alabado sea el salvador

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Santo Tomás de Aquino no sólo es teólogo de la Eucaristía, sino cantor de la Eucaristía. Cuando el Papa Urbano IV instituyó la fiesta de Corpus Christi, le encargó a Santo Tomás la composición

de su oficio litúrgico; el teólogo, santo y poeta produjo una joya litúrgica que se viene cantando desde hace siete siglos y que tal vez sigamos cantando en la eternidad bienaventurada.

La introducción que el santo escribió para dicho Oficio. Dice así: «Las inmensas bondades que la dadivosidad de Dios ha derramado sobre el pueblo cristiano han enaltecido a éste

con una dignidad inestimable. “Jamás hubo nación tan grande que tuviera a sus dioses tan cercanos así como lo está a nosotros Yaveh, Dios nuestro” (Deuteronomio 4,7).

Los cantos como el Lauda Sion, el Pange Lingua con su Tantum Ergo, el Panis Angelicus y el Adoro Te devote. Son todos de él.

En efecto, el Hijo Único de Dios, decidido a hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza de modo que haciéndose Él hombre consiguiera divinizar a los hombres.

Pero hay más; todo lo que Él tomó de lo nuestro lo empleó totalmente para nuestro bien.

Y aquella Sangre suya la derramó como precio de rescate, y al mismo tiempo como baño purificador nuestro, de modo que,

liberados de nuestra miserable esclavitud, nos viéramos limpios de nuestros pecados.

Aquel Cuerpo suyo se lo ofreció como Víctima a Dios su Padre sobre el altar de la Cruz para reconciliación nuestra con Él.

¡Qué rico y admirable convite! ¡Qué banquete de salvación saturado de toda clase de dulzuras! Pero es que ¿podría imaginarse manjar más excelso?

Y para que jamás olvidáramos beneficio tan insigne, llegó a dejarnos su Cuerpo como alimento, y su Sangre como bebida, bajo las apariencias de pan y vino, para que pudieran recibirlos sus fieles.

Aquí no se trata de la carne de novillos o de machos cabríos como en la Antigua Ley; aquí se nos ofrece en manjar Cristo mismo, Dios verdadero.

¿Puede existir, pues, algo más admirable que este Sacramento?

Y así es como los fieles lo comen o reciben, pero jamás lo trituran o laceran. Todo lo contrario, si se divide o fracciona el Sacramento, Cristo permanece entero bajo cualquier partecita desmenuzada.

Efectivamente, aquí el pan y el vino se convierten sustancialmente en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, de tal manera que Cristo, perfecto Dios y Hombre,

se encierra bajo las apariencias de un poco de pan y un poco de vino.

No hay sacramento más provechoso que éste, donde se lavan las culpas, se acrecientan las virtudes y se robustece el alma con la abundancia de todos los carismas del Espíritu.

Y es que los accidentes perduran en el Sacramento pero sin apoyarse en su primera sustancia y así se ejercita nuestra fe cuando recibimos lo invisible visiblemente ocultado por unas apariencias

que no son las suyas, y queden por la fe inmunizados de engaño estos nuestros sentidos, acostumbrados a juzgar por apariencias familiares.

Y finalmente, no hay nadie en el mundo capaz de expresar la suavidad de este Sacramento donde se saborean en su propia fuente las dulzuras del Espíritu;

donde se aviva el recuerdo de aquel inefabilísimo amor que Cristo nos demostrara en su Pasión.

Esta Eucaristía se ofrece en la Iglesia tanto por los vivos como por los difuntos. De este modo, lo que fue instituido para el bien de todos, a todos aprovecha.

Es el más grande milagro de todos los milagros por Él realizados. Y así legó el consuelo más insigne a los que, al alejarse Él, iban a quedar sumidos en la tristeza.”

Por Amor y para que se clavara en nuestras almas la inmensidad de ese amor, Cristo instituyó este Sacramento en la Última Cena, celebrada ya la Pascua con sus discípulos,

y a punto ya de pasar de este mundo al Padre, y nos lo dejó como memorial perpetuo de su Pasión, culminación de los antiguos símbolos.

Al Salvador alabemos,que es nuestro pastor y guía.

Alabémoslo con himnosy canciones de alegría.

Alabémoslo sin límitesy con nuestras fuerzas todas;pues tan grande es el Señor,

que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamosa Cristo, que es nuestro pan,

pues Él es el pan de vida,que nos da vida inmortal.

Doce eran los que cenabany les dio pan a los doce.

Doce entonces lo comieron,y después todos los hombres.

Sea plena la alabanzay llena de alegres acantos;

que nuestra alma se desbordeen todo un concierto santo.

¡Alabado sea el Salvador!Secuencia para la Solemnidad de Corpus Christi

Hoy celebramos con gozola gloriosa institución

de este banquete divino,el banquete del Señor.

Esta es la nueva Pascua,Pascua del único Rey,

que termina con alianzatan pesada de la ley.

Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad,

que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

En aquella última cenaCristo hizo la maravillade dejar a sus amigos

el memorial de Su vida.

Enseñados por la Iglesia,consagramos pan y vino,

que a los hombres nos redimen,y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristianoque el pan se convierte en carne,

y lo que antes era vinoqueda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos,pues no alcanza la razón;mas si las vemos con fe,

entrarán al corazón.

Bajo símbolos diversosy en diferentes figuras

se esconden ciertas verdadesmaravillosas, profundas.

Su sangre es nuestra bebida;Su carne, nuestro alimento;pero en el pan o en el vinoCristo está todo completo.

Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide;

Él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.

Puede ser tan sólo unoel que se acerca al altar,o pueden ser multitudes;

Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos,con provecho diferente;

no es lo mismo tener vidaque ser condenado a muerte.

A los malos les da muertey a los buenos les da vida,¡Qué efecto tan diferentetiene la misma comida!

Si lo parten, no te apures; sólo parten lo exterior;en el mínimo fragmento

entero late el Señor.

Cuando parten lo exterior,sólo parten lo que has visto;

no es una disminuciónde la persona de Cristo.

El pan que del cielo bajaes comida de viajeros.

Es un pan para los hijos,¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac el inocentees figura de este pan,

con el cordero de Pascuay el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros,buen Pastor, pan verdadero.

Apaciéntanos y cuídanosy condúcenos al cielo.

Todo lo puedes y sabes,Pastor de ovejas divino.Concédenos en el cielo

gozar la herencia Contigo.

Amén. Aleluya.

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