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571«Yo, Howard K. Marawnee, en pleno uso de mis facultades mentales, y considerando que esta cinta de sonido es una parte de mi testamento, declaro que mi viuda entregará medio millón de dólares a una de las ocho personas que voy a nombrar y bajo las condiciones que diré a continuación: Deberá dar muerte, por el procedimiento que mejor prefiera, a los siete restantes, y presentar las pruebas de que lo que dice es cierto, para lo cual entregará a mi viuda el dedo índice de la mano derecha, convenientemente separada de su cuerpo. Mi viuda posee las huellas dactilares de los ocho nombrados y así podrá comprobar efectivamente que no se trata de ningún engaño. En ese momento, repito, hará entrega de la suma antes mencionada.»

Hubo una corta interrupción y luego se oyó una estruendosa carcajada.

«Medio millón de dólares son capaces de convertir al hombre más piadoso en un vesánico asesino. ¡Suerte, lobos!»

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572De pronto, se sintió atraída por una edificación que no estaba muy lejos de donde se encontraba, pero sí mucho más abajo, puesto que aquel edificio no se elevaba del suelo en más de cinco pisos.Sabía que aquello era un hospital, el Old Hospital. Tuvo la impresión de que desde una de las ventanas de su último piso, que ella no podía ver pero sí sentir, alguien la observaba, lo que aún parecía más absurdo.Era casi imposible que desde aquel hospital alguien pudiera mirarla, pero tuvo la certeza de que dos ojos, malignamente obsesivos, estaban allí abajo, en aquel feo y viejo hospital nacido de una mansión colonial holandesa con un par o más de siglos en sus piedras.¿Qué podía haber tras aquellos ojos que desde el Old Hospital la inquietaban tanto? ¿Un espíritu maligno? De súbito, comenzó a oír una risa que venía de lejos y que parecía pertenecer a un hombre enloquecido en una anhelante actitud de espera: sí, de espera a que sucediese algo, algo que tuviera que pasar de un instante a otro…

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573Como sinopsis de la novela, y para que el lector se haga una idea, bien puede servir los capítulos que la componen:

CAPÍTULO I: EjecuciónCAPÍTULO II: EspíritusCAPÍTULO III: Cabeza cortadaCAPÍTULO IV: Noche peligrosaCAPÍTULO V: Armario de horroresCAPÍTULO VI: En pos del almaCAPÍTULO VII: Una desaparición y una veladaCAPÍTULO VIII: Cadáveres y almasCAPÍTULO IX: El fin del experimento

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574—¡Aaaaaaaaah!...se convirtió en trágica sorpresa cuando se dio cuenta, se impuso de que la punta letal del acero había entrado en sus carnes y estaba horadando, barrenando su corazón atolondrado, obligándolo a abrir los labios para expulsar una tumultuosa bocanada de sangre que escupió contra las facciones crispadas de la muchacha. La bayoneta se fue atrás como una exhalación, dejando libres los cuerpos que ahora vomitaron salivazos rojos con mayor violencia todavía.Y los ensartó de nuevo.RAAAAAASK...Y una tercera vez.Mientras la sangre seguía surgiendo, explotando cual torbellino alucinante de espectacular rojez.RAAAAAASK...Al final, las gruesas botas de doble suela, a puntapiés, con brutalidad, enviaron los ensangrentados cadáveres al interior de la fosa en cuya linde, cuando eran seres vivos y su vida le mecía la pasión, habían hecho el amor.Luego, al cabo de pocos instantes, volvió a reinar un silencio absoluto. Un silencio de cementerio, claro.Y la paz.La paz que necesitaban los muertos para su eterno descanso.

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575El primer policía de los muchos que llegaron al poco que entró en el banco, y vio lo que habían dejado tras ellos los animales, comenzó a vomitar el café que había tomado hacía menos de veinte minutos, y tuvo tal acceso de asco y bilis que cayó sentado y luego se retorció hacia un costado.Dentro del local bancario salpicado de sangre por todas partes se oían gemidos, sollozos y alaridos de espantoso dolor.Por la tarde, los periódicos y demás órganos de información dirían que la banda de animales se habían llevado cerca de un millón de dólares de la sucursal del Bank of Florida en la Flagler Street de Miami.Pero todavía más lamentable, un total de ocho personas habían sido atacadas por aquellas fieras. De esas ocho personas, dos habían muerto (el vigilante del banco y uno de los empleados), y las demás, que tardarían en recuperarse, quedarían señaladas física y mentalmente de tal manera que jamás se recuperarían.Era el tercer golpe de la banda de animales a la que, finalmente, y de modo muy adecuado, un periodista le puso el nombre de Fauces Sangrientas.

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576Durante unos interminables minutos, se sintió espantosamente ultrajada, abyectamente poseída por aquel desalmado individuo. No sabía por qué hacia aquellas horribles cosas, pero tenía la sensación de que el hombre era acaso un enfermo mental que sólo podía acceder al placer mediante determinados estímulos externos, entre los cuales se incluían no sólo la vestimenta, sino también la posición en que ella se hallaba, sujeta a la mesa y sin poder evitar el ultraje.Pasaría pronto, se dijo, mientras soportaba los jadeos del oriental. Pero, de repente, sintió un agudísimo dolor en el lado izquierdo del cuello.Vagamente, se dio cuenta de que el desconocido se separaba de ella. Notó también que la sangre corría por sus hombros y por la espalda, pegada a la mesa, y sus piernas, aunque sujetas, se agitaron en violentos espasmos de agonía.La hemorragia originó en breves instantes la pérdida definitiva del conocimiento. Se hundió en las sombras eternas de la noche y sus sufrimientos acabaron para siempre…

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577—Usted parece saber bastante del asunto, señor —manifestó, seco.—Lo que sabe todo el mundo —Beswick se encogió de hombros—. ¿Por qué creen que Hardy Houston fue muerto por el capitán fantasma hace diez años? Pudo ser un vulgar crimen, cometido al amparo de una leyenda, por una persona de carne y hueso.—No diga tonterías. Nadie creería eso aquí. Sé que soy policía y no debo dar crédito a fantasías, pero por fortuna yo entonces distaba mucho de ser agente de la autoridad y de estar destinado en esta población. Sin embargo, todos afirman que vieron al capitán Hardwood por las calles de Newbiggin, seguido por un cortejo de espectros descamados, con las ropas chorreando agua y algas, la carne putrefacta cubierta de musgos marinos... Y que «Luzbel», el perro del capitán, exhibía en sus colmillos la sangre del difunto Hardy Houston, cuyo cadáver fue hallado en el promontorio, justo frente al punto donde se hundiera diez años antes el Mary Queen…

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578Jennifer huyó de allí, dirigiéndose de nuevo hacia la costa, hacia el lugar donde dejó el bote salvavidas. Ya en la cala de fina arena, se quedó horrorizada. Y no había para menos, pues resultaba espeluznante el espectáculo que estaba presenciando.Amarrados a las estacas de madera, el hombre y la mujer, jóvenes, se habían convertido en dos bultos en los que se amontonaban miles y miles de bulliciosas y hambrientas hormigas gigantes. Jennifer se acercó a uno de aquellos bultos, pasándole la mano por el rostro. Y al quedar al descubierto el rostro del hombre, lo vio deformado por el dolor y por el espanto. Aquella fisonomía se había convertido en una máscara espantosa.Jennifer oyó ruido a sus espaldas. Se volvió, sobresaltada.Y allí, una vez más, estaba el hombre vestido de negro, alto y delgado, alzando en el aire un puñal cuya hoja tenía grabada una letra.La M.

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579Fue una lástima que el científico dejara de observar al alacrán, pues la doble dosis de droga estaba empezando a hacer efecto. En sólo un par de minutos, duplicó su tamaño. Al cabo de otros dos minutos, el alacrán había triplicado su tamaño. También aumentaba su energía. Su agresividad.Su fiereza...Por eso, nada de extraño tuvo que forzara la jaula y consiguiera salir de ella.Sobre la mesa, estaba el frasco que contenía la sustancia amarillenta creada por el profesor Fresson. Quizá fuera el penetrante olor de la droga lo que atraía al alacrán, o quizá éste fuera hacia el frasco por instinto.El caso fue que el animal alcanzó el frasco, lo derribó con sus pinzas, y la sustancia amarillenta se esparció por la mesa.El alacrán se colocó encima de la sustancia y empezó a absorberla con avidez, como si supiera que ella le podía proporcionar un cuerpo varias veces mayor y una energía que le permitiría llevar a cabo acciones hasta entonces imposibles...

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580Espantado, descubrió entonces que estaba sujeto al muro de piedra por medio de argollas de hierro. Dio un grito y su voz resonó, opaca, en aquella soledad.No comprendía nada. No sabía cómo había llegado a ese lugar de pesadilla. Cómo del éxtasis había pasado al terror.En las tinieblas danzó de súbito como una sombra blanca. Un cuerpo desnudo.El cuerpo de una mujer, casi fosforescente, etéreo, ingrávido como si flotara en el aire quieto.La aparición retrocedía. Detrás de ella vislumbró unos escalones de piedra que sirvieron para que la sombra etérea los subiera sin rozarlos y desapareciera.Supo que estaba solo, encadenado en aquel antro. ¿Solo?Primero fue un leve roce. Después, unos chillidos a ras del suelo.Y luego, algo pequeño, peludo, rozó sus piernas. Unos dientes diminutos y crueles laceraron su carne.¡RATAS!Corría el año del Señor de 1783.

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581«Esta noche he vuelto a matar...»Dejó de escribir un momento. Vaciló. Luego prosiguió, hincando con fuerza la punta de oro en el papel, en un roce rasgado y crujiente:«Tenía que matar. Y lo hice. No puedo evitarlo. Es necesario hacerlo. Absolutamente necesario, sí. No ha sido la primera. Tampoco será la última.»Era bonita. Bonita y provocativa, lo admito. Estuve a punto de ceder a sus encantos. Pero supe resistir. Me siento fuerte. Cada día más fuerte. Sí, tuve suficiente voluntad para resistir su atractivo. No me sedujo la muy zorra, aunque bien lo intentó. ¡Pobre estúpida! No sabía que a mí el sexo no me ciega hasta ese punto. No el sexo como ellas lo entienden, claro. Porque, naturalmente, luego gocé, sí. Gocé de ella, de su desnudez. Pero sólo mientras apretaba y apretaba, y la veía retorcerse ante mí, con el miedo, la angustia y el horror reflejados en sus ojos...

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582¿Sonrió?En su horripilante rostro apareció una mueca escalofriante cuando sus labios se estiraron y sus dientes amarillentos quedaron más visibles. ¿Realmente era una sonrisa?Entonces, ella vio su mano, que había apoyado en la mejilla izquierda de Reginald Marks. Se quedó mirando la mano, miró luego los ojos de Marks, de nuevo su mano... y otra vez quiso hablar. Se llevó ambas manos a la garganta. Luego se miró ambas manos.De pronto, miró su cuerpo. Una de sus manos como garras agarraron un pecho; sus ojos lo miraron. Un grito escalofriante brotó entonces de la boca femenina. Eva Lamarr se sentó de un salto, y sus senos llegaron, con la punta, casi hasta la ingle.—Hemos caído en una trampa, tenemos algo que hacer en Singapur, para un hombre que dice llamarse doctor Klom, que ha conseguido localizarme. Mañana por la noche enviará a uno de sus hombres a buscarnos.La tomó de un brazo, y ella miró su mano. Al ver aquella hermosa mano masculina sobre su flaco y arrugado brazo, lanzó otro grito gutural, y se desasió de un tirón. Se puso en pie, y corrió hacia el espejo del cuarto de baño anexo…

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583Tan fuerte fue el impacto, que las cajas oscilaron, a punto de desplomarse sobre él. No llegaron a caer. Algo, sin embargo, que hasta entonces permaneciera tras las cajas, se desplomó encima del empleado del tren. Éste notó el impacto de un peso muerto sobre su cuerpo, se retiró, alarmado... y algo golpeó sordamente el suelo, quedando inmóvil a sus pies.Un alarido desgarrador escapó de labios del hombre, que contempló con pavor aquella presencia escalofriante rozando la punta de sus zapatos.Era un cuerpo humano. El cuerpo de un hombre inerte, con el cuello segado de oreja a oreja, la cabeza ladeada de lo profundo que era el tajo del que había escapado tanta sangre, que empapaba y acartonaba las ropas del infeliz.Pero lo peor no era eso, con ser malo. Lo peor eran aquellos ojos fijos en el techo, en la luz del furgón, pero que no podían ver ya nada. Porque aquellos ojos habían sido vaciados totalmente, de forma brutal y despiadada, y de sus cuencas vaciadas habían escapado dos regueros de sangre oscura y de humor ocular, formando dos regueros espantosos en el rostro lívido y crispado…

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584Y de nuevo el susurrante gemido.El lamento. Un sonido infrahumano.Aterrada, se precipitó hacia el teléfono. Atrapó el auricular tecleando nerviosa un número. Mientras esperaba respuesta dirigió una angustiosa mirada a su alrededor. No había nadie en la estancia. Sin embargo, le llegaba un fétido hedor. Un olor penetrante. Al de una bestia que...—¿Si?—¡Tienes que sacarme de aquí! —gritó, al recibir respuesta por el micro—. ¡Tienes que...!Un vaho. Un caliente jadear tras la nuca de Charlotte. Muy próximo.La muchacha giró. Y una indescriptible mueca de terror desencajó sus facciones. Gritó en desgarrador alarido. Contemplando con desorbitados ojos a la monstruosa criatura que se abalanzaba sobre ella. Percibió como unas garras de afiladas uñas se posaban sobre sus senos arrancándole la piel a jirones. Y luego los amarillentos colmillos. Las pestilentes fauces...Aquellos punzantes colmillos se hundieron salvajemente en su cuello, silenciando su desgarrador alarido.

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585«Hervir un corazón de doncella, añadiendo a la cocción una brasa encendida, un puñado de hollín y...»El escrito añadía: «Si una mujer, antes de ser quemada viva, bebe unos sorbos de esta pócima, consigue que sus cenizas, reuniéndose siglos después, se transformen en un cuerpo... Lo que significa que la víctima de la hoguera vuelva a la vida que le fue arrebatada.»No era eso, exactamente, lo que Maggie había deseado encontrar en aquellos pergaminos enrollados. Pero, claro, quizá no tuviera tiempo de otra elección.Pensó que debía preparar la pócima.Antes de que aclarase el día, Maggie oyó golpear el portalón de entrada al castillo, y una voz que gritaba:—¡Abrid en nombre de la ley! ¡Venimos por Maggie Wangerland, la bruja...!

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586—¡Nina, ven aquí, ven...!Vaciló, indecisa. Al fin, sus ojos acostumbrados a la casi oscuridad descubrieron una silueta humana.—¿Quién es?—Yo, el que tú deseas. Ven.La voz era grave, varonil, bien timbrada, cálida y atrayente. Nina avanzó unos pasos hasta ver los contornos de la figura humana. Parpadeó, incrédula.—No es posible.—Claro que es posible. Soy yo, Nina.—¿Robin Hood?—Ven, Nina, te mostraré la mansión. Ven.Anduvo hacia aquel ser surgido de la oscuridad. Cuando llegó a su altura, pudo ver su cara, aunque con cierta vaguedad.Creyó reconocer de inmediato aquel rostro. Era el Robin Hood interpretado por Errol Flynn. Un estremecimiento re corrió su espalda al notar que él le tomaba una mano. La llevó hasta la doble puerta tras la cual había una escalera ascendente, una escalera ancha…

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587Unos ojos rojos brillaron en la oscuridad como sangrientas y mortales luciérnagas, fijos en aquellos jóvenes que se creían amos de la noche por llevar ropas de cuero, cadenas y navajas automáticas. Un gruñido casi inaudible brotó de las sombras. Un gruñido que hablaba de terrores que la Humanidad olvidó largo tiempo atrás y que no quería volver a recordar. Un gruñido que ninguno de los allí presentes oyó, sumidos como estaban en la absoluta oscuridad de sus sentidos, en un goce que podía convertirse de pronto en sangre y muerte.Sólo unos pocos lograron huir con sus motos, perseguidos tal vez por las sombras, por espectros que matan... O tal vez sólo por sus propios terrores, ante la sangrienta orgía de muerte que se presentó ante sus ojos...

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588Se dirigió al cementerio y preguntó al sepulturero por la tumba que buscaba.El sepulturero le informó.Ya ante la tumba de quien estaba dando tantos quebraderos de cabeza a las muchachas casaderas de la localidad, el hombre se quedó un instante reflexivo. Tal vez preguntándose si tenía sentido que se hallase allí dando crédito a lo que, ciertamente, era una historia de locos, de desquiciados. Una historia, en verdad, sin pies ni cabeza.Y fue así, exactamente, como acabó él.Sin pies ni cabeza...Pasadas un par de horas, y al ver que no salía del cementerio, el sepulturero fue a buscarlo. Tenía que cerrar, lo lamentaba. Era ya muy tarde.Fue entonces cuando la encontró. Le habían cortado los pies y la cabeza. Y cabeza y pies habían sido cuidadosamente colocados sobre la losa de mármol de la tumba de Liza. Como macabros ramos de flores…

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589Todo parecía preparado para causar efecto, mas no era así.Por el techo del escenario, cayendo desde lo alto, apareció una figura humana vestida con un sayal negro y el rostro cubierto por una máscara que representaba una calavera.Lo desagradable fue que al extremo llevaba atada una soga. Antes de que la figura entre humana y fantástica, espectral sin duda alguna, tocara el suelo de tablas de madera, la cuerda pegó un tirón brusco, como no dando más de sí, y el lazo corredizo se cerró alrededor de la garganta de aquel ser que quería representar la muerte, su propia muerte.El cuerpo del ahorcado tocaba ligeramente la madera con sus pies. Ello era posible porque el violentísimo tirón de la soga casi le había arrancado la cabeza del tronco. Había separado la osamenta, reventando venas y arterias, nervios y tendones. Apenas se sostenía por unos músculos desgarrados y alargados hasta lo inverosímil. Aquellos músculos, empapados en la sangre que salpicaba alrededor, eran los que habían evitado que en vez de un ahorcado tuvieran un decapitado en el escenario.En la sala, además de gritos, hubieron desmayos.—¡Abajo el telón!

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590Al llegar al borde avisaron Merton Bay, situado en el centro de una espaciosa bahía, protegida por las colinas que se extendían en semicírculo. Cuando llegaban a las primeras casas, caminando ya cerca de la costa, vieron una repentina agitación de personas.Un hombre pasó corriendo delante de ellos. Paula le detuvo con un ademán.—Señor MacBride, ¿qué ocurre?El hombre se detuvo un instante.—Angus Warburton ha hecho una pesca extraordinaria: un ahogado —contestó—. Pero lo más asombroso es que, según dicen, tiene marcada en la frente la firma de la bruja…

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591Justine sabía que iba a ser violada y por los cuatro jóvenes. Lo que ignoraba es si sería allí mismo o la meterían en el coche para cometer su canallada en lo que ellos debían suponer un lugar más tranquilo.—¡Aaaah!El grito escapó de la garganta de uno de los chicos. Luego, fue otro el que se tambaleó, salpicando sangre alrededor.Un sable curvo y afiladísimo había cortado el aire antes de asestar un golpe mortífero.La mano que manejaba el brillante sable ya ensangrentado debía de tener mucha fuerza, e imprimió gran velocidad en el golpe, porque la cabeza de uno de aquellos canallas de la noche rodó sobre el enlosado de la acera…

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592¿Qué ha querido decir con eso de los doce millones de habitantes de Nueva York?—¿Se imagina usted doce millones de ciegos en una ciudad como Nueva York? ¿Se lo imagina? Posiblemente sí se lo imagina, porque es inteligente, y hasta quizá tenga una gran imaginación. Doce millones de ciegos... Pero no una ceguera que va llegando lentamente, progresiva mente, y para la cual uno se va preparando... No, no, no, no sería eso, señorita. Sería algo... súbito. Imagínese la ciudad de Nueva York a las once de la mañana; el gran monstruo está en plena actividad: peatones, coches, camiones, motocicletas, el metro, trenes, autobuses urbanos e interurbanos, helicópteros, incluso quizá algún avión que pase suficientemente cerca del techo de la ciudad... Y de pronto, en cuestión de tres a cinco segundos... ¡todos los seres humanos quedan ciegos! ¿Se lo imagina?

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593 La risa parecía brotar de todas partes, aunque con diferente volumen en ocasiones, que parecía acercarse y sonar en el interior del dormitorio, para escucharse a continuación en otros puntos de la casa. Terriblemente asustada. Pamela se sentó en la cama olvidada de su absoluta desnudez.—¡«El Fantasma Burlón»! —gritó.Kilmaur se sentó también.—Pero ¿crees en leyendas estúpidas? — exclamó.La risa cesó de pronto. Casi en el acto se oyó un espantoso alarido.Fue un grito muy breve, pero terriblemente penetrante, que parecía atravesar todas las paredes. Pamela se tapó los oídos con las manos.—Alguien ha muerto...

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594En aquel momento, se produjo un terrible alboroto en la popa. Así se enteraron de lo que le había ocurrido a Beamis.Se contemplaron recíprocamente.—¿Habrá sido «él»? —murmuró la joven.—No me cabe la menor duda, pero ¿quién es?—Se me ocurre una hipótesis. Sea quien sea ese fantasma, yo diría que quiere exterminar a los piratas uno por uno. ¿No lo crees así?—Es muy posible…—Si pudiéramos hablar con él, lo sabríamos...La joven se interrumpió de repente, con la vista fija en algo que había en el suelo, junto a la puerta del cuarto de aseo.—Mira— susurró.—Es agua pura, perfectamente potable —dijo en voz baja—. Toma, bebe, pero no hagas excesos. Hay unos cinco litros y, si nos racionamos, pueden durar otros tantos días.—¿Tendremos que dar gracias al fantasma?—Sea quien sea el que haya dejado esta cantimplora, a partir de ahora cuenta con nuestra gratitud eterna —dijo el joven—. Pero ¿cómo ha llegado hasta aquí en pleno día?

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595Un rugido bestial inundó la pequeña casa junto al pantano.Las ventanas golpearon con más fuerza aún y hasta las paredes parecía que fueran a ceder de un momento a otro.Cobró conciencia de que había enfurecido a las fuerzas del mal y se aterrorizó. Salió de la casa como pudo, golpeada incluso por la puerta que la hizo caer de bruces. Mas, olvidándose de sus pequeños dolores y erosiones, se levantó y siguió corriendo, alejándose de la casa donde las furias del averno estaban desatadas al no poderse llevar consigo el alma del viejo.La señora sabía que había evitado que su alma se precipitara a los abismos infernales, pero la había condenado a quedar dentro del cuerpo ya muerto, a merced de cualquier monstruosa invocación…

Amigo lector, si en alguna ocasión encuentras la bola de cristal roja, la verdadera, la que encierra los ojos de Satán, o descubres el lugar dónde se halla el Necronomicón, por favor, escríbeme.

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596RECETARIO

Para cuatro personas.Ingredientes: un gato o un perro, aunque preferentemente para este plato debe elegirse un perro, que no sea de gran tamaño y a ser posible de los caseros, para que no tenga excesivamente desarrollada la musculatura. Ajos en abundancia. Cebollas en abundancia. Sal. Especias al gusto, aunque se sugieren preferentemente la pimienta negra molida o la nuez moscada. Tiempo de preparación: diez minutos, si previamente ha sido troceado el perro. Tiempo de cocción: dependiendo en buena parte de la calidad de la vianda, nunca será inferior a los setenta y cinco minutos. El gusto base puede ser al ron, al whisky o a la menta, para lo cual se irán añadiendo chorritos de estos licores durante el tiempo que dure la cocción.Una vez terminada la cocción, dejaremos la vianda en reposo y prepararemos la crema de acompañamiento, que consistirá...

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597Loretta cerró la puerta. Respiró lo más hondo que pudo. Desde que había llegado a aquel lugar todo eran cosas raras, chocantes, sorprendentes, por no calificarlas de peor manera.En realidad, todo lo que estaba sucediendo no le gustaba absolutamente nada.Empezando por el hombre bajo y gordo que bebía sangre y que, sin duda para impresionarla, le dijo que aquélla era sangre humana; siguiendo por el hombre de la americana a cuadros, que al parecer estaba convencido de que Reginald, Nicholas y Max volverían a escaparse; y concluyendo por Roger Burggan, un loco de muy buen ver, pero un loco a fin de cuentas, del que ella, razonablemente, no debía fiarse.

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598—¿Qué ocurre?—Es él.—¿Quién?—El alquimista dibujado aquí es su vivo retrato. Sayal largo, cabellos blancos, rostro cadavérico, ojos sin pupilas aparentes, y en la mano lleva una representación de Mammy White.—Pero, ¿a quién te estás refiriendo? —insistió, nerviosa.—¿A quién va a ser? Al asesino, al extraño y maligno ser que se ha llevado consigo al doctor, escapando así del psiquiátrico Victory.En aquel instante, una sombra oscura, flaca y muy alta, que proyectó una sombra fantasmal y estrecha sobre los libros de las estanterías que cubrían totalmente las paredes, apareció tras ellos.Los ojos del gato fueron los primeros en descubrirla, y el animal disparó los músculos de su cuerpo y saltó en el aire, maullando…

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599Inesperadamente, una bala le rozó la parte exterior del muslo derecho. Empezó a cojear. Perdió velocidad.Dos perros más lo atacaron. Uno consiguió morderle el brazo izquierdo, mientras degollaba al otro. Cuando el primero volvía a atacarle, le asestó un tajo tremendo, que le cortó la cabeza en el acto.A cincuenta pasos de distancia, un hombre plantó los pies firmemente en la tierra cenagosa, apuntó y apretó el gatillo.Durratt se tambaleó, aunque no cayó. Sabíase gravemente herido, pero todavía tenía una posibilidad. Conocía un lugar donde esconderse...Atemorizados por la sangre de los canes muertos, los restantes aullaban con furia, pero sin atreverse a atacar a un enemigo, del que su instinto les decía era aún más peligroso que ellos mismos. Al fin, Durratt consiguió alcanzar el borde de la ciénaga. Un par de pasos más y estaría salvado, se dijo:Durratt saltó hacia adelante, con los brazos abiertos, y cayó al agua con gran chapoteo. Vapores amarillentos se elevaron en el acto, mientras el hedor de la charca se extendía por todas partes…

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600Se quedó rígido como un madero, helado como un trozo de hielo. La armadura avanzaba hacia él, lenta, un poco pesadamente, pero sin detenerse.En aquel momento oyó la voz. Una voz que sonaba a ultratumba, a muerte.—He recobrado la vida...¿Acaso puede tener vida una armadura? No, imposible. Una armadura es sólo un armazón de hierro, sin nada dentro, algo hueco, vacío.Sin embargo, la voz había sonado y Victor Weey la había oído perfectamente.—¿Quién eres? —preguntó con un escalofrío nervioso.—Soy lord Weey.Victor Weey movió la cabeza negativamente, obstinadamente. Eso no podía ser cierto. De ninguna manera.—Lord Weey murió hace siglos...—Acabo de decírtelo, he vuelto a la vida —volvió a oír aquella voz—. Y de ahora en adelante yo seré el verdadero dueño de esta mansión y actuaré en consecuencia...