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ACERCAMIENTO A ARTURO ROSENBLUETH* Por Emilio ROSENBLUETH 1978.8.2. Honda huella dejó Arturo Rosenblueth en todos quienes lo traía- mos. Su hermano mayor fue mi padre, y Arturo mi principal héroe: el modelo que yo seguiría. Sería fisiólogo como él, apreciaría el arte con profundo juicio crítico, tocaría el piano hasta edad adulta y ten- dría mucho de sibarita. Como pariente y como amigo, Arturo se daba a querer intensamen- te; era leal, afectuoso y generoso mucho más allá del común de los humanos y sabía llevar su mordaz humorismo hasta muy cerca de lo que era aceptable por cada quien, absteniéndose de sobrepasar ese límite. Fue maestro nato. Los alumnos a quienes formó atestiguan la cla- ridad de sus exposiciones y demostraciones en el aula y en el laborato- rio y su facilidad para des]>ertar amor por la ciencia, espíritu crítico, rigor y espíritu creativo. Lo mismo vale para los autores de tesis diri- gidas por él y, todavía más, para quienes fueron sus colaboradores en investigación. El brillo del intelecto de Arturo era evidente, mientras contagiaba con su rigor, creatividad y entusiasmo hasta cuando con- versaba sobre temas ligeros. Justamente estas cualidades hicieron de Arturo un investigador por excelencia. Sobresalen sus investigaciones en fisiología, cibernética y método científico. En fisiología contribuyó más que nada a esclarecer muy diversos fenómenos de trasmisión en los sistemas nerviosos y neuromusculares. Particularmente desde que se incorporó al Instituto Nacional de Car- * Palabras pronunciadas con motivo de la iniciación de actividade;: de la Fundación Arturo Rosenblueth para el A\ance de la Ciencia, A. C.

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ACERCAMIENTO A ARTURO ROSENBLUETH*

Por Emilio ROSENBLUETH 1978.8.2.

Honda huella dejó Arturo Rosenblueth en todos quienes lo traía­mos. Su hermano mayor fue mi padre, y Arturo mi principal héroe: el modelo que yo seguiría. Sería fisiólogo como él, apreciaría el arte con profundo juicio crítico, tocaría el piano hasta edad adulta y ten­dría mucho de sibarita.

Como pariente y como amigo, Arturo se daba a querer intensamen­te; era leal, afectuoso y generoso mucho más allá del común de los humanos y sabía llevar su mordaz humorismo hasta muy cerca de lo que era aceptable por cada quien, absteniéndose de sobrepasar ese límite.

Fue maestro nato. Los alumnos a quienes formó atestiguan la cla­ridad de sus exposiciones y demostraciones en el aula y en el laborato­rio y su facilidad para des]>ertar amor por la ciencia, espíritu crítico, rigor y espíritu creativo. Lo mismo vale para los autores de tesis diri­gidas por él y, todavía más, para quienes fueron sus colaboradores en investigación. El brillo del intelecto de Arturo era evidente, mientras contagiaba con su rigor, creatividad y entusiasmo hasta cuando con­versaba sobre temas ligeros.

Justamente estas cualidades hicieron de Arturo un investigador por excelencia. Sobresalen sus investigaciones en fisiología, cibernética y método científico.

En fisiología contribuyó más que nada a esclarecer muy diversos fenómenos de trasmisión en los sistemas nerviosos y neuromusculares. Particularmente desde que se incorporó al Instituto Nacional de Car-

* Palabras pronunciadas con motivo de la iniciación de actividade;: de la Fundación Arturo Rosenblueth para el A\ance de la Ciencia, A. C.

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diología, después de 13 años en la Universidad de Harvard, dilucidó aspectos fundamentales de la fisiología del corazón y de los músculos estriados y lisos.

Fue pilar en el movimiento tecnológico y científico de nuestro si­glo, movimiento que nos ha conducido a mirar multitud de procesos como teleológicos, y no mecanicistamente, como se venían concibien­do. La incorporación del componente volitivo en nuestros esquemas de lo social, mental, biológico y aun de lo inerte ha hecho florecer la ci­bernética, la investigación de operaciones, ingeniería de comunicacio­nes, teoría de sistemas, teoría de decisiones, prospectiva y planeación. La introducción de la teleología en nuestros modelos de seres vivos, de maquinaria y de otros sistemas ha cambiado profundamente nuestra manera de pensar y de actuar. No hay rama del saber que escape de esta mutación.

Las contribuciones de Arturo Rosenblueth de carácter más filosó­fico, como El método científico y Mente y cerebro, han despertado dis­cusiones diversas. Ello no extraña. Para unos la concepción dual del universo no es asimilable; para otros el método científico es más am­plio y admite mayor variedad que la asignada por Arturo, y, para aun otros, debería ser más estrecho y uniforme. La falta de consenso no distrae del hecho de que todo lector encuentra enriquecidos sus esque­mas del mundo, de la ciencia y del pensamiento cuando se asoma a estos veneros ricos en experiencia, ortodoxia y a la vez originalidad.

Destaca también la difusión cultural que realizó Arturo, princi­palmente desde la tribuna de El Colegio Nacional. En una de sus úl­timas charlas aludió al gene de la destrucción que todos llevamos en nuestros cromosomas. Este gene nos impele a destruir al prójimo y a nosotros mismos. Se trata quizá de la versión del fisiólogo al concepto del Thanatos de los sicoanalistas freudianos. Sin negar que en Arturo, como en todo ser humano, este gene haya hecho de las suyas, es indu­dable que en él predominó Eros sobre Thanatos por un margen enorme.

Arturo tenía memoria casi fotográfica e indeleble. Aunada a su perspicacia innata, que su formación científica fortaleció, pudo rein-lerpretar fenómenos históricos con enfoque novedoso y estimulante. Destilaba entusiasmo al exponer estas visiones al igual que cuando ha­cía ciencia.

Sinceridad, entusiasmo y pasión definieron su estilo, su mismo ser. Igualmente apasionado era cuando descubría la explicación de un fe­nómeno que cuando destruía con argumentos demoledores y comen­tarios cáusticos a quienes ejercían la simulación en la ciencia o en

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las relaciones humanas. Esperaba el rigor, la sinceridad en el pensa­miento, sentimiento y acción que exigía de sí mismo.

Efectivamente, Arturo no podía dejar de ser apasionado y profun­do. Lo fue en su apreciación de la literatura, de las artes plásticas y de la música. Sus interpretaciones al piano poseían maestría rayana en profesionalismo y abarcaban desde los barrocos y clásicos hasta los románticos e impresionistas. Pero, según el ambiente, sus sentimientos también podían cobrar fuego en torno a canciones populares.

Valga una precisión. La abundancia puede pecar por exceso; lo sublime pasar a cursi. Arturo siempre se conservó en el lado sublime de la frontera con lo cursi.

Nació en Ciudad Guerrero, Chihuahua en 1900; falleció en la ciudad de México casi 70 años después. Eue cabalmente hombre de este siglo. Por las arterias de su padre, nacido en Hungría, fluía sangre de judío. La madre de Arturo nació en la República Mexicana; su sangre tenía de indio mexicano norteño, español, alemán, inglés y es­cocés. Esta es la versión oficial. Sin duda en Arturo había también centímetros o decímetros cúbicos de sangre húngara y quizá de otras.

Ciertos detalles iluminan un poco la personalidad de Arturo, como fue el haber destapado una botella de finísimo champaña para brindar por la victoria del general ruso Semyón Timoshenko sobre los inva­sores ejércitos nazis; o esta conversación que tuvo lugar en el Instituto Nacional de Cardiología con su estrecho amigo, el muy especial si­quiatra Leopoldo Salazar Viniegra: ";,Te confieso una cosa? Acabo de descubrir que soy Dios." "¡Qué coincidencia! Yo acabo de descubrir que soy el papá de Dios".

En una ceremonia en que varios intelectuales mexicanos recibieron sendas preseas, cada premiado pronunciaba discurso floridísimo. Cuan­do tocó su turno a Arturo, recorrió solemne y muy lentamente la larga sala, subió al podio, tomó una honda respiración y dijo. . . "¡Gracias!". Después regresó con lentitud a su lugar.

Viajó a China con otros miembros de Cardiología. Al despedirse de los colegas chinos con quienes había convivido, tanto ellos como él derramaron lágrimas; y conste que derramar lágrimas no era deporte predilecto de Arturo. (Su deporte preferido era discutir apasionada y cáusticamente.)

El estilo de Arturo imponía; era electrizante y en ocasiones des­concertante: iconoclasis y desdén por las convenciones, respeto a los clásicos. Si alguien le preguntó alguna vez qué normas guiaban su comportamiento, sospecho que habrá respondido como Debussy cuando

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se le pidió que describiera las normas de composición musical a que se ceñía: "C'est mon goCit".

La constante política más notable de las inclinaciones de Arturo Rosenblueth fue su nacionalismo sano, nacionalismo consciente de nuestras limitaciones y de la posibilidad de superarlas, nacionalismo creador. ÍSunca militó políticamente, pero sus deci.^iones mayores fue­ron congruentes con su simpatía poi )a izquierda genuina, la izquierda en tanto que afán de cambio, en tanto que anhelo de justicia social. Si no, ¿cómo explicar su decisión de sacrificar ingreso ]]ersonal y facili­dades institucionales al aceptar la invitación del Dr. Ignacio Chávez para regresar a México y hacerse cargo del Departamento de Fisiología en el Instituto Nacional de Cardiología? Si no, ;,cómo explicar su en­trega a la creación y dirección del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del instituto Politécnico Nacional para poner en marcha un semillero de investigadores y profesores de ]jrimei-a línea? Ante esta aseveración jiarecerá contradictorio afirmar que Arturo fue elitista, elitista en el mejor sentido de la palabra, de dar nacimiento a un am­biente en que cada quien desarrollara y diera lo mejor de que fuese capaz; para gloria y beneficio de la nación.

Cito aquí conceptos que vertió Arturo en el artículo "La investi­gación científica y la tecnología" y que tienen hoy la misma vigencia que cuando los publicó, hace nueve años:

''La humanidad atraviesa una época violenta, cruel y difícil, quizá la más difícil de toda su historia. Están en bancarrota valores y metas de la ética indivi<hial y social que tenían un abolengo secular. Siem­pre es más fácil criticar y destruir que construir, y no se han encon­trado valores y metas nuevos que sustituyan adecuadamente a los que han sido derrumbados".

Decía en otro párrafo: ". . .Creo que nuestro desarrollo científico es en la actualidad exi­

guo, inferior al de muchos otros países, y notoriamente inferior al que podríamos obtener en un plazo relativamente corto, en quinquenios o decenios, si adoptáramos un programa eficaz y constructivo para la estructuración de nuestra educación científica en los niveles superiores".

Hablando sobre la importancia de la investigación científica decía: "Quiero subrayar primero la importancia intrínseca que tiene la

investigación científica para cualquier país. Esta investigación tiene un valor cultural tan ele\ ado como el de la producción de obras artís­ticas. El hombre de ciencia genuino investiga la naturaleza primor-

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dialmente porque quiere comprenderla y racionalizarla, y porque con­sidera que esta meta, como dijo Kant, no necesita otra finalidad. En­cuentra en sus estudios una satisfacción estética tan profunda como la del poeta, el compositor musical o el escultor. No menosprecia la im­portancia práctica que tendrán invariablemente sus investigaciones si son de alta calidad, pero su motivación esencial no es esta aplicabilidad de sus contribuciones a las actividades prácticas tales como la medici­na, la ingeniería o la tecnología en general . . ."

"Una segunda consideración que recalca la importancia de la in­vestigación científica es la de que es la base de todos los progresos tec­nológicos. Sin Claude Bernard, Pasteur, Bayliss, Koch y Ehrlich, la medicina no hubiera logrado los brillantes éxitos que ha tenido en el presente siglo; sin Wiener y Von Neumann no se hubieran podido di­señar las computadoras electrónicas, y sin Galileo, Neuton, Faraday y Maxwell, el hombre no hubiera podido llegar a la Luna".

"La realización de investigaciones científicas tiene otro aspecto fundamental. El desarrollo de la tecnología es indispensable para lo­grar una evolución industrial satisfactoria, y dicho desarrollo requiere la preparación de técnict)s competentes. En la actualidad, nos vemos obligados a importar muclios de estos técnicos, sobre todo los que tienen que idear los métodos más apropiados para el funcionamiento eficaz de las industrias. Esta importación de técnicos extranjeros es muy cos­tosa y restringe además fuentes de trabajo y de ingresos que estarían accesibles a los mexicanos si los capacitáramos".

Su opinión sobre el centro que dirigió se plasma en estas i)alabras: "Creo que el Centro de Investigación y de Estudios Avanzadas del

Instituto Politécnico í\acional es un buen modelo para las instituciones que se creen en el futuro. Cinco o seis centros semejantes, estratégica­mente distribuidos, en distintas ciudades de la Re|»ública, aunque no cubrieran todos los campos que cubre dicho Centro, revolucionarían en un periodo de pocos años el panorama científico nacional".

Y en cuanto al aprovechamiento de los becarios opinaba: "Las becas deben considerarse como una inversión que hace nues­

tro país. Para lograr que esta inversión reditúe, es necesario propor­cionar fondos a las instituciones apropiadas para que puedan ofrecer puestos y facilidades de trabajo a los ex-becarios que hayan terminado con éxito sus estudios científicos en el país o en el extranjero. Esto permitirá que puedan aprovechar sus conocimientos tomando parte en la enseñanza técnica y científica del país".

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¿A qué obedeció la estatura intelectual, cultural y humana del hombre? Sin duda influyó el ambiente de su familia, de ebullición cultural. También están la formación académica que tuvo y su inter­acción con figuras señeras. Por motivos económicos tuvo que interrum­pir la carrera de medicina que había iniciado en la Universidad Na­cional, Dos años más tarde recibió una beca que le permitió viajar a Alemania para seguir sus estudios; pero no le sentó el ambiente social y al cabo de seis meses se trasladó a la Universidad de París. Allí ob­tuvo el doctorado en medicina, con especialidad en neurología y si­quiatría. Al retornar a México impartió clases de fisiología en la Es­cuela Nacional de Medicina y practicó su profesión, tanto en institu­ciones oficiales como en su propio consultorio. Decidió en muy pocos años que no eran para él la proliferación de puestos ni la práctica mé­dica: su ambición de hacer investigación fisiológica y docencia tiempo completo se satisfizo en Harvard, donde colaboró con el notable pro­fesor Walter B. Cannon. Participó en deliberaciones con grupos bos-tonianos que cultivaban muy diversas disciplinas. De allí surgió estre­cha amistad y colaboración con el matemático Norbert Wiener, que habría de fructificar en trabajos conjuntos realizados a lo largo de mu­chos años en Boston y en México. Trató de cerca a varios de los inte­lectuales europeos, norteamericanos y mexicanos más destacados. Pero ni factores genéticos, ni de ambiente familiar, ni formalivos bastan para explicar las virtudes de Arturo. Reconozcamos que fueron determi­nantes aquellos factores que hacen de cada individuo un ser diferente de sus hermanos y de sus colegas, factores que permiten aplicar a Ar­turo e&c calificativo que muchos contemporáneos reciben y pocos me­recen: un hombre universal.

Honda huella dejo, en efecto: la llevamos en el alma sus amigos y parientes, sus discípulos, los lectores de su obra, huella profunda en el desarrollo mundial de la Fisiología, en la evolución del pensamiento tecnológico y científico, en la ciencia mexicana. Habla de su obra uno de los pocos centros de excelencia que poseemos: el de Investigaciones y de Estudios Avanzados.

Hoy esta fundación adopta el nombre de Arturo Rosenblueth para jíerpetuar su memoria. Enhorabuena. Sirva el ejemplo de Arturo en cuanto a entrega apasionada a la ciencia, al resto de la cultura y a México.