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    Revis ta Ibe roamer icana. Vol. LXVI, Nm. 193, Octubre-Diciembre 2000, 815-819

    LA CUESTIN DEL GNERO:PROPUESTAS OLVIDADAS Y DESAFOS CRTICOS

    POR

    SYLVIA MOLLOYNew York University

    Al comienzo de los Viajes de Sarmiento hay una escena que siempre me ha intrigado.

    Sarmiento, se recordar, en 1845 emprende un viaje desde Chile, donde se ha exiliado,rumbo a Europa. Se trata de un viaje principalmente utilitario el gobierno de Montt loenva en misin oficial para estudiar mtodos de educacin europeos pero este objetivo

    pasa rpidamente a segundo lugar. El viaje de Sarmiento es menos viaje de documentacinque viaje ilustrado, de instruccin personal, viaje civilizador, semejante, en ese sentido, ala ejemplarEducacin de Henry Adams de su vecino del norte: es un viaje en el que eleducando americano se ilustra en Europa a la vez que, como representante de estas tierraslejanas (6),educa a Europa acerca de su regin. Pero no es mi propsito aqu hablar del viaje(aunque, para usar un trmino sobre el cual volver a menudo, me divertira hacerlo) sinoexaminar, como he dicho, un episodio cerca del comienzo a partir del cual propondralgunas reflexiones.

    El relato se inicia con un prlogo en el que Sarmiento, con alguna impaciencia, discuteel gnero de su texto (entiendo aqu gnero literario), consciente de que el viaje escrito correel riesgo de contaminarse de ficcin a punto de no saberse si lo que se lee es una novela

    caprichosa o un viaje real (3). Digo con alguna impaciencia, ya que Sarmiento aqu (comoen todo lo que escribe) reclama para su escritura una veracidad y una utilidad patriticas (lostrminos apenas difieren) que mal acomoda el capricho, las ficciones de la fantasa (6) queexceden y acaso cuestionan esa escritura servicialpro patria: escribir es hacer nacin, nodivertirse. Y sin embargo es por una de esas diversiones entiendo el trmino literalmente,como un desvo que comienza su viaje.

    En su primera carta de viaje narra Sarmiento cmo, poco despus de zarpar deValparaso, un porfiado viento (11) saca a la Enriqueta de su curso llevndola alarchipilago de Juan Fernndez donde queda, presa de una calma de cuatro das, bogando

    junto a una de las islas,Ms-afuera. Los viajeros deciden acercarse en botes y pasar el daen tierra pero, calculando mal las distancias, llegan a la costa al crepsculo. El paseo se tornaaventura inslita, suministrndonos sensaciones para las que no estbamos apercibidos(11). Gritos humanos, acaso de desertores de buques u otros individuos sospechosos (12),revelan a los viajeros que no slo perros o cerdos salvajes pueblan la isla. Cuatro nufragos

    norteamericanos reciben a los viajeros con gozo, pues hace ms de dos aos no hablan connadie. Encantado con este encuentro que confirma, con creces, su lectura del Robinson

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    Crusoe de Defoe, Sarmiento describe esta pequea comunidad idlica con lujo de detalle.Participa en las actividades de aquella pastoral (14), narra comidas y varoniles cacerascompartidas, se confiesa chambn en comparacin con los otros (l es hombre de letras, node armas) y alaba la sabia productividad de esta minisociedad como contrapartida utpicade la desordenada sociedad argentina de la cual ha sido exiliado. Estos cuatro hombres,anota Sarmiento, viven felices para su condicin(21). Pero inmediatamente aade uncurioso comentario: Para que aquella incompleta sociedad no desmintiese la fragilidadhumana, estaba dividida entre s por feudos domsticos, cuya causa no quisimos conocer,tal fue la pena que nos caus ver a estos infelices separados del resto de los hombres,habitando dos cabaas a seis pasos la una de la otra, y sin embargo, malquerindose yenemistados! Est visto: la discordia es una condicin de nuestra existencia, aunque no hayagobierno ni mujeres (21, nfasis mo). Digo curioso comentario porque Sarmiento,normalmente tan locuaz, tan deseoso de conocer todas las causas, tan afecto a exigir

    explicaciones cuando no a inventarlas, en una palabra, tan preguntn, en este caso seabstiene de indagar, de interpretar, guarda silencio: cuya causa no quisimos conocer. Estellamativo silencio se corresponde notablemente con la locuacidad excesiva de uno de loshabitantes de esta pequea comunidad, locuacidad que visiblemente irrita a Sarmiento: A

    propsito de preguntas, este Williams nos explot a su salvo desde el momento de nuestroarribo hasta que nos despedimos. [...] Williams [...] se apoder de nosotros y se lo habltodo, no dir ya con la locuacidad voluble de una mujer, lo que no es siempre bien dicho,

    pues hay algunas que saben callar, sino ms bien con la petulancia de un peluquero francsque conoce el arte y lo practica en artiste (22, nfasis mo). El episodio concluye con la

    partida de Sarmiento y los suyos. Slo uno de los hombres, un joven de dieciocho aos,solicita la extradicin y opta por regresar con ellos; los otros tres, de nuevo sin que se sepa

    por qu o acaso sin que se quiera saber por qu, eligen quedarse.Resumo este notable incidente. Hay cuatro hombres en la isla que viven en dos cabaas

    en una economa domstica echada a perder por la discordia. La discordia, segn Sarmiento,

    es cosa de gobiernos o de mujeres, pero aqu no hay gobierno y sobre todo no hay mujeres:hay hombres. La situacin parece inspirarle a Sarmiento una nica reaccin posible: el nopreguntar acerca de la causa de esa discordia, el no querer conocer. Pero uno de esoshombres es particularmente irritante porque no respeta el silencio, habla demasiado, comouna mujer. O mejor (para no hablar mal de las mujeres, dice Sarmiento), como un peluquerofrancs artstico. La lnea entre el silencio (del observador) y la volubilidad (delobservado) se ve cruzada, cuestionada, poralgo: ese algo es, precisamente, lo que no sequiere conocer (conocer la causa de la discordia conlleva el riesgo de conocer la norma deconcordia vigente) y ese algo se manifiesta, insistentemente, a travs del gnero (aqu noliterario sino sexual). Esa manifestacin a travs del gnero excede el binarismo ladiscordia es de mujeres pero aqu no hay mujeres, Williams habla tanto que parece una mujer

    pero no es una mujer para culminar en una representacin caricatural: el peluquerofrancs afectado, cifra abyecta de lo otro, de un afeminamiento que tampoco se quiereconocer pero que se intuye suficientemente para ridiculizarlo.

    Por qu me detengo tanto en este relato al punto que le he dedicado ms de la mitadde una exposicin que lleva por ttulo La cuestin del gnero? Intento responder: porqueme parece emblemtico de un tipo de lectura en Hispanoamrica que consiste en no querer

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    conocer, como Sarmiento, planteos de gnero, sobre todo cuando ilumina, es decir vuelvereconocibles, sexualidades que hacen entrar en crisis representaciones de gneroconvencionales, cuestionando su binarismo utilitario; un tipo de lectura que perpetuamentedesplaza el debate sobre el gnero y sobre la crisis de representacin del gnero alms afuerade los proyectos de cultura nacional. Previsiblemente, en el caso de Sarmiento, despus deeste incidente de Juan Fernndez,1 se vuelve a la va recta del viaje latinoamericano aEuropa. La nocin de que el desvo queda fuera de la reflexin provechosa, en el ms afuerade la nacin, se confirma en el juicio de Antonino Aberastin, corresponsal de Sarmiento.Aberastin opina que [la] carta de la Isla de Ms-afuera no vale gran cosa y aconseja aSarmiento que en adelante escriba sobre cosas tiles, prcticas, aplicables a la Amrica(98, nfasis mo).

    Tradicionalmente el gnero como categora de anlisis no ha gozado de la atencin nidel respeto de la crtica latinoamericana. Baste leer las opiniones, sintomticamente

    burlonas, de un reputado crtico, publicadas no hace mucho enEl Pasde Madrid yExclsiorde Mxico, para darse cuenta de que la desconfianza y el desprestigio perduran aun en suforma ms burda.2 El gnero, en Amrica Latina, sigue vindose como categora crtica nodel todo legtima, hasta abyecta, a menudo postergada cuando no subordinada a categorasconsideradas ms urgentes. Es cierto que desde hace aos se viene corrigiendo esadesconfianza y esa desatencin: la abundancia de trabajos sobre gnero en este mismocongreso atestiguan ese esfuerzo crtico, explorando propuestas olvidadas y detenindoseen los bordes de los planteos de gnero, en esos puntos de crisis donde las disidenciassexuales cuestionan las propuestas hegemnicas. Pero no es menos cierto y la composicinmayormente unignere de los debates de gnero en Amrica Latina lo atestigua quesubsiste una enorme resistencia, impermeabilidad ms bien, por parte de ciertos sectores dela crtica, ante el gnero como categora de anlisis terico.

    Pero el riesgo que corren los trabajos sobre el gnero como muchos trabajos sobreotras categoras excluidas de los relatos maestros nacionales en Amrica Latina: las

    categoras de raza o de clase seran otras es armar, a partir de la categora excluida, uncontrarrelato que se autoabastece. No pocos crticos, acaso yo misma, hemos cedido a esatentacin. El gesto lleva, o puede llevar, a resultados contraproducentes, es decir, a nuevosrelatos si no maestros, mini maestros, a nuevas categoras estancas. Creo que esto se debe,en buena medida, a un intento (loable y por otra parte necesario) de recuperacin histrica:se intenta dar nueva vigencia a textos olvidados, marginados, mezquinamente ledos

    pongamos por caso literatura escrita por mujeres, para proponer con ellos y a partir deellos lecturas nuevas y desestabilizar, desde la orilla, perspectivas hegemnicas. Y esnatural, aun lgico, armar con esos textos olvidados conjuntos inquisidores, cnonesalternativos; pero es fcil naturalizar esas nuevas construcciones al punto que parezcan tancentrales como los mismos conjuntos que se busca desestabilizar, olvidando que son

    1 Para una lectura alegrica de este incidente, ver Mary Louise Pratt (190-191). Pratt comenta losaspectos utpicos de esta comunidad cuya naturaleza homosocial observa al pasar al describirla comoun paraso masculinista.2 Julio Ortega, Carta de Chicago, Exclsior, Mxico, 16 de enero del 2000, y El espaol enChicago,El Pas, Madrid, 25 de enero del 2000.

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    inestables, mviles, necesariamente ambiguas, y que ah reside, precisamente, su fuerzadisruptora. Si bien el trabajo de archivo, absolutamente necesario como punto de partida deuna reflexin acerca del gnero, es de enorme importancia, me gustara pensar que los quetrabajamos sobre esa categora inestable que es el gnero lo hacemos a partir del gnero msque en el gnero, que buscamos articular no slo la reflexin acerca del gnero sino (si seme permite el juego de palabras), la re-flexin, es decir, una nuevaflexinen el texto culturallatinoamericano (en la totalidad de ese texto, no en partes selectas) que permita leer de otramanera, de diversas otras maneras. Esa nueva flexin, esa lectura o lecturas desviadas (comoel desvo que llevaba a Sarmiento a Ms-a-fuera), permite reconocer esos nudos deresistencia que sealaba Foucault dentro del espacio circunscrito de la institucin, pasajerasheterotopas que se desvan del proyecto disciplinador. Si bien no bastan en s para articularsistemas alternativos, quiero decir, sistemas de estar en el mundo (y aqu cabe preguntarsehasta dnde es deseable articular esos sistemas alternativos, so riesgo de disciplinarlos),

    esos nudos de resistencia (no slo constituidos por el gnero) abren fisuras culturales(Richard 193), para usar el trmino de Nelly Richard, en los discursos establecidos.Cmo operar esas fisuras culturales, es decir, cmo transformar la resistencia del

    gnero en intervencin re-flexiva? Richard utliza el trmino en el contexto de las artesplsticas, se refiere memorablemente a la escandalosa circulacin, en 1994, del SimnBolvar travesti del artista Juan Dvila, como parte del proyecto de la Escuela de Santiagofinanciado por el Ministerio de Educacin. El proyecto no slo significaba una ruptura ens la instalacin iconoclasta, exhibida por primera vez en una galera de Londres, de unBolvar mestizo dotado de pechos, aros y medias de mujer, con el dedo anular de una mano

    provocadoramente erguido sino que potenciaba, mediante la reproduccin visual (latarjeta postal) y su circulacin, la visibilidadde esa ruptura. As lo entendieron las fuerzasque denunciaron el ultraje y reclamaron reparacin (la embajada de Venezuela, la prensaconservadora, el presidente del Senado chileno), es decir, como exceso visible que, en sudescontrol mismo la diseminacin irrefrenable de la tarjeta postal ofensiva3, amenazaba

    representaciones culturales hegemnicas.Pero cmo transformar esas fisuras culturales desde el gnero en intervencionestextuales, como reproducir, a nivel de la crtica, esa visibilidad con la que cuentan tanto lasartes plsticas como las performativas? Es fcil pensar en intervenciones eficaces en esoscampos: Jesusa Rodrguez, Tito Vasconcelos, Las Yeguas del Apocalipsis, CarmelitaTropicana, para citar algunos ejemplos. Laperformance del gnero es siempre proyectodesestabilizador. Lo que yo propondra como ejercicio crtico a partir del gnero es laintervencin (ya que necesariamente no puede servisible) de una relectura llamativa, en eldoble sentido de este trmino, es decir notable, escandalosa si se quiere, y a la vezeficazmente interpeladora; una relectura no tanto para rescatar textos olvidados o malledos como indiqu, sino para fisurar lecturas establecidas. Por ejemplo: un Bolvarhibridizado y feminizado escandaliza a todo un establishmentdiplomtico. Mabel Moraa3 Es interesante notar que, como anota la propia Richard, las mismas tarjetas postales fueron exhibidasdos aos ms tarde en la Galera Gabriela Mistral, tambin dependiente del Ministerio de Educacin,sin escndalo. A las muchas razones que conjetura Richard para explicar este cambio de actitud, puedeaadirse el hecho de que la movilidad de las tarjetas ha sido interrumpida, que la muestra las ha vueltoexhibicin cuando antes eran circulacin.

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    ha visto con certeza la necesidad programtica de ese gesto iconoclasta de indagacingenealgica (67). No menos necesaria ni programtica sera una indagacin genealgicaa partir del gnero. Qu hara la crtica hegemnica latinoamericana, por ejemplo, con unalectura desde el gnero de Rod que trabajara junto con sus textos publicados sus textosinditos, no con afn de descubrir una sexualidad que permitiera integrarlo en un cnonalternativo sino para elaborar, desde ese mismo gnero, las nociones de vergenza y deredencin en Rod para luego relacionarlas con su frreo proyecto de una ciudadanasublime? Otro ejemplo: qu doblez o qu flexin aadira a las ideas recibidas de esa crticasobre ateneos o cenculos latinoamericanos (de hecho, con pocas excepciones, se ha

    pensado bien poco en ese fenmeno como fenmeno continental y no como suma de casosaislados), qu doblez aadira, repito, la inclusin de la utpica Colonia Tolstoyana deAugusto DHalmar, claramente disidente en trminos de gnero y sexualidad, como unlugarotro donde pensar la homosociabilidad, que es la base misma de los proyectos de

    nacin? Un tercer ejemplo: cmo pensar el conservadorismo ideolgico de una Teresa dela Parra, una Lidia Cabrera, o incluso una Gabriela Mistral, no como mera manifestacinde una ideologa reaccionaria sino (y s que esto no es fcil) como reaccin ante procesosde modernizacin que slo proponen heteronormativides reproductivas? Y por ltimo, eneste repertorio al cual podran aadirse tantas escenas ms: cmo analizar desde el gnerola popularidad de ciertos intelectuales pienso en un Salvador Novo, un Manuel MujicaLinez, esos Liberaces de la cultura latinoamericana quienes visibilizan a ultranza unasexualidad disidente a travs del trabajo de pose a la vez que son reconocidos, inclusocelebrados, como portavoces de un estado conservador cuya doxa propagan? Creo que elcampo est abierto para pensar desde el gnero; pero para que ese pensamiento sea eficaz,

    para que su capacidad interventora se potencie, es indispensable articular ese pensamientodesde el gnero como incidencia en otros discursos, como intervencin en pasadas lecturas,como cruce y como relaciones, por problemticas que parezcan. Slo as lograr la cuestindel gnero o por lo menos as lo espero la eficacia, por pasajera no menos memorable,

    de las tetas de Bolvar.

    BIBLIOGRAFA

    Moraa, Mabel. Narrativas protonacionales: el discurso de los libertadores. Polticas dela escritura en Amrica Latina. Caracas: Ediciones Excultura, 1997.

    Pratt, Mary Louise. Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation. Nueva York/Londres: Routledge, 1992.

    Richard, Nelly. Residuos y metforas: ensayos de crtica cultural sobre Chile de latransicin. Providencia, Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 1998.

    Sarmiento, Domingo Faustino. Viajes por Europa, Africa y Amrica 1845-1847. Nanterre-Madrid: AALCA XX, Fondo de Cultura Econmica, 1996.