abderrahim - · pdf filepodía entender que para él memorizar los rezos era ......

58

Upload: lamkien

Post on 13-Feb-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

abderrahimATENCIÓN A LA DIVERSIDAD.

INTEGRACIÓN DEL ALUMNADO MARROQUÍ.

Cirilo Ruiz Manzanero

EDICIONES MARAÑÓN

©Texto Cirilo Ruiz Manzanero©Ilustraciones María Jesús Rodríguez de Oro Rosa Esther

Ediciones Marañan ISBN: 84-931687-9-3

Aran juez, 2003

ÍNDICE

I La despedida5

II "Luz de la noche" también está en España11

III El colegio y la circuncisión16

IV Los nacimientos22

V Las navidades y algunas fiestas de Marruecos 27

VI El Ramadán 33

VII Hospitalidad en una noche de Ramadán 38

VIII Raúl y Abderrahim van de boda 44

IX La familia de Raúl va a Marruecos 51

Glosario de palabras

Abderrahim “La despedida” I-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero4

La despedida

Los candiles de todo el valle se iban apagandopoco a poco. Parecían las luces de coloresintermitentes que adornaban las casas de Fez en lasque se celebraban las bodas del verano.Abderrahim, ocho años, estaba sentado en unapiedra delante de la casa con la mirada perdida enuna gran luna roja. Dentro, en un rincón del corral,junto a una esquelética parra, cenaba dos pollos conensalada todo el grupo de los hombres, su abuelo,sus tíos y su padre. Las conversaciones de losmayores le llegaban lejanas y difusas, sin prestaratención, porque su cabeza fotografiaba y seconcentraba en cada uno de los lugares por los quehabía correteado de día y de noche sin que nadieejerciese el más mínimo control sobre él.

La casa de fkih, el cura del pueblo, estaba aoscuras. Tenía que levantarse a las tres y media dela madrugada para llamar al primer rezo. Lamezquita con su techo de paja podría revelar tantosy tantos cañazos en la cabeza y en el trasero con losque el fkih reclamaba la atención en el aprendizajedel Corán.

—¡Abderrahim!Antes de que le llegase la última sílaba de su

nombre, se había cubierto con manos y brazos lacabeza y la cara pero la caña impactaba inflexibleen la espalda o en las corvas. En cinco años deinfructuoso aprendizaje, Si Moha-med, el fkih, alque su abuelo pagaba los palos que recibía conaceite, trigo, aceitunas y alguna gallina, jamás condinero, nunca erró ni la trayectoria ni el destino deaquellos trayazos. ¡Qué puntería! Después de todono le guardaba ningún rencor. Aquel viejo de barbablanca y chilaba parda y roída por abajo, que yahabía medido con el mismo metro a su padre, nopodía entender que para él memorizar los rezos eramenos importante que oír los cantos de laschicharras debajo de los pinos, corre detrás de lospollitos, descubrir porqué las chicas meabanagachadas y ellos de pie, traer agua con el borricosujetándose en el rabo, ordeñar la vaca junto a sutía, hacer cuevas en el almiar de paja o buscar nidosde verderones.

¡Qué lejos se imaginaba la escuela! A ella lellevó su abuelo por primera vez recorriendo loscinco kilómetros que la separaban de la casa,cuando cumplió los seis años. Su madre le había

puesto la primera chilaba y le había comprado unasbabuchas amarillas nuevas. Le recibieron un grupode chicos con la cabeza totalmente rapada, unaforma de ahorro en el campo, y el maestro con unavara de acebuche de medio metro de largo en lamano derecha.

—Allí aprenderás muchas cosas nuevas — lehabía dicho su madre la noche anterior.

Abderrahim comprendió rápidamente que lanueva doctrina la debía asimilar con el mismométodo, el del palo, y el miedo le recorrió las partesmás castigadas del cuerpo pensando cuál de ellasrecibiría el primer aviso.

No llegó a desatar la cuerda que sujetaba elpizarrín y el cuaderno porque, en cuanto el maestrose dirigió al grupo de los mayores y dio mediavuelta, saltó por la ventana y echó a correr montearriba sin volver la cabeza. Se paró junto al pozopara tirar chinas al fondo, oir el chapoteo y contarlas ondas hasta que desaparecían conteniendo larespiración.

Cuando vio que los otros chicos se dirigían asus casas, él se encaminó a la suya.

—¿Qué tal te ha ido? —le preguntó su madre.—¡Mal! El maestro no nos hace caso. Se va y

los chicos mayores nos pegan. Allí no voy aaprender nada. Yo creo que no voy a ir más a laescuela.

—Mañana te llevo yo otra vez —intervino elabuelo—. Voy al zoco y paso por la puerta de laescuela.

—¡No, si no hace falta! ¡Voy yo solo!El maestro le introdujo en la clase de la oreja

y el abuelo entendió que el día anterior habíapasado algo raro. Aquel día, su primer día efectivode escuela, sintió en sus carnes las primeras pala-bras y consejos del maestro. El frescor de la tierradel suelo donde se sentaba no pudo apagar losescozores de los primeros palos. Comprendió alinstante que aquel no era el camino y no volvió afaltar salvo cuando llegaba la época de la siega o de larecogida de aceitunas o cuando le curaban la fiebre olos dolores de cabeza con rodajas frescas de patata ohierbas del campo.

Aprendió a leer y a escribir de derecha aizquierda con más esfuerzos que los demás porqueera zurdo. Cada vez que cogía la tiza para

Abderrahim “La despedida” I-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero5

garabatear una letra, el maestro se colocaba porencima de su hombro dándose pequeños golpe-citoscon la vara en la mano, esperando que esatraicionera tendencia física se le olvidara, paralanzar el trozo de acebuche contra los dedos ydescargar en ellos toda su furia docente.

—¡Esa no es la mano, animal! ¡La izquierdaestá maldita por Dios! Solo se usa para limpiarse elculo. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?¡Recuerda las palabras del profeta!

Hamid, "Bocarrota", que se sentaba junto a él,se reía con la cabeza gacha buscando la caracontraída de Abderrahim cuando recibía elestacazo, aun a sabiendas de que, a la salida de laescuela, aquella victoria del enemigo le pudieracostar un par de puñetazos y alguna patada en laspiernas.

Sin embargo, junto a Mohamed, el de los piestorcidos porque uno miraba al norte y el otro al sur,llegaron a formar un trío inseparable con el tiempo.

Hamid tenía el labio superior roto porquerecibió la coz de una borrica a la que intentócolocar un cardo seco entre el rabo y las ancas.Corrió al río sujetándose con las manos el labio quele colgaba. Abderrahim y Mohamed le ayudaron alavarse, hicieron un emplaste con menta salvaje ysalitre y se lo aplicaron sobre la herida. Los gritos yayes de "Bocarrota" debido al escozor que leproducía la sal sobre la herida fresca, se oyeron enel valle.

—¡Calla! ¡La sal desinfecta y cura todo! ¿Noves lo que hacen los sacamuelas en el zoco?

—le gritaba Abderrahim mientras le sosteníacon la mano izquierda la herida y le sujetaba lacabeza con la derecha.

Mohamed había nacido así, con los pies encontraposición, porque su madre durante elembarazo había tomado aceite de aviones ya queera mucho más barato. De los tres amigos era el quemás pescozones, patadas y palizas recibía. Cuandohacían alguna fechoría, los tres corrían pero él sequedaba rezagado o se caía al enredársele los piesen los tomillos y palmitos o tropezar con laspiedras. Abderrahim y Hamid le defendían desdeuna distancia de más de veinte metros, cuandotenían asegurada la retirada, lanzando una andanadade cantazos que más de una vez impactaban en lacabeza del agredido más que en la del agresor.

—¡Jo, a ver si tenéis más puntería...! —sequejaba Mohamed palpándose la cabeza.

El verano era la época del año de mayordisfrute porque disponían de más tiempo. Sentíanuna especial inclinación hacia los lagartos. Losvivos colores verdosos y la forma de correrladeando cuerpo y cola con la boca abierta y sobretodo, el que estos animales fueran el terror de lasmujeres, les llevaba a organizar auténticos safarisrebuscando debajo de las piedras o esperando conun palo y un saco junto a las cuevas. A Abderrahimle salió espontánea la sonrisa recordando a la viejaFatna. Vivía sola compartiendo su casa de barro ytecho de paja de una habitación, con una vacaesquelética, una oveja y tres o cuatro gallinas. Sumarido la había repudiado porque no podían tenerhijos sin detenerse a analizar de quién era la culpa,la ley lo permitía, y no había podido casarse otravez.

Hacia su casa se dirigieron los tres amigoscon un saco roto.

—¡Coge bien el saco! Como se escape...Prepara el palo y cuando asomé la cabeza, se lasujetas. Que como se escape te suelto dospuñetazos... —amenazaba Abderrahim a "Boca-rrota".

Mohamed llevaba un buen rato untando unaramita de retama con ajo, arriba y abajo.Abderrahim le trincó por la boca y se dirigió a losotros dos.

—Levántale el rabo, busca el culo y métele laestaca.

El animal sintió en su interior la rama con elajo, comenzó a convulsionarse y a buscar a sustorturadores con los ojos desorbitados y con la bocaabierta.

Se acercaron sigilosamente a la ventana deFatna, recorrieron el plástico que la cubría, soltaronal animal y corrieron a esconderse tras unascarrascas. Al instante los gritos, maldiciones ycarreras de la mujer rompieron la pesadez del sol dejulio. Las vecinas fueron acercándose mientras lostres niños corrían cuesta abajo.

—¡La maldición de Al-lah caerá sobre vos-otros! ¡Os quemaréis en el infierno! ¡Ojalá os comavivos una serpiente! —escupía Fatna sobre losmuchachos.

Aquella noche no tomaron té ni pan conmanteca y se acostaron con las dos manos en elculo para calmar los golpes de sus padres.

Los alacranes eran más peligrosos. Suspicaduras requerían los servicios del fkih. No salían

Abderrahim “La despedida” I-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero6

más que de noche y por el día era necesarioprovocar su salida. Buscaban los agujeros yseleccionaban el de mayor anchura creyendo que enél se escondería el escorpión más grande.

—Hamid, prepara el bote y el palito. Tú,Mohamed, agáchate y mea en el agujero.

—¿Por qué yo? —protestaba Mohamed.—Porque la tienes más grande y mearás más

cantidad. Además, porque lo mando yo —sentenciaba Abderrahim.

Mohamed se acurrucó recogiendo los dos piese intentó que el chorro saliese encogiendo confuerza la tripa.

—¡No me sale!—¡Espera, hombre! Si es que estás muerto de

miedo...Al poco tiempo comenzaron a salirle las

primeras gotas para dar paso a una cascadaamarillenta que se introducía en el agujero sal-picando las manos y los pies de sus amigos.

Hamid metía y sacaba el palito con rapidezmientras la orina de su amigo desaparecía. Los seisojos miraban expectantes y de repente asomó elescorpión agitando el aguijón. Dieron un paso atráspero Mohamed se enredó y cayó de espaldas. Elalacrán de ocho nudos subió por el pie de Mohamedblandiendo la uña que le clavó en la pantorrilla.

Estuvo tres días sin salir de su casa. Abde-rrahim y "Bocarrota" merodeaban por los alre-dedores pero no se atrevían a preguntar por miedoal padre de Mohamed.

—¿Se va a morir? —preguntó Hamid conpena.

—¡No, hombre! ¿Cómo se va a morir si yatiene siete años? —le contestó Abderrahim.

—¿Y qué tiene que ver la edad?—Anda, pues claro, solo se mueren los viejos,

los niños recién nacidos y las embarazadas.Mientras hablaban cada uno subido en una

oliva, iban arrancando las pequeñas aceitunastirándolas al suelo y las iban contando a ver cuálhacía el montón más grande.

—¿Y por qué las embarazadas? —insistióHamid.

—Porque de tanto engordar, algunasrevientan como las sandías —le contestó Abde-rrahim.

—¡Ah, claro! ¿Y los recién nacidos?—Cuando nacen son tan pequeñitos que lesfaltan algunas cosas del cuerpo por dentro. Si

les dan bien de comer, les crecen rápidamentey viven. Si no... pues se mueren de hambre.—¡Ah! —asintió Hamid sin mucho conven-

cimiento porque en su casa siempre se habíacomido poco y él aún vivía.

—¿Cuántas llevas tú?—Ciento veinticinco, ¿y tú?—¡Treinta más !Mohamed no murió. Continuaron buscando

más escorpiones e investigando con ellos. Contabanlos nudos, les cortaban la uña para cogerlos con lasmanos pero lo que más les divertía era encerrarlosen círculos de paja encendida y ver cómo semataban unos contra otros.

Comenzó a soplar la brisa del sharqui, elviento que viene del sur y que hace más soportableslas noches de verano. Ladraron tres perros yAbderrahim se agachó instintivamente para tirarlespiedras. Se quedó con la mano suspendida en el airey renunció al cantazo.

Al día siguiente se marchaba y bastantespedradas se habían llevado. Se iba sin llegar aentender porqué se ligaban los dos perros, rabocontra rabo, y por qué la única forma de separarloseran los gritos, las pedradas y patadas de los chicosdel pueblo.

—¡Abderrahim, vamos a cenar! —la voz desu hermana Radia le devolvió a la realidad.

Los hombres se habían levantado de lasesteras de paja y se levaban la boca y lasmanos en el tass, una jofaina con asas y conuna gran tetera, que les iba pasando una de lastías. El abuelo dio un gran eructo y todos losdemás comensales le contestaron con un "queaproveche". Es de personas educadasdemostrar agradecimiento a la cocinera por lacomida con sonoros eructos.Las mujeres y los niños cenaban en el

segundo turno de lo que habían dejado los hombres.Abderrahim dijo bismil-lah, en el nombre de Dios,expresión con la que se comienza cualquier acción,y ocupó el sitio que había dejado libre su abuelo.Lentamente iba cogiendo pellizcos de pan de lahogaza redonda que su madre había amasado ycocido en el horno familiar e introducía los dedosgordo, índice y corazón de la mano derecha en elcaldo arrastrando al mismo tiempo trozos pequeñosde pollo. De vez en cuando daba cortos y pequeñossorbos de té con hierbabuena.

El grupo de hombres acosaba al padre,

Abderrahim “La despedida” I-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero7

Mohamed, con preguntas sobre España, la casa, eltrabajo, el dinero... A Mimún, el tío joven, leinteresaba especialmente el coche que había traídosu hermano.

—¿Y cuánto dices que te ha costado?-3.000 euros—Y eso, ¿cuántos dirham son?—Me parece que unos 30.000 dh.—¿Nada más? ¿Y es nuevo?—No, es de segunda mano. Gasta gasóil que

cuesta más barato.—Tengo algo ahorrado, ¿no me podrías

comprar uno?—No, hermano, aquí no lo podrías usar. Solo

lo pueden conducir los emigrantes.—Mohamed —casi le suplicó el abuelo—,

llévate a todos pero déjame al niño.Abderrahim giró la cabeza, miró al padre con

la esperanza de que aceptase el ruego del abuelo.—Pero, ¿qué dices? ¿No comprendes que mi

futuro y el de mi familia están en España?—Nosotros llevamos toda la vida aquí y

vamos tirando.—¡Eso, tirando! ¿Cuánto tiempo? Cuando se

partan las tierras, ¿podrá comer mi familia de loque me toque? Mira, padre, no hay ningúnemigrante que lo sea voluntariamente, ni yotampoco, pero aquí no tengo nada que hacer. ¿Esque ya no te acuerdas de lo que te costó pagarme lapatera?

—Pero... —desistió al mismo tiempo que seenjugaba unas lágrimas con el puño de la chilaba.

Abderrahim se levantó, se lavó las manos y laboca y se retiró de la mesa. Había perdido elapetito.

El abuelo cogió su candil y se encaminó a sucasa-habitación. Los demás también se fueronretirando. En el centro del patio no quedó más queel perro tumbado bajo la luz de la luna y de lasestrellas.

—Fátima, ¿estás dormida? —casi susurróAbderrahim.

—No, no puedo. No sé lo que me pasa estanoche, creo que estoy un poquito asustada.

—¿Quieres que nos salgamos al patio? Siseguimos hablando vamos a despertar a los padres.

Fátima se sentó en cuclillas y Abderrahim setendió en el suelo con la cabeza apoyada en una delas piernas de su hermana.

El perro levantó la cabeza, abrió los ojos y

volvió a dormirse.—Yo no entiendo esto de cambiar de casa —

Abderrahim no entendía del todo la situación—.¿Ya no vamos a volver nunca más?

—¡Y yo qué sé! Alguna vez vendremos peroya no será lo mismo.

—Fíjate, Hamid y Mohamed dicen quetenemos mucha suerte porque nos vamos. Pero,¿qué sabrán ellos?

—A lo mejor es verdad. Mamá me ha dichoque en España los colegios son mejores, que vamosa vivir en una casa muy alta a la que se sube conuna máquina y que tendremos una habitación paranosotros solos, que no hay que traer agua porquedas vueltas a una cosa y sale sola, hay muchoscoches como el de papá, no podremos ir descalzosni llevar chilabas...

Abderrahim parpadeaba con grandesesfuerzos para controlar el sueño. Con la voz másapagada le dijo a Fátima:

—Cuéntame un cuento, el último, como losque me cuentas cuando llueve y no podemos salir ala calle. Pero que no sea de miedo.

—Dice la abuela que en su pueblo, cerca deKetama, había un hombre al que todos llamaban"Buhali" que se volvió loco de pequeño por chuparunas ramas de adelfa. No era peligroso pero hacíacosas muy raras. Cuando cruzaba una calle lo hacíasaltando sobre la pierna derecha porque la izquierdale daba mala suerte. A la mezquita entrabaarrastrándose y con la cabeza gacha porque decíaque allí estaba Dios y no le quería ver la cara. Si secruzaba con un burro, se daba la vuelta y se tapabalos ojos para que no le viera. ¡Eran los demonios!Una vez se cagó en la puerta del alcalde porquepegó a un niño. Todos los días Buhali esperabasentado delante de la puerta de la escuela a quesaliesen los niños para que corrieran detrás de él yle tiraran piedras. Si cogía a uno, todos pensabanque le iba a pegar y él le besaba en la frente congrandes carcajadas. ¿Sabes por qué estaba cojo?¡Por envidia! Se subió a un árbol para ver de cercaa los pájaros, vio cómo un jilguero arrancaba avolar y se lanzó tras él agitando con violencia losbrazos.

Abderrahim sonrió suavemente con los ojoscerrados. Fátima permaneció unos instantes callada.

—¿Y qué más? ¡Sigue! ¿Qué pasó?—Pues que, según la abuela, comenzó a

enamorarse de las cigüeñas que llegaban al pueblo

Abderrahim “La despedida” I-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero8

en diciembre.—¿Qué? —abrió los ojos con curiosidad y

sorpresa— ¿Qué es eso de enamorarse?—Sí, que de tantos mirarlas, llegó a quererlas

como se quieren las personas. A finales denoviembre se paseaba nervioso dando palmadas porlos cerros que dan al norte, esperando queapareciesen cualquier día al atardecer. Cuando, porfin, divisaba la primera pareja, brincaba, corríadándose cachetazos en los carrillos del traserocomo si fuera montado en la grupa de un caballo y,a galope tendido, las acompañaba hasta la chopera,junto al río seco, donde habían dejado sus nidos latemporada anterior. Y así una pareja tras otra. Lasconocía por sus vuelos, por la forma de posarse, porel tamaño del pico o de las patas, por los esfuerzosque hacían al despegar del suelo o de los árboles. Siaparecían parejas nuevas, las clasificaba en unaparte de su cerebro. En la plaza del pueblo, junto ala mezquita, adoptaba las mismas posturas y semantenía varios minutos suspendido sobre un piemientras mantenía recogido el otro. Chasqueaba lalengua imitando el claqueteo de sus picos bajando ysubiendo la cabeza mientras los vecinos dabangrandes risotadas y los niños le tiraban piedras.Extendía sus dos brazos e iniciaba un planeo sobrelos que le miraban para acabar aterrizando debajode los chopos.

Cuando llegaba febrero y las cigüeñasabandonaban sus nidos para volver a Europa, dondenosotros iremos mañana, a Buhali le invadía unanube de tristeza y melancolía y se pasaba variosdías llorando sin querer ver a nadie.

Pero un día de un año, las cigüeñas noregresaron más a la chopera porque dicen que eltiempo había cambiado y no había diferencia entreel verano y el invierno —Fátima miró a su hermanoque tenía los ojos cerrados—. No vienen, no vienense desesperaba Buhali mirando las nubes, el cielo ylos montes. No dormía, no comía ni siquiera el cus-cus que preparaba su madre los viernes y que era suplato favorito. Hablaba solo con frecuencia pero nose le entendía nada porque soltaba palabras y frasesinconexas. Su madre optó por llevarle al fkih paraque le quitara el mal de ojo y las penas pero nopudo hacer nada. Tiene unos demonios muygrandes dentro del cuerpo, decía el anciano a sumadre. Buhali levantaba la vista con pesadez yfarfullaba un cla-cla-cla que repiqueteaba con doloren los oídos de la madre.

Una noche de garbi muy frío, del vientohelado que choca contra las capuchas de las chi-labas, el tonto salió de su casa descalzo y desapa-reció buscando el norte. La abuela dice que seconvirtió en cigüeña. Nadie lo volvió a ver.

Cuando acaba el otoño, los niños del pueblobuscan entre los nublados el vuelo de algunacigüeña. Un niño al que le faltaba un brazo, vio unamañana un pájaro muy grande, blanco y negro,posado en la rama más alta del acebuche de laescuela. Solo lo vio él. Ese día las ramas estuvieronmás silenciosas.

Fátima notó el frío en los brazos de Abde-rrahim. Se levantó, lo aupó con esfuerzo y lointrodujo en la casa. Se oyeron los ladridos de unperro.

Abderrahim “Luz de la noche también está en España” II----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero9

Abderrahim “Luz de la noche también está en España” II----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero10

IILuz de la noche también está en España

Abrió los ojos con la nariz pegada a loscristales del barco y el mar con toda su inmensidadse le metió por los ojos. Aquel descubrimiento lellevó a compararlo con las siembras de cebada desu pueblo en primavera cuando se bambolean con elviento. Las olas eran lo mismo pero el color no.

Miró a su alrededor. Su padre, su madre yRadia dormían retorcidos en los sillones azules. Porlos pasillos del barco deambulaban con pasosinseguros y yendo de un lado a otro, muchosmarroquíes con chilabas, gorros y babuchas. Loscristianos, sentados en las butacas, hablaban en unidioma mucho más suave que el suyo y pensó:"¿Así tengo que hablar yo?"

Dio una patada a su hermana.—Eh, vamos a dar un paseo por el barco.Olía a café y desde lejos vieron unas

máquinas con botones de luces que echaban cafécon leche. Se pusieron en la fila para beberse uno.Al llegarles el turno, la camarera les preguntó:

—¿Tenéis dinero?Los dos hermanos se miraron sin entender

nada. La señorita insistió pero con el gestouniversal del dinero. Lo comprendieron y sealejaron de la cafetería.

El barco dio un bandazo y les arrojó contralos cristales de los escaparates de la tienda deregalos. Se levantaron riendo y observando uno quetenía juguetes.

—Yo me pido ese coche —dijo Abderra-him.—Y yo la cajita que tiene una bailarina en la

tapa.-¿Cuál?—Esa que está junto a unos paquetes de

tabaco.—Ah, sí. ¡Vamos a cogerlos;—¿Qué dices? —le dijo Radia asustada. —¿Llevas media hora en España y ya tequieres ganar la primera paliza de papá?Pasaron junto a dos puertas en las que había

dos muñecos pintados, un hombre y una mujer.Olía a pis. Abderrahim asomó la cabeza y tiró de suhermana hacia dentro.

—Hay agua en esta taza. Vamos a lavarnos —le dijo el muchacho a Radia.

—Espera que huele mucho a orina.

—Pero si está limpia.Radia le dio un cogotazo que le hizo desistir.

Se miraron en el espejo y comenzaron a hacerseburla uno al otro. Debajo del cristal había un mandoy Abderrahim no pudo resistir la tentación. Apretóy comenzó a salir agua. Quiso pararlo pero cuantomás apretaba, más agua salía. Su hermana,pensando que se podría desbordar e inundar todo elbarco, intentó taponarlo con las manos. El grifo seconvirtió en una fuente de aspersión que manchabalas paredes y la moqueta del suelo.

—/AJÍ, imma habiba diali¡ ¿Cómo te arreglaráspara que todo lo que toques lo estropees?¡Ayúdame, pon tus manos también¡ —le gritóRadia.

Cuantas más manos ponían, más chorrossalían. Abderrahim abrió la puerta y salió corriendoseguido de su hermana. Llegaron colorados a lasbutacas de sus padres.

—¿Qué pasa? Abderrahim, ¿qué hashecho?—Que ha apretado una cosa redonda de la que

salía agua y no sabemos pararla —le dijo Radia.—¿Dónde? ¡Vamos a ver¡Cuando llegaron al cuarto de baño del barco y

abrieron la puerta, ya no salía agua del grifo.—¡Anda, si ya no sale¡Mohamed, el padre, se sonrió. Pensó que

poco a poco irían aprendiendo y les enseñó elfuncionamiento.

Los cuatro de la familia circulaban en silenciocamino de Madrid. Abderrahim y Radia, cada unoen una ventanilla, iban apoderándose de todas lasimágenes recién descubiertas. El niño miraba laaltura de los bloques de pisos y especialmente lacantidad y variedad de coches que circulaban porlas carreteras. Radia se fijaba en las nuevasvestimentas, en las faldas que eran muy cortas ymostraban sin rubor alguno las piernas de lasmujeres, todas iban sin cubrirse la cabeza y con losbrazos al aire. "Ay madre, si mi abuelo viese todoesto, nos obligaría a volver al pueblo", pensó Radia.

Llegaron al Despeñaperros y realizaron laprimera parada. Pasaron al bar y se sentaron en unamesa de un rincón. Mohamed pidió bocadillos de

Abderrahim “Luz de la noche también está en España” II----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero11

tortillas y cuatro botellas de zumos. Abderrahim seincorporó y se dirigió con el bocadillo hacia elmostrador. Se quedó observando los embutidos yespecialmente un jamón colocado sobre una tabla.

—Papá, ¿qué es esto?—Una pierna de jaluf, de cerdo.—¡Qué asco¡ ¿Comen los nazzarani, los

cristianos, esta carne?—Sí, y ellos dicen que está muy bueno.—Solo de pensarlo me dan ganas de vomitar.—Tú eres musulmán y desde pequeño estás

acostumbrado a oír que el cerdo es un animalmaldito y ellos no lo tienen prohibido.

—¿Por qué nosotros sí y ellos no?—Nuestro libro sagrado, el Koran, cuenta que

el Profeta Mahoma, cuando Al-lah le dictó nuestrareligión, nos prohibió comer carne de cerdo porqueeste animal, en aquellos tiempos, se criaba entre lasporquerías y a veces se alimentaba de ellas también.Podría transmitirnos enfermedades y está bien nocomerlo. Tengo un amigo cristiano que discuteconmigo diciendo que hoy, los cerdos están engranjas, comen buena comida, están vigilados porveterinarios...

—¿Por quién?—Sí, por médicos para animales.—¿Los cristianos tienen médicos para los

animales? —Abderrahim se reía imaginando quelos cristianos o estaban locos o a él le faltabamucho por aprender. Su abuelo curaba a la muíacon emplastes de vinagre, a las vacas con hierbasdel campo, a las ovejas con pócimas que hacía sutía Hafida, y sin problemas.

—Y... hay algunos musulmanes que lo comeny yo sé que eso es jaram, pecado, pero es suproblema. Hay que ser tolerantes y sobre todorespetuosos. Es Al-lah quien nos tiene que juzgar yno los hombres.

—¿Tú has comido alguna vez?Mohamed dudó unos segundos.—No, yo nunca lo he probado. A veces me

pregunto el porqué hay cosas que son pecado paraunas religiones y no lo son para otras. La vida seencargará de enseñaros.

No había terminado su padre de darexplicaciones, cuando el chico se percató de ungrupo de niños que jugaba en un rincón delrestaurante con cuatro muñecos de Pokemon. Seacercó y se quedó contemplando los juegos

—¿Quieres jugar con nosotros?

—le preguntó el que parecía más decidido.-¿Ah?—¿Eres extranjero? Jugar, mira, así —le

insistió el niño con gestos.Abderrahim se sentó con ellos y pronto

entendió que para los juegos casi no son necesarioslos idiomas.

La familia se incorporó y el padre llamó almuchacho.—¡Que nos vamos¡Se levantó, cogió dos muñecos y...—Oye, que los muñecos son nuestros.El chico intentó quitárselos de las manos y

Abderrahim, creyendo que le iba a pegar, le lanzóun puñetazo en la cabeza. Rompió a llorar yacudieron sus padres.

—¿Qué pasa? ¿Quién te ha pegado? —lospadres se volvieron hacia la familia de marroquíes.

Mohamed cogió los dos muñecos y se los dioal niño español.

—Perdonen, es que es la primera vez que estáen España y él creía que se los regalaban.Perdonen, de verdad —les suplicó Mohamed.

Los padres españoles se retiraron con su hijo.—Estos moros...

Los dos niños hicieron el resto del viajedormidos. En el portal de la casa su padre lesdespertó.

—¡Eh, que estamos en casa!Abderrahim venía soñando con sus amigos

"Bocarrota" y con Mohamed, el de los piestorcidos. Estaban subidos en un árbol observandolos tres huevos del nido de verderón. "Bocarrota"los quería coger para ver cómo estaban los pollitospor dentro. Abderrahim le había soltado dosguantazos para hacerle comprender que si los abría,se morirían los pajaritos. Cuando consiguió abrirlos dos ojos, no vio árboles, nidos ni a sus amigos.Estaba en el centro de una plaza con jardín yrodeado de grandes bloques de viviendas. El pococielo que veía le parecía mucho más gris.

—Ponte las zapatillas y no olvides que aquíno se anda descalzo. Coge las dos bolsas pequeñas—le dijo su padre.

—¿Cuál es nuestra casa?—Esa, la de ahí arriba.—¿Cómo vamos a subir?—¡Espera!Entraron en el ascensor y su padre apretó el

Abderrahim “Luz de la noche también está en España” II----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero12

botón que indicaba el tercero. Abrió la puerta delpiso y aunque su padre les explicaba cómo era lacasa, los tres, la madre y los dos hijos, noescuchaban, miraban asombrados la cantidad demuebles, el suelo de madera, muchas camas,armarios, lámparas, la cocina con un montón demáquinas y luz eléctrica que solo habían visto unavez en Fez.

—Os voy a enseñar cómo funciona el cuartode baño —les indicó el padre a los tres—. Esta tazaes para hacer pis y para hacer caca.

—¿Qué? ¿Cómo nos tenemos que poner? —le interrogó la madre.—Es muy sencillo. Os sentáis y cuándo

acabéis, os limpiáis con este papel y tiráis de aquí—les dijo señalando el botón de la cisterna—. Estees el grifo y ésta, la ducha, como el hammannuestro pero más cómodo. Buscad vuestrahabitación, tiene dos camas.

Abderrahin se quedó en el cuarto de baño.Apretó el botón de la taza, se asustó y estuvo apunto de salir corriendo. Abrió el grifo de la duchay el del lavabo dejándolos abiertos. El sabía que,como el del bar, se cerrarían solos.

El padre oyó el ruido del agua.—¿Quién ha dejado los grifos abiertos? ¡Que

aquí se paga el agua!—¡Yo! ¿No se cierran solos?—No, tienes que girar a la derecha. ¡Y ponte

las zapatillas!Radia dio al interruptor de la televisión,

esperó y se giró al ver que no salían imágenes. Nohabía dado dos pasos, cuando la tele comenzó ahablar. Los dos hermanos se quedaron escuchandoel mismo lenguaje que el de los niños del bar.Apareció un anuncio de colonia en el que una mujeren traje de baño, casi desnuda, se frotaba el cuerpo.Los dos agacharon la cabeza y Abderrahim sesonrió con picardía mirando de reojo a su hermanaque tenía la cara como un tomate. Radia desconectóel aparato y salió del salón. Abderrahim, viéndosesolo, volvió a conectarlo pero las imágenes eran decoches, de playas, de comidas y trenes. Encendía yapagaba sin cesar la tele buscando a la mujer delbañador pero no la consiguió encontrar. Se recostósobre la pared y, de repente, se encendió la lámparadel salón.

—¡Radia, Radia, ven que aquí hay magia! Seha encendido la luz sola.

Se movió y se apagó.

—¡Ay madre! ¿Lo ves?Cada vez que cambiaba de postura, la lámpara

se encendía o se apagaba. Le costó su tiempopercatarse que movía la llave con la espalda, latenía detrás. A Mohamed le vinieron a la cabeza lasmismas situaciones que él sufrió cuando llegó aEspaña.

—Aicha, ven a la cocina. Vamos a preparar lacena que estos tienen que madrugar mañana para iral colegio.

Bueno, ya empezamos, pensó Abderrahim,aquí también hay escuela. ¿Cómo sería el palo delos maestros españoles? Abrió la puerta y se metióen el ascensor. Le había gustado subir y bajar.Apretó el botón de la alarma, sonó el timbre y oyóun ruido de puertas que se abrían. Pulsó el númerodos y salió corriendo hacia la puerta que él creíaque era la suya. Llamó y salió una señora con losrulos puestos. Dio un paso hacia atrás y...

—¡Ahí va! Tú no eres mi madre—¡Hola niño! ¿Eres extranjero? ¡Ah!, eres

morito. Te has equivocado de casa. Ven que te suboa la tuya.

Fue a cogerle de la mano y Abderrahimescondió la suya.

—Ven, hombre, si no te voy a hacer nada.Le hizo gestos con la mano y subió tras ella.

Cuando se encontró en su casa, su padre lepreguntó:

—¿De dónde vienes? ¿Qué has hecho ahora?Llevas dos horas aquí y ya empiezas. ¡Graciasseñora!

—No pasa nada, no ha hecho nada malo, esque se ha equivocado de piso —le contestó la mujeraplacándole y posiblemente librándole de losprimeros tortazos con sabor español.

—Cuando terminemos de cenar, os bañáis y ala cama. Mañana os llevaré al colegio para hacer lainscripción y para que lo conozcáis.

—Si hace dos días que me bañé —le replicóAbderrahim.

—Aquí os tenéis que bañar todos los días. Sehace rápido y con comodidad. No vayan a decir losespañoles: "¡Qué sucios vienen estos moritos!"Tenemos que acostumbrarnos a su vida pero sinperder nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestrareligión y demás cosas de Marruecos. Ya veréis, noes difícil. Además lavarse es bueno, no se desgastala piel, seguro.

Ya en su habitación y cada uno en su cama, el

Abderrahim “Luz de la noche también está en España” II----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero13

niño le dijo a su hermana:—Radia, no me duermo. ¿Me puedo acostar

contigo? Tengo miedo.—¿De qué? Están papá, mamá y aquí está

todo cerrado. Anda, vente.Abderrahim se acurrucó y se abrazó a su

hermana.—Fíjate, estoy mirando por la ventana y solo

veo otras ventanas. Allí veía las estrellas y hablabatodas las noches con ellas hasta que me dormía.

—¿Que hablabas con las estrellas? ¡Tú estásun poco loco! ¿Y de qué?

—Cuando era más pequeño y me costabatrabajo dormirme, mamá me decía que contaseovejas y así cogería el sueño. Al principio me dioresultado pero más tarde, observando el cacho decielo que entraba por el ventanuco del dormitorio ycomo resultaba aburrido, me dije que no las iba acontar, las tendría, las estrellas serían mis ovejas. Elcielo es como el prado grande que crece en pri-mavera junto al río, pero aún más grande. En élpasta todo mi ganado. Las hay pequeñas, medianasy de mayor tamaño. Hay una que reluce más que lasdemás, le puse de nombre "Luz de la noche", y es lajefa, la que conduce a todas las demás. A partir deella reconozco cada uno de los grupos que forman.Es que son como nosotros, tienen sus grupos deamigos. Hay algunas noches que se me pierdenalgunas, desaparecen sin darme cuenta, pero a lospocos días reaparecen buscando el calor de lamanada. Son juguetonas, saltari-ñas, caprichosas.¿Te has dormido?

—No, pero casi.—Bueno, mira, hay dos grupos, uno más

grande que otro, digo de mis ovejas, claro, queforman dos carros sin muías. Sí, parecen, segúnestán colocadas, dos carros y en el extremo del máspequeño, ¿sabes quién está?

—¿Quién?—"Luz de la noche". Es chula, de verdad.

Siempre me señala Ketama, allá en los montes.Cuando el tío Mimún iba a trabajar a Ketama, laabuela le decía: "Ten cuidado, no te pierdas" ¡Quétonta! Solo con mirar a "Luz de la noche" sabría iry volver.

Abderrahim miró con el rabillo del ojo a suhermana y vio que ya se había dormido. Le dio unapatada.

—Jo, déjame dormir.—Si ya acabo. Un día, bueno una noche,

desaparecieron todas mis ovejas y estuve esperandohoras y horas. Buscaba hacia Ketama y "Luz de lanoche" no aparecía, miraba hacia el río y tampoco,ni las pequeñas ni las grandes. ¿Sabes lo que pasó?Me di cuenta después de un buen rato.

-¿Qué?—Pues que había nubes, el cielo estaba

completamente nublado. Claro, las ovejas tambiénduermen y se meten en los apriscos. Las nubes sonlas sábanas con que se quita el frío mi ganado.

Miró otra vez a su hermana y se había vueltoa dormir. Ya no quiso despertarla. Se levantó ymiró a través de la ventana de su habitación. Nada,solo otras ventanas y ropa tendida. Sacó la cabezaal exterior y miró hacia abajo. ¡Qué altura! Estabamás cerca de ellas y no conseguía localizarlas.Levantó el cuello y, por encima del último piso,aparecieron mirándole de la misma forma que enMarruecos. Apoyó los codos en el alféizar y lascontó. Sí, allí estaba "Luz de la noche" y parecíaque le sonreía. Abderrahim no entendía cómosiendo tan pequeñitas podrían haber llegado al mis-mo tiempo que él a España. ¿En qué viajarían?Tampoco le importaba mucho porque lo másimportante es que estaban con él y podría jugar conellas todas las noches que no tuviese sueño.

Continuó recostado en la ventana hasta quesintió frío en los brazos. Volvió a la cama, a sucama, y se arropó con la sábana. El miedo habíadesaparecido y el sueño le venía de camino.

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero14

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero15

III El colegio y la circuncisión

Mohamed llevaba de las manos a Radia yAbderrahim. Este iba con la cabeza gacha dandopatadas a los papeles y a los botes que se encon-traba en el camino. Al llegar al colegio preguntaronal Conserje si podrían ver al Director.

—Tienen que esperar. Aún no ha llegado.Siéntense en ese banco de la entrada.

Abderrahim jugaba con las piernas ylevantaba la mirada cada vez que veía algún niño oniña pensando para sí "ése me gana, tiene másfuerza que yo" o "a éste le puedo con facilidad". Ungrupo de maestros pasó junto a ellos y una de lasprofesoras comentó:

—¡Vaya, más moritos...!—¡Calla! Seguro que el padre sabe hablar

español —le recriminó una compañera.Radia había observado que en el nuevo

idioma, la palabra que más había escuchado era lade "moritos".

—Papá, todos los españoles dicen "morito" ynos miran. ¿Qué significa esa palabra?—Se refieren a nosotros, a los marroquíes. Es

la palabra que más vais a oír durante los primerosmeses que estéis en España. Os la pueden decir dedos formas, con dos significados aunque sea lamisma palabra, en sentido cariñoso y paraofenderos. Mi consejo, por ahora, es que paséis delque os quiera insultar con la palabra.

—Pero, ¿qué significado tiene?—Mirad, en España estuvieron los árabes más

de 800 años, nuestros antepasados, y durantemucho tiempo se les llamaba moros. Al finallograron echarlos hacia el norte de África, hastaMarruecos, pero el nombre lo continúan utilizandoespecialmente para ofendernos. Lo que muchosespañoles no saben es que por las venas de muchosde ellos corre sangre "mora".

—¿Son como nosotros, de nuestra familia? —intervino Abderrahim.

—No exactamente. Cuando los árabesespañoles, porque eran españoles ya que habíannacido aquí, llegaron a Marruecos, muchos de ellosllevaban apellidos españoles, Ruiz, Aragón, Páez,

Requena, Bermejo, Torres, porque se habían casadocon cristianos o cristianas. Cuando seáis mayores yconozcáis a personas de Fez, de Tetuán o de Rabatveréis que tienen estos apellidos.

—¡Nosotros, no! —Abderrahim lo dijo conrabia al mismo tiempo que echaba la zancadilla aun niño gordo que pasaba junto a él.

El niño miró con cara de pocos amigos aAbderrahim y se contuvo al ver al padre que ya lehabía dado un pellizco en el brazo.

—¡No empieces el primer día...! Nosotrossomos beréber y no árabes. Vosotros sois marro-quíes, beréber y musulmanes por la religión.

—Que pueden pasar ya —les interrumpió elConserje.

Se presentaron al Director y éste condujo alos niños a sus respectivas aulas, Abderrahim a laclase de 3o en el segundo piso y Radia a la de 5o, enel primero.

Marina era la profesora de Abderrahim. Estela observó en un primer vistazo. Gorda, pelo rizadorecogido con una goma, gafas de miope, zapatos demedio tacón y vestido de flores llamativas, sonrisaforzada de bienvenida. "No le caigo bien pero ella amí tampoco. Creo que podré con ella", pensóAbderrahim.

—¡Hola guapo! Mirad, niños, éste es nuestronuevo compañero. Es de Marruecos y es la primeravez que viene a un colegio español. ¿Cómo tellamas?

Abderrahim no entendía nada y mirabafijamente a los ojos de la maestra.

—Mira, yo —se señalaba a sí misma— Marina¿y tú? —dijo apuntándole.

El niño comprendió al instante.—Ana, Abderrahim, magrebi, beréber, meshi

"morito" —le contestó con decisión.—¿Cómo? ¿Qué dices? —le interrogó des-

concertada.—Seño, dice que se llama Abderrahim, que es

marroquí y beréber y que no es morito -aclaróDriss, otro niño marroquí de la clase que llevabados años en la escuela.

—Ah, se me olvidaba que tú hablas el

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero16

marroquí. Me tendrás que ayudar. Bien, bien, mirate vas a sentar —llevó de la mano a Abderrahimhasta el penúltimo asiento de una fila-junto a Lauraque es una de las mejores niñas de la clase. Ella teayudará bastante.

Abderrahim se quedó de pie junto al pupitre,por nada del mundo se sentaría junto a una chica.

—Siéntate, por favor —le insistió Marina.—Profe, dice que él no se pone junto a niña

—le aclaró Driss.—Bueno, pronto empezamos. Vale, Driss,

que se siente contigo.La Seño le dio un lápiz, un cuaderno y una

goma de borrar. Le dibujó unos círculos, unospalotes y unas curvas que parecían serpientes y leseñaló la tarea. Borró las curvas porque lerecordaban culebras y él las tenía pánico, garabateódos círculos y tres palotes y se cansó. Cogió lagoma de borrar y comenzó a hacerla cachitos, se losponía sobre la mano derecha y con los dedos gordoy corazón los lanzaba con fuerza a la cabeza de losdemás. Laura recibió el impacto y le miró con malacara. Abderrahim le sacó la lengua y Laura lecontestó con una "caña".

A los pocos minutos, Driss levantó la manó ypidió permiso a la maestra.

—Seño, pis, por favor.—Vale, pero no tardes.-Fein mashi —preguntó Abderrahim a su

compañero.—Ana fia bula —le contestó en marroquí.-¡Ah...!Media hora más tarde Abderrahim se acercó a

la mesa de la maestra y le dijo:-Bul-¿Qué?—Bul, bul —repitió cruzando las piernas y

señalándose la bragueta.—Ah, pis, se dice pis. Vale, vete. Drisacompáñale que no sabe dónde está el water.Al entrar al cuarto de baño de los chicos,

descubrió tres lavabos, cuatro retretes y cincourinarios que le resultaban nuevos. Su compañero leexplicaba para qué servían mientras él abría los tresgrifos dejando que el agua corriese libremente.Desde que llegó a España le encantaba que el aguase encontrase tan fácilmente sin tener que ir abuscarla con el burro. En uno se lavó las manos, enotro la cara y en el último se mojó el pelo.

—Eh, ¿haces pis o qué? —le dijo Driss.

—¿Dónde?—Pues en los urinarios, aquí.Comenzó a mear y fue soltando un cho-rrito

en cada uno de los urinarios.—Pero ¿qué haces? Vas a manchar el suelo.—Tú me has dicho en los urinarios, no en uno

solo —le aclaró Abderrahim.Antes de regresar a la clase, tiró de todas las

cadenas de los retretes para observar cómo salía elagua.

De nuevo en su pupitre, dibujó unos cuantospalotes y acabó la línea de círculos. Volvió alevantar la mano y dijo en voz alta a la Seño.

-Pis—¿Otra vez? Anda, vete.No pasó por los servicios. Recorrió todo el

pasillo curioseándolo todo. Apretó los interruptoresde la luz y los volvió a desconectar. Se paró ante unmural en el que había dibujado un gran árbol llenode bolas de algodón. Fue arrancando trozo a trozo,los juntó hasta formar una pelota y se puso a jugarcon ella por el pasillo. En una de las carreras se fijóen un interruptor que tenía dibujada una campana.Apretó y sonó el timbre. No se encendió ningunaluz. Volvió a tocar y el timbre sonó más tiempo.Asomó la cabeza el Conserje y Abderrahim subiólas escaleras sin mirar hacia atrás. Al entrar en elaula la Seño estaba comentando.

—Hoy se ha equivocado el Conserje. Aún noes la hora del recreo. Debe tener el reloj mal. Nosalimos todavía.

Con la cabeza agachada sobre el cuaderno, elmuchacho apretaba el lápiz sin apenas respirar. A lamedia hora volvió a sonar el timbre y todos salieronal recreo. Raúl organizó en un momento los dosequipos de fútbol. Situó al nuevo alumno en el suyoy comenzó el partido. Abderrahim no sabía lasnormas y cada vez que le llegaba la pelota, laatizaba en cualquier dirección, hacia su portería ohacia la contraria.

—No, así no. Tú siempre chuta a ésa de ahí—le regaño Raúl.

Y Abderrahim, ni caso, a su bola, patadas alláy acá, fuera del campo, hasta sacar de quicio alcapitán quien se encaminó a él con rabia.

—¿Eres tonto o qué? ¿No te he dicho quepara allá?

Le apretó en el brazo y Abderrahim le lanzóuna patada a las espinillas. Raúl contraatacó con un

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero17

puñetazo junto a la oreja y los dos rodaron por elsuelo jaleados por los demás compañeros. "Dale,dale", decían animando a Raúl. Intervino el profeque cuidaba del recreo llevándose a los dos de lasorejas hasta un banco. Las miradas que se lanzaroncada uno en el extremo del banco eran los indiciosde una declaración de guerra.

Sonó el timbre de entrada y Abderrahim selevantó, se dirigió al tronco de un árbol y se puso amear sin rubor alguno delante de un grupo dechicas de su clase.

—Anda, tiene el pito pelado —comentóCarolina con sonrisa picarona.

—Es verdad, no lo tiene como mi hermano —certificó Laura.

—¿Por qué será?—Ya tiene mote el morito. A partir de hoy le

llamaremos "pito pelao"—Eso, eso, "pito pelao, lo tiene colorao" —

remató Carolina.¡Qué descubrimiento! Habría que preguntarle

a la profe por qué. Pero ¿quién se atrevería?—Que se lo pregunte María que es medio

tontorrona, bueno, la más inocente —dijo Laura—.María, dile a la Seño por qué Abderrahim no tieneel pito como los niños españoles.

—¿Por qué yo? Si yo no se lo he visto —pro-testó la niña.

—A ti te quiere Marina.Y a ella se dirigió María. La profe se sor-

prendió de la pregunta y...—Eso se llama circuncisión. En su país e

hace a los hombres solamente cuando sonpequeños.

—¿Para qué? —Laura continuó la conversación.—La punta del pene de los niños —sonrisas

en toda la clase— está rodeada de una piel que locubre y solo asoma el agujerito por donde sale elpis. No os riáis porque muchos de vosotros, cuandoseáis mayores, os tendréis que operar y os dolerámucho. Se llama fimosis.

—Anda, a mi hermano lo han operado de eso.Lo he oído en mi casa y no querían explicar laoperación, solo me han dicho que no era peligrosa—dijo Pepe.

—Hay muchas religiones —continuó Mari-na— que tienen por costumbre o como obligaciónhacerlo: los hebreos, los musulmanes... Pero no sémucho sobre esto. Si queréis, llamamos al papá deAbderrahim y que nos lo explique esta tarde.

—¡Bieeen! —corearon todos los niños—Dris, explícaselo a Abderrahim y dile si

puede venir su padre a las tres.Abderrahim se puso colorado y agachó la

cabeza.Por la tarde, Driss le dijo a la Seño que el

papá de Abderrahim no podía venir porque letocaba el turno de tarde en la fábrica pero que, si nole importaba, vendría al día siguiente por lamañana. Y al día siguiente...

—Niños, a ver, prestad atención. Éste es elpapá de Abderrahim que nos va a hablar sobre unade sus costumbres, la circuncisión. Poned atencióny haced las preguntas que queráis pero con orden.

—Gracias, profesora. Es importante paraniños y profesores conocer otras costumbres yculturas para que podamos entendernos mejor.Tenemos que pensar que los nuestro no es lo mejor,es sencillamente distinto —Moha-med se sentíaimportante ante el auditorio.

—¿Por qué habla usted tan bien el español?—interrumpió Raúl.

—Llevo en España diez años y además, heestudiado —le contestó el señor Mohamed.

—¿En Marruecos se estudia? —insistió Raúl.—Pues claro, en Marruecos y en todos los

sitios. Os decía que somos distintos. Si miráis avuestros compañeros españoles, veréis que unosson rubios, otros morenos y otros de color castaño,unos más bajos que otros o más delgados y casi contoda seguridad, muchos de vosotros no han nacidoen Madrid sino en otras provincias. Eso no quieredecir nada, simplemente que sois diferentes pero, alfin y al cabo, niños.

—Pues mi papá dice que los talibanes sonmuy malos —le cortó Laura.

Mohamed se sonrió.—Es posible que algunos pero no todos. La

maldad y la bondad están en todas partes, aquí, enFrancia, en Estados Unidos.

—¿Por qué habéis venido a España tantosmoros? ¡Anda, perdón! —le preguntó Raúl otravez.

—No, si no me importa. Se nota que lo hasdicho sin mala intención. Hay países pobres y ricos.Marruecos es pobre y no hay trabajo para todos. Sino hay trabajo, no hay comida y hay que buscarlapara nuestros hijos. Seguramente que alguno de

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero18

vuestros abuelos tuvo que marcharse a otros paísesno hace tantos años para buscar el pan de sus hijos.El mundo es muy grande y todos cabemos dentrode él.

—No interrumpáis tanto al señor Mohamed.Dejadle hablar y al final preguntáis —propusoMarina.

—La circuncisión se llama en árabe tahara.—¿Cómo? —volvió a interrumpir Raúl.—Ta-ha-ra —repitió a golpes el padre— Esta

palabra significa purificación. Es un mandatoreligioso de nuestra religión, algunos dicen que noes obligatoria. No viene de los tiempos de nuestroProfeta Mahoma sino de tres mil años antes, de lostiempos de Abraham. La profesora de religióncatólica os habrá hablado de Abraham ¿verdad?

—La profe de religión es muy aburrida —replicóRaúl—, siempre estamos pintando vírgenes.

—¡Vale, Raúl! —le recriminó Marina.—La circuncisión se hace por higiene o

sanidad y consiste en cortar un trozo grande de pielque los niños tienen en la punta del pene —risitas,bajadas de cabeza y miradas de picardía entre losalumnos—. Se suele practicar a distintas edadespero es muy recomendable hacerlo cuando el niñoes pequeño, entre los dos y los siete años.Antiguamente, especialmente en los pueblos, lapracticaba el barbero quien con una cuchilla muyafilada cortaba a sangre fría, sin anestesia, elprepucio, así se llama esa piel. —Muchos de losniños, sin darse cuenta, se llevaron las manos a laentrepierna y se cruzaron los pies—. La realizan losmusulmanes, los judíos y otras muchas religionesdel mundo. En la Europa occidental, en la quevosotros vivís, se está imponiendo esta costumbrepara evitar las operaciones de fimosis cuando se esmayor, porque es mucho más dolorosa. El tahara sesuele practicar en la época del Mulud, el nacimientode Mahoma, y hoy se utiliza la anestesia para que elniño no sufra. Si os contase cómo fue la mía... ¡quédolor!

—¡Cuéntenosla, por fal —la morbosidad y lacuriosidad de los niños iban en aumento.

—Al final, y si no le importa a la profesora.Ese día es una gran fiesta para toda la familia yespecialmente para el niño. Este recibe muchosregalos, se viste de forma tradicional con babuchasamarillas, unos pantalones anchos hasta la rodillaque se llaman sarual, un chaleco, y sobre todasestas vestimentas, se le coloca una capa llamada

silham. Ah, se me olvidaba, también lleva un gorrorojo muy bonito, el tarbuz. Toda la familia va a lamezquita, a la iglesia para que me entendáis.

Abderrahim se aburría porque no entendíanada. Levantaba la cabeza cuando oía algunapalabra en beréber y volvía a hacer rodar sulapicero por el pupitre.

—¡Qué raros son estos moros! —comentóCarolina con su cara de bonachona bobería.

—Y eso es todo, chavales —concluyó elpadre de Abderrahim.

—¿No nos iba a contar su circuncisión? — lerecordó Laura.

—No tenemos tiempo. Hay que hacer otrascosas —dijo la profe.

—¡Síiiií...! -gritaron todos los alumnos.—Esto es importante. Así aprenderemos otras

cosas que la clase del otro tercero no sabrá—Raúl sabía buscar soluciones y convencer a

la maestra.—Bueno, ¿nos lo cuenta?—Con mucho gusto —hizo una pausa—.

Hacía días que venía observando que en mi casahabía actividades inusuales. Mi madre y mis tíasestaban preparando dulces especiales, habían hecholimpieza general en toda la casa, habían ido acomprar a la ciudad. Mis hermanos mayores memiraban de forma especial, con más mimos de loacostumbrado. La solución me la dieron miscompañeros de escuela al día siguiente: "Es la fiestadel Mulud y ahora se hacen los tahara. Por la edadque tienes, puede ser que te toque a ti". jVVy immahabiba diali!, pensé yo, eso es, seguro.

—¿Que significa lo que ha dicho? —volvió apreguntar Raúl.

—¡Ay madre mía! Hasta ese momento lohabía visto tan lejano... Además yo, con siete años,creía que todos los niños que estaban circuncidadosse quedaban sin pito, que ya no podrían mear nuncamás y ¿qué iba a hacer yo con la orina? La nocheanterior a la fiesta hubo tormenta, a mí me han dadomucho miedo las tormentas, y aquello era un malpresagio. Cuando las grandes gotas de aguachocaban contra la paja del techo de mi casa, losrelámpagos iluminaban mi habitación y los truenosretumbaban en mis oídos, grandes lágrimas corríanpor mis mejillas en silencio para que no me oyesenmis hermanos y no pensasen que yo era máscobarde que ellos. Me dormí tarde y tuve un sueñohorroroso en el que un gigante con una navaja de

Abderrahim “El colegio y la circuncisión” III----------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero19

afeitar corría detrás de mí y yo no podía moverme.Cuando estaba cerca de mí y mis pies eranincapaces de despegarse del suelo, levantó lacuchilla, yo me tapé con las manos el cuello y... medesperté sudando — toda la clase estaba en silencioy con los ojos abiertos—. Por la mañana mi madreme lavó con agua caliente en un barreño y al vermedesnudo pensé que, a partir de hoy, ya no sería yo,me faltaría algo.

—¿No tenéis baños o duchas? —preguntóLaura.

—En los pueblos no hay agua corriente, enlas ciudades sí.

—¡Qué atrasados viven los moros! —comentó Laura a Cristina en voz baja.

—Te he oído pero no tiene importanciaporque además es verdad. Bueno, depende, en lasciudades tienen de todo pero en los pueblos... Paralavarnos utilizamos los hamman, los baños públicosy a ellos vamos cada semana para hacer unalimpieza a fondo. Se paga pero poco. Son como lassaunas de aquí. Bueno, como os decía, me fuivistiendo con una capa de tela blanca y sobre ésta,otra de color rojo adornada con cintas de colores ymi cabeza ceñida con una cinta de seda. Sobre mihombro colgó una cajita de plata que se llama tahlilen la que iban varios amuletos y mi tía me pintó lasmanos y los pies con henna, una pasta de colorrojizo que se ponen algunas mujeres españolas en elpelo para que les brille más. Me tomó mi tío enbrazos para que no tocase la tierra ya que cualquierniño en el día de su circuncisión tenía baraka,suerte, y no podía pisar el suelo, y me subió alcaballo más bonito del pueblo que iba muyenjaezado camino de la mezquita. Detrás del cortejoiban varios chicos con cañas y palos de los que ibansuspendidos trapos y pañuelos a modo de banderas,un grupo de músicos con sus gaitas, tambores ypanderetas, mi padre con los parientes más cerca-nos y los convidados. Al llegar a las puertas de lamezquita, vi que algunos niños de mi edad yvestidos como yo, salían llorando. Mi tío volvió atomarme en sus brazos y así me introdujo en lamezquita. Al fondo estaban colocados cincohombres con una camisa y unos pantalones comoúnicas vestimentas y remangados hasta loshombros, cuatro de ellos estaban sentados, el quinto

de pie para recibir a las "víctimas". Dos de lossentados tenían en las manos los instrumentos paradar el corte, unas tijeras grandes y una cuchillasuperafilada, y los otros dos una bolsita con polvosblancos que no sabía para lo que eran. Mi tío seacercó y besó la cabeza del que presidía. Meagarraron con fuerza los dos que tenían las manoslibres y de nada me sirvieron mis esfuerzos, misgritos y llantos. Los ojos los tenía fuera de mí y nose apartaban de aquella cuchilla que a mí meparecía una guadaña vengadora. "No te muevasporque te dolerá más", me decía el presidente. Ni leescuché. Me bajaron los pantalones y aquellaguillotina se dirigió a cámara lenta hacia mí, fueronlos segundos más largos de mi vida, y... ¡zas!

—¡Ay! —gritó inconscientemente María.—Eso, ¡ay! dije yo, pero ya no había remedio,

me había quedado inútil para toda la vida. Meecharon un desinfectante y vi que uno llevaba loque yo creía era mi colita en la mano y la arrojaba ala bolsa —toda la clase menos Abderrahimguardaba un silencio sepulcral y esperaba eldesenlace—. Lo tuve todo tapado durante tres díasy sin embargo yo podía mear. Claro, me dije, mehan dejado solamente el agujero para orinar.Cuando mi madre me quitó los vendajes, ¡sorpresa!,vi con enorme alegría que no me faltaba nada.

Toda la clase dio un suspiro de alivio yrespiró profundamente no se sabe si por el mismorelato o porque Mohamed aún continuase vivo.

—A partir de ese día, yo me sentí másmachote, como si me hubiese hecho mayor derepente. Iba a la escuela y me acercaba sin miedo algrupo de los mayores. Cuando hacíamos pis engrupo era el primero en ponerme y... bueno así fuemi circuncisión.

Los alumnos aplaudieron inconscientemente.—Gracias, señor Mohamed —le dijo Marina

cuando estuvieron solos—, además de los niños, yotambién me voy a casa sabiendo algo más sobre sucultura.

A partir de aquel segundo día, Raúl, potencialenemigo de Abderrahim, sintió una especialsimpatía hacia él. Pidió a la Seño que le sentasejunto a su mesa y se hicieron amigos inseparables.

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero20

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero21

IV

Los nacimientos

A los dos meses de estancia en España, Abderrahimconseguía entender casi todo lo que escuchaba yhacerse comprender ayudado por los gestos. Suamistad con Raúl cada día se acrecentaba más.Todos los días quedaban en el parque para jugar yaquella tarde estaban construyendo castillos dearena con el agua que cogían de una fuente.

—Ya no podemos coger más agua, estámirando el jardinero —comentó Raúl.

—Nos queda por terminar la última almena.Tranquilo que yo lo arreglo —le contestóAbderrahim.

Comenzó a mear en un agujero y con un palolo fue amasando hasta rematar el castillo.

—¡Jo, qué chulo nos ha quedado!No había concluido la frase Raúl, cuando una

niña de unos tres años pasó por encima de laconstrucción destruyendo la torre más alta y partede las murallas.

—¡Y una mierda! ¡Esta niña es tonta! Se va aenterar —Abderrahim se levantó con furia y agarróa la niña del vestido.

—Eh, déjala que está su madre. Además esuna chica —le contuvo Raúl.

—Por eso mismo, porque es una niña —respondió Abderrahim.

—¿Y qué? Los chicos somos iguales que laschicas.

—En Marruecos, no. ¿Cómo va a ser igual mihermana que yo? Cuando se casan las personas, loprimero que quieren tener es un hijo. Y si tienenuna hija, no paran hasta conseguir el niño. Lasmujeres comen después que los hombres. Sitenemos invitados que no son de la familia, todas sequedan en la cocina hasta que se van. Mi abuelohabla con mi padre de las cosas importantes, de lastierras, del dinero, pero con mis tías jamás. Cuandolos amigos de mi padre vienen a casa, mi madresiempre se queda en la cocina.

—Si oyera mi madre esto. ¡Con el genio quetiene!

—Mira, ¿ves esa mujer embarazada? Porcierto, ¿aquí no revientan?

-¿Qué?—No, nada. Si esa señora tiene un hijo, toda

la familia se alegrará más. No ves que los hijostrabajamos y traemos dinero a la casa.

—Aquí también trabajan las mujeres.—¡Qué raros sois! En Marruecos, cuando

nace un niño, las mujeres gritan siete veces los yu-yus y si es una niña, solamente cinco.

—¿Qué son los yu-yus7.—Son unos gritos que dan las mujeres con la

boca medio cerrada y sacando la lengua encualquier ocasión de alegría para la familia.Además matan una vaca cuando es niño y unagallina cuando es niña.

—Yo no entiendo todavía lo que es eso perohe oído hablar a mis hermanos y a mí me pareceque eso es machismo.

—¿Machismo?—Sí, que solamente el hombre es importante.—¡Pues claro! Esa señora tiene un niño dentro

de la barriga, ¿cómo se lo sacan? En mi pueblodecían los mayores que venía una cigüeña, se locogía de la tripa y lo dejaba en la casa de la mujer.Pero como ya no vienen las cigüeñas... HastaBuhali se fue con ellas. Además yo creo que lo dela cigüeña es mentira porque yo estuve en casa demi tía Hafida cuando nació mi primo Karem y no vininguna cigüeña.

—¿Quién es Buhali?—Era un loco del pueblo de mi abuela. Algún

día te contaré la historia.—Aquí las llevan al hospital "Doce de

Octubre" y allí paren. Las aprietan en la tripa hastaque sale el niño.

—¿Por dónde sale?—¿Eres tonto o qué? Pues, por el culo.-¡Ah...!—¡Raúl, sube a merendar! —la mamá le llamó

desde la ventana del piso.—Sube conmigo —le invitó Raúl—Me da vergüenza.—¿Por qué? ¿No somos amigos?Subieron a la casa, se lavaron las manos y

entraron a la cocina.—¡Hola! ¿Quieres merendar tú también? — le

preguntó la madre a Abderrahim?—No, gracias. Mi papá me ha dicho que no

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero22

coma nada en otras casas.—¿Por qué?—Porque nosotros no podemos comer cerdo.—Ah, es verdad. Mi marido tampoco come

porque tiene alto el colesterol, mucha grasa en lasangre. No te preocupes, te preparo un bocadillo dequeso. Eso sí lo puedes comer ¿verdad?.

—Eso sí.Mientras los dos niños se comían los

bocadillos, la madre los observaba en silencio. ¡Quédistintos y qué bien se llevaban! Raúl con el pelolargo y rubio, blanco como la leche y una cuantaspecas alrededor de la nariz y Abde-rrahim, morenocomo si hubiese tomado el sol en la playa y con elpelo ensortijado, un poco más bajito y más delgado,ojos negros como el acebache.

—Mamá, ¿qué es el machismo? —preguntóRaúl

Abderrahim se puso colorado y dio una patadaen la espinilla a su amigo por debajo de la mesa.

—Pues..., cuando los hombres creen que sonmás que las mujeres.

—Es que Abderrahim dice que...—Pero dice mi papá que en mi país —le cortó

Abderrahim para arreglar la situación— tambiénestán cambiando las cosas. Un día un primo de miabuela de Beni Guerir nos contó un cuento sobre lasmujeres, sobre si eran listas o tontas. El Sultán sehabía casado con una mujer muy lista.

—¿Qué es un Sultán?—El que más manda.—¿Como el rey?—Digo yo. Pues esta mujer le daba consejos

en todos los asuntos del país. Un día llegaron dosyiblis, dos campesinos. Uno tenía una yegua y otrouna borrica que habían tenido un potrito y unborriquito el mismo día. Cuando fueron a verlas,encontraron debajo de la burra al potro y debajo dela yegua al pollino. Fueron al Sultán y éste les dijoque a cada uno de ellos les correspondía el animalque estaba debajo de su animal. Se enteró la mujery mandó llamar a los dos yiblis que estabanenfadados y confusos y les dijo: Id al Sultán ydecidle que teníais un campo de cebada en la costadel mar y que salieron los peces y se lo comieron.Cuando él os diga que desde cuándo los pecescomen cebada, le respondéis que desde la mismahora en que las burras paren potros y las yeguasborriquitos. Se lo contaron al Sultán y éste se diocuenta que era su mujer quien se lo había dicho. Por

meterse en sus asuntos y porque no quería quefuese tan inteligente como él, le dijo que se fueradel palacio y que le pidiera lo que más quisiera deél. Y ella, que era muy, pero que muy lista, y que loque más quería era al propio Sultán, le dio unadroga por la noche y se lo llevó dormido.

—¿Esto es verdad?—No, hombre, es un cuento nada más.—En esto de las mujeres y de los hombres,unos países van más adelantados que otrospero seguro que vosotros tenéis muchas cosasmejores que las nuestras —le dijo la mamá aAbderrahim.Acabaron la merienda y pasaron al cuarto de

Raúl. Abderrahim observó la habitación y vio unordenador, una estantería con muchos libros, doscamas por lo que dedujo que dormiría con algunode sus hermanos, una caja con muchos juguetes,dos balones... ¡Cuándo podría tener él tantas cosas!La verdad, pensó, es que no sabía qué se podíahacer con todo.

—Mira, tengo un rompecabezas sin acabar.Vamos a terminarlo. Es de 500 piezas y me estádando una lata... —le sugirió Raúl.

-Vale.Discutían sobre cuál era la pieza idónea,

cuando Abderrahim le confesó a su amigo:—¿Sabes por qué te he hablado de la señora

embarazada? Yo creo que mi madre también loestá. Día a día le va creciendo la tripa y eso no esnormal.

—Sois dos hermanos ¿no? Uno más no pasanada.

—No, si no es por eso. Si es un chico, todaslas atenciones serán para él y si es una chica...bueno, ¡qué más da!

—Ya te acostumbrarás. ¿Cómo celebráis lasfiestas del nacimiento y del bautizo en tu pueblo?

—Bueno, en mi casa no lo he visto porquesoy el pequeño pero ya te he dicho que estuve en elnacimiento de uno de mis primos y normal, eranormal.

—Claro, para ti es normal pero seguro que noson como aquí.

—Es verdad. Mi madre nos llevó a Radia y amí al pueblo donde vive mi tía porque decía queíbamos a tener más familia. Llegamos y estaba todala casa llena de gente. En un momento las mujeresse metieron en la habitación, los hombres sesalieron a la calle y los niños nos quedamos

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero23

remoloneando junto a la lumbre. Vino una mujervieja que era la partera, la que ayudaba a lasmujeres a parir. Es que en el campo no tenemoshospitales. No oíamos al niño y llamaron a lostolba.

—¿A los qué?—A los estudiantes de religión para que

pidieran a Al-lah que fuese todo más fácil. Cuandooí unos gritos como los de un gatito pequeño, meacerqué al quicio de la puerta y vi que la parteratenía entre sus manos una cosa diminuta, renegriday fea a la que sin lavar la estaba rodeando todo sucuerpo con unas fajas.

—¿Para qué?—Anda, ¿y yo qué sé? Una de las mujeres

salió a la puerta de la casa y dio siete yu-yus. Mira,me dije, ya tengo otro primo. Ya sabía que nostendríamos que quedar en el pueblo de mi tía ochodías por lo menos.

—¿Por qué?—Porque la fiesta del bautizo se celebra a los

siete días y se llama sebaa que significa siete, claro.—Aquí —le interrumpió Raúl—, en los

bautizos, se lleva al niño o a la niña a la iglesia y elcura les echa agua por la cabeza y les dice que sevan a llamar José, María, Antonio o como quieran.Luego nos vamos a un restaurante a comer toda lafamilia.

—Y allí también comemos. Por la mañanacogieron a mi primo Karem y lo metieron en unbarreño con agua caliente en el que había un huevo,una moneda de plata y un anillo de oro y lo lavaronpor primera vez desde que nació. ¡Qué suertebañarse cada siete días! No me preguntes que no sépara qué lo ponen. Será por cosa de suerte o así. Lolavaron, lo secaron y le pintaron las manos y lospies con henna, ese polvo rojizo que lo debe curartodo. Nos salimos al corral y mi abuelo que era elmás viejo de la familia, cogió un cuchillo muylargo y degolló una vaca mirando a La Meca que esnuestra ciudad santa, diciendo: "Alhamdo Lillahi,rab ilaalamin, arrahman irrahim, malek yaumiddin, eyaka naa-budu..." —Abderrahim lo decíatodo seguido y muy deprisa.

—Buf... ¿qué es eso? ¿Te lo sabes dememoria?

—Pues claro, buenos cañazos me costóaprenderlo. Son rezos en árabe. Y luego dijo: Esteniño se llamará Abdelkarem. Y comimos y ya está.

Abderrahim miró por la ventana y se dio

cuenta que había anochecido.—¡Madre mía! ¡Hoy mi padre me mata!—Te acompaño yo y le digo dónde hemos

estado, ¿vale mamá? —le propuso Raúl.—Bueno —dijo la madre.Ya en la calle y hasta que llegaron al portal de

Abderrahim, éste tocaba el timbre de una casa yRaúl el de otra sin contestar a las voces deltelefonillo. Pasaron delante de los contenedores debasura y Abderrahim se dirigió hacia el amarillo.Vio un coche rojo al que le faltaba la tapa de laspilas.

—¿Esto no es de nadie?—No —contestó Raúl—. Lo han tirado.—No entiendo cómo tiráis en España cosas

tan nuevas. Si lo cogieran mis primos... Yo me lollevo.

Dio una patada a una piedra, corrió tras ella yle hizo una propuesta a su amigo.

—Te hago una apuesta. Vamos a ver quién daprimero desde aquí a esa farola.

—Jo, macho, si nos ven, nos ponen unamulta.

—Pero si no hay nadie.Abderrahim lanzó la primera y pasó a cinco

dedos de la bombilla.—¡Uy, casi la doy! ¡Tira tú!Raúl estaba poco convencido pero por no ser

menos valiente que su amigo, se agachó, apuntó yla piedra pasó lejos de la farola.

—¡Vaya puntería! Fíjate.Cogió de nuevo la piedra, guiñó el ojo

derecho y cuando iba a soltar la mano, se abrió unportal del que salió un vecino.

—Eh, ¿qué hacéis?Salieron disparados hacia el portal de

Abderrahim. Les abrió la puerta la madreechándose las manos a la cabeza.

—Está bueno tu padre. Prepárate.Abderrahim miró a Raúl con sonrisa de miedo

y se encogió de hombros. Raúl observó la luz quesalía por el quicio de la puerta del salón y vio alpadre arrodillado sobre una alfombra pequeña conlas manos en la cara.

—Jo, tu padre está llorando —casi le susurróa Abderrahim.

—¡Que no, que está rezando!Raúl no entendía eso de rezar así en las casas.

El padre salió del salón con cara de pocos amigospero al ver a Raúl se le suavizó el gesto.

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero24

—¡Que sea la última vez que llegas a casa aestas horas!

—Perdone, señor Mohamed, la culpa es mía.Hemos estado en mi casa jugando y no nos hemosdado cuenta del tiempo —le dijo Raúl mirando almismo tiempo de reojo a la madre y comprobandoque efectivamente estaba embarazada.

—Pero, con lo cerca que vivimos, podríaishaber avisado.

—Baba, llevas razón , no volverá a pasar — leaseguró Abderrahim.

Raúl se despidió y su amigo lo acompañóhasta la puerta. Mientras esperaban el ascensor,Raúl le dijo en voz baja a Abderrahim:

—¡Qué forma de rezar tan rara! ¿Tú tambiénrezas?

-¿Yo? ¡No! ¿Y tú?—Yo tampoco, además no he hecho todavía

la primera comunión.—¿Qué es eso?—Ni yo mismo lo sé con seguridad. Dicen

que nos comemos a Dios y que para eso tenemosque estar limpios de pecado. Por eso nosconfesamos.

—Al-lah u Akbar, vosotros estáis más locosque nosotros. ¿Cómo te vas a comer a Dios con logrande que debe ser? Y lo de confesar ¿qué es?

—Pues que vamos al cura y le decimos todolo que hemos hecho mal y luego nos perdona.

—Pero, ¿cómo voy a contar yo a nadie todolo que hago mal al día? ¡Para que me peguen!Nosotros lo hacemos más fácil, rezamos cincoveces al día en la mezquita o donde sea y ya está.

—¿Así es vuestra religión? ¡Qué fácil!—Bueno, tenemos otras cuatro normas. La

más importante es creer que solo hay un Dios yluego dar limosna a los pobres, hacer el ayuno en elmes de Ramadán e ir a La Meca, nuestra ciudadsagrada, una vez en la vida, si se puede. Lo demáses cosa de nosotros y Al-lah.

Ya dentro del ascensor, Raúl le dijo aAbderrahim:

—¿Ramadán? Ya me lo explicarás otro día.De todas formas, esto de la religión es mucho líopara nosotros. Hasta mañana.

—Hasta mañana, Raúl —se despidió Abde-rrahim

Una vez en la cama, Abderrahim daba vueltasy vueltas sin conseguir dormirse. Era el peormomento del día. Todo iba demasiado deprisa para

comprender este nuevo sistema de vida tan lleno denovedades y confusiones. ¡Con lo fácil que habíasido su vida en el pueblo! Pensó en sus amigosHamid "Bocarrota" y Mohamed, el de los piestorcidos. ¡Cómo os hecho de menos! A vosotros, alpueblo, a la gente, hasta a los palos de los maestrosy del fkih. Es que aquí hay menos cielo, menoscampo, menos animales. Bueno, hay pero están tanlejos... Si vais por las calles ves a mucha gente quesiempre va deprisa y sobre todo coches, muchoscoches, que en cualquier momento te puedenatrepellar. No huele a moñiga de vaca ni de burro ocaballo, huele como si se estuviese quemando algocontinuamente. Los árboles son árboles pero conotros colores. Mi madre nos echa la leche de uncartón y tiene un sabor raro. ¡Cómo me acuerdo delolor de la leche calentita y espumosa de la vaca demi abuelo! No se oyen los balidos de las ovejas olas cabras porque no hay y sin embargo comemoscordero. ¿Dónde los tendrán? Yo no veo a ningúnniño cuidando ovejas al borde de los caminos ocarreteras como allí. Estamos en noviembre ytodavía hay tomates. Si las frutas y hortalizas sondel verano, ¿cómo consiguen cultivarlas? Osaseguro que no tienen el mismo sabor que lasnuestras. ¿Y el frío? También es distinto, aquí hacemucho más. Menos mal que tenemos calefacción,unos aparatos que se calientan y que nos calientan yno sé lo que tienen dentro. Lo mejor es lo del agua,no tenemos que ir a buscarla con el borrico, sale deunos tubos. A veces echo de menos ir a buscarlaporque mientras esperábamos nuestro turno,hablábamos, tirábamos piedras, nos reíamos de lasmuchachas, mirábamos al gorrión que bebía en elcharco, nos subíamos al acebuche y tirábamospiedrecitas a los cántaros de las mujeres... Ah, y secomen a Dios. No os riáis, es verdad. Tengo unamigo que se llama Raúl con el que hago piciaspero... Si le digo vamos a buscar lagartos, ¿osacordáis de la vieja Faina?, me dice que no hay, quelos ha visto en la televisión o en los libros. Latelevisión es una caja eléctrica en la que vesmuchas cosas y te habla la gente. Todos estánpendientes de ella. En casa de Raúl, mi amigo,siempre está encendida. Visten muy bien y hay queir con zapatillas todo el día. Me teníais que habervisto los primeros días hasta que me acostumbré,cómo tropezaba en todos los sitios. Mi padre medice que esta vida es mejor pero yo aún no loentiendo. Sé hablar español y ¿qué? Yo necesito

Abderrahim “Los nacimientos” IV-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero25

hablar con mis estrellas que aquí son máspequenitas y más vergonzosas, correr por la laderade los montes, hacer pis, aquí se dice así, dondequiera, echar carreras subidos en los burros, tirarpiedras a los pozos y oír el chapoteo, buscar losnidos de los pájaros y observar cómo nacen ycrecen los pajaritos, cortar amapolas y apretarlashasta convertirlas en sangre...

Abderrahim se dio media vuelta en la cama yvio la ventana del vecino por el cristal de la suya.Se durmió enseguida sin darse cuenta quenecesitaba la libertad que proporciona la falta deprogreso.

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero26

V

Las navidades y algunas fiestas de Marruecos

Aquella mañana de diciembre, Abderra-himiba al colegio acompañado de su hermana Radia.Los tejados estaban blancos de escarcha y unaniebla húmeda resbalaba en las ramas de los pocosárboles del parque. En los aleros de los tejados seveían chupones como caramelos, que Abderrahimcortaba, chupaba y los tiraba calándose los guantesde lana. Las manos se le quedaba ateridas y todo elcuerpo se le encogía.

—Radia, ¡qué frío hace en España!—Mucho más que allí. ¿Te has lavado la

cara? Llevas los pelos alborotados.—Cuando metí los dedos debajo del grifo,

creí que me daba algo y como no estaba mamá, mehe lavado como los gatos. ¿Se me nota mucho?

—¡Pues claro! Te ha dicho papá, y llevarazón, que tenemos que ser tan o más limpios quelos de aquí para que no digan que los "moros"vamos sucios.

—Además se me cortan las manos.Recuerdo que el abuelo me decía que si temeabas en las manos, se te curaban. Pero,¿cómo voy a hacer eso aquí?Abderrahim se unió a Raúl y pasaron juntos al

aula. Marina, la profesora, comenzó la sesióndándoles una noticia.

—Buenos día. Antes de comenzar la clase,vamos a preparar una actividad para las navidadesque llegan pronto.

—¡Bieeeen...! —corearon al unísono todoslos alumnos.

Abderrahim miró con cara de sorpresa a suamigo.

—¿Qué son las navidades?—Son unas fiestas muy importantes. Tenemos

vacaciones, hacemos comidas especiales y nosregalamos cosas.

—A ver, Abderrahim y Raúl, prestad atención—les interrumpió Marilinia—. He pensado quepodíamos hacer un Belén viviente. Hace años queno se ha hecho y es algo bonito y que gustará avuestros padres.

—Yo me pido la Virgen —dijo Carolina.—De eso nada, la Virgen seré yo —le con-

testó Laura.—Bueno, bueno, tranquilos, lo haremos por

votaciones. Pero saldréis todos aunque sea depastores, de pajes o en cualquier papel.

Abderrahim escuchaba pero no entendía nada.Miró a Raúl y éste le dijo:

—Luego te lo explico.—Hay cinco papeles importantes —continuó

Marina —, la Virgen, San José y los tres ReyesMagos y para los demás, cualquiera puede ser. Aver, voluntarias para la Virgen.

Levantaron la mano cinco niñas, Laura entreellas que fue la más votada. Para San José seofrecieron Pepe y Raúl. Este dirigió una miradaamenazadora al resto de la clase que fue suficientepara salir elegido.

—Seño —dijo Raúl—, yo creo que de reyBaltasar debería ser Abderrahim. Como es tanmoreno, no hará falta maquillarle.

—De eso nada —le replicó Pepe escocido porla pérdida de la votación—. El es musulmán y estoes cosa de cristianos.

—¡Racista de mierda! —le replicó Raúl demalas maneras y en voz baja—. Cuando salgamosal recreo te vas a enterar.

—Sería bonito y una forma de entender bienla Navidad que Abderrahim hiciese el papel. Claro,haría falta el permiso de su padre.

—Yo me encargo de hablar con él —propusoRaúl.

Abderrahim estaba de espectador silenciososin comprender bien de qué se trataba. Una vezasignados todos los papeles y concluida la primerasesión, sonó el timbre del recreo. Salieron al patio ycuando estaban en el campo de fútbol, Raúl sedirigió a Pepe.

—¿Qué es lo que pasa contigo, so mierda!—No, si yo lo decía porque como es de otra

religión... —le contestó acobardado Pepe.—Ah, creía...Los dos amigos se colocaron en un rincón de

tierra del patio y comenzaron a jugar a las canicas.—Bueno, ¿qué es eso de las navidades? —

preguntó Abderrahim.—Es la fiesta más importante del año.

Recordamos que Jesús nació en un pesebre enBelén, por eso llamamos belenes a las figuritas queponemos por este tiempo en nuestras casas. Sus

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero27

padres eran María y José.—Ahí va, si esos nombres me parece que

están en el Corán. Jesús es Isa, María es Marian yJosé es Yusef. Son profetas como Mahoma.

—Nosotros decimos que Jesús es el hijo deDios.

—Pero, ¿Dios tiene hijos?—Bueno, eso dicen. Pues, en esos días sereúnen todas las familias para cenar en la casadel abuelo, es la Nochebuena.—También me suena esa palabra. La he oído

en Marruecos cuando venden mantecados y dicen"muchabuena, muchabuena".

—Esa noche nos dan regalos pero lo mejor deNavidad son los Reyes Magos. Ese día nos traenjuguetes por la noche y dicen que los dejan estosreyes en los zapatos pero eso es cosa de niñospequeñitos, yo sé que es mentira. Seguro, loscompran los padres.

—¿Y yo seré uno de esos reyes? Por lo que meestás contando, me parece que nosotros tambiéntenemos dos fiestas parecidas a éstas: el Aid el Que-bir, fiesta del cordero o fiesta grande y la Haguzza ofiesta de los regalos para los niños.

—Tira tú, que te toca. ¿Cómo son esas fiestas?—La primera se celebra a los setenta días de

concluido el Ramadán, ya te lo explicaré cuandollegue, y todas las familias de Marruecos tenemosque matar un cordero. Mi padre sabe mejor que yoporqué se mata y para recordar no sé qué cosa. Y laHaguzza es una vieja que viene aproximadamenteen enero y nos deja regalos a los niños por la noche.Dicen que es bruja pero una bruja buena. Yo sí melo creo.

—Pero si no hay brujas. ¿Tú las has visto?Eso son tus padres, seguro, como aquí.

—A lo mejor. Pero muchas noches deinvierno debajo de mi almohada han aparecidoagujas e hilos y muchos regalos. Mi madre medecía que era la Haguzza que había pasado por micasa. Dicen que si el niño o la niña han sido buenosen la casa y en la calle, han aprendido bien laslecciones del Corán, han comido terid sin hartarse.

—Y eso ¿qué clase de comida es?—Son unos pasteles de hojaldre rociado con

caldo, canela y azúcar que hacía mi abuela para esanoche. Estaban buenísimos. Y a los niños malos lesabría la tripa y se la llenaba de paja —Abderrahimse quedó un momento pensativo—. Ahora que lopienso, yo no he conocido a ningún niño que le

hayan abierto la tripa y se la hayan llenado de pajay mira que los había malos. Yo mismo, porejemplo. Llevas razón, debe ser mentira. Son lospadres, seguro.

—¿Qué regalos os traía esa bruja?—Cuando me levanté el año pasado, encontré

en mi cama un puñado de cacahuetes, cincodirhams, dos lapiceros y un tirachi-nas. ¡Qué tontohe sido! ¿Cómo me va a regalar una bruja buena untirachinas con la cantidad de picardías que sepueden hacer con él? ¿Y a vosotros?

—Los reyes de mi casa me trajeron dos jue-gos guays de la play station en los que el héroemata sin piedad a todo el que se le pone por delante,un patinete pero con batería para no tener que haceresfuerzos y un escalestrix. Los de mis abuelos, unabicicleta de montaña.

—¿Para qué sirve eso del escalestrix?—Es una pista de coches que va conectada a

la electricidad y compites con tu hermano o con unamigo para ver quién llega antes a la meta. A vecesjuega con nosotros mi padre

—¿En la calle?—No, en mi habitación.—¡Qué curioso, vosotros jugáis siempre en la

casa, no utilizáis casi nada la calle o el campo! Y labicicleta es para el parque, todavía no te he vistoque vayas a algún sitio con ella. Si tuviese yo una...

—Es que mi padre dice que es peligroso.—Entonces, ¿para qué os hacen esa clase de

regalos? En mi pueblo los coches los hacíamos concajas de madera a las que atábamos una cuerda yorganizábamos carreras por las calles. Como nohabía bicicletas, cogíamos el asa redonda de metalde un barreño y con un palo y un ganchorecorríamos cualquier camino y no creas que esfácil conducir. Casi todos los juguetes los inven-tábamos nosotros. Si supieras lo que se puede hacercon un tirachinas...

Sonó el timbre y subieron a clase. Abde-rrahim iba poco a poco haciéndose dueño deaquellas letras tan raras, componiendo palabras yfrases que le sonaban de oírlas en la calle yespecialmente iba asumiendo todas aquellas normasde comportamiento y disciplina que a veces leparecían tan inútiles. Tenía un profesor de apoyo,Jesús, que le corregía constantemente pero sinpegarle en los dedos, la nueva postura para escribir,de izquierda a derechas, y que a él le resultaba másfácil porque las líneas las veía mucho más lejos que

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero28

cuando aprendía en el colegio de su pueblo.—¿Qué tal lo llevas, Abderrahim? —le pre-

guntó Jesús.—¿Qué? Si no me he llevado nada.—No, si te quiero decir que si vas bien en

España.—Bueno, shuía, anda, perdona, poco a poco

voy estando mejor. Me acuerdo mucho de mipueblo pero como aquí también tengo un amigo,Raúl, que siempre está conmigo, me lo paso bien.Ahora voy a hacer de un rey que es negro y que nome acuerdo cómo se llama.

—¡Baltasar!—Eso. Vamos a hacer un teatro con Marina y

como es negro y yo soy bastante moreno... No sécómo me va a salir.

—Vais a hacer un Belén viviente, ¿no? Bien,seguro, tú haz lo que te diga la Seño y todo irá bien.¿Te deja tu padre?

—Hoy voy a ir con Raúl para pedirle permiso.Se abrió la puerta y entró Raúl.—Que nos va a leer el teatro Marina, ¿puedes

venir?—Sí, sí, claro, que vaya —le contestó Jesús.La profe ya había comenzado la lectura

dirigiendo la mirada a cada uno de los actorescuando debían intervenir. Al llegar a la escena delos Reyes Magos, la Seño miró a Abderrahim yleyó muy despacio recalcando las palabras:

—"Una estrella nos ha guiado hasta aquí.Somos de Oriente. Yo te traigo mirra...". Esto es loque tienes que decir, nada más. ¿Lo puedes repetir?

—Una estrella está aquí. Yo llevo...—Mirra. Bueno ya lo aprenderás.—¿Qué es mirra?—Es curioso, los otros reyes no me preguntan

qué es lo que llevan y tú, sí.—Es que me gusta saber lo que llevo en las

manos.—Mirra es como una colonia, se saca de los

árboles de Arabia y se pone en el cuerpo para olerbien.

—Ah, debe ser parecido a una barra de olorque se dan los que van a la mezquita y la traen deArabia. ¿Y la estrella? Seguro que es "Luz de lanoche".

—¿Luz de la noche? ¿Quién es?—Es una estrella amiga mía con la que hablo

todas las noches.Marina se sorprendió al comprobar la fantasía

que guardaba la cabeza de aquel niño marroquí.Al salir del colegio Raúl acompañó a

Abderrahim a casa de éste para pedir la autori-zación al padre. No hubo problemas y firmó elpapel. Por la tarde y después de merendar,Abderrahim le propuso a Raúl:

—¿No hay río en el pueblo?—Sí, pero está un poco lejos. Además mi

padre no me deja ir. Dice que es peligroso.—Aquí todo es peligroso. ¿Por qué? ¿Quieres

que vayamos? ¿Cuánto tardamos?—Un cuarto de hora pero...—Nos da tiempo. ¡Vamos!Aunque Raúl no estaba convencido, no quería

ser menos atrevido que su amigo y los dosemprendieron el camino.

—"Una estrella nos ha guiado hasta aquí.Somos de Oriente. Yo te traigo mirra..."

—¿Qué? Ah, es lo del teatro. "Una estrellanos ha guiado hasta aquí. Yo traigo y mira..."

—No, "somos de Oriente" y se dice mirra,mirra, mirra...

—Mirra, ya está. ¿Ves esos agujeros peque-ños en el borde del camino? Son las casas de losescorpiones. Ahora, en invierno, están dormidospero en verano, salen por la noche y son peligrosos.Se puede jugar con ellos. Mira, mira esos dospájaros blancos y negros.

—¿Dónde?—Ahí, junto a esas zarzas.—¿Qué zarzas?—Tío, es que no sabes ni lo que son zarzas.

Esos arbustos que tienen pinchos y dan moras alfinal del verano. Están muy ricas y mi madre hacemermelada con ellas. Los pájaros se llaman urracas.Se comen todos los animales muertos que hay porel campo y así lo limpian todo de carroña. Esverdad que también se comen los huevos de losnidos que encuentran y los cazadores las odian. Enmi pueblo nos daban medio dirham por cada unaque matábamos. Mira, los tirachinas sirven paraeso. También se les puede enseñar a hablar.

—Venga ya, no te enrolles.—Que sí, hombre. Yo tuve una amaestrada —

Raúl iba ensimismado con las historias de su amigoadmirándose cada día más de las cosas nuevas queestaba aprendiendo— "Boca-rrota" y yo cogimosun gato muerto, ¡cómo olía!, y preparamos liga.

—¿Qué es liga?—Goma quemada que es muy pegajosa.

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero29

Dejamos al gato muerto debajo de un árbol y a sualrededor, pusimos toda la liga oculta con pajas ypalitos para que no se viera. Nos ocultamos detrásde unas zarzas y a esperar. A los cinco minutos dosurracas revolotearon sobre el gato. ¡Qué listas son,cómo sospechaban que allí había algo raro! Pero elhambre es muy mala y una de ellas se posó adistancia y se fue acercando dando saltos, andanasí. Se fue aproximando hasta poner sus dos patassobre la liga. Intentaba despegarse pero cuanto másesfuerzos hacía, más se pegaba. "Bocarrota" selanzó hacia ella y la agarró por el cuello. "Que laahogas, animal, y la quiero viva le dije". Me la pasóy me soltó tal picotazo en la mano que estuve apunto de soltarla. La agarré con fuerza de las patasy la coloqué boca abajo. Me buscaba las manospero no llegaba.

—¿Y qué hicisteis?—La llevamos a mi casa y la metimos en un

cubo de plástico en la cuadra de las vacas. Todoslos días la llevábamos pan mojado y se lo dejába-mos dentro. Al día siguiente se lo había comido.Con el tiempo nos ganamos su confianza y a loscuatro días comía en nuestras manos. "Ahora levamos a enseñar a hablar" le dije a mi amigo. Dicenque es bueno meterla dentro de un cántaro y gritarlela palabra que quieres que aprenda porque allíresuena mucho.

—¿Qué le enseñasteis? —pregunto Raúl llenode curiosidad.

—Una palabra fea.—¿Qué palabra?—No te la puedo decir, suena muy mal.—Si es en árabe me da igual porque como no

sé lo que significa...—Mesjot—¿Qué quiere decir? —le insistió Raúl con

más morbo que curiosidad.—No, no te lo digo. Sé que un día le dijemesjot y ella contestó con bastante claridadmes-jot. Mi madre que estaba echando comidaa la muía lo oyó y sin esperarlo me dio dosbofetadas que casi me hacen rodar por lossuelos. Pero la urraca habló.Llegaron a la ribera del río. Al separar unos

carrizos para verlo mejor, una bandada de ánades yde pollas de agua fueron arrastrando alas y patas porel agua hasta llegar al lado contrario.

—A31 imma habiba, la cantidad de animalesque tenéis aquí —dijo Abderrahim alucinado.

—Ni lo sabía —le contestó Raúl.Los sauces descansaban sus ramas sobre el

césped helado. Los chopos habían perdido sus hojasy parecían figuras esqueléticas. El río había idoformando un talud alto que impedía llegarfácilmente a la orilla. Abderrahim se hizo huecoentre las cañas y se preparó para bajar.

—¿Qué vas a hacer? Como te escurras, te vasal río —le dijo Raúl.

—Ya verás cómo no —le contestó su amigo.Abderrahim se deslizó arrastrando el culo

sobre la tierra al mismo tiempo que iba amor-tiguando la fuerza de la caída agarrándose a lashierbas más altas.

—Venga, baja, no seas cobardica.Raúl hizo la misma operación pero al ir

bajando, oyó un desgarro del pantalón por detrás.Llegó junto a su amigo y se palpó el culo.

—Bueno, me he hecho un agujero en lospantalones. Ya verás mi madre.—A ver. ¡Bah, eso no es nada! Ya nos

inventaremos algo.Abderrahim buscó piedras lisas y las fue

tirando de costado al agua. Las piedras chocabancontra la superficie e iban dando saltos hastasumergirse.

—Vamos a ver cuál de los dos consigue quelas piedras den más saltos —le animó Abderrahim.

Raúl lanzó una que se hundió en el primergolpe.

—No, así no. Tienes que torcer el brazo,inclinar el cuerpo buscando la línea del agua yentonces tiras. Mira, así.

La piedra dio siete golpes. Raúl lo volvió aintentar y consiguió dos. Pasaron un buen rato conel aprendizaje hasta lograr tres o cuatro pero sinllegar a superar a Abderrahim que sabía perfec-tamente la técnica aprendida con las vacas, las ovejasy los pájaros en su pueblo. Se colgaron de la ramaverde de un sauce y comenzaron a balancearse. Lossaltos cada vez eran más largos. En uno de ellosAbderrahim vio un agujero en el talud del río y sedirigió hacia él.

—¿Sabes de qué este agujero? —le preguntóa Raúl.

—Y yo qué sé, lo habrá hecho el agua.—No, macho, es la puerta de una madriguera

de topos.—¿Qué clases de animales son?—También pueden ser de ratas de agua. Si

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero30

son topos, son unos animales muy graciosos quedebieran llevar gafas porque la luz del día lesmolesta y cierran los ojillos. Viven siempre debajode la tierra, cavan galerías por las que se desplazanbuscando las raíces de las plantas para alimentarse.Es muy difícil verlos y normalmente salen por lanoche. Las ratas de agua son otra cosa.

—A mí me dan mucho miedo —le inte-rrumpió Raúl.

—A mí, no. En mi pueblo se metían en losagujeros de las cuadras y dejaban el rabo fuera. Meagarraba con fuerza y a veces me quedaba con lospelillos en las manos y se lo dejaba pelado perocuando conseguía sacarlas, daban saltos de más deun metro. Corríamos tras ellas hasta matarlas. Lasde río no son iguales, comen cosas más naturales yen mi pueblo conozco a un viejo que las pelaba y selas comía.

—¡Qué asco!Abderrahim cogió una vara larga y comenzó a

meter y a sacar.—Hay algo pero no sé qué es -comentó el

marroquí remangándose.—¿Qué vas a hacer? —se asustó Raúl.—Voy a ver lo que es —introdujo el brazo

hasta el hombro—. Le toco las patas pero noconsigo cogerlo.

—Déjalo, además ya es tarde.El sol comenzaba a arrastrarse sobre los

montes pelados del pueblo y los dos amigosemprendieron el regreso al pueblo.

—Ahí va, la redacción sobre Navidad —recordó Raúl— Aún no la hemos hecho.

—Yo le voy a decir a mi padre que me ayudey contamos algo sobre la fiesta de nuestra Pascua.

—Y los pantalones, ¿qué voy a decir en micasa?

—No me amueles, le dices a tu madre que telos has roto en el tobogán y ya está.

Al día siguiente a primera hora Marina pidiólas redacciones y se paró en la de Abderrahim porcuriosidad.

—¿Quién te ha ayudado? ¿Sobre qué la hashecho?

—Me ha ayudado mi padre y como nosotrosno celebramos la Navidad, me ha dicho que a lomejor era interesante contar algo sobre el Aid elQuebir.

—¿Sobre qué? —preguntó la Seño interesada.—Es nuestra Pascua, la fiesta más grande de

los musulmanes.La letra del papá de Abderrahim era grande,

clara y bien perfilada. No tenía faltas de ortografía.La profe leyó por encima y se dio cuenta queaquello podría interesar a toda la clase, incluso aella misma.

—Os voy a leer esta redacción. Ponedatención porque son cosas totalmente nuevas."... A esta fiesta se le llama en marroquí Aidel Quebir que significa Fiesta Grande porquees la fiesta más importante del año musulmán.Se celebra a los setenta días de haber acabadoel mes de Ramadán, el mes de ayunoobligatorio. Recordamos el sacrificio que hizoel patriarca Abraham cuando Dios, paraprobarlo, le ordenó que sacrificara a su hijo.Un ángel le detuvo la mano y le mostró uncordero que debía ocupar el lugar de su hijo.Esa mañana y después de rezar, cada padre defamilia debe matar un cordero. En los pueblosnos reunimos todas las familias paracelebrarlo juntos. Los niños estrenan ropanueva y especialmente van a la mezquitavestidos con trajes típicos tradicionales. Loshombres y los niños llevan una chilaba blancacon capucha y babuchas blancas o amarillas.Debajo de la chilaba, llevamos los pantaloneshasta las rodillas, el sarual, del que ya os hehablado anteriormente. En las ciudades huelea chamusquina todo el día porque grupos dejóvenes se juntan en las esquinas para quemary limpiar las cabezas y las patas de todos loscorderos. Es que aprovechamos todo delcordero. Como no tenemos neveras, lasmujeres refríen el cordero para que duremuchos días. La última comida del borrego esla tahelía. Se hace con la carne que queda enla espina dorsal y se adereza con azúcar poreso, cuando la ves, tiene un color oscuro. Esimposible comer pan con ella porque es muypesada. Pero os aseguro que está muy rica.Antiguamente decían que en esta comidaechaban una mosca verde, dbena del hind,pero yo no lo he visto en mi vida. La fiestadura tres días y también nos felicitamos peroen lugar de decir "Feliz Navidad", nosdecimos Mubruk el Aid, Feliz Fiesta. Los quevan a La Meca de peregrinos, si pueden,aprovechan esta fiesta para hacerlo y cuandovuelven tienen el título de hach, son como

Abderrahim “Las navidades y algunas fiestas de Marruecos “ V-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero31

más santos. Yo aún no he ido. Además de estafiesta grande, tenemos el Aid el Seguir, FiestaPequeña, que se celebra al día siguiente deRamadán, el Achor en la que tenemosobligación de dar limosna a los pobres, el diezpor ciento, y el Mulud o nacimiento delprofeta Mahoma..."—¡Qué asco, se comen una mosca! —dijo

María arrugando la cara.—No, no dice eso, dice que él lo había oído

pero que no lo había visto nunca. De todas formaslo más importante es que sepamos que además denuestras fiestas, hay otras de distintas culturas yreligiones que son tan importantes como lasnuestras —sentenció Marina.

Abderrahim ese día se sintió más importanteen la clase.

Abderrahim “El Ramadán” VI-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero32

VI

El Ramadán

La representación del Belén viviente fue todoun éxito para los padres y madres, especialmentepara los de Abderrahim que era la primera vez queasistían a una obra de este tipo en una escuela.Aicha, la madre, no se enteró de los diálogos perodisfrutó viendo a su hijo ataviado con el traje queella misma le había hecho. Marina estaba tambiéncontenta a pesar del incidente que protagonizaronRaúl y Abderrahim en plena actuación. A Pepe lecor-rrespondió el papel del pastor que anunciaba laaparición de una estrella. Tenía que irrumpirsobresaltado en escena haciendo grandes gestos conlas manos y señalando el cielo de papel azul por elque una mano oculta desplazaba una estrella depapel de plata. Los dos amigos lo tenían bienpensado.

—Antes de que salga Pepe al escenario, noscolocamos los dos a su lado. Yo le doy un empujóny tú le echas la zancadilla al mismo tiempo —ledijo Abderrahim a Raúl.

—¡Vale! —le contestó Raúl con sonrisa deauténtico picaro sin pararse a pensar en lasconsecuencias.

"Un ángel nos ha..." y sin acabar la frase,Pepe rodó cual largo era por todo el escenario antelas carcajadas de toda la clase y la sorpresa de laprofe. El gorro se le cayó y la mochila se le dio lavuelta. Se incorporó con lágrimas en los ojos ymirando con rabia poco contenida a los dos amigosque se tapaban la boca con las manos. La frasecompleta le salió a trompicones. Pepe les acusóante la Seño y ellos lo negaron diciendo que se lehabían enredado los pies en los cables de las luces.Palabra contra palabra, los dos amigos se libraronde un buen castigo.

Volvieron de vacaciones y el primer día declase cada alumno contó lo que les habíantraído los Reyes Magos o Papá Noel: juegosde vídeo-consolas, bicicletas, juegos reunidos,muñecas que hablan y hacen pis solas, mono-patines con motor, balones reglamentarios...

—¿Y a ti, Abderrahim? —le preguntó Marina.—Nada, como somos musulmanes... Bueno,

los papas de Raúl me han regalado un balón defútbol —contestó Abderrahim mirando de reojo ycon agradecimiento a su amigo.

—¿Ya se conocen vuestros padres?—No, aún no. Pero este mes, seguro porque

como es el mes de Ramadán, mis papas van ainvitar a cenar a los padres de Raúl.

—Muy bien, muy bien, a eso se le llamaintegración, buena convivencia, aunque seamosdiferentes. Por cierto, ¿cómo es Rabadán oRamadán?

—¡Ramadán! Es el nombre de un mes denuestro calendario, me parece que el noveno.

—Nos tienes que contar algún día en quéconsiste o te lo cuenta tu padre y tú lo escribes.

-¡Vale!Nunca se hubiera imaginado Abderrahim el

protagonismo que estaba teniendo entre tantoscristianos. Lo que no apreciaba Marina es quetantas atenciones estaban originando el rechazo deun pequeño sector de la clase.

Salieron al recreo y Raúl bajaba comiéndoseel bocadillo por las escaleras. Abderrahim lo mirócon apetito.

—¿No traes hoy bollo? Si se te ha olvidado,te doy un pedazo del mío —le invitó Raúl.

—No, es que hoy hago Ramadán y no puedocomer nada hasta que suene el cañón, digo hastaque sea por la tarde.

—¿Todos hacéis el Ramadán, eso de nocomer por el día?

—No, solamente los mayores pero nosotrosnos vamos entrenando y solemos hacer algún día almes, especialmente el día 26 de ese mes.

—¿Por qué ese día?—Ese día te conduce a la noche del 27 que se

le llama en árabe Lilat al Qadr o Noche del Destinoo del Poder. Es la noche más importante del año ytodo el mundo se lo pasa rezando en las mezquitas.

Abderrahim “El Ramadán” VI---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero33

Dicen que bajan los ángeles a la tierra y todo lo queles pidas, se te concederá. Yo, la verdad, aún no hepedido nada. Bueno, pedí una noche que no mesacaran de mi pueblo pero como no era la Nochedel Destino, pues mira, aquí estoy. No mearrepiento.

—¿Cómo pueden aguantar las personas sincomer todo el día? ¡Qué cosa tan rara!

—Es cuestión de acostumbrarte. Yo le he oídodecir a mi padre que se pasa muy mal losprimeros días pero luego... Pero si supieras lobien que se lo pasan en las ciudades. Cuandosuena el cañón, la ciudad se queda desierta,todo el mundo se recoge en sus casas parahacer la primera comida o el desayuno.—¿Disparan un cañón?—Sí, porque así se entera toda la gente de que

ya se puede comer.—¡Qué gua-j ver disparar un cañón de ver-

dad!—Lo mejor llega después. Dice mi padre que

todas las calles se llenan de gente, abren las tiendasy las cafeterías toda la noche hasta que unosseñores recorren las calles tocando un tambor quequiere decir que "a por la última comida ya que vaa empezar otro día de ayuno". En los pueblos esmás aburrido porque no cambia nada, todo sigueigual, lo único es que comemos un poco mejor.

Antes de que sonara el timbre, Abderra-himpropuso a su amigo ir esa tarde al río otra vez

—Yo, con tal de estar a la hora de hacer laprimera comida del día en mi casa...

—Vamos solos o se lo digo a Juanito,Mariano y Driss.

—Como quieras. Estamos en el mes dos y hevisto en el cielo una bandada de grullas. Mipadre dice que cuando vuelven las grullas deÁfrica, va a comenzar el buen tiempo. ¿Tehas fijado cómo vuelan?—No, yo casi nunca miro al cielo a no ser que

oiga un avión de esos que explotan y sueltan humo.—Pues el cielo nos puede enseñar muchas

cosas. Las grullas van en forma de flecha, unadelante que hace de piloto y guía y las otras sereparten en dos filas. Son listas, de verdad. Nonecesitan mapas ni carreteras, ellas saben dónde

van y de dónde vienen.Aunque el sol de aquella tarde de febrero no

calentaba demasiado, los chicos llegaron al río conlas sudaderas atadas a los ríñones.

—No hagáis ruido —les dijo Abderrahimasomando la cabeza entre las espadañas.

—¿Por qué? —le preguntó Driss.—¿Tú eres de pueblo o de ciudad?—Yo soy de Casablanca.—Claro, normal, por eso no sabes que en esta

época, cuando va a comenzar la primavera, todaslas aves de los ríos están haciendo sus nidos,incluso alguna de ellas ya puede tener los huevos—afirmó Abderrahim sintiéndose importante antetodo el grupo.

Introdujeron sus cabezas entre las aneas ysalieron disparadas dos ánades.—Esas tienen el nido por aquí cerca, vamos a

buscarlo —les dijo Abderrahim—. Tenéis que pisarencima de donde haya más matojos para no mojaroslos pies. Abrid las espadañas que estén medio rotasporque cerca puede estar el nido.

—¡Aquí, aquí!—gritó Mariano.—¡No chilles, melón —le recriminó Abde-

rrahim— que vas a espantar a las demás!—¿Dónde? ¡Ahí va, ya me he calado las dos

deportivas! —dijo Driss mirándose los dos pies.El nido aún no tenía huevos pero ya estaba

acabado. Abderrahim posó una de sus manos dentroy comprobó que estaba caliente.

—¡Eh, mirad, éste tiene dos huevos! —gritóRaúl.

—¡A ver, a ver! —dijeron todos a la vez.—No se os ocurra tocarlos. Tienen pinti-tas

para que se confundan con el carrizo.—¿Por qué? —le preguntó Mariano.—Para que las culebras no los vean, aunque

son muy listas y los huelen —le contestóAbderrahim ya con los pelos de punta solamente denombrar a las culebras.

—Ojalá viéramos alguna —dijo Driss.—Mchi riel jará —le contestó en árabe y de

malas maneras Abderrahim.—¿Por qué las tienes tanto miedo? —le pre-

guntó Raúl.—Son viscosas, asquerosas, siempre con la

Abderrahim “El Ramadán” VI---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero34

lengua fuera partida en dos y además porque miabuelo me contó una historia de una culebra ydesde entonces las tengo tanto miedo...

—¿Qué historia? —insistió Raúl con curio-sidad.

—Cuando mi abuelo era pequeño, en supueblo, una mujer tenía un hijo al que daba tetatodos los días. El niño era muy llorón y la madre loacostaba junto a ella. Cuando lloraba, le arrimaba lateta y ella seguía durmiendo. Pero aquel niño pormás que mamaba, no engordaba y la madrecomenzó a preocuparse. Lógicamente le llevaron alfkih pero éste no encontraba solución aunque se diocuenta de que allí pasaba algo raro. La madre leobservaba por las noches y no veía nada raro. Perouna noche en la que el niño estaba mamando ensilencio, la madre se despertó y vio sobre su camauna serpiente que chupaba de su teta.

—¡Ay madre! —dijeron todos al unísono.—Pues sí, la muy lista metía su rabo en la

boca del niño para que se callase y mientras, ella seaprovechaba de la leche de la madre. A aquellaseñora le costó mucho tiempo olvidar y dice miabuelo que se cambió de casa. Desde entonces lastengo tanto miedo que tengo pesadillas y solo dehablar se me erizan los pelos.

Recorrieron las orillas del río tirando piedrashasta llegar a una chopera. Sobre una salgueraenorme había dos grajillas. Abderrahim se agachó,cogió dos piedras para tirárselas y al levantar lavista vio un nido de cigüeñas.

—¡Ahí va, aquí están las cigüeñas del Buhali!—¿Quién es ése? —le preguntaron.—Un loco del pueblo de mi abuela que

desapareció para buscar a las cigüeñas y nunca másse le vio por el pueblo. Seguro que está Buhali poraquí, pero cualquiera le encuentra. Dice mihermana que se convirtió en cigüeña...

—Yo creo algunas veces que estás un pocoloco —le dijo Raúl.

Abderrahim se sonrió, no prestó muchaatención a lo que le dijo su amigo y se dio cuentaque el sol estaba muriendo.

Al entrar en su casa se encontró con lastazones de sopa humeante sobre la mesa, los platos

de dátiles, higos secos y cacahuetes, vasos conzumo de naranja y zanahoria, la tetera, las pastas,las shubaquías. Todo estaba preparado para laprimera comida de ese día de Ramadán. Mohamed,el padre, miró los papeles sobre los horarios de losrezos que se los habían mandado de la Mezquita deMadrid.

—¡Ya es la hora! Voy a rezar.Todos esperaron alrededor de la mesa a que

finalizase.-¡Bismil-lah! —dijo el padre cogiendo el

tazón con ambas manos y dando grandes sorbos a laharera.

Todos bebían sopa entre trozo y trozo de losdemás alimentos.

—Abderrahim, ¿qué tal el día? ¿Has aguan-tado bien el ayuno? —le preguntó el padre.

—Bien, Raúl me quería dar un trozo de subocadillo. No entiende bien lo de no comer por eldía. Por la tarde hemos ido al río y se me ha pasadoel tiempo sin darme cuenta —le contestóAbderrahim.

—Tened cuidado. ¿Saben los padres de tusamigos que van al río?

—No lo sé. Yo creo que se lo pasan bien,aprenden muchas cosas. Yo creía que los niñosespañoles sabían más cosas de los animales y lasplantas.

—Aquí tienen otra forma de vivir y sedivierten con otras cosas.

—Será porque las tienen, si no las tuvieran...—Mira, mañana, si pueden venir, vas a invitara los padres de Raúl a cenar a casa. Así nosconocemos y aprenderán algo de nuestrascostumbres para que vean que no somos tanraros.—Jo, baba, a mí me da vergüenza. Yo se lo

digo a Raúl mañana en el colé y por la tarde ya medará la contestación.

—¡Vale! Aicha, —se dirigió a su mujer-preparas un tayine de cordero y le pones

todas las cosas que lleva.—No tengo almendras ni ciruelas secas — le

contestó Aicha.—Cómpralas por la mañana en el super-

mercado.

Abderrahim “El Ramadán” VI---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero35

—Si no sé hablar. ¿Cómo las voy a pedir?—Tranquila, las buscas, las coges y las llevas

donde cobran.En Marruecos las mujeres no tienen por

costumbre salir a la compra. Piden al marido lo quehace falta y es éste quien lo compra. Ellas seencargan de preparar las comidas y atender a losniños pero todo dentro de la casa. El reino de lamujer suele ser la cocina. Otra costumbre más.

Radia y Abderrahim se ducharon y seacostaron. Mañana no harían ayuno pero sí tendríancolegio. El niño antes de acostarse, se asomó por laventana para despedirse de "Luz de la noche".Estaba nublado. Hoy no la vería pero se consolópensando que dormiría con unas sábanasalgodonosas de nubes nuevas.

Una luz cegadora que llenaba toda lahabitación, le hizo abrir los ojos. En el centro de lapuerta de su habitación y aumentada la imagen porla sombra de las luces, se erguía una cobra enormeque le miraba fijamente a los ojos y le invitaba aacompañarla. Se aferró a los laterales de la cama yhasta ella se acercaron dos serpientes de tamañomediano que le despegaron las manos sin violenciay le condujeron a través de unos pasillos sin final auna gran sala. La gran cobra tomó asiento en untrono real mientras las demás serpientes le hacíanuna gran reverencia. Abderrahim se restregó losojos con fuerza, se pellizcó en las manos e intentóescapar pero sus pies permanecían pegados al suelo.Se hizo un silencio y habló la reina de lasserpientes:

—Este muchacho —se dirigió a un grupo deboas que llevaban pelucas blancas— nos odia, nostiene miedo porque toda su vida se la ha pasadomatando a muchas de nuestras hermanas sin motivojustificado y sin apreciar que si estamos en la tierra,es porque la limpiamos de toda clase de alimañas.No somos malas, somos necesarias para que existaequilibrio en la naturaleza. Yo te acuso ante estetribunal y será él quien decida cuál debe ser tucastigo.

A Abderrahim comenzaron a fluirle grandeslágrimas que resbalaban por la cara y se paraban ensus labios haciéndole percibir un sabor salado quele hacían sangrar por la boca.

—No, pero si yo... —balbucía el niño sinsaber qué decir.

El grupo de boas cuchicheaba en voz bajahasta que la que estaba sentada en el centro sedirigió a la reina con voz solemne:

—Majestad, —la cobra se colocó sus enormesgafas— este tribunal ha decidido por unanimidadque este niño vivirá todo lo que le quede de vidacon nosotras, en nuestro palacio. Necesitará untiempo de adaptación y lo pasará en una celdavigilado por dos culebras de agua.

—No, yo no, yo me quiero ir con mis padres—gritaba y protestaba Abderrahim mientras uncoro de serpientes diminutas entonaba una canciónlánguida y triste.

—Se hará como el tribunal ha decidido —dijo la reina retorciendo sus fauces mientrashablaba y sacando su lengua bífida con frenesí

— . ¡Que sea conducido a los sótanos depalacio!

Tres serpientes de cascabel comenzaron ahacer sonar sus colas y Abderrahim sin darsecuenta, se vio suspendido por los aires y dirigidohacia la parte baja del palacio. Dos culebras estabandelante de la puerta de la celda en la que fueencerrado. El cuarto no tenía ventanas ni puertapero desde dentro se veía con claridad todo lo quesucedía fuera. Abderrahim hundió sus manos en loinvisible pero siempre tropezaba con algo irreal quele impedía escaparse.

Comenzó a llorar. Lloraba sin ganas pero sinparar. Las lágrimas cada vez eran más grandes y yano le resbalaban por las mejillas, caían directamenteal suelo invisible de su celda. No desaparecían,unas se mezclaban con las otras y lo que en unprincipio fue un charco pequeño, se fueconvirtiendo en una gran masa de agua salada quele fue cubriendo poco a poco los pies, las rodillas,la cintura, el pecho...

—Me voy a ahogar en mis propias lágrimas.¡No puede ser! ¿Por qué no desaparecen?

Le cubrieron los hombros y el cuello. Cuandole llegaban a la barbilla tuvo que hacer un granesfuerzo y levantar la cabeza para no tragárselas. Sesentía húmedo, mojado, empapado, agobiado... Sintener dónde asirse y sin poder levantar más el

Abderrahim “El Ramadán” VI---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero36

cuerpo, dio un grito desgarrador y de impotencia...—¡Mamá, mamá...!Abrió los ojos y todo lo que vio fue oscuridad.

Sintió a su lado el suave respirar de su hermanaRadia. Se tocó el cuerpo y...

—¡Ahí va, me he meado! ¡Ha sido unapesadilla!

Respiró con nerviosismo y cuando se levantóle dijo a su madre:

—Mamá, me he hecho pis en la cama. No mehabía pasado nunca pero es que he tenido un sueñohorrible y...

—No pasa nada, hijo, —le interrumpió sumadre— dúchate. A algunos niños les pasa y notiene importancia. ¡Ah, no se lo digas a tus amigosporque se pueden reír de ti!

—Es que las serpientes...Por la tarde del día siguiente, a punto del

atardecer, cuando no se ve un hilo en el horizonte yes la hora de la primera comida de un día normal deRamadán, la familia de Abderra-him estabapreparada para recibir por primera vez desde queestaban en España, a una familia cristiana. La mesadel comedor estaba cubierta con un mantel blanco ysobre él, conformando una auténtica paleta depintor, muchos platos pequeños con aceitunasverdes y negras, pisto de berenjenas, tomates ypepinos, higos secos, dátiles, cacahuetes,shubaquías, pastas de forma de media luna ytriangulares, tazones vacíos, vasos de colores, dosjarras con zumos de naranja y zanahoria. Lospadres, Mohamed y Aicha, se habían vestido conropas típicas de su país. El padre llevaba unachilaba blanca y unas babuchas amarillas y lamadre, un kaftán bordado con hilos de plata con uncinturón dorado y unas babuchas brillantes. A lamadre se le notaba bastante su embarazo.

—Abderrahim, quiero que especialmente hoyte portes bien. Cuando terminemos de cenar, Radiay tú os vais con Raúl a vuestra habitación. La visita

durará poco porque es la primera vez que vienen,así que... ya sabéis - les dijo Mohamed a los dosseñalándoles con el dedo índice levantado.

Los dos hermanos estaban a punto de estallarde alegría. Nunca hubieran imaginado que elprimer mes de Ramadán de España pudieran tenervisita de españoles.

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero37

Hospitalidad en una noche de Ramadán

Sonó el timbre de la puerta.—¡Ya están aquí! —gritó Abderrahim no

pudiendo contener la emoción y los nervios.—Tranquilo, bueno, por lo menos inténtalo

—le sugirió el padre.Mohamed abrió la puerta.—¡Buenas tardes! ¡Bienvenidos a nuestra

casa! Soy el padre de Abderrahim y me llamoMohamed —les dijo de un tirón sin tan siquierarespirar.

—¡Buenas! ¡Muchas gracias! Yo soy Pedro yésta es mi señora, Paula.

—Pasen, pasen ustedes.—Gracias. Si no te importa nos tuteamos.—Bien, encantado.Al entrar al salón, Mohamed presentó a Aicha

advirtiéndoles que no hablaba nada de español. Lasmadres se saludaron con dos besos pero se produjoun instante de confusión porque Aicha, según lascostumbres marroquíes, intentó dar un tercero quePaula no entendía y después de retirarse se vio obli-gada a volver a besar. Las dos mujeres se echaron areír lo que relajó de manera especial ese primerencuentro.

Se acomodaron alrededor de la mesa. Losniños ya habían desaparecido y tuvieron quellamarles para cenar.

—¡Bismil-lah! Siempre comenzamos a comercon esta expresión. Podéis comer de todo y si algono os gusta, no os sintáis obligados —mientrasMohamed explicaba, Paula miraba la mesa conatención y sobre todo se fijaba en el vestido deAicha—. Nosotros solemos comer con la manoderecha, vosotros tenéis vuestros platos y cubiertos,así que... ¡sin problemas!

—Bueno, ¿qué tal la nueva vida en España?—preguntó Pedro sin saber muy bien por dóndehilvanar la conversación.

—Poco a poco, es cuestión de tiempo, sobretodo para mi mujer. Los niños tienen facilidad paraadaptarse. Bueno, ya veis lo bien que se entienden

Raúl y Abderrahim.—Es verdad, parece mentira que con el poco

tiempo que llevan juntos, se entiendan tan bien.Raúl habla constantemente de Abderrahim.

—Mi hijo ha tenido mucha suerte y se ha idoadaptando con más facilidad. ¡Perdón! —Mohamed interrumpió la conversación para ayudara Aicha que venía con una sopera humeante deharera— Es una sopa como las vuestras. Latomamos siempre pero especialmente en Ramadán.Está hecha con fideos, garbanzos, tomate, carne quetenga hueso y bastantes especias. En muchas casasse abusa del picante pero le he dicho a Aicha queno echara mucho.

Pedro probó la primera cucharada y cerró laboca con rapidez al mismo tiempo que ahuecaba loscarrillos removiendo la lengua. Estuvo a punto dellorar.

—¡Cuidado, que pela! -avisó a su familia.—Es verdad, lo tomamos todo ardiendo.

Echadle un poco de limón que le da mejor sabor.Aicha dio un primer sorbo sonoro y largo.

Raúl no pudo contener la risa y Pedro le avisó conla mirada. Abderrahim le miró con cara de no saber.Mohamed se dio cuenta y aclaró la situación.

—Sorber con ruido no es falta de educaciónen una mesa de marroquí. Tiene su explicación. Altomar todo tan caliente, necesitamos dar grandessorbidos para que el aire entre con fuerza en la bocay enfríe la comida. Ya sé que aquí no se ve bienpero...

Con la sopa iban mezclando los dulces ydando pellizcos pequeños a las shubaquías con loque todos los sabores juntos, salado, agrio, dulce,picante, proporcionaban sensaciones nuevas a losinvitados.

Pedro y Paula acabaron su tazón aprobandocon gestos la sopa pero Raúl dejó casi todo llenoporque decía que tenía pimiento. Abderrahim yRadia repitieron. Retiraron las tazas y Aicha apa-reció con una gran fuente de colores con una tapa

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero38

de forma cónica. La dejó sobre la mesa y Mohamedla destapó. También humeaba.

—Es un tayine de cordero.—Un ¿qué? —preguntó Paula.—Un guiso de cordero pero con cosas que

vosotros no soléis utilizar. Lleva ciruelas secas,almendras, pasas y, claro, las especias. También semezclan los sabores. Nosotros lo comemosdirectamente en la fuente, vosotros podéis echarosen los platos.

—Esto sí que me gusta —le dijo Raúl a suamigo— pero ¿por qué lo coméis con las manos?¿Y si las tenéis sucias?

—Ningún marroquí puede sentarse en la mesasin lavarse las manos. Lo como así porque meresulta más fácil y no gastamos en cubiertos.Y mi padre no está haciendo lo que se suelehacer en Marruecos.—¿Qué es?—La persona más importante en la mesa

suele seleccionar y escoger con los dedos losmejores trozos de carne para ponerlos en los platosde los convidados.

—¡Qué asco! —lo dijo bajito.Radia se levantó para coger la botella del

zumo, dio con el codo al vaso de Raúl quien recibiósobre sus pantalones todo el contenido. Se levantóde un salto y dio un golpe a la mesa con las dosrodillas haciendo tambalear los demás vasos ytirando dos de ellos.

—¡Hala, menos mal que no he sido yo...! —comentó Abderrahim.

—No pasa nada, tranquilos. Limpiaros bien yya está —tranquilizó Mohamed a todos.

Paula, mientras iba comiendo, no apartaba losojos de cualquier rincón de la casa observando lalimpieza, el orden y sobre todo ciertos adornosdecorativos que evidentemente eran de Marruecos.En un rincón y sobre una mesi-ta pequeña pintadade flores, había un cacharro de alpaca de dos piezas,un recipiente y una gran tetera encima, dos bandejasdoradas en las paredes y una, también de alpaca, allado de la mesa.

—¿Para qué sirve eso tan bonito? —se dirigióa Aicha señalando la tetera blanca— ¡Ah, perdona,no me he dado cuenta que no hablas español!

—Sirve para lavarse las manos antes y des-pués de las comidas —le contestó Mohamedmientras Aicha sonreía—. La señora de la casa

acompañada de la criada pasa uno a uno por todoslos invitados. Es un detalle de buen recibimiento yhospitalidad. Hoy casi está en desuso en lasciudades por el agua corriente, en el monte aúncontinuamos usándolo.

—¿Cuándo le toca a tu mujer? ¿Sabéis ya loque va a ser? —continuó Paula.

—Creo que aún le faltan dos meses. Será unaniña pero a Abderrahim no le hemos dicho nadapara que no se lleve una desilusión, él quería unniño.

—Sí, ya habló con Raúl de ese tema. ¿Quéotras comidas típicas hay en Marruecos?

—Especialmente y sobre todas el cus-cus queviene a ser como el cocido madrileño vuestro,distintos tipos de tayines, el mechui o corderoasado, el pollo a la moruna... Pero me sorprendeque haya muchos españoles que piensen quesolamente tenemos comidas típicas, tambiéncomemos alubias, fideos, huevos, lentejas,verduras...

—A nosotros nos suena el cus-cus —comentóPedro entonando una canción muy vieja que decía"El cus-cus que hacen los moros..." .

—Es la más tradicional para cualquiermusulmán. Lo solemos comer los viernes, el díareligioso de la semana, cuando nos juntamos casitoda la familia. Es sémola diminuta que se cuece alvapor en una cuscusera. Los hay de verduras, decarne de vaca, de pollo o de cordero. En muchospaíses musulmanes se come con las manos, tambiénen el sur de Marruecos, pero nosotros lo comemoscon cuchara. Aunque los hay en restaurantes, notienen nada que ver con los que se hacen en lascasas. Ten en cuenta que en preparar un buen cus-cus, Aicha puede echar toda la mañana.

—Me tenéis que dar la receta para hacerlo —dijo Paula.

—Primero lo coméis otro día aquí, en casa, yluego Aicha te explica todos los pasos.

Los tres niños jugaban con el balón que lospadres de Raúl habían regalado a Abderra-him.Radia estaba de portera sobre su cama y los dosniños chutaban de cabeza anotando en una libretalos goles marcados. Radia no paraba ni uno.

—Esto es muy aburrido, siempre ganáis. Mevoy.

—¡Y una mierda! Tú te quedas hasta que noscansemos. Además voy perdiendo... —le replicó

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero39

Abderrahim.Mientras discutían los dos hermanos, Raúlabrió el armario y vio una chilaba de sutamaño, la cogió y se la puso.—¿De quién es?—¡Mía! —le contestó su amigo— ¡Te cae

fenomenal! Espera te vas a poner las babuchas y eltarbuz también.

—¿El qué?—El gorro rojo.Una vez vestido de marroquí, Raúl se fue

como una flecha hacia el espejo del armario ysonrió al verse tan distinto. No estaba tan mal. Lode ser moro no era tan malo como se comentabapor el pueblo.

—Vamos a que te vean tus padres —leempujó Abderrahim saliendo él primero—¡Atención, señoras y señores, Mulay Sultán Raúlben Pedro malek del reino musulmán de estepueblo viene vestido y preparado para ir a rezar a lamezquita! ¡Cha, cha, chan...!

Los cuatro padres volvieron las cabezas almismo tiempo mientras Paula lanzaba una car-cajada.

—¡Anda, qué guapo vas! Pareces un mo..., unmarroquí de verdad. ¿Vais así vestidos siempre?

—Depende —contestó Mohamed—, los díasgrandes de fiesta, los días de Rama-dán, cuandohay alguna visita especial, las bodas, los bautizos...,nos ponemos las mejores chilabas. Por la calle haygente que utiliza otra clase de chilaba para los díasde diario, sobre todo en los pueblos porque en lasciudades la gente viste como aquí, con susvaqueros, chaquetas, chándal... Ahora, a partir de laguerra de Afganistán y de lo de Bin Laden, hay unafiebre por recuperar las vestimentas antiguas. Yocreo que es cuestión de tiempo y sobre todo degente que no piensa con la cabeza. Ser buen musul-mán o buen cristiano no es cuestión de lo que tepongas por fuera sino de lo que sientas por dentro.

—¡Es verdad! —confirmó Pedro.Aicha, después de un buen rato en la cocina,

salió con una bandeja en la que había una tetera yocho vasos junto a dulces de diferentes formas.Mohamed vertió un poco de té en uno de los vasos,lo probó y lo volvió a echar en la teteraremoviéndola. Echó en todos los vasos y fuepasándolos uno a uno a cada uno de los invitados.

—¿Lo habéis probado alguna vez? —les pre-

guntó.—No, nunca. Yo he oído hablar del té con

hierbabuena pero probarlo, nunca. Huele muy bien—dijo Pedro.

—¡Cuidado que también quema!—Está bueno —Paula había dado el primer

sorbo— pero está muy dulce.—Nosotros lo tomamos bastante dulce.Raúl lo probó e hizo una mueca de asco

mientras los dos hermanos tenían sus vasos asidospor el borde y por el fondo para no quemarse.Volvieron a su habitación y Abderra-him enseñó aRaúl la forma marroquí de jugar al parchís.

En el salón ya se había roto la tirantez queproduce la primera visita a casa ajena y Pedro seanimó a preguntar.

—Mohamed, ¿por qué viniste a España?—No vine voluntariamente, llegué obligado

por la necesidad. Allí no tenía trabajo ni perspectivade tenerlo. ¿Qué hacía yo con mi familia? Un primoque vive en Cáceres me animó y preparamos elviaje. Pagué 300.000 ptas de las de antes a lasmafias y vine encerrado en unos catres en lafurgoneta de un emigrante francés. Lo malo no fueel viaje, lo peor llegaría más tarde al buscar yaceptar trabajos sin papeles, sin contratos, conjornadas de sol a sol, con lluvia y frío, en chabolas,escapando de la guardia civil. Pero lo que más medolía era la incomprensión de algunos españolesque sin saber nada de la situación de una persona,se atrevían a juzgar, a insultar, a marginar por elhecho de ser moro o porque la televisión daba datosde que la delincuencia aumentaba en España porquehabía muchos inmigrantes. Yo no venía a serdelincuente ni ladrón, yo llegué a España para quemi familia pudiera comer.

—Llevas razón, en mi fábrica he escuchadocomentarios de ese tipo y tengo que decir que yomismo he participado en ellos. Creo que os vemosdiferentes, pensamos que nos vais a quitar eltrabajo.

—Os equivocáis, nadie quita el trabajo anadie. Date una vuelta por el pueblo, y mira quehay marroquíes, y verás qué clase de trabajo tienen.¿A cuántos españoles ves currando en el campo, depastores, de guardas de noche, de criadas, en laconstrucción ...? ¿Os enteráis de cuánto nos pagan?¿Sois conscientes del trabajo que nos cuestaencontrar casas de alquiler por el hecho de ser

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero40

moros? ¡Y pagamos!Pedro se fue sintiendo poco a poco peor al

escuchar los argumentos serios de Moha-med.Paula permanecía callada y atenta.

—Llevas razón. Si no hubiese inmigrantes, nosé quién iba a hacer esos trabajos. Los españolesnos hemos vuelto tan señoritos que aunque estemosapuntados en el paro, rechazamos ofertas si no nosconvienen. Además, lo he oído en la tele, losinmigrantes están engordando los números deafiliación a la Seguridad Social y serán los quepaguen las jubilaciones de los que tienen más decincuenta años porque la población activa españolaestá descendiendo por la baja natalidad.

Paula probó un dulce redondo y esponjoso, losaboreó y se dirigió instintivamente a Aicha.

—¿De qué está hecho? ¡Anda, qué tonta, otravez! Mohamed hizo la traducción y él se encargóde contestar.

—Se llama mluzza y están hechos dealmendra machacada, huevo y azúcar. Losingredientes más usados por la mujer marroquí entodos los dulces son las almendras, los dátiles, elazúcar, el huevo, la manteca, el hojaldre hecho encasa, y todos son productos naturales. ¡Ah!, y loshacemos en nuestros hornos que están en laspuertas de las casas del pueblo.

—Yo ya no puedo más —intervino Pedro— ,la verdad es que son un poco empala... —¡Zas! seescuchó un ruido de cristales rotos en la habitaciónde los chicos.

Los cuatro se levantaron y al abrir la puertavieron que los tres chicos estaban recogiendo concuidado los cristales de la lámpara que aún semovía en el techo.

—He sido yo, papá —dijo Raúl con cara dehaber roto más de un plato en su vida—, al dar uncabezazo al balón...

—No pasa nada —le tranquilizó Mohamed—.Lo importante es que no os hayáis cortado.

En la sala, Pedro miró el reloj.—¡Ahí va, si es tardísimo! Nos tenemos que

ir.—¿Ya? ¿Ahora que empezábamos a estar a

gusto?—Mañana hay que trabajar. Mohamed, dile atu mujer que muchísimas gracias por todo. Deverdad, nos alegramos mucho de habervenido.

—Nosotros también. Además, lo he habladocon mi mujer en la cocina, os invitamos a queconozcáis Marruecos, bueno, nuestro pueblo y losalrededores, este verano, en las vacaciones. Veréisen directo lo que os contaba antes.

—No te digo que no. Ya hablaremos cuandollegue el buen tiempo.

—¿De verdad vais a venir al pueblo? —saltóAbderrahim lleno de alegría y mirando a Raúl.

—¡Tranquilos! !Ya veremos!Abderrahim se metió en la cama pero por más

esfuerzos que hacía, no conseguía dormir. Su menteestaba ya en el pueblo con su amigo Raúl. Secolocó las dos manos debajo de la cabeza, sobre laalmohada, y cerró con suavidad los ojos. Pasadosunos minutos, los dos amigos estaban sentadosdebajo del árbol que había en la puerta de la escuelaesperando la salida de sus amigos, "Bocarrota" yMohamed el de los pies torcidos. Abderrahim hacíafiguras en la tierra con una rama seca y Raúl mirabacon atención una yunta de burros que subía y bajabapor una ladera conducidos por un campesino.

—¿Qué están haciendo? —preguntó elespañol al marroquí.

—Estamos en época de siembra y estánarando. El muchacho que va detrás de los animalesva tirando la cebada. Ojalá llueva después, si no,todo se perderá y esa familia pasará hambre duranteel verano.

Se oyó un alboroto de voces y gritos. Losniños salieron en tropel por la puerta del colegio.Bocarrota sonrió al ver a Abderrahim y Mohamedse acercó a ellos suspendido en el aire, como sidispusiera de algún resorte mágico.

—¡Baja! —le indicó Abderrahim— ¿Por quévas en volandas?

—Como tenía los pies mal, me llevaron mispadres a un fkih de Kenitra que tiene fama enMarruecos. Me dio unas hierbas y estuvedurmiendo cuatro días. Cuando desperté, solamentecon desearlo o pensarlo, me levantaba y podía irvolando. A partir de ahora no me voy a llevar todoslos palos de la gente cuando hagamos alguna picia.

—¿Esto solo pasa en Marruecos? —preguntóRaúl asombrado.

—¡Noooo! Yo los he visto en España —lecontestó Abderrahim.

—Podíamos ir a la Cueva de los Milagros —les propuso "Bocarrota".

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero41

—Está llena de murciélagos y chupan lasangre de las personas —le replicó Mohamed.

—¡Anda, miedoso, si a ti no te pueden hacernada, vuelas como ellos —le dijo Bocarro-ta—. ¡Hala, vamos!La entrada a la cueva estaba cubierta por una

tupida telaraña sobre la que más de doce arañassituadas en círculo y con las bocas abiertas, dabanpalmadas haciendo un ruido ensordecedor.

—Son las guardianas de los misterios peroson inofensivas —aclaró Bocarrota mientras quecon un palo largo rasgaba la tela para dejar libre elpaso.

Se adentraron por un camino estrecho quecada vez se hacía más profundo. Todo los techos deroca de la cueva estaban ocultos por la granprofusión de murciélagos suspendidos que mirabanhacia el suelo con los ojos abiertos y con sonrisasinexpresivas. Si la distancia entre el suelo y el techose acortaba, los cuatro amigos tenían que inclinarsepara no rozarlos. Los vampiros no se moveríanhasta que uno de ellos comenzase el vuelo. Unarendija soltaba un tenue chorro de luzproporcionando un aspecto aún más mágico a laestancia.

—Mirad, hay un dragón bebé en ese rincón —les sorprendió Raúl.

—¿Dónde? —contestó Abderrahim.—Justo detrás de ti.—¡Ah, eso es una lagartija!—No, no, las lagartijas no tienen cuernossobre las narices ni abren la boca como esebicho.No había terminado la frase Raúl cuando el

pequeño dragón soltó por sus narices un chorro defuegos artificiales de todos los colores que envolvióa todo el grupo. Los cuatro se encogieroninstintivamente pensando que era su últimomovimiento pero se sorprendieron mirándose unosa otros al comprobar que el disparo del animal noles quemaba sino que les empapaba de algo que nose veía pero que no era agua. Todos losmurciélagos de la gruta comenzaron a aplaudir elataque del otro animal juntando unas alas con lasotras a un ritmo frenético que casi rompe lostímpanos de los oídos de los niños.

El camino se fue haciendo cada vez másestrecho hasta que llegar a una encrucijada de laque partían cuatro ramales más.

—Hay que tener mucho cuidado para noperdernos —advirtió Mohamed—. Lo mejor es quenos agarremos de las manos unos a los otros.

Raúl iba el último asido a la mano deAbderrahim. En una de las curvas de la senda, Raúldio un tropezón, se escurrió y todo su cuerpoexcepto su brazo se desgajó de la mano deAbderrahim quien no sintió la ausencia de suamigo. Raúl gritaba pero no le oía ninguno delgrupo que se iba alejando cada vez más hastahacerse invisibles.

—Raúl, ya queda poco para encontrar la otrasalida de la cueva. No tengas... —Abderra-him nopudo acabar la frase porque al darse la vuelta paramirar a su amigo no vio más que el brazo de éstejunto a su cuerpo—. ¡Eh, chicos, que Raúl se haperdido!

Los otros dos se volvieron hacia Abderra-himsin mostrar aparente inquietud, como si todo fuesenormal. Raúl, mientras tanto, descendía por unprecipicio sin sentir vértigo, ingrávido, como si nopesase, sin notar dolor en la parte de brazo que lefaltaba. Al querer parar su caída, dio con la rodillaen un saliente húmedo y viscoso de la roca yarrastró a un grupo de murciélagos que levantaronel vuelo precipitadamente. Todos los demás losimitaron y la cueva se convirtió en un bullicioescan-doloso de alas que iban y venían por todaspartes. Uno de los murciélagos, al sentir y oler lasangre del hombro de Raúl, se adhirió a la heridacomo una gran ventosa y comenzó a succionarsangre que le iba resbalando por las comisuras delos labios. Todos los demás animales, al grito de"¡al nazzarani, al nazzarani!", se ava-lanzaronsobre él y lo cubrieron totalmente de cuerpospeludos y ojos penetrantes. Raúl continuaba sinsentir dolor, era agradable.

Abderrahim se agitaba con violencia tratandode ayudar a su amigo. Tiraba de las sábanas y de lasmantas para proteger y espantar a los murciélagos.Cuando se percató de que su amigo iba perdiendoimagen, que iba desapareciendo entre las alas deaquellos bichos peludos, se tapó la cara con lasmanos, abrió los ojos y comprobó que su habitaciónestaba como siempre. Miró la cama de su hermanay ésta dormía. Volvió a cerrar los ojos y todas lasimágenes se le acumularon otra vez en sus pen-samientos. Se levantó, bebió un vaso de agua y semetió otra vez en la cama.

Abderrahim “Hospitalidad en una noche de Ramadán” VII-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero42

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero43

VIII

Raúl y Abderrahim van de boda

Abderrahim se estaba atando los cordones de lasdeportivas y su madre se agachó para ayudarle.Acercó su tripa a la cara del niño y éste sintió decerca la sensación del embarazo tan adelantado desu madre y además notó que algo se movía dentrode ella. Se aguantó las ganas de preguntar porque ledaba demasiada vergüenza sin saber explicar porqué.

Cuando se encontró con Raúl en la fila delcolegio le contó lo que había visto.

—Es el niño, ¿verdad?—¡Pues claro! Es que ya ha pasado mucho

tiempo y debe estar muy grande.—Claro, la veo yo que anda con las manos en

las caderas y que le cuesta mucho trabajolevantarse cuando se agacha. Pero digo yo quecómo se le habrá metido el niño dentro de la tripa.

—En cuanto comience la clase se lo preguntoa Marina.

Sin haber terminado de sacar los libros sobrela mesa, Raúl se dirigió a la profe.

—Profe, la mamá de Abderrahim estáembarazada, muy embarazada. Tiene un niño en latripa pero, ¿cómo se ha metido dentro el bebé?

Marina no esperaba tan especiales buenosdías.

—En algunas ocasiones los papas se quierenmucho y de ese amor tan grande sale un bebé.

—¿Solamente en algunas ocasiones? —pre-guntó Raúl desconcertado— Mis papas se quierensiempre y solamente somos dos hermanos.

—Es que en esas ocasiones se quieren de unaforma especial. Habéis estudiado, desde queestabais en Infantil, todas las partes de vuestrocuerpo y una de ellas, el pene en los hombres y lavagina en las mujeres —los niños se sonreían sinsaber por qué—, se juntan en ese amor especial ycrean un niño nuevo. El papá echa unas semillas enla vagina de la madre y ya está.

—¿Por dónde salen las semillas? —preguntóPepe.

—Por el pene.

—Pero si por el pene solamente sale el pis —le contestó Raúl asustado.

—¿Nosotros también podemos fabricarniños?

—No, todavía no, cuando seáis más mayores.—¿Así de sencillo? —volvió a insistir Raúl.—Faltan más cosas por contar pero ya os iréis

enterando cuando lleguéis a 5o y 6o. Y ahora vamosa comenzar. ¡Ah!, os habéis dado cuenta de quesomos dos más en clase. Mirad, la niña rubia queestá junto a María, es Iliana —todos se volvieron amirarla—, es de Rumania y vive aquí con suspadres. Sabe poco español pero aprenderárápidamente. El otro niño, el que está junto a Pepees...

—¡Marroquí! —la interrumpió Abderra-him yse dirigió al nuevo alumno.

—¿Mneim ntdlEl niño no respondió porque no entendía la

pregunta.—Que no, Abderrahim, que no es de

Marruecos, es ecuatoriano —le aclaró Marina.—Es que como es tan moreno como yo...—No todos los morenos son marroquíes ni

todos los negros son africanos.Jorge es de un país que está en América del

Sur que se llama Ecuador. Habla español comonosotros y también ha venido a vivir aquí. Y vamosa comenzar ya ¿no? Ayer estuvimos leyendo uncuento en el que unos niños inventaban juegosnuevos que no tenían nada que ver con los quejugáis actualmente. Se me ha ocurrido quepodíamos preguntar en casa a los padres y a losabuelos los juegos con los que ellos pasaban eltiempo cuando eran niños y que no serían como losmonopatines, bicicletas y play station que tenéisahora. Tenéis que hablar con ellos y mañana lostraéis escritos en vuestros cuadernos. ¡Atención!,haced dibujos de ellos porque los voy a colocar enla pared.

Por la tarde quedaron los dos amigos en casa

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero44

de Raúl para ver a su abuelo y preguntarle cuáleseran sus juegos favoritos. Por el caminoAbderrahim iba comentando a su amigo:

—Yo no tengo abuelo aquí pero no me hacefalta porque los juegos de Marruecos no tienennada que ver con los de aquí. Allí tenemos menosjuguetes y nos tenemos que apañar nosotros ynuestra imaginación.

—¡Hola, abuelo! —Raúl dio un beso alabuelo y Abderrahim instintivamente le dio otro.

—¿Este es tu amigo morito?—Marroquí, abuelo, marroquí, que no se dice

morito.—Pues en la guerra de España vinieron

muchos moros y así les llamábamos.—Pero ahora decir "moro" molesta y además

la guerra ya hace muchos años que acabó.—¡Vale, vale! ¿Qué queréis?—Dice la Seño del colé que nos tienes que

contar los juegos de tu tiempo.—Anda, hermoso, si ya casi no me acuerdo...—Pues a algo jugaríais, digo yo. Si no tenias

tele, ni bicis, con algo os entretendríais.—Pues jugábamos al pillo-pilla, unos eran

ladrones y otros policías. Había uno que se llamabaZorro, pico, taina en el que nos dividíamos en dosequipos. Echábamos a suerte y el que perdía seponía agachado y agarrados unos a otros. Los delequipo contrario tenían que ir saltando uno a unohasta caer con fuerza sobre los otros y decir zorro,pico, taina que eran tres posturas del brazo. Siacertaban la postura o alguno se caía, tenían queponerse ellos de burro. Nos pegábamos unosgolpes. Es que éramos muy bestias...

—¿Te acuerdas de alguno más?El abuelo fue recordando y Raúl tomandoapuntes en un cuaderno. La zapatilla, la taba,las carreras con aros de asas de cubos de zinc,el cirio... Cuando el abuelo narraba esteúltimo, Abderrahim le interrumpió.—Ése es como uno que jugábamos en mi

pueblo, el Sab-sab el ket. Cada jugador tiene unpalo largo con punta y todos ellos tiran a una raya.El que más lejos se queda, es el burro que tendráque ir tirando un palo corto a cada uno de losjugadores y éstos le pegarán con el suyo paramandarlo lo más lejos posible. Cuando el burro va abuscarlo, los demás cavan un agujero en el sitio del

burro que cada vez harán más profundo. Ahora, siuno no atina a dar al palo pequeño, ése será elnuevo burro.

—¿Y cuándo se acaba el juego? —le preguntóRaúl.

—Cuando el agujero es tan hondo como laaltura del palo corto. Se entierra en él el palo cortoy todos los jugadores aporrean la tierra para que lecueste más trabajo sacarlo al que ha perdido.Mientras lo saca, los demás le golpean en la espaldacon los zapatos. Y además cantábamos una canción:

Dame el visado y el pasaporte decasa a Marsella Mi madretoujours no la voy a olvidar.

—¿Qué quiere decir? —le preguntó Raúl.—No sé, es algo de los franceses.El abuelo se reía para sus adentros al escuchar

la estrofa pensando que hasta los niños pedían elvisado y el pasaporte en sus juegos.

—Aquí se le golpeaba con los palos largos,éramos más bestias que en tu país —precisó elabuelo.

—Hay otro parecido pero no se pega a nadie.Cada uno con un palo largo tiene que levantar sintocarlo con las manos, uno más pequeño y, antes deque caiga al suelo, atizarle con el grande hastallegar a una meta. Claro, gana el que antes llega.Este se llama el Ket, el gato.

—Ahora que me acuerdo, a ése tambiénjugábamos nosotros —le dijo el abuelo.

—Y teníamos más —continuó Abderra-him—, el Kshira que era como el hokey pero con unaficha de corcho que hacíamos de la corteza de losalcornoques, el Shirra, parecido al béisbol conbates de palos de olivo con porras en las puntas ymuchos juegos de chicas. Algunas veces jugaba conmi hermana a la Mtaisha, igual que los columpiosdel parque pero en los árboles, al Mlakef queconsistía en ir recogiendo piedras del suelo perocon una mano solamente. ¡Ah!, y a los novios y alas novias, Larosa o Laros. Hacían las muñecas concañas y trapos.

—¿Te das cuenta Raúl de lo fácil que esdivertirse cuando no tienes televisión ni esascosas que tenéis los chicos de España? —sedirigió el abuelo al nieto.—Ya, dice la Seño que nosotros no tenemos

imaginación, que nos falta in...—Inventiva.

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero45

—¡Eso!, que somos como las máquinas, queno pensamos.

Los dos niños tomaron las notas y volvieron acasa de Abderrahim. Al entrar se encontraron conMohamed y Abderrahim se asustó.

—¿ Baba, pasa algo? —le preguntó preocu-pado.

—Que mamá se ha puesto mala y la tengo quellevar al hospital.

—¿Es grave?—No, mañana ya estará bien.Abderrahim no lo entendía bien. ¿Cómo podía

saber que mañana ya estaría bien su madre? Mirócon ojos acuosos a Raúl y éste le dijo en voz baja:

—Ya lo sé, tu mamá va a dar a luz. Vas atener un hermanito.

—¡Es verdad!Mohamed salió con una bolsa y dando la

mano a Aicha que iba encogida y con las manos enla tripa.

—Esta noche vais a dormir solos. Yo vendréen cuanto pueda. Si necesitáis algo, se lo pedís a lospadres de Raúl. Tenéis mantequilla, pan ymermelada en la nevera y Radia ya sabe hacer el té.Si no he llegado por la mañana, os laváis bien, perobien, desayunáis y os vais a la escuela. Radia,portaros bien y no hagáis ninguna tontería,especialmente tú, Abderrahim.

Salieron los padres de la casa y se quedaronlos dos niños solos.

—¿Cómo os vais a quedar solos? —les dijoRaúl a Radia un poco asustado.

—No pasará nada, estamos acostumbrados deMarruecos —le respondió Radia.

—De todas formas yo se lo voy a decir a mispadres.

—Que no, que no pasará nada.Nada más entrar en su casa, Raúl se lo

comentó a sus padres y éstos sin pensárselo, fuerona la casa de los marroquíes y casi tuvieron queobligar a los dos hermanos a ir a la suya.

—Abderrahim y Raúl duermen en la mismacama y tú, Radia, en el sofá del salón. ¿Tiene tupadre móvil? —les preguntó Pedro.

El papá de Raúl llamó a Mohamed yrápidamente quedaron de acuerdo, agradeciendorepetidas veces la atención de la familia española.

Los tres niños pasaron al cuarto a jugar con laplay mientras Paula hacía la cena sin antes olvidar

que los dos marroquíes no podían comer cerdo.—Raúl, ¿este traje es tuyo? —preguntó

Radia.—Sí, me lo han comprado porque vamos a la

boda de un primo la semana que viene. Es aquí, enel pueblo, pero el banquete se celebra en Madrid.

—¿Qué es eso del banquete? —dijo Abde-rrahim.

—¡La comida! ¿Es que en vuestras bodas nohay comida especial?

—Sí, claro, pero en la casa del novio o de lanovia.

—Entonces, ¿no habéis visto nunca una bodacristiana en España?

—No, si no hemos tenido casi tiempo. Bueno,yo vi una en la tele —le respondió Radia—, en unaiglesia muy grande. La novia llevaba un vestido conun rabo muy largo y una corona o algo parecido enla cabeza. La gente estaba muy quieta, no se movíani bailaba. Había un cura con unas ropas brillantesque levantaba y bajaba la mano. Al final los dosnovios se dieron un beso en la boca delante de todala gente. ¡Qué vergüenza!

—Chicos, ¡a cenar! —les llamó Paula.Mientras cenaban, Raúl les decía a sus padres

que sus amigos no habían estado nunca ni conocíanuna boda española. Pedro se quedó un momentopensativo.

—Pues si quiere tu padre —se dirigió aAbderrahim— nos acompañas a la boda de misobrino y así lo ves de primera mano.—¡Bien, papá! Lo estaba pensando pero por

si me decías algo... —gritó Raúl con alegría.—A propósito —continuó Pedro—, ¿cómo

son las bodas en vuestro pueblo? ¿Habréis ido aalguna?

Sí, a la de mis padres —contestó Abderrahiminstintivamente.

—Pero, ¿qué dices? —le dijo Radia riendo-Sino habíamos nacido todavía.

—Es verdad, ¡qué tonto soy!—Hemos ido a las bodas de la familia y a las

de todos los vecinos —continuó Radia— porqueallí se invita a todo el pueblo. Claro, somos tanpoquitos. Se suelen celebrar durante el verano y sivais, seguramente que os invitarán a alguna.

—¿Tenéis cura como nosotros? —les pre-guntó Paula.

—No, allí el fkí...

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero46

—¿Cómo?—Sí, el que hace de cura. Va a las bodas pero

como un invitado más. Es que los novios no van alas mezquitas.

—¿Con lo religiosos que sois y no tenéis nicura ni iglesia en las bodas? —preguntó Paulasorprendida.

—No sé pero allí no vamos.—Bueno, ¿y qué? —preguntó Raúl.—Las bodas duran tres días. El primer día vanlos toiba...—¿Los qué?—Los que estudian la religión. Van a la casa

del novio con todos los hombres para rezar cosasdel Corán. Las mujeres están en una habitación ylos hombres en otra, nunca se pueden juntar.

—¿Por qué no se pueden juntar? —les pre-guntó Paula teniendo en la mente la palabra"machismo".

—Pues, porque serán costumbres de ellos —le contestó su marido adivinando las intenciones—.Continúa, Radia.

—Después de rezar, llegan los músicos. Dos otres que tocan gaitas, como una flauta, se les llamagaiata, y los que tocan el tambor y el bombo a losque llamamos tóbala. Están tocando un tiempo y lagente se va reuniendo y se va animando más. Fíjate,van hasta los pocos que no están invitados.

—¡Ah, sí! A éstos se les llama "los de lasmotos" —interrumpió riéndose Abderrahim—porque son como los que conducen las motos sintener los papeles.

—Después de un rato en el que la gente nopara de tocar las palmas, así —Radia interrumpió elrelato para imitar el sonido de las palmas, juntandolas dos manos estiradas y ahuecando la parte centralcon lo que el ruido es mayor y Abderrahim laacompañó haciendo movimientos con todo elcuerpo y siguiendo el ritmo—, todos toman el té ylos dulces que se hacen en las casas, parecidos a losque comisteis en mi casa la noche del Ramadán.Luego entra la otra orquesta.

—¿Otra? —se sorprendió Pedro.—Sí, ésta es de más lujo, cuesta más dinero.

Está formada por un violín que se llama enmarroquí kamanya, una pandereta o hender, unbongo o derbuka y dos bailarinas.

Abderrahim comenzó a sonreír con picardía yPedro le observó.

—¿Por qué te ríes, Abderrahim? —le pre-guntó.

—Porque salen al centro de la habitación, conla tripa al aire, y bailan moviéndose así —se lanzó aun rincón del salón y comenzó a contorsionarsemoviendo el culo y la tripa con sensualidad y conun poco de teatro.

Raúl se levantó, se colocó junto a su amigo ylos dos bailaron de forma ridicula pero provocandolas risas de todos.

—Todos los hombres que están en la boda —continuó Radia— dejan dinero en el cinturón de lasbailarinas para que la orquesta toque su canciónpreferida. El novio va vestido con una chilabablanca muy de lujo, tiene los ojos pintados dekohol.

—¿Qué es eso? —preguntó Paula interesada.—Unos polvos que se ponen en los ojos paraque brillen más. Normalmente se los ponenlas mujeres pero en las bodas, también loshombres. También lleva un puñal que sellama jomllar para demostrar que es el másimportante de la reunión. A su lado, va suvisir, su asistente, el que le aconseja lo quetiene que hacer en la boda. Después, se cenael cus-cus, el cordero y los tayines y a dormir.—¿Ya nos vamos? —le preguntó su hermano.—¡No, son los de la boda! Al día siguiente,

por la mañana, comienzan los músicos a meterruido y despiertan a todo el mundo. Acompañan alnovio y le hacen los regalos.

—Aquí también hacemos regalos, casisiempre dinero —dijo Paula.

—Allí, dinero nunca. Regalan corderos,gallinas, alguna vaca, cosas que tenemos en elcampo. Los animales que teníamos nosotros en elpueblo eran los de la boda de mis padres. Bueno,pues, todos juntos van a buscar a la novia.

—Hombre, ya era hora que apareciera lanovia —intervino Paula otra vez—. ¿Es que esmenos importante que el novio?

—No sé, a mí me parece que no porque vamucho más guapa que el novio. Va vestida con untraje muy brillante, el kaftán, con muchos collares yplata por todas partes. Este traje se lo tapa con unacapa, el silham, y un velo bordado le oculta la cara.Sube a una muía con cara de tristeza para demostrarque le da pena abandonar su casa y todos se dirigena la casa del novio que será la suya.

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero47

—Cuenta lo de la buardía —le instó Abde-rrahim.

—¡Ah, sí! Es un grupo de hombres que vanvestidos de gala con unas escopetas muy largas, nohe visto ninguna igual aquí, bailan y disparan al airecon mucha pólvora.

—Todos los chicos íbamos detrás recogiendola pólvora que se les iba escapando —dijoAbderrahim— para hacer bombas. Había uno al quele faltaban dos dedos de la mano porque un día se ledisparó sin querer.

—Llegan a la casa y ya se quedan a vivir. ¡Yse acabó la boda!

—¿Y el tercer día? ¡Falta uno! —le preguntóRaúl.

—¿Ah, sí? ¿No he contado lo de la herma!—¡No! ¿Qué es eso?—Unos polvos que se mojan en agua y se

dan, haciendo dibujos, en las manos, mi madre losabe hacer, en los pies y en el pelo para que brillemás. Ese día es el de las mujeres.

Terminaron la cena y los niños se lavaron lasmanos en el cuarto de baño.

—Me he quedado con ganas de preguntarlespor qué los marroquíes se casan con cuatro mujeres—le dijo Paula a su marido.

—No tengo ni idea pero son poco inteli-gentes, con lo que cuesta aguantar a una... — dijoPedro riendo.

Abderrahim escuchó el comentario desde elservicio.

—Mi padre tiene una mujer y mi abuelotambién una solamente, pero mi vecino, Hicham,tiene tres y no se llevan mal. Tiene más tierras yanimales que nosotros y son las mujeres las quetrabajan y lo arreglan todo. Una cuida los animalesy los saca al campo, la segunda siega, coge lasaceitunas y hace cosas en el campo y la más jovensiempre está trayendo leña para el horno.

—Anda, y él ¿qué hace?—Pues... va al zoco a comprar y... Yo casi

siempre le veo debajo de un árbol en verano y en elcafetín en el invierno.

—¡Jo, así da gusto! Ya quisiera yo tener cincoo seis para no tener que trabajar. ¿A cuál de ellasquiere más?

—¿Es que se quieren los maridos y lasmujeres?

—Pues claro, ¿no has oído a Marina?

—Pues querrá a las tres igual. Yo qué sé.Cuando estuvieron en la cama, Abderrahim le

contó a Raúl dos historias que había escuchado a suabuelo y que hablaban de matrimonios.

—Raúl, una vez le preguntó un campesino aotro por qué Abdelatif y Sohar, un matrimoniodel campo, se llevaban tan bien. Le contestóque porque Abdelatif, el marido, hacía todo lode la casa. Su amigo se quedó extrañado y levolvió a preguntar: ¿Y Ali y Marian, el matri-monio vecino, que también se llevan muybien? Su amigo le respondió: Porque Marian,la mujer, lo hace todo.—¿Qué quiere decir el cuento? —le preguntó

Raúl sin entender nada.—Que cualquier matrimonio puede vivir muy

a gusto y no importa quién de los dos trabaje.—¿Y el otro cuento? —insistió Raúl.—Un Sultán tenía tres mujeres, una era árabe,

otra turca y la tercera marroquí. Un día el maridoles hizo a las tres la misma pregunta: ¿Cómo sabéisque ya ha amanecido, que ya es de día? La turca lecontestó que porque oía balar a las ovejas. La árabeque porque sentía el frío de los pendientes en susorejas.

—¿Y la marroquí?—Le dijo: Sé que ha amanecido cuando ya no

tengo sueño.—Tampoco entiendo nada.—Pues que las tres pensaban de distinta

manera pero siempre hay una que es más lista quelas demás; pues ésa es la favorita del marido.

—¡Qué complicado es esto! Yo, cuando seamayor, no me voy a casar; me quedaré siem-pre con mi madre.Ese día Abderrahim tuvo un despertar

especial. Su padre le colocó las manos frías sobre lacara aún caliente.

—¡Eh, que tienes una hermanita!El niño pensaba que estaba soñando. Radia

esbozó una sonrisa somnolienta. Raúl miró sindecir nada a su amigo. Al final tenía que ser unachica, otra chica.

Cuando iban camino de la escuela, Abde-rrahim no hablaba.

—¡No pasa nada, jo! ¿Qué más da chico quechica? Lo importante es que tú ya no serás elpequeño —le quiso animar Raúl.

—Ya, pero...

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero48

Por la tarde, los dos hermanos fueron a ver asu madre y a la nueva hermana al hospital. Radiapasaba sus manos sobre la carita de la niña.Abderrahim, cuando la vio, sonreía pero sin decirnada aceptando con su silencio de buen grado alnuevo miembro de la familia.

—¿Cómo se va a llamar? —le preguntó a supadre.

—Como la hija del profeta, Fátima Zohra.—Aquí no damos los gritos como en

Marruecos.—No, creerían que estamos locos.—Pero la fiesta, el sebaa, sí la celebraremos,

¿no?—Algo haremos.—Pues tendrás que invitar a los padres de

Raúl.—Claro, solo faltaba.—Por cierto, me han invitado a la boda de un

primo de Raúl. ¿Puedo ir?—¿Por qué no?Llegó el sábado, el día de la boda de loscristianos, y Aicha vistió a Abderrahim con lomejor que tenía y éste acompañó a Raúl a laiglesia del pueblo. Toda la gente iba vestidacon trajes nuevos. Cuando iban a pasar a laiglesia, Abderrahim se quedó parado.—¿Qué te pasa? —le dijo Raúl.—Es que me da un poco de corte, como yo no

he entrado nunca en una iglesia... Yo creo que noserá pecado.

—Venga, déjate de rollos y pasa.Era mucho más grande que la mezquita de su

pueblo. Había bancos, muchas luces y flores. Loque más le llamó la atención fue la gran cantidad deestatuas, casi todas con barbas y algo en la mano,pero especialmente un hombre casi desnudo al quele caía sangre por las manos, pies y cabeza y queestaba clavado en unos maderos.

—¡Madre mía, qué miedo da ese hombre! —dijo Abderrahim un poco asustado— ¿Quién es yqué ha hecho?

—Es Jesucristo, el niño del Belén que hicimosen el colé.

—¿Ya tan grande? ¿Por qué lo han matado?—No lo sé pero fueron los judíos.—Ya decía mi abuelo que los liehudi, los

judíos, no son buenos. Nosotros no podemos tenerestatuas.

El niño marroquí no perdió detalle de toda laceremonia. Veía cómo la gente se levantaba, searrodillaba, hacía cosas con las manos y al final,llegó a la conclusión de que todas las religionesdeben ser parecidas, por lo menos en los gestos.

Cuando llegaron al banquete y Abderrahimvio tal cantidad de comida no pudo por menos querecordar a sus dos amigos, Bocarro-ta y Piestorcidos.

—Si pillaran en mi pueblo esta comida. Porcierto, ¿no será cerdo?

—No, es cordero.—De todas formas, yo creo que aquí gastáis

sin medida porque estoy viendo a los camarerosque se llevan platos casi llenos y a algunosinvitados que guardan los langostinos en bolsas deplástico.

—Sí, es verdad, algunos lo hacen pero estámal visto.

—Mal visto, ¿por qué? En las bodas deMarruecos te dan una bolsa de papel para que telleves todos los dulces que te sobran o no puedescomer; se le llama el "pasaporte". Y si no te lollevas, es una falta de educación. Ahora repartencigarros grandes y pequeños. —Y a nosotrostambién, ya verás.

-¿Qué?Al llegar la madrina a su lado, Raúl extendió

su mano y recibió un cigarro rubio.—Dame otro para mi amigo. —La mujer miró

al marroquí pero también le dio el suyo.—¿Y qué vamos a hacer con los cigarros? Yo

no he fumado en mi vida.—Ni yo, pero nos los ponemos en la boca y

los encendemos para hacer que fumamos.—¿Delante de toda la gente?—No, en los servicios.Al final, cuando el follón era mayor, los dos

amigos se dirigieron a los servicios en los que yaestaban algunos niños con cigarrillos encendidos.Raúl encendió el suyo casi con los ojillos cerrados.Chupaba y soltaba el humo sin tragárselo.

—Ven, que te voy a encender el tuyo.—Si no sé cómo hay que hacer.—Es fácil, chupa fuerte y sueltas el humo

cuando lo tengas en la boca.Abderrahim se colocó el cigarro en los labios

sujetándolo con los dedos rígidos, aspiróprofundamente y el humo se le coló sin querer en

Abderrahim “Raúl y Abderrahim van de boda” VIII------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero49

sus pulmones vírgenes. Se le encogió todo elcuerpo, cerró los ojos y comenzó a toser sin podercontrolarse. Cada convulsión corporal ibaacompañada de un montón de lágrimas que leresbalaban por las mejillas. Se le fue cambiando elcolor de la cara pasando de rosa a pálido sin olvidarcualquier gama de grises. Se le volvió a encogertodo el cuerpo en un esfuerzo sobrehumano y

descargó sobre la pared del cuarto de baño loslangostinos, el zumo, el cordero y la tarta. Raúl seasustó al ver a su amigo en ese estado.

—Tío, ¿qué has hecho?—Y yo qué sé —le respondió Abderrahim— . Aspiré y... ¡Qué mal estoy! ¡Fumar es una

mierda! Los que fuman están locos y a ti te faltapoco. No volveré a coger un cigarro en la vida.

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero50

IX

La familia de Raúl va a Marruecos

Faltaban veinte días para las vacaciones de verano ylos dos amigos contaban uno por uno los que lesquedaban para ir a Marruecos. La familia de Raúlestaba preocupada por todo lo referente al viaje: lospasaportes, qué coches necesitaban, si había quellevar comida, harían falta algunas vacunas, sitendrían que cambiar los euros por monedas de allí,el tema de la isla de Perejil aún estaba muy reciente,no había embajadores... Todas las preguntas quecualquier viajero, sobre todo si va con niños, sehace cuando sale de España hacia un país distinto.Mohamed les fue disipando las dudas.

—Ya sé que somos más desconocidos y unpoco más atrasados que vosotros —le decía al papáde Raúl— pero, tranquilos, tenemos médicos,hospitales, las mismas enfermedades que vosotros,carreteras más o menos buenas, autopistas, lo dePerejil fue una anécdota... Solamente necesitáis elpasaporte porque el dinero lo podemos cambiar allímismo, en el mercado negro.

—¿El mercado negro? —preguntó Pedro.—Sí, en lugar de cambiar los euros en los

bancos, los cambiamos a personas que se dedican anegociar con el dinero europeo y que te dan másdirham que en los sitios oficiales. Y de comidanada, estaría bueno que estuvieseis de invitados yllevaseis comida. Tranquilos, que vais a comer bieny, si me apuras, cosas más naturales que en España.

En el colegio los dos niños mostraban unnerviosismo especial que tenía preocupada aMarina. Al final de la clase de aquel día, la profemandó quedarse a los dos chicos para hablar conellos.

—Vamos a ver, ¿qué os pasa que estáis tannerviosos?

—¡Que nos vamos de vacaciones aMarruecos! —contestó Raúl sin poder disimular sualegría.

—¿Que os vais a Marruecos? ¿Cuándo? ¿Conquién? —Marina sintió un poco de envidia.

—Nos vamos las dos familias a mi pueblodurante quince días —replicó Abderrahim.

—Anda, ¡qué bien! ¿Y a qué parte deMarruecos?

—Mi pueblo está a 90 kilómetros de Fez. Esun pueblo muy pequeñito —continuó Abderrahimsin poder detenerse y tratando de resumir lo queverían y lo que harían— en el que no hay aguacorriente ni luz eléctrica pero eso casi no tieneimportancia. Para llegar a él hay que ir en muíaporque la carretera se acaba a 13 Km. Hay muchosanimales y mucho campo. Los niños estamos todoel día por el monte haciendo picias ydivirtiéndonos.

—Entonces, ¿tampoco tendréis servicios?—¿Y para qué se necesitan con el campo tan

grande que hay?La última noche no pudieron dormir y sobre

todo cuando vieron las maletas y los bultoscargados en los coches. Los padres decidieronviajar por la noche para que los niños fuesendurmiendo y para iniciar el recorrido por Marruecosde día. Abderrahim iría en el coche del papá deRaúl para compensar el peso del coche de su padreque iba cargado hasta arriba con regalos y ropa paratoda su familia.

Cuando los dos niños abrieron los ojos seencontraron con un pedazo de mar que se abríapaso entre grúas y chimeneas de una refinería, enAlgeciras. En el puerto y junto a los muchísimosbarcos, su alegría les empujaba a hacer preguntas.

—¿Cuál es el nuestro? —preguntaba Raúl asu padre.

—No sé, Mohamed es el que se encarga detodo. De todas formas son todos casi iguales aexcepción de los de carga que llevan esas chi-meneas tan grandes.

—¿Los camiones también entran en el barco?—Creo que sí.—Entonces se hundirá, seguro. Es que parece

el camión más grande que el barco.—Pues... te pones el salvavidas y nadas como

los delfines —le contestó el padre en broma.Introdujeron los dos coches y subieron a las

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero51

salas. Les parecía estar viviendo una película de latele. Inmediatamente los dos chicos comenzaron acuriosear.

—¡Eh, no os vayáis muy lejos! —les dijoPedro.

—¡Tranquilo! Los barcos de ahora estáncerrados completamente y no hay peligro de que secaigan al mar —le contestó Mohamed— . Hay dosformas de cruzar el Estrecho de Gibraltar, porCeuta o por Tánger, ya en Marruecos. Lo hacemospor Ceuta porque es más barato y además podemosllenar los coches de gasóil que también cuestamenos que en la península. Pedro, cuandolleguemos a la frontera marroquí, me dejas querellene yo todos los papeles y no te asustes de nadade lo que veas.

—¿Por qué? ¿Es que pasa algo? —le preguntóPedro un poco preocupado.

—No, bueno pasan las cosas normales de lafrontera marroquí en Ceuta.

Pedro se quedó un poco intrigado. Las dosmujeres aun sin entenderse todavía, se habíanmetido en la tienda de regalos. Paula compró dosfrascos de colonia y un pañuelo de seda para elcuello. Todo era baratísimo porque en esa tienda nose pagaban impuestos.

La aduana española la pasaron sin problemas,solamente con mostrar los pasaportes. Al llegar a lamarroquí, aunque era muy temprano, toda ellahervía de gente que iba vestida a la manera del país.A la familia de españoles le faltaban ojos parapoder quedarse con todas las imágenes que pasabanpor delante de ellos: aduaneros de verde, policías deazul todos con grandes bigotes y debajo del labioinferior unas pocas barbas, lo que ellos llamandbena o mosca y que afirman ser signo de virilidad,campesinas con toallas en la cabeza y sombreros depaja con borlas azules de lana, hombres taciturnoscon chilabas marrones. Todos iban a Ceuta.Mientras Mohamed esperaba su turno para hacer lospapeles le contaba a Pedro:

—Todos van a Ceuta a trabajar o a comprarcontrabando.

—¿Contrabando?—Sí, todo el norte de Marruecos vive de lo

que se compra en Ceuta, barato, claro, y se revendeen cualquier zoco del país.

—¿No se pagan los derechos de aduanas?—Mira, mira ese grupo de mujeres que van

cargadas. Observa al policía.—Le están dando algo y pasan sin problemas.—¡Dinero! Es el "impuesto revolucionario".

¿No has visto que he metido un billete de 10 eurosen los pasaportes? Los papeles se arreglan másrápido. Si no, tendríamos que esperar hasta doshoras. No te asombres de nada de lo que veas en elviaje. En mi país todo puede pasar y todo esposible.

Pedro se encogió de hombros y lo aceptócomo algo nuevo.

—¡Ah!, también hay corrupción entre lapolicía y la guardia civil de Ceuta, lo habrás leídoen los periódicos —concluyó Mohamed mientras lealargaban los pasaportes ya diligenciados.

—¿Estamos ya en Marruecos? —preguntóRaúl.

—No, cuando crucemos aquella barrera. Elviaje de ida lo vamos a hacer por el interior yvolveremos por la costa para que veáis las dospartes. La primera gran ciudad que nos encon-traremos será Tetuán y no pararemos a no ser que lonecesitemos.

—Esa ciudad fue española durante el Pro-tectorado de Franco —dijo Pedro.

—Casi todo el norte, el sur de los franceses.Rodearon Tetuán y tomaron la carretera hacia

Fez. Cruzaron las estribaciones de la cordillera delRif dejando a un lado Chefchauen la ciudad a laque llegaban los hippys en los años 70 procedentesde Torremolinos para experimentar nuevassensaciones. La primera parada se hizo al mediodíaen una gran explanada en la que solamente habíapequeños chi-ringuitos con corderos muertoscolgados de ganchos.

—¡Vamos a comer! Paula que no te dé asconada porque nosotros aún continuamos vivospero si tienes algún problema, lo dices.La familia española miraba y callaba.

Abderrahim les observaba con sonrisa de supe-rioridad. Los novatos eran ellos. El estaba en suterreno y se sentía importante. Comieron chuletasde cordero, ensaladas con muchas especias y té.

—¿Cómo podéis comer carne con té tan dulceo con zumo? —preguntó Pedro.

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero52

—La costumbre.—A mí me va a costar porque aquí, beber

vino o cerveza, nada de nada.—Claro, está prohibido. Pero hay bares y

hoteles que tienen permiso para despacharla.Después de la comida, las mujeres y los niños

se quedaron dormidos. La siguiente parada lahicieron en Fez, cerca del pueblo de Abderrahim. Elcalor del verano del centro de Marruecos se ibanotando y las botellas vacías de agua Sidi Ali o SidiHarazen se iban amontonando en la bandeja trasera.

—Esta ciudad es muy grande y me he fijadoque tiene murallas —preguntó Pedro.

—Dicen que es la ciudad más antigua delpaís. Los sultanes Idrisíes que fueron los primeros,descienden de aquí. Tiene más de un millón dehabitantes. La veremos despacio.

—Antes de parar, hemos dejado otra ciudad yme ha parecido ver también unas ruinas.—Sí, Meknes y las ruinas romanas de

Volúbilis, nosotros las llamamos Ualili.—También las visitaremos.Mientras tomaban un refresco a casi 40° a la

sombra de una Jacaranda, Raúl y Abderra-himmiraban cómo un grupo de niños se jugaba eldinero con unas cartas dobladas. Paula se fijaba enlas ropas de las mujeres, unas iban tapadas y otrascon vestidos europeos. Pedro estaba callado.

—¿En qué piensas Pedro? —le preguntóMohamed— Me parece que estás sufriendo la pri-mera reacción que tienen los turistas novatos.

—Bueno, no sé, me estaba fijando en lacantidad de niños mal vestidos que hay por lascalles, los pobres con harapos, los chalets tanexageradamente grandes que había antes de entraren Fez... Es muy grande el contraste.

—Un poco más exagerado que en Españapero, ¿no hay pobres y abandonados en las calles deMadrid? Es cierto que las cifras no engañan y quelos datos de paro, de pobreza y de renta per cápitaestán ahí, pero una de las cosas, te lo digosinceramente, por las que me alegro que hagáis esteviaje es para que os deis cuenta de que laemigración en muchos casos está justificada. Másadelante veremos más en el Marruecos profundo, elde los pueblos.

Pero no te quiero dar el viaje. Tú ten claro quevienes a Marruecos a conocer un país nuevo y

misterioso muy alejado de la cultura occidental, contradiciones y cultura distintas, serás un turistasiempre. Coge, imprégnate de todo lo que quieras,olvídate de las miserias y cuando vuelvas a Españano pienses que sabes mucho de este país. Teaseguro que querrás volver.

Al atardecer, el sol se estaba ocultando tras laMedina Antigua de Fez, tomaron la carretera aTaza. Llegaron a Oued Amlil donde les esperaba elabuelo de Abderrahim, Sidi Ahmed, con tres muíasy un burro. Se saludaron con efusión entre lágrimasde alegría. Quiso conocer de inmediato a su nuevanieta. La besó en la frente. Mohamed presentó a losinvitados. Paula le extendió la mano y el abuelo sedirigió hacia Pedro quien le alargó la suya. SiAhmed se la apretó con efusividad y al mismotiempo le estampó cuatro besos en las mejillas sindarle tiempo a reaccionar. Pedro miró a Mohameddesconcertado.

—¡Es la costumbre! Es señal de buen reci-bimiento.Colocaron los bultos en los animales y subieron aellos. La cara de los españoles estaba marcada porel miedo y por la intriga. Jamás habían montado enmuías.—Tranquilos, que no os pasará nada. Las bestiasestán acostumbradas —les dijo Moha-med.

Raúl y Abderrahim montaron en el burro conuna cara de alegría increíble.

—Este burro me conoce muy bien. Le hehecho tantas perrerías que somos como hermanos—le dijo Abderrahim a Raúl riéndose.

—Durante el camino, me tienes que dejarconducirlo.

—¡Vale! Es muy fácil. Coges las riendas y élte llevará sólo.

Un candil de petróleo iba alumbrando lacaravana nocturna camino de Aulad Ahmed, elpueblo de Abderrahim. Pedro se reía y Paula seremovía y cambiaba de postura cada cinco minutosporque se sentía muy incómoda. Raúl tomó lasriendas del burro sintiéndose un caballero de laEdad Media sobre su caballo. Al poco rato el burrohizo un movimiento raro y se salió del camino.

—Oye, que este bicho se está poniendo borde—le dijo Raúl a su amigo.

—Sujétalo bien y tira de la cuerda a laderecha, hasta que coja el camino otra vez. Te falta

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero53

costumbre.El burro dio un giro brusco y violento y

comenzó a correr sin parar.—¡Tira de las dos cuerdas a la vez! ¡Nos va atirar! —le gritó Abderrahim muerto de risa.—Tú le has hecho algo —miró hacia atrás y

vio que su amigo iba descalzo de un pie.—Le iba metiendo el zapato entre el rabo y el

culo para ver qué tal conducías.—Eres un... ¡Cógelo tú!Llegaron al pueblo del que solamente se veían

cuatro o cinco luminarias encendidas. Todos losdemás miembros de la familia les esperaban junto ala puerta de la casa, sentados en un poyo deladrillos y yeso. Saludos y más saludos y Mohamedles fue enseñando la casa, la primera casa de unmarroquí en la que iban a vivir durante unos días.Tenía un gran patio central al que daban bastanteshabitaciones adosadas unas a otras pero con puertasdiferentes.

—Cada habitación es como una casa —lesexplicaba Mohamed—. En una de ellas viven mispadres, en la otra mi hermana y mi cuñado con sushijos, en esa de ahí todos los solteros y la última latenemos reservada para las visitas. Será la vuestra.

Al entrar en la casa-habitación, Mohamed sequitó instintivamente los zapatos antes de pisar laestera de paja que había en el suelo.

—Es una costumbre —les dijo—. Vosotros,haced lo que queráis. Me gustaría que os sintieraiscomo en vuestra propia casa, bueno un poco másincómodos.

Paula hizo un recorrido rápido por la estancia.No había camas. Un baúl en un rincón, muchoscatres con esponjas sobre ellos que rodeaban lagran sala, mantas apiladas en otro rincón, una jarracon agua y dos vasos sobre una diminuta mesita,ese era todo el ajuar.

—Mohamed, ¿dónde se duerme? —preguntóPaula.

—En estos catres. Se llaman mtarbas. Por eldía sirven para sentarse y por la noche se conviertenen camas. Son cómodos, ya lo veréis. Lo que osresultará complicado es el tema de los servicios. Notenemos. Tenéis que salir al campo o a las cuadrasde los animales.

—Nos lo imaginábamos —dijo Pedro— No tepreocupes, ya nos arreglaremos. No hace tantos

años en España sucedía lo mismo.La familia española colocó las maletas y sacó

lo indispensable. El candil de gas iluminabaescasamente la sala dándole un aspecto de películaen blanco y negro. Sus sombras les perseguían portodos los rincones. Raúl estaba un poco asustado.Mohamed les llamó para cenar. Bajaron al patiocentral donde ya corría un poco el aire fresco de lanoche aliviando el calor de todo el día.

Toda la familia, incluidos tíos y primosestaban acomodados sobre unas mantas y unaestera de paja, los hombres junto a los platos y lasmujeres y niños pululando entre la cocina y elgrupo. Mohamed acercó a la familia española peroPaula se dio cuenta que las mujeres marroquíes noiban a comer.

—¿Las mujeres no comen con nosotros,Mohamed?

—Ya os lo expliqué en España.—Pues, estoy pensando que yo también me

espero al segundo turno —le replicó Paulareivindicando el papel de la mujer.

—Te entiendo pero sería una falta de con-sideración a mi familia. Hay un refrán en Españaque dice: "Allá donde fueres, haz lo que vieres".Tengo yo más interés que tú en cambiar muchascosas de mi país pero te aseguro que aunque ésta esimportante, las hay mucho más.

—Llevas razón, Mohamed, —le dijo Pedro—, aún no hemos aterrizado y...

—¡Vamos a cenar! —le interrumpió Moha-med.

La velada se alargó hasta que Raúl yAbderrahim se quedaron dormidos sobre las mantasagotados por el viaje. El matrimonio español salióal campo entre ladridos de perros y volvió aldormitorio.

—Aquí sobra poco de todo. ¿Te has fijadocómo van vestidos los niños pequeños? Ademásvan todos descalzos.

—Pues anda que las mujeres... Con cuatro traposvan apañadas —le contestó Paula.

—Bueno, no nos vamos a deprimir el primerdía. Ya veremos.

La primera noche en Marruecos fue movidasin que hubiese un problema serio. Los animales delas cuadras vecinas y los perros de la calle se

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero54

conjuraron a distintas horas para no dejar dormir alos españoles. La vaca a la una de la madrugada, elburro sobre las tres, los gallos a las cuatro y losperros siempre que oían cualquier ruido extrañoconformaron una orquesta nocturna que les tuvieronen vela. A Pedro le vino a la memoria las noches deverano cuando sus padres le llevaban a casa delabuelo en el pueblo. A las seis de la mañana todo elmundo estaba levantado para comenzar las tareas.Mohamed esperó hasta que aparecieron los tres conlos ojos a medio abrir y aspecto de cansados.Después de desayunar les llevó a recorrer el pueblode seis casas solamente con techos de uralita o latóny paredes de barro.

Los dos niños salieron del patio central y seencontraron en la puerta a Bocarrota y PiesTorcidos. Abderrahim les habló en árabe y los dosmiraron a Raúl con risitas. Conectaron al momentoy quedaron para el día siguiente porque ése se ibana Fez. Durante el trayecto en muía para recoger elcoche, Pedro y Paula iban observando el campo, lastierras, las siembras, los campesinos. El espectáculoresultaba desolador. Aquel año había llovido poco ylas consecuencias eran palpables en las caras de laspersonas, en su forma de vestir y especialmente ensu forma de mirar.

—Mohamed, esta gente ¿de qué va a vivir? —preguntó Pedro preocupado.

—Si les queda algo por vender de la cosechaanterior, irán tirando hacia delante pero si no tienennada que será lo más normal, de lo que les den lasfamilias, de pedir por las calles o vendiendo lo pocoque tienen. Si reúnen dinero suficiente para pagar alas mafias del norte, el miembro más joven o máscapaz de la familia se arriesgará e intentará llegar"al paraíso de Europa" esperando que la suerte cam-bie. ¡Cambia tan pocas veces! Sin ir más lejos,tenemos un caso muy reciente en mi familia, miprimo. Es el hijo de un hermano de mi padre al quelas cosas no le van nada bien. Vendió parte de lastierras para conseguir el dinero suficiente y pasar aEspaña. Ha estado dos años en Tánger esperandopoder "saltar" y al final, aquí está sin dinero yhaciendo cestas de palmito para poder malcomer.

—¿Qué hace el gobierno?—El gobierno no llega hasta estos lugares.

Creo que todo se queda en Rabat y Casablan-ca —contestó Mohamed sin querer profundizar más en el

asunto.Antes de coger el coche, se sentaron en la

terraza de un cafetín. Compraron agua y tomaron unté. Varios niños rodearon la mesa a una distanciaprudencial observando a los extranjeros.Abderrahim y Raúl se sentían muy importantesdesde la inconsciencia de su situación. Cogieron susbotellas de coca-cola y se sentaron en el bordillo dela acera. Dos niños más mayores que ellos hablaroncon Abderrahim.

—¿Quién es éste?—Un amigo español. Vivimos en el mismo

pueblo y vamos juntos al colegio. ¿Queréis? -Abderrahim les ofreció su botella.

—Dile a tu amigo que nos dé algo de dinero—le dijo uno de ellos mientras bebía.

—Él no lleva, lo tiene su padre.—¡Pues que se lo pida! —insistió de peores

maneras— Si no, os vamos a pegar.Abderrahim no esperó más palabras y se lanzó

contra él a puñetazos y patadas. Raúl no se enterabade qué iba el asunto. Rápidamente intervinieron lospadres y la reyerta no llegó a más.

A punto de levantarse de la mesa, se lesacercó una señora de mediana edad con unpasaporte marroquí en las manos. Estuvo hablandoun buen rato con Mohamed.

—¿De qué hablabais? —preguntó Pedro.—El pasaporte es de su hijo y como ha visto

que sois extranjeros, me pedía que lo llevaseis paraarreglarle los papeles y poder entrar en España. Hetratado de convencerla de que era imposible y meha llegado a ofrecer el dinero que quisiera. Diceque con los coches que traemos, allí se debe vivirmuy bien.

—¡Madre mía! Si hubieses querido...—A Ketama llegó un emigrante bien vestido

procedente de Bélgica diciendo que necesitabavarios obreros para su fábrica. Fue recogiendopasaportes y papeles y anotando sabe dios qué enuna libreta. Claro, antes exigía a cada uno de ellos10.000 dirhams, casi 1.000 euros, para latramitación de cada expediente. Una mañana el fkihdel pueblo recibió una llamada telefónicadiciéndole que debajo de una de las alfombras de lamezquita, estaban todos los pasaportes. El pájarohabía volado.

—¡Qué sinvergüenza!

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero55

—No es el primer caso del que juega con laignorancia de la gente para ofrecerles el oro deEuropa.

—Vosotros también contribuís a que la gentese ilusione. Seguro que cuando venís de vacacionesgastáis sin tino, invitáis a todo el mundo. Y lo queno saben es la cantidad de malos ratos que pasáis.

—¡Es verdad! Llegar a España es fácil rela-tivamente, lo difícil es establecerse.

Llegaron a Fez y se introdujeron en la MedinaAntigua. Paula y Pedro iban con la boca abiertaentre el laberinto de calles, callejones y rinconesque se cruzaban unos con otros, todos ellosabarrotados de gente. Las tiendas del oro, las de loshilos de múltiples colores y los bazares llenos decosas típicas de Marruecos hacían las delicias dePaula que quería pararse en todas. Abderrahim yRaúl iban más pendientes de los chicos con los quese cruzaban y que siempre dirigían sus miradashacia ellos. Salieron de la ciudad después de visitarlas medersas, las tiñerías donde tuvieron que tapar-se las bocas con los pañuelos por lo mal que olía ydonde vieron a niños de corta de edad sumergidosen las pozas de tinte y sosa hasta la cintura. A Paulase le quitaron las ganas de comprar cuandocomparaba la vida de sus hijos con la de aquellosniños. Llegaron a Meknés donde Paula y Pedroaprovecharon una cafetería para pasar a losservicios. Comieron en el camino hacia Volúbilis,Abderrahim y Raúl se durmieron quedándose en elcoche mientras los padres recorrían la ciudadromana.

Al regresar al pueblo y antes de dejar el cochey coger las muías, Mohamed se pasó por elzoco para comprar unos gallos. Se acercaronal puesto de venta y seleccionó a dos de ellos.Mientras hablaba con Pedro y Paula, elmuchacho de la tienda los mató cortándoles elcuello y dejándoles que se desangraran.—Oye, Mohamed, tú me has dicho que no

podéis comer carne que no se haya matado por unmusulmán mientras dice una oración —le comentóPedro con sonrisa irónica.

—Anda, pues claro.—¡Qué casualidad! He estado pendiente del

chico que los mataba y no ha dicho ningunaoración.

—Bueno, pues se le habrá olvidado. ¿No

metéis la pata también vosotros en vuestra religión?—No, si era porque como te pones tan

intransigente con la comida en mi casa...A la familia de españoles les estaba gustando

el viaje no sólo por lo novedoso que les resultabasino por la hospitalidad con que aquellas personasde pueblo les estaban obsequiando continuamente.Pedro sentía que el trato en España se había vueltodemasiado frío e impersonal y sin embargo, allí, enun lugar perdido del mundo, con escasascomodidades, con miseria por todas partes,limitados, el calor humano, la sencillez y lagenerosidad afloraban en cualquier momento. Asíse lo comentó a Mohamed.

—Es lo único que podemos dar —le res-pondió el marroquí—. De todas formas, estáis deviaje por unos días nada más y la hospitalidad esuno de los principios básicos de todo buenmusulmán.

Ifrán es una ciudad creada artificialmente entorno al palacio de invierno del rey. Casi todas suscasas son pequeños chalets o palacetes de la gentemás acomodada de Rabat y Casablanca dondepasan largas temporadas esquiando. Mohamed lesquiso llevar allí porque es un lugar donde el calordel verano apenas se nota y para que viesen muchomás vivamente el agravio comparativo entre ricos ypobres. La obsesión del marroquí era justificar decualquier forma la emigración.

Los dos niños se quedaron en el pueblo conBocarrota y Pies Torcidos.

—¿Qué hacemos? ¿Adonde podemos ir? —les preguntó Abderrahim.

—Podríamos ir a buscar nidos de urraca — lecontestó Bocarrota.

—¡Bien, vale! —contestaron al unísono.Bajaron hasta el río seco. Los pocos árboles

estaban pelados de hojas y entre sus ramas se veíancon claridad los nidos de las urracas. Bocarrota seencaramó al primero sin resultado porque el nidoestaba vacío. Pies Torcidos subió gateando al másalto.

—Como se le enreden los pies, se va a pegarun estacazo que ya verás —le dijo Raúl a su amigo.

—Tranqui, que ése tiene más habilidad quelos gatos.

—Eh, tiene dos huevos —dijo Pies Torcidos.—Cuidado, que no se te rompan —le ame-

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero56

nazó Abderrahim mientras subía a una acacia.Raúl miraba a los tres chicos pero no se

decidía.—¡Venga, sube! —le animó Abderrahim.El español dudaba entre la nula pericia que

tenía para subirse a un árbol y el no quedar maldelante de aquellos niños marroquíes. Finalmentese decidió. Se agarró al tronco mientras Bocarrotale sujetaba y empujaba en el culo. Cuando se vio enlas cruces del árbol, miró hacia abajo y a los demásmuchachos con una sonrisa victoriosa. ¡Era laprimera vez que se subía a un árbol! Se acercó hastaun nido.

—¡Ahí va! ¡Éste tiene dos pajaritos! —gritóloco de alegría por el descubrimiento.

—Cógelos y los metes dentro de la camisetapara que no se te caigan —le dijo Abderrahim—.¡Baja ya y con cuidado!

Miró hacia el suelo dos veces y comprobó quesubir le había resultado demasiado fácil paralo complicado que se le presentaba bajar.—No te agarres así al tronco que los vas a

aplastar —le gritó Abderrahim.Raúl lo quiso hacer con tanto cuidado que

cuando le quedaban dos metros para llegar al suelo,se le escurrió una mano y todo su cuerpo fue a darcontra el suelo. Cayó sobre el brazo izquierdo ytodo el grupo de niños oyó el chasquido.

El abuelo fue el primero en reaccionar. Sujetóel brazo con dos tablas mientras Raúl lloraba sincesar. Le bajaron al pueblo en un tractor y allítomaron un taxi que les condujo al hospital, en Fez.Llamaron a los padres a través del móvil y antes dellegar ellos al centro, ya estaban los padresesperando en la puerta.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Mohamed aAbderrahim con cara de pocos amigos.

—Nos hemos ido a buscar nidos y se ha caídodel árbol.

—No te doy un guantazo porque tenemosvisita —le contestó en árabe—. ¿No te das cuentaque hay que tratar muy bien a los invitados? ¡Eresla monda!

Paula estaba más asustada que Pedro quientranquilizó a Mohamed.

—En España también le podría haberpasado. Lo único que quiero es que leatiendan bien. ¿Tienen buenos aparatos los

hospitales de aquí? No importa pagar lo quesea.—Tú mismo lo vas a ver. El que va a un

hospital en Marruecos y tiene dinero, no tendráproblemas.

Le hicieron dos radiografías comprobandoque la rotura era limpia. Le escayolaron y a casacon algunos calmantes para el dolor.

—He visto que algunos enfermos entraban alhospital con sábanas y mantas —le comentó Pedroa Mohamed—. ¿Qué significa?

—En los hospitales públicos, bueno tambiénen los privados, el enfermo se lleva la ropa de sucasa.

—¿No tenéis Seguridad Social?—No, aún no. Las medicinas y los gastos de

hospital los paga la familia.—Y si no tienen dinero, ¿qué pasa?—Pues eso me pregunto yo muchas veces. La

respuesta te la puedes dar tú mismo.Los días de calor intenso del centro de

Marruecos iban pasando. Los invitados no teníantiempo para aburrirse porque cada día se veíansorprendidos por una visita nueva, por algunainvitación a comer en casa de algún familiar yespecialmente por largas veladas nocturnas bajo laluz de la luna y algún candil mortecino en las queiban repasando la realidad del país y comparándolacon la de España. Abderrahim iba mostrando a suamigo Raúl todos los lugares en los que habíatranscurrido su infancia: la escuela con suelos detierra de la que se escapó el primer día, el árbol enel que el niño vio a Buhali convertido en cigüeña, lacasa de la vieja Fatna, la del lagarto, la casa del fkihdel que tantos cañazos había recibido por nosaberse bien el Corán, el pozo, el monte donde losjabalís arrancaban con sus hocicos los palmitos queellos mismos se comían crudos, la mezquita a laque entró Raúl sin que nadie le viese y la casa delciego del pueblo, Si Hicham, que les contabacuentos fantásticos y de mucho miedo. ¡Ah!,también fueron de safari de escorpiones. Raúldisfrutó y aprendió de aquella aula de naturalezacomo jamás habría soñado.

Dos días antes de regresar a España, los cielosse cubrieron de nubes negras amenazandotormenta. Los truenos y los relámpagos sor-prendieron a los cuatro niños intentando capturar

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero57

un lagarto. No les daba tiempo a resguardarse en sucasa y se metieron en la que más cerca estaba, la deSi Hicham.

—Pasad, pasad, las tormentas de verano sonmuy peligrosas —les dijo el anciano que caminabacon una garrota y llevaba sobre la cabeza unataquía de lana—. No sería la primera vez que unrayo del cielo cayese sobre cualquier persona y lamatase. Mi casa es segura, hamdoli-lah. Además,ésta es de las que duran. ¿Os hago un té?

Sin esperar respuesta, el viejo colocó el cazocon agua sobre su mejmar mientras resoplaba en lasbrasas. Los cuatro niños permanecían en silencio.Raúl examinaba la casa con detalle percibiendo queallí no había nada que sobrase. Cada relámpago queentraba por el ventanuco de la casa suponía unrespingo y un ¡ay! de Raúl. Tenía un temor especiala las tormentas.

—No tengas miedo, niño —le dijo Si Hicham.—¿Qué dice? —preguntó Raúl a Abderrahim.—Anda, ¿eres español? —se dirigió el anciano

a Raúl en un casi perfecto castellano.Los tres marroquíes no daban crédito a lo que

estaban oyendo, un viejo de su pueblo hablabaespañol y nadie lo sabía.

—¿Cuándo ha aprendido usted a hablarespañol, ammol —le preguntó Abderrahim.

—Hace tantos años... Yo estuve en Españacuando la guerra.

—¿Qué guerra?—Cuando Franco.—Mi abuelo también estuvo —intervino Raú—. Me lo ha contado muchas veces. A lomejor se conocieron allí.—No sé, éramos tantos que... Recuerdo que

pasamos en barco y... ¡Esperad, que os voy a servirel té.

El té humeaba y los cuatro marroquíes dabangrandes sorbos. Raúl esperaba a que se enfriase unpoco. Bocarrota y Pies Torcidos se iban enterandode la conversación a trozos, los que les ibatraduciendo su amigo.

—Pues, una noche de invierno, estábamostodos los moros en unas trincheras al lado de unpueblo que se llamaba... ¿cómo se llamaba? ¡Ah!sí, creo que se llamaba Morota.

—¿No será Morata? —le dijo Raúl.—Eso, Morata. Estaba al lado de otro que se

llamaba Chinchón.—Claro, los dos están muy cerca del mío.—Habíamos encendido una gran hoguera para

calentarnos a pesar de que un capitán nos habíadicho que por la luz de la lumbre nos podían ver losaviones enemigos. El frío era más poderoso que elmiedo. Además estábamos ya muy acostumbrados amorir después de ver caer a tantos. Junto a míestaba recostado un muchacho mucho más jovenque yo que se pasaba los días y las nochesacordándose de su madre y rezando a Al-lah parapoder volver a verla. Era su única aspiración.

Los cuatro niños, con los vasos en las manosy los ojos abiertos como platos, no perdían ni undetalle de las palabras del viejo.

—De repente y a lo lejos —continuó SiHicham—, comenzamos a oír el zumbido de losaviones que se acercaban. Intentamos apagar conlos pies y con los mismos palos las llamas.Demasiado tarde. Las primeras bombas con sussilbidos cayeron a nuestro alrededor levantandonubes de tierra y polvo. El chico se agarró a mí sinapenas dejar moverme. ¡Tírate al suelo, cúbretebien!, le dije. El joven repetía una y otra vez: ¡Ah.Imma habiba diali, ah imma habiba diali! Me tirésobre él cubriéndole con todo mi cuerpo y...

—Os cayó la bomba y le mató —dijo Abde-rrahim asegurando la solución.

—Sí, cayó justo a nuestro lado.—Y ¿qué pasó? —preguntó Raúl.—La bomba se llevó parte de mi pierna

derecha pero el muchacho se salvó y creo que pudovolver a ver a su madre al hamdoli-lah. Estuvevarios meses en un hospital pero pude regresaraquí, a mi pueblo. Desde entonces odio las guerras.Cualquier estallido me trae malos recuerdos.Muchas veces me he preguntado por qué tuvimosque ir nosotros a una guerra que no era la nuestra yno he encontrado una buena respuesta.

Un rayo de sol penetró por el ventanuco juntoa olor a tierra húmeda.

—Bueno, ya ha pasado, ya no llueve.En cuanto volvieron a la casa, Raúl dijo a su

padre que había estado hablando con un viejo quesabía español y que había estado cerca del pueblo.

—¿Quién? —le preguntó Mohamed.—Si Hicham, el viejo que nos cuenta historias

Abderrahim “La familia de Raúl va a Marruecos” IX--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cirilo Ruíz Manzanero58

—le respondió Abderrahim.

Y llegó el día de la marcha. Todos se habíanlevantado más tristes que de ordinario. Se lesnotaba en la cara. Mientras iban cargando lasmaletas, todo el mundo se arremolinaba junto alcoche. Apareció la madre de Mohamed con unqueso fresco, dos tarros de miel, una hogaza de pany una caja de dulces.

—Son para el viaje —dijo Mohamed.—No sé —replicó Pedro casi con lágrimas en

los ojos— cómo agradeceros las atenciones y la

hospitalidad con la que nos habéis acogido. Esteviaje nos ha servido, además de para conocer algode vuestro país, para constatar que las buenaspersonas están en cualquier parte del mundo.

Raúl se abrazó con Abderrahim entrelágrimas.

—Hasta septiembre.—¿Qué llevas escrito en la escayola? —le

preguntó Paula.—Son los nombres de mis amigos montos,

Bocarrota y Pies Torcidos. La guardaré toda la vida.