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8 Bilbao a Guía del autoestopista ga- láctico es una de esas curio- sidades que uno debe co- nocer al menos de oídas, una in- sólita gamberrada que con el tiempo se ha convertido en un hito de la vastísima y heterogé- nea ciencia ficción anglosajona. La saga, “una trilogía en cinco volúmenes”, como la definía su autor, es una de las primeras aproximaciones a ese género desde un prisma humorístico. Se estrenó como serial radiofó- nico hace ahora cuarenta años y su responsable, Douglas Adams, que ya había trabajado como guionista de Doctor Who, ensegui- da vio la posibilidad de adaptar ese material. La novela y sus con- tinuaciones acabaron vendien- do millones de ejemplares, hu- bo adaptaciones televisivas (BBC, 1981) y cinematográficas (Pixar, 2005) y aunque, si bien no alcanzó la repercusión de Star Wars o Star Trek, contempo- ráneas a las que de algún modo parodia, ha acabado convirtién- dose en referencia de culto. Re- sulta indispensable, por ejem- plo, para entender algunos chis- tes de Big Bang Theory. Hay hasta un videojuego. Anagrama reúne ahora en un solo volumen las tres primeras entregas, las canó- nicas, que ya figuraban en su ca- tálogo y que, por lo visto, siguen vendiéndose bien. Incluye en- trevistas con los responsables de la adaptación al cine, voces su- puestamente autorizadas para opinar acerca del descacharran- te multiverso ideado por Adams. El protagonista de este sainete cósmico es Arthur Dent, un per- fecto panoli, antihéroe flacucho y desgarbado que aparece en es- cena en albornoz y, atención, de- talle importante, con una toalla al cuello. Arthur despierta un jueves (a la hora de comer y con resaca) de manera agitada. Mientras intenta recomponerse, de camino a la ducha, se asoma a la ventana y cree distinguir un equipo de operarios manejando sendas excavadoras con las que se disponen a tirarle la casa aba- jo. Tienen órdenes de derruirla, en su lugar se proyecta construir una vía de circunvalación. Los planos llevan meses expuestos en “una estancia sin luz, en el só- tano del ayuntamiento, al fondo de un archivador cerrado con llave y colocado en un lavabo en desuso en cuya puerta hay un le- trero que dice: cuidado con el le- opardo”. Los problemas de Arthur son por supuesto insignificantes si tenemos en cuenta lo que suce- de a continuación, ni más ni me- nos que el Apocalipsis, la total y completa desintegración de la Tierra. Empezando por su pro- pio jardín. Una flota extraterres- tre, vogona para más señas, apa- rece en el cielo ejerciendo su de- recho a exterminarnos. En un principio, Arthur se molesta un poco. ¿El fin del mundo, entre de los puntos de interés reseña- dos por la Guía, por ejemplo el restaurante instalado en un bu- cle temporal que permite a sus comensales revivir cada noche la misma única y eterna velada, no podemos evitar la sensación de que a ratos Adams se regodea en su condición de serie B. Todo es- tá salpicado de un cientificismo chusco, caricaturesco, pero a la vez complejo, profundo, sofisti- cado. Douglas Adams fue sin du- da un escritor y guionista dotado para la comedia. Humor del sin- sentido, absurdo, surrealista, ba- sado en el ‘wit’ y el ‘play on words’, en la línea de los Monty Python, con quienes colaboró en alguna ocasión. Demuestra un enorme talento para la elección del adje- tivo más sorprendente, para la comparación más estrafalaria. Adams no necesita pirotecnia, ni efectos especiales ni naves en lla- mas más allá de Orión. Prefiere el ingenio y un espíritu desinhibi- do, moderadamente iconoclasta. Por muy galácticas y disparata- das que sean, en sus historias hay algo profundamente doméstico, casi costumbrista. A través del hu- mor expone la naturaleza huma- na, o alienígena, de sus persona- jes. Y generalmente conçcluye que esa naturaleza es, en esencia, repugnante. La comicidad se mantiene en un nivel más o me- nos aceptable durante las casi seiscientas páginas de lo que tan solo es la primera parte de la Guía (hay un par de continuacio- nes y hasta un texto apócrifo pe- ro más o menos aceptado como epílogo definitivo). Adams acier- ta también en la elección de un tono desenfadado, alejado de cualquier solemnidad. Esa es, precisamente, una de las princi- pales virtudes de esta paranoia li- sérgica con toques existencialis- tas y estética ‘new age’, que no se toma demasiado en serio a sí mis- ma. Miguel Artaza L Anagrama reedita la “trilogía en cinco volúmenes” de Douglas Adams, una peculiar mezcla de humor y ciencia ficción que ha devenido en obra de culto Aeronáutica friki semana y sin avisar? Después, re- lativiza. En realidad, los vogones no son malvados ni crueles ni hostiles, son algo mucho peor, los burócratas que rigen la gala- xia. También ellos ofrecen sus razones: el proyecto lleva mile- nios expuesto “en el departa- mento de planificación local del sistema Alfa Centauro”. Pocas novelas empiezan con una lección de perspectiva a se- mejante escala. Por suerte para Arthur, su mejor amigo resulta ser un alienígena en excedencia que por casualidad improvisa una manera de escapar en el úl- timo momento. Así, como sin mucho entusiasmo, comienza la odisea espacio temporal de Ar- thur, a quien lo que más parece preocuparle es la distancia con respecto al pub más cercano. Un rocambolesco deambular por la galaxia de travesura en travesura, como quien hace no- villos. Algunos de sus imposibles compañeros son un robot maní- aco depresivo, un extraterrestre bicéfalo paradójicamente des- cerebrado y una atractiva mujer con la que Arthur coincidió en una fiesta. Descubriremos que el infinito no es tan grande si lo miras desde arriba, que la hu- manidad es una construcción artificial, un experimento con- ductista en el que los humanos somos las cobayas, que lo más parecido a Dios es un ordena- dor capaz de responder a la pre- gunta trascendental acerca de “la vida, el universo y todo lo de- más”. Y que la respuesta a esa pregunta es cuarenta y dos. Tras varias escalas en algunos l 25 de mayo de 1971 se estrenó la primera entrega de la saga Star Wars. Mucho tiem- po después un bloguero español decidió utili- zar esa efeméride para celebrar el ‘Día del Or- gullo Friki’. Pero desde 2001 los amantes de la ciencia ficción ya tenían ese día marcado en el calendario por otro motivo. Es el ‘Día de la Toalla’, en el que se conmemora al autor de la Guía de autoestopista galáctico. Como to- das las tontunas, ha prosperado y parece que existe una amplia comunidad de admira- dores que sale a la calle ataviada con ese com- plemento. Se promueve incluso desde distin- tos organismos. El Planetario de Viena, por ejemplo, permite la entrada gratis a quien se presente, ese día, ataviado al estilo Arthur Dent. ¿Y por qué precisamente una toalla?, se esta- rán preguntando. Tendrán que echarle un vis- tazo al libro. Por el momento, baste decir que Douglas Adams compuso una verdadera oda a esta humilde prenda, el objeto de mayor utili- dad que un autoestopista galáctico pueda po- seer: “Cualquier hombre que haga autoestop a lo largo y ancho de la Galaxia, pasando cala- midades, divirtiéndose en los barrios bajos, lu- chando contra adversidades tremendas, sa- liendo sano y salvo de todo ello, y sabiendo to- davía dónde está su toalla, es sin duda un hom- bre a tener en cuenta”. Feliz Día de la Toalla E Douglas Adams (1952-2001) colaboró con los Monty Python y practicaba un humor similar El protagonista de esta historia es Arthur Dent “Antes de vender millones de ejemplares se estrenó como serial radiofónico” “Un disparate a escala planetaria: humor surrealista y cientifismo chusco” Revista Pérgola Octubre 2017

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8 B i lbao

a Guía del autoestopista ga-láctico es una de esas curio-sidades que uno debe co-

nocer al menos de oídas, una in-sólita gamberrada que con eltiempo se ha convertido en unhito de la vastísima y heterogé-nea ciencia ficción anglosajona.La saga, “una trilogía en cincovolúmenes”, como la definía suautor, es una de las primerasaproximaciones a ese génerodesde un prisma humorístico.Se estrenó como serial radiofó-nico hace ahora cuarenta años ysu responsable, Douglas Adams,que ya había trabajado comoguionista de Doctor Who, ensegui-da vio la posibilidad de adaptarese material. La novela y sus con-tinuaciones acabaron vendien-do millones de ejemplares, hu-bo adaptaciones televisivas(BBC, 1981) y cinematográficas(Pixar, 2005) y aunque, si bienno alcanzó la repercusión deStar Wars o Star Trek, contempo-ráneas a las que de algún modoparodia, ha acabado convirtién-dose en referencia de culto. Re-sulta indispensable, por ejem-plo, para entender algunos chis-tes de Big Bang Theory. Hay hastaun videojuego. Anagrama reúneahora en un solo volumen lastres primeras entregas, las canó-nicas, que ya figuraban en su ca-tálogo y que, por lo visto, siguenvendiéndose bien. Incluye en-trevistas con los responsables dela adaptación al cine, voces su-puestamente autorizadas paraopinar acerca del descacharran-te multiverso ideado por Adams.

El protagonista de este sainetecósmico es Arthur Dent, un per-fecto panoli, antihéroe flacuchoy desgarbado que aparece en es-cena en albornoz y, atención, de-talle importante, con una toallaal cuello. Arthur despierta unjueves (a la hora de comer y conresaca) de manera agitada.Mientras intenta recomponerse,de camino a la ducha, se asoma ala ventana y cree distinguir unequipo de operarios manejandosendas excavadoras con las quese disponen a tirarle la casa aba-jo. Tienen órdenes de derruirla,en su lugar se proyecta construiruna vía de circunvalación. Losplanos llevan meses expuestosen “una estancia sin luz, en el só-tano del ayuntamiento, al fondode un archivador cerrado conllave y colocado en un lavabo endesuso en cuya puerta hay un le-trero que dice: cuidado con el le-opardo”.

Los problemas de Arthur sonpor supuesto insignificantes sitenemos en cuenta lo que suce-de a continuación, ni más ni me-nos que el Apocalipsis, la total ycompleta desintegración de laTierra. Empezando por su pro-pio jardín. Una flota extraterres-tre, vogona para más señas, apa-rece en el cielo ejerciendo su de-recho a exterminarnos. En unprincipio, Arthur se molesta unpoco. ¿El fin del mundo, entre

de los puntos de interés reseña-dos por la Guía, por ejemplo elrestaurante instalado en un bu-cle temporal que permite a suscomensales revivir cada noche lamisma única y eterna velada, nopodemos evitar la sensación deque a ratos Adams se regodea ensu condición de serie B. Todo es-tá salpicado de un cientificismochusco, caricaturesco, pero a lavez complejo, profundo, sofisti-cado. Douglas Adams fue sin du-da un escritor y guionista dotadopara la comedia. Humor del sin-sentido, absurdo, surrealista, ba-sado en el ‘wit’ y el ‘play on words’,en la línea de los Monty Python,con quienes colaboró en algunaocasión. Demuestra un enormetalento para la elección del adje-tivo más sorprendente, para lacomparación más estrafalaria.Adams no necesita pirotecnia, niefectos especiales ni naves en lla-mas más allá de Orión. Prefiere elingenio y un espíritu desinhibi-do, moderadamente iconoclasta.

Por muy galácticas y disparata-das que sean, en sus historias hayalgo profundamente doméstico,casi costumbrista. A través del hu-mor expone la naturaleza huma-na, o alienígena, de sus persona-jes. Y generalmente conçcluyeque esa naturaleza es, en esencia,repugnante. La comicidad semantiene en un nivel más o me-nos aceptable durante las casiseiscientas páginas de lo que tansolo es la primera parte de laGuía (hay un par de continuacio-nes y hasta un texto apócrifo pe-ro más o menos aceptado comoepílogo definitivo). Adams acier-ta también en la elección de untono desenfadado, alejado decualquier solemnidad. Esa es,precisamente, una de las princi-pales virtudes de esta paranoia li-sérgica con toques existencialis-tas y estética ‘new age’, que no setoma demasiado en serio a sí mis-ma.

Miguel Artaza

L

Anagrama reedita la “trilogía en cinco volúmenes” de Douglas Adams,una peculiar mezcla de humor y ciencia ficción que ha devenido en obra de culto

Aeronáutica friki

semana y sin avisar? Después, re-lativiza. En realidad, los vogonesno son malvados ni crueles nihostiles, son algo mucho peor,los burócratas que rigen la gala-xia. También ellos ofrecen susrazones: el proyecto lleva mile-nios expuesto “en el departa-mento de planificación local delsistema Alfa Centauro”.

Pocas novelas empiezan conuna lección de perspectiva a se-mejante escala. Por suerte para

Arthur, su mejor amigo resultaser un alienígena en excedenciaque por casualidad improvisauna manera de escapar en el úl-timo momento. Así, como sinmucho entusiasmo, comienza laodisea espacio temporal de Ar-thur, a quien lo que más parecepreocuparle es la distancia conrespecto al pub más cercano.Un rocambolesco deambularpor la galaxia de travesura entravesura, como quien hace no-villos. Algunos de sus imposiblescompañeros son un robot maní-aco depresivo, un extraterrestrebicéfalo paradójicamente des-cerebrado y una atractiva mujercon la que Arthur coincidió enuna fiesta. Descubriremos queel infinito no es tan grande si lomiras desde arriba, que la hu-manidad es una construcciónartificial, un experimento con-ductista en el que los humanossomos las cobayas, que lo másparecido a Dios es un ordena-dor capaz de responder a la pre-gunta trascendental acerca de“la vida, el universo y todo lo de-más”. Y que la respuesta a esapregunta es cuarenta y dos.

Tras varias escalas en algunos

l 25 de mayo de 1971 se estrenó la primeraentrega de la saga Star Wars. Mucho tiem-

po después un bloguero español decidió utili-zar esa efeméride para celebrar el ‘Día del Or-gullo Friki’. Pero desde 2001 los amantes dela ciencia ficción ya tenían ese día marcadoen el calendario por otro motivo. Es el ‘Díade la Toalla’, en el que se conmemora al autorde la Guía de autoestopista galáctico. Como to-das las tontunas, ha prosperado y pareceque existe una amplia comunidad de admira-dores que sale a la calle ataviada con ese com-plemento. Se promueve incluso desde distin-tos organismos. El Planetario de Viena, porejemplo, permite la entrada gratis a quien se

presente, ese día, ataviado al estilo ArthurDent.

¿Y por qué precisamente una toalla?, se esta-rán preguntando. Tendrán que echarle un vis-tazo al libro. Por el momento, baste decir queDouglas Adams compuso una verdadera oda aesta humilde prenda, el objeto de mayor utili-dad que un autoestopista galáctico pueda po-seer: “Cualquier hombre que haga autoestopa lo largo y ancho de la Galaxia, pasando cala-midades, divirtiéndose en los barrios bajos, lu-chando contra adversidades tremendas, sa-liendo sano y salvo de todo ello, y sabiendo to-davía dónde está su toalla, es sin duda un hom-bre a tener en cuenta”.

Feliz Día de la Toalla

E

Douglas Adams (1952-2001) colaboró con los Monty Python y practicaba un humor similar

El protagonista de esta historia es Arthur Dent

“Antes de vendermillones deejemplaresse estrenó comoserial radiofónico”

“Un disparate aescala planetaria:humor surrealista ycientifismo chusco”

Revista Pérgola Octubre 2017