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Antonio Collantes de Terán Sánchez - Ciudad y territorio rural en la Andalucía medieval 1
Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
enriC guinoT rodríguez
universidad de Valencia
El agrosistema o agroecosistema del mundo andalusí ha sido definido de una
forma bastante precisa en sus rasgos generales como aquel caracterizado de
forma primordial por un específico modelo de agricultura irrigada creado y
gestionado por una sociedad campesina de base clánica, el cual fue extendido
por el Mediterráneo occidental con la expansión musulmana a partir de finales
del siglo VII. En este sentido se ha subrayado especialmente el cambio agrícola
que representó la generalización de una serie de cultivos de origen asiático
frente a la agricultura romana y tardo-romana anterior, quizá como imagen
más visual de los cambios producidos, pero al mismo tiempo es fundamental
la generalización en Al-Andalus de un modelo de sociedad campesina clánica
que se relaciona con el Estado tributario, frente al modelo anterior de sociedad
esclavista romana y tardo-romana y, evidentemente, sin nada que ver con el
mundo feudal coetáneo.
No cabe duda que un primer ámbito relevante de los profundos cambios que
comportó en el mundo rural de la Península Ibérica la colonización musulmana
a partir de inicios del siglo VIII fue la creación de un nuevo paisaje agrícola,
fruto de la difusión de la nueva agricultura irrigada que reunía la experiencia
tanto de las sociedades clásicas de Oriente Medio como del Asia monzónica, sin
olvidar la aportación del regadío de las zonas desérticas tanto del mundo ará-
2 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
bigo como del mundo bereber norteafricano. Todo ello tuvo lugar en una geo-
grafía, al menos en la mitad mediterránea de la Península Ibérica, que estaba y
está caracterizada por unas condiciones naturales de medio semi-árido y lluvias
torrenciales en periodos cortos del otoño y primavera, con un verano muy se-
co. Así pues, y tal como han explicado de forma extensa y bien documentada
diversos autores entre los que podemos destacar a Th. F. Glick, el cual sigue
anteriores trabajos ya clásicos como los de A. Watson entre otros, 1 la conquista
musulmana comportó la difusión de unas nuevos, cereales, hortalizas y frutas
que entraron de forma importante en la dieta alimenticia de la población (aun-
que muchos de ellos fuesen conocidos por eruditos y tratados de agricultura de
la época clásica), y que contrastaban vivamente con la agricultura tradicional
del Mediterráneo centrada en trigo, viña y olivos. Pero al mismo tiempo, in-
cluso en el caso de esta básica tríada mediterránea de cultivos, los colonos del
mundo musulmán introdujeron cambios en su uso, caso del cultivo simultáneo
de diversos cereales panificables (trigo duro y blando, panizo, mijo, etc.). Ello
comportó tanto una diversificación de su ciclo agrícola en épocas distintas (y
complementarias) del año, como el aumento de la producción y de la producti-
vidad por su plantación en los espacios irrigados, en general con una extensión
limitada que permitía el trabajo intensivo, tal como han observado A. Malpica y
C. Trillo entre otros autores.2
En este sentido nos parece muy interesante la apreciación de Th. F. Glick so-
bre que la colonización musulmana de la península comportó la difusión y
generalización de un verdadero “paquete o kit” cultural sobre la agricultura de
regadío, el cual incluía no sólo una serie de nuevos cultivos y un cambio en los
ciclos anuales de su plantación y cosecha respecto a la clásica tríada mediterrá-
nea, sino también unos conocimientos técnicos específicos del trabajo agrícola
y de la gestión del agua, además de, y de forma relevante, una forma específica
de organización de la sociedad campesina. Y, en última instancia era ésta, su
1. Por ejemplo, entre otros, Th. F. Glick, “Regadío y técnicas hidráulicas en al-Andalus. Su difusión según un eje Este-Oeste”, en La caña de azúcar en tiempos de los grandes descubrimientos, 1450-1550, Motril, Casa de la Palma, 1990, pp. 83-98; Th. F. Glick, “La transmisión de las técnicas hidráulicas de regadío del mundo islámico al mundo hispánico”, en M.García Arenal (edª), Al-Andalus Allende el Atlántico, Granada, Junta de Andalucía, 1997, pp. 222-233; A. M. Watson, Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, Granada, 1998.
2. A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí: análisis de una agricultura irrigada de orígen andalusí”, en C. Trillo (coord.), Asentamientos rurales y territorio en el Mediterráneo medieval, 2002, pp. 221-261; especialmente pp. 222-225.
3enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
lógica propia de organización de los procesos de trabajo, la que marcaba la
pauta del resto.3
Esto es, el agrosistema del mundo andalusí está caracterizado por una organiza-
ción social campesina de base clánica y agnaticia que implicó un modelo espe-
cífico y lógicamente diferente al del mundo clásico romano y medieval feudal,
de las relaciones sociales y, como reflejo de ello, de la producción y del trabajo,
tal como en su momento analizó en profundidad P. Guichard para el conjunto
de la sociedad de Al-Andalus en una obra ya clásica.4
Este modelo de sociedad campesina tiene su reflejo, entre otros aspectos, en
la morfología del paisaje rural con el absoluto predominio del poblamiento lo-
calizado en pequeños caseríos, las alquerías, ligadas estrechamente al modelo
social clánico de Al-Andalus, y su relación con el diseño, construcción y uso de
los espacios irrigados como los espacios de trabajo de mayor complejidad e im-
portancia que construyó dicha sociedad rural, tal como esbozó en su momento
el propio P. Guichard pero que ha desarrollado de forma global y bien sólida
M. Barceló a través de la teoría y práctica de la arqueología hidráulica y han
seguido posteriormente otros arqueólogos medievalistas como H. Kirchner, C.
Navarro, J. Torró y los citados A. Malpica y C. Trillo.5 La cuestión fundamental
es que los espacios hidráulicos andalusíes corresponden a decisiones sociales
de los grupos campesinos que los crearon, lo que implica que en su diseño
inicial se encuentran rasgos básicos que nos informan de las características de
dicho grupo social, desde las previsiones de tierra a cultivar, ligadas pues a la
demografía que puede asumir el espacio hidráulico, a los pactos entre grupos
clánicos para repartir el caudal de agua disponible y el espacio rural existente.
También es cierto que este protagonismo de lo que en Al-Andalus se llama-
ban “Begas” y la sociedad feudal tendió a llamar “huertas” o “hortes”, no debe
3. Th. F. Glick, “Regadío y técnicas hidráulicas en al-Andalus...”.
4. P. Guichard, Al Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976.5. M. Barceló, “El diseño de espacios irrigados en Al-Andalus: un enunciado de principios generales”, dins El
agua en zonas áridas. Arqueologia e Historia. I Coloquio de Historia y Medio físico, Almeria, 1989, t.1, pp. XV-XL;
M. Barceló, “Saber lo que es un espacio hidráulico y lo que no es, o Al-Andalus y los feudales”, en J. A. Gon-
zález Alcantud, A. Malpica Cuello, (eds.), El agua. Mitos, ritos y realidades, Barcelona, pp.240-254; H. Kirchner,
C. Navarro, “Objetivos, métodos y práctica de la arqueología hidráulica”, Archeologia Medievale, 20, 1993, pp.
121-150; H. Kirchner, “Construir el agua. Irrigación y trabajo campesino en la Edad Media”, Arbor, n. CLI, 1995,
pp.35-64.
4 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
hacernos menospreciar el conjunto del espacio rural. Efectivamente el especí-
fico paisaje del regadío desplegado en las tierras conocidas como mamluka o
apropiadas, --las cuales además parecen ser las protagonistas del mercado de
la tierra--, representa un escenario básico para la comprensión del agrosiste-
ma andalusí. Pero al mismo tiempos es evidente que esta sociedad cultivaba
y explotaba habitualmente tanto tierras de secano alrededor de los perímetros
exteriores de dichas huertas, como las zonas de monte y bosque las cuales
eran consideradas en general, jurídicamente hablando, como no apropiadas o
mubaha. Con todo, en este ámbito existía una diferencia entre las tierras co-
munales o harim, y las que podían ser puestas en cultivo por cualquier vecino,
llamadas tierras muertas o mawat6.
En las primeras se daba un uso colectivo para pastoreo, recolección de frutos,
leña, madera, etc., incluso con acceso por parte de los vecinos de otras alque-
rías, y por ello la conocida referencia de documentos de la Valencia feudal del
siglo XIII sobre que las alquerías andalusíes “no tenían límites fijos y conoci-
dos”,7 tal como se evidenció también en textos del reino de Granada a partir
de la rebelión de 1501. Ello no obsta para que en situaciones graves de sequía
o conflicto también haya evidencias de una reacción defensiva por parte de
las aljamas acotando para sí sus términos. En cuanto a las tierras mawat, su
peculiaridad es que podían ser puestas en cultivo en cualquier momento por
un vecino y explotarlas particularmente mientras las trabajase, pero sin poder
privatizarlas ya que no podían ser vendidas. Tradicionalmente se identifica este
tipo de tierras con las cultivadas en secano, lo que no implica que no pudiese
darse el caso de que sobre ellas se construyese un nuevo espacio irrigado que
las convertiría por tanto en mamluka8.
Es esto último un aspecto relevante del mecanismo de reproducción social
de los grupos clánicos ya que permite su segmentación y la instalación de un
nuevo grupo en otro lugar que pueda ser vivificado ya que no es posible la pri-
6. Ver A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí: análisis de una agricultura irrigada de orígen andalusí”, en C.
Trillo (coord.), Asentamientos rurales y territorio en el Mediterráneo medieval, 2002, pp. 221-261; C. Trillo, Agua, tierra
y hombres en Al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo nazarí, Granada, 2004, especialmente pp. 75-98.
7. R. I. Burns, ““Atermenant la terra moresca: territorialitat i prosopografia”, en Moros, cristians i jueus al Regne
croat de València, Valencia, 1987, pp.279-325.
8. C. Trillo, Agua, tierra y hombres en Al-Andalus..., pp. 83-97.
5enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
vatización de grandes extensiones territoriales, además de facilitar el equilibrio
entre agricultura y ganadería.9
Por otro lado, en la comprensión del agrosistema andalusí ocupa un lugar rele-
vante el análisis de las forma de organización del poblamiento rural, la relación
entre las qura y, en su caso, la fortificación del distrito, el hisn, sin dejar de lado
la intrínseca relación que tiene ello con la localización y organización de los es-
pacios de trabajo que hemos descrito anteriormente. Se trata de un aspecto ya
ampliamente tratado por los autores citados anteriormente aunque puede ser
bien útil la reciente síntesis revisada de Th. F. Glick sobre los paisajes de con-
quista, pero que aquí no vamos a desarrollar pues corresponde su tratamiento
a otro de los participantes.10
En todo caso lo cierto es que, en el marco de la historia de Al-Andalus de
los dos últimas décadas, el interés por los espacios irrigados ha ganado un
protagonismo innegable en cuanto a su presencia en los discursos y modelos
relacionados con la explicación y argumentación del modelo de sociedad ru-
ral andalusí, especialmente a partir de la teoría y la práctica de la arqueología
medieval y más en concreto de la arqueología hidráulica, sin que ello no obste
para la existencia de algunos debates sobre el contexto social que generó di-
chos espacios y sobre su evolución y transformación entre los siglos VIII y XII,
XIII o XV según hablemos del Valle del Ebro, el Sharq al-Andalus y el valle del
Guadalquivir, o la Granada nasrí.
1. Los paisajes irrigados deL sharq aL-andaLus
El escenario geográfico del Sharq al-Andalus, comprendiendo las Islas Baleares,
ha sido un ámbito privilegiado de análisis de un buen número de pequeñas
huertas locales, la mayoría de las cuales se remontan al período andalusí. Los
estudios de autores como P. Guichard, A. Bazzana,11 M. Barceló, H. Kirchner,12 J.
9. A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí...”, p. 231.
10. Véase por ejemplo P. Guichard, Al-Andalus frente a la conquista cristiana: los musulmanes de Valencia (siglos
XI-XV), València-Madrid, Universitat de València-Biblioteca Nueva, 2001. Th. F. Glick, Paisajes de conquista. Cam-
bio cultural y geográfico en la España medieval, Publicacions de la Universitat de València, 2007.
11. P. Guichard, A. Bazzana, “Irrigation et société dans l’Espagne orientale au Moyen Age,”, L’homme et l’eau en
Méditerranée et au Proche Orient, Lyon, 1981, pp. 115-140.
12. M. Barceló, “Immigration berbère et établissements paysans à Ibiza (902-1235). À la recherche de la logique de
la construction d’une nouvelle société”, en J. M. Martin (ed.), Castrum, 7: Zones côtières littorales dans le monde
6 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
Torró y S. Selma13 entre otros, así como la aportación de T. F. Glick desde otra
metodología,14 se han basado en la confluencia de trabajos de campo centrados
en la prospección del territorio y la metodología de la arqueología extensiva
que reconstruye la red hidráulica, parcelarios y espacios de residencia, con las
referencias documentales casi todas posteriores a la conquista feudal y el aporte
de técnicas complementarias caso del análisis onomástico, especialmente de
la microtoponimia. Todo ello ha llevado a generar una especial metodología
bajo el nombre de “arqueología hidráulica” que ha establecido con solidez la
existencia de una especial relación entre el modelo de poblamiento campesino
andalusí, basado en criterios sociales de tipo clánico, con la construcción con-
creta de los espacios de trabajo, residencia y explotación de su entorno, esto es,
en la estrecha relación entre alquerías de origen clánico y su espacio irrigado
anexo, su “bega” o huerta.
Así pues y a grandes rasgos, la sociedad rural andalusí protagonizó a partir del
siglo VIII la progresiva construcción de unos específicos paisajes hidráulicos
basados en la conjunción de un sistema hidráulico, el cual vertebraba el prin-
cipal espacio de trabajo del grupo clánico, con un lugar de poblamiento. Y el
modelo clánico de organización social característico de Al-Andalus comportó
en el ámbito rural un modelo concreto de diseño colectivo de dichos espacios
hidráulicos, basado en el reparto proporcional del agua entre los grupos usua-
méditerranéen au moyen âge: défense, peuplement, mise en valeur. Actes du colloque international Rome, 23-26
octobre 1996, Roma-Madrid, 2001, pp. 291-321; H. Kirchner, “Espais irrigats andalusins a la Serra de Tramuntana
de Mallorca i la seva vinculació amb el poblament”, Afers, nº. 18, 1994 , pp. 313-336; H. Kirchner, La construcció
de l’espai pagès a Mayürqa: Les Valls de Bunyola, Orient, Coanegra i Alaró, Universitat de les Illes Balears, 1997;
H. Kirchner, “Tierras de clanes: Espacios hidraúlicos y clanes andalusíes en la isla de Yabisa (Ibiza)”, Arqueología
espacial, nº 19-20, 1998 , pp. 351-372.
13. J. Torró, “Terrasses irrigades a les muntanyes valencianes.: Les transformacions de la colonització cristiana”,
Afers, nº. 51, 2005, pp. 301.356; J. Torró, J. M. Segura, “Irrigación y asentamientos en la Vall de Perputxent”, Aigua
i poblament musulmà, Ajuntament de Benissa, 1988, pp. 67-92; S. Selma, “La integración de los molinos en un
sistema hidráulico: la alquería de Artana (Serra d’Espadà, Castelló)”, en I Coloquio Historia y Medio Físico. El
agua en zonas áridas: arqueología e historia, Almeria, t.2, 1989, p.713-736; S. Selma, “El molí hidràulic de farina i
l’organització de l’espai rural andalusí. Dos exemples d’estudi arqueològic espacial a la Serra d’Espadà (Castelló)”,
Mélanges de la Casa de Velázquez, XXVII, 1991, pp. 69-106; S. Selma, “Evolució des de l’època andalusí de l’espai
agrari irrigat a la vall de Veo (Serra d’Espadà, Castelló)”, IV Congreso de Arqueología Medieval Española (Alicante
1993), t.3, 1994, pp. 567-574.
14. Aunque son muy abundantes sus artículos sobre el regadío medieval, remitimos a su síntesis Paisajes de con-
quista (2007), especialmente al capítulo 4: “Sistemas de riego en Al-Andalus: una revisión”, pp. 101-131.
7enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
rios lo que implicaba una organización coherente de los espacios de residencia
y los espacios de trabajo.
Si bien, como ha demostrado el trabajo de M. Barceló y, en especial, la síntesis
de H. Kirchner sobre Ibiza, predominan cuantitativamente las pequeñas unida-
des hidráulicas de una alquería y su espacio irrigado propio de escasas hectá-
reas, al mismo tiempo un mayor número de grupos clánicos podían concordar
en la construcción de una huerta de mayores dimensiones por la suma de varias
unidades en base las posibilidades de caudal de agua captada y de la superficie
posible a transformar en terrazas irrigadas.
En todo caso lo cierto es que tanto para las Islas Baleares como para el Sharq en
general los ejemplos analizados corresponden en prácticamente todos los casos
a los citados pequeños sistemas hidráulicos de montaña generados a partir de
fuentes o de derivaciones de ríos encajonados para generar huertas relaciona-
das con una o pocas alquerías. El paso que falta por dar en estos momentos es
el del análisis del paisaje de las grandes huertas periurbanas y de sus sistemas
hidráulicos, situados en dominios físicos de llanura aluvial, y sobre el cual han
dominado las interpretaciones que remiten a unos orígenes diferentes.
Por un lado la historiografía clásica y en general los no historiadores han tendi-
do a considerar que el regadío del entorno de las ciudades andalusíes tenía un
origen romano, en lo cual sin duda influían los tópicos en cuanto a la diferencia
entre el poderoso estado de época romana, capaz de dirigir obras públicas co-
mo los sistemas hidráulicos de grandes dimensiones (el despotismo hidráulico
de K. Witfoggel), y la debilidad de ese mismo estado durante diversos períodos
de la época andalusí. Para muchos de los especialistas del campo de las cien-
cias sociales, geógrafos principalmente pero también historiadores de períodos
más recientes, que han elaborado discursos sobre los regadíos mediterráneos,
y más en concreto las huertas, no hacía falta más que desde el medievalismo
se plantease la expresión “tribal”, para que se reforzase inmediatamente dicho
discurso “estatalista”.15
15. Véase el resumen que realiza Th. F. Glick, Paisajes de conquista..., pp. 104-105. También conviene recordar
que en estas especialidades académicas suele primar una aproximación presentista junto a una usual mirada “mi-
lenarista”: los regadíos inmutables (e inmunes) a los cambios históricos, lo que dificulta bastante el debate inter-
disciplinar. Véanse por ejemplo los trabajos de A. López Gómez, “El origen de los riegos valencianos: los canales
romanos”, Cuadernos de Geografía, Valencia, 15, 1974, p.1-24; A. López Gómez, “Játiva: la ciudad y su huerta”,
8 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
En la misma línea, hace unos años K. W. Butzer planteó para las huertas del
área valenciana una clasificación formal de los regadíos en base a su extensión
lo que le llevó a hablar de macrosistemas, mesosistemas y microsistemas. Los
primeros serían las grandes huertas de las llanuras aluviales con extensiones
superiores a las 500 Ha, los segundos serían las típicas huertas de montaña con
escalas de superficie entre 15 y las 500 Ha, y los microsistemas, por último,
serían los pequeños regadíos de balsa o manantial de como máximo alguna
hectárea. Su argumentación es que mientras los primeros corresponderían a la
herencia, ampliada, de los regadíos de época romana, los segundos serían los
realmente generados por la sociedad andalusí mientras que los microsistemas
corresponderían a unas técnicas y saberes tan simples que se habrían mante-
nido básicamente inmutables a lo largo de las diversas sociedades desde el
mundo prerromano y no serían por tanto específicos de un período histórico
o de otro. 16
En diversos trabajos M. Barceló ha argumentado de forma realmente sólida y
convincente sobre la inutilidad de debatir sobre estos orígenes (de época roma-
na o musulmana) en referencia a la aparición de restos arqueológicos aislados
de contexto en las huertas históricas mediterráneas de la Península Ibérica, sin
tener en cuenta la sociedad que generó ese espacio hidráulico y cómo hizo
uso de él:
“Sería necesario preguntarse qué tipo de conocimiento se derivaría de saber exactamente si el sistema hidráulico valenciano o murciano era de orígen romano. Yo creo que si esta certeza no va acompañada de otros conocimientos, como son también el estado en que los árabes se lo encontraron, las adiciones y modificaciones que le hicieron, los objeti-vos diferentes o similares en la organización de la producción, la forma diferente o similar de organizar el proceso de trabajo –no es lo mismo el
Saitabi, t.16, 1966, p.167-189; E. Burriel de Orueta, La huerta de Valencia, zona sur. Estudio de geografía agraria,
València, 1971; C. Domingo, La Plana de Castellón. Formación de un paisaje agrario Mediterráneo, Castellñon,
1983, y los actuales catálogos de patrimonio hidráulico dirigidos por J.Hermosilla, faltos de sentido histórico.
16. Sobre estas clasificaciones ver K. W. Butzer, J.F. Mateu, E. K. Butzer, P. Kraus, “L’origen dels sistemes de re-
gadiu al País Valencià: romà o musulmà?”, Afers, n.7 (1988-89), pp.9-68; K. W. Butzer, J. F. Mateu, E. K. Butzer,
“Orígenes de la distribución intercomunitaria del agua en la Sierra de Espadán (País Valenciano)”, en Los paisajes
del agua, Universitat de València- Universitat d’Alacant, 1989, pp.223-228.
9enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
trabajo esclavo que el trabajo de grupos campesinos que autónomamente deciden la producción--, saber los orígenes no es saber gran cosa”.17
Creemos que poco se puede añadir a este planteamiento fundamental pues
centra de forma absolutamente precisa y clara de qué estamos hablando: no se
trata meramente de identificar posibles estructuras materiales hidráulicas ais-
ladas, pues al final poco más podremos saber que en época romana o ibérica
hacían uso del agua, lo cual es una banalidad. La cuestión es trabajar como
historiadores utilizando las fuentes, escritas o arqueológicas, para entender y
explicar el funcionamiento de las sociedades del pasado, para identificar sus
clases sociales y las relaciones de clase. Como repetidamente insiste M. Barceló
para Al-Andalus, se trata de conocer y comprender la sociedad campesina an-
dalusí en su contexto histórico y no de coleccionar “artefactos”, más allá de que
sea imprescindible el manejo, estudio y análisis de tales sistemas hidráulicos y
de los elementos arquitectónicos que puedan contener.
Con respecto a la herencia romana, nos parece interesante recordar las obser-
vaciones de M. Barceló sobre lo sucedido con la evolución de los sistemas de
regadío de diversas zonas de Oriente Medio en Irak e Irán en la Alta Edad Me-
dia, con una organización y difusión bajo el Imperio Sasánida, y la reducción e
incluso colapso en algunas zonas a raíz de la conquista árabe a partir del siglo
VIII con la instauración del califato abbasí, y lo mismo se plantea para el sur de
la península Arábiga en el territorio de Omán. Siguiendo los estudios de R. C.
Adams, J. A. Neely y J. G. Wilkinson, Barceló observa que “como consecuencia
de la conquista árabe, se produce una severa reducción de unidades hidráulicas
implicando, entonces, modificaciones profundas de los asentamientos agríco-
las, respecto a los sasánidas”.18
Esto es, que al menos en importantes zonas de Oriente Medio la conquista ára-
be no implicó “necesariamente” una expansión de los espacios hidráulicos sino,
17. M. Barceló, “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueolo-
gía hidráulica andalusí, Granada, El Legado Andalusí, 1996, p. 16.
18. M. Barceló, “La cuestión del hidraulismo andalusí...”, p. 20. R. C. Adams, Heartland of Cities. Surveys of Ancient
Settlement and Land Use on the Central Floodplain of Euphrates, TheUniversity of Chicago Press, 1981; J. A. Neely,
“Sassanian and early Islamic Water Control and irrigation systems on the Deh Luran plain, Iran”, en Th.E. Dow-
ning, McGuire Gibson (eds.), Irrigation Impact on Society, The University of Arizona Press, 1974, y J. G. Wilkinson,
Water and Tribal Settlement in South-East Arabia. A Study of the Aflaj of Oman, Clarendon Press-Oxford, 1977.
10 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
incluso, su deterioro, frente al mito usual en la literatura histórica hispánica que
ha polemizado en defensa de los orígenes romanos del regadío medieval pero,
en todo caso, siempre ha aceptado que los musulmanes de Al-Andalus los desa-
rrollaron y ampliaron. Tal como observa Barceló, “la ocupación árabe y beréber
no deterioró ni destruyó ninguna unidad hidráulica conocida”.19
En cambio, un diferente planteamiento, en nuestra opinión, es el que repre-
sentan los trabajos de arqueólogos medievalistas como S. Gutiérrez y R. Azuar,
los cuales, resumido al máximo, han planteado no una diferencia de período
histórico entre regadíos romanos y musulmanes, pues reconocen la crisis ru-
ral del mundo tardo-romano hispánico y la desestructuración del modelo de
organización del espacio rural alto-medieval de tal manera que no se puede
establecer una continuidad entre el latifundio romano y las huertas andalusíes,
sino entre zona rural y periurbana.
En su caso S. Gutiérrez argumenta una diferente génesis social entre pequeños
regadíos alto-medievales, y las grandes huertas andalusíes del entorno de las
ciudades. Los primeros, identificados arqueológicamente hasta ahora por ella
de forma casi exclusiva en la comarca del Bajo Segura, corresponderían al apro-
vechamiento de zonas rurales de montaña o de las marjales costeras, generando
así pequeños espacios hidráulicos que se identificarían con los microsistemas,
mientras que las grandes huertas periurbanas nacerían con posterioridad, a par-
tir de una colonización más tardía de las llanuras aluviales, y con un mecanismo
dirigido por el estado/clases urbanas y basado en el crecimiento extensivo de
las huertas a partir de las primitivas basadas en fuentes y manantiales costeros.
Este planteamiento sobre los orígenes de la huerta de Orihuela, es el planteado
también por R. Azuar para el caso de la huerta de Elche y, paralelamente, tam-
bién ha sido aplicado de forma teórica (sin trabajo de campo) por J. F. Mateu
para la Ribera del Xúquer, de forma general por C. Sanchis para el caso de la
Huerta de Valencia, y por A. Furió para el caso de Sueca y la zona de Alzira, y
de este mismo autor junto con L. P. Martínez para la Horta del Cent, también
en Alzira.20
19. M. Barceló, ibidem, p. 21.
20. S. Gutiérrez Lloret, “El origen de la huerta de Orihuela entre los siglos VII y XI: una propuesta arqueológica
sobre la explotación de las zonas húmedas del bajo Segura”, Arbor, nº 593 (1995), pp. 65-94; R. Azuar, “Espacio
hidráulico y ciudad islámica en el Vinalopó. La huerta de Elche”, Agua y territorio. I Congreso de Estudios del
11enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
Nos parece evidente la debilidad argumental de aplicar este modelo a la huer-
ta de Valencia o de la Ribera del Xúquer sin disponer de un bagaje de datos
arqueológicos al menos equivalentes a los del Bajo Segura, pero ahora nos
parece más relevante el destacar una de las conclusiones importantes de S.
Gutiérrez, y es su identificación de estos espacios irrigados como ámbitos ge-
nerados y utilizados por grupos campesinos indígenas, tal como ella identifica
la cerámica encontrada, a mano o torno lento. Esto es, que muy probablemente
estemos ante el testimonio de una parte de la población local en el momento
de la conquista musulmana del siglo VIII, la cual pudo asentarse en espacios
periféricos a lo que quedaría del mundo tardo-romano. Lo cual nos lleva a pen-
sar inmediatamente en los poblados de altura localizados en la zona valenciana
por P.Guichard y A. Bazzana hace bastantes años, caso del Mont Mollet de Vi-
lafamés y el Mont Marinet, a Xodos, ambos en Castellón, pero de los cuales se
han ido localizando poco a poco otros, caso del Castellar de Alcoi o el poblado
del Pic Negre a Cocentaina.
Sin entrar ahora a analizar esta cuestión, fundamental por otra parte, de los di-
versos modelos de poblamiento entre los siglos VII y IX, parece bastante claro
que la localización de pequeños espacios hidráulicos en las zonas de frontera
de los marjales costeros no permite argumentar en absoluto que, paralelamente
en el tiempo y a partir de inicios del siglo VIII, no se crearon espacios irrigados
por parte de los grupos clánicos musulmanes. Y estos pueden estar, y están,
tanto en las zonas de montaña como en las llanuras costeras aluviales
Tal como ha planteado J. Torró, en el caso del Sharq al-Andalus no hay ningún
argumento sólido que permita postular una colonización anterior de las llanu-
ras fluviales respeto a las zonas de montaña, o al revés:
“las concentraciones de redes campesinas, claramente visibles en los si-glos X-XI, no ofrecen tampoco ninguna diferencia significativa en los dos ámbitos, más allá del tamaño general. Los recursos de agua y de
Vinalopó, Petrer, 1998, pp. 11-31; J. F. Mateu, “Assuts i vores fluvials regades al País Valencià medieval”, en Los
paisajes del agua. Libro jubilar dedicado al profesor Antonio López Gómez, Valencia-Alicante, 1989, pp.165-186;
C. Sanchis, Regadiu i canvi ambiental a l’Albufera de València, València, Universitat de València, 2001; A. Furió,
L. P. Martínez Sanmartín, “De la hidràulica andalusí a la feudal: continuïtat i ruptura. L’Horta del Cent a l’Alzira
medieval”, en L’espai de l’aigua. Xarxes i sistemes d’irrigació a la Ribera del Xúquer en la perspectiva històrica,
Ajuntament de Alzira-Universitat de València, 2000, pp. 19-73.
12 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
superficie cultivable son mayores en las llanuras aluviales y a la larga permiten soportar una carga mayor de población, pero esta virtualidad tiene un valor muy relativo si consideramos, primero, que el tamaño de las unidades campesinas básicas que construyen los espacios de cultivo es uniformemente pequeña, y segundo, que aquí los trabajos de acondicio-namiento hidráulico se prolongan más en el tiempo, además de requerir articulaciones técnicas y normativas más sofisticadas”.21
No cabe duda que quedan cuestiones importantes por dilucidar, caso de la difi-
cultad de atribuir cronologías concretas entre los siglos VIII a XII a cada uno de
estos espacios hidráulicos andalusíes, el identificar de forma correcta su multi-
plicación a lo largo de estos siglos, o la influencia que pudieron/consiguieron
ejercer sobre ellos tanto los grupos sociales urbanos, básicamente a partir del
siglo XI, como a su relación con el Estado.
En este contexto y, frente al planteamiento de una clasificación formalista de
sistemas de irrigación del período andalusí basados en su tamaño, y a la idea
de unas pequeños regadíos iniciales de fuentes que fueron substituidos en las
llanuras aluviales periurbanas por un nueva organización del paisaje irrigado
dirigido por la sociedad urbana, creemos que tanto en las huertas andalusíes de
ladera como en las grandes huertas aluviales existe una homogeneidad en su
diseño y criterios sociales de construcción del paisaje. Más, cuando constatamos
la existencia de grandes huertas que incluyen incluso dos decenas de alquerías
sin que tengan una ciudad directamente asociada, caso del sistema hidráulico
de la acequia Mayor de Castelló-Almassora, y aún más evidente en el de la ace-
quia Mayor de Benaguasil—, en la comarca del Camp de Túria.
De hecho esta idea de la homogeneidad es inherente al concepto de arqueo-
logía hidráulica elaborado por M. Barceló pero el análisis morfológico de los
espacios de irrigación, de las huertas medievales del Sharq al-Andalus, y la
distinción en ellas de los elementos que las caracterizan introducidos por la
sociedad feudal a partir de la conquista del siglo XIII, de aquellos que queda-
ron fosilizados del período andalusí, nos puede permitir afirmar que realmente
existió ese único modelo de construcción espacial de estas huertas porque
21. J. Torró, “Terrasses irrigades a les muntanyes valencianes.: Les transformacions de la colonització cristiana”,
Afers. Fulls de recerca i pensament, nº. 51, 2005 , pp.. 301-356.
13enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
respondieron a unos mismos criterios de decisión social –los de los grupos
clánicos campesinos--.
Es esta homogeneidad morfológica la que podemos detectar e identificar en los
actuales paisajes de regadío mediterráneos de la Península Ibérica y ello gracias
a la conjunción del trabajo de campo con el análisis de la documentación del
siglo XIII más cercana a los años de la conquista, la cual nos informa sobre los
criterios de repartimiento de las tierras y de asentamiento de los colonos cris-
tianos sobre ese paisaje hidráulico andalusí.
2. eLementos morfoLógicos que caracterizan Las huertas de origen andaLusí: criterios de anáLisis
Tal como hemos explicado anteriormente, los trabajos de campo de reconstruc-
ción de los espacios irrigados de origen andalusí llevados a cabo por M. Barceló
y aplicados posteriormente por diversos autores tanto en las islas Baleares como
en el País Valenciano, Murcia y Andalucía oriental han evidenciado la existencia
de unos elementos comunes en su morfología, lógicamente relacionados con la
lógica social de su diseño y construcción por las comunidades campesinas de
base clánica, y que son reconocibles físicamente aún hoy en día por medio de
la prospección arqueológica.
Se trata, sucintamente, de la identificación del trazado principal de la acequia,
desde el punto de captación hasta su desagüe final, la relación que tiene ese
trazado con las terrazas de cultivo, la ubicación, en su caso de los molinos, y la
localización del espacio residencial. Además, analizando su disposición espacial
y la relación con la distribución del agua, pueden hacerse propuestas de creci-
miento del espacio irrigado y de su posible cronología. 22
Por ejemplo, en el País Valenciano, este planteamiento es el que ha sido apli-
cado por S. Selma en sus estudios sobre varias huertas de la Sierra de Espadán,
en territorio de Castellón, caso de Aín, Alcudia de Veo, Artana, etc., todas las
22. M. Barceló, “El diseño de espacios irrigados en Al-Andalus: un enunciado de principios generales”, en El
agua en zonas áridas. Arqueologia e Historia. I Coloquio de Historia y Medio físico, Almería, 1989, t.1, pp. XV-XL;
H. Kirchner, C. Navarro, “Objetivos, métodos y práctica de la arqueología hidráulica”, Arqueología y territorio
medieval, nº 1, 1993 , pp. 159-182.
14 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
cuales se caracterizan por ser pequeñas huertas de montaña, correspondientes
a una sola alquería o, en su caso, dos o tres sucesivas en un mismo valle, con
superficies de riego de alrededor de una docena de hectáreas como mucho y
con poblaciones mudéjares en el siglo XV (es de cuando tenemos las primeras
cifras), que van de 30 a 80 casas. Como observa S. Selma, existe una absoluta
homogeneidad en su diseño espacial:
“...no hi ha sistemes hidràulics grans, mitjans o petits per definició ja que tots tenen una certa capacitat (major o menor segons siga el grau de desnivell que adopta el traçat inicial de la séquia principal i del ca-bal d’aigua disponible) per anar creixent i passar d’un estadi a l’altre en la gradació del tamany, sempre en funció de les demandes que puga tindre el grup o grups camperols que gestionen i exploten aquests espais agraris irrigats. En el cas de l’actual municipi de l’Alcúdia de Veo, la major part del seu espai irrigat és considerat pels autors esmentats com un “mesosistema”, el qual no fa més que reproduir els esquemes funcio-nals de les grans hortes litorals d’origen romà, però a una escala més petita. L’estudi de detall ha demostrat que no es tracta d’un “sistema de tamany mitjà” sinó que en són quatre els sistemes hidràulics que poden observar-se. Tots ells poden funcionar autònomament però han tingut l’habilitat de concatenar-se i integrar-se de forma perfecta topogràfica-ment i funcional”.23
Aunque tan sólo hemos hecho una primera aproximación de conocimiento del
caso y falta todavía por desarrollar un verdadero trabajo de campo, en parte ya
imposible por el crecimiento urbano, queremos aquí citar el caso de Picassent y
Alcàsser. Se trata de dos poblaciones, antiguas alquerías andalusíes y mudéjares
situadas en plena llanura aluvial de la comarca de la huerta de Valencia, a 18
km al sur de la capital, pero justamente en el límite exterior de la Huerta histó-
rica del río Turia, la de Tribunal de las Aguas por entendernos. Hoy en día su
término es totalmente de regadío por los pozos y canales modernos pero que
23. S. Selma, “Evolució des de l’època andalusí de l’espai agrari irrigat a la vall de Veo (Serra d’Espadà, Castelló)”, IV Congreso de Arqueología Medieval Española (Alicante 1993), t.3, 1994, pp. 567-574; S. Selma, “La integración de los molinos en un sistema hidráulico: la alquería de Artana (Serra d’Espadà, Castelló)”, en I Coloquio Historia y Medio Físico. El agua en zonas áridas: arqueología e historia, Almería, t.2, 1989, pp.713-736; S. Selma, “El molí hidràulic de farina i l’organització de l’espai rural andalusí. Dos exemples d’estudi arqueològic espacial a la Serra d’Espadà (Castelló)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, XXVII, 1991, pp. 69-106.
15enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
hasta principios del siglo XX tan sólo tenían el sistema de riego de la séquia
de les Fonts, que captaba agua de abundantes manantiales situados cerca del
barranco que separa ambas poblaciones. El sistema hidráulico tenía un azud
(“la Gramassada”) y un canal principal que ganaba cota de altura por el margen
del barranco para dividirse en dos brazos, uno para cada alquería, lo que gene-
raba los respectivos polígonos de riego o huertas propias de cada alquería, con
unas dimensiones difíciles de precisar exactamente por ahora pero alrededor
de las 60 Ha en cada uno de los dos ámbitos. Además, en el punto de partición
del agua entre las dos alquerías también se encontraba el único molino del
sistema, bien pensado el lugar para que no se perdiese cota de altura en las
zonas a regar. De su existencia y funcionamiento tenemos noticias abundantes
desde mitad del siglo XIV pues los pleitos por el reparto del agua entre las dos
alquerías, divididas en dos señoríos feudales distintos, se han conservado en
protocolos notariales.24
No entramos ahora en más detalles pero lo que queremos destacar es la homo-
geneidad morfológica de este sistema con los bien conocidos de ladera, pero,
primero, con unas dimensiones de espacio irrigado bastante más grandes, sin
duda fruto tanto de las posibilidades de captación de agua como, sobre todo,
por el espacio existente en la llanura aluvial. En segundo lugar, este hecho
precisamente, que en el entorno urbano de la ciudad de Valencia, y sin duda
de la madina Balansiyya, también documentamos el mismo modelo de espacio
irrigado por lo que, razonablemente podemos pensar que su origen está en el
mismo tipo de comunidad campesina: asentamientos clánicos en el entorno de
la ciudad.
Corresponde ahora enfrentarse al espacio de la Huerta de Valencia regada por
el río Turia, un ámbito formado por ocho sistemas hidráulicos de origen anda-
lusí (documentados en funcionamiento en el momento de la conquista feudal
el año 1238), y que en la época bajomedieval se acercaría a las 13.000 Ha que
abarca en la época contemporánea más. Las magnitudes de escala son absolu-
tamente diferentes a las de las huertas o espacios hidráulicos de montaña, por
lo que la aplicación de los métodos de análisis de la arqueología hidráulica
24. Una primera aproximación muy sucinta a sus características la hemos llevado a cabo en E. Guinot, S. Selma,
Els regs del Canal Xúquer-Túria, Valencia, Conselleria de Agricultura, 2006.
16 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
han de ser ampliados en algunos aspectos pues, por ejemplo, hay multitud de
puntos de poblamiento.
Así pues y para poder entender cómo está construido este paisaje, desde el
punto de vista de su morfología –y más allá de las apariencias contemporáneas
de continuidad visual en parte por la omnipresencia del naranjo--, hemos de
tener en cuenta cuatro criterios básicos que van a permitirnos identificar los ele-
mentos materiales que lo definen, todos ellos argumentados a partir de lo que
en su momento planteó M. Barceló y ha desarrollado también H. Kirchner, pero
aplicados a la interpretación de todo tipo de huertas incluidas las del entorno
de las ciudades que reúnen diversos sistemas hidráulicos y una nómina más o
menos extensa de espacios de residencia.
Así pues, en primer lugar se ha de analizar y entender la red hidráulica, esto es,
la reconstrucción formal y jerarquizada de la trama de cada uno de los sistemas
hidráulicos que conforman esta huerta. Esta primera red es la que construyó el
paisaje de forma más significativa en sus orígenes andalusíes, aunque adaptán-
dose en mayor o menor medida a un espacio natural con sus irregularidades
físicas que debía sortear y solucionar. El segundo criterio que juega un papel
vertebrador del paisaje de la huerta, y en buena medida paralelo al anterior, es
el de la red de circulación entre puntos de poblamiento; el tercero es la iden-
tificación de los espacios de residencia –los núcleos de población concentrada
o dispersa--; y el cuarto aspecto es la identificación de los espacios de trabajo,
esto es, del sistema de parcelación y de los grupos de parcelas que conforman
unidades de paisaje cultivado. Estos elementos son los que han vertebrado
las huertas mediterráneas a lo largo de los siglos y los que, analizados en su
realidad actual, nos permiten tener un instrumento para detectar en el paisaje
contemporáneo los elementos materiales que se han conservado fosilizados.
En esta intervención vamos a dejar en un segundo plano el análisis de los luga-
res de poblamiento y de las vías de comunicación, aunque sobre estas últimas
conviene recordar que la génesis de un nuevo poblamiento de alquerías, reales
y rafales en época andalusí, hubo de generar una específica red de caminos
de corto radio que los comunicasen entre sí, y, de hecho, el análisis detallado
de espacios concretos de la Huerta de Valencia evidencia que el parcelario de
los últimos siglos se adapta generalmente tanto a acequias principales como
a caminos básicos, lo que indicaría que ambos tipos de ejes se remontarían al
menos a época islámica anterior a los repartimientos feudales del siglo XIII. En
17enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
todo caso vamos a centrarnos ahora en la comprensión de la arquitectura de
los sistemas hidráulicos y su relación con el parcelario.
2.1. Los sistemas hidráuLicos
De forma generalizada los sistemas hidráulicos de origen medieval se basan en
unos mismos criterios funcionales. Primero, la existencia de un punto de capta-
ción, el azud; segundo, un canal de circulación para hacer llegar el agua hasta
la zona de riego; y, tercero, una red de distribución constituida por partidores
que dividen el caudal disponible y una red de brazos y canales secundarios
para repartir el agua por los campos, entre los cuales se ha de diferenciar entre
brazos que son a su vez de circulación, y las acequias que son simples regado-
ras para campos concretos.
En los últimos siglos y como consecuencia de la presión sobre la tierra en estas
huertas del ámbito valenciano, se generalizó un control muy estricto del agua
cerrándose con compuertas y candados, y sometida su infracción a severas mul-
tas, muchos de los partidores de distribución de las acequias principales, pero
el análisis de la documentación bajo-medieval nos demuestra que en aquella
época todavía se mantenía un modelo mucho más abierto de circulación del
agua. Por ello las dos cuestiones claves para entender estos sistemas hidráulicos
son la identificación de los brazos de circulación, o “corribles” en la expresión
de la documentación bajomedieval, y la localización de los partidores siempre
abiertos y de corte proporcional del caudal de agua, llamados “llengües”, y que
repartían el agua a polígonos de riego que podríamos identificar para el siglo
XIII con la ubicación de los espacios de trabajo de cada una de las unidades de
poblamiento, cada una de las alquerías musulmanas.
Estas lenguas permitían que, fuese cual fuese el volumen de agua que circulase,
la partición entre brazos del sistema hidráulico siempre fuese proporcional al
acuerdo social que se hubiese establecido para ello. Por ello creemos que sus
orígenes son del período islámico pues el objetivo sería asignar la dotación de
agua correspondiente a cada alquería, o más de una alquería de carácter tribal
situada en el recorrido de dicho brazo, por lo que en muchas ocasiones suelen
adoptar la típica planta arborescente en su traza sobre el terreno. Otra cosa
es que a partir de la conquista feudal, con los cambios en la propiedad de la
tierra y la asignación de caudales de agua pudiesen perder de su significado
18 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
–que no de su utilidad—aunque físicamente hayan quedado fosilizados hasta
la actualidad.25
Es seguro que las regadoras que llevan el agua a unos campos concretos han
podido ser cambiadas relativamente de lugar en función de una reparcelación
a lo largo de los siglos pero, en cambio, es mucho más improbable que la
acequia madre o los brazos “corribles” se hayan visto muy alterados dado que
ello habría implicado una ruptura de la asignación de agua a cada una de las
zonas interiores de riego del sistema hidráulico en concreto, con el consiguien-
te conflicto social. No cabe duda pues que las acequias madres y los brazos
principales son los ejes que han dibujado la arquitectura espacial de la Huerta
de Valencia a lo largo de los siglos.
2.2. La parceLación de Los espacios de trabajo
No cabe duda que en buena parte de la Península Ibérica fue la romanización
la que construyó paisajes agrarios a gran escala y, más en concreto, una organi-
zación de las unidades de explotación de la tierra alrededor de las ciudades a
través del proceso que se ha dado en llamar la centuriación, esto es, la asigna-
ción de lotes de tierra para los colonos romanos que se instalaban.
En el caso de la ciudad de Valencia, y por tanto también en el territorio que
identificamos como su huerta, ello tuvo lugar a raíz de la fundación de la ciu-
dad el año 138 A.C., aunque se produjo una refundación posterior. Es por ello
que diversos especialistas han identificado hasta tres centuriaciones sucesivas y
con orientaciones no coincidentes en el caso de esta llanura aluvial, tal como ha
estudiado últimamente R. González Villaescusa en base al análisis estadístico de
líneas parcelarias y caminos contemporáneos.26 Pero este mismo autor concluye
en su trabajo que existen en el paisaje actual una serie de ejes vertebradores,
caso del trazado de las acequias madre de los sistemas hidráulicos y algunos
caminos de circulación entre pueblos, que no corresponden a dichas alineacio-
25. Véase sobre esto nuestro trabajo E. Guinot, “L’Horta de València a la baixa Edat Mitjana: De sistema hidràulic
andalusí a feudal”, Afers. Fulls de recerca i pensament, nº. 51, 2005 , pp. 271-300.
26. R. González Villaescusa, “Paisaje agrario, regadío y parcelarios en la huerta de Valencia. Nuevos planteamien-
tos desde el análisis morfológico”, II Coloquio Historia y Medio Físico. Agricultura y regadío en Al-Andalus, Insti-
tuto de Estudios Almerienses, Almeria: 1995. pp. 343-360, reeditado en Las formas de los paisajes mediterráneos,
Universidad de Jaén, 2002, pp. 283-305.
19enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
nes de la centuriación romana, y pone como ejemplo la antigua zona de huerta
entre Faitanar y Patraix donde tanto el trazado de la acequia de Faitanar como,
sobre todo, el camí vell de Torrent, no son coincidentes en su alineación con la
de dicha centuriación sino que la cortan de forma diagonal.
Así pues, el diseño y construcción de los sistemas hidráulicos de la Huerta de
Valencia en época islámica también comportó la génesis de un nuevo parce-
lario en base a los nuevos criterios sociales de construcción del territorio y de
asignación de terrenos cultivables a cada uno de los grupos campesinos cláni-
cos que fueron asentándose. El problema principal al que nos enfrentamos es
que no existe documentación andalusí que nos permite conocer sus criterios de
construcción del parcelario por lo que se hace indispensable el intentar esta-
blecerlos a través del trabajo de campo arqueológico e identificar en el paisaje
actual si existen ámbitos fosilizados de dichos parcelarios.27
Con la conquista feudal de 1238 el repartimiento de la Huerta que llevó a cabo
Jaime I generó claramente una nueva propiedad de la tierra basada en la jerar-
quía feudal lo que comportó la creación de señoríos territoriales, grandes pro-
piedades agrícolas y pequeñas propiedades campesinas, así como una absoluta
generalización de la pequeña explotación familiar todo lo cual se concretó en
una importante reparcelación del territorio pues las grandes propiedades fue-
ron establecidas a cultivadores directos en parcelas de menores dimensiones.28
Así pues hay que establecer una diferencia entre la nueva propiedad de la tierra
en la Huerta, delimitada físicamente en 1238-1239 por los “sogueadores”, rea-
les o señoriales, y la asignación de parcelas reales de cultivo a los labradores,
hechas en muchos casos con posterioridad. En ambos casos se basaron en las
nuevas unidades de medida superficiales aportadas por la sociedad cristiana:
la fanecada, la cafissada y la jovada (1 jovada = 3 Ha = 6 cafissades = 36 fa-
necades) pero su materialización sobre el territorio de la Huerta fue distinta.
27. De hecho este es el trabajo que recientemente ha desarrollado F. Esquilache para el caso de la huerta de
Aldaia, una parte del sistema hidráulico de la acequia de Quart-Benàger-Faitanar, justo en el lado más occidental
de la huerta histórica de Valencia, la del Tribunal de las Aguas. F. Esquilache, Història de l’horta d’Aldaia. Cons-
trucció i evolució d’un paisatge social, Ajuntament d’Aldaia, 2007.
28. Véase sobre ello E. Guinot, “El repartiment feudal de l’Horta de València al segle XIII: jerarquització social i
reordenació del paisatge rural”, en Repartiments a la Corona d’Aragó (segles XII-XIII), Publicacions de la Univer-
sitat de València, 2007, pp. 111-196.
20 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
El reparto de la propiedad se hizo en jovades, pero la reconstrucción real de
parcelario se basó en las cahizadas, tal como aparece de forma repetida en los
contratos de establecimiento de parcelas a los labradores a lo largo del siglo
XIII y es la medida que se encuentra fosilizada en muchos lugares de la Huerta,
coincidiendo esa unidad de forma mayoritaria con los aterrazamientos.
La razón de esta diferencia es que no se dio ni se podía dar un arrasamiento
del anterior paisaje andalusí si se quería aprovechar el funcionamiento de los
sistemas hidráulicos. El análisis de campo y de las planimetrías que hemos lle-
vado a cabo en diversos puntos de la Huerta de Valencia nos permite constatar
que en muchos lugares no se generó un nuevo parcelario regular ortogonal
basado en las jovadas o incluso en cahizadas, simplemente porque muchas
veces no cabían parcelas de esas dimensiones entre los ejes construidos de la
huerta andalusí.29
Por ello lo que hicieron los repartidores feudales del siglo XIII fue utilizar
las acequias y caminos principales como dichos ejes vertebradores del paisaje
construido y realizar a partir de ellos las mediciones necesarias para ir creando
jovadas, para “construir” la nueva propiedad feudal sobre un territorio con un
orden interno ya creado. La consecuencia principal es que allí donde la densi-
dad de ocupación andalusí había sido más intensa, por lo tanto en el entorno
más cercano de la ciudad de Valencia o junto a las alquerías, fue imposible
medir parcelarios que respondiesen a un nuevo dibujo del paisaje basado en
criterios ortogonales. Por ejemplo, al norte de la ciudad de Valencia, en la actual
pedanía de Poble Nou, junto al camino de Montcada, simplemente, las jovades
no cabían en este espacio regado por el final del brazo de Petra de la acequia
de Mestalla, entre los cuatro brazos en que se divide: el braç de Dalt, el del Mig,
el de l’alqueria Fonda y la fila de Poble Nou. La única solución fue medir el
terreno que había entre brazo y brazo, o entre brazo y camino, generando así
bloques de terreno o “pastillas” y marcar entre ellos las divisiones que permitían
individualizar cafissades, lo cual podía hacerse por un extremo de la “pastilla”
29. Sobre el parcelamiento en la Huerta de Valencia hemos trabajado en dos informes todavía inéditos: E. Guinot,
S. Selma, Informe sobre el paisaje histórico de la Huerta de Valencia – Huerta de la acequia de Benáger, afectada
por la Construcción de la plataforma ferroviaria del AVE Madrid – Comunidad Valenciana (Tramo Alaquàs
– Valencia), Conselleria de Cultura, Direcció General de Patrimoni Cultural Valencià, 2006, inédito. Ver también
el citado libro de F. Esquilache, História de l’horta d’Aldaia...
21enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
de terreno pero podía dar lugar a que la última parcela posible no encajase en
una medida estándar; en vez de seis hanegadas, quedaban cinco y media, o
seis y media.30
Este mismo modelo espacial aún sería detectable en el caso de la acequia de
Favara a principios del siglo XX, antes de la generalización de los pozos y mo-
tores. Según sus planos del año 1917 tanto en Massanassa como especialmente
en Catarroja y Albal la tierra censada era un reducto propio de huerta corres-
pondiente al brazo respectivo de cada una de las poblaciones, envuelto aún por
secanos. Es un formato que, sobre el plano, podría recordar en su morfología
espacial a la rama de un cerezo, en el que la acequia madre de Favara hace la
función simbólica de rama y de ella pende el brazo de cada antigua alquería y
su unidad de riego respectiva. Las huertas propias de Albal y Catarroja llegaban
a tocarse pero estaba muy claro donde llegaba el riego de cada brazo, separado
de hecho además por un paleocanal utilizado por el caudal de la Font de la
Rambleta, ajeno orgánicamente al sistema hidráulico de Favara.31
3. La génesis sociaL deL paisaje irrigado de La huerta de VaLencia en época andaLusí
Tanto los datos arqueológicos referidos al final del período visigodo como al
primer tiempo del mundo musulmán, esto es, entre los siglos VII y IX, indican
un proceso general de crisis del mundo urbano, y en concreto de la ciudad de
Valencia, de abandono de parte de las grandes explotaciones agrícolas roma-
nas –las villae--, y de aparición de pequeños núcleos de población refugiada
en pueblos de altura y aparentemente al margen de lo que quedaba de poder
urbano. Todo ello en un contexto general de descenso demográfico, de ruptura
de las relaciones comerciales entre ciudades del Mediterráneo y de fragmenta-
ción absoluta de la organización política. Y dicho proceso no se vio alterado
por la llegada de grupos musulmanes a partir del 713 sino que continuaron
esas tendencias al menos los dos primeros siglos de la existencia de lo que ya
podemos llamar Al-Andalus.
30. E. Guinot, “La construcció d’un paisatge medieval irrigat: l’Horta de la ciutat de València”, en Natura i desenvo-
lupament. El medi ambient a l’Edat Mitjana. XI Curs d’estiu Comtat d’Urgell, coord. F. Sabaté, Lleida, Pagès, 2008,
(en prensa).
31. ibidem.
22 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
Todo ello lleva a pensar que el modelo de explotación agraria de época Im-
perial romana en el territorio de la actual Huerta de Valencia debió entrar en
una considerable crisis durante estos siglos alto-medievales, y que una parte
muy considerable de las estructuras agrarias existentes hasta entonces fueron
quedando completamente abandonadas y olvidadas, amortizadas e incluso en-
terradas.
Es por ello por lo que el asentamiento de los grupos militares y/o clánicos
musulmanes a partir del siglo VIII representó una profunda transformación del
paisaje rural de amplias zonas de Al-Andalus y, especialmente, en este caso
del Sharq al-Andalus en base a su instalación muy mayoritaria en pequeñas
comunidades rurales y la generalización de espacios hidráulicos en torno a
ellas. Esto es, huertas y poblamiento en pequeñas comunidades clánicas serían
los dos ejes pivotantes sobre los que bascularía la construcción del territorio en
el marco de la colonización musulmana y la integración con las comunidades
campesinas tardo-romanas locales, tal como han ido planteado autores tan sig-
nificados como P. Guichard, Th. F. Glick, M. Barceló o A. Malpica.
Por ello el proceso de colonización iniciado por árabes, sirios, egipcios y be-
réberes a partir del siglo VIII comportó la construcción sucesiva a lo largo de
los siglos andalusíes (VIII-XII) de una parte importante de las actuales huertas
valencianas, pero además con una característica fundamental y peculiar. El mo-
delo clánico de organización social de todos estos grupos humanos campesinos
comportó una forma concreta de diseño colectivo de los espacios hidráulicos
basado en el reparto proporcional y equitativo del agua entre los grupos usua-
rios, con una organización coherente de los espacios de residencia y los espa-
cios de trabajo.
Por eso, según el número de grupos clánicos concordantes en la construcción
de la huerta-sistema hidráulico y las posibilidades de caudal de agua captada,
se diseñaron huertas de diversas dimensiones, desde las pequeñas de pendien-
te de montaña hasta las complejas huertas de las planas aluviales vecinas de los
principales núcleos urbanos andalusíes formadas por la sucesión de diversos
sistemas hidráulicos. En todos los casos puede hablarse de una concreta cons-
trucción social del paisaje irrigado –las huertas- basado en la sucesión de pe-
rímetros irrigados propios de cada una de las alquerías representativas de una
unidad de poblamiento, normalmente alineadas y encadenadas de una manera
u otra a lo largo del canal principal o acequia mayor.
23enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
En este sentido la Huerta de Valencia sería uno de los territorios en que dicho
proceso de construcción de grandes sistemas hidráulicos (las siete acequias de
la Vega de Valencia más la Acequia de Montcada), y la génesis consiguiente de
un paisaje de huertas habría tenido un despliegue de mayor entidad y dimen-
siones espaciales, lo que también implica lógicamente mayor complejidad.
Así pues la instalación de los grupos campesinos musulmanes de base clánica
a partir del siglo VIII generó un paisaje prácticamente nuevo más allá de la
supervivencia del trazado de alguna vía importante, caso de la Vía Augusta,
o del emplazamiento de alguna villa. La Huerta de Valencia, tal como nos ha
llegado a la actualidad con cambios parciales y a veces importantes pero con
la misma estructura básica de su morfología espacial, fue obra de dicha socie-
dad andalusí la cual fue construyendo de forma progresiva los ocho grandes
sistemas hidráulicos que la caracterizan: los siete de la Vega y el de Montcada.
Ya en aquella época islámica fueron construidos en su totalidad desde el punto
de vista de su canal principal o acequia madre así como de los grandes brazos
distribuidores de agua a cada una de la sucesivas alquerías que se localizaban
a lo largo de sus trazados. Este modelo arborescente habría llevado a la géne-
sis de ámbitos de huerta intensiva relacionadas con cada una de las alquerías
andalusíes y una progresiva expansión de ellas hasta ir juntándose físicamente,
que no organizativamente como unidades de riego. Este fue un proceso más
marcado cuanto más cerca de la ciudad de Valencia y en paralelo a la aparición
de reales o grandes explotaciones agrícolas propiedad de las clases urbanas y
del Estado, los cuales se fueron intercalando entre las alquerías de los primiti-
vos grupos clánicos.
Paralelamente la construcción de cada sistema hidráulico implicó la fijación del
emplazamiento de las primeras alquerías formadas por unas pocas casas, las
cuales fueron creciendo en número hasta principios del siglo XIII. No llegó a
existir un verdadero poblamiento concentrado aunque algunas alquerías de-
bieron ser más grandes, y lo más peculiar sería esa proliferación de pequeños
lugares cercanos entre sí, a unos pocos centenares de metros ya que calculamos
que debía haber cerca de doscientos en toda la Huerta de Valencia en 1238
entre alquerías, reales y rafales.
Lógicamente todos estos núcleos habían de estar comunicados entre sí y la
red principal pero también la secundaria de comunicaciones es fruto de estos
siglos, lo mismo que un nuevo proceso de parcelación que no se basó en prin-
24 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
cipio para nada en las centuriaciones romanas. Los parcelarios andalusíes se
adaptaron a las curvas de nivel adoptando con ello frecuentes formas irregula-
res en sus límites exteriores, y al menos en las zonas de la Huerta más alejadas
de la ciudad parece deducirse que no llegó a cultivarse ni parcelarse todo el
espacio existente entre una y otra alquería.
En nuestra opinión lo que nos están indicando estas realidades morfológicas
en el interior de cada uno de los ocho sistemas hidráulicos de la gran huerta
periurbana de Valencia es que, en su seno, existen diferentes espacios orga-
nizados en épocas históricas distintas. Esto es, que todavía hoy en día existen
ámbitos fosilizados en el paisaje actual que corresponden a espacios hidráuli-
cos creados en el primer momento de construcción de los sistemas en época
andalusí, los cuales, en su morfología espacial, son totalmente similares a los
espacios hidráulicos individuales de las alquerías de las zonas de montaña. Y
que, efectivamente, la conquista feudal los afectó profundamente, los amplió,
los envolvió de nuevas parcelaciones, los reordenó en cuanto a la propiedad
de la tierra y, a veces, también en cuanto a su organización espacial, pero, en
todo caso, han quedado espacios primigenios que responden a la creación de
huertas individuales de alquería, conectadas a través de un canal principal, y
que no tienen nada que ver con un posible riego de los límites de los marjales
o zonas pantanosas pues su distribución espacial se aleja incluso kilómetros de
dicha ubicación física junto a la costa.
25enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
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26 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
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27enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
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28 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
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29enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados
Figura 5: Los espacios de riego en el final de la acequia de Favara (Huerta de Valencia), correspondientes a las
poblaciones (alquerías medievales andalusíes) de Catarroja (a la derecha) y Albal (a la izquierda), según el plano
del padrón de regantes de 1912. Obsérvese el carácter todavía limitado del regadío, que en años posteriores se
generalizó a su alrededor gracias a los pozos que se abrieron.
30 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x
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