adela cortina y la ciudadnia

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1 Juventud y Democracia Hacia un concepto ampliado de ciudadanía Alejandra Reyes Lizama Universidad de Chile Licenciada en Filosofía, Licenciada en Educación y Profesora de Filosofía, Postitulada en Educación en Valores. Universidad de Chile. Académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. En la actualidad se encuentra cursando el Programa de Magíster en Bioética en la misma Facultad.

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Page 1: Adela Cortina y La Ciudadnia

1

Juventud y Democracia Hacia un concepto ampliado de ciudadanía

Alejandra Reyes Lizama Universidad de Chile

Licenciada en Filosofía, Licenciada en Educación y Profesora de Filosofía, Postitulada en Educación en Valores. Universidad de Chile.

Académica del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

En la actualidad se encuentra cursando el Programa de Magíster en Bioética en la misma Facultad.

Page 2: Adela Cortina y La Ciudadnia

2

INTRODUCCIÓN

Un tema de preocupación permanente para las autoridades, pero sobre

todo en tiempos cercanos a elecciones, es el hecho de que un número

considerable de la población, fundamentalmente de jóvenes, no se inscribe en los

registros electorales, dando cuenta con ello de su distanciamiento creciente

respecto de la política. En efecto, datos entregados por el Servicio Electoral,

aportan evidencias que verifican este fenómeno, el mismo que en un nivel

simplemente intuitivo resulta también bastante reconocible.

En la primera sección de este estudio, se revisarán algunos datos

estadísticos que dan cuenta del decreciente grado de participación electoral de la

juventud en las últimas décadas. Se abordará también, de manera crítica, el hecho

de que la participación en los procesos electorales sea concebida usualmente

como el paradigma de la acción ciudadana. Puesto que, si bien es cierto, el

problema de una escasa participación de la juventud en estos términos resulta de

importancia por las consecuencias que de él se puedan derivar, quizá se lo ha

sobredimensionado al concebirlo como el acto principal o el único mediante el cual

las personas ejercen su ciudadanía.

Según veremos en la segunda sección, concebir el fenómeno electoral

como el eje de la actividad participativa y ciudadana –como suele hacerse en el

discurso cotidiano– menoscaba el concepto mismo de “ciudadanía” al reducirlo

fundamentalmente a este procedimiento eleccionario, cuando en realidad, el ser

ciudadano tiene múltiples facetas y no se agota en el voto. De modo que el objeto

de este apartado será explorar otras connotaciones que el ser ciudadano también

posee. Para ello, se revisará principalmente un texto de la filósofa española Adela

Cortina: “Ciudadanos del Mundo; Hacia una teoría de la ciudadanía” en donde se

recogen de una manera bastante esquemática y clarificadora, los distintos

sentidos que el concepto “ciudadanía” ha ido adquiriendo a lo largo de la historia.

De este panorámico recorrido nos interesará rescatar particularmente un tipo de

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3

ciudadanía: la ciudadanía civil. Pues, en virtud de algunas de sus notas peculiares,

se satisface, en buena medida, la búsqueda –que emprendemos en este ensayo–

de una mayor identificación de parte de la juventud con el ámbito público. Esto,

por cuanto apunta a una visión no tan legalista como subjetiva de la ciudadanía,

que interpela a los sujetos de una manera más personal, a diferencia de las otras

acepciones del concepto descritas por Cortina: ciudadanía jurídico-política, social

y económica, que tienden a mantener una visión más clásica del concepto de

ciudadanía y que interpela desde un ámbito institucional y normativo.

En la sección siguiente, luego de una breve exposición sobre la teoría de la

sociedad civil, esbozada desde el pensamiento comunitarista, como marco de

referencia para un concepto ampliado de ciudadanía, se verá en qué medida las

necesidades de la juventud apuntan más hacia una búsqueda de identidad

ciudadana, a partir de escenarios públicos no convencionales —lo que se

acercaría al modelo de ciudadanía civil mencionado anteriormente— y no tanto al

imperativo que las autoridades públicas promueven, vinculado al hecho exclusivo

de concurrir a los registros electorales. Desde aquí se comenzará a sostener la

hipótesis de que el problema central no es que los jóvenes se hayan desligado de

la sociedad y de sus conflictos —cuestión que aparentemente se manifestaría en

la no inscripción electoral— sino que, probablemente, los canales y vías de

participación que el grupo joven necesita específicamente, no han sido

suficientemente visualizados. Así, la exploración de la actividad propiamente

juvenil, su legitimación, y su estimulación, debiera ser preferentemente la línea a

seguir por las políticas públicas, la educación y la sociedad en general, para hacer

más partícipes a los jóvenes, en la construcción de la democracia.

Junto con señalar la necesidad de apertura de la ciudadanía a diversos

ámbitos o formas de la actividad social, veremos también cómo este fenómeno —

la ampliación del concepto de ciudadanía— está siendo parte del programa de

algunos sectores del gobierno que están orientando su mirada en esta misma

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4

dirección, formulando propuestas concretas para incentivar la participación juvenil

en ámbitos públicos no convencionales.

Luego, se aludirá al rol importante que cumple la escuela en la formación de

ciudadanía en los jóvenes. Se revisará su importancia como institución

socializadora y como fuente de estimulación de la juventud, que es lo que parece

estar faltando. También se explorará brevemente en qué medida se ha plasmado

en los currículos escolares el concepto de ciudadanía y apuntaremos a la idea del

consejo de curso, como una instancia peculiar dentro del diseño escolar, mediante

la cual la juventud cuenta con un espacio propio para sus necesidades

específicas, por lo cual podría ser un ámbito idóneo de aprendizaje y ejercicio de

la ciudadanía.

Finalmente se concluye señalando que las causas y posibles soluciones

para la desafección que reina en la juventud, están ligadas al modelo de

ciudadanía que pretendamos promover. Pero aún apropiándonos de la ampliación

del concepto propuesta; la ciudadanía civil, conviene intentar resolver el problema

no desde una sola perspectiva. Antes bien, parece decisivo enfrentar estas

cuestiones desde una mirada integrada, holística, formulando propuestas que

sean interdependientes entre el plano político y el educativo.

Page 5: Adela Cortina y La Ciudadnia

5

I. JÓVENES Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: ALGUNOS DATOS AL RESPECTO

Un distanciamiento creciente de los asuntos relativos al mundo político y

público parece ser la tónica general que caracteriza el comportamiento de la

juventud en su conjunto. Un hecho que podría conducir a la formulación de un

juicio de esta naturaleza es que una gran parte de la población juvenil no se

inscribe en los registros electorales. Y siendo la elección de representantes un

fenómeno esencial para legitimar los gobiernos democráticos, resulta preocupante

el alto porcentaje de jóvenes que se abstienen de ejercer este derecho ciudadano.

A partir de la siguiente tabla sobre la evolución de la inscripción electoral

desde el año 1988, puede obtenerse una idea de la cada vez más baja inscripción

de los jóvenes.

EVOLUCION DE LA INSCRIPCIÓN ELECTORAL POR GRUPOS ETAREOS, EN

PORCENTAJES 1988 – 20011

PROCESOS ELECCIONARIOS 18-19 años

20-24 años

25-29 años Total %

PLEBISCITO 1988 % 5,11 15,14 14,52 34,77 PRESIDENCIAL Y PARLAMENTARIAS 1989 % 2,59 14,72 14,85 32,16

ELECCIÓN CONCEJALES 1992 % 2,36 11,54 14,73 28,63

PRESIDENCIAL Y PARLAMENTARIAS 1993 % 2,66 10,35 14,24 27,25

ELECCIÓN CONCEJALES 1996 % 0,96 7,25 12,68 20,89

PARLAMENTARIAS 1997 % 0,81 6,60 11,59 19,00 PRESIDENCIAL 1999 % 0,76 4,24 9,67 14,67 ELECCIÓN CONCEJALES 2000 % 0,78 3,58 8,91 13,27

PARLAMENTARIAS 2001 % 0,52 3,25 7,86 11,63

1 www.servicioelectoral.cl, acceso en octubre 2004

Page 6: Adela Cortina y La Ciudadnia

6

Como se aprecia en la tabla, el porcentaje de jóvenes que se inscriben en

los registros electorales ha ido decreciendo considerablemente después de 1998,

año en que se generó la más alta tasa de inscripción juvenil. Este fenómeno se

debe a que en ese año se reabrieron los registros electorales, luego de haberse

mantenido cerrados durante casi todo el período de la dictadura militar. Resulta

evidente, que en ese momento, la población, incluidos los jóvenes, tenía un

profundo interés por ejercer su derecho a voto ya que para ello había un propósito

muy claro y concreto: retomar la senda de la democracia, mediante la elección

popular de sus representantes. El voto fue entonces, una posibilidad cierta de

decir “no” a un sistema de gobierno autoritario y acceder a un sistema de gobierno

democrático. Sin embargo hoy, que ya se disfruta de algunas virtudes de la

democracia, el instrumento voto ha ido perdiendo su fuerza y representatividad

para encarnar las aspiraciones de la población.

Por otra parte, para obtener una aproximación objetiva más general sobre el

estado actual de la relación entre juventud y política, podemos observar algunas

cifras que el gobierno ha proporcionado recientemente, a partir de un estudio

realizado con jóvenes de entre 15 y 29 años, de todo el país, el segundo semestre

del año 20032. La encuesta revela interesantes cuestiones relativas a las diversas

problemáticas propias de los jóvenes, pero dentro del plano político, llaman la

atención resultados como los que a continuación se señalan.

Sobre el grado de confianza que los jóvenes declaran tener hacia distintas

instituciones del sector público, existe una considerable deficiencia en lo que se

refiere al mundo político. Quienes más desconfianza suscitan son los diputados y

senadores, los partidos políticos, los alcaldes, el gobierno y los jueces. En tanto

que quienes gozan de mayor confianza entre la juventud son las instituciones de

educación, salud y la familia. Como se aprecia en la siguiente tabla, los partidos

políticos son los que generan menor confianza entre los jóvenes.

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7

Partidos Políticos Congreso Sistema

Judicial Gobierno Municipalidades

Medios de

comunic.

Iglesia Católica

Carabi-neros

Servicios Salud

Escuelas Liceos

Universi-dades Familia

8,9 18,4 20,3 33,7 40,9 52,1 53,2 57 63,7 80,5 81,6 96,9

Resulta interesante comentar que un estudio sobre Educación Cívica

realizado en varios países del mundo, indica que los estudiantes chilenos “tienen

una menor confianza en las instituciones públicas que los estudiantes de la

muestra internacional”.3

Respecto de las personas que representan estas instituciones, el panorama

es más o menos similar, salvo porque el Presidente de la República suscita mayor

confianza (45,8%) que la institución que representa (33,7%), y quienes cuentan

con mayor confianza, son los profesores (83,4%).

Con respecto a los partidos políticos la juventud manifiesta que estos no

representan las necesidades reales de los jóvenes; sólo un 12,3% se considera

representado en sus inquietudes por los partidos, en tanto que un 78,5 % de los

encuestados señaló que los políticos tienen poca preocupación por los jóvenes.4

Además, declaran en su mayoría (74%) no identificarse con ninguna agrupación

política (Concertación, Alianza por Chile, Independientes, etc).5 Tampoco

manifiestan mayor interés por participar en la actividad de los partidos políticos,

como lo muestran algunos resultados de la versión anterior de esta misma

2 INSTITUTO NACIONAL DE LA JUVENTUD, Cuarta Encuesta Nacional de Juventud. Centro de Documentación, Santiago, septiembre de 2004. 3 Este Estudio Internacional de Educación Cívica, realizado durante los años 1999-2000, fue coordinado por la International Association for the Evaluation of Educational Achievement (IEA). Los países que formaron parte del estudio fueron: Alemania, Australia, Bélgica, Bulgaria, Colombia, Chile, Chipre, Dinamarca, Eslovenia, Eslovaquia, Estados unidos, Estonia, Finlandia, Grecia, Hong Kong, Hungría, Inglaterra, Italia, Letonia, Lituania, Noruega, Polonia, Portugal, República Checa, Rumania, Federación Rusa, Suiza y Taiwán. Educación Cívica y el ejercicio de la ciudadanía. Los estudiantes chilenos en el Estudio Internacional de Educación Cívica. Santiago, Unidad de curriculum y Evaluación, Ministerio de Educación, Octubre 2003 4 INJUV Resultados preliminares Cuarta Encuesta Nacional de Juventud 2003, Doc. de trabajo Nº 5 Departamento de Estudios y Evaluación, Abril 2004 p. 4 . www.injuv.gob.cl 5 INJUV, Cuarta Encuesta... p. 61

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encuesta, aplicada el 2000. Un 88,7% declara no tener interés en participar, en

tanto que un 10,4% señala que sí le gustaría, y sólo un 0,9 lo hace de hecho6.

Como se deja ver, no es errado el diagnóstico que señala que la juventud

no participa masivamente en los procesos electorales y de cierto espacio público.

Más bien, estos datos hacen patente una realidad; que juventud y política se han

venido manifestando, hasta hoy, como términos antitéticos. Y esta situación es

realmente preocupante en tanto que el hecho de que la manifestación de las

personas y de lo que desean para su comunidad, se expresa primordialmente a

través del voto, constituye gran parte de lo que entendemos por democracia

(modelo de gobierno que reconocemos como el mejor posible dado el estado de la

moralidad de las sociedades contemporáneas).

Sin embargo, a pesar de lo patente del fenómeno mencionado, la

aseveración de que estamos en presencia de un estado generalizado de

desvinculación de parte de la juventud hacia la política y la participación

ciudadana, cuya manifestación más preocupante sería la no participación

electoral, sólo es posible si se ha tomado la noción de ciudadanía en un sentido

restringido. La idea de que los jóvenes están desvinculados explícitamente de la

cosa pública puede no necesariamente estar indicando un alejamiento irreversible

o una carencia en sí de la juventud. En efecto, ha habido un notable cambio en la

consideración que los jóvenes tienen de la democracia: en la tercera encuesta,

aplicada el 2000 un 51,2% de los jóvenes chilenos, es decir, algo más de la mitad,

consideró que la democracia es sólo una forma de gobierno como cualquiera otra.

La Cuarta encuesta, en cambio, demostró que la mayoría de los jóvenes (72,5%)

considera que la democracia es preferible a otro sistema de gobierno7, y casi la

totalidad de los encuestados piensa que Chile es un país democrático pero que

debe perfeccionarse. Señalan algunos que la sociedad chilena sería más

democrática si hubiera mayores oportunidades (48%) y menor desigualdad social

6 INJUV, Tercera Encuesta Nacional de Juventud, Informe ejecutivo final, Santiago, septiembre 2001, p.88 www.injuv.gob.cl 7 INJUV, Resultados preliminares Cuarta Encuesta …, p. 7-8

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9

(36%)8. De modo que la opinión frecuente de que existiría una suerte de

indiferencia o escepticismo generalizado de parte de la juventud, parece errar en

algunos sentidos, si asumimos que respuestas como estas son producto de una

reflexión y evaluación sobre la democracia por parte de los jóvenes, cuestión que

a su vez presupone un cierto grado de interés en estos temas.

Sobre estos datos volveremos más adelante. De momento, retomemos la

mirada que percibe un quiebre de carácter más bien pesimista entre juventud y

política. Esta perspectiva, arraiga en la idea difundida de que el modo esencial de

participación es la inscripción en los registros electorales y la elección de

determinados candidatos, así como la adhesión a ciertos partidos políticos. Si sólo

éste fuera el problema, podría resolverse rápidamente modificando el modelo de

inscripción en los registros electorales, que actualmente es voluntario, por un

modelo automático. Así, la inscripción no podría sino aumentar. Pero puesto que

la alteración del modelo en tal sentido exige –como se sugiere comúnmente– que

la votación comience a ser voluntaria, sería previsible que un grupo similar de

jóvenes que hoy no se inscriben, tampoco concurriría a las mesas de votación. Si

bien, esta modificación traería, a pesar de lo mencionado, importantes beneficios,

no subsana el problema de fondo que es aquel que dice relación con el grado de

adherencia a los valores de la democracia que las personas manifiestan sin

coerción.

Si intentamos, pues, responder a la cuestión de por qué los jóvenes no se

inscriben en los registros electorales, cabría preguntarse si este fenómeno

encuentra su raíz en la propia naturaleza de la juventud de nuestro tiempo o quizá

más bien en el planteamiento de las autoridades frente a este tema, que suelen

poner énfasis en una concepción de la participación ciudadana principalmente

entendida como participación electoral. “Hoy en día la ciudadanía, considerada en

sí misma, supone el desempeño de un papel básicamente pasivo: los ciudadanos

son espectadores que votan. Entre elecciones y elecciones los funcionarios les

8 INJUV, Cuarta Encuesta …, p. 58-59

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10

brindan un servicio mejor o peor.”9 De modo que el problema de la desconfianza y

la desconexión de la juventud, trasciende el problema de la no-participación

electoral.

Probablemente esta focalización en la participación electoral, que toma a la

parte por el todo, que pasa de la ciudadanía a lo específicamente electoral, tiene

su origen en el hecho de que la participación electoral de las personas es un

elemento determinante para legitimar los gobiernos y, en general, el poder político.

De no contar con un número considerable de electores y votantes, los procesos

pierden validez, como está sucediendo en algunos países de Europa, en donde la

población, por las razones que sea, ha ido abandonando paulatinamente su

participación en las elecciones10. De modo que los actores políticos ven en la no

participación un inminente peligro contra los sistemas de gobierno y la focalización

en la participación electoral en detrimento de la participación ciudadana en

general, podría deberse entonces a una motivación particular del poder político,

más que a un real interés por conocer las necesidades y preferencias de la

comunidad.

Si bien la participación electoral suele concebirse como el paradigma de la

participación ciudadana, por cuanto constituye un procedimiento clave como

fundamento de la democracia, no basta con ejercer este derecho, así como

tampoco sería exacto juzgar que la juventud está desligada de los asuntos

públicos, sólo porque no hay suficientes inscritos en los registros electorales,

como si este fenómeno fuera la manifestación de un desarraigo de lo público, o

una falta de interés connatural a la juventud. “La democracia no es sólo el acto

procedimental que permite cada cierto tiempo renovar autoridades […]”11

9 WALZER, Michael: Democracia y Sociedad civil: la idea de sociedad civil. Una vía de reconstrucción social. En DEL ÁGUILA, Rafael, VALLESPÍN, Fernando y otros: “La democracia en sus textos”. Alianza. Madrid. 1998. p. 385 10 Antecedentes sobre la participación electoral en Europa pueden encontrarse en International Institute for Democracy and Electoral Asistance. www.idea.int

Page 11: Adela Cortina y La Ciudadnia

11

Intentando explorar una salida optimista al panorama que se ha venido

describiendo, podemos formular desde ya una primera propuesta: que la

ciudadanía, la participación y la democracia no dependen tanto de la ley, como de

cuán cercanos estamos en cada uno de nosotros, en nuestras convicciones e

ideas de bien, con aquellos valores que están detrás de las leyes y que son

respetados por fuerza, gracias a la formulación del derecho positivo.

Rastrearemos entonces, un concepto ampliado de ciudadanía, que reconozca

diversas formas de ser ciudadano, que están antes de la ley, pero que se

encuentran en barbecho o no exploradas, precisamente porque no se valoran lo

suficiente. A continuación revisaremos, a partir de un texto de Adela Cortina,

diversos tipos de ciudadanía, de los cuales rescataremos un concepto de

ciudadanía que trascienda el mero factum de haber nacido en una nación, poseer

un carné de identidad o elegir representantes.

II. APROXIMACIÓN A UN CONCEPTO AMPLIADO DE CIUDADANÍA

Adela Cortina explora el concepto de ciudadanía introduciendo al comienzo

de su libro Ciudadanos del Mundo, hacia una teoría de la ciudadanía12 una

interesante y terrorífica novela acerca de un científico que quiso transformar

animales en hombres a partir de la “mentalización”. Es decir, la introducción de

ciertas leyes humanas en sus mentes, que debían repetir hasta saber de memoria

y conducir sus actos según aquellas. Por ejemplo, caminar en dos patas y comer

con decencia. Y en caso de transgredir las leyes, los “humanimales” eran

castigados con el látigo. Esta novela sirve como analogía de las leyes humanas

que los propios humanos debemos memorizar.

Sin embargo, así como los “humanimales” volvían cada cierto tiempo a sus

conductas animales, olvidando la ley, los humanos olvidamos a menudo que es

11 INSTITUTO NACIONAL DE LA JUVENTUD: Los jóvenes tienen derecho a una democracia de calidad, Centro de Documentación, Doc-8 2198, Santiago, 2002. p.5 12 CORTINA, Adela: Ciudadanos del mundo: hacia una teoría de la ciudadanía, Alianza. Madrid. 1999.

Page 12: Adela Cortina y La Ciudadnia

12

deseable respetar ciertas leyes que yacen ahí, en el derecho. Mas, este olvido

sólo es posible porque probablemente la ley nunca ha sido asimilada

verdaderamente. Así, cuando se acude a votar sólo porque de no hacerlo somos

multados, se pierde el real sentido de la democracia. Lo mismo sucede con todo

tipo de participación ciudadana que al no llevarse a cabo de manera voluntaria, va

perdiendo naturalidad, va perdiendo su sentido. No es posible asegurar el respeto

irrestricto a las leyes que tenemos por buenas si pretendemos “ ‘humanizar’ a las

personas sin buscar en ellas más elementos de sintonía que la repetición de la ley

y la amenaza de castigo social o legal”13

A continuación veremos que el concepto “ciudadanía” no es unívoco. Por el

contrario, en distintas épocas se lo ha concebido de maneras diversas, e incluso

en la actualidad muestra múltiples ángulos. Cortina reconoce una ciudadanía

política, social, económica, civil, multicultural y finalmente, cosmopolita. De modo

que la comprensión amplia que podamos lograr sobre este concepto, es el paso

necesario, primero para desmontar la idea frecuente de que ser ciudadano

consiste principalmente en elegir representantes y luego para examinar la

relevancia que tienen en sí mismas otras formas de participación, pero que de

hecho parecen no ser tomadas en cuenta al momento de plantear las políticas

públicas para la comunidad, y en nuestro caso específico, educativas, para los

jóvenes.

Ciudadanía política*

En primer término se presenta el concepto de “ciudadanía” como fue

concebido en la polis griega. El buen ciudadano es aquél que participa

activamente en los asuntos públicos. Esta raíz ateniense que concibe la

ciudadanía como participación en los asuntos públicos es el antecedente primero

13 Ibíd., p. 17-18 * Éste y los siguientes apartados siguen la misma secuencia que Cortina ha seguido en su libro. En algunos casos, los títulos varían levemente.

Page 13: Adela Cortina y La Ciudadnia

13

de lo que hoy se conoce como “participacionismo”**, esto es, que la comunidad

entera, es decir, los ciudadanos civiles tienen un espacio para tomar decisiones,

no tan sólo los especialistas. Un buen ciudadano es el que trabaja por una buena

polis, y mediante su participación busca el bien común.

Roma, mayor en extensión y en número de ciudadanos, estableció otro tipo

de ciudadanía. La que tiene que ver con la protección de los miembros de la

comunidad. La ley ya no interviene en la vida privada de los individuos, sino que la

protege. Se puede decir entonces, que el hombre entendido como “zoón politikón”

pasa a convertirse principalmente en “homo legalis”. y cabe entender la

ciudadanía como “un estatuto jurídico más que una exigencia de implicación

política, una base para reclamar derechos y no un vínculo que pide

responsabilidades.”14

Estas dos concepciones de la ciudadanía, una entendida como

participación política y la otra como pertenencia a una comunidad cuyas leyes

protegen los derechos individuales, cristalizan en lo que desde la modernidad ha

comenzado a llamarse Estado. Que en palabras de Cortina es una forma de

ordenamiento político cuya peculiaridad es la centralización del poder en un

territorio delimitado “y el ejercicio de la soberanía a través de técnicos”.15

Ciudadanía social.

Probablemente la ciudadanía social, como uno de los sentidos de

ciudadanía, es el que ha tenido más repercusión en el último tiempo. De acuerdo

con esta segunda definición, el ciudadano es aquel que además de poseer

derechos civiles y políticos, libertades individuales (liberalismo) y participación

política (republicanismo) respectivamente, cuenta con los derechos sociales

** Interesantes consideraciones sobre participacionismo y representacionismo se encuentran también en Cortina, A.: Ética sin Moral, cap. 9 y Ética aplicada y democracia Radical caps, 6 y 7. 14 CORTINA, Adela: Ob. Cit., p. 54 15 Ibíd. p. 57

Page 14: Adela Cortina y La Ciudadnia

14

llamados de segunda generación, tales como el derecho al trabajo, a la educación,

a una vivienda, a la salud, seguros de desempleo, pensiones de vejez, etc.

Acceder a estos beneficios es, ciertamente, un gran avance para la

identificación de las personas hacia su comunidad, para configurar una auténtica

ciudadanía. Pues como señala Cortina, “sólo puede sentirse parte de la sociedad

quien sabe que esa sociedad se preocupa activamente por su supervivencia y por

una supervivencia digna”.16 El garante de estos derechos es el Estado social de

derecho.

Ciudadanía Económica.

Si la ciudadanía social, entendida principalmente como posesión de ciertos

derechos en la ausencia de la obligación de participar en la vida pública es tildada

según algunos de “pasiva”, el modelo de ciudadanía económica aboga por una

ciudadanía activa, es decir, que no sólo sea depositaria de derechos, sino que

asuma también responsabilidades, lo cual exige o presupone, participación. Pero

para hablar de una auténtica ciudadanía económica es menester que la

participación civil en las decisiones de esta índole sea significativa. Donde

“significativa” quiere decir; una participación que se dé de hecho y que tenga

reales repercusiones en la toma de decisiones económicas.

Esta idea preliminar puede analizarse y afirmarse a la luz de dos corrientes

que han comenzado a establecerse por de pronto en el mundo europeo: la ética

del discurso aplicada a la empresa y a la economía por un lado, y “el “Stakeholder

capitalism” o “capital de los afectados” por la actividad empresarial, por otro.

Ambas teorías, en sus lenguajes respectivos; filosófico y económico, enfatizan en

que la acción económica involucra no sólo a los actores in situ, sino también a

todos los posibles afectados por la toma de decisiones en el terreno de la

16 Ibíd. p. 66-67

Page 15: Adela Cortina y La Ciudadnia

15

economía. Todos los afectados por decisiones económicas son así, ciudadanos

económicos.

Estos tres modelos de ciudadanía, descritos hasta aquí, tienen sus virtudes

pero también sus limitaciones pues no suscitan esa adherencia espontánea que

precisa hoy la actividad ciudadana. En el caso de la ciudadanía concebida

políticamente, el haber nacido en un Estado no implica necesariamente una

identificación de la comunidad con la ley. Y la idea –o ideal– de participacionismo

o es un mito o es impracticable, dado el nivel de moralidad de nuestra población o

sencillamente por el desarrollo demográfico de las sociedades contemporáneas.

Por lo que respecta a la ciudadanía social, el Estado social de derecho se

ha manifestado históricamente como un Estado de bienestar, que se caracteriza

básicamente porque –como sugiere Cortina– reconoce y protege derechos que

hoy nos parecen irrenunciables, pero a costa de convertirse en un Estado

paternalista que pone el acento principalmente en los derechos, de las personas,

dejando un poco de lado los deberes que también les caben.

Del mismo modo, es claro que en el momento presente la ciudadanía

económica no ofrece los derechos ni el respeto a todos los afectados que las

teorías mencionadas proponen.

Ciudadanía civil.

Pero, ante la insuficiencia de estos modos de la ciudadanía, encontramos

una cuarta ciudadanía que es la ciudadanía civil. Que aparece tan pronto

comprendemos que el sujeto no es sólo un sujeto de derechos de primera y

segunda generación (ciudadanía política y social), sino también y mucho antes, un

miembro que pertenece a una comunidad, que se identifica con algunos de sus

Page 16: Adela Cortina y La Ciudadnia

16

aspectos. “Somos sociables por naturaleza, y lo éramos antes de convertirnos en

seres políticos o económicos.” 17

En efecto, además de la pertenencia económica, política, social, hay otra

necesaria para conformar esa ciudadanía por adhesión voluntaria, autónoma, que

es la que nos convoca desde la sociedad en su conjunto y sus diversas

instituciones que no son ni políticas ni económicas principalmente, sino civiles,

partiendo por la familia, el colegio, la iglesia, el equipo de fútbol, los vecinos, la

etnia, los medios de comunicación, etc. Todas ellas constituyen un entramado que

es la base de la socialización de cada individuo y que desde los 80 ha comenzado

a ser objeto de un renovado interés, por parte de diversos teóricos, especialmente,

los filósofos comunitaristas.

“Con las palabras “sociedad civil” se hace referencia tanto al espacio

cubierto por asociaciones humanas no coercitivas como a la red de relaciones

creadas para la defensa de la familia, la fe, los intereses o las ideologías que

cubren este espacio”18

A diferencia de la obligación de votar o amar una bandera, que son

cuestiones ajenas a las necesidades “naturales” –por así decirlo–, toda vez que el

individuo no ha asimilado los otros modos de ciudadanía mencionados

anteriormente en la configuración personal de sí mismo como miembro de una

comunidad, esta perspectiva enfatiza mucho más en una dimensión subjetiva de

ciudadanía que tiene como base, el hecho natural e innegable de pertenecer a un

grupo. La pertenencia, la identificación con una cultura determinada, resultan así,

aspectos mucho más atractivos para la configuración de una ciudadanía auténtica.

Cortina ha sostenido a lo largo de su relato de manera más o menos

implícita, que el tipo de ciudadanía que le parece más deseable es una ciudadanía

espontánea, natural, sanguínea, subjetiva. Con “espontánea” y “natural” se quiere 17 WALZER, Michael: Ob. Cit., p. 384

Page 17: Adela Cortina y La Ciudadnia

17

decir que no sea un artificio del Estado sino que esté allí antes que él, tal como la

lengua y las costumbres lo están. Con “sanguíneo” y “subjetivo” se alude a que la

adhesión a la ciudadanía sea desde dentro de cada individuo, desde su

emocionar. Porque a partir de Kant nos hemos acostumbrado a pensar que lo

bueno desde el punto de vista moral es lo malo respecto de la dimensión del

deseo. En efecto, para el filósofo la felicidad no puede ser nunca un principio

moral, ya que pertenece al terreno de la subjetividad y por tanto carece de la

universalidad necesaria para la ética. Pero como hemos visto, el formalismo

kantiano parece insuficiente para el concepto de ciudadanía que demanda la

democracia hoy.

Ciudadanía Intercultural y Cosmopolita Hemos venido revisando diversos conceptos de ciudadanía que satisfacen

en mayor o menor grado las necesidades de una ciudadanía efectiva, actual. Por

otra parte, Cortina piensa que si lo que buscamos es una teoría de la ciudadanía

que sea capaz de congregar a la población y hacerles a los individuos sentirse y

saberse plenamente ciudadanos, entonces es preciso reconocer y evaluar un

hecho que en nuestros tiempos crece de manera ingente, y que desde hace

algunas décadas ha venido manifestándose a tal punto que hoy nuestras

sociedades pueden identificarse esencialmente con ello; se trata del

multiculturalismo.

Diversas concepciones del mundo; etnias, religiones, lenguas, conviven en

un mismo territorio. Debido a esto, es necesario reconocer que no existe una

interpretación unívoca de la realidad con la cual deban estar de acuerdo todas las

personas, sino más bien existe una pluralidad de interpretaciones, algunas con

grados considerables de validez. Pero el pluralismo que constituye a la ciudadanía

multicultural no apunta a una coexistencia indiferente de las diversas culturas, sino

más bien a una comunicación intercultural que es la base del reconocimiento y del

18 Ibíd. p. 376

Page 18: Adela Cortina y La Ciudadnia

18

respeto de unos hacia otros. Comunicación que además debiera propiciar el

entendimiento y el acuerdo sobre valores mínimos que a pesar de las diferencias

pudieran valer universalmente. Cortina propone pues, una ciudadanía que

consista en el reconocimiento legal y emocional de unos hacia otros en su

diversidad, dentro de cada nación. Pero también entre distintas naciones, teniendo

como base la idea de que a pesar de nuestras diferencias, hay algo que todos

tenemos en común, un grupo con el cual todos nos sentimos identificados: el de

los humanos. De ahí que pueda también hablarse de una ciudadanía cosmopolita.

IV. ARGUMENTOS PARA UNA CIUDADANÍA COMO PERTENENCIA.

Hasta aquí se ha venido tratando de acceder a un concepto ampliado de

ciudadanía, en el entendido de que en la actualidad la “ciudadanía” concebida

como un conjunto de derechos reconocidos a los individuos, se muestra

insuficiente. Y esta insuficiencia la hemos descubierto en el estado actual de la

relación entre juventud y política, términos que parecían –de buenas a primeras–

ser incompatibles. Pero hemos sugerido también, que a partir de una ampliación

del concepto hacia la ciudadanía civil, esta dicotomía podría ir sintetizándose.

Un interesante argumento podemos comentar a favor de una ciudadanía

concebida como pertenencia, apoyado en las teorías comunitaristas aludidas en el

apartado sobre ciudadanía civil. Este argumento, se sitúa en el seno de una

importante discusión contemporánea del terreno de la filosofía política. Con

respecto a en qué clase de sistema político es donde puede realizarse mejor una

vida buena, discrepan liberales y comunitarios, principales teóricos que conforman

este debate. En términos generales, los primeros proponen como el mejor modelo

para cultivar una vida buena, aquél que permite total libertad a los individuos para

desarrollar sus proyectos de vida (ciudadanía política en su sentido liberal). Este

modelo, tiene su principal idea fuerza puesta en la economía. De modo que su

propuesta sería la reducción de la intervención estatal a un mínimo en los asuntos

económicos, con el fin de potenciar un mercado libre, y salvaguardar la autonomía

Page 19: Adela Cortina y La Ciudadnia

19

de los sujetos, para que puedan por sí mismos procurarse una vida buena. Sin

embargo, por más que la autonomía de los sujetos es un valor apreciable más o

menos universalmente, a este modelo le es inherente otro disvalor no menos

reconocido universalmente como tal: la desigualdad.

Por lo que respecta al comunitarismo, este sostiene, en términos generales,

que la vida buena puede realizarse con mayor propiedad no obteniendo libertad e

independencia como individuo, sino formando parte de una comunidad. Una

comunidad, que como antes aludimos, existe, y por ello nos interpela, antes que el

Estado, antes que la ley; la comunidad a la que pertenecemos naturalmente,

desde que nacemos. Y en sus múltiples organizaciones, es donde empezamos a

establecer vínculos y compromisos a partir de los cuales vamos ejercitando

nuestro ser ciudadanos.

“En las organizaciones voluntarias de la sociedad civil –Iglesias, familias,

sindicatos, asociaciones étnicas, cooperativas, grupos de protección del medio

ambiente, asociaciones de vecinos, grupos de apoyo a las mujeres,

organizaciones de beneficencia– es donde aprendemos las virtudes del

compromiso mutuo”19. Acerca de por qué estas asociaciones suscitan mayor

adhesión es probablemente porque la cohesión que ejercen es de índole más

emocional que legal. Así, aquel que falta a un compromiso, no paga una multa ni

va a la cárcel, pero recibe la desaprobación de los amigos, familiares,

compañeros. Lo que en términos afectivos, resulta mucho más frustrante que el

castigo impuesto desde fuera, por una ley que le es más o menos ajena. Y por el

contrario, la aprobación que resulta de cumplir satisfactoriamente los

compromisos, es un estímulo para seguir actuando. Es en este terreno pues,

donde “interiorizamos la idea de responsabilidad personal y compromiso mutuo, y

aprendemos el autocontrol voluntario que es esencial para una ciudadanía

verdaderamente responsable.”20 En la sociedad civil es donde se cultiva la

ciudadanía. Resulta entotonces que –sin descontar la importancia de algunas 19 KYMLICKA, Will: El Retorno del ciudadano, en Revista La Política, Paidós. Barcelona. 1997. p.17

Page 20: Adela Cortina y La Ciudadnia

20

facetas del liberalismo–, el “concepto de ciudadanía está íntimamente ligado, por

un lado, a la idea de derechos individuales y, por el otro, a la noción de vínculo

con una comunidad particular.”21

Algunas objeciones se han formulado a este énfasis en la sociedad civil

como fuente de aprendizaje para la ciudadanía22. Por ejemplo, que el fin principal

por el que las personas se reúnen en colectividades no es siempre el de educar en

valores ciudadanos. Por el contrario, la pertenencia a una iglesia podría fomentar

la intolerancia religiosa o el pertenecer a una familia puede conllevar el

aprendizaje de la dominación del hombre sobre la mujer, o en fin, en otro tipo de

asociaciones puede fomentarse la sumisión a la autoridad. Por eso es que en

este artículo se propone como una de las instituciones principales de la sociedad

civil como centro de cultivo de la ciudadanía, la escuela, en donde se da una

intención explícita de educar en ciudadanía. En la siguiente sección abordaremos

este tema, pero de momento señalemos que algunos teóricos de las virtudes

liberales23 apuntan al sistema educativo más que a otras instituciones que operan

desde “el discurso privado y el respeto a la autoridad” para desarrollar ciertos

valores ciudadanos.24

Hemos visto que en las sociedades contemporáneas que se pretendan

democráticas, es indispensable una visión de pertenencia y contexto, como la que

estamos proponiendo. Pero este argumento es igualmente válido para cualquier

persona/habitante de la comunidad. Lo que nos interesa, por el contrario, es la

adhesión específica –y que parece ser un punto aparte–, de la juventud. Y en este

sentido es que merece la pena considerar nuevamente algunos resultados de la

última encuesta sobre juventud, para ver en qué medida, la caracterización actual

20 Ibíd. p.18 21 Ibíd. p.5 22 Ibíd. p.18 23 Teóricos de corte liberal que a pesar de ello, han indagado y puesto énfasis en la importancia de la virtud cívica. Amy Gutmann, Stephen Macedo, William Galston. Éste último rescata principalmente el cuestionamiento hacia la autoridad y la voluntad de involucrarse en los asuntos públicos. Kymlicka, Ob. Cit. p.20. 24 KYMLICKA, Will: Ob. Cit. p. 21

Page 21: Adela Cortina y La Ciudadnia

21

de la juventud exige, más que ningún otro sector de la sociedad, una concepción

de la ciudadanía como la recién esbozada.

Si bien los jóvenes declaran en su mayoría (77%) no participar de ninguna

organización política, un importante porcentaje (47,8%) afirma participar en otro

tipo de organizaciones y otro tanto (28,7%) ha participado alguna vez.25 De modo

que la escasa participación electoral no constituye un indicador claro de que la

juventud no participe de la vida pública. La juventud ocupa otros ámbitos de

participación y asociaciones diferentes de los que se consideran propiamente

eficientes para los propósitos del mundo político adulto. Los jóvenes parecen

verse interpelados por situaciones particulares que les atañen directamente que

tienen que ver con problemáticas sociales más que con los problemas de política

globales. A modo de ejemplo, recordemos las importantes manifestaciones que los

estudiantes llevaron a cabo el 2001 cuando su pase escolar para la locomoción

colectiva fue gestionado disfuncionalmente. Esta concentración en los problemas

particulares, a los que se orientan los jóvenes, tiene su origen en el hecho de que

cada vez más nuestra sociedad se concentra en el bienestar del individuo,

consecuencia del liberalismo predominante. Pero también, el colectivo juvenil ha

ido cobrando cada vez más fuerza e independencia en cuanto a estilos,

orientaciones, intereses, etc. “Una (micro) cultura autogestionada parece

corresponder a una “subjetividad expandida” donde los jóvenes afirman su

autonomía y responsabilidad, lo cual daría origen a formas no políticas ni

ideológicas de constituirse como actor social” 26

Observemos también que de los jóvenes que aún inscritos no volverían a

inscribirse, las razones principales son similares a las de los jóvenes que no se

han inscrito: no les interesa la política (50%), se sienten decepcionados de la

oferta política (36.5%). La desconfianza (9,5%), poca motivación (11,1%) y

desilusión por los actores y la política en general (15,9%) son los sentimientos

generalizados de quienes han ido perdiendo el interés por ejercer su derecho

25 INJUV, Resultados preliminares Cuarta Encuesta…, p. 9 26 INJUV, Cuarta Encuesta…, p. 51

Page 22: Adela Cortina y La Ciudadnia

22

electoral, pues de hecho al momento de inscribirse estaban interesados. De modo

que “se trata de un desencanto con la oferta política más que con un desinterés en

los asuntos públicos”.27

Por otra parte, el descrédito en que parece haber caído la política (agentes

e instituciones), aumenta en la misma medida en que crece la credibilidad en la

democracia y los valores democráticos. Recordemos que en la Tercera Encuesta

casi la mitad de los entrevistados declaraban considerar la democracia como un

sistema de gobierno más, en tanto que la Cuarta Encuesta, muestra que un 72,5%

piensa que es mejor que otros sistemas. Además un 79% considera que Chile es

un país democrático, pero de estos, un 55% piensa que requiere perfeccionare.

Como ya mencionamos, estas opiniones tienen implícito un sustrato de reflexión

crítica que reafirma nuestra idea de que la juventud no padece una indiferencia

hacia los temas públicos, sino más bien un rechazo hacia sus representantes.

Finalmente, La Evaluación Internacional a la que aludimos anteriormente,

que en su formato distingue entre una ciudadanía convencional (política, en el

sentido restringido del término) y una ciudadanía civil, señala en sus resultados

que los estudiantes chilenos valoraron principalmente este segundo tipo de

ciudadanía y sugiere además que “esto puede deberse a que las actividades que

contempla esta dimensión de la ciudadanía son más cercanas o más interesantes

para los estudiantes”.28

Según lo revisado, y adhiriendo al informe de la cuarta encuesta nacional, la

concepción tradicional que tenemos de los jóvenes como individuos prácticamente

invisibles que están desligados de la cosa pública es inexacta o sencillamente

falsa. Los jóvenes sí participan, pero, a través de “estructuras informales, […] que

reorganizan la vida y la acción colectiva”29 inaugurando canales innovadores de

participación, distintos de los institucionales. Estos canales alternativos pueden ir

27 Ibíd., p. 66 28 Ministerio de Educación: Educación Cívica y el ejercicio de la ciudadanía. Santiago, 2003 29 INJUV: Los jóvenes tienen derecho...,

Page 23: Adela Cortina y La Ciudadnia

23

legitimándose y estimulándose, como formas efectivas de participación. Si bien no

como participación “política” en el sentido tradicional de la palabra que relega esta

actividad a las acciones ejercidas dentro del ámbito de las instituciones del

Estado, sí como una participación en donde los actores cumplen importantes

funciones sociales y de esa manera refuerzan la democracia.

“Lo que antes veíamos como alejamiento de la política, ahora puede verse

como abandono de una forma institucional de hacer política y posible

descubrimiento de ‘una nueva dimensión de lo político’, más contradictoria y

ambivalente, pero más cercana a los intereses del individuo reflexivo” 30

De modo que, además de la ciudadanía política, social y económica,

deberíamos potenciar esta ampliación hacia la ciudadanía civil que facilita la

integración espontánea y libre de coacciones a las organizaciones y asociaciones

civiles, porque constituyen una plataforma indiscutible para la participación

ciudadana efectiva.

“Esta participación activa y eminentemente juvenil y heterogénea […], no

corresponde con la imagen pública que la sociedad chilena tiene de su juventud.

En otras palabras, los jóvenes sí participan, pero lo hacen en formas que aún no

son reconocidas cómo validas. En este sentido, esta participación social exige ser

reconocida y visibilizada”.31

Esta visualización de la participación juvenil podría materializarse desde

diversos ángulos. A modo de ejemplo, para explorar uno de ellos, hemos revisado

un informe del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), documento que parte de

la observación de que en Chile no existe un “sujeto de derecho específicamente

30 BENEDICTO, Jorge y MORÁN, María Luz: La construcción de una ciudadanía activa entre los jóvenes, Instituto de la Juventud, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2002. 31 INJUV: Resultados Preliminares Cuanta Encuesta… p.19

Page 24: Adela Cortina y La Ciudadnia

24

joven”, lo cual dificulta la elaboración y mantenimiento de iniciativas destinadas a

este sector de la población.32

Reconociendo que la participación juvenil gira principalmente en torno del

deporte, la religión y actividades de recreación, el documento propone en primer

lugar una “Ley de fomento a las organizaciones juveniles” que sea la base para el

reconocimiento formal de las asociaciones los jóvenes y otorgue respaldo a sus

nuevas iniciativas.

En segundo término, puesto que el informe mencionado reconoce que el

comportamiento electoral, es decir, si las personas se sienten o no motivadas para

ejercer su derecho, depende de cómo esté planteado el sistema electoral, se

sugiere una reformulación del sistema electoral actual, que dé a los jóvenes la

certeza de que su voto tiene una real repercusión como fuente de manifestación y

de cambio. Para ello es necesario que el binominalismo que privilegia siempre a

los partidos más grandes, deje paso a un sistema que permita también que las

minorías sean representadas. Además, se espera superar las desigualdades en

los procesos electorales, que se generan porque el mayor número de inscritos se

encuentra en los sectores socioeconómicos medio y alto. Para ello se piensa en la

inscripción automática de los jóvenes que cumplen 18 años y un “voto vinculante”;

es decir, obligatorio, pero transitoriamente. Además se propone transparencia en

la actividad política, reconocer el voto en el extranjero y que los jóvenes

procesados por delitos no pierdan su calidad de ciudadanos, sino que se les

suspenda momentáneamente.

Si bien partimos este recorrido con unos datos muy poco alentadores sobre

la participación política de la juventud, dijimos también que un concepto ampliado

de ciudadanía, podría ayudarnos a superar este desolador panorama. Si

recogemos en la definición del concepto ciertas notas que amplían su

comprensión, tales como la dimensión civil que reconoce la importancia de la

32 INJUV: Los jóvenes tienen derecho….

Page 25: Adela Cortina y La Ciudadnia

25

participación no institucional, el reconocimiento eventual del joven como un sujeto

específico de derechos, la creación de espacios físicos de reunión para los

jóvenes y la potenciación de los ya existentes, entonces tal vez la inicial dicotomía

entre juventud y política pueda ir desvaneciéndose.

Esta propuesta revisada someramente a modo de ejemplo de una iniciativa

de para rehabilitar la relación entre la juventud y el ámbito público, atribuye

principalmente a la política y los mecanismos legales que actualmente sustentan

nuestros procesos democráticos, la tarea de impulsar un cambio que revista una

mayor identificación entre jóvenes y política. Sin descartar la importancia de los

impulsos de esta naturaleza, que ponen énfasis en el carácter “vinculante” de los

proyectos propuestos, pensamos que no pueden estar disociados de una

preparación para la comprensión, valoración y asimilación de estos mecanismos,

desde otro lugar privilegiado para profundizar en estos temas, y que estimule

aquella subjetividad de la que hemos venido hablando. Porque parece que de esta

subjetividad dependen los auténticos procesos democráticos. Este lugar

privilegiado sería la Escuela.

IV. ESCUELA Y CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA

La escuela cumple un rol socializador en dos esferas. En una, por cuanto

nos enseña y –de alguna manera– obliga a asumir como buenas ciertas normas

establecidas por la sociedad, pero por otra parte, es una buena instancia –la

menos evidente– para aprender a tener por buenas esas leyes y esto sólo es

posible una vez que se ha entendido su necesidad y su justicia, desde la

perspectiva de la razón y del sentimiento. Como dice A. Cortina, la idea es que

germine un compromiso subjetivo, emocional con la norma, además de la

perspectiva kantiana puramente deontológica del respeto a la norma por deber. Y

como es evidente, un modo de atender a los valores no sólo desde la racionalidad,

Page 26: Adela Cortina y La Ciudadnia

26

sino también desde el sentimiento es practicándolos, apreciándolos, viviendo su

necesidad y su valor.

“Para llegar a vivir útilmente en la colectividad nacional, es preciso empezar

por aprender a vivir en la colectividad del colejio, habituándose a prestar sus

servicios i aún a aceptar sacrificios personales.” 33

El aprendizaje de la ciudadanía, como un proceso dinámico, plural y

multiforme precisa la integración de dos elementos: uno formativo que provea a

los alumnos de conocimientos, valores, competencias ciudadanas y otro elemento

práctico a través del cual “los jóvenes ensayan, negocian, construyen nuevos

significados y nuevas formas de ciudadanía”34 La práctica de los valores que nos

parecen buenos, es un modelo para su asimilación personal y su aceptación

racional.

Por otra parte, como se señaló anteriormente, los representantes que

configuran el mundo político (instituciones y personas) han perdido credibilidad

entre la juventud, pero en cambio, ésta mantiene o incluso ha aumentado su

confianza en la democracia y ha demostrado también suficiente cohesión al

organizarse y manifestar su descontento cuando le parece que vive alguna

situación de injusticia. Estas manifestaciones nos dejan una sensación optimista

de que la juventud está presente y las principales causas de su desafección

radican en la oferta deficiente de la política, antes que en una condición

desinteresada propia de la juventud. Además, este descontento generalizado

presenta una faz positiva, ya que pudiera ser la base para la formación de

ciudadanos críticos, la base para la estimulación de los jóvenes a involucrarse en

sus propios procesos y en los procesos que les atañen en tanto miembros de una 33 AGUIRRE CERDA, Pedro: Circular Nº 88, 19 de febrero de 1918. Ministerio de Instrucción Pública, Santiago. Citado en CASTRO, Eduardo y NORDENFLYCHT, María Eugenia: El consejo de curso y el rol del profesor jefe en la construcción de una ciudadanía activa, Ediciones SM Chile. Santiago. 1999.

Page 27: Adela Cortina y La Ciudadnia

27

comunidad. Señalamos al final de la sección anterior, que algunos teóricos de la

ciudadanía rescatan el valor que la escuela tiene en cuanto un lugar preeminente

en donde los jóvenes tienen la posibilidad de desarrollar un razonamiento crítico y

un sentido moral acorde con las necesidades de una sociedad democrática. Los

jóvenes –es tarea de la escuela– deben aprender a pensar críticamente respecto

de la sociedad, pero con un creciente grado de responsabilidad hacia ella.35

Recordemos que en la ciudadanía que hemos venido descubriendo son tan

importantes los derechos, como los deberes de los que las personas son sujetos.

De modo que la tarea de la escuela, será la formación de ciudadanos, no sólo

conocedores de la ley y que sepan repetir de memoria los Derechos Humanos,

como los “humanimales”, sino que sean individuos “capaces de observar la

realidad de manera crítica y desarrollar un discernimiento moral autónomo”.36 Es

necesario hacer manifiesto que los ciudadanos son constructores de la

democracia, no sólo espectadores pasivos que ven desfilar ante sí los procesos

sociales con cierto grado de complacencia.

Sobre la importancia de la escuela para la formación ciudadana, habría que

recordar además, que, como se vio al comienzo, son los profesores –dentro de los

actores del sector público– los que gozan de mayor confianza y prestigio. De

modo que éste es un antecedente que el magisterio debiera tener en cuenta como

un elemento a su favor, cuando se trata de establecer con los jóvenes, vínculos

más estrechos que aquellos que pudieran establecer los otros tipos de autoridades

e instituciones.

Aproximándonos entonces, a la ciudadanía en el curriculum, podríamos

decir que las instituciones escolares han asumido desde antaño la importancia que

tiene educar en ciudadanía. Esto lo demuestran los programas del Mineduc que 34 BENEDICTO, Jorge y MORÁN, María Luz: Aprendiendo a ser ciudadanos. Experiencias sociales y construcción de la ciudadanía entre los jóvenes. Cap. 2 Los jóvenes, ¿Ciudadanos en proyecto? Instituto de la Juventud, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2003. 35 GUTMANN, Amy: Democratic Education, 1987 citado en KYMLICKA: Ob. Cit. p. 21

Page 28: Adela Cortina y La Ciudadnia

28

han venido incorporando estas temáticas. Sin embargo, hasta hace poco los

tópicos sobre ciudadanía eran abordados como parte de la clase de “educación

cívica” como una materia más, que se enseñaba de manera más o menos

directiva y memorística. Por cierto, la cuestión en el plano educativo ha ido

cambiando y un giro distinto se está imprimiendo en los programas y –es de

esperar también– en las salas de clases.

En la década de los 90, interesantes reflexiones de nivel internacional37

marcan un nuevo rumbo para la educación, que apunta a una comprensión del

alumno como un sujeto más autónomo y capaz de construir su propio aprendizaje

y también a una educación que comienza a focalizar más en aspectos de orden

valorativo y de formación de otras habilidades, además de la adquisición de

conocimientos de determinadas disciplinas. Concretamente, en 1998 el currículo

chileno experimenta una valiosa modificación al incorporarse en los planes, los

Objetivos Fundamentales Transversales (OFT) de la Educación. Esto es, todos

aquellos tópicos, actitudes, valores, etc, que apuntan a las finalidades generales

de la enseñanza: a la formación de la persona en el plano personal, intelectual,

moral y social, abarcando así un radio mucho más amplio en la formación del

individuo. Estos objetivos se trabajan no en una asignatura determinada, sino a lo

largo de todo el proceso educativo de los jóvenes, con una metodología más

participativa y responden a necesidades educativas que nuestra sociedad le

plantea a la educación actual, precisamente debido al surgimiento de singulares

problemáticas propias de nuestro mundo contemporáneo global, tecnologizado,

relativista, heterogéneo, multicultural, etc.

Más allá de las clases de Educación cívica, en donde la ciudadanía es

abordada desde un plano más bien teórico, sobre todo después de que durante 36 ÁGUILA, Ernesto: Participación estudiantil y construcción de ciudadanía democrática, en Revista Pensamiento educativo Vol. 22, Santiago, Facultad de Educación, Universidad Católica, 1998. p. 252 37 Algunos importantes acontecimientos que anteceden a estos procesos de cambio en nuestro currículo chileno, son la Declaración Mundial sobre Educación para Todos. (Jomtien, Tailandia,

Page 29: Adela Cortina y La Ciudadnia

29

muchos años, en el horizonte de un régimen autoritario, las clases se vieron

orientadas a la entrega de información sobre “el orden constitucional y cívico del

país y la formación de hábitos de adaptación social”38, resulta favorable que la

educación en ciudadanía haya comenzado a disponer de una base curricular

independiente de las asignaturas tradicionales. De modo que es a partir de este

giro transversal, que emerge un sustrato propicio –al menos teóricamente– para

trabajar temas como Ciudadanía, Sexualidad, Medio ambiente, etc. Sin embargo,

esta iniciativa se ha venido materializando con dificultad ya que el cómo y cuándo

trabajar estos objetivos, no se ha señalado con suficiente claridad.

Ante esto, y recogiendo los interesantes aportes de algunos

investigadores39, proponemos el Consejo de Curso como la instancia prima no

sólo para conocer la ciudadanía, sino para ejercerla. Se trata de un espacio-

tiempo específico diseñado para debatir y reflexionar sobre las necesidades

propias de los alumnos, más allá de las cuestiones disciplinarias. Constituye

además una instancia idónea para ejercer la ciudadanía, pues en un grupo

pequeño pueden darse, de mejor manera, algunos de los elementos claves de la

democracia, por ejemplo, la elección por mayorías, la representación directa, la

resolución de conflictos mediante el diálogo, las consultas populares, etc. En un

escenario como éste, todos y cada uno de los individuos tiene derecho y

oportunidad para expresarse. También en grupos pequeños, es evidente la

posibilidad de que, aún respetando los intereses de las mayorías, sea posible

atender a las excepciones o casos particulares y a las necesidades de los

individuos en tanto tales. Posibilidad que en las democracias de gran envergadura

parece diluirse entre otras cosas, por el número de participantes. Algunos trabajos

han hecho ver, también, la importancia del Consejo de Curso en la construcción

de la personalidad moral de los alumnos, mediante la “construcción crítica y

1990), El Informe Delors, (Delors, 1996) y La Comisión Nacional para la Modernización de la Educación (Chile, 1995) 38 CASTRO, Eduardo y NORDENFLYCHT, María Eugenia: El consejo de curso y el rol del profesor jefe en la construcción de una ciudadanía activa. Ediciones SM Chile. Santiago. 1999. p.10 39 Ibíd.

Page 30: Adela Cortina y La Ciudadnia

30

autónoma de las normas y formas de convivencia y en el desarrollo de un espíritu

cooperativo, solidario y de adhesión al grupo”.40

Sin embargo, el Consejo de Curso tiene que compartir su horario con las

actividades de Orientación, que no dispone de un tiempo específico para

trabajarse. Además, existen “indicaciones difusas en el marco curricular, que no

facilitan en los docentes el sentido de formación ciudadana que este espacio

podría tener”41 Asimismo, si bien el texto de los OFT explicita que uno de sus

objetivos es desarrollar una actitud que les permita a los alumnos “comprender y

participar activamente como ciudadanos, en el cuidado y reforzamiento de la

identidad nacional y la integración social […]”42, su tratamiento es bastante

reducido y no queda claro si habría un tipo específico de ciudadanía que se

quisiera potenciar*. Proponemos entonces, un concepto ampliado de ciudadanía

del cual la escuela debiera hacerse cargo, que distinga entre conociminetos más

asociadas a la participación formal, convencional en política (propios de la

Educación Cívica) y otras actividades orientadas al fortalecimiento de la sociedad

civil que pudieran potenciarse en los espacios transversales de la educación. Nos

parece necesario estimular mucho más este segundo modelo de ciudadanía, así

como su trabajo transversal principalmente en el consejo de curso, pues

favorecería la conexión de los jóvenes y la democracia en tanto que posibilita la

alteración de espacios en donde suelen imponerse modelos más o menos

autoritarios que tienden a negar las peculiaridades de la juventud, por otros donde

los estudiantes son los protagonistas de sus propios procesos.

V. NOTAS FINALES.

40 ÁGUILA, Ernesto: Ob. Cit. P.253 41 EGAÑA, M. Loreto, Reflexiones finales sobre el estudio: “Reforma educativa y objetivos fundamentales transversales, los dilemas de la innovación” Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación, Santiago, 2004. www.piie.cl 42 Ministerio de Educación: Objetivos Fundamentales y Contenidos mínimos obligatorios de la Educación media. Santiago,1998 * Una descripción más detallada de algunos de los problemas que enfrenta la educación en Ciudadanía se encuentra en el texto citado de EGAÑA, M. Loreto.

Page 31: Adela Cortina y La Ciudadnia

31

La “ciudadanía” concebida principalmente como posesión de ciertos

derechos, puede considerarse, en cierto sentido, un reduccionismo, en la medida

en que algunos fenómenos de las sociedades contemporáneas parecen estar

dando cuenta de que la ciudadanía involucra, o requiere, otras dimensiones,

además de la política entendida convencionalmente. Así por ejemplo, resulta

evidente que nuestra sociedad actual carece de suficiente adhesión de los

individuos al conjunto de la comunidad, pues, derivada del liberalismo

predominante, que pone énfasis en la felicidad de los individuos dejando de lado la

preocupación y participación en los asuntos públicos, la noción de una vida buena,

parece anclarse principalmente en el sujeto, con el consecuente distanciamiento

de la colectividad. Sin embargo, parece también evidente, que hay ciertos

proyectos humanos que no pueden conseguirse a partir de individuos aislados,

sino que requieren del concurso social, nacional, y en algunos casos, mundial para

realizarse.

Por ello, hemos explorado el concepto de ciudadanía en la multiplicidad de

sus significados que se extienden hacia ciudadanías económicas, sociales, civiles

y multiculturales. Si bien estas ampliaciones de la ciudadanía se han ido

desarrollando en una suerte de estadios evolutivos en el mundo europeo, y

nuestra evolución como sociedad está aún lejos de los países desarrollados, esto

no constituye un motivo para abandonar la ciudadanía civil y para que no podamos

–teniendo a la vista otras experiencias– procurarnos antes, una concepción de

ciudadanía como pertenencia, como si se tratara de una escala inalterable. Hemos

priorizado entonces, en la idea de una Ciudadanía civil porque apunta a una visión

más subjetiva de la ciudadanía que a diferencia de las concepciones tradicionales

que enfatizan en el grado de participación política, económica, el hecho de

pertenecer jurídicamente a una comunidad, o recibir beneficios del Estado, esta

otra concepción apunta a lo que significa la pertenencia y la participación en un

grupo, en una sociedad, y cómo este vínculo es la clave para generar una

ciudadanía activa. En tanto que apela a “lazos ancestrales” de pertenencia que

Page 32: Adela Cortina y La Ciudadnia

32

están antes que el Estado, y por tanto convocan a la participación con mayor

entusiasmo. La ciudadanía civil encuentra notables y renovadas bases teóricas en

los pensadores de la sociedad civil, quienes han enfatizado en la importancia que

el contexto y las redes extraoficiales tienen en la configuración de la vida social y

más aún, de la vida buena.

Compartiendo esta visión de las cosas, hemos querido tematizarla en estas

líneas como base para explorar una posible vía de solución al problema del

desapego que manifiesta la juventud hacia los procesos políticos tradicionales. El

intento por superar esta situación es patente y proviene de distintos sectores. Por

una parte, hemos revisado, a modo de ejemplo de una perspectiva que apunta a la

legalidad, la propuesta del Instituto Nacional de la Juventud, que aboga por un

cambio en el sistema jurídico e institucional. Sin embargo, para mejorar la

participación en los procesos electorales, no basta con que la inscripción y el voto

sean obligatorios (antes bien, habría que tomar esta idea con mucha cautela).

También hay que entregar a los jóvenes las herramientas necesarias para que

aprendan a sentirse partícipes de verdad. De modo que, por otra parte, en sintonía

con la búsqueda de una ciudadanía que interpele desde la subjetividad, no desde

la norma, hemos visto que la escuela aparece como un escenario propicio para

comenzar a aprender a ser ciudadanos, practicando. En este punto nos parece

imprescindible que la educación se haga cargo de una noción de ciudadanía

ampliada como la que hemos descrito, es decir, una ciudadanía que reconozca y

estimule a la juventud en su especificidad.

Adela Cortina sostenía en su libro la tesis de que es posible ser ciudadanos

repitiendo las normas que se han establecido socialmente. Sin embargo esta

aplicación automática de la norma, por condicionamiento, no asegura su

cumplimiento cada vez. El único modo en que las normas, derechos de todos y

deberes sean respetados siempre, es que el individuo las haya asumido

libremente, que no sean una imposición, sino una adhesión auténtica, es decir,

autónoma, a ciertos principios que nos parecen válidos. De modo que ese

Page 33: Adela Cortina y La Ciudadnia

33

entrecruzamiento entre norma y voluntad, se ha develado como el paso necesario

para conformar una auténtica democracia, caracterizada principalmente por la

participación de ciudadanos activos. En este caso, es la escuela la primera

instancia en donde ese entrecruzamiento tiene cabida, en el entendido de que

practicando los valores democráticos y no sólo respetando la norma escrita, es

como nos hacemos realmente ciudadanos. La escuela es el lugar primordial en

donde los sujetos no sólo aprenden conceptualmente lo que es la ciudadanía, sino

que también pueden ejercerla. Como afirma Cortina, la civilidad no surge de una

generación espontánea, sino que requiere de un vínculo armonioso entre la

sociedad y cada una de las personas, y sus tareas específicas. De parte de la

sociedad una organización tal que reconozca efectivamente a cada uno de sus

miembros, y de parte de estos, la adhesión e identificación suficiente para

comprometerse en tareas colectivas.43

En síntesis, reconocemos la importancia de algunas de las propuestas

institucionales de orden legal, pero asumimos también que estas propuestas no

pueden estar disociadas de una formación ciudadana de los sujetos, a la que le

antecede la masificación, ampliación y profundización de las innovaciones que han

comenzado a realizarse en el plano de la educación, con el fin de ir construyendo

una armonía que sustituya a la tradicional dicotomía entre sentimiento y razón por

una unión entre la legalidad que aceptamos por obligatoriedad y los valores que

arraigan en nosotros como personas a la vez racionales y emocionales.

43 CORTINA, Adela: Ob. Cit., p.25

Page 34: Adela Cortina y La Ciudadnia

34

BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA

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