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1 Resistence is not futile A propósito de la técnica y el tercer entorno Carlos Enrique Pérez Orozco En este texto pretendo hacer una reflexión a partir de “la pregunta por la técnica” de Martin Heidegger y la idea de “tercer entorno” de J. Echeverría. Quiero hacer frente a la visión apocalíptica de que estamos en un proceso de “deshumanización” a causa de un nuevo entorno social en el que la economía neoliberal ha dominado la globalización; me opondré a la visión fatalista de que las ideologías que sustentan esa deshumanización, y que se fundan en una concepción del hombre como medio, y no como fin, rigen hegemónicamente, sin permitir alternativas. Iré en contra de una visión apocalíptica que, además, interpreta como determinantes de aquella deshumanización los nuevos modos de establecer las relaciones sociales que permiten las redes de telecomunicaciones (la telépolis), como si este nuevo “entorno tecnológico”, este “medio” en el que somos cyborgs cyber- conectados, fuese un ambiente del que no podemos escapar, que nos hace elementos prescindibles de una vasta red despersonalizadora y, por tanto, deshumanizante. Quiero destacar, en cambio, la esperanza de “salvación” que Heidegger encuentra en la esencia de la técnica, por la cual la coproducción que ella dispone del ser del hombre entraña una capacidad humanizadora que no puede ser suprimida por el dominio de lo técnico en estos nuevos medios. *** Vivimos en un nuevo entorno de relaciones sociales, un nuevo ecosistema social en el que la información, el conocimiento y las conexiones a distancia parecen ser más fuertes y determinantes que las relaciones corporales (lo que llamaría Echeverría “el primer entorno”) y que transforman el valor que le damos a la proximidad y a las instituciones que nos construyen como sociedades, como hombres con cultura (el “segundo entorno”). La afectividad pareciera ceder terreno ante la capacidad de afección a distancia, ante la capacidad de disposición masiva. Echeverría llama a este nuevo ecosistema “el tercer entorno”. Es cierto que este nuevo medio no habría sido posible sin el desarrollo de la tecnociencia moderna, pero suponer que sólo es expresión de este fenómeno histórico es quizás un malentendido, una mirada a lo superficial, al ente contingente, no al ser de la técnica. De allí que pensar el significado que para la humanidad tiene este fenómeno tampoco pueda hacerse desde la contingencia histórica de la tecnociencia moderna, ni del modo de producción

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Resistence is not futile A propósito de la técnica y el tercer entorno

Carlos Enrique Pérez Orozco

En este texto pretendo hacer una reflexión a partir de “la pregunta por la técnica” de Martin Heidegger y la idea de “tercer entorno” de J. Echeverría. Quiero hacer frente a la visión apocalíptica de que estamos en un proceso de “deshumanización” a causa de un nuevo entorno social en el que la economía neoliberal ha dominado la globalización; me opondré a la visión fatalista de que las ideologías que sustentan esa deshumanización, y que se fundan en una concepción del hombre como medio, y no como fin, rigen hegemónicamente, sin permitir alternativas. Iré en contra de una visión apocalíptica que, además, interpreta como determinantes de aquella deshumanización los nuevos modos de establecer las relaciones sociales que permiten las redes de telecomunicaciones (la telépolis), como si este nuevo “entorno tecnológico”, este “medio” en el que somos cyborgs cyber-conectados, fuese un ambiente del que no podemos escapar, que nos hace elementos prescindibles de una vasta red despersonalizadora y, por tanto, deshumanizante. Quiero destacar, en cambio, la esperanza de “salvación” que Heidegger encuentra en la esencia de la técnica, por la cual la coproducción que ella dispone del ser del hombre entraña una capacidad humanizadora que no puede ser suprimida por el dominio de lo técnico en estos nuevos medios. *** Vivimos en un nuevo entorno de relaciones sociales, un nuevo ecosistema social en el que la información, el conocimiento y las conexiones a distancia parecen ser más fuertes y determinantes que las relaciones corporales (lo que llamaría Echeverría “el primer entorno”) y que transforman el valor que le damos a la proximidad y a las instituciones que nos construyen como sociedades, como hombres con cultura (el “segundo entorno”). La afectividad pareciera ceder terreno ante la capacidad de afección a distancia, ante la capacidad de disposición masiva. Echeverría llama a este nuevo ecosistema “el tercer entorno”. Es cierto que este nuevo medio no habría sido posible sin el desarrollo de la tecnociencia moderna, pero suponer que sólo es expresión de este fenómeno histórico es quizás un malentendido, una mirada a lo superficial, al ente contingente, no al ser de la técnica. De allí que pensar el significado que para la humanidad tiene este fenómeno tampoco pueda hacerse desde la contingencia histórica de la tecnociencia moderna, ni del modo de producción

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del capitalismo industrial globalizante que la ha hegemonizado. La técnica no es la tecnología y ésta no agota a aquella, más bien, la tecnología habría sido algo dis-puesto por la técnica. El peligro está, precisamente, en creer que los dispositivos tecnológicos que usamos para construir sociedad hayan clausurado o reemplazado al ser humanizador de la técnica. La tecnología de la escritura nos habría permitido comunicarnos, ser “afectados” y construir afectividades a distancia; que Sócrates pueda hoy cuestionar nuestras certezas, Jesús de Nazareth nuestra capacidad de amar, o los poetas de todas las épocas cambiar nuestra percepción del mundo, es ya un fenómeno de tele-construcción del ser del hombre, mediado por la técnica. No le debemos a la internet o a la televisión semejante experiencia. Que esta tele-co-determinación sea efecto de la técnica hecha artificio técnico (tecnológico) suele llevar a una confusión entre el ente y el ser de la técnica. Creo hacer la distinción es el aprendizaje que podemos hacer del ejercicio filosófico de Heidegger en “la pregunta por la técnica”. La humanidad (el “hombre”), no es posible sino en sociedad; los dispositivos tecnológicos que en ella se desarrollan siempre han estado presentes, como parte de la capacidad de reproducción de lo humano-social. Considerar que en la historia humana es una total novedad e el entorno de las telecomunicaciones interactivas, sería olvidar que lo esencial de lo humano, que allí se manifiesta, se ha expresado antes en otras formas dispuestas por la técnica. Que ahora muchas de las relaciones que nos hacen ser lo que somos se vivan bajo el signo de la distancia y la virtualidad, no es tan propio de la era posindustrial. Hay tele-comunicación, o tele-dinero o amigos virtuales, pero ello no es más que el desarrollo de algo que es esencial en el ser de la humanidad. Es más, la palabra misma, el dispositivo orgánico que los seres humanos tenemos para desarrollar o aprender una lengua, evolucionó en nuestra especie de la mano de los procesos de interacción social de nuestros ancestros homínidos. Somos una especie animal dependiente de la red socio-afectiva que nos produce y, a su vez, somos productores de ese entorno. La autopioesis de los sistemas humanos es un continuum de elementos biológicos, psicológicos y sociales. Si algo hemos aprendido de la paleoantropología es, precisamente, que lo que somos biológicamente se co-produjo con lo que somos socialmente, y que la dependencia de la herramienta, de la tecnología y de las instituciones sociales, es constitutiva de nuestro ser biológico. Luhmann nos ha ayudado a entender mejor el caso de la autopoiesis en las instituciones sociales (segundo entorno); no veo por qué no debería entenderse del mismo modo el fenómeno de la co-producción de hombre y técnica en lo que se está llamando “tercer entorno”, la “telépolis” en que habitamos y nos construimos. El ser de la técnica no puede ser leído desde fuera de la co-producción (composición en términos de Heidegger) del ser del hombre.

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Con Heidegger, compartiendo su lucha contra la confusión entre el ente y el ser, quiero ir hacia el ser de la técnica. En el lenguaje ordinario ella aparece como medio para un fin; este es el punto de partida, pero hay que ir más allá. Su esencia tendría que ver con la acción causal, es decir, con la mediación para la aparición de algo como un efecto. La técnica, ciertamente, obtiene efectos, se responsabiliza de ellos, en co-rresponsabilidad con las dimensiones materiales, de la voluntad de un ejecutor y la finalidad de lo que como efecto se produce. Para la técnica, es de su esencia el traer a la presencia, el des-ocultar y el pro-vocar. Su causar como de-velar, tiene que ver con traer a la presencia lo que permanecía oculto, lo que no aparecía como realidad posible y que se presenta ahora como efecto y afectante. En tanto causar pro-vocador, es un llamar que presenta la verdad, lo que podría llamarse la poiesis de la aletheia; pero aquello verdadero, de-velado e in-vocado como verdad no agota en él, pues la disposición que de ella hace la técnica no la suplanta. Así, la in-vocación de la verdad no puede im-poner la verdad con-vocada; que nos permitiría relacionarnos con lo de-velado en actitud de apertura hospitalaria, en tanto, en cierto sentido, lo de-velado ha sido liberado, y si liberado, libre para su propia libertad. Lo contrario, es decir, que la verdad sea impuesta a causa de su ser producida, sería confundir al ente con su ser; sería un ejercicio de poder que corrompe el ser de la técnica como poética de la verdad. La técnica, en tanto dis-pone provocadoramente, produce efectos, y parte de aquello que transforma con su producir son las relaciones mismas del hombre con lo producido y con sus causalidades. En la medida en que el develar el mundo lo hace “disponible” también lo hace “calculable”, es decir, permite la medición y la experimentación, la manipulación para el hacer cosas y construir conocimiento con lo dispuesto. En este sentido afirma Heidegger que, el ser de la técnica es anterior a la ciencia y a la tecnociencia modernas; la técnica es necesaria para ellas, pues está emparentada con el pensar, y es constitutiva del ser humano. En otras palabras, la tecnociencia moderna no sería posible sin el ser de la técnica. No se trata de un problema de cronología o de antecedente histórico, sino de que la condición de posibilidad de la ciencia implica el ser de la técnica. EL PELIGRO DE UN ENTORNO TECNOLÓGICO A pesar de descubrir la esencia de la técnica como humanizadora, el dis-poner manipulable y calculable que ella realiza entraña algo perverso: al hacer del mundo un recurso, una relación de dominio - poder sobre lo dispuesto se hace posible; incluso al punto de abrir la posibilidad de destruir lo dis-puesto, en tanto que ha sido traído a la presencia como pertenencia,

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como propiedad, y a quien lo hace emerger como propietario, como “señor”; el problema es que la destrucción de lo dispuesto destruye también a quien dispuso: el hombre. Este temor es evidenciable en Heidegger, cuando pensaba el poder destructivo de tecnologías como la de la energía nuclear, un temor que ahora se hace pánico colectivo (globalizado) tras accidentes como el de Chernobyl o el de Fukushima. Así, la posibilidad de apropiarse de lo dis-puesto es des-humanizante, incluso en el sentido de hacer posible la extinción de la misma especie humana. El siglo XX, sus guerras, y la tecnificación de la capacidad de matar, son una muestra de que tal temor al peligro de la deshumanización por la tecnología es fundado. La máquina, el aparato, habría adquirido la capacidad corruptora del hombre que la creó en tanto habría sido hecha para apropiarse-de, para destruir-a. Como se dice en el corto animado de Animatrix “The Second Renaissance”:

"In the beginning, there was man. And for a time, it was good. But humanity's so-called civil societies soon fell victim to vanity and corruption. Then man made the machine in his own likeness. Thus did man become the architect of his own demise."

Los anhelos y los temores, los sueños y las pesadillas, muchas veces se simbolizan en forma de relato. El golem de la tradición judía es un arquetipo que, al tiempo que muestra la capacidad humana de emular a YWHW en el crear vida, señala el peligro que significa intentar hacerse su dueño. El Frankenstein de Shelley, montado sobre el anterior arquetipo, muestra cómo la tecnología puesta al servicio de semejante empresa, la de crear vida para hacerse su dueño, lleva a la autodestrucción del creador y de su creación. Hoy hay nuevos relatos en los que nuestras culturas procesan, simbolizan, exorcizan y mantienen la advertencia acerca de la fundada precaución que debe tenerse frente a este uso perverso de la técnica. La ciencia ficción está llena de ejemplos. Quiero traer a cuento solamente el caso de los Borg, que aparecieron en la serie de televisión Star Trek. Se trata de una sociedad cuyo origen está en unas máquinas que se autorepararon tras el colapso de sus creadores, y que, en su afán de restaurarse y mejorarse a sí mismas hasta la perfección, capturaban y asimilaban a toda forma de vida, biológica o tecnológica. Con los prisioneros, hacían colonias simbióticas cuya conciencia colectiva hacía del pensamiento de uno, el pensamiento de todos. En términos de Spock, la perfección del sentido de tal conciencia colectiva, de la conexión entre todos los miembros de una “sociedad” como estas, es efecto de su estricto cumplimiento de principios lógicos: “logic clearly dictates that the needs of the many outweigh the needs of the few”, decía. Así, la conciencia individual, la capacidad de elección, la identidad como singularidad, ceden ante el ser parte del todo. Los Borg, mitad máquinas, mitad seres orgánicos, se convierten en una fuerza militar invencible, de una efectividad absoluta en su misión de asimilar a cualquier sociedad a su evangelio de perfección lógica y tecno-lógica. Al acercarse a una nave, les hacían conocer su demanda:

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“We are Democracy. Lower your shields and surrender your ships (world). We will add your biological and technological distinctiveness to our own. Your culture will be adapted to service us. Resistance is futile. comply or we will smartbomb you out of existence.” (Requerimiento de Borg en la serie Star Trek)

Las semejanzas de esta forma de conminar con la del requerimiento que leían los españoles en el siglo XVI a los pueblos indígenas de América antes de proceder a su conquista. Si no se someten a la corona, si no se asimilan a la modernidad, si no se pliegan a la inevitable fuerza de la perfección tecnológica, sólo resta la muerte. La disolución de la vida es lo que se presenta como alternativa a no aceptar la asimilación. Pero ser asimilado es perder la vida. Es la estructura de una tragedia. En otros textos de ciencia ficción, la fusión hombre-máquina aparece más esperanzadora, aunque no exenta de riesgos y peligros. En películas como Star Wars o I-robot, por ejemplo, aparece el desarrollo tecnológico de prótesis perfectas que le permiten a hombres mutilados seguir siendo hombres aun cuando en simbiosis con la máquina. En otros textos, como the second renascence (Animatrix), Blade runner o I.A., la máquina, el androide, puede reemplazar el cuerpo humano en contextos de trabajo riesgoso, de modo que, si “perece” en tal situación, lo que desaparece es una máquina y no un hombre. Pero en estos últimos textos, aparece también con claridad que la destrucción de la maquina, del androide, implica el inicio de un Armagedón, o la degradación del hombre que destruye inmisericorde aún las creaciones que le permitieron vivir y con las que se mantuvo su capacidad de dar afecto. El símbolo narrado en el caso de los Borg aparece más claramente riesgoso. Es en una sociedad como la norteamericana en la que este relato de advertencia contra el peligro de la tecnología se enuncia, precisamente porque simboliza un miedo profundo a ser des-humanizado por la asimilación al sistema. En la cultura norteamericana se exalta la individualidad; el “sueño americano” asigna valor al orden social, al sistema del Estado nacional, en tanto permite que el trabajo personal, de sí para sí, se desarrolle y tenga éxito. La ideología liberal, centrada en el individuo, sólo da valor y legitimidad a un sistema social que permita el ejercicio de las libertades individuales. En este contexto ideológico, la imagen de la sociedad Borg expresa el temor a un peligro. Vivir en colonias, en las que no hay nombres propios, en la que los “individuos” pierden singularidad, en la que se es solamente un número en una serie (tres de cinco), se es prescindibles y reemplazable, sería la negación del proyecto liberal. Pero estar en el sistema hipertecnológico de la tecnópolis entraña ese riesgo. El miedo a perder la forma de vida que valoran ya no toma forma en la satanización del comunismo, o del fascismo (1984 quizás sea una novela de ciencia ficción en la que se simbolizaban los temores a aquellas formas de organización social), sino que se simboliza en el miedo a ser un cy-borg numerado.

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¿No hemos sentido alguna vez cierta frustración al ver que no podemos realizar una diligencia ante una entidad de servicio público, o un trámite bancario a causa de que “está caído el sistema”? Es decir, cuando nos damos cuenta de que dependemos de la tecnópolis para vivir las interacciones personales, hay cierta sospecha de que algo anda mal y nos sentimos frustrados, atemorizados, deshumanizados sin salida. El dominio del entorno tecnológico, de la red, se presenta como el triunfo de la eficiencia que facilita la vida; tal imperio sería humanizante, pues se presenta como algo que posibilita estar en casa, dedicar tiempo a la familia, etc. El flujo de capital y de servicios por estas vías informáticas, sin embargo, muchas veces no cuenta con un soporte alterno en el que se pueda realizar el devenir social; lo terrible es que lo alterno al sistema informático sería un sistema humano. El hombre estaría al servicio del engranaje del sistema; ser soporte de la máquina es, ciertamente, indignante. Pero, a veces, ni ese estatus es posible. Y la frase del requerimiento Borg “resistece is futile” resuena como el temor a ser construidos por la tecnología, a ser dispuestos por ella. Suena a una caída sin freno hacia la deshumanización por la vía de habitar la tecnópolis. ¿No suena terrible que no podamos humanizarnos unos a otros si no está funcionando el dispositivo de interconexión informática, si no estamos conectados a la red? Si no se tiene teléfono celular, una cuenta de correo electrónico, un sitio en Facebook, una tarjeta de crédito y una suscripción a internet en casa, “no existimos”. “Resistance is futile. comply or we will smartbomb you out of existence.” LA ESPERANZA COMO SALVACIÓN DEL PELIGRO Sin embargo, Heidegger encuentra que, en el mismo espacio en que la técnica entraña un peligro, también permite la salvación. Lo que hace el des-ocultar, como esencia de la técnica, es que se dispone al hombre como creador de verdad, como agente del develar; y si esa es su esencia, dis-puesta por la técnica, un entorno tecnológico habría de propiciar su desarrollo humanizante. Este sentido “positivo” del co-producir de la técnica es el que se torna esperanzador en medio de los relatos apocalípticos que proclaman habernos vuelto simples apéndices del sistema tecnológico. En otras palabras, si la técnica produce al hombre como develador, al tiempo que él la produce como la que le permite dis-poner del mundo y la verdad, el entorno interconectado de la tecnópolis sería un medio en el que no puede sino vivirse tal humanización. Que vivamos en un tiempo dominado por los entornos de socialización tecnológicos, entraña en sí que tales entornos propicien el proceso humanizador de la técnica. Se nos impele a disponer la verdad y nos hace disponedores de ella. El destino humano del develar es más claramente urgido en tales contextos. La “sobrenaturaleza” de Ortega y

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Gasset, exacerbada por la tecnociencia moderna, acelera este proceso - destino de humanización. Lo “salvador” de la técnica es que trae a la luz, por su esencia, la esencia del ser humano, resistiéndose siempre a la imposición del logos o de la instrumentalización del hombre y del mundo. Pero ello es posible si salimos de la unidireccionalidad de lo develable por el imperio de la razón. O potenciamos formas de pensar otras, o sólo la razón instrumental, la comunicación estratégica orientada a fines, será la voz que nos construya. De allí que las dimensiones lúdicas, inter-activas y creativas, de las que está plagada la internet, sean salvíficas en el seno del mundo de lo tecnológico. Entre esas formas de pensar otras, no racionales, ese paso atrás, o por fuera del pensar racional y estratégico, está la actitud del “Contemplar” (la serenidad de la que hablaba el último Heidegger) que no impone saber ni creencia sobre el mundo, la acogida y la hospitalidad al rostro del otro que se nos impone, que se re-vela imperativo ético frente al cual no podemos ejercer un poder de dominación (Levinas). En la Ciencia ficción, así como se simboliza el temor al peligro de ser deshumanizado por un entorno tecnológico, hay muchos relatos que expresan la esperanza de humanizarse en le mismo. Relatos que hablan de la individuación, la subjetivación, la capacidad de establecer de dis-poner y de oponer resistencia al ser establecido pasivamente. En la mitología de Star Trek, por ejemplo, Spok y Data protagonizan repetidamente episodios en los que buscan humanizarse por la vía de sentir “emociones”, y de no regir sus decisiones sólo por el frío cálculo lógico y estratégico; en algún episodio, Huge, un borg, se niega a asistir la misión de Locutus of borg en el proceso de asimilar una nave espacial; argumenta que en ella hay alguien con quien ha establecido una relación de amistad, y que él no quiere ser asimilado por los Borg. El rostro del otro, de-velado como amigo, por tal tipo de relación le impide imponerle algo aunque sea preferible desde la lógica. Ser amigo del otro hace imposible la imposición, la construcción estratégica de ese otro desde la colectividad de intereses a la que el Borg pertenece; ha sido la contemplación de su ser, que se de-vela como un todo-otro inasimilable a un nos-otros, la que pone en jaque la identidad del Borg. La amistad le exige vivir la apertura a la gracia de la alteridad del otro que se dona, que se de-vela. La amistad lo ha humanizado, lo ha convertido de Borg a hombre; ya no es Huge of Borg sino, simplemente, Huge. Ahora es capaz de relacionarse desde fuera del pensamiento estratégico y utilitarista y enuncia que “the resistence is not futile”. Esa misma apertura, el amor, está en el hombre bicentenario, una máquina que se humaniza para amar, o en el sacrificio final de Neo en Matrix revolution, para quien ser asimilado por el sistema, garantiza el fin de la guerra ente hombres y máquinas, obtiene la vida de la mayoría.

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En la internet, desde sus inicios, hay una gran cantidad de fenómenos que muestran la ruptura, la resistencia salvífica y esperanzadora contra lo tecnológico deshumanizante e instrumentalizador. La construcción cooperativa de sistemas operativos abiertos como linux, que se levanta contra el monopolio de Microsoft; los sistemas peer to peer (como Napster, limewire, etc.) que se usan para compartir archivos, en los que el más importante tráfico es de música y video (¡arte!), se oponen a la tiranía del sistema de la industria cultural, dominada por la lógica de la industria capitalista, que se reconoce en jaque; el directorio de revistas académicas de libre acceso (DOAJ), que se opone a la lógica de grandes editoriales que administran bases de datos, cobrado el acceso a la información científica y académica. Están los repositorios de clásicos de la literatura y el pensamiento como el Proyecto Gutemberg, en el que miles de títulos, patrimonio de la humanidad, son asequibles al internauta, democratizando el acceso a los mismos. Los sistemas llamados de WEB 2.0, como wikis, blogs y foros, que permiten hacer de sus usuarios no ya escritores en el espacio público, sino co-escritores. Así pues, hay mucho de esperanza en un entorno que parece deshumanizar. Hay mucho en ese entorno que nos permite, por el contrario, crecer en la dirección del ser humanos y de hacernos humanos, unos a otros, simbiotizados con la máquina… no importa. GALERÍA DE IMÁGENES

Dart Vader, en Star Wars, mitad hombre, mitad máquina. La prótesis le permite vivir, ser humano.

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los replicantes de Blade Runner, androides destinados a trabajar por el hombre, a complacerlo

El androide B1-66ER, del corto animado de Animetrix “The Second Renaissance”, quien asesinó a su propietario pues temía ser destruido por él. el desmantelamiento de este androide, como sentencia del juicio por homicidio que se siguió, desata la guerra entre máquinas y hombres que lleva a la destrucción de la humanidad.

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En 2001, de Kubrick, la computadora Hal 9000 “enloquece”, y se convierte en juez y asesina de la tripulación de la nave espacial, pues fue obligada a mentir y a ocultar la verdad, a semejanza de sus creadores humanos.

El capitán Pickard, retenido por los Borg, se fusiona ala máquina y se convierte en Locutus of Borg, agente para lograr la asimilación de la humanidad a los Borg.

Nave espacial de los Borg, en forma de cubo. Esta figura geométria expresa la idea de perfección de cultura contra naturaleza, de cálculo contra el azar contingente. El triunfo de la razón.

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En el arte, esta forma ha simbolizado lo elemental (Malevich) la simplicidad en la que la estética de la forma es la función de la misma Bauhaus) pero también la muerte (Smith), en la que no orgánico no es posible.

Cuadro blanco sobre fondo blanco (Malevich)

Die de Tony Smith Escuela de la Bauhaus