acerca de la historia del proletariado internacional

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¡Proletarios de todos los países, uníos! 1 de Mayo 1994 ACERCA DE LA HISTORIA DEL PROLETARIADO INTERNACIONAL

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1 de Mayo de 1994 Documento IV Etapa

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Page 1: Acerca de la Historia del Proletariado Internacional

¡Proletarios de todos los países, uníos!

1 de Mayo 1994

ACERCA DE LA HISTORIA DEL PROLETARIADO

INTERNACIONAL

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Este primero de mayo me he preguntado ¿cuál es la historia del proletariado? ¿cómo está hoy el proletariado en el mundo, en nuestro país? Nosotros los comunistas somos su vanguardia, la parte más avanzada de la clase, su parte consciente, y tenemos la obligación de reflexionar y estar claros en el proceso de la clase para sacar lecciones que nos permitan manejar su situación actual.

Pensamos que la historia del proletariado es la historia de su ideología: el marxismo-leninismo-maoísmo; es la historia de su Partido: el Partido Comunista; y es la historia de su revolución: la revolución proletaria mundial, esto es su lucha por instaurar la dictadura del proletariado, construir el socialismo y marchar al comunismo. A la vez, la historia del proletariado es confirmación cotidiana de la ley fundamental, la contradicción; pues, toda la vida del proletariado muestra: la lucha es lo absoluto y la victoria relativa, y ésta se logra a través de fracasos que también son relativos.

El año 48 del siglo pasado es un gran hito en la historia del proletariado. Marx y Engels publicaron el “Manifiesto del Partido Comunista”, por el mes de febrero. Ahí está que la clase obrera es la última clase de la historia, la única consecuente y

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(10. de mayo de 1994)

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verdaderamente revolucionaria pues carece de propiedad; ahí está que a través de la violencia revolucionaria ha de cumplir su papel histórico de abolir la propiedad privada sobre los medios de producción y construir una nueva sociedad sin clases, en la que el propio proletariado tendrá que extinguirse como clase. Las ideas allí contendidas son certeras y siguen siendo plenamente válidas; son principios que nos guían y nos guiarán hasta el comunismo, aunque se profundicen y desarrollen en el proceso de la lucha de clases como lo hicieron Lenin y el Presidente Mao.

En los años 60 de este siglo, durante la lucha entre marxismo y revisionismo, Jruschov negó su validez. Nosotros, los comunistas, condenamos y rechazamos tal posición revisionista y, a la vez, nos reafirmamos en que el Manifiesto es y seguirá siendo nuestro Programa, el programa de los comunistas. Posición en la cual nos mantenemos hoy y debemos mantenernos siempre.

Pocos meses después de la aparición del Manifiesto se produjo la gran derrota de la revolución en casi toda Europa. Fueron momentos duros y complejos para el proletariado; entró en un primer repliegue, el repliegue de 1848. ¿El proletariado dejó de luchar? No, prosiguió su lucha en las nuevas y adversas condiciones. Marx se abocó a fundamentar la concepción. Durante este período escribió “La Lucha de Clases en Francia”; allí nos enseñó que el proletariado debe cumplir tres supresiones y una subversión: la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción, la supresión de las clases y la supresión de las diferencias sociales; y, además la subversión de todas las viejas ideas cabal y completamente hasta lograr un cambio total y radical. También dijo allí que el partido del proletariado es un Partido de clase, es un Partido Comunista; y no un partido socialdemócrata, que mezcla y confunde los intereses de la burguesía con los del proletariado. Marx trabajó ardua y tenazmente centrando en la investigación de la base económica de la sociedad capitalista, analizó Inglaterra, el capitalismo más desarrollado de su época, desentrañando su esencia: la plusvalía fuente del capital, raíz profunda de la explotación del

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proletariado y del enriquecimiento de la burguesía; gigantesca labor que llevó a la publicación de “El Capital”, en 1867. Recuérdese que Marx sólo vio el primer tomo de su obra, siendo Engels quien preparó la publicación de los dos tomos restantes.

Pero la fundamentación teórica fue pareja a la labor de organización de la clase. Marx y Engels a la vez que escribían magistrales obras teóricas, dirigían las luchas de la clase obrera y la organizaban; así forjaron la primera organización internacional proletaria: La Asociación Internacional de los Trabajadores, la Iera Internacional, en 1864. En este reimpulso del movimiento obrero, Marx señaló que la clase había llegado a su madurez, pues ya tenía política propia y partido propio opuesto y distinto al de la burguesía, y que la clase tenía la tarea histórica de conquistar el poder.

El desarrollo del movimiento revolucionario lleva a 1871 en que se concreta la Comuna de París, cuando por vez primera el proletariado toma el poder en sus manos y derroca a la burguesía. Éste es el primer y gran hito histórico en la conquista del poder por el proletariado; sólo lo pudo retener algunas semanas, ni diez y fue derrotado. Marx aparte de prever que el triunfo de la Comuna no era posible, concluyó que en ella faltó más violencia revolucionaria, demoler el Estado burgués y, lo principal, faltó un Partido que la dirigiera. Con esta derrota el proletariado entró al repliegue del 71, un segundo y más largo repliegue en la revolución.

En síntesis, durante el primer repliegue se lucha por la fundamentación de la ideología de la clase, se sientan las bases del marxismo que a partir de 1872, después del fracaso y derrota de la Comuna de París, fue reconocido como la ideología del proletariado; se desenvuelve la organización política de la clase creándose la Iera Internacional y se reimpulsa el movimiento obrero, todo en la fragua de la lucha de clases que atizándose lleva a la conquista del poder por el proletariado en la gloriosa e imperecedera Comuna, primera gran victoria del proletariado

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internacional. Y es así porque sin ideología no se puede organizar y sin organización no se puede conquistar el poder. El transcurso del 48 al 71 muestra claramente que la clase lucha, fracasa y vuelve a luchar; que la clase no teme el fracaso y que el fracaso es relativo; que el proletariado construye la victoria a través de una escalera de fracasos, en una lucha constante. Así avanza, y éste es el proceso normal de la vida y lucha del proletariado.

En el segundo repliegue, Marx continuó la fundamentación de la ideología y su incansable lucha revolucionaria sin desligar jamás la teoría de la práctica. Aparte de proseguir su labor sobre “El Capital”, escribió “La Guerra Civil en Francia”, sobre la Comuna, sentando la gran tesis marxista de la dictadura del proletariado. Y, años después, “Crítica al Programa de Gotha”, estableciendo que entre la vieja y la nueva sociedad habrá un largo período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda, de revolución permanente hasta llegar al comunismo, y que este largo proceso histórico se desarrollará bajo la dictadura del proletariado; asimismo que la construcción de la sociedad comunista tendrá dos fases: primera, la del socialismo y, segunda, la del comunismo. Destaquemos que la revolución proletaria mundial, en la URSS como en China, sólo llegó hasta el socialismo cuyo desarrollo fue interrumpido por la restauración del capitalismo, siniestra labor cumplida por el revisionismo encabezado por Jruschov y TengSiao-ping, respectivamente.

Engels, en iguales circunstancias difíciles y adversas, hizo un magistral análisis de cincuenta años de lucha proletaria. En 1891 redactó su famosa Introducción a “La Guerra Civil en Francia” de Marx; en ella dijo, y la historia lo probó fehacientemente, que el proletariado no podría conquistar el poder en largo tiempo, en tanto no cambiaran las condiciones de la lucha política y la clase obrera no creara nuevas formas de lucha y nuevas formas de organización, especialmente militares. No dijo que se dejara de luchar, ni renunció al principio de la violencia revolucionaria para conquistar el poder como lo tergiversaron Kautsky, Bernstein y sus secuaces revisionistas; más aún libró batalla

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contra el viejo revisionismo. Y en defensa del marxismo publicó en 1876 su monumental “Anti-Dühring”, una de las obras teóricas fundamentales de nuestra ideología; mientras en su infatigable práctica fundó la Internacional Socialista, la IIa Internacional.

Empezando este siglo, desenvolviéndose ya el imperialismo, en la vieja Rusia aparecieron las primeras ideas del leninismo. Lenin con una profunda comprensión de la teoría marxista y de la situación de la autocracia zarista había escrito a fines del siglo XIX “El Desarrollo del Capitalismo en Rusia”. Centró su atención en construir el Partido de la clase, pues parafraseando a Arquímedes decía “Dadme un Partido y transformaré Rusia”; así, devino creador del Partido de Nuevo Tipo. Sobre la base de este trabajo ideológico, político y organizativo entre las masas por construir el Partido del proletariado ruso y la intensa agudización de la lucha de clases, se llegó a la insurrección de 1905 que sorprendió al mundo e hizo tambalear al “gendarme de Europa” remeciendo hasta los cimientos la “cárcel de los pueblos”. El pueblo se levantó, principalmente la clase obrera, apareciendo los “soviets” por vez primera en la historia; pero pese a su heroísmo, la revolución fue derrotada y, como en la Comuna, el proletariado ruso fracasó. Sin embargo, Lenin concluyó: Sin el “ensayo general” de 1905 hubiera sido imposible la victoria de la Revolución de Octubre. Se cumple, pues, la misma ley: luchar, fracasar, luchar de nuevo; y en lo nuevo el fracaso encierra la victoria.

Sobrevino la ofensiva contrarrevolucionaria del zarismo en Rusia y mientras en Europa las potencias imperialistas fraguaban la Ia Guerra Mundial, el revisionismo carcomía el movimiento proletario internacional. En estas circunstancias Lenin y los bolcheviques desarrollaron intensa y profunda actividad; y Lenin no sólo defendió el marxismo sino lo desarrolló sujetándose a la guía que el mismo estableciera: “Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario”. Así, para la construcción del Partido escribió “Dos Tácticas”, sobre los caracteres de la revolución democrática y de la socialista y “El Programa agrario

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de la socialdemocracia en la revolución de 1905-1907”, centrando en la confiscación de la tierra; y, lo que fue decisivo, dirigió la lucha interna, teórica y prácticamente, contra el liquidacionismo como modalidad de revisionismo en sus dos formas, el de derecha que apuntaba a disolver el Partido en el trabajo de masas y el de izquierda que buscaba aniquilarlo aislándolo de ellas. Defendió la filosofía marxista en “Materialismo y Empiriocriticismo”, desarrollándola en “Sobre la Dialéctica” que plantea el carácter medular de la contradicción. Analizando la nueva realidad del siglo XX sentó uno de sus más grandes desarrollos del marxismo: “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, desentrañando su esencia monopolista, parasitaria y agonizante; y enfrentando al guerrerismo imperialista publicó “El Socialismo y la Guerra” y “El Programa militar del proletariado”; así como combatiendo al revisionismo, “avanzada de la burguesía en las filas del proletariado” como certeramente estampara, escribió “La bancarrota del revisionismo” y “El imperialismo y el escisionismo”. Todo esto y más, a la vez que encabezaba lucha indesmayable contra la autocracia zarista, el imperialismo naciente y el revisionismo internacional, en medio de intensa lucha de clases y de la primera carnicería imperialista del siglo, su primera “guerra de rapiña”. Así, en avances y retrocesos, éxitos y reveses, victorias y fracasos, se fue desarrollando la revolución en la vieja Rusia y similarmente se forjó el Partido en torno al leninismo, asumiendo recién en abril del 17, a propuesta de Lenin, el glorioso nombre de Partido Comunista (bolchevique) con el cual avanzó más resueltamente aún, armada su mente con “El Estado y la Revolución” y las “Tesis de abril” y con los fusiles en la mano, hacia la gran victoria de la Revolución de Octubre.

Lenin llamó al proletariado y a sus partidos a convertir la guerra imperialista en revolución proletaria y por eso, él y los bolcheviques, bregaron. Y en octubre de 1917 con Partido Comunista, destacamentos armados de guardias rojos y apoyo de las masas organizó, dirigió y llevó a la victoria la insurrección de Petrogrado, iniciando la Era de la Revolución Proletaria Mundial, hito imperecedero de la historia de la humanidad.

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La victoria, la instauración de la dictadura del proletariado, la construcción del socialismo y de inmediato la defensa del Nuevo Estado, su supervivencia y desarrollo futuro plantearon complejos y nuevos problemas a la clase obrera. Cuestiones que nunca antes el proletariado había afrontado y debió resolver necesaria y perentoriamente, como su relación con otros Estados y el desarrollo de la economía en la nueva sociedad. La nueva realidad social que surgía, el proceso mismo de la lucha de clases y la coyuntura histórica concreta impuso a la revolución internacionalmente la necesidad de la paz de Brest-Litovsk con Alemania, y otros tratados lesivos, con Polonia por ejemplo; e internamente la necesidad de la NEP (Nueva Política Económica). Reveses y retrocesos que Lenin asumió como necesidad y, más aún, decidió asumir conscientemente pensando en el futuro de la revolución; y lo hizo enfrentando fuerte oposición y derrotándola. Así, pues, la propia victoria, la conquista del poder engendra problemas y dificultades, y la defensa del Nuevo Estado y el desarrollo de la revolución siguen desde su inicio un camino sinuoso, y en él los avances y retrocesos, éxitos y reveses, victorias y fracasos, son parte necesaria del proceso de lo nuevo. Asimismo, la historia, el proceso concreto de la lucha de clases impone compromisos, acuerdos y tratos de diverso tipo y del más alto nivel, y si la revolución, el nuevo poder, el Partido en síntesis no los asume decidida y oportunamente, se cosechan reveses, fracasos, derrotas y retrocesos más profundos y graves que los que se pretende o se imagina evitar.

Lenin definió que la situación internacional debe analizarse partiendo de las relaciones económicas del imperialismo y de la contradicción países imperialistas-naciones oprimidas; precisó que el mundo había ingresado a una era de guerras de diversos tipos, en medio de las cuales se hundirá el imperialismo; y fundó la IIIra Internacional, la Internacional Comunista, para luchar por la revolución, el socialismo y la dictadura del proletariado forjando para ello partidos comunistas.

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El siglo XX pasa a la historia como el comienzo de la era de la revolución proletaria mundial, el siglo del desarrollo y ascenso de su gloriosa primera etapa y como contraparte, de sus dos grandes derrotas y repliegue general. Siglo del inicio de la guerra definitiva entre revolución y contrarrevolución, el de las primeras grandes batallas por la conquista y defensa del poder en la prolongada guerra de clases entre el proletariado y la burguesía; siglo que no solo abre la nueva era sino que ha sentado bases insoslayables para el futuro comunismo.

El siglo XX, en líneas generales y desde el lado del proletariado y la revolución proletaria mundial en su lucha contra el imperialismo y la contrarrevolución, tiene el siguiente derrotero:

1) Conquista del poder. Lucha contra el imperialismo naciente, la primera guerra mundial de rapiña, contra el viejo revisionismo, principalmente contra su condición de socialimperialismo, y triunfo de la Revolución de Octubre que estremeció la Tierra. La clase obrera conquistó el poder, estableció la dictadura del proletariado e inició la construcción del socialismo.

2) Desarrollo de la revolución mundial. Abarca más o menos hasta el término de la segunda guerra mundial. Tumultuosa fragua que se desenvuelve con la guerra civil en defensa del Poder Rojo, la derrota de la revolución en Europa y China, el crecimiento del fascismo y la crisis económica del imperialismo, en los años veintes. Para proseguir en la década del treinta con el desarrollo de la Construcción Socialista en la URSS, impulsando la cooperativización agrícola y principalmente la industrialización, así como los preparativos contra la guerra que ya amenazaba al mundo. La persistente lucha política por principios irrenunciables contra el viejo revisionismo de los renegados de la Internacional Socialista; contra el oportunismo de derecha e izquierda en la construcción del socialismo; y contra el socialfascismo, trotskismo y nuevo revisionismo en

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gestación en el movimiento proletario internacional y fuera de él (a partir de la conquista del poder en 1917). La dura forja del movimiento antifascista; las agresiones del imperialismo japonés, italiano y alemán; la ambigua política de Inglaterra, Francia y EE.UU. que socapaban principalmente al nazismo hitleriano tramando lanzarlo contra la URSS; la derrota de la revolución española; y el poderoso movimiento de liberación nacional que se abrió paso resistiendo con las armas la agresión imperialista, especialmente en Asia, teniendo como centro la Revolución China. Desembocando la gran tormenta de la lucha de clases en la II Guerra mundial iniciada en 1939, la más grande matanza generada por el imperialismo hasta hoy en su impenitente afán de repartirse el mundo e introducir una sola hegemonía; holocausto de cincuenta millones de hijos de la clase y el pueblo, principalmente soviético y chino, a través del cual fue derrotado el fascismo, la revolución triunfante se expandió a Europa Oriental y democráticos vientos de lucha popular se extendieron por el mundo.

3) Ascenso de la Revolución Proletaria Mundial. Con el triunfo de la Revolución China, cambió la correlación de fuerzas a favor del socialismo y como hermosamente se canta “en el Este se levanta el Sol”. La revolución se extiende en Asia, el imperialismo yanqui es derrotado en Corea; surge el campo socialista desde el Pacífico al Báltico, y como dijo el Presidente Mao Tse-tung “El viento del Este prevalece sobre el viento del Oeste”. Así comenzó este tercer momento, más el revisionismo siniestro y reptante, encabezado por Jruschov, usurpó el poder en la URSS en 1956, y el proletariado internacional sufrió su primera gran derrota en este siglo; mientras que en la propia China Popular y en el PCCH, el revisionismo tomaba posiciones con Liu Shao-shi y Teng Siao-ping. La década del 60 es, sin duda alguna, la más alta y grandiosa ola de la revolución proletaria mundial; ha marcado imborrablemente para siempre la historia del mundo y del proletariado internacional; y en ella, la Gran

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Revolución Cultural Proletaria, será para el futuro comunista la cumbre del siglo XX, del siglo en que se pusieron sus cimientos. Los sesentas también fueron la más alta ola del movimiento de liberación nacional, movimiento que barrió Asia, África y América Latina, “la zona de tempestad revolucionaria” como sentara la “Carta China” en junio del 63; mostró el inmenso potencial que encierra dentro de la revolución proletaria mundial; y el sudeste asiático fue su centro, Vietnam fue su vórtice. En esa época, hasta las potencias imperialistas fueron remecidas por la tormenta revolucionaria: EE.UU. por el movimiento negro y Francia por el candente mayo del 68. Mas diez años después de iniciada la Gran Revolución Cultural Proletaria, muerto ya el Presidente Mao Tse-tung, el revisionismo dio un golpe contrarrevolucionario dirigido por Teng, usurpando el poder proletario en China; y el proletariado internacional enfrentó su segunda gran derrota en este siglo, veinte años después de la primera, en 1976. Ahí comenzó la ardorosa y trascendente lucha por la defensa y mantenimiento de la revolución proletaria mundial; en esta coyuntura iniciamos la guerra popular en el Perú.

4) Repliegue Político General. Los sucesos del 88 al 91: Muro de Berlín, Europa Oriental, putsch en la URSS, invasión a Irak, entre otros, marcan la ofensiva general del imperialismo bajo la hegemonía de EE.UU., obviamente en colusión y pugna; así como el inicio del repliegue político general de la revolución proletaria mundial, en el contexto del término de la primera etapa de la revolución y la gestación de la segunda que se expresará en una nueva ola revolucionaria proletaria en las próximas décadas del siglo XXI.

En este marco de avances y retrocesos, éxitos y fracasos, victorias y derrotas que jalonan el camino del proletariado, su conquista, defensa y pérdida del poder, deben entenderse las revoluciones; y sacar lecciones para afrontar el repliegue pero, sobre todo, proseguir la lucha inexorable hasta la meta final,

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cualquiera sean las metas inmediatas o mediatas necesarias y las circunstancias concretas que la historia plantee.

La Unión Soviética del camarada Stalin nos muestra la compleja política internacional de un Estado Socialista; grandes y hasta dramáticos giros dio en pos del objetivo ante el creciente peligro de guerra mundial: lucha tenaz convocando a las potencias occidentales a unirse para cerrar el paso a la agresión fascista, primero (ligada a la política de frente antifascista de la Internacional Comunista, VII Congreso, 1935). Después, pacto de no agresión entre Alemania y la URSS; finalmente, alianza con EE.UU., Inglaterra y Francia contra el eje fascista de Alemania, Italia y Japón en la II Guerra Mundial. Mientras en el frente interno se unió al pueblo soviético, a las clases, a las nacionalidades, a los patriotas, estimulando el espíritu nacional, en la Gran Guerra Patria contra la agresión nazi, a la cual concurrió hasta la Iglesia Ortodoxa; lo cual requirió, obviamente, cambios programáticos y políticos fundamentales. Pero en medio del inmarcesible triunfo que llevó al Ejército Rojo a enarbolar la bandera roja con la hoz y el martillo en la Puerta de Brandenburgo y, más aún, en la reconstrucción, fue gestándose el revisionismo que, muerto el gran camarada Stalin, usurpó la dictadura del proletariado en 1956, causando la primera gran derrota de la revolución proletaria mundial en este siglo, como ya destacamos.

El 10. de octubre de 1949, después de veintidós años de guerra popular, el Partido Comunista de China, bajo la dirección personal del Presidente Mao Tse-tung, conquistó el poder, culminando una de las más gigantescas epopeyas de la historia mundial. Pero ninguna revolución, tampoco la china, es un camino recto y sin reveses. En 1927, como dijéramos, fue derrotada; ChiangKai-shek traicionó hundiendo al pueblo chino en un baño de sangre y el movimiento revolucionario fue reducido a su mínimo, principalmente en las ciudades. En el Partido había predominado una línea oportunista de derecha, de ahí la derrota, en tanto, que las fuerzas nuevas, proletarias en especial, fracasaron por su insuficiente desarrollo. ¿Cómo

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actuó el Presidente Mao en estas circunstancias? Planteó por vez primera que el poder nace de fusil y estableció el camino de cercar las ciudades desde el campo, definiendo el carácter de fuerza principal que tiene el campesinado en la revolución democrática; organizó y dirigió el Levantamiento de la Cosecha de Otoño, creó el Ejército Rojo de obreros y campesinos, de nuevo tipo, y construyó, sustentándose en las masas, la base de apoyo de Chingkang. Mientras basaba la acción del PCCh en fundamentales obras que desarrollaban su construcción ideológico-política: “Análisis de las clases de la sociedad china”, “Informe sobre la investigación del movimiento campesino en Junán”, “La lucha en las montañas Chingkang”,”¿Por qué puede existir el Poder Rojo en China?”,”Sobre la rectificación de las ideas erróneas en el Partido” y “Una sola chispa puede incendiar la pradera”; todas ellas sobre el camino del campo a la ciudad y cómo construirlo bajo la dirección del Partido Comunista guiado por la ideología del proletariado.

Así, las fuerzas de la revolución china se acrecentaban extendiendo el poder de obreros, campesinos y soldados hasta conformar la República de Juichin; y derrotando cada vez mayores fuerzas armadas enemigas se fortaleció, deviniendo en poderoso incendio que arrasaba el viejo poder en el campo. Mas la quinta campaña de cerco y aniquilamiento, desatada por el ejército reaccionario, fue erróneamente respondida con guerra regular abandonando la guerra de guerrillas; llevando, esta vez una línea oportunista de izquierda imperante en el Partido, a la segunda derrota de la revolución en China; y las fuerzas nuevas, la izquierda partidaria principalmente, fracasaron de nuevo por su insuficiente desarrollo , específicamente por su debilitamiento derivado de la destitución de sus dirigentes, pues el Presidente Mao y sus cercanos seguidores fueron marginados. Pero éste, como en la primera derrota, fijó el camino a seguir, lo organizó, lo plasmó y mantuvo su rumbo, asumiendo la dirección en Tsunyi, enero de 1935: desplazarse al norte mediante una Gran Marcha para combatir a Japón que expandía su agresión en China.

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La Gran Marcha, epopeya sin igual, fue una máquina combatiente sembradora de propaganda y organización; recorrió once provincias, “10,000 li” (unos cinco mil kilómetros), hasta asentarse en Yenán, el centro de la revolución china hasta el 47 en que salió de él para conquistar el Poder en todo el país. Período nutrido hasta 1940 por imperecederas obras del presidente Mao Tse-tung: “Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria de China”, sienta contra el oportunismo, la línea militar proletaria de la guerra de guerrillas cuya forma principal es desenvolverse a través de campañas y contracampañas de cerco y aniquilamiento. “Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés” y “El Partido Comunista de China en la guerra nacional”, establecen los cambios producidos al pasar a ser principal la contradicción nación-imperialismo, a nivel de programa, línea política, construcción de los tres instrumentos, y fija cómo el Partido debe encabezar y dirigir la guerra de liberación nacional. “Acerca de la práctica” y “Sobre la contradicción” para armar a los cuadros con la filosofía, el núcleo de la ideología, a fin de comprender la propia realidad científicamente y servir a transformarla. “Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón”, “Sobre la guerra prolongada” y “Problemas de la guerra y la estrategia”, tratan la guerra de guerrillas como estrategia y no simplemente como cuestión táctica, la primera; la guerra como estrategia militar y política, más aún como gran estrategia que liga indesligablemente la guerra y la paz, la segunda; la guerra como forma principal de solución de las contradicciones fundamentales y la violencia revolucionaria como ley universal sin excepción, la tercera. “Acerca de la aparición de la revista `El Comunista´”, sobre el Partido, la guerra y el frente, estableciendo las seis leyes de éste. “La revolución china y el Partido Comunista de China”, magistral análisis de las clases en la revolución democrática y la dirección política del Partido en la revolución y la guerra. “Sobre la nueva democracia”, monumento sobre teoría del Estado y su desarrollo en la revolución democrática como Estado de nuevo tipo, nueva democracia como dictadura conjunta dirigida por el proletariado, concretada en nueva

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economía, nueva política y nueva cultura. Estas obras maoístas fundamentales, entre otras, son parte de la herencia marxista que los comunistas enarbolamos como armas invencibles hoy y garantía de la victoria de mañana.

Pero, la revolución china nos enseña más aún. En 1936, el PCCH, bajo poderosa presión popular, impuso al Kuomintang el frente unido antijaponés; poniendo por encima los intereses del pueblo chino, los comunistas pusieron de lado las deudas de sangre de Chiang Kai-shek, a quien incluso perdonaron la vida, y aun aceptándolo como representante de la República China, combatieron ejemplarmente hasta derrotar al Japón. Claro está que, mientras el Partido libraba la guerra antijaponesa, Chiang “observaba desde la montaña Omei cómo dos tigres se pelean”, soñando y especulando con la derrota de los comunistas. Y, diez años después, en 1946, el PCCH y el Kuomintang, celebran un acuerdo para terminar la guerra civil en pro de una nueva China, la paz y la democracia; en esencia implicaba no culminar completamente la revolución democrática; mas las necesidades de la lucha de clases lo exigían así y el Presidente Mao no vaciló en suscribir tal acuerdo, como puede estudiarse en su obra sobre “Las negociaciones de Chungching”. Acuerdo que no prosperó por la perfidia reaccionaria y fue roto por su ofensiva de julio del 46, quedando Chiang y sus compinches, marionetas del imperialismo yanqui, desenmascarados ante el pueblo chino y el mundo.

Así, el Presidente Mao Tse-tung, como antes hicieran Marx, Engels, Lenin y Stalin, enfrentó y superó los fracasos, derrotas y retrocesos de la revolución china; mantuvo el rumbo después de establecerlo y condujo al grandioso triunfo de octubre del 49. Son lecciones insoslayables que los comunistas debemos tener presente hoy, más que nunca, y sobre todo aplicarlas.

Concluida la revolución democrática sin interrupción se emprendió la socialista; es bien conocida la grandeza de esta nueva etapa y principalmente la trascendencia de la

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Gran Revolución Cultural Proletaria. Pero toda esta lucha estremecedora contra el revisionismo contemporáneo y heroica guerra de clases por la continuación y desarrollo no solo de la revolución china sino de la revolución proletaria mundial, librada en el fragor de la batalla entre restauración y contrarrestauración, desaparecido el Presidente Mao Tse-tung, terminó con el golpe contrarrevolucionario de Teng, la usurpación burguesa del poder en la República Popular China y, en consecuencia, en la segunda gran derrota contemporánea del proletariado internacional. Este turbulento y grandioso capítulo de la revolución proletaria mundial, unos veinticinco años de estruendosa tormenta revolucionaria, principalmente la Gran Revolución Cultural Proletaria, incluidos fracasos y derrotas han armado ideológicamente a los comunistas para siempre.

El 80, en el Perú, iniciamos la guerra popular, enarbolando el marxismo-leninismo-maoísmo. Hoy, trece años después, por problemas de dirección proletaria, y dentro del repliegue político general de la revolución mundial, la guerra popular no puede ni debe continuar y, más aún, objetivamente ha entrado a su fin, querrámoslo o no.

¿Ha terminado la revolución? ¿se ha detenido la revolución? No. Prosigue y proseguirá en nuevas condiciones. La revolución mundial y la revolución peruana están en repliegue, debemos comprender esta realidad y no temer el fracaso. El fracaso solo es producto del insuficiente desarrollo de las fuerzas nuevas, así como la derrota es, en esencia, resultado de una línea oportunista. La burguesía y la pequeña burguesía temen el fracaso porque su mundo se sustenta en la propiedad y su concepción se centra en el egoísmo; de ahí su miedo al fracaso, temen perder su propiedad, posición social, poder personal, prestigio, privilegios, influencia y expectativas. El proletariado, por el contrario, se sustenta en su fuerza de trabajo, centrando su ideología en el interés de la clase; sin embargo, aunque en él subyace el desinterés, el sistema de explotación capitalista lo ata a la propiedad privada y deforma su conciencia en el egoísmo

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burgués; por ello los comunistas deben forjarse en el desinterés absoluto y, conforme la revolución transforme el mundo, extenderlo al proletariado y al pueblo. A lo viejo y lo nuevo acecha el fracaso; pero mientras a lo viejo lo lleva a la derrota por la caducidad antihistórica de sus fuerzas, a lo nuevo lo lleva a la victoria, pues el fracaso en él es producto del insuficiente desarrollo de sus fuerzas, de su debilidad transitoria y no porque su objetivo, política y lucha sean erróneos. El proletariado y los oprimidos no temen el fracaso; su historia y la del proletariado principalmente prueban que a través de reiterados fracasos conquistan la victoria, conquistan el Poder.

Hoy la revolución proletaria mundial está en repliegue político general, pero en él ya está gestándose una nueva etapa que en futuras olas sucesivas con fusiles asaltarán los cielos y conquistarán el poder; asimismo, la guerra popular ha entrado a terminar concluyendo el más grande movimiento revolucionario de nuestra historia, pero a su vez está forjándose en su seno un nuevo momento revolucionario que en las próximas décadas del siglo XXI superará y rematará la epopeya actual. No ver esta realidad y temer el fracaso, partiendo así de posiciones no proletarias, burguesas, está llevando, por responsabilidad de quienes dirigen, a la derrota de la guerra popular por acción del enemigo o desintegración de las fuerzas y, más grave aún, a la destrucción del Partido.

En este 1o. de mayo, Día del Proletariado Internacional, reafirmémonos más profundamente aún en el marxismo-leninismo-maoísmo; asimilemos la experiencia de cientocincuenta años de revolución proletaria mundial y apliquémosla; y combatamos por la IV etapa del Partido en el nuevo momento de la revolución peruana, dentro de la nueva etapa de la revolución proletaria mundial.

PMBNC, 1o. de mayo de 1994.

PRESIDENTE GONZALO CAMARADA MÍRIAM

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Ediciones Bandera Roja