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JOSÉ LUIS CELADA En busca del obispo soñado En busca del obispo soñado EVANGÉLICO DIALOGANTE CERCANO SERVIDOR CREYENTE ESPERANZADO PRUDENTE LIBRE 2.601 16-22 DE FEBRERO DE 2008 PLIEGO

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JOSÉ LUIS CELADA

En buscadel obispo soñado

En buscadel obispo soñado

EVANGÉLICO

DIALOGANTE

CERCANO

SERVIDOR

CREYENTE

ESPERANZADO

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¿Qué obispo?, ¿para qué Iglesia?INTRODUCCIÓN

Ante la proximidad de una nuevaAsamblea Plenaria de la ConferenciaEpiscopal Española (CEE), en la que seprocederá a elegir la mayoría de cargosde responsabilidad en la jerarquíade nuestra Iglesia, desde Vida Nuevahemos querido sondear las opinionesmás diversas en torno a una cuestiónque, creemos, puede resultar de sumointerés para comprender mejor cómovive y con qué sueña una instituciónatrapada ahora mismo en el torbellinomediático y a la que casi nuncalas críticas generalizadas hacen justicia.Así, casi una cincuentena de nombresse han ofrecido amablementea compartir en voz alta sus reflexiones,sus inquietudes, sus deseos acercadel perfil de obispos que –a su juicio–están necesitando la Iglesiay la sociedad españolas.Vaya por delante que, entre losencuestados, figuraban varios prelados–eméritos y en activo– que, tal vez porrazones obvias, han declinado contestar.Una ausencia que, de algún modo, se vecompensada con la inclusión de textosdel Magisterio detallando los derechosy deberes episcopales en el pastoreode la grey que tienen encomendada:desde el capítulo que dedica al temala constitución conciliar Lumen Gentium(LG) hasta la exhortación apostólicapostsinodal de Juan Pablo II PastoresGregis sobre El obispo servidor delEvangelio de Jesucristo para la esperanzadel mundo, pasando por el decretode Pablo VI Christus Dominus (ChD)a propósito del ministerio pastoral de losprelados. Sea como fuere, el abanicode firmas es lo suficientemente pluraly representativo (sacerdotes, religiosas,religiosos, laicos, teólogos, sociólogos,profesores, mujeres, jóvenes, periodistasde información religiosa…) como paraobtener un modesto pero significativo‘retrato robot’ episcopal.Esta iniciativa no quiere quedarse aquí.Es sólo la primera aproximacióna los diferentes colectivos que integranel Pueblo de Dios. En un futuro no muylejano será el turno de abordar en otros

Pliegos la situación de los sacerdotes,de la vida religiosa y del laicado,y los respectivos desafíos quese les plantean para responder másadecuadamente a su vocación y misión,en la Iglesia y en el mundo.

De LG a ‘Christus Dominus’

El 21 de noviembre de 1964, Pablo VIpromulgaba la constitución dogmáticaLumen Gentium sobre la Iglesia, en laque se plantea el sentido del episcopadoy se recuerda que en él se conservay manifiesta la tradición apostólica:“Los Obispos, junto con los presbíteros ydiáconos, recibieron el ministerio de lacomunidad para presidir sobre la greyen nombre de Dios como pastores, comomaestros de doctrina, sacerdotesdel culto sagrado y ministros dotadosde autoridad” (LG, 20 b). Ahora bien,no parece que esto sea suficiente.“Desgraciadamente –a juiciodel marianista Diego Tolsada Peris–,el Concilio Vaticano II no ofrece en estetema un punto de referencia claro.El capítulo sobre los obisposde la Lumen Gentium fue un capítulode compromiso, que no se atrevióa sacar las consecuencias clarasdel magnífico capítulo anterior sobrela Iglesia como Pueblo de Dios”.Sí resultó posiblemente de mayoralcance, sin embargo, el decreto queapenas un año después (28 de octubre)promulgó el propio Papa Montini Sobreel ministerio pastoral de los Obispos yque, bajo el título de Christus Dominus,recoge las principales virtudes quedeben a adornar a todo prelado. Muchasde ellas, como veremos a lo largode estas páginas, coinciden en granmedida con las que buena partede los consultados reivindican parael perfil de su obispo ideal.

Primer diagnósticoAntes de pasar a desgranar todoel catálogo de sugerencias y propuestas,hijas, sin duda, del lugar que cada cualocupa en el seno de la Iglesia,no estaría de más conocer cómo estánlas cosas actualmente paracontextualizar mejor el tema que aquínos ocupa. “No parece quela comunidad cristiana española estéviviendo su mejor momento”, lamentael sacerdote e historiador Juan MaríaLaboa. Y lo argumenta así: “La sociedadha cambiado mucho, y las debilidades yfragilidades eclesiásticas están pasandofactura. Da la impresión de quemantiene su plena actualidadel conocido diagnóstico de que la Iglesiaha perdido, primero, los obreros;los intelectuales, después; y, finalmente,los jóvenes. La media del clero es alta,y su entusiasmo no siempre esextraordinario”. Sin embargo, se felicitaporque, “en su conjunto, sigue siendouna maquinaria extraordinaria, debidoen gran parte a la pluralidad de suscomponentes y a la buena voluntad ygenerosidad de la mayoría de ellos, sinmencionar, naturalmente a la presenciade la Gracia”.A este primer diagnóstico, Juan de DiosGonzález-Anleo, catedráticode Sociología de la Universidad Pontificiade Salamanca, añade un parde interesantes matices, consecuenciadirecta de la necesidad que tienen losobispos –protagonistas de este estudio–de ser “realistas cristianos, es decir,buenos conocedores de la sociedad en laque desarrollan su misión y, al mismotiempo, abiertos a la utopía de unasociedad cristianamente revitalizada”. Ycomo “realistas” que deberían ser, desea“que sean conscientes de dos realidades,dos hechos testarudos que se imponen

El pueblo español juzga a la Iglesiapor sus obispos, no por otros valores,a veces espléndidos, de la diócesis

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en todos los estudios: que la imagenpública de los obispos españoles estámuy degradada, y que el pueblo español–injustamente– juzga a la Iglesiapor sus obispos, no por otros valores,a veces espléndidos, de la diócesis”.Claro que, “en la estructura jerárquica,el juicio resulta más complicado, perono imposible”, reconoce Laboa. El propioprofesor emérito de la UniversidadPontificia Comillas se atreve con él: “Nose conoce en la España de los últimossiglos –asegura– una capacidad comola actual para nombrar los obispos quese desean, saltándose, a veces, pudoresfamiliares y utilizando, otras, reglas tandesconcertantes como la de que elobispo que fracasa en su diócesis puedeaspirar a un arzobispado. En cualquiercaso, creo que se puede afirmar que, amenudo, nos encontramos con obispossin gran altura intelectual, con pocacapacidad de relacionarse con sussacerdotes y sus fieles, con actuacioneserráticas, caprichosas y prepotentes.Otros, por su parte, se ocultan en sus

diócesis para que, no siéndolo, no loparezcan. Obviamente, no todos son así,pero no faltan. No abundan los santosy faltan líderes”.No menos crítico se muestra el religiosomarianista Tolsada, para quien“nuestra jerarquía no da la talla paralas necesidades de nuestro mundo, esemundo que tanto amó y ama el Padre.Ni talla religiosa ni cultural. Abundanpersonas mediocres, tal vez nombradaspor su fidelidad a un proyecto muyconcreto de Iglesia, pero muy centradosen una autorreferencialidad intraeclesialmuy tradicional, premoderna, que buscamantener institucionalmente unosprivilegios de cristiandad como formade presencia eclesial, lo que les llevaa conflictos continuos con la sociedaden casi todos los campos”. “Para colmo–añade el religioso–, viven presos deofrecer una imagen unitaria, cuando haydiferencias serias entre ellos. Eso no esobstáculo para que un grupo más duroe intransigente imponga una y otra vez,sin pudor (lo han perdido, junto con

para anunciarle ‘la Buena Noticia’ quees Jesús de Nazaret, verdadero y único‘centro’ de la Iglesia”. “A la distanciade más de 40 años –concluye Calero–,los obispos españoles deben recepcionarseria y operativamente las verdaderaslíneas de fuerza de un Concilio (en elque no pudieron participar), para saberresituarse: sea en el interior de lascomunidades cristianas, sea en relacióncon la sociedad secular contemporánea”.No es ésta una opinión exclusivade los consagrados. También laicos,como el propio presidente generaldel Foro de Laicos, Juan José Rodríguez–que nos remite a la citada exhortaciónPastores Gregis para delimitar el perfilepiscopal del tercer milenio– mantieneque obispos y católicos debemos“profundizar en la recepción que hemoshecho del gran don que supusoel Concilio Vaticano II, y en especialla Gaudium et Spes, que nos hablande un diálogo abierto y respetuoso conel mundo, que nos hablan en palabrasde Pablo VI de una ‘Iglesia que acepta,

el respeto al conjunto de la comunidad,para ponerse al servicio sólo de unaparte de ella), sus planteamientos,acciones, criterios y políticas”.Otros, mientras tanto, como Antonio MªCalero, entienden que “la Iglesiaespañola en su conjunto tiene una seriaasignatura pendiente: la recepciónconvencida y operativa del ConcilioVaticano II. El Vaticano II fue ‘letra’ y‘espíritu’: sí, ‘espíritu’, por más que nopocos hayan minusvalorado o inclusodescalificado directamente ese ‘espíritu’como algo volátil, impalpable, pocomenos que inventado”. Por eso, desdeel Teologado salesiano de Sevilla, para elmomento actual y para el futuro obispos“que crean de verdad en la necesidadque tuvo y sigue teniendo la Iglesia deaggiornarsi: es decir, de ‘ponerse al día’para, ‘con una simpatía crítica’, comouna verdadera ‘samaritana’ y no comouna jueza implacable, acercarse alhombre de hoy (creyente y no creyente)

reconoce y sirve al mundo tal comohoy se le presenta. No siente nostalgiade la síntesis Iglesia-mundo según lasfórmulas del pasado; ni siquiera sueñaen otras fórmulas relativas a un fututoutópico’”. Sin embargo, Rodríguez selamenta de que “la Iglesia está todavíabastante acostumbrada a hablarex cathedra (o si se quiere, con unaposesión excesiva de la verdad), y estoperjudica ese diálogo con el mundo”.“Convendría también –añade– quela Iglesia, y los obispos claro está,que respetan las muchas cosas positivasque hay en el mundo, las resaltaranespecialmente, pues muchas veceslo que queda en el sentir de la gente dea pie cuando los obispos hablan es quesólo se fijan en los aspectos negativosde dicho mundo”. Apreciación que, abuen seguro, comparte la joven matronaEsther Sierra Santos, que siente que“la Iglesia camina muchos pasos atrásde lo que la sociedad ha evolucionado:

Todavía está pendiente la recepciónconvencida y operativa del Vaticano II

A TRES PELIGROS,TRES RESPUESTASEn el asunto que nos ocupa, MarcianoVidal, del Instituto Superior de CienciasMorales (Madrid), identifica “tres grandestentaciones históricas que ha tenidoel episcopado católico: adaptarseal carácter mundano de ‘poder’; creerseguardianes de un depósito recibido ytender más a ‘conservar’ que a innovar;y circunscribir la Iglesia a su radiode acción y de ‘intervención’”.

Frente a lo que el religioso redentoristaconsidera tres “peligros reales”,él propone como respuesta otros tantosrasgos que debería presentar el obispoactual:1. Un estilo de vida y de actuación de tono“evangélico” y alejado de los juegosde poder político, sobre todo partidario.2. Una fidelidad creativa, que propicie eldiálogo del Evangelio con la nueva cultura.3. Contar con los dinamismos eclesiales,no directamente encuadrados en losesquemas de la curia diocesana; pienso,de modo especial: en los seglares y enlos/as religiosos/as.

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las estructuras familiares son de unamayor diversidad; la mujer tiene unimportante papel social… y a todo estono se le puede dar la espalda. La Iglesiadebe acercarse a los cambios sin miedoni temor, sin represalias. Se debe daruna respuesta y acogida a ellos, que nosacerque a la solución de los conflictos,no a la dispersión y a la disgregación”.Y es que “el paso de la cristiandadnacionalcatólica a la intemperiede la diáspora exige una nuevaevangelización”, advierte Oriol Domingo,corresponsal religioso de La Vanguardia,y “ello implica despojarse de loaccesorio y volver a la originalidadevangélica”.

Nombramientos

Así las cosas, parece oportuno empezara confeccionar ese perfil episcopal conel que sueñan unos y otros. Y nadamejor que hacerlo deteniéndonos ensu nombramiento. Bien es cierto que elMagisterio determina que “el derecho denombrar y crear a los Obispos es propio,peculiar y de por sí exclusivo de laautoridad competente” (ChD, 20), peroquien más quien menos, “con bastantecarga utópica y un porcentaje razonablede ingenuidad” –en palabras de LuisFernando Vílchez–, no se resistea proponer alternativas. “Lo deseablesería que el sistema de designaciónde obispos fuera transparente y conparticipación efectiva de la comunidadcristiana a la que van a servir”,confiesa el profesor del Departamentode Psicología Evolutiva yde la Educación de la UniversidadComplutense de Madrid. “Hoy por hoy,eso es soñar”, añade resignado, altiempo que se pregunta: “¿Sería muchopedir que, al menos, se consultaratambién a laicos y no sólo a sacerdotes,que se preguntara a más gente, dentrode un abanico plural, y no siemprea los mismos ‘informadores oficialesy ocultos’?”. Y, puestos a pedir, Vílchezincorpora dos nuevas sugerencias: “Que,al revés de lo que parece haberse hechoen los últimos 15-20 años, se busque alos más preparados y más adecuados acada situación, y no se prime y premiela sumisión acrítica y el uniformismoideológico” y, finalmente, “que, tras serelegidos, la mitra no sea un apagavelas

de su personalidad, de su sentidocrítico, de su creatividad, de sus másnobles impulsos vitales. Y, desde luego,no se crean investidos de una autoridadmágica que les faculta para hablarde todo ex cathedra. Eso ya lo hacenlos tertulianos”.En este mismo sentido se manifiestatambién Cristina Guzmán, profesorade Derecho Eclesiástico del Estado enla Universidad Pontificia Comillas, paraquien el nuevo perfil de obispo que a sujuicio necesita nuestra Iglesia encuentraun “obstáculo insalvable”, el modo deelegirlos, con ciertos usos que enumeraa continuación: el “influjo del nuncioo de algunos obispos, maestros enla promoción de sus amigos y protegidos(v. gr. el número llamativo de obisposvalencianos), listas confeccionadaspor los respectivos obispos, sin previasconsultas o reducidas a muy pocaspersonas”. Sostiene ella que “habría queevitar que nombren a obispos a aquéllosque de alguna manera hacen ‘carrera deobispo’ (titulación eclesiástica superior,profesores, canónigos protegidos deobispos, etc.)”. “¿No ha llegado la horade buscar el modo de que esas listaslas elaboren pidiendo el parecer a losconsejos presbiterales y pastorales de lasdiócesis y parroquias?”, se preguntaGuzmán. “Porque son ellos –dice– losque mejor conocen a aquellos sacerdotesque pueden ser buenos obispos. Si estanueva forma de selección no se pone enmarcha de manera eficaz, difícilmente selograrán los obispos que nuestra Iglesiay nuestra sociedad necesitan”.Comparte este mismo parecer la religiosay teóloga María José Arana, quesueña con otra forma de entender “la

estructura de la Iglesia y las relacionesintraeclesiales”. A su juicio, sería algo“muy hermoso y en consonancia connuestros tiempos el hecho de que, paranombrar obispos, presidente de laConferencia Episcopal, etc., se consultaratambién a las bases, y no sólo fueradecidido todo por la cúpula eclesial”.“La Iglesia –puntualiza– podría serde esta forma un ejemplo más clarode las nuevas relaciones que anuncia”.

Múltiples demandas

Muchas son las demandas que serecogen en estas páginas, y no pocascoincidentes, también con el modelode obispo que propugna Juan Pablo IIen Pastores Gregis, “atento a lasnecesidades de la Iglesia y del mundo,como testigo de esperanza” (PG, 23),o con aquellos otros que proponía PabloVI en Christus Dominus, “verdaderosy auténticos maestros de la fe, pontíficesy pastores” (ChD, 2). Pese a todo, parececlaro que “un único perfil seríacontradictorio con la pluralidad quesiempre ha sido distintivo de la Iglesiadesde las primeras comunidades”,entiende José María Rodríguez Olaizola.Para este sociólogo jesuita, que trabajaen Pastoral con universitarios enValladolid, “esa diversidad siempre serábuena si es equilibrada, es decir,si nuestra Conferencia Episcopal esun espacio plural donde la diversidadde voces abre la puerta a búsquedasy clarificaciones de lo que nuestrasociedad verdaderamente necesita”.¿Y de qué se trata? Él apunta “tresurgencias: la inquietud pastoral porcomunicar un evangelio significativo ycercano; cierta audacia y frescura para

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CINCO ELEMENTOSPARA LA NECESARIA EVANGELIZACIÓN

La colaboración con ellos en sus problemasreales y prácticos de cada día.

El testimonio de una vida evangélica.Y, sólo entonces, el anuncio explícito”.

“Y creo que hay que mantener el ordende estos pasos –matiza el religioso–, yno dar uno sin haber asegurado seriamenteel anterior. ¡Ojalá!”.

El marianista Diego Tolsada dice haberescuchado a “una de las mentes –según él–más lúcidas y fieles de la Iglesia en España”(Juan Martín Velasco) los rasgos que deberíareunir el obispo de la nueva evangelización:“La presencia en el mundo (y no la distancia

sacral).El diálogo con los evangelizables.

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afrontar problemáticas contemporáneasque inquietan a las personas,especialmente a los jóvenes; yla capacidad de integrar en sus diócesislas diferentes sensibilidades y carismasque son parte de la riqueza de laIglesia, entendiendo esa diversidad nocomo problema sino como oportunidad”.“Luego, habrá un poco de todo –admiteRodríguez Olaizola–, habrá obispos másintelectuales/teólogos, otros másespirituales, los habrá más ‘políticos’y otros más gestores. Habrá quien tengamás inquietud por los aspectos internosde organización eclesial, y otros queestén más urgidos por la nuevaevangelización”. “Ojalá, en todo caso,–concluye– que sean especialmentesensibles a las personas heridasy desatendidas en nuestro mundo, puesesa inquietud pone en su lugar otrasmuchas preocupaciones pueriles”.

Evangelio y comunión

Son casi incontables los adjetivosempleados para trazar ese boceto delpastor soñado, pero, probablemente, “sihubiera una palabra que los creyentesbuscáramos para pensar en el perfildel obispo, sería evangélico, pendientede los intereses de Dios, con la miradaen los lugares donde El Señor de la Vidamira con dolor el drama de sus hijos.Hombres que transmitan misericordia,desvinculados de intereses políticos y delos grupos eclesiales de poder. El perfildebe incluir la capacidad de gestionarel miedo para que no conviertalas posturas de la Iglesia en trincherasy con capacidad de autocrítica en elsentido que otorgan al propio ‘servicio’”.Quien así piensa es Marta López Alonso,presidenta de la Asociación de TeólogasEspañolas, que, para liderar nuestrascomunidades, reclama, asimismo,“testigos de santidad con actitudesque abran las puertas al bien y no dencabida al mal, al desasosiego ya la división. Con actitud humilde antela responsabilidad de enseñar –que noes monopolizar la Palabra–; para ello,serían necesarios hombres que creanen la Palabra depositada en el corazónde cada creyente”.Aunque si encontramos un términoque encabeza las preferenciasde los encuestados no es otro que

el de ‘comunión’. En opinión de JacintoNúñez, profesor de la Facultadde Teología de la Universidad Pontificiade Salamanca, “es importante que losobispos sean artífices de la communioa todos los niveles: del obispo conlos sacerdotes, de ellos con los demásmiembros del pueblo de Dios y de éstosentre sí, en la diversidad de tareas,grupos y sensibilidades. Esa comunión,que tiene una raíz teológica y espiritual,ha de hacerse efectiva en el ejerciciodel gobierno episcopal”. Esto por lo querespecta a las exigencias episcopales depuertas adentro de la Iglesia. En cuantoa lo que sería necesario de caraa la sociedad en general, el biblistaextremeño propone “que los obispos‘aprendan’ a situarse en el contextode una sociedad fuertementesecularizada y que, además, en el casoparticular de España, es muy críticay recelosa de la institución eclesialy sus representantes”. Por eso hay queextremar la cordialidad en el fondoy en las formas –advierte–, el espíritude diálogo y el afán por presentarla coherencia de la fe cristiana”, si bieneste “acento”, matiza, “nada tiene quever con la falta de coraje o con ‘aguar’la novedad radical de la fe”.Comparte ese mismo sentimientoel presidente general del Foro de Laicos.Juan José Rodríguez pediría a un obispo“que sirva por encima de todo a launidad de la comunidad que preside”,que significa “servir a la comunión y launidad entre todos, poniendo en marchaal efecto cuantas iniciativas lofavorezcan”. Y aclara: “Hoy también esteservicio a la comunión ha de extendersea la propia comunidad cristiana másamplia, y también a la unidad delgénero humano a la que sirve la Iglesia,y al frente de todo ello han de estar suspastores los obispos. En un mundoplural y a veces dividido, la prestaciónde este servicio evangélico es impagable,pero sin olvidar [como él mismorecalcaba páginas atrás] que hade hacerse desde el respeto y el diálogo

sincero con el mundo; diálogo que noes posible sin una escucha profunda”.La comunión se convierte, pues,en un reclamo unánime, estrechamenteasociado a lo que el sacerdote LuisGonzález-Carvajal, profesor de laFacultad de Teología de la UniversidadPontificia Comillas, señala comola principal urgencia de hoy paralos obispos, “ser verdaderos ‘pontífices’;es decir, ‘constructores de puentes’ entrelas diversas mentalidades existentes enla Iglesia (aplicando el precioso principiode la Gaudium et Spes: ‘Haya unidaden lo necesario, libertad en lo dudoso,caridad en todo’), así como entrela Iglesia y la sociedad (tenemos yademasiada crispación)”. Dicho de otromodo, en palabras de la Hija de CaridadCecilia Collado, “poner el acento enla UNIDAD como fruto de una Comuniónque se va haciendo paso a paso,contando con todos, llegando a todos,amando a todos”. O como defiendela joven Helena González Herranz,licenciada en Dirección de Empresasy empleada en Banca, “la Iglesia yla sociedad necesitan hoy un obispoque consiga ser obispo de todos loscristianos. A sus 23 años, quiere huir de“la crítica fácil de que la Iglesia necesitalíderes modernos capaces de adecuarse alos nuevos tiempos”; no se trata, piensaella, de “forzar un avance ideológico”,sino de regresar a “la esenciadel cristianismo, continuar el mensajede AMOR, universal y con mayúsculas,que Jesús trajo hace dos mil años,que nos une a todos los cristianos porencima de ideologías, y aceptando comoIglesia a todos los que compartimos estemensaje y nos sentimos Iglesia”.

Diálogo y humanidad

Y para alcanzar meta tan necesaria,son numerosas las voces que apelanal diálogo –lo acabamos tambiénde ver– como herramienta episcopalimprescindible. No en vano, ChristusDominus ya recogía este llamamiento:“Siendo propio de la Iglesia el establecer

Urge que los obispos sean pontífices,es decir, constructores de puentes

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diálogo con la sociedad humana dentrode la que vive, los Obispos tienen, antetodo, el deber de llegar a los hombres,buscar y promover el diálogo con ellos.Diálogos de salvación, que, comosiempre hace la verdad, han de llevarsea cabo con caridad, comprensión y amor;conviene que se distingan siempre porla claridad de su conversación, al mismotiempo que por la humildad y ladelicadeza, llenos siempre de prudenciay de confianza, puesto que han surgidopara favorecer la amistad y acercar lasalmas” (ChD, 13). A esta invitación sesuma, por ejemplo, Francesc Torralba,profesor de la Universidad Ramon Llull ymiembro del Instituto Borja de Bioética,que pide prelados con “un talantedialogal y gran capacidad para unirlas distintas sensibilidades que en estosmomentos se manifiestan en el seno dela Iglesia”, al tiempo que espera de ellosla “audacia y habilidad para no actuarreactivamente, sino con propuestaslibres a la sociedad”.A estas exigencias compartidas decomunión y diálogo viene a añadirse unelenco casi interminable de requisitos enforma de deseos que todo pastor que seprecie debería aglutinar en su persona.Y el primero de ellos, en cuanto tales[personas] sería la humanidad.Al preguntársele por su ideal de prelado,José Ignacio Calleja piensa en “gentesensata y equilibrada, inteligentey noble, con cierta habilidad para creara su alrededor ‘comunión’. Pero paraeste profesor de Moral Social Cristianaen Vitoria-Gasteiz, “la base humana,el equilibrio general de su personalidadhumana e intelectual, es el principioy fundamento de todo lo demás.La misma fe personal, y el desarrollode las funciones propias del Episcopado,se asientan en ese nivel de humanidad.Lo que la naturaleza no da, la Gracia nolo sustituye”. Humanidad que él definecomo “el don de crear alrededorcomunidad, relaciones de sinceridady confianza, aprecio del testimoniode caridad, interpelación moral ycompasión”. “No es fácil, desde luego”,reconoce Calleja. Y concluye: “Se sueledecir ‘que sean hombres de fe y fielesa la Iglesia’. Esto cae por su propio peso,pero mientras no profundicemos en laEncarnación del Reino al que la Iglesia

sirve, no habremos adelantado mucho”.Y en esa misma dirección de humanizarsu ministerio, cabrían “hombres que novayan por la vida temerosos, deprimidosy deprimentes… que irradien, porconsiguiente, confianza y optimismo,ganas de vivir en general y de vivir encristiano en particular”, reivindica JoséRamón Amor Pan. Puestos a imaginar,a este gallego, doctor en Teología Moral,le gustaría que nuestros pastores seanhombres “que sepan lo que valeun café, un litro de leche y una barrade pan porque de vez en cuando seles ve con naturalidad tomando un caféo comprando en un supermercado. Quecrean más en la efectividad evangélicade comer en las casas de sus curassin más preaviso que una llamaditaal móvil del cura una hora antes,que presidiendo mil y una reunioneso retiros sacerdotales. Que sean líderesy maestros con autoridad, y no conpoder”.

que nadie podrá probar que es menosreligiosa que la de ayer”.“Auténticos pastores que conecten conel mundo y los hombres y mujeres,respondan realmente a sus preguntasmás hondas y tengan la mente abiertaal futuro” es lo que necesitan España yla Iglesia entera, a juicio también de lareligiosa María José Arana, “obisposimpregnados de Evangelio actualizado,preocupados por los grandes problemasde la Humanidad y los problemasconcretos de la gente. Hombresde Dios, dejándose realmente llevarde su Espíritu”. Y a esto mismo instabaprecisamente Christus Dominus, haceya más de cuatro décadas, al hablardel deber que tienen los obisposde enseñar: “Muéstrenles, asimismo,que las mismas cosas terrenasy las instituciones humanas, porla determinación de Dios Creador, seordenan también a la salvación de loshombres y, por consiguiente, pueden

La Iglesia actual precisa pastores quesean verdaderos líderes y maestroscon autoridad, pero nunca con poder

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No es el único que piensa así. En “tonomenor”, dado que existen otrasprioridades, Javier Elzo invita tambiénal obispo actual a “que salga de sudespacho, que haga cola para coger unbillete de cine, que salga a comer consus amigos, que vaya al fútbol, o a loque sea, que descanse y se relaje yendoal monte los lunes, o a hacer turismo, sino puede los domingos…”. Estos signosbien podrían ser reflejo de una notaque, en opinión del catedrático eméritode la Universidad de Deusto, deberíadistinguir al prelado del siglo XXI:“Que sepa escuchar a la sociedadde hoy, las demandas (especialmentelas del sentido de la vida, quién soy yo,por qué he de hacer el bien y no elmal…; que muestre el kerigma de Jesús,el Cristo, y por qué la comuniónen la Iglesia católica), demandasnormalmente implícitas de los hombresy mujeres de la sociedad de hoy,

contribuir mucho a la edificación delCuerpo de Cristo” (ChD, 12). Sin embargo,Arana lamenta que “la ConferenciaEpiscopal Española no se define hoy porel pluralismo interno; es excesivamentemonocolor religiosa, política ysocialmente”. “Desearía unos obisposmenos ‘uniformados’ –dice–, más libres,que contribuyan a la convivenciapacífica, y trabajen por la reconciliaciónen todos los ámbitos”.En este punto, el claretiano PedroBelderrain introduce un interesantematiz sobre la imagen que proyectannuestros obispos. “A veces –confiesael director de la revista Vida Religiosa–,se habla como si determinadas actitudesy estilos desdijeran de su ministerio.La vida lo desmiente claramente.Se puede ser obispo y muy accesible;se puede ser obispo y distinguirse porla capacidad de escucha y comprensión;se puede serlo y, sin renunciar

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a la verdad del Evangelio ni adulterarlo,estar dispuesto a dialogar y contrastarpareceres; se puede ser obispoy sospechar de la propia intuición,reconocer errores y pedir perdón;ser obispo y conocer de cerca la vidade las familias, de los parados,de los sin techo, de los curas más afinesy de los que parecen serlo menos”.“He desechado una respuesta en la quecitaba a diez obispos españoles vivos–nos desvela Belderrain–, obispos quepor ser y vivir así no son menos ‘deDios’. Más aún, intuyo que ese estilo yactitudes son las que de verdad revelansu profunda hondura evangélica”.Estilo y actitudes que no se alejandemasiado de las que debería reunirel “obispo favorito” de Mª LeticiaSánchez Hernández: “Un varón(de momento) profundamente creyente,‘tocado’ a fondo por el Evangelio, bien

preparado intelectualmente (a poder ser,estudios civiles y ‘eclesiásticos’), muyamante del mundo desde Dios y de Diosdesde el mundo (es decir, un místico)y con una buena experiencia pastoral”.Y bajando a la arena del contacto

trabajo y diversión”. “Nunca me hangustado, sin embargo –admite ella–,los hieráticos e intransigentes;los moralistas y ceñudos; pero, sobretodo, los que –sin sentido del humor–se creen, sin sonrojarse, representantesdirectos del mismísimo Espíritu Santo”.

Creyentes y servidores

Cualidades personales al margen,“que han hecho y siempre harán falta(aunque no siempre se han tenido)”, enopinión de González-Carvajal, el teólogode Comillas toma prestadas las palabrasde Alfonso de Valdés “con su sabrosocastellano del siglo XVI” para completarla radiografía del obispo soñado: “Tenergrandíssimo cuidado de aquellas ánimasque les son encomendadas, y simenester fuere, poner la vida por cadauna dellas; predicarles ordinariamente,assí con buenas palabras y doctrinacomo con exemplo de vida muy santa, ypara esto saber y entender toda la SacraEscriptura; tener las manos muy limpiasde cosas mundanas; orar continuamentepor la salud de su pueblo, proveerlode personas sanctas, de buena doctrinay vida, que les administrenlos sacramentos; socorrer a los pobres ensus necessidades, dándoles de balde loque de balde recibieron ellos, etc. etc.”.Todo un conjunto de condiciones que,sin duda, sólo pueden darse en “unapersona religiosa, lo que se entiendecomo un hombre de Dios (pues lejosestamos todavía de una mujer Obispo)”,el primer rasgo que, según Javier Elzo,debe presentar un pastor. Es decir,“un hombre de oración constante,abierto a la trascendencia y que sepadar testimonio de ella. Es su principal

Sea el obispo muy amante del mundodesde Dios y de Dios desde el mundo

DECÁLOGO DEL ‘OBISPO DESEABLE’

un diálogo entre fe y cultura en el ágorade todos.8. Una cierta “estética” en el porte,lejos del hieratismo antiguo, pero tambiénde lo melifluo, o de la vulgaridad-zafiedadde determinados gestos que los hábilesy pillos reporteros gráficos captanal azar en determinadas manifestacionespúblicas.Esa estética, que no amaneramiento,debiera expresarse también en la liturgia.9. Personas capaces de establecer puntosde encuentro y de tender puentes(pontífices), de analizar con hondurala complejidad de la sociedady de las situaciones humanas.10. Sujetos excepcionales por su valíay preparación (es evidente que no sirvecualquiera para ser obispo), pero normalesy sencillos por su personalidad, humildesy no engreídos, ni acomplejadosni obsesivos, enraizados entre personasde toda clase, que demuestren conocery tratar a la gente de la calle, creyentesy no creyentes, a niños, jóvenes, adultos,familias, ancianos, y que para todos tenganla palabra oportuna de la esperanza,del que, a imagen de Jesús, tienepor misión no la condena, sino la salvación,avivando y no apagando la llamaque aún late.

Profesor del Departamento de PsicologíaEvolutiva y de la Educación de la UniversidadComplutense de Madrid, Luis FernandoVílchez esboza en este decálogoel “perfil humano, cristiano y eclesial”del pastor que añora:1. Una persona profundamente creyente,que no es lo mismo que “pía”.2. Una “buena persona”, en el sentidomachadiano del término, gente de buencorazón, “buena gente”, con sensibilidad,comprensión y compasión, especialmentehacia los más débiles, necesitadosy distintos.3. Experiencia pastoral amplia ycontrastada.4. Preparación académica sólida, no sólo enciencias teológicas, sino también humanas.5. Un buen nivel de inteligencia emocionaly social.6. Una personalidad psicológicamentemadura y equilibrada, con libertad deespíritu, lo que implica, entre otras cosas:criterio propio, sentido crítico y sentidodel humor ante las situaciones complejas,capacidad para encajar las críticas, empatía,capacidad de decisión, capacidadde escucha, habilidades sociales, sobre todopara el diálogo y el trabajo en grupo.7. Capacidad para comunicar y expresarsemuy bien, pero sobre todo para establecer

directo con los pastores, esta doctoraen Historia y licenciada en Teología nosreconoce que, de cuantos ha conocidoy tratado, “los que más me han gustadoy convencido siempre han sidolos que han logrado hacer una síntesisde seriedad y campechanía; toleranciay exigencia; humor y preocupación;

labor”, subraya el sociólogo vasco. Dichode otro modo, “el obispo debe serun creyente que trate de vivir y actuarconforme a la novedad de laEncarnación”, recuerda Jesús Espeja.Y el teólogo dominico, miembrode la Academia Internacional de CienciasReligiosas, concreta tal novedad en “dos

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vertientes”: en su forma de mirary relacionarse con la sociedad secular,conminando al obispo a ser“una persona sensible, a la escucha,y dispuesto a recibir la verdad ‘vengade donde viniere’; y en su formade animar y coordinar a la Iglesia localque preside, la cual como “parte de lasociedad y ‘nada humano le es ajeno’”,impele al obispo que, “antes, mientrasy después de mirar y seguir lasorientaciones de la Curia Romana, debemirar a la situación de los creyentescristianos que integran la Iglesia local,y la de los no creyentes a quienes esaIglesia debe ofrecer el Evangelio”.También Adela Cortina, catedráticade Ética de la Universidad de Valencia,apuesta por unos obispos que sean“creyentes, y mucho”. Pero convendría,además, que fueran “personas concordura –entendida como un injerto dela prudencia en el corazón de lajusticia–, capaces de dialogar con el hoydel mundo y hombres de esperanza”.En la línea de lo que vienencomentando los distintos testimonios,afirma más adelante Christus Dominus:“En el ejercicio de su ministerio depadre y pastor, compórtense los Obisposen medio de los suyos como los quesirven, pastores buenos que conocena sus ovejas y son conocidos por ellas,verdaderos padres, que se distinguenpor el espíritu de amor y preocupaciónpara con todos, y a cuya autoridad,confiada por Dios, todos se sometengustosamente. Congreguen y formen atoda la familia de su grey, de modo quetodos, conscientes de sus deberes, vivany obren en unión de caridad” (ChD, 16).Palabras secundadas por el juicio, brevepero iluminador, del ingeniero AndrésBorrego Toledano, filósofo y diplomadoen Teología, que reivindica un “‘pastor’al estilo del MAESTRO, es decir, unhombre de Dios, dotado de la prudenciay sabiduría que la Gracia concedea quienes trabajan por el Reino. Doctoen el gobernar, más con el Evangelioque con el báculo, más con el corazónque con la mitra. Signo para loscreyentes y cercano para los alejados.Administrador de almas más que debienes, surtidor de esperanza al quenunca ha de olvidársele el amor primeropor el que fue consagrado”.

Para la España actual, “pluriconfesional,plurirreligiosa y en medio de unasociedad más bien hostil”, la Iglesiacatólica “necesita un nuevo perfilde obispos”, defiende el dominico JoséAntonio Martínez Puche. Y el directorde la editorial Edibesa sugiere trescualidades básicas: “Ejemplaridad: quesirvan a sus diocesanos y a la Iglesia enEspaña, no por la imposición del báculosino por la ejemplaridad evangélica delpastor, que va por delante e invita consu vida (en la medida que es posible ala fragilidad humana) a seguir al BuenPastor. Formación: que posea una sólidaformación teológica, catequética yhumanista, que lo capacite para ejercersu deber de maestro de sus diocesanos ypara el diálogo, directo o a través de losmedios, con las fuerzas vivas de lasociedad. Sencillez: la pomposidad –nosólo la de las vestimentas– o no dicenada o dice muy poco bueno al hombrede hoy. La sencillez y la cercanía, elsentirse con su pueblo y hacerlo visiblecon signos sinceros, edifican a los suyosy dan una imagen evangélicade la Iglesia frente a los otros”.Tres adjetivos propone tambiénel sociólogo Fernando Vidal para definira los pastores deseados: “¡Santos,sabios, inclusivos!”. “La evangelización–explica el profesor de la UniversidadPontificia Comillas traduciendo talesexigencias– necesita obispos sentidos supastor por todos: de izquierda y derecha,nacionalistas o no, religiosos y curas,de Pedro y de Pablo. Sin miedoa la pluralidad en lo que no es dogma,que no teman escuchar. Cultos, gentede mundo, que sepan de la vida. Queescuchen mucho a mucha gente diversa.Que convivan con sectores distintos,incluso con críticos y ‘publicanos’, yoigan y disciernan con cariño con todos.Que hagan equipos plurales. Que notengan miedo a la gente, que les gustela gente. Que aprendan de la gente más

de lo que le enseñen. Obispos queconfíen en los colegios y obrasde los religiosos. Obispos que seansignos de que aún hay esperanza”.Desde el Seminario Diocesano de Jaén,el sacerdote Manuel García Muñoz,profesor de Sagrada Escritura, abundaen la condición de creyente del obispoideal, y recurre a otro trío depeculiaridades definitorias que detallaampliamente. A su juicio, es precisoque el pastor sea un “hombre de Dios”,afirmación que se concreta enuna “persona profundamente religiosa,de fe intensa, de oración extensa yde criterios evangélicos; testigo de loque cree y vive; capaz de discernir yde actuar proféticamente (contemplativoy activo); comprometido fiel yconfiadamente con la Palabra (voluntad)de Dios, sirviéndola con libertad ydecisión, sin miedos ni vacilaciones;dotado de sensibilidad y unción paravivir los misterios de la liturgia eclesial;imbuido y transmisor de la alegría y dela esperanza de la salvación cristiana”.En segundo lugar, sería deseable quetodo prelado sea un “hombre teológicay pastoralmente preparado” o, lo quees lo mismo –dice él–, “conocedorde las preocupaciones y problemas de lasociedad actual, y capaz de analizarloscon rigor y de ofrecer respuestasa los mismos, a la luz de la Revelación(Sagrada Escritura y Tradiciónde la Iglesia), del Magisterio y de unareflexión teológica, abierta y dialogante;comprensivo y misericordioso con laspersonas próximas y las alejadas; capazde tomar iniciativas pastorales propias yde alentar las ajenas, con prudencia,amor y valentía. Como continuador de lamisión de los Apóstoles (éstos, de la deCristo) nada humano debe serle ajeno eindiferente (exigencia teológico-pastoralderivada de la asunción de lanaturaleza humana –Encarnacióny Natividad– por el Hijo de Dios).

Sea obispo docto en el gobernar, máscon el Evangelio que con el báculo,más con el corazón que con la mitra

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Y, finalmente, desde luego, un “hombrede Iglesia”, esto es, padre y pastorresponsable y cercano, tan exigentecomo animoso, estrechamente vinculadoal presbiterio –sobre todo– y al restode los agentes de pastoral máscomprometidos de su diócesis;favorecedor de la comunión eclesial;mental y cordialmente receptivo yabierto a los ‘signos de los tiempos’(siglo XXI); capaz de escuchar y dedialogar con todos; integrador detendencias teológicas y pastoralesdiversas –siempre que sean sanas yconstructivas-, sin exclusiones;proclamador de la ‘verdad salvífica deCristo’, que propone con celo acualquiera pero sin imponerla a nadie(por respeto a la libertad); moderado ymoderador; ministro de la reconciliacióny de la paz; hombre de espíritumisionero y ecuménico, propiciador deencuentros entre miembros de religionesdiferentes o de iglesias distintas, ypromotor del necesario acercamientoentre la fe y la cultura; sincero, sencillo,austero, humilde, sacrificado, disponible,afable: servidor de todos en y desde elamor cristiano, a imitación del BuenPastor y al modo del buen samaritano,convencido de que el ‘poder de Dios’ semanifiesta a través de la ‘debilidad’ delpropio ministerio (en la línea del Siervode Yahvé y de la sabiduría de la cruz),que, además, se ha de ejercer sin perderla conciencia de la ‘fragilidad’ humanade su misma persona (‘vasija de barro’,como dice san Pablo)”.

Para sacerdotes y laicos

A primera vista, podría parecerimposible añadir un requerimiento mása la concienzuda panorámica ofrecidapor García Muñoz sobre el obisposoñado. Sin embargo, hay quienesaportan nuevas puntualizaciones. Comopárroco de la Crucifixión del Señor(Madrid), el sacerdote y escritor SantosUrías siente que “estamos urgidosde obispos que hayan tenidoexperiencia en la tarea pastoral”. Cree élque “se tiene demasiado en cuenta laformación intelectual”, a la que no restaimportancia, pero defiende un pastor“que haya vivido la cotidianeidadde una parroquia”, porque “es algo queayudaría al contacto con sus sacerdotes,

dado que la mayoría es a lo que sededican, y favorecería la comprensiónde muchos problemas o situacionesde todo el Pueblo de Dios”.No cabe duda de que el siguiente textode Christus Dominus sobre el “deber quetienen los obispos de regir y apacentar”refrenda de algún modo las palabrasde Urías: “Traten siempre con caridadespecial a los sacerdotes, puesto quereciben parte de sus obligacionesy cuidados y los realizan celosamentecon el trabajo diario, considerándolossiempre como hijos y amigos, y, portanto, estén siempre dispuestos a oírlos,y tratando confidencialmente con ellos,procuren promover la labor pastoralíntegra de toda la diócesis” (ChD, 16).Por parte del laicado no faltan tampocorenovados matices que incorporaral perfil episcopal que va esbozándoseaquí. Como es lógico, el citado Juan JoséRodríguez, presidente general del Forode Laicos, aprovecha para pedir “obisposque promovieran más la participacióny corresponsabilidad de los laicosen la vida de la Iglesia, llevando esto alánimo de los presbíteros que colaborancon ellos en sus diócesis respectivas”.La animación y formación de “unlaicado maduro y responsable”. Eso eslo que realmente le preocupa a LourdesAzorín, militante de Acción Católica.“En este terreno –asegura– me pareceimportante que un obispo tengaclaro con las tripas, el corazóny la cabeza que sin un laicado maduroy responsable no está plenamenteconstituida la Iglesia, y que estose plasme con claridad en el hacer”.Convencida de que “damos demasiadaimportancia a la coyuntura actual…,porque nos creemos que es másexcepcional o importante que otras”,Azorín cree que la Iglesia y la sociedadnecesitan “obispos y laicos que deseenser buenos cristianos, que mantenganel esfuerzo diario humilde, paciente yperseverante para conocer siempre mejorel misterio de Cristo y dar testimoniode él”. Y para que los prelados resulten

eficaces instrumentos al servicio de estacausa, en su opinión, “deben serpersonas prudentes y escuchadoras,amables y amantes en el alto, anchoy profundo sentido de esas palabras,servidores apasionados de la comunión,humildes hombres de oración”.Prudencia que significa, según ella,que “ante un acontecimiento, escuchan,contrastan, dialogan, rezan y cuandotoman una decisión la ejecutan aunquetengan que lidiar con el toro del malmenor. Por eso, “teniendo presentelo urgente –concluye–, no deben olvidarlo importante y han de hacerle sitioy espacio, programando y trabajandosin perder el horizonte amplio”.Bien podría referirse a lo que, desdeMálaga, Cecilia Collado entiendepor “un pastor que conoce el ‘terreno’y pone los medios para contribuira lo fundamental: el encuentro de laspersonas y de la comunidad-pueblocon el Único Pastor, Jesús”. Por tanto,al obispo ideal esta Hija de la Caridadle pide “fidelidad al Mensaje, no sóloen palabras, sino también en gestoscoherentes, de cercanía, de confianzaen el valor de lo que se anuncia sinengolamiento, de poner en último planolos títulos honoríficos, [también ella]de respeto y escucha a los laicos y a supapel en los asuntos que les incumben,de cuidar no sólo lo que se debe deciry cómo decirlo, sino también cuándo esmejor callar o dejar la palabra a otrosmiembros de la Iglesia, que reiterarlo que ya se ha dicho” y, finalmente,“convencimiento de que la mejormanera de defender los valores espromoverlos con la pedagogía y el ritmoadecuados, con proyectos a largo, medioy corto plazo”. Al menos –Colladolo sabe muy bien–, es lo que exigela vida parroquial.A la presidenta de la Asociación deTeólogas Españolas, Marta López Alonso,por su parte, como mujer, trazar su idealde obispo le plantea “un problemaeclesiológico en su base: la necesidad derepensar y orar la estructura jerárquica

Que el obispo promueva, con tripas,corazón y cabeza, un laicado maduro

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de la Iglesia que es, en su base,desigual y excluyente para las mujeresy despliega un abismo insalvable entreel pueblo y quienes se consideran susautoridades”. Una reflexión que abriríalas puertas a otro debate de gran caladopara el presente y el futuro de dichainstitución.

Trabajo y justicia social

Desde el Movimiento de lasHermandades del Trabajo, mientrastanto, una de sus militantes ha preferidopersonalizar su ‘sueño episcopal’en la figura del prelado que debarepresentarles en el senode la Conferencia Episcopal Español,“un hombre empeñado en cultivar unacomunidad fraterna, común, plural…liberadora”; con “actitud de escucha,apertura y servicio, muy especialmentea las bases de la Iglesia. Atento a lossignos de los tiempos. Cercano afectivay efectivamente a la realidad del mundodel trabajo, ofreciendo los mediospastorales necesarios para garantizarla preparación de sacerdotes, religiosos,laicos para una mejor evangelizacióndel mundo del trabajo”.No se quedan ahí las demandas de estajoven integrante de Hermandades.Le gustaría que ‘su’ obispo responsable“promoviera un avance en la propiaIglesia, en mayor justicia social conlos que viven en situaciones laborales,que haga suyos los problemasde los hombres y mujeres del mundodel trabajo y todas sus circunstanciasde vida, con una fuerte formación enla Doctrina Social de la Iglesia, y quesu fuerte no estuviera tanto en el ‘sabercultural’ como en la fuerza de ser testigodel evangelio de Jesucristo”.Y como “mayor reto” para la añoradajusticia social, ella identifica muchasde esas “situaciones que hacenmuy difícil que el hombre se desarrolleintegralmente con dignidad”. Así, “unrepresentante sensible a la situación delmundo laboral actual y con concienciade pastor” se debería mostrar “cercanoa los rostros de la pobreza de nuestrasparroquias, asociaciones, barrios, muy amenudo azotados por la precariedad y laflexibilidad laboral de muchos jóvenes,mujeres, inmigrantes, mayores…, losaccidentes laborales, la imposibilidad de

acceder a una vivienda digna, y susconsecuencias negativas que nosimpiden a los jóvenes formar nuestrapropia familia”; y ser “pastor denuestros mayores, que vivencondenados a la soledad y muchas vecescon pensiones de escasa cuantía”.Secundando este compromiso con losúltimos que se proclama desdeHermandades, Juan González-Anleo,que al inicio de estas reflexiones poníasobre la mesa la necesidad de que losobispos sean “realistas cristianos”, pidea los prelados “que se dediquen con

preferencia absoluta, incondicionada–no exclusiva– a los pobres,los excluidos y los emigrantes”,pero también “que ‘griten el Evangelio’–no el moralismo– en todassus apariciones públicas, y querenueven su lenguaje y lo haganoptimista y motivador –como el de JuanPablo II–, sabio y profundo –comoel de Benedicto XVI–, y sencilloy cercano al hombre de la calle,con el mismo talante de Juan XXIII”.“Y si no se acercan, aunque seamodestamente, a este perfil ideal

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Tomando como referente el DirectorioPastoral de los Obispos –concretamente,un resumen de los nn. 21 al 31–, FélixMartínez Cabrera, ex vicario generalde la diócesis de Jaén, nos brindaun generoso catálogo de las “virtudes quedeben adornar al obispo”.En primer lugar, “el obispo debeidentificarse con Cristo, tener capacidadde diálogo (21), estar adornado de lacaridad pastoral, y vivir en comunióncon Cristo, con la Iglesia y con el mundo.Es necesario que el obispo se haga siervopara ser servidor de los demás, y détestimonio por su vivencia de los consejosevangélicos y del espíritude las bienaventuranzas (23)”.“Además de la caridad pastoral –prosigueel sacerdote jiennense–, el obispo deberesplandecer por una fe muy profunda,que se manifieste en su espíritude oración, contemplación y piedad, y enel estudio asiduo de la Palabra de Dios.Vivir la esperanza y la obediencia a Diosantes que a los hombres. Vivir la pobrezaafectiva y efectiva.Humildad. No dejarse arrastrarpor el autoritarismo. Estar adornadode la prudencia y fortaleza, como virtudescomplementarias”. “La prudencia–advierte– puede ser cobardía”.Además de estas “virtudessobrenaturales”, en su opinión el pastordeberá reunir otras “humanas, hoy en díamuy apreciadas socialmente, las cualessirven de ayuda a la evangelización y ala caridad pastoral y permiten traducirseen la práctica en una sabia cura de almasy en un buen gobierno del clero y

del pueblo”. Entre éstas, destaca:“Una rica humanidad, un carácterconstante y sincero, una mente abierta atodos y un corazón que acoja las alegríasy los sufrimientos ajenos, una continuapreocupación por la justicia, autocontrolde sí mismo, buenos modales, pacientey discreto, propenso al diálogo ya la escucha y una voluntad prestaal diálogo y la comunicación (31)”.“El Código añade –matiza– que tengabuena fama (can. 378)”.Y concluye con estas recomendaciones:“Amor a todos, especialmentea los sacerdotes. Amor a Jesucristo yal Evangelio. Amor a los pobres, y a loshumildes. Que comprenda que la Iglesia esuna comunión, que exige la participación,y la escucha. Que sea consciente de quetiene la última palabra, pero no todas laspalabras. Que sea clarividente, por suhonda formación, de los problemas denuestro tiempo. Que sea humilde, sencillo,dialogante, prudente y acogedor. No debeolvidar que cuando cada uno hacelo que quiere, se pierde el carismade la autoridad, que es un servicio parala unidad. La puerta de su casa debe estarabierta a todo el que llama. Testigo deCristo en su vida, por su sencillez, recato,austeridad, pobreza y caridad. Amemás el silencio que la ostentación.No busque el relumbrón de los grandesacontecimientos, sino el trabajo silenciosode cada día, sin interrupción y sin pausa.Sepa despertar esperanzas e ilusiones ensu colaboradores, no sólo con sus palabrasde aliento, sino con su ejemplo ytestimonio”.

LAS VIRTUDES DEL OBISPO

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–concluye el sociólogo de la Pontificia deSalamanca–, que sean valientes, tengancompasión de ‘su’ pueblo y regalena la Iglesia su renuncia al episcopado”.

Palabra positiva

Solicita González-Anleo una renovacióndel lenguaje episcopal, y bueno seríaen este momento conocer la opinión dequienes, desde el universo informativo,se las ven a diario con las habilidades(o limitaciones) comunicativas de losobispos y su relación con los medios.En un condensado pero ambicioso perfil,el corresponsal religioso de El Mundo ydirector de Religiondigital, José ManuelVidal, apuesta por “obispos de, pory para el pueblo. Cercanos, sencillos,asequibles para todos. Párrocosde sus diócesis. Amigos de sus curas. Sinsecretarios ni agendas de funcionarios.Abiertos al mundo de hoy ya la realidad social. Más padres quemaestros. Y nada monseñores”.Desde el Consejo General de la AbogacíaEspañola, el veterano periodistaFrancisco Muro de Íscar echa manode las palabras de Benedicto XVI pararecordar que la misión de nuestrospastores es “edificar la Iglesia comofamilia de Dios y como lugar de ayudarecíproca y disponibilidad”. “Por eso,hoy –prosigue su reflexión–, en unmundo que necesita la palabra justa yllegar a todos, los nuevos obispos debenser sólidos en los conceptos; cercanos enlas formas; conocedores de la realidadde la calle; abiertos al diálogo; volcadoscon los más desprotegidos; alegres comola esperanza; libres, sin más atadurasque las de la fe; ocupados-preocupadospor la comunicación, por hacer llegarel mensaje evangélico a todoslos interesados con métodos actuales ycon mensajes comprensibles y positivos:convencer e implicar, no regañar”.A Jordi Llisterri, director del mensualFoc Nou, por su parte, le gustaría “quelos obispos fueran verdaderos profetasy que los seglares fueran santos queden testimonio del Reino de Dios”.Pero, sabedor de la dificultad de ambasempresas, sí se atrevería a pedir“buenos teólogos, que sepan hablar delas cosas de Dios de forma comprensiblepara una sociedad mayormentesecularizada. Obispos que escuchen,

en una sociedad donde sólo nos hablagente que nos quiere vender lo suyopero que poco interés tiene en nosotros.Y obispos que sepan unirnos, en unasociedad donde demasiadas vecesla presencia de lo individual ha borradoel nosotros”. “Y, por favor –ruegaLlisterri, reiterando sin ir más lejosel deseo del propio Muro de Íscar–, queno riñan ni chillen. Demasiado ruidomediático tenemos ya”.Obispos que “fundamentalmente seanpastores”. Eso es lo que necesitamos enla España de hoy, opina el especialistaen información religiosa Jesús Bastante.Un convencimiento que él traduceen unas cuantas condiciones concretas:juventud (“que podamos ver a personasde 40 años consagradas”), experienciaparroquial y contacto con la gente (“queno pongan ‘cara de póquer’ cada vezque se les pide su opinión sobre temasque afecten a los ciudadanos, también alos católicos”), “que vean en los mediosde comunicación una oportunidad parapropagar el mensaje del Evangelio y queconfíen en la capacidad de los laicospara, en comunión, construir Iglesia”.Finalmente, consciente de la necesidadde una nueva evangelización–como apuntaba ya al principiode este trabajo–, Oriol Domingo,de La Vanguardia, acude a las fuentesen pos de un perfil episcopal que “debeser éste: ‘Es necesario que el obispo seairreprensible, marido de una sola mujer,sobrio, sensato, educado, hospitalario,apto para enseñar, no dado al vino,no combativo, sino moderado, pacífico,desinteresado…’. Son las cualidadespara un obispo, según Pablo a Timoteo(1 Tim 3, 2-3), recuerda el periodistacatalán. Y todo un programa inequívocode gobierno episcopal, podría añadirse.

Santos y sabios

Vamos concluyendo, y lo hacemoscediendo la palabra a cuatro nuevasvoces que, como acabamos de ver conOriol Domingo, nos remiten a la vidao el mensaje de terceros para ilustrar

(y enriquecer) sus respectivostestimonios. “Santa Teresa pedía al clerode su tiempo, santos sí, pero letradosy sabios también”, precisa Pedro MiguelGarcía Fraile. Por eso, para este doctoren Teología y licenciado en DerechoCanónico, “se necesitan obisposcreyentes y piadosos, pero ademáspastores preparados no sólo en elcampo doctrinal y teológico, sinotambién por sus capacidades paragobernar, dialogar y comunicar”.“Se necesitan obispos menos marcadosen el campo político por un signodeterminado y más libres y fielesa las exigencias evangélicas –prosigue–.Y, en cualquier caso, desterrar al obispogestor y burócrata, para potenciaral pastor y modelo de la comunidad”.“Como Francisco de Asís con todala creación, con el sol y con la luna, ycon el leproso que abraza enternecido”,se necesitan obispos que tengan“sentimiento de hermandad”, deseaTeresa Losada, Franciscana Misionera deMaría, pero también “con fe en un Diosencarnado en la Vida, que camina en lacalle, que sana, que salva, obispos quesepan leer su presencia en la historia yen los lugares y personas donde cuestaencontrarlo, donde más difícil resultadescubrirlo y aceptarlo”. Para estareligiosa especialista en EstudiosIslámicos, la Iglesia necesita obisposque, en comunión eclesial, abandonenel poder jerárquico y, con estilodialogante, simpaticen con lasaspiraciones e ilusiones de su grey;que se abajen para acercarsecon autenticidad al pueblo llano y quese empeñen en hacer suyas las justasreivindicaciones de los desposeídos”.Y Losada hace extensible su sueñoa la Iglesia universal: “¡Ojalá que fuerantodo oídos abiertos al clamor de lainmigración, al grito del Tercer Mundo ya la urgencia del diálogo interreligioso!,obispos que, bien enraizados en el hoyy encendidos por el amor de Dios, oteenhorizontes del futuro y aporten suverdad y su sudor para la construcción

Que el obispo renueve su lenguaje,y lo haga optimista y motivador

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de nuevos cielos y nueva tierra,impregnando la vida de sabiduría,sentido y sabor”.El número 25 de la primera encíclicade Benedicto XVI, Dios es Amor, le sirvea Josep M. Rovira Belloso para dibujarel “perfil pastoral” del obispo por el quesuspira: “Que, en primer lugar, se adapteal modo de ser y a las necesidadesde su Iglesia local. Para que puedadesplegar las tareas esenciales de esaIglesia: su capacidad evangelizadora(anuncio de la Buena Noticia); su ‘casaacogedora’, que es la celebracióneucarística (Liturgia); y su proyecciónen la caridad a través del servicio sobretodo a los pobres (Diaconía)”. Y para queno falte nada, “un pastor estable quese identifique con su Iglesia local, comohizo Torras i Bages con Vic”, aclarael que fuera profesor de la Facultadde Teología de Cataluña.“En España se están nombrando obispossin creatividad”. Éste era el título de unartículo que publicó poco antes morirel que fuera director de Vida Nueva JoséLuis Martín Descalzo, y cuyo textoel periodista y catequeta Herminio OteroMartínez ha traducido a su manera parademostrar que “de aquellos polvos, estoslodos” y que, por lo tanto, “necesitamosobispos esperanzados y creadores deesperanza, o sea, contentos con la vida,bienhumorados y alegres, ilusionadosy contagiadores de ilusión. Obisposcon una mirada positiva ante el tiempopresente y futuro, espacios dondese hace presente el Reino y sopla elEspíritu. Obispos que busquen el reflejode su imagen en el espejo de Jesús,y no en otros escaparates. Que dedicantiempo a orar (la Biblia y el periódicoen mano), y a escuchar, y a leer, ya caminar con la gente de a pie (curas,mujeres, alejados, jóvenes…)”. Dichode otra manera, y en forma de acróstico–que Otero suele emplear con asiduidady habilidad–, “el obispo ha de serObediente al Espíritu, Buen pastor,Imaginativo en la acción pastoral,Silencioso (más hacer que hablar), Padreacogedor de todos, y Olvidadizode tantas cosas que no son importantespara centrarse en lo fundamental:el anuncio del Reino con una palabraesperanzada o con un silencio nuncaclaudicante”.

Afirma el periodista y escritor jesuitaNorberto Alcover que “una cosa esresponder a lo que muchos desearíamosen materia episcopal, y otra mucho másrealista responder a lo que podemosdesear en nuestro objetivo panoramaespañol”. Y no le falta razón. Por eso,a estas alturas, y después de haber sidopartícipes de casi medio centenar depuntos de vista, se agradece doblementesu pragmático esfuerzo: “Puede queentrara dentro de lo posible –aventuraél con grandes dosis de realismo–un obispo en la sesentena, maduradoen alguna diócesis compleja, dotadode prudente osadía pastoral y teológica,sin alergia a la secularidad envolvente,capaz de comunicarse con los creyentesnormales, magnánimo con los clérigosseculares y regulares, potenciador del rolfemenino en la Iglesia y en la sociedad,siempre devoto y siempre humilde”.Y se pregunta luego: “¿También políticoen materia política?”. “Claro que sí–contesta sin vacilar–, pero con lapolítica evangélica, paloma y serpientea la vez, sin olvidar jamás que laresurrección pasa por la cruz y por lasepultura. Y por supuesto, que amara lavida, los deliciosos placeres de la vida,que demostrarían su humanidad comopersona. Todo lo anterior encaminado aproclamar un tiempo de gracia para lospobres y para los alejados de Jesucristo”.“Por lo menos, y que yo conozca–concluye Alcover–, nuestra ConferenciaEpiscopal Española contiene variosobispos que saciarían tales deseos”. Siestá en lo cierto o los demás compartenesta opinión, no toca aquí ya debatirlo.

CONCLUSIÓN

Sirva como broche final de este Pliegola aportación al sondeo de Pedro JoséGómez, profesor de la UniversidadComplutense y del Instituto Superiorde Pastoral de Madrid, una apretadasíntesis de casi todo lo quede una u otra manera hemos ido oyendoa lo largo de este trabajo.“Los obispos –dice él– deberían teneruna conciencia muy lúcida de por dóndeva la sensibilidad cultural de nuestrasociedad y no sólo la de los reducidosentornos intraeclesiales, y menos aúnclericales, que frecuentan y que suelen

tener una percepción de la realidadbastante distorsionada, a fin de ofreceruna palabra –evangélica y noanacrónica– a todos: creyentes y nocreyentes. Para ello, deberían ir másal mercado, pisar las parroquias los díasordinarios, ver cine, tener amigosy amigas no creyentes, etc.El talante de los obispos deberíacaracterizarse sobre todo por su fe alegrey apasionada, por su confianza en Dios,por su mirada comprensiva hacialas personas, por su estilo evangélico(sencillo y servicial) y por su capacidadde animar, ilusionar y crear esperanzaen la comunidad cristiana, en estecontexto de crisis religiosa, estimulandotodo lo posible la creatividad.La preocupación por la injusticia y laamistad con pobres y sencillos de carney hueso debería hacerles denunciarpúblicamente, sobre todo, las situacionesde opresión y, mucho menos,los intereses corporativos. Deberíanpresentar las propuestas eclesiales comoofertas respetuosas que se unen a otrasiniciativas de todos quienes deseancolaborar en la construcciónde un mundo más humano, sin actitudprepotente, sin imposiciones y sinpretensiones de poseer el monopoliode la verdad.Al interior de la Iglesia su principaltarea sería acoger a todos los gruposde los distintos estilos sin actitudesdiscriminatorias, favorecer el diálogolibre y respetuoso entre todos ypromover una reforma de la Iglesiaorientada a facilitar los valores de laigualdad, la participación, la fraternidady el compromiso con los valoresdel Reino”. Ojalá que así sea.Aun así, pese a todo lo dicho, creemoscon Pedro Belderrain que “hay pastoresentre nosotros a los que se les ve elEvangelio en la cara”. Y con el religiosoclaretiano deseamos desde aquí: “¡Queel Señor los guarde y aumente! ¡Y quelos católicos españoles sintamos cadadía más la Iglesia como una familiade hermanos que se esfuerzan porconocerse, estimularse, ayudarsea crecer y si es caso corregirse!”. A finde cuentas, “no tenemos derecho acriticar a nadie si antes no nos hemosentregado a él, aunque a veces parezcaimposible o inútil”.

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