a la espera de la felicidad en la estación de macondo

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A LA ESPERA DE LA FELICIDAD EN LA ESTACIÓN DE MACONDO Hace mucho tiempo, pero mucho tiempo atrás se escuchaba a distancia, el silbato de los trenes, que llegaban a la estación de macondo puntualmente a la hora. Se veía la multitud ansiosa por comprar los tiquetes para el viaje, a aquellos felizmente a los parientes que venían de muy lejanos lugares; ya aquellos que esperaban pacientemente en el tren a que el campanero avisara la hora de partida a la siguiente estación. Cerca de la estación, en un pequeño parque, descansaba un hombre moribundo, llamado Lúcian, un hombre que no tenía nada de dinero; el cual había perdido a su madre, quien enfermo de tuberculosis y murió cerca de 3 años, y que por motivo de dolor, se encerró en el mundo del alcohol; y despilfarrando el poco dinero que tenia, perdió la casa que su madre la había dejado antes de morir; por tal razón quedo en la ruina y sin nada que lo acompañara; solamente le quedaba esperar el cierre de las cafeterías que en la estación se encontraban, para esperar los desperdicios que la gente dejaba. Una mañana soleada de un mes de junio, se escuchaba el tren a lo lejos y el mismo hombre se encontraba allí, viendo llegar a las personas bajando del tren y a sus familias recibiéndolas alegremente en la estación; luego de unos minutos ve bajar a una hermosa joven y de corazón humilde, hija del alcalde y la doctora del pueblo; su nombre era Mariel Santarosa, y desde el primer instante que la vio; sus ojos se iluminaron de amor por ella. Mariel, lo vio a lo lejos muy sucio y también hambriento, decide tomarse unos minutos y se acerca a él. Lúcian, al ver que ella se acercaba, se puso nervioso y bajo la mirada. Cuando Mariel llega hasta él, ve que tiene

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Page 1: A la espera de la felicidad en la estación de macondo

A LA ESPERA DE LA FELICIDAD EN LA ESTACIÓN DE MACONDO

Hace mucho tiempo, pero mucho tiempo atrás se escuchaba a distancia, el silbato de los trenes, que llegaban a la estación de macondo puntualmente a la hora. Se veía la multitud ansiosa por comprar los tiquetes para el viaje, a aquellos felizmente a los parientes que venían de muy lejanos lugares; ya aquellos que esperaban pacientemente en el tren a que el campanero avisara la hora de partida a la siguiente estación.

Cerca de la estación, en un pequeño parque, descansaba un hombre moribundo, llamado Lúcian, un hombre que no tenía nada de dinero; el cual había perdido a su madre, quien enfermo de tuberculosis y murió cerca de 3 años, y que por motivo de dolor, se encerró en el mundo del alcohol; y despilfarrando el poco dinero que tenia, perdió la casa que su madre la había dejado antes de morir; por tal razón quedo en la ruina y sin nada que lo acompañara; solamente le quedaba esperar el cierre de las cafeterías que en la estación se encontraban, para esperar los desperdicios que la gente dejaba.

Una mañana soleada de un mes de junio, se escuchaba el tren a lo lejos y el mismo hombre se encontraba allí, viendo llegar a las personas bajando del tren y a sus familias recibiéndolas alegremente en la estación; luego de unos minutos ve bajar a una hermosa joven y de corazón humilde, hija del alcalde y la doctora del pueblo; su nombre era Mariel Santarosa, y desde el primer instante que la vio; sus ojos se iluminaron de amor por ella.

Mariel, lo vio a lo lejos muy sucio y también hambriento, decide tomarse unos minutos y se acerca a él. Lúcian, al ver que ella se acercaba, se puso nervioso y bajo la mirada. Cuando Mariel llega hasta él, ve que tiene vergüenza y le levanta la mirada; con gran seguridad ella le dice:

- No tienes que sentir pena ante mí, yo no me eh acercado a ti para hacerte daño, solo quiero saber cómo te llamas.

Avergonzado le responde – Lúcian, mi nombre es Lúcian- con una voz un poco apenada.

Ella le responde: mucho gusto Lúcian, mi nombre es Mariel Santarosa, te parece bien si me acompañas a comer algo.

- No, no quisiera quitarle tiempo – responde Lúcian-

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- No, no lo harás – responde Mariel – estaré encantada si me acompañas pues como vez acabo de llegar de un largo viaje y me gustaría comer algo, de paso conocernos un poco; te parece

Lúcian feliz le responde: está bien, pero solo un momento y luego me iré, no quisiera que la gente hable mal de usted por verla con un hombre sucio y moribundo como yo.Mariel lo mira fijamente a los ojos y suelta una pequeña risa y le dice: lo que hable la gente del pueblo de mí, no me interesa, yo soy una persona consciente de lo que digo y también hago, y me parece que con invitarte a comer algo no estoy haciendo nada malo.

Se sentaron en una mesa y pidieron de comer, mientras llegaba la tarde y se conocían mejor. Como Mariel se dio cuenta de que Lúcian no sabía leer ni escribir, decide enseñarle. Cuando llego la tarde Mariel debía irse a casa; mientras se iba caminando, dejo caer un pañuelo y rápidamente Lúcian lo recoge y se lo entrega; Mariel le dice:

- Guardarlo y me lo regresas mañana, quiero enseñarte algo que se que te va a gustar, te esperare aquí mismo a la misma hora, pero deberás asearte y verte con ropa presentable.

Desconcertado Lúcian por lo que le dice no sabe que responderle y no le queda más que aceptar.

Al día siguiente Lúcian decide tomar un baño en el rio y lava su ropa porque no tenía más; y mientras esperaba en cueros a que su ropa se secara, practicaba sobre como se le iba a presentar al llegar la hora. Luego que se aseo y que su pelo corto, tomo la ropa que se había secado ya, se cambio y se fue a esperar desde mucho antes Mariel en la cafetería de la estación. Mientras trenes llegaban y trenes partían, Lúcian pensaba en el perfume que tenía el pañuelo; él pensaba que el aroma que llevaba era hermoso como la señorita que lo dejo caer.

Cuando se hizo la hora Mariel llego a la estación donde la esperaba Lúcian. Mariel llevo consigo unos libros y una muda de ropa que le quiso regalar Lúcian porque recordó que no tenía nada de ropa. En ese momento Lúcian le pregunta:

- ¿Para qué son esos libros? – inmediatamente Lúcian se disculpa y la saluda cortésmente- disculpe señorita, que mal educado soy, tome asiento por favor.

- Gracias – responde Mariel – y no me digas señorita te parece bien si no tratamos de tu, solo dime Mariel, y pues estos libros son para ti, me di cuenta de que no sabes leer y tampoco escribir, por eso me eh tomado la molestia de enseñarte; espero no te moleste.

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Lúcian agradecido por la ropa y feliz de lo que le dice, él acepta e inmediatamente Mariel le empieza a dar clases de lectura y escritura. Pasaba el tiempo y Lúcian empezaba a leer y a escribir vocales. Pasaron meses y Mariel ya le había enseñado a escribir aunque a Lúcian le faltaba practica en su lectura. Un día Mariel decide tomar un descanso para tomar un día libre y hablar un rato, pues a Mariel le interesaba saber porque Lúcian había decidido tomar el camino que llevaba antes de conocerla; fue cuando él decide contarle su historia y todo lo que vivió.

A medida que pasaba el tiempo Mariel se dio cuenta que empezaba a sentir algo por Lúcian, se dio cuenta de que estaba enamorada de él y Lúcian también sentía lo mismo por ella; pero por desgracia para ellos, en el pueblo se empezaba a rumorar que ellos tenían una relación y este rumor llego a los oídos de los padres de Mariel; ellos no aceptaron esa relación por lo que decidieron hacer que Mariel se fuera del pueblo y así se olvidara de él.

Al día siguiente, Mariel, llega a la estación, compra su tiquete para el viaje y espera tristemente en la cafetería a que llegara su tren. Mientras Mariel esperaba allí, llega Lúcian y no se siente feliz, porque en su cara ve que en ella había tristeza y le pregunto lo que pasaba; es cuando Mariel le cuenta todo lo que paso una noche antes y que también se tenía que ir porque sus padres le dieron la orden.

Empieza el campanero a dar aviso de que el tren va a salir. Al momento del tren partir Lúcian con las lágrimas en los ojos se le arrodilla y no la quiere dejar ir; pero lo acepta y le hace una promesa; con una voz entrecortada le dice:

- Niña de mis ojos, yo te prometo… y espero que nunca se te olvide, y es que a ti jamás te voy a olvidar y al momento de tu regreso aquí me veras, porque aquí siempre te esperare.

Empieza a partir el tren, y Mariel dentro, se vuelve un mar de lágrimas. Desde ese día, Lúcian empezó nuevamente su rutina de dormir todos los días en la estación y de comer los desperdicios de las cafeterías solo por esperar el día en que Mariel regresara.

Mientras tanto a Mariel le había tocado irse a México, donde estudio y se preparo para ser profesora. Termino sus estudios y trabajo un tiempo haya. Luego se hizo independiente y decide regresar a Colombia; ansiosa por volver a ver a Lúcian, al bajar del tren y verlo de bueno en la estación.

Lúcian, se encontró como siempre en la estación de trenes, no como se veía antes sucio y moribundo, ya que había decidido trabajar como albañil para ganar dinero y comprarse algo de ropa; pero siempre que escuchaba el tren llegar se iba corriendo a ver si Mariel había regresado.

Page 4: A la espera de la felicidad en la estación de macondo

Llego el día, después de 7 siete años; el día esperado por Mariel y por Lúcian. Se escucha de nuevo el tren; Lúcian presiente que ese día iba a ser su día y va con tal rapidez a la estación, cuando llego encontró a Mariel con sus lágrimas en los ojos; Lúcian al verla se acerca a ella y unas lagrimas por sus ojos empiezan a rodar. Cuando por fin están ambos de frente, Lúcian se postra en sus rodillas y se echa a llorar de felicidad; es cuando él le dice a Mariel:

- Ya volvió, la niña de mis ojos por fin regreso.

Ella feliz de volver a verlo, lo abraza fuertemente y le dice al oído cuanto lo ama y lo mucho que lo había extrañado en toda su ausencia. Lucían le propone casarse y vivir juntos, ella felizmente acepta. Lúcian, aprendió muchas cosas como albañil y le construye una casa a Mariel, pequeña y acogedora. Luego Lúcian le propone a Mariel construir una pequeña escuela para los niños del pueblo, para que ella con su maestría, les enseñara a leer y a escribir.

Y terminando así, todos los sueños de Mariel y Lúcian ya cumplidos, ambos pudieron vivir el resto de su vida juntos, felices por siempre.

Autora: MariaNella Perea Retamozo