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Entrañable Fernando Pérez, Pensé siempre que después de Madagascar (1994), ningún otro filme cubano me calaría tan hondo; pero nunca —sabemos— era una palabra demasiado grande para toda vida. Allí dejaste Suite Habana (2003) para retar mi temprana juventud con la experiencia de una ciudad que ni tú mismo pretendes explicar en términos absolutos. Aquel día en que la vi, salían todos llorando del cine Chaplin. Y yo, asustado ante este escenario, porque los cubanos aprendemos desde pequeños a esquivar las lágrimas; porque quizás tu filme había rebasado la copa de sufrimientos y nos conducía a una especie de apocalipsis nacional inmune al choteo, los eufemismos, la doble moral e incluso a lo oportuno que implicaba considerar Suite Habana una obra de ficción. Pero el agua no llegó al río, una vez más… Luego, te escuché hablar de la película, de lo diversas que habían sido las reacciones. Entonces comprendí que un documental que trataba de capturar el ritmo de esta ciudad no podía conducir solo a lágrimas. Contra la imagen de la manicera anciana que trabaja noche y día y confiesa no tener ya sueños; pones siempre la lectura que alguien realizó del bailarín: sí, solo en Cuba un muchacho pobre tiene acceso a una compañía de danza con prestigio internacional. Son parte de la ironía en tus personajes, de La Habana y de Cuba toda, que nos mantienen oscilando — perpetuamente— entre la euforia y la indolencia. Ahora que conozco un poco mejor otros de tus filmes, comprendo que más allá de la vida habanera, te interesaba la existencia humana; que tu vocación cinematográfica es, por encima de contextos, universal. Tu Clandestinos (1988) deviene un estudio diáfano —y romántico— del amor. La vida es silbar (1998) busca en las raíces del yo que fuimos y somos. Sin embargo, ¿el contexto no opera en el calado universal de tus personajes? La Laurita de Hello, Hemingway (1990), más allá de los obstáculos, sabe dónde plantar la bandera de sus sueños; mientras que la —¿misma?— Laurita de Madagascar, en ese año de incertidumbres que fue 1994, pretende huir a una Utopía neblinosa y ambigua situada al otro lado del mundo. En Madagascar, como en Suite Habana las historias pasan por un borrado del contexto sociohistórico que presenta la lucha de sus personajes como la del hombre

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Entraable Fernando Prez,Pens siempre que despus de Madagascar (1994), ningn otro filme cubano me calara tan hondo; pero nunca sabemos era una palabra demasiado grande para toda vida. All dejaste Suite Habana (2003) para retar mi temprana juventud con la experiencia de una ciudad que ni t mismo pretendes explicar en trminos absolutos. Aquel da en que la vi, salan todos llorando del cine Chaplin. Y yo, asustado ante este escenario, porque los cubanos aprendemos desde pequeos a esquivar las lgrimas; porque quizs tu filme haba rebasado la copa de sufrimientos y nos conduca a una especie de apocalipsis nacional inmune al choteo, los eufemismos, la doble moral e incluso a lo oportuno que implicaba considerar Suite Habana una obra de ficcin. Pero el agua no lleg al ro, una vez msLuego, te escuch hablar de la pelcula, de lo diversas que haban sido las reacciones. Entonces comprend que un documental que trataba de capturar el ritmo de esta ciudad no poda conducir solo a lgrimas. Contra la imagen de la manicera anciana que trabaja noche y da y confiesa no tener ya sueos; pones siempre la lectura que alguien realiz del bailarn: s, solo en Cuba un muchacho pobre tiene acceso a una compaa de danza con prestigio internacional. Son parte de la irona en tus personajes, de La Habana y de Cuba toda, que nos mantienen oscilando perpetuamente entre la euforia y la indolencia. Ahora que conozco un poco mejor otros de tus filmes, comprendo que ms all de la vida habanera, te interesaba la existencia humana; que tu vocacin cinematogrfica es, por encima de contextos, universal. Tu Clandestinos (1988) deviene un estudio difano y romntico del amor. La vida es silbar (1998) busca en las races del yo que fuimos y somos. Sin embargo, el contexto no opera en el calado universal de tus personajes? La Laurita de Hello, Hemingway (1990), ms all de los obstculos, sabe dnde plantar la bandera de sus sueos; mientras que la misma? Laurita de Madagascar, en ese ao de incertidumbres que fue 1994, pretende huir a una Utopa neblinosa y ambigua situada al otro lado del mundo. En Madagascar, como en Suite Habana las historias pasan por un borrado del contexto sociohistrico que presenta la lucha de sus personajes como la del hombre todo desde que existe. Sin embargo, el espectador cubano de hoy sabe completar esos vacos con sus angustias presentes. Y acaso toda la eternidad de tus historias, Fernando, solo adquieren su verdadera dimensin existencial en la medida que sepan engranarse en nuestro almanaque.Cunto de La Habana poltica e histrica no transpira tu Suite? Fernando, tus personajes, como muchas de las criaturas que hoy respiramos en esta ciudad, viven quebrados en dos existencias: una existencia que los tortura, que los anula; y la otra que los libera. Tu Habana de da, tu Habana consciente y oficial, est poblada del martilleo de las fbricas, de actividades montonas, que los personajes ejecutan con ojos bizantinos, como si quisieran volar a alguna otra parte al Madagascar quizs de tu Laurita. La televisin, mientras tanto, repite escenas de multitudes sin rostro que agitan banderas; y lo hace solo para un espectador, una anciana, que parece haber escapado hace mucho a otra tierra. Hasta que caiga el sol, tus habaneros pagan su tributo a un ente absurdo y omnipresente: montan bicicleta, venden man, hacen caf y cuidan sin descanso los espejuelos de un John Lenon que no canta, un John Lenon de metal, con las piernas cruzadas, imperturbable en un banco pblico.Por la noche, en cambio, se enciende el Faro de Morro, ojo de la ciudad; se enciende tambin en un edificio ministerial la palabra Revolucin; y despus de un meticuloso bao que repiten como ritual casi todos los personajes, despus de ese bao que limpia la existencia diurna, salen a vivir la vida deseada, extraoficial, inconsciente. Entonces, Silvio Rodrguez recita Mariposa como anuncio de metamorfosis: el asistente de lavandera canta vestido de mujer, el liniero toca el saxofn, el zapatero va de gala a una fiesta, y el adolescente que trabaja en la construccin de su casa baila El lago de los cisnes para el pblico del teatro Garca Lorca. Ms tarde, luego de esa efmera salida a la superficie de la vida deseada, vuelven a sumergirse. Llegan a casa ya avanzada la noche, y meditan en qu piensan justo antes de que se apague el Faro, el lumnico de Revolucin, y llegue la vigilia? En qu piensa Ssifo en la cima de la colina, cuando ve tambalearse la piedra que est condenado a subir y ver caer durante toda una eternidad?El discurso de tu Suite Habana, Fernando, se completa con una lectura muy clara de lo que significa emigrar para un cubano, para ti. No por gusto cuando parte del avin con uno de tus personajes dentro, haces cerrar una tumba en el cementerio; y poco antes de que salga de casa, de la casa habanera que quizs lo vio nacer, le pides que apague el ventilador, ese mismo ventilador que secuencias atrs has presentado como sinnimo de movimiento, de vida. Y luego, el mar viene a reemplazar al personaje que se fue, se convierte en todo aquel que est ms all, todo aquello ms all; que a ratos golpea con sus olas nuestro Malecn. As golpea cada jornada sobre nosotros, criaturas de La Habana, golpes de vaivn, al que nos resistimos, como el Malecn, y gritamos con la voz de Omara Portuondo: Cuando se quiere de veras, como te quiero yo a ti, es imposible, mi cielo, tan separados vivirEn deuda siempre,Justo Planas