a través del espejo santogar, que santo sí era una persona viva, con acta de nacimiento (y ahora...

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96 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Una amiga chilena me dijo un día: “qué horrible como dicen eso de quemado us- tedes los mexicanos”. Yo no entendía. “Sí”, me explicó, “eso de que fulano se quemó, o que no sé quién está muy quemado o que el otro se va a quemar”. Hasta ese momen- to no había reparado en el uso que damos en México a ese verbo. Las expresiones me parecían las más naturales, sin sombra al- guna de cosa desagradable o cruel. Ciertamente, nos cuesta trabajo apre- ciar lo que tenemos muy cerca, la familia- ridad no sólo engendra el desdén, sino la invisibilidad. Digo esto como preludio a contar que, por ciertas razones, me vi en la necesidad de explicarle a un inglés quién es el famoso enmascarado conocido como Santo. Me apresuro a aclarar que yo tam- bién decía El Santo, pero me fijé que Emi- lio García Riera dice en su deliciosa Histo- ria documental del cine mexicano (¿por qué no hay una historia así de la literatura me- xicana, una historia en la que esté todo, lo bueno, lo cursi o mediocre y lo malo?) Santo, sin artículo y me pareció regocijan- te llamarlo así: Santo esto, Santo lo otro, Santo dice que no sabe leer ni escribir, San- to asfixió por error a un notario apretán- dolo con sus manotas, “quiero sopa de poro y papa”, dijo Santo, etcétera. Ahora voy a copiar lo que escribí expli- cando quién era Santo. Quiero advertirles antes que no encontré el menor misterio en mi idenficación del héroe conocido como El enmascarado de plata, por tanto, lo escri- to carece casi completamente de interés. Su único mérito es ver a Santo como un per- sonaje equivalente a los de las viejas, anti- quísimas, la verdad, películas de episodios o serials, de gratísimo recuerdo. Un problema, que excede la considera- ción de Santo, es si puede haber gran cine ingenuo, no un Ed Wood, sino un adua- nero Rousseau del cine, es decir, un maes- tro del candor cinematográfico cuyas pelí- culas viéramos con gran admiración. Santo principió como luchador en el ring. Cuando en los años cincuenta la tele- visión divulgó las luchas, Santo cobró enor- me fama y se hicieron con él revistas, foto- novelas que tiraban miles de ejemplares, y también películas, muchas películas (sólo entre 1961 y 1963 se rodaron ocho). Así pues, Santo no fue una invención del cine y fue, mucho más que una mera estrella de la pantalla, un fenómeno social y una redi- tuable empresa. Entenderlo es entrar un po- co en la mentalidad popular que lo hizo su ídolo en aquellos años. La dificultad pue- de formularse así: nosotros vemos una per- sona que anda en la calle vestido con traje de baño, mallas, máscara y capa, todo blan- co, pero ¿qué veía el público que se emo- cionaba con eso? Es decir, lo que nosotros vemos como una extravagante variante de teatro del absurdo (Martin Esslin, en su tra- tado sobre este movimiento, identifica el to- reo como teatro del absurdo) fue en reali- dad hecho con entera seriedad y emocionó hasta el delirio a millones de espectadores. La extrema ingenuidad y la infantilidad ar- tística son un misterio. Pero las películas de Santo no son un fenómeno solitario, su an- tecedente, o mejor, sus hermanas gemelas, son las viejas series de episodios, los serials, que acompañaban en las funciones a los largometrajes. Estas películas de episodios tuvieron una larga perduración: principia- ron en el cine silencioso y terminaron a mediados de los cincuenta. Recuérdense dos cosas: primero, que muchos de sus hé- roes usaron traje de baño y mallas, entre otros Superman, Batman, Capitán Amé- rica y Capitán Marvel. Una diferencia en- tre estos héroes y Santo es, en primer lu- gar, que Santo sí era una persona viva, con acta de nacimiento (y ahora también de defunción). Otra distinción viene de la estrecha conexión entre todos estos in- cansables, a los que podemos añadir Dick Tracey, Tarzán, Fantasma y Flash Gordon, en los cómics. La más corta definición de los filmes de episodios, y de las películas de Santo, es justamente que son cómics hechos cine. Cuando lo hecho con inocencia, como las viejas series, se repite con deliberación, como las enormes producciones con Bat- man, el resultado inevitable es una paro- dia. Estas parodias, en mi opinión, tienen siempre menos interés y menos misterio que el infantil original parodiado. A través del espejo Santo Hugo Hiriart

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Page 1: A través del espejo Santogar, que Santo sí era una persona viva, con acta de nacimiento (y ahora también de defunción). Otra distinción viene de la es trecha conexión entre todos

96 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Una amiga chilena me dijo un día: “quého rrible como dicen eso de quemado us -tedes los mexicanos”. Yo no entendía. “Sí”,me explicó, “eso de que fulano se quemó,o que no sé quién está muy quemado o queel otro se va a quemar”. Hasta ese momen-to no había reparado en el uso que damosen México a ese verbo. Las expresiones meparecían las más naturales, sin sombra al -guna de cosa desagradable o cruel.

Ciertamente, nos cuesta trabajo apre-ciar lo que tenemos muy cerca, la familia-ridad no sólo engendra el desdén, sino lainvisibilidad. Digo esto como preludio acon tar que, por ciertas razones, me vi en lanecesidad de explicarle a un inglés quiénes el famoso enmascarado conocido comoSanto. Me apresuro a aclarar que yo tam-bién decía El Santo, pero me fijé que Emi-lio García Riera dice en su deliciosa Histo-ria documental del cine mexicano (¿por quéno hay una historia así de la literatura me -xicana, una historia en la que esté todo,lo bueno, lo cursi o mediocre y lo malo?)Santo, sin artículo y me pareció regocijan-te llamarlo así: Santo esto, Santo lo otro,Santo dice que no sabe leer ni escribir, San -to asfixió por error a un notario apretán-dolo con sus manotas, “quiero sopa de poroy papa”, dijo Santo, etcétera.

Ahora voy a copiar lo que escribí expli-cando quién era Santo. Quiero advertirlesantes que no encontré el menor misterio enmi idenficación del héroe conocido comoEl enmascarado de plata, por tanto, lo es cri -to carece casi completamente de interés. Suúnico mérito es ver a Santo como un per-sonaje equivalente a los de las viejas, anti-quísimas, la verdad, películas de episodioso serials, de gratísimo recuerdo.

Un problema, que excede la considera-ción de Santo, es si puede haber gran cine

ingenuo, no un Ed Wood, sino un adua-nero Rousseau del cine, es decir, un maes-tro del candor cinematográfico cuyas pelí-culas viéramos con gran admiración.

Santo principió como luchador en elring. Cuando en los años cincuenta la tele-visión divulgó las luchas, Santo cobró enor -me fama y se hicieron con él revistas, foto-novelas que tiraban miles de ejemplares, ytambién películas, muchas películas (sóloentre 1961 y 1963 se rodaron ocho). Asípues, Santo no fue una invención del ciney fue, mucho más que una mera estrella dela pantalla, un fenómeno social y una redi-tuable empresa. Entenderlo es entrar un po -co en la mentalidad popular que lo hizo suídolo en aquellos años. La dificultad pue -de formularse así: nosotros vemos una per -sona que anda en la calle vestido con trajede baño, mallas, máscara y capa, todo blan -co, pero ¿qué veía el público que se emo-cionaba con eso? Es decir, lo que nosotrosvemos como una extravagante variante deteatro del absurdo (Martin Esslin, en su tra -tado sobre este movimiento, identifica el to -reo como teatro del absurdo) fue en rea li -dad hecho con entera seriedad y emocionóhasta el delirio a millones de espectadores.La extrema ingenuidad y la infantilidad ar -tís tica son un misterio. Pero las películas de

Santo no son un fenómeno solitario, su an -tecedente, o mejor, sus hermanas gemelas,son las viejas series de episodios, los serials,que acompañaban en las funciones a loslargometrajes. Estas películas de episodiostuvieron una larga perduración: principia -ron en el cine silencioso y terminaron ame diados de los cincuenta. Recuérdensedos cosas: primero, que muchos de sus hé -roes usaron traje de baño y mallas, entreotros Superman, Batman, Capitán Amé-rica y Ca pitán Marvel. Una diferencia en -tre estos hé roes y Santo es, en primer lu -gar, que Santo sí era una persona viva, conacta de nacimiento (y ahora también dedefunción). Otra distinción viene de laes trecha conexión entre todos estos in -can sa bles, a los que podemos añadir DickTracey, Tarzán, Fantasma y Flash Gordon,en los cómics. La más corta definición delos filmes de episodios, y de las películasde Santo, es justamente que son cómicshe chos cine.

Cuando lo hecho con inocencia, comolas viejas series, se repite con deliberación,como las enormes producciones con Bat-man, el resultado inevitable es una paro-dia. Estas parodias, en mi opinión, tienensiempre menos interés y menos misterioque el infantil original parodiado.

A través del espejoSantoHugo Hiriart