a los ojos de un dios borracho

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    A L O S O J O S D E U N D I O S B O R R A C H O . 1

    P A R T E .

    Autora: Elxena

    Autora: Elxena

    "BUSCA".

    LA LUZ.

    Una leve brisa barri suavemente el piso de hojas secas que alfombraba el umbrobosque.

    La guerrera presinti la llegada de un nuevo invierno, agazapado tras la leve brisa, perono sinti emocin alguna en ello. Le daba igual la llegada de ese invierno, de lasiguiente primavera, del esto, o del prximo otoo que vendra a sustituir al que ahoramora. Le daban igual las estaciones, el viento, el agua, la tierra, los dioses, losmortales. Su propia vida careca de importancia.

    Un rictus amargo torci su gesto y sus ojos se entrecerraron, no queriendo recordar, no

    queriendo permitrselo, no desendolo.

    Temindolo.

    Temi abrir las puertas al dolor, el nico sentimiento que todava le acompaaba,cuando ya sus otras emociones haban cesado bruscamente un da de un invierno comoel que ahora se anunciaba, este invierno que antao deseara, no ms, ni menos, quepor la excusa de buscar calor en cuerpo amigo.

    "Amiga".

    La palabra la golpe con brusquedad, sbito dolor, y sacudi su cabeza para apartarlade s, de lo que implicaba, de lo que esconda, de la puerta que abrira tras ella. De susignificado.

    Lanz una patada al aire, y un remolino de hojas secas danz sobre sus desgastadasbotas de cuero. Inici un gesto fiero e iracundo, y de buen grado se hubiera dejadollevar y podra as haber destrozado ese rbol, ese bosque, este mundo, esta vida.

    Que ya no le importaban.

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    Ya no gozaba con la promesa de un nuevo da, porque ya no tena junto a quincumplirla; ya no disfrutaba con los simples actos, los simples gestos, porque ya no tenasobre quin prodigarlos o de quin recibirlos. Hubiera deseado ahora no haber sidotan... distante. Hubiera deseado ahora el trazo de sus dedos sobre su mejilla, la manoen su brazo, la cercana fsica que siempre le haba rehuido.

    "Amiga".

    Agit la cabeza de nuevo. Esa palabra. Esa sensacin. Le dola. Era una palabra afilada,intocable, una herida abierta, una llaga, un oscuro pozo sin fondo al cual asomarse conel terror aleteando en lo ms profunda del alma. Esa hermosa palabra que antao lohaba sido, que tan llena de significados haba estado, que tanto y tantas cosas habansugerido, que tanto le haba dado, que haba tocado su corazn.

    Haca tanto tiempo. Un ao. Toda una vida.

    Suspir con desasosiego. Notaba cmo el aplastante manto de la tristeza empezaba aposarse sobre ella. Una tristeza densa, profunda, insondable, un fiero dolor quelaceraba su alma y que se alimentaba, voraz, de aquellos recuerdos que no se permitatener. Al menos no de forma consciente.

    Porque saba que haba soado con ella. Muchas veces, desde entonces.

    Alz bruscamente la cabeza, echndola hacia atrs, dejando escapar un suave gemidosurgido desde lo ms profundo de su ser. Cerr los ojos con fuerza, consciente delhecho de que de nuevo haba permitido abrir las puertas al torrente de dolor queanidaba de forma permanente en su interior, dolorosa intangibilidad que haba pasadoa formar parte de su ser desde el da que ella muri.

    Ya est. Estaba alcanzando su punto lgido. El dolor iba en aumento, se converta poco

    a poco en algo fsico, le aplastaba el pecho, asfixiaba su garganta, como si un fierodiosecillo la atenazara con su garra inmortal. No dispona de la menor barrera dedefensa para combatir ese dolor y no la deseaba. Era lo que se mereca. Por seguir viva,por respirar de forma regular, por poder caminar, ver, oler, tocar... cuando ella ya nopoda hacerlo.

    "Amiga".

    Una y otra vez. Lo dijo, lo susurr, una y otra vez. Como un castigo, como un ltigoazotando su corazn, hacindolo trizas, obligndose a pronunciar la palabra, una y otravez, la cabeza enterrada en el pecho, los ojos arrasados por las lgrimas, la miradaperdida en las hojas secas, su mano sujetando con fuerza la espada desenvainada.

    Podra hacerlo. Una vez ms. Podra alzar esa espada y cercenarse con ella el cuello, lasvenas, la femoral de su muslo, y la sangre empezara a manar abundantemente, aborbotones, engandola as porque, cuando ya dbil se sintiera, la esperanza de lamuerte al fin en su interior brotando como una certeza, volvera a suceder.

    Cuando su cuerpo, agonizante, dbil, vaco de esa sangre derramada, creyera podertraspasar el umbral del Trtaro (pues era sa, y slo sa, la ltima morada que semereca. Incluso en la eternidad no podran estar juntas) entonces, en el ltimomomento, de un plumazo, una risa cruel y errtica, pastosa, le devolvera a la vida,

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    secara su sangre, restaara su herida.

    Slo quedara una cicatriz, otra ms, en su cuerpo ya marcado, mapa de dolor por manoajena y por la suya propia.

    No poda morir. No lo entenda, pero as era. Supuso se su castigo, su penitencia, lasinrazn dentro de la sinrazn. Ya haca tiempo que haba dejado de pensar en ello, debuscar una explicacin. Simplemente, se lo mereca. Vivir eternamente con losremordimientos y el recuerdo de lo que haba hecho.

    De sbito, su alma call. El dolor segua ah, agazapado, como siempre, pero esta vezse haba retirado pronto, magnnimo. Esta vez slo haba deseado morir una vez ms,slo una. Su cuerpo se resinti del castigo de su alma atormentada. Estaba cansada,muy cansada. Dej resbalar la espada hacia la tierra hmeda y su cuerpo se reclinsobre la rugosa superficie de un rbol. No haba encendido fuego, no desde entonces.Haba llegado a ser un acto tan... ntimo... con ella... que no quera reproducirlo nuncams, porque nunca ms volvera a ser lo mismo... sin ella.

    Su alma gema, agotada. Estaba demasiado cansada para nada, para moverse, parapensar, hasta para respirar. Se qued all, recostada sobre el rbol, viendo anochecer, yno encendi fuego alguno, ni dese hacerlo, pese al fro, porque le dola saber que laluz de sus llamas no se reflejara ms que sobre ella; que su rojiza luz no lo haratambin sobre el sereno rostro de una muchacha rubia a su lado, siempre a su lado, yque no jugaran los destellos del dios del fuego sobre las lneas de ese rostro y yaninguna rodilla rozara la suya y ninguna palabra oira al calor de la lumbre.

    Gabrielle sonri traviesamente y, con un rpido gesto, arroj la pequea piedra contrael cuerpo de Xena. La guerrera se gir, intentando mantener la calma. Alz una ceja.

    Gabrielle le dijo, pausadamente , si vuelves a hacer eso te degollar, te troceary te colgar, cachito a cachito, de las copas de todos y cada uno de estos rboles y,con un gesto, abarc el permetro tachonado de rboles centenarios.

    Gabrielle frunci el ceo, tratando de no rer abiertamente, y mir a su alrededor,estirando el cuello.

    De veras subiras ah arriba por m, Xena? pregunt, risuea, sealando las copasde los rboles. Silb con admiracin. Veinte metros nos contemplan,princesa.

    Xena reprimi un gesto de impaciencia.

    Aqu la nica princesa que hay eres t dijo, apretando los dientes . No me llameseso o, adems de degollarte y trocearte, te dar de comer a los carroeros.

    Gabrielle sopl por la comisura de sus labios, apartando as un mechn rebelde quecaa sobre sus ojos, al tiempo que alzaba sus manos en son de paz.

    Vale, vale dijo en tono suave , slo que... en vez de dar de comer a los carroerossuspir, conciliadora podras darme de comer a m... y lade la cabeza en unacmica splica.

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    Xena se palme el costado con impaciencia.

    No me lo puedo creer! dijo, exasperada Mira, Gabrielle, no s qu malvadoencantamiento se apoder de tu estmago, pero deberas intentar luchar contra l. hizo una pausa, remarcando cada palabra: "con-todas-tus-fuerzas". Entendido?

    Gabrielle sonri, mirndola a los ojos. Slo con ese gesto ya saba que se haba ganadoun suculento primer plato. Era vagamente consciente del poder (no, influencia. Poderno era un calificativo apropiado para una relacin de amistad), de la influencia queejerca sobre la guerrera, temida por muchos, odiada por ms. Y ella, con una solamirada, borraba de un plumazo toda resistencia.

    Xena suspir.

    Venga. le inst Gabrielle, sabindola prcticamente convencida As, de paso,curar esos cortes y seal el brazo de Xena, marcado con tres incisiones paralelasque lo atravesaban . Adems aadi , no tardar en caer la noche y har fro y elcamino ser difcil y lleno de peligros...

    Basta Xena alz una mano . Es suficiente claudic . Ir a ver qu encuentropara comer. T enciende ese fuego se giraba ya para adentrarse entre los rbolescuando se detuvo, mostrando su brazo . Y mi brazo ni tocarlo, entendido?

    Gabrielle asinti. Vio cmo Xena desapareca entre la espesura del bosque y no pudoevitar un clido sentimiento impregnado, paradjicamente, de una ptina de tristeza.No era justo, se dijo, que el nombre de Xena todava fuera maldito en pequeas aldeasy extensos reinos, susurrado con odio y pronunciado con desprecio, pues ella la haballegado a conocer muy bien en el poco tiempo que llevaban viajando juntas y saba, lointua, que un da llegara en que ese nombre dejara de representar el terror y lamaldad. Xena se encontraba ahora en ese camino y ella no poda por menos queacompaarla en l.

    La haba visto matar, s, pero nunca asesinar. Su espada, s, haba atravesadocerteramente el corazn de muchos, pero nunca en un acto injustificado o gratuito. Ysu resolucin en el momento de decidir la lucha, s, era firme e irrenunciable, pero

    jams precipitada o caprichosa.

    No era justo, pues, haber presenciado el desprecio y la ira soterrada de aldeas enterasa su paso, ahora que su corazn ya no perteneca a Ares ni a la guerra, ahora quehaba decidido enmendar el rastro de sangre dejado tras de s. Xena se limitaba amarcharse de esas aldeas sin intentar justificarse, ni su ayer ni su hoy, y aguantaba ensilencio el desprecio y los insultos. Incluso prohiba a Gabrielle intervenir en su defensay sola decirle que aquellas palabras y aquellos insultos no podran herirla ms que suspropios recuerdos.

    No, Xena ya no era la Destructora de Naciones. Ya no era una asesina. Ningn ejrcitomortal e impo la secundaba. Slo ella, slo Gabrielle. Xena estaba sola cuando laconoci y ahora lo nico que anhelaba era deshacer la coraza de maldad que en smisma haba contribuido a conformar, sangre a sangre, y Gabrielle estara para ello asu lado. Quera ayudarla porque haba intuido, cuando la vio por primera vez y sali ensu defensa, que ello era posible. Su redencin. Porque lea en sus claros ojos azulesque as poda ser, si al menos alguien, una sola persona, lo crea, crea en ella.

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    Y esa persona era Gabrielle.

    "Gabrielle".

    Se despert bruscamente, un fro temblor recorriendo de golpe todo su ser. Se sintiaturdida y sbitamente descorazonada. Haba vuelto a pasar, haba vuelto a soar con

    ella. Y, como en anteriores ocasiones, el despertar le haba devuelto a ladesesperanzada realidad.

    Gabrielle no volvera.

    Se haba quedado dormida junto al rbol sin darse cuenta, como suceda ahora tan amenudo. No haba vuelto a tener una nocin precisa del paso del tiempo desde aquelda, desde el da que ella muri. Desde entonces no haba pretendido volver aconsiderar los das y las noches como parte de un ciclo esperanzador, donde la luzpoda traer la vitalidad y la noche el sosiego. No deseaba el amanecer de un nuevo da,porque ello le obligaba a enfrentarse al hecho de que el tiempo, con extremadacrueldad, prosegua su camino sin reparar en el hecho de la prdida, vital para ella,brutal, de la persona que comparta sus amaneceres antao; la persona por la cual

    haba empezado a pensar en s misma como en alguien digno, la que haba iniciado elcamino de la desintegracin del muro de vergenza que acompaaba su nombre y supersona. La que haba empezado a convertirla en un ser humano.

    Trat de precisar el momento justo del inicio de esa transformacin, el punto deinflexin en el paso del monstruo a la persona, pero no obtuvo la respuesta en forma defecha o lugar, sino en forma de sensacin.

    La sonrisa de Gabrielle, su bondad.

    Gimi suavemente. Era de noche, debera tener fro, de hecho lo tena, pero no leimportaba. Haba sobrevivido a un primer invierno sin el calor del fuego, no entendacmo, aunque lo intua. Nada daara su mortalidad. Ni el fro, ni el fuego, ni la sangre.No poda morir, no deba morir. Ni por accin, ni por omisin, ni por su propia mano nipor la de otros. Podra dejar de comer, podra dormir desnuda a la intemperie duranteuna nevada, podra su cuerpo ser atravesado por cien espadas, que no morira. Poda,s, sentir el dolor, el dolor fsico, la mordedura del fro, la agona del calor extremo, lafatiga del hambre. Su cuerpo se haba consumido, tanto por el castigo fsico al que ellamisma lo someta como por el psquico que constantemente la atormentaba. Tena laesperanza de que, con el tiempo, su organismo acabara colapsndose,desintegrndose de pura desidia, sin ms, harto de continuar, incapaz de volver aregenerarse por s mismo sin la pasin de vivir necesaria que lo hara reaccionar, sin laesperanza que lo mantuviera funcionando.

    Slo deseaba eso, acabar, terminar, huir definitivamente de tanto sufrimiento sin

    esperanza, sin una finalidad, sin nada por lo que luchar. Sin nadie por quin hacerlo.

    Junto a Gabrielle eso haba sido exactamente lo contrario. Junto a ella luchaba por unarazn, por un anhelo, por s misma. Tambin por Gabrielle, ahora lo saba. Gabriellerepresentaba en cierto modo toda la inocencia y toda la bondad arrasadas bajo el filode su espada, bajo el yugo de su odio; todos aquellos seres a los cuales jams habadado la oportunidad de progresar, de vivir, de contarle su verdad.

    Pero ahora... ahora qu? Todo esto haba quedado sepultado junto a Gabrielle, toda la

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    esperanza, todo el bien, todo deseo, su propia vida. Se senta marchita, perdida, vaca.Traidora. Porque saba que la estaba traicionando, traicionando su memoria, todoaquello por lo que haba luchado, que la haba motivado. Saba que tendra querecuperarse de su prdida, asumirla, vivir con ello y contribuir a su memoriacontinuando aquella labor a la que Gabrielle siempre la impulsaba, le inspiraba.

    Pero no poda. Se senta incapaz, inerte, vencida, muerta ms all de lo fsico, vaca.Ese devastador vaco en su interior, eso era lo nico que era capaz de sentir, junto conla tristeza y el horror de seguir viva. El dolor.

    Se haba convertido en un desecho, un ser sin esperanza ni ilusin, repleta de iralatente que no quera descubrir, el monstruo dormido de sueo ligero que volvera allamarla por su nombre en cualquier momento. Ya tardaba. Ni ella misma se loexplicaba. La muerte de Gabrielle no haba retornado su corazn haca la ira, slo haciael infinito cansancio, la dejadez. La nada.

    Quera tener la fuerza suficiente para afrontar con dignidad lo que haba pasado.

    Pero, simplemente, no poda.

    2 parte.Podrs t solita con todo eso? inquiri Xena enarcando una ceja y sealando elgrueso muslo asado que Gabrielle sostena entre sus manos.

    Pod fupuesto logr decir Gabrielle entre bocado y bocado Acafo lo dudas?

    Xena agit la cabeza.

    Ni por un momento. Seras capaz de comer mucho ms all de tu propio lmite, estoysegura.

    Siguieron cenando en silencio un largo rato. El fuego crepitaba, sereno, en la fogataque haban encendido. Gabrielle se fij en el brazo de Xena, en los surcos de sangreseca que pintaban dolorosamente su piel.

    Oye, Xena.

    Mm?

    Oye...

    Oigo, Gabrielle la mir fijamente y sigui la mirada de la bardo hasta su brazo.

    Gru ligeramente . No. Ni lo pienses. No me vas a tocar el brazo. Cuntas veces telo tengo que decir?

    Gabrielle suspir.

    Pero mira que eres cabezota! Slo ser un momento dibuj una sonrisa traviesa No te doler.

    Xena volvi a gruir.

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    S que no me doler, Gabrielle. Son unos cortes pequeos, no morir por ello.

    Gabrielle se mordi el labio inferior.

    Y lo de la espalda? pregunt tentativamente.

    Xena se irgui de forma inconsciente, recordando el corte de machete en su dorsal.

    No.

    Cabezota sentenci Gabrielle.

    Como quieras. Come, o lo harn las bestias del bosque por ti.

    Gabrielle lo intent, pero ya no poda tragar bocado. Estaba preocupada por Xena.Pareca irritada, evasiva y muy lejos de all desde lo del valle, esa maana. Desde elencuentro con el grupo bajuun. Era una milicia de renegados esclavistas y salteadoresque haban visto avanzando hacia el Norte. Transportaban una carga humana, esclavos

    cuyo destino sera el mercado de Poozah Dobra, a una legua del punto donde losinterceptaron.

    Familias haba susurrado Xena al verlos.

    Gabrielle haba fruncido el ceo y agudizado la vista. Comprob por s misma laafirmacin de Xena. Familias enteras de aldeanos, por lo que pudo deducir.

    Se llevan ms de los que quieren para garantizar una mnima venta en el mercado Xena no apartaba la mirada del grupo bajuun, y Gabrielle ya saba qu significaba esamirada calculadora y fra. Esos bajuun no avanzaran su prxima legua sin unasorpresa. A pesar de su confianza ciega en Xena, Gabrielle se pregunt si la treintenade esclavistas no sera excesiva hasta para ella. Pero la respuesta la encontr poco

    despus. Haban estado siguindolos a distancia y, en un determinado momento, elque pareca el lder silb y la milicia se desgaj en cuatro grupos. Tres de ellos, elgrueso, parti en tres direcciones diferentes. El cuarto grupo qued como custodia delas familias de aldeanos.

    Es el momento le oy decir a Xena , van a acampar. El resto habr partido enbatida de pillaje.

    Gabrielle cont ocho bajuun. Asinti para s misma. "Asequible", pens.

    Mientras yo les distraigo, conduce a las familias a aquel bosque. Me reunir allcontigo cuando termine.

    Gabrielle buf. Quiso protestar, pero careca de fundamento. Por supuesto, ella no seracapaz de levantar una daga contra un ser humano. Admita su papel, pero se dijo quetarde o temprano la guerrera debera instruirle en algo ms que los simples golpes deautodefensa que le haba enseado. No quera ser ni una carga ni una mera comparsa,no quera quedarse siempre viendo cmo Xena luchaba sola, si bien, se admiti a smisma, era perfectamente capaz de ello.

    Pero no olvidara comentrselo.

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    Sumida en sus pensamientos ni siquiera se dio cuenta del momento en que Xena sehaba apartado de su lado y, cuando quiso hacerlo, la vio acercndose sigilosamente algrupo centinela. Agazapada tras unos arbustos la busc con la mirada. Gabrielle tratde reprimir la ansiedad que senta y asinti enrgicamente al gesto de Xena. Vio cmosacaba su espada y Gabrielle no pudo reprimir un escalofro. No se acostumbraba, noan. El filo de una espada y la violencia eran dos cosas muy distintas a una azada y larutina de Poteidea.

    Y como saba que Xena no lo hara, fue ella la que rog a los dioses porque todo salierabien.

    Vio a Xena erguirse de golpe en su escondite. Se irgui todo lo larga que era y,adelantando su espada y su cuerpo, salt junto a los bajuun. Al primero de ellos losorprendi totalmente, derribndolo de una fuerte patada en los riones, pero alsegundo y al tercero se los encontr armados y dispuestos. Los dos milicianos seabalanzaron sobre ella y Xena los desarm fcilmente haciendo un barrido en arco conla espada a dos manos. Abati al primero golpeando su cuello con el dorso de la mano,pero el segundo la alcanz de lleno en el estmago con un puetazo. Se resinti delgolpe, pero reaccion mecnicamente y lo atraves con su espada. Quedaban an

    cinco bajuun ms, que la rodearon blandiendo pequeas hachas, machetes y espadas.Xena anot mentalmente en ese momento un pequeo triunfo. Haban dejado a lasfamilias sin custodia. "Al bosque, Gabrielle", pens.

    Los cinco esclavistas sonrean fieramente, deleitndose anticipadamente con lo queconsideraban una diversin.

    Slo era una guerrera.

    Uno de ellos lanz su hacha hacia el costado izquierdo de Xena y sta tuvo quedescuidar su atencin para desviarla, momento que fue aprovechado por dos de ellospara atacarla por el lado contrario. Xena se revolvi con premura y noque a uno deellos con una patada justo en la trquea. El crack que se escuch anticip la segura

    muerte del bajuun, que ya haba dejado de respirar antes de tocar suelo.Aprovechando el impulso de la patada, Xena gir sobre s misma haciendo que lafuerza centrfuga del movimiento se concentrara en sus brazos y su espada. Cercenas de este modo la cabeza del segundo atacante, pero dej su espalda desprotegida yun doloroso roce le confirm su error. Un machete curvo haba abierto una hendiduraen su traje de cuero, desgajando una lnea roja en su espalda. Maldiciendo por lo bajogir su mueca, cambiando la direccin de su espada 360 y, sin girarse, la hizo pasar

    junto a su costado, atravesando por sorpresa al esclavista del machete curvo, quemuri sin llegar a comprender la maniobra.

    Xena extrajo con celeridad la espada, apoyando el taln a modo de puntal en el cuerpomuerto de su atacante, aprovechando la cada de ste para imprimir a su movimientomayor rapidez. Quedaban dos bajuun intactos y los dos derribados al iniciar la refriega,que estaban recuperando poco a poco la consciencia. Uno de los primeros se adelanthacia ella, mirndola fijamente. Haba un extrao brillo en sus ojos y Xena no pudoevitar un leve estremecimiento, como una corriente de... empata?, como sireconociera en l algo de lo que ella antao haba sido. Desech irritada el sentimientoy tens los msculos, alerta. El bajuun le sonrea, blandiendo una pesada espada en lamano derecha y un estilete de triple filo en la izquierda.

    Quin eres? le espet, con voz ronca. No inquira, exiga. Xena vio su rostrocruzado por una telaraa de cicatrices Pocas mujeres luchan as.

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    Xena percibi por el rabillo del ojo cmo uno de los esclavistas derribados trataba deincorporarse. Lo envi de nuevo a la inconsciencia con un seco y poderoso patadn.

    Acaso importa quin sea yo? le replic.

    Le dola el estmago por el puetazo, y el corte en la espalda le arda. Control su

    deseo de mirar hacia donde Gabrielle debera estar. Al menos, pens, tena a todos losbajuun controlados a su alrededor.

    Los vivos y los muertos.

    Querra aadir tu nombre a mi larga lista de vencidos.

    Qu arrogancia. Qu te hace pensar que ser vencida por ti?

    El bajuun torci su gesto en lo que pareca una sonrisa.

    Qu te hace pensar a ti que no lo sers?

    Que hablas demasiado.

    El bajuun balance pesadamente el hierro afilado, como si jugara.

    Pens que querras vivir un poco ms, mujer.

    Pensaste? dijo ella, sonriendo Lo dudo mucho.

    El bajuun dej de balancear la espada y solt una carcajada sin alegra.

    nete a m, mujer le dijo . Me gusta tu estilo.

    Cuando los dioses sean uno, se ser el da que,puede que me lo plantee.

    Es una lstima. Morirs. sentenci.

    Todos los das muere alguien, bajuun, pero no siempre aquel que uno desea.

    Ahora eres t la que hablas demasiado alz su espada . Dime tu nombre y preparatu hato para ir al Trtaro, mujer.

    Prepralo t, hombre gru ella, flexionando su cuerpo.

    El bajuun atac, alternando certeros golpes de espada y estilete. Xena replicaba confuerza a diestra y siniestra y reconoci vagamente en la furia del hombre una fuerzasuperior, una pujanza sobrehumana.

    En un momento dado el segundo bajuun que an quedaba en pie intervino en la luchapero, sorprendentemente, su propio compaero lo dej fuera de combate reventandosu cara con la parte plana de su espada.

    Es ma sise al guiapo yaciente a sus pies . Eres ma le dijo a Xena, mirndola.

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    Atac con renovada furia, consiguiendo que Xena retrocediera unos pies, incluso apunto estuvo de hacerle caer en un momento dado. El bajuun atacaba con inusitadafiereza y Xena tuvo que forzar al mximo su cuerpo para responder al ataque. En esemomento el esclavista repar en un movimiento en el extremo del campamento.Furioso, vio cmo Gabrielle guiaba al ltimo de los aldeanos hacia el bosque. Xenatambin lo vio. Aprovech el momentneo descuido de l para adelantar su cuerpo alataque. El bajuun se revolvi y bloque con su espada el golpe y, en un rpidomovimiento de su mano izquierda, la hiri en el brazo con el estilete de triple filo. Xenase separ un paso de l y desde la trada de dolor que surcaba su brazo. Furiosa, serevolvi y logr desarmarlo de una patada, atac su tobillo segando el suelo con suespada y logr hacer que el bajuun trastabillara. Aprovech la momentnea ventaja ydescarg tres golpes consecutivos que fueron sucesivamente contrarrestados por laespada de l. El choque de las pesadas armas y la fuerza de los golpes repercutancomo latigazos en sus brazos y en su cuerpo, hacindole apretar con fuerza los dientes.El bajuun sudaba copiosamente pero la fuerza de su mirada no haba perdido ni unpice de su amenaza.

    Necesitar... dos... nombres barbote el bajuun, haciendo un leve gesto hacia laposicin de Gabrielle Crees que ella... gritar el suyo?

    Xena inspir profundamente. Amenazar a Gabrielle era una insana costumbre entre susenemigos. Se arriesg a entrar demasiado cerca del radio de accin de su espada, perodeba acercarse a l para neutralizarlo. Se agach hacia la izquierda, esquiv la hoja dela espada de su contrincante y, cogiendo impulso, con un rpido y contundente golpe,alcanz con la empuadura de su espada la barbilla de su oponente y escuch conclaridad el crujido de su mandbula. Esto enfureci sobremanera al bajuun y ceg suestrategia.

    Ese fue el error que lo envi directamente al Trtaro.

    Su ira anul su tctica y atac slo guiado por la clera, y sta era compaera deldescuido y la torpeza. El esclavista centr toda su fuerza en sus brazos, guiando su

    espada directamente hacia el pecho de Xena. staaguant medio, un segundo... y,cuando ya la punta del hierro silbaba cercana a su piel, se inclin repentinamentehacia un lado, alzando su espada en un arco ascendente. El movimiento desvi laespada de su contrincante y lo dej desprotegido.

    Xena lo atraves limpiamente.

    Al caer el bajuun la mir con fijeza, con los ojos desorbitados, no con espanto, no condolor. Xena lo reconoci, pues ella misma haba llevado toda su vida esa mirada. Eraodio. Puro y directo.

    Se estremeci involuntariamente.

    El bajuun cay pesadamente al suelo, salpicando con su sangre las botas de Xena.

    Ella agit con cansancio la cabeza. Siempre era lo mismo, siempre sera as? Estabacansada de la sangre, del hierro, del miedo, del odio.

    Los tres bajuun que an quedaban se encararon con ella. Xena se mordi el labioinferior y volvi a alzar su espada manchada de sangre. Pero no hizo falta. Los tres

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    esclavistas miraron al bajuun cado, la miraron a ella y retrocedieron sobre sus pasos,echando a correr hacia sus caballos.

    "Bendita cobarda", pens. Mir al bajuun muerto a sus pies y volvi a sentir esesentimiento de reconocimiento recorrer todo su cuerpo, sus huesos, su piel... y sumemoria. No pudo desgranar el camino de ese familiar sentimiento pues not

    movimiento a su espalda. No hizo ningn gesto para defenderse.

    Reconocera la presencia de Gabrielle en cualquier circunstancia.

    Se gir hacia ella, cansada, dolorida. Gabrielle le sonri levemente.

    Estn a salvo? pregunt Xena, haciendo un gesto hacia el bosque.

    Gabrielle asinti.

    T ests bien? le pregunt sta a su vez.

    Xena se alz de hombros y dibuj un gesto vago con la cabeza. Pens si en verdadalgn da estara bien. Mir el cuerpo asus pies y la sangre en sus botas, en el filo de suespada, en su propia alma. La sangre, para ella, tena el rastro de la herrumbre, supeculiar olor a xido.

    S dijo lacnicamente , lo estoy.

    Gabrielle se fij en las heridas de su brazo y traz con suavidad un gesto hacia ellas,frunciendo el ceo con angustia. Nunca se acostumbrara a verla herida, nunca.

    Ms tarde la ataj Xena, al ver su gesto . Ahora hemos de alejarnos de aqu.Vuelve con esa gente y renelos en el claro del bosque. Preparar un par de carretas ycaballos para que les sirvan de transporte pareci entonces reparar en algo. Saba que

    no era precisamente una persona accesible tras una contienda, cuando todava lasangre le herva y los tendones de todo su cuerpo reclamaban ms; cuando la energazigzagueaba por sus venas y la huella de la muerte y la violencia todava asomaban asus ojos; cuando su cuerpo y su alma an se estremecan con los estertores de laguerrera portadora de desolacin en la que se transfiguraba, por mucho que ahora lohiciera para bien. Procur suavizar el tono de su voz y llam a... Gabrielle...

    S? se gir sta.

    Estoy bien le dijo, intentando sonrer Ve con ellos. Enseguida estar all.

    Gabrielle asinti, expandiendo su sonrisa. Conoca a Xena ms de lo que ni ella misma

    pareca conocerse. Se lo agradeci silenciosamente.

    Xena se reuni con ella y los aldeanos ms tarde. Fue entonces cuando al parecer paslo que haba estado ensombreciendo el carcter de Xena todo el da. Cuando laguerrera se acerc a las familias llevando de las riendas uno de los caballos que habapreparado, uno de los nios empez a llorar, reflejndose en su rostro un pnicoaterrador. Xena apart al caballo, pero no logr con ello calmar al nio, ni nadie lopudo hacer, hasta que Xena se dio cuenta de a qu, con tanto pavor, estaba mirando elnio.

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    La miraba a ella.

    Hipaba incontroladamente, a pesar de los esfuerzos de la madre por calmarlo, y noapartaba una mirada febril de la guerrera.

    Xena hizo un gesto a Gabrielle y le indic que ayudara a los aldeanos con los caballos y

    que les urgiera a partir. Los tres huidos no tardaran en contactar con el resto del grupoy deban estar lejos de all lo ms pronto posible. Ella preparara rastros falsos paradespistarlos. Dicho esto, se intern en la maleza, llevando a Argo consigo.

    Cuando Gabrielle se reuni con ella la encontr de pie ante la yegua, con la miradaperdida en el suelo.

    Xena?

    No le contest. Gabrielle lleg hasta ella y toc su costado.

    Xena? repiti.

    La guerrera le prest atencin.

    Qu, Gabrielle?

    Ests bien?

    Lo estoy mir por encima de su hombro Y las familias?

    Estn bien, no te preocupes.

    No me preocupo su tono era bajo, inusualmente tono en ella.

    Me dijeron que te transmitiera su agradecimiento por lo que hiciste. Querran haberlohecho en persona, pero... hop!... desapareciste Gabrielle agit las manos, como siestuviera haciendo magia. Not la tensin en Xena, su abatimiento . Ocurre algo? inquiri Fue todo bien, no? se fij de nuevo en las heridas de su brazo y repar enese momento en la de la espalda Por todos los dioses, Xena, tienes un enorme tajoaqu borde cuidadosamente con las yemas de sus dedos la herida.

    Xena se apart con un gesto rpido.

    Slo es un corte. Se curar solo.

    Gabrielle la mir fijamente. La opacidad en la mirada de Xena haba desaparecido, perono una sombra de preocupacin?

    Hay algo que yo debera saber, Xena?

    La guerrera agit la cabeza, mirndola a los ojos.

    Que tambin debemos poner tierra por medio. Si he de enfrentarme al resto de esegrupo quiero hacerlo en condiciones.

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    Caminaron durante todo el da, salvo al principio, que haban cabalgado para poderampliar la distancia. Mientras lo hacan, Gabrielle, a la grupa, haba podido sentir latensin en Xena. Saba que no cabalgaba apremiada por el temor a un enfrentamiento,pues se, que Gabrielle supiera, era un sentimiento desconocido para Xena. No, latensin que notaba en Xena pareca proceder de otra fuente, de algo profundo en suinterior y que ahora pareca haber aflorado a ras de su piel. Slo cuando frenaron elritmo y pudieron seguir el camino con ms calma pudo Gabrielle retomar laconversacin.

    Te preocupa el grupo bajuun? le pregunt.

    Xena caminaba unos pasos por delante de ella. No se gir para contestarle.

    No.

    Las familias?

    Hubo un instante de silencio.

    No.

    Te preocupo yo?

    Xena se detuvo y la encar, con un gesto de extraeza pintadoen el rostro.

    Por qu dices eso? inquiri.

    Gabrielle suspir. Era una cuestin que se haba planteado a s misma desde queempezara a acompaar a Xena y notado que sta a veces descuidaba su propiaseguridad por ella. Su atencin pareca estar de forma permanente en dos frentes yeso haca temer a Gabrielle que algn da provocara un descuido mortal en la guerrera.

    Volvi a suspirar.

    Bueno, quizs yo no sea la mejor compaa. Quiero decir... carraspe , que debestener mejores cosas que hacer que cuidar de alguien como yo.

    Xena frunci el ceo.

    No digas tonteras dijo, con tono brusco. Pareci darse cuenta de ello e intentsuavizarlo . No me molesta tu compaa, en absoluto e inici un gesto para volver aandar.

    Entonces? insisti Gabrielle.

    Xena se detuvo.

    Entonces, qu?

    Hay algo que te est molestando y no me lo quieres decir dijo Gabriellecautelosamente. Xena no pareca dispuesta a un interrogatorio.

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    La guerrera pareci querer decir algo, sus ojos brillaron durante una milsima desegundo, pero pareci optar por el silencio.

    Djalo.

    Gabrielle suspir.

    Mira, Xena, no s qu pensars t al respecto, pero yo no creo ser simplemente unabardo que te acompaa sin ms. Creo que... trat de encontrar las palabrasadecuadas ... que puedo considerarme amiga tuya, no?

    Xena pareca incmoda al contestar.

    Eso creo, s.

    Gabrielle sonri fugazmente. Saba que para Xena no era fcil aludir a ningn tipo deafecto o intimidad. Por lo que haba vivido junto a ella hasta ahora, saba que Xenahaba levantado todo un muro impenetrable a su alrededor que no dejaba entrar, ni

    salir, fcilmente los sentimientos. Era algo que haba intuido en Xena al poco de estar asu lado. Su capacidad de aislamiento afectivo, su coraza. La guerrera de Amphipolispareca caminar sin problemas sobre el filo de la frialdad, pero Gabrielle saba que noera as. En su interior Xena resguardaba, probablemente de s misma, un ser humanodistinto del que mostraba ante los dems. Gabrielle intuy su desazn y su tormento,la naturaleza intrnseca de Xena. Un ser atrapado por su pasado con un enormepotencial para hacer el bien que, saba Gabrielle, se hallaba en su interior. A veces eramuy difcil llegar a ese interior, que ste se mostrara en plenitud, pero cuando ashaba sido Gabrielle haba notado un significativo cambio en Xena, a veces slo porunos segundos. Sus facciones se relajaban, la dureza de su mirada se dilua, y algoparecido a la paz se posaba sobre todo su ser. Era entonces cuando Xena se podapermitir un instante de relajacin, algo de sosiego. Pero enseguida sacuda de s esesentimiento y volva a ponerse en camino, a la bsqueda de la prxima reparacin, enbsqueda de la paz definitiva. Slo que, Gabrielle lo intua, el carcter atormentado deXena podra convertir esa bsqueda en algo perdurable ms all de su propiaexistencia. Nunca estaba satisfecha, nunca nada arrancaba de ella el alivio definitivo,la reconciliacin con su pasado, como si el conjunto del mismo fuese algo demasiadoterrible como para poder ser reparado en una sola vida de bondad. Por ello Gabrielle lasegua ciegamente, porque haba reconocido en ella a un ser puro por el cual merecala pena pasar por cualquier tipo de fatiga o peligro, dolor o penuria.

    La mir. Su aspecto era, probablemente, fiero a ojos de extraos, y su estatura y suhelada mirada azul, seguramente, intimidaba a aquellos y aquellas a los que encaraba.Pero Gabrielle haba tenido la paciencia de descubrir en ella otra mirada, una miradaalgo perdida en su bsqueda, una mirada suave y desconcertada, que asomaba a losojos de Xena en los escasos momentos en que la guerrera, a veces por puro cansancio,bajaba la guardia. Por esa mirada Gabrielle la segua. Por todo el mundo interior deXena que se asomaba tras ella. Volvi a sonrerle.

    Si as es, Xena le dijo suavemente , si me consideras tu amiga, puedes confiar enm, lo sabes.

    Lo hago, Gabrielle.

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    S que lo haces, pero a veces... extendi una mano es como si estuvieras a milleguas de aqu y de m.

    Xena encar los ojos verdes de Gabrielle y se sinti muy apesadumbrada. Era su propiointerior el que siempre le impeda mostrarse ms abierta, opcin que, hoy por hoy,nicamente era posible con Gabrielle, la nica que haba sabido acercarse a ella de ese

    modo. Y ello, en cierto modo, la asustaba. La dependencia afectiva mataba. O te hacamorir. Eso ya lo haba aprendido. Su alma estaba rastrillada con esa verdad. Nadiecuya vida continuamente transitara por la va de la muerte poda permitirse el lujo desentir nada por nadie. Porque la Muerte, infatigable, reclamaba constantemente supeaje. Su pesadumbre era debida al hecho de que s, ciertamente, consideraba aGabrielle su amiga, un sentimiento nuevo para ella, pues en su tiempo de Destructorade Naciones toda amistad y toda lealtad fijaban siempre su precio. Nunca habaencontrado a nadie a quien considerar un amigo, una amiga. Hasta ahora. Y esapersona estaba ahora junto a ella y se esforzaba por demostrarle, muchas veces desdeel silencio, su amistad totalmente desinteresada, y era eso algo a lo que Xena querraacostumbrarse, lo deseaba, luchando constantemente contra su abrupto y endurecidointerior. Pero le costaba muchsimo.

    Gabrielle... empez a decir No es fcil para m hablar, lo sabes. Debes tenerpaciencia.

    Gabrielle esper a que Xena continuara, pero la guerrera sostuvo su mirada un par desegundos ms y, acto seguido, se gir, tirando suavemente de Argo. Gabrielle suspir.Siempre era as con Xena.

    3 parte.El fuego crepitaba suavemente. Haban terminado de cenar en silencio y en silenciohaban continuado. Gabrielle saba cundo Xena quera hablar y cundo no, y estelargo da haba sido todo un no constante. El carcter de Xena se haba mostradotaciturno desde lo del grupo bajuun y ningn intento de Gabrielle por perforar el mantode hosquedad de Xena haba dado sus frutos. Xena incluso se haba negado

    reiteradamente a que Gabrielle curara sus heridas y ahora la vea sentada algo alejadade ella, con la mirada perdida en el fuego. Gabrielle sufra por ella. Saba que algo laatormentaba, que algo haba sido activado durante o despus del enfrentamiento conlos esclavistas y deseaba saber qu era. Slo sabiendo podra ayudar. Deseabaconjurar ese sentimiento que oscureca la mirada de Xena. sta poda ser exasperantea menudo, muchas veces demasiado, con su terco autoaislamiento. Gabrielle saba quehaba llegado ms lejos que cualquier otra persona en la intimidad de Xena, y, an as,senta que estaba a mil aos luz de poder decir que estaba lo suficientemente cerca.Su frustracin alcanzaba hasta el aspecto fsico. Al menos, pensaba Gabrielle, si laspalabras no podan reconfortarla podra ser la cercana quien lo lograra. All donde unapalabra no poda reparar una herida podra hacerlo una caricia, un abrazo. Sinembargo, una y otra vez, Gabrielle chocaba con las reticencias de Xena. La guerrerapareca rehuir su contacto, an siendo Gabrielle la nica a la que le hubiera permitido

    acercarse de ese modo. Muchas veces hubiera deseado acariciar su oscura cabezapara tratar de reconfortarla cuando algo la atormentaba, como hoy, y hacerle ver queella estaba all, a su lado, y que seguira estndolo pasase lo que pasase. Pero el nicocontacto que Xena permita era cuando cabalgaban juntas, o cuando Gabrielle lograbaconvencerla para que le dejara curar alguna herida. Cosa que ni siquiera haba logradoesta vez. Inspir profundamente y, para su sorpresa, Xena la mir. Pareca estar muylejos de all en sus pensamientos.

    Tienes fro, Gabrielle? le pregunt.

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    No, no te preocupes, estoy bien... "quizs", pens, "sera un buen momento paraintentarlo otra vez" Y t?

    La guerrera neg con la cabeza y volvi a fijar su mirada en el fuego. "Fugaz intento,bardo", se dijo a s misma Gabrielle. Entonces, de nuevo sorprendentemente, Xenahabl.

    A veces no tiene sentido.

    Gabrielle se mordi el labio inferior.

    El qu? inquiri cautelosamente. No quera hacer que Xena se replegara de nuevoen su interior por la torpeza de sus palabras.

    Xena la mir.

    Por qu sigues conmigo? le pregunt, con tono cansado.

    Gabrielle respondi sin titubear.

    Porque merece la pena.

    Qu merece la pena. Ver morir a gente?

    No dijo Gabrielle con vehemencia , no se trata de eso. Yo no veo morir a gente. Yoveo a gente que se salva. Que se salva gracias a ti.

    Xena sonri con amargura.

    El punto de vista optimista.

    El punto de vista real, Xena replic Gabrielle. Deseaba acercarse a ella, pues ellatido de su angustia era bien palpable; acercarse y calmarla, pero temi que el gestoprovocara una reaccin negativa en Xena No lo ves? No lo notas? T haces quepasen cosas buenas, Xena.

    Pero muere gente.

    Gabrielle asinti gravemente.

    S, as es, muere. Pero es el juego de los dioses, lo sabes, ni siquiera t puedes contraeso. Adems hizo una leve pausa , a los que veo morir son a aquellos a los que elhierro marc su corazn, que eligieron la espada y por ella murieron.

    Xena la mir fijamente.

    De ese modo, Gabrielle, yo tambin debera morir.

    No! sin poder evitarlo se acerc a ella No, Xena, t no lo mereces, no digas eso.T haces el bien.

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    Un rictus amargo serpente por el rostro de Xena.

    Eso no ha sido as durante mucho tiempo, demasiado.

    Gabrielle acerc su mano y la pos sobre el brazo de Xena. Casi poda palpar suamargura.

    Xena, por favor, escchame. Yo te conozco. Cualquier hecho pasado puede serpurgado por los actos del presente, por lo que puedas hacer maana, pasado maana.Nada es definitivo, comprendes?

    El nio no pareca comprenderlo.

    Qu nio? pregunt Gabrielle, confusa.

    El aldeano.

    El nio, el que lloraba? Xena asinti Bueno, no era ms que un nio. Estaba

    asustado, eso era todo. Acababa de pasar por una experiencia terrible y estaba...

    A ti no te tuvo miedo la interrumpi Xena.

    Bueno, no. Pero digamos que t... eres ms alta y termin la frase con una sonrisa,tratando de aliviar la carga de amargura que emanaba de Xena. Nunca la haba vistoas, tan... vulnerable. Dese poder abrazarla para calmarla, para espantar de ella elpozo de dolor que se asomaba a sus ojos azules . Xena, qu ocurre? Salvaste a esenio, salvaste a su familia y a todos los dems.

    Pero l me tuvo miedo.

    Haba algo en el tono terco de Xena que hizo que Gabrielle sintiera una punzada dedolor en todo su ser. Nunca antes haba visto esa mirada atormentada en los ojos deXena, ni esa ptina de dolor que cubra su cansada voz. Dese ms que nunca poderabrazarla y temi hacerlo por si el gesto la incomodaba y terminaba con sus ganas dehablar.

    S, Xena dijo Gabrielle suavemente , puede que sintiera miedo al verte, al ver tufigura, tu espada, s. Pero es porque alguien le mostr el miedo como nico camino, laespada para l no es ms que un instrumento de horror, es lo nico que habr podidover en su corta vida. Pero dijo pausadamente puede que a partir de hoy, cuando yase encuentre a salvo en su aldea y sus padres le cuenten la historia y oiga referirse a ticomo la persona que procur el bien de su familia, entonces, eso cambiar, ya nohabr un nico camino en su vida como alternativa. Conocer respeto y valor y bondad

    presion suavemente el brazo de Xena. sta la miraba con un algo indefinido en susojos que Gabrielle no supo descifrar De acuerdo, Xena?

    Transcurrieron un par de segundos antes de que la guerrera hiciera o dijera nada.

    No murmur, e hizo que Gabrielle soltara su brazo . No, Gabrielle, y nunca loentenderas Xena miraba la fogata . Ya nada de lo que pueda hacer cambiar todaslas miradas de terror que merezco. Nada.

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    Gabrielle quiso replicarle pero Xena la hizo callar con un gesto.

    Estoy cansada, Gabrielle su voz era tona, pesada, y su mirada, triste azul .Descansa t tambin y se tumb de costado, dndole la espalda.

    Gabrielle abri la boca para replicarle, pero mir a su amiga tumbada, ligeramente

    encogida, como una nia pequea con fro, y slo dese poder sosegarla de sutormenta interior, aunque slo fuera con un gesto, aunque slo fuera con la nada, susilencio. Acerc su hato, extrajo la manta de viaje y tap con ella a Xena. sta se agitlevemente

    Usa la manta para ti, Gabrielle, yo no la necesito la oy murmurar.

    Si no te importa, Xena, la compartiremos. Te importa que duerma a tu lado?

    Xena tard un instante en contestar.

    Sabes que no dijo al fin.

    Gabrielle se tumb junto a ella, ambas cerca del fuego, y la bardo procur que unaparte de su cuerpo tocara el de Xena. Recordaba que, siendo pequea, su madrecalmaba as sus pesadillas. Dese poder obrar el mismo efecto en Xena, que su cuerpoconfiara en la calidez del suyo, que lograra acunarlo en su cercana, en su intencin,silenciar as los gritos de su oculto interior. Al principio temi que Xena rechazara sucontacto pero no fue as. Permiti tanto su cercana como su roce y, poco a poco,Gabrielle not cmo la tensin iba desapareciendo del cuerpo de la guerrera, hastaquedarse sumida en un intranquilo sueo que agitaba de tanto en tanto suinconsciencia. Permaneci largo tiempo despierta, atenta a la inquietud del letargo deXena, procurando aliviarla cuando la notaba agitarse, murmurando palabras y dulcesmelodas rescatadas de su infancia.

    Gabrielle recordara siempre esa noche con una mezcla de tristeza e infinita ternura.

    Se form un viento helado que hizo estremecer a Gabrielle en su sueo y que le hizobuscar de forma inconsciente la cercana del cuerpo de Xena para abrigar su fro.

    No escuch ni not nada ms.

    Los demonios del Inframundo eran silenciosos.

    Silenciosos y efectivos.

    No saba si echar a andar o quedarse all. Tampoco le importaba demasiado. El mundo

    ya no guardaba para ella ninguna nueva promesa; de igual modo, ya no deseabacruzar palabra o mirada alguna con nadie, se senta bien as, sola, vagando pormontaas y valles, alejada de aldeas y enclaves poblados, todo lo bien que podasentirse un alma rota, vaca, sin rumbo, sin nimo ni querencia, sin nada, con todo eldolor.

    Haba matado a Argo. Recordaba haber estado junto al cuerpo de Gabrielle an sinsepultar durante horas, tal vez un da entero.

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    Al filo del siguiente amanecer intent suicidarse por primera vez.

    No lo consigui.

    Se abri el cuello conel filo de su espada y no muri.

    Lo intent tres veces ms a lo largo de las siguientes horas, hasta que su cuerpo,exhausto, casi sin ni una gota de sangre, se rindi, mucho antes que su voluntad.

    As, permaneci sin aliento junto al cuerpo de Gabrielle hasta la llegada de la siguientenoche. Argo hozaba cerca de ella, silenciosa. A medianoche Xena se incorporpesadamente, an abiertas las heridas auto inflingidas, ayudndose de su espada amodo de bastn. Se acerc a la yegua y acarici su robusto cuello. Dej apoyada sumejilla enfebrecida sobre el pelaje canela del noble animal durante unos minutos yrog interiormente por tener la fuerza suficiente como para hacerlo rpido y sin dolor.

    La degoll de un profundo y certero corte y la yegua cay pesadamente al suelo.

    Tard cuatro horas en hacer un agujero lo suficientemente grande. A duras penas sconsigui hacer caer al noble animal en l. Despus se acerc a Gabrielle, se arrodill asu lado y acarici su rubia cabeza inerte. Quiso hablarle, pero apenas poda susurrar.Se inclin sobre ella y bes suavemente su mejilla. La not fra y le doli pensar queGabrielle tuviera fro all donde se encontrara. Acerc el hato de su amiga y sac sumanta de viaje, arropando con ella el cuerpo de Gabrielle. Record cuntas veces ellahaba hecho lo propio con ella cuando la crea dormida y se acercaba y la tapaba conesa misma manta. Se mordi el labio inferior, sintindose absolutamente desolada. Seinclin sobre Gabrielle hasta dejar reposar la cabeza sobre el pecho de la bardo ypermaneci as largo rato, murmurando un " lo siento" surgido de lo ms profundo desu corazn ahora enfermo. Despus, la alz suavemente y la sostuvo abrazada contras. La llev hasta la sepultura y la deposit con cuidado junto al cuerpo de Argo. Antesde cubrirlas con tierra fij la vista en Gabrielle y sigui hacindolo hasta que ya nopudo soportarlo ms. Cubri la tumba, se sent en el suelo y all se qued.

    Mucho ms tarde cay en la cuenta de que no haba podido llorar.

    Tampoco ahora, en aquel oscuro bosque, un ao despus, poda hacerlo. Por primeravez en su vida haba algo que no se senta capaz de afrontar. Se senta perdida, rota,vaca. Haba sido una guerrera feroz, decidida, saba que cruel e impa, nunca habavacilado ante nada, sus recuerdos y su cuerpo estaban llenos de mil batallas y suconciencia quizs slo hubiera podido llegar a estar limpia y tranquila si su vidahubiera seguido por el camino trazado... gracias a Gabrielle. Desde que la joven bardohaba salido en su defensa cuando todos estaban en su contra algo en su interior habalogrado despertar, haba logrado abrirse paso por entre la maraa de furia y dolor queella en s misma haba constituido. Slo una persona en el mundo haba sido capaz de

    entrever ese interior oculto y ahora esa persona estaba muerta, y ella con ella, y todasu vida, y todo lo que habra podido desear o anhelar, querer o atesorar. Porque ahoraya el todo y la nada eran una sola cosa, un solo molde, un solo camino que ella, Xena,estaba obligada a transitar, por mucho que lo odiara, por mucho que no deseara estarall, por mucho y tanto que tan slo deseara cerrar los ojos y no volver abrirlos nuncams.

    Ella, la Destructora de Naciones.

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    Destructora de Naciones.

    Gabrielle la oy susurrar, pero no entendi lo que dijo. Se acababan de despertar yXena no pareca encontrarse mejor que el da anterior. Se haba levantado con la ideade acercarse hasta Istoidea, donde le dijo que viva un antiguo compaero de armassuyo, un mercenario que haba conocido y al cual, con el tiempo, haba salvado la vida,

    aunque no sus piernas.

    Caprus Sencam, el mercenario, se haba retirado a un lugar llamado Istoidea, donde, alparecer, regentaba una posada. Xena quera preguntarle sobre las rutas bajuun. Estabadispuesta a acabar con esa milicia esclavista.

    Gabrielle se fij en el brazo y la espalda de Xena, donde las heridas empezaban asanar. Ahora conoca la razn de por qu Xena se negara tercamente a que se lascurara. Se lo haba dicho al alba cuando, ya despiertas, ella le haba insistido por ltimavez al verle hacer un gesto de dolor al levantarse.

    Deja estas heridas, Gabrielle le haba dicho . Quiero levantarme con ellas y ser loltimo que note cuando me duerma. Quiero que me lo recuerden. Quiero que me digan

    una y otra vez que nunca ser suficiente, que siempre quedar el dolor de lo que hice yque nada de lo que haga podr repararlo. Deja estas heridas.

    Gabrielle se haba sentido profundamente afectada. Xena segua atormentada por supasado, ligada a l por lazos de sangre, por el remordimiento, por la concienciadespertada. El camino emprendido hacia la redencin poda ser, y lo estaba siendo,peligrosamente afilado para Xena, un doble filo que podra agotarla, vencerla ydevolverla al lado oscuro. Gabrielle quera estar a su lado para evitarlo, para apoyarla,para ayudarla y para, se estaba dando cuenta, fundir su destino con aquellaenigmtica guerrera cuyo interior quedaba an encerrado bajo las pesadas llaves deun pasado de odio, sangre y dolor. En Gabrielle haba ido consolidndose poco a pocoun sentimiento desde que acompaaba a Xena, desde que la vio por primera vez. Algonuevo, clido, una seguridad impregnada, paradjicamente, de incertidumbre. Mirando

    a Xena muchas veces Gabrielle se haba preguntado la razn de por qu sta habapermitido su compaa. La guerrera pareca ms del tipo solitario, autosuficiente, capazde transitar por el mundo sin ayuda de nadie, menos de la de ella, una inexpertaaldeana cuyo mundo haba sido tan reducido como su aldea y el arroyo que la cruzabaa cien pasos de distancia. No haba nada ms all que Gabrielle conociera y en nopocas ocasiones se haba consumido por el deseo de hacerlo.

    Era una egosta, lo saba.

    Su ansia de conocer se encontraba tambin tras su decisin de acompaar a Xena, almenos en un primer momento. Despus, poco a poco, con el sigilo de un felino, unnuevo sentido a su acto se haba ido hilvanando.

    No haba egosmo, sino admiracin.

    Admiraba a Xena, la admiraba en su silencio, en su terquedad, en su furia incluso.Amaba el nuevo camino que la guerrera haba asumido, an existiendo una feroz luchaen su interior, entre el monstruo y la persona. Gabrielle quera estar all, junto a lapersona, e impedir que el monstruo aflorara y se llevara con l a Xena. Confiabaciegamente en el triunfo de la persona y saba que slo era cuestin de tiempo que ellosucediera, aunque tambin saba (o al menos as se haba convencido a s misma, para

    justificar su presencia junto a Xena) que el camino estaba lleno de peligros, peligros en

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    forma de debilidad, de dudas, de ira que arrastraba como una furiosa tromba de agua;de miedos insondables que saba anidaban en el alma de Xena. Porque Xena no temalo fsico, sino lo psquico, las trampas de su mente, de su alma, las pequeas fierasagazapadas tras todos y cada uno de sus terribles recuerdos.

    De sbito, como un vahdo, Gabrielle tuvo una fugaz visin: vio a Xena de pie en mitad

    de un campo de batalla sembrado de cuerpos ensangrentados, mutilados en sumayora. Era una visin espeluznante, pero no fue eso lo que llam su atencin.

    Era Xena, all de pie, entre los cuerpos, su espada ensangrentada pendiendo inerte a lolargo de su costado, la armadura agitada por los irregulares latidos de su agitadarespiracin. Tena la frente perlada de sudor y pequeas heridas moteaban su piel alldonde el cuero y el metal no la cubran. Tena el cuerpo embarrado, la batalla se habalibrado bajo una furiosa lluvia y los rugidos de la tormenta an se dejaban or,entremezclados con el ruido del choque de metales, el desgarro de la carne y losgritos, de los que moran y de los que mataban. Xena permaneca con la cabezainclinada sobre su pecho agitado y pareca fijar su mirada sobre un cuerpo a sus pies.

    La visin de Gabrielle se lo mostr.

    Era el cuerpo de una guerrera que yaca con los ojos abiertos en mudo dolor, pero noera eso lo que atraa la mirada de Xena, sino la profunda herida abierta en suabdomen... y el feto que asomaba por ella, con el cuello seccionado en una horrendahendidura.

    Con brusquedad Gabrielle sinti un punzante rechazo ante la visin y, como si unagudo sonido la hubiera alertado, la Xena de su visin gir su cabeza hacia la miradade Gabrielle. Mir a Gabrielle, a travs de una imposible conexin, y entonces sta leyen sus ojos el dolor, la confusin... y el miedo.

    Miedo a s misma. Xena por fin haba encontrado un enemigo de su talla: su propiaalma corrupta, el satnico mbolo que impulsaba todas sus acciones, su patria muerta.

    Sbitamente, igual que haba llegado, la visin desapareci y Gabrielle not de nuevoun ligero vahdo que la aturdi, hacindola llevar una mano a un pecho donde sucorazn lata apresuradamente.

    Sin que ella se diera cuenta, Xena ya se haba situado a su lado, el rostro pintado depreocupacin.

    Gabrielle? musit, alerta, tocndole el codo.

    La bardo levant su mirada hacia ella y, sin pensarlo siquiera, acarici con el dorso desu dedo ndice la mejilla de la guerrera, queriendo consolar no a esta Xena frente a s,

    sino a la dolida y perdida Xena de su visin. La confusin se dibuj en los ojos de Xenay, de forma imperceptible, apart la cara.

    Te ocurre algo? inquiri, insegura.

    Gabrielle rememor apenas durante una fraccin de segundo la imagen del nio quenunca nacera ( "nia", pens Gabrielle, sin saber por qu, "era una nia") y trat deresponderle.

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    No, y a ti?

    Eso aument la confusin de Xena, que se removi inquieta.

    Por todos los dioses, Gabrielle, has sido t la que has gritado como una niaasustada.

    Yo?

    S, t. Se puede saber qu te pasa? Xena pareca molesta.

    No te enfades, Xena.

    No me enfado dijo Xena pausadamente No lo hago.

    Gabrielle sonri.

    Me alegra ortelo decir le dijo Gabrielle , pues temera que alguien de tu tamao

    estuviera en mi contra.

    Xena pareca a cada momento ms y ms confundida. En ocasiones se sentadesarmada frente a la joven aldeana y an no se haba explicado a s misma la raznltima de su decisin de dejar que le acompaara. Muchas veces desde aquel da quela subi a la grupa de Argo se haba cuestionado lo acertado de su decisin. No porGabrielle en s pues, con sorpresa, haba descubierto que su compaa no laincomodaba. No, su temor era su integridad fsica... y, por qu no, moral. Un Seor dela guerra con su pasado no era la mejor compaa para ella.

    "Te reconforta", fue su propia respuesta y pareca la solucin, pero slo se trataba deuna consecuencia, no de una causa en s misma. Apart de s esos pensamientos ymir a Gabrielle.

    Siempre pareces jugar le dijo , y el mundo no es siempre un cuarto de juegos.

    Gabrielle asinti.

    Lo s, Xena, pero sea lo que sea el mundo no puedo verlo eternamente como unabismo o un teatro de muerte. El mundo tiene tantas caras como anillos el rbol msviejo. Y t aadi, alcanzando con la yema de sus dedos el antebrazo de Xena deberas darte la oportunidad de verlo con otros ojos.

    Por un momento pareci que la confusin hara tanta mella en Xena que bloquearacualquier intento de respuesta por su parte; sin embargo, se rehizo y, elevando

    ligeramente los hombros, replic:

    Eres una joven inquietante.

    Gabrielle esboz una ligera sonrisa y, en el momento en que Xena giraba sobre sustalones para atrapar las riendas de Argo, la llam, al tiempo que la alcanzaba.

    Oye, Xena.

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    Qu, Gabrielle.

    Puedo cabalgar contigo?

    Xena frunci el ceo en un gesto de extraeza.

    Superaste acaso ya tu miedo a montar en Argo?

    Gabrielle hizo un mohn.

    Pero t iras conmigo.

    Por supuesto, no querra ver tu cuerpo morder el polvo delcamino. Ven, te ayudar amontar. Deberas hacerlo ms a menudo, agotas tus fuerzas yendo a pie.

    Me gusta caminar.

    Eso pensaba Xena mont en Argo y le tendi una mano a Gabrielle . Arriba.

    Cuando Gabrielle se acomod tras Xena ci a propsito con fuerzala cintura de laguerrera, aunque saba que sera imposible caerse de Argo. Lo hizo para que ellanotara que estaba ah.

    El viento helado. El viento helado y el susurro de un demonio.

    Lo hizo para que la Xena que conduca la montura y la Xena de su visin supieran queella siempre estara all.

    La guerrera azuz a Argo.

    El viento helado.

    4 parte.Era una aldea pequea, sucia, maloliente y perturbadoramente abigarrada. Lasestrechas construcciones de madera parecan competir entre s por hallar un hueco yde los tejados bien podra decirse tres cuartos de lo mismo. De entre el sinfn de aldeasque ambas haban tenido ocasin de visitar era con mucho sta la ms catica,desmaada... y cualquier cosa.

    Gabrielle haba arrugado la nariz y Xena alzado una de sus cejas. Ambas se miraron ycompartieron un gesto de resignacin. Xena desmont y ayud a Gabrielle a hacerlo.Se encontraban justo en la linde de la aldea con el bosque y por la cabeza de ambas

    cruz el pensamiento de girar sobre sus talones y dar un inmenso rodeo.

    Pero, Gabrielle suspir, haban llegado all con un propsito.

    Entraron en la aldea y Xena localiz un establo donde cobijar a Argo a cambio de unpar de monedas. Antes de salir del cobertizo Xena se acerc a la dorada yegua yacarici su cuello, murmurando suaves palabras.

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    Gabrielle sonri ante ello. Nadie que desplegara un amor as por un animal podra nodesplegarlo igualmente por el resto de la humanidad. Xena capt su sonrisa y ladeligeramente la cabeza, frunciendo el ceo. No le gustaba que momentos como stetuvieran testigos. La haca sentirse vulnerable, en cierto modo descubierta, comopillada en falta. Si bien momentos como ste slo ocurran cuando estaba a solas o,como mucho, delante de Gabrielle. Tena, en torno a ello, sentimientos contradictorios.Por un lado ansiaba la rutinaria soledad a la que su espritu se haba acostumbrado,cuando era una guerrera al servicio de Ares. Por otro, en cierto modo, en lo msprofundo de su ser, un infinito agotamiento agazapado tras su ptrea coraza deguerrera le instaba, cada vez ms, de forma persistente y urgente, a caminar hacia lacercana, hacia la intimidad con otra persona. Una intimidad que le permitierarelajarse, bajar los escudos, suspirar de vez en cuando. Una intimidad (una persona) ala cual poder acudir cuando la tensin, el miedo (miedo, s) o el simple agotamiento leempujaran hacia el cenit de una dolorosa crisis. Ya no deseaba ser nicamente el hielo,la piedra, el muro o la montaa. Deseaba descansar. Ser hierba o junco. Aire. Inclinarde vez en cuando su alma hacia la percepcin de una lnguida dejadez, dejarse atraparpor ella, envolverse en ella. Slo descansar. Esa intimidad, esa persona, lo saba, lointua, llevaban el nombre de esta testigo que ahora, a su lado mientras salan delestablo y caminaban por la aldea, acompasaba su paso al suyo, procurando no alejarsems de una pulgada de ella. Recordaba sus palabras (de hecho, lo haca a menudo)cuando le pregunt si no echaba de menos a su familia y la joven, sonriendo, lecontest que no si estaba con ella. Cuando la defendi ante aquellos aldeanos que laacusaban de asesinato. Cuando regres a pesar de haberla golpeado. Recordaba cadapalabra, cada acto... y cada pulsacin de emocin que la haba embargado. Habaguardado con sumo cuidado esas emociones, las haba acunado en su corazn, pueshall que fueron las primeras en su vida provocadas por la pura bondad y la amistaddesinteresada. Y sta era, pese a su irracional temor por los riesgos que podraentraar, por su posible vulnerabilidad, una sensacin poco cuantificable en medida demercader o recaudador, una sensacin seductora, atractiva y golosa por la mirada desensaciones secundarias que la acompaaban.

    Deseaba reposar su alma de una vez.

    ... y preguntar. T qu dices? Gabrielle se haba detenido y pareca aguardar unarespuesta.

    Xena frunci el ceo, algo confusa.

    Lo siento, Gabrielle, no estaba escuchando.

    Vaya resopl sta divertida , habr de mejorar mi discurso si quiero que algn daalguien me escuche punte con un dedo el antebrazo de la guerrera, que parecamirarla sin verla Xena?

    S.

    S a qu? pregunt Gabrielle.

    Qu?

    Gabrielle se mordi el labio inferior. Esperaba que el carcter taciturno de la ltimajornada no se acentuara justo ahora.

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    Ests bien? le pregunt.

    Xena pareci caer en la cuenta de su lapsus y agit la cabeza.

    Claro, qu decas?

    Gabrielle reflexion un instante, intentando averiguar la naturaleza del estado de Xena,pero decidi, con un suspiro, que sera esa tarea demasiado ardua como paraacometerla en este momento.

    Te deca que probablemente muramos de cansancio en alguna de estas tortuosascalles antes de encontrar la posada de tu amigo Caprus. Te has fijado? gir sobre sustalones, barriendo con la mano el espacio a su alrededor. Decenas de casas seamontonaban sin ton ni son, convirtiendo las calles en estrechas y serpenteantessendas en las cuales no le apeteca nada aventurarse sin rumbo fijo Lo mejor serpreguntar y que alguna alma caritativa nos gue hasta l.

    Parece lgico admiti Xena.

    Lo es sentenci la joven sonriendo.

    Claro, Gabrielle Xena se permiti sonrer tenuemente. "Para ser una muchacha quehace gala de una lgica tan aplastante, no acierto a entender qu insensatez tearrastra a seguir junto a m". Pero esto Gabrielle no lo oy, se qued en los abismos delpensamiento de Xena, junto a tantos otros.

    De sbito, Xena percibi que algo no iba bien.Sinti hielo en sus venas, hielo en sucorazn. Agit la cabeza y mir a su alrededor. Nada. Aldeanos transitando laspolvorientas calles. Mir a Gabrielle.

    Un viento helado.

    La joven griega se acerc a uno de los aldeanos para preguntar por la posada. Antes deque todo ocurriera tuvo tiempo de escuchar por lo bajo cmo Gabrielle musitabadivertida un "a ver si ste me escucha".

    No pudo hacer nada.

    Cuando Gabrielle estuvo junto a l, un rpido y violento movimiento del aldeano con elbrazo la golpe en el trax, con un efecto devastador: lanz a Gabrielle cuatro pasosatrs y apenas s la guerrera pudo sujetarla antes de que cayera al suelo, flexionandolas rodillas para absorber el impacto del peso de su cuerpo.

    Gabrielle! grit. Un gesto de dolor cruzaba el rostro de la bardo al tiempo que lajoven intentaba llevarse una mano al pecho dolorido No, no, no, espera... le dijoXena, cogindole la mano. Con un rpido vistazo a su alrededor comprob la situacindel atacante y registr con estupor que ste no se hallaba en su campo de visin. Esms, no haba nadie en su campo de visin. La aldea estaba vaca y opresivamentesilenciosa. Un gemido de Gabrielle reclam toda su atencin Espera, Gabrielle, no tetoques. Djame ver qu tienes... y, suavemente, le apart la mano, al tiempo quevolva a echar una rpida mirada a su alrededor.

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    No haba nadie. No se escuchaba a nadie. Nada. Centr su atencin en el pecho deGabrielle, apartando a un lado la tela de su camisa. Una fea contusin empezaba adibujarse en el trax, una contusin que pronto revel algo ms: estabaoscurecindose aceleradamente y Xena intuy que el golpe haba sido tan fuerte comopara provocarle una hemorragia interna, pero no lo suficiente como para desgarrar lapiel y permitir as una va de escape a la sangre. Saba lo que podra pasar si esasangre no era liberada. Tendra que hacerlo ella misma. Se inclin sobre ella y, altiempo que coga la pequea daga de su pecho, le susurr suavemente al odo

    : No te preocupes, Gabrielle, no te doler... la joven asinti dbilmente, con los ojoscerrados. Empezaba a no respirar bien. Xena deba darse prisa. Su mano izquierdasujet con fuerza la frente de Gabrielle y su mano derecha, con un gesto firme ypreciso de la daga, desgarr la piel en la zona de la contusin. De inmediato unborbotn de sangre man de la incisin y Gabrielle, Xena lo not bajo la presin de sumano sobre su cabeza, se relaj perceptiblemente. Xena se tens durante un instantey despus se dej ir, suspirando hondamente. Acarici levemente la mejilla de la joven,notando que estaba enfebrecida. Gabrielle? musit Gabrielle?

    La joven abri los ojos y parpade un par de veces antes de enfocar su mirada en

    Xena. sta le sonri.

    Mejor?

    ...ena la voz de Gabrielle era dbil, entrecortada.

    Estoy aqu. No te preocupes, estars mejor dentro de nada.

    ...tac intent decir Ese hombre...

    Shist... no hagas esfuerzos. No te preocupes ahora por eso. Ya pas... Xena volvi amirar a su alrededor. Nadie. Nada. Todos sus sentidos estaban en alerta. No quera

    ms sorpresas. No quera pensar en el brusco silencio en el que se haba sumido derepente el pueblo.

    En ese viento helado.

    Ni el canto de un ave aquietaba el denso vaco. Volvi a centrarse en la herida deGabrielle. La sangre haba dejado de manar y el pecho de la bardo suba y bajaba deforma acompasada. Not, sin embargo, que su piel arda bajo su contacto. Temi queel golpe hubiera causado algn dao interno al cual no pudiera acceder, y un sbitotemor mordi entonces su corazn, arrasndolo. Un miedo absoluto ante la mortalidad.De Gabrielle. La mir detenidamente, con un sordo martilleo asolando su sien. Se sintidesesperadamente dbil, casi enferma, todo en un segundo. Not que Gabrielle lamiraba.

    Xena? musit.

    Intent sonrerle.

    Bueno, mi joven amiga. Empiezas tu propio mapa y le seal la pequea incisinen su pecho, intentando parecer despreocupada No te preocupes, cerrar bien.Cmo te sientes?

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    Gabrielle intent tragar.

    Tengo sed... susurr.

    Bien, bebers le sonri. Mir en derredor suyo, con un atisbo de inquietud. All, en elcentro de la plaza, lo habra jurado, tendra que haber un pozo."Maldicin", se dijo,

    "mald...". pero ni siquiera pudo seguir pensando cuando, al volver a girar la cabezahacia Gabrielle, vio un odre hmedo junto a sta. Primero abri muchos los ojos,despus los entrecerr con desconfianza. Un nuevo barrido a su alrededor volvi aconfirmar lo que ya saba: estaban solas. Tante el odre, llevndoselo a los labios.Bebi un trago y palade el lquido. Agua, slo agua. Se resista, no obstante, aacercrselo a Gabrielle. Todo era muy extrao, demasiado. Pero Gabrielle tena sed,sus labios estaban resecos. Rog en su interior porque en verdad ese lquido fuese tanslo agua, tal y como haba comprobado. Acomod a Gabrielle sobre su regazo ymantuvo su cabeza erguida, apoyndola en el hueco de su hombro.

    Toma, Gabrielle, es agua le dijo, acercndole el odre a los labios . Bebe despacio.

    La joven trag el agua, al principio con ansia, despus ms tranquila. Cuando termin,

    se llev una tentativa mano al pecho dolorido.

    Uf... se quej, torciendo el gesto , esto duele. Qu tengo?

    Xena se maldijo silenciosamente."Estpida guerrera. De qu te sirve tu pasado si nologras salvar el presente en base a esa experiencia". E incluso ella misma, a pesar dehaber sido duea de ese pensamiento, se conmocion con l, por todo lo queimplicaba. En este presente ella no estaba sola, como en su turbulento pasado. En estepresente que ahora construa Gabrielle ocupaba un lugar central, cada vez ms, cadavez mayor. Ese pensamiento la turb... y la llen de una paz hasta ahora desconocidapara su alma. Antes de que pudiera seguir con el hilo de sus pensamientos sintiagitarse a Gabrielle en su regazo.

    Xena?

    La guerrera la mir. Si Gabrielle percibi el brillo en sus ojos nada dijo.

    ltimamente eres unaprincesa muy perdida en tus ensoaciones le espet la joven,sonriendo levemente.

    Xena correspondi a su sonrisa.

    Y t una bardo muy afortunada. No te colgar del rbol ms alto por volver allamarme eso..

    Gabrielle sonri ms an.

    Xena?

    Mm?

    Agradezco tu cuidado, pero... arque levemente el cuello ... esta armadurapectoral tuya me est machacando la oreja.

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    Oh.

    Xena la ayud a incorporase, siendo absolutamente consciente en ese momento decmo su cuerpo echaba de menos el clido peso del de Gabrielle. Se sintirepentinamente... desamparada. Agit con decisin su cabeza. Maldito da. Malditossentidos. Haba pasado todo el da anterior revolcndose en la amargura de su propio

    pasado, vindose azotada por los oscuros designios que vea en un ayer trazado a basede sangre y fuego; convencindose hasta la mdula de que su vida no merecacontinuar o, en todo caso, de as hacerlo, que tomara sta el rumbo del continuo dolor,del tormento de un oscuro pasado esculpido con ira y odio sobre cada fibra de su ser. Yhe aqu que, en el tiempo de un suspiro, un golpe haba hecho saltar en pedazos lapreeminencia de s misma sobre todo lo dems.

    Ahora slo importaba Gabrielle. Pero, y an temi hacerse a s misma esa pregunta,"por qu era tan importante Gabrielle?". "No", se corrigi a s misma, " por qu lo eratanto para ella?".

    Not moverse a la bardo.

    Ooops... Gabrielle sujet con fuerza la mueca de Xena, lamentndose alincorporarse Esto duele, duele, duele... gru entre dientes.

    Xena se oblig a clavar sus sentidos en la realidad.

    Espera Gabrielle, no hagas movimientos bruscos y pens: "no los hagas, porquetodava no estoy segura del alcance de tu herida. No lo hagas, porque temo que unahemorragia masiva que no pueda controlar arrase tu pecho. No lo hagas, porqueentonces yo no sabra qu hacer". Pero ni ella misma tuvo muy claro si eso ltimohaca referencia slo a la herida de la bardo o realmente al resto de su propia vida.Estaba dispersndose mucho en sus pensamientos... y en sus sentidos. Coloc su manoen la espalda de Gabrielle y se incorpor levemente, flexionando las rodillas Loharemos poco a poco, de acuerdo? sujet con su mano libre el antebrazo deGabrielle Si al alzarte notas algn vahdo dmelo y pararemos.

    Gabrielle pareci divertida.

    No es para tanto protest Slo es un golpe en el pecho.

    Obedece.

    Gabrielle asinti, mirndola.

    Por supuesto. Nadie en su sano juicio osara jams desobedecer el mandato de un..."Seor de la Guerra" estuvo a punto de pronunciar, pero se detuvo a tiempo ... unaguerrera.

    Xena enarc una de sus cejas en su caracterstico gesto, pero no replic.

    Lista?

    Aj... asinti Gabrielle.

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    Y se sinti levantada suavemente, como una pluma. Los msculos y la envergadura deXena le hacan parecer casi siempre una desmaada aldeana a su lado pero, dioses,ambos eran bien recibidos y de agradecer en segn qu circunstancias. Sinti una levepunzada cuando por fin estuvo plantada sobre sus pies, pero nada ms. Inspir concautela y expuls el aire con la misma diligencia. Slo not un leve malestar.

    Creo que va bien inform a Xena, que aguardaba expectante a su lado.

    Seguro?

    S, claro, muy bien le sonri . Tranquila, no fue ms que ungolpe.

    Xena lade la cabeza.

    Un feo golpe.

    Bah... Gabrielle sacudi una mano, quitndole importancia Pero t estabas aqu.

    Gabrielle not la conmocin en Xena cuando una sombra permut sus rasgos de lainquietud al desencanto.

    Ni lo estaba tanto ni fui tan rpida como t hubieras necesitado. dijo sombramente.

    Gabrielle not el pesar en su voz.

    Vamos Xena dijo con vehemencia , no eres una diosa omnipresente yomnipotente dijo esto ltimo con un leve toque de ligereza . Y, adems, no has decargar sobre tus hombros el peso de mi cuidado. Cuando decid marchar contigo lo hicebajo mi propia responsabilidad y no deseo convertirme en... vacil ... una molestiapara ti encar con inseguridad los ojos de Xena, un azul que tena ms de mar que demetal para ella. Suspir. Siempre esa incertidumbre, esa duda. No deseaba ser una

    carga para Xena, un obstculo que acabara convirtiendo su compaa en indeseable,que alentara la decisin de Xena en el camino de la separacin. Al fin y al cabo, no erams que una aldeana con ms debilidades que ventajas.

    Pero al parecer Xena no pensaba as. Y, en todo caso, si algn da ella tomara esadecisin, separar sus caminos, no lo hara en razn de las infundadas incapacidades deGabrielle, sino todo lo contrario. Enviara a la bardo de regreso a Poteidea parapreservar la riqueza que representaba. Jams haba encontrado un ser tan puro entoda su vida. O tal vez s, y seguramente acab atravesndolo con su espada antes deque pudiera demostrrselo.

    Gabrielle malinterpret el nuevo gesto de desagrado que se dibuj en el rostro de

    Xena. Le cost un terrible esfuerzo decir lo que dijo a continuacin:

    Me ir si as lo deseas dijo dbilmente.

    Xena se agit. "Cmo, por todos los dioses, haba Gabrielleengarzado sus palabrascon su propia inquietud interior?". Era como si hubiera seguido el hilo de suspensamientos.

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    No dijo claramente, quizs con demasiado mpetu . No volvi a decir, esta vezms sosegadamente ... Quiero decir vacil , no si t no lo deseas parecaturbada, insegura, y Gabrielle lo not. Antes de que pudiera replicarle, la voz interiorde Xena ya haba elaborado toda una ruta de pensamientos. Se dijo a s misma queestaba siendo egosta. Profundamente egosta. Se haba acostumbrado demasiado aesa rutina dual, a hacer las cosas junto a alguien, ella que tan autosuficiente haba sidosiempre. Y por mucho que a veces su otrora alma solitaria reclamara puntualmenteuna soledad egosta, era ste con mucho un egosmo mayor. Deseaba que la bardocontinuara junto a ella. Pensar en lo contrario le provocaba un aturdidor vaco que

    jams antes haba sentido. Y ste era su nuevo egosmo. Era consciente de que supasado iba a perseguirle siempre, todos los das de su vida, y era un pasado conmuchos filos. Haba cambiado el sentido de su espada, convirtindola en instrumentode justicia y no de maldad, y saba que tendra que seguir usndola, pues cientos, y nouno, eran los corazones oscuros que todava asolaban el mundo. Y Gabrielle, suspir,siempre estara all. Cada vez que se cruzara con una milicia renegada, con un grupoesclavista; cada vez que alguien la buscara para ganar su nombre, para hacerle pagarsu pasado, cada vez que... por eso era egosta. Deseaba la compaa de Gabrielle,pues tema la soledad tras haber conocido la sincera compaa. Pero tambin saba losriesgos que ello entraaba. Inspir profundamente y encar la mirada de Gabrielle .Hagamos un pacto le dijo sbitamente.

    Gabrielle arque una ceja, extraada.

    Un pacto?

    S.

    Qu tipo de pacto?

    Xena tom aire. Le iba resultar difcil decir aquello.

    Escucha, Gabrielle. Aprecio mucho tu compaa y valoro an ms tu amistad pero...la rompera en un instante, sin dudar, si con ello creyera que ibas a sobrevivir ms allde m misma.

    Gabrielle inici una protesta. No estaba segura de lo que Xena le estaba diciendo ytampoco estaba segura de que quisiera seguir escuchndolo. Intent decir algo, peroXena la acall con un gesto.

    Soy una asesina, Gabrielle. Djame hablar... le espet, cuando vio que la joveniniciaba un nuevo gesto de protesta Y lo soy tanto por accin como por omisin. Losoy cuando permito que t sigas a mi lado y cuando por ello te hieren bajfugazmente la mirada hacia el pecho contusionado de Gabrielle . T pareces pagarun tanto de mis deudas con la humanidad, pues ella no distingue cuando arremete con

    ciega furia. Si sigues a mi lado, algn da, sin que ninguna de las dos pueda evitarlo,caers bajo su hierro. Y t no eres la deudora. Slo yo lo soy. Slo yo fui quien gui miodio y mi furia. As volvi a tomar aire , quiero que me prometas una cosa Gabrielle.

    Gabrielle aguardaba con expectacin.

    Abandname Xena dud una milsima antes de continuar al percibir el sbito yfugaz dolor que ensombreci los ojos verdes de Gabrielle, pero se oblig a continuar .Hazlo sin dudar el da que te lo pida, pues ten la seguridad que si algn da as lo

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    hiciera, sera por muy buenas razones. No pareces creer que tus dones son mucho msvaliosos de lo que puedan llegar a ser los mos, si acaso los tuviera torci el gesto yestimo que la continuidad de tu camino en este mundo ser mucho ms necesaria quela ma. Ese es el pacto que te pido. Tu compaa... pareci vacilar en su forzadaseguridad me es muy importante y no lo voy a negar. Simplemente has trado la luz ami vida, Gabrielle suaviz el tono de voz, intentando sonrer . Dudo que mi caminohacia la redencin tuviera tanta firmeza si t no estuvieras aqu para... apoyarme pareci acallar un sbito dolor, pero se rehizo . Promteme que te irs de mi lado sias te lo pido, pues mis razones dirn que ser por tu bien, pero creme si te digo que,en el fondo, sera por el mo. Porque tu bien es mi bien.

    Gabrielle se sinti profundamente conmovida. Xena acababa de desnudar su alma anteella, no toda, no tanta, pero s una porcin gigantesca, vital. Quiso abrazarla, quisorodearla con sus brazos y acunar su morena cabeza en su hombro, invertir el orden poruna vez y ser ella la protectora y decirle "basta, saca todo tu dolor, tu miedo, tu clera,que nada ocurrir. Djate mecer por una vez, djate proteger, mustrame tu debilidad

    para que pueda conocerla y preservarla del mundo. Ven a m de una vez".

    As que la mir directamente a los ojos y, extraamente an para ella misma, se oy

    decir con una pasmosa seguridad:

    Lo har. Y tu pacto ser tambin el mo. Promteme que me abandonars cuando mipresencia ya no aporte nada a tu vida, cuando el riesgo sobre ti misma sea superior alriesgo sobre m. Porque... y ahora fue ella la que acall con un gesto el intento derplica de Xena porque... repiti conozco tus dones aunque t quieras ignorarlosy no sabes cun valiosos son, mucho ms all de nosotras mismas. Tus dones seproyectan sobre el resto de la Humanidad y tengo la absoluta certeza de que tu propiaceguera ante ellos no impedir su despliegue agit su cabeza, permitindose sonrerpor primera vez . Y acepto el pacto porque, Xena, tu bien tambin es mi bien.

    Por un instante rein el ms absoluto de los silencios y fue en ese micro espacio detiempo que ambas bucearon en sus miradas y vieron ms all de las palabras, ms all

    del mundo descrito. As sellaron su pacto.

    Fue Xena la que, por una vez, se adelant a un abrazo. Lo hizo con delicadeza,temiendo lastimar an ms la herida de Gabrielle y sta la rode tambin con susbrazos con una fuerza inusual. No cruzaron una sola palabra, no haca falta.

    Mantuvieron el abrazo unos largos segundos, durante los cuales una, la guerrera,experiment el alivio de un contacto ante el cual siempre se haba mostrado reacia,temerosa del caudal de debilidad que podra abrir y otra, la bardo, por fin pudomaterializar el consuelo que siempre haba querido volcar sobre la atormentada Xena.

    Hubo algo ms durante esos largos segundos, algo terrible. Xena se dio cuenta de queGabrielle estaba muerta.

    5 parte."El corazn no le lata", musit la guerrera, a s misma, al mundo, agitando pesarosa lacabeza en el camino de sus recuerdos, "el corazn no le lata".

    Una fra lengua de viento volvi a levantar un puado de hojas secas alrededor de susgastadas botas, y volvi a rememorar aquel abrazo, aquella sbita sospecha cuandonot, extraada, que algo no iba bien; cuando, sin explicrselo an, dirigi su atencina la bsqueda del regular pulso que deba estar all, en Gabrielle. Entre sus mltiples

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    cualidades se hallaba la de un sentido de la percepcin extraordinariamentedesarrollado. Un sentido que la haba salvado en innumerables ocasiones. Un sentidoque ahora haba abierto un boquete de pnico en su corazn. Record cmo, de formainconsciente, coloc su mano sobre el cuello de la bardo. Y se sinti desfallecer. No

    poda ser. Volvi a hacerlo y el miedo mordi su corazn.

    Para entonces Gabrielle se haba apartado ligeramente de ella, con un brillo divertido yconfuso en los ojos:

    "Se puede saber qu haces Xena?".

    Brillo que se transform en alarma cuando vio la expresin de Xena.

    Qu pasa?

    Si Xena hubiera podido responderle se hubiera encontrado con que no habra sabidoqu. En vez de ello, pos la palma de su mano sobre el pecho de Gabrielle, justo dondese hallaba la contusin.

    All no lata ningn corazn.

    Xena respir agitadamente. Gabrielle necesitaba una respuesta a su actitud y nodeseaba en absoluto proporcionrsela.

    Xena, me ests asustando. A qu se debe esa expresin?

    Por primera vez en toda su vida Xena supo lo que era el pnico. Not con desasosiegoque el silencio en el pecho de Gabrielle y el del pueblo eran dolorosamente similares yse pregunt hasta qu punto estaba relacionado con ello la sbita desaparicin de sushabitantes, o del mismo pozo... o de esa casa... o de esa otra... El rbol de aquelcallejn, el montn de heno acumulado a un lado, el tejado de aquel comercio?

    Xena crey perder la razn. Todo estaba fluctuando a su alrededor, de forma aleatoria,caprichosa, demencial. Las casuchas oscilaban de una dimensin a otra, sbitoscambios fsicos en el entorno que la sumieron en un estado de espantosa irrealidad. Loltimo que escuch antes de perder el conocimiento fue la voz de Gabrielle que,aterrada y urgente, le preguntaba una y otra vez: "por qu, por qu, por qu..."

    Silencio.

    Absoluto, sepulcral.

    Y una voz: "vuelve el guila a su nido".

    Y otra, sarcstica: "vuelve el carroero, el instrumento del mal".

    Y el silencio de nuevo.

    La despert una nia, un beb apenas. De tez plida, ojos grandes. Con el cuelloseccionado por una profunda herida. Le sonrea.

    Eres t le espet con voz infantil.

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    Y Xena, aturdida, pregunt:

    Quin... soy yo?

    T eres el guila que vuelve al nido, el carroero y el instrumento del mal. T erespor quin yo fui muerta. T fuiste la mano que detuvo el cumplimiento de mi destino.

    Xena se sinti desfallecer. Notaba que estaba tumbada sobre algo fro y duro, aunquela oscuridad que reinaba a su alrededor le impeda percibir nada ms.

    Qu es esto? y a continuacin, con alarma, girando su cabeza a un lado y a otro,buscando Y Gabrielle? Dnde est Gabrielle?

    La nia sonri.

    Yo soy Gabrielle.

    Xena sinti un agudo ahogo en su pecho. La nia prosigui:

    Ella est ahora en m. Tambin muri por tu mano. Yo soy todos los que por timurieron.

    Los ojos de Xena se agrandaron con horror. Se senta dbil, perdida, confusa.

    Explcame, por favor... le suplic en un susurro, alargando una mano temblorosahacia la nia muerta Por favor... senta en su interior una helada certeza, una

    premonicin inconclusa, el camino de una verdadque no quera recorrer.

    Mira a tu alrededor y, ante un aleteo de la nia con su mano, Xena not que laoscuridad iba resbalando hacia una penumbra casi perceptible, donde los contornosempezaban a perfilarse, aunque an algo difusos. Vio entonces los cuerpos mutilados,la sangre en las paredes, los restos humanos esparcidos, el humo acre, el dolor, elmiedo, la ira, el absoluto terror. El pastoso olor de la muerte. El olor a xido. Unanusea sacudi su estmago. Vio la carne sanguinolenta y mrbida, vio a mujeres yhombres convertidos en guiapos, los labios abiertos de sus heridas, el hedor de suscuerpos, el horror congelado en sus rostros. Vio a su propio hermano llorando en unrincn.

    Lyceus! grit, intentando ir hacia l.

    No pudo.

    l alz sus palmas en un gesto de muda desesperacin, infinito dolor y reproche. :

    "por qu me convertiste en tu excusa?Por qu hiciste de m la causa de tanto dolor?"y, mirndola fijamente, aadi: "Ahora vivo entre ellos y... me duele, me duelemucho, hermana".

    Entonces, un musculoso guerrero de fiera envergadura se materializ de la nada juntoa Lyceus y, blandiendo una pesada y afilada espada, parti su crneo en dos.

    Xena grit con terror, con desesperacin, pero nada pudo hacer. El guerrero de la nadaremat su macabra faena propinando una violenta patada al cuerpo roto que haba

  • 8/3/2019 A Los Ojos de Un Dios Borracho

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    sido Lyceus. Xena sinti resbalar unas lgrimas y se llev una mano al pecho, alldonde todo el dolor, toda la pena, haban anidado. Volvi a escuchar en ese momentoel par de voces que haban dado la bienvenida a su consciencia, la primera de ellassuave, la segunda, sarcstica:

    Alimenta a tus polluelos, guerrera.

    Afila la hoja de tu mal.

    Y algo fue lanzado rodando a sus pies. Lo mir.

    Era la cabeza de Gabrielle.

    Perdi el conocimiento.

    Ahora estaba en un jardn marchito, el sol castigando sus pupilas, arrasando su lucidez.

    Ahora la nia estaba sentada sobre sus rodillas. No se mostraba inquieta. Slo la

    miraba atentamente.

    Xena tom aire profundamente, pareca haberse olvidado de hacerlo hasta esemomento. Frunci el ceo. Algo le dola muy en su interior.

    Por favor... volvi a suplicar Xena.

    La nia pos una plida manita en el pecho de Xena.

    Tienes miedo?

    Xena asinti.

    Mucho.

    Tenas miedo antes?

    Antes? replic, confusa.

    Durante tus das de Seor de la Guerra.

    Xena se mordi el labio inferior. Su cuerpo y su rostro estaban cubiertos por una leveptina de sudor, el cabello hmedo pegado a la frente.

    Yo siempre he tenido miedo se oy decir a s misma. No lo entenda. Miedo? Dequ? Por favor... volvi a pedir Necesito saber qu... y mir a su alrededor ... estodo esto.

    La nia, de repente, le bes en la barbilla.

    Hace un segundo mataste a Gabrielle y ahora ests loca le dijo con voz cantarina.Empez a jugar a hacer palmas contra la armadura de la guerrera, siguiendo el ritmode su propia letana . Loca, loca, loca.

  • 8/3/2019 A Los Ojos de U