquel «paramo», y que sigue vivien-do en la selva «democrática» (en la actualidad es el diario de papel más vendi-do), fue  Marca, que dirigía entonces Nemesio Fernández Cuesta, y que habíasido fundada por su tío Manuel en 1938. Nosotros lo leíamos cogiendo lashojas que las mujeres de la limpieza iban dejando tras de sí conforme fregaban

los suelos de la Pensión. Solíamos recortar las fotos de las carreras de caballosporque luego las dibujábamos con más o menos (menos…) arte.Ya había liga de fútbol y hasta Copa del Generalísimo. En aquel año ganó

la copa el Valencia al Español (ese que ahora se llama «Espanyol») por 3-1.Se jugó el 29 de mayo, es decir, a los pocos días de nuestra llegada a Madrid(tuvieron el «detalle» de esperarnos…). Yo era partidario del «C.D. Español»pues admiraba al portero de este equipo, Martorell (hijo de un capitán delEjército), que también lo sería de la selección nacional. Durante la guerra habíaservido como soldado en lo que hoy se denomina «ejército republicano», como

otros muchos futbolistas que ya jugaban en la nueva Liga. Martorell acabaríade cirujano en el Clínico de Barcelona.Mientras la tía Manola se iba a trabajar en su oficina de Hacienda, cerca de la

Cibeles, y buscaba por las tardes un alojamiento definitivo en Madrid, nosotrosnos quedábamos con la abuela Paz, que torpe por su dificultad para andar, nosllevaba pese a sus achaques a tomar el aire a la plaza Mayor que, para aquel queno lo sepa, está a dos pasos de la plaza de Benavente. En aquella plaza habíaárboles, hoy sólo quedan en el recuerdo. Y aquí entramos otra vez en nuestro«páramo cultural».

Sobre la cultureta, tebeos y libros

Con frecuencia nos compraba la abuela un tebeo o un par de sobres de cromos.Yo puedo demostrar que, tanto los cromos como los tebeos, iniciaron eso quelos catalanes llaman «cultureta». La abuela nos compraba Chicos, posiblementela mejor publicación juvenil que jamás se haya editado en España. Apareció enSan Sebastián en el año 1938, fundada por Consuelo Gil Roesset, y pronto sedestacó por su calidad. Allí dibujaban nada menos que Freixas, Blasco, Nadal,

Cohelo, Zabaleta, Roca, Puigmiquel, Bernal… No sólo había historietas, sino

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breves relatos históricos o literarios, además de una página de deportes y otrade Cine. Una joya. A veces la abuela se sentía generosa y nos compraba ademásFlechas y Pelayos que dirigía dom Justo Pérez de Urbel.

En Flechas y Pelayos  dibujaban Aróstegui, los hermanos Moro, Pena,Castanys, Ardel, etc.

Pero nuestra «cultureta en el páramo» aumentaba también con los cromos.No sólo coleccionábamos futbolistas o artistas de cine, sino de todo lo habidoy por haber: historia de la navegación, barcos de guerra, banderas, uniformes,aviones, relojes, trajes regionales, Historia de España, personajes literarios,catedrales… Había una tradición en la colección de cromos, como los de«Nestlé», pero entonces, después de la guerra se disparó entre los chavales lacostumbre de coleccionar cromos.

Nos imaginamos las sonrisas displicentes ante esta forma juvenil de adquirircultura, pero si fuera posible, yo retaba con mis 10, 11, 12… años a un chaval de

esas mismas edades hoy día, y veríamos quien vencía a quién en un hipotéticocertamen de cultura, bueno, de «cultureta». ¿Qué chaval quinceañero sabe hoycómo es la bandera británica de la marina de guerra y cuál la de la mercante?Nosotros lo sabíamos entonces, y seguimos sabiéndolo hoy día.

Ahora vamos a hablar de libros, raro trasto que los chicos de hoy, entre 10a 15… años, suelen desconocer, y en todo caso prescindir de ellos con conmo-vedor entusiasmo.

Hemos de decir que nuestro caso, el de Rafaelito y mío, podría considerarsealgo atípico, y es que aprendimos a leer y a escribir, yo a los 4 años y pico, él

a los 6.Vivíamos en un fuerte en el desierto del Sahara (en La Agüera) y allí nosenseñó mi madre a leer y escribir en el mismo aula que los soldados tenían paraalfabetizarse (año 1935…). Pasados a la Península en enero de 1936, mi primerlibro, regalo de unas tías, fue El patito feo, y el de mi hermano Las habichue-las mágicas. Rafaelito pronto se destacaría como un lector incansable, y enlas Navidades de 1936 pidió a los Reyes El Quijote. Lo asombroso, no es quepidiera El Quijote, sino que supiera de su existencia. Los Reyes le trajeron unaedición (amplísima) para jóvenes del Quijote de Saturnino Calleja, con ilustra-

ciones de Segrelles. Una joya. Rafaelito acababa de cumplir 7 años.En 1939, las tías nos regalaron una colección de sellos, la mayor parte de laII República, que procuramos aumentar poco a poco con nuestros limitadísi-mos medios, y de esa forma, antes de cumplir los 10 años, ya nos sonaban losnombres de Salmerón, Blasco Ibáñez, Pablo Iglesias o Pi y Margall, políticose intelectuales de la 1ª República. La Filatelia, salvo para cometer alguna granestafa, parece que ya no interesa tanto como entonces.

Ya hemos dicho que nos gustaban los libros. Una auténtica joya fue el libro El Muchacho Moderno, que nos regalaron y leímos antes de marchar a Madrid.

Con los años se perdió tal joya, hasta que gracias a la «ciencia moderna»,

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pudimos conseguirlo gracias a «Internet» en sus secciones de libros de ocasión.Este sería, después del Quijote de los «Reyes» de Rafaelito, el que inauguraríanuestra primera biblioteca. Otro libro que nos regalaron pero que yo no leíhasta cosa de veinte años después, fue el  Muchacho español,  de José MaríaSalaverría, uno de los últimos libros de este escritor «regeneracionista», lógi-

camente es hoy un perfecto desconocido. Era demasiado libro para mi edad.Y conforme pasan

los años, pocos, nues-tras lecturas y nuestrabiblioteca iba aumen-tando. Pasamos casipor encima de Salgari,autor de «espantuflan-tes» aventuras, que

en mi caso particulardejó de interesarme apartir del primer libroque leímos,  El tigre de Mompracén (mi herma-no ni lo terminó), y nosenfrascábamos en RafalSabatini, La Baronesade Orzy (Pimpinela  y

otras…) o Zane Grey. Y como ya íbamos cumpliendo años, en mi caso 11, 12,13, 14… nuestras lecturas se fueron ampliando con Stevenson, Rider Hagarddo J. J. Rosny (autor de La conquista del fuego y otras). Y es que aquel «páramocultural» nos daba muchas oportunidades.

Como ampliación a este tema de las lecturas hay que decir que en aquellaépoca los libros solían ir ilustrados, y de esa forma conocimos a edad muytemprana (la nuestra, claro…) a Junceda, Olivares, BocQuet, Serra Massana,Juez «Xirinius», Apeles Mestres…. Si hoy le regaláramos un libro a un chavalquinceañero nos diría: «¡Jo, con el carroza del abuelo! ¡Si lo que yo quería era

un «tablet» nuevo con…!Volveremos más tarde al tema «libros» pero hay que seguir recorriendo elpáramo cultural por otros senderos. Y es que ya tenemos ganas de hablar de losMuseos.

El encuentro con los museos

Madrid, ya lo hemos dicho, había sido liberado dos años antes de nuestra lle-gada a la capital y muy pronto, todos los museos estaban abiertos al público,

incluido el del Prado, saqueado a conciencia por aquello que llamaban por cos-

Rafaelito y el autor de este trabajo en sus primeros años de escuela

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tumbre «la República» (como garantía económica para su inapelable exilio), yrecuperado muy poco después de acabada la guerra. En el mes de septiembreregresaba a Madrid, y poco después, todavía incompleto, reabría sus puertas. Enel verano de 1941, cuando nosotros fuimos por primera vez, «el Prado» ya era«el Prado». Recuerdo lo que me gustó mucho la «Inmaculada» de Tiépolo. No

sería la única vez que en aquellos años 40 visitábamos el Prado.Otro museo del «páramo cultural» al que fuimos en más de una ocasión fue

el de Ciencias Naturales en el que, en esta ocasión, me dejaron sorprendido losanimales disecados en posturas que daban la impresión de estar vivos.

Seguimos pasando por el «páramo». Donde hoy está el cartelón del«Guernica» de Picasso (¿o quizá pintó el «Gernika» sin saberlo?) estaba elMuseo de Reproducciones Artísticas donde había excelentes reproducciones deesculturas griegas, romanas y hasta de Rodin y su época. No sabemos dónde haido a parar este museo.

Y ya ha llegado el momento de hablar de dos museos militares, el delEjército, y el Naval.En el antiguo Museo de Artillería, que Azaña convertiría en el del Ejército

al ampliarlo con los Museos de Infantería y Caballería, nos impresionó el grancuadro del pintor cubano Izquierdo titulado «Perdonad pero no olvidéis», sanoconsejo hoy ocultado con el cuadro en algún almacén inaccesible a los visitan-tes del Alcázar de Toledo. Todo un símbolo de la sumisión de los Mandos delEjército a los nuevos «vencedores». Muchas veces hemos vuelto a este museo,hasta que fue alevosamente trasladado a Toledo, encadenado a la humillante ley

de la «Memoria Histórica».Y le ha llegado el turno al Museo Naval, una auténtica joya que ahora seha puesto momentáneamente de moda gracias a una exposición sobre Blasde Lezo. Y es que este gran español y marino, al que nosotros descubrimos alprincipio de aquellos años 40, ha sido «descubierto» hoy por una sociedad des-culturizada, después de muchos años de un asombroso desinterés por la Historiade España. De aquellas apasionantes visitas está el recuerdo de las medallasmandadas acuñar por el soberbio berzotas llamado Vernon.

De ferias y exposicionesVamos a dejar el «páramo» de los museos para meternos en el de las exposi-ciones. Sólo mencionaré a dos para no aburrir al «personal». En primer lugaral Salón de Otoño, que cada año inauguraba Franco y en el que se exponía lomás granado de los pintores y escultores españoles. Un año causó impresiónuna escultura, creo recordar que de Juan de Ávalos, de Ligia desnuda y atadasobre las astas de un toro furioso que sujeta Ursus, tomado el tema de la novelade Sienkiewvicz Quo vadis…?. Muchos años después, alguien ha escrito que

esta escultura fue el único desnudo que Franco había permitido en lo Salones

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de Otoño. La estupidez, cuando es rentable, vale la pena practicarla. En otroSalón, produjo un cierto escándalo el ensangrentado Cristo de Benito Prieto. Laverdad es que impresionaba.

Otro «Salón» anual era el de «Humoristas», donde causó sensación una per-fecta reproducción del cuadro del Greco «El Caballero de la mano en el pecho»,

pero que en vez de tener la mano en el pecho, un largo brazo se salía del marcoy la mano parecía sujetar el techo, lo que le convertía en el «Caballero de lamano en el techo». También exponían Mingote o Gila.

Los chavales lo pasábamos muy bien en la «Feria del Libro». Nosotros reco-rríamos todas las casetas (hoy «stands») pidiendo y consiguiendo todo lo quelas editoriales imprimían de propaganda de sus libros para esta Feria.

Y para acabar el tema «libros», y tengo muchas referencias de amigos y noamigos, que los quinceañeros leíamos, a veces a escondidas, los libros quehabía en casa. Personalmente leíamos, entre otros, a Galdós y a Palacios Valdés.

Hablemos de cine

Como el «páramo» es muy extenso, ya nos toca caminar por la zona del cine.Mis experiencias como espectador de películas venían de lejos, de Canarias,

Lugo y Málaga, pero sería en el verano del año 1941 cuando la asistencia apelículas se hizo casi un hábito. Y todo gracias a los cines al aire libre, especial-mente el «Cine de la Flor», en la Moncloa. Aquí vimos una noche, por cuatroperras, la película «Molinos de Viento», que vamos a comentar porque se lo

merece. Esta película se hizo en la zona «republicana» en 1937, lo que tiene unmérito indudable.Estaba interpretada por el tenor Pedro Terol y María Mercader, ésta con sólo

18 años, que se casaría años después con Vittorio de Sica. El director, en estecaso directora, era Rosario Pi. La música de Pedro Luna. Nos entusiasmó, dichoasí de forma categórica. Allí nos tragamos todas las españoladas rodadas antesde la guerra, como «Rosario la Cortijera», «El Gato Montés», «María de la O»,o «La Reina Mora», dramones que (todos) acababan como el rosario de la auro-ra. Pero también mucho cine cómico, especialmente del «Gordo y el Flaco»,

de las que recuerdo una, que era además musical, titulada «Fra Diabolo», que jamás hemos vuelto a ver, ni siquiera hablar de ella.Había más cines al aire libre por el barrio de Argüelles, en uno de ellos vimos

«La Pimpinela Escarlata» en la que de «malo», el «Ciudadano Chauvelain»,trabajaba un actor, Raymond Massey cuyo nombre, ignoro la razón, no heolvidado y que volvimos a ver en «El Prisionero de Zenda» y en «Arsénicopor Compasión». Y había otro cine, que no era al aire libre, el cine «Iris», queestaba en la calle Guzmán el Bueno, pero en las sesiones nocturnas descorríanel techo que nos dejaba ver, si tenía uno ganas, las estrellas allá arriba.

Pasado el verano de 1941, y quizá el de 1942, se terminó nuestra época

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heroica del cine al aire libre (no volvimos a ir a un cine al aire libre hasta elaño 1965, en El Paso-Tejas), ya estaba nuestro cine en los de barrio, con susañoradas dos películas en sesión continua. A los chavales no nos gustaban laspelículas españolas que considerábamos, en aquellos años 1941, 1942, 1943…,flamencadas, de cartón piedra y de interpretación muy teatral. Nos gustaba el

cine norteamericano, apenas si había cine alemán o italiano, y de haberlo, eranpelículas sin propaganda política, algunas musicales, como las alemanas deMarika Rok, o de humor (Heinz Rumann).

Leslie Howard era un actor británico que moriría, como agente de su país,derribado su avión cuando viajaba de Madrid a Londres. Merle Oberon traba- jaría años después en España con Paco Rabal en una película ambientada enGranada.

Hubo una alemana que nos gustó mucho, porque era además en color, «ElBarón de Munchausen», que nos gustó mucho. Esta película se hizo para con-

memorar el 25 aniversario de UFA.Del cine italiano, las tres películas que mejor recordamos fueron «La Coronade Hierro», «A las 9 lección de Química» y «Los que Vivimos», estas dos últi-mas protagonizadas por Alida Valli.

Pero, ya lo hemos dicho, preferíamos, en general, el cine norteamericanoque muy pronto empezó a enviar películas de propaganda, cosa que no hicieronni alemanes ni italianos. Una de ellas fue «Casablanca», que pese a un guiónabsurdo, a una historia imposible, escenas surrealistas (como la de los francesescantando la «Marsellesa» para fastidiar a un imposible, históricamente hablan-

do, general alemán); pese a unos decorados «exteriores» de más cartón piedraque los de nuestro cine; una ambientación paupérrima; a un Humphrey Bogartinterpretándose a sí mismo a tumba abierta…, es considerada como una de las10 mejores películas de la Historia del Cine.

En aquellos años, la ONC, hoy ONCE, canjeaba un número determinado decupones no premiados por entradas para cines de sesión continua, y allí iba conlos cupones coleccionados por unas tías mías a una oficina de la ONC en unacalle próxima a Montera, con fama, dicho sea en román paladino, de «casasde putas», actividad que estaba entonces muy controlada y con los permisos

sanitarios pertinentes. Y ya que hablamos de cine y de coimas, el cine Carretasera célebre por ser un «lugar de encuentro» con esas damas de las llamadasperipatéticas…

Como no podemos estar hablando de cine todo el tiempo, porque el tema esamplio, lo dejamos aquí, no sin antes hacer unos comentarios sobre la censura.

Existía una censura política (periodística) dirigida por Gobernación, y unamoral en manos de la Iglesia. Se han contado muchas cosas «graciosas» sobreesta censura, así que no hablaremos de «Mogambo» donde todos se copian,ni de «Gilda», donde no hubo censura, vamos a contar cosas más originales y

poco conocidas. Se cortaban escenas consideradas «procaces» o que dañaban

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la imagen de España. En «Arco de Triunfo», un valeroso Charles Boyer echabaa empujones de su habitación del hotel a unos divisionarios españoles, escenaque sí pudimos ver cuando vino la «democracia»… Hubo películas de «época»donde los españoles malos se convertían, gracias al doblaje, en portuguesesmalos, y el galeón «Santísima Trinidad» era rebautizado en el doblaje por «O

Terror dos Mares». No se dieron cuenta los del doblaje de otra película (¿«ElHidalgo de los Mares»?), que Gregory Peck (en una película no admitida enEspaña hizo de bandolero del maquis) decía sin pestañear: «hay que tener encuenta que estas cartas náuticas son españolas y deficientes…».

Y está también el tema hipócrita del doble rodaje. Sólo vamos a poner unejemplo del que fuimos espectadores privilegiados. La obra teatral de Pemán«Los tres etcéteras de Don Simón» fue llevada al cine cambiando «don Simón»por «El Coronel». En la película hacía de única puta de un pueblo castellanoAnita Ekberg, que ya tiene mérito la elección de los productores. Pero el resul-

tado fue una excelente película rodada en Jimena de la Frontera y dirigida por elfrancés Claude Boissol. Los intérpretes, eran además de los dos citados, DanielGelin, Fernando Fernán Gómez, María Cuadra, Juan Calvo, Paolo Estoppa yGiulia Moll, la encarga de mostrar sus cueros, pero sólo fuera de España. Y esque la película que vimos en Marrakech en 1959 era menos recatada que la quevimos años después en Barcelona.

Nos hemos salido un poco de los años 40, no pasa nada…,Y se acabó el cine, espectadores fuera…

Ahora vamos a hablar de teatroHace décadas que no piso un teatro, sin embargo, en aquellos «páramos» de losaños 40 fuimos muchas veces.

La tía Manola nos llevaba, lo mismo a comedias que a dramas y hasta aesperpentos, como los de Enrique Rambal, que lo mismo representaba «BenHur» que «Fabiola», espectáculos que vimos nosotros, pero también era capazde atreverse con «Los Tres Mosqueteros» o con «La Mil y una Noches».

Una de las primeras comedias, a las que fuimos a los pocos días de llegar

a Madrid, la representaban Loreto Prado y Enrique Chicote, matrimonio deactores que pasaron, casi sin notarlo, de representar sus obras en el Madrid rojoa las mismas comedias en el Madrid azul. La obra debía de ser tan buena quelos chavales nos reímos a mandíbula batiente. Como suena. Otras veces nosllevaba a ver a Isabel Garcés en el Eslava, y allí vimos, entre otras comedias«Los habitantes de la casa deshabitada» de Jardiel Poncela, otro éxito para lagente menuda, que no éramos pocos, pues volvimos a las risas «a mandíbulabatiente».

Pero la joya de nuestra corona era el Teatro Español donde representaba obras

clásicas la compañía de Isabel Prendes y José Mª Seoane. Todo un lujo. Allí

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vimos «Romeo y Julieta» y «ElMoro de Venecia» de Shakespeare,«El Monje Blanco» de Marquina,«Don Juan Tenorio» de Zorrilla,«Funteovejuna» de Lope de Vega,

«Don Gil de la calzas verdes»de Tirso de Molina… Íbamos al«paraíso», tan paraíso, que desdearriba y desde un lado pudimos vera doña Inés tumbada en el suelodetrás de su tumba, esperando laorden del regidor que le indica-ra que ya podía aparecerse a suamado don Juan. La representación

se hacía a todo lujo, ambientadaen su época, nada de sólo paredesblancas o negras, de actores ves-tidos con chaqueta y corbata o deguardias civiles en vez de corche-tes. Como debe ser.

No podemos olvidar algo hoydesaparecido en aquel Madridentrañable del «páramo cultural»:

el Circo Price. Allí volvimos a reírnos a «mandíbula batiente» con Pompoff,Tedhy, Nabuconodosorcito y Zampabollos, de la familia Aragón. Eran auténti-cos genios del humor, grandes atletas y extraordinarios intérpretes musicales.Tenía el «Price» su propia orquesta, porque eran tiempos sin música enlataday había en Madrid multitud de orquestas en las salas de fiestas, donde todavíano había surgido la figura del «pinchadiscos». No pocos de los componentes deestas orquestas eran músicos militares que de esa forma «pluriempleaban» sustrabajos, que era actividad muy sana en tiempos difíciles.

En el «Price» también había veladas de boxeo, a las que lógicamente no

asistíamos.

También hay que hablar de toros y de fútbol

Tenemos que hablar un poco de los «Toros», sólo para decir que nunca fuimosen Madrid a una sola corrida de toros, se salía de los presupuestos familiares.Sin embargo, en agosto de 1939 fuimos en Málaga a una corrida de torosdedicada especialmente a la gente joven, y con precios de derribo, que eran losúnicos que admitía el bolsillo de la tía Manola. Toreaban dos jovencitos diestros

de 15 años, un alevín de torero llamado Luis Miguel Dominguín, y una espe-

Portada del semanario La Codorniz 

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ranza del rejoneo, el portugués Paquito Mascarenhas. Esto hemos encontradoen «Internet»: «Hace su debut (“Dominguín”) sin picadores en Madrid, el 11de agosto de 1939 compartiendo cartel con el rejoneador Paquito Mascarenhas y con Niño de Valencia que compartió muchas tardes de becerrista». Allí está-bamos nosotros.

Como el opio (dicen) forma parte de la cultura de los pueblos, vamos aocuparnos un poco del fútbol. Se ha dicho hasta la extenuación que Franco,quien al parecer lo mismo tenía tiempo para inaugurar pantanos, o para ir aCongresos Eucarísticos, ocupaba lo que le sobraba de ese tiempo en drogarnoscon el opio del fútbol. No como ahora, pues ya sabemos que el fútbol apenas sitiene hoy importancia en la sociedad española… Yo tuve mi año de oro futbo-lístico, y fue cuando la tía Manola, debido a un relativo éxito en mi primer añode Bachillerato, me regaló un año de «socio del Atlético Aviación», que así sellamó durante algún tiempo el «Atlético de Madrid», que recuperaría su nombre

pocos años después.Hemos leído, cuando ya el «páramo» era jardín florido, ésta perla: «el Atlético Aviación (actual Atlético de Madrid), un club creado durante la guerra civil porel ejército fascista y que luego se valió de las ayudas del gobierno franquista para ganar dos ligas. El Madrid quedaba en la capital como el equipo repu-blicano». Como podemos ver los del «jardín florido» pueden ser también unosperfectos «gilipuertas». Bien, no vamos hacer historia de las razones de estoscambios de nombres, sólo diremos que en aquella temporada de 1941-1942 vimuchos partidos de «mi» equipo cuyo estadio estaba al otro lado de una gran

descampada, en las proximidades de Cuatro Caminos, descampada que reco-rríamos cada dos domingos, porque iba acompañando a otro socio amigo dela tía Manola, anglófilo por más señas, cosa poco habitual en aquellos día. Alaño siguiente, mis presuntos éxitos estudiantiles no fueron los suficientes pararenovar el carnet, así que se me acabó esa única época futbolera de mi vida, y apartir de entonces me limitaría a oír desde casa el griterío por los goles en aquelestadio Metropolitano.

La prensa y la radio

Para agotar, bien sea de forma resumida, nuestra época en el «páramo cultural»,nos queda por hablar de dos cosas: prensa y radio.

En casa se compraba el ABC  que traían diariamente a casa, menos el lunes,en que sólo estaba la Hoja del Lunes cuyos beneficios iban a la Asociación dela Prensa, ventaja para los profesionales de la prensa que se acabaría cuandollegó el «vergel cultural». La tía Manola lo cogía el domingo la primera de lafamilia para ver cuál iba a ser el racionamiento. El ABC  y el YA (de la EditorialCatólica) eran monárquicos, con la discreción necesaria…, pero el YA  era,

además, anglófilo. Las crónicas de Augusto Assía rezumaban amor británico,

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de tal manera, que con los años fue condecorado por la rubia Albión con laOrden del Imperio Británico ya que, según se ha escrito después, actuó comoagente británico. Teniendo en cuenta que en 1935 había sido comunista, la cosatiene su mérito. Un periódico de gran venta era el vespertino Pueblo, base delanzamiento de alevines del periodismo, protegidos por el sindicalista Emilio

Romero. Empujados por Romero y con los antecedentes falangistas de muchosde sus progenitores, medraron posteriormente en los «medios» periodistas comoJosé María García, Forges, Rosa Montero, Olano, José María Carrascal, JesúsHermida, Manuel Marlasca, Andrés Aberasturi, Raúl del Pozo, Vicente TalónOrtiz, Yale, Javier Reverte, Tico Medina, Carmen Rigalt, José Luis Cebrián…

Este último personaje, con sólo 19 años, entró a trabajar como redactor jefe en el diario del Movimiento y Sindicalista Pueblo, porque la sombra desu padre, Vicente Cebrián, falangista de peso, era alargada. Otro periódico deaquellos años 40 fue Informaciones, descaradamente germanófilo. Era otro de

los periódicos vespertinos.Varias revistas tuvieron mucho éxito en los años 40, entre ellas Fotos, PrimerPlano y Semana. Y es que, contra lo que ahora se pueda pensar, con hoy granparte de la prensa subvencionada, entonces los periódicos eran económicamen-te independientes.

La tía Manola reinició la compra de la revista  Lecturas, que desde los años20 había sido una revista de auténticas lecturas, y que se reiniciaría después dela guerra para derivar, como Semana, al mundo del «corazón», al que RafaelGarcía Serrano también denominaba «de la bragueta». Con una colección que

había en casa de la revista  Lecturas de los años 20 y 30, iniciaríamos nuestraafición por el cine gracias a una sección con abundante información gráficadedicada a una sola película. De esta forma, antes de la llegada del «páramo»de los 40, ya conocíamos la existencia de películas como «Las Cruzadas», «ElSigno de la Cruz» o «El Capitán Blood».

Cometeríamos una grave injusticia si no citamos aquí uno de los diarios demás venta, el del Movimiento y falangista Arriba, uno de cuyos últimos direc-tores, ya sin el yugo y las flechas en su cabecera, sería Jaime Campmany.

Seguimos recorriendo el «páramo» y para animarnos un poco ponemos la

radio.En casa teníamos una radio que había viajado con nosotros y nuestrospocos enseres desde. Málaga. Se trataba de una «Zenit» que había conseguidosobrevivir milagrosamente la guerra. Y es que en Málaga, durante el dominorojo «legalmente constituido», ante las escuchas a escondidas de las charlas deQueipo de Llano («a veces decía cada cosa…» nos comentaba la tía Manola)se ordenó, bajo severas penas, entregar en el edificio de la «Aduana» todas lasradios. La entregó ¡a ver qué remedio! Y cuando se produjo la liberación, tratóde encontrarla. Tuvo suerte, un funcionario le abrió la puerta de un almacén y

allí vio una montaña de aparatos de radio amontonadas como si fuera aquello

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una escombrera. Y después de remover, en unión de otros buscadores de radiosen aquel montón, encontró su querida «Zenit». La madera exterior estabadesencajada, pero con un par de discretos golpes el problema quedó resuelto.Lo que pasa es que hubo que sustituir el harapo en que se había convertido latela delantera del altavoz, cosa que hizo la tía Manola con su habitual habilidad

y el desperfecto quedó solucionado. Enchufó la radio, y ésta funcionó como sino le hubieran pasado guerras por encima.

Tenía onda corta y con ella, ya en Madrid, nos entreteníamos Rafaelito y yobuscando emisoras raras. Podíamos oír a todo el rojerío exiliado, especialmen-te «Radio España Independiente», con aquel locutor de dicción amariconada(«aquíii…, radio España Independiente, estación pirenaica…»). Se trataba deun comunista llamaba Gregorio Aparicio, quien, a su muerte, fue calificadopor  El País  como «coherente luchador por la democracia» (¡toma castaña!).La emisora estaba en Rumanía, después de un periplo que empezó en Moscú

y terminaría en Bucarest. También podíamos oír la BBC, y así enterarnos decosas terribles, que al parecer pasaban delante de nuestra narices y nosotros sinenterarnos. Y por supuesto radio Praga, donde podíamos oír a veces la voz de laPasionaria que, en las entrevistas después de la «transición», parecía que hablacon voz y tono de monja, pero que en los mítines de antes y frente a micrófonos«exiliados» era lo más parecido a una arpía. Y lo que parece más asombroso,tratándose de aquel pequeño aparato de radio, un día oímos una emisión enespañol… desde Pekín. Y al medio día, un toque de corneta anunciaba «ElParte» (las noticias), que todas las emisoras tenían que retransmitir obligatoria-

mente. Al final había a veces algunos «complementos», como los comentariosde «Juan de la Cosa», seudónimo de Carrero Blanco. El Pardo vigilaba…Por supuesto que había novelas o culebrones, y en la noche de los sábados

retransmitían unos relatos bastante terroríficos. Uno de ellos se llamaba «Lacasa de Lewis Stor», o al menos sonaba así. También se retransmitían a vecespartidos de fútbol, y aquellos locutores se mostraban geniales al contar alsegundo la jugada, que casi la «veíamos» gracias a ellos y a nuestra excepcionalimaginación. El locutor por excelencia era Matías Prats, que tenía entonces undefecto de dicción: pronunciaba mal la «C» y la «Z», defecto que suplía sustitu-

yéndolo con la «F», de esa forma podía decir: «el delantero del Faragofa…», ynuestro cerebro, que ignoraba el truco, acogía a «Zaragoza». Lo relató él, no esun cuento nuestro. También Matías Prats retransmitía películas y con voz casisusurrante para no molestar nos explicaba lo que él veía en la pantalla. Muchosaños después nos contó su truco: él veía la película en sesión privada, perodando la sensación de que lo hacía como todo el mundo, y por eso hablaba baji-to… Y nos lo creíamos. Recuerdo dos películas retransmitidas: «Blancanieves»y «Raza». Cuando las vimos de verdad nos daba la impresión de que ya lashabíamos visto antes.

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Algunas veces retransmitían corridas de toros, pero la más dramática detodas fue la noche en la que nos comunicaron por radio la muerte de Manolete.

El Bachillerato

Ahora sí que podemos hablar de otra parte fundamental del «páramo»: elBachillerato.

A finales de septiembre de 1941 ingresamos Rafaelito y yo en el colegiode los Jesuitas de Areneros. Traíamos buenas recomendaciones de los jesuitasdel Palo de Málaga, que nos habían acogido generosamente por ser «hijos deCaído», y en Madrid las condiciones económicas con las que nos admitieronfueron también soportables. Allí conocí a Ortiz de Zárate, «Medalla MilitarIndividual» 16 años después. Recuerdo también otros apellidos conocidos,como Ruíz Gallardón, Gómez Acebo…

El Bachillerato que estudiamos nosotros (plan 1938) no ha sido mejoradocon el tiempo. Cuando se habla de este «Bachillerato franquista», siempre seincide sobre la forma de interpretar la Historia, de lo demás ni se cita. En ningúncolegio en los que estuvimos se nos machacó con propaganda del régimen, yen la clase de Historia nunca pasamos del reinado de Isabel II. Por razones queignoro, nunca recibí clases de «Formación del Espíritu Nacional», una «maría»que en otros colegios sí conocieron a partir de 1944. La diferencia entre aquella«Formación…» y ésta «Educación para la Ciudadanía» (ciudadanía parece serque son los españoles después de la Transición) estriba en que aquella tenía

espíritu y la segunda sólo instinto.Ya iniciábamos un Bachillerato con un bagaje escolar en el que aprendía-mos a leer bien (la «Lectura» era una asignatura, así como la «Caligrafía» y la«Ortografía») ¿Qué chaval sabe hoy si delante de la U ha de ir una B o una V?¿Y cuáles son las excepciones? Si apenas lee y no estudia ortografía el resultadoha de ser desolador.

Nuestra estancia con los jesuitas deja un poso, un fermento que ha duradotoda la vida, y eso que con los jesuitas de Areneros tuvimos ciertos «desen-cuentros». Cambiamos de aires a una Academia «parajesuítica» y después, ya

por razones económicas (los tiempos eran duros) ingresamos en el Colegio deHuérfanos en Carabanchel Bajo. Pero hemos de seguir con el tema «páramo»,que retomamos inmediatamente. Esta academia «filial» de Areneros se llamabaArana… Estaba en la calle Claudio Coello, casi esquina con la calle Goya, esdecir, muy lejos de casa que estaba en Vallehermoso esquina a Cea Bermúdez.La tía Manola nos daba dinero para el metro, porque teníamos que hacer cuatroviajes, ida y vuelta por la mañana, comer, ida y vuelta por la tarde… y cenar.Hacíamos los recorridos a pie y sólo el último de la tarde lo hacíamos en elmetro.

Y todo, para ahorrar dinero y poder comprar novelas de la colección

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«Biblioteca Oro». Nuestro autor preferido era Earl Stanley Gardner, creador delas novelas de Perry Mason (defensor) y de Douglas Shelby (fiscal). Aunqueotros autores y temas se beneficiaron de nuestras largas caminatas.

Leíamos…No nos alejemos del «tema páramo», porque hemos de decir algo de ambos

colegios de huérfanos.6º y 7º de Bachillerato lo hice en el de Carabanchel Bajo. Lo más notable del

profesorado, que a toro pasado lo consideramos aceptablemente bueno, era elde Literatura, un alférez de complemento enamorado de los poemas de Lorca yBaudelaire. A nosotros nos gustaban especialmente aquellos versos que consi-derábamos ingenuamente como más «verdes». Un día leyó un poema de Lorcay dijo: «¿quién lo quiere?». Se levantaron varias manos, él arrancó la hoja dellibro y la arrojó al más cercano. Repitió este juego hasta dejar el libro de poe-mas hecho unos zorros.

En aquel colegio se organizó un coro que dirigía uno de los nuestros que eragallego, Pepe Regueira. Cantábamos canciones castellanas, gallegas y hastaasturianas. Bueno, también cantábamos en latín. Pero nuestro director rizó elrizo cuando nos enseñó al «Ave María» de Victoria. En vasco había yo cantadoaquello de «Goicheko izarraaa…», pero fue en los jesuitas del Palo de Málaga.En aquel «paramo» éramos muy cultos, como se puede comprobar.

El colegio estaba (está, pero ahora como residencia de estudiantes) en la calleGeneral Ricardos. En una de las cartas que mi padre, capitán al mando de una

compañía de la XII Bandera de la Legión, le decía a mi madre que «desde aquí

Primeros días del autor en la Escuela General Militar de Zaragoza

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veo el puente de Toledo, mañana iré a saludar a tu madre…». Nunca pudo llegara la calle «General Porlier», pero esa es ya otra historia.

En éste colegio de huérfanos tuve un sorprende inesperado baño de cultura.Debido a una epidemia de paperas (parotiditis….), se saturó el botiquín y huboque habilitar literas en la biblioteca del colegio. Yo pasaba mi trance en una de

las literas de arriba, que estaba pegada a las estanterías atiborradas de libros.Tuve tan buena suerte, que sólo con extender la mano, a veces las dos, porquelos libros pesaban, pude hojear durante casi una semana, y a conciencia, unascolecciones encuadernadas de  Blanco y Negro,  La Esfera  y  La Ilustración Española y Americana, en algunos casos en ediciones de 1898. También allípude enterarme, gracias a un libro escrito en francés, de las características fisio-lógicas de la mujer que yo, sin hermanas, desconocía de forma casi absoluta.

Terminado el 7º curso había que pasar el Examen de Estado o Reválida. Lahicimos en la Universidad de San Bernardo. La reválida era necesaria para

ingresa en la Academia General Militar de Zaragoza. Mientras nos preparába-mos en el Colegio de Huérfanos de Carabanchel Alto, desapareció la Reválidacomo requisito indispensable; y ya en la General, los nuevos aspirantes podíaningresar con sólo cinco cursos del Bachillerato. «Los últimos serán los prime-ros…».

El profesorado en el otro colegio, el «Alto», de preparación para la General,era de lujo. Uno de ellos era el señor Nadal «a» Cliché, porque era de tezmuy morena, con cabellera nívea y traje impecablemente blanco. Era él quienhabía escrito los guiones de «Homología, Homografía, Homotecia, Sombras y

Acotados», la papeleta del terror en los exámenes. Otros excelentes profeso-res eran «el Chato», «Cristalino», don Pedro… etc. Teníamos un profesor deHistoria, un comisario, que se pluriempleaba como profesor, y que era licencia-do en Historia. Tenía una habilidad extraordinaria para hacer las clases amenas,pues aprovechaba cualquier ocasión para contarnos la historia en el nivel deanécdota. La Historia que estudiábamos para examinarnos en Zaragoza era lade don Manuel Ballesteros Gaibois, que debería ser hoy obligatoria para todoslos estudiantes en todo el territorio nacional. España saldría ganando.

Y para terminar de comentar nuestro paseo por el «páramo cultural», diremos

que ingresar en la Academia General, cuya entrada estaba presidida por unaescultura ecuestre de Franco, hoy cobardemente eliminada, el primer instruc-tor en nuestra escuadra de cadetes de «primero», una especie de baño culturalelemental de disciplina, se llamaba Verdía, un cadete de «segundo» cuyopadre había sido el capitán de fragata don Remigio Verdía, Jefe de la Base deSubmarinos rojo-republicana de Cartagena… Año 1950.

Damos fin (por ahora) a este recuerdo de nuestro caminar por el «páramocultural», tema que sirvió para uno de los mejores artículos de Julián Marías,escritor y filósofo poco grato al sistema, discípulo de Ortega y Gasset, nunca

pudo ser considerado como «franquista».

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Y un cajón de sastre

Una vez terminado este sencillo recorrido por el «páramo cultural», queremoscompletarlo con detalles que han ido surgiendo después y que acumulamos aquísin orden ni concierto.

 Frescos de Sert . Los «legalmente constituidos» habían convertido en cenizaslos frescos de José María Sert en la Catedral de Vich. «Wikipedia» nos diceque, «desgraciadamente, el incendio de julio de 1936 durante el transcurso dela Guerra Civil hizo desaparecer la decoración de Sert». ¿Sería por una vela malapagada? ¿Quizá un cortocircuito? La cosa no queda clara, pero la cultura del«vergel» no cree conveniente informar. Al principio de los años 40, este pintorvolvió a pintar los frescos, y antes de llevarlos a la catedral profanada (se ins-talaron en 1945 y que hoy pueden ver los visitantes), expuso su nueva obra enel patio central del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Palacio de Santa Cruz.

Nos llevaron a verlos, un privilegio que pocos han tenido. El NO-DO. Cuando en los años 1939, 1940…, en Málaga íbamos al cine, era

muy normal que antes de la película nos pusieran noticiarios, y de esa formaveíamos el yanqui de la «Fox», el italiano «Luce» y el alemán «Ufa». Gracias aeste noticiario pudimos ver la serie que hizo Leni Riechdntal de la Olimpiada deBerlín en 1936. Ya en Madrid, aparece el NO-DO en enero de 1943 como únicodocumental, que es lo que ya se hacía en todos los países, porque no queríanmás ideología que la suya. Contra todas las tonterías que se puedan decir, nosgustaba ver el NO-DO y su hijuela «Imágenes». Era normal en las colas de los

cines oír esta frase: «¡Venga! no se entretenga, que queremos ver el NO-DO».Actualmente es un archivo documental extraordinario. Dos películas. Son sólo dos ejemplos que debimos citar al hablar de nuestro

cine al aire libre.«El Negro que tenía el alma blanca». Nos referimos a la película que rodara

Antoñita Colomé, que en esta película no hace de flamencona con caracolitosino que hasta baila claqué. La vimos en aquel cine de «La Flor» de la Moncloa.El que hacía el papel de negro era Marino Barreto, hijo de un dentista cubano deCanarias que, por cierto, atendió a mi madre en cierta ocasión. Y de Angelillo,

que era muy popular en los años 30, teníamos en la Agüera (en el Sahara)varios de sus discos, en uno de ellos cantaba una canción que todavía recuerdosu música y sus primeras estrofas: «Si yo fuera capitán / Iba a ser un terriblecastigador…».

«La pequeña rebelde». Vimos esta película también en aquel cine al aire librey barato, barato… Interpretada por Shirley Temple, fenómeno infantil que fuemuy alabada en su época, para después pasar a ser niña cursi, marisabidilla ypija. Vista al cabo de los años observamos la extraordinaria calidad interpreta-tiva de Shirley Temple, su asombrosa intuición y adaptación a su papel, siendo

una niña tan pequeña. En esta película borda su papel con escenas antológicas,

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como el baile con el esclavo negro (Big «Bojangles» Robinson) o la entrañablecharla con el presidente Lincoln al final de la película. Fue una auténtica niñaprodigio. Nos resbalan las críticas negativas.

Aún no hemos terminado, queda algo más. El cine de propaganda «franquista». Apenas si se rodaron películas en la

guerra, o inmediatamente después de la guerra, en las que apareciera el rojomalo y criminal. La más célebre «Raza» (1941), donde lo que se cuenta comofondo real del relato novelado, se hace a veces de forma sobrecogedora, comoel asesinato de los hermanos de San Juan de Dios en Calafell. La escena dela muerte en la playa, es toda una lección de su director, José Luis Sáez deHeredia, de cómo se ha de contar un drama de la forma más sencilla, que esla que resulta más estremecedora. Hubo otras, como «Boda en el Infierno»(1942) que ya apenas nadie recuerda, y sobre todo, «Sin novedad en el Alcázar»(1940), excelente película italiana con colaboración española. Hubo otras como

«Escuadrilla» (1941), donde el «rojo» es sólo el avión que se derriba. Y hemosencontrado estas otras: «Frente de Madrid» (1940), según un relato de EdgarNeville; «!A mi la Legión!» (1942), su argumento se desarrolla sólo en la guerrade África; «Harka» (1943), al igual que la anterior, no se desarrolla en la guerracivil; y «El Santuario no se rinde» (1949) sobre la defensa del capitán Cortésen Santa María de la Cabeza. Y aquí se acaba todo. Muy poco para el «páramo»de los años 40.

Comparemos con lo que sucede hoy día, donde la feroz propaganda a favordel rojerío y contra lo que llaman «franquismo» es como una losa sobre eso que

llaman ciudadanía, que impide ver y respirar, tanto en cine como en intermina-bles series de televisión. Una eficaz maniobra mantenida durante años y que yaha cosechado su principal fruto: destruir la reciente Historia de España.

Ahora sí que nos obligan a recorrer un auténtico páramo cultural, moral ypatriótico.

Sólo dos palabras y acabamos de una vez

Recordamos a aquel que haya tenido la paciencia de leernos, que sólo hemos

hablado del «páramo» de los años 40. Y relatado con ojos de niño con memoria.Si tuviéramos ganas, ampliaríamos el calendario. ■

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CONTRA TODA ESPERANZA

JOAQUÍN ALBAICÍN*

La portada de esta obra editada por Acantilado nos muestra a una anciana rusade aire frágil y perfil de ave, con un pitillo entre sus dedos y mirando por la ven-tana como si aún no hubiera desistido de ver aparecer, silueteándose contra elhorizonte, la figura de su esposo, enviado cuarenta años atrás a la muerte en loscampos por haber leído a tres «amigos» un poema ofensivo para el CamaradaStalin. Judío como ella, Ósip Mandelstam fue un talentoso poeta condenadoal anonimato, la miseria, la muerte y –se esperaba– también al olvido por el

cientifismo socialista. Como los de tantos, sus versos sólo han sobrevividogarabateados en las paredes de las mazmorras o en manuscritos originales quealgún admirador o allegado se jugó la vida por ocultar.

En el fondo, a tenor de la foto y pese a titular sus memorias Contra todaesperanza, su viuda, Nadiezhda Mandelstam (1899-1980), seguía esperando.Comenzó a escribir estos recuerdos del acoso desencadenado por el podersoviético contra ella y su marido en torno a 1956, al relativo amparo del tibiodeshielo propiciado por Khruschev. A Stalin le gustaba jugar al ratón y el gatocon sus víctimas, suscitar en ellas, cada tanto, la ilusoria sensación de que

habían sido «perdonadas» y su regreso a la vida normal quedaba a la vuelta dela esquina. Pero, ¿podía merecer el calificativo de normal la cotidianeidad deuna sociedad adoctrinada en el arte de la delación? ¿La de un país cuyos habi-tantes, para ahuyentar su miedo a ser «los próximos» en recibir la visita noctur-na de la policía secreta, se decían que «algo habrían hecho» los represaliados?

«Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos», era el lema delos chekistas. El libro de Nadiezhda –todo un tratado taxonómico de confiden-tes y soplones– retrata un tejido civil donde la sensación de ser vigilado estabatan extendida que, en sus propias palabras, el aire pesaba como el plomo. Toda

su narración transpira una ironía feroz, nacida de la lucidez destilada por elsufrimiento injustamente soportado («Una vida así se paga muy caro»). Y, aun-que insista la autora en que el bien siempre acaba por prevalecer, es fruto de suprofundo desengaño ante la mezquindad de la condición humana.

Difícil resultará seleccionar un testimonio más lapidario y desolador sobre elparaíso soviético, ese reino del eufemismo donde no existía la pena de muerte,sino la «medida suprema», y los torturados en la Lubyanka no estaban muertosni en una fosa común, sino condenados a «diez años sin derecho a corresponden-

* JOAQUÍN ALBAICÍN es periodista y escritor.

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cia»… «La bondad  –recuerda Nadiezhda– era para nosotros una cualidad pasa-da de moda, en vías de extinción». En aquel mundo de cartillas de racionamiento,la gente envidiaba a los deportados al gulag o a remotas aldeas porque, para sacarsu billete de tren, se hallaban exentos de guardar cola.

Pasternak, Bujarin o Ajmátova, la gran poetisa que pagara su talento con dos

maridos asesinados por el Estado y un hijo en el gulag (Lev Gumílev, autor de unensayo sobre el Preste Juan que mucho disfrutamos en su momento), son algunasde las celebridades evocadas en estas páginas manuscritas con sangre, sudor ylágrimas por una mujer que, cuando Joseph Brodsky la conoció, allá por 1960, untiempo en el que –en palabras de éste– residían en la URSS suficientes viudas deescritores para formar un sindicato, sobrevivía en un apartamento con las dimen-siones de un cuarto de baño americano medio.

Muy reveladora, la apreciación de Brodsky en el prólogo de que «el estatusdel mundo moderno con respecto a la civilización también puede definirse como

viudedad». Nótese que se refiere al mundo moderno en su conjunto, no sólo asu variante oficial y específicamente soviética. Lo subrayo porque, cuando abroun diario y me entero de que un hijo, por recibir una bofetada de su padre o serreprendido por pasar el día tocándose las narices, puede denunciar a éste pormalos tratos, me resulta imposible no ser transportado por mi mente al edén dechivatos y parricidas que fue la URSS. Lo mismo me sucede con la situación deindefensión en que aquí viven tantos escritores, reos de ostracismo o condenadosa escribir gratis por no comulgar con los nuevos cientifismos en boga, por laanchura de la sombra desplegada por sus plumas sobre las panzas de tantos o, sen-

cillamente, para que una luenga estela de periodistas mediocres pueda cada mespagar su hipoteca, el colegio de sus hijos y la gasolina de su coche. Sí, es ciertoque, de momento, no ha llegado a establecerse ese tratamiento privilegiado que,en irónicas palabras de Ósip Mandelstam, era concedido en la URSS a la poesía(y a la literatura en general): «Este es el único país que respeta la poesía: matan por ella», observaba. Pero no duden de que ya se anda en ello, en cómo adaptara las exigencias del mundo globalizado una terapia adecuada para los individuosfavorecidos con esa etiqueta de excelencia. Pronto encontrarán la fórmula. Y losojos de ustedes y los míos lo verán. ■

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Al otro lado de Río Grande

ESTADOS UNIDOS TAMBIÉN ESHISPANOAMÉRICADANIEL MARÍN Y LORENZO ESTEVE*

La hispanidad no sólo guarda relación con los países actualmente cono-cidos como iberoamericanos, su poder también llegó a extensas zonas deNorteamérica, y hoy algunas ciudades, escudos, banderas y hasta la propia

moneda de allí son un reflejo vivo de esta importante influencia.España no ha sido solamente la primera en descubrir el Nuevo Mundo, elmás allá del cabo Finisterre, del «fin de la tierra», sino también la primera enpisar norteamérica. Antes de que ningún europeo, –futuro estadounidense–,tocara aquellos terrenos, los españoles ya paseaban sus banderas por ellos.

El primer hombre en navegar el famoso río Colorado yanqui, era español yse llamaba Fernando de Alarcón. Y el primero en surcar el Mississippi teníala misma procedencia ibérica, respondiendo al nombre de Hernando de Soto,natural con toda probabilidad de Jerez de los Caballeros, Castilla.

Asimismo, él y sus 400 hombres aguerridos hicieron primicia explorando laszonas de Tejas, Oklahoma y Arkansas, y navegando los puertos naturales de lasactuales Nueva York y Virginia. Otro más, Alejandro Malaspina, fue el primeroen rastrear la costa de California, y uno adicional, Vázquez de Coronado, el queatravesó el Cañón del Colorado alcanzado la hoy conocida como Kansas City.

Antes de que los ingleses comenzaran sus masacres con los indios, persi-guiéndolos, esclavizándolos y hacinándolos en reservas como si fueran anima-les, los españoles ya pactábamos con sus tribus, como las de los sioux, navajos,cheyennes, arapahoes, e incluso como la de los comanches, de dónde viene la

famosa frase que ha pasado de generación en generación por la cultura popularde «territorio comanche».

La ciudad más antigua

Obviamente, estos importantes hitos no podían pasar desapercibidos en unastierras que prácticamente fueron españolas en más de la mitad de su totalidadhasta bien entrado el siglo XIX. Hoy Estados como el de Arizona, el de Florida,

* Tomado de La Gaceta.

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el de Luisiana, el de California, el de Nuevo Méjico y el de Tejas pertenecíanal por aquel entonces virreinato de la Nueva España. De hecho, Florida, quees la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América, conserva aún unaantigua fortaleza española sobre la que todavía hondea el estandarte hispano.

La huella es evidente; las ciudades de Los Ángeles, de San Francisco y deSan Agustín, entre otras, tienen origen ibérico, esto es, hispano y católico,ambos inseparables. Y se puede decir lo mismo de islas como la de San Juan.

Nombres, todos ellos, que cabrían esperarse de los españoles que partieronrumbo hacia nuevos horizontes terrestres a bordo de una nave como la SantaMaría, y no de los modernos estadounidenses que hicieron lo mismo hacialugares extraterrestres con un cohete al que apodaron Apollo, divinidad de lamitología greco-romana.

Hoy en día Madrid no es sólo la capital de aquel magno Imperio, sino unaciudad de Estados como el de Alabama, el de Colorado, el de Iowa, el deVirginia o el de Nebraska; y Washington antaño no era el centro político deEstados Unidos, sino un territorio perteneciente a la corona española.

La presencia de los antiguos dueños e inquilinos también subsiste en algunas

Fray Junípero Serra, doctor en Filosofía y Teología, evangelizador y fundador de numerosas misionesen lo que hoy son los Estados Unidos

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banderas y escudos. Así, por ejemplo, la Confederada diseñada por el congre-sista William Parcher Miles y la del Estado de Alabama, lugar de procedenciadel famoso personaje cinematográfico Forest Gump, guardan la simbología dela Cruz de San Andrés, emblema de la antigua bandera española que hoy siguenusando los carlistas. Y respecto a los escudos, tanto el de Alabama como el de

Los Ángeles incluyen en uno de sus cuarteles el castillo y el león de los antiguosreinos peninsulares.

Otro escudo que asimismo preserva la señal de su origen es el de Tejas. En él,se incluyen las seis banderas de las seis naciones que han ejercido la soberaníasobre su territorio; entre las que está, como no podría ser de otra manera, la roji-gualda española. Igualmente, en el capitolio de Tejas luce egregio el emblemade Castilla recordando, por otro lado, que aquellas zonas pertenecieron hastafechas muy recientes al propio México.

Esa España de los grandes hombres que llegaron hasta el fin del mundo dejó

también su impronta en la moneda que hoy usan cotidianamente los estadouni-denses y es la divisa más demandada en los intercambios económicos interna-cionales: el dólar.

En efecto, el símbolo de este dinero adoptado por el Rey Fernando el Católicopara la Nueva España no es otra cosa que las dos columnas de Hércules en lasque se entrelaza una cinta donde se incluía la famosa frase «non plus ultra», quese modificó por «plus ultra», es decir, «más allá».

La antigua mitología griega decía que Hércules limitó el mundo de Zeus endos pilares, esto es, en dos extremos, uno de los cuales era Gibraltar. Así, en

aquel entonces se pensaba que tras el peñón no había nada; hasta que Colóndemostró que sí, que «más allá» estaba América aguardando ser descubierta porél bajo el amparo de España.

El tálero de Carlos V

Por otro lado, el mismo nombre de «dólar» tiene relación con el Sacro ImperioRomano del que fue Rey Carlos V. En el siglo XVI  el conde Schlick ordenóacuñar en la ciudad de Joachimsthal (valle de Joaquín) unas monedas a las que

denominó «Joachims Thaler», abreviándose «Thaller», y que con el uso pasóa «Tholler» hasta llegar a «Dollar». De hecho, el dólar español fue adoptadoen 1785 como moneda oficial de los Estados Unidos a cuyas colonias Españaayudó a independizarse de Inglaterra, y en 1787 se creó el dólar estadounidensefijado en paridad con el duro español con valor de 8 reales también españolesy cuya simbología tomó y que hoy se representa como una «S» atravesada pordos erguidos palos: .

Pero existe otro tipo de huella de España en los actuales Estados Unidos:la cultural y humana. El sur y el oeste de aquella nación está indeleblemente

marcado por esas constantes, a través de México, sobre todo después de que,

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con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, Norteamérica se quedó con inmensasextensiones que ahora son los estados de Texas, Arizona, California, NuevoMéxico y Colorado.

Ahí dejó España una marcada huella que ha fructificado tres siglos despuésen grandes metrópolis como San Francisco o Los Ángeles. Franciscanos y

 jesuitas fueron creando en los siglos XVII y XVIII, las misiones y los presidios,unas veces en forma de ranchos desperdigados y otras de pequeños pueblos,que en muchos casos constituyeron el germen de grandes ciudades como SanFrancisco.

No fue fácil someter a las tribus indias, sobre todo a las nómadas, (coman-ches, navajos y apaches)...; les fue mejor con las tribus sedentarias que se dedi-caban a la agricultura.

Esclavos, no meras mercancías

Como explicaba Ramiro de Maeztu en su obra más emblemática  Defensa dela Hispanidad , la religión marcó la impronta de la forma de colonizar España.A diferencia de Inglaterra o de Francia, la Corona española fue mucho másrespetuosa con los derechos humanos, tanto con la población indígena, a la queintegraron, como a los esclavos.

Esta cuestión supuso uno de los grandes motivos de fricción con GranBretaña, ya que los principios católicos españoles hacían que trataran a éstos deuna forma más humanitaria, considerándolos «no como meras mercancías, sino

sujetos de derechos como la religión, la propiedad y la familia».Pero la cultura del sudoeste americano es, en general, hija directa de España.Religión, folclore, costumbres, e incluso elementos materiales (como la cría delganado, que los famosos cowboys de los western heredan de los vaqueros espa-ñoles; o como la arquitectura colonial) proceden de los primeros pobladores,castellanos, andaluces, vascos de aquellas grandes extensiones. Aunque en elsiglo XIX, tras ceder todo eso México, el Oeste se pobló primero de elementosanglosajones y posteriormente de inmigrantes europeos (fundamentalmenteirlandeses y nórdicos).

Los Estados Unidos actuales serían, en cualquier caso, irreconocibles talcomo hoy los conocemos sin el legado español, desde el dólar hasta algo tanrepresentativo de su cultura y su paisaje como el caballo: los primeros que lle-garon al Continente fueron dieciséis equinos andaluces llevados en una de lasexpediciones de Hernán Cortes. ■

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LOS BOMBARDEOS GENOCIDAS

MANUEL MORILLO*

En el sexagésimo octavo aniversario del bombardeo de Münster rescato esteartículo de 30Giorni que nos introduce en la realidad del genocidio liberal sobrela población civil con bombardeos indiscriminados.

Corrijo, no sólo no indiscriminados sino muy discriminados, procurandodestruir el patrimonio espiritual de Europa.

Es decir los edificios religiosos, que en Europa son los católicosAtacar el armazón del alma de Occidente. Al igual que en Montecasino

Los liberales con toda su brutalidad tecnológica al servicio de su ideologíapolítica destruyeron las iglesias pero no pudieron destruir su objetivo, la Iglesia.

UN OBISPO BAJO LAS MORAL BOMBAS

STEFANIA FALASCA**

En las crónicas de las ciudades alemanas bautizadas por el fuego aliado durante

la Segunda Guerra Mundial sigue habiendo un día para el recuerdo.El de Münster fue el 10 de octubre de 1943. Era domingo. A primeras horasde la tarde, bajo un límpido cielo otoñal, los fieles católicos de Münster sehabían reunido ante el pórtico de la antigua catedral.

Aquel día se celebraba la maternidad de María. El altar mayor de la majes-tuosa catedral gótica relucía a la luz de las velas. Los canónigos de la catedralse acababan de sentar en los escaños del coro cuando comenzaron a sonar lassirenas: eran las 14.55.

«Recibimos el aviso de seguir alerta a las 22 de un sábado por la noche,

durante una fiesta», escribe en el parte el mayor Ellis B. Scripture, naveganteestadounidense de la 90 escuadrilla de bombarderos. «La orden de despegar llegópor teletipo. Se nos comunicó que nuestro objetivo era la entrada de la catedral deMünster. Recuerdo que me quedé estupefacto al enterarme de que, por primeravez desde el comienzo de la guerra, iba a ser la población civil el objetivo denuestro bombardeo. Fui al coronel Gerhart y le dije que no consideraba posibleseguir sus órdenes. Su reacción fue exactamente la que, según pensé luego,

* MANUEL MORILLO es licenciado en Políticas y Sociología, especializado en Empresariales y Derecho.Director de la revista Arbil.

** STEFANIA

 FALASCA

 es periodista.

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me habría debido esperar de un oficial de carrera y un excelente comandante.“Escuche, mayor, esto es la guerra: g-u-e-r-r-a, ¿entiende? Estamos en una bata-lla sin cuartel, los alemanes han matado durante años a personas inocentes entoda Europa. Nuestro deber es destrozarlos. Y lo haremos. Así que, yo estoy alfrente de esta misión, y usted es mi navegante, de modo que ¡vendrá conmigo!¿Alguna pregunta?”. “No, señor”, respondí. El tema estaba cerrado»1.

La primera bomba rompedora cayó con precisión absoluta en la bóveda delcuadrado occidental de la catedral de Münster. Desde arriba, la entrada oestede la catedral, enmarcada por las imponentes torres románicas, era un objetivodifícil de fallar. Los supervivientes escaparon, buscando cobijo bajo las paredesde las torres. Sólidas como el firmamento, habían resistido a setecientos siglosde historia. La segunda bomba la alcanzó de lleno. Se derrumbaron como unamontaña de escombros. Después siguieron las bombas incendiarias. Los edifi-cios se encendieron como antorchas. Todo el centro histórico se convirtió en

una antorcha. Varios kilómetros de vapores amarillos y densas columnas defuego y humo negro se levantaron en el cielo. En pocos minutos, la antigua yorgullosa belleza de la ciudad episcopal de Münster se consumó en las llamas.A las 16.30 el coronel Gerhart declaró concluida la operación sobre Münster.

La impecable reconstrucción de aquel bombardeo hecha por el historiadorJörg Friedrich termina así. Friedrich añadió un detalle más a su narración. Undetalle sin comentarios. «El coronel Gerhart, sin embargo, tuvo que admitirque no todo había salido como se esperaba. La misión no había concluido com-pletamente. “Ha habido un error”, dice en su comunicación. “La trescientos

cincuenta escuadrilla de bombarderos se ha equivocado sobre Münster, se hadirigido hacia Enschede, en Holanda. Confundiéndola con la ciudad alemana,ha descargado sobre Enschede su carga. Sorry. Lo sentimos”»2.

También los civiles de Münster se preguntaron si no habían sido víctimas dealgún error. Por lo demás, ya había ocurrido que se les bombardeara por error.La noche del 15 de mayo de 1941 habían caído seis bombas sobre Münster.Los aviones ingleses habían atravesado el Rhin como respuesta al bombardeoalemán sobre Rotterdam; se dirigían a los dieciséis objetivos entre Colonia yDortmund, pero acabaron desenganchando bombas sobre cualquier lugar en

donde una luz indicara la presencia de humanos. Detalles.Y como estos, muchos otros. También en los relatos de los supervivientes deaquel 10 de octubre, en los testimonios de quienes tenían grabado en los ojosel horror de los montones de cuerpos medio carbonizados, casi un cúmulo decenizas, descuartizados, amontonados sobre los escombros de la Marienplatz,de Groitgasse… De quienes excavando entre los escombros, tratando de sepa-

1  Bomben auf Münster, preparado por el Museo cívico de Münster, Münster 1983, p. 44.2  FRIEDRICH, JÖRG:  La Germania bombardata, la popolazione tedesca sotto gli attacchi alleati 1940-

1945, Milán 2004, p. 200.

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rar a los muertos de los vivos, se encontraron con el espectáculo sobrecogedorde los amasijos de cadáveres de mujeres y niños sofocados, quemados en losrefugios. Como los descritos en las páginas abarrotadas de otros recuerdos: losde los testigos que declararon en el proceso canónico de Clemens August vonGalen, el obispo de Münster.

«Cuando se oyeron las sirenas de alarma, el obispo estaba poniéndose losparamentos para bajar a la catedral. No le dio tiempo de bajar hasta el refugioantiaéreo», cuenta el canónigo Alois Schröer. «Las bombas rompedoras alcan-zaron y destruyeron su residencia. Se quedó apretado contra la única pared quequedó en pie»3. Allí lo encontró su secretario, Heinrich Portmann: «Mientraslos aviones seguían sobrevolando la ciudad, vi al reverendísimo monseñorarriba, bajo el cielo abierto entre las ruinas y el humo… estaba milagrosamenteileso. Con dificultad lo ayudé a bajar […]. Más tarde, en el refugio del ColegioLudgerianum, le informé de la muerte de los fieles… del vicario Emmerich y

de las cincuenta y nueve hermanas de la caridad de San Clemente, que habíanvolado todas juntas al cielo desde su convento, alcanzado por una bomba incen-diaria. Por la noche me pidió que lo acompañara a la catedral. Se quedó allí,inmóvil, frente a aquellos escombros devorados por las llamas. En silencio,lloró4.

¿No era desde aquella catedral desde donde el «León de Münster» habíalevantado su voz desenmascarando y condenando los aberrantes crímenes y lasinfamias del nazismo? ¿Desde donde se había atrevido a atacar frontalmente aHitler? Nadie en el Tercer Reich se había atrevido a tanto. Hasta el punto de

que por su atrevido e indómito valor, apenas un año antes, se había ganado laspáginas de The New York Times como «el más encarnecido opositor del régimennacionalsocialista»5, y sus famosas homilías incluso fueron lanzadas en el cielode Berlín por la Royal Air Force inglesa. Furioso de odio, Hitler juró que leharía «pagar hasta el último céntimo»6. Sin embargo, sabía que destruirlo tam-bién habría significado renunciar a toda la Westfalia y decidió aplazarlo todohasta el final de la guerra. Pero esto pertenecía al pasado.

El 4 de noviembre de 1943 el obispo Von Galen escribe a Pío XII comunicán-dole la catastrófica situación en la que se encontraba la ciudad de Münster y el

dolor por las víctimas del bombardeo aliado. «Junto al sufrimiento del pueblo,también la destrucción de las doscientas iglesias de la diócesis le provocabanun profundo dolor y, más que nada, la de la catedral, tanto que no llegó nunca

3  Positio super virtutibus beatificationis et canonizationis servi Dei Clementis Augustini Von Galen,vol. II, Documenta, p. 341.

4  Ibidem, vol. I, Summarium, p. 625.5  New York Times, 8 de junio de 1942; cfr. 30Días, n. 8 de 2004, págs. 44 y ss.6  KUROPKA, JOACHIM: Clemens August Graf Von Galen. Neue Forschungen zum Leben und Wirken des

 Bischofs von Münster, Münster 1992, en Positio, op. cit., vol. II, Documenta, p. 1099.

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a comprender por qué lo habían hecho los aliados»7, declara en el proceso elsacerdote Theodor Holling.

Lo que Hitler no había conseguido realizar lo hizo el moral bombing. Asíhabía traducido Churchill el concepto de estrategia de la «guerra del aire justa»

destinada a «redimir la moral mediante el derrumbe sistemático de la resis-tencia moral de los alemanes»8. Durante el 43 Münster fue «redimida» por 49incursiones, a las que se añadirían otras 53 antes del final de la guerra: las másduras fueron las del 30 de septiembre y del 22 de octubre del 44. Descargaronen total 5.000 bombas rompedoras y 200 mil incendiarias en una ciudad de66.000 habitantes.

7  Positio: op. cit ., vol. I, Summarium, p. 209.8  WEBSTER,  SIR CHARLES y FRANKLAND, NOBLE:  Strategic Air Offensive Against Germany, 1939-

1945, Londres 1961, vol. V, p. 135.

El obispo Von Galen, celebra la santa misa ante los restos del altar de la catedral de Colonia bombar-deada y destruida

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Un destino que la unió a muchas otras ciudades alemanas, en aquel delibera-do «enconamiento terapéutico» en la agonía de fuego que llevó a la cancelaciónde todo el país9.

Münster, sin embargo, no formó parte de las ciudades privilegiadas porel  Bomber Command   aliado, sobre las que se pusieron a punto las sofistica-

das técnicas del «Maximun use of FIRE», con los efectos especiales de las«Tempestades de fuego» que provocaron su total «desertificación»: ciudadescomo Potsdam, Lübeck, Hamburgo, Dresden… el orgullo de Arthur Harris, elgenio absoluto del moral bombing que había bautizado los éxitos de aniquila-ción alcanzados como «Operación Gomorra».

Y sin embargo, en Inglaterra, en cuanto el número de las víctimas de estasoperaciones alcanzó las cuatro cifras, mientras la inteligencia militar planifica-ba el proceso de «hamburguización» de Alemania, dejó de ser comunicado ala opinión pública. Los ingleses, que habían sufrido las incursiones enemigas

sobre Londres, sabían, sin embargo, cuál era el significado de las «operacionesde limpieza practicadas por el  Bomber Command »10, y cuando se intensificóel uso estratégico de los bombardeos masivos, tuvo que intervenir el arzobis-po anglicado de York, Cyril Foster Garbett, para desempolvar, una vez más,la definición agustiniana de «guerra justa», para justificar ante los ojos de laopinión pública el imponente despliegue de recursos humanos y económicos.

Pero otro autorizado miembro de la Iglesia anglicana, el obispo de Chichester,George Bell, planteó públicamente otra pregunta: «¿Quién personifica “laAlemania amante de la guerra” y quién, en cambio, es una simple víctima de la

“guerra justa” que pretende poner fin a la guerra?»11

.Y frente a la Cámara de los Lores en gran agitación, Bell proclamó: «Losaliados no pueden comportarse como divinidades que fulminan a los enemigosdesde el cielo. Un dios puede desencadenar todas las plagas que quiera porqueno está sometido a las leyes, o mejor, representa a la ley. La palabra clave escri-ta en nuestras banderas es derecho. Nosotros, que junto con nuestros aliadossomos los libertadores de Europa, hemos de poner nuestra fuerza al serviciodel derecho. Y el derecho es contrario al bombardeo de las ciudades enemi-gas, especialmente el bombardeo nutrido». «Exijo, pues», concluyó, «que se

pida explicaciones al gobierno sobre su política de bombardeo de las ciudadesenemigas en este momento, sobre todo de las acciones contra los civiles, los

9  «Una prueba de fuego incesante, intensa y duradera, como nunca le había pasado hasta ahora a ningúnotro país», como declaró Churchill; cfr. Dokumente deutscher Kriegsschäden, Evakuierte, Kriegsgeschädigte,Wahrungsgeschädigte. Die geschichtliche und rechtliche Entwicklung, preparado por el Bundesminister fürVertriebene, Flüchtlinge, Kriegsgeschädigte, Bonn 1962, supl. n. 2, p. 105; «Una agonía infligida que noconoció tregua y llegó hasta el final, cuando ya todos sabían que la guerra se había perdido, incluso el Führer»(FEST, JOACHIM:  La disfatta. Gli ultimi giorni di Hitler e la fine del Terzo Reich, Milán 2004, p. 12).

10  GARRETT, STEPHEN A.: Ethics and Airpower in World  War II. The British Bombing of German Cities,Nueva York 1997, p. 89-90.

11  Ibidem: p. 99.

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no combatientes y los objetivos no militares y no industriales»12. Era el 11 defebrero de 1943.

Un año después, el 9 de febrero de 1944, en la Cámara de los Lores, Bellvolvió a atacar frontalmente una práctica que cada vez era más devastadora:«Ha de haber proporción entre los medios empleados y el objetivo alcanzado.

Borrar del mapa una ciudad entera cae fuera de esta proporción. La cuestióndel bombardeo sin límites es de enorme relevancia para la política y la accióndel gobierno. Poner al mismo nivel a los asesinos nazis y al pueblo alemán,sobre los que han llevado a cabo todo tipo de desmanes, significa difundir labarbarie»13. Eran las mismas y valerosas constataciones que, en la otra parte,en la Alemania devastada por el moral bombing, osó pronunciar el obispo VonGalen frente a las Fuerzas aliadas.

Con motivo de la primera peregrinación tras la guerra que hizo la poblaciónde Münster el 1 de julio de 1945 al santuario mariano de Telgte, Von Galen

hizo públicamente una dura protesta por el comportamiento del gobierno militaraliado, que no había respetar los derechos del pueblo alemán. «Los fieles», ates-tigua Heinrich Portmann, «que hallaron entonces a su gran abogado en mediode las tribulaciones y los sufrimientos, encontraron un benéfico consuelo, perono así los jefes de las tropas de ocupación, dado que el obispo fue llamado paraque rindiera cuentas al comandante militar de Warendorf»14.

El encuentro está documentado por la declaración del sacerdote FedericoSühling: «El comandante Jackson le pidió al obispo aclaraciones con respectoa las palabras pronunciadas; él respondió firmemente: “Como fuerzas de ocu-

pación tienen ustedes también deberes, y si no los cumplen actuaré exactamen-te igual que hice contra las injusticias y la barbarie del nacionalsocialismo”.Mencionó luego algunos puntos que le interesaban particularmente: las agre-siones de obreros extranjeros, especialmente rusos y polacos, y la violencia delas tropas de ocupación contra los civiles. Refiriéndose sobre todo a los casosde violencia, el obispo se irritó sobremanera, dio un puñetazo sobre la mesa yle dijo al intérprete: “Traduzca al pie de la letra lo que acabo de decir”. Tras unalarga discusión se llegó a un acuerdo, pero el obispo no cambió ni una coma desu homilía»15.

Precisamente en Münster, en octubre del 45, Von Galen y el obispo anglicanode Chichester se reunieron en la sede del gobierno militar en presencia del gene-ral de brigada Chadwick Bell, que se hallaba en Alemania como representantede la Iglesia anglicana, expresó su estima y plena sintonía con el obispo alemán,quien «con ardiente amor pastoral se había prodigado a la hora de proteger a sugrey» y que no había tenido temor «de llamar al pan, pan, y al vino, vino defen-

12  Ibidem: p. 111.13  Ibidem: p. 113.14  Positio, op. cit ., vol. I, Documenta, p. 429-430.15  Ibidem: pp. 47-48.

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diendo los derechos de Dios y de la dignidad humana pisoteada, también ahoraque el caos y la barbarie se agudizan a causa de los atropellos, los saqueos, lasviolencias que comenzaron tras la entrada de las tropas aliadas»16.

El 20 de agosto de 1945 Von Galen había escrito al papa Pacelli: «Inclusolos nuevos periódicos alemanes dirigidos por las fuerzas de ocupación han de

publicar continuamente declaraciones con las que pretenden achacar a todo elpueblo alemán, incluso a los que nunca comulgaron con las erróneas doctrinasdel nacionalsocialismo y hasta se opusieron a ellas según sus medios, una culpacolectiva y la responsabilidad por todos los crímenes cometidos por quienesocupaban anteriormente el poder».

Luego constataba amargamente: «Parece que esta disposición de ánimo es elfundamento para justificar las campañas de rapiña y saqueo […] y la despiada-da deportación de la población alemana de su patria». No se cortaba a la horade atacar duro: «Es realmente aterrador que el nacionalismo exasperado que

culmina en el culto a la raza del nacionalsocialismo domine hoy también entrelos vencedores, hasta el punto de que en Potsdam se ha decidido expulsar a todala población alemana de los territorios asignados a Polonia y a Checoslovaquiay amasarlos en los territorios occidentales...»17.

En la carta siguiente, del 25 de septiembre de 1945, describiéndole tambiénal papa Pacelli «la terrible situación de los territorios ocupados», le suplicabaque interviniera con «una ayuda directa mediante protestas ante las potenciasvencedoras»18.

El 6 de enero del 46 el obispo Von Galen escribe la última carta a Pío XII

antes de llegar a Roma para recibir la birreta cardenalicia. Aquel día quiso cele-brar la Epifanía en las ruinas del santuario de Telgte. Con estas palabras cerróla homilía: «Bajo el nazismo dije públicamente, y se lo escribí directamentetambién a Hitler en el 39, cuando ninguna potencia intervino entonces paraobstaculizar sus pretensiones expansionistas: “La justicia es el fundamento delEstado; si la justicia no queda restablecida, entonces nuestro pueblo morirá deputrefacción interna”. Hoy he de decir: si los pueblos no respetan el derecho,entonces no llegará nunca la paz y la concordia entre los pueblos»19. ■

16  Ibidem: p. 386.17  Carta de Clemens August Von Galen a Pío XII, véase pág. 62.18  LÖFFLER, PETER:  Bischof Clemens August Graf Von Galen, Akten, Briefe und Predigten 1933-1946 ,

vol. II, Mainz 1988, p. 1226.19 

Positio, op. cit ., vol. II, Documenta, p. 623.

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VITAL CONTRIBUCIÓN DE

ESPAÑA EN EL TRIUNFO DE LAREVOLUCIÓN AMERICANAROBERT H. THONHOFF*

Ensayo sobre un Capítulo Olvidado de la Historia de la RevoluciónAmericana

Pocos norteamericanos aprecian la magnitud de la participación de España ensu Revolución de Independencia. Casi ignorada dicha participación, durantelos últimos 200 años, el papel vital de España en la Guerra de Independenciade los Estados Unidos, empieza lentamente a surgir en la conciencia nacionalestadounidense.

Al hablar o escribir sobre el tema anterior, nuestros compatriotas lo carac-terizan, generalmente, como algo de poca monta, escasamente digno de sermencionado.

Investigaciones recientes llevadas a cabo por especialistas han sacado a luz

nueva información respecto de la Revolución Americana, misma que habíasido literalmente «Barrida bajo el tapete de la historia» por demasiado tiempo.En consecuencia antiguos conceptos empiezan a ser substituidos por la verdadhistórica.

Durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, y XIX, debemos recordar que Españadescubrió, exploró, dominó y colonizó el imperio de mayor extensión territorialen la historia del mundo. Sus dominios se extendieron en alderredor del globo eincluyen la mayor parte del hemisferio occidental. En tiempos de la RevoluciónAmericana, España gobernaba o reclamaba para sí todo el territorio de los

* ROBERT H. THONHOFF de Karnes City, Texas, E.U.A. Pedagogo Retirado, Escritor, Historiador, AntiguoJuez del Condado de Karnes, Texas, y Ex-Presidente de la Asociación Histórica del Estado de Texas.Traducción al Castellano por José Ignacio Vasconcelos y Oliva Fernández-Lana Álvarez.

JOSÉ IGNACIO VASCONCELOS de México, D.F. Ingeniero Mecánico Electricista Jubilado, Ex-Director dela Formación de Personal de los Ferrocarriles en México y al misma tiempo Consejero de los 10 países de laAmérica del Sur, a través de la Asociación Latino-Americana de Ferrocarriles; Escritor y Propagador de laCultura Hispánica a Nivel Continental. Fundador de la Agrupación Reyes Católicas con sede en México, D. F.

OLIVA  FERNÁNDEZ-LANA  ÁLVAREZ  de México, D.F. Escritora especializada en temas estéticos de laherencia cultural del Mundo Hispánico, Miembro de Agrupaciones Pro-Hispánicas, tales como: Academiade Hernán Cortés. Frente de Afirmación Hispano Mexicana, A.C., Centro de Investigación Histórica de losVirreinatos y Coordinadores de Agrupación Reyes Católicos.

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actuales Estados Unidos, al oeste del río Mississippi más el puerto de NuevaOrleans. Este vasto territorio era parte de la Nueva España, la cual se extendíade Centro América a los «hielos árticos».

De 1776 hasta haber declarado formalmente la guerra a Gran Bretaña en1779, España, a través de los mercaderes Diego de Gardoqui en Bilbao y

Oliver Pollock en Nueva Orleans, en forma encubierta enviaba dinero, mos-quetones, municiones y avíos militares en grandes cantidades como ayuda a losAmericanos en su desigual lucha contra Inglaterra, por mucho tiempo enemigade España y Francia.

Con anterioridad a la declaración de guerra, España disponía de una red deespionaje, mediante observadores a lo largo y ancho de las zonas involucradaspara vigilar el curso de la revuelta. Dos observadores situados en Philadelphia,Juan de Miralles y Francisco Rendón, quienes proporcionaban no sólo apoyomoral sino también servían para hacer llegar los suministros de ayuda material

enviados por España a los patriotas Americanos, en tanto durara la revolu-ción. En 1781, Rendón ofreció la hospitalidad de su casa al General GeorgeWashington durante la visita de navidad de dicho General a Philadelphia.

En 1777, Benjamin Franklin, representante Americano en Francia, destacó aArthur Lee para que fuera a España, donde Lee contrató secretamente y envióa través de la Compañía Española de José Gardoqui e Hijos, 215 cañones debronce, 4.000 tiendas de campaña, 12.826 granadas, 30.000 mosquetones,30.000 bayonetas, 30.000 uniformes, 51.314 balas de mosquetones y 300.000libras de pólvora, para ser expedidos desde un barco de un puerto Francés vía

Las Bermudas a Boston. Posteriormente en una de sus cartas Franklin agradecióal ministro de Carlos III, el Conde de Aranda, por el envío de 12.000 mosque-tones remitidos a Boston por España.

De 1776 a 1779, a través del mercader Oliver Pollock en Nuevo Orleans,España concedió créditos a las Colonias Americanas por 7.944.906 reales parael envío de toda clase de suministros: uniformes, zapatos, cobertones, alimen-tos, medicinas, plomo, pólvora, mosquetones, yesca, cañones y otros materia-les, que fueron enviados por los ríos Mississippi y Ohio, a las mal provistastropas de George Washington y George Rogers Clark.

Igualmente importante para la Revolución Americana, fue el control Españolde la cuenca del Mississippi a través del puerto de Nuevo Orleans, permitiendoque suministros y comunicaciones pudieran ser enviados por los mencionadosríos. Con el bloqueo Británico de la costa Atlántica, los ríos Mississippi y Ohiosirvieron como una verdadera línea vital a las fuerzas de George Washington yGeorge Rogers Clark. Solamente barcos Españoles, Americanos y Franceses sepermitía que usaran el puerto de Nuevo Orleans y la mayor parte de la ayudarecibida por Washington y Clark ingresó por esta puerta trasera.

Después de que España declara formalmente la guerra a Gran Bretaña, el

21 de Junio de 1779, el rey Español Carlos III comisionó al General Bernardo

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de Gálvez, Gobernador de Luisiana, para que condujera una campaña militarcontra los Británicos que dominaban puntos estratégicos del golfo. En conse-cuencia procediendo a cumplir órdenes Gálvez organizó una Armada y unaMarina, derrotando a los Británicos en las batallas de Manchac, Baton Rougey Natches en 1779, en Mobile en 1780 y en Pensacola en 1781. Entre tanto sus

fuerzas Españolas protegieron el alto Mississippi y el río Ohio, derrotando alos Británicos en San Luís, Missouri y San José, Michigan, asistiendo a GeorgeRogers Clark en sus batallas de Vincennes (Indiana), Kaskaskia (Illinois) yCahokia (Illinois).

En 1782 elConde de Gálvezvolvió a derrotara los Británicos ylogró el control de

su base naval deNew Providenceen Las Bahamas.Los españoles sepreparaban parala mayor campa-ña de todas contraJamaica cuandosus planes fue-

ron desviados porlas negociacio-nes de España eInglaterra que culminaron en el Tratado de Paz de París de 1783, con lo queoficialmente terminó la guerra. Al abrir un tercer frente, los españoles eficaz-mente disminuyeron las fuerzas británicas que pudieron haber sido usadas enotras partes.

Para alimentar a las fuerzas españolas, unas 9.000 cabezas de ganado deTexas procedentes de particulares, misiones y ranchos del valle del río San

Antonio, fueron arriados por rancheros texanos y españoles escoltados porsoldados hispano-texanos para las tropas del Conde de Gálvez en su campañade Luisiana a Florida. Además, cientos de caballos fueron enviados para losrequerimientos de guerra contra los ingleses.

Al mismo tiempo el Conde de Gálvez contestaba las cartas que recibía dePatrick Henry, Thomas Jefferson, General Charles Henry Lee, Capitán GeorgeMorgan y Capitán George Gibson, quienes solicitaban más ayuda; lo que elConde de Gálvez continuó proveyendo. Es de notar que parte de la flota fran-cesa estuvo bajo del mando del Conde de Gálvez durante los dos meses de

sitio de Pensacola, Marzo a Mayo de 1781. Después de la exitosa batalla que

Ataque de tropas bajo el mando del General Bernardo de Gálvez a lasinglesas que controlaban el río Mississippi

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permitió la toma del Fuerte George en Pensacola, Gálvez despidió a la flotafrancesa y dotándola con 500.000 pesos oro, con lo cual ésta viajó a lo largo dela costa atlántica hacia la Bahía de Chespeake, llegando en el momento precisopara ayudar a Washington a derrotar a Lord Cornwallis en Yorktown el 19 deOctubre de 1781.

Un impuesto voluntario de guerra fue recabado de soldados y civiles enNueva España y Cuba, incluyendo las provincias de California, Nuevo Méxicoy Texas partes integrantes de Nueva España en ese tiempo, lo que sirvió parael sostén de los gastos de guerra. Parte de este dinero, según estudios recientespudo haber sido incluido en los 500.000 pesos oro que el Comandante espa-ñol Francisco Saavedra recibió de Veracruz, mismos que él a su vez entregó aChevalier de Monteil quien los hizo llegar al Conde de Grasse, Comandante dela flota francesa en el Caribe, quien usó el dinero para pagar a sus marineros yreaprovisionar sus barcos en la Habana y Guarico en su ruta hacia Yorktown.

Otro millón de pesos oro de Veracruz fueron enviados a de Grasse mientrasprocedía en la ruta hacia la Bahía de Chesapeake.España no sólo enfrentaba a los británicos en el Norte del Continente

Americano sino también en la lejana Filipinas, Galápagos, las islas de JuanFernández, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Bahamas, Jamaica, Menorca yGibraltar. En tanto que permanecía latente la amenaza de una invasión Hispano-Francesa a Gran Bretaña. Francia lograba dar al conflicto una dimensiónmundial al atacar a Inglaterra en la India, La Bahía de Hudson y Sierra Leone,además de en Norte América y las Indias Occidentales.

El Conde de Gálvez tenía bajo de su comando hombres de España, Mallorca,Cuba e Irlanda. De Luisiana reclutó franceses, acadios, germanos, españolesde las Islas Canarias, indios y negros, tanto esclavos como libres. Y alrededorde unos 30 americanos, parte de la marina de Carolina del Sur, unos cuantostexanos pertenecían también a sus tropas. Contaba además con muchos sol-dados y barcos de México (Nueva España). Uno de sus Generales de mayorrango fue Gerónimo Girón, descendiente de Moctezuma. Su Ayuda de Campoen la Campaña de Pensacola fue Francisco de Miranda el precursor de laIndependencia Venezolana.

A voluntarios Norteamericanos se les ofreció refugio, mismo que aceptaronen los puertos de Bilbao, La Coruña, Algerciras y Santa Cruz de Tenerife. Elmismo John Paul Jones, utilizó La Coruña como base de operaciones durante18 meses. Tanto voluntarios americanos como la flota francesa del Caribe,encontraron refugio y provisiones en los puertos españoles de la Habana yNuevo Orleans. Los puertos franceses de Guarico en Cabo Francés de la IslaEspañola, fue igualmente un importante refugio para los barcos norteamerica-nos, españoles y franceses.

En su viaje de retorno de España a Nueva España en Octubre de 1784, Gálvez

fue acompañado por Diego de Gardoqui, quien iba en camino a Philadelphia

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como primer embajador de España en los Estados Unidos de Norteamérica.En Febrero de 1785, Gálvez estuvo en Savannah y Baltimore, representando aEspaña en las negociaciones relacionadas con límites geográficos con EstadosUnidos. Poco tiempo después, en reconocimiento de la ayuda proporcionadapor la marina de Carolina del Sur en la invasión de las Bahamas en 1782, el rey

Carlos III de España, conociendo el interés de Jorge Washington en la crianzade animales, especialmente la cruza para obtener mulas, ofreció a Washingtonel obsequio de dos burros para la procreación, en su Rancho de Mount Vernon.El 21 de diciembre de 1785, Washington escribió una carta agradeciendo al Reypor el obsequio de los dos burros.

Al terminar la guerra en 1783, el Conde de Gálvez fue distinguido en elCongreso Americano por su ayuda durante la Guerra de Independencia. De1785 a 1786, el Conde de Gálvez fungió como Virrey de la Nueva España,muriendo prematuramente a la edad de 40 años y fue sepultado en la ciudad de

México el 30 de Noviembre de 1786.En 1789 el primer Embajador de España en los Estados Unidos fue Diego deGardoqui, quien estuvo al lado de George Washington durante su desfile inau-gural en la ciudad de Nueva York, entonces la capital de los Estados Unidos. ElEmbajador Gardoqui fondeó al bergantín español «Galveztown» en el puerto deNueva York el cual sirvió como buque insignia del Conde de Gálvez durante laCampaña del Golfo, el único buque que mereció tal distinción entre los navíosde guerra extranjeros. Desde entonces por razones inexplicables, los EstadosUnidos parecen haber olvidado no sólo la gran contribución española en

la IndependenciaAmericana sinotambién al granhéroe español de laRevolución Ame-ricana: GeneralBernardo de Gálvez.

En tiempos másrecientes, el 3 de

Junio de 1976,con motivo de losdoscientos añosde la Declaraciónde IndependenciaNorteamericana, elRey Juan Carlos Ide España, des-cendiente directo

del Rey Carlos III,

Monumento a Bernardo de Galvez que España donó al pueblo de losEstados Unidos de Norteamérica con motivo del doscientos aniversario dela Declaración de Independencia, el 3 de junio de 1976

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donó al pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica una estatua ecuestre delGeneral Bernardo de Gálvez como testimonio de que España contribuyó con lasangre de sus soldados a la causa de la Independencia Americana. La estatuase encuentra ubicada en la ciudad de Washington, cerca de la intersección de laavenida Virginia con la calle 21 del sector N.W.

Como dijimos antes: Pocos norteamericanos aprecian la magnitud de la parti-cipación de España en su Revolución de Independencia, participación ignoradadurante los últimos 200 años, empieza lentamente a surgir en la conciencianacional estadounidense, reconociéndose el papel vital de España en la Guerrade Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Historiadores de España, México y los Estados Unidos, están actualmentetrabajando con gran ahínco, investigando, escribiendo y hablando para disemi-nar información que ha sido «barrido bajo el tapete de la historia», por dema-siado tiempo. En consecuencia es de esperar que España reciba el crédito que

merece por la ayuda prestada a los patriotas americanos durante la guerra porsu independencia. Y una vez que los americanos se den cuenta cabal de la viday los hechos del General Español el Conde Bernardo de Gálvez, lo recordarány honrarán en la misma forma que al General Marqués de Lafayette, al GeneralRochambeau y al Conde de Grasse de Francia; Barón Von Steuben y BarónDeKalb de Prussia (ahora Alemania); Thaddeus Kosciuszko y Casimiro Pulaskide Polonia.

Este breve ensayo apenas toca la superficie de una historia mucho más largay detallada que podría ser contada sobre el papel primordial que jugó España

en la Independencia Americana. Los mejores libros escritos sobre el tema son:Eric Beerman, España y la Independencia de Estados Unidos (1992), y ThomasE. Chávez, Spain and the Independence of the United States: An Intrinsic Gift  (2002), Enumerada en la bibliografía siguiente. Con seguridad estos estupendoslibros serán traducidos pronto respectivamente del español al inglés y del inglésal español para que estén disponibles para los lectores de habla inglesa y los dehabla española de todo el mundo. Estas y otras publicaciones que se han escritoy aquellas aún por escribir, serán quizás de gran ayuda para fundar el CapítuloEspañol, porque es evidente que España merece aparecer en la Historia de la

Revolución Americana por su participación. ■

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JOSÉ ANTONIO

Y LA SOLEDAD DE ALCUNEZAJOAQUÍN ALBAICÍN*

Dice el protagonista de La soledad de Alcuneza que en la guerra no sólo rara-mente se sueña, sino que no es bueno hacerlo. Tal como se vive en esta novelade García de Pruneda, la guerra transcurre, sin embargo, en una atmósfera ycompás de signo marcadamente oníricos: como del tirón, a lo largo de una sola

e interminable noche encarada a lomos de caballos conducidos al paso, ilumi-nada por estrellas fugaces y con las melodías de los moros como banda sonora.¡Fantasmal columna, la de los brigadistas derrotados! Fantasmal también, laanacrónica carga de caballería… Quizá fuese esa la guerra bajo los luceros conque un día poéticamente soñara y, ya en la prisión de Alicante, se mordiera losnudillos José Antonio Primo de Rivera por no ser capaz de detener, pese a sudesesperada propuesta de mediación a Martínez Barrio.

Por su nocturnidad y por la sensación de tiempo como en suspenso que trans-mite –y salvo por las latas de sardinas y el olor a chorizo asado, claro– esta pieza

sobre la guerra civil –con ecos de la trilogía carlista de Valle– parece más unapieza de Alexander Lernet-Holenia (de quien, por cierto, Libros del Asteroideacaba de recuperar su magnífico relato  El estandarte) que de García Serrano oSender. Originalmente publicada en 1962, ha sido ahora felizmente desenterra-da del cementerio de los libros, y en su versión íntegra, por un sello sevillano:Renacimiento. Y en Sevilla presentó hace no mucho la editorial Barbarroja –acielo descubierto, en plena calle Sierpes y en medio de sonada e injustificablepolémica– uno de los más comentados títulos de su catálogo:  El último José Antonio, de Francisco Torres García.

José Antonio, el Ché , Durruti, Nicolás II y todos aquellos a quienes la pos-teridad decide envolver, tras su muerte, con una aureola mítica, terminan porengrosar las filas más de la leyenda que de esa Historia con mayúsculas de laque se les supone iconos. De ahí que caigan los lustros y no cesen de sucederselos investigadores aplicados a averiguar cómo transcurrieron sus postrerísimosmomentos, quién desde «arriba» decidió su asesinato legal, qué ignoto personajeo mano negra falta por situar en la escena de los hechos, en qué armería compró elejecutor la pistola… José Antonio Martín Otín –con El hombre al que Kipling dijo

* JOAQUÍN ALBAICÍN es escritor y periodista.

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sí  – y Jeroni Mas Rigo –con sus ensayos en la revista Altar Mayor – han realizadouna valiosa contribución en lo que al caso del fundador de la Falange se refiere.

Lo es asimismo el libro de Torres García, profusamente documentado, conbastante información inédita y, desde ya, obra de obligada referencia. Reconozcoque tanta documentación me confunde un poco. Gobiernos, partidos y servicios

secretos guardan en los archivos los documentos auténticos, sí, pero… también –y en los mismos clasificadores– las fabricaciones elaboradas con fines dedesinformación. En cuanto a los recuerdos y deposiciones de testigos oculares,influidos siempre por el miedo, el odio, la distancia temporal y ni si se sabecuántos factores más, conceder valor al de uno en detrimento del de otro suele seruna exclusiva cuestión de intuición, preferencia personal u olfato. Además, y, pormucho que guste hablar de memoria histórica, hay lances sobre los que, quienesen ellos se vieron implicados, prefirieron siempre –por distintas razones– tendervelos muy difíciles de descorrer a estas alturas.

Como ya se nos ha contado casi hasta en qué exacto rincón de la maleta guardóJosé Antonio la brocha de afeitar, confieso que lo que más ha despertado mi curio-sidad en este libro han sido las aportaciones documentales de su autor acerca delas muchas reticencias mostradas por Franco para sumarse a la sublevación. Quizáno supongan una novedad para los estudiosos de la figura del general, pero a mí,que no lo soy, me han sorprendido, por cuanto presentan un perfil del supuestoúnico culpable de la guerra civil que en verdad invita a la meditación.

El libro aborda también el tema de la vida amorosa de José Antonio, en la queincidiera ya –siguiendo a Martín Otín– otro investigador reciente: José María

Zavala. Diré, si se me permite, y así doy –de paso– pie a que alguien se animea emprender una nueva pesquisa en busca de la servilleta donde escribió JoséAntonio su último e inédito pareado, que la verdadera «bomba» en ese ámbito aúnno ha sido revelada. Algún día se podrá contar. Cuando haya pasado más tiempoy ya no se pueda probar que se trate de algo más que una leyenda. Y es mejor así.Porque leyenda –que no historia– es ya aquel hombre al que supuestamente todos –amigos y enemigos– se desvivían por salvar del pelotón de fusilamiento, perocuando –acordándose de Carmen Werner y de, seguramente, algún otro amor–escribió el canto a la reconciliación que fue su testamento, lo mismo que cuando

salió al patio donde le aguardaban los fusiles, estaba solo, como el Alcuneza que,en la novela, cabalga bajo los luceros en una noche eterna cuyo amanecer, apenasentrevisto, siempre es fugaz y, casi de estricta observancia, frío. ■

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LIBROS

FALANGISTAS CONTRA EL CAUDILLOEditorial Sepha, 2007

Gustavo Morales

El de la Falange es hoy, a buen seguro, un mundo deimágenes e ideas presente en las reflexiones cotidianasde un cortísimo número de españoles jóvenes. Sinembargo, dejó tan importante poso sentimental en la

memoria colectiva de dos generaciones que, pese asu nula pujanza en los comicios, todavía durante losprimeros años de la Transición era frecuente ver aflo-rar, en las páginas de la prensa, la polémica en tornoa si el de Franco había sido un régimen falangista oúnicamente se valió de la simbología y una cierta retó-rica propagandística para decorar con ellas un Estadonacional-católico.

El autor de este libro se cuenta entre los sustentado-

res de esa segunda visión, que es la que –pienso que con inusual tardanza– estápoco a poco erigiéndose en predominante entre los historiadores. De ahí quehaya acometido la labor de presentar una panorámica en detalle sobre las múlti-ples actitudes disidentes que, ya durante la guerra civil, enfrentaron a bastantesfalangistas con el aparato franquista, así como la historia del partido –FE delas JONS (Auténtica)– que, desaparecido Franco, quiso erigirse en continuadorhistórico de aquellos azules rebeldes a su liderazgo.

El 18 de julio de 1936, Falange Española era una organización que apenaspodía presumir de unos tres años de existencia y con un programa necesaria-

mente ayuno de concreción en bastantes aspectos teóricos y prácticos. Su mili-tancia no debía sobrepasar los cinco o siete mil afiliados (fundamentalmente,estudiantes universitarios, campesinos, intelectuales y pequeños núcleos deobreros urbanos). Nunca dispuso de los medios precisos para hacer llegar sumensaje a amplias capas de población. Y resulta, desde la distancia temporal,imposible de determinar la cuantía de los simpatizantes sin carné que pudieransentirse atraídos por la popularidad personal de José Antonio Primo de Rivera.

Sin embargo, con el estallido de la guerra, y mientras sus principales hombresmueren en el frente o los paredones, miles y miles de personas se incorporan

en tropel al pequeño partido. Unos, son oportunistas y figurones a busca de un

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cargo. Otros, llegan convencidos –de un modo muy emotivo y vago– de que ahíestá el futuro. Otros, buscan salvar la vida. De la noche a la mañana, la Falangese transforma en una organización de masas, y, a poco que sus mandos hubieranmostrado algo de cabeza y olfato, podría haberse convertido en la fuerza de máspeso político en la zona nacional y, después, en el régimen de Franco.

La impresión extraída de la lectura de este libro es que, si esto no sucedió,debiose solo a las luchas intestinas desatadas entre ellos, y más por razones deorden personal que político. ¿De qué otro modo explicar que los falangistas«antifranquistas» que instan a Hedilla a no aceptar los cargos ofrecidos porFranco… corran a abrazar a éste y ocupar los susodichos –y, de ser posible,alguno más– apenas Hedilla, precisamente por seguir su consejo, acaba enchirona? Todo indica que, si Franco no desató en 1937 una represión contra laFalange similar a la aplicada por el gobierno republicano contra el POUM, fuepor el mero hecho de darse muy pronto cuenta de que los «revolucionarios»

azules resultaban muy sencillos de contentar con un puesto oficial y de quelos verdaderos díscolos eran elementos aislados, sin carisma ni peso específicoreal en una Falange de aluvión compuesta, sobre todo, por recién llegados. Lamisma estrategia continuó tras la guerra: las cartas de indignada protesta defalangistas prominentes eran acalladas con concesiones de cargos desde los quelos «rebeldes» procuraban aplicar lo que, dadas las circunstancias, pudieran…y desde donde raramente volvían a mencionar la «revolución pendiente».

En general, y como apunta Morales: «Las disidencias habrían sido espon-táneas, con más sentimiento que raciocinio». Creemos que le asiste también

la razón al subrayar cómo, pese al posibilismo subyacente en tales actitudes,a aquellos falangistas «colaboracionistas» –la mayoría– les son atribuiblesiniciativas –la Seguridad Social, las pensiones, el Seguro de Enfermedad, lasUniversidades Obreras…– que mejoraron de modo sustancial tanto la situación jurídica como la calidad de vida de las masas trabajadoras, así como en suplanteamiento de que bajo el paraguas del régimen de Franco, que algunos pre-sentan como un bloque monolítico y carente de matices, coexistieron banderíaspolíticas diversas, entre las que la Falange, sin ser la más influyente, se mostrómuy capaz en el terreno especifico que, durante unos años decisivos para el

desarrollo económico de España, le fue asignado, el sindical, donde llevó a caboimportantes realizaciones: las que –siempre y cuando sus medidas no conmo-vieran las bases del sistema capitalista– le fueron permitidas.

Bastantes falangistas de viejo o reciente cuño fueron, es cierto, ejecutadosya en la guerra, en zona nacional, como consecuencia de sus tensas relacionescon los militares Hedilla, Perales, Ridruejo y otros intervinieron para evitar odetener los fusilamientos de izquierdistas en la retaguardia. Las propuestas pre-sentadas por los falangistas, ya en 1938, desde el Ministerio de Organización yAcción Sindical fueron consideradas tan anticapitalistas y alarmaron hasta tal

punto a Franco que… eliminó de un plumazo el Ministerio del organigrama del

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Estado. Ahí están –y Morales las trae a colación– las represalias y condenassufridas por Perales, Ridruejo, Eduardo Ezquer, Hedilla, Gerardo SalvadorMerino… o el desencanto ahogado en la División Azul por Gaceo, Sotomayory Guitarte. Y, para quienes no fueron a Rusia y resultaron incómodos, menu-dearon los confinamientos, detenciones periódicas y semi-destierros (o sin el

semi). Con la gazuza arreciando, la cabeza de alguno fue sacrificada –en sen-tido literal– en aras de no alterar el equilibrio entre las distintas «familias» delrégimen. En el caso de otros, no es fácil discernir hasta qué grado los trasfondospolíticos no se entremezclaban –en la España de Surcos de Nieves Conde– conactividades menos altruistas.

Pero, sostener –como hace el autor– la existencia, ya en 1940, de una Falangeclandestina y paralela a la oficial que, más allá de la discrepancia política, pre-tendió combatir al régimen de Franco de modo organizado y activo, llegandoincluso a considerar la posibilidad de asesinar al Jefe del Estado durante su asis-

tencia a una representación de Las Mocedades del Cid  en el Teatro Español…Lo cierto es que, en los ambientes del radicalismo político, la hipótesis resultatan disparatada como probable. Otra cosa es que, desde nuestro humilde puntode vista, demostrarlo resulte tarea en extremo ardua. Cierto que existen –yMorales los cita– documentos policiales de entonces alertando sobre las reu-niones de esa Falange clandestina, pero… en un régimen animado por el celorepresivo del franquista de 1942, ¿dónde cae la frontera entre una conspiraciónreal y una tertulia de amigos en la que, simplemente, son expresadas opinionesadversas a la política del gobierno? ¿Hasta qué punto puede considerarse que

Rodríguez Tarduchy, supuesto líder de esa Falange de las catacumbas, a quienLedesma Ramos recordaba como uno de los elementos más carcas y ultramon-tanos de la Falange originaria, se sintiera incómodo con –o traicionado por– elnacional-catolicismo franquista?

Siempre es citado, como caso paradigmático, el fusilamiento en 1942 dePérez de Cabo. Oficialmente, fue condenado por especular con alimentos.En cambio, para la historia apócrifa de la Falange, se trataba de eliminara un importante activista de la resistencia secreta. ¿Quién dice la verdad?¿Manipularon los tribunales franquistas la historia de un hombre a quien con-

venía fusilar, presentándolo como un delincuente común? ¿O manipularon los«falangistas auténticos» la historia de un individuo acuciado –como tantos enla época– por el hambre o la ambición, convirtiéndolo en un mártir literario dela «revolución pendiente»? Dudo que se sepa nunca la respuesta.

De hecho, Morales se detiene en cierto curioso proyecto de infiltración de laFalange en los sindicatos mexicanos, expuesto por Pérez de Cabo a Fernández-Cuesta poco antes de su fin, y que invita a preguntarse en cuántos fregados –ymolestos para cuánta gente, empezando por la policía, a menudo implicada enel estraperlo– pudiera andar envuelto Pérez de Cabo. ¿De dónde salió Pérez

de Cabo ya antes de la guerra, cuando, sin ni siquiera ser falangista, se puso

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en contacto con José Antonio para escribir el primer libro sobre el pequeñopartido?

Creo que sólo en caso de existir algo parecido a una autobiografía de NarcisoPerales, que fue la principal figura de referencia de la disidencia falangistadurante el franquismo, podría hallarse respuesta a algunos de estos interrogan-

tes. Y no tengo ni idea de si tales papeles existen o no.Joaquín Albaicín

ME HALLARÁ LA MUERTEEdiciones Destino. Barcelona, 2012, 589 pág.

 Juan Manuel de Prada

He de confesar que no soy un experimentado lector de

Juan Manuel de Prada, no sé si por aquello de la quí-mica, porque no suelo leer los libros que en los grandesalmacenes se presentan en voluminosos rimeros porinflujo de un poderoso marketing, o por qué otra causa.

Pero el título de este volumen, Me hallará la muer-te, atrajo mi atención y, a pesar de corresponder a unvolumen de casi seiscientas páginas –me pregunto, ¿nose podrá desarrollar la acción de una novela en la mitadde páginas? ¿O será porque los derechos de autor se

valoran en función del número de páginas?–, me decidía intentar su lectura.Las primeras cien páginas las fui leyendo a trompi-

cones, pues no me seducía el interés de la intriga. Conlos calores de agosto decidí terminarlo sin que, al finalizar la última página,pudiera manifestar excesivo entusiasmo como prometían los apologetas de laobra.

Mas no van por ahí mis comentarios, sino porque, yo que viví los años en losque el autor sitúa la acción, no reconozco la España que retrata en la forma que

con gran desparpajo lo hace.En aquella primera España que él recuerda a través de las andanzas con elabuelo –¡qué obsesión por los abuelos con olvido absoluto de los padres– nose recuerda nada aquello en lo que estaban empeñados los españoles por sacaradelante al país de la ruina en la que había sido sumido por la guerra –ima-ginamos que incluso su abuelo y su padre estarían en la tarea–, pasando depuntillas, como la mayoría de los españoles que lo vivieron –mirando hoy paraotra parte–, o nacieron durante o después disfrutando ya de las realizacionesconseguidas por más de una generación, trayendo a colación el estraperlo pero

no los pantanos construidos o la legislación social promulgada, por ejemplo; un

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olvido que resulta imperdonable en quien, como él ha manifestado en más deuna entrevista, se documentó profundamente; sacando a relucir a chupópteros,hijos de papá, enchufados, meapilas, toreros… y hasta a la pobre Ava Gardnercomo máximo exponente de la porquería que España recibía como turistas detronío. Tantas páginas desaprovechadas para, ya que intenta retratar la España

de una época, hiciera una semblanza de que, a pesar de la existencia de tantostruhanes, no eran pocos los avances experimentados por el país en su caminohacia la modernidad y la creación de una amplia clase media hasta entoncesinexistente.

Y, para terminar, es imprescindible manifestar que resulta indecente presen-tar una División Azul con los tipos marginales que lo hace el autor, que seguroexistieron, pero que no dejan de ser una anécdota dentro de lo que fue y supusoel nutrido ramillete de jóvenes henchidos de entrega y sacrificio que fueron aluchar contra el comunismo y que eran parte de la mejor juventud de España

en aquel momento.Digamos que el autor, en esta novela de título prestado, se ha valido de lopeor de unos años de trabajo y sacrificio de los españoles –insistimos, entre losque suponemos a su abuelo y padre–, para situar a su personaje en un mundoque él refleja como si fuera el normal y generalizado de la época. Y no fueasí. Por lo que hemos de sentirnos ofendidos quienes participamos de una uotra forma en la tarea que, sin su personal esfuerzo, se encontró cuando llegóa la Universidad, o antes cuando arribó a Zamora procedente de Basauri. Y nodigamos lo contentos que estarán, allá en los luceros, quienes dejaron su vida en

las estepas de Rusia, con un valor y heroísmo reconocido hasta por los propiosrusos con actos y monumentos, mientras los españoles, y un escritor de modaentre ellos, ignoran, e incluso los denigran, por su entrega generosa. ¡Qué país,Miquelarena!

Que Dios perdone a los olvidadizos, y también a los ponzoñosos y malévolos.

E. Álvarez

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Cabeza de Caballo del paleolítico en la cueva de Tito Bustillo. Asturias

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