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JUAN CARLOS DYRZKA PERDIDOS EN TOKIO Cuando Juan Carlos Dyrzka llegó a los Juegos Olímpicos de Tokio, en octubre de 1964, era una de las estrellas del deporte argentino y una de las más firmes esperanzas para el llegar al podio. De hecho, ningún otro atleta de nuestro país concentró -desde aquel momento- una posibilidad cierta de alcanzar. Pero a Juan le fue mal en los Juegos: octavo (y lejos) en su semifinal de los 400 metros con vallas, aquellas ilusiones se derrumbaron. Leemos lo que Dyrzka dijo aquella vez: “Todavía no puedo aceptar esta desgracia. Ya antes de colocarme en el taco de partida, tuve la sensación de que no andaría bien, se apoderó de mí una angustia que nunca había sentido. A mi lado, veía a los italianos que se movían como en un entrenamiento. También sentía como si las 70 mil personas en el estadio me oprimieran con sus miradas. Apenas sonó el disparo, me convencí de que todo estaba perdido. Corrí por instinto, impulsado solo por el subconsciente. No puedo explicar nada más, el resultado está a la vista: 53s8. Y no puedo comprender de que este tiempo tan malo sea mío” Cuatro años después, para los Juegos Olímpicos de México, el panorama en esa especialidad se había modificado completamente. Una decena de vallistas ya se movía con facilidad por debajo de los 50 segundos y las chances de Dyrzka eran mínimas. No hubo medalla, ni siquiera llegó a la final. Pero su rendimiento fue notable. Y visto a la distancia, histórico. Dyrzka ganó su eliminatoria con 49 segundos y 82 centésimas, convirtiéndose en el primer sudamericano en la historia que por debajo de los 50s. Al día siguiente, en las semifinales, quedó quinto, con cuatro centésimas más. Apenas un puesto le impidió llegar a la prueba decisiva, donde el británico David Hemery pulverizó el récord del mundo... Han pasado 44 años y la marca de Juan Carlos Dyrzka permanece intocable en nuestro país: ningún otro atleta siquiera pudo acercarse a pesar de todas las mejorías tecnológicos, de infraestructura, de

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JUAN CARLOS DYRZKA

PERDIDOS EN TOKIO

Cuando Juan Carlos Dyrzka llegó a los Juegos Olímpicos de Tokio, en octubre de 1964, era una de las estrellas del deporte argentino y una de las más firmes esperanzas para el llegar al podio. De hecho, ningún otro atleta de nuestro país concentró -desde aquel momento- una posibilidad cierta de alcanzar. Pero a Juan le fue mal en los Juegos: octavo (y lejos) en su semifinal de los 400 metros con vallas, aquellas ilusiones se derrumbaron.

Leemos lo que Dyrzka dijo aquella vez: “Todavía no puedo aceptar esta desgracia. Ya antes de colocarme en el taco de partida, tuve la sensación de que no andaría bien, se apoderó de mí una angustia que nunca había sentido. A mi lado, veía a los italianos que se movían como en un entrenamiento. También sentía como si las 70 mil personas en el estadio me oprimieran con sus miradas. Apenas sonó el disparo, me convencí de que todo estaba perdido. Corrí por instinto, impulsado solo por el subconsciente. No puedo explicar nada más, el resultado está a la vista: 53s8. Y no puedo comprender de que este tiempo tan malo sea mío”

Cuatro años después, para los Juegos Olímpicos de México, el panorama en esa especialidad se había modificado completamente. Una decena de vallistas ya se movía con facilidad por debajo de los 50 segundos y las chances de Dyrzka eran mínimas. No hubo medalla, ni siquiera llegó a la final. Pero su rendimiento fue notable. Y visto a la distancia, histórico. Dyrzka ganó su eliminatoria con 49 segundos y 82 centésimas, convirtiéndose en el primer sudamericano en la historia que por debajo de los 50s. Al día siguiente, en las semifinales, quedó quinto, con cuatro centésimas más. Apenas un puesto le impidió llegar a la prueba decisiva, donde el británico David Hemery pulverizó el récord del mundo...

Han pasado 44 años y la marca de Juan Carlos Dyrzka permanece intocable en nuestro país: ningún otro atleta siquiera pudo acercarse a pesar de todas las mejorías tecnológicos, de infraestructura, de

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posibilidades económicas y de competencia. Desarrollo, en fin. Y suponemos que, como está la situación, todavía durará unos cuántos años más.

Para recordar aquellos dos experiencias, tan olímpicas y tan opuestas, nos encontramos con Juan Carlos en su casa de siempre, en Olivos. Allí donde antes vivieron sus padres Juan Alfonso y Sofía Emilia (Tita), quienes también fueron atletas durante las décadas del 30 y 40. Además, Emilia Laura (“Mili”), la hermana menor de Juan Carlos, fue una de las mejores y más completas atletas surgidas de nuestro país. Ya cumplidos los 70 años, a quien algunos llamaban "Juansón" en sus mejores tiempos , todavía da clases de educación física en los colegios. Y a la par del recuerdo de su paso por las pistas, también sufre el profundo dolor por la reciente la muerte de su esposa, Ana Clara Goldman, otra campeona de pruebas combinadas.

"Mis abuelos eran alemanes, pero mis abuelas no, habían nacido aquí. Y mis padres eran argentinos. Ellos fueron buenos atletas, pero yo llegué casi por casualidad a este deporte. Cursaba el secundario en el Liceo Militar y se armó un equipo atlético para los Intercolegiales. Cuando preguntaron quién quería correr los 110 metros con vallas, nadie levantó la mano. Y lo hice yo, con timidez... Al volver a casa, mi papá -que era el entrenador en la Sociedad Alemana de Gimnasia- me preguntó si estaba seguro de lo que hacía, que se necesitaba aprender la técnica de las vallas y entrenar fuerte. Esos principios guiaron en toda mi vida deportiva".

Dyrzka dejó después el Liceo para terminar el secundario en el Nacional Roca. Pero dentro el atletismo se convirtió rápidamente en primera figura: junto a Osvaldo Suárez (ya un consagrado fondista) fueron los símbolos de nuestro deporte durante la década del 60. Dotado, versátil, serio y apasionado, la actividad de Dyrzka cubrió desde los 200 hasta los 800 metros llanos, los 110 y 400 metros con vallas. Acumuló 19 títulos nacionales y fue, habitualmente, el punto seguro de la Selección Argentina en los Sudamericanos: allí conquistó 14 medallas (5 doradas) entre 1961 y 1971. Esa cifra lo convierte en el máximo medallista argentino en esas competencias, a las que dijo adiós a los 34 años, en 1975.

Dyrzka disfrutó de un momento brillante desde finales del 62 hasta aquella infortunada aventura de Tokio. Repasemos: en los Nacionales de Tucumán (1962) ganó cuatro pruebas, incluyendo los 400 llanos con un récord nacional de 47s8. Días después, en el Iberoamericano de Madrid, deslumbró con su triunfo de 50s9 sobre 400 metros vallas. El paso siguiente fueron los Juegos Panamericanos de San Pablo, en 1963, donde volvió a ganar esta prueba y a mejorar el tope sudamericano. Sumado a su triunfo en el Preolímpicos de Tokio –prueba de fuego hacia la cita olímpica- su proyección internacional se afianzaba y aquí se lo reconocía con el Olimpia de Oro.

¿Qué ocurrió entre un año y otro, para resultados tan disímiles en el Estadio Nacional de la capital japonesa?

"Yo venía en ascenso, aquellas competencias me dieron mucha confianza para enfrentar a los mejores. Pero después del Preolímpico, no tuve ni una sola competencia internacional más, apenas torneos locales, donde prácticamente no había rivales. En aquella época no funcionaba un sistema de becas, giras internacionales, planificación de ese tipo, como sucede hoy. Hacíamos todo a pulmón. Yo entrenaba bien. Pero una cosa es prepararte y otra el roce, el aplomo y la confianza que te dan los torneos. Cuando llegué a los Juegos, el entrenador alemán me preguntó: „¿por qué no viniste a competir con nosotros?‟. Y todo eso lo pagué. La serie olímpica fue tranquila. Pero en la semifinal, me quedé en la largada y no me recuperé más. Después, hablando con mi padre del tema, nos dimos cuenta de que habíamos cometido un error garrafal. Pero no teníamos como compensarlo".

En los años siguientes, Dyrzka sí dispuso de la oportunidad de competir, con algunas giras europeas o recibiendo a valores como los alemanes Gerhard Henning y Rainer Schubert en Buenos Aires. Y aunque la preparación para los Juegos de México se cumplió íntegramente en la Argentina, sin ninguna gira competitiva previa, algo había cambiado:

"Nuestro jefe de equipo era Antonio Pocoví y él nos gestionó varios torneos preolímpicos en México. Viajamos con tiempo suficiente para la aclimatación en la altura, estábamos bien entrenados y nos prendimos en esas competencia. Para atletas como Calonge y como yo, eso fue valioso. Llegué a los Juegos con la confianza y experiencia que no tenía cuatro años antes".

Este es el recuerdo de su récord, un icono en el atletismo nacional: "Mi padre me aconsejó que dado el nivel que había allí, corriera la serie como si fuera una final, que no me guardara nada. Era un día ideal, soleado, si viento. Hice la carrera de mi vida, me jugué todo, tal vez en el último instante aflojé un poquito o miré al costado... Y para la semifinal salí con la misma decisión aunque,

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claro, en los últimos metros no tenía resto... No sé, otro planteo hubiera sido: correr en 50s4 la serie y guardar energías para un 49.5 en semi. Pero es pura teoría, había riesgo de no pasar siquiera la primera ronda. Y la verdad es que siempre me sentí muy feliz por esa actuación, por la marca y por haber entregado todo, lo mejor de mí".

También participó en los 400 llanos, alcanzando los cuartos de final con 46.85, una marca que permaneció casi dos décadas como récord argentino.

Dyrzka considera que con esa actuación de los 400 vallas en México "di el máximo de mi potencial. Por mi estatura –con 1,80 m. soy relativamente bajo para la prueba- no podría correr más rápido. Tal vez un 49.3, no lo sé... Entra en la imaginación. Mi fuerte eran mi entrenamiento y mi técnica. Pero ya te digo, me falta estatura. Henninge y Schubert eran tipos de 1,90 o más, utilizaban 13 pasos entre valla y valla, yo necesitaba 15. Y Ulrico Jonath, el entrenador alemán que también nos aconsejaba, dijo que necesitaba más entrenamiento de fondo. Por ejemplo, los italianos Morale y Frinolli -dos grandes figuras de los 400 vallas de aquel tiempo, mis rivales frecuentes- tenían marcas debajo de 1m50s en los 800 metros. En esa prueba, yo no bajaba de 1m52s y casi no preparaba el fondo. Entonces, esa falta podía sentirla en los veinte o treinta metros definitorios de mi prueba. Pero ya pasó.".

Con esa experiencia y con el tiempo pasado, Dyrzka entiende que un atleta argentino que intente mejorar sus ya míticos 49s82 sobre 400 metros vallas deberá reunir unas cuántas condiciones (además de las obvias como la dedicación personal, el entrenamiento y el apoyo): "Básicamente, medir de 1,90 m. o más, tener una velocidad natural que les permita correr los 400 llanos por debajo de 47 segundos, y trabajar mucho la técnica". Fuente: Libro AVENTURAS EN LAS PISTA “Héroes y protagonistas del atletismo argentino” de Luis Vinker Ediciones Al Arco Marzo 2014.