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AGUSTIN MONSREAL ROSAS ESQUEMATICAS , DONDE SE DICE. LA PENA DE MEDEA Porque a pesar de las uñas y navajas y del fuego no murieron, hube de enterrar sus cuerpos aún latiendo. iOh mis niftos! iOh gotas de mi vientre, tiernos! Fue que la cobra del miedo me silbó en la sangre. - - QUE TRATA DE LA SUERTE -DE AGAMENON -Me dijiste que no lo hiciera; terco, sin 'embargo, acudí a la alberca a contemplarme. Tú, mi amante, Adivinadora, giraste el rostro para no verme ahogado en mi propia sangre. -Te pedí quietud en el sitio que guardabas; terco, sin embargo, acudiste, en mí, a reconocerte. Agamenón amante, ascendiste a mi cuerpo sólo para amortajarte. DONDE SE DICE DE LA AUSENCIA DE ULISES Improviso el sonido de tu nombre, lo recojo con la punta de la lengua, lo introduzco a mi boca y lo ensalivo; siento su desgaste, su hacerse amargo: sed tristísima, llaga tristísima, tu nombre. Mi voz nace entre sábanas de lumbre. Me lluevo de licores para que cuando llegues me bebas, me agotes y, a tu vez, me lluevas,. me cundas de tí. Oh Ausente, depón tu linaje guerrero. Desprovista_estoy de ropaje y trayectoria, y de tu privanza. Todos los días, en recuerdo de tí, me lastimo y daño y hago mi muerte lenta, interminable. Ven que te mire a plena cara; ven, que la vida es hebra fma y no se la puede" tejer y destejer eternamente. 1, QUE TRATA DE LA CONfIENDA DE HOLOFERNES Mi ejército perpetuamente victori s ,acampad frente a la ciudad, aguardaba sólo a que el ruid incendiari de mi voz impartiera la orden de arra aria. Mi men ajer habían comunicado a sus habitantes cuál era la c ndici' n que la fuerza de mi nombre y la gloria de mi hazanas imponía para no hacerlo. Dentro de mí, lacerad pr 1 ard r c ntinuo de la espera, se revolvían incan able I jaguuc' de mi deseo. Las innumerables voces del vieot . que se extienden sin reposo por sobre la vasta uperfi i de la tierra. habían arrastrado hasta el insistente rum r de que la virtud de Judith era un tesoro invi table. Ya fUena de repetirse puntualmente en cada una de mi j madas, la e pe i acabó por emprender combate contra mi razón. 1(ice pública, entonces, mi codicia y determiné d 'p jar ¡¡ la j ven de la joya de su doncellez. Casi para expirar el plazo c ncedid .1 Principale de la ciudad sitiada enviaron su re pue ta: Judith convenía en otorgarme su virginidad en hol au t.P '0 an te del alba, nueve ancianas, que vestían túnica rituales y murmuraban rezos de purificaci6n, la condujeron a mi presencia. Durante tres noches de laboriosa fatiga permane i mi tienda clausu- rada. El cuarto día, al amanecer, mandé levantar el campa- mento y partir hacia el mar, de regre o. e cumplió mi disposición en silencio y vista baja. o relincharon los caballos ni chocaron, al ser acomodado, lo hierros. La arena del desierto, espesa, se desposaba con la piel ampoLlán- dola, incrustando su sequía. Herida de diente y zarpas, mi contendiente, levantado el sitio, retornó a su lugar, y mis jaguares iban en su seguimiento, impiadosos y serviles, tercos lamiendo el pétalo de su misterio invulnerade.. ,

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Page 1: AGUSTIN MONSREAL ROSAS ESQUEMATICAS...AGUSTIN MONSREAL ROSAS ESQUEMATICAS,DONDE SE DICE. LA PENA DE MEDEA Porque a pesar de las uñas y navajas y del fuego no murieron, hube de enterrar

AGUSTIN MONSREAL

ROSASESQUEMATICAS

, DONDE SE DICE.LA PENADE MEDEA

Porque a pesar de las uñas y navajas y del fuego nomurieron, hube de enterrar sus cuerpos aún latiendo.

iOh mis niftos!iOh gotas de mi vientre, tiernos!Fue que la cobra del miedo me silbó en la sangre.

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QUE TRATADE LA SUERTE

-DE AGAMENON

-Me dijiste que no lo hiciera; terco, sin 'embargo, acudí a laalberca a contemplarme. Tú, mi amante, Adivinadora, girasteel rostro para no verme ahogado en mi propia sangre.

-Te pedí quietud en el sitio que guardabas; terco, sinembargo, acudiste, en mí, a reconocerte. Agamenón amante,ascendiste a mi cuerpo sólo para amortajarte.

DONDE SE DICEDE LA AUSENCIADE ULISES

Improviso el sonido de tu nombre, lo recojo con la punta dela lengua, lo introduzco a mi boca y lo ensalivo; siento sudesgaste, su hacerse amargo: sed tristísima, llaga tristísima,tu nombre. Mi voz nace entre sábanas de lumbre. Me lluevode licores para que cuando llegues me bebas, me agotes y, atu vez, me lluevas,. me cundas de tí.

Oh Ausente, depón tu linaje guerrero. Desprovista_estoyde ropaje y trayectoria, y de tu privanza. Todos los días, enrecuerdo de tí, me lastimo y daño y hago mi muerte lenta,interminable. Ven que te mire a plena cara; ven, que la vidaes hebra fma y no se la puede" tejer y destejer eternamente.

1,

QUE TRATA DELA CONfIENDADE HOLOFERNES

Mi ejército perpetuamente victori s ,acampad frente a laciudad, aguardaba sólo a que el ruid incendiari de mi vozimpartiera la orden de arra aria. Mi men ajer habíancomunicado a sus habitantes cuál era la c ndici' n que lafuerza de mi nombre y la gloria de mi hazanas imponía parano hacerlo. Dentro de mí, lacerad p r 1 ard r c ntinuo dela espera, se revolvían incan able I jaguuc' de mi deseo.

Las innumerables voces del vieot . que se extienden sinreposo por sobre la vasta uperfi i de la tierra. habíanarrastrado hasta mí el insistente rum r de que la virtud deJudith era un tesoro invi table. Y a fUena de repetirsepuntualmente en cada una de mi j madas, la e pe i acabópor emprender combate contra mi razón. 1(ice pública,entonces, mi codicia y determiné d 'p jar ¡¡ la j ven de lajoya de su doncellez.

Casi para expirar el plazo c ncedid . 1 Principale de laciudad sitiada enviaron su re pue ta: Judith convenía enotorgarme su virginidad en hol au t . P '0 an te del alba,nueve ancianas, que vestían túnica rituales y murmurabanrezos de purificaci6n, la condujeron a mi presencia. Durantetres noches de laboriosa fatiga permane i mi tienda clausu­rada. El cuarto día, al amanecer, mandé levantar el campa­mento y partir hacia el mar, de regre o. e cumplió midisposición en silencio y vista baja. o relincharon loscaballos ni chocaron, al ser acomodado, lo hierros. Laarena del desierto, espesa, se desposaba con la piel ampoLlán­dola, incrustando su sequía. Herida de diente y zarpas, micontendiente, levantado el sitio, retornó a su lugar,

y mis jaguares iban en su seguimiento, impiadosos yserviles, tercos lamiendo el pétalo de su misterio invulnerade..

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DE CUANDO ELREY SUPO CUALERA SU LINAJE

Supo que aquél, a quien había dado muerte en infortunadacomo antigua contienda, fue su padre. Y supo que aquella, enquien convergía cuando el amoroso diálogo nupcial, era sumadre. Y sus hijos sus hermanos. La violencia divina obrabacontra la ciudad y se precisaba el alumbramiento de estaverdad para salvarla. La revelación la hizo el invidente. Y elRey, confmado al dolor y la desolación, urdió rehusar de susojos para holgamiento de su castigo y paz de la comunidad.Sin embargo, la Reina impidió que laborase el acto; le sanólos lloros y le desistió de maldecir. Ella, por el oráculo desiempre lo sabía. Lo besó, le hundió los fmísimos dedosentre los cabellos, lo internó en su cuerpo:

-¡Infeliz! ¿Y para qué si no te germiné?

DONDE SE DICEDEELECfRA,LA ESPERANTE

1Se cierran las puertas de la ciudad y sus habitantes, en la inti­midad, lloran aún tus funerales. Desde entonces, se han cum­plido en espera las cosechas. Suena el cuerno de la noche.Deposito mis flores sobre la tierra que acogió tus restos. Sipudieras mirar mis ojos verías dos centinelas.

Juro-vengar la afrenta de tu muerte, padre.Juro restituir la gloria a tu solio y tu linaje.Sé que Orestes está a salvo y sediento de regreso. Yo

armaré su brazo y su corazón. Y los vestidos brumosos ymantos de los amantes asesinos, se teñirán de la sangre,vertida en justicia, de sus cuerpos.

Sierva hu'millada, sola en el ámbito mordiente de las des­gracias, huérfana soy: mantengo encendida la hoguera de tunombre.

Raíz, piedra, hermana soy: en duelo yesperante.

2Orestes retomó al sitio de su destino; lo aguardaba la rosamial con los pétalos abiertos. Las sombrías plafuderasgiraban su canto. Las Furias presentían la sangre y ensayabanla destreza de sus lenguas.

-Nosotros no éramos entonces.Orestes, espada en mano, se dirigió al lugar donde, otoñal

y suave, cálida, la reina madre lo aguardaba. Los pezones defuego que jamás lo amamantaron, lucieron su brillo bajo latransparencia de la túnica, lo nombraron. Orestes sucumbió;su ser entero se hizo lacio, surtidor, manantial blanco.

-Nosotros no éramos entonces.Se aldabonaron las puertas del palacio. La banda de

plañideras se restregaba al sol, y rumoreaba. Electra seconvirtió en estatua de sal, te espero. Con el ocio, loslevadizos puentes caza insectos de las Furias, se fueronherrumbrando.

-Nosotros, tú y yo, sin ser aún, lo sabíamos desdeentonces.

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