ADVIENTO - NAVIDAD

Ciclo B

2020-21

• Mirada sociológica • Mirada bíblica • La historia del tiempo del Adviento.

Pautas para celebrar la espera del Señor.

• Salmos responsoriales

OBISPADO DE BILBAO BILBOKO GOTZAITEGIA

DELEGACION DE LITURGIA LITURGIA ORDEZKARITZA

MIRADASOCIAL

ADVIENTO – NAVIDAD

2020 – 2021

[1] El pasado mes de abril el escritor argentino Martín Caparrós publicó un artículo en el periódico The New York Times titulado “¿En algo hay que creer?”. En este artículo tomaba el pulso a unas sociedades sorprendidas y asustadas por la irrupción de una pandemia global cuyas consecuencias empezaban a ser dramáticas: millones de personas infectadas y cientos de miles fallecida; unos sistemas de salud bordeando el colapso, que si no se llegó a producir fue solo gracias a la entrega de sus profesionales; la economía y el empleo reducidas a un estado vegetativo, con millones de empleos amenazados; el confinamiento y la limitación estricta de movimientos encerrándonos durante semanas en nuestros hogares; miles de familias obligadas a recurrir a la solidaridad social para cubrir sus necesidades más básicas; nuestras personas mayores sufriendo la pandemia con especial crueldad, muriendo en soledad, sin que sus familias pudieran acompañarlas ni hacer duelo por su pérdida; el distanciamiento físico convertido en un acto reflejo y los besos y abrazos desapareciendo de nuestras vidas…

Caparrós nos proponía, y creo que podemos compartirlo, hacer pedagogía de esta dramática situación revisando a la baja todas nuestras fantasías de omnipotencia, reconociendo, por el contrario, nuestra esencial fragilidad: “Fracasamos. Nos creíamos tan poderosos y un virus nos deshizo. Estamos encerrados, muertos de miedo, vivos de miedo, sin más recursos que dejar de hacer lo que hacemos, de ser lo que somos —y esperar que la desgracia tampoco nos toque—. Fracasamos, y es una suerte que así sea”.

Esta paradójica reivindicación del fracaso, de un fracaso que nos enseñe a experimentar nuestra auténtica humanidad, a reconocer nuestra condición de criaturas, plenas de potencialidades, pero también limitadas en nuestras posibilidades, conecta perfectamente con nuestra antropología cristiana. La kénosis, el abajamiento, perfeccionado por quien siendo Dios se hizo hombre (Flp 2,6-11) y que celebramos cada Navidad, es siempre una tarea pendiente en esta cultura de la desmesura técnica, de la absolutización de los deseos y de la ignorancia de los límites.

Pero, al final de su reflexión, Caparrós se separa de nuestra cosmovisión cristiana y opta por una posición intelectual y vital alejada de cualquier afirmación de fe: “Ahora los dioses no funcionan. La gran novedad de esta plaga es que, en Occidente, por primera vez en miles de años, a nadie se le ocurrió pedir a algún dios que nos preserve y cure”. Y es verdad que ninguna institución ha salido indemne de esta prueba: ni las iglesias, ni los gobiernos, ni la ciencia. En esta situación, como antídoto contra el endiosamiento que nos ha traído hasta aquí, el escritor propone asumir la vida en la duda: “Dudar en lugar de creer: repensar en vez de repetir. No temer a la duda sino a la certeza. O seguiremos insistiendo en el mismo fracaso, y fracasar no habrá servido para nada”.

Pero esta solución, acaso adecuada en términos estrictamente racionales, se nos queda corta. Porque los humanos somos seres racionales, sí, pero también emocionales y trascendentes. La duda nos sirve para combatir la tecnolatría, pero no para fundamentar una mirada esperanzada hacia el futuro. Y sin esperanza, lo que domina es el miedo.

[2] Desde aquel 2008 en que tantas cosas cambiaron o empezaron a cambiar llevamos doce años encadenando crisis cuyo impacto sobre la vida de la ciudadanía es desigual, pero muy considerable. Todas nuestras seguridades colectivas se tambalean: tememos por nuestros empleos, por nuestra salud, por nuestras pensiones o por el futuro de nuestras hijas e hijos. Cada vez hay más identidades a la intemperie, personas y grupos que se sienten víctimas del mayor y más cruel de los latrocinios, como es el robo del futuro. Personas que viven aterradas la sensación de estar desterradas, privadas de cualquier referencia estable. Y en un mundo así, sin referencias, que funciona cada vez más desde la lógica de la expulsión y el descarte (tantas veces denunciada

por el Papa Francisco), el miedo deja de ser una anomalía transitoria para convertirse en permanente.

En este contexto, proliferan los discursos del miedo y la búsqueda de chivos expiatorios. En todo el mundo están surgiendo líderes políticos que basan toda su influencia en la gestión de nuestras peores pasiones: el egoísmo nacional, el odio al otro, la insensibilidad hacia el destino de las personas más vulnerables… En Europa, estos discursos del miedo y el odio traen a nuestra memoria el recuerdo de unos tiempos oscuros que creíamos definitivamente superados.

Es en situaciones como estas cuando la necesidad de discernimiento empático se convierte en una virtud preciosa. Ponernos en situación de escucha atenta. Defender, entre tanto ruido, espacios para la reflexión compartida. Diferenciar, entre los mensajes que nos llegan, aquellos que alimentan la cacofonía (mensajes de miedo, de odio, de sospecha, de rechazo, de violencia…) y aquellos otros que buscan la armonía, que intentan ser honestos con la realidad, con sus sombras pero también con sus luces.

Por supuesto que es natural, normal, sentir miedo por nuestras propias personas, por nuestras vidas, y por las de las personas que más amamos y conocemos. Pero la simpatía, la preocupación y el interés por los otros, no tiene por qué ser un juego de suma cero, una situación estática en la que cualquier aumento de nuestra inquietud por la situación de otras personas vaya en detrimento de nuestra gente más cercana. No es verdad que “la caridad bien entendida empiece por uno mismo”, como no lo es que haya que escoger entre “ayudar a las personas pobres de nuestro país o a las que viven en otros países”. Se trata de falsos dilemas. Nuestra preocupación sincera por el bienestar de las demás personas puede y debe constituir un círculo en expansión en el que, idealmente, cabe toda la humanidad. Cualquier otra consideración no es sino la enésima repetición del drama del samaritano… pero sin samaritano que socorra a la víctima.

“Todo es según el dolor con que se mira”, advierte el poeta Mario Benedetti. ¿Cuáles son los dolores que nos atemorizan? Los miedos que nos movilizan, ¿son solo los nuestros? Y las seguridades que reclamamos, ¿hasta dónde llegan, a quienes excluyen, para quienes se convierten en amenazas?

[3] "La poesía es un arma cargada de futuro", decía el poeta vasco Gabriel Celaya: “arma cargada de futuro expansivo”, aclaraba. También el miedo es un arma cargada de futuro, pero de un futuro regresivo, estrecho, exclusivo y excluyente.

Vivimos tiempos líquidos, según la conocida fórmula de Zygmunt Bauman. Las viejas seguridades han hecho aguas, literalmente. Vivimos tiempos de incertidumbre. Y a unos tiempos líquidos le corresponden unos miedos igualmente líquidos. Miedos que se filtran por cualquier resquicio o rendija, que desbordan cualquier intento de contención. Escribe Bauman que “«Miedo» es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer -a lo que puede y no puede hacerse- para detenerla en seco, o para combatirla, si pararla es algo que está ya más allá de nuestro alcance”. El miedo tiene que ver con el futuro y con nuestra capacidad o no de gestionarlo.

En la línea de Bauman, Boaventura de Sousa Santos sugiere que la incertidumbre es la forma en que se experimenta la tensión que surge de las múltiples relaciones que existen entre el miedo y la esperanza. El miedo es el denominador de una ecuación en la que el numerador es la esperanza y el resultado de la combinación de ambos factores, cuánto de cada uno haya en la ecuación, resultará en diversas expectativas de futuro. Cuando la esperanza sobrepasa al miedo, podemos afrontar el futuro con precaución, pero con confianza; cuando el miedo supera a la esperanza el horizonte se oscurece, el futuro se emborrona y, como consecuencia, la angustia domina nuestra existencia.

Por esos es esencial trabajar para aumentar la esperanza. No se trata de pecar de optimistas; vivimos tiempos inciertos y las víctimas se multiplican: personas refugiadas e inmigrantes, familias desahuciadas, personas desempleadas, mujeres violentadas y asesinadas, niños y niñas explotadas sexualmente, comunidades rotas por la guerra… Pero tampoco podemos pecar de pesimistas y caer en la desesperación: sería este un pecado mucho mayor, pues estaríamos pecando no sólo contra el presente sino contra el futuro de nuestro mundo.

La esperanza es performativa, está incorporada en la estructura misma de la existencia humana. La esperanza no consiste simplemente en “esperar” a que algo bueno ocurra en el futuro –esto es más bien ingenuo optimismo- sino

“anticipar” el cumplimiento de ese futuro operando sobre las potencialidades del presente. Un presente en el que, por más que abunde el pecado (la injusticia, el sufrimiento), la mirada creyente nos ayuda a descubrir que también sobreabunda la gracia (Rom 5,17).

En efecto, la gracia no es algo ajeno a la humanidad; al contrario, se trata de una dimensión constitutiva de nuestro ser humanos. Somos seres abiertos al futuro, que actuamos sobre las condiciones del presente con la expectativa de construir un mañana mejor. Precisamente porque no hay nada escrito, el futuro está abierto y con nuestro compromiso podemos orientarlo en la dirección del mayor bien posible para el mayor número de personas. En esta tarea, además, podemos contar con estar haciendo la obra de Dios para el mundo: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»” (Is 52, 7). Sin negar que vivimos tiempos difíciles, sin cerrar los ojos a una realidad dura e injusta, la honradez con lo real nos exige descubrir, también, buenas noticias (buenas personas, buenas acciones, buenas prácticas, buenas actitudes, buenas palabras) que nos sirvan como asideros para seguir trabajando por la paz, la justicia y la fraternidad.

[4] Debemos vivir esta época como kairós, como oportunidad. Este es el tiempo que nos ha tocado en suerte y Dios quiere que su acción redentora siga operando hoy y aquí, contando para ello con nuestras pobres fuerzas. El mundo no es nuestro enemigo, sino el lugar privilegiado para la encarnación de Dios. El mundo está ahí para ser salvado, pero no para ser salvado de sí mismo ni contra sí mismo, sino en sí mismo.

Pocos tiempos habrá habido tan propicios como estos, como este Adviento de este año 2020, para dejarnos afectar por la dicha de proclamar: “Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Sal 95).

MIRADABÍBLICA

Reflexiones acerca de los textos litúrgicos dominicales y festivos de Adviento y Navidad

(ciclo B: Marcos)

INTRODUCCIÓN

Todos los años, los cristianos celebramos este tiempo fuerte de Adviento y de Navidad. En Adviento nos preparamos para celebrar adecuadamente la fiesta del nacimiento de Jesús de Nazaret que festejamos durante todo el tiempo de Navidad. Dejamos, así, que Dios nazca en nuestros corazones y en los de los demás. Se trata de una festividad sencilla y humilde, pero de un hondo calado pues es la celebración de Dios que se hace humano, uno de nosotros, en Jesús de Nazaret.

ESQUEMA DE CADA UNIDAD A continuación, he aquí unos comentarios que pretenden ayudar a interpretar y a vivir los textos litúrgicos de este tiempo de Adviento-Navidad de 2020-2021.

He aquí el esquema que se sigue en cada una de las unidades que se comentan:

a) Actitudes: Al comienzo, se presentan unas sensibilidades que nos ayudan a captar mejor el sentido de los textos bíblicos de estos días. b) Comentarios: Los comentarios que siguen son el cuerpo fuerte, central de este trabajo. Son unos comentarios bíblicos a los textos litúrgicos de los domingos y de los días festivos de estos tiempos de Adviento y Navidad. En concreto, cada día comentado consta de cuatro textos interpretados: primera lectura, salmo, segunda lectura y evangelio. Los textos litúrgicos están tomados del leccionario del ciclo B que se emplearán en este calendario litúrgico: 2020-2021. c) Oraciones: Para finalizar, aparecen unas breves oraciones que tienen en cuenta el contenido de los textos expuestos. Pueden utilizarse en privado y en grupo, por ejemplo, después de la comunión en las Eucaristías.

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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 29-11-2020

Acércate, Señor, te necesitamos.

ACTITUDES

Acogida Cercanía Encuentro

Universalidad Disponibilidad

PRIMERA LECTURA Is 63,16c-17.19c; 64,2b-7 Señor, ojalá rasgases las nubes y bajases

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador». ¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos, y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. Somos desde hace tiempo aquellos sobre los que tú ya no gobiernas, los que no llevamos ya tu nombre. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! En tu presencia se estremecerían las montañas, «Descendiste, y las montañas se estremecieron». Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él. Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un vestido manchado; todos nos marchitábamos como hojas, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano. La idea o imagen de Dios que aparece en el Antiguo Testamento va evolucionando poco a poco. El Dios justiciero, celoso, guerrero de los albores de la historia de Israel en tiempos de los Jueces y en el inicio de los Reyes da paso, al final de la monarquía y durante la actividad de los profetas y de los sabios, a un Dios compasivo, y misericordioso, lento a la cólera y

rico en piedad. En este texto de Isaías que se comenta aquí, este profeta presenta a Dios con talante muy positivo, como padre libertador. Desde ahí, surge el contraste entre Dios y nosotros: la asimetría. Es palpable la distancia que se da entre el talante de Dios fiel y la respuesta desleal del pueblo. Israel incluso se echa en cara su propio extravío y dureza de corazón ante Dios que parece de huelga de brazos caídos frente a la actitud desobediente de su pueblo. En el fondo, ve la solución de final feliz en una presencia más cercana de Dios en la marcha de la historia. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! El pueblo de Dios reconoce su pecado y espera de su Dios que se apiade de quienes lo han olvidado, pero que ya, ahora, se han arrepentido. Es decir, Israel aguarda porque desea que Dios siga ejerciendo de padre de su pueblo.

SALMO 79,2ac.3b.15-16.18-19

No te irrites demasiado, Señor, que somos tu pueblo. Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines, resplandece, despierta tu poder y ven a salvarnos. Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantó y al hijo del hombre que tú has fortalecido. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.

El salmista comienza por reconocer y describir la relación de Dios con su pueblo Israel como confiada, fina, delicada, atenta, afable. Y, para eso, se sirve de un ejemplo, el del pastor que, cercano a sus ovejas, escucha y guía su rebaño. Sin embargo, este pastor próximo posee dominio, poder, mando, poderío de forma que puede satisfacer las carencias de su grey y ayudarla en sus necesidades. Por eso, el orante le pide a Dios que venga a salvarnos; es decir, a echarnos una mano en eso de la felicidad. Este ejemplo se asemeja al padre y a la madre de familia que, siendo extremadamente cariñosos, cercanos y atentos hasta tirarse sobre la alfombra de casa para jugar con sus hijos e hijas, no obstante, son más fuertes, más altos, más poderosos que su prole. No obstante, esta superioridad solo la usan para servir y ayudar. Se conjugan cercanía y relevancia. El cercano es fuerte. Esto pasa con Dios. Es el amo del universo que viene a visitar y a cuidar su viña. Dios es el Creador, el pastor. Se le recuerda a Dios que somos hechura suya y que lo necesitamos. Por nuestra parte, no nos alejaremos de ti, Señor. Pero tú danos fuerza, otórganos vida plena. Así podremos alabarte cumpliendo tus mandatos.

SEGUNDA LECTURA 1 Cor 1,3-9

Dios es fiel A vosotros, gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

El saludo de San Pablo a los cristianos de Corinto consiste en pedirle a Dios, Padre de todos, y del Señor Jesucristo que vele por esta comunidad eclesial. Se vale de dos palabras significativas: gracia y paz. Gracia: se refiere a que las relaciones con Dios son del todo gratuitas. No caben compraventas ni chantajes. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis. (Mt 10,8) Dios es amor gratuito al que debemos responder gratis. Si todo lo habéis recibido ¿De qué presumís? (1 Cor 4,7) Paz: es como el colmo de la felicidad, la plenitud de la existencia humana. Es un regalo, un don de Dios que debemos trabajarlo. Dios siempre lleva la iniciativa, a partir de la cual, nosotros colaboramos. Dios es fiel en lo que toca de su parte; nosotros no siempre cumplimos lo prometido. La paz es un tejado sostenido por cuatro pilares: justicia, libertad, verdad y amor. Dios también nos ayuda en el empeño de construir esas cuatro columnas. Por eso, le agradecemos a Dios su fidelidad para con nosotros, así como su ayuda en el cumplimiento de nuestra tarea. En todo esto, Jesucristo aparece como el Príncipe de la paz, nuestro Norte.

EVANGELIO Mc 13,33-37 Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.

Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

La vigilancia para un cristiano es básica. Significa tener los ojos bien abiertos, mostrar plena disponibilidad, mirar de frente, situarse a plena disposición de quien nos necesita. Se puede resumir todo ello afirmando que

un seguidor de Jesús de Nazaret siempre está de guardia en lo que toca a su humanidad. En este tema no podemos tomarnos vacaciones. Sería claudicar de nuestras obligaciones existenciales, es decir, deshumanizarnos. Debemos estar atentos a lo que sucede, a la marcha de la historia. Lo que ocurre es una llamada a nuestra responsabilidad para con los demás que son mis hermanos ya que todos somos hijos de Dios. Mirar hacia otro lado supondría faltar a nuestra solidaridad, sobre todo, con los que sufren y viven tristes. Un cristiano no puede ser un pasota, un indiferente que replica diciendo: paso de todo, ese es tu problema, allá tú, conmigo no cuentes,… Mi situación, mi conducta repercuten en los demás para bien o para mal. Por eso, como humanos y, por supuesto, como cristianos, hemos de estar preparados, vigilantes, dispuestos, motivados, “al loro”, comprometidos. En efecto, todos los seres humanos hemos recibido una tarea, unos deberes y unas obligaciones de lo cual debemos rendir cuentas. Dios apelará a nuestra responsabilidad y nos pedirá cuentas. Asimismo, la historia nos juzgará. Y cada uno deberá responder en conciencia.

ORACIÓN

Abre nuestros ojos, Señor, que podamos verte en los demás y en todas las

cosas. Danos fuerzas, Señor, para comprometernos en el servicio a los más

necesitados. Acércate a nuestro lado. Te necesitamos. Ayúdanos, sírvenos en nuestra

debilidad. Dios, Padre nuestro, que lloremos con quienes lloran; que riamos con

quienes ríen. Señor misericordioso, ven en nuestra ayuda, sobre todo, en los momentos

difíciles.

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SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 06-12 2020

Allanad el camino

ACTITUDES

Preparación Conversión No temas Consuelo Camino

PRIMERA LECTURA Is 40,1-5.9-11

Consolad a mi pueblo; habladle al corazón; que Dios lo acompaña. «Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados». Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos —ha hablado la boca del Señor—». Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».

Israel se ha prostituido yendo tras otros dioses y ha abandonando al Señor Yahvé, su único Dios con el que pactó una alianza: Yo seré vuestro Dios si vosotros sois mi pueblo. Esta infidelidad y rechazo han supuesto una experiencia muy desagradable para el pueblo de Dios: batallas perdidas, asesinatos palaciegos, destierros amargos. Esta dura vivencia recuerda la situación vivida por el hijo pródigo de la parábola cuando se queda sin su padre, sin compañeros, sin dinero. Se queda solo, en la calle, sin nada y sin nadie. Todo lo cual le lleva a volver a casa, Algo parecido ocurre en este relato con la importante diferencia de que en la parábola es el hijo menor quien recapacita y vuelve a casa mientras que, en este relato, la iniciativa de la vuelta se atribuye a Dios. «Consolad, consolad a mi pueblo —dice vuestro Dios—; el pueblo ha pagado su culpa y, ahora, vuelta a empezar. Dios ofrece otra oportunidad. En esta ocasión, Dios invita a preparar y a allanar el camino que lleve, así, a un nuevo encuentro con el Dios de la alianza, el Pastor de Israel, que viene, a la vez, con cariño y poder para acompañar y reunir a su pueblo a quien cuida con todo mimo, como el pastor a su rebaño.

SALMO 84,9 abc.10-14 Dad frutos de conversión.

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón». La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; La fidelidad brota de la tierra, y la

justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino.

El salmista en su oración apela a la compasión y a la clemencia de Dios. Invocando la piedad divina se atreve a pedirle la salvación, la plena felicidad, el gozo completo. Ahora la súplica del creyente se dispone a esperar la respuesta divina, ansioso por conocer la reacción. Dios no se hace esperar en su veredicto, ni en su sentencia. Se trata de un talante positivo, de una actitud favorable. Los destinatarios de la paz que Dios promete son toda la gente de buena voluntad: su pueblo, sus amigos y los conversos de verdad. Quienes tienen en cuenta a Dios en sus vidas alcanzarán todo lo que Dios tiene preparado para sus fieles. Se hará presente en la tierra con su gloria, con su misericordia, con su fidelidad, con su justicia. Todo esto se traducirá en que esa ayuda favorable por parte de Dios se notará entre nosotros y en las buenas cosechas que producirá la tierra. Suena a la vuelta del paraíso perdido donde vio Dios que lo creado era bueno y que se gozaba de la armonía respecto a Dios, a los seres humanos y a las cosas. Cada elemento en su lugar correspondiente hasta que todo encaje.

SEGUNDA LECTURA 2 P 3,8-14 El Señor no retrasa su promesa

No olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión. Pero el Día del Señor llegará como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto. Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo, ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios! Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados. Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia. Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables.

Tras la lectura de este pasaje, la primera percepción que cabe destacar es la grandeza de Dios y la diferencia entre Él y nosotros. Esto lo resalta en lo que se refiere a la medición del tiempo. Es un recurso literario para enfatizar la asimetría entre Dios y nosotros, entre la trascendencia divina frente a la inmanencia humana. Esto mismo se recalca mediante los rasgos de la actuación divina: cumple sus promesas sin dilación, haciendo callar a

algunos que piensan lo contrario. Es paciente con todos, dándoles una oportunidad para la conversión porque no quiere que nadie se pierda. Sin embargo, todo lo terreno tiene un final cuando llegue el día del Señor, cuando concluya la historia, cuando finalice este universo. El Señor recogerá en su segunda venida, con poder y gloria, los frutos de todas las realidades del universo y les dará la última y definitiva mano. Entonces todo quedará al descubierto. Esos nuevos frutos se denominan cielos nuevos y tierra nueva. La espera del cumplimiento de estas promesas ofrece una ocasión para ser intachables, haciendo las paces con Dios con los demás y con nosotros mismos.

EVANGELIO Mc 1,1-8

Allanad los senderos del Señor Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Presentación y ministerio de Juan el Bautista. Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

Ya, desde el inicio de su evangelio, Marcos nos presenta en el primer versículo, a modo de síntesis, todo el contenido del resto, de todo lo que sigue. Aparecen tanto el alguien como el algo: la persona de Jesucristo con su identidad de Hijo de Dios, así como el tema, el argumento, el fondo del libro: el evangelio, la Buena Noticia del Reino de Dios. La persona de Jesucristo y su mensaje de salvación ocuparán el desarrollo y la trama de este evangelio según San Marcos. Comienza este evangelio presentando al presentador: Juan, el Bautista. La iniciativa de la condescendencia divina parte de Dios que apuesta fuerte en favor de la humanidad. De todas formas, Dios siempre quiere contar con nosotros. Dios envía a alguien como mensajero que prepare la venida del Mesías. Juan, el Bautista no se ofrece como Mesías, aunque tiene muchos partidarios que lo seguían. Juan señala, más bien, a Jesús de Nazaret. Se mantiene fiel a su misión. Prepara el acercamiento mutuo entre Jesús y la gente de su entorno. Su estilo de vida y su predicación para la conversión preparan a que se reciba el perdón de los pecados.

ORACIÓN Dios nuestro, ayúdanos a allanar el camino para encontrarnos contigo y con los demás.

Consuela, Señor nuestro, a tu pueblo. Dale otra oportunidad para luchar contra el mal.

Te agradecemos, Señor, que quieras venir a habitar entre nosotros. Te necesitamos.

Señor, que nos llamas a estar a tu lado, no nos abandones, ayúdanos a responderte.

Que acertemos a caminar por la senda por la que tú, Señor nuestro, te nos acercas.

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LA INMACULADA CONCEPCIÓN

08-12-2020 Enséñanos a decir: amén

ACTITUDES

Acogida Sencillez Pequeñez

Aceptación Disposición

PRIMERA LECTURA Gn 3,9-15.20

«¿Qué has hecho?» El Señor Dios llamó a Adán y le dijo: «¿Dónde estás?». Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?». Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí» El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?». La mujer respondió: «La serpiente me sedujo y comí». El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás

sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón». A la mujer le dijo: «Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará». A Adán le dijo: «Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí, maldito el suelo por tu culpa: comerás de él con fatiga mientras vivas; brotará para ti cardos y espinas y comerás hierba del campo. Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás». Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

Una vez más, Dios toma la iniciativa, llamando e interpelando. Se dirige a Adán, lo llama y se preocupa de él: «¿Dónde estás?» Adán se excusa replicando: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí». Dios intuye la causa de la situación de Adán: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?». Esta prohibición tiene sentido en la medida en que deja las cosas claras, en su sitio: es decir, que hay un solo Dios (que podría “comer” de todos los frutos) y que los seres humanos son criaturas, no absolutos (por eso, no tienen acceso a todos los frutos). La asimetría es absoluta, enorme. Por otra parte, el relato sigue. Ahora, Adán responde pasando la “patata caliente” a Eva: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí» Ahora es Dios quien pregunta a la mujer: «¿Qué has hecho? Eva contesta culpabilizando a la serpiente: «La serpiente me sedujo y comí». Los seres humanos sufrimos las consecuencias de no obedecer a Dios al querernos endiosarnos, ocupando el lugar de Dios, siendo creaturas. De ahí, el sudor, la fatiga del trabajo, los dolores del parto, el ansia del marido. Así, rompemos la armonía de la Creación que consiste en: primero Dios, luego, las personas y, por fin, las cosas.

SALMO: 97,1b-4 El Señor es un Dios grande

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias aclamándolo con cantos. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes.

La trascendencia del Dios de Israel queda patente en este salmo. No se puede dejar tan clara y con menos palabras la soberanía divina de Yahvé, el Señor. El salmista empieza su oración invitándonos a acercarnos a Dios para reconocer su grandeza absoluta con aclamaciones y alabanzas. Para ello, utiliza la imagen de la roca; imagen que denota seguridad, fortaleza, defensa,

protección. Esta fuerza plástica presenta a un Dios imponente, grandioso, excelso, con garantías de salvar a su pueblo y a toda la humanidad. Salvar en este contexto significa que alguien está en un peligro del que quiere escapar, librarse, pero es incapaz de lograrlo por sí solo. Entonces pide auxilio a alguien que le pueda sacar, colaborando nosotros. El peligro en que nos hallamos los seres humanos consiste en que todos queremos ser felices del todo y, por más que nos afanamos en ello, no lo conseguimos. Ante esta situación, Dios se nos acerca y nos invita a seguirle. Así, el nos ofrece su ayuda para obtener la plenitud humana, la máxima felicidad. Por eso, aclamamos y damos gracias a este Dios que domina sobre los dioses de otros pueblos así como sobre la tierra y el universo.

SEGUNDA LECTURA Ef 1,3-6.11-12 Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. En él hemos heredado también los que ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías.

Pablo bendice a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesucristo en medio de nuestra historia y porque, a su vez, nos bendice a todos nosotros. Es todo un rosario de alabanzas y agradecimientos mutuos por las relaciones familiares entre el cielo y la tierra: Dios Padre, Jesucristo su Hijo, nosotros y Pablo. La iniciativa de estas cálidas relaciones procede de lo alto: Dios Padre que, con toda libertad, nos envía a su Hijo quien nos llega con toda clase de bendiciones, para nuestro bien. Hasta tal punto esto es así que, en Jesús, nos ha hecho hijos suyos y nos capacita para ser santos e intachables. Todo ello le lleva a Pablo a alabar a ese Dios Padre que, con toda libertad, nos ha hecho de su familia. Ese Dios que sueña con lograr formar con toda la humanidad una gran familia en que Él sea nuestro Padre, con entrañas y corazón de Madre, nosotros, sus hijos e hijas y entre nosotros, hermanos y hermanas. Por voluntad de Dios somos hijos suyos y hermanos de todos los seres humanos. Y todo ello, por medio de Jesucristo, mediador entre el cielo y la tierra, divino y humano a la vez.

EVANGELIO Lc 1,26-38 «Para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava

del Señor; ». En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, para Dios nada hay imposible». Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

Nadie mejor que María para ponernos en suerte a la hora de tener acceso a Jesús de Nazaret. En nuestras relaciones con Dios, Él lleva siempre la iniciativa. Por medio de Gabriel, que significa mensajero, anunciador, Dios nos envía su mensaje, nos lo da a conocer. Se trata de su plan de felicidad, de su proyecto de salvación para con todos nosotros. Designio que siempre parte de Él. Lo nuestro consiste en acogerlo, como María, mujer sencilla, en un pueblo humilde, La cercanía de Dios junto a la humanidad es siempre motivo de alegría Y, tras el saludo, llega el contenido del mensaje divino. No temas, María; se trata de Dios. Dios tiene una querencia especial por lo pequeño. Quiere que seas su madre. Se turbó. Llevaba una vida normal. No obstante, presenta sus dudas «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». No se lo esperaba. Sin embargo, estaba en los planes de Dios. Dios Padre quiere lo mejor para nosotros, sus hijos y envía a su Hijo, en Jesús de Nazaret. Esto requiere la colaboración de una mujer. Dios piensa en María quien dice que sí: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Disponibilidad total: Aquí me tienes. María, ejemplo para todos nosotros.

ORACIÓN

Habla tú, Señor, que tu hijo escucha lo que tienes pensado como voluntad tuya para mí.

Gracias, Dios nuestro, por enviarnos a Jesús en medio de nosotros, los seres humanos.

Dios, Padre nuestro, ¡cuánto nos quieres! En tu locura de amor, nos envías a tu Hijo.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Que te responda pronto a esa tu llamada.

Ayúdame a descubrirte en las personas que me rodean y en las cosas que necesito.

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TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

13-12-2020 Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres

ACTITUDES

Dios a mi lado Buena noticia

Liberación Los pobres

Justicia

PRIMERA LECTURA Is 61,1-2a.10-11 He aquí vuestro Dios. Quedan atrás pena y aflicción.

El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad; para proclamar un año de gracia del Señor, Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación, y me ha envuelto con un manto de justicia, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. En Dios hay “movida”. Dios no es un “solterón” aburrido que “mata” el tiempo, sin hacer nada. Dios es una familia de tres personas que viven juntas, se relacionan y se quieren de verdad. No puede ser de otra forma ya que Dios

es amor. La Trinidad actúa, cada persona a su modo, en el nacimiento de Jesús de Nazaret. El Padre envía a su Hijo, el Espíritu colabora en la concepción virginal y el Hijo nace en Jesús de Nazaret. Y esta locura de amor se realiza en orden a una misión, a una tarea, en la marcha de esta historia de la humanidad. Jesús, lleno de la unción Espíritu, lleva a cabo una obra, llamémosla humanitaria: dar la buena noticia a los pobres, curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad; proclamar un año de gracia del Señor. Este afán altruista divino obtiene gozo, alegría, deleite, satisfacción en cada uno de los protagonistas. Y no es para menos, puesto que, así, es posible la salvación, es decir, la plena felicidad, la completa realización humana, así como la justicia que lleva a la paz. Esto nos evoca las experiencias positivas del día de bodas, del momento de la cosecha,… Es la liberación del mal y los logros del bien.

SALMO Lc 1,46b-50.53-54 (Magníficat) Derriba trono a los poderosos y enaltece a los humildes

María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia.

La liturgia coloca aquí, en este tercer domingo de Adviento, esta oración del Magníficat (Lc 1,46b-55) a modo de salmo. Se trata de una plegaria de María, la madre de Jesús, como respuesta suya a la llamada que Dios le ha dirigido. Empieza reconociendo, agradecida y alegre, el plan salvador de Dios. La llamada divina ha sido libre y respetuosa; más aún, se ha decantado por la pequeñez, la humildad, la sencillez de una muchacha de un villorrio, Nazaret. La respuesta de María no se hace esperar. Destaca que Dios se haya fijado en la pequeñez de una muchacha desconocida. Pasa, luego, a agradecer las obras grandes realizadas por el Poderoso, el Santo, el Misericordioso en favor de su pueblo. Estas virtudes divinas Dios las emplea en poner las cosas en su sitio, impartiendo justicia: ofreciendo alimento a quien pasa hambre y dejando vacíos a los ricos. Este es el estilo de Dios que ayuda a quienes lo necesitan y que no puede aguantar a los soberbios. Estas actitudes de Dios y de María, resaltadas en este texto, son ejemplos, interpelaciones y pistas que todos nosotros estamos llamados a adoptar, en nuestros corazones, ante la celebración del nacimiento de Jesús, en esta Navidad.

SEGUNDA LECTURA 1 Ts 5,16-24 Examinadlo todo; quedaos con lo bueno

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno. Guardaos de toda clase de mal. Que el mismo Dios de la paz os santifique totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os llama es fiel, y él lo realizará. Las fiestas son para celebrarlas. También la Navidad. Eso garantiza que aseguramos el disfrute de los momentos más felices de nuestras vidas y el recuerdo de los acontecimientos más importantes para nosotros y de la cercanía de familiares y amigos. Así revivimos lo más positivo de nuestra existencia. Pero para que nuestros encuentros y celebraciones sean eficaces tenemos que prepararnos, colocarnos en sintonía. Eso es aquello a lo que San Pablo nos invita, ofreciendo pistas que nosotros hemos de actualizar. ¿Cómo preparar el escenario oportuno para celebrar convenientemente esta Navidad, siguiendo las pautas de San Pablo? Creando un ambiente positivo de alegría, contando con la ayuda divina mediante la oración, generando un espacio de gratuidad desinteresada, luchando contra el mal, manteniendo el espíritu animoso sin apagarlo, abiertos a la realidad para examinarlo todo, quedándonos solo con lo bueno, poniendo todo nuestro ser en lo que tenemos entre manos. Demasiadas tareas para nosotros que somos débiles. Sin embargo, confiamos en que Dios Padre nos envía a su Hijo, en Jesús de Nazaret, con la colaboración del Espíritu para hacer posible lo imposible.

EVANGELIO Jn 1,6-8.19-28 Juan da testimonio de Jesús colocándolo en el centro de su predicación. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les

respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Dios lleva la iniciativa en los planes que proyecta para la humanidad, pero lo hace teniendo en cuenta a los seres humanos. Se encuentran dos libertades: la divina y la humana que están llamadas a escoger, a optar, a decidirse. El plan de Dios Padre de enviar a su Hijo a la tierra como salvador cuenta con un paso previo de consentimiento humano. Dios envía a Juan a preparar el terreno como testigo de la luz, como voz que anuncia la identidad del que viene como luz. Juan no es la luz, no se apropia de ella. Señala con el dedo a otro que llega detrás de él. «Al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia» No se apropia para sí otros posibles personajes: Mesías, Elías, algún otro profeta. Su doble objetivo consistía en presentar al Mesías anunciado y en predicar su mensaje de conversión. Su colaboración en este escenario supone nada menos y nada más que ser la voz del que anuncia al Mesías. Él es testigo de la luz que se acerca. El Bautista solo bautizaba para la conversión; más tarde, llegará Jesús que bautiza en el Espíritu. Dios contó con Juan para preparar la venida del Mesías mediante el bautismo de conversión. Antes había contado con María para el nacimiento de Jesús. Juan y María son dos buenos ejemplos para prepararnos a esta Navidad.

ORACIÓN

Que escojamos el camino del evangelio por el que llega Jesús para encontrarnos con él.

Dios nuestro, confiamos en ti. Ayúdanos a realizar lo que está en nuestras manos.

Señor, Jesús de Nazaret, que, como Juan Bautista, no me predique a mí sino a ti,

Señor, Dios nuestro, por aquí hace mucho frío. Ven a darnos ánimo con tu calor.

Dios nuestro, haz que sepamos vivir con lo necesario y aportar lo que podamos.

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CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

20-12-2020 Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.

ACTITUDES

Misericordia Emmanuel Llamada Misterio Contigo

PRIMERA LECTURA 2 Sm 7,1-5.8b-12.14a.16 Tu trono durará para siempre

Cuando el rey (David) se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda». Natán dijo al rey: «Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo». Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán: «Ve y habla a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía? “Así dice el Señor del universo. Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa. En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. “Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

David ya vivía en paz. El ambiente era de calma, de sosiego, de tranquilidad. Había vencido a todos sus enemigos de alrededor. Las dificultades de fuera, las distintas batallas, estaban superadas; ahora quedaba pendiente lo de dentro, lo de casa. Como tenía conciencia de que Dios le ayudó a vencer en todas las batallas pensó en agradecérselo construyendo un gran templo más grande que su propio palacio. Así quedaba manifiesta la supremacía de Dios sobre el rey. Y se lo consultó al profeta Natán quien responde de parte de Dios. Viene a decirle más o menos. Son palabras, glosadas, recibidas de Dios: “Soy Señor, amo del universo. Este es mi gran templo. No necesito

que me edifiques otro. Pero te agradezco tu detalle. Por otra parte, lo que has llegado a ser, rey de mi pueblo, me lo debes a mí que te elegí. Si has ganado batallas es porque te he ayudado. Como lo he hecho con tus ascendientes, yo te acompañaré y os seguiré ayudando a ti y a tus descendientes. Todo ello se resume en: “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo». “Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí».

SALMO 88,2-3.4-5.27.29 Sellé una alianza con mi elegido

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno más que el cielo has afianzado tu fidelidad. «Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo. Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades. Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”; Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

He aquí cuatro puntos subrayados por este creyente que es David. El salmista entremezcla y acentúa estos aspectos en diálogo oracional: La acción de Dios, la reacción de David así como los temas de lo positivo y el tiempo. 1- Dios: En nuestras relaciones con Dios, Él lleva la iniciativa, elige a David, el pequeño de la familia. Obra de acuerdo con su misericordioso y fiel corazón de Padre. Él sella la alianza, mantiene su favor, infunde seguridad porque es una roca que salva. 2- David presenta su reacción: reconoce lo recibido de Dios fiel y misericordioso. Por eso dice: cantaré tus misericordias, anunciaré tu fidelidad, invocaré: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Así agradece todo lo acogido. 3- Positivo. Todas las acciones tanto de Dios como las de David son positivas, gratificantes: cantar misericordias, anunciar la fidelidad divina, sellar una alianza, jurar a David, fundaré mi alianza, edificaré mi favor, yo, Dios, Padre y Roca, salvadora. 4- Tiempo: La calidad de las acciones anteriores se refuerzan por la repetición y duración de las mismas: alianza estable, eternamente mi favor, por todas las edades, linaje perpetuo, edificio eterno, afianzado tu fidelidad.

SEGUNDA LECTURA Rm 16,25-27 A Dios la gloria por Jesucristo

Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas

las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Dios Padre aparece aquí como el protagonista principal, juntamente con Jesucristo, su mediador, en lo que solemos denominar: historia de salvación. Se trata del proyecto o plan divino que consiste en ayudarnos a los seres humanos en el logro de nuestra plena realización humana, contando con nuestra colaboración. Esta nuestra tarea consiste en seguir a Jesucristo cumpliendo su mensaje, el evangelio o la Buena Noticia del Reino de Dios. En Jesucristo, Dios nos ha dicho la última palabra sobre su plan de salvación, sobre su proyecto de hacernos plenamente felices. Su sueño estriba en lograr formar con toda la humanidad una gran familia en la que Dios sea nuestro Padre con entrañas de Madre, nosotros, sus hijos e hijas y entre nosotros, hermanos y hermanas. Con Jesús de Nazaret, el Cristo, Dios se nos ha revelado y nos ha manifestado este misterio mantenido escondido, en secreto, durante siglos. Este plan se manifiesta mediante las Escrituras y tiene como destinatarios a todas las gentes, a todos los pueblos a los que se les invita a creer en Dios por medio de Jesucristo. Por todo ello, glorificamos a Dios.

EVANGELIO Lc 1,26-38 La concepción de Jesucristo fue así…de modo sencillo, humilde.

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

En un tiempo concreto, sexto mes del embarazo de Isabel, pariente de María y en un espacio también concreto, Nazaret de Galilea, es decir en la historia

humana, Dios se nos hace humano en Jesús de Nazaret. Es uno de los nuestros. Así, nos comprende mejor. Es en todo igual a nosotros menos en el pecado. Nace de mujer. Vive en familia: Jesús, José y María, durante unos treinta años, de modo anónimo, sencillo. Una mujer humilde, de nombre María, había recibido una visita insospechada de parte de Dios. Recibió un saludo divino por medio de Gabriel. Empieza por invitarla a que se alegre porque Dios se ha fijado en ella, la humilde, María, para ser su madre, para bien de la humanidad. Y no por méritos sino de forma gratuita y libre. Es el estilo de Dios. Ella se turbó. Es normal. Presentó sus objeciones críticas, sus dudas: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?» Recibió contestación de que todo aquello entraba dentro del proyecto de Dios. En cuanto se dio cuenta, de que todo aquello provenía de Dios, lo aceptó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

ORACIÓN

Sin ti, Señor, hace mucho frío a nuestro alrededor. Ven a animarnos con tu fuego.

Jesús, Príncipe de la paz, Haz que la construyamos mediante la justicia y el amor.

Aunque nos separemos de ti, Tú, Dios nuestro, acércate a este nuestro mundo.

Niño Jesús, que tu venida a la tierra ablande nuestros corazones de piedra. Que se rasguen los cielos para que dejen llover a Jesús, nuestro Salvador.

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NATIVIDAD DEL SEÑOR

25-12-2017 Dios en Navidad: Emmanuel (Dios con nosotros). Jesús (Salvador)

ACTITUDES

Acogida

Salvación Encarnación

Dios - hombre Dios con nosotros

MISA DEL DÍA

PRIMERA LECTURA Is 52,7-10 Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

¡Qué gozada la del mensajero que trae buenas noticias! Esta es la única tarea de los cristianos, de la Iglesia: evangelizar, es decir, anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, predicar a Jesucristo y su mensaje de salvación. ¡Qué alegría poder proclamar buenas noticias de parte de Dios! Que Dios reina significa que dirige la marcha de la historia con nuestra colaboración hacia un final feliz que se sintetiza y exterioriza con la palabra: paz. Es el resumen de todas nuestras expectativas. A posibilitarlo se acerca el Señor en esta Navidad. Los vigías lo intuyen, lo gritan, lo cantan. Ven llegar al Señor que vuelve a su pueblo. La paz que anuncian los centinelas es el resultado de un Dios que apuesta por la humanidad y una humanidad que pone, de su parte, los pilares de esa paz sustentada por la justicia, la verdad, la libertad y el amor. Esta doble participación de Dios y de los seres humanos se visualiza en el paso de una Jerusalén en ruinas a una Jerusalén rescatada. Dios despliega su brazo ante todas las naciones que, a su vez, trabajan, siembran y proclaman la paz. Recibimos y anunciamos a Jesús, nuestra paz.

SALMO 97,1b-6

Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.

El salmista invita al pueblo a alabar a Dios por las maravillas que ha realizado. Lo dice en general, no concreta. Cabe suponer que se trata de la

creación del universo y de la marcha de la historia, pero ahora parece que se pide que el canto sea nuevo respondiendo tal vez, así, a algunos acontecimientos vigentes. Estas acciones pueden referirse a algunas batallas recientes, ganadas con la ayuda divina: diestra, brazo, victoria. Con todo ello, Dios se manifiesta a todas las naciones como quien implanta la justicia tras la cual llega la salvación, la plenitud humana. Israel reconoce en su oración agradecida que Dios ha sido fiel y misericordioso con el pueblo. A tener en cuenta la distancia, las diferencias entre Israel y las naciones en sus relaciones con Dios. Israel parece recibir la misericordia, la fidelidad y la salvación de parte de Dios mientras que el resto de la tierra se limita a contemplar y alabar las maravillas que ha realizado Yahvé para con su pueblo. Eso sí, tanto Israel como el resto de las naciones son invitados a cantar a Dios con toda clase de instrumentos. Todos lo reconocen como Rey y Señor.

SEGUNDA LECTURA: Heb 1,1-6 Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo.

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: Hijo mío, eres tú, yo te he engendrado hoy; y en otro lugar: Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios. Dios Padre, siguiendo su pedagogía respetuosa para con la humanidad, se va revelando tanto a sí mismo como a su Hijo, comunicando, así, su plan de salvación. De ese modo, se va acercando a la humanidad paulatinamente. Primer acercamiento. Ya había decidido, desde el comienzo, ponernos el “piso”, la creación. Más adelante, habló a Israel por medio de la palabra de los profetas. En el Antiguo Testamento, Dios nos promete enviarnos al Mesías quien nos mostraría a Dios y su proyecto de salvación. Hoy, en Navidad, celebramos su acercamiento definitivo: el nacimiento de Jesús de Nazaret, la Natividad del Niño Dios. El Hijo de Dios se hace humano, sin dejar de ser Dios, en Jesucristo. Este libro de la carta a los Hebreos es un ensayo teológico en el que, probablemente, algún judío convertido, trata de mostrar que Jesús es el Mesías anunciado en las Escrituras, que Jesucristo es Dios y hombre a la vez. Se esfuerza por presentar el aspecto divino del que

nace en Belén. Dios nos habla por medio de su Hijo quien es heredero de todo, es reflejo de Dios, su Padre, sostiene el universo, purifica los pecados. Hasta los ángeles lo adoran en medio de unas culturas que los endiosaban.

EVANGELIO (Jn 1,1-18) La Palabra de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Hoy es Navidad. En esta fiesta celebramos el nacimiento de Jesús de Nazaret, el niño Dios. Todo este relato bíblico trata de presentarnos la identidad del protagonista. Jesús significa salvador; en este contexto se refiere a la tarea que viene a realizar en este universo y en esta historia: hacer posible la plena y feliz humanización de la humanidad. También se le conoce con el nombre de Emmanuel: Dios con nosotros. Ahora este texto pasa revista a diferentes rasgos o aspectos que identifican al protagonista. Existe desde el principio, cuando fuese, sin concretar; así, en general. De las tres personas de la familia de Dios (Padre, Hijo y Espíritu) es la segunda persona de la Trinidad quien nace humano y es el protagonista principal de este comentario. Desde el principio el Hijo estaba junto a Dios Padre del cual es su Palabra o Verbo, lleno de vida y luz. A través del Hijo se hizo el universo entero. Sin embargo, cuando llegó para todos a su mundo, a su casa; unos lo rechazaron, otros lo aceptaron a quienes los hizo hijos de Dios, no por méritos sino por pura gracia. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos

contemplado su gloria. Al final del universo y de la historia, el Hijo del hombre vendrá, glorioso a recoger toda la realidad para darle la última y definitiva mano.

ORACIÓN

Te abro, Señor mío, las puertas de mi corazón para que puedas entrar en él. En medio de todos nuestros problemas, no estamos solos; tú nos

acompañas. Te queremos agradecer, Dios nuestro, tu acercamiento a nosotros como

humano. Los pobres son los primeros en reconocerte, Jesús. Haznos más humildes y

sencillos. Jesús de Nazaret, has venido para todos pero no todos te conocen; te

daremos a conocer.

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DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA 27-12-2020

El niño iba creciendo y robusteciéndose

ACTITUDES

Comunicación Permiso Gracias Perdón Cariño

PRIMERA LECTURA Gn 15,1-6; 21,1-3

Abrán creyó al Señor Después de estos sucesos, el Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán contestó: «Señor Dios, ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?». Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará». Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero». Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. El Señor visitó a Sara, como había dicho. El Señor cumplió con Sara lo que le había prometido. Sara concibió

y dio a Abrahán (nuevo nombre tras la Alianza: Gn 17,5) un hijo en su vejez, en el plazo que Dios le había anunciado. Abrahán llamó Isaac al hijo que le había nacido, el que le había dado Sara.

Una vez más, la iniciativa parte de Dios el cual se dirige a Abrán en una visión con estas palabras: «No temas, Abrán», Así de contundente es Dios. Y sigue con una explicación muy general, nada concreta: «yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán le plantea el contraste entre lo que Dios le ofrece: escudo y paga abundante y la situación en que se encuentra Abrán: estéril, sin hijos y un criado foráneo, Eliezer de Damasco. Este no es de su casa, ni de su familia y le heredará todo. Es demasiada ironía. Y, sin embargo, Dios responde tan solo: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero». Dios insiste, una vez más, sin grandes razones. Ahora le invita a salir de casa para contemplar la numerosa, la enorme cantidad de estrellas. Cuéntalas, si puedes. Aquello le apabulla. Y Dios le prometió: «Así será tu descendencia» Es todo un signo de la transcendencia, de la grandeza de Dios. Entonces, Abrán creyó al Señor, se fió de Dios y Dios, así, cumplió lo prometido. Sara tuvo un hijo al que se le llamó Isaac que significa (el que hace reír). Porque Abrán creyó en Dios, por fin, rió con toda su familia.

SALMO: 104,1-6.8-9 Dad gracias al Señor

Dad gracias al Señor. Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas, gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac.

Se supone que el escenario, el contexto de este salmo es el templo donde el pueblo se halla reunido para la oración. En este caso, se trata de un himno de acción de gracias dirigido a Dios por parte de una asamblea creyente. Se trata de un momento de sosiego, de calma, de paz en que Israel agradece las hazañas realizadas por Dios. Por una parte, el pueblo de Dios reconoce la ayuda y el apoyo divinos, alaba a su Dios y, por otra, da a conocer a los demás pueblos tales maravillas. Y todo esto en un tono festivo con música, instrumentos y cantos. Todas las relaciones de los seres humanos con Dios son gratuitas. No caben chantajes, ni compraventas. Hasta ahora, el salmo se ha fijado en el pasado. A partir de ahora, el salmista se fija en el futuro en

que invita a buscar con alegría a ese Dios que ha presentado. Es un ambiente de invitación: recurrid al poder del Señor, buscad su rostro, recordad sus maravillas. La fidelidad de Dios hasta el presente hace que tengamos garantía, confianza, esperanza en Él pues ha sellado la alianza, recuerda, no se olvida. Lo ha jurado. Ha dado su palabra y Dios cumple lo que promete.

SEGUNDA LECTURA Heb 11,8.11-12.17-19

Salió sin saber adónde iba. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo vigor para concebir cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac.

Dios es quien llama a través de mil medios: sueños, visiones, profetas, acontecimientos, personas,… Esa llamada suele llevar consigo una tarea que realizar. En hacer esos deberes, consiste la respuesta que se espera. Lo que Dios le pidió a Abrahán a lo largo de su vida fue muy duro, muy difícil. He aquí, a modo de ejemplo, unos cuantos datos dificultosos, penosos: Abrahán era estéril, su mujer Saray (Sara) no le daba hijos, de edad muy avanzada, sal de tu tierra nativa, a una tierra que te mostraré, bajó a Egipto cuando el hambre apretaba en su país. Dios le pide que sacrifique a su único hijo, Isaac. A pesar de estos datos, Abrahán se fía de Dios, cree en Él, piensa que la llamada de Dios es absoluta. Así, y solo así, pudo tener constancia del poder y de la ayuda de Dios para superar las dificultades por las que pasó Abrahán. Abrahán, por fiarse de Dios, fue testigo de la identidad divina y de su presencia eficaz porque, lo que nos parece imposible para nosotros, es posible para Dios. Parecía que no había salida humana a la situación de la familia de Abrahán. Conclusión: Merece la pena fiarse de Dios.

EVANGELIO Lc 2,22-40

Jesús, José y María: familia de Nazaret, con pasión de hogar. Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o

dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

La fiesta de la presentación de los niños recién nacidos en el templo cobraba un hondo calado en Israel. Suponía una enorme importancia teológica. Confesaba y exteriorizaba que la vida viene de Dios por medio de los padres. Ponía a las claras, manifestaba ante la gente que la vida antes que a los padres y que al Imperio pertenecía a Dios. Por eso, mediante la ofrenda (en este caso, dos pichones por ser familia pobre) se consagraba el niño al Señor. Jesús y sus padres cumplieron con la ley como buenos ciudadanos. Una vez dentro del templo, la familia de Nazaret se encontró con Simeón, hombre justo y piadoso. En su ancianidad dedicaba su tiempo a orar y a acoger a la gente que llegaba al templo. Hoy diríamos que ejercía de voluntario en el templo mediante su ayuda espiritual. Lo mismo podríamos decir, en paralelo, con relación a Ana, la profetisa, anciana, viuda. Ambos, Simeón y Ana, inspirados por el Espíritu, descubren en aquel niño al Mesías, anunciado en las Escrituras. Cumplida la ley, regresaron a Galilea. Allí, Jesús crecía, aprendía, sentía la gracia de Dios como un muchacho normal,

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, ayuda a los matrimonios a entenderse con su pareja, a ser fieles.

Señor, Jesús, que nuestras casas sean un escenario de cariño para con sus mayores.

Que quienes viven solos y no cuentan con familia reciban visitas de gente cercana.

Que los niños descubran en sus familias un entorno de cariño en que vivan felices.

Que nuestras familias sean hogares cálidos y acogedores para todos sus miembros.

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DOMINGO DE MARÍA, MADRE DE DIOS

01-01-2021 Dijo María: Todo mi ser ensalza al Señor.

ACTITUDES

Disponibilidad

Bendición Humildad

Duda Fe

PRIMERA LECTURA (Nm 6,22-27)

Que el Señor te bendiga El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. «Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré ». Este texto bíblico es breve pero importante, enjundioso. Su tono es optimista, positivo. Dios es el protagonista principal que se vale de mediadores: Moisés, Aarón, sus hijos. Dios prefiere actuar contando con nosotros. Nos tiene en cuenta al realizar sus planes. El tema omnipresente a lo largo de este relato se concentra en una sola palabra: bendición. Bendición significa: “decir bien”, es decir, desear lo mejor para los demás. Pero, eso sí, palabra acompañada por otros términos que aclaran el sentido de esa referida bendición como son: salvación justicia, favor, paz, protección, iluminación.

Aquí todo es alegre, favorable, optimista. Con billete de ida y vuelta: Dios bendice a su pueblo quien, a su vez, bendice a su Señor. «Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré» Y ¿con qué garantías se bendice? Con las de la protección divina, con las del rostro (presencia benévola) de Dios, con las de su favor, con las de la paz. De esa forma, esperamos lograr la plena felicidad (salvación), nuestra total realización (paz). Esta es la bendición de Dios que espera nuestra colaboración.

SALMO: 66,2-3.5.6.8 Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra.

Este salmo se parece mucho al contenido de la primera lectura anterior (Nm 6,22-27). Eso significa que es importante y coincidente el tema de la bendición en el Antiguo Testamento. Se repiten, concurrentes, bastantes términos e incluso frases en los dos textos que aquí se comentan: tenga piedad, nos bendiga, ilumine su rostro, conozca tus caminos, tu salvación, que canten de alegría, cantos, naciones, que te alaben los pueblos, riges el mundo con justicia, gobernar con justicia a todas las naciones, confines, los pueblos de la tierra. La bendición de Dios se extiende por todas partes, no conoce fronteras. Es universal. Llega a todos los pueblos, a todas las naciones, a todo el mundo. Va más allá de los confines del pueblo de Dios. Aunque Israel abría el espacio de la bendición divina a toda la humanidad, lo hacía desde su centro: Jerusalén, desde Yahvé, su Dios. La pedagogía divina irá mostrando lenta y respetuosamente la verdadera identidad de Dios. Que Dios nos bendiga. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Bendición de ida, la de Dios y de vuelta, la nuestra.

SEGUNDA LECTURA: Gal 4,4-7 Dios envió al Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!»

Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Dios toma la iniciativa de invitar a toda la humanidad a colaborar con Él en su proyecto de salvación, de hacernos felices. Y todo esto se inicia cuando llega la plenitud de los tiempos, cuando Dios lo vio conveniente. No conocemos cuándo fue este instante o momento. El texto lo deja en el aire, haciendo intuir y destacar la libertad de Dios. Las razones para ello no aparecen, no las sabemos, ni son necesarias, ni interesan en orden a la salvación. Lo que nos importa de verdad es que hay Alguien que nos quiere hacer felices. A este Alguien se le denomina Dios, Yahvé y su proyecto consiste en formar de toda la humanidad una gran familia, un plan de salvación. Para llevarlo a cabo, inició un proceso pedagógico: En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos (Hb 1,1-2). En la familia trinitaria hay “movida” salvadora: El Padre envía a su Hijo y a su Espíritu a nuestros corazones. A través del Hijo somos invitados a formar parte de su familia divina de la que formamos parte como hijos, herederos, no esclavos.

EVANGELIO: Lc 2,16-21 Le pusieron por nombre Jesús

Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Los pastores fueron corriendo a Belén; querían verificar si, en aquel niño anunciado, hallaban al Salvador; es decir, a quien les podía ayudar a salir de su extrema pobreza. Su situación les hacía estar dispuestos. Su sencillez les hizo sintonizar con un niño en pañales, acostado en un pesebre. Su humildad les ayudó a descubrir en aquel bebé al Mesías. Estaban en onda. El estilo de Dios coincidía con el de los pastores. Por eso, lo reconocieron. Porque buscaban, encontraron; había mutua sintonía. Allí estaba la, así denominada, Sagrada Familia: María, José y el niño. Allí estaban los pastores como pez en el agua. Es todo un requerimiento para todos nosotros. Jesús nos interpela. ¿Qué decís de mí? Vuelven contentos. Y ¿nosotros y yo? ¿Cómo marcha nuestra temperatura creyente, mi alegría cristiana? Ahora contemplando a María, demos vueltas al misterio del Niño Dios. Recordemos (Re cor dar:

dar unas vueltas por el corazón) la amarga situación de tantas personas que sufren y viven tristes. Por fin, la familia de Nazaret nos da ejemplo al cumplir con la ley estipulada de la circuncisión. Y tal como estaba anunciado, le ponen al niño el nombre de Jesús que significa salvador: su propia tarea.

ORACIÓN

Dios nuestro, convierte nuestro corazón duro de piedra en corazón blando de carne.

En medio de las circunstancias que nos toca vivir, acompáñanos y ayúdanos, Señor.

Señor nuestro, ayúdanos a ser positivos con aquellos con quienes nos encontremos.

Que sea verdad en estas nuestras vidas, que hemos venido a este mundo a servir.

Que como tú, Jesús, pasemos nuestra vida haciendo siempre el bien a los demás.

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SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD 03-01-2021

La Palabra era la luz verdadera

ACTITUDES

Condescendencia Esperanza Sabiduría Acogida

Paz

PRIMERA LECTURA Eclo 24,1-2.8-12 La sabiduría encuentra su honor en Dios

La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. Entonces el Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda

santa delante de él, y así me establecí en Sión. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad.

Nosotros, los cristianos, profesamos la fe en Dios, uno y trino. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Pero se ha llegado a esa formulación tras un largo proceso de varios siglos. Ya en el Antiguo Testamento, en el relato de la Creación aparece Dios (¿Padre?) creando el universo por medio de su Palabra (¿Hijo?)… y dijo Dios: que exista la luz…, mientras el aliento (¿Espíritu?) de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Ahí ya asoma la Trinidad divina en ciernes. Dios no es un “solterón” que se aburre en su soledad; en Dios hay “movida”. Dios es una familia de tres personas que viven juntos y se quieren de verdad. Algo de todo esto surge también con el tema de la Sabiduría que se muestra con rasgos divinos y personales. Se manifiesta alabándose, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio del pueblo. Habla con el Altísimo. El Creador le da una orden, pon tu morada en Jacob, fija tu heredad en Israel. Existe desde el principio; antes de los siglos me creó; nunca jamás dejaré de existir. Pues bien, esta Sabiduría se instala en Jerusalén. Dios cuida de su pueblo y arraiga en su heredad.

SALMO 147,12-13.14-15.19-20 Ha puesto paz en tus fronteras.

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. ¡Aleluya!

Es un salmo de alabanza en el que un creyente insta al pueblo de Dios a reconocer, a agradecer, a ensalzar todos los detalles divinos para con Israel. Es de gente bien nacida ser agradecida. La ciudad de Jerusalén, capital de Jacob-Israel y de Sión, montículo de dicha ciudad, representantes de todo el pueblo agradecido, reciben del salmista la invitación a dirigirse a Dios. No es para menos, la ciudad se sentía segura tras la divina ayuda beneficiosa por fuera y por dentro. Por fuera, porque los cerrojos estaban echados y en las fronteras reinaba la paz. Por dentro, porque Dios ha bendecido a sus hijos y cuentan con víveres (flor de harina) Y la alabanza prosigue porque Dios sigue cuidando a Israel enviando, veloz, su palabra sobre la tierra, mostrando su proyecto salvador, anunciando su mensaje propicio. Esa acción o elección o alianza beneficiosa, preferente de Dios para con su pueblo se explica no como un privilegio o predilección sin sentido sino por la misión recibida de

Dios para llevar por todas partes, a todas las naciones, el plan divino de salvación. Israel sirve de mediador. No es un trato de favor sino de cargo, de tarea. Dios quiere contar con nosotros para su proyecto. Es su opción libre.

SEGUNDA LECTURA Ef 1,3-6.15-18 Que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.

Al inicio de la carta a la comunidad cristiana de Éfeso, San Pablo se dirige a Dios en oración situándolo como lo primero, como lo más importante de nuestra vida creyente. Y lo presenta como Padre junto a su Hijo, en relación mutua, bendito. Esa misma bendición nos llega del cielo, a través de Jesucristo. Todo está interrelacionado. El “decir bien” de Dios, en la palabra “bendito”, colocándolo, así, en lo más central de nuestra existencia, nos llega desde lo alto a todos nosotros a través de su Hijo Jesucristo. De esa forma, nos ha elegido por amor desde siempre y nos ha ayudado a ser santos e intachables. Con ese decir bien, con esa bendición, nos ha invitado gratuitamente a ser hijos suyos. Lo cual, redunda, a su vez, en gloria para Dios Padre en su Hijo Amado. Los fieles cristianos hacen bien en este doble reaccionar, creyendo en Cristo y amando a todos los cristianos (santos). Esta experiencia creyente le mueve a San Pablo a rezar agradecido. Y pide a Dios que les siga bendiciendo a los cristianos de Éfeso para que continúen por ese mismo camino. Ello les supondrá a los bautizados de entonces, de ahora y de siempre experimentar la herencia de los santos que nos espera.

EVANGELIO Jn 1.1-18 El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Nuestras vidas están llenas de contrastes, de roces en que aparecen dos elementos en tensión que a veces se enfrentan, o se anulan o se separan, o se integran conviviendo, con todo respeto. He aquí, algunos ejemplos: Dios y hombre, varón y mujer, nativos y extranjeros, fuerte y débil, gracia y obras, hombres y mujeres, marido y esposa, Tú y yo. Dios y nosotros. Mayores y pequeños. Jóvenes y adultos, santos y pecadores, Iglesia y mundo Y, así, sucesiva e infinitamente. Pues bien, la Navidad con su mensaje: Jesucristo, Dios y hombre, a la vez, nos orienta a acoger la “Y” griega, conjunción copulativa, como la que mantiene unidos sin separación los dos polos en tensión Se trata de un estilo de vida, como opción fundamental. Sí, la clave estriba en la Cristología: Jesús, el Cristo (Jesucristo), divino y humano, a la vez; Esta fiesta de Navidad nos indica algo que se muestra básico en la Biblia y en la tendencia de la teología católica: Hay que unir respetándose, sin separar, sin eliminar, ni fusionar. Lo uno y lo otro, Juntos, pero no “revueltos”. Dos elementos en tensión que han de convivir respetándose, integrándose, complementándose. Unidos en el respeto mutuo.

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EPIFANÍA DEL SEÑOR 06-01-2021

Manifestación del Señor a todos los pueblos

ACTITUDES

Sin fronteras Inquietud Naciones Apertura

Luz

PRIMERA LECTURA Is 60,1-6 Para Dios no hay fronteras

¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos desde lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá. Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor.

El pueblo que habitaba en tinieblas y en oscuridad vio una gran luz que llega de lo alto: la gloria del Señor. La presencia eficaz de Dios en medio de su pueblo asegura un futuro consolador. La noche da paso al día, la oscuridad a la luz. Se pasa de la tristeza a la alegría. Este cambio de situación genera gozo, satisfacción que se concreta en un grito de ánimo: ¡Levántate! Siempre que ha llovido, ha escampado. No hay mal que cien años dure. El tono es positivo; lleno de esperanza. Y ¿a qué destinatarios alcanza este escenario prometedor? Queda claro que son todos los pueblos (palabra que en este breve texto bíblico comentado aparece tres veces). Sin embargo, se nota que este relato se dirige a dos niveles desiguales de dos protagonistas diferentes. En primer lugar, Isaías se dirige en varias ocasiones en singular, a Israel. Luego, en plural, presenta a todos los pueblos, pero camino hacia el centro, hacia Jerusalén (se supone) desde donde el pueblo de Dios ve acercarse a las naciones todas de la tierra con sus regalos, proclamando las alabanzas del Señor. Se nota claramente que esto huele más a Antiguo Testamento que a Nuevo Testamento.

SALMO: 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11) Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. En sus días florezcan la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. Los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos. Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

Israel, en el templo, suplica a Dios en favor del rey. Se le pide a Dios que le conceda al rey gobernar con justicia, con rectitud. Indirectamente, se señala que Dios es el verdadero rey de Israel. Se nombra rey a alguien que gobierna como delegado, como vicario de Dios. Solo bajo esta condición, Samuel nombra rey a Saúl (1 Sm 8). Supuesto esto, la súplica del salmo antepone para el rey el regir con justicia y el lograr la paz. Es lo esencial en un gobernante. El rey David pidió a Dios, ante todo, sabiduría para gobernar, para reinar sobre un pueblo numeroso y no una vida larga, ni riquezas, ni victoria sobre sus enemigos (cfr. 1 Re 3,5-13). La plegaria por la justicia y la paz no se limita a los días del reinado de un rey en concreto sino que se hace extensiva a espacios espaciales y temporales ilimitados (hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra). Son unas exageraciones que expresan la importancia de lo que se implora. La fama por la administración del rey de Israel y por la justicia que imparte para con los pobres llegan hasta el fin del mundo de donde llegan los reyes de los pueblos, atraídos por la justicia para con los pobres.

SEGUNDA LECTURA: Ef 3,2-3a.5-6 Distribución de la gracia de Dios en favor de vosotros, los gentiles

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio. Las circunstancias que nos rodean son llamadas por las que Dios nos muestra su voluntad. Algo similar se quiere decir con el dicho: Dios escribe derecho con líneas torcidas. La realidad se nos impone. Es tozuda. Dios se vale de esas mil y una mediaciones para interpelarnos. San Pablo, acompañado por

Bernabé, nos cuenta una de estas experiencias: es el drama de un judío enviado por Dios a los gentiles. Se da cuenta de que, en distintos momentos, se repite que muchos judíos no quieren reconocer en Jesús al Mesías y, a su vez, que muchos gentiles se interesan por convertirse al cristianismo. Al cabo de unas experiencias similares, repetidas, se da en Pablo un giro pastoral drástico: Teníamos el deber de anunciar el mensaje de Dios en primer lugar a vosotros, que sois judíos; pero, puesto que lo rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, nos iremos a los no judíos. Hch 13,46. Visto lo visto, ahora se dedica a los gentiles. Y es que el plan pedagógico divino de mostrarse poco a poco, respetando la maduración de los seres humanos nos va desvelando que no es necesario cumplir la ley de Moisés para salvarse sino seguir a Jesucristo viviendo el Evangelio. En Cristo no cuenta ni judío, ni griego; ni hombre, ni mujer; ni esclavo, ni libre (Hch 13,46). En definitiva, nos salvamos por la fe en Jesucristo y no solo por nuestras obras.

EVANGELIO Mt 2,1-12

Los Magos, al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

En el relato de los Magos se escenifica que todos somos hijos de Dios, que Dios no tiene acepción de personas y que está abierto a todos. Es un Dios sin fronteras. En efecto, Jesús, al recibir a los Magos de Oriente, acoge también a los de fuera del pueblo de Israel. Jesús dispone de sitio para todos. En Dios

no hay discriminación, exclusión de personas. Recibe tanto a los de Oriente como a los de Occidente. Jesús nace en esta nuestra historia humana en un tiempo (el de Herodes) y en un lugar (Belén de Judá) concretos. Una estrella especial es un reclamo llamativo para unos Magos. Están inquietos; buscan sentido a su vida. Miran por todas partes. Se encuentran con una estrella de luz extraña. “Y ¿si, tal vez, encontramos aquí lo que buscamos?” Ellos se pusieron en camino. La estrella se paró en Jerusalén. Entraron en el palacio de Herodes. «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al que buscaban, no lo hallaron “ahí” en un ambiente de riqueza y de poder. Había que cambiar de escena. La estrella aparece de nuevo pero ahora se para en una casa pobre. Aquí, sí, en este escenario humilde descubren en un niño todo lo que ellos buscaban. El sentido de su vida.

ORACIÓN Dios nuestro, a cuantos andamos en las tinieblas que tu luz ilumine toda

nuestra vida. Dios mío, que nos duela el sufrimiento de la humanidad, sobre todo, el de

los pobres. Señor que has venido para todos, que rompamos todas las fronteras que nos

separan. Que tengamos los ojos abiertos para llorar con los que lloran y reír con los

que ríen. Que no seamos Herodes egoístas sino Magos que están abiertos y bien

dispuestos.

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DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR 10-01-2021

Él (Jesucristo) os bautizará con Espíritu Santo.

ACTITUDES

Compromiso Seguimiento Pertenencia Testimonio

Vida

PRIMERA LECTURA: Is 42,1-4.6-7 Mirad a mi siervo en quien me complazco

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. «Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas. El famoso “Siervo de Yahvé” que aparece en varios textos de Isaías es un personaje curioso, llamativo que posee rasgos que se consideran un adelanto de Jesús de Nazaret. En primer lugar, este siervo sale a escena con el visto bueno, con el aval de Dios: lo sostengo, mi elegido, en él me complazco, he puesto mi espíritu sobre él. Implantará justicia. Es toda una garantía. Su misión universal traspasa fronteras: naciones, país, islas, pueblo. Su tarea se orienta en dos direcciones: encargo colectivo: establecer justicia y quehacer individual: dar vista a ciegos y lograr libertad para los cautivos. De todas formas, lo más característico de esa misión es el estilo de vida y de acción. Sin hacerse notar: estilo sencillo, humilde, sin banda de música, ni fuegos artificiales, ni triunfalismos (gritos, clamores, voces, calles). No hace leña del árbol caído. Respetará lo débil. No se ensañará quebrando la caña cascada, la mecha vacilante no la apagará. Y en el aspecto positivo, Dios lo ha moldeado en orden a la justicia, con cariño (te cogí de la mano), te formé, te hice alianza para con Israel y luz para con todas las naciones.

SALMO: 28,1b y 2.3ac-4.3b y 9c-10 El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica. El Dios de la gloria ha tronado. En su templo, un grito unánime: «¡Gloria!». El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.

Es llamativo encontrarse en el Antiguo Testamento y dentro de un salmo con esta invocación: Hijos de Dios, como destinatarios y a la vez como protagonistas de la oración que sigue. ¿Cómo se les invita a que formulen la

súplica que va a continuar? El “lugar” adecuado en que se celebra el encuentro religioso es el templo. La comunidad creyente se dirige a Dios aclamándolo a Él por su gloria, su nombre y su poder. Hay muchas palabras que se repiten por su importancia. En la primera línea del texto que se comenta ahora, aquí, se repite tres veces la palabra: “aclamad” al Señor y más adelante, la palabra: “voz” para resaltar lo esencial; recalcan también la fuerza y el dominio de la acción divina sobre la naturaleza por medio del modo con que Dios actúa a través de su Palabra: la voz del Señor. De todas formas, salta a la vista que lo que más resalta son las palabras “Señor” (10 veces) y “Dios” (dos veces). La voz del Señor domina el universo y la humanidad. Esa es su gloria. En este Dios podemos confiar. No tenemos que temer nada ni a nadie. La conclusión adecuada y la actitud apropiada son: “postraos”.

SEGUNDA LECTURA: Hch 10,34-38 En Dios no hay acepción de personas.

Pedro tomó la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Pedro presenta en un discurso la legitimidad teológica de que tanto los judíos como los gentiles son invitados a bautizarse, a ser cristianos, seguidores de Jesús. Para Dios, no hay acepción de personas por razones de raza, religión, clase social, género,… Lo que cuenta para Dios es contar con Él (esto significa: temer a Dios), tenerlo en cuenta, reconocerlo. Lo importante es practicar la justicia sea de la nación que sea, pasar la vida haciendo el bien, venir no a ser servido sino a servir. Si había reticencias en bautizar a gentiles se debía a que los paganos no cumplían la ley de Moisés que era para el Antiguo Testamento lo que salvaba de verdad. En su respetuosa pedagogía divina, Dios, en su historia de salvación, se va revelando paulatinamente. Dios habló a Israel por medio de los profetas, preparando el evangelio de la paz que llega con Jesucristo, Señor de todos. Se trata de un proceso lento, costoso: superar la ley de Moisés para dar paso a la fe en Dios, Padre de Jesucristo, ungido por el Espíritu como lo esencial para bautizarse y hacerse cristiano. Paso del Antiguo al Nuevo Testamento. Ahora, nuestra tarea: creer en Jesucristo, hacer el bien y curar a los oprimidos pues Dios estaba con él.

EVANGELIO Mc 1,7-11

“Bautismo de Jesús: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”. Juan Bautista proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

Juan Bautista tenía un grupo de discípulos. Era famoso en sus círculos. Mucha gente acudía adonde él para ser bautizada por él en orden a la conversión. Al mismo tiempo, había recibido una misión muy concreta: preparar la venida del Mesías, de otro más importante que él. Estaba tentado entre la espada y la pared, tuvo que decidirse entre fomentar su posible narcisismo de predicarse a sí mismo o entre señalar a otro distinto que él, al Mesías que ya venía en Jesús de Nazaret. El bautismo de Juan era con vistas a la conversión, mientras que el de Jesús nos inserta en la vida trinitaria. Impulsados por el Espíritu, nos revestimos de Cristo con el aval de Dios Padre. Los bautizados somos de la familia de Dios, hijos suyos. Nosotros agradecidos nos comprometemos a no dejar en mal lugar la invitación divina a ser de verdad hijos de Dios y hermanos de los demás. En este relato bautismal aparece manifiesta la Trinidad a la que nos vinculamos por medio del bautismo: Dios Padre nos presenta a su Hijo Jesús en presencia del Espíritu. Ahora queda pendiente nuestro compromiso desde una opción creyente.

ORACIÓN

Señor, que todos los bautizados sepamos seguir de cerca a Jesús y cumplir su mensaje.

Señor, que cumplamos la voluntad de Dios que nos habla a través de las circunstancias.

Ayúdanos, Dios nuestro a luchar contra el mal y a realizar todo el bien que podamos.

Que todos los cristianos nos tomemos en serio nuestra fe sirviendo, así, de ejemplo.

Dios, ayúdanos a estimar nuestra fe y a vivirla convencidos, con ilusión, sin rutina.

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LA HISTORIA DEL TIEMPO DEL ADVIENTO PAUTAS PARA CELEBRA DE LA ESPERA DEL SEÑOR

INTRODUCCIÓN: El porqué del Adviento El año litúrgico comienza cada año con el adviento. Adviento proviene de la palabra latina adventus, que significa “advenimiento” (de ad y venire, “acción de venir hacia algo o alguien”). Por eso podemos decir que el Adviento es un tiempo propicio para advenir, espera, para convertirse y suscitar la esperanza y anunciar la liberación salvadora de Dios. ¿Qué espera el cristiano en este tiempo? El retorno de Cristo en la plenitud de su reino.

Al principio del cristianismo, como intentaremos desarrollar en este artículo, el término adviento se refería a la última venida del Señor al final de los tiempos. Pero al fijar la Iglesia las fiestas de navidad y epifanía, se relacionó también con la venida de Jesús en la humildad de la carne. De esta manera esta doble valencia “Adviento”: la escatológica, al final de los tiempos en la parusía y la histórica, en la encarnación del Verbo de Dios en el seno de María. Ambas esperas, La espera de la parusía del señor y la espera de la Navidad son consideras como una unidad que se desdoblada en dos etapas.

Esta doble dimensión de la espera caracteriza al Adviento de tal manera que podemos hablar de una triple dimensión antropológica. Ya que la venida del Señor invita a los cristianos a encontraste en una disposición de vigías, con un dinamismo de conversión y en una disposición de promover la paz con Dios y con los demás. Dichas dimensiones La iglesia nos invita a hacer lo vida a través de los anuncios de los profetas, quienes presentan al Precursor y anuncian dicha realización en la Virgen. Esto se ve claramente con

las tres figuras centrales que la Iglesia da para el Adviento: Isaías, Juan Bautista y María. De manera muy esquemática se puede decir que la liturgia para este tiempo nos presenta: la lectura del libro del profeta Isaías, en los domingos segundo y tercero se centra la atención en la persona y obra de Juan el Bautista y para el cuarto y último domingo se orienta toda la atención en María.

Si nos fijamos de una manera más detallada y para algunos novedosa en el carácter histórico de la institución del tiempo de Adviento veremos que tiene un desarrollo histórico complejo y una teología difícil en la que se juntan temas referentes a las dos venidas del Señor como ya hemos dicho anterior mente: su venida en la gloria en la parusía y su aparición en el tiempo con su nacimiento.

HISTORIA: Orígenes del Adviento cristiano Las fuentes litúrgicas recogidas en diversas iglesias en especial en Occidente, nos hablan de la necesidad para el crecimiento en la fe de un tiempo de preparación a la Navidad del Señor, de la misma manera que existía la Cuaresma, en preparación a la Pascua. Ya en torno al siglo VI, León Magno, uno de los grandes teólogos de Navidad, daba entender en uno de sus sermones la necesidad que tiene el pueblo de Dios de un tiempo fuerte de preparación, de espera y de conversión en vistas a la Navidad. Diversas iniciativas en diversos lugares y regiones del territorio Europeo fueron surgiendo hasta ser consolidadas en lo que conoceos hoy como el tiempo de Adviento.

En España por ejemplo el Concilio de Zaragoza invita a los fieles a acudir a la asamblea durante las tres semanas que preceden la fiesta de Epifanía. De la misma manera en territorio Galo se recoge el sermón medieval de Adviento del abad Bernón de Reichenau, en el cual se invita a los fieles a prepararse al Adviento del Señor con tres semanas de prácticas ascéticas y penitenciales, para contra oponerse a las fiestas paganas del fin del mes de diciembre.

También en Francia, en el siglo V, podemos encontrar lo que se conoce como la Cuaresma de san Martin, un tiempo de preparación a Navidad pero con una referencia a la dimensión de la caridad que tiene que influir en la vida social.

En la ciudad imperial de Rávena en el interior de sus hermosas basílicas y preciosos mosaicos se refleja en contra posición el segundo carácter del adviento que del que hablábamos anteriormente. En el arte de esta región se encuentra una gran centralidad del misterio de la Encarnación y un desarrollo artístico de personajes y figuras tanto del Antiguo como del Nuevo testamento sobre la venida en el mundo del Verbo de Dios. En Roma el tiempo de Adviento se conoce hacia el siglo VI en donde se inician las primeras unificaciones y concretizaciones rituales, que se irán reforzando más durante la época medieval.

CONSOLIDACIÓN: El Adviento en la Iglesia de occidente «El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y es, a la vez, el tiempo en el que, por este recuerdo, se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre… El tiempo de Adviento empieza con las primeras vísperas del Domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras vísperas de Navidad»1.

Hoy la Iglesia en Occidente plante este tiempo en dos etapas: una primera que va desde primer domingo de Adviento, después del fin

1 Las Normas universales sobre el año litúrgico y el calendario, del año 1969 nº 39-40.

del año litúrgico con la fiesta dominical de Cristo Rey del Universo, hasta el 16 de diciembre; una segunda que comienza el 17 de diciembre hasta la Solemnidad de la Natividad del Señor, el 24 de diciembre.

De esta manera el Adviento es un tiempo en que la comunidad eclesial es convocada a preparar y esperar la última venida de Cristo y la Navidad, por eso es invitada a crecer en la esperanza, a acoger con fe la venida continuada de su Señor, Cristo Jesús, en nuestro hoy de cada día.

El Adviento tal y como lo indica la Iglesia es un tiempo hecho sacramento, o dicho de otra manera, signo eficaz de la gracia que Dios comunica a su Iglesia y de la fe con que la comunidad eclesial acoge este don siempre nuevo de Dios. Como ya hemos dicho el Adviento forma una unidad de movimiento con Parusía y Encarnación. Por lo tanto, un tiempo que ante todo es de gracia y de formación permanente para profundizar de la vida cristiana. Para ello la Iglesia de Occidente propone una serie de lecturas.

En el Adviento, las lecturas principales y más céntricas, tanto de los profetas como del evangelio, se han reservado para los cuatro domingos. En estos días aparecen, por ejemplo, las llamadas a la vigilancia escatológica del final de los tiempos, las consignas del Bautista sobre la conversión y la preparación de los caminos del Señor, y la preparación inmediata de la Navidad.

Hasta el 16 de diciembre, las profecías mesiánicas orientan nuestra mirada hacia la venida de Cristo, pero entendiéndola también como escatológica, la venida definitiva al final de los siglos. La venida de Belén, hace dos mil años, no hizo más que inaugurar el Reino mesiánico. El proceso de maduración va hacia delante, hasta el final de la historia.

En esta primera parte del Adviento, las lecturas tienen una organización muy definida. La primera semana, y hasta el miércoles de la segunda, el que de alguna manera determina el hilo conductor es el profeta Isaías. Las primeras lecturas son siempre de él, con su anuncio de la salvación mesiánica. El salmo profundiza luego en esos anuncios y los convierte en oración, y el evangelio nos va mostrando cómo en Jesús de Nazaret se cumplen esas promesas. A partir del jueves de la segunda semana, y hasta el día 17, la figura que concentra la atención es la de Juan Bautista. De él hablan los evangelios de estos días, mientras que las primeras lecturas siguen iluminando de alguna manera, con las imágenes de los profetas antiguos, los pasajes evangélicos.

Desde el día 17 hasta el 24 de diciembre, en lo que se ha llamado «novena», o «semana santa de Navidad», la mirada se centra más en la preparación próxima de la Navidad. O sea, de la celebración sacramental de la venida de Cristo, actualizada «hoy», en la Navidad de este año concreto de nuestra historia. Las lecturas de estos días tienen otra organización. Son los evangelios los que marcan el ritmo, y nos van conduciendo hacia la Navidad con los pasajes de la anunciación del Bautista y de Jesús, y sus respectivos nacimientos. El protagonismo ahora va a ser de la Virgen María, la Madre del Mesías. Las primeras lecturas preparan a los respectivos evangelios, casi siempre estableciendo un paralelismo entre situaciones de salvación en el A.T. y la cercanía del nacimiento del Mesías.

CONCLUSIÓN: El grito del Adviento A manera de conclusión podríamos recordar las palabras de Pablo: “Marana-tha” (“ven Señor”) o “Maran-athá” (“el Señor viene”)2. Este grito esperanzador es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva, y que hoy

2 1 Co 16,22.

repetimos en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Ojala este Adviento no sea uno más sino un resonar renovado y esperanzado para vivien en Cristo estos momentos de Pandemia. “Maran-athá”.

BIBLIOGRAFIA - José Aldazábal, Enseñanme tus caminos 1. Adviento y

Navidad día tras día, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1995,1a. reimpresión 2006, 9-97.

- Rodolfo Puidollers, Año litúrgico, año catequético, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2015, 47-58.

- Jesús Castellano, El año litúrgico. Memorial de Cristo y mistagógica de la Iglesia, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 1994, 63-106.

- Josep Lligadas, Qué es el año litúrgico, Centro de Pastoral Litúrgica, Barcelona 2017, 15-29.

- Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra, Lectio divina para cada día. Volumen 1. Tiempo de Adviento, Edición Verbo Divino, Navarra 2005.

- Miguel Romero Taboado, Orar hoy con los salmos de siempre. Adviento – Navidad, Miguel Romero Taboado (Claretiano), Madrid 2006.

ANTÍFONAS Y CANTOS

Abendua Aldia 1.go domeka: 79. Salmoa

R/. Jau- na, zu- re on- gi-nahi- a e- ra- ku- tsi ei-gu-

zu, zu- re sal-ba-me-na e- moi- gu - zu.

Abendua Aldia 2. domeka: 84. Salmoa

R/. Jau- na, zu- re mai-ta-su- na e-ra- ku- tsi ei- gu-

zu, zu- re sal-ba-me-na e- moi- gu- zu.

Andra Maria, Sortzez Garbia: 97. Salmoa

R/. Kan-ta Jau-na - ri kan- tu ba - rri, e-

gin bait di - tu hain- bat ha- rri- ga - rri.

Abendua Aldia 3. domeka: Lk, 1

R/. Go- ra ta go - ra dau-kat bi-ho-tza nik_ kan-ta- ri,

go-

ra ta go - ra Jaun__ o- na - ri.

Abendua Aldia 4. domeka: 88. Salmoa

R/. Jau-na zu-re mai-ta__ su-na, a-bes-tu-ko dot___ be__ -ti- ren be -ti.

Jesusen Jaiotza, gau-erdiko meza: 95. Salmoa

R/. Gaur ja- io ja- ku Sal - ba - tzai- le - a Kris- to,

gu- re

Jaun e - ta Ja- be - a.

Jeusen Jaiotza, eguneko meza: 97. Salmoa

R/. I - ku - si da - be lur mu - ga da - nak

gu- re Jain-ko - a____- gan- di - ko ga- rai- pe - na.

R/. Ar-gi - ak ar-giz be-te gai-tu; Sal-batzaile bat sortu ja- ku.

Famili Santua: 127. Salmoa

R/. Jau-na - ren bil - dur dan gi - zo - na, be-ra

bai da - la do - ha - tsu - a.

Jainkoaren Ama: 66. Salmoa

A-ger-tu zu- re e- rru- ki- a, bedeinka, Jau- na, zure_he-rri- a. Jaunaren Agerkundea: 71. Salmoa

R/. I-ku-si da-be lur muga danak gu-re Jain-ko-a__-gandi- ko garaipe- na Jaunaren Bateoa: 28. Salmoa

R/. Be-re he-rri-a be-dein-ka-tu-ko dau ba-ke_emonez Jau- nak.

* * * Domingo 1º de Adviento: Salmo 79

R/. Se- ñor, Dios nues- tro, res- táu- ra-nos, que bri- lle tu

ros-tro_y nos sal - ve.

Domingo 2º de Adviento: Salmo 84

R/. Muéstranos, Se- ñor, tu mi- se- ri- cor- dia y

da- nos tu sal - va - ción.

Inmaculada Concepción: Salmo 97

R/. Can- tad al Se- ñor un cán-ti- co nue-vo,

por-que_ha he- cho ma-ra - vi_____- llas.

Domingo 3º de Adviento: Lc, 1

R/. Se_a - le- gra mi_es- pí- ri- tu en Dios, mi sal - va - dor.

Domingo 4º de Adviento: Salmo 88

R/. Can-ta- ré e- ter-na- men-te tus mi-se-ri-cor-dias, Se - ñor.

Navidad: misa de medianoche: Salmo 95

R/. Hoy nos ha na- ci-do_un Sal-va- dor: el Me- sí- as, el Se__- ñor. Navidad: misa del día: Salmo 97

R/. Los con- fi-nes de la tierra_han contemplado la vic-to-ria de nuestro Dios Sagrada Familia: Salmo 127

R/. Di- cho-sos los que temen al Se- ñor y si-guen sus ca- mi- nos.

María, Madre de Dios: Salmo 66

R/. El Se - ñor ben- di- ce_a su pue-blo con la paz.

Epifanía: Salmo 71

R/. Se postra-rán ante ti, Se- ñor, todos los pueblos de la tie-rra. Bautismo del Señor: Salmo 28

R/. El Se - ñor ben- di- ce_a su pue-blo con la paz.