7 cuentos con el cuento de 7

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Edita: Distribución y venta:© Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente Paseo de la Infanta Isabel, 1Secretaría General Técnica 28014 MadridCentro de Publicaciones Teléfono: 91 347 55 41

Fax: 91 347 57 22Maquetación: Jemat Producciones Gráficas, S. L.Impresión y encuadernación: Talleres del Centro de Publicaciones Tienda virtual: www.mapama.esdel MAPAMA [email protected]

NIPO: 280-16-240-1 (en línea)NIPO: 770-10-007-5 (papel)Depósito Legal: M-20711-2010

Catálogo de Publicaciones de la Administración Generaldel Estado:http://publicacionesoficiales.boe.es/

MINISTERIO DE AGRICULTURA Y PESCA, ALIMENTACIÓN Y MEDIO AMBIENTE

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Presentación

Escribí estos cuentos para mi nieta y ahijada Paula alcumplir sus siete años, con la intención de inculcarlecariño y respeto por el mundo oceánico, misterioso, engran parte desconocido y poblado de multitud de seresfascinantes.

Como protagonistas y aprovechando mis conocimientossobre el mar y sus moradores,- conocimientosadquiridos a lo largo de más de 43 años en el InstitutoEspañol de Oceanografía-, elegí varios animalesmarinos, que por su valor comercial fueron sometidosdurante siglos a una persecución continuada que mermósus poblaciones. Y aun ahora, a pesar de la protecciónde la que algunos gozan, siguen enfrentándose a gravesproblemas que ponen en riesgo, incluso, su propiaexistencia a largo plazo.

En los adultos del mañana, niños hoy, reside laresponsabilidad de proteger y cuidar en el futuro elmar. Por ello la educación ambiental marina es unfactor decisivo especialmente para los niños, a los quepuede llegar muy fácilmente ese mensaje de la necesidadde proteger y cuidar los mares y sus recursos a través devarias historias que muestran la vida de varios animalesemblemáticos como ballenas, focas, nutrias, delfines,sirenas y tortugas que en estos cuentos están dotados de

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sentimientos, virtudes y sabiduría, gracias a lo cualsalen airosos de los peligrosos trances que atraviesan.

Estos cuentos ya fueron publicados por el IEO endiciembre de 2008, pero considerando el fuertecomponente educativo que mediante las ReservasMarinas desarrolla la Secretaría General del Mar através de la Dirección General de Recursos Pesqueros yAcuicultura, pareció oportuno ampliar su divulgación,ya que contribuyen a esa necesaria formación delespíritu conservacionista marino que debe impregnar alas nuevas generaciones.

Madrid, diciembre 2009Jerónimo Corral Estrada

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Índice

La ballena agradecida...................................................07

La nutria sabia................................................................25

La sirena prudente.........................................................43

El delfín bondadoso.......................................................55

La tortuguita valiente..................................................69

La foca intrépida............................................................83

El cuento de Siete...........................................................97

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El viejo marino había nacido en un pueblecitocostero muy pintoresco, ya que las casas que loformaban parecía que se encaramaban por la

ladera de la montaña, como si estuviesen huyendo delconstante oleaje del océano y a medida que subían laladera, se desparramaban en abanico. Desde la parte altadel pueblo, donde estaba la plaza principal, se veía elmar muy abajo, allá en la lejanía.

El viejo marino al retirarse había regresado al pueblodonde compró una vetusta casona cercana al acantilado,con ventanas pintadas de rojo y desde las que secontemplaba el mar, ora furioso y rugiente, oratranquilo y sosegado. Delante de su ventana favoritapermanecía muchas horas mirando las olas, el ir y venirde los barcos, los cambios de color del agua, el flujo yreflujo de las mareas, y, al final de la tarde, la puesta

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del sol. La ventana era su atalaya desde donde veíaaquello que más amaba: el mar.

En una gran sala de la casa se amontonaban en unaparente desorden una gran cantidad de muebles yobjetos que el marino había ido adquiriendo ycoleccionando en su viajes, destacando de entre todoslos muebles, un par de enormes baúles de madera conherrajes de hierro. Las paredes de la sala casi no se veíanpor la cantidad de cachivaches que las cubrían. Habíapeces disecados, catalejos, brújulas y sextantes, dientesde cachalote tallados, sierras y espadas de pez sierra ypez espada, algún cráneo y huesos de delfines,caparazones de tortugas, boyas de varios colores ytamaños, cañas de pescar, anzuelos, cartas náuticas,trozos de red, linternas, cabos anudados con diferentesnudos marineros, una viejísima botella oscura y muchosotros objetos, algunos casi imposibles de identificar.Varios de esos objetos los había recogido el viejo en laplaya, ya que en las tormentas, las olas devuelven a latierra los restos de antiguos naufragios.

Uno de los baúles guardaba chaquetones, impermeables,gorras, botas, camisas, y otra ropa que había quedadocasi inservible. En el otro baúl, entre bengalas, relojes,monedas, navajas, y otros variados objetos, conservabael viejo marino un cofre grande lleno de papelesamarillentos por los años, un pergamino enrollado ynumerosos cuadernos, gruesos, escritos con una letraapretada y menuda. El pergamino y los cuadernos eransu tesoro más preciado. El pergamino tenía una curiosahistoria como más tarde se verá y los cuadernos los

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había ido escribiendo a lo largo de muchos años,porque el viejo marino, en sus viajes por los mares,cuando alguien, en las tabernas de los puertos, oen las largas noches de guardia en el puente,contaba una historia, inmediatamente la guardabaen la memoria y la transcribía a su cuaderno.Pensaba que no se debía perder ningún relato delos miles que había escuchado en su vida y seufanaba de su gran paciencia para ir rellenandocuaderno tras cuaderno año tras año, hastacompletar una voluminosa colección. Habíaclasificado los cuadernos en varios grupos segúnlas historias que narrasen. Así, en un grupoestaban los que contaban historias de piratas y detesoros, en otro los que relataban terriblestempestades y naufragios, en otro los que referíanviajes a parajes remotos y a islas de ensueño en lasque se habían descubierto cosas fantásticas. Yfinalmente había uno que le era especialmentequerido porque en él se narraban unas historiasprodigiosas que le había contado un náufrago alque había encontrado a la deriva en mitad delocéano en una pequeña balsa de madera, tras unagran tempestad.

El náufrago estaba tan agradecido a su salvadorque le dijo:

- No se arrepentirá de haberme salvado, ya quecomo pago por tan gran favor le contaré lashistorias más asombrosas y sorprendentes quenadie haya oído jamás y que sólo yo conozco.

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El marino se llamaba Arturo, y por entonces eracapitán de un barco mercante, el Estrella Polar, quehacía la ruta de Filipinas a Inglaterra por el cabo deHornos. Como era joven y curioso, contestó:

- De acuerdo, escucharé sus historias, pero solamentepodrá contármelas aquellas noches que esté libre deguardia y hasta que lleguemos a puerto en mi próximaescala, donde tendré que desembarcarle puesto que elEstrella Polar no es un barco de pasajeros sino decarga.

A lo que el náufrago, sonriendo enigmáticamente,replicó:

- Estoy seguro de que cuando usted haya oído laprimera historia deseará que le acompañe durante todala travesía para escuchar muchas más.

Pasaron varios días y el capitán, dadas sus muchasobligaciones, se había olvidado casi por completo delnáufrago. Por eso se sorprendió cuando, estandodescansando en su camarote la primera noche en queestaba libre de guardia, oyó unos golpecitos en lapuerta. Era el náufrago. El capitán le permitió pasar alcamarote al recordar la promesa que le había hecho.

- Adelante, - dijo - siéntese usted y reláteme una deesas historias tan asombrosas que dice conocer.

Y encendiendo su pipa con calma, se dispuso aescuchar.

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- Muchas gracias por su amabilidad señor capitán -contestó el náufrago-. Verá, primero le diré quién soy ycomo he llegado hasta aquí antes de narrarle mi primerahistoria.

Me llamo Altair y nací en una aldea de esquimales,donde el sol de medianoche. Allí el clima es muy duro yla noche se prolonga varios meses. No conocí a mispadres y me crió Nunki, un viejo en cuya puerta medejaron. Nunki, mi padre adoptivo, me enseñó todo loque ahora sé hacer. Pero además de enseñarme aorientarme en el mar de hielos, a poner trampas paracazar y de construir anzuelos de hueso para pescar, mecontaba en las largas veladas invernales, cuando afuerarugía el viento y la nieve cubría nuestra cabaña,historias y leyendas de su pueblo, que a él le habíacontado su padre y a éste su abuelo y así duranteincontables generaciones. Muchas de las historias queme relató parecen increíbles y por eso no las he contadonunca a nadie, porque no quiero pasar por mentiroso.Pero un día murió mi padre adoptivo, y vencido por latristeza de la soledad decidí abandonar mi aldea. Lleguéa un pequeño puerto, cuyo nombre no recuerdo, dondeme embarqué para visitar otras tierras. Pero a mitad dela travesía, nos sorprendió una enorme tempestad ynuestro frágil barco naufragó. Gracias a las enseñanzasde Nunki me salvé. Me até a un tronco antes de que sehundiese el barco y así, cuando el barco y su tripulacióndesaparecieron bajo las aguas, me quedé flotandoamarrado al tronco. Luego, logré sujetar unas pocastablas con unas cuerdas y hacer una pequeña balsa enla que permanecí a la deriva varios días. Cuando ya

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estaba desesperado por el frío y la sed, y pensabatirarme al agua para abreviar mi agonía, apareciómilagrosamente su barco y usted mandó que mesubiesen a bordo. Y esto es todo por lo que a mi serefiere. Y sin más preámbulos le contaré una historia talcomo a mí me la contó Nunki.

Así me habló una noche:

Hijo, la historia que te voy a contar quiero que laconserves siempre en tu memoria, porque te será muyútil si la recuerdas en ciertos momentos de tu vida.Sucedió hace ya mucho, mucho, muchísimo tiempo, enaquellos lejanos tiempos en los que los animales podíanhablar entre ellos y también con los hombres y habíauna gran armonía en la naturaleza. El mar estabarebosante de todo tipo de animales y la vida bullía pordoquier.

Un día, una gaviota que estaba volando cerca de lacosta, vio bajo ella en el agua algo que llamó suatención y volvió con rapidez a la colonia paracomunicar a sus compañeras la gran noticia.

- Daos prisa y volemos hasta la Cala Oscura, ya que hevisto que una mamá ballena acaba de tener un hermosobebé- dijo la gaviota muy excitada y ufana.

- ¿Cómo, dónde, porqué? - dijeron atropelladamentevarias gaviotas.

Pero la primera no contestó y se lanzó a volar hacia el

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mar. Todas las gaviotas levantaron el vuelo y lasiguieron hasta llegar al lugar conocido como la CalaOscura. Se conocía por ese nombre una cala de aguas oscuras, muyprofunda y a la que era muy difícil llegar tanto desdetierra como desde el mar. Estaba muy resguardada, ya quepor la parte de tierra estaba cerrada por un altísimoacantilado, de rocas casi negras, y por la parte del mar ladefendían muchos islotes formados por rocasdesprendidas del acantilado y multitud de bajíos yarrecifes. Era casi imposible que los barcos entrasen enella ya que solo comunicaba con mar abierto por unestrecho canal zigzagueante. El que esa cala estuviese tanescondida había sido el motivo por la que la había elegidola mamá ballena para traer al mundo a su hija. En efecto,era una hembra, hermosa y robusta. La mamá ballena, quese llamaba Bellatrix, estaba contemplando a su retoño,cuando al levantar la vista vio una gran cantidad degaviotas y cormoranes que se posaban en las rocascercanas. La gaviota que parecía dirigir el grupo se dirigiómuy educadamente a Bellatrix:

- Señora ballena, en nombre de todas las gaviotas de estacosta le doy la enhorabuena por una hija tan hermosacomo la que ha tenido y le deseamos que tenga una largavida y que sea muy feliz y dichosa.

- Muchas gracias señora gaviota, le agradezco su buenosdeseos que ojalá se hagan realidad- contestó Bellatrix-.Ya sabe que nosotras las grandes ballenas, por nuestrogran tamaño y corpulencia tenemos problemas pues loshombres nos matan para utilizar nuestra carne, grasa y

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ballenas y por ello no podemos vivir tranquilas, siempretenemos que estar vigilantes y especialmente cuidar delos bebés y los jovencitos para que no corran peligros.Así que mi hija y yo nos iremos de aquí enseguida, encuanto ella tenga fuerzas suficientes para seguirme,pues pudiera ser que algún barco ballenero estuviesepor esta región.

- ¿Y qué nombre piensa ponerle usted a su hija?- preguntóuna de las gaviotas,la más curiosa yparlanchina.

- Mire esas tresmanchas blancas quetiene alineadas en lacabeza; recuerdanunas e s tre l la smuy conocidas. Hepensado llamarlaMintaka que es elnombre de una deellas, y que a mime parece muybonito- contestóla mamá ballena.

Todas las gaviotasestuvieron de

acuerdo en que el nombre era muy bonito y acertado ycomo ya no tenían nada más que preguntar sedespidieron de la recién nacida y de su madre y se

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volvieron por donde habían venido, mientras que loscormoranes, se lanzaron al agua a bucear para buscarlos peces que son su alimento.

Pasó el tiempo. Mintaka crecía muy deprisa ya que laleche de ballena es muy nutritiva, y no se separabanunca de su madre que la había advertido de lospeligros que podía correr una cría de ballena si seperdía. Podían matarla las orcas, o ser golpeada por unbarco. Así que Mintaka estaba siempre atenta a lasindicaciones de su madre, de la que aprendía todas lascosas que le son necesarias a una ballena. Una de lasprimeras lecciones que le dio su madre fue comodistinguir, de entre los diferentes barcos, el más temiblepara las ballenas, el barco ballenero.

- Atiende muy bien a lo que te voy a explicar porque esmuy importante. Los barcos más peligrosos paranosotras son los que llaman “balleneros”. Paradistinguirlos de los demás barcos tienes que ver si encubierta destaca un palo muy alto y en la parte dearriba de ese palo hay algo parecido a un tonel o cesta,porque allí se coloca el vigía, que está encargado devigilar continuamente el mar. Cuando avista unaballena, grita con fuerza para alertar a los marinerosque inmediatamente se preparan para subir a laslanchas. Pues has de saber que cada ballenero llevaconsigo varias lanchas, que son las que nos cazan. Trasel aviso del vigía, muy pronto están en el agua laslanchas, cada una con varios marineros que reman confuerza para acercarse a la ballena. El más peligroso detodos los marineros es el arponero, erguido en la parte

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delantera de la lancha, y que cuando ya está cerca,arroja los arpones a la ballena. El arpón es una cosaterrible. Es un hierro muy aguzado que va sujeto en elextremo de una vara de madera muy larga y que estáatada con una cuerda muy fuerte a la lancha. Si unarpón se clava en una ballena, está perdida, queda unidapor el arpón y la cuerda a la lancha y aunque intenteescapar es imposible. Por ello, si ves un barco ballenero,no te vuelvas para mirarlo por segunda vez, aléjate deél lo más deprisa que puedas.

Y de esta forma, Mintaka aprendió a distinguir losbarcos que cazaban ballenas, de las otras clases debarcos. Aunque para una joven ballena no eraconveniente curiosear ni acercarse a ningún barcoaunque no se dedicase a la caza de ballenas.

Estaba un día Mintaka descansando tras una buenasesión de juegos como saltar fuera del agua, golpear conlas aletas, tumbarse de lado, cuando su madre se acercóa ella para decirle:

- No juegues más por hoy y descansa, ya que debes estarpreparada para nadar sin parar durante muchos días. Mañana emprenderemos un largo viaje hacia los maresdel norte, y necesitarás todas tus fuerzas para llegarhasta allí. Durante todo el viaje debes estar muy atentaa lo que yo te diga ya que este viaje es peligroso parauna pequeña ballena. Y dentro de unos mesesvolveremos otra vez aquí.

Mintaka, que era muy inteligente, quería saber siempre

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los motivos para hacer las cosas. Así, que de inmediatopreguntó:

- ¿Mamá, porqué tenemos que hacer ese largo viaje haciael norte, si en unos meses vamos a regresar aquí?

- Pues porque siempre lo hemos hecho así. Nuestraestirpe de ballenas desde que tenemos memoria, harealizado este gran viaje hacia los mares del norte enuna época del año, para regresar de nuevo hacia el sural cabo de unos meses. Yo hice mi primer viaje con mimadre y otros parientes hace ya muchísimo tiempo yningún año he dejado de hacer ese viaje de ida y vuelta.

Mintaka quedó bastante satisfecha con la explicaciónpero como quería saber algo más sobre el viaje le dijo asu madre si le permitía preguntarle a un abuelo suyo, denombre Aldebarán, y que entre la familia de ballenaspasaba por ser un gran sabio. Cuando su madre le diopermiso, Mintaka se acercó a su abuelo y le preguntó:

- ¿Abuelo, porqué tenemos que hacer ese largo viajehacia el norte todos los años y luego volver aquí otravez?

Y el abuelo Aldebarán replicó:

- Me parece una pregunta muy oportuna y te voy aexplicar la razón de nuestros grandes viajes en elocéano. El mar es muy diferente de unos lugares a otrosy también cambia mucho de una época del año a otra.Pero nosotros conocemos muy bien cuales son los sitios

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del mar más favorables para alimentarnos, y cuales sonlos más adecuados para dar a luz y criar a nuestrosbebés. Por eso en una época del año conducimos anuestras familias a las aguas del norte cuando estánrepletas de los animalitos que son nuestro alimento, yde esta forma comemos mucho durante unos meses paraganar en peso y fuerzas. Con ello acumulamos grandesreservas en nuestro cuerpo, reservas que nos vendránmuy bien para cuando el alimento se haga escaso, ya queentonces viviremos de esas reservas acumuladas. Yvolveremos a este lugar, en el que has nacido, para quelas mamás tengan sus bebés. Por lo tanto, tenemos queir de un sitio a otro del océano, en busca de los lugaresdonde abunda nuestro alimento y de los mejores parajespara el nacimiento y la crianza de los bebés.

Mintaka quedó muy satisfecha con estas explicacionesde su abuelo y se sintió muy orgullosa de tener unpariente tan sabio.

Al día siguiente, según los planes previstos por el jefe dela familia, se pusieron en marcha hacia el lejano norte.Pasaron varios días sin novedad hasta que una tarde,Mintaka se distrajo al ver pasar unas grandes medusas yse entretuvo nadando y jugando un rato junto a ellas.Estaba desobedeciendo las estrictas normas que le habíadado su madre, que permanecía con el resto de la familia.Y entonces, sucedió algo imprevisto que pudo acabar entragedia. Cuando Bellatrix ya se estaba inquietandoporque no sabía donde estaría su hija, vio desde muy lejosun barco ballenero del cual arriaban dos lanchas. No veíaa Mintaka por ningún lado pero una de las lanchas se

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dirigía ya a toda velocidad hacia un pequeño surtidor deagua que destacaba en la tranquila superficie y queinmediatamente comprendió era el que hacía Mintaka alrespirar. Quedó tan paralizada por el pánico que no supoque hacer. Entretanto, la lancha llegó muy cerca deMintaka que seguía jugando con las medusas. Mintaka sesobresaltó cuando oyó la voz de un marinero que decía:

- Aunque es muy pequeña, y para nosotros tiene pocovalor, nos servirá para atraer a su madre queseguramente estará por aquí cerca. Cuando vea herida asu hija vendrá para ayudarla y entonces la cazaremos.

Y Mintaka alzando la vista vio al arponero con el brazolevantado asiendo con fuerza el arpón, a punto delanzarlo contra ella.

Mintaka pensó rápidamente un plan para salvarse.

Así que se dirigió al arponero en estos términos:

- Señor arponero, ya sé que su obligación es clavarmeese arpón y matarme, pero soy muy pequeña y no tengoningún valor para ustedes. Estoy sola porque soyhuérfana, así que aunque me atraviese con el arpónninguna madre vendrá en mi ayuda pues ya no tengomadre. Por el contrario, si no me mata y me dejamarchar, le prometo que algún día le recompensaré porsu buena acción.

Mintaka oyó las risotadas de los marineros, uno de loscuales decía al arponero:

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- Orión, ¿has oído? te pide que la dejes marchar.

Orión, el arponero, estaba confuso. Nunca en su vida lehabía sucedido algo parecido y no sabía qué hacer. Eralo suficientemente rudo como para no sentir ningunapiedad por la pequeña ballena, y como era cierto que eratan pequeña que el aceite que sacaran de ella apenasllenaría un candil, se creyó lo de que era huérfana. Portanto, no tenía sentido arponearla, ya que no vendría aauxiliarla su madre, que era a la que querían cazar, a

una gran ballena que diese muchos barriles de aceite.Así que Orión decidió no arponear a la ballenita ydejarla marchar aunque los demás marineros seindignaran y le insultaran. No lo pensó más, no fueseque los otros marineros le obligasen a tirar el arpón, y

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antes de arrepentirse de su decisión, dijo con vozpotente:

- De acuerdo, ballenita, vete lo más deprisa que puedasy no te olvides de tu promesa.

Cuando la lancha viró y se alejó en dirección al barcoballenero que estaba bastante apartado aguardando lallegada de las lanchas, Mintaka pudo oír durante unrato los gritos e insultos que le dedicaban los marinerosa Orión.

Mintaka, loca de contento se reunió con su madre queaunque estaba muy alegre por el desenlace, la riñóvarias veces por la distracción que pudo costarle lavida. Y toda la familia siguió sin más problemas el largoviaje que habían emprendido unas semanas antes.

Pasaron varios años y Mintaka se convirtió en unahermosa ballena adulta que conocía a la perfeccióntodos los secretos del océano, los mejores lugares paradescansar, comer, y jugar, pues las ballenas jueganmucho entre ellas. Ya había recorrido varias veces laruta del norte y el sur y su familia la seguía pues sabíade su prudencia y conocimientos.

Una tranquila mañana de primavera, cuando Mintakaestaba conduciendo a toda su familia en su lento viajehacia el norte, vio muy lejos a un gran cachalote machoy sabiendo que son animales peligrosos y pendencierosse apartó para no tropezar con él. Al empezar la tardeapareció en el horizonte un barco ballenero que al

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avistar al gran cachalote se preparó para cazarlo. Desdemuy lejos Mintaka siguió atentamente la carrera de doslanchas y vio como el cachalote luchaba bravamentecontra la primera lancha ballenera que se acercó a sucostado. Cuando el cachalote sintió el primer arpónclavarse en su cuerpo, se revolvió con fiereza y sacandosu enorme cola del agua, golpeó con tremenda fuerza ala lancha, que quedó destrozada por el golpe. Todos loshombres cayeron al agua y el cachalote, aunque herido,pudo huir de allí. La segunda lancha se acercó al lugarde la lucha y recogió a los marineros heridos,regresando de inmediato al barco ballenero. Pero norepararon que entre los restos de la destrozada lanchahabía quedado el arponero, que malherido por el golpedel cachalote apenas sacaba la cabeza del agua.Mintaka, que era curiosa, se acercó poco a poco al lugardonde flotaban los restos de la lancha. Y cual no seríasu sorpresa cuando reconoció en el arponero herido aOrión, que agarrado a una tabla, estaba sangrando porvarias heridas. Orión sabía que no podría resistir en elagua mucho tiempo sin hundirse pues apenas podíamover las piernas. Estaba condenado a morir. Además ypara empeorar la situación estaban acudiendo al olorde la sangre varios tiburones que empezaron a nadarcada vez más cerca, esperando un desfallecimiento delherido para comérselo. Era solo cuestión de tiempo y lostiburones no tenían prisa. Nadaban rozando con susaletas las piernas del arponero como si quisieranponerle nervioso para que se soltase de la tabla.Entonces Mintaka recordó su promesa.

Se acercó a Orión, al que se le iban agotando las pocas

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fuerzas que le quedaban. Orión reconoció de inmediatoa Mintaka por las manchas blancas en la cabeza y sonriódébilmente. Mintaka dio un par de grandes coletazos enel agua para espantar a los tiburones, que huyerondespavoridos ante la presencia de la gran ballena. Yluego dijo a Orión:- Arponero, hoy tendrás la recompensa por tu buenaacción de hace años. Ya que estoy viva gracias a tugenerosidad, cumpliré mi promesa y te salvaré. Sube a

mi lomo que te llevaré hasta una playa cercana dondepodrás encontrar a personas que te ayudarán y curarántus heridas.

Orión no se lo pensó dos veces y aunque con muchotrabajo logró encaramarse al lomo de la ballena quenadando muy despacio llegó a una playa donde dejó a su

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pasajero, el cual, una vez en tierra, dio gracias a Dios porla sabia decisión que había tomado varios años antes deperdonar la vida a la pequeña ballena, porque con aquelladecisión, había salvado su propia vida. Y en pago por lalección que había recibido, Orión dejó de arponearballenas y se dedicó a ir de puerto en puerto contando suaventura para que los cazadores de ballenas dejasen dematar tan espléndidos animales.

Altair dejó de hablar. El capitán lo estaba contemplandocon ojos brillantes, muy pensativo. Altair preguntó:

-¿Y bien capitán, que le ha parecido mi relato?

Y el capitán respondió:

-Es la mejor historia que he escuchado en mi vida. Yademás destaca su moraleja: Toda buena acción tiene surecompensa.

Altair no dijo nada. Dio las buenas noches al capitán ysalió del camarote sonriendo satisfecho.

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Habían pasado varios días desde que Altair elnáufrago contase la historia de la ballenaagradecida. Por las noches y según su costumbre,

Arturo, el capitán del Estrella Polar, fue transcribiendoel cuento a un nuevo cuaderno. Cuando terminó deescribir lo leyó varias veces y quedó pensativo.Reflexionaba que cuando atracasen en el próximopuerto, tendría que comunicar a las autoridades quehabía rescatado a un náufrago y éste se quedaría entierra. Y si Altair se marchaba no podría contar otrashistorias, las que según dijo le narró su padre adoptivoNunki. Y sentía mucho no llegar a conocerlas porqueseguramente serían tan extraordinarias como laprimera.

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También le entristecía que Altair pudiese decidirno contar nunca más sus cuentos a nadie, ya quese perderían para siempre unas historiassorprendentes. Y aunque decidiese contar esashistorias a otra persona, ¿cómo se enteraría él,Arturo, siempre en el mar y sin apenas contactoscon tierra? Consideraba que sería una grandesgracia que tales relatos se perdiesen. Por elloel capitán meditaba como lograr que Altair sequedase a bordo durante el tiempo suficiente paracontar sus historias. Pero si los armadores delEstrella Polar se enteraban de que llevaba a bordoun náufrago como polizón podían despedirle. Eldilema le tenía pesaroso y pensativo. Finalmente,tras varios días de nervios y zozobras, aunquesiempre atento a su misión de gobernar el barco,tomó una decisión y eso le tranquilizó.

Esa misma noche, libre de guardia, el capitánmandó llamar a Altair a su camarote y le dijo:

- Escuche, Altair, quedan pocos días para queatraquemos en puerto y no puedo hacer otra cosaque cumplir con mi obligación, que es la decomunicar a las autoridades que llevo a bordo aun náufrago. Usted como único superviviente,puede dar testimonio de cómo ocurrió aquelnaufragio. Por ello y como tenemos ya pocotiempo, le ruego me cuente otra de sus historias,ya que la primera que me contó me agradó tantoque la he transcrito a un cuaderno en el quepienso reunirlas todas.

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Altair se sintió algo confuso. La vida que habíallevado en una aldea perdida y muy alejada de lacivilización, no le había permitido conocer locomplejo que es vivir en una sociedad que tieneinfinidad de normas. Pensaba de modo casi infantilque el capitán tenía suficiente poder como paradecidir que continuase a bordo. Pero cuando elpropio capitán, por el que sentía un gran respeto, ledijo que debería quedarse en tierra, se sintió tristeaunque se repuso inmediatamente y contestódecidido:

- Muy bien, señor capitán, aunque no quiero bajar delbarco al llegar a puerto, lo haré. Creo que podrérelatar al juez en menos de una hora como ocurrió elnaufragio. Y después, supongo que quedaré libre parair donde me plazca. Si a usted le parece bien, volveréal Estrella Polar para estar todo el tiempo quenecesite para contarle mis cuentos, mejor dicho, loscuentos de mi padre Nunki.

El capitán sospechó que aunque Altair hiciese surelato en una hora, el juez no le dejaría volver abordo inmediatamente sino cuando las autoridadescomprobasen que aquel relato era cierto y, porsupuesto, que Altair no había tenido nada que vercon la pérdida del barco. Calculaba que talestrámites podían tardar meses. Y para entonces elEstrella Polar al mando de Arturo ya estaríanavegando a muchas millas de aquel puerto; la escalaprevista era de tres días, suficientes para descargarlas mercancías que llevaba y cargar otras.

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Pero el capitán no quiso desanimar a Altair y contestó:

- De acuerdo, cuando termine su testimonio ante el juez,tendré mucho gusto en admitirle a bordo, e inclusopodré contratarle como marinero, pero ahora le ruegoque me cuente otra de sus historias.

Y encendiendo su pipa se sentó en un sillón paraescuchar cómodamente el relato.

Entonces Altair inició su nuevo cuento.

- Hijo, -me dijo Nunki un día que estaba nevando y nopodíamos hacer nada fuera de la cabaña- pon toda tuatención en la historia que te voy a narrar porquesucedió hace ya mucho, mucho, muchísimo tiempo, enaquellos lejanos tiempos en los que los animales podíanhablar entre ellos y también con los hombres y toda lanaturaleza vivía en gran armonía.

Te voy a contar la historia de Vega, una nutria de mar.

Vega era una nutria que como todas las nutrias de suespecie había nacido en el mar, muy cerca de la costa,en un lugar lleno de grandes algas, que crecían desde elfondo hasta la superficie, tan altas y tupidas queformaban como un bosque submarino. Nada más nacerse quedó flotando en el agua, de espaldas, mientras sumadre, que se llamaba Gemma, se sumergía para bucearen busca de algo para comer ya que estaba hambrientadespués de haber tenido a su hija. A los pocos días denacer, Vega además de la leche de su madre, ya recibía

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pedacitos de las almejas, peces, cangrejos y calamaresque cogía Gemma que de esta manera la ibafamiliarizando con el alimento que es propio de lasnutrias. Vega pasaba todo el tiempo junto a su madre, yse subía encima jugando. Y cuando Gemma buceaba paracoger peces o cangrejos para comer, Vega se quedaba enla superficie del agua, flotando de espaldas, esperandoque saliera su madre a la que llamaba enseguida con suvocecita suave para no llamar la atención de ningúnenemigo. Además de los juegos, Vega, que cada día eramás curiosa y observadora, veía como su madre tras lacomida se aseaba y peinaba el pelo para tenerlo siempremuy limpio y así, viendo como lo hacía su madre, Vegaaprendió a hacer su propio aseo personal.

Cuando habían pasado dos meses, una mañana en que elmar estaba muy tranquilo y brillaba el sol de principiosde verano, la madre dijo a Vega:

- Hoy empezarás con tus lecciones de buceo. Ya sabesnadar muy bien en la superficie pero una nutria tieneque buscar su alimento debajo del agua, en el fondo, asíque te enseñaré como se hace. Y también te enseñaré adistinguir los alimentos buenos de los malos que nodebes recoger. Así que ¡sígueme!

Y diciendo esto se lanzó a bucear hasta varios metros deprofundidad. Vega la siguió y se sorprendió de lo bonitoque era el paisaje submarino. Parecía que había entradoen un bosque mágico iluminado con una difusa luzazulada. En ese bosque formado por algas, los enormestalos amarillentos subían rectos hasta la superficie y

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entre lo que parecían grandes hojas verdosas nadabanmuchos pececillos y otros pequeños animales. Y en elfondo, a unos veinte metros de profundidad había grancantidad de piedras que estaban cubiertas por una masaconfusa de otras algas pequeñas y de animalillos marinosmuy diferentes que Vega no conocía. Algunos animalestenían forma de abanico, otros de pequeños vasos o copasy casi todos parecían vegetales más que animales porqueestaban quietos y firmemente sujetos a las rocas. Algunos

se balanceaban con la corriente. Estaba contemplandocon admiración aquella belleza que hasta entonces nosupo que estaba allá abajo mientras ella nadaba,descansaba o jugaba en la superficie, cuando sintió que lefaltaba el aire e instintivamente nadó a gran velocidadpara llegar arriba. Su madre la siguió y dijo enfadada:

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- Ten cuidado y no te distraigas mirando el paisajeporque puedes ahogarte. Hija, aunque eres una nutria demar, recuerda que tienes pulmones y que necesitas airey por ello sólo puedes estar sin respirar bajo el agua unratito. Lo que tienes que hacer es mirar todo lo que yohago para aprender, y ya tendrás tiempo de admiraresos jardines submarinos cuando seas mayor.

Eso se lo decía la madre a Vega pues como las nutrias novan al colegio, todo lo tienen que aprender de susmadres. Y si las nutrias pequeñas son distraídas y noaprenden, pueden morirse de hambre ya que no sabrándistinguir los animales comestibles de los que no lo son,ni aprenderán las maniobras para coger cangrejos ocalamares u otros animales. Además, algunos de elloscomo las almejas y los erizos tienen una concha muydura que hay que romper golpeándola con una piedra ytienen que ver a su madre hacerlo; si no lo ven, nuncalo sabrán hacer. Así que volvieron a sumergirse y Vega se admiró de lorápida que era su madre persiguiendo a un pez hastaque lo atrapó y con el pez bien sujeto subió a lasuperficie donde se lo comió y dio un pedazo a Vega.Luego le llegó el turno a Vega pero como era inexperta,aunque nadó tras los peces tan aprisa como pudo, nologró atrapar ninguno. Al fin, cuando ya desesperaba decoger algo para comer, vio en el fondo detrás de unapiedra una especie de pelota oscura erizada de espinas.No sabía lo que era aquello y salió a preguntar a sumadre, que le dijo:

- Es un erizo. Es muy bueno para comer, pero tienes que

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tener cuidado y no pincharte con sus espinas. Ya teenseñaré como se las puedes quitar con facilidad.Llévame hasta él y lo verás.

Y dicho y hecho. Vega iba muy orgullosa guiando a sumadre hacia el lugar donde creía que estaba el erizopero cuando llegó ¡allí no había nada! Se habíaequivocado. No había tenido la precaución dememorizar las piedras y las algas cercanas al erizo parapoder encontrarlo de nuevo. Sin embargo, su madre lolocalizó tras una corta búsqueda y con gran habilidadlo empujó e hizo rodar y en poco tiempo no tenía unasola espina. Así que Gemma lo recogió y llevó a lasuperficie. Allí se quedó flotando de espaldas en el aguamientras se ponía sobre el pecho una piedra quetambién había cogido en el fondo.

- Mira- dijo la madre a Vega- he cogido esta piedra pararomper el caparazón del erizo.

Y sujetando el erizo con sus patas delanteras le dio treso cuatro golpes contra la piedra hasta que rompió lacáscara con lo que se pudo comer lo que había dentro,que era un alimento de gran calidad.

Al final del día, Vega había aprendido bastantes cosasaunque aún le faltaba mucho por aprender. Pasó casi unmes de intenso aprendizaje. Lo mejor de todo era que sele iba agudizando el espíritu de observación y queaumentaba su curiosidad, por lo que cada día quepasaba era más capaz de hacer las cosas sola sin ayudade su madre. Ya podía buscar su comida y encontrar

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sitios para jugar o descansar de su ajetreo diario.Aprendió que el agua tenía fuertes corrientes que lallevaban de un lado a otro y que si no se sujetaba a algofijo, la corriente la arrastraba muy lejos y tenía quehacer un gran esfuerzo para regresar donde estaba sumadre. Al fin descubrió que podía dormirtranquilamente sin riesgo de ser arrastrada por lacorriente cuando observó a otra nutria vecina suya ypariente de su madre, llamada Capella, que se quedabadormida entre las algas envolviéndose con ellas y así,como las algas estaban sujetas al fondo, la corriente nose llevaba a la nutria que estaba siempre en el mismositio. Y como esta observación le fue tan provechosa,acrecentó el interés de Vega por aprender, observar yconocer todo lo que la rodeaba.

Una mañana en que una densa niebla cubría la costa yel océano, estaba descansando junto a su madre cuandoescuchó unos ruidos raros, como pequeños golpes en elagua que se repetían de un modo rítmico. Al pocotiempo, se les aproximó, silencioso como una sombra,algo que nunca había visto. Se movía lentamente en elagua y apenas se distinguía en la niebla. De repente sonóun chasquido y espantada vio como su madre se encogíay emitía un grito agudo cuando una larga varilla demadera se le clavó en un costado. Vega se zambulló atoda prisa y buceó desesperadamente para alejarse deaquello que les había atacado. Sacó la cabeza del agua apocos metros de donde se hallaba antes y vio como sumadre, que estaba atravesada de costado a costado porla varilla, era izada a bordo de aquella cosa que flotabapor unos desconocidos animales cubiertos con pieles.

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Oyó risas y exclamaciones de alegría de aquellos seres yunas palabras que nunca olvidaría:

- Esta mañana ha sido buena para la caza, las pieles quehemos conseguido son de primera calidad. Y ya es horade regresar a la base- dijo uno de aquellos seres queVega veía por primera vez.

Lentamente, aquella cosa se fue alejando en el agua,llevando dentro a su madre que para sorpresa de Vegano gritaba.

Al quedarse sola, Vega se asustó un poco aunqueenseguida se sobrepuso y decidió que lo primero quedebía hacer era averiguar qué había pasado. Así que seacercó hasta el lugar donde vivía la amiga de su madrey la encontró escondida en una pequeña cueva que seformaba entre las rocas.

- Hola Capella -saludó Vega- ¿qué haces ahí escondida?Ven aquí que tengo que preguntarte algunas cosas.

Y Vega le contó a su amiga lo que les había ocurrido unrato antes. Capella escuchó con atención el relato yluego dijo:

- Escucha Vega, lo que ha ocurrido es lo que más temeuna nutria de mar y es la llegada de la temporada decaza. Ya me temía algo así desde que ayer por la tardevi llegar a unos hombres que parecían cazadores y quepusieron su campamento muy cerca de aquí. Por ello meescondí, para evitar que los cazadores, que acostumbran

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a salir de caza de madrugada, me viesen. Eso que sedesliza silenciosamente sobre el agua es una canoa ydentro van dos o tres cazadores. Usan un arma quellaman arco y que lanza las flechas que son una varillasde madera con punta de hierro y que atraviesan a lapobre nutria. A tu madre la han matado y se la llevaránhasta su campamento aunque no se muy bien para qué.Tendrás que preguntar a un macho viejo y experimentadoque se llama Deneb que seguramente lo sabrá.

Y muy preocupada por la posibilidad de ser vista por loscazadores si regresaban en su canoa, Capella se fuepara alejarse lo más posible del campamento que loscazadores tenían en un lugar próximo, junto a la orilla.Vega se había quedado sola. Aunque sabía ya bastantescosas, la muerte de su madre interrumpía suaprendizaje, que en una nutria puede durar variosmeses, pero como había desarrollado mucho sus dotes deobservación razonó que si hacía bien todo lo que habíaaprendido podría salir adelante. Pero ahora su mayorpreocupación era saber porqué los cazadores perseguíany mataban nutrias. Se acercó al lugar donde vivía ungrupo de nutrias y preguntó por Deneb, que tenía muchafama entre las nutrias. Unos años antes y a pesar de queunos cazadores le habían herido con una flecha, habíalogrado huir ya que los despistó escondiéndose en unacharca llena de rocas y algas que quedaba en la orilla enmarea baja, mientras sus perseguidores, a bordo de lacanoa, lo buscaban en el agua y no en las charcas de laorilla. Deneb, gracias a aquella huida, era quién mássabía de cazadores y los modos de librarse de ellos. Vegale preguntó:

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- Deneb, ¿qué mal hemos hecho a los cazadores para quequieran matarnos y llevarnos a su campamento?

Pero Deneb no supo responder a esa pregunta y sólo lepudo decir que creía que las nutrias tenían algo queinteresaba mucho a los cazadores. La curiosidad de Vegano quedó satisfecha. Necesitaba saber porqué loshombres cazaban nutrias, sin que éstas les hubieranhecho ningún daño, así que después de comerse un grancangrejo para reponer fuerzas, fue nadando a lo largode la costa hasta llegar a otro lugar habitado pornutrias. Allí hizo la misma pregunta a varias nutriascon las que se cruzó:

-¿Sabéis porqué los cazadores de nutrias nos persigueny matan?

Pero ninguna de las nutrias le pudo dar una respuestasatisfactoria. No se desanimó Vega por ello y siguióadelante en su viaje a lo largo de la costa y a todas lasnutrias que encontraba les hacía la misma preguntapero jamás escuchó una respuesta convincente. Al cabode varias semanas de viaje llegó a un gran puerto. Entróen él y se acercó hasta el muelle. Había oscurecido y nose veía a nadie cerca, así que subió unas escaleras y alllegar arriba vio un perro. Aunque era el primer perroque veía, lo reconoció al instante por la descripción quele hizo su madre de los animales domésticos. Lepreguntó sin acercarse mucho:

- Hola, perro, ¿me puedes decir quién eres y cómo sellama este sitio? Me parece que me he perdido después

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de nadar durante muchos días. Yo me llamo Vega, y soyuna nutria de mar.

El perro se sorprendió al ver una nutria viva y contestó:

- Yo me llamo Proción y estamos en la ciudad de SanFrancisco. Ya sé que eres una nutria; yo he visto muchasen mi vida. ¿Y que asunto te trae por aquí tan lejos detu hogar?

Vega contestó muy apenada:

- A mi madre la mataron unos cazadores hace pocotiempo y desde entonces estoy viajando de un lugar aotro para enterarme porqué los cazadores de nutriasnos persiguen para matarnos. Lo único que he logrado

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averiguar es que las nutrias de mar tenemos algo que lesinteresa mucho a los hombres.

Proción se echó a reír. Y como vio que Vega se enfureciópor su risa, se disculpó:

- No creas que me estoy riendo de que los cazadoreshayan matado a tu madre, es que me hace gracia que aúnno sepáis lo valiosas que sois para los seres humanos. Yaque quieres saberlo, te diré que vuestro valor está en lapiel. Las peleterías guardan como un joya vuestraspieles. ¿No sabes que se las ha llegado a llamar “softgold” por su precio? Los mejores abrigos y los más carosque llevan las personas más ricas están hechos con pielde nutria de mar. Y te diré algo más. No defiendo que oscacen, pero lo comprendo ya que tenéis un pelajemaravilloso. De todos los animales que se conocen,vuestra piel es la que está cubierta con el pelo más finoy abundante. Te lo digo yo que entiendo mucho de pieles,pues mi amo es peletero y un hombre muy rico.

- Así que nos matan –dijo con amargura Vega- paraquitarnos la piel que luego usan para hacer abrigos ygorros. Bien triste es nuestro destino por haber nacidocon una piel muy bien protegida por un pelo tan suavey sedoso. ¿Crees que podremos hacer algo para evitarque los humanos sigan cazándonos?

Y Proción bajando lentamente la cabeza dijo con voztriste:

- Me temo que no podéis hacer nada, querida Vega,

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mientras tengáis esa piel tan codiciada por los hombres.Vuelve a tu hogar y cuando lleguen los cazadoresocúltate lo mejor que puedas. Me apenaría ver un día tupiel entre las pieles de nutria que llegan al almacén demi amo. Si estoy aquí en el muelle es porque esta tardeha llegado un barco con un nuevo cargamento y hevenido con mi amo para proteger la carga que ahora yaestá en su almacén. Me quedé aquí para respirar un pocode aire fresco, ya que en el taller el olor es a vecesnauseabundo. Pero ahora tengo que volver porque siestoy lejos mi amo se pondrá furioso y me pegará unoslatigazos.

Y dicho esto, Proción se fue caminando hacia elalmacén de su amo.

Vega se lanzó al agua y durante días nadó sin descanso.Sólo se detenía para comer y reponer fuerzas,ocultándose siempre muy bien para no ser vista pornadie, ya que las nutrias, además de los cazadores,tienen otros enemigos que las persiguen, como las orcasy los tiburones.

Acabó su viaje cuando llegó a los bosques de algas quetan bien conocía. Lo primero que hizo fue ir de un ladoa otra alertando a todas las nutrias para que seescondieran bien de los cazadores, que querían matarlaspor su valiosa piel, cubierta por el más espeso pelo detodos los animales según le había dicho Proción.

Y desde aquel día estaba siempre alerta ante lapresencia de cazadores por lo que durante largo tiempo

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logró esquivarlos. Pero al final ocurrió lo que parecíainevitable.

Un atardecer cuando el sol estaba ya muy bajo en elhorizonte, al levantar Vega la vista se encontró con trescanoas que marchaban de retirada al campamento,cortándole el paso a la seguridad de una charca de laorilla, donde quería refugiarse. Reflexionó rápidamenteque si lo que buscaban los cazadores era una buena piely veían una que pareciese muy mala, la dejarían en paz.Tenía que estropearse el pelaje. Así que con sus uñasarrancó fibras de las algas y las metió entre sus pelos ycogió otras algas que se puso por encima. En pocosmomentos su pelaje presentaba un aspecto deplorable yVega parecía más un vegetal que una nutria. Comoademás había poca luz, a los cazadores les fue difícilverla bien y uno de ellos cuando la observó dijodespectivamente:

- Vaya un pelaje más dañado y miserable que tiene esapobre nutria; seguro que no vale ni la mitad de una demis flechas.

Opinión que apoyó otro de los cazadores:

- Tienes razón, esa piel no vale nada. No haré el menoresfuerzo para matar a esa nutria, llevarla alcampamento y desollarla. Vámonos que ya está bien porhoy.

Cuando los cazadores se marcharon, Vega se limpió concuidado el pelo y se ocultó entre las algas para pasar la

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noche. Su tenacidad y curiosidad por saber le habíansalvado la vida.

Y así acaba la historia de la nutria sabia tal como me lacontó Nunki -concluyó Altair, que añadió:

- Nunki mi hizo comprender que la nutria tuvo quesuperar muchísimas dificultades pero de todas ellassalió triunfante gracias a su tenacidad y a su sabiduría;el conocer perfectamente lo que querían los cazadoressalvó su vida.

El capitán sonrió. Ya tenía otra historia para transcribira su cuaderno. Y dijo a Altair:

- Es un cuento muy instructivo. Y su moraleja es: Hayque ser tenaz y esforzarse para aprender y saber siqueremos lograr un buen premio.

Y Altair se retiró dando las buenas noches.

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El capitán seguía decidido a que Altair le contasemás historias antes de que abandonase el barco.Pero el Estrella Polar arribaría a puerto en dos

días y él con tantas horas como pasaba diariamente enel puente o en las múltiples tareas que lleva mandar unbarco, no tenía tiempo para escuchar relatos. Como nopodía descuidar sus obligaciones, discurrió que su únicaposibilidad era escuchar las historias de Altair mientrasalmorzaba o cenaba en su camarote. Aunque esto teníados inconvenientes. Uno, que el primer oficial y elpiloto se enfadarían y se lo tomarían como un despreciocuando les dijese que ahora iba a almorzar y cenar solo,

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ya que siempre lo hacían juntos. Y el otro, que notendría tiempo material de transcribir a su cuaderno lashistorias de dos días. Debería retenerlas en su memoriay aunque confiaba mucho en ella, era un reto al quenunca se había enfrentado. Corría el riesgo de olvidarnombres, hechos, confundir unas partes de un relatocon otro, pero en cualquier caso, era necesario correresos riesgos si quería que Altair le contase hasta sietecuentos antes de desembarcar. Se había fijado en esenúmero porque siempre le había gustado el siete, que leparecía el más enigmático de todos los números, aunqueno sabía muy bien porqué. Así que ni corto ni perezoso,el capitán mandó llamar a Altair y cuando lo tuvodelante le dijo:

- Altair, desde hoy mismo, a las horas del almuerzo y dela cena, vendrá usted a mi camarote y si le parece bien,me contará alguna de las historias de Nunki. Notenemos tiempo que perder ya que en dos díasatracaremos en puerto.

Altair asintió y se marchó muy contento, pues estabaseguro de que con sus historias se había ganado el afectodel capitán, que como era considerado un marino serio yriguroso por todos los capitanes que hacían la mismaruta, podría ayudarle con las autoridades una vezarribasen a puerto. Y pensando en cual de las historiasde Nunki narraría al capitán durante el próximoalmuerzo, se acordó de una que le contó una noche pocoantes de quedarse dormido. Aún recordaba la sombra queproyectaba en la pared la cabeza de Nunki; parecíabailar al compás de la vela de sebo, que colgada del

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techo, se movía como un péndulo. Y quizás porque no seacordaba bien de la historia, creía que era la mássingular y extraña de todas las que le contase su padre.

Al llegar la hora del almuerzo, muy temprano como escostumbre en el mar, Altair se dirigió al camarote delcapitán que ya le estaba esperando. El camarero trajo lacomida en una bandeja y se retiró. Mientras el capitántomaba su almuerzo Altair sentado en una silla cercanaempezó a hablar:

Esta es la historia que me contó una noche Nunki, delque recuerdo la sombra de su cabeza, que parecía bailaren la pared. Se acercó a mi cama y me dijo con su vozgrave y profunda:

- Altair antes de que te duermas, te contaré la historiade una sirena que aceptó con gran entereza una terribleadversidad. La historia sucedió hace ya mucho, mucho,muchísimo tiempo, en aquellos lejanos tiempos en losque los animales podían hablar entre ellos y tambiéncon los hombres y toda la naturaleza vivía en granarmonía.

El capitán interrumpió a Altair:

- Supongo que la sirena del cuento será un manatí.

- Claro, claro,-respondió Altair. - Pero nosotros siempredecimos sirenas cuando nos referimos a los manatíes.

Y continuó:

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La sirena Spica era la más prudente y precavida de todassus hermanas y amigas. Formaba parte de un gruponumeroso de sirenas que se pasaban muchas horas al díabuscando algas y otros vegetales que les servían dealimento. Spica estaba siempre atenta a cualquier cosaque sucediese cerca de donde estaban ya que aunque lassirenas no tienen enemigos entre los otros animales delmar, no pueden descuidarse nunca. La madre de Spica se llamaba Alhena y había estadocuidándola durante más de dos años y por ello habíatenido tiempo de enseñarle muchas cosas y contarlehistorias de la vida de las sirenas y del mar dondevivían. Siempre que podían, las sirenas marchaban enbusca de aguas cálidas ya que son las que más lesgustan. Para buscar las aguas cálidas, al llegar elinvierno las familias de sirenas se movían a las aguasdel sur y al llegar el verano subían hacia el norte.

Alhena le había contado a Spica que los hombres podíanser sus enemigos y por ello, todas las sirenas seocultaban y rehuían a los barcos cuando pasaban cercade donde se encontraban.

Alhena también le había contado muchas historiassobre sirenas. Le había dicho que los marinos conocíanlas sirenas desde la Antigüedad ya que navegaban porlas aguas donde estaban. Pero como las veían desde losbarcos y muy lejos, y las sirenas siempre se escondían,creían que eran seres malvados. Entre las historias quele contó su madre a Spica había una de Homero, que fueun gran poeta griego. Homero escribió de las sirenas enuno de sus dos grandes poemas, en la Odisea, y dijo que

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eran enemigas de las navegantes a los que queríanatraer a la costa cantando, ya que los hombres nopodían resistirse a sus cantos. Pero Ulises, que era elhéroe del poema y que iba con muchos hombres en elbarco, no quería que las sirenas le atrajesen por lo quemandó que le atasen al palo mayor y aunque las oyó, nopudo abandonar el barco. Y para que sus hombres nopudiesen escuchar los cantos de las sirenas, Ulises lestapó los oídos con cera.Alhena sabía muchas más cosas de las sirenas. Yrecitaba de memoria las obras de literatura y los poetas

y escritores que habían hablado de ellas. La lista eralarga y en ella estaban Apolonio de Rodas, Plinio,Virgilio, Ovidio y Horacio. Todos cometían el mismoerror que Homero, y las consideraban malvadas y

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sanguinarias o que tenían la parte superior del cuerpode mujer y la mitad inferior de pez, con una gran cola. YApolonio de Rodas, en un poema muy famoso quecompuso sobre los argonautas, cuyo jefe se llamabaJasón, y que eran los pasajeros de un barco llamadoArgos, decía que gracias a la pericia y habilidad de Jasón,los argonautas habían podido escapar de las sirenas.

- Pero que se habrán creído estos hombres- decíamalhumorada Alhena - ¿por qué tendrían que huir denosotras si somos muy tranquilas y no hacemos daño anadie? Sólo comemos algas y nunca probamos la carne.

Spica calmaba a su madre pues le gustaban muchísimolas historias que contaba. Se había hecho una idea de loshombres y quería conocerlos mejor. Por ello le pedía asu madre que le contase más historias de sirenas yhombres y su madre la complacía.

- Verás, también hay algunos cuentos árabes que hablande nosotras, y yo recuerdo uno que aparece en un libroque se llama Las Mil y Una Noches y que habla de dossirenas que habían recogido unos pescadores y lastenían en una gruta. Dice ese cuento que eran dosmaravillosas criaturas de largos cabellos onduladoscomo las olas, y la mitad del cuerpo era como de un pez,con cola y todo. También dice que tenían la voz muydulce, y su sonrisa resultaba encantadora; la pena esque no hablaban ningún idioma conocido. Lospescadores regalaron las dos sirenas al emir Muza quese las llevó al califa de Damasco. El califa se puso muycontento con el regalo y las mandó poner en una gran

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piscina, pero como no podían hablar con ellas y nosabían que querían comer, las pobres sirenas semurieron de hambre.

- Si que es una historia triste –dijo Spica- ¿sabes algunaotra menos triste?

- Pues verás, te contaré una que parece menos triste.Cristóbal Colón, el descubridor de América, una vezavistó desde su barco a tres sirenas. Lo cuenta en eldiario de su primer viaje. No es muy agradable lo queescribió de nosotras ya que apuntó que somos muy feasy que tenemos cara de hombre. Así que lo mejor es dejara los hombres que vayan por su lado y nosotras por elnuestro- dijo Alhena para terminar sus relatos, ya que aveces se ponía de muy mal humor por las cosas que seescribían de ellas.

Pasaron los meses y un día de primavera, Spica estabacon sus amigas charlando cuando en el horizonteapareció la silueta de un barco. Se acercaba al lugardonde estaban y todas se escondieron. Los hombres queiban en el barco botaron al agua dos barcas máspequeñas y estuvieron moviéndose de un lado a otro ycolocando algo. Lo sujetaron con cuerdas y le pusieronunos grandes flotadores. Al acabar, izaron las barcas albarco grande y se fueron. Todas las sirenas respiraronaliviadas y se dispusieron a seguir con su charla. Alllegar la noche se despidieron. Spica iba nadandocuando sintió un pequeño roce en la cabeza y se diocuenta de que no podía avanzar ya que algo que no veíabien le cerraba el paso.

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Eran unos hilos transparentes, anudados entre sí de talmanera que formaban una red muy fuerte que no podíaromper. Spica se puso nerviosa y empezó a moverse parasoltarse pero lo único que logró fue enredarse más conla red hasta quedar totalmente sujeta. Dada suprudencia consideró que lo mejor era no moverse más yesperar acontecimientos. Pasó la noche muy incómoda yal amanecer vio que se acercaba el barco que estuvo eldía anterior y que se detenía a pocos metros de dondeestaba enredada en la red. Unos hombres desde la bordadescubrieron a Spica y gritaron con júbilo:

- Hemos atrapado una- y enseguida levantaron la red yla pusieron en cubierta. Después liberaron a Spica y lacolocaron en un gran tanque de agua.

Spica estaba asustada pero seguía considerando que lomejor era mantenerse serena. Al fin y al cabo, sihubiesen querido matarla ya lo hubieran hecho. El barcose puso en marcha rumbo a una gran ciudad quedisponía de un enorme oceanario donde terminó el viajede Spica, que pocos días después ocupaba una granpiscina con paredes de cristal para que las personas quepasaban la mirasen durante horas.

Spica se entristeció mucho. Estaba a gran distancia desu hogar, sola en una piscina de exhibición, y añoraba asu madre y amigas. Su único consuelo era que recibía lavisita de gentes curiosas que además le hacían fotos. Undía aparecieron delante de la mampara de cristal ungrupo de niños y niñas de un colegio que habían venidopara ver la sirena. Los niños gritaban y reían y al verlos

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tan contentos, Spica por primera vez en mucho tiempotambién se alegró. Oyó a través del cristal que algunosla preguntaban cómo se llamaba, qué le gustaba comer,de dónde era y otras preguntas de ese tipo. Spica noquiso contestarles pues se sentía muy desgraciada. Perocon el paso de los días, se fue haciendo a la idea de lacautividad y se consolaba pensando:

- Aunque no me gusta estar prisionera en esta piscina,hay una parte buena yes que los pequeños sealegran al verme porqueme quieren mucho.

Y desde entonces, Spicase mostraba más alegrey no se apenaba tantocon su situación. Sufortaleza de carácter lehabía permitido pasarlos malos momentos yesperaba la llegada deniños ante su piscinapara saludarles. Sesentía muy querida portodos ellos. Era la

estrella del oceanario y todos los visitantes hacíanlargas colas para verla y fotografiarse junto al cristaldonde Spica asomaba la cara para salir en las fotos. Undía le habló a una niña a la que explicó porqué siempreestaba triste. Y la niña se lo contó a una amiga y ésta aotra y en poco tiempo todos los visitantes sabían que la

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sirena estaba muy apenada porque estaba cautiva y nopodía ver a su familia y amigas. Pasó el tiempo y Spicase enteró que la habían traído al oceanario parasustituir a otra sirena que murió de tristeza al estaralejada de su familia.

- Menos mal que estoy superando este trauma de estarpresa en un oceanario. Si no fuera por mi carácter yaestaría muerta, como la pobre sirena que estuvo antesque yo en esta piscina- se decía Spica para consolarse.

Pero Spica seguía soñando con volver un día a su hogardonde la esperaban su madre, hermanas y amigas.

Y ocurrió lo que podría considerarse un milagro. La empresadel oceanario para celebrar un aniversario, repartió a susvisitantes unas encuestas para que explicasen lo que másles había gustado, lo que menos, y que es lo que harían sifuesen por un día dueños del oceanario. El día delaniversario y ante un notario se abrieron los miles deencuestas y los resultados fueron apareciendo en unapizarra gigantesca. Y la sorpresa del director del oceanariofue mayúscula. A la pregunta de “Qué haría usted si fuesedueño del oceanario por un día” todos respondieron con lafrase “Dejaría en libertad a la sirena”.

Como en las encuestas el dueño se comprometió aaceptar la decisión que saliese vencedora, no tuvo másremedio que devolver a Spica al paraje donde lacogieron. Y allí la recibieron con gran alegría su madre,sus hermanas y amigas que montaron una gran fiesta debienvenida con globos, confetis y música.

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Altair cerró su cuento diciendo:

- Creo que así terminó Nunki su cuento, pero no estoymuy seguro, ya que entonces estaba dormido.

A lo que el capitán contestó:

- Sin duda ha contado el final del cuento perfectamentey veo una moraleja doble: Hay que ser prudentes yesperar el momento adecuado para superar lasadversidades que nos depara la vida. Y por otra parte,que la fortaleza de carácter es decisiva ante laadversidad.

Y se despidió de Altair al que recordó que tenía quecontarle otra historia durante la cena.

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Altair estaba satisfecho con la situación. El capitánal acabar el almuerzo le había pedido que durantela cena le contase otra historia. Dudaba qué

historia elegir de entre las centenares de historias queNunki le había contado. Todas eran fantásticas ybrillantes y en cada una se exaltaba alguna virtud.Además en el tiempo que le quedaba sólo podía contartres historias y Altair quería elegir las mejores. Durantesu almuerzo en el comedor de marinería, aunque intentórecordar alguna historia, no pudo concentrarse, tal erael escándalo que armaban los marineros, muy alegres yaque pronto llegarían a puerto tras varias semanas denavegación, sin ver otra cosa que la inmensidad delocéano alrededor del barco. Cuando estuviesen en puertopodrían pasarse varias horas en las tabernas. Altairnecesitaba sin duda un lugar calmado para reflexionarcon sosiego y por ello tras el almuerzo se retiró a la

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soledad de la proa del Estrella Polar. Allí, sobre la bordamiraba al mar que el barco parecía ir cortando alnavegar. Contemplaba abstraído el paisaje cuando vio lasfamiliares figuras de los delfines que acompañan a losbarcos, nadando delante de ellos a su misma velocidad,saltando y jugando con las olas, haciendo cabriolas ycruzando ante la proa para pasar de un costado al otro.Al cabo de un rato de estar observando los delfines, levino a la memoria una de las historias de Nunki quetenía por protagonista a un delfín.

- Siempre me asombran los delfines -pensó Altair-.Reconozco que me ha venido muy bien este rato dereposo en la proa pues viendo a estos acrobáticosanimales ya he decidido cual será la historia que lecontaré al capitán durante su cena de hoy. Será lahistoria de Hamal, el delfín bondadoso. Y para elegir lahistoria que contaré durante el almuerzo de mañanaharé lo mismo que hoy. Vendré aquí a la proa ycontemplaré el mar y el primer animal que vea será elprotagonista de la historia.

Y habiendo tomado esa decisión se fue a descansar alsollado de marinería donde le habían asignado unalitera vacía y en la que dormía. Quería recordar bien lahistoria del delfín antes de contarla y tenía pocotiempo, pues la cena se hace en los barcos a una horatemprana, a la caída de la tarde.

En efecto. A las siete de la tarde recibió el aviso delcapitán de que se acercase a su camarote y tras llamarcon los nudillos a la puerta y recibir el permiso de

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entrar se dirigió al lugar en que se colocaba cuandocontaba sus historias.

El capitán sonrió al preguntar:

- Hola Altair ¿ya tiene preparada la nueva historia?Espero que sea tan interesante como las tres anteriores.

A lo que Altair respondió:

- La historia que he elegido para esta noche es muyespecial pues me la contó Nunki cuando yo era unmuchacho muy joven y me estaba enseñando a pescar.Un día que habíamos salido de madrugada a pescar connuestra canoa y estábamos preparando nuestrosanzuelos vimos que se acercaban saltando sobre las olasnumerosos delfines. Cuando estuvieron muy cerca,Nunki dio los buenos días al delfín que parecía mandarla manada y luego le preguntó si estaba entre ellos unoque se llamaba Hamal y que era amigo suyo.

El delfín, sacando la cabeza de agua respondió:

- ¿Así que conoces a Hamal y eres amigo suyo?

- Pues claro está que le conozco y también conozco suaventura más notable, cuando arriesgó su vida alpresentarse en el puerto de Nekkar para contar algo aunos pescadores.

- Me has demostrado que conoces a Hamal ya quehablaste de su aventura en Nekkar –respondió el delfín-

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. Hamal ahora no está con nosotros, se ha quedado enaguas del sur pues tenía que dirigir a otra manada dedelfines a una zona más tranquila. Ya sabrás que ahoranos vuelven a perseguir los pescadores pues dicen quenos comemos los peces que son suyos, y como creemosque también tenemos derecho a esos peces, lospescadores nos atacan y ahora buscamos nuestroalimento en parajes apartados y remotos, procurandoque no nos vean. Nosotros pensamos que el mar tieneuna enorme riqueza y que compartiéndola sin egoísmosni abusos hay suficiente para todos y así podríamosvivir en paz y armonía todas las criaturas que residimosen él o que participamos de sus riquezas.

Y a renglón seguido preguntó el delfín:

- ¿Y a ti como humano, aunque muy amigo de un delfín,que te parece esto que te digo?

Y recuerdo que Nunki contestó al delfín:

- Has hablado como un sabio. Aunque el mar no esinfinito, tiene suficientes recursos y riquezas paratodos, pero hay que conocer muy bien esas riquezas parautilizarlas sabiamente. Y además, tenemos que ser muygenerosos para saber repartirlas ya que se nos ofrecen atodos sin distinción. Los hombres no tendríamos quecreernos los dueños del mar y de sus riquezas, sinocompartirlas y no disputarlas con los delfines, lasballenas y los demás animales marinos.

Tras escuchar esto, el delfín se alejó nadando. Pero al

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cabo de unos metros se volvió y sacando la cabeza delagua gritó dirigiéndose a nosotros:

- ¡Ojalá todos los hombres fuesen como tú y tuviesen esamanera de pensar. La vida sería más placentera!

Y volvió a sumergirse junto con los otros delfines delgrupo que se alejaron con tanta rapidez como habíanvenido.

Yo quedé maravillado y no es extraño. Tenía, creorecordar, siete u ocho años y viendo a mi padre Nunki(yo sabía que realmente no era mi padre, pero le queríay le respetaba como si lo fuese) hablar de ese modo conun delfín rememorando la aventura de otro, me hizo unaimpresión extraordinaria. Y enseguida la pregunté aNunki por la historia del delfín Hamal. Me contestó queme la contaría esa misma noche, y aunque yo insistí,tozudo como todos los niños, en que me la contase allímismo mientras pescábamos, me dijo rotundamente queno, que allí estábamos para pescar, para que yoaprendiese las técnicas de la pesca con anzuelos y que siempezaba a contarme una historia ajena a la pesca meiba a distraer y no aprendería lo que me quería enseñar.Me dijo que en cada momento hay que concentrarse enlo que se está haciendo para hacerlo bien.

Recuerdo que acabó diciendo:

- Mira Altair, cuando estés haciendo una cosa, la que sea,hazla con todos tus sentidos puestos en lo que estáshaciendo, como si fuese lo más importante de tu vida y

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así lo que haces lo harás muy bien. Y si te distraes concosas ajenas, entonces lo que estás haciendo lo harás mal.

Al llegar a este punto el relato, Arturo, el capitán,interrumpió diciendo:

- Cuánto me hubiese gustado conocer a Nunki. Su modode ver y entender el mundo me parece el de un granfilósofo. Pero perdone esta interrupción Altair y sigaadelante con el cuento.

Y Altair reanudó su relato:

Aquella noche, tras la dura jornada de pesca en la quepor cierto aprendí muchísimo sobre la pesca conanzuelos, cómo cebarlos, cómo reconocer si el pez queha picado es pequeño o grande, cómo hacer para que nose suelte antes de subirle a la canoa, y muchas otrascosas, Nunki me contó la historia de Hamal el delfínbondadoso.

Me dijo Nunki:

Escucha hijo. Esta historia que te voy a contar sucedióhace ya mucho, mucho, muchísimo tiempo, en aquelloslejanos tiempos en los que los animales podían hablarentre ellos y también con los hombres y toda lanaturaleza vivía en gran armonía.

Hamal era el delfín que dirigía una gran manada dedelfines. Nadando era el más veloz de todos ellos; el quesaltaba más alto fuera del agua y el más inteligente para

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buscar los mejores sitios para pescar o descansar.Cuando avistaba un barco, inmediatamente avisaba atodo el grupo y nadaban alegremente, delante de la proasin que nunca les golpease, o en los costados, donde,

saltando todos ellos fuera del agua, hacían las deliciasde los que miraban. Además, Hamal era el que máspronto localizaba con sus ultrasonidos a los peces queles servían de alimento. Y sin embargo, a pesar de ser elmejor en tantas cosas, era humilde y no se creíasuperior a sus compañeros, a los que ayudaba siempreque podía para resolver sus diversos problemas. Por esarazón todos los delfines querían mucho a Hamal y leconsideraban el mejor jefe. Siempre que había unadiscusión, le preguntaban a Hamal su opinión, y después

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de que la diese se acababa la discusión pues el criteriode Hamal era el más respetado.

Llegó un tiempo en que empezaron a escasear los pecesen los mares que frecuentaba la manada de Hamal. Esospeces eran los que pescaban los pescadores de aquellosmares quienes juzgaron que los responsables ycausantes de la falta de peces eran los delfines a los queacusaban de ser unos glotones y de comer demasiado.

Las familias de los pescadores, al faltar los peces quevendían, se quedaron sin dinero y empezaron a pasarhambre. Por ello, los niños sufrían enfermedades ydejaban de ir al colegio, con lo que la enemistad de lospescadores con los delfines alcanzó el máximo. Llegó unmomento en que los pescadores salían al mar armadoscon rifles y escopetas y disparaban a los delfines paramatarlos o espantarlos de sus mares y así ellos podíanpescar los pocos peces que quedaban.

Un día en que Hamal estaba cerca de la costa,resguardado en una pequeña ensenada ya que había muymala mar, con olas muy grandes y un viento racheadofuerte, vio salir una pequeña barca de pesca tripuladapor un único pescador, al que conocía como uno de losmayores enemigos de los delfines, a los que disparabacon su rifle en cuanto los tenía cerca. Discurrió Hamalque muy mal de dinero debería estar aquel pescadorcuando con una tormenta como aquella, y queseguramente iría a peor, salía a pescar con el riesgo deque las olas destrozasen su frágil barca, ya que el vientoarreciaba y las olas eran cada vez mayores. Y lo que se

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temía Hamal sucedió casi de inmediato, pues una granola golpeó de través la barca y la volcó, quedando en elagua el pescador que vestido con su impermeable, botasy gorro apenas podía moverse y menos aún nadar haciala cercana orilla.

- En poco tiempo ese pescador se ahogará si nadie acudeen su ayuda –se dijo Hamal- que aunque no estaba muyseguro de si cometería una equivocación, nadó conrapidez hasta el hombre medio ahogado. Al acercarsegritó para hacerse oír en medio de la furia de las olas yde la lluvia que entonces caía a chorros:

- No tema, vengo aayudarle- y sin esperarrespuesta, empujándolecon el hocico unas vecesy otras poniéndose bajoél y subiéndole hasta lasuperficie, acabó porllevar al pescador hastala pequeña playa que seformaba al abrigo deldique del puerto. Elpescador, que se

llamaba Régulo, cuando vio acercarse al delfín, temióque fuese para empujarle hacia el fondo. Pero cuando sedio cuenta de que estaba intentando sacarle del agua yllevarlo hasta la playa, permaneció inmóvil dejándosetransportar por el delfín. Finalmente el pescador,aunque había tragado mucha agua, quedó sobre la playay se arrastró por la arena para alejarse de la orilla

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donde rompían las olas. Y antes de que pudiera volversepara dar las gracias a su salvador, Hamal habíadesaparecido silenciosamente. Al cabo de un rato, unaspersonas que regresaban por el camino que bordeaba laplaya vieron el cuerpo tendido y rápidamente seacercaron y ayudaron a Régulo a llegar al pueblo, dondepudo recibir cuidados y recobrarse. Régulo acudió a lataberna del puerto, ya totalmente repuesto, al díasiguiente, y contó su aventura con todo lujo de detalles,pero sus amigos no quisieron creerle. Y tenían razónpara desconfiar, pues Régulo les había mentido ycontado historias falsas tantas veces que creyeron quela del delfín era otra de sus muchas mentiras. Régulocayó en una gran depresión.

- Me ha salvado milagrosamente un delfín y cuando locuento ni los amigos ni nadie en el pueblo quiere creerme.¿Qué podría hacer para convencerles y que me creyesen?Ahora comprendo que nunca se debe mentir- discurríacon gran amargura Régulo, muy resentido con sus amigos.

Y se pasaba los días cavilando qué podría hacer para quesus amigos confiasen en su palabra. Daba paseos por laorilla del mar y por la escollera del muelle buscando laserenidad para reflexionar cuando al fin se le ocurrióque la única forma de lograr que le creyesen era que laaventura de su salvamento la contase el propio delfín.Así que se compró una barca y salía diariamente al marpara buscarlo.

Un día vio unos delfines cerca de su barca. Les gritópara que se acercasen que quería hablarles. Pero los

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delfines desconfiaron del pescador ya que recordabanque les había disparado con un rifle más de una vez y sealejaron sin hacerle caso. No se desanimó Régulo poreso, y tras varias tentativas fallidas, un día pudo hablarcon un delfín que era nuevo en la región. Régulo lepreguntó si conocía a un delfín que tiempo atrás habíasalvado de morir ahogado a un hombre. El delfín dijomuy contento:

- Si que le conozco, es Hamal, nuestro jefe y todossabemos que salvó de morir ahogado a un pescador quees nuestro feroz enemigo, pero que no merecía morir deesa forma aunque fuese un miserable.

Sin decir quién era, Régulo a través del delfín mandó elrecado a Hamal de que quería hablar con él. El delfín leprometió a Régulo que avisaría a Hamal y se marchónadando reposadamente.

Cuando Hamal recibió la noticia de que un pescadorquería hablarle se sorprendió pues no podía sospecharel motivo por el que le llamaban. Pero como era el jefedel grupo decidió ir, ya que podía ser un asuntoimportante para los delfines. Así que nadó hacia ellugar donde esperaba Régulo en su barca. Al acercarse,Hamal reconoció de inmediato a Régulo y supuso que lequerría dar las gracias. Pero su sorpresa fue mayúsculacuando Régulo le dijo:

- Delfín, me has salvado y te estoy muy agradecido peroahora resulta que nadie me cree en el pueblo cuando lesdigo que pude llegar a la playa durante la tormenta

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porque me llevó un delfín. Hasta mi mujer y mis hijosse burlan de mi y dicen que me he vuelto loco. Te ruegoque vengas al pueblo y cuentes a todos lo que ocurrióy así recuperaré la serenidad y mi buen nombre.

Régulo esperó la respuesta de Hamal que solamente dijo:

- Lo meditaré, pues puede ser muy peligrosoacercarme al puerto. ¿Seguro que nadie me dispararáun tiro para matarme? Consultaré con mi manada.Porque si no regreso con ellos se quedarán sin jefe yeso será muy malo para todos. Mañana al amanecer,en la punta de la escollera, te daré mi respuesta.

Y Hamal se marchó a consultar con los delfines de sumanada. Casi todos le dijeron que era una trampa yque no fuese al puerto, pero un delfín viejo y muyexperimentado le dijo:

- Hamal, la decisión de ir la debes tomar tú pues eresquién ha visto la cara del pescador cuando te pedíaque fueses al puerto. En la cara se puede ver quiéndice la verdad o miente. Nosotros solo podemos hacerconjeturas. Considera además que es una buenaacción pues se trata de ayudar a una persona que lonecesita.

Y Hamal, como era bondadoso decidió ir, aunqueentrar en el puerto fuese un gran riesgo.

A la mañana siguiente, antes de amanecer, ya estabaHamal en la escollera. Al llegar Régulo le habló así:

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- Hoy a las doce de la noche es la pleamar. A esa horaestaré en el puerto para narrar a tus amigos lo que hicepara salvarte durante la tormenta. Diles que aguardenen el muelle.

Y sin esperar respuesta, dio la vuelta y se marchó.

Hamal deseaba decir que era cierto que salvó de morirahogado a uno de los pescadores pero no quería correrriesgos innecesarios. Sabía que las personas ven muymal por la noche y por ello no podrían dispararle conacierto, caso de que alguno quisiera pegarle un tiro. Porotra parte, en pleamar había cinco metros más deprofundidad en el puerto; si le atacaban podríasumergirse hasta el fondo y escapar fácilmente.

Al llegar la noche, alumbrado por la luna llena, se pusoen camino.

- Vaya, -refunfuñó Hamal- no me acordé que hoy eraplenilunio y hay bastante luz; a pesar de todo esperoque no ocurra nada malo.

Llegó al puerto y se acercó al muelle donde estabanaguardando en silencio Régulo y varias docenas depersonas, mirando fijamente al mar. Ninguno de loshombres llevaba armas de fuego así que Hamal se acercócon calma y sacando la cabeza del agua dijo:

- Hombres de Nekkar, escuchadme. En la luna anterior ydurante una gran tormenta, vi a un pescador en el aguaen riesgo de ahogarse, ya que las olas habían volcado su

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barca. Le ayudé empujándole primero y luego poniendomi lomo bajo su cuerpo para que no se hundiese y así,poco a poco, pude llevarle hasta la playa. Y he venidohasta aquí para contarlo pues me lo ha pedido el mismopescador al que salvé. Es aquél que tiene un chaquetónverde. Esa es la verdad y no tengo más que deciros.

Hubo un fuerte murmullo de los oyentes y luego unaplauso cerrado. Estaban aplaudiendo a Hamal al quereconocían su gran bondad. Y Hamal salió del puertonadando lentamente hasta que se perdió entre losreflejos de la luna sobre las calmadas aguas.

A partir de aquel día, los pescadores tuvieron granrespeto por los delfines a quienes consideraron desdeentonces como sus mejores amigos y a los que nuncamás volvieron a molestar.

Y así acaba la historia del delfín bondadoso como me lacontó Nunki, dijo Altair para terminar el cuento.

El capitán había seguido atentamente la historia.Cuando dejó de hablar Altair comentó:

- De esta historia, como de todas las que me ha contado,se puede sacar una moraleja: Quién actúa con bondadtiene grandes satisfacciones.

Y dando las buenas noches a Altair, el capitán se pusofebrilmente a transcribir a su cuaderno la historia queacababa de escuchar.

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Altair se despertó temprano y conforme a sudecisión del día anterior, tras asearse y desayunar,se dirigió a la proa del Estrella Polar. Allí se acodó

sobre la borda y estuvo largo rato contemplando el mar,esperando a que apareciese algún animal. Pero el agua,muy calmada y de un azul intenso aquella mañana,parecía vacía de vida. Estaba empezando aimpacientarse cuando acertó a ver una gran tortuga quenadaba lentamente, a pocos metros del barco.

Altair se llevó una gran alegría, pues inmediatamente levino a la memoria el cuento de una tortuga. Sin embargopor más que lo intentaba, no lograba recordar nada delcuento. Altair estaba en un apuro pues al quedarse su

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mente en blanco, se quedaba sin historias para elcapitán. En aquel momento sucedió algo imprevisto quele ayudó. Un enorme tiburón se acercó al barco cuandodesde algún lugar tiraron al agua restos de comida de lacocina. Y al ver al gran pez, se acordó de que otropersonaje del cuento de la tortuga era un tiburón;entonces memorizó de un golpe todo el cuento y semarchó muy contento a esperar la hora del almuerzo.

A la hora prevista, Altair fue al camarote del capitánque ya le esperaba impaciente.

- Hola Altair, ¿ya tiene preparada la nueva historia? Elcontramaestre me ha dicho que le ha visto esta mañanabastante tiempo en la proa, contemplando el mar congesto serio y pensativo. ¿Es que teme que nos ocurraalgún percance?- preguntó el capitán.

Altair contestó:

- Buenos días, capitán, pues si, ya tengo la historiapreparada. Estuve en la proa esta mañana pues creí quecontemplar esa enorme extensión de agua sería un buenremedio para mis fallos de memoria. Le diré capitán quetras el naufragio he tenido momentos de olvido y entrelas cosas que olvidé están varios de los cuentos deNunki. Unos los recuerdo bien pero otros parece queestán escondidos “detrás de las nubes” según reza unviejo proverbio nuestro. Pero la contemplación de lagrandeza del mar me ha permitido recordar otro de loscuentos y es el que le relataré ahora. Puedo empezarcuando usted quiera.

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- Espere a que se marche el camarero que traerá lacomida y así no tendrá que interrumpir su cuento-contestó el capitán.

Cuando llegó el camarero, dejó la bandeja con la comidaen la mesa y tras preguntar al capitán si deseaba algomás, se retiró del camarote cerrando la puerta.

El capitán se sentó a la mesa y mientras se servía elprimer plato dijo:

- Altair, puede usted empezar su historia cuando quiera.

Y Altair la inició de este modo:

Un día que íbamos mi padre y yo tras la pista de unosrenos tuvimos un pequeño accidente con el trineo que nosobligó a pasar la noche en medio de una inmensa llanurahelada que no parecía tener fin. Ya sabe que nosotrospodemos hacer en poco tiempo una cabaña cortandobloques de hielo y eso fue lo que hizo Nunki. Recuerdoque hacía mucho frío y una gran ventisca. Por la noche,ya dentro del iglú, Nunki me dijo durante la cena que mehabía portado muy bien y que merecía un premio por mitrabajo colocando bloques de hielo para hacer el iglú. Elpremio sería un cuento que me contaría antes de dormir.

Cuando nos tendimos sobre las pieles para descansar,Nunki empezó su relato así:

Altair, esta historia que te voy a contar sucedió hace yamucho, mucho, muchísimo tiempo, en aquellos lejanos

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tiempos en los que los animales podían hablar entreellos y también con los hombres y toda la naturalezavivía en gran armonía.

Un día en una isla remota en medio del océano, despuésde la puesta del sol, las arenas de la playa empezaron aagitarse, como si por debajo algo se estuviese moviendo.Y así era en efecto, estaban naciendo las tortugas que alsalir de los huevos enterrados en la arena, se abríanpaso para salir a la superficie y de inmediato corríanpor la playa para llegar al agua. El camino hasta el aguaestaba lleno de peligros para las tortuguitas reciénnacidas, ya que se las querían comer los cangrejos y lasgaviotas. Pero muchas tortuguitas pudieron llegar alagua y entre ellas estabaDiadema, la tortuga de mihistoria que empezó suvida así, entre grandespeligros.

Diadema se pasaba eldía nadando de un ladoa otro junto con sushermanas, comiendominúsculos animalillos queestán flotando en el agua como sifueran migas de pan, y cuando sentía algún peligro seescondía entre las algas, las gorgonias, los corales y lasplumas de mar, para que no la viesen los tiburones yotros peces, o los pulpos, a los que les gusta mucho comertortugas pequeñitas. Aunque aguantaba mucho ratodebajo del agua sin respirar, Diadema tenía que nadar

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hasta la superficie del agua, pues las tortugas necesitanel aire para respirar.

Aunque muy lentamente, Diadema fue creciendo yaprendió muy bien quiénes eran los amigos con los quepodía tratar y de quiénes tenía que huir pues eranenemigos peligrosos. Como no conoció a su madre, nadiele había enseñado nada y por ello debía aprender todaslas cosas por sí misma.

Y una de las cosas que aprendió y que más le gustaba eraencontrar una corriente cálida y de agua transparentepara deslizarse por ella como si estuviese en untobogán. Era una delicia abrir las aletas y dejarse llevarpor la corriente sin hacer nada. Claro está que a vecesse dejaba llevar demasiado lejos y tenía que regresarhaciendo un gran esfuerzo. Pero aceptaba con gusto esepequeño inconveniente con tal de montarse en el“tobogán de la corriente” como llamaba a su juegofavorito.

Un día, al caer la tarde, cuando estaba nadando con todacalma, notó una gran agitación en el agua. Y cerca deella vio una cuerda muy fuerte a la que estabanamarradas otras cuerdas separadas entre sí variosmetros y que se hundían hacia el fondo. Solo podía verun extremo de la gran cuerda que se sujetaba a unaespecie de globo voluminoso que flotaba en superficie.Una de las cuerdas que se hundían hacia el fondo seagitaba como si en el extremo que no se veía hubiesealgo que la moviese con violencia. Como Diadema erauna tortuga pequeña y curiosa pensó en bucear hasta el

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extremo de la cuerda para ver quién era el que la movíade un modo tan vigoroso. Así que respiró hondo yempezó a bucear siguiendo la dirección de la propiacuerda hasta que a bastantes metros de profundidad,cuando ya empezaba a distinguir mal las cosas por lafalta de luz, vio a un gigantesco tiburón que habíamordido el extremo de la cuerda y que se movía condesesperación como si quisiese soltarse y no pudiese. Seacercó al tiburón y le dijo:

- Señor tiburón, ¿porqué muerde esa cuerda con tantafuria? Suéltela y márchese tranquilo.

El tiburón, que se llamaba Sirio, contestó con muymalos modos, irritado y hablando raro, porque teníaalgo en la boca:

- Pareces tonta, tortuga ¿no te das cuenta de que no mepuedo marchar porque mordí un anzuelo que se me haclavado en la boca, y como el anzuelo está muy bienatado a la cuerda no puedo soltarme? Por eso me muevoy doy tirones aunque me duele mucho.

Era la primera vez que Diadema veía una cosa así. Y cuandopreguntó de nuevo, el tiburón explicó que creyendo que ungran pez que colgaba de la cuerda era un exquisito bocado,lo mordió con apetito y resultó que dentro del pez habíaun anzuelo que se le clavó en el paladar.

Diadema no sabía que hacer y por otra parte, tenía quesubir a respirar pues ya le faltaba el aire. Así que diciendo-Hasta luego señor tiburón- volvió a la superficie.

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El tiburón se quedó allí abajo y empezó otra vez amoverse con impaciencia intentando soltarse aunqueya estaba perdiendo las esperanzas pues el anzuelo yla cuerda eran muy fuertes.

- ¡Qué torpe e insensato he sido! Estoy seguro que hemordido el anzuelo de un palangre- se lamentaba eltiburón cuando se marchó la tortuguita- y mira queme había advertido mi amigo Mirzam que habíancalado varios por aquí y que ni me acercase si veíaun pez muerto, que es el cebo que oculta el anzuelo.

Diadema al llegar a superficie tomó aire y considerólo mal que lo estaría pasando el tiburón. Le dabamucha pena que estuviese allá abajo sin poder nadarcomo ella, libre para ir de un lugar a otro. Y ademásle había dicho que le dolía mucho la boca. Eso ya eramucho peor. Así, que sin reflexionar más volvió abucear hasta llegar al lado del tiburón, que ya estabaquieto, evitando hacerse más grande la herida.

- ¿Se encuentra mejor señor tiburón? Siento pena porusted pero no sé qué hacer para ayudarle.

Diadema habló así al tiburón porque era evidenteque el pobre necesitaba ayuda.

El tiburón estaba muy dolorido y casi no podíahablar pues tenía la boca medio destrozada por elanzuelo. Respondió algo que Diadema no entendió,pues con el anzuelo clavado le era imposible hablarclaro.

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Así que Diadema insistió:

- ¿No puede hablar mejor para que le entienda? Quieroayudarle pero me tendrá que decir cómo hacerlo.Además ni siquiera sé su nombre. Yo me llamo Diadema.

El tiburón apenas pudo decir:

- ¡Qué importa ahora mi nombre! Si quieres ayudarme,corta la cuerda con tus dientes.

- ¿Pero señor tiburón, como quiere que corte la cuerdacon los dientes si las tortugas de mar no tenemos dientes?

- Pues córtala como puedas, tienes una boca que pareceun pico con borde afilado, algo podrás hacer con él-respondió enojado el tiburón.

Y Diadema sin pensarlo más empezó a morder con supequeña boca sin dientes la cuerda para cortarla yliberar al tiburón. Pero tras un rato de morderla contodas sus fuerzas apenas le había hecho mella y tuvoque subir a la superficie para tomar aire. Respiró hondoy buceó de nuevo hasta el tiburón para seguir con latarea de cortar la cuerda. La maniobra de cortar lacuerda durante un rato, subir a superficie para respirary volver otra vez a cortar, la repitió muchas veces. Sehizo de noche y el tiburón empezó a impacientarse unpoco antes del amanecer.

- Date prisa, date prisa, que enseguida vendrá el barco yme subirán a bordo cuando cobren el palangre.

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Gracias a su perseverancia, momentos antes de salir el sol,Diadema logró cortar la cuerda, con lo que el tiburóndando un coletazo se separó unos metros de ella.

Diadema después decortar la cuerda sepreocupó del anzueloque todavía estabaclavado dentro de laboca del tiburón.

- ¿Cómo va usted aquitarse el anzuelo,señor tiburón?

El tiburón, aunquecansado y doloridoestaba libre. Así quecontestó:

- No te preocupes porel anzuelo. Acabarápor desprenderse ome lo tragaré.

Muchas gracias amiga tortuga, me has salvado y no loolvidaré. Lo importante es que estoy libre. Adiós. Ah!Se me olvidaba. Me llamo Sirio. Si una vez teencuentras en un apuro me mandas un aviso que teauxiliaré.

Y dando unos fuertes coletazos desapareció en laoscuridad del abismo.

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Diadema volvió a subir a superficie y se quedódescansando un largo rato, para recuperarse del granesfuerzo que había hecho. Se sentía orgullosa de suacción y deseaba contarla a todas sus amigas. Sedirigió al lugar donde solían reunirse para descansar,en una escondida bahía de aguas tranquilas ytransparentes y se acercó a ellas muy satisfecha. Dijoal llegar:

- Acercaos que os voy a contar lo que me ha pasado conun enorme tiburón.

- ¿Con un tiburón?- contestaron varias de sus amigashorrorizadas.

- Pues sí,- contestó muy ufana Diadema que les contócon todo lujo de detalles lo que había hecho paraliberar al tiburón del anzuelo que le tenía enganchado.

- ¡Pero cómo es posible que seas tan estúpida! -dijo unade sus amigas con rabia-. Cuando nos dijiste que tehabía pasado algo con un tiburón creíamos que uno tepersiguió para comerte, pero tú habías logradoescapar; pero ahora que nos has contado lo que hashecho, tienes que saber que has cometido un errortremendo. No queremos tenerte por amiga. Hasliberado nada menos que a uno de nuestros peoresenemigos; lo que hubiera hecho cualquier tortugasensata hubiera sido dejarle morir allá abajo porqueasí tendríamos un enemigo menos. Vete de aquí, noqueremos saber nada más de una tortuga tan tonta queha impedido que muera un tiburón.

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Y dándose la vuelta muy ofendidas, todas las amigas sealejaron, dejando a Diadema sumida en la mayor pena yconfusión. La tortuguita estaba convencida de que porsu buena acción recibiría felicitaciones y aplausos, peroen lugar de eso sólo recibió desprecios. Y desde entoncessus antiguas amigas le daban la espalda y se marchabandejándola sola cuando intentaba jugar o hablar conellas. Aunque Diadema estaba convencida de que habíahecho bien, ayudando a un pobre tiburón que seencontraba en peligro.

Fueron pasando los años. Diadema vivía bastantetranquila y como estaba mucho tiempo sola no seinformaba de muchas noticias. Por eso no se enteró deque habían desaparecido misteriosamente dos tortugasdel grupo de las que habían sido sus amigas, y secomentaba que la causa había sido que se habíanenredado en unas redes de un barco y cuando el barcose marchó debió de llevárselas pues desde entoncesnadie las había vuelto a ver. El asunto tenía muypreocupadas a todas las tortugas de los alrededores.

Como Diadema no se relacionaba con sus amigas, y nosabía que habían desaparecido dos de ellas, nadaba,descansaba y comía sin ninguna preocupación. En susratos libres se dedicaba a contemplar las bellezas delmar y de los arrecifes de coral en los que dormía por lanoche. Estaba tan despreocupada, que un atardecer enque nadaba reposadamente y estaba observando volarsobre las olas a gaviotas y petreles hasta los acantiladosdonde tenían sus nidos, tropezó con una red que estabaen el agua y se quedó enganchada en ella. Al principio

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pensó que le sería sencillo desenredarse pero cuando semovió para soltar una de las aletas solo consiguióengancharse mucho más y al cabo de un rato, estabacompletamente enredada.

Afortunadamente, sólo era un pedazo de red perdidaque estaba a la deriva flotando en superficie, por loque Diadema podía sacar la cabeza del agua pararespirar de vez en cuando y así no se ahogó.

Pero pasaron unos días y las cosas empeoraron. Estabamuy cansada y no podía comer y eso la estabadebilitando. Empezó a pensar en las muchas cosas quele habían pasado y en las que haría en el futuro sipudiese librarse de la red. Y soñaba con volver a laplaya de la isla donde había nacido, para dejar allí loshuevos de los que nacerían sus hijos, pero enseguida sedesanimaba pensando en que nunca volvería a suplaya. Entonces se acordó de Sirio y de que cuando sedespidió dijo que le avisara cuando se encontrase en unapuro. ¡Y en menudo apuro estaba ahora! Así queviendo en las cercanías a un cardumen de sardinas lesgritó:

- ¡Por favor, avisad a Sirio que su amiga la tortugaDiadema necesita ayuda!

Las sardinas dieron muestras de no enterarse de naday se marcharon veloces. Entonces pasaron cerca unosjureles y Diadema repitió su mensaje de socorro. Estavez los jureles parecieron entender muy bien, puesuno de ellos gritó al marcharse:

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- ¡No te preocupes que avisaremos a Sirio!

Cuando Diadema estaba más afligida, medio muerta dehambre y a punto de ahogarse pues la red se hundíapoco a poco con el peso, apareció Sirio que se acercó concuidado y al ver a la tortuga enganchada dijo:

- Los jureles me avisaron de que necesitabas ayuda. Casino te conozco porque has crecido mucho, pero no tepreocupes amiguita que ahora es mi turno y te sacaré deeste peligro.

Y sin esperar más, mordió y sacudió con fuerza la redhasta que rompió varias mallas de nailon y Diademaquedó libre. Y cuando Sirio comprobó que la red estabacompletamente deshecha, y nadie más se engancharíacon aquellos restos, se alejó nadando velozmente sin darapenas tiempo a Diadema a darle las gracias.

Diadema, como todas las tortugas, tuvo una vida muylarga y cumplió su sueño de poner huevos en la playadonde nació.

-Y así acabó el cuento de la tortuga valiente mi padreNunki-, terminó diciendo Altair.

El capitán habló sentenciosamente:

- Es un cuento muy bonito y como los anteriores que me hacontado, tiene su moraleja: Haz el bien sin mirar a quién.

Altair se despidió del capitán y salió del camarote.

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Cuando salió del camarote del capitán, Altair fue denuevo a la proa del Estrella Polar para inspirarseen el cuento de aquella noche. Había comprobado

que cada vez que pasaba un cierto tiempo en la proa,contemplando el mar, se agudizaba su memoria, como siel ambiente ayudase a sus sentidos. Probablemente, lagrandiosidad del océano tenía ese efecto en Altair. Suvista se había embelesado viendo delfines, tortugas,tiburones, albatros y petreles, y el oído se habíadeleitado con el suave rumor que hacían las olas alrozar el casco del barco, el silbido del viento y losagudos gritos de las gaviotas. Hasta la humedad y el olorindefinible del mar abierto, una confusa mezcla de sal,algas y espuma le había agradado. Todas esassensaciones le habían estimulado para recordar cuentosque tenía casi olvidados como el del delfín bondadoso ola tortuguita valiente. Por eso ahora repetía la

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experiencia, confiando en que una nueva criaturamarina apareciese de pronto para iluminar sumemoria. Y el dios Neptuno, que gobierna las aguas,pareció acudir en auxilio de Altair ya que mientrasnavegaba rumbo al sur, desde el Estrella Polar seavistaron a babor unos islotes rocosos, con pequeñasplayas de cantos rodados y acantilados bajos. En lasplayas se divisaban gran cantidad de focas tomando elsol y otras nadaban en las aguas cercanas. Aquellavisión fue como un fogonazo para Altair que recordóde inmediato un cuento que Nunki le había contado ensu infancia, el cuento de una foca muy intrépida yvalerosa.

Y pensando en el cuento de la foca se retiró Altair dela borda y se marchó a su litera a descansar hasta lahora de la cena.

Cuando llegó la hora acordada con el capitán se acercóal camarote y una vez obtuvo el permiso para entrar sequedó esperando a que el capitán hablase.

El capitán sabía que este sería el último cuento deAltair ya que a la mañana siguiente arribarían apuerto, desembarcaría Altair y ya no podría contarlenuevas historias. Y estaba decepcionado por razón delnúmero de cuentos. Los que le contó Altair, y que fuetranscribiendo puntualmente a su cuaderno, le habíanparecido excepcionales. Pero su intención había sido lade reunir siete cuentos en un cuaderno especialmentededicado a ellos. Y con el próximo cuento solamentetendría seis. De ahí su decepción.

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En aquel momento, el capitán no podía sospechar que eldestino le tenía preparado un insólito acontecimientogracias al cual, el cuaderno dedicado a cuentos, cuandollegó el momento de cerrarlo, contenía siete y no seis.Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos alsexto cuento.

Cuando el capitán le indicó que ya podía empezar,Altair inició su relato:

Un día Nunki me llamó y me dijo que me iba a contaruna historia. Y dijo:

Hijo, la historia que te voy a contar sucedió hace yamucho, mucho, muchísimo tiempo, en aquellos lejanostiempos en los que los animales podían hablar entreellos y también con los hombres y había una granarmonía en la naturaleza. Y es la historia de Denébola,una foca que había nacido en la playa de una isla quedurante incontables generaciones había estado usandouna colonia de focas, que venían a la isla porque lasmadres focas necesitan de la tierra firme para tener asus cachorros. Y allí permanecían varios meses las focashasta que los cachorros ya estaban bien desarrollados.Entonces todos ellos acompañaban a sus madres al marpara aprender a nadar y a buscar su comida.

Las costumbres de aquellas focas eran curiosas. Todoslos años los primeros que llegaban a la isla eran losmachos que venían del mar donde habían pasado mesescomiendo y engordando. Cuando llegaban a la isla, losmachos se separaban unos de otros y cada uno elegía un

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sitio en la playa, alejado de su vecino, para que ningunomolestase a otro y así, separados, cada uno descansabay tomaba el sol con sosiego. Y se pasaban todo el tiempodurmiendo y sin hacer nada. Al cabo de pocos días ibanapareciendo las hembras, que eran más numerosas quelos machos. Miraban donde estaba cada uno de lospadres y como había más madres que padres, sejuntaban varias de ellas con cada padre. Así estaban másseguras. Poco después de llegar a la isla, las mamás focastenían sus bebés. Los dejaban en la isla y se iban al mara comer peces y calamares porque tenían mucho apetitoy tenían que dar de mamar a las crías. Pero no todas lasmadres se iban a la vez al mar para comer; siempre ypor turno se quedaba alguna de ellas para cuidar yvigilar a los cachorros que se juntaban como siestuviesen en el recreo de una guardería. De esta maneratranscurrieron los primeros meses de la vida deDenébola. Cada vez que su madre, que se llamaba Meissa,volvía del mar, llamaba a Denébola que enseguida seacercaba y recibía su ración de leche. Y como la leche delas focas es muy alimenticia, Denébola creció muydeprisa, igual que los demás cachorros y al cabo de pocotiempo ya podía acompañar a su madre al mar. Allíaprendió a nadar detrás de los peces y los calamares yaunque éstos les hiciesen recortes, acababan poratraparlos. Denébola pudo ver como muchas focasadultas se dedicaban con entusiasmo a jugar con lasolas y uno de sus pasatiempos favoritos era el hacersurf en ellas. Eran unas focas muy alegres y juguetonas.

A Denébola le fue creciendo un pelo suave y sedoso quea su madre le parecía maravilloso.

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Aunque Meissa le había advertido varias veces que esepelo tan suave y sedoso era codiciado por los cazadoresde focas ya que se pagaba muy bien por los comerciantesde pieles, puesto que servía para hacer abrigos y gorrosde piel de foca. Meissa le repitió tantas veces que loscazadores eran el mayor peligro que tenían las focas yque tuviese cuidado con ellos, que Denébola creció conese temor.

Denébola tenía mucho interés en conocer como era suisla porque hasta entonces solo conocía la playa dondehabía nacido y el trocito de mar que quedaba enfrentede la playa. Pero la playa estaba cerrada por dospromontorios rocosos, uno al norte y otro al sur y másallá de cada uno de ellos no sabía como era el mundo. Yquería saberlo.

Preguntó a su madre si la isla era grande o pequeña perosu madre no lo sabía.

- Solamente conozco esta playa y no sé que habrá másallá del promontorio que cierra la playa por el norte, nidel que la cierra por el sur. La verdad es que no meinteresé nunca por saberlo- contestó su madre.

Denébola preguntó a otra foca que respondió que la islaera casi redonda, pero que no recordaba quién se lohabía dicho.

Un día, Denébola estaba descansando tomado el solcuando se le ocurrió que sería una bonita aventura la dedar la vuelta a la isla nadando. Así la conocería por

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completo y además probaría que era una foca muy fuerteya que era capaz de nadar alrededor de toda la isla.

- Y en el caso de fatigarme -se dijo- puedo nadar hastauna playa, descansar un rato y luego seguir miexploración. Como la isla es redonda, si estoy nadandoel tiempo suficiente sin separarme de la costa acabaréllegando de nuevo a mi playa.

Al día siguiente, al salir el sol se lanzó al agua y empezóa nadar con rumbo norte teniendo siempre a la vista asu izquierda la silueta de la isla. Pronto pasó delantedel promontorio del norte y no vio nada diferente de loque conocía, ya que mas allá se sucedían pequeñasplayas y ensenadas con cantos rodados y pequeñosacantilados de escasa altura. Al pasar un cierto tiempose fatigó y estuvo un buen rato reposando sobre unapequeña roca que emergía del agua a pocos metros.Después de descansar siguió nadando, siempre con laisla a su izquierda. Tras tanto esfuerzo no era extrañoque tuviese apetito así que persiguió un calamar al quepilló desprevenido y se lo comió antes de proseguir suviaje. Notó que estaba cambiando la dirección en la queavanzaba por el cambio en la posición del sol. Era ya elatardecer y calculó que estaba justamente en el ladocontrario de la isla. Descubrió una pequeña ensenada yentró por ella para subir a unas rocas de la orilla, yaque necesitaba reposar de nuevo antes de seguir el viaje.

- Bueno, -razonó-, la isla no es muy grande y se puedehacer el recorrido completo nadando sin prisas, aunquecasi toda la costa es bastante parecida a la que ya

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conocía. Dormiré aquí esta noche y mañana completarémi viaje de exploración.

Estaba ya cerrando los ojos cuando la alteró un ruidosordo que venía del mar. Y mirando en la crecienteoscuridad pudo ver la silueta de un barco, fondeado acierta distancia de la ensenada, con sus luces denavegación apagadas. Vio como del barco fondeadohabía salido una chalupa que se acercaba a la ensenaday era el origen del ruido que la sobresaltó. Se extrañó deque los hombres que ocupaban la chalupa fueran encompleto silencio. Eso hizo que desconfiara de aquellachalupa y que se ocultara con todo sigilo. La chalupallegó a un pequeño puerto natural en el fondo de laensenada y de ella desembarcaron varios hombres. Deinmediato la chalupa volvió al barco fondeado. Y en unsegundo viaje desembarcaron varios grandes bultos quelos hombres que estaban en tierra fueron colocando enuna zona más aplacerada algo apartada de la orilla.Denébola se asustó cuando vio que varios hombresencendían unas linternas que apenas alumbraban y lascolgaban de unos palos que habían clavado en el suelo.Tras ello procedieron a abrir los grandes bultos queestaban amontonados. Denébola no esperó más y sesumergió en el agua sin hacer el menor ruido. A pesar deque por la noche tenía un poco de miedo a la oscuridad,nadó a toda velocidad hacia su playa, al lugar dondeestaba su madre y toda la colonia de focas.

Estuvo nadando durante la noche y alcanzó su playamuy cansada, cuando en el horizonte empezaba aclarear el día. Pero no tenía tiempo para descansar.

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Buscó de inmediato a su madre y le contó su aventura.Pero Meissa apenas hizo caso y comentó:

- Probablemente esos hombres son unos turistas que hanvenido a descansar. No tengas miedo porque estamosseguras aquí. Esta isla forma parte de una Reserva de laNaturaleza en la que no está permitida la caza de focas.Por ello, aquí no pueden venir cazadores.

Denébola no se quedó satisfecha. Respondió a su madre:

- ¿Porqué si son turistas iban en silencio y tampocollevaban luces? Y las que encendieron apenasiluminaban. Parecía como si no quisieran que alguienviese luces u oyese ruidos. Parecían esconderse. ¿Y sifuesen cazadores furtivos?

Meissa contestó con un modo vago:

- No creo que sean furtivos, quizás son observadores dela naturaleza y no quisieron asustar a los animalitoscuando desembarcaron.

Y se fue a sus quehaceres sin prestar más atención aDenébola. La cual, muy inquieta, reflexionaba cómoenterarse de quiénes eran y lo que pretendían loshombres que habían desembarcado al otro lado de laisla.

Por la tarde, a pesar de su cansancio, nadó de nuevohasta la ensenada donde había visto a los hombresdesembarcar.

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Cuando llegó era ya noche cerrada y el cielo estabaencapotado. No se veía ni una estrella. Se acercó a laplaya y casi tropezó con la chalupa, que estabaamarrada y cubierta con una lona oscura. Subió concuidado por las rocas y se acercó muy despacio y ensilencio a dos tiendas con lonas de camuflaje que loshombres habían levantado y que apenas se podíandistinguir desde lejos. Una tienda estaba en completaoscuridad. De la otra salía un leve resplandor y a ella seacercó. Oyó el murmullo que hacían los hombres pero

aunque prestó mucha atención no pudo oír lo quesusurraban. No tenía más remedio que acercarse a lalona si quería enterarse de lo que decían. Al aproximarsecorría un gran peligro, pues si un hombre salía fuera,

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por cualquier razón, simplemente para pasear o respirarun poco de aire fresco, podía verla y dar la voz dealarma. Y una foca es muy torpe en tierra donde semueve con dificultad. Si la veían no podría huir hasta elagua que es donde las focas se desenvuelven con enormeagilidad. Para darse ánimos se decía:

-Soy muy intrépida, soy una foca muy intrépida que notiene miedo a nada.

Muy cerca ya de la tienda pudo oír retazos deconversación que no entendió y ya estaba desesperada ydeseando irse cuando escuchó con claridad decir a unhombre que por el tono parecía el jefe de todos ellos:

- Atención. Voy a repasar por última vez el plan ya queno quiero errores. Dentro de una hora saldremos ensilencio y con las linternas apagadas para atravesar apie la isla y llegar a la colonia de las focas antes de queamanezca. El barco y la chalupa saldrán después para noalertar a las focas con el ruido de los motores. Cuandolleguemos, matad con las porras al mayor número defocas que podáis y no dejéis escapar a ninguna que vayaherida. No quiero que haya sangre en el agua. Entoncesllegará nuestro barco al que trasladaremos con lachalupa las focas muertas. Y si salen bien las cosas, enmenos de dos horas podremos partir con nuestra carga;cuando llegue el guardacostas que hace la ronda devigilancia en la Reserva ya estaremos muy lejos.Desollaremos las focas durante el camino de regreso alcontinente. Allí nada más llegar, venderemos todas laspieles, pues conozco a un comerciante que las pagará sin

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preguntar nada. ¿Alguna observación?

Se hizo el silencio. Todos parecían conformes con elplan del jefe.

Denébola casi se desmayó al oír tan macabro plan.Pensó que debía regresar inmediatamente a la coloniapara avisar pero temía no llegar a tiempo. Tenía quenadar durante toda la noche y dudaba que pudiesellegar antes que los cazadores de focas.

Así, que muy despacio para no delatar su presencia, sedeslizó hasta las rocas. A punto de entrar en el aguatropezó con una piedra que cayó con estrépito al mar.Denébola se lanzó al agua. De inmediato se oyó un gritoque salía de debajo de la lona de la chalupa.

-¡Cuidado, tenemos espías por aquí!

El que gritaba era un marinero que aunque estaba deguardia en la chalupa se había dormido, y se despertósobresaltado cuando Denébola chapoteó en el agua.

Afortunadamente, Denébola no pudo ver a varioshombres armados con fusiles que llegaron corriendodesde las tiendas a la chalupa, prestos a dispararcontra el intruso. Si los hubiese visto, el terror quizásle hubiese impedido nadar con la determinación con laque lo hacía.

Tras varias horas de nadar sin descanso, Denébola llegóexhausta a la playa ocupada por la colonia de focas.

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- Deprisa, deprisa, todos arriba, despertad, que vienenunos cazadores furtivos y quieren matarnos- voceabacon fuerza yendo de un lado a otro de la playa.

En la colonia se formó un tremendo revuelo y Meissa sehizo cargo inmediatamente de la situación. Habló conlas madres y éstas llamaron a sus cachorros que ya erangrandes y podían nadar. En muy poco tiempo toda lacolonia entró en el mar y se alejó nadando. Desde el

agua vieron a la tenue luzdel amanecer las siluetasde los furtivos cuandollegaron a la playa. Al noencontrar ninguna foca sequedaron sorprendidos yluego se enfurecieron porno haber sospechado quealguien pudiera poner enguardia a las focas. Y lopeor para ellos llegó pocodespués, cuando aparecióel barco guardacostas quese aproximó cuando latripulación observófondeadas muy cerca de laisla a dos embarcaciones

sospechosas. Tras proceder a su identificación, en muypoco tiempo, todos los cazadores furtivos estabanpresos a bordo del barco de vigilancia.

Denébola recibió la felicitación de todas las focas quese habían salvado gracias a su intrépida acción de ir

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sola al campamento de los cazadores para enterarse desus planes.

Y Altair concluyó su cuento diciendo:

- Capitán, ahora seré yo quien ponga la moraleja alcuento: Quién por ser intrépido consigue un beneficiopara todos, tiene asegurado el agradecimiento general.

Y el capitán estuvo de acuerdo con la moraleja.

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El Estrella Polar del capitán Arturo navegabalentamente cuando un vigía avisó al contramaestrede un pequeño objeto flotando a la deriva. La orden

del contramaestre fue tajante:

- Izadlo a bordo inmediatamente.

Cuando el contramaestre tuvo en sus manos el objeto, se lollevó al capitán, que estaba descansando en su camarote.

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- Capitán, -dijo el contramaestre- hemos rescatado estodel mar donde flotaba a la deriva porque sabemos de supasión por coleccionar objetos extraños.

Y entregó al capitán una masa informe de algas ycirrípedos que ocultaban una botella.

- Esta botella debe llevar mucho tiempo en el agua por lagran cantidad de algas y animales que la cubren- dijo elcapitán, que quitó con cuidado todo lo que tenía adheridoel vidrio para dejar la botella a la vista. El vidrio era muyoscuro y el tapón estaba sellado con cera y lacre por loque no había entrado agua en la botella. La puso altrasluz y vio Arturo que dentro había algo enrollado.

Y mientras el contramaestre observaba, el capitán quitócon mucha cautela el tapón, limpió bien los restos delacre y cera y con unas largas pinzas logró sacar lo queresultó ser un pergamino muy bien enrollado.

Imaginaba el capitán que el pergamino por su largoencierro estaría muy quebradizo, y lo trató conmuchísima delicadeza hasta que logró desenrollarlo porcompleto. Y se llevó una sorpresa mayúscula cuandoobservó que el pergamino estaba ilustrado con dibujosen los márgenes y en su parte central, en apretadashileras, había un texto en latín, no muy extenso, con untítulo en grandes caracteres: De Septem fabula.

Aunque no era experto en pergaminos, el capitán supusoque algún artista medieval había sido el autor deaquella maravilla que tenía ante sus ojos. Recordando

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que en el colegio había sido un buen alumno y el latínfue una de sus asignaturas favoritas, se fue a su alacenay sacó el diccionario de latín.

Tradujo inmediatamente “De Septem fabula” por “Lafábula de Siete” -¿o quizás debería decir “La historia deSiete”? ¿O “El cuento de Siete”?-, reflexionó Arturo, quequedó muy intrigado y deseoso de traducir todo el texto.Se alegró especialmente porque aquella fábula leserviría para completar con un séptimo cuento elcuaderno de los cuentos fantásticos, ya que Altair sólole había podido contar seis. Se prometió el capitán queantes de llegar al próximo puerto tendría traducido eltexto latino. Así fue y a continuación se puede leer latraducción que hizo. Y conviene decir que el capitánnunca supo (aunque preguntó durante toda su vida alládonde paraba, e incluso visitó muchos monasterios ybibliotecas una vez retirado de su profesión), cuándo yquién escribió el pergamino, lo puso en una botella ytiró ésta al mar.

Esta es la traducción del texto según se lee en elcuaderno del capitán:

Siete era un número muy travieso y espabilado queestaba firmemente decidido a ser el más conocido yadmirado de todos los números. No se conformaba conser un número como cualquier otro, simplemente lasuma de cuatro y tres, o dos y cinco, sino que quería serun número con misterio, con magia, lleno de significadosocultos y que apareciese, cuantas más veces mejor, enhistorias, cuentos y leyendas. Cuando llegó a la edad de

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ir al colegio, en el camino siempre iba pensando en lascosas que debería hacer para que ese deseo suyo fueserealidad. En estas cavilaciones pasaba mucho tiempo, ya veces estaba tan distraído, que cuando la profesorale preguntaba en clase no era capaz de contestar. Perocomo era muy listo e inteligente, aprendía con rapidez.Muy pronto comenzó a leer y se pasaba horas y máshoras leyendo cuentos y escribiendo historias.Trascurrió el tiempo y Siete seguía pensando qué hacerpara llegar a ser un número misterioso, mágico,respetado y admirado de todos. Un buen día, despuésdel recreo en el colegio, se decidió a hablar de supropósito con sus buenos amigos Nueve y Tres y lespreguntó:

- ¿Qué debería hacer para ser conocido y admirado entodas partes? Quiero ser considerado un númeromágico, el mejor de todos los números, el másmisterioso, fascinante y asombroso de todos nosotros.

Nueve, que era listo y bonachón, le dijo:

- Puedes hacer bastantes cosas para conseguir tupropósito. Para empezar, yo buscaría a personas quetienen mucha influencia como son los historiadores,los escritores, los geógrafos y cartógrafos, losdescubridores, los arquitectos y los filósofos, paracontarles lo que quieres ser. Ten en cuenta que sonellos los que pueden ayudarte.

- ¿Y en concreto que debería decirles? -preguntó deinmediato Siete.

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- Pues eso mismo que nos has contado a nosotros –dijoTres que había seguido con gran interés la conversación-que quieres que te conozcan en toda partes para ser muycélebre y por tanto que hablen del siete en sus discursosy escriban del siete en sus libros.

- Ten en cuenta –dijo entonces Nueve- que ahora sólo teconocemos en el colegio tus amigos, y en tu casa tufamilia. Pero ¿te conocen fuera del pueblo o en otroslugares? Me parece que no y por eso te dice Tres que lescuentes a esas personas qué es lo que quieres. Y así, loshistoriadores buscarán y escribirán historias quetengan que ver con el siete; y no te digo nada de lovalioso que te será hablar con escritores, especialmentecon los que escriben para niños, que pueden escribircuentos en los que aparezca el siete como un númeromágico.

Siete se quedó pensativo.

-Me parece buena idea- dijo al cabo de un rato – perotendré que viajar por todo el mundo y hablar con tantagente que me cansaré y no sé si seré capaz de seguircon ello.

-¡Ánimo Siete, estoy seguro que serás capaz! - le dijoNueve-. Dentro de unos años estarás presente en loslibros de las bibliotecas de todo el mundo. Y en todosesos libros se hablará con curiosidad, respeto yadmiración del siete. Y cuando eso suceda, podrás volveral pueblo, donde te estaremos esperando para que noscuentes tus aventuras.

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- Os prometo volver triunfante - dijo con firmezaSiete, que ya había tomado su decisión.

A la mañana siguiente, cuando aún no había salido elsol, Siete, provisto de una pequeña mochila en la quellevaba sus escasas pertenencias, se puso en caminotras despedirse de sus padres que le vieron partir conuna mezcla de alegría y tristeza; alegría por tener unhijo tan decidido a triunfar en un asunto queconsideraba de gran alcance y tristeza al pensar enlos peligros a los que su aventura podría llevarle.

A los pocos días, Siete llegó a Grecia. Estabaobsesionado con conocer a un historiador. Ypreguntando aquí y allá supo que el historiador demás renombre en aquellos tiempos se llamabaHeródoto así que decidió ir a su encuentro parahablar con él. Pero se encontró con una grandificultad: Heródoto para informarse de las cosasque ocurrían en el mundo y escribir de ellas, nocesaba de viajar de un lado a otro y era casiimposible saber por anticipado donde pararía cadadía, semana o mes. Sin embargo, como Siete era muytenaz, no se asustó de la nueva dificultad y fuevisitando las ciudades y rutas del Mediterráneo quefrecuentaba el historiador con la esperanza deencontrarle aunque fuese por casualidad. Así pasócasi un año, viajando de un lugar a otro. Al fin, undía y cuando Siete se encontraba en Atenas, vio avarias personas reunidas alrededor de un hombrealto, con barbas, quién contaba su último viaje en elque tuvo un encuentro con piratas antes de llegar al

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puerto. Se acercó Siete al grupo y preguntó quién era elhombre alto. Le dijeron:

-Se llama Heródoto y es un conocido historiador ygeógrafo.

Muy contento, Siete esperó a que todos los del grupo sefueran a sus casas y siguió al historiador cuandocaminaba hacia una posada para alojarse y descansar.Heródoto notó enseguida que alguien le seguía yvolviéndose preguntó a Siete:

- ¿Qué quieres?

Siete contestó:

- Usted perdone, señor, me llamo Siete, y quiero pedirlepor favor que hable de mi en sus libros. Ya me heenterado que usted es un hombre insigne, muy respetado,que escribe de historia y geografía. Así cuando la gentelea sus libros me conocerán y seré admirado.

A Heródoto le hizo gracia la petición y el desparpajo delmuchacho y le contestó:

- ¿Y qué puedo hablar o decir exactamente de ti?

Pues por ejemplo, -contestó Siete- usted que viaja muchopor todo el mundo y lo conoce muy bien ¿porqué no hacememoria de los edificios y obras que le han llamado laatención en sus viajes? Los apunta en un pergamino, eligede entre ellos siete, los que le hayan parecido realmente

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majestuosos y escribe un libro describiéndolos. Ustedtitula ese libro como “Las Siete Maravillas del Mundo” yya está: la gente asociará el siete con lo más admirable ymagnífico que hay en el mundo.

- No está nada mal la idea, chico, me ha gustado y te diréque ahora mismo me pondré manos a la obra- contestóel historiador, que continuó:

- He visto en mis viajes tantos templos, estatuas,palacios, jardines, plazas y puertos que no tendrédificultades para elegir “siete maravillas”. Ven a vermemañana a primera hora y te leeré la relación queprepararé esta tarde.

Siete se despidió muy contento y para pasar la tarde sefue al puerto a ver como los niños se bañaban en el martirándose desde el muelle al agua.

Al día siguiente, Siete se levantó al alba, cuando losgallos empezaban a cantar, y se encaminó a la posada deHeródoto. El historiador le estaba esperando y le sonriómuy contento.

-Buenos días señor historiador – saludó Sieteeducadamente- ¿descansó usted bien?

-Hola Siete, descansé muy bien, gracias- contestó elhistoriador. -¿Sabes que pasé toda la tarde de ayer ygran parte de la noche escribiendo la relación de lasmaravillas que he visto en mis viajes y me ha sido muydifícil elegir solamente siete? Pues he visto muchísimas

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obras del genio humano dignas de figurar en talrelación. Pero, en fin, aquí en este pergamino estándescritas las Siete Maravillas del Mundo que me pediste.Como ya sabes leer, tú mismo puedes ver cuales son esassiete maravillas que he elegido.

Siete empezó a leer:

“Esta es la relación de las Siete Maravillas del Mundoque he visto y de las que yo, Heródoto, historiador ygeógrafo, doy fe. Escribo esta relación para que en elfuturo se perpetúe su recuerdo”.

Continuó leyendo Siete:

“ Maravilla número 1: La Gran Pirámide de Gizé, enEgipto”“ Maravilla número 2: Los Jardines Colgantes deBabilonia”“ Maravilla número 3: El Templo de la diosa Artemisa, enÉfeso”“ Maravilla número 4: La estatua de Zeus, en la ciudadde Olimpia”“ Maravilla número 5: El sepulcro de Mausolo (Mausoleo)en la ciudad de Halicarnaso”“ Maravilla número 6: El coloso de Rodas, a la entradadel puerto de esa isla”“ Maravilla número 7: El faro de Alejandría, que iluminaa los barcos que llegan a esa ciudad”

En el pergamino se describía con todo detalle la historiade cada una de esas maravillas, quiénes las hicieron y los

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materiales que emplearon, así como los años en que seconstruyeron.

Siete quedó muy satisfecho.

-Ahora-, pensó, -ya he entrado en la historia-. Y cuando sedespedía de Heródoto,éste le advirtió:

- Aguarda unmomento que tecontaré algunah i s t o r i ainteresante yen la que figurael siete. Atiende.Supongo que yasabes que en Greciaapreciamos porencima de todaslas cosas lasabiduría, comocamino hacia laperfección. Ypor ello hacetiempo que se habla ycomenta entre nosotros,quiénes son losmayores y más ilustressabios de estas tierras.¿Y sabes lo que hemos decidido tras muchas discusiones? Que lossabios de Grecia son siete. Cuando tengas más tiempo te hablaré

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y contaré cosas de cada uno de ellos-. Y ahora- continuóHeródoto- te contaré una leyenda sobre un jardínmaravilloso con unos árboles en los que crecen manzanasdoradas. Según dicen, este jardín se encuentra en unaremota región y está al cuidado de siete ninfas que... .

- Alto, alto, antes de que siga con su leyenda dígame quéson las ninfas- preguntó impaciente Siete.

- Ah! Las ninfas. Las ninfas son como hadas, que habitanlas aguas, los bosques y las selvas. Pues bien, como tedecía, ese jardín está cuidado por siete ninfas que sellaman Hespérides y hay además un dragón que vigilapara que nadie pueda robar las manzanas doradas.

Cuando Siete escuchó lo de los “siete sabios” sintió granorgullo, pero cuando oyó lo de las “siete Hespérides” yano pudo aguantar más su impaciencia y despidiéndoseapresuradamente salió corriendo para tomar de nuevo elcamino que le conduciría a nuevas aventuras.

Al caer la tarde se encontró con un peregrino que ibacaminando muy tranquilo. Siete se puso a su lado y lepreguntó si no tendría inconveniente en que leacompañase, ya que llegaba la noche y no quería pasarlasolo en mitad del campo.

El peregrino le dijo que como ya estaba anocheciendo,iba a buscar un sitio adecuado para dormir esa noche.Siete le acompañó y tras encontrar un buen abrigo entrelas rocas de un prado por el cual pasaba un arroyuelode aguas claras, echaron al suelo sus mantas y se

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tendieron para descansar. Estuvieron charlando largorato hasta que fueron apareciendo las estrellas. Sietele confesó al peregrino el motivo de su viaje y elperegrino le dijo:

- Has tenido suerte al encontrarte conmigo puesto quesoy astrónomo, filósofo y lector de la Biblia. Por ellote ilustraré algo más sobre el siete. Ahora mira alfirmamento. ¿Ves ese grupo de estrellas que forma casiun cuadrado y tiene delante una vara alargada? Es laconstelación Osa Mayor y si cuentas las estrellas

comprobarás que son siete las que se ven a simplevista.

Siete quedó sorprendido. Preguntó: -¿Tienen nombresesas estrellas?

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- Pues claro- contestó el astrónomo, -todas las estrellastienen nombre y cada una tiene su propia historia quesi tuviéramos más tiempo te contaría. Y si miras allá, aesa especie de nubecilla luminosa, verás que también sedistinguen siete estrellas. Se las conoce como LasPléyades o Las Siete Hermanas, y tienen una historia delo más notable. Pero ahora debes dormir que mañananos espera un largo camino durante el cual te irécontando más cosas sobre el siete.

Y dicho esto, el peregrino se cubrió la cara con un picode la manta y se quedó dormido profundamente.

Al día siguiente, al abrir los ojos, Siete observó alperegrino que estaba lavándose en el arroyo. A su ladotenía un grueso libro en cuyo lomo podía leerse lapalabra “Biblia”. El peregrino después de su aseo, sacóqueso y nueces de una bolsa que tenía y ofreció un pocode su frugal desayuno a Siete. Cuando hubieronterminado se pusieron en camino.

Al poco tiempo de estar caminando el peregrino le dijoa Siete:

- Te voy a hablar un poco del siete. Según nos dice elGénesis, cuando Dios creó el mundo, bendijo el díaséptimo porque en él descansó de su obra creadora; poreso, el día santo de la semana es el día de descanso. Estamisma mañana he leído un pasaje de la Biblia en el quese habla de los “siete hermanos Macabeos”. Y en otropasaje se dice que se debe perdonar “siete veces” y hasta“setenta veces siete”. También hay una historia muy

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interesante de José que era un hebreo que estaba presoen Egipto. El Faraón de Egipto tuvo un sueño en el queaparecían “siete vacas gordas” y “siete vacas flacas” yluego “siete espigas llenas” y “siete espigas vacías”.Nadie supo interpretar el sueño hasta que llamaron aJosé el cual dijo que según ese sueño habría “siete añosde abundancia” y tras ellos “siete años de escasez”. Ymás cosas del siete. Ya sabrás que hubo un gran Diluvioy que Noé, su familia y todos los animales se salvarondentro de un Arca. Pues bien, Noé, cuando acabó dellover, para comprobar si las aguas se habían retirado,desde el Arca soltó una paloma, que regresóinmediatamente porque no encontró nada seco paraposarse; Noé esperó “siete días” y volvió a soltar lapaloma, que regresó con una ramita de olivo en el pico.Esperó otros “siete días” y la soltó de nuevo pero ya noregresó. Ahora no tengo tiempo para explicarte máscosas, pero si buscas en la Biblia, verás que el sieteaparece muchísimas veces. Por eso, a mí me parececierto que el siete es un número sagrado.

El poco rato, el cielo se fue llenando de nubes oscurasy amenazadoras. Parecía que la tormenta no tardaríaen descargar. Y en efecto, al poco rato, densas cortinasde agua se derramaban sobre los caminantes, mientrasel viento soplaba con fuerza y apenas les dejabaavanzar.

Afortunadamente, duró poco el aguacero y cuando denuevo salió el sol, vieron un hermoso y enorme arcoiris que llenaba el cielo de parte a parte. El peregrinodijo a Siete:

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- Cuenta los colores del arco iris.

Siete contó y dijo estupefacto: - Son siete los colores yvan en este orden: rojo, naranja, amarillo, verde, azul,añil y violeta. Me parece que el siete es aún másportentoso de lo que yo pensaba.

Llegaban a una bifurcación del camino y el peregrino dijo:

- Me has contado que buscas a un escritor que escribacuentos para niños. Pues bien, por ese camino de laderecha irás a París donde puedes buscar a un talCharles Perrault que se dedica a eso. Yo tomo este otrocamino ya que voy en dirección opuesta.

Y sin más palabras se perdió en la distancia.

Siete llegó poco tiempo después a París. Durante variosdías anduvo buscando al señor Perrault hasta que unamañana preguntando en una librería en donde vendíancuentos de hadas y princesas le dieron la dirección de sucasa. Por la tarde fue a visitarle y aunque se anunció alseñor Perrault, éste le hizo saber por medio de unacriada que estaba muy ocupado escribiendo un cuentoque debía entregar al día siguiente y no podía perder eltiempo con visitantes. Siete, muy triste, desde la calleveía muy bien la ventana de la sala donde a la luz deuna vela sobre la mesa, estaba el señor Perraultescribiendo con una hermosa pluma de ganso quemojaba en un enorme tintero.

- Seguro que está haciendo un cuento en el que si me

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dejara entrar y hablar con él podría escribir el sietemuchas veces- se lamentaba Siete- ¿Qué haré parahablarle?

Pasaron lentas las horas. Siete no se movía de su sitiocuando vio que el señor Perrault se frotaba las manos,apagaba la vela y salía de la habitación.

- Esta es la mía – se dijo Siete- Y ni corto ni perezoso,se acercó a la ventana, empujó un poco la hoja y se colóde un salto en la estancia. Había luna llena y Siete quetenía buena vista pudo leer sin dificultad el manuscritoque había preparado el señor Perrault. En el primerfolio y en letras muy grandes se leía: “El Cuento dePulgarcito”.

Pasó la hoja y leyó el cuento. Era muy interesante.Trataba de un leñador muy pobre que tenía cinco hijos,el último tan pequeño como un dedo pulgar y de ahí elnombre de Pulgarcito; también había un ogro que comíaniños y que tenía cinco hijas y además usaba unas botasque daban pasos de cuatro leguas. Siete pensóinmediatamente en su buena suerte: podía cambiar en elmanuscrito todos los números por el siete y ni corto noperezoso cogió la pluma de ganso, la mojó en la tinta yencima de donde ponía cinco puso “siete”, y donde poníacuatro puso “siete” y de esta manera cambió todos losnúmeros del cuento del señor Perrault.

- Ahora está mejor y espero que el señor Perrault noadvierta el cambio- pensó Siete, que muy satisfecho de suhazaña, salió de nuevo por la ventana y aguardó escondido.

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Al fin llegó la mañana y pudo ver a la escasaclaridad del día al señor Perrault entrar en lahabitación, encender la vela y ponerse a leer elcuento. De vez en cuando veía que el escritorponía cara de sorpresa -claro- pensó Siete -ahoraha visto que hay “siete hijos” y “siete hijas” o quelas botas dan pasos de “siete leguas” y no lorecuerda así.

Siete acertaba en eso pero no en la reacción dePerrault, el cual al principio estaba sorprendido - noentiendo como aparecen “siete hijos” y “siete hijas”cuando yo había puesto cinco y “siete leguas” cuandohabía puesto cuatro, pero ahora me parece que consiete queda perfecto- y al llegar al final del cuentoestaba muy satisfecho del resultado de los cambios.

- No sé quién habrá sido el autor de estos cambios, -decía en voz alta- pero el cuento ha mejorado ya queel siete es un número más sugerente que el cuatro oel cinco. Quizás esta noche ha venido una de lashadas de mis relatos para ayudarme a perfeccionarEl Cuento de Pulgarcito.

Y el señor Perrault reía alborozado como unchiquillo travieso y Siete aunque no sabía de qué sereía, como lo veía muy alegre, también se puso a reír.

- Si se está riendo es que le han gustado mucho loscambios, -decía Siete- de eso no cabe duda.

Siete estaba inmensamente feliz.

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- Ahora sí que seré conocido- decía-. Estoy seguro queeste cuento de Pulgarcito perdurará muchísimos añosy pasará de padres a hijos durante generaciones.

Y como el señor Perrault tenía prisa, ya que a lasnueve de la mañana le había citado el dueño de laimprenta para que entregase el manuscrito, apagó lavela soplando con fuerza la llama y cogiendo suabrigo, el sombrero y el bastón salió de la casacamino de la imprenta con el cartapacio delmanuscrito bajo el brazo.

Siete le vio marchar muy alegre por lo que pensórepetir suerte con otros escritores de cuentos. Lehabían dicho en la posada, que en Cassel, una ciudadde Alemania, vivían los hermanos Grimm queestaban escribiendo una colección de cuentos en losque aparecían hadas, princesas, madrastrasmalvadas, reyes, príncipes, y muchos personajes más.Uno de los cuentos que estaban escribiendo setitulaba ”Blancanieves y los seis enanitos”.

Al cabo de unos cuantos días de estar en Cassel, ytras varias tentativas, Siete pudo hablar con elmayor de los hermanos al que preguntó:

- Señor Grimm, ¿porqué en vez de seis enanitos enel cuento de Blancanieves que está terminando nopone usted siete? El siete es un número mágico ymaravilloso, fíjese, hay siete colores en el arcoiris, y siete sabios en Grecia y siete estrellasprincipales en...

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El señor Grimm le interrumpió sonriendo y contestó:

- Y también son siete las notas musicales y siete los díasde la semana. En fin, me has convencido, chico, yaumentaremos los enanitos en el cuento de Blancanievesde seis a siete. Solo tenemos un pequeño problema y esque los seis ya tienen nombre; son Gruñón, Tímido,Perezoso, Mocoso, Mudito y Dormilón, y ahoratendremos que buscar un nombre para el séptimoenanito.

- Eso no es problema –contestó con rapidez Siete- yoestoy tan feliz que el séptimo enanito se puede llamarFeliz.

El señor Grimm asintió diciendo:

- De acuerdo, le pondremos ese nombre que has dicho-.Y se despidió de Siete que se marchó contentísimo,cantando “Ai ho, ai ho, al campo a descansar...”.

Siete consideró que todavía debía hacer algo más antesde regresar a su pueblo. Un día que iba caminando cercade la orilla de un río que se llama Tíber se encontró conun joven pensativo que contemplaba el paisaje.

Se acercó Siete y le habló:

- Hola me llamo Siete y te veo pensativo ¿puedoayudarte en algo?

El joven se volvió a Siete y contestó:

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- Hola, me llamo Rómulo y estoy buscando un buen sitiopara fundar una ciudad. Quiero que en esa ciudad viva lagente que ahora está viviendo pobremente en chozas ycabañas en los campos. Estoy dudando entre hacer laciudad aquí mismo, en este terreno llano, cerca de la orilladel mar, o hacerla aguas arriba del Tíber, donde hay vallesy colinas. Hay un sitio que me gusta mucho también,aunque no es tan llano, pues hay siete colinas que....

Siete no le dejó continuar. Dijo lleno de alegría:

- No lo pienses más, Rómulo. Debes construir tu ciudaden el lugar de las “siete colinas”. Incluso le podrás ponertu nombre a la ciudad que fundes, quedará muy bien;bueno, como “ciudad” es femenino, en vez de Rómulotendrás que llamarla “Rómula”,... oh! No, no ... Rómulano me gusta, pero si quitas dos letras queda “Roma” quees un nombre corto y sonoro muy apropiado para tuciudad, muy fácil de recordar ¿qué te parece mi idea?Estoy convencido de que llegará a ser una ciudad muy,pero que muy célebre.

Rómulo miró a Siete con admiración:

- Santo cielo, que idea tan extraordinaria, me voy ahoramismo a las siete colinas para soñar desde lo alto de unade ellas cómo será mi futura ciudad. ¿Me acompañas?

Siete acompañó a Rómulo y subieron a una de las sietecolinas, la que Rómulo dijo que se llamaba “Palatina” ydesde allí contemplaron las otras colinas y se imaginaroncomo cambiaría el paisaje cuando sobre las siete colinas

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se construyeran palacios, templos, circos, coliseos,mercados, termas, se trazaran sus avenidas y plazas yvivieran allí miles de personas. Siete se despidió deRómulo que seguía soñando su ciudad de Roma.

Pero a Siete todavía le parecían pocas tantas aventuras yquería tener alguna más antes de regresar a su pueblopara contar sus hazañas. Se encontró con unos mercaderesque habían llegado al puerto y les preguntó por todo loque supiesen del número siete. Uno de los comerciantes leestuvo hablando durante la tarde entera de las maravillasdel mar y le dijo que un cartógrafo llamado Piri Reis habíapreparado una lista de los “siete mares” que se conocíanpor aquella época y en los que navegaban ellos con susbarcos llevando de unos puertos a otros aceite, trigo, vino,sal, telas, cerámicas, perfumes y minerales. Según le dijoel comerciante, esos siete mares eran el océano Atlántico,el mar Mediterráneo, el mar Rojo, el mar de Omán, elgolfo Pérsico, el golfo de Bengala, y el mar del sur de laChina. Siete quedó muy impresionado por los relatos delmar y más aún cuando uno de los mercaderes, que parecíael jefe de todos ellos, sacó de sus alforjas un voluminosolibro bastante usado y pidió a todos que se callaran.Entonces con voz grave leyó en voz alta el título del libro:Las Mil y Una Noches.

- Y ahora -dijo- os voy a leer las fantásticas aventurasde Simbad el Marino.

Y todos escucharon con suma atención y respeto lasaventuras de Simbad el Marino, el cual tuvo queembarcarse “siete veces” para hacer “siete viajes”.

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Al terminar la lectura se hizo de noche. El jefe de losmercaderes le preguntó a Siete si quería acompañarlesen su próximo viaje ya que tenía un destino especial.

- Salimos mañana de viaje a llevar mercancías a las islasAfortunadas, que son siete hermosas islas en el océanoAtlántico y que también se conocen con el nombre deislas Canarias.

Siete que era muy educado, le contestó agradeciéndole elofrecimiento y todas las historias que los mercaderes lehabían contado. Y añadió que como ya había cumplidoel propósito de sus viajes y hacía mucho tiempo quefaltaba de su casa, quería regresar. Así que se despidióde los mercaderes para retornar a su pueblo.

Y mientras caminaba iba pensando en los siete días dela semana, en los siete colores del arco iris, en las sietenotas musicales, en las siete maravillas del mundoantiguo, en los siete enanitos de Blancanieves, en lossiete viajes de Simbad el Marino, en las botas de sieteleguas, en los siete sabios de Grecia, en los siete días dela Creación, y en tantas y tantas otras cosas, enleyendas, historias y narraciones en las que el sieteocupaba un lugar de honor.

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Fin de los

Siete Cuentos

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Los Personajes de los cuentos

Hola querido lector. Ya has terminado de leer loscuentos y quizás te hayan llamado la atención losnombres de los personajes. Te diré que elegí nombresque tuviesen carácter simbólico y para ello nada mejorque las estrellas, ya que los nombres de algunas de ellasestán relaciondas con mitos y leyendas referidos al mar,a la navegación, a los animales, a su modo de vida o asu comportamiento y pueden ser un símbolo apropiadoa la historia narrada en el cuento. Ahora tienes ocasiónde saber el porqué elegí esos nombres y ello puede hacerque también se despierte tu interés por la astronomía.

Todos los cuentos los narra un náufrago, llamado Altair,a Arturo, capitán del barco Estrella Polar. Altairsignifica “Águila”, animal de vuelo majestuoso, que seeleva con decisión, como hizo Altair tras su naufragio,elevarse por encima de sus dificultades. A Altair lecontó los cuentos un anciano esquimal llamado Nunki,nombre de origen babilónico que identifica a “Laestrella que proclama el mar”. Y el nombre elegido parael barco recuerda que los árabes llamaron a la estrellaPolar -que tuvo enorme importancia en la navegación-Al Kutb, “El eje”; en los cuentos, el barco es el eje sobreel que se construye la narración. Por su parte, Arturosignifica “El que guarda osos”, o pastor de osos, lo quele identifica como un “capitán” de rebaño.

En el cuento de la ballena agadecida, el nombre delarponero no podía ser otro que Orión, la hermosa

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constelación de invierno. Orión significa “El cazador” yun arponero es un cazador de ballenas. Mintaka es una estrella del “Cinturón de Orión” formado por tresestrellas; de ahí que por tener tres manchas en lacabeza, la mamá ballena, Bellatrix, bautizó a su hijacomo Mintaka. Bellatrix, significa “Mujer guerrera”; suardor guerrero la salvó de la caza. El abuelo de Mintakase llama Aldebarán, que quiere decir “El seguidor”, puesun abuelo suele ser mayor y va siguiendo con dificultada sus nietos.

En el cuento de la nutria, ya que las nutrias “caen” o“planean” hasta el fondo cuando buscan su alimento, laprotagonista del cuento se llama Vega que significa“Águila planeando” o “Que cae”; el perro se llamaProción, que significa “Antes del perro”, y la nutria quepudo escapar de los cazadores por perder su cola sellama Deneb que significa precisamente “La cola”,mientras que la tímida Capella, que significa “Cabrita”,recibió su nombre porque las cabritas son muyasustadizas. La madre nutria recibió el nombre deGemma (“la que brilla en el centro”) porque una madrees el “centro” u origen de cualquier ser viviente.

Diadema es el nombre de la tortuga ¿y no es acaso unatortuga como una joya en el mar? Mirzam, que significa“El anunciante”, recibió su nombre porque “anunció” asu compadre Sirio el peligro de morder el pez que estabaensartado en el anzuelo del palangre. Y el tiburón, Sirio,cuyo significado es “cruel” o “abrasador” recibió sunombre en recuerdo de sus fortísimos jugos digestivos,que “abrasan” a sus presas.

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¿Y como no nombrar a la sirena como Spica, estrella queen árabe se llama Azimech que significa “La indefensa”?Los manatíes son entre los animales marinos los máspacíficos e indefensos de todos.

En el cuento de la foca, Denébola, que significa “Cola deleón”, recibió su nombre porque las focas en el mar semueven continuamente, como las colas de los leones. Yel delfín recibió el nombre de Hamal, que significa“Carnero”, por ser asimismo un animal muy fuerte yrobusto.

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