actitudes ¡silencio, se escucha!

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ACTITUDES ¡Silencio, se escucha! El silencio es uno de los estados más creativos que existen. Quien lo logra, está en condiciones de escuchar a fondo a los demás, a sí mismo o al mundo. Escuchar nos hace más completos. mundo, de nosotros, nuestros anhelos, nuestras dudas y certezas. Pedimos, da- mos, solicitamos, requerimos, implo- ramos, rechazamos… Las palabras nos sirven para comunicar pensamientos y estados de ánimo. Pero todo parlante necesita a alguien que le escuche. Encontrar una persona que sepa escuchar no es siempre fácil. Nos escuchamos correctamente pa- ra transmitirnos mensajes de poca im- portancia… y no siempre, basta ver lo complejo que resulta transmitir órdenes simples en el trabajo, o en casa: «Te ha- bía dicho que…». «¡Ah! Pues yo entendí que…». Es algo que sucede a menudo. ¿Por qué es difícil ser escuchado? ¿Re- cuerda la última vez en la que sintió que no le escuchaban con atención? ¿Cómo re- accionó? ¿Supo transmitir a la persona su sensación sin herirla? ¿Se enfadó? ¿Se calló? N ada de lo que yo diga me ense- ñará nada. Para aprender, tendré que escuchar.» (Larry King, pro- ductor de radio, EE.UU.) Nos pasamos el día hablando, aun- que estemos solos. Haga la prueba: deje un momento la revista y escuche lo que su mente está diciendo. Sus pensamien- tos no cesan de fluir. Lo quiera usted o no. Le guste lo que piensa o no. Constantemente nos contamos cosas a nosotros mismos. Somos seres parlan- tes y necesitamos comprender, analizar, memorizar, dar coherencia a las viven- cias. Todo esto lo hacemos con pala- bras. Somos narradores natos. Nos con- tamos historias a nosotros mismos, a ve- ces ciertamente alejadas de los hechos… También hablamos constantemente con los demás. Les contamos nuestras historias, lo que hemos descubierto del Nos suele resultar molesto que alguien a quien le estamos contando algo no nos escuche con la suficiente atención. Cuan- do tenemos un mensaje importante o ne- cesitamos que alguien nos escuche por- que estamos pasando momentos difíci- les, encontrar a la persona adecuada con la actitud adecuada nos es fundamental. Pero veámoslo ahora desde el otro la- do. ¿Cuándo fue la última vez que escu- chó con atención total a alguien? Es de- cir, sin interrumpirle, con empatía, mos- trándole que le entendía, interesándose de verdad por esa persona y sin querer contar rápidamente su experiencia per- sonal o dar su punto de vista de forma precipitada. Es difícil, ¿verdad? LA CALMA INTERIOR Tanto hablar como escuchar son un ar- te. Un arte que se debe practicar y que merece un cuidado especial. Es difícil saber si fue antes el hablar o el escuchar. En todo caso, sí podemos afirmar que cuando las palabras nacen del silencio son más significativas y justas. Como hemos visto, nuestra mente está llena de palabras, con un discurso constante que nos sobrepasa. No somos dueños de esta verborrea interna. Para la gran mayoría de personas, el pensa- miento se ha vuelto autónomo. La mente es una herramienta que de- bemos aprender a utilizar. Necesitamos conocer sus capacidades y saber cómo usarlas. El habla justa es una de ellas. XXXXXXXXXXXXXX Aquietar el cuerpo para acallar la mente Siéntate cómodamente y con la espalda erguida. Respira a fondo. Es im- portante relajar los hom- bros, la nuca y el pecho. Observa tus pensa- mientos y sigue aquietan- do tu cuerpo, buscando una forma distendida de estar ahí presente. Deja que tus pensa- mientos pasen. Esto sig- nifica que observas lo que piensas, como si observa- ses las nubes pasar en el cielo. Date cuenta de que puedes observar lo que piensas y decidir si inter- vienes o dejas pasar los pensamientos. Sigue dejando pasar los pensamientos durante al menos 20 minutos. Es posible que al finali- zar hayas experimentado una curiosa sensación de silencio. Es algo grato y nuevo, fácil de reconocer. Aunque suele ser muy pa- sajero: ¡hay que practicar! CM-239 SILENCIO.indd 2-3 18/01/12 16:55

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Page 1: actitudes ¡Silencio, se escucha!

actitudes

¡Silencio, se escucha!El silencio es uno de los estados más creativos

que existen. Quien lo logra, está en condiciones de escuchar a fondo a los demás, a sí mismo o al mundo. Escuchar nos hace más completos.

mundo, de nosotros, nuestros anhelos, nuestras dudas y certezas. Pedimos, da-mos, solicitamos, requerimos, implo-ramos, rechazamos… Las palabras nos sirven para comunicar pensamientos y estados de ánimo.

Pero todo parlante necesita a alguien que le escuche. Encontrar una persona que sepa escuchar no es siempre fácil.

Nos escuchamos correctamente pa-ra transmitirnos mensajes de poca im-portancia… y no siempre, basta ver lo complejo que resulta transmitir órdenes simples en el trabajo, o en casa: «Te ha-bía dicho que…». «¡Ah! Pues yo entendí que…». Es algo que sucede a menudo.

¿Por qué es difícil ser escuchado? ¿Re-cuerda la última vez en la que sintió que no le escuchaban con atención? ¿Cómo re-accionó? ¿Supo transmitir a la persona su sensación sin herirla? ¿Se enfadó? ¿Se calló?

Nada de lo que yo diga me ense-ñará nada. Para aprender, tendré que escuchar.» (Larry King, pro-ductor de radio, EE.UU.)

Nos pasamos el día hablando, aun-que estemos solos. Haga la prueba: deje un momento la revista y escuche lo que su mente está diciendo. Sus pensamien-tos no cesan de fluir. Lo quiera usted o no. Le guste lo que piensa o no.

Constantemente nos contamos cosas a nosotros mismos. Somos seres parlan-tes y necesitamos comprender, analizar, memorizar, dar coherencia a las viven-cias. Todo esto lo hacemos con pala-bras. Somos narradores natos. Nos con-tamos historias a nosotros mismos, a ve-ces ciertamente alejadas de los hechos…

También hablamos constantemente con los demás. Les contamos nuestras historias, lo que hemos descubierto del

Nos suele resultar molesto que alguien a quien le estamos contando algo no nos escuche con la suficiente atención. Cuan-do tenemos un mensaje importante o ne-cesitamos que alguien nos escuche por-que estamos pasando momentos difíci-les, encontrar a la persona adecuada con la actitud adecuada nos es fundamental.

Pero veámoslo ahora desde el otro la-do. ¿Cuándo fue la última vez que escu-chó con atención total a alguien? Es de-cir, sin interrumpirle, con empatía, mos-trándole que le entendía, interesándose de verdad por esa persona y sin querer contar rápidamente su experiencia per-sonal o dar su punto de vista de forma precipitada. Es difícil, ¿verdad?

la calma interiorTanto hablar como escuchar son un ar-te. Un arte que se debe practicar y que merece un cuidado especial. Es difícil saber si fue antes el hablar o el escuchar. En todo caso, sí podemos afirmar que cuando las palabras nacen del silencio son más significativas y justas.

Como hemos visto, nuestra mente está llena de palabras, con un discurso constante que nos sobrepasa. No somos dueños de esta verborrea interna. Para la gran mayoría de personas, el pensa-miento se ha vuelto autónomo.

La mente es una herramienta que de-bemos aprender a utilizar. Necesitamos conocer sus capacidades y saber cómo usarlas. El habla justa es una de ellas. x

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Aquietar el cuerpo para acallar la mente • Siéntate cómodamente y con la espalda erguida.

• Respira a fondo. Es im-portante relajar los hom-bros, la nuca y el pecho.

• Obser va tus pensa-mientos y sigue aquietan-do tu cuerpo, buscando una forma distendida de estar ahí presente.

• Deja que tus pensa-mientos pasen. Esto sig-nifica que observas lo que piensas, como si observa-ses las nubes pasar en el cielo. Date cuenta de que puedes observar lo que piensas y decidir si inter-vienes o dejas pasar los pensamientos.

• Sigue dejando pasar los pensamientos durante al menos 20 minutos.

• Es posible que al finali-zar hayas experimentado una curiosa sensación de silencio. Es algo grato y nuevo, fácil de reconocer. Aunque suele ser muy pa-sajero: ¡hay que practicar!

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Carl G. Jung decía que cuando dos personas hablan, en realidad hay seis per-sonas que están hablando: aquellos que creen ser, el que cada uno piensa que es el otro y aquellos que realmente son.

la escucha terapéuticaCuando necesitamos hablar de nuestros problemas, normalmente acudimos a los amigos. Ellos nos escuchan con paciencia y amor. Nos reconforta poder compartir nuestros dolores y ser reforzados con pa-labras de apoyo. También ayuda a clarifi-car las cosas exponerlas en voz alta y es-cuchar la respuesta de la otra persona.

Hay otras circunstancias en las que esto no basta. Tal vez porque no deseamos cargar a las personas queri-das con problemas que nos pertenecen, tal vez porque no nos sentimos escuchados o tal vez, y esto es impor-tante, porque el comentarlo con las personas con las que habitualmente hablamos re-fuerza el círculo cerrado en el que estamos y eso no nos

nemos similares sufrimientos, angustias y deseos de bienestar.

Saber qué se quiere decir al otro no siempre es fácil. Incluso la petición do-méstica o laboral más simple se podría complicar si el otro sintiese que le esta-mos exigiendo que modifique su espa-cio o su rutina por un capricho nuestro. Comunicar sentimientos o carencias suele ser complejo y requiere un esfuer-zo previo de clarificación personal. Este ejercicio debe empezar por acallarse in-ternamente, es decir, ir al origen de lo que se siente y se necesita expresar. Pa-ra ello, hay que silenciarse antes de ha-blar. Mejor aún, hay que si-lenciarse antes de pensar en ello, pues como decíamos, la mente es un instrumen-to que pocas veces sabemos usar de forma correcta.

Si la comunicación parte del temor o de la desconfian-za, si se basa en la inseguri-dad, las expresiones son con frecuencia injustas y añaden más problemas a los que ya puede haber.

ayuda. En esos momentos es bueno po-der encontrar a una persona externa que escuche de forma terapéutica.

La escucha terapéutica es la escucha por parte de un profesional, preferentemente psicólogo, que va a permitirnos desenma-rañar nuestros pensamientos y emocio-nes. En los casos en que el nudo interior se ha anquilosado, el psicólogo tendrá las herramientas para establecer un diálo-go curativo. Les invito a leer, por ejem-plo, sobre las técnicas de Milton Erickson. Este psiquiatra empezaba por escuchar a sus pacientes. Sintonizaba con la persona, empatizaba con ella y comprendía sus ne-cesidades. A menudo inventaba una his-toria adecuada a la problemática del pa-ciente y se la contaba con las técnicas de la hipnosis naturalista (llamada también ericksoniana), es decir, modulando la voz para que quien le escuchaba lo hiciese del modo más receptivo posible.

No hay nada mejor frente al sufri-miento del alma que ser escuchado y comprendido.

laia moNserrat (psicóloga)

www.presencia-zen.eu

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LIBROSeL aRte de eScuchaRerich Fromm ed. Paidós

mI vOz IRá cOntIgOsidney rosen ed. Paidós

eL aRte peRdIdO de eScuchaRmichael P. Nichols ed. Urano

actitudes

7 claves para escuchar a fondosentirse interesado por la per-sona que se tiene delante y abrirse a ella. Nuestros gestos ya comunican si estamos dispuestos al diálogo o si va a ser una conver-sación de sordos. Es primordial una postura sin crispaciones, sin tener los brazos cruzados, y una expresión acogedora que invite a la confianza.

transmitir que tenemos tiem-po para el otro, aunque sea es-caso. ¡En pocos minutos se puede estar muy presente y hacerlo sentir!

adoptar una actitud receptiva. Eso implica estar atento a nuestras reacciones y opiniones, a los ses-gos que tenemos y que van a mo-dular nuestra comprensión. Debe-mos estar ahí para la otra persona; eso implica contener nuestras opi-niones para poder escuchar el pun-to de vista del otro.

no juzgar. Si la persona que ha-bla se siente juzgada se distorsiona la comunicación y ella no se siente comprendida. Podemos no estar de acuerdo, pero tenemos que hacer el esfuerzo de escuchar sin culpabili-zar al otro. ¡Atención a los gestos, muecas y miradas!

no dar consejos ni precipitar-nos a resolver sus problemas. Muchas veces, cuando alguien se siente escuchado, va encontrando por sí mismo ideas que le ayudan. Otras veces, el mero hecho de ex-presar emociones o pensamientos ya ayuda a clarificarlos.

dar signos a la persona de que la comprendemos. De vez en cuando podemos asentir o re-formular alguna frase o idea. Estar frente a alguien que no da ningún signo de comprensión puede resul-tar muy desagradable.

solo cuando la persona lo pi-da, expresarle nuestro pun-to de vista de forma respetuosa, aceptando que la misma realidad se puede ver de maneras distintas y es-to puede enriquecer las relaciones.

Para hablar con justeza, escuchar o ser escuchado, la primera cosa es aprender el valor del silencio. Estar en silencio es callar, pero también es es-tar aquietado interiormente. Esto quiere decir que el discurso interior se detiene.

Cuando se logra el silencio interior, nos preparamos para hablar mejor y también para escuchar mejor. Nuestra relación con nosotros mismos mejora y nuestra relación con las personas que nos rodean también.

Pero, ¿por qué tanto hablar? ¿Se han dado cuenta de que muchas veces ha-blamos para ocultar la inquietud o la angustia? Igual que le explicamos un cuento a un niño asustado, nos conta-mos historias interiormente y también se las contamos a los demás.

el temor al silencioSe diría que nuestra sociedad teme el si-lencio, como si de él pudiese surgir algo malo. Constantemente tenemos «histo-rias-ruido» que nos adormecen y nos calman, películas, televisión, deportes, periódicos, revistas, cenas con amigos, muchas cosas, que llenan nuestro tiem-po y nuestra mente. Seguro que cono-cen a alguien que, por ejemplo, no so-porta estar solo en casa sin poner músi-ca o tener encendida la televisión.

Hablar se vuelve superfluo si tan solo sirve para no sentir miedo. Lo interesante es afrontar nuestros temores para poder vivir en la confianza y no en la evitación.

En todas las tradiciones espirituales se da un gran valor al silencio y a la es-cucha interna. Callar, aprender a aquie-tarse, es fundamental para abrirse a una mejor forma de vivir el día a día. Con verdadero sentido y con verdadera con-fianza. Hay que atreverse a ponerse en contacto con el silencio.

Una vez envié a realizar un ejercicio en el bosque a una persona de ciudad. Cuando regresó me dijo que no había podido llegar hasta el final ya que le asustaba el silencio del paraje. Esa per-sona proyectó sus miedos en el entorno. La ausencia de ruidos favoreció que vie-

se toda clase de peligros. No sabía escu-char el silencio y disfrutar de él.

Por cierto, ¿recuerda cuándo fue la úl-tima vez que estuvo al lado de alguien en silencio y sintiendo que se comprendían profundamente? Las relaciones fuertes son capaces de compartir sin hablar.

la comunicación eficazConstantemente nos estamos comuni-cando con nuestro entorno. De forma voluntaria o involuntaria, con palabras, con gestos, con actitudes.

La comunicación es compleja y genera muchos problemas. Saber qué queremos expresar y encontrar el buen modo de hacerlo, adaptado a nuestra audiencia, es todo un reto. A menudo no vemos que aquello que a nosotros nos parece tan claro, para los demás no lo es. También nos cuesta entender que la carga emocio-nal de ciertas comunicaciones compli-que la comprensión del contenido.

De forma general, podemos decir que para que la comunicación funcione nos tiene que importar el otro. Es decir, te-nemos que ser capaces de estar ahí pre-sentes para la otra persona, sabiendo que nuestro punto de vista y nuestras experiencias son una parte de la realidad –no toda–, y que escuchar nos va a am-pliar el horizonte y a proporcionar nue-vos elementos para comprender mejor.

No todas las conversaciones son tras-cendentales ni van a cambiar nuestra vi-da. Pero desde la conversación en la co-la de la panadería hasta el decidir con nuestra pareja dónde vamos de vacacio-nes, nos ofrecen una ocasión para ejer-citarnos en el comunicar desde nues-tro ser. A veces una sonrisa y cuatro pa-labras nos hacen mucho bien, aunque provengan de un total desconocido.

Para que nos importen realmente los demás tenemos que dejar de creer que somos el centro del mundo y que to-do gira a nuestro alrededor. Al mismo tiempo, implica sentirse más unido al resto de la humanidad. Si lo pensamos un poco vemos que todos somos viaje-ros en esta nave-planeta y que todos te-

Para que la comunicación funcione nos tiene que importar el otro. es decir, tenemos que ser capaces de estar ahí presentes para la otra persona.

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