8843207 maurier daphne du los lentes azules y otros relatos (1)

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    DAPHNE DU MAURIERDAPHNE DU MAURIER___________________________________________________________________________

    Los lentes azules yLos lentes azules y

    otros relatosotros relatos

    EDITORIAL DE EDICIONES SELECTAS S. R. L.

    BUENOS A I R E S

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    Daphne du Maurier Relatos_________________________________________________________________________

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11. 723Prohibida la reproduccin.

    Copyright byEditorial de Ediciones Selectas

    Buenos Aires, 1961

    Ttulo de la obra en ingls:

    THE BREAKING POINT

    Traduccin de:

    ANA O'NEILL

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    Daphne du Maurier Relatos_________________________________________________________________________

    IMPRESO EN ARGENTINAPRINTED IN ARGENTINA

    Per 1186 - Buenos A i resEditorial de Ediciones Selectas

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    NDICENDICE

    La Coartada 6

    Los Lentes Azules 34

    Ganmedes 61

    El Estanque 89

    La Archiduquesa 109

    La Amenaza 135

    El ante 161

    Los seoriales 182

    NOTA:

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    En la vida de todo individuo llega un momento en que debe hacer frente a la realidad.Cuando tal cosa sucede, el eslabn que une a la emocin y a la razn, parece distendersehasta el lmite de la resistencia. Suele romperse. En esta coleccin de cuentos, hombres,mujeres, nios y hasta una nacin entera, son llevados hasta ese momento decisivo. Juzgueel lector, en cada caso, si el eslabn resiste o se rompe.

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    LA COARTADALA COARTADA

    Como todos los domingos, los Fenton paseaban a lo largo del terrapln. Al llegar alAlbert Bridge se detuvieron, tambin como de costumbre, para decidir si lo cruzaran endireccin a los jardines o bien seguiran hacia los galpones de los botes. Continuando supropio hilo de pensamientos, la seora Fenton dijo:

    Cuando lleguemos a casa, hazme acordar de hablar por telfono a los Alhuson, paraque traigan las bebidas. Esta vez les toca a ellos venir a vernos.

    Fenton miraba sin ver, el trnsito de la calle: un camin que cruzaba el puente aexcesiva velocidad, un coche sport con el escape ruidosamente abierto, una niera deuniforme gris empujando un cochecito con un par de mellizos idnticos, de rostrosredondos como quesos holandeses, que al llegar al puente dobl hacia la izquierda, haciaBattersea.

    Hacia dnde? pregunt a su esposa, mirndola sin reconocerla, bruscamenteinvadido por la sensacin abrumadora y horrible de que, tanto ella como todas las otras

    personas que caminaban a lo largo del terrapln o cruzaban el puente, no eran ms quepequeas marionetas saltarinas manejadas por medio de una cuerda. Hasta los pasos quedaban eran bruscos, irregulares, slo una imitacin espantosa de lo verdadero, de lo quedeba ser, y el rostro de su esposa los ojos de porcelana azul, la boca demasiado pintada, elsombrero de primavera colocado en airoso ngulo, no era ms que una mscara pintada a laligera por la mano del Maestro la misma mano que sostena las marionetas sobre un trozode madera muerta, de la misma clase que se usa para los palillos de los fsforos, que era elmismo material de que estaban hechos los muecos. Se apresur a apartar los ojos de sumujer y fijndolos en el pavimento, traz de prisa un cuadrado, con la punta del bastn,marcando el centro con un punto. Se oy decir:

    No puedo seguir...Qu te pasa? le pregunt su mujer. Te dio la puntada?Comprendi que deba tener cuidado. Cualquier intento de explicar derivara en

    azoradas miradas de los enormes ojos azules, y preguntas no menos azoradas y urgentes;entonces volveran sobre sus pasos a lo largo del odioso terrapln, mientras el viento queesta vez soplara misericordiosamente a favor, los empujara hacia la muerte de las horasfuturas, tal como la marea del ro, que pasaba junto a ellos, arrastraba ramas y cajas vacashacia el inevitable y maloliente lecho fangoso bajo de los muelles.

    Con astucia, reorden sus palabras, buscando tranquilizar a su mujer:Quiero decir que no podemos ir ms all de los galpones. Es un punto muerto. Y tus

    tacos... le mir los zapatos tus tacos no sirven para ir caminando hasta Battersea. Yonecesito hacer ejercicio y t no puedes acompaarme. Por qu no te vas a casa? De todosmodos, la tarde no es gran cosa...

    Su mujer levant la vista hacia el cielo opaco, cubierto de nubes bajas.Afortunadamente para Fenton, una rfaga de viento hizo temblar su tapado, demasiadoliviano, y tuvo que alzar la mano para sostener su sombrero airoso.

    Me parece que lo voy a hacer le contest ella, y aadi, vacilante: Ests seguro deque no tienes la puntada? Te veo plido...

    No, estoy bien insisti l. Solo caminar ms rpido...Y viendo que en ese momento se acercaba un taxmetro con la banderilla levantada,

    agit el bastn hacindole seas para que se acercara.Sube dijo a su mujer. No vale la pena que te resfres...Y, antes de que ella pudiera contestar, abri la portezuela del coche y dio la

    direccin al conductor. No hubo tiempo para discutir. Mientras el taxi se alejaba, la vio

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    luchar con la ventanilla cerrada, gritndole algo respecto a que no llegara tarde, y a losAlhuson. Sigui con los ojos al vehculo hasta que desapareci por el terrapln. Y fue comosi viera desaparecer para siempre una etapa de su vida.

    Ech a andar de nuevo, esta vez alejndose del ro. Dejando atrs los ruidos y elmovimiento del trnsito, tom por la conejera de estrechas callejuelas que lo separaban deFulham Road. Su nica finalidad era perder la propia identidad y borrar del presente todoslos ritos del domingo, que lo aprisionaban.

    Hasta ese momento no se le haba ocurrido nunca la idea de huir. Pero apenas suesposa dijo: "Cuando lleguemos a casa hazme acordar de llamar a los Alhuson. Les toca aellos venir a vernos", fue como si algo se conectara bruscamente en su cerebro. Por finpudo comprender lo que sucede al hombre que, a punto de ahogarse, ve pasar por su mentetodo el panorama de su vida. El timbre de la puerta de calle, las alegres voces de losAlhuson, las bebidas preparadas sobre el aparador, las palabras que se cambiaban de pie, y,de inmediato, el acto de sentarse; todas estas cosas se convirtieron en otras tantas piezas degobelino que formaban su vida de prisionero, que empezaba todos los das en el momentoen que se corran las cortinas, se tomaba el t matutino, se comenzaba a leer el diario,tomando luego el desayuno en el pequeo comedor con la llamita azul del gas ardiendoapenas, por economa, despus el viaje en subte hasta el centro, las horas de metdicotrabajo en la oficina, el regreso a casa tambin en subte, tratando de leer el diario de la tardeen medio de la multitud que lo comprima el ademn de depositar su sombrero, su abrigo y

    su paraguas en el vestbulo, el sonido del televisor en la salita, mezclndose, tal vez con lavoz de su esposa que hablaba por telfono... Y era invierno, o verano, o primavera, u otoo,tan slo porque, a medida que cambiaban las estaciones, se renovaban las fundas de lassillas y del sof de la salita, o los rboles de la calle aparecan desnudos o cubiertos dehojas.

    "Les toca a ellos venir a vernos": los Alhuson aparecan saltando y gesticulando alextremo de su cuerda, hacan una reverencia y desaparecan. Los dueos de casa que losrecibieran, se convertan, a su vez, en sonrientes y saltarines invitados, como parejas debaile siguiendo las figuras de una msica antigua.

    De pronto, al detenerse junto al Albert Bridge y escuchar el comentario de Edna, eltiempo ces, o, ms bien, para ella continu como siempre: los Alhuson responderan alllamado telefnico, y se pondran en su sitio para bailar. Pero para l, todo haba cambiado.Tuvo conciencia de una potente sensacin de fuerza. El control estaba en su poder. Suya

    era la mano maestra que haca brincar las marionetas. La pobre Edna que marchaba a casaa toda prisa, dentro del taxmetro, para cumplir su papel predestinado de preparar lasbebidas, arreglar los almohadones, sacar las almendras saladas de la lata, la pobre Edna notena la menor idea de que su marido haba traspuesto los lmites y entrado en una nuevadimensin.

    Las calles se hallaban sumidas en la apata dominical. Las casas cerradas tenan unaire lejano, ausente. Esa gente no sabe pens Fenton no sospecha siquiera que un solo gestomo, ahora, puede cambiar su mundo. Golpeo una puerta sale alguien: una mujerbostezando, un viejo en chancletas, una criatura a quien enviaron sus padres, irritados... Deacuerdo a mi voluntad, a lo que yo decida, su suerte quedar echada... Un rostro deshecho agolpes. Un crimen. Un asalto. Un incendio.

    Todo era tan sencillo!

    Consult su reloj. Las tres y media. Optara por un sistema numrico: seguiracaminando otras tres cuadras, luego contara la cantidad de letras que tuviera el nombre dela tercera calle, y se sera el nmero de su destino.

    Ech a andar de nuevo, airosamente, sintiendo que su inters iba en aumento. Nadade hacer trampas, se dijo: tanto daba que fuera una cuadra de departamentos o de fbricas.Tal como sucedieron las cosas, la tercera calle era muy larga y se hallaba flanqueada porsrdidas casonas de la poca victoriana que, cincuenta aos atrs, deban haber sidoimportantes residencias, pero ahora, convertidas en departamentos o pensiones, nadaconservaban de su antiguo esplendor. La calle se llamaba Boulting. Ocho letras: nmeroocho. Cruz, confiado, y empez a buscar la numeracin, sin dejarse amedrentar por los

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    empinados escalones, las puertas sin pintar, ni los sombros subsuelos y el aspecto generalde pobreza y deterioro que tanto contrastaba con el de su propia calle Regency, de puertasbien pintadas y macetas en las ventanas.

    La casa nmero ocho no result distinta de sus compaeras, excepto, quizs, que supuerta era an ms pobre que las otras y ms msero el encaje de las cortinas que cubranlos cristales de las largas y feas ventanas de la planta baja. Una criatura de unos tres aosun varoncito de rostro plido y ojos sin expresin, estaba sentado en el escaln de arriba,atado al quitabarro, de modo tal que no poda irse. La puerta de entrada estaba abierta.James Fenton subi los escalones y busc el timbre. Haban pegado un papel con laspalabras "No funciona". Ms abajo se vea el cordn de una antigua campanilla.Naturalmente, sera cuestin de segundos desatar a la criatura, ponrsela bajo el brazo ydesaparecer, eliminndola luego, de acuerdo al humor o a la fantasa del momento. Pero sele ocurri que la violencia no resultaba indicada todava. Lo que l necesitaba era disfrutar,durante el mayor tiempo posible, de su sensacin de poder.

    Tir del cordn de la campanilla. Se oy un dbil tintineo al fondo del oscurovestbulo. El pequeo lo mir con indiferencia. Fenton se apart de la puerta y observ lacalle: un pltano de tronco pardo, cubierto de manchas amarillentas, comenzaba a echar sushojas nuevas; a sus pies, un gato negro se lama una patita lastimada. Sabore la espera,deliciosa a causa de la incertidumbre. De pronto oy que abran la puerta y una voz demujer, con acento extranjero, preguntaba:

    Qu desea?Se sac el sombrero, sintiendo el violento impulso de contestarle: "He venido a

    estrangularla. A usted y a su hijo. No tengo motivo alguno. Sucede simplemente que soy elinstrumento del destino". Pero no dijo nada de esto y se limit a sonrer. La mujer era tanplida como el chiquillo del escaln, tena los mismos ojos sin expresin e idnticoscabellos lacios. Podra haber andado tanto por los veinte como por los treinta y cinco aos.Llevaba puesto un saco de punto, demasiado grande, y como la pollera, oscura y deforme,le llegaba hasta los tobillos, pareca cuadrada.

    Alquila habitaciones? pregunt Fenton.Los ojos opacos se iluminaron de pronto, esperanzados, casi como si ya hubiera

    dejado de creer en la posibilidad de que le formularan semejante pregunta. Pero elresplandor se apag bruscamente y los ojos volvieron a quedarse sin expresin.

    La casa no es ma contest. Antes, el dueo alquilaba cuartos, pero ahora dice quela van a derribar, a sta y a las de al lado, para hacer casas de departamentos...Ah!... Entonces... Ya no alquilan cuartos?No, el dueo dice que no vale la pena, que en cualquier momento puede venir la

    orden de demolicin. Me paga algo por cuidar la casa, hasta que la tiren abajo. Vivo en elsubsuelo...

    Ah! volvi a exclamar Fenton.Pareci que la conversacin hubiese terminado. Pero Fenton no se movi. La joven,

    o la mujer poda ser cualquiera de las dos cosas mir hacia donde estaba el nio, y leorden que se quedara quieto, aunque apenas si lloriqueaba.

    Supongo que no me podra subalquilar una habitacin en el subsuelo verdad?Podramos hacer un arreglo entre nosotros, mientras usted siguiera aqu. Creo que el dueo

    no tendra inconveniente...La vio esforzarse para pensar. Evidentemente, no lograba asimilar semejante

    propuesta, por parte de una persona como l. Y, como la sorpresa es la mejor forma deataque, Fenton aprovech la oportunidad:

    Slo la necesitara por unas horas al da... No sera para dormir...La muchacha lo mir: traje de tweed, apropiado para Londres o el campo,

    chambergo, bastn, rostro de tez fresca, aparentando cuarenta y cinco o cincuenta aos... elesfuerzo por entender result superior a sus fuerzas y Fenton vio cmo los oscuros ojos sedilataban y perdan an ms su expresin, mientras trataban de conciliar el aspecto del

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    visitante con su inesperado pedido.Pero... para qu quiere el cuarto? pregunt por fin vacilante.Ah estaba el quid de la cuestin. "Para asesinarte, mi querida, a ti y a tu hijo, y

    cavar un foso en el piso y enterrarlos bajo las tablas". Pero todava no.Es difcil de explicar contest, con viveza. Soy profesional. Trabajo mucho,

    ltimamente se han producido algunos cambios en mi situacin y necesito disponer de uncuarto donde pasar algunas horas al da, completamente solo. No se imagina el trabajo queme dio encontrar el lugar adecuado. Este me parece ideal... mir de nuevo la casa vaca, lacriatura, y luego agreg, sonriente: Su nio, por ejemplo, tiene la edad justa. No molestaranada...

    Una semblanza de sonrisa cruz la cara de la mujer:Oh, no, Johnny es muy callado. Se queda sentado horas y horas. No molestara para

    nada. Pero la sonrisa vacil y volvi la duda: No s qu decirle... Vivimos en la cocina, conel dormitorio al lado. Hay otro cuarto al fondo, donde guardo unos cuantos muebles viejos,pero no creo que le gustara mucho. Claro, depende de lo que usted quiera hacer...

    Se le apag la voz. Esa apata era precisamente lo que Fenton necesitaba. Sepregunt si la mujer dormira muy profundamente. Tal vez tomaba drogas, como parecansugerirlo sus oscuras ojeras. Tanto mejor. Adems, era extranjera. Haba demasiada gente

    de esa clase en el pas.Si usted me muestra el cuarto, en seguida me dar cuenta...Inesperadamente, la mujer se volvi y lo condujo a travs del pasillo estrecho y

    sombro. Sin dejar de murmurar pedidos de disculpas encendi la luz y baj, seguida deFenton. Naturalmente, stos haban sido los cuartos de servicio de la residencia victoriana.La cocina, el fregadero y la despensa se haban convertido en el "living", la cocinita y eldormitorio de la mujer. El cambio haba hecho an ms notable su sordidez. Los feos caos,la caldera intil, el viejo fogn, pintados de blanco y bien limpios, podran haber tenido, enalgn tiempo, cierto aspecto eficiente. Hasta el aparador, que segua ocupando su antiguolugar cubra casi por completo una de las paredes, habra resultado adecuado cincuenta aosatrs, repleto de cacerolas de reluciente cobre y elegantes servicios de mesa, mientras uncocinero uniformado, agitando los brazos llenos de harina, gritaba sus rdenes a un pinchedel fregadero. Ahora, la sucia pintura color crema se desprenda en escamas, el gastadolinoleum del piso estaba roto y, en cuanto al aparador, slo contena objetos diversos quenada tenan que ver con su finalidad primitiva: un viejo aparato de radio con la antenasuelta, montones de revistas y diarios viejos, un tejido sin terminar, juguetes rotos, trozosde torta, un cepillo para los dientes, varios pares de zapatos... La mujer mir a su alrededorcon aire de impotencia:

    No es fcil... dijo. Con una criatura... Hay que estar ordenando todo el tiempo...Era evidente que no haca tal cosa, que se haba dado por vencida y que el desorden

    que apareca por todas partes era su respuesta a los problemas de la vida. Pero Fenton nodijo nada, se limit a asentir gravemente con la cabeza y a sonrer. A travs de una puertaentreabierta alcanz a ver la cama sin hacer, lo que corroboraba su teora respecto al sueopesado de su interlocutora el campanillazo debi haberla despertado. Al advertir ladireccin de su mirada, ella se apresur a cerrar la puerta, y, en un esfuerzo semiconscientepor ponerse presentable, se aboton el saco y se alis el cabello con los dedos.

    Y... cul es el cuarto que usted no usa? pregunt l.S..., Ah, s! S, claro... respondi con tono vago e inseguro, como si ya hubieraolvidado la finalidad para que lo trajera al subsuelo. Le mostr el camino a lo largo delcorredor, pasando por un depsito de carbn esto resultara muy til ms adelante, pensFenton y un cuarto de bao con una bacinilla en el umbral y unos trozos del "Daily Mirror"en el suelo. La puerta del otro cuarto estaba cerrada.

    No creo que sirva suspir, vencida de antemano.La verdad, no hubiera servido a nadie que no estuviera animado de la energa y

    voluntad de Fenton. La puerta se abri rechinando, y, mientras la mujer cruzaba la

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    habitacin para correr la cortina un pedazo de la tela que se usaba para oscurecer durante laguerra la humedad lo golpe con tanta fuerza como si de pronto lo hubiera alcanzado unabocanada de niebla del ro. Adems, el olor a gas era inconfundible. Los dos loreconocieron al unsono.

    S dijo la mujer huele muy mal. Tienen que venir a arreglarlo, pero nunca lo hacen...Al correr la cortina para que entrara aire, se rompi la varilla y la tela cay al suelo.

    A travs del vidrio roto de la ventana salt hacia adentro el gato negro con la patitalastimada que Fenton haba advertido frente a la casa, al pie del pltano. La mujer intentahuyentarlo, sin resultado. El gato, habituado al lugar, se escurri hacia un rincn, saltdentro de una caja, y se acurruc para dormir. Fenton y la mujer miraron a su alrededor.

    S, me vendr muy bien dijo l observando apenas las paredes oscuras, la extraaforma de la habitacin pareca una L y el techo demasiado bajo. Vaya, si hasta hay unjardn... y acercndose a la ventana contempl el pedacito de tierra y piedras, al nivel de sucabeza, que en un tiempo fuera cuidado jardn.

    S dijo la mujer. Es cierto... hay un jardn... y se acerc para mirar tambin ella, eldeslucido rincn al que acababa de dar nombre tan falso. Despus se encogi de hombros ysigui diciendo: Es muy tranquilo, como usted ve, pero no da mucho sol; mira al norte...

    Me gusta que una habitacin mire hacia el norte... repuso l, distradamente,imaginando ya la estrecha zanja que podra cavar para su cuerpo: no haba necesidad de

    hacerla muy honda. Volvindose hacia la mujer calcul su tamao, el largo y el ancho y, alver asomar a sus ojos una mirada de comprensin, se apresur a sonrer, para hacerla entraren confianza.

    Pintor... verdad? pregunt ella. Le gusta la luz del norte...Se sinti enormemente aliviado... pero claro: pintor... Si ah estaba la excusa que

    necesitaba. Todas las dificultades estaban resueltas...Veo que ha adivinado mi secreto le contest con aire astuto, y su risa result tan

    genuina que hasta l mismo se sinti sorprendido. Empez a hablar muy rpido: Pero slodurante unas horas. Por la maana tengo que trabajar, pero despus quedo en libertad. Yentonces puedo dedicarme a lo mo. No se trata de un pasatiempo, sino de una verdaderapasin. Pienso hacer una exposicin, ms adelante. Usted comprender, entonces, loindispensable que me resulta encontrar un lugar como... ste. Y seal la habitacin queslo poda resultar atractiva para el gato. Pero su confianza era contagiosa y logr hacerdesaparecer por completo los restos de dudas y preguntas que an asomaban a los ojos de lamujer.

    Chelsea est llena de pintores... no es cierto? coment ella. As dicen, por lomenos, yo no s. Cre que los estudios tenan que estar en lo alto, para tener buena luz.

    No hace falta. No me dejo influenciar por esas modas. Total... al atardeceroscurece. Supongo que hay electricidad...

    S... la mujer se acerc a la puerta e hizo girar la llave de la luz. Una polvorienta ydescuidada lamparilla inund la habitacin de luz cruda.

    Excelente. Esto es todo lo que necesito y sonri al rostro tristn de la mujer.Pobrecita, sera mucho ms feliz cuando estuviera dormida... Como el gato. En realidad,era una buena accin poner fin a su sufrimiento.

    Puedo mudarme maana? le pregunt:Vio aparecer de nuevo a sus ojos la expresin de esperanza que advirtiera cuandoinquiriera si tena cuartos para alquilar. Pero la expresin cambi de inmediato,transformndose en embarazo o, tal vez, en intranquilidad.

    Todava no me pregunt...el precio le dijo.Lo que usted quiera cobrarme contest Fenton, haciendo un ademn para demostrar

    que ese aspecto del asunto no tena importancia.Ella trag saliva, sin saber, evidentemente, qu pedir. De pronto, encendindosele

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    de rubor el plido rostro, sugiri:Ser mejor que el dueo no sepa nada. Le dir que usted es un amigo mo... Podra

    pagarme una o dos libras por semana, si le parece y lo mir, vacilante.Por cierto, decidi Fenton, nadie ms deba intervenir en este asunto. Podra

    trastrocar sus planes.Le pagar cinco libras, en billetes, por semana, a partir de hoy le dijo.Busc la billetera y extrajo cinco libras flamantes. La mujer tendi la mano

    tmidamente, sin apartar sus ojos del dinero, mientras l lo contaba.Ni una palabra al dueo. Si le preguntan algo, dgales que su primo, el pintor, ha

    venido a visitarla.Ella lo mir. Sonri, por primera vez, como si esas palabras, dichas en tono de

    broma, y la entrega del dinero, hubieran establecido entre ellos una suerte de vnculo.Usted no se parece mucho a mi primo le dijo, ni tampoco a los pintores que

    conozco. Cmo se llama?Sims contest de inmediato Marcus Sims. Y se pregunt por qu haba pronunciado

    instintivamente el nombre de su suegro, un procurador que falleciera haca muchos aos ypor quien sintiera cordial antipata.

    Gracias, seor Sims. Maana por la maana limpiar a fondo su habitacin. Comoprimera medida sac al gato de la caja y lo oblig a huir por la ventana.Traer maana sus cosas?Mis cosas?Lo que necesita para trabajar. No usa pintura y otras cosas por el estilo?Ah, s, claro!... S, tengo que traer mi equipo. Volvi a mirar a su alrededor. Nada

    de carnicera, sin embargo. No quera sangre ni suciedad. La solucin estaba en asfixiarla, aella y a la criatura, mientras dorman. Sera lo ms humano.

    No tendr que ir muy lejos para comprar la pintura. En King's Road hay negociosde esa clase. He visto muchas veces a los pintores por all. Hay tablas y caballetes en lasvidrieras...

    Fenton se llev la mano a la boca para ocultar una sonrisa. Era realmenteconmovedor comprobar cmo lo aceptaba ella. Demostraba tanta confianza, tantatranquilidad...

    La muchacha volvi a ensearle el camino de salida y pronto se encontraron denuevo en el vestbulo.

    Me alegro tanto... dijo Fenton. A decir verdad, ya estaba empezando adesesperarme...

    Ella se volvi y le sonri por sobre el hombro:Tambin yo. Si usted no hubiera aparecido... no s qu hubiera hecho...Juntos se detuvieron en lo alto de la escalera. Qu cosa tan sorprendente, que Dios

    lo hubiera hecho llegar en el momento oportuno... La mir, azorado.Entonces, tambin usted tiene problemas?Problemas? Ella hizo un ademn y de nuevo aflor a su rostro la expresin de

    apata y desesperacin. Ya es bastante ser extranjera, y que el padre de mi hijo se vaya y medeje sin dinero, y no saber adonde acudir... Le aseguro, seor Sims, que si usted no hubieravenido... no termin la frase pero mir hacia la criatura atada al quitabarros y se encogi dehombros. Pobrecito, Johnny no tiene la culpa...

    Pobrecito de veras coment Fenton. Y pobrecita usted... Le aseguro que har cuantoest de mi parte para poner trmino a sus dificultades...

    Usted es muy bueno. Se lo agradezco mucho...

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    Todo lo contrario: soy yo quien agradece a usted e hizo una ligera reverencia,rozando con la mano la cabeza del nio. Adis, Johnny... Hasta maana.

    Su vctima lo mir inexpresivamente.Adis seora... seora...Kaufman. Me llamo Ana Kaufman...

    Lo sigui con los ojos, mientras bajaba los escalones y atravesaba el portn. El gatose le escurri entre las piernas, de regreso a la ventana rota. Con un floreo de su bastn,Fenton se despidi de la mujer, del nio, del gato, de todos los componentes de la srdidamansin.

    Hasta maana volvi a decir en alta voz y se alej calle abajo con el paso brioso dequien est a punto de iniciar una gran aventura.

    Al llegar a su propia puerta de calle su buen nimo no haba desaparecido an.Abri, usando su llave, y subi las escaleras tarareando una cancin de treinta aos atrs.Como siempre, Edna estaba hablando por telfono. Se oa la interminable conversacin demujer a mujer. Sobre la mesita de la sala ya haban sido preparadas las bebidas, losbocadillos para el cocktail y los platillos de almendras saladas, la cantidad de vasossignificaba que tendran visitas. Edna tap con la mano el receptor:

    Van a venir los Alhuson. Les ped que se quedaran a cenar.

    Su marido sonri, asintiendo con la cabeza. Aunque faltaba mucho para la horahabitual, se sirvi una copa de Jerez, para completar la perfecta conspiracin que acababade vivir. Edna dej de hablar por telfono y se acerc:

    Tienes mejor aspecto le dijo. Te hizo bien caminar...La inocencia de su mujer lo divirti tanto que estuvo a punto de ahogarse.

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    IIII

    Fue una afortunada coincidencia que la joven mencionara los implementos propiosde un pintor. Qu tonto habra parecido si al da siguiente se hubiera presentado con las

    manos vacas. Tuvo que salir temprano de la oficina y embarcarse en una expedicin paraproveerse de toda la parafernalia necesaria. No escatim gastos: caballete, telas, tubos ytubos de pintura, pinceles, trementina... En vez de unos paquetitos, se encontr con unospaquetazos imposibles de transportar sin ayuda de un taxi. Esto no hizo ms que aumentarsu excitacin. Tena que desempear bien su papel. El empleado del negocio, contagiadodel entusiasmo de su cliente, aumentaba sin cesar la lista de pinturas. Manipulando lostubitos y leyendo los nombres, Fenton se sinti invadido por una intensa satisfaccin. Laspalabras "cromo", "siena" y "terreverte", se le fueron a la cabeza como vino y no pens enlimitar sus compras. Por fin consigui arrancarse a la tentacin y subir a un taxmetro,cargado con sus compras. "Calle Boulting N 8". La nueva direccin, en lugar de lafamiliar, aument el atractivo de la aventura. Cosa extraa: a medida que se acercaba a sudestino, le pareca que las casas ya no eran tan srdidas. Verdad que hoy no soplaba vientoy que, de a ratos, brillaba el sol: se insinuaban ya los largos das de abril. Pero no era se elmotivo. La verdad era que la casa N 8 pareca aguardarlo con aire de expectativa. Pag al

    conductor y, mientras sacaba los paquetes del taxmetro, vio que en lugar de la oscuracortina que antes cubriera la ventana del subsuelo, haban colocado otra color mandarina,violentamente chillona. Apenas haba terminado de darse cuenta de este detalle, que ya lascortinas eran corridas y apareca la mujer con el chiquillo en los brazos el pequeo rostrosucio de dulce y lo saludaba con la mano. El gato salt desde el alfizar y se le acercronroneando, frotando su arqueado lomo contra las piernas de Fenton. El taxmetro se pusoen marcha y la muchacha sali a recibirlo:

    Hemos estado esperndolo toda la tarde. No trajo ms que eso?Le parece poco? contest l, riendo.Lo ayud a bajar las cosas. Al pasar por la cocina vio que, adems de las cortinas,

    se haban hecho otros intentos de arreglo: las hileras de zapatos haban desaparecido bajo elaparador, junto con los juguetes, y sobre la mesa se vea un mantel para el t.

    Si usted supiera cunta tierra haba en su cuarto! Estuve limpiando casi hastamedia noche...

    No debi haberlo hecho. No vala la pena, por tan poco tiempo...Bruscamente, ella se detuvo y lo mir otra vez, con su expresin vaca:No va a ser por mucho tiempo, entonces? pregunt, titubeando. Por lo que usted

    me dijo ayer, cre que se quedara unas semanas, al menos...Oh, no quise decir eso! se corrigi l, de inmediato sino que, de todos modos, con

    el desorden que voy a hacer, no vala la pena ponerse a limpiar...El alivio de la mujer result evidente. Consigui sonrer, y abri la puerta:Bienvenido, seor Sims...La verdad que haba trabajado: la habitacin tena otro aspecto, y ola diferente

    tambin: ya no era a gas sino a cido fnico o acarona?. Bueno, a desinfectante, de todosmodos. La tela negra de la ventana haba desaparecido; hasta el vidrio estaba arreglado. Yen lugar de la caja donde durmiera el gato, haba una mesa, dos sillas destartaladas, y unsilln, forrados con la misma y odiosa tela color mandarina que ya observara en la ventanade la cocina. Sobre la repisa de la chimenea, desnuda ayer, haban colgado un almanaquecon la imagen de la Virgen y el Nio, en gran tamao y a todo color. Los ojos de la Virgensonrieron a Fenton, cordiales y pudorosos.

    Bueno...Bueno...Yo...y para ocultar su emocin, porque en verdad resultabasumamente emocionante que la pobre mujer se hubiera preocupado tanto durante lo quesera, probablemente, uno de los ltimos das de su vida, Fenton comenz a desatar sus

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    paquetes.Permtame que le ayude, seor Sims...Y antes de que pudiera evitarlo, se arrodill a su lado y empez a luchar con los

    nudos, quitando los papeles y armando el caballete. Juntos, sacaron todos los tubos depintura, los colocaron sobre la mesa y acomodaron las telas contra la pared. Era divertido,como si se tratara de un juego absurdo. Lo curioso era que ella participara en forma tan

    completa, aunque sin perder en ningn momento su expresin seria.Qu va a pintar primero? pregunt, cuando todo estuvo en su lugar y hasta

    hubieron colocado una tela sobre el caballete. Supongo que ya tiene un tema en la cabeza...no es cierto?

    S, claro... ya tengo un tema... empez a sonrer.Tan grande era la fe que hiciera nacer en la mujer, que tambin ella sonri de

    improviso:Ya s cul es su tema...Sinti que se pona plido... Cmo haba adivinado?Qu quiere decir? pregunt, con brusquedad.Johnny...no es cierto?

    Pero l no poda matar al hijo antes que a la madre. Qu sugestin tan horrorosa!...y por qu quera empujarlo de esta manera? Haba tiempo de sobra y, adems, su plan anno estaba bien trazado.

    Ella meneaba gravemente la cabeza. Haciendo un esfuerzo, Fenton consigui volvera la realidad. La mujer se refera a la pintura, por supuesto.

    Es usted una mujer inteligente le dijo. Si, claro, voy a pintar a Johnny...Es muy buenito, no se va a mover para nada. Si lo ato, quedar sentado durante

    horas y horas... Quiere que se lo traiga ahora?No, no... replic Fenton, impaciente. No tengo apuro. Todava tengo que pensarlo...La expresin de la muchacha decay. Pareci desalentarse. Volvi a mirar a su

    alrededor, convertido, tan rpida y sorprendentemente, en lo que ella esperaba fuera el

    estudio de un pintor:Entonces... djeme que le sirva una taza de t... murmur.Para no discutir, la sigui a la cocina. Sentndose en la silla que ella le acerc,

    bebi una taza de t y comi sandwiches de "Bovril", sintiendo fija sobre l la mirada de ladesarrapada criatura.

    Pa...! exclam el nio, de pronto, tendiendo su manecita.Llama "Pa" a todos los hombres coment su madre. Aunque el suyo nunca le prest

    atencin. No molestes al seor Sims, Johnny...Fenton se oblig a sonrer cortsmente. Los nios lo ponan molesto. Sigui

    comiendo su sandwich de "Bovril" y bebiendo su t.La mujer se sent, acompandolo, y empez a revolver su t con aire distrado,

    hasta que, seguramente, deba estar ya demasiado fro para tomarlo.Es tan lindo tener con quien conversar! exclam. Me senta tan sola sabe, seor

    Sims? Hasta que vino usted... La casa vaca, ni siquiera obreros que entren y salgan... Y elbarrio no es bueno. No tengo ni una sola amiga...

    Tanto mejor, pens Fenton. Nadie la echar de menos cuando ya no est. Habrasido problemtico salir bien del asunto si el resto de la casa hubiera estado habitado. Talcomo se presentaban las cosas, poda hacerlo en cualquier momento y nadie se enterara.Pobrecita, no deba tener ms de veintisis o veintisiete aos. Qu vida deba haberllevado!

    Se fue sin decir nada estaba dicindole en ese momento. Haca apenas tres aos que

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    vivamos en este pas. No hacamos ms que ir de un lado a otro, sin un trabajo fijo... En untiempo estuvimos en Manchester, all naci Johnny...

    Qu lugar horrible! coment Fenton, con simpata. Llueve todo el tiempo...Yo le deca: tienes que buscarte trabajo fijo y golpe la mesa con el puo,

    reviviendo la escena. "No podemos seguir as, no es vida para m ni para la criatura".Sabe, seor Sims? No tenamos ni siquiera para pagar el alquiler. Qu poda decirle yo al

    dueo cuando vena a cobrar? Adems, siendo extranjeros, siempre andbamos en los conla polica.Con la polica? pregunt asustado.S, claro... Por los documentos. Usted sabe como es: hay que inscribirse. Hace

    muchos aos que mi vida es desgraciada, seor Sims, sabe? En Austria serv de criada aun hombre malo. Tuve que escaparme; tena slo diecisis aos. Entonces, conoc a mimarido, que an no lo era. Me pareci que por fin haba esperanzas, con tal de quepudiramos llegar a Inglaterra ...

    Su voz sigui como un zumbido, mientras le miraba y revolva sin cesar su t. Sulenta pronunciacin germana, baja, agradable y musical, resultaba un acompaamientoadecuado para sus ideas, mezclndose con el tictac de un despertador, y con los golpes quedaba el nio, con su cuchara, sobre el plato. Era demasiado recordar que no estaba en laoficina, ni tampoco en casa. Era Marcus Sims, pintor. Un gran artista: si no en pintura, por

    lo menos en crmenes premeditados. All estaba su vctima, ponindole su vida en lasmanos, y contemplndolo como si fuera su salvador. En realidad, as era.Es extrao estaba diciendo ella ahora, lentamente. Ayer ni siquiera nos

    conocamos... Hoy le estoy contando mi vida. Usted es mi amigo...Su sincero amigo le contest, palmendole la mano. Se lo aseguro sonriendo, se

    levant.La mujer retir su taza y su platillo y los llev a la pileta, luego con la manga de su

    saco limpi la boca de su hijito.Y ahora, seor Sims, qu desea hacer primero? Acostarse o pintar a Johnny?La mir sobresaltado: acostarse? Haba odo bien?Qu dice? le pregunt.

    Ella esperaba, paciente.Como usted quiera, seor Sims... repiti. Para m es lo mismo. Estoy a su

    disposicin...Fenton sinti que el rubor le invada el cuello, la cara y la frente. No haba duda ni

    caba otra interpretacin a la sonrisita que ahora intentaba hacerle, ni el movimiento de sucabeza, sealndole el dormitorio. La pobre e infeliz mujer estaba hacindole una especiede oferta; deba creer que l esperaba... deseaba...era espantoso.

    Mi querida madame Kaufman "madame" sonaba mejor que seora y estaba deacuerdo con su nacionalidad extranjera. Mucho me temo que haya habido un error. Ustedno me ha comprendido.

    Que no le comprend? repiti intrigada, e intent volver a sonrer. No tiene por qutener miedo, no vendr nadie. Atar a Johnny...

    Era absurdo. Atar a ese pequeito. Pero, l no le haba dicho nada que pudiera haberdado lugar a un malentendido. Sin embargo, demostrar su lgica ira y retirarse de la casa,significara el fracaso de todos sus planes sus planes perfectos, y entonces l tendra queempezar de nuevo en otra parte.

    Es... muy amable de su parte, madame Kaufman. Agradezco mucho suofrecimiento. Es usted muy generosa... La verdad es que, desgraciadamente, estoyincapacitado por completo desde hace muchos aos... Una vieja herida de guerra... Ya hacemucho que he tenido que prescindir de eso. Realmente, todos mis esfuerzos se concentranen mi arte: mi pintura me ayuda a mitigar aquello. De ah mi profunda satisfaccin por

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    haber encontrado este pequeo retiro que tanto significa para m... Si hemos de seramigos... -busc ms palabras para liberarse, pero ella se encogi de hombros, sin alivio nidesacuerdo. Que fuera lo que fuese.

    Est bien, seor Sims dijo. Pens que tal vez usted se sintiera solo. Yo s lo que eseso, y, como usted es tan bueno...Si en cualquier momento...

    Oh, s, en seguida se lo dir la interrumpi. No tenga la mejor duda, pero, ay!

    mucho me temo... Bien, ahora, manos a la obra...Sonriendo de nuevo y haciendo algunos ademanes, como si estuviera apurado, abri

    la puerta de la cocina. Gracias a Dios, ella se haba vuelto a abrochar el saco que tandesastrosamente comenzara a quitarse, y levantando al chico de su silla, lo sigui.

    Siempre he querido contemplar a un pintor de veras mientras trabaja coment.Ahora, por fin!, tengo la oportunidad de hacerlo... Cuando Johnny sea mayor, sabrapreciarlo. Dnde quiere que lo coloque, seor Sims? De pie?, o sentado? Cul ser lamejor posicin?

    Eso era demasiado! De la sartn a las brasas. Fenton se sinti desesperado. Estabatratando de manejarlo... No era posible tenerla constantemente a su alrededor. Para hacerdesaparecer a ese horrible nio, habra que eliminar primero a la madre...

    No importa la posicin le contest impaciente. No soy un fotgrafo. Y si hay algo

    que no soporto, es que me observen mientras trabajo. Coloque a Johnny all, sobre la silla...Supongo que se quedar quieto.Voy a buscar el cinturn dijo la mujer.l se qued mirando la tela, malhumorado. Tena que hacer algo al respecto. Sin

    duda habra resultado fatal dejarla vaca: la mujer no comprendera. Empezara a sospecharque algo marchaba mal. Hasta era capaz de repetir su terrible ofrecimiento de cincominutos antes.

    Tomando uno o dos tubos de pintura los apret sobre lapaleta. Tierra Siena...amarillo de Npoles... Qu lindos nombres les forman! Una vez haba estado en Siena, conEdna, de recin casados. Recordaba los ladrillos rojos, y la plaza... Cmo se llamaba?...donde se corra una famosa carrera de caballos. Amarillo de Npoles. No llegaron hastaNpoles. Ver Npoles y despus morir! Lstima que no viajaron ms. Se haba hechocostumbre el ir siempre a Escocia. Es que a Edna no le gustaba el calor.

    Azul celeste... Haca pensar en el azul ms profundo... o el ms claro? Los maresdel sur, los peces voladores... Qu bonitos quedaban los manchones de color en la paleta!Bueno, a portarse bien, Johnny...Fenton levant la vista. La mujer haba sujetado la criatura a la silla y le acariciaba

    la cabeza.Si necesita algo, llmeme, seor Sims.Gracias, madame Kaufman.La mujer se alej en puntitas de pie. No hay que molestar al artista. El artista debe

    quedar a solas con su creacin.Pa!dijo Johnny de repente.Quieto lo amonest Fenton.Rompi en dos un trozo de carbonilla. En algn lado haba ledo que, antes de

    pintar, se dibuja la cabeza. Sujet el trocito de carbonilla entre los dedos y, frunciendo loslabios, traz un crculo, como una luna llena, sobre la tela. Dio un paso hacia atrs yentrecerr los ojos. Curioso: se pareca a una cara sin los rasgos. Johnny lo miraba con losojos muy abiertos. Fenton comprendi que necesitaba una tela mucho ms grande: la queestaba en el caballete solo alcanzara para la cabeza. Quedara mucho mejor si tambinpudiera hacer caber los hombros, ya que entonces podra utilizar el azul celeste para pintarla tricota del chico.

    Sac la tela y coloc otra de mayor tamao. S, ahora estaba mejor. Dibujar la cara

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    de nuevo... los ojos... dos puntitos para la nariz, una rayita para la boca... dos para el cuelloy otras dos, como una percha, para los hombros. Se pareca a una cara, no exactamente lacara de Johnny, pero con un poco ms de tiempo... Lo esencial era poner pintura sobre latela. Tena que usarla. Febrilmente, eligi un pincel, lo moj en trementina y aceite, yluego, mezclando furtivamente el azul celeste y el blanco, dio unas pinceladas en la tela.Recargado de aceite, el color pareci estar pidiendo ms. El azul no era igual al de la tricotade Johnny, pero qu importancia tena eso?

    Sintindose cada vez ms audaz, sigui desparramando color. El azul cubra ya todala parte inferior de la tela, en vvidas pinceladas, contrastando con el rostro en carbonilla.Ahora, la cara pareca real. Y esa pared, detrs de la cabeza de la criatura... Cuando l entral cuarto, la pared no era ms que una pared... Pero tena color, despus de todo: un verderosado. Tom tubo tras tubo y los apret. Para no ensuciar el pincel con la pintura azul, usotro. Maldicin! La tierra Siena no se pareca en nada a la Siena que l visitara, sino albarro. Haba que sacarla. Necesitaba trapos... Se dirigi rpidamente a la puerta.

    Madame Kaufman! llam. Madame Kaufman! Podra traerme algunos trapos?Se present en seguida, haciendo tiras algunas prendas de ropa interior. Sims se las

    sac de las manos y empez a quitar el ofensivo color Siena de su pincel. Al darse la vueltala vio curioseando la tela.

    No haga eso! grit. Nunca hay que mirar los primeros esbozos de un artista...

    Ella se ech hacia atrs, mortificada.Lo siento dijo, y vacilando: Es muy moderno, no es cierto?l la mir, luego mir la tela, y despus a Johnny.Moderno? Claro que s. Qu esperaba usted...? Que fuera como eso? y con el

    pincel seal a la Virgen que sonrea tontamente sobre la repisa. Pertenezco a mi poca.Veo lo que veo. Djeme, ahora.

    Ya no caban ms colores en la paleta; gracias a Dios haba comprado dos.Comenz a apretar los tubos restantes sobre la segunda paleta, y a mezclar los colores entres. Qu despropsito! Puestas de sol que nunca haban sido... Auroras que jams lucieron...El rojo veneciano no era el palacio del Dux sino pequeas gotas de sangre que estallaban enel cerebro y no tenan por qu ser derramadas. El blanco zinc significaba la pureza, no lamuerte. El amarillo ocre, era la vida en abundancia, la renovacin, la primavera. Abril en

    todos tiempos, en otro lugar.No import que oscureciera y tuviera que encender la luz. El chiquiln se haba

    quedado dormido, pero Sims sigui pintando. De pronto, entr la mujer y le dijo que yaeran las ocho. Deseaba comer algo?

    No sera ninguna molestia, seor Sims le asegur.Fenton se dio cuenta, repentinamente, del lugar donde estaba. Las ocho! Y siempre

    cenaban a las ocho menos cuarto... Edna estara esperando, preguntndose qu le habrasucedido. Abandon paleta y pinceles. Tena pintura en las manos y en el saco.

    Qu har ahora? exclam en voz alta, asustado.La mujer comprendi. Tom el trapo y, mojndolo en trementina, le frot el saco.

    La sigui a la cocina y comenz a frotarse las manos, febrilmente, en la pileta.

    En adelante la previno, debo irme siempre a las siete. Muy bien, lo tendr presente.Volver maana?Claro que s le contest, impaciente. Por supuesto. No toque nada.No, seor Sims...Subi de prisa la escalera del stano y sali de la casa. Ech a correr. Mientras lo

    haca, empez a inventar la historia que le contara a Edna. Haba pasado por el club y lohaban invitado a jugar un partido de bridge. No quiso interrumpir el juego, sin pensar quese haca tarde. Eso bastara. Y tambin servira para maana.

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    Edna tendra que acostumbrarse a que l fuera al club a la salida de la oficina. Nopoda imaginar mejor excusa para cubrir la hermosa duplicidad de su vida secreta.

    IIIIII

    Era extraordinario cmo pasaban los das, esos das que antes parecan arrastrarse,

    interminables. Naturalmente, hubo que hacer varios cambios. No slo se vio obligado amentir a Edna, sino a toda la oficina; invent un negocio urgente que le tomaba buena partede la tarde, nuevas vinculaciones, una firma de la familia... Por el momento explic slopodra trabajar medio da en la oficina. Naturalmente, comprenda que haba que haceralgn reajuste. Pero, mientras tanto, si el socio principal poda arreglarse... Cosasorprendente, se lo creyeron. Y tambin Edna crey lo del club. Adems, no siempre era elclub. Unas veces se trataba de trabajo extra en otra oficina, situada en otro lugar de laciudad. Hablaba misteriosamente de un gran negocio, demasiado delicado y complejo paraser comentado. Edna pareca contenta. La vida de ella segua como siempre. Slo el mundode Fenton haba cambiado. Todas las tardes, a eso de las tres y media, entraba por la puertade la casa nmero ocho y vea por entre las cortinas color mandarina el rostro de madameKaufman, que lo estaba esperando. Ella se apresuraba a abrirle la puerta de atrs, del ladodel jardn. Haba decidido que era mejor. Resultaba ms prudente que la puerta delantera:llamaba menos la atencin.

    Buenas tardes, seor Sims...Buenas tardes, seora Kaufman...Nada de tonteras de llamarla Ana. Quin sabe qu hubiera sido capaz de pensar y

    de suponer...Madame servira para mantener la debida distancia entre ambos. En realidad,le resultaba muy til: le limpiaba el estudio siempre lo llamaban as y los pinceles, y le traatrapos todos los das. Adems, apenas llegaba, le serva una taza de t, que no se pareca albrebaje que le servan en la oficina sino que estaba bien caliente. Y hasta la criatura habaempezado a resultarle simptica. Apenas terminado el primer retrato, Fenton se sinti mstolerante respecto al nio. Era como si hubiera nacido de nuevo "a travs de l": era lacreacin de Fenton.

    Ya estaban a mediados del verano y Fenton haba pintado varias veces su retrato. Elnio segua llamndolo Pa. Pero l no era su nico modelo: tambin haba pintado a lamadre, lo que resultaba an ms satisfactorio. Ver a la mujer sobre la tela proporcionaba aFenton una tremenda sensacin de poder. No se trataba de sus ojos, ni de sus facciones, nide su colorido Dios saba que tena muy poco de todo eso. Sino de su forma: del hecho deque una persona viva, una mujer, pudiera ser transportada por l sobre una tela vaca. Noimportaba si lo que dibujaba y pintaba no se pareca a esa mujer austriaca llamada AnaKaufman. No se trataba de eso; claro que la tontita, al cabo de la primera sesin, esperencontrarse con un cuadro como sos que sirven de adorno a las cajas de bombones. Perola haba hecho callar en seguida.

    Me ve as...de veras? le haba preguntado, desolada.Qu tiene de malo?

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    Es que... es que... seor Sims... es que tengo la boca como un pescado a punto detragarse algo?

    Un pescado? Qu estupidez! seguramente esperaba un arco de Cupido. Lo quesucede es que usted nunca est contenta. Es como todas...

    Irritado, empez a mezclar sus colores. No tena derecho a criticarlo.No est bien que me diga eso, seor Sims le dijo ella despus de un momento. Estoy

    muy contenta con las cinco libras que me da todas las semanas...No me refiero al dinero...A qu entonces?Volvi a la tela y deposit un levsimo toque rosado en el brazo.A que me refiero? pregunt. No tengo la menor idea. Hablaba de mujeres, creo. No

    s, realmente. Ya le he dicho que no me interrumpa...Disculpe, seor Sims...As est bien, pens. Guardar las distancias. Si haba algo que no poda soportar, era

    una mujer que discutiera, que se hiciera valer, que rezongara, que insistiera en sus derechos.Por que se no era el papel que les corresponda. El Creador las haba destinado a serdciles, acomodaticias, suaves, mansas. Lo malo era que pocas veces resultaban as en la

    realidad. Slo con la imaginacin, o entrevistas al pasar, o detrs de una ventana, oapoyadas a un balcn, en el extranjero, o desde el marco de un cuadro, o desde una telacomo la que ahora tena delante cambi de pincel, lo haca ya con muchsima habilidad lamujer adquira sentido y realidad. Y despus le decan a uno que le haba pintado la bocacomo un pescado...

    Cuando yo era joven... dijo en voz alta era tan ambicioso...Quera ser un gran pintor?No, no eso, precisamente. Ser grande, famoso... lograr algo extraordinario.Todava tiene tiempo, seor Sims...Tal vez... tal vez...La piel no deba ser rosada sino aceitunada, clida. En realidad, la culpa de todo la

    tuvo el padre de Edna, que nunca dejaba de criticar la forma en que vivan. Desde elmomento en que se comprometieron, Fenton no haba dicho nada que estuviera bien. Elviejo siempre encontraba fallas en todo: "Ir a vivir al extranjero? No se puede vivirdecentemente. Adems, Edna no se acostumbrara. Lejos de sus amigos y de todo aquello aque est habituada... Nunca o semejante cosa".

    Menos mal que ya estaba muerto. Haba sido una cua entre los dos, desde elprimer momento. Marcus Sims... Marcus Sims, el pintor, era muy distinto. Surrealista.Moderno. El viejo andara a los tumbos dentro de su sepultura.

    Son las siete menos cuarto murmur la mujer.Maldicin!... lanzando un suspiro, Sims se apart del caballete. Me molesta

    detenerme ahora... todava hay luz. Podra seguir una hora o dos ms...Por qu no lo hace?

    Ah! Las ataduras familiares! Mi pobre y anciana madre sufrira un ataque...Durante las ltimas semanas haba inventado una madre anciana y enfermiza, a laque prometiera regresar todas las noches a las ocho y cuarto. Si no cumpla con su promesa,los mdicos no respondan de las consecuencias. l era muy buen hijo.

    Por qu no la trae a vivir aqu? dijo su modelo. Me quedo tan sola cuando usted seva, por la noche. Sabe? Dicen que tal vez, despus de todo, no han de tirar la casa abajo.Si fuera verdad, usted podra ocupar el departamento de la planta baja, y su madre seramuy bien recibida.

    Oh, no! No hara nunca eso! se apresur a responder Fenton. Tiene ms de

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    ochenta aos. Est muy aferrada a sus costumbres. Y se sonri, imaginando el rostro deEdna si le dijera que sera ms conveniente vender la casa donde haban vivido cerca deveinte aos, e ir a alquilar un departamento en la calle Boulting N 8. Qu desastre! Eraposible imaginarse a los Alhuson viniendo aqu a cenar los domingos por la noche?

    Adems dijo pensando en voz alta, ya no tendra gracia.Qu cosa no tendra gracia, seor Sims?

    Apart los ojos de la figura coloreada que tanto significaba para l y los fij en lamujer que estaba all sentada, posando, con sus cabellos lacios y sus ojos de boba, y trat derecordar cul haba sido el motivo, meses atrs, que lo moviera a subir los escalones de lasrdida casa y preguntar si alquilaban cuartos. Sin duda, alguna crisis de irritacin pasajeracon la pobre Edna. O el da, gris y ventoso, o el hecho de que los Alhuson vinieran esanoche a su casa. Pero lo que pensara ese desaparecido domingo, ya lo haba olvidado, yahora, slo saba que desde entonces su vida haba cambiado y que en esta pequea yaislada habitacin del subsuelo se encerraba todo su solaz. Las personalidades de la mujerAna Kaufman y del nio Johnny, resultaban en cierta forma otros tantos smbolos deanonimato y paz. Lo nico que ella haca era prepararle el t y limpiarle los pinceles.Formaba parte del ambiente, como el gato que ronroneaba apenas Sims se acercaba y luegocorra a acurrucarse en el alfizar de la ventana, y al que todava no le haba dado siquierauna migaja.

    No importa, madame Kaufman dijo, de pronto uno de estos das haremos unaexposicin y todo el mundo hablar de su cara y de la de Johnny.Este ao... El ao que viene... Alguna vez... Nunca. No es un juego?Usted no tiene fe. Ya ver.Ella inici de nuevo la larga y tediosa historia respecto al hombre del que haba

    tenido que huir cuando estaba en Austria, y al esposo que la haba abandonado en Londres.Fenton la saba de memoria, tan bien que hasta poda ayudarla en el relato, pero no lomolestaba. Formaba parte del ambiente, del bendito anonimato. Si as se quedaba quieta,que hablara no ms: no tena importancia. l se concentrara en la naranja que ella estabachupando, mientras Johnny, sentado en su regazo, jugaba con unas moneditas: la pintarams grande y ms llena de color que la vida misma.

    Esa noche, mientras caminaba a lo largo de la ribera, que ya no le sugera solamentelos viejos domingos, puesto que integraba su nueva vida, arrojara al ro sus viejos dibujosen carbonilla. Ya se haban transformado en pinturas y no los necesitaba. Tambin arrojaralos pomitos usados, los trapos y los pinceles demasiado pegoteados de aceite.

    Los arroj desde el puente y durante un momento se qued mirndolos flotar,hundirse o seguir a la deriva para servir de carnada a alguna gaviota despeinada y sucia.Junto con sus deshechos, le pareca deshacerse de sus preocupaciones. Y de su sufrimiento.

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    IVIV

    Haban convenido con Edna postergar las vacaciones anuales hasta mediados desetiembre. Esto le dara tiempo para terminar el autorretrato en que estaba trabajando y que

    ya lo tena resuelto, completara la serie. Por primera vez en muchos aos las vacaciones enEscocia seran agradables, por el hecho de que lo acicateara la expectativa de regresar aLondres.

    Apenas si ya tenan importancia las breves maanas pasadas en la oficina. Dealguna manera cumpla con la rutina y nunca regresaba despus de almorzar. Inform a suscolegas que sus otros compromisos resultaban cada vez ms apremiantes. Prcticamente,haba resuelto separarse de la firma durante el otoo.

    Si usted no nos hubiera dado preaviso le inform secamente el socio principal lohabramos hecho nosotros.

    Fenton se encogi de hombros. Si queran ser antipticos, cuando ms pronto sefuera, mejor. Hasta podra mandarles una carta desde Escocia... Entonces podra dedicarsea la pintura todo el otoo e invierno. Y tener un estudio de verdad: despus de todo, el de lacalle Boulting N 8 era apenas un ensayo. A unas cuadras de distancia estaban

    construyendo unos estudios con buena luz y una cocinita, lo ideal para el invierno. Allpodra trabajar seriamente. Conseguira hacer algo que valiera la pena y dejar de sersimplemente un aficionado por horas.

    El autorretrato resultaba absorbente; madame Kaufman haba encontrado un espejo,y lo coloc en la pared, de manera que el comienzo fue bastante sencillo. Pero descubrique no poda pintar sus propios ojos: tenan que estar cerrados y eso le daba el aspecto deun hombre dormido o enfermo. Resultaba un poco escalofriante.

    As que no le gusta? le pregunt a madame Kaufman, cuando vino a avisarle queeran las siete. Ella mene la cabeza.

    Me pone la carne de gallina, seor Sims. Ese no es usted...Demasiado moderno para su gusto comenz l, melanclicamente "avantgarde". En

    cuanto a s mismo estaba encantado: el autorretrato era una obra de arte.

    De todos modos tendr que quedar como est, por ahora agreg. La semana queviene me voy de vacaciones.Se va?Su voz pareci tan alarmada, que se volvi para observarla.S, con mi madre, a Escocia... Por qu?Lo mir con expresin de angustia, completamente transformada. Cualquiera

    hubiera pensado que acababa de darle un tremendo susto.Pero yo no tengo a nadie ms que usted dijo. Me quedar sola...Le pagar igual. Por adelantado. Slo estaremos afuera tres semanas...La mujer sigui mirndolo fijo, y de pronto, inesperadamente, los ojos se le llenaron

    de lgrimas y comenz a llorar.No s que voy a hacer... Adonde voy a ir?Esto s que estaba bueno. Qu diablos quera decir? Qu iba a hacer? A dnde

    iba a ir? Haba prometido pagarle. Ella podra seguir viviendo como siempre. La verdad esque, si pensaba comportarse de ese modo, cuanto antes encontrara un estudio, tanto mejor.Lo que menos deseaba en este mundo era estar atado a madame Kaufman.

    Mi querida madame Kaufman le explic con firmeza, usted sabe que yo no hevenido con carcter permanente. Uno de estos das tendr que irme. Tal vez en el otoo.Necesito ms lugar. Naturalmente, le avisar con anticipacin. Quiz le convenga poner aJohnny en una guardera de nios y conseguir algn trabajo. Le convendra, creo...

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    Fue como si la hubiera golpeado. Se qued anonadada.Pero, qu voy a hacer? repiti ella estpidamente. Y como si an no lo creyera.

    Cundo se ir?El lunes. A Escocia. Nos quedaremos tres semanas...Y esto lo dijo con mucha energa, para que no hubiera malentendidos. Mientras se

    lavaba las manos en la pileta de la cocina, sac la conclusin de que lo que suceda era quela joven careca en absoluto de inteligencia. Saba preparar una buena taza de t y limpiarlos pinceles, pero nada ms.

    Tambin usted tendra que tomarse unas vacaciones le dijo, en tono alegre. Llvesea Johnny a algn lugar sobre el ro. A Southend, por ejemplo.

    No le contest. Se limit a mirarlo tristemente y a encogerse de hombros, conexpresin inconsolable.

    Al da siguiente era viernes, y su semana de trabajo terminaba. Por la maanacambi un cheque, a fin de poder pagarle tres semanas por adelantado. A esto agreg cincolibras, a modo de compensacin.

    Cuando lleg al N 8, Johnny estaba atado en su viejo lugar, junto al quitabarro, enlo alto de la escalera, ltimamente ya no lo ataban ms. Cuando Fenton entr por la puertadel fondo, como siempre, la radio no funcionaba y la puerta de la cocina estaba cerrada; la

    abri y mir. La puerta que daba al dormitorio tambin estaba cerrada.Madame Kaufman! llam. Madame Kaufman!Al cabo de un momento ella contest, con voz apagada y dbil:Qu hay?Le sucede algo?Otra pausa y luego:No me siento bien.Lo lamento. Puedo hacer algo por usted?No.Bueno, paciencia. Una intentona, por supuesto. Nunca haba tenido buen aspecto

    pero tampoco haba hecho una cosa como sta. No pensaba servirle el t, evidentemente: nisiquiera haba preparado la bandeja. Fenton dej sobre la mesa el sobre con el dinero.Le he trado el dinero dijo, en voz alta. Veinte libras. Por qu no sale y compra

    algo? Es una tarde hermosa. Le hara bien tomar un poco de aire...Haba que hablarle en tono animoso. No se iba a dejar embaucar hasta el punto de

    expresarle compasin.Sudando, pas al estudio. Sorprendido, se encontr con que todo estaba tal cual lo

    haba dejado la noche anterior. Los pinceles estaban sin limpiar, pegoteados, sobre lapaleta. La habitacin desordenada. Realmente, era el colmo. Pens volver a la cocina yretirar el sobre con los billetes. Haba sido un error mencionar las vacaciones. Tendra quehaberle mandado el dinero por correo, adjuntando dos lneas para decirle que se iba aEscocia. En cambio... ahora se encontraba con este irritante ataque de melancola y la faltade cumplimiento de sus obligaciones. Naturalmente, se trataba de una extranjera. Unonunca se puede fiar de ellos. Siempre acaban por defraudarnos.

    Volvi a la cocina con sus pinceles y paleta, la trementina y unos trapos. Hizo todoel ruido posible con las canillas y yendo de un lado a otro, para darle a entender que l tenaque ocuparse de todos esos menesteres. Tambin hizo sonar la taza y la lata donde guardabael azcar. Pero del dormitorio no sali un solo ruido. Maldito sea, pens, que se vayan aldiablo.

    De nuevo en el estudio, trat de dar los ltimos toques al autorretrato, pero leresultaba difcil concentrarse, nada le sala bien. El retrato pareca muerto; la mujer le habaarruinado el da. Finalmente, una o dos horas antes de lo habitual, decidi volver a casa.

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    Pero despus de lo sucedido no poda confiar en que ella hiciera la limpieza. Era capaz dedejar todo como estaba, durante las tres semanas.

    Antes de apilar las telas las puso una al lado de otra, contra la pared, y trat deimaginarse qu aspecto tendran en una exposicin. Llamaran la atencin, sin duda. No sepoda dejar de mirarlas. Haba algo... bueno, algo notable. Por supuesto, l no poda hacerde crtico respecto a su propio trabajo, pero... la cabeza de madame Kaufman, por ejemplo,

    sa que ella deca se pareca a un pescado... Haba algo en la boca, que... O tal vez eran losojos, ms bien saltones... Pero era magnfico de todos modos. De eso estaba seguro. Yaunque an no estuviera terminado, el autorretrato de un hombre dormido tena susignificado...

    Sonrea, imaginndose que entraba, acompaado de Edna, a una de esas pequeassalas de Bond Street, y deca en tono casual:

    Me dijeron que un pintor nuevo est exponiendo aqu. Muy discutido. Los crticosno pueden ponerse de acuerdo respecto a si es un genio o un loco.

    Y Edna:Supongo que es la primera vez que entras a uno de estos sitios...Qu sensacin de podero! Qu triunfo! Y luego, cuando se lo contara, qu

    respeto nuevo en sus ojos! Darse cuenta de que, despus de todo, su esposo haba logradola fama. Lo que l quera ver era el impacto de la sorpresa. Eso era: el impacto de lasorpresa...

    Fenton lanz una ltima mirada a la habitacin familiar. Las telas estaban apiladas,desarmado el caballete, y los pinceles y paleta limpios, secos y envueltos. Si al regreso deEscocia decida mudarse y estaba casi seguro de que iba a tener que hacerlo despus delestpido comportamiento de madame Kaufman ya estara todo listo. Slo tendra quellamar un taxi, poner sus cosas adentro, e irse.

    Cerr la ventana y la puerta y, poniendo bajo el brazo su paquete semanal de lo quellamaba "rezagos" dibujos, croquis y algunas otras cosas que ya no servan volvi a lacocina y dijo, en direccin a la puerta cerrada del dormitorio:

    Me voy. Espero que maana se sienta mejor. Hasta dentro de tres semanas...Observ que el sobre ya no estaba encima de la mesa. No se encontraba tan mal,

    entonces...En ese momento la oy moverse en el dormitorio, se entreabri un poco la puerta, y

    ella apareci. Se sinti horrorizado. El aspecto de la mujer era espantoso: no tena una gotade color en la cara, y sus cabellos lacios y grasientos no estaban peinados ni cepillados. Lamitad inferior del cuerpo estaba envuelta en una frazada y, a pesar de lo caluroso del da yde la falta de aire en el subsuelo, tena puesto un grueso saco de lana

    Fue a ver al mdico? le pregunt, con cierta preocupacin.Ella mene la cabeza.Yo lo hara, en su lugar. Tiene muy mala cara. Y recordando al nio todava atado,

    en la escalera, agreg: Quiere que le traiga a Johnny?S, por favor.

    Sus ojos le hacan recordar los de un animal enfermo. Se sinti perturbado. Eradesagradable irse y dejarla as. Pero, qu poda hacer? Ascendi la escalera del subsuelo,cruz el vestbulo desierto y abri la puerta de calle. La criatura segua all, acurrucada.Seguramente ni siquiera se haba movido desde que Fenton entrara a la casa.

    Vamos, levntate, Johnny le dijo. Te llevar junto a tu madre.La criatura no opuso ningn reparo a que lo desatara. Pareca atacado por la misma

    apata de la mujer. Qu pareja infortunada que hacan!, pens Fenton. Realmente tendranque estar al cuidado de alguien, en un asilo: deba haber lugares donde se ocuparan degente como sta. Llev el nio abajo y lo sent en su silla de costumbre, junto a la mesa dela cocina.

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    Le va a dar el t? pregunt.Dentro de un rato dijo madame Kaufman.Y todava arrebozada en la frazada sali del dormitorio con un paquete en la mano,

    envuelto en papel de diario y atado con un pioln.Qu es eso? pregunt Fenton.

    Basura. Si me hace el favor de tirarla junto con la suya. El basurero no viene hastala semana prxima...Le recibi el paquete y qued un momento esperando, preguntndose qu ms

    poda hacer por ella.Bueno dijo por fin, con torpeza. Lo siento mucho. Est segura de que no desea

    alguna otra cosa?No.Ni siquiera lo llamaba "seor Sims", ni tampoco se esforz en sonrer, ni le dio la

    mano. La expresin de sus ojos no era siquiera de reproche, sino de mudez.Le mandar una tarjeta postal desde Escocia dijo l, y acarici la cabeza de Johnny,

    agregando: Hasta la vista! tontera que l nunca acostumbraba decir.Luego sali por la puerta del frente, tom por el jardn y rumbe hacia la calle

    Boulting, con la sensacin opresiva de haber hecho algo malo. Habra carecido decomprensin. Tal vez debi haber tomado la iniciativa e insistir en que fuera a ver a unmdico.

    El cielo de setiembre estaba nublado, y el terrapln polvoriento y sombro. Losrboles de los jardines de Battersea, del otro lado del ro, tenan el aspecto melanclico ydescolorido de los fines de verano. Demasiado triste, demasiado oscuro... Sera agradableirse a Escocia a respirar el aire limpio y fro.

    Deshizo su paquete y empez a arrojar al ro sus deshechos: una cabeza de Johnnybastante mala, por cierto. Un ensayo del gato. Una tela que se haba manchado y ya nopoda ser usada. Cayeron desde el puente y se alejaron con la corriente, las telas blancas yfrgiles, flotaron como cajitas de fsforos. Le dio un poco de tristeza verlas alejarse.

    Sigui caminando por el terrapln en direccin a su casa y, cuando iba cruzar el

    camino, se dio cuenta de que todava tena en la mano el paquete envuelto en papel dediario que madame Kaufman le haba entregado. Olvid arrojarlo junto con todo lo dems,absorto en contemplar la desaparicin de sus propios deshechos.

    Estaba por tirar el paquete al ro, cuando vio que, desde el otro lado del camino, unpolica lo estaba observando. Lo invadi la sensacin intranquilizadora de que era ilegaltirar basura de este modo. Incmodo, sigui andando. Despus de avanzar unos cincuentametros, dio vuelta la cabeza. El polica lo segua mirando. Era absurdo, pero empez asentirse culpable. El fuerte brazo de la ley. Sigui adelante agitando despreocupadamente elpaquete, y cantando. Al diablo con el ro! Dejara el paquete en uno de esos cestos que hayen los jardines del hospital de Chelsea.

    As lo hizo, dejndolo caer en el primer canasto que encontr, encima de dos o tresdiarios y de un montn de cscaras de naranja. No estaba haciendo nada de malo. Se diocuenta de que el tonto de vigilante lo segua mirando a travs del enrejado, pero se cuidmuy bien de darse por enterado. Cualquiera dira que estaba por deshacerse de una bomba.Despus, a toda prisa, se dirigi a su casa. Al subir los escalones record que esa nochevenan a cenar los Alhuson. Como siempre, antes de las vacaciones. Pero la idea no leresult tan molesta como otras veces. Les hablara de Escocia todo el tiempo, sin sentirseatrapado, ni asfixiado. La cara que hubiera puesto Jack Alhuson, de haber sabido cmoempleaba las tardes su amigo! No habra querido creer lo que l oa.

    Hola! Has llegado temprano! dijo Edna, que en ese momento estaba arreglando lasflores de la salita.

    S le contest. Termin con las cosas de la oficina antes de lo que crea. Pens quepodra empezar a preparar el itinerario. Tengo muchos deseos de ir hacia el norte.

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    Me alegro mucho expres ella. Tem que ya estuvieras aburrido de ir todos los aosa Escocia. Pero no tienes aspecto de estar fatigado, al contrario: hace aos que no te veocon tan buen semblante.

    Lo bes en la mejilla y l le devolvi el beso, contento. Al ir en busca de sus mapas,sonri: su mujer no saba qu genio tena por marido. Iban a sentarse a cenar, junto con losAlhuson, cuando son el timbre de la puerta.

    Quin ser? exclam Edna. Habremos invitado a alguien ms? No recuerdo...O ser que no pagu la cuenta de la electricidad todava? sugiri Fenton. Nos van

    a cortar la luz y no podremos comer elsouffl...Estaban por trozar el pollo y se detuvo bruscamente. Los Alhuson rieron.Ir yo dijo Edna. No me atrevo a molestar a May. Ahora ya saben qu es lo que

    comeremos: unsouffl.Volvi en seguida, con expresin entre divertida y asombrada.No son los hombres de la compaa de electricidad dijo, sino la polica...La polica? pregunt Fenton.Jack Alhuson mene un dedo:Ya lo saba dijo. Esta vez te agarraron, viejo...Fenton dej de lado el cuchillo de trozar:De veras, Edna? Qu es lo que quieren?No tengo la menor idea; es un vigilante acompaado por un particular, que,

    supongo, tambin ser de la polica. Pidieron hablar con el dueo de casa.Fenton se encogi de hombros.Sigue t dijo a su mujer, yo ver cmo me libro de ellos. Seguramente se han

    equivocado de casa.Sali del comedor y cruz el vestbulo. Apenas vio al polica de uniforme su

    expresin cambi: era el mismo que lo haba estado observando en el terrapln.Buenas tardes le dijo. En qu puedo servirlos?

    El hombre de particular tom la iniciativa:Estuvo paseando por los jardines del hospital Chelsea esta tarde, seor?Los dos hombres lo miraban atentamente y Fenton comprendi que sera intil

    contestar con una negativa.

    S dijo. S...

    Llevaba un paquete?

    Creo que s...

    Y, lo dej caer en uno de esos canastos que hay junto a la entrada que da alterrapln?

    Si seor.Tendra inconveniente en decirnos qu haba en ese paquete?No tengo la menor idea.Entonces... se lo preguntar de otra manera, seor: Podra informarnos quin le dio

    ese paquete?Fenton vacil. Qu andaban buscando? No le gustaba esa forma de interrogar.No creo que pueda importarles. Me parece que no es ningn crimen tirar algo en un

    tacho de basura.

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    No, cuando es... basura contest el hombre de particular.Fenton mir a ambos: estaban muy serios.Puedo hacerles una pregunta?Cmo no, seor.Saben ustedes qu haba en el paquete?

    S, seor.Entonces... quiere decir que este agente... Recuerdo haber pasado a su lado... me

    sigui... y, despus que yo hube dejado caer el paquete en el canasto... lo recogi?As es.Extraordinario. Cre que estara encargado de hacer algo ms til.Tiene la obligacin de vigilar a la gente sospechosa.Fenton comenz a incomodarse:Pero mi actitud no tena nada de sospechosa afirm. Sucede que esta tarde estuve

    limpiando mi oficina, y tengo la costumbre de arrojar lo que no me sirve al ro, de regreso ami casa. Con frecuencia doy de comer a las gaviotas, tambin. Hoy estaba por tirar mipaquete, como siempre, cuando advert que este oficial me estaba observando. Se me

    ocurri que tal vez sera ilegal arrojar basura al ro y decid usar el canasto.Los dos hombres seguan mirndolo.Usted nos dijo, hace un momento, que no saba lo que contena el paquete. Ahora

    afirma que eran cosas intiles de oficina. Cul de las dos versiones es la verdadera?Fenton comenz a sentirse atrapado.Ambas cosas contest irritado. Hoy me hicieron el paquete en la oficina y no saba

    verdaderamente qu haba adentro. A veces ponen bizcochos viejos, para las gaviotas.Luego, yo arrojo las migajas al agua, tal como les dije.

    Pero no le creyeron. Se les notaba en la cara, y Fenton comprendi que, en realidad,su relato era bastante pobre: un hombre maduro que juntaba basura para poder tirarla al rocuando volva a su casa de regreso de la oficina, como si fuera un nio que arrojara ramitasdesde el puente, para ver cmo aparecan flotando del otro lado. Pero no se le haba

    ocurrido otra cosa, y, ahora tena que atenerse a lo dicho. Despus de todo, no poda ser uncrimen. A lo sumo, lo llamaran excntrico.El polica de particular se limit a decir:Lea sus notas, sargento...El hombre de uniforme sac su libreta y ley en voz alta:A las 8 y 5 del da de la fecha, mientras caminaba por el terrapln, not que un

    hombre, en la vereda de enfrente, estaba por arrojar un paquete al ro. Al ver que loobservaba, sigui caminando deprisa y, en una ocasin, volvi la cabeza para ver si yo losegua mirando. Me pareci sospechoso. Lo vi entrar a los jardines del hospital de Chelseay, despus de mirar furtivamente a uno y otro lado, dejar caer el paquete en el canasto dedesperdicios y alejarse a toda prisa. Me dirig hacia ese lugar, retir el paquete, y segu alindividuo hasta el N 14 de Annersley Square, donde entr. Llev el paquete a la comisara

    y se lo entregu al oficial de guardia. Juntos examinamos el contenido. Era el cuerpo de unrecin nacido, prematuro. Cerr la libreta de golpe.Fenton sinti que quedaba sin fuerzas. El horror y el miedo se fundieron en una

    nube densa y sofocante. Se dej caer en una silla.Oh, Dios! exclam. Oh, Dios! Qu es lo que ha sucedido?A travs de la nube vio que Edna lo miraba desde la puerta abierta del comedor,

    junto a los Alhuson. El hombre vestido de particular estaba diciendo:Tendr que acompaarnos hasta la comisara, para hacer una declaracin.

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    Fenton estaba sentado en la oficina del Inspector. ste se hallaba detrs delescritorio junto al hombre de particular. Tambin estaba presente el polica de uniforme, yalguien ms, un mdico de la polica. Tambin Edna se encontraba all. Fenton lo habasolicitado muy especialmente. Los Alhuson esperaban afuera. Lo ms terrible era laexpresin de Edna. No lo crea. Tampoco lo crea la polica.

    S, ya hace seis meses que andaba en esto repiti. Cuando digo "andaba", me refieroa mi pintura, nada ms... Me sent invadido por el deseo de pintar. No puedo explicarlo. Nos... se me ocurri, nada ms. Siguiendo un impulso llam a la puerta de la casa de la calleBoulting N 8. Sali la mujer y le pregunt si tena una habitacin para alquilar. Hablamosun momento y me dijo que tena una en el subsuelo. Convinimos en no decir palabra aldueo de casa, que no tena nada que ver con el asunto. Yo me instal. He estado yendo ahtodas las tardes desde hace seis meses. No se lo dije a mi mujer... cre que no me iba acomprender.

    Mir a Edna, desesperado. Ella sigui muda.Confieso que he mentido. Ment a todo el mundo: en mi casa, en la oficina. Les dije

    que estaba en tratos con otra firma y que durante la tarde tena que ir a trabajar all. A mimujer... perdname Edna... le deca, a veces que me quedaba trabajando hasta tarde en laoficina, o bien que iba a jugar al bridge, al club. La verdad es que iba todos los das a lacasa de Boulting Street N 8.Todos los das...

    Pero no haba hecho nada de malo. Por qu lo miraban as? Por qu se aferrabaEdna a los brazos del silln?Qu edad tena madame Kaufman?No lo s, unos veintisiete aos, dira yo, o... treinta. Tiene una criatura, el pequeo

    Johnny... Es austriaca... Ha sufrido mucho... Su marido la abandon... No, nunca vi a nadiems en la casa, a ningn otro hombre... No s, le digo... No s. Yo iba all para pintar. Paranada ms. Ella misma se lo dir. Les va a decir la verdad. Estoy seguro de que me apreciamucho... No, no quiero decir eso: quiero decir, por el alquiler: 5 libras por la habitacin. Nohubo absolutamente otra cosa entre los dos. Eso est fuera de toda consideracin... S, s,claro que ignoraba su estado. No soy muy observador... No me habra dado cuenta. Y ellano dijo nunca una sola palabra. Nunca...

    Se volvi hacia Edna:Me crees?Nunca dijiste que queras pintar. Desde que estamos casados jams hablaste de

    pintura ni de pintores.Era el azul helado de sus ojos lo que no poda soportar. Se volvi al inspector.No podemos ir en seguida a Boulting Street? Esa pobre muchacha debe estar

    pasando un mal momento. Hay que llamar a un mdico, alguien debe cuidarla. Nopodramos ir todos...? Mi esposa tambin... Para que madame Kaufman pueda explicarlotodo...

    Gracias a Dios le hicieron caso. Llamaron un coche de la polica, al que subieron l,Edna, y los oficiales. Los Alhuson los segua en su propio auto. Oy cmo decan alinspector que no deseaban dejar sola a la seora Fenton, que acababa de recibir tamaogolpe.

    Era muy lamentable de su parte, por supuesto, pero todo quedara aclarado apenaspudiera explicar a su esposa, en casa y tranquilos, todo lo sucedido. En la comisara todoresultaba espantoso: hasta l mismo se senta culpable, como si fuera un criminal.

    El coche se detuvo frente a la casa familiar y todos descendieron. Fenton abri lamarcha dirigindose hacia la puerta del fondo. Apenas la abri, el olor a gas resultinconfundible.

    Pierde otra vez dijo. Sucede cada tanto. Ella llama para que vengan a arreglarlo,pero nunca aparecen.

    Nadie le contest. Fenton se dirigi rpidamente a la cocina. La puerta estaba

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    cerrada; el olor a gas era cada vez ms penetrante. El inspector murmur algo a sussubordinados:

    Es mejor que la seora Fenton se quede afuera, con sus amigos.No dijo Fenton. Quiero que mi esposa escuche la verdad...Pero Edna volvi sobre sus pasos, acompaada de uno de los policas. Con el rostro

    solemne, los Alhuson estaban esperando. Despus, todos parecieron entrar al mismo tiempoal dormitorio de madame Kaufman. Abrieron las persianas para que entrara aire, pero elolor a gas era asfixiante. Sobre la cama, ella y el nio estaban profundamente dormidos. Elsobre con las veinte libras, yaca en el suelo.

    Por qu no la despiertan? dijo Fenton. Dganle que el seor Sims quiere hablarle.El seor Sims...

    Uno d los policas lo tom del brazo y lo sac de la habitacin. Cuando le dijeronque madame Kaufman estaba muerta, y tambin Johnny, mene la cabeza:

    Es terrible... terrible! Si me hubiera dicho... Si hubiera sabido qu hacer.Pero las primeras impresiones la llegada de la polica a su casa, el espantoso

    contenido del paquete haban sido tan aterradoras, que este nuevo desastre no lo afectabatanto. Pareca inevitable.

    Quizs ha sido mejor dijo. Estaba tan sola en el mundo! Ella y su hijito. Solos!...Qu estaran esperando? La ambulancia supuso, lo que fuera, para llevarse amadame Kaufman y a Johnny.

    Podemos volver a casa, mi esposa y yo?El inspector cambi una mirada con el hombre de particular, y luego le dijo:Creo que no, seor Fenton, tendr que volver con nosotros a la comisara.Pero, ya les he dicho la verdad insisti Fenton, fatigado. No tengo nada ms que

    decirles. No tengo nada que ver con esta tragedia. Nada...De pronto, record sus cuadros.No han visto mi obra dijo. Est all, en la pieza de al lado. Por favor, dganle a mi

    esposa que venga, y a mis amigos! Quiero que vean mis cuadros. Adems, despus de lo

    ocurrido, quisiera llevarme mis cosas.Nosotros nos ocuparemos de eso contest el inspector.El tono era indiferente, pero firme. Antiptico pens Fenton. La actitud oficiosa de

    la ley.S, s, muy bien. Es que estas cosas son mas y tienen valor. No comprendo qu

    derecho tienen ustedes...Mir al inspector y a su colega de particular el mdico y los otros policas se haban

    quedado en el dormitorio y se dio cuenta, por la expresin de sus rostros, que realmente noestaban interesados en su trabajo. Pensaban que era una excusa, una coartada. Todo lo quequeran era llevarlo de vuelta a la comisara y hacerle ms preguntas an, respecto a lossrdidos muertos del dormitorio y al pequeo cuerpo de la criatura nacida antes de tiempo.

    Estoy dispuesto a acompaarlo, inspector dijo, con calma pero le ruego concederme

    esto: que me permita mostrar mis cuadros a mi esposa y a mis amigos.El inspector hizo una sea a su subordinado, que sali de la cocina. El grupo se

    traslad al estudio. Fenton mismo abri la puerta y los hizo pasar.Naturalmente, he estado trabajando en muy malas condiciones. La luz es muy

    pobre. No hay comodidades. No s cmo pude hacerlo. En realidad, pensaba mudarmeapenas volviera de mis vacaciones; as se lo dije a la pobre muchacha. Probablemente fueeso lo que la deprimi.

    Hizo girar la llave de la luz. Al ver como miraban a su alrededor tomando nota delcaballete desarmado, de las telas apiladas contra la pared, se le ocurri que esos

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    preparativos deban resultar sospechosos como si l hubiera estado realmente al tanto de losucedido en el dormitorio y hubiera querido escapar.

    Era provisorio, claro explic, disculpndose por la pequea habitacin que tan pocose pareca a un estudio pero me vena bien. No haba nadie ms en la casa. Nadie quehiciera preguntas. Nunca vi a nadie ms que a madame Kaufman y al nio.

    Vio entrar a Edna a la habitacin y tambin a los Alhuson, y a los otros policas, y

    todos lo miraban con la misma expresin ptrea. Pero, por qu Edna? Por qu losAlhuson? No podan dejar de sentirse impresionados por las telas apiladas contra la pared;deban darse cuenta de que la suma total de su trabajo durante los ltimos cinco meses ymedio, estaba all, en esta misma habitacin, esperando ser expuesto. Dio un par de pasosy, tomando la tela ms prxima, la levant para que la vieran. Era el retrato de madameKaufman, el que a l le gustaba ms y que ella... pobrecita... le haba dicho que se pareca aun pescado.

    Ya s que no son convencionales dijo. Nada de ilustraciones de libros para nios.Pero tienen fuerza. Son originales.

    Tom otro.Madame Kaufman otra vez, ahora con Johnny en el regazo:La madre y el nio coment, empezando a sonrer. Primitivo. De vuelta a nuestros

    orgenes. La primera mujer, la primera criatura.

    Fenton inclin la cabeza hacia un costado tratando de ver las telas como lo haranellos por primera vez. Al mirar a Edna, en vez de la expresin de boquiabierto asombro,encontr la misma helada incomprensin. De pronto, el rostro de ella parecidesmoronarse, y, volvindose a los Alhuson, exclam:

    No son cuadros de verdad. Nada ms que mamarrachos cegada por las lgrimas,mir al inspector: Ya le dije que no saba pintar, nunca tom un pincel en su vida. No fuems que una coartada, para meterse en esta casa, con esta mujer.

    Vio que los Alhuson se la llevaban. Los oy salir por la puerta del fondo, atravesarel jardn, salir a la calle.

    No son cuadros de verdad. Nada ms que mamarrachos repiti. Volvi a dejar la telaen el suelo, de cara a la pared, y dijo al inspector: Cuando guste...

    Salieron. Subieron al coche de la polica. Fenton estaba sentado entre el inspector yel hombre de particular. El coche dej atrs la calle Boulting, cruz otras dos; tom por lacalle Oakley y sigui hacia el terrapln. Las luces del trnsito cambiaron, de mbar a rojo.Fenton murmur:

    "No me cree"... "No me creer nunca". Luego, al volver a cambiar las luces ycuando el coche aceler, lanz un grito:

    Muy bien! Confieso! Era mi amante. La criatura era ma, por supuesto. Yo mismohice girar la llave del gas esta tarde, antes de ir para casa. Los mat a todos! Tambin iba amatar a mi esposa, cuando llegramos a Escocia. Quiero confesarlo: fui yo... fui yo... fuiyo...!

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    LOS LENTES AZULESLOS LENTES AZULES

    Hoy le sacaran las vendas y le probaran los lentes azules. Marda West se llev lamano a los ojos y palp las vendas y las capas de algodn. Su paciencia sera finalmenterecompensada. Durante das y semanas, despus de su operacin, haba estado acostada, sinpadecer sufrimientos fsicos, pero sumida en la anonimidad de las tinieblas, sumergida en lasensacin negativa de que el mundo y la vida pasaban de largo, junto a ella. Durante losprimeros das sufri dolores, misericordiosamente amortiguados por las drogas. Luegofueron perdiendo intensidad, se disolvieron y no le qued ms que la sensacin de unenorme cansancio. Le dijeron que era la reaccin, despus del shock. En cuanto a laoperacin, haba sido un xito. La promesa era bien definida: un xito cien por cien.

    Ver con ms claridad que nunca le asegur el cirujano.Cmo lo sabe? insisti ella, deseando que dieran ms consistencia al tenue hilo de

    su fe.Porque examinamos sus ojos mientras usted estaba bajo los efectos de la anestesia

    le contest. Y luego otra vez, cuando volvimos a hacerla dormir. No bamos a mentirle,seora West...Dos o tres veces por da le daba las mismas seguridades. A medida que pasaban las

    semanas, fue aprendiendo a tener paciencia, hasta que lleg a mencionar el tema, slo,digamos, una vez cada veinticuatro horas, y siempre a modo de trampa, para tomarlosdesprevenidos.

    No tiren las rosas deca, por ejemplo. Me gustara verlas...Y la enfermera contestaba, sin premeditacin.Pero, ya estarn marchitas...Quera decir que tampoco vera durante esa semana.Nunca se mencionaban fechas concretas. Nadie deca: "Para el 14 de este mes ya

    podr ver". Y continuaba el subterfugio, la quimera de que a ella no le importaba y seconformaba con esperar. Hasta Jim, su esposo, estaba ya incluido en la categora de los"dems", junto con todo el personal del hospital. Ya no tena confianza en l.

    En un tiempo, mucho antes, todas las dudas y aprensiones haban sido confesadas ycompartidas, pero eso era antes de la operacin. Sintindose invadida por el miedo alsufrimiento y a la ceguera, Marda se haba aferrado a su esposo, preguntndole:

    Qu me sucedera si no viera nunca ms? imaginndose como una invlida, sinpoder valerse por sus propios medios.

    Jim, cuya ansiedad n