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Antonio Collantes de Terán Sánchez - Ciudad y territorio rural en la Andalucía medieval 1 Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados enriC guinoT rodríguez universidad de Valencia El agrosistema o agroecosistema del mundo andalusí ha sido definido de una forma bastante precisa en sus rasgos generales como aquel caracterizado de forma primordial por un específico modelo de agricultura irrigada creado y gestionado por una sociedad campesina de base clánica, el cual fue extendido por el Mediterráneo occidental con la expansión musulmana a partir de finales del siglo VII. En este sentido se ha subrayado especialmente el cambio agrícola que representó la generalización de una serie de cultivos de origen asiático frente a la agricultura romana y tardo-romana anterior, quizá como imagen más visual de los cambios producidos, pero al mismo tiempo es fundamental la generalización en Al-Andalus de un modelo de sociedad campesina clánica que se relaciona con el Estado tributario, frente al modelo anterior de sociedad esclavista romana y tardo-romana y, evidentemente, sin nada que ver con el mundo feudal coetáneo. No cabe duda que un primer ámbito relevante de los profundos cambios que comportó en el mundo rural de la Península Ibérica la colonización musulmana a partir de inicios del siglo VIII fue la creación de un nuevo paisaje agrícola, fruto de la difusión de la nueva agricultura irrigada que reunía la experiencia tanto de las sociedades clásicas de Oriente Medio como del Asia monzónica, sin olvidar la aportación del regadío de las zonas desérticas tanto del mundo ará-

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Antonio Collantes de Terán Sánchez - Ciudad y territorio rural en la Andalucía medieval 1

Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

enriC guinoT rodríguez

universidad de Valencia

El agrosistema o agroecosistema del mundo andalusí ha sido definido de una

forma bastante precisa en sus rasgos generales como aquel caracterizado de

forma primordial por un específico modelo de agricultura irrigada creado y

gestionado por una sociedad campesina de base clánica, el cual fue extendido

por el Mediterráneo occidental con la expansión musulmana a partir de finales

del siglo VII. En este sentido se ha subrayado especialmente el cambio agrícola

que representó la generalización de una serie de cultivos de origen asiático

frente a la agricultura romana y tardo-romana anterior, quizá como imagen

más visual de los cambios producidos, pero al mismo tiempo es fundamental

la generalización en Al-Andalus de un modelo de sociedad campesina clánica

que se relaciona con el Estado tributario, frente al modelo anterior de sociedad

esclavista romana y tardo-romana y, evidentemente, sin nada que ver con el

mundo feudal coetáneo.

No cabe duda que un primer ámbito relevante de los profundos cambios que

comportó en el mundo rural de la Península Ibérica la colonización musulmana

a partir de inicios del siglo VIII fue la creación de un nuevo paisaje agrícola,

fruto de la difusión de la nueva agricultura irrigada que reunía la experiencia

tanto de las sociedades clásicas de Oriente Medio como del Asia monzónica, sin

olvidar la aportación del regadío de las zonas desérticas tanto del mundo ará-

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2 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

bigo como del mundo bereber norteafricano. Todo ello tuvo lugar en una geo-

grafía, al menos en la mitad mediterránea de la Península Ibérica, que estaba y

está caracterizada por unas condiciones naturales de medio semi-árido y lluvias

torrenciales en periodos cortos del otoño y primavera, con un verano muy se-

co. Así pues, y tal como han explicado de forma extensa y bien documentada

diversos autores entre los que podemos destacar a Th. F. Glick, el cual sigue

anteriores trabajos ya clásicos como los de A. Watson entre otros, 1 la conquista

musulmana comportó la difusión de unas nuevos, cereales, hortalizas y frutas

que entraron de forma importante en la dieta alimenticia de la población (aun-

que muchos de ellos fuesen conocidos por eruditos y tratados de agricultura de

la época clásica), y que contrastaban vivamente con la agricultura tradicional

del Mediterráneo centrada en trigo, viña y olivos. Pero al mismo tiempo, in-

cluso en el caso de esta básica tríada mediterránea de cultivos, los colonos del

mundo musulmán introdujeron cambios en su uso, caso del cultivo simultáneo

de diversos cereales panificables (trigo duro y blando, panizo, mijo, etc.). Ello

comportó tanto una diversificación de su ciclo agrícola en épocas distintas (y

complementarias) del año, como el aumento de la producción y de la producti-

vidad por su plantación en los espacios irrigados, en general con una extensión

limitada que permitía el trabajo intensivo, tal como han observado A. Malpica y

C. Trillo entre otros autores.2

En este sentido nos parece muy interesante la apreciación de Th. F. Glick so-

bre que la colonización musulmana de la península comportó la difusión y

generalización de un verdadero “paquete o kit” cultural sobre la agricultura de

regadío, el cual incluía no sólo una serie de nuevos cultivos y un cambio en los

ciclos anuales de su plantación y cosecha respecto a la clásica tríada mediterrá-

nea, sino también unos conocimientos técnicos específicos del trabajo agrícola

y de la gestión del agua, además de, y de forma relevante, una forma específica

de organización de la sociedad campesina. Y, en última instancia era ésta, su

1. Por ejemplo, entre otros, Th. F. Glick, “Regadío y técnicas hidráulicas en al-Andalus. Su difusión según un eje Este-Oeste”, en La caña de azúcar en tiempos de los grandes descubrimientos, 1450-1550, Motril, Casa de la Palma, 1990, pp. 83-98; Th. F. Glick, “La transmisión de las técnicas hidráulicas de regadío del mundo islámico al mundo hispánico”, en M.García Arenal (edª), Al-Andalus Allende el Atlántico, Granada, Junta de Andalucía, 1997, pp. 222-233; A. M. Watson, Innovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, Granada, 1998.

2. A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí: análisis de una agricultura irrigada de orígen andalusí”, en C. Trillo (coord.), Asentamientos rurales y territorio en el Mediterráneo medieval, 2002, pp. 221-261; especialmente pp. 222-225.

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3enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

lógica propia de organización de los procesos de trabajo, la que marcaba la

pauta del resto.3

Esto es, el agrosistema del mundo andalusí está caracterizado por una organiza-

ción social campesina de base clánica y agnaticia que implicó un modelo espe-

cífico y lógicamente diferente al del mundo clásico romano y medieval feudal,

de las relaciones sociales y, como reflejo de ello, de la producción y del trabajo,

tal como en su momento analizó en profundidad P. Guichard para el conjunto

de la sociedad de Al-Andalus en una obra ya clásica.4

Este modelo de sociedad campesina tiene su reflejo, entre otros aspectos, en

la morfología del paisaje rural con el absoluto predominio del poblamiento lo-

calizado en pequeños caseríos, las alquerías, ligadas estrechamente al modelo

social clánico de Al-Andalus, y su relación con el diseño, construcción y uso de

los espacios irrigados como los espacios de trabajo de mayor complejidad e im-

portancia que construyó dicha sociedad rural, tal como esbozó en su momento

el propio P. Guichard pero que ha desarrollado de forma global y bien sólida

M. Barceló a través de la teoría y práctica de la arqueología hidráulica y han

seguido posteriormente otros arqueólogos medievalistas como H. Kirchner, C.

Navarro, J. Torró y los citados A. Malpica y C. Trillo.5 La cuestión fundamental

es que los espacios hidráulicos andalusíes corresponden a decisiones sociales

de los grupos campesinos que los crearon, lo que implica que en su diseño

inicial se encuentran rasgos básicos que nos informan de las características de

dicho grupo social, desde las previsiones de tierra a cultivar, ligadas pues a la

demografía que puede asumir el espacio hidráulico, a los pactos entre grupos

clánicos para repartir el caudal de agua disponible y el espacio rural existente.

También es cierto que este protagonismo de lo que en Al-Andalus se llama-

ban “Begas” y la sociedad feudal tendió a llamar “huertas” o “hortes”, no debe

3. Th. F. Glick, “Regadío y técnicas hidráulicas en al-Andalus...”.

4. P. Guichard, Al Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976.5. M. Barceló, “El diseño de espacios irrigados en Al-Andalus: un enunciado de principios generales”, dins El

agua en zonas áridas. Arqueologia e Historia. I Coloquio de Historia y Medio físico, Almeria, 1989, t.1, pp. XV-XL;

M. Barceló, “Saber lo que es un espacio hidráulico y lo que no es, o Al-Andalus y los feudales”, en J. A. Gon-

zález Alcantud, A. Malpica Cuello, (eds.), El agua. Mitos, ritos y realidades, Barcelona, pp.240-254; H. Kirchner,

C. Navarro, “Objetivos, métodos y práctica de la arqueología hidráulica”, Archeologia Medievale, 20, 1993, pp.

121-150; H. Kirchner, “Construir el agua. Irrigación y trabajo campesino en la Edad Media”, Arbor, n. CLI, 1995,

pp.35-64.

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4 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

hacernos menospreciar el conjunto del espacio rural. Efectivamente el especí-

fico paisaje del regadío desplegado en las tierras conocidas como mamluka o

apropiadas, --las cuales además parecen ser las protagonistas del mercado de

la tierra--, representa un escenario básico para la comprensión del agrosiste-

ma andalusí. Pero al mismo tiempos es evidente que esta sociedad cultivaba

y explotaba habitualmente tanto tierras de secano alrededor de los perímetros

exteriores de dichas huertas, como las zonas de monte y bosque las cuales

eran consideradas en general, jurídicamente hablando, como no apropiadas o

mubaha. Con todo, en este ámbito existía una diferencia entre las tierras co-

munales o harim, y las que podían ser puestas en cultivo por cualquier vecino,

llamadas tierras muertas o mawat6.

En las primeras se daba un uso colectivo para pastoreo, recolección de frutos,

leña, madera, etc., incluso con acceso por parte de los vecinos de otras alque-

rías, y por ello la conocida referencia de documentos de la Valencia feudal del

siglo XIII sobre que las alquerías andalusíes “no tenían límites fijos y conoci-

dos”,7 tal como se evidenció también en textos del reino de Granada a partir

de la rebelión de 1501. Ello no obsta para que en situaciones graves de sequía

o conflicto también haya evidencias de una reacción defensiva por parte de

las aljamas acotando para sí sus términos. En cuanto a las tierras mawat, su

peculiaridad es que podían ser puestas en cultivo en cualquier momento por

un vecino y explotarlas particularmente mientras las trabajase, pero sin poder

privatizarlas ya que no podían ser vendidas. Tradicionalmente se identifica este

tipo de tierras con las cultivadas en secano, lo que no implica que no pudiese

darse el caso de que sobre ellas se construyese un nuevo espacio irrigado que

las convertiría por tanto en mamluka8.

Es esto último un aspecto relevante del mecanismo de reproducción social

de los grupos clánicos ya que permite su segmentación y la instalación de un

nuevo grupo en otro lugar que pueda ser vivificado ya que no es posible la pri-

6. Ver A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí: análisis de una agricultura irrigada de orígen andalusí”, en C.

Trillo (coord.), Asentamientos rurales y territorio en el Mediterráneo medieval, 2002, pp. 221-261; C. Trillo, Agua, tierra

y hombres en Al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo nazarí, Granada, 2004, especialmente pp. 75-98.

7. R. I. Burns, ““Atermenant la terra moresca: territorialitat i prosopografia”, en Moros, cristians i jueus al Regne

croat de València, Valencia, 1987, pp.279-325.

8. C. Trillo, Agua, tierra y hombres en Al-Andalus..., pp. 83-97.

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5enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

vatización de grandes extensiones territoriales, además de facilitar el equilibrio

entre agricultura y ganadería.9

Por otro lado, en la comprensión del agrosistema andalusí ocupa un lugar rele-

vante el análisis de las forma de organización del poblamiento rural, la relación

entre las qura y, en su caso, la fortificación del distrito, el hisn, sin dejar de lado

la intrínseca relación que tiene ello con la localización y organización de los es-

pacios de trabajo que hemos descrito anteriormente. Se trata de un aspecto ya

ampliamente tratado por los autores citados anteriormente aunque puede ser

bien útil la reciente síntesis revisada de Th. F. Glick sobre los paisajes de con-

quista, pero que aquí no vamos a desarrollar pues corresponde su tratamiento

a otro de los participantes.10

En todo caso lo cierto es que, en el marco de la historia de Al-Andalus de

los dos últimas décadas, el interés por los espacios irrigados ha ganado un

protagonismo innegable en cuanto a su presencia en los discursos y modelos

relacionados con la explicación y argumentación del modelo de sociedad ru-

ral andalusí, especialmente a partir de la teoría y la práctica de la arqueología

medieval y más en concreto de la arqueología hidráulica, sin que ello no obste

para la existencia de algunos debates sobre el contexto social que generó di-

chos espacios y sobre su evolución y transformación entre los siglos VIII y XII,

XIII o XV según hablemos del Valle del Ebro, el Sharq al-Andalus y el valle del

Guadalquivir, o la Granada nasrí.

1. Los paisajes irrigados deL sharq aL-andaLus

El escenario geográfico del Sharq al-Andalus, comprendiendo las Islas Baleares,

ha sido un ámbito privilegiado de análisis de un buen número de pequeñas

huertas locales, la mayoría de las cuales se remontan al período andalusí. Los

estudios de autores como P. Guichard, A. Bazzana,11 M. Barceló, H. Kirchner,12 J.

9. A. Malpica, C. Trillo, “La hidráulica rural nazarí...”, p. 231.

10. Véase por ejemplo P. Guichard, Al-Andalus frente a la conquista cristiana: los musulmanes de Valencia (siglos

XI-XV), València-Madrid, Universitat de València-Biblioteca Nueva, 2001. Th. F. Glick, Paisajes de conquista. Cam-

bio cultural y geográfico en la España medieval, Publicacions de la Universitat de València, 2007.

11. P. Guichard, A. Bazzana, “Irrigation et société dans l’Espagne orientale au Moyen Age,”, L’homme et l’eau en

Méditerranée et au Proche Orient, Lyon, 1981, pp. 115-140.

12. M. Barceló, “Immigration berbère et établissements paysans à Ibiza (902-1235). À la recherche de la logique de

la construction d’une nouvelle société”, en J. M. Martin (ed.), Castrum, 7: Zones côtières littorales dans le monde

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6 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

Torró y S. Selma13 entre otros, así como la aportación de T. F. Glick desde otra

metodología,14 se han basado en la confluencia de trabajos de campo centrados

en la prospección del territorio y la metodología de la arqueología extensiva

que reconstruye la red hidráulica, parcelarios y espacios de residencia, con las

referencias documentales casi todas posteriores a la conquista feudal y el aporte

de técnicas complementarias caso del análisis onomástico, especialmente de

la microtoponimia. Todo ello ha llevado a generar una especial metodología

bajo el nombre de “arqueología hidráulica” que ha establecido con solidez la

existencia de una especial relación entre el modelo de poblamiento campesino

andalusí, basado en criterios sociales de tipo clánico, con la construcción con-

creta de los espacios de trabajo, residencia y explotación de su entorno, esto es,

en la estrecha relación entre alquerías de origen clánico y su espacio irrigado

anexo, su “bega” o huerta.

Así pues y a grandes rasgos, la sociedad rural andalusí protagonizó a partir del

siglo VIII la progresiva construcción de unos específicos paisajes hidráulicos

basados en la conjunción de un sistema hidráulico, el cual vertebraba el prin-

cipal espacio de trabajo del grupo clánico, con un lugar de poblamiento. Y el

modelo clánico de organización social característico de Al-Andalus comportó

en el ámbito rural un modelo concreto de diseño colectivo de dichos espacios

hidráulicos, basado en el reparto proporcional del agua entre los grupos usua-

méditerranéen au moyen âge: défense, peuplement, mise en valeur. Actes du colloque international Rome, 23-26

octobre 1996, Roma-Madrid, 2001, pp. 291-321; H. Kirchner, “Espais irrigats andalusins a la Serra de Tramuntana

de Mallorca i la seva vinculació amb el poblament”, Afers, nº. 18, 1994 , pp. 313-336; H. Kirchner, La construcció

de l’espai pagès a Mayürqa: Les Valls de Bunyola, Orient, Coanegra i Alaró, Universitat de les Illes Balears, 1997;

H. Kirchner, “Tierras de clanes: Espacios hidraúlicos y clanes andalusíes en la isla de Yabisa (Ibiza)”, Arqueología

espacial, nº 19-20, 1998 , pp. 351-372.

13. J. Torró, “Terrasses irrigades a les muntanyes valencianes.: Les transformacions de la colonització cristiana”,

Afers, nº. 51, 2005, pp. 301.356; J. Torró, J. M. Segura, “Irrigación y asentamientos en la Vall de Perputxent”, Aigua

i poblament musulmà, Ajuntament de Benissa, 1988, pp. 67-92; S. Selma, “La integración de los molinos en un

sistema hidráulico: la alquería de Artana (Serra d’Espadà, Castelló)”, en I Coloquio Historia y Medio Físico. El

agua en zonas áridas: arqueología e historia, Almeria, t.2, 1989, p.713-736; S. Selma, “El molí hidràulic de farina i

l’organització de l’espai rural andalusí. Dos exemples d’estudi arqueològic espacial a la Serra d’Espadà (Castelló)”,

Mélanges de la Casa de Velázquez, XXVII, 1991, pp. 69-106; S. Selma, “Evolució des de l’època andalusí de l’espai

agrari irrigat a la vall de Veo (Serra d’Espadà, Castelló)”, IV Congreso de Arqueología Medieval Española (Alicante

1993), t.3, 1994, pp. 567-574.

14. Aunque son muy abundantes sus artículos sobre el regadío medieval, remitimos a su síntesis Paisajes de con-

quista (2007), especialmente al capítulo 4: “Sistemas de riego en Al-Andalus: una revisión”, pp. 101-131.

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7enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

rios lo que implicaba una organización coherente de los espacios de residencia

y los espacios de trabajo.

Si bien, como ha demostrado el trabajo de M. Barceló y, en especial, la síntesis

de H. Kirchner sobre Ibiza, predominan cuantitativamente las pequeñas unida-

des hidráulicas de una alquería y su espacio irrigado propio de escasas hectá-

reas, al mismo tiempo un mayor número de grupos clánicos podían concordar

en la construcción de una huerta de mayores dimensiones por la suma de varias

unidades en base las posibilidades de caudal de agua captada y de la superficie

posible a transformar en terrazas irrigadas.

En todo caso lo cierto es que tanto para las Islas Baleares como para el Sharq en

general los ejemplos analizados corresponden en prácticamente todos los casos

a los citados pequeños sistemas hidráulicos de montaña generados a partir de

fuentes o de derivaciones de ríos encajonados para generar huertas relaciona-

das con una o pocas alquerías. El paso que falta por dar en estos momentos es

el del análisis del paisaje de las grandes huertas periurbanas y de sus sistemas

hidráulicos, situados en dominios físicos de llanura aluvial, y sobre el cual han

dominado las interpretaciones que remiten a unos orígenes diferentes.

Por un lado la historiografía clásica y en general los no historiadores han tendi-

do a considerar que el regadío del entorno de las ciudades andalusíes tenía un

origen romano, en lo cual sin duda influían los tópicos en cuanto a la diferencia

entre el poderoso estado de época romana, capaz de dirigir obras públicas co-

mo los sistemas hidráulicos de grandes dimensiones (el despotismo hidráulico

de K. Witfoggel), y la debilidad de ese mismo estado durante diversos períodos

de la época andalusí. Para muchos de los especialistas del campo de las cien-

cias sociales, geógrafos principalmente pero también historiadores de períodos

más recientes, que han elaborado discursos sobre los regadíos mediterráneos,

y más en concreto las huertas, no hacía falta más que desde el medievalismo

se plantease la expresión “tribal”, para que se reforzase inmediatamente dicho

discurso “estatalista”.15

15. Véase el resumen que realiza Th. F. Glick, Paisajes de conquista..., pp. 104-105. También conviene recordar

que en estas especialidades académicas suele primar una aproximación presentista junto a una usual mirada “mi-

lenarista”: los regadíos inmutables (e inmunes) a los cambios históricos, lo que dificulta bastante el debate inter-

disciplinar. Véanse por ejemplo los trabajos de A. López Gómez, “El origen de los riegos valencianos: los canales

romanos”, Cuadernos de Geografía, Valencia, 15, 1974, p.1-24; A. López Gómez, “Játiva: la ciudad y su huerta”,

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8 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

En la misma línea, hace unos años K. W. Butzer planteó para las huertas del

área valenciana una clasificación formal de los regadíos en base a su extensión

lo que le llevó a hablar de macrosistemas, mesosistemas y microsistemas. Los

primeros serían las grandes huertas de las llanuras aluviales con extensiones

superiores a las 500 Ha, los segundos serían las típicas huertas de montaña con

escalas de superficie entre 15 y las 500 Ha, y los microsistemas, por último,

serían los pequeños regadíos de balsa o manantial de como máximo alguna

hectárea. Su argumentación es que mientras los primeros corresponderían a la

herencia, ampliada, de los regadíos de época romana, los segundos serían los

realmente generados por la sociedad andalusí mientras que los microsistemas

corresponderían a unas técnicas y saberes tan simples que se habrían mante-

nido básicamente inmutables a lo largo de las diversas sociedades desde el

mundo prerromano y no serían por tanto específicos de un período histórico

o de otro. 16

En diversos trabajos M. Barceló ha argumentado de forma realmente sólida y

convincente sobre la inutilidad de debatir sobre estos orígenes (de época roma-

na o musulmana) en referencia a la aparición de restos arqueológicos aislados

de contexto en las huertas históricas mediterráneas de la Península Ibérica, sin

tener en cuenta la sociedad que generó ese espacio hidráulico y cómo hizo

uso de él:

“Sería necesario preguntarse qué tipo de conocimiento se derivaría de saber exactamente si el sistema hidráulico valenciano o murciano era de orígen romano. Yo creo que si esta certeza no va acompañada de otros conocimientos, como son también el estado en que los árabes se lo encontraron, las adiciones y modificaciones que le hicieron, los objeti-vos diferentes o similares en la organización de la producción, la forma diferente o similar de organizar el proceso de trabajo –no es lo mismo el

Saitabi, t.16, 1966, p.167-189; E. Burriel de Orueta, La huerta de Valencia, zona sur. Estudio de geografía agraria,

València, 1971; C. Domingo, La Plana de Castellón. Formación de un paisaje agrario Mediterráneo, Castellñon,

1983, y los actuales catálogos de patrimonio hidráulico dirigidos por J.Hermosilla, faltos de sentido histórico.

16. Sobre estas clasificaciones ver K. W. Butzer, J.F. Mateu, E. K. Butzer, P. Kraus, “L’origen dels sistemes de re-

gadiu al País Valencià: romà o musulmà?”, Afers, n.7 (1988-89), pp.9-68; K. W. Butzer, J. F. Mateu, E. K. Butzer,

“Orígenes de la distribución intercomunitaria del agua en la Sierra de Espadán (País Valenciano)”, en Los paisajes

del agua, Universitat de València- Universitat d’Alacant, 1989, pp.223-228.

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9enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

trabajo esclavo que el trabajo de grupos campesinos que autónomamente deciden la producción--, saber los orígenes no es saber gran cosa”.17

Creemos que poco se puede añadir a este planteamiento fundamental pues

centra de forma absolutamente precisa y clara de qué estamos hablando: no se

trata meramente de identificar posibles estructuras materiales hidráulicas ais-

ladas, pues al final poco más podremos saber que en época romana o ibérica

hacían uso del agua, lo cual es una banalidad. La cuestión es trabajar como

historiadores utilizando las fuentes, escritas o arqueológicas, para entender y

explicar el funcionamiento de las sociedades del pasado, para identificar sus

clases sociales y las relaciones de clase. Como repetidamente insiste M. Barceló

para Al-Andalus, se trata de conocer y comprender la sociedad campesina an-

dalusí en su contexto histórico y no de coleccionar “artefactos”, más allá de que

sea imprescindible el manejo, estudio y análisis de tales sistemas hidráulicos y

de los elementos arquitectónicos que puedan contener.

Con respecto a la herencia romana, nos parece interesante recordar las obser-

vaciones de M. Barceló sobre lo sucedido con la evolución de los sistemas de

regadío de diversas zonas de Oriente Medio en Irak e Irán en la Alta Edad Me-

dia, con una organización y difusión bajo el Imperio Sasánida, y la reducción e

incluso colapso en algunas zonas a raíz de la conquista árabe a partir del siglo

VIII con la instauración del califato abbasí, y lo mismo se plantea para el sur de

la península Arábiga en el territorio de Omán. Siguiendo los estudios de R. C.

Adams, J. A. Neely y J. G. Wilkinson, Barceló observa que “como consecuencia

de la conquista árabe, se produce una severa reducción de unidades hidráulicas

implicando, entonces, modificaciones profundas de los asentamientos agríco-

las, respecto a los sasánidas”.18

Esto es, que al menos en importantes zonas de Oriente Medio la conquista ára-

be no implicó “necesariamente” una expansión de los espacios hidráulicos sino,

17. M. Barceló, “La cuestión del hidraulismo andalusí”, en El agua que no duerme. Fundamentos de la arqueolo-

gía hidráulica andalusí, Granada, El Legado Andalusí, 1996, p. 16.

18. M. Barceló, “La cuestión del hidraulismo andalusí...”, p. 20. R. C. Adams, Heartland of Cities. Surveys of Ancient

Settlement and Land Use on the Central Floodplain of Euphrates, TheUniversity of Chicago Press, 1981; J. A. Neely,

“Sassanian and early Islamic Water Control and irrigation systems on the Deh Luran plain, Iran”, en Th.E. Dow-

ning, McGuire Gibson (eds.), Irrigation Impact on Society, The University of Arizona Press, 1974, y J. G. Wilkinson,

Water and Tribal Settlement in South-East Arabia. A Study of the Aflaj of Oman, Clarendon Press-Oxford, 1977.

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incluso, su deterioro, frente al mito usual en la literatura histórica hispánica que

ha polemizado en defensa de los orígenes romanos del regadío medieval pero,

en todo caso, siempre ha aceptado que los musulmanes de Al-Andalus los desa-

rrollaron y ampliaron. Tal como observa Barceló, “la ocupación árabe y beréber

no deterioró ni destruyó ninguna unidad hidráulica conocida”.19

En cambio, un diferente planteamiento, en nuestra opinión, es el que repre-

sentan los trabajos de arqueólogos medievalistas como S. Gutiérrez y R. Azuar,

los cuales, resumido al máximo, han planteado no una diferencia de período

histórico entre regadíos romanos y musulmanes, pues reconocen la crisis ru-

ral del mundo tardo-romano hispánico y la desestructuración del modelo de

organización del espacio rural alto-medieval de tal manera que no se puede

establecer una continuidad entre el latifundio romano y las huertas andalusíes,

sino entre zona rural y periurbana.

En su caso S. Gutiérrez argumenta una diferente génesis social entre pequeños

regadíos alto-medievales, y las grandes huertas andalusíes del entorno de las

ciudades. Los primeros, identificados arqueológicamente hasta ahora por ella

de forma casi exclusiva en la comarca del Bajo Segura, corresponderían al apro-

vechamiento de zonas rurales de montaña o de las marjales costeras, generando

así pequeños espacios hidráulicos que se identificarían con los microsistemas,

mientras que las grandes huertas periurbanas nacerían con posterioridad, a par-

tir de una colonización más tardía de las llanuras aluviales, y con un mecanismo

dirigido por el estado/clases urbanas y basado en el crecimiento extensivo de

las huertas a partir de las primitivas basadas en fuentes y manantiales costeros.

Este planteamiento sobre los orígenes de la huerta de Orihuela, es el planteado

también por R. Azuar para el caso de la huerta de Elche y, paralelamente, tam-

bién ha sido aplicado de forma teórica (sin trabajo de campo) por J. F. Mateu

para la Ribera del Xúquer, de forma general por C. Sanchis para el caso de la

Huerta de Valencia, y por A. Furió para el caso de Sueca y la zona de Alzira, y

de este mismo autor junto con L. P. Martínez para la Horta del Cent, también

en Alzira.20

19. M. Barceló, ibidem, p. 21.

20. S. Gutiérrez Lloret, “El origen de la huerta de Orihuela entre los siglos VII y XI: una propuesta arqueológica

sobre la explotación de las zonas húmedas del bajo Segura”, Arbor, nº 593 (1995), pp. 65-94; R. Azuar, “Espacio

hidráulico y ciudad islámica en el Vinalopó. La huerta de Elche”, Agua y territorio. I Congreso de Estudios del

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11enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

Nos parece evidente la debilidad argumental de aplicar este modelo a la huer-

ta de Valencia o de la Ribera del Xúquer sin disponer de un bagaje de datos

arqueológicos al menos equivalentes a los del Bajo Segura, pero ahora nos

parece más relevante el destacar una de las conclusiones importantes de S.

Gutiérrez, y es su identificación de estos espacios irrigados como ámbitos ge-

nerados y utilizados por grupos campesinos indígenas, tal como ella identifica

la cerámica encontrada, a mano o torno lento. Esto es, que muy probablemente

estemos ante el testimonio de una parte de la población local en el momento

de la conquista musulmana del siglo VIII, la cual pudo asentarse en espacios

periféricos a lo que quedaría del mundo tardo-romano. Lo cual nos lleva a pen-

sar inmediatamente en los poblados de altura localizados en la zona valenciana

por P.Guichard y A. Bazzana hace bastantes años, caso del Mont Mollet de Vi-

lafamés y el Mont Marinet, a Xodos, ambos en Castellón, pero de los cuales se

han ido localizando poco a poco otros, caso del Castellar de Alcoi o el poblado

del Pic Negre a Cocentaina.

Sin entrar ahora a analizar esta cuestión, fundamental por otra parte, de los di-

versos modelos de poblamiento entre los siglos VII y IX, parece bastante claro

que la localización de pequeños espacios hidráulicos en las zonas de frontera

de los marjales costeros no permite argumentar en absoluto que, paralelamente

en el tiempo y a partir de inicios del siglo VIII, no se crearon espacios irrigados

por parte de los grupos clánicos musulmanes. Y estos pueden estar, y están,

tanto en las zonas de montaña como en las llanuras costeras aluviales

Tal como ha planteado J. Torró, en el caso del Sharq al-Andalus no hay ningún

argumento sólido que permita postular una colonización anterior de las llanu-

ras fluviales respeto a las zonas de montaña, o al revés:

“las concentraciones de redes campesinas, claramente visibles en los si-glos X-XI, no ofrecen tampoco ninguna diferencia significativa en los dos ámbitos, más allá del tamaño general. Los recursos de agua y de

Vinalopó, Petrer, 1998, pp. 11-31; J. F. Mateu, “Assuts i vores fluvials regades al País Valencià medieval”, en Los

paisajes del agua. Libro jubilar dedicado al profesor Antonio López Gómez, Valencia-Alicante, 1989, pp.165-186;

C. Sanchis, Regadiu i canvi ambiental a l’Albufera de València, València, Universitat de València, 2001; A. Furió,

L. P. Martínez Sanmartín, “De la hidràulica andalusí a la feudal: continuïtat i ruptura. L’Horta del Cent a l’Alzira

medieval”, en L’espai de l’aigua. Xarxes i sistemes d’irrigació a la Ribera del Xúquer en la perspectiva històrica,

Ajuntament de Alzira-Universitat de València, 2000, pp. 19-73.

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superficie cultivable son mayores en las llanuras aluviales y a la larga permiten soportar una carga mayor de población, pero esta virtualidad tiene un valor muy relativo si consideramos, primero, que el tamaño de las unidades campesinas básicas que construyen los espacios de cultivo es uniformemente pequeña, y segundo, que aquí los trabajos de acondicio-namiento hidráulico se prolongan más en el tiempo, además de requerir articulaciones técnicas y normativas más sofisticadas”.21

No cabe duda que quedan cuestiones importantes por dilucidar, caso de la difi-

cultad de atribuir cronologías concretas entre los siglos VIII a XII a cada uno de

estos espacios hidráulicos andalusíes, el identificar de forma correcta su multi-

plicación a lo largo de estos siglos, o la influencia que pudieron/consiguieron

ejercer sobre ellos tanto los grupos sociales urbanos, básicamente a partir del

siglo XI, como a su relación con el Estado.

En este contexto y, frente al planteamiento de una clasificación formalista de

sistemas de irrigación del período andalusí basados en su tamaño, y a la idea

de unas pequeños regadíos iniciales de fuentes que fueron substituidos en las

llanuras aluviales periurbanas por un nueva organización del paisaje irrigado

dirigido por la sociedad urbana, creemos que tanto en las huertas andalusíes de

ladera como en las grandes huertas aluviales existe una homogeneidad en su

diseño y criterios sociales de construcción del paisaje. Más, cuando constatamos

la existencia de grandes huertas que incluyen incluso dos decenas de alquerías

sin que tengan una ciudad directamente asociada, caso del sistema hidráulico

de la acequia Mayor de Castelló-Almassora, y aún más evidente en el de la ace-

quia Mayor de Benaguasil—, en la comarca del Camp de Túria.

De hecho esta idea de la homogeneidad es inherente al concepto de arqueo-

logía hidráulica elaborado por M. Barceló pero el análisis morfológico de los

espacios de irrigación, de las huertas medievales del Sharq al-Andalus, y la

distinción en ellas de los elementos que las caracterizan introducidos por la

sociedad feudal a partir de la conquista del siglo XIII, de aquellos que queda-

ron fosilizados del período andalusí, nos puede permitir afirmar que realmente

existió ese único modelo de construcción espacial de estas huertas porque

21. J. Torró, “Terrasses irrigades a les muntanyes valencianes.: Les transformacions de la colonització cristiana”,

Afers. Fulls de recerca i pensament, nº. 51, 2005 , pp.. 301-356.

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respondieron a unos mismos criterios de decisión social –los de los grupos

clánicos campesinos--.

Es esta homogeneidad morfológica la que podemos detectar e identificar en los

actuales paisajes de regadío mediterráneos de la Península Ibérica y ello gracias

a la conjunción del trabajo de campo con el análisis de la documentación del

siglo XIII más cercana a los años de la conquista, la cual nos informa sobre los

criterios de repartimiento de las tierras y de asentamiento de los colonos cris-

tianos sobre ese paisaje hidráulico andalusí.

2. eLementos morfoLógicos que caracterizan Las huertas de origen andaLusí: criterios de anáLisis

Tal como hemos explicado anteriormente, los trabajos de campo de reconstruc-

ción de los espacios irrigados de origen andalusí llevados a cabo por M. Barceló

y aplicados posteriormente por diversos autores tanto en las islas Baleares como

en el País Valenciano, Murcia y Andalucía oriental han evidenciado la existencia

de unos elementos comunes en su morfología, lógicamente relacionados con la

lógica social de su diseño y construcción por las comunidades campesinas de

base clánica, y que son reconocibles físicamente aún hoy en día por medio de

la prospección arqueológica.

Se trata, sucintamente, de la identificación del trazado principal de la acequia,

desde el punto de captación hasta su desagüe final, la relación que tiene ese

trazado con las terrazas de cultivo, la ubicación, en su caso de los molinos, y la

localización del espacio residencial. Además, analizando su disposición espacial

y la relación con la distribución del agua, pueden hacerse propuestas de creci-

miento del espacio irrigado y de su posible cronología. 22

Por ejemplo, en el País Valenciano, este planteamiento es el que ha sido apli-

cado por S. Selma en sus estudios sobre varias huertas de la Sierra de Espadán,

en territorio de Castellón, caso de Aín, Alcudia de Veo, Artana, etc., todas las

22. M. Barceló, “El diseño de espacios irrigados en Al-Andalus: un enunciado de principios generales”, en El

agua en zonas áridas. Arqueologia e Historia. I Coloquio de Historia y Medio físico, Almería, 1989, t.1, pp. XV-XL;

H. Kirchner, C. Navarro, “Objetivos, métodos y práctica de la arqueología hidráulica”, Arqueología y territorio

medieval, nº 1, 1993 , pp. 159-182.

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cuales se caracterizan por ser pequeñas huertas de montaña, correspondientes

a una sola alquería o, en su caso, dos o tres sucesivas en un mismo valle, con

superficies de riego de alrededor de una docena de hectáreas como mucho y

con poblaciones mudéjares en el siglo XV (es de cuando tenemos las primeras

cifras), que van de 30 a 80 casas. Como observa S. Selma, existe una absoluta

homogeneidad en su diseño espacial:

“...no hi ha sistemes hidràulics grans, mitjans o petits per definició ja que tots tenen una certa capacitat (major o menor segons siga el grau de desnivell que adopta el traçat inicial de la séquia principal i del ca-bal d’aigua disponible) per anar creixent i passar d’un estadi a l’altre en la gradació del tamany, sempre en funció de les demandes que puga tindre el grup o grups camperols que gestionen i exploten aquests espais agraris irrigats. En el cas de l’actual municipi de l’Alcúdia de Veo, la major part del seu espai irrigat és considerat pels autors esmentats com un “mesosistema”, el qual no fa més que reproduir els esquemes funcio-nals de les grans hortes litorals d’origen romà, però a una escala més petita. L’estudi de detall ha demostrat que no es tracta d’un “sistema de tamany mitjà” sinó que en són quatre els sistemes hidràulics que poden observar-se. Tots ells poden funcionar autònomament però han tingut l’habilitat de concatenar-se i integrar-se de forma perfecta topogràfica-ment i funcional”.23

Aunque tan sólo hemos hecho una primera aproximación de conocimiento del

caso y falta todavía por desarrollar un verdadero trabajo de campo, en parte ya

imposible por el crecimiento urbano, queremos aquí citar el caso de Picassent y

Alcàsser. Se trata de dos poblaciones, antiguas alquerías andalusíes y mudéjares

situadas en plena llanura aluvial de la comarca de la huerta de Valencia, a 18

km al sur de la capital, pero justamente en el límite exterior de la Huerta histó-

rica del río Turia, la de Tribunal de las Aguas por entendernos. Hoy en día su

término es totalmente de regadío por los pozos y canales modernos pero que

23. S. Selma, “Evolució des de l’època andalusí de l’espai agrari irrigat a la vall de Veo (Serra d’Espadà, Castelló)”, IV Congreso de Arqueología Medieval Española (Alicante 1993), t.3, 1994, pp. 567-574; S. Selma, “La integración de los molinos en un sistema hidráulico: la alquería de Artana (Serra d’Espadà, Castelló)”, en I Coloquio Historia y Medio Físico. El agua en zonas áridas: arqueología e historia, Almería, t.2, 1989, pp.713-736; S. Selma, “El molí hidràulic de farina i l’organització de l’espai rural andalusí. Dos exemples d’estudi arqueològic espacial a la Serra d’Espadà (Castelló)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, XXVII, 1991, pp. 69-106.

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15enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

hasta principios del siglo XX tan sólo tenían el sistema de riego de la séquia

de les Fonts, que captaba agua de abundantes manantiales situados cerca del

barranco que separa ambas poblaciones. El sistema hidráulico tenía un azud

(“la Gramassada”) y un canal principal que ganaba cota de altura por el margen

del barranco para dividirse en dos brazos, uno para cada alquería, lo que gene-

raba los respectivos polígonos de riego o huertas propias de cada alquería, con

unas dimensiones difíciles de precisar exactamente por ahora pero alrededor

de las 60 Ha en cada uno de los dos ámbitos. Además, en el punto de partición

del agua entre las dos alquerías también se encontraba el único molino del

sistema, bien pensado el lugar para que no se perdiese cota de altura en las

zonas a regar. De su existencia y funcionamiento tenemos noticias abundantes

desde mitad del siglo XIV pues los pleitos por el reparto del agua entre las dos

alquerías, divididas en dos señoríos feudales distintos, se han conservado en

protocolos notariales.24

No entramos ahora en más detalles pero lo que queremos destacar es la homo-

geneidad morfológica de este sistema con los bien conocidos de ladera, pero,

primero, con unas dimensiones de espacio irrigado bastante más grandes, sin

duda fruto tanto de las posibilidades de captación de agua como, sobre todo,

por el espacio existente en la llanura aluvial. En segundo lugar, este hecho

precisamente, que en el entorno urbano de la ciudad de Valencia, y sin duda

de la madina Balansiyya, también documentamos el mismo modelo de espacio

irrigado por lo que, razonablemente podemos pensar que su origen está en el

mismo tipo de comunidad campesina: asentamientos clánicos en el entorno de

la ciudad.

Corresponde ahora enfrentarse al espacio de la Huerta de Valencia regada por

el río Turia, un ámbito formado por ocho sistemas hidráulicos de origen anda-

lusí (documentados en funcionamiento en el momento de la conquista feudal

el año 1238), y que en la época bajomedieval se acercaría a las 13.000 Ha que

abarca en la época contemporánea más. Las magnitudes de escala son absolu-

tamente diferentes a las de las huertas o espacios hidráulicos de montaña, por

lo que la aplicación de los métodos de análisis de la arqueología hidráulica

24. Una primera aproximación muy sucinta a sus características la hemos llevado a cabo en E. Guinot, S. Selma,

Els regs del Canal Xúquer-Túria, Valencia, Conselleria de Agricultura, 2006.

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han de ser ampliados en algunos aspectos pues, por ejemplo, hay multitud de

puntos de poblamiento.

Así pues y para poder entender cómo está construido este paisaje, desde el

punto de vista de su morfología –y más allá de las apariencias contemporáneas

de continuidad visual en parte por la omnipresencia del naranjo--, hemos de

tener en cuenta cuatro criterios básicos que van a permitirnos identificar los ele-

mentos materiales que lo definen, todos ellos argumentados a partir de lo que

en su momento planteó M. Barceló y ha desarrollado también H. Kirchner, pero

aplicados a la interpretación de todo tipo de huertas incluidas las del entorno

de las ciudades que reúnen diversos sistemas hidráulicos y una nómina más o

menos extensa de espacios de residencia.

Así pues, en primer lugar se ha de analizar y entender la red hidráulica, esto es,

la reconstrucción formal y jerarquizada de la trama de cada uno de los sistemas

hidráulicos que conforman esta huerta. Esta primera red es la que construyó el

paisaje de forma más significativa en sus orígenes andalusíes, aunque adaptán-

dose en mayor o menor medida a un espacio natural con sus irregularidades

físicas que debía sortear y solucionar. El segundo criterio que juega un papel

vertebrador del paisaje de la huerta, y en buena medida paralelo al anterior, es

el de la red de circulación entre puntos de poblamiento; el tercero es la iden-

tificación de los espacios de residencia –los núcleos de población concentrada

o dispersa--; y el cuarto aspecto es la identificación de los espacios de trabajo,

esto es, del sistema de parcelación y de los grupos de parcelas que conforman

unidades de paisaje cultivado. Estos elementos son los que han vertebrado

las huertas mediterráneas a lo largo de los siglos y los que, analizados en su

realidad actual, nos permiten tener un instrumento para detectar en el paisaje

contemporáneo los elementos materiales que se han conservado fosilizados.

En esta intervención vamos a dejar en un segundo plano el análisis de los luga-

res de poblamiento y de las vías de comunicación, aunque sobre estas últimas

conviene recordar que la génesis de un nuevo poblamiento de alquerías, reales

y rafales en época andalusí, hubo de generar una específica red de caminos

de corto radio que los comunicasen entre sí, y, de hecho, el análisis detallado

de espacios concretos de la Huerta de Valencia evidencia que el parcelario de

los últimos siglos se adapta generalmente tanto a acequias principales como

a caminos básicos, lo que indicaría que ambos tipos de ejes se remontarían al

menos a época islámica anterior a los repartimientos feudales del siglo XIII. En

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17enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

todo caso vamos a centrarnos ahora en la comprensión de la arquitectura de

los sistemas hidráulicos y su relación con el parcelario.

2.1. Los sistemas hidráuLicos

De forma generalizada los sistemas hidráulicos de origen medieval se basan en

unos mismos criterios funcionales. Primero, la existencia de un punto de capta-

ción, el azud; segundo, un canal de circulación para hacer llegar el agua hasta

la zona de riego; y, tercero, una red de distribución constituida por partidores

que dividen el caudal disponible y una red de brazos y canales secundarios

para repartir el agua por los campos, entre los cuales se ha de diferenciar entre

brazos que son a su vez de circulación, y las acequias que son simples regado-

ras para campos concretos.

En los últimos siglos y como consecuencia de la presión sobre la tierra en estas

huertas del ámbito valenciano, se generalizó un control muy estricto del agua

cerrándose con compuertas y candados, y sometida su infracción a severas mul-

tas, muchos de los partidores de distribución de las acequias principales, pero

el análisis de la documentación bajo-medieval nos demuestra que en aquella

época todavía se mantenía un modelo mucho más abierto de circulación del

agua. Por ello las dos cuestiones claves para entender estos sistemas hidráulicos

son la identificación de los brazos de circulación, o “corribles” en la expresión

de la documentación bajomedieval, y la localización de los partidores siempre

abiertos y de corte proporcional del caudal de agua, llamados “llengües”, y que

repartían el agua a polígonos de riego que podríamos identificar para el siglo

XIII con la ubicación de los espacios de trabajo de cada una de las unidades de

poblamiento, cada una de las alquerías musulmanas.

Estas lenguas permitían que, fuese cual fuese el volumen de agua que circulase,

la partición entre brazos del sistema hidráulico siempre fuese proporcional al

acuerdo social que se hubiese establecido para ello. Por ello creemos que sus

orígenes son del período islámico pues el objetivo sería asignar la dotación de

agua correspondiente a cada alquería, o más de una alquería de carácter tribal

situada en el recorrido de dicho brazo, por lo que en muchas ocasiones suelen

adoptar la típica planta arborescente en su traza sobre el terreno. Otra cosa

es que a partir de la conquista feudal, con los cambios en la propiedad de la

tierra y la asignación de caudales de agua pudiesen perder de su significado

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–que no de su utilidad—aunque físicamente hayan quedado fosilizados hasta

la actualidad.25

Es seguro que las regadoras que llevan el agua a unos campos concretos han

podido ser cambiadas relativamente de lugar en función de una reparcelación

a lo largo de los siglos pero, en cambio, es mucho más improbable que la

acequia madre o los brazos “corribles” se hayan visto muy alterados dado que

ello habría implicado una ruptura de la asignación de agua a cada una de las

zonas interiores de riego del sistema hidráulico en concreto, con el consiguien-

te conflicto social. No cabe duda pues que las acequias madres y los brazos

principales son los ejes que han dibujado la arquitectura espacial de la Huerta

de Valencia a lo largo de los siglos.

2.2. La parceLación de Los espacios de trabajo

No cabe duda que en buena parte de la Península Ibérica fue la romanización

la que construyó paisajes agrarios a gran escala y, más en concreto, una organi-

zación de las unidades de explotación de la tierra alrededor de las ciudades a

través del proceso que se ha dado en llamar la centuriación, esto es, la asigna-

ción de lotes de tierra para los colonos romanos que se instalaban.

En el caso de la ciudad de Valencia, y por tanto también en el territorio que

identificamos como su huerta, ello tuvo lugar a raíz de la fundación de la ciu-

dad el año 138 A.C., aunque se produjo una refundación posterior. Es por ello

que diversos especialistas han identificado hasta tres centuriaciones sucesivas y

con orientaciones no coincidentes en el caso de esta llanura aluvial, tal como ha

estudiado últimamente R. González Villaescusa en base al análisis estadístico de

líneas parcelarias y caminos contemporáneos.26 Pero este mismo autor concluye

en su trabajo que existen en el paisaje actual una serie de ejes vertebradores,

caso del trazado de las acequias madre de los sistemas hidráulicos y algunos

caminos de circulación entre pueblos, que no corresponden a dichas alineacio-

25. Véase sobre esto nuestro trabajo E. Guinot, “L’Horta de València a la baixa Edat Mitjana: De sistema hidràulic

andalusí a feudal”, Afers. Fulls de recerca i pensament, nº. 51, 2005 , pp. 271-300.

26. R. González Villaescusa, “Paisaje agrario, regadío y parcelarios en la huerta de Valencia. Nuevos planteamien-

tos desde el análisis morfológico”, II Coloquio Historia y Medio Físico. Agricultura y regadío en Al-Andalus, Insti-

tuto de Estudios Almerienses, Almeria: 1995. pp. 343-360, reeditado en Las formas de los paisajes mediterráneos,

Universidad de Jaén, 2002, pp. 283-305.

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19enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

nes de la centuriación romana, y pone como ejemplo la antigua zona de huerta

entre Faitanar y Patraix donde tanto el trazado de la acequia de Faitanar como,

sobre todo, el camí vell de Torrent, no son coincidentes en su alineación con la

de dicha centuriación sino que la cortan de forma diagonal.

Así pues, el diseño y construcción de los sistemas hidráulicos de la Huerta de

Valencia en época islámica también comportó la génesis de un nuevo parce-

lario en base a los nuevos criterios sociales de construcción del territorio y de

asignación de terrenos cultivables a cada uno de los grupos campesinos cláni-

cos que fueron asentándose. El problema principal al que nos enfrentamos es

que no existe documentación andalusí que nos permite conocer sus criterios de

construcción del parcelario por lo que se hace indispensable el intentar esta-

blecerlos a través del trabajo de campo arqueológico e identificar en el paisaje

actual si existen ámbitos fosilizados de dichos parcelarios.27

Con la conquista feudal de 1238 el repartimiento de la Huerta que llevó a cabo

Jaime I generó claramente una nueva propiedad de la tierra basada en la jerar-

quía feudal lo que comportó la creación de señoríos territoriales, grandes pro-

piedades agrícolas y pequeñas propiedades campesinas, así como una absoluta

generalización de la pequeña explotación familiar todo lo cual se concretó en

una importante reparcelación del territorio pues las grandes propiedades fue-

ron establecidas a cultivadores directos en parcelas de menores dimensiones.28

Así pues hay que establecer una diferencia entre la nueva propiedad de la tierra

en la Huerta, delimitada físicamente en 1238-1239 por los “sogueadores”, rea-

les o señoriales, y la asignación de parcelas reales de cultivo a los labradores,

hechas en muchos casos con posterioridad. En ambos casos se basaron en las

nuevas unidades de medida superficiales aportadas por la sociedad cristiana:

la fanecada, la cafissada y la jovada (1 jovada = 3 Ha = 6 cafissades = 36 fa-

necades) pero su materialización sobre el territorio de la Huerta fue distinta.

27. De hecho este es el trabajo que recientemente ha desarrollado F. Esquilache para el caso de la huerta de

Aldaia, una parte del sistema hidráulico de la acequia de Quart-Benàger-Faitanar, justo en el lado más occidental

de la huerta histórica de Valencia, la del Tribunal de las Aguas. F. Esquilache, Història de l’horta d’Aldaia. Cons-

trucció i evolució d’un paisatge social, Ajuntament d’Aldaia, 2007.

28. Véase sobre ello E. Guinot, “El repartiment feudal de l’Horta de València al segle XIII: jerarquització social i

reordenació del paisatge rural”, en Repartiments a la Corona d’Aragó (segles XII-XIII), Publicacions de la Univer-

sitat de València, 2007, pp. 111-196.

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20 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

El reparto de la propiedad se hizo en jovades, pero la reconstrucción real de

parcelario se basó en las cahizadas, tal como aparece de forma repetida en los

contratos de establecimiento de parcelas a los labradores a lo largo del siglo

XIII y es la medida que se encuentra fosilizada en muchos lugares de la Huerta,

coincidiendo esa unidad de forma mayoritaria con los aterrazamientos.

La razón de esta diferencia es que no se dio ni se podía dar un arrasamiento

del anterior paisaje andalusí si se quería aprovechar el funcionamiento de los

sistemas hidráulicos. El análisis de campo y de las planimetrías que hemos lle-

vado a cabo en diversos puntos de la Huerta de Valencia nos permite constatar

que en muchos lugares no se generó un nuevo parcelario regular ortogonal

basado en las jovadas o incluso en cahizadas, simplemente porque muchas

veces no cabían parcelas de esas dimensiones entre los ejes construidos de la

huerta andalusí.29

Por ello lo que hicieron los repartidores feudales del siglo XIII fue utilizar

las acequias y caminos principales como dichos ejes vertebradores del paisaje

construido y realizar a partir de ellos las mediciones necesarias para ir creando

jovadas, para “construir” la nueva propiedad feudal sobre un territorio con un

orden interno ya creado. La consecuencia principal es que allí donde la densi-

dad de ocupación andalusí había sido más intensa, por lo tanto en el entorno

más cercano de la ciudad de Valencia o junto a las alquerías, fue imposible

medir parcelarios que respondiesen a un nuevo dibujo del paisaje basado en

criterios ortogonales. Por ejemplo, al norte de la ciudad de Valencia, en la actual

pedanía de Poble Nou, junto al camino de Montcada, simplemente, las jovades

no cabían en este espacio regado por el final del brazo de Petra de la acequia

de Mestalla, entre los cuatro brazos en que se divide: el braç de Dalt, el del Mig,

el de l’alqueria Fonda y la fila de Poble Nou. La única solución fue medir el

terreno que había entre brazo y brazo, o entre brazo y camino, generando así

bloques de terreno o “pastillas” y marcar entre ellos las divisiones que permitían

individualizar cafissades, lo cual podía hacerse por un extremo de la “pastilla”

29. Sobre el parcelamiento en la Huerta de Valencia hemos trabajado en dos informes todavía inéditos: E. Guinot,

S. Selma, Informe sobre el paisaje histórico de la Huerta de Valencia – Huerta de la acequia de Benáger, afectada

por la Construcción de la plataforma ferroviaria del AVE Madrid – Comunidad Valenciana (Tramo Alaquàs

– Valencia), Conselleria de Cultura, Direcció General de Patrimoni Cultural Valencià, 2006, inédito. Ver también

el citado libro de F. Esquilache, História de l’horta d’Aldaia...

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21enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

de terreno pero podía dar lugar a que la última parcela posible no encajase en

una medida estándar; en vez de seis hanegadas, quedaban cinco y media, o

seis y media.30

Este mismo modelo espacial aún sería detectable en el caso de la acequia de

Favara a principios del siglo XX, antes de la generalización de los pozos y mo-

tores. Según sus planos del año 1917 tanto en Massanassa como especialmente

en Catarroja y Albal la tierra censada era un reducto propio de huerta corres-

pondiente al brazo respectivo de cada una de las poblaciones, envuelto aún por

secanos. Es un formato que, sobre el plano, podría recordar en su morfología

espacial a la rama de un cerezo, en el que la acequia madre de Favara hace la

función simbólica de rama y de ella pende el brazo de cada antigua alquería y

su unidad de riego respectiva. Las huertas propias de Albal y Catarroja llegaban

a tocarse pero estaba muy claro donde llegaba el riego de cada brazo, separado

de hecho además por un paleocanal utilizado por el caudal de la Font de la

Rambleta, ajeno orgánicamente al sistema hidráulico de Favara.31

3. La génesis sociaL deL paisaje irrigado de La huerta de VaLencia en época andaLusí

Tanto los datos arqueológicos referidos al final del período visigodo como al

primer tiempo del mundo musulmán, esto es, entre los siglos VII y IX, indican

un proceso general de crisis del mundo urbano, y en concreto de la ciudad de

Valencia, de abandono de parte de las grandes explotaciones agrícolas roma-

nas –las villae--, y de aparición de pequeños núcleos de población refugiada

en pueblos de altura y aparentemente al margen de lo que quedaba de poder

urbano. Todo ello en un contexto general de descenso demográfico, de ruptura

de las relaciones comerciales entre ciudades del Mediterráneo y de fragmenta-

ción absoluta de la organización política. Y dicho proceso no se vio alterado

por la llegada de grupos musulmanes a partir del 713 sino que continuaron

esas tendencias al menos los dos primeros siglos de la existencia de lo que ya

podemos llamar Al-Andalus.

30. E. Guinot, “La construcció d’un paisatge medieval irrigat: l’Horta de la ciutat de València”, en Natura i desenvo-

lupament. El medi ambient a l’Edat Mitjana. XI Curs d’estiu Comtat d’Urgell, coord. F. Sabaté, Lleida, Pagès, 2008,

(en prensa).

31. ibidem.

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22 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

Todo ello lleva a pensar que el modelo de explotación agraria de época Im-

perial romana en el territorio de la actual Huerta de Valencia debió entrar en

una considerable crisis durante estos siglos alto-medievales, y que una parte

muy considerable de las estructuras agrarias existentes hasta entonces fueron

quedando completamente abandonadas y olvidadas, amortizadas e incluso en-

terradas.

Es por ello por lo que el asentamiento de los grupos militares y/o clánicos

musulmanes a partir del siglo VIII representó una profunda transformación del

paisaje rural de amplias zonas de Al-Andalus y, especialmente, en este caso

del Sharq al-Andalus en base a su instalación muy mayoritaria en pequeñas

comunidades rurales y la generalización de espacios hidráulicos en torno a

ellas. Esto es, huertas y poblamiento en pequeñas comunidades clánicas serían

los dos ejes pivotantes sobre los que bascularía la construcción del territorio en

el marco de la colonización musulmana y la integración con las comunidades

campesinas tardo-romanas locales, tal como han ido planteado autores tan sig-

nificados como P. Guichard, Th. F. Glick, M. Barceló o A. Malpica.

Por ello el proceso de colonización iniciado por árabes, sirios, egipcios y be-

réberes a partir del siglo VIII comportó la construcción sucesiva a lo largo de

los siglos andalusíes (VIII-XII) de una parte importante de las actuales huertas

valencianas, pero además con una característica fundamental y peculiar. El mo-

delo clánico de organización social de todos estos grupos humanos campesinos

comportó una forma concreta de diseño colectivo de los espacios hidráulicos

basado en el reparto proporcional y equitativo del agua entre los grupos usua-

rios, con una organización coherente de los espacios de residencia y los espa-

cios de trabajo.

Por eso, según el número de grupos clánicos concordantes en la construcción

de la huerta-sistema hidráulico y las posibilidades de caudal de agua captada,

se diseñaron huertas de diversas dimensiones, desde las pequeñas de pendien-

te de montaña hasta las complejas huertas de las planas aluviales vecinas de los

principales núcleos urbanos andalusíes formadas por la sucesión de diversos

sistemas hidráulicos. En todos los casos puede hablarse de una concreta cons-

trucción social del paisaje irrigado –las huertas- basado en la sucesión de pe-

rímetros irrigados propios de cada una de las alquerías representativas de una

unidad de poblamiento, normalmente alineadas y encadenadas de una manera

u otra a lo largo del canal principal o acequia mayor.

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23enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

En este sentido la Huerta de Valencia sería uno de los territorios en que dicho

proceso de construcción de grandes sistemas hidráulicos (las siete acequias de

la Vega de Valencia más la Acequia de Montcada), y la génesis consiguiente de

un paisaje de huertas habría tenido un despliegue de mayor entidad y dimen-

siones espaciales, lo que también implica lógicamente mayor complejidad.

Así pues la instalación de los grupos campesinos musulmanes de base clánica

a partir del siglo VIII generó un paisaje prácticamente nuevo más allá de la

supervivencia del trazado de alguna vía importante, caso de la Vía Augusta,

o del emplazamiento de alguna villa. La Huerta de Valencia, tal como nos ha

llegado a la actualidad con cambios parciales y a veces importantes pero con

la misma estructura básica de su morfología espacial, fue obra de dicha socie-

dad andalusí la cual fue construyendo de forma progresiva los ocho grandes

sistemas hidráulicos que la caracterizan: los siete de la Vega y el de Montcada.

Ya en aquella época islámica fueron construidos en su totalidad desde el punto

de vista de su canal principal o acequia madre así como de los grandes brazos

distribuidores de agua a cada una de la sucesivas alquerías que se localizaban

a lo largo de sus trazados. Este modelo arborescente habría llevado a la géne-

sis de ámbitos de huerta intensiva relacionadas con cada una de las alquerías

andalusíes y una progresiva expansión de ellas hasta ir juntándose físicamente,

que no organizativamente como unidades de riego. Este fue un proceso más

marcado cuanto más cerca de la ciudad de Valencia y en paralelo a la aparición

de reales o grandes explotaciones agrícolas propiedad de las clases urbanas y

del Estado, los cuales se fueron intercalando entre las alquerías de los primiti-

vos grupos clánicos.

Paralelamente la construcción de cada sistema hidráulico implicó la fijación del

emplazamiento de las primeras alquerías formadas por unas pocas casas, las

cuales fueron creciendo en número hasta principios del siglo XIII. No llegó a

existir un verdadero poblamiento concentrado aunque algunas alquerías de-

bieron ser más grandes, y lo más peculiar sería esa proliferación de pequeños

lugares cercanos entre sí, a unos pocos centenares de metros ya que calculamos

que debía haber cerca de doscientos en toda la Huerta de Valencia en 1238

entre alquerías, reales y rafales.

Lógicamente todos estos núcleos habían de estar comunicados entre sí y la

red principal pero también la secundaria de comunicaciones es fruto de estos

siglos, lo mismo que un nuevo proceso de parcelación que no se basó en prin-

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24 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

cipio para nada en las centuriaciones romanas. Los parcelarios andalusíes se

adaptaron a las curvas de nivel adoptando con ello frecuentes formas irregula-

res en sus límites exteriores, y al menos en las zonas de la Huerta más alejadas

de la ciudad parece deducirse que no llegó a cultivarse ni parcelarse todo el

espacio existente entre una y otra alquería.

En nuestra opinión lo que nos están indicando estas realidades morfológicas

en el interior de cada uno de los ocho sistemas hidráulicos de la gran huerta

periurbana de Valencia es que, en su seno, existen diferentes espacios orga-

nizados en épocas históricas distintas. Esto es, que todavía hoy en día existen

ámbitos fosilizados en el paisaje actual que corresponden a espacios hidráuli-

cos creados en el primer momento de construcción de los sistemas en época

andalusí, los cuales, en su morfología espacial, son totalmente similares a los

espacios hidráulicos individuales de las alquerías de las zonas de montaña. Y

que, efectivamente, la conquista feudal los afectó profundamente, los amplió,

los envolvió de nuevas parcelaciones, los reordenó en cuanto a la propiedad

de la tierra y, a veces, también en cuanto a su organización espacial, pero, en

todo caso, han quedado espacios primigenios que responden a la creación de

huertas individuales de alquería, conectadas a través de un canal principal, y

que no tienen nada que ver con un posible riego de los límites de los marjales

o zonas pantanosas pues su distribución espacial se aleja incluso kilómetros de

dicha ubicación física junto a la costa.

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25enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

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26 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

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27enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

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28 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

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29enric guinot rodríguez - Agrosistemas del mundo andalusí: criterios de construcción de los paisajes irrigados

Figura 5: Los espacios de riego en el final de la acequia de Favara (Huerta de Valencia), correspondientes a las

poblaciones (alquerías medievales andalusíes) de Catarroja (a la derecha) y Albal (a la izquierda), según el plano

del padrón de regantes de 1912. Obsérvese el carácter todavía limitado del regadío, que en años posteriores se

generalizó a su alrededor gracias a los pozos que se abrieron.

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30 Cristiandad e islam en la edad Media Hispana. Logroño, 2008, pp. 00-00, iSBn 978-84-96637-xx-x

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