acerca de la corte de los milagros

23
ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS I. DE UNA TERTULIA DE ANTAÑO A EL RUEDO IBÉRICO No sé que nadie haya advertido la marcada tendencia esperpén- tica de Una tertulia de antaño 1 y su relación con La corte de los mi- lagros 2 . Aunque Una tertulia transcurre después de la caída de Isa- bel II y en los momentos de la proclamación de Alfonso XII, aun- que tiene también abundantes rasgos del estilo de las Sonatas, es evidente que tono e intención la colocan en la línea de las grandes obras esperpénticas y, lo que es más, la situación general y varios pasajes se incorporarán luego a La corte de los milagros. RASGOS ESPERPÉNTICOS DE " U N A TERTULIA" En La elaboración artística en "Tirano Banderas 1 ' 3 he estudiado el desarrollo y la culminación de lo esperpéntico en la obra de Valle. No quise entonces hacer hincapié en Una tertulia de antaño, pues pensaba analizarla en vinculación con las novelas de El ruedo ibé- rico. Ahora, pues, señalaré todos los rasgos esperpénticos que en ella se encuentran. La influencia goyesca. Valle nos dice que uno de sus personajes, la Duquesa de Ordax, tenía "cierto parecido con los retratos de la reina María Luisa" (p. [i], col. 2) y le atribuye gestos y actitudes de maja: ". . .volvió a reír con su risa de maja. . ." (p. [4], col. 2), "aque- lla Duquesa de Ordax, maja desgarrada, fue por un momento la rica hembra con diez y seis cuarteles de nobleza" (p. [17], col. 1) 4 , 1 RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN, Una tertulia de antaño, en El Cuento Sema- nal, Madrid, año 3, núm. 121 (23 de abril de 1909). El folleto consta de 20 páginas sin numerar. Abreviaré UT. 2 RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN, El ruedo ibérico, Primera serie, t. 1, La corte de los milagros, Imprenta Rivadeneyra, Madrid, 18 de abril de 1927 (Opera omnia, vol. 21). Abreviaré CM. 3 El Colegio de México, México, 1957 (Publicaciones de la NRFH, 4). 4 Conviene comparar este pasaje con otro de Tirano Banderas (Opera omnia, vol. 16, Madrid, 1927, pp. 46-47). También en Benicarlés, la antigua estirpe puede volver por sus fueros: "Y el desvaído carcamal, en la luz decli- nante de la cámara desenterraba un gesto chafado, de sangre orgullosa". Pero aquí la decadencia es absoluta.

Upload: phamkhanh

Post on 11-Feb-2017

220 views

Category:

Documents


2 download

TRANSCRIPT

Page 1: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

A C E R C A D E LA CORTE DE LOS MILAGROS

I. D E UNA TERTULIA DE ANTAÑO A EL RUEDO IBÉRICO

N o sé que nadie haya advertido la marcada tendencia esperpén-tica de Una tertulia de antaño1 y su relación con La corte de los mi­lagros2. A u n q u e Una tertulia transcurre después de la caída de Isa­bel I I y en los momentos de la proclamación de Alfonso X I I , aun­que tiene también abundantes rasgos del estilo de las Sonatas, es evidente que tono e intención la colocan en la línea de las grandes obras esperpénticas y, lo que es más, la situación general y varios pasajes se incorporarán luego a La corte de los milagros.

R A S G O S E S P E R P É N T I C O S D E " U N A T E R T U L I A "

E n La elaboración artística en "Tirano Banderas1'3 he estudiado el desarrollo y la culminación de lo esperpéntico en la obra de V a l l e . N o quise entonces hacer hincapié en Una tertulia de antaño, pues pensaba analizarla en vinculación con las novelas de El ruedo ibé­rico. A h o r a , pues, señalaré todos los rasgos esperpénticos que en e l la se encuentran.

La influencia goyesca. V a l l e nos dice que uno de sus personajes, l a Duquesa de Ordax , tenía "cierto parecido con los retratos de la re ina María L u i s a " (p. [ i ] , col . 2) y le atribuye gestos y actitudes de maja: ". . .volvió a reír con su risa de maja. . ." (p. [4], col . 2), "aque­l la Duquesa de Ordax, maja desgarrada, fue por u n momento la r ica hembra con diez y seis cuarteles de nobleza" (p. [17], col . 1) 4 ,

1 R A M Ó N DEL V A L L E - I N C L Á N , Una tertulia de antaño, e n El Cuento Sema-

nal, M a d r i d , a ñ o 3, n ú m . 121 (23 de a b r i l de 1909). E l fo l le to consta de 20

p á g i n a s s i n n u m e r a r . A b r e v i a r é UT. 2 R A M Ó N DEL V A L L E - I N C L Á N , El ruedo ibérico, P r i m e r a serie, t. 1, La corte

de los milagros, I m p r e n t a R i v a d e n e y r a , M a d r i d , 18 de a b r i l de 1927 (Opera

omnia, v o l . 21). A b r e v i a r é CM. 3 E l C o l e g i o de M é x i c o , M é x i c o , 1957 ( P u b l i c a c i o n e s de l a N R F H , 4). 4 C o n v i e n e c o m p a r a r este pasaje c o n o t r o de Tirano Banderas (Opera

omnia, v o l . 16, M a d r i d , 1927, p p . 46-47). T a m b i é n en Benicar lés , l a a n t i g u a

est irpe p u e d e v o l v e r p o r sus fueros: " Y e l desva ído c a r c a m a l , en l a l u z d e c l i ­

n a n t e de l a cámara desenterraba u n gesto chafado, de sangre o r g u l l o s a " . P e r o

a q u í l a d e c a d e n c i a es absoluta .

Page 2: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

344 E M M A SUSANA SPERATO PINERO N R F H , X I

"después alzó la voz dominando todas las conversaciones, con aquel empaque de maja que en su j u v e n t u d había parecido gracioso, y ahora sólo era una lejana evocación goyesca. . ." (p. [17], col . 2). Menos frecuente que en otras obras es la esperpentización a n i m a l i ­zante, inspirada igualmente en G o y a 5 : "—¿Dónde hay nada más r i ­dículo que esa pajarera nacional que l laman Congreso?" (p. [14], col . 1). D e la charla superficial de las damas que asisten a la reu­nión dice V a l l e que se asemeja al griterío de las monas del trópico (p. [6], col . 1). Pero la degradación total se advierte sobre todo en la manera como se refiere a los nobles que, "esperando el momento de heredarla", sirven de rodrigones a la agudísima coja María de los Dolores Portocarrero y Sandoval: " L a señora no dejaba de adver­t i r lo , y se vengaba tratándolos despóticamente y llevándolos a todas partes como dos mastines atrail lados" (p. [9], col. 1).

Máscaras y muñecos. N o los hay, propiamente hablando, en Una tertulia; pero se insinúan en el rostro de " u n general viejo y repin­tado" (p, [9], col . 2) y en el afán con que afirma: " ¡La verdad n o puede decirse siempre!" (p. [11], col . 2).

Teatralería. J u n t o con la influencia goyesca, la teatralería es quizá el elemento esperpéntico que con mayor claridad y más fre­cuencia aparece en Una tertulia. Bradomín ha encontrado su "acti­t u d " , con la cual "todo se arregla en la v i d a " (p. [5], col . 1), y habla "lentamente, con una voz velada l lena de pausas misteriosas y de inflexiones galantes", recordando a "Julián R o m e a cuando en sus últimos tiempos. . . aún conseguía aplausos haciendo el galán en aque­llas comedias francesas que traducía don V e n t u r a de la Vega" (p. [5], c o l . 2). María de los Dolores, uno de los portavoces de Val le , afirma que para " l a comparsa" alfonsina Cánovas es u n talento (p. [14], col . 1). Y la Duquesa de O r d a x suma al majismo cierta habi l idad, o d e b i l i d a d , dramática: ". . .cambió de tono, como una vieja de teatro" (p. [17], col . 1). E n dos fragmentos se alude a cómicos y oradores (teatralería y retórica), y a ellos se agregan otros tipos esperpénticos, pues representan la charlatanería y una forma distinta de espec­táculo: " N o negaré yo que el orador pueda ser hombre algo discre­to. . . Pero sí niego que puedan serlo quienes se embelesan oyéndole. L o s oradores, los cómicos y los barberos sólo pueden ser admirados p o r los tontos" (p. [15], cois. 1-2); " L o s oídos españoles se sugestio­nan por el sonoro rodar de las palabras. L o mismo aplauden el b r i n ­dis del torero, que el parlamento del cómico, que la hueca declama­ción del t r i b u n o " (p. [16], col . 1).

Finalmente, junto con la sátira del ejército (p. [2], col . 2, y

5 J . M . B l e c u a me sugiere q u e este t i p o de rasgos p u e d e inspirarse tam­

b i é n e n o t r o de l a Crónica de don Francesillo de Zúñiga, o b r a que , según

parece, h a b í a le ído Val le-Inc lán.

Page 3: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 3 4 5

p. [12], col . 2), aparecen situaciones y expresiones que, si b ien care­cen de los rasgos esperpénticos sobresalientes, contribuyen a subra­yar la crítica. Los índices de decadencia quedan rápidamente esbo­zados en los siguientes pasajes que nos hablan, ya de bancarrota eco­nómica: "aquellos grandes candelabros de plata. . . hacían recordar el buen tiempo en que los galeones llegaban cargados de las Indias" (p. [3], col . 1), ya de bancarrota m o r a l : la Duquesa de Ordax "estaba encantada de las calaveradas de sus hijos. . ." (p. [2], col . 2). Unas líneas exponen la degradación del noble bajo el influjo pernicioso de u n plebeyo: Jorge O r d a x "hablaba u n poco ronco, y tenía en la voz las mismas inflexiones que N e l o . A m b o s recalcaban algunas voca­les, rascando las palabras en el gaznate, como si fuese una piedra ele amolar" (p. [19], col . 2). M u y cerca se está aquí de la afirmación de las Partidas —a las que también se alude en u n juego de palabras 0 —: " C a b ien así como el cántaro quebrado se conoce por el sueno. . ."

L a espantosa vaciedad del m u n d o que V a l l e nos pone ante los ojos queda manifestada por la superioridad que pretende atribuirse y que María de los Dolores satiriza (p. [14], col . 2):

—Estamos en la era de los genios. E l Congreso es una jaula de grandes hombres. Servir, ninguno sirve de nada. Necesitan un ge­neral para vencer nuestras pobres partidas de aldeanos, y no lo tienen. Necesitan un diplomático, y no lo tienen. Necesitan un almi­rante, y no lo tienen. Necesitan un hombre de bien que no robe, y no lo tienen. ¡Pero en tanto, todos son genios! Desde las Cortes de Cádiz, parece que todas las mujeres han parido genios en España.

L a misma señora y el marqués de Bradomín cierran la nove l i ta con estas terribles y descorazonadoras palabras, que comentan la reacción de los tertulios al saber la not ic ia de la proclamación de Al fonso X I I (p. [20], col . 2):

L a dama coja arrastró fuera al Marqués de Bradomín. — ¡Y éstos serán los cortesanos del nuevo reinado! E l viejo dandy tuvo una sonrisa dolorosa y desdeñosa. —¡Reciben a su príncipe con una guitarra! ¡Triste señal de los

tiempos, en que puede ser una guitarra el símbolo de un pueblo y un reinado!

F R A G M E N T O S Q U E R E A P A R E C E N E N " L A C O R T E D E L O S M I L A G R O S "

Dije al comienzo que l a situación general de Una tertulia es aprovechada para otra part icular de La corte de los milagros. S i n

6 " U n a señora. . . in terrogó c o n a ire i n o c e n t e : «—¿De q u i é n son las p a r t i ­

das?» [las carl istas de V i z c a y a ] . R e s p o n d i ó M a r í a D o l o r e s a p a r e n t a n d o m a l

h u m o r : «—De A l f o n s o el S a b i o » " (p. [10], c o l . 2, y p. [11], c o l . 1). E n c o n t r a m o s

juegos p a r e c i d o s e n Tirano Banderas (p. 257): "Se a l m i b a r ó N a c h i t o : «—Mu­

chas gracias». Y repuso e l tahúr , c o n su m u e c a lépero n a : «—¡Son las q u e m e

c u e l g a n ! » "

Page 4: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

3 4 6 E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

entrar en mayores detalles, basta comparar la novelita con la reu­nión en casa de los marqueses de T o r r e - M e l l a d a ( C A Í , pp. 39-40), donde, además del cambio de época, se ha agudizado la sátira. D i j e también que varios pasajes de Una tertulia se incorporan a La corte. Y aquí sí vale la pena detenerse a observar la transformación de los viejos fragmentos después que V a l l e cobró plena conciencia de su propósito y de la forma como había de realizarlo. Cuatro son los fragmentos aprovechados. U n o de ellos retrataba inicialmente a la Duquesa de Ordax; en La corte de los milagros servirá para carac­terizar la fisonomía y la expresión de Dolores Chamorro , personaje de origen plebeyo:

Tenía l a cara arrugada, las cejas con retoque, y llevaba un peinado de rizos aplastados sobre la frente, lo que acababa de darle cierto pa­recido c o n los retratos de la reina María Luisa. Hablaba con un des­garro v i v o y popular (UT, p. [ 1 ] , col. 2 ) .

Hablaba con desgarro vivo y po­pular, rasgando la boca sin dientes: Tenía la cara arrugada, las cejas con retoque, y llevaba sobre la fren­te un peinado de rizos aplastados, que acababa de darle cierta seme­janza con los retratos de la Reina María Luisa (CM, p. 43).

Los cambios no son importantes. Se ha antepuesto la referencia a l modo de hablar, y se ha acentuado el gesto y la decrepitud de la C h a m o r r o con una nueva frase. E n la tercera oración, se han ante­puesto los complementos haciendo depender sobre la frente, no de l part ic ipio aplastados sino del verbo llevaba, con lo cual se modifica el r i t m o y se pone en p r i m e r lugar lo que más impresiona en el retrato de la mujer de Carlos I V . Finalmente se reemplaza parecido por semejanza, acaso para evitar la asonancia molesta con rizos que, con la inversión de los complementos, quedaba demasiado próximo.

E l segundo fragmento es el más largo de los que pasan a La corte de los milagros:

Llegaron algunas damas que, te-merosas de estar a punto en la ópe­ra italiana, hacían un alto en el palacio de la Duquesa de Ordax. Eran señoras jóvenes y un poco ton­tas, con los talles altos, el pelo en bucles, y e l escote adornado con ca­melias. Hablaban de París, se aba­nicaban, y reían sin motivo. En­tendíase la voz de todas, como en una s e l v a tropical el grito de las monas. E n rigor, ninguna hablaba. Sus labios pintados de carmín lan­zaban exclamaciones y desgranaban esas frases triviales consagradas en

Se apartó.. . cediendo el paso a unas damas que hacían estación en la tertulia, para llegar después del primer acto a los Bufos de Arde-ríus. Eran señoras casquivanas y un poco tontas, con los talles altos, el pelo en bucles y el escote adorna­do con camelias: Hablaban de mo-das, de amoríos, de un tenor ita­liano: Se abanicaban y reían sin causa. Sonaban confundidas las vo­ces, como en una selva tropical el grito de las monas. E n rigor ningu­na hablaba: Sus labios de falso car­mín lanzaban exclamaciones y des-

Page 5: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS' 347

todas las conversaciones, animán­dolas con gestos, con golpes de aba­nico, con zalemas.

— ¡Pero, qué elegante! — ¡Ay, qué gracia! — ¡Encantadora! ¡Encantadora!

¡Encantadora! — ¡Ni pensarlo! Y en medio de cada frase el gor­

gorito de una risa que presta a las palabras una gracia que no tienen. Aquella risa muestra la blancura ele los dientes, y el divino granate de la lengua, al mismo tiempo que esparce la fragancia del seno alzán­dole en una armoniosa palpitación. Todas aquellas señoras conspiraban en pro del hijo de Isabel II. Ellas no entendían de política; pero sus­piraban por aquellos besamanos del otro reinado, famosos y vistosos. Echaban de menos las intrigas pa­laciegas, la curiosidad novelesca con que procuraban descubrir entre los caballerizos y gentileshombres, el último favorito de aquella reina tan española, tan caritativa, tan sensible, tan devota de la Virgen de la Paloma. Sobre todo echaban de menos el botín de las bandas, de las grandes cruces, de los títulos de Castilla (UT, p. [6], cois, i y 2; p. [7] , col. 1).

granaban frases triviales, animán­dolas con gestos, con golpes de aba­nico, con zalamerías:

— ¡Pero qué elegante! — ¡Encantadora! ¡Encantadora!

¡Encantadora! —¡Ay, qué gracia! —•¡Date pisto! —¡Ni pensarlo! Y en medio de cada frase el gor­

gorito de una risa que presta a las palabras la gracia que no tienen, y muestra la blancura de los dien­tes, al mismo tiempo que esparce la fragancia del seno alzándole en una armoniosa palpitación. Todas aquellas señoras intrigaban: Para ellas la política era el botín de las bandas, de las grandes cruces, de los títulos de Castilla: Amaban los be­samanos y los enredos de antecá­mara: Curiosas y noveleras, procu­raban descubrir entre los caballe­rizos y gentileshombres al futuro favorito de aquella reina tan espa­ñola, tan caritativa, tan devota de la Virgen de la Paloma (CM, pp. 41-42).

Estamos ante una verdadera refundición. Además de los cambios que obedecen a la necesidad de acomodar el pasaje a u n momento histórico distinto y a una nueva circunstancia, V a l l e introduce mo­dificaciones enriquecedoras. Reemplaza palabras débiles por otras llenas de intención (casquivanas, "de falso carmín", "hacían esta­ción", en lugar de jóvenes, "pintados de carmín" y "hacían un alto'9'); suprime lo que recargaba sin agregar poder expresivo o desviaba demasiado de la actitud burlesca (esas, consagradas en todas las conversaciones, y el divino granate de la lengua, tan sensible); amplía para subrayar la superficialidad o el escaso y chabacano re­pertorio verbal de las damas ("hablaban de modas, de amoríos, de un tenor italiano"; ¡Date pisto!); corrige una línea imprecisa para darnos una sensación exacta (sonaban confundidas las voces, en l u ­gar de entendíase la voz de todas); coordina dos oraciones y omite

Page 6: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

348 E M M A S U S A N A S P E R A T T I P I N E R O N R F H , X I

la repetición de u n sujeto innecesario ("una risa que presta a las palabras la gracia que no tienen, y muestra. . . ") ; modifica una frase entera para rebajar la categoría del espectáculo al cual asisten las damas y el poco interés que aun en esto tienen (para llegar des­pués del primer acto a los Bufos de Arder tus). Pero quizá lo más logrado es el reajuste de la parte final, en donde se nos da u n cua­dro apretado de las preocupaciones "políticas" de ese sector feme­n i n o .

E l marqués de Bradomín conserva su act i tud en ambas novelas:

Reclinado en una consola, el caba­llero legitimista, permanecía un po­co apartado. E l Vizconde de Cha­teaubriand solía adoptar una acti­tud parecida, ante una gran con­sola dorada, en el salón de Mada­ma de Recaníier (UT, p. [13], 2).

E l Marqués de Bradomín, en pie y

de espaldas a la monumental con­sola, adoptaba la actitud de galan­te melancolía, que, como suprema lección de donjuanismo, legó a los liones de Francia, el Señor Vizcon­de Chateaubriand (CM, p. 45).

Pero si la act i tud es la misma, el párrafo ha sido completamente reelaborado y mejorado. E l orden es perfecto y vemos ahora con c lar idad el cuadro inspirador —el retrato pintado por L u i s Girodet—, de l cual V a l l e ha tomado el diseño pero con l ibertad creadora de escritor.

E jemplo también de refundición esmerada es el último pasaje aprovechado:

Volaba por la sala, como un vuelo sonoro de abejas, el murmullo de las conversaciones sostenidas en voz baja y en los instantes de ma­yor silencio se oía el rasguño de una guitarra. Era una música leja­na que llegaba acompañada de la­mento largo y ondulante, como de canto andaluz. L a Duquesa. . . tocó el brazo de Eulal ia:

—¿Oyes? —¿Qué es? —Jorge, que fraterniza con el N i ­

ño de Tr iana (UT, p. [17], 1-2).

E l isabelino salón. . . por gracia del garrulero parlar se convertía en una j a u l a . . . Cuando remansaba el chachareo percibíase un acompaña­miento de guitarra y los jipados floripondios de un cante flamenco. L a Marquesa Carolina, graciosa­mente consternada, se recogió en su nido de cojines:

—Tenemos de huésped a Paco el Feo (CM, p. 49).

C o m o en el caso anterior, m u y poco queda de la redacción p r i m i t i v a , aunque sí lo bastante para ver cómo V a l l e ha destacado los rasgos caricaturescos hasta degradar totalmente la situación, los personajes y el canto lejano.

Page 7: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 349

I I . L A Ú L T I M A V E R S I Ó N D E " L A C O R T E D E L O S M I L A G R O S "

Quizá por descuido, quizá por ignorancia, las últimas versiones de las dos únicas novelas completas ele El ruedo ibérico no se h a n recogido, que yo sepa, en las ediciones posteriores a la muerte de Valle-Inclán 7 . Pero si el descuido no afecta demasiado a ¡Viva mi dueño!, pues el texto está apenas retocado 8 , no ocurre lo mismo con La corte de los milagros, en donde aparecen modificaciones que van desde las más o menos sencillas hasta el trasplante de u n fragmento, l a intercalación de una pasaje largo y el agregado de u n capítulo.

V A R I A N T E S M Í N I M A S

E n dos casos, ciertas palabras se reemplazan para evitar repeti­ciones: " L a linajuda, confusamente, se sabía de u n gran linaje. . (CM, p. 16); cf.: ". . .vejancona. . (CMS, fo l l . 3, col . 4). " L a M a r ­quesa cayó en el sofá soponciándose. . . acudió la doncella, que en el pr imer momento cayó en la cuenta, y se arrodilló al pie del sofá" (CM, p. 303); cf.: " L a Marquesa lloraba angustiada, soponciándo­se. . ." (CMS, fo l l . 36, col . 1). Para corregir, V a l l e decidió en el p r i ­mer caso destacar despectivamente la edad de la dama, que había ejercido sus funciones de dueña desde el " t iempo fernandino" (p. 12). Para el segundo, aprovechó la situación emocional v iv ida por la mar­quesa —su hijo ha intentado suicidarse— y subrayó aún más la reac­ción de una histérica 9.

7 N o h u b i e r a resul tado dif íci l encontrar las . E n l a H e m e r o t e c a M u n i c i p a l

de M a d r i d h a y e jemplares d e l p e r i ó d i c o q u e las p u b l i c ó : El ruedo ibérico. La

corte de los milagros, El Sol, M a d r i d , 20-25, 27-31 de o c t u b r e ; 1, 3-7, 10-15,

17-22, 24-26, 28-29 de n o v i e m b r e ; 1-4, 6, 8-11 de d i c i e m b r e d e 1931; El ruedo

ibérico. ¡Viva mi dueño!, ibid., 14-17, 19-23, 26, 28-31 d e enero; 2-3, 5-7, 10,

12, 14, 16-21, 23-28 de f e b r e r o ; 1-2, 4-6, 8-9, 11, 13, 15-16, 19-20, 23-25 de m a r z o

de 1932. C i t a r é CMS y VMDS. P a r a las edic iones e n l i b r o (Opera omnia, vo ls .

21 y 22, M a d r i d , 1927 y 1928) usaré las siglas CM y VMD. 8 " E l bus i l i s está e n sacar a l pá jaro d e l c o n v e n t o . M a d u r ó e l N i ñ o : — Y

proporciónale p a p e l e s " (VMD, p . 111); cf.: "...proporcionarle../' (VMDS,

f o l l . 12, c o l . 4). ". . . n o se le deja dos botones p a r e j o s " (VMD, p . 123); cf.:

".. .dejan. . ." (VMDS, f o l l . 14, c o l . 1). " ¡ B e n d i t o s p o r e l p r o p i o Padre Santo!'*

(VMD, p . 132); cf. " . . . Santo Padre" (VMDS, foll. 15, c o l . 2 ) . ((Suspiró el

Marqués: — N o se d i s c u t a . . . " (VMD, p . 2 4 2 ) ; e n VMDS, f o l l . 27, c o l . 5, se

s u p r i m e l a orac ión e n curs iva . " E n E s p a ñ a [la S a n t a Sede] desea f e r v i e n t e m e n t e

c u a n t o p u e d a c o n t r i b u i r a u n a más estrecha alianza de todos los católicos c o n

e l T r o n o " (VMD, p . 297); cf.: " . . . unión .. ." (VMDS, f o l l . 34, c o l . 3). 9 R a z o n e s parecidas a los dos casos anter iores d e t e r m i n a r o n e l s i g u i e n t e

c a m b i o : "Se l e v a n t ó c o n m e c i m i e n t o de b o m b o n a , p a s a n d o a l camarín por

a l i v i a r s e de n u e v o " (CM, p . 25); cf.: " . . .para . . ." (CMS, f o l l . 5, c o l . 1). R e n ­

g lones antes se leía: " — ¡ E s q u e , f r a n c a m e n t e , n o sé por d ó n d e p u e d e irse e l

d i n e r o s i e n d o P a p a ! "

Page 8: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

35° E M M A SUSANA SPERATO PINERO N R F H , X I

E n u n tercer caso, la corrección no parece a pr imera vista tan acertada, pues justamente se incurre en repetición (CM, pp. 170-171):

—¿Tú has ofrecido algún quiquiriquí a Luis Osorio? —No recuerdo. ¡Pero a santo de qué! . . . —¿A nadie le has ofrecido?... — ¡A nadie, que yo sepa!

E n la segunda versión (CMS, f o l l . 21, col . 4), V a l l e reemplaza sepa por recuerde10.

Las dos últimas variantes de este t ipo parecen responder a dis­tintos motivos. L a pr imera se l i m i t a a corregir u n posible o l v i d o : en el l i b r o , el apel l ido del administrador de Los Carvajales es siem­pre Olrnedilla, pero una vez se le l lama Romero (CM, p. 287); en el periódico (CMS, f o l l . 34, col . 2) se restablece el apel l ido corres­pondiente. E l segundo cambio se refiere a la categoría palat ina de T o r r e - M e l l a d a . Va l le , después de exponer sus títulos, cierra la enu­meración diciendo: "hacía las veces de S u m i l l e r de Corte" (CM, p. 22). E n la versión de 1931, sustituye la palabra subrayada por otra que suena a preciso tecnicismo: " S u m i l l e r de Corps" (CMS, f o l l . 4, col. 4). A h o r a señala con claridad la función del cortesano que tiene a su cargo el cuidado de la real cámara.

C a m b i a n d o la terminación de una palabra, V a l l e intenta d i b u ­jar mejor el t ipo de Paco el Feo, cantor de u n colmado andaluz. A l referirse a él había dicho: "Ceremonioso, se l impió la punta de los dátiles en el escurrido talle. . . " (CM, p. 62), esto es, en la 'delgada c intura ' . Años después destaca todavía más caricaturescamente el rasgo físico con u n d i m i n u t i v o : " e s c u r r i d l o " (CMS, fo l l . 9, col . 4 ) 1 1 .

Sólo encuentro dos palabras agregadas. L a primera, por las cir­cunstancias del relato, hace pensar en una errata del texto p r i m i ­tivo. L a mujer de T i t o el Baldado, ansiosa de librarse del mar ido , exclama (CM, p. 237): "—¡Hay que dormirse, y sellarle el p ío !" E n l a versión del periódico, se repone la negación o m i t i d a : "—¡Hay que no dormirse. . .!" (CMS, f o l l . 29, col . 1). E n el segundo caso, l a pa­labra agregada contribuye a aclarar el contexto. Se nos habla del modo de pensar del sofístico marqués de Redín, q u i e n "desdeñaba

1 0 M e n o s fe l iz es l a s iguiente v a r i a n t e : " L a s horas l u m i n o s a s en a q u e l l a

t e r t u l i a , sol ían ser las de l a m a d r u g a d a " (CM, p p . 55-56). E n CMS, f o l l . 8, c o l .

4, se r e e m p l a z a en p o r de. 1 1 R a s g o de esbeltez m a s c u l i n a (cf.: " T e n g o m i q u e r e r puesto / e n u n

m u c h a c h o / d e l g a d o de c i n t u r a , / m o r e n o y a l t o ; / y así l o q u i e r o , / d e l g a d o

de c i n t u r a , / a l t o y m o r e n o " , FRANCISCO RODRÍGUEZ M A R Í N , Cantos populares

españoles, t. 2, S e v i l l a , 1882, p . 210), e n l a e x a g e r a c i ó n c o n q u e V a l l e l o pre­

senta se advier te u n afán de crítica, pues l a característica suele a t r i b u i r s e c o n

más f r e c u e n c i a a las mujeres (cf. ibid., p p . 52-53 y 9 5 ) . E n c u a n t o a l t i p o de

modif icación, e n c o n t r a m o s o t r a , quizá d e b i d a a errata : " — ¡ N o será m e n o s e l

disgusto de l a M a d r e ! " (CM, p . 357); cf.: . . m e n o r . . ." (CMS, f o l l . 42, c o l . 1).

Page 9: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 3 5 1

y estimaba, conforme a u n casuismo que confundía la m o r a l y l a estética" y "abrigaba u n concepto despectivo del m u n d o , donde to­cios los pecadores son unos pobres diablos, y aquellos dilectos que sobresalen, casos ejemplares" (CM, p. 338). E n la nueva versión la frase se vuelve más explícita: ". . .y aquellos pecadores dilectos (CMS, fo l l . 40, col . 1).

E n u n último ejemplo, V a l l e c o m b i n a dos tipos de modificacio­nes. Durante el velorio de la mujer del T í o Juanes, el hi jo de l a muerta ofrece una copa a Toñete , q u i e n exclama al aceptar: "—¡Vaya p o r el descanso de la d i f u n t a ! " U n a beata le reprocha: "—¡Esos padres nuestros no sacan de penas a las Benditas!" (CM, p. 184). Pero en la segunda versión encontramos: "—¡Esos r esponsor i os n o sacan de penas y llamas a las Benditas!" (CMS, fo l l . 23, col . 2). Res-ponsorios está más de acuerdo con la circunstancia, pues alude espe­cíficamente a la oración por los difuntos; llamas completa el cuadro de purgatorio y evoca con mayor colorido melodramático los popu­lares retablos de ánimas.

Sólo he encontrado dos cambios sintácticos. U n o de ellos con­siste en reemplazar u n t iempo verbal por otro y en transponer e l sujeto. E l T í o Juanes habla con D o n Segis, protector y cómplice de los raptores, acerca de u n secuestro que no ha tenido las conse­cuencias deseadas, y le dice: "Ese negocio, ya usted sabrá que n o ha pintado como se esperaba" (CM, p. 189). E n el periódico, se pasa del dubitat ivo futuro a u n presente rotundo: ". . .ya sabe us­ted. . (CMS, f o l l . 23, col . 5). L a suposición de que D o n Segis igno­rara lo ocurr ido resultaba inadecuada a la situación. L a últ ima variante sintáctica consiste en la eliminación de u n nexo molesto. Mientras en el l i b r o leíamos que " l a damisela permanecía hierática, tendido de atención el p u l i d o entrecejo de la frente dibujada y ceñi­d a por las ondas de la crencha" (CM, p. 281), en el periódico l a preposición subrayada se trueca en una coma y la frase se agil iza sensiblemente.

T R A N S P L A N T E D E U N F R A G M E N T O

L a modificación que voy a estudiar es de aquellas que se han quedado a medio camino en la búsqueda de u n perfeccionamiento.

E n los capitul i l los 8 y 9 del l i b r o cuarto, se ha estado discutiendo la situación que se plantea a los secuestradores y la necesidad de tomar una decisión respecto del raptado. E l 10 se i n i c i a de la siguien­te manera (CAÍ, p. 151):

T í o Blas de Juanes maduraba en los rincones de la boca, su mueca de viejo pardo:

—Si esta noche hacéis cuenta de trasponer al mochuelo, no hay que perder la sazón.

Page 10: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

A las espaldas del tullido, sacó la lengua la bisoja, con hurto bellaco:

—¿Dirá usted que ha estado por demás el pienso que le hemos echado a las caballerías? Pero estoy conforme en que no conviene retardarse.

Negrotes, zainos, burlones, los cuatro bandidos se contraseña-ban. Carifancho se alzó con zalameras jonjanas:

—El negocio se ha escachifollado, vista la precisión de aburrir este nido. El nuevo escondite habrá que pagarlo, y por el camino habrá que ir aflojando parné para callar lenguas y cegar ojos. En lo menos tres noches, no llegamos a seguro, si llegamos, que los tricornios ya se ha visto cómo nos andan sobre los pasos. Camino tan disforme, se lleva un pico de la ganancia. Añadid ahora el nue­vo escondite. Pues hemos trabajado para el archipámpano, y no valía la pena de haberle puesto los espartos a ese pollo.

Saltó la comadre, palmoteando sobre la cadera, con un revuelo de la falda:

— ¡Ya os veo de venir, y toda esa retórica es para dejarnos otra vez cargados con el mochuelo!

T o d o el pasaje subrayado se traslada al cap i tu l i l lo inmediato ante­r i o r (CMS, f o l l . 19, col . 5) y queda intercalado entre

E l tullido se alargaba en su mortaja: —¿Y el tiempo que se pierde? ¿Y el riesgo que se corre con el

pájaro en la jaula? Si de una vez se hiciese un escarmiento, verías cómo las familias andaban menos renuentes para aflojar el parné.

Vaca Rabiosa se estallaba los artejos: — ¡Tú la entiendes, y ésa es la fija!

y E l tullido se recogía escupiendo en la lumbre con tos cavernosa.

C o n esta breve oración, de claro sentido despectivo, termina el capi­t u l i l l o .

E n cierto modo, el trasplante es u n acierto, pues el gesto y las palabras de la mujer, decididamente contrarias a la sugerencia del t u l l i d o , quedan en lugar conveniente para refutarla mejor. Por otra parte, e l parlamento de Carifancho revela una decisión que comien­za a flaquear y que favorece la nueva insistencia del T í o Blas de Juanes. Pero la exclamación de la mujer, provocada por las expre­siones de Carifancho en el texto de 1927, queda ahora como des­provista de oportunidad.

I N T E R C A L A C I Ó N D E U N P A S A J E L A R G O

Más interesante que las modificaciones estudiadas es la interca­lación de u n pasaje largo que se agrega al comienzo del c a p i t u l i l l o 21 del l i b r o segundo (CMS, f o l l . 12, cois. 1-2). E l nuevo episodio se

Page 11: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 353

relaciona con la visita que la marquesa C a r o l i n a , Fel iche Bonifaz y la antigua niñera Cayetana intentan hacer a la f a m i l i a del guardia a q u i e n los "pollos de la goma" han arrojado la noche anterior desde u n a ventana (CM, pp. 79-81). E l c a p i t u l i l l o 20 terminaba con e l regreso de las tres mujeres después de una infructuosa tentativa. E l 21 nos trasladaba al palacio de la marquesa. Pero en la versión d e l periódico las visitantes no pueden retirarse con tanta presteza. E l c a p i t u l i l l o 21 se i n i c i a de la siguiente manera:

Venían en disputa por la acera, una rubiales enlutada, y u n prójimo con catadura de músico ambulante, el violín en funda y la colilla pegada al labio. Con un reojo a las madamas del coche, se metieron por el zaguán. L a portera les salió al paso, con miste­rios de comadre:

—¡Gente de postín! H a n preguntado por la Macaría. ¡Para mí que le traían un socorro!

Saltó la rubiales: —¿Las furcias del simón? —Las propias. Intervino el pelanas del violín: — ¡Me puede, que tu madrastra se guarde el mosquis sin contar

contigo! Explicó la portera: —No se han entrevistado. L a rubiales se salió al arroyo, con apuro de lágrimas y remangue

de faldas. E l cochero arreaba el penco: —¡Espera, cristiano! Que las señoras disimulen una palabra. . .

Con permiso. . . ¡Más negro que este luto que visto es el duelo de m i alma! ¡Ay, m i padre!

Se llegó al coche con desgarrado y popular dramatismo. L a Mar­quesa Carolina asomó su melindroso perfil:

—¿Qué se le ofrece? —Pues ustedes no lo toman a mal. . . Esta servidora es hija del

finado guardia que mataron unos pollos de la goma. —¡Así los vea hechos cuartos!— L a portera me ha impuesto de que habían ustedes preguntado por la viuda. . . Y si esta servidora puede darles alguna razón en lo que desean. . .

E l prójimo del violín asomaba la jeta por la otra portezuela. L a Marquesa Carolina se recogió al fondo del coche con voluble sobre­salto. E n el arroyo el clásico borracho hacía saludos joviales, y el cochero restallaba la fusta sobre el enjambre de chicuelos macilen­tos que rodeaban el simón. Alguno más arriscado se encaramaba a la trasera.

L a Marquesa consultó con Eeliche: —;Te parece que se entienda con esta gente Cayetana? —Será lo mejor. L a Marquesa entregó su portamonedas a la doncella: —Les das un socorro.

Page 12: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

354 E M M A SUSANA SPERA ITI PINERO N R F H , X I

-¿Como de cuánto, Señora Marquesa? — L o que tú veas. Encárgate de todo. Cayetana se apeó del simón oprimiendo timorata el portamone­

das, y dio orden al cochero de que arrancase.

¿A qué se debió la intercalación? N o resulta fácil establecerlo. Acaso V a l l e quiso atar u n cabo suelto, pues en la novela nada se nos volvía a decir acerca del socorro anunciado y, con la aparición de los nue­vos personajes, se tendía el puente necesario. Pero el episodio quizá significaba, ya entonces, algo más.

E n 1936, se publicó postumamente El trueno dorado, la últ ima obra de Valle-Inclán 1 2 . Retoma en el la la historia del guardia —con algunas ampliaciones— y la visita de las damas. Pero esta vez no son detenidas por la presencia de la pareja, sino por otro incidente que les impide retirarse y las obliga a buscar refugio en la casa de i n q u i ­l inato. V i s i t a n a l m o r i b u n d o (el guardia no ha muerto inmediata­mente, como en La corte de los milagros) y asisten a sus últimos mo­mentos. Cuando, por fin, logran dejar la casa, llegan los personajes que Val le había introducido en su fragmento de 1931 3 3 . A h o r a la moza tiene u n nombre — l a "Sof i "— y también lo tiene su acompa­ñante, l lamado Indalecio Meruéndano, a q u i e n va a cargarse la c u l p a del atropello de que ha sido objeto el g u a r d i a 1 4 . E n el folletón apa­rece otro personaje, " u n santo de malas ideas", conocido por D o n Fermín 1 5 . Son las tres figuras claves de la única parte de Baza de espadas que ha llegado hasta nosotros 1 6 . Creo que podemos aclarar con esto algo del enigma. Quizá en 1931, el fragmento era tan sólo u n nexo. E n 1932, V a l l e presenta Vísperas setembrinas, en donde desempeñan papel importantísimo la "Sofi" , Meruéndano y Fermín Salvochea. Quién sabe por qué asociaciones, Valle-Inclán llegó a identificar la pareja anónima con los dos primeros y a ampl iar el episodio hasta transformarlo en una novela corta, donde se sumaron a viejas situaciones de La corte de los milagros otros pasajes comple­tamente nuevos. Cabe preguntarse ahora si El trueno dorado, cuya génesis es tan curiosa, iba a ser incorporado como l i b r o a la p r i m e r a parte de El ruedo ibérico. Conociendo la peculiar forma de compo-

1 2 Se p u b l i c ó c o m o fo l letón e n Ahora, M a d r i d , 19 y 26 de marzo , 2, 9, 16 y

23 de a b r i l de 1936 (s iempre e n las p á g i n a s 13-14). A c e r c a d e esta o b r a véase

m i ar t ícu lo " L a s ú l t imas novelas de V a l l e - I n c l á n " , CuA, 13 (1954), n ú m . 6,

p p . 250-266. 1 3 C f . f o l l . d e l 9 de a b r i l , p . 14, c o l . 3, y f o l l . d e l 16 de a b r i l , p . 13, c o l . 1. 1 4 C f . f o l l . d e l 26 de marzo , p . 13, cois. 1-2. 1 5 E n El trueno dorado sólo se le conoce p o r D o n F e r m í n , p e r o es s i n d u d a

F e r m í n Salvochea. 1 6 El ruedo ibérico. Vísperas setembrinas. Primera parte de Baza de Espadas

(El Sol, M a d r i d , 7-12, 16-19, 22-23, 25-26; 29-30 de j u n i o ; 1-3, 6-7, 9-10, 12,

15-17, 19 de j u l i o de 1932). P a r a esta o b r a véase e l art ículo c i t a d o en l a n o t a 12.

Page 13: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS' 355

ner que caracterizaba a Valle-Inclán 1 7 , no dudo en responder que sí. E l ciclo de asociaciones y modificaciones parece terminado con e l novelín postumo, que nos presenta bien dibujadas las dramatis per-so nae de Baza de espadas.

U N N U E V O C A P Í T U L O

Pero la modificación más importante es sin duda la incorpora­ción de u n l i b r o introductorio . Mientras en la edición de 1927 La corte de los milagros empezaba con " L a rosa de oro" , en el periódi­co se i n i c i a con "Aires nacionales" (CMS, fo l l . 1 y fo l l . 2, cois. 1-4). P o r considerarlo absolutamente desconocido y digno de que se lea, lo transcribo en su totalidad:

A I R E S N A C I O N A L E S

I

E l reinado isabelino fue un albur de espadas: Espadas de sargentos y espadas de generales. Bazas fulleras de sotas y ases.

II

E l General P r i m caracoleaba su caballo de naipes en todos los bara­tillos de estampas litográficas: Teatral Santiago Matamoros, atropella infieles tremoleando la jaleada enseña de los Castillejos:

— ¡Soldados, viva la Reina!

III

Los héroes marciales de la revolución española no mudaron de grito hasta los últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perpleji­dades con los tropos de la oratoria demagógica. Aquellos milites glorio­sos alumbraban en secreto una devota candelilla por la Señora. Ante la retórica de los motines populares, los espadones de la ronca revoluciona­ria nunca excusaron sus filos para acuchillar descamisados. E l Ejército Español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse heroico con la turba descalza y pelona que corre tras la charanga.

I V

— ¡Pegar fuerte! L a rufa consigna bajaba de las alturas hasta la soldadesca, que relin­

chaba de gusto porque la orden nunca venía sin el regalo del rancho con chorizo, cafelito, copa y tagarnina. Los edictos militares, con sus brava­tas cherinolas proclamadas al son de redoblados tambores, hacían mal-

1 7 C f . La elaboración artística en "Tirano Banderas", cap. " L a e v o l u c i ó n " ,

p p . 40 ss.

Page 14: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

356 E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

parir a las viejas. E l palo, numen de generales y sargentos, simbolizaba la más oportuna política en las cámaras reales. L a Señora, encendida de erisipelas, se inflaba con bucheo de paloma:

—¡Pegar fuerte, a ver si se enmiendan!

V

¡No se enmendaban! Ante aquella pertinaz relajación, la gente nea se santiguaba con susto y aspaviento. Las doctas calvas del moderantis-mo enrojecen. Los banqueros sacan el oro de sus cajas fuertes para situar­lo en la pérfida Albión. L a tea revolucionaria atorbellina sus resplan­dores sobre la católica España. Las utopías socialistas y la pestilencia masónica amenazan convertirla en una roja hoguera. E l bandolerismo andaluz llama a sus desafueros rebaja de caudales. E l labriego galaico, pleiteante de mala fe, rehusa el pago de las rentas forales. Astures y vizcaínos de las minas promueven utópicas rebeldías por aumentar sus salarios. E l huertano levantino, hombre de rencores, dispara su trabuco en las encrucijadas, bajo el vuelo crepuscular de los murciélagos. E l pueblo vive fuera de ley desde los olivares andaluces a las cántabras pomaradas, desde los toronjiles levantinos a los miñotos castañares. Falsos apóstoles predican en el campo y en los talleres el credo comunista, y las gacetas del moderantismo claman por ejemplares rigores. Entre tricor­nios y fusiles, por las soleadas carreteras, cuerdas de galeotes proletarios caminan a los presidios de África.

V I

Se pegó muy a conciencia. N o faltó la ley de fugas, n i se excusaron encarcelamientos regidos de ayuno y maltrato de verdugones, como pide el restablecimiento del orden, frente al desmán popular que rompe faro­les y apedrea conventos. Los edictos militares, con sus hipérboles bala­dronas, se emulaban en aquel retórico escupir por el colmillo. Desde todas las esquinas nacionales lanzaban roncas contra las logias masónicas, que en sus concilios de medianoche habían decretado la revolución incendia­ria , el amor libre y el reparto de bienes. Con tales alarmas se asustaba la gente crédula, y las comunidades de monjas rezaban trisagios, espe­rando la hora de ser violadas. E l maligno andaba suelto, sin que pudiese fusilarlo el General Narváez. ¡Y todo lo exigía el restablecimiento del orden! Se zurró con tan generosa voluntad y se quebraron en la fiesta tantas varas, que se peló de florestas Castilla. Valladolid estuvo tres días con tres noches tartamuda bajo las ráfagas del tiroteo, con las manos en las orejas, medio ojo abierto sobre la soldadesca tiznada de pólvora, que penetraba a culatazos en las tabernas y hacía servicio de retén a la custodia de conventos y Bancos.

V I I

E n Santa Clara, de Valladolid, la monja organista quedó loca para muchos días, suceso no extraño si se atiende a que una bala le rozó las tocas cuando sacaba agua del pozo. E n aquel tiroteo hubo cinco muertos

Page 15: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 357

en la calle y un lorito en el balcón de Capitanía. Todo lo acarreaba la judaica pasión por los bienes terrenales, ahora más temosa con la quie­bra fraudulenta del Banco de Castilla. Eran muchos los que se lloraban arruinados, y unánimes en el rencoroso clamor por el castigo del presi­dente y los consejeros, santones de la opinión moderantista en las riberas del Pisuerga. U n a providencia judicial , alzando el auto que los tenía en cárcel, sirvió de pretexto a los enemigos del orden. Comenzó la jarana con pedrea y rotura de cristales, alarma de gritos y susto de carreras. Salió la tropa, resbaló un caballo, holgóse el motín callejero alter­nando chifles y vayas, abroncáronse con esto los pechos militares, sona­ron cornetas, encendió el aire la fusilada, y entre cirrus de pólvora, en charcas de sangre, cantaron su triunfo las ranas del orden. Cinco paisa­nos muertos, y aquel verdigualda cotorrín antillano, que las furias popu­lares inmolaron a pedradas en el balcón de Capitanía. E l restablecimien­to del orden nunca se logra sin el sacrificio de vidas inocentes. L a muerte de su cotorrín desconsoló a la señora generala. Recibía visitas de pésame en el estrado, y con mimos de cuarterona solicitaba del veterano esposo un castigo ejemplar para los crímenes de la demagogia. E l general, ma­rido complaciente, dictó un bando de farrucas retóricas y extremó ter­nezas conyugales disponiendo que fuese disecado el cotorrín para con­suelo de su dueña y adorno de la consola. L a generala, entre soponcios y congojas, con beata simplicidad, prometía donárselo a las monjas de Santa Clara: Su mitológica fantasía de criolla cuarterona ambicionaba que la maravilla verdigualda del cotorrín, emulase en los limbos mon­jiles a la blanca paloma del Espíritu Santo 1 8 .

V I I I

L a gente nea rezaba trisagios implorando la salvación de España. T o d a Andalucía, delirante de rencores proletarios, sentíase convulsa por la fiebre anarquista. E n Lucena, M o n ti l la y V i l l a r del Duque, los gremios menestrales y las peonadas agrarias asaltaban los archivos municipales y les ponían lumbre. Era su clamor por el reparto de tierras. Con el susto de las represalias se fugaban a las capitales de provincia los caciques y alcaldes de Real Orden. Se desvanecían los alguaciles y chulos del resguar­do. E n las Casas Consistoriales, llenas de humo, sólo aparecían por raro caso los famélicos chupatintas que se dejan crecer la uña del meñique: Aparentaban simpatía por la causa popular, y con falso guiño leguleyo aconsejaban cordura: Sórdidos, desgalichados, retuertos, insinuaban tram­posos arbitrios convenientes a la defensa de los amotinados si, fallado el golpe, los empapelaban en un proceso. Y, a hurto, echaban un ojo por las ventanas, en avizorada espera de que asomase la Guardia C i v i l .

I X

E n V i l l a r del Duque, el alcalde, un usurero ricachón con mucha gra­mática parda, salvó la vida declarándose conforme con el reparto de

1 8 E s p o s i b l e q u e e n el final de este c a p i t u f i l l o haya i n f l u i d o Un cœur simple

d e F l a u b e r t .

Page 16: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

35» E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

bienes. Caído en poder de los revoltosos, cuando a lomos de un asno se fugaba con disfraz de melero, fue arrastrado hasta la Casa Consistorial: Entre pitos y befas, a empellones, siempre en un cerco de roncos y esten­tóreos amotinados, salió al balcón:

— ¡Ea, caballeros, haremos el reparto, y no se hable más cosa ningunaí A lo que sea de razón no ha de negarse vuestro alcalde.

Se arrancó un curda: —¡Eso es canela! E l alcalde le descubrió entre los amotinados bajo el laurel de una

taberna: Era un viejo cañí, esquilador de oficio, con ribetes de cuatrero. Le cayó encima el alguacil, que aún llevaba en el quepis las telarañas del desván donde se había ocultado:

— ¡Cállate la boca y no metas el corvejón! Esto es muy serio. E l alcalde se enjugaba el sudor: — ¡Un botijo, no tenéis a mano? Salió una voz del grupo que lo cercaba: — ¡Un botijo para el señor alcalde! Otra voz oficiosa: — ¡Mejor una limoná si está acalorado! U n malasangre: — ¡Que reviente! Sorna del señor alcalde: —¿Y quién os hace la partijuela? Yo no os la hago sin refrescarme el

gaznate. Por encima de las cabezas, de mano en mano, volaba una pintada

botija de Andújar. E l alcalde, luego de beber largo y despacio, la posó a su lado, en el arrimo del balconaje.

— ¡Vamos allá! Para mis luces, antes de adelantar paso ninguno, todos los presentes os habéis de disponer en tres bandos: Los que tengan más de una yunta: Los que no pasen de la pareja, y los pelanas.

U n tío lagar t o n : —Baje su merced a ponerse en el bando que le corresponde. U n disidente: — L o primero es el reparto de tierras. Otro: —Y de yuntas. U n pelanas: —Conmigo no reza. E l alcalde: —Donde que no haya avenencia, nombráis una comisión de vuestro

seno para que se entienda con m i autoridad. U n terne: —No hay autoridad. Otras voces: — ¡Abajo los Consumos! U n violento: —¡Haremos una degollina! E l alcalde: —¡El que tenga dos parejas dará una!

Page 17: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS" 3 5 9

Cada bando encrespaba su protesta: — ¡Eso no es razón! —¡Queremos el reparto de tierras! —¡La rebaja de caudales! — ¡Abajo los Consumos! — ¡Abajooo!.. . — ¡Abajo las quintas! — ¡Abajooo!.. . Cuando mayor era el tumulto oyóse el toque de militares cornetas

que sonaban fuera de la vi l la, y del balcón municipal se fugaron los amotinados que rodeaban al señor alcalde. Por la lontananza amarilla del rastrojo, moviéndose en hileras, fulgían brillos de roses y fusiles. Los pantalones colorados escalaban los cerros: Latían los gozques de corral sobre las bardas: Eran un clamoroso guirigay todos los gallineros.

X

A l dramatismo libertario y anárquico de las peonadas andaluzas, romántica falseta de cante jondo, respondían bromas de vinazo, berme­jas de pimentón, las ribereñas cabilas del Ebro. Los bonetes de aldea predicaban la cruzada carlista, y el jaque valentón rasgueaba el guita-rrín patriótico, cantando la jota. L a musa popular coronada de ajos y guindillas romanceaba en el laureado umbral de los ventorros: E l rejo temerón y selvático de aquellas métricas, era punteado por todos los gui­tarros del Ebro. E n las sacristías se iniciaban colectas para contraban­dear fusiles por la muga de Francia: Las comunidades de monjas bor­daban escapularios con el detente, bala. Si en el silencio de la media­noche oían el punteado de las rondallas, deslizábanse, furtivas y descal­zas, de sus catres penitentes, para acechar, como novias, tras de las rejas:

— L e v a n t a r e m o s p e n d o n e s

P o r l a Santa R e l i g i ó n ,

Q u e nos sobran los r íñones

A los hijos de A r a g ó n .

X I

L a tea anarquista y las hogueras inquisitoriales atorbellinaban sus negros humos sobre el haz de España. L a furia popular trágica de renco­res, milagrera y alucinante, incendiaba los campos, y en el cielo rojo del incendio creía ver apariciones celestiales. L a fiebre revolucionaria, en la hora de máxima turbulencia, se infantilizaba con apariciones y presa­gios del milenio. E l clero aldeano, predicador de la cruzada carcunda, conducía a sus feligreses a las gándaras de los ejidos comunales. Ágiles pastores de candidos ojos mostraban el sendero, como en las viejas cróni­cas que refieren las batallas contra el moro, con la blanca aparición de Santiago. Las negras sotanas escalaban los cerros capitaneando las faná­ticas rogativas. Sobre el horizonte incendiado, los niños pastores seña­laban las celestes apariciones. L a comunión de feligreses esperaba inmo­vilizada. E n el silencio atento, rompía los cristales de la tarde el suspiro

Page 18: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

histérico de las beatas como en una cópula sagrada. Sobre las rojas lum­bres de las represalias se encendían las candidas luces del milagro. Todos los ojos contemplaban el teologal prodigio de las escalas angélicas y el trono de nubes donde pacen ovejas e hi la su copo de oro Nuestra Señora. Y el incendio de las furias populares corría sobre los campos, y el rico avariento huido de su fundo, se refugiaba en las ciudades, y por las hispánicas veredas, con los últimos reflejos del día destellaban fusiles y tricornios.

X I I

E n las sedientas villas labradoras, negras de moscas, cercadas de co­rrales, encendidas de sol, los alcaldes de capa y monterilla reclamaban el amparo de la Guardia C i v i l . Temían el desmán de las glebas hambrien­tas desbandadas por los caminos con adusto duelo, sin hallar trabajo: E n cuadrillas, implorando limosna, emigraban a las tierras bajas ribereñas del mar, menos castigadas del hambre que las altas llanuras trigueras: Dormían bajo el cielo de luces, por las lindes de los campos asolados. E n los villajes de la ruta pedían pan. Algunas mozuelas bailaban a la puerta de los ricos: Viejas de greña caída y ojos de brasa se metían por los zaguanes enlabiando bernardinas: Lloriqueaban los crios encandi-1 lados al refajo de las madres, pardas mujerucas en preñez: Tenían una canturía lastimera, y las madres les daban lección de humildad cristiana enseñándoles a besar el mendrugo de la limosna. Las sarracenas peona­das que aún cargaban al hombro las hoces en huelgo, pedían un polvo de tabaco, la palabra adusta, los ojos esquivos bajo el negro zorongo, el rojo paño le te, el catite o la montera, según fuese su éxodo riberas del Ebro, del Guadalquivir, del Tajo, del Si l , del Duero. Se salían del camino real para rastrear por los majuelos algún racimo olvidado del gorrión: Diver­tían el hambre con raíces y langostas silvestres como los Profetas del De­sierto: Soportaban con enconado rencor la ceñuda hostilidad de la Guar­dia C i v i l : Temían su encuentro en el despoblado de las carreteras: Se descubrían y saludaban:

— ¡Con Dios la Señora Pareja!

X I I I

Entre tricornios y fusiles, cuerdas de proletarios sospechosos de anar­quistas acezaban por todas las carreteras de España: E n los páramos y soledades camperas se atribulan con el presentimiento de la muerte: Sus ojos, quemados del sol y clel polvo, tienen lumbre de rencores: Aletea su pensamiento en una noche de recelos y penas: Caminan esposados, taciturnos: Cargan escuetos hatillos sobre los hombros, y con miradas de través acechan las dañinas intenciones de los tricornios. Nunca se les autoriza para descansar en poblado: Frecuentemente son conducidos fue­ra del camino real por tajos de rastrojera, sendas de olivar y negros pinares de silencio, con huellas de lobos y raposos. Entre luces salen a la vista de algún remoto vil lorrio de los que todavía tienen cárcel con cadena, cepo para borrachos blasfemos, y en la plaza el rollo labrado por toscos y barrocos cinceles. E n torno del campanario aletean vencejos y

Page 19: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS"

murciélagos. Dan un humo azul los tejados. U n a guitarra llora penas. E l nocturno morado del cielo solemniza las voces y las sombras. Los tr i­cornios se contraseñan en silencio, inician un despliegue sobre los flan­cos, retroceden de espalda con los fusiles prevenidos, ganan distancia, hacen fuego. U n guardia lleva el parte al villorrio. E l alcalde lo convida a unas copas. U n secretario, en la misma mesa, moja la pluma en el tintero de asta. Redacta entre dientes: Viéndose esta fuerza agredida por un grupo que intentaba facilitar la fuga de los presos. . .

E l monterilla bebe con el guardia: —Y menos mal que por esta vez los habéis caído cerca del pueblo.

X I V

Las tropas salían de los cuarteles batiendo marcha, se acantonaban en los villorrios, merodeaban por los corrales. Las mujerucas que sufrían el daño sacaban de lejos las uñas, enronqueciendo clamores. Los pantalones colorados perseguidos por la zalagarda de los perros, el gruñido de los marranos y el rebuzno de los asnos escapaban trasponiendo las bardas. Los jaques de pueblo se reunían en la taberna: Si el mosto acaloraba los ánimos y encendía la trifulca popular, tres toques de atención para em­pezar la fusilada y restablecer el orden como previenen las sabias leyes marciales. E l Caballo de Espadas, levantado en corneta, arenga con ruti­lantes tropos. E n las mochilas cacarea un gallo. Ladran los perros, in­números perros, nubes de perros: E n fuga, cojeando, se expanden por la redondez del ruedo ibérico. Y sobre todos los horizontes, en el curvo límite, donde se juntan la tierra sin sembrar y el cielo, roses y panta­lones colorados, bri l lo de bayonetas, fusilada y humo de pólvora. De la mochila de un quinto vuelan plumas de gallina. E l Caballo de Espadas comenta en plática doctrinal con el rucio de Sancho:

— ¡El mundo se arregla pegando fuerte!

X V

Los Generales de la Unión Liberal conspiraban fumando vegueros en las tertulias del Casino de Madrid . Aquellos Martes con reuma sifilí­tico, con juanetes, con bigotes y pedilona de química buhonera, compa­dreaban por las prebendas en ciernes, y comprometían pactos para coro­nar al Duque de Montpensier. E n la espera acudían al tapete verde para probar fortuna, y firmaban pagarés a cuenta de la cucaña revoluciona­ria: Con sesuda cuquería de tresillistas, premeditaban una función de pólvora, sin plebe, sin muertos, liberal en el reparto de mercedes, y les ponía en cuidado la ambiciosa condición del Conde de Reus. ¡Aquel soldado de aventura que caracoleaba un caballo de naipes en todos los baratillos de estampas biográficas!

X V I

E l reinado isabelino fue un albur de espadas: Espadas de sargentos y espadas de generales. Bazas fulleras de sotas y ases.

Page 20: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

362 E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

C o m o se ve, el nuevo l i b r o era la introducción que necesitaba El ruedo ibérico, especialmente en lo que se refiere a su pr imer grupo de novelas (La corte de los milagros, ¡Viva mi dueño! y Baza de espadas), con el cual V a l l e había pensado formar una serie que debió titularse Los amenes de un reinado.

Arquitectura

"Aires nacionales" tiene una arquitectura que podríamos califi­car de c ircular y que simboliza estructuralmente al ruedo ibérico.

Los capitul i l los 1 y 16 son idénticos y su repetición no es arbi­traria. Son sarcástico resumen de los acontecimientos que se desarro­l l a r o n en las postrimerías del reinado de Isabel I I . Son también los broches, o mejor quizá los batientes paralelos, que abren y c ierran el panorama español de ese tiempo, presentado como una sucesión de cuadros breves.

E l c a p i t u l i l l o 2 nos muestra el juego, peligroso y equívoco, en el que todos pensaban: la intervención de P r i m . Esperpentizado ya el héroe de los Castillejos con la expresión " t e a t r a l 1 9 Santiago Mata­moros", se suma a su retrato u n giro de nuevo cuño para acentuar l a caricatura: lo vemos transformado en héroe de estampa litográ-fica —esperpento quizá del cuadro épico— y montado en " u n caballo ele na ipes" 2 0 . C o n esto continúa desenvolviéndose la imagen i n i c i a l : "Bazas fulleras de sotas y ases". Pero si en el capi tu l i l lo 2 el caballo de espadas es claramente P r i m , más adelante veremos que resume a todo el espíritu m i l i t a r (cf. c a p i t u l i l l o 14). E n el 3, Valle-Inclán arremete contra el ejército 2 1 . Si comparamos el 2 y el 3 con el 15, vemos que los temas de los primeros se suman y adquieren una posi­ción invert ida en el tercero: el c a p i t u l i l l o 15 se i n i c i a con una nueva y violenta crítica del ejército, a la que sigue en los últimos renglones una breve alusión a P r i m en la cual se repiten textualmente ele­mentos del capi tu l i l lo 2.

E l c a p i t u l i l l o 4 anuncia en forma abrupta la consigna m i l i t a r del momento —"Pegar fuerte"— y se cierra con las palabras de la sobe­rana, que la apoya y la refuerza: "Pegar fuerte, a ver si se enmien­d a n " . E l 14 vuelve a recogerla ligeramente modificada, pero puesta

1 9 C f . e l art ículo y e l l i b r o e n las notas 12 y 17. 2 0 D e n u e v o c u ñ o , si c o m p a r a m o s El ruedo ibérico c o n otras obras esperpén-

ticas. H a y juegos parec idos e n e l texto de La corte de los milagros: " I n t u í a e l

s e n t i d o de u n a gest iculación e x p r e s i v a y s iniestra p o r a q u e l anguloso y t u m u l ­

tuoso barajar de siluetas recortadas. La sota de copas, r o n c a de l a d i s p u t a , b e b í a

d e u n a p e l l e j u d a . La de espadas, inscribía e n l a p a r e d los r i n g o r r a n g o s de u n

j a b e q u e . . ." (p. 158); " E n l a C á m a r a R e a l . . . su voz recibía u n a m e n g u a jocosa,

d e fantoche q u e sale a l t a b l a d o vest ido con manto y corona de rey de baraja"

<p. 3 7 0 ) . 2 1 Este ataque se acentúa en Baza de espadas.

Page 21: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS"

0 1 boca del Cabal lo de Espadas. Este Cabal lo de Espadas, destacado por mayúsculas, ya no es P r i m : es todo el Ejército, las figuras máxi­mas, la reina, cuantos piensan como ellos. L a pr imera baza del juego ha llegado a la perfección.

Dentro del tr iple círculo constituido por los pasajes estudiados, se enmarcan las visiones de la situación española: generales, o más o menos generales, las de los capitul i l los 5-6 y 11-13; más localizadas, las que van del 7 al 10. E n todas ellas se entrelazan continuamente las actitudes de militares y civiles. Pero al trazar la sucesión de es­tampas, V a l l e abandona la dimensión sobre u n plano y recurre a algo que nos recuerda los acercamientos progresivos y los desplaza­mientos de las cámaras cinematográficas, procedimiento que ya había aplicado con éxito en Tirano Banderas*1.

Unidad estilística

L a sola lectura del capítulo revela que la tensión estilístico-esper-péntica no ha d i s m i n u i d o en nada. Reaparecen los rasgos que hemos señalado tanto en La elaboración artística en (íTirano Banderas" (pp. 76-104) como en "Las últimas novelas de Valle-Inclán". Pero la nota satírica se acrecienta contra todos los miembros de la reacción, cualquiera sea el grupo al que pertenezcan, aunque, para hablar con justicia, hay que decir que nadie escapa en real idad a la sátira, n i a u n los propios revolucionarios, n i aun el pueblo. T o d o el ruedo ibérico está contagiado de u n m a l morta l : la degradación. E l latigazo sólo parece detenerse u n poco —muy poco, por cierto— frente a l fana­tismo ingenuo (capitul i l lo 11), en cuya p i n t u r a quedan lejanos re­flejos de Flor de santidad o del pastor visionario de La guerra car­lista: "Ágiles pastores de candidos ojos mostraban el sendero, como en las viejas crónicas que refieren las batallas contra el moro, con la blanca aparición de Santiago . . . los niños pastores señalaban las ce­lestes apariciones. L a comunión de feligreses esperaba inmovi l iza­da . . . Todos los ojos contemplaban el teologal prodigio de las escalas angélicas y el trono de nubes donde pacen ovejas e h i l a su copo de oro Nuestra Señora". N o nos engañemos, sin embargo. Si Val le-Inclán vuelve u n momento al viejo estilo o a situaciones semejantes a las de u n l i b r o anterior (compárese el desfile de menesterosos erran­tes del capi tu l i l lo 12 con los hambrientos que bajan de las montañas en la Leyenda milenaria), no es difícil advertir su intención. Son ele­mentos de contraste que realzan violentamente las características esperpénticas del resto o que, cargados de u n nuevo tono, destruyen la antigua visión. A veces se da también la estampa escueta y seca­mente trágica (capitul i l lo 13) que recuerda la desolada y quieta me­ditación de Zacarías el Cruzado (Tirano Banderas, pp. 201-202).

2 2 C f . ed. de 1927, p p . 21-24.

Page 22: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

3 6 4 E M M A SUSANA SPERATTI PINERO N R F H , X I

P o r fin, debemos destacar u n nuevo recuerdo del Quijote2'6, pero ahora n o se habla n i del hidalgo manchego n i de su escudero. Se nos dice tan sólo (capitul i l lo 14): . . E l Cabal lo de Espadas co­menta en plática doctr inal con el ruc io de Sancho: —¡El m u n d o se arregla pegando fuerte!" Basta para completar la caricatura trágica. E l pobre borr ico, esperpento de Sancho-España, ha perdido la com­pañía de Rocinante y, en la degradación colectiva de su época, sólo puede prestar oídos a la bestia que simboliza a los antihéroes.

I I I . C O N C L U S I O N E S

a) Parece indudable que la idea de escribir u n conjunto de "ep i ­sodios nacionales" surgió en la mente de V a l l e cuando empezó La guerra carlista (1908). Pero la pr imera novela de la serie (Los cruza-

2 3 C u a n d o se h a b l a d e l t e m a d e l Quijote e n l a g e n e r a c i ó n d e l 98, son A z o -

r ín y U n a m u n o q u i e n e s a traen e x c l u s i v a m e n t e l a a tenc ión. N a d a se h a d i c h o ,

q u e y o sepa, de su i n f l u e n c i a e n Va l le - Inc lán . Desde 1902, s i n embargo , l a figura

d e l h i d a l g o m a n c h e g o l o atraía: " [ D o n M i g u e l B e n d a ñ a ] , descendiente i d e a l de

D o n Q u i j o t e , p e r o más l i n a j u d o y más fe l iz , ba jó a l sepulcro s i n haberse des­

p o j a d o d e l y e l m o de M a m b r i n o " ( " E l p a l a c i o de B r a n d e s o " , Los lunes de El

Jm parcial, M a d r i d , 13 de enero de 1902). L u e g o , s i n d u d a p o r q u e l a re lac ión

n o estaba m u y de a c u e r d o c o n e l despót ico personaje, V a l l e q u i t ó e l f r a g m e n t o

c u a n d o i n c o r p o r ó " E l p a l a c i o de B r a n d e s o " a Sonata de otoño (cf. m i a r t í c u l o

" G é n e s i s y e v o l u c i ó n de Sonata de otoño", que aparecerá p r ó x i m a m e n t e en l a

RHM). Una tertulia de antaño p o n e e n boca de B r a d o m í n pa labras d e l " P r ó ­

l o g o a l l e c t o r " (Quijote, S e g u n d a parte) : " — ¡ H i j o m í o , n o s i e m p r e nos d e p a r a

l a suerte la más alta ocasión que vieron los siglos!" (p. [12], c o l . 1). E n La

corte de los milagros e l r e c u e r d o es constante. A l g u n a s veces l o e n c o n t r a m o s e n

b o c a d e personajes vi les o caricaturescos, q u e c o r r o m p e n e l i d e a l o a c e n t ú a n l a

sátira a l m e n c i o n a r l o . D o l o r e s C h a m o r r o t i e n t a l a v i r t u d de F e l i c h e y le d i c e :

". . . E l o r g u l l o es m u y m a l consejero y tú n o estás e n s i tuación d e hacer l a D o ñ a

Q u i j o t a " (p. 44) ; "Serías capaz de representar E l Q u i j o t e c o n F a l d a s " (p. 98).

L a m a r q u e s a C a r o l i n a c o m e n t a u n a e x c l a m a c i ó n de F e l i c h e : " — M á s p r o p i o de

a q u í es D o n Q u i j o t e " (p. 122). E l b a r ó n de B o n i f a z , p i l l a s t r e de est irpe n o b l e ,

responde a l marqués de T o r r e - M e l l a d a : " . . .Pues b i e n , pref iero h u n d i r m e e n

t o d o eso, a que me m u e v a p o r u n h i l o maese P e d r o " (p. 290). S e g i s m u n d o

O l m e d i l l a , cómpl ice y p r o t e c t o r de los b a n d i d o s andaluces , d i c e a propós i to de

las i n t e n c i o n e s correctoras d e l g o b e r n a d o r de C ó r d o b a : "Se le h a puesto acabar

c o n l a gente c r u d a . . . y esa fantasía n o l a h a t e n i d o n i D o n Q u i j o t e " (p. 1 1 1 ) .

M á s d i g n o , si b i e n p o c o s impático, e x c l a m a e n sus ú l t imos m o m e n t o s e l E s p a ­

d ó n de L o j a : " — ¡ C u á n t a s r e s p o n s a b i l i d a d e s sobre m i c o n c i e n c i a ! ¡Así n o h u ­

biese g o b e r n a d o n u n c a esta í n s u l a B a r a t a r í a ! " (p. 312). B r a d o m í n , p u r i f i c a d o ,

a u n q u e n o r e d i m i d o , corteja a F e l i c h e y h a b l a c o n e l l a d e l Quijote ( p p . 209-

213). L a j o v e n le p r e g u n t a : " — ; Y es u n l i b r o magníf ico?" Él le r e s p o n d e :

" — Ú n i c o " (p. 213). E n u n a ocasión es e l p r o p i o d o n Q u i j o t e q u i e n vue lve a

r e c o r r e r los l l a n o s de L a M a n c h a y persigue e l t r e n desde d o n d e se h a h e c h o

fuego sobre u n v i a j e r o c l a n d e s t i n o (p. 1 0 6 ) : ". . . E l c o n v o y p e r f i l a b a su l í n e a

n e g r a p o r e l petr i f i cado m a r d e l l l a n o manchego. T r o t a b a detrás, e n r i s t r a d a l a

l a n z a , t o d o i lus ión e n l a n o c h e d e l u n a , e l y e l m o , l a s o m b r a de D o n Q u i j o t e :

L l e v a b a a l a g r u p a , desmadejado de brazos y p i e r n a s , u n pe le le c o n dos agu-

Page 23: ACERCA DE LA CORTE DE LOS MILAGROS

N R F H , X I ACERCA DE " L A CORTE DE LOS MILAGROS"

dos de la causa24") carecía de rasgos esperpénticos. A u n q u e se encuen­tran en el la situaciones dramáticas y terribles, predomina la nota romántico-sentimental y el estilo está más próximo al de las Sonatas o a l feísmo part icular de las Comedias bárbaras. C o n Una tertulia de antaño (1909) el norte de V a l l e ha cambiado. Recurre a elementos deformantes o caricaturescos, mezclados, es verdad, con antiguas ele­gancias. S in embargo, éstas quedan ahogadas tras la v iolencia de algo que es absolutamente pre-esperpéntico. El resplandor de la hoguera2^ y Gerifaltes de antaño2*'*, las dos últimas novelas de La guerra carlista, poseen caracteres que los acercan más a Una tertulia que a la pr imera parte de la serie a la cual pertenecen. Puede decirse que, desde enton­ces, quedó planeado El ruedo ibérico, si b ien Valle-Inclán no debió sentirse con las fuerzas necesarias para trazar el cuadro que nos i b a a dar casi veinte años después.

b) Frente a las modificaciones que experimenta La corte de los milagros, vemos que las variantes atienden sobre todo a la estruc­tura general y nos demuestran que en modo alguno Valle-Inclán había dado por concluido su trabajo. Vemos también que la v i r u ­lencia del esperpento se va acrecentando. Baza de espadas y El trueno dorado confirman ambas observaciones.

E M M A S U S A N A S P E R A T T I P I N E R O

E l C o l e g i o de M é x i c o .

jeros a l socaire de las orejas". T a m b i é n o t r a o b r a de C e r v a n t e s c r u z a p o r l a

m e n t e de V a l l e e n m o m e n t o m u y o p o r t u n o . A s a l t a d a p o r los p o l l o s de l a g o m a ,

r u g e l a v íc t ima: " — ¡ E l P a t i o de M o n i p o d i o ! " (p. 6 1 ) . 2 4 A p a r e c i ó p o r p r i m e r a vez e n El Mundo, M a d r i d , 21-22, 24-25 y 29 de

n o v i e m b r e ; 1, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 26 y 29 de d i c i e m b r e de 1908. 25 Ibid., 17, 21, 24 de enero; 2, 10, 22 de febrero; 1, 7 de m a r z o ; 5, 17 de

a b r i l ; 7 de m a y o de 1909. 26 Ibid., 17-18, 22, 29 de agosto; 14, 22 de sept iembre; 5, 12, 14, 24 de

o c t u b r e ; 7, 10, 17, 21, 25 y 27 de n o v i e m b r e de 1909.