Reza por el incremento de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

Recuerda las palabras de Jesús: “Pedid y se os dará”, “rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su viña”.

Invita expresamente a niños,

adolescentes y jóvenes a que se

planteen la vocación.

Es una invitación provocadora y

fascinante.

Haz atrayente la vida sacerdotal, tanto si eres sacerdote como si eres

laico. Muestra la belleza del

sacerdocio con tu vida, con tu fidelidad y ardor

apostólico si eres sacerdote; con tu aprecio, colaboración y promoción de la vida y del ministerio del sacerdote si eres laico.

Vive con alegría tu condición de consagrado. Muestra que merece la pena seguir más de cerca a Jesús.

Transmite con tu testimonio que la pobreza es riqueza, que la castidad es fecundidad y que la obediencia es libertad.

Habla de la vocaciones, conoce y divulga historias vocacionales, fomenta una cultura vocacional, apoya afectiva y efectivamente a quienes están en camino de consagración

o del sacerdocio, acompaña a los sacerdotes y a los consagrados.

Vive la fe, practica y ejercita la fe

cristiana, lleva a tu vida su verdad y su

belleza y comunícaselo así a

los demás.

Sé cristiano de esperanza y de caridad. Tu fe se avalará y se coronará con la caridad y se nutrirá y se consolidará con la esperanza, a su vez, fuente de esperanza para los demás.

Entra en el silencio, escucha el silencio. Dios habla en el silencio. Pregúntale a Dios en el silencio

sonoro de la oración.

Sé un buen discípulo para ser testigo y

apóstol. Nadie da lo que no

tiene. Llénate de Dios y después lo darás a

manos llenas, a corazón repleto.

El buen discípulo sigue al Señor más de cerca.

¿Por qué tú no?

¡Hazlo! Da el paso, anímate, pruébalo al menos. Merece la pena.