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37 Co-herencia No. 4 Vol. 3 Enero - junio 2006 Modelos de democracia liberal representativa: limitaciones y promesas incumplidas 1 Recepción: 13 de diciembre de 2005 I Aprobación: 28 de febrero de 2006 Andrés Hernández Quiñones * [email protected] Resumen El texto presenta la tesis de que la democracia representativa moderna está estructurada en torno a dos grandes tradiciones de pensamiento liberal: las que enfatizan en la democracia como sistema político contramayoritario, que defienden los derechos y la igualdad política como igualdad ante la ley, y la que ve la democracia como sistema de competencia pacífica por el poder entre elites y partidos políticos que acogen sus reglas de juego pero rechazan la participación por ser inviable en los grandes Estados modernos. Este modelo de democracia ha estado sujeto a desafíos por la equidad social, de género y participación política. Palabras clave Democracia representativa, sistema contramayoritario; desigualdades de clase, de género y de poder político. Representative Liberal Democracy: Models, Limits and Unaccomplished Promises Abstract The structure of modern representative democracy is based in two liberal traditions: First, assumes the democracy like a counter–majority system which objective is to protect the rights and the equality under law. Second, conceives democracy like a system of pacific dispute for the power between elites and political parties, without direct participation of people. The modern representative democracy has been challenged by Marxism’s struggle against inequality of classes, feminist’s struggle against inequality of gender, and the citizen demands for political participation and equity. Key words Representative Democracy, Counter–majority System, Inequality in Class, Gender and Political Power. 1 Este texto es resultado del programa de Investigación de Democracia, Sociedad Civil e Instituciones, Uni- versidad de Los Andes, CIDER. * Profesor Asociado de la Universidad de Los Andes y del CIDER. PhD en Ciencia Política y de la Adminis- tración.

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  • 37Co-herencia No. 4 Vol. 3 Enero - junio 2006

    Modelos de democracia liberal

    representativa:

    limitaciones y promesas incumplidas1

    Recepcin: 13 de diciembre de 2005 I Aprobacin: 28 de febrero de 2006

    Andrs Hernndez Quiones*

    [email protected]

    Resumen El texto presenta la tesis de que la democraciarepresentativa moderna est estructurada en torno ados grandes tradiciones de pensamiento liberal: lasque enfatizan en la democracia como sistema poltico

    contramayoritario, que defienden los derechos y la igualdad poltica comoigualdad ante la ley, y la que ve la democracia como sistema decompetencia pacfica por el poder entre elites y partidos polticos queacogen sus reglas de juego pero rechazan la participacin por ser inviableen los grandes Estados modernos. Este modelo de democracia ha estadosujeto a desafos por la equidad social, de gnero y participacin poltica.

    Palabras clave

    Democracia representativa, sistema contramayoritario; desigualdades declase, de gnero y de poder poltico.

    Representative Liberal Democracy: Models, Limits andUnaccomplished Promises

    Abstract The structure of modern representative democracyis based in two liberal traditions: First, assumes thedemocracy like a countermajority system whichobjective is to protect the rights and the equality

    under law. Second, conceives democracy like a system of pacific disputefor the power between elites and political parties, without directparticipation of people. The modern representative democracy has beenchallenged by Marxisms struggle against inequality of classes, feministsstruggle against inequality of gender, and the citizen demands for politicalparticipation and equity.

    Key words

    Representative Democracy, Countermajority System, Inequality in Class,Gender and Political Power.

    1 Este texto es resultado delprograma de Investigacinde Democracia, SociedadCivil e Instituciones, Uni-versidad de Los Andes,CIDER.

    * Profesor Asociado de laUniversidad de Los Andes ydel CIDER. PhD en CienciaPoltica y de la Adminis-tracin.

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    Luego de un periodo de euforia como resultado del fin de la guerra fra,la cada de los regmenes polticos comunistas en Europa Occidental y de latercera ola de democratizacin en toda Amrica Latina y otras regiones comofrica y Asia, que se expresa en la transicin a sistemas de gobierno demo-crticos, la atraccin que ejerce el modelo de democracia representativamoderna empieza a experimentar grietas y a enfrentar sentimientos de es-cepticismo, adems de actitudes y movimientos que piden procesos de trans-formacin y profundizacin democrtica, en tanto dichos sistemas se vencomo domados, intiles, incapaces de resolver muchos de los problemasque aspiraba a solucionar la democracia moderna en los pases en desarrollo,como la desigualdad social, la pobreza, la violencia social y tnica, la des-igualdad poltica, la ruptura de los lazos sociales, entre otros.

    En este artculo pretendo exponer el modelo de democracia moderna entorno al cual se ha consolidado un consenso y que no ha logrado aportar loscambios que se esperaban. Para caracterizar el modelo liberal de democraciamoderna, en la primera parte expongo los componentes y rasgos centralesque permiten caracterizar la naturaleza de la democracia representativa yque han servido de referentes en las olas democratizadoras. La tesis que sos-tengo es que el tipo de democracia moderna que se ha venido extendiendoy consolidando como referente de las luchas polticas de las olasdemocratizadoras, corresponde al modelo liberal de democracia, adems,de que dicho modelo est estructurado sobre dos grandes tradiciones: a) laprimera, el liberalismo republicano de los padres fundadores del sistema re-presentativo, que ven la democracia como un sistema que se considera msdeseable y superior a la democracia participativa en tanto logra contener lasamenazas de la mayora, separar la ciudadana de la poltica y seleccionar alas elites ms capaces de gobernar en forma democrtica y justa, y controlardichas elites mediante elecciones peridicas y el sistema de contrapesos queacta bajo el principio de que la ambicin controla la ambicin; b) lasegunda, el liberalismo elitista y pluralista que ve la democracia como unsistema de competencia pacfica por el poder entre diferentes elites, gruposy partidos que luchan por obtener el voto ciudadano, como un mtodopoltico para tomar decisiones legtimas.

    Una vez reconstruyo los dos grandes modelos de democracia liberalmoderna, paso a analizar algunas de las principales crticas a dichos mode-los; ellas son: la crtica marxista, la crtica feminista y las crticas centradasen identificar los problemas de mediacin poltica que inciden en la repro-duccin de las desigualdades polticas en nuestras sociedades democrticas.

    I. Modelos de Democracia Representativa

    En esta seccin expongo dos grandes tradiciones del pensamiento sobre lademocracia representativa moderna: la primera, que se deriva de los escritos

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    de los padres fundadores de la democracia representativa, en particular JamesMadison y Alexander Hamilton, ha alimentado una tradicin liberal republi-cana; la segunda, los enfoques elitista y pluralista de la democracia. Las visio-nes elitistas estn asociadas especialmente con los trabajos de Wilfredo Pareto(18481923), Gaetano Mosca (18581941), Robert Micheles (18751923),Max Weber (18641929) y Joseph Schumpeter (18831946) una breve his-toria de los enfoques de la democracia representativa liberal, se puede encon-trar en el trabajo de Eduard Gonzalo, 2002, y las visiones pluralistascorresponden a las obras de Truman (1950) y Robert Dahl (19561961).

    La tradicin liberal republicana ejerci una fuerte influencia en el perio-do de creacin de los sistemas representativos. Los debates desarrollados porlos anglosajones en el siglo XVIII en torno a las instituciones polticas, per-miten entender el carcter elitista y contramayoritario del mismo. Por ello,me centrar en reconstruir, en primer lugar, los fundamentos elitistas queestuvieron detrs del diseo de las instituciones representativas y la idea derepresentacin que finalmente se consolid y que est en la base de la demo-cracia representativa moderna. Esta reconstruccin la realizo apoyndomeen algunos de los textos de Madison y en los excelentes trabajos de Dahl,Roberto Gargarella y Manin. En segundo lugar, presentar los rasgos centra-les de los enfoques elitista y pluralista, que conciben la democracia repre-sentativa como un sistema de competencia que regula la lucha por el podery como un mecanismo de agregacin de preferencias de los ciudadanos me-diante la eleccin de gobernantes y la formulacin de polticas pblicas. Elpropsito de los procesos de decisin democrticos es decidir qu lideres,roles y polticas correspondern de forma ms amplia y fuerte a las preferen-cias de los ciudadanos.

    1. La democracia representativa como sistema de contrapesos: eltemor a las facciones y la deliberacin de las elites. Las racesrepublicanas del modelo liberal

    Un primer modelo de democracia liberal es el defendido por los padresfundadores del sistema representativo en Estados Unidos, quienes concibenla democracia representativa como el mejor sistema para evitar la tirana dela mayora (Hamilton, Madison, Jay, 2002, pp. 129136). La democraciarepresentativa no fue diseada para que la ciudadana gobernara ni comouna forma indirecta de gobierno del pueblo, por el contrario, fue creadapara separar a la ciudadana de las decisiones pblicas y evitar que las fac-ciones que sta conformaba influyeran en las mismas. Los gobiernos repre-sentativos no slo no se concibieron como una modalidad de democraciadirecta, sino que fueron diseados como una forma de gobierno esencial-mente diferente, preferible y superior (Madison, 2002; Manin, 1998;Gargarella, 1995, 1997).

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    1.1. El temor a la mayora y el sistema representativoPara empezar, hay que sealar que la democracia re-

    presentativa se dise para evitar que las instituciones ylas decisiones pblicas cayeran presa de las pasiones y/oambiciones de las facciones formadas por la ciudadanaque estuvieran al servicio de la tirana de la mayora. Losfundadores del sistema representativo consideraron quelas mayoras tendan a actuar apresurada y apasionada-mente (Gargarella, 1995, pp. 2739). Para los padresfundadores los gobiernos y asambleas populares, tantolas del mundo clsico como las del mundo moderno, cons-tituyen una amenaza por el espritu de partido y de fac-cin que en ellas se desarrolla2. Muchos de los miembrosde la Convencin Constituyente de 1780 en EstadosUnidos, consideraban que los principales males de lanacin, como la inestabilidad de los gobiernos, el des-cuido del bien pblico, las injusticias y las amenazas a losderechos privados, eran el resultado de los conflictos entrelas facciones y del espritu de partido que se apropiabade la administracin pblica. Por ello, el principal desa-fo del sistema representativo era controlar el espritu departido y de faccin presentes en las asambleas legislati-vas e impedir que las facciones controlaran la vida pol-tica de las naciones. Esta desconfianza frente a losintereses, amenazas, ilusiones efmeras y pasiones de lamayora ciudadana (y de las facciones que la representanen las Asambleas pblicas), constituy una de las razo-nes de mayor peso para disear las instituciones del siste-ma representativo y defender la autonoma de losrepresentantes, como queda explcito en El Federalista N10 escrito por Madison3.

    Esta desconfianza y prevencin frente a la mayora ya las facciones, presupona una visin pesimista de lanaturaleza humana y de la posibilidad de cambiar las in-clinaciones autointeresadas de las personas (Nino, 1997,p. 102). Para Madison no era posible suprimir el espritude facciones, ya que los hombres son egostas y estn so-metidos a todo tipo de pasiones y emociones. Al igualque muchos de los padres fundadores de la democraciarepresentativa, Madison asuma la premisa de que laspersonas son egostas, su comportamiento y acciones noestn guiados por sentimientos altruistas sino por impul-sos personales. Madison acoga, as, la premisa

    2 Las asambleas populares sereferan a las asambleaslegislativas rebeldes en elperiodo post-revolucio-nario. Las facciones eranvistas como un nmero deciudadanos que correspon-den a una mayora o a unaminora del total, que seunen y actan movidos poruna pasin comn o por uninters adverso a losderechos de los dems o a losintereses permanentes de lacomunidad (Hamilton,Madison y Jay, 2002, pp.130-131).

    3 La importancia de la ideade facciones, fue tal que enEl Federalista (el textopoltico ms importante dela poca escrito para defen-der la constitucin) sesugiere que el objetivocentral de la Constitucinfue justamente impedir quelas facciones controlasen lavida poltica de la nacin.

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    antropolgica o psicolgica (ampliamente aceptada enla poca), segn la cual las personas actan guiadas porel egosmo y la ambicin. Se aliment de la tradicin deHobbes, quien sostena que los hombres son los instru-mentos de sus deseos, y si se les da la oportunidad, tratande satisfacer sus deseos hasta la saciedad. Uno de estosdeseos es el de ejercer el poder sobre los dems indivi-duos. Esta visin fue compartida por varios miembrosen la convencin federal de los Estados Unidos: Lenoir,en los debates de Carolina del Norte, sostena que te-nemos que tomar en consideracin la depravacin de lanaturaleza humana, la predominante sed de poder queexiste en el interior de cada uno, las tentaciones quepueden tener los dirigentes; Franklin, en la Conven-cin Federal sostena que existen dos pasiones que ejer-cen una poderosa influencia en los asuntos de loshombres: la avaricia y la ambicin; el amor por el podery el amor por el dinero (Dahl, 1988, p. 18).

    Partiendo de esta visin, Madison afirmaba que antela ausencia de restricciones o de controles externos, unindividuo determinado o grupo de individuos se erigiraen tirano de los dems, es decir, impondra una priva-cin grave sobre los derechos de los dems4. De esta hip-tesis Madison deriva otras dos adicionales: en la primerasostiene que si no se haya restringida por controles exter-nos, una minora de individuos ejercer la tirana sobre lamayora de individuos (1988, p. 16); la segunda expresaque si no se haya restringida por controles externos, unamayora de individuos ejercer la tirana sobre la minora(1988, p. 17). Sin embargo, sostiene que hay pocas razo-nes para preocuparse por la tirana de las minoras. Dehecho sostena que si un bando no tiene la mayora, elremedio lo proporciona el principio republicano que per-mite a esta ltima frustrar los siniestros proyectos de lasminoras mediante una votacin regular (Madison 1994,p. 38). En esta forma minimiz la preocupacin por laposible opresin de la minora y acentu los riesgos deopresin de la mayora, estableciendo una identificacinfuerte entre facciones y mayora5.

    El remedio para el problema de las facciones y lasamenazas que ellas encierran no es acudir a la democraciadirecta, ya que no est en capacidad de evitar los peligrosdel espritu sectario. Desde la perspectiva de Madison, en

    4 Madison estaba de acuerdocon sus contemporneos, enque cualquier impedimentode los derechos naturales delos dems sin el consen-timiento de una persona,representaba una privacinlo suficientemente gravepara constituir una tirana(Dahl, 1988, p. 16).

    5 La desconfianza deMadison hacia la actividadde las legislaturas estatales sereflej en sus trabajos:habl entonces de laspermanentes agresiones delas mayoras sobre losderechos de los dems;critic la sugerencia detomar el inters de la mayoracomo el estndar poltico delo que est bien y est mal; ydefendi la existencia de unatendencia propia de lamayora en cada comunidada despojar y esclavizar a laminora de los individuos(Gargarella, 1997, p. 28).Todos los vicios de losgobiernos provenan de unamisma fuente, que era lairresistible tendencia de lasmayoras a actuar movidaspor la pasin

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    casi todos los casos, la mayora sentir un inters o una pasin comunes; lamisma forma de gobierno producir una comunicacin y un acuerdo constan-tes; y nada podr atajar las circunstancias que incitan a sacrificar al partidoms dbil o a algn sujeto odiado (Madison, 1994, p. 39). Los padres funda-dores desconfiaron de la democracia directa porque permite sacrificar tanto elbien pblico como los derechos de los dems ciudadanos, a la pasin domi-nante y a los intereses de los bandos mayoritarios (Manin, 2000, p. 1; Dahl,1988). La solucin era, entonces, la democracia representativa, en la medidaen que al separar a los representantes de los representados y a la ciudadana delas instituciones de gobierno, y al establecer un esquema de frenos y contrape-sos, se aseguraba el equilibrio social y se evitaba que los gobernantes tuvieranque responder a intereses parciales o que las instituciones cayeran presa de laspasiones de la mayora y, por esta va, se vieran amenazados los derechos delas personas. El sistema representativo permitira distinguir la voluntad pbli-ca de la voluntad popular. Los padres fundadores conceban el sistema repre-sentativo como una forma de gobierno superior a la democracia directa, porqueaqulla produce decisiones menos pasionales o menos sometidas a interesesparciales electorales, y porque da a los representantes autonoma frente a losdeseos y preferencias del pueblo (Manin, 1995, p. 2).

    En este marco, las principales creaciones de la convencin federal paracontener las mayoras fueron dos: la adopcin de un esquema de representa-cin elitista y de un esquema institucional de pesos y contrapesos. El prime-ro el sistema de gobierno basado en la representacin elitista, afirma quelos representantes deben estar separados de los representados, deben ser dis-tintos de sus electores. Estos representantes estn en mejores condicionesque los ciudadanos para identificar y defender el bien pblico. Madison de-fenda el esquema elitista de representacin, en la medida en que permitarefinar y ensanchar las opiniones pblicas hacindolas pasar por el conduc-to de un cuerpo elegido de ciudadanos cuya sabidura pueda discernir mejorel verdadero inters de su pas y cuyo patriotismo y amor por la justicia seanlos menos susceptibles de sacrificar ese inters a consideraciones efmeras yparciales (Madison, 2002, pp. 129136). El gobierno representativo, me-diante la eleccin de elites, es el nico que est en capacidad de garantizar eljuicio maduro y deliberado de la colectividad, y evitar as la tirana de lamayora. Se consideraba que la voluntad pblica formulada por los repre-sentantes coincidira con el bien pblico, en forma ms estrecha que si fueraformulada por el mismo pueblo.

    La principal defensa de la separacin entre ciudadanos y representantesno estuvo relacionada, entonces, con la imposibilidad de poner en prcticala democracia directa, sino con la decidida voluntad de dejar el gobierno enmanos de unos pocos representantes, libres de las presiones mayoritarias(Gargarella, 2002, p. 79). Este tipo de presupuesto sirvi para rechazar losmandatos directos, para justificar la autonoma de los representantes y alar-

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    gar sus mandatos, para suprimir las asambleas comunales y evitar la incorpo-racin constitucional del derecho de dictar instrucciones y revocar losmandatos de los representantes (Gargarella, 2001, p. 114). La superioridaddel sistema representativo no radicaba, sin embargo, slo en producir deci-siones menos pasionales. Para Siys, tal superioridad derivaba del hecho deconstituir el esquema institucional ms adecuado a la condicin de socie-dades comerciantes modernas, en las que los individuos estn ante todoocupados en producir y distribuir riquezas (Manin, 1995, p. 2). Siys ve larepresentacin como la aplicacin al orden poltico del principio de la divi-sin del trabajo, principio que constituye desde su perspectiva un factoresencial del progreso social. Los ciudadanos ya no tienen tiempo libre paraocuparse de los asuntos pblicos, deben, por ende, mediante eleccin con-fiar en el gobierno que consagre todo su tiempo a esa tarea. Los representan-tes se convierten en polticos profesionales.

    La segunda creacin de los padres fundadores fue el sistema de frenos ycontrapesos. La idea que anima esta propuesta es la de impedir los excesos oabusos de un poder sobre el otro, garantizando a cada uno de ellos un poderdefensivo que les permita poner lmites a los avances posibles de los restan-tes rganos de poder (Gargarella, 2001, p.18). Conforme a la propuesta delos frenos y contrapesos, las distintas ramas del poder no deben estar rgi-damente separadas entre s. Por el contrario, deben estar vinculadas unascon otras y sus funciones parcialmente superpuestas. El objetivo principal deeste esquema fue contener los previsibles excesos de la Cmara de Repre-sentantes, debido a que se tena la certeza de que ningn otro rgano estarasujeto a las presiones populares en la misma intensidad. Con este propsitoen mente, se dio a cada una de las ramas del poder pblico (el ejecutivo, eljudicial y el legislativo) medios capaces de restringir los posibles excesos delas otras. Se estableci en el Senado el recurso del veto presidencial y se dioa los jueces la facultad de controlar las leyes.

    El sistema de mutuos controles estaba vinculado con la aspiracin delograr la representacin plena y los dos constituan herramientas para alcanzarel equilibrio social y decisiones imparciales. La idea era la siguiente: dadoque los sectores mayoritarios y minoritarios de la sociedad tenan aseguradoun lugar institucional propio, facilitando los mutuos controles se forzaba acada grupo a negociar sus iniciativas con el grupo opuesto. Ningn grupoquedaba con la posibilidad de imponer, simplemente, su voluntad sobre elcontrario (Gargarella, 2001, p. 18).

    El constitucionalismo liberal y republicano de los Estados Unidos y devarias democracias europeas, aspiraba a construir un sistema poltico capazde incorporar todos los grupos sociales, capaz de asegurar la representacinde sus intereses, demandas y puntos de vista, de manera que se evitara laopresin de un bando por el otro (Gargarella, 1995, 1999 y 2001). La repre-sentacin plena se consideraba necesaria porque, si cada uno de los sectores

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    de la sociedad obtena su propio espacio institucional,previsiblemente los intereses de todos resultaran prote-gidos, y se lograra por esta va, no slo asegurar la repre-sentacin de las mayoras sino evitar su tirana sobre laminora. La representacin plena aseguraba que tanto elsector mayoritario de la sociedad como el sector de lossocialmente aventajados, tuviesen igual poder de influen-cia dentro del sistema poltico. Suministrara proteccinsuficiente a los intereses minoritarios. Permitira que laambicin contrarrestara la ambicin y preparara al go-bierno para resistir las tendencias egostas innatas.

    El presupuesto esencial a esta concepcin de repre-sentacin plena, es que la sociedad est fragmentada endos grupos merecedores de proteccin institucional. Deacuerdo con la opinin de Madison, la sociedad estabadividida en diferentes grupos, siendo la ms importantede esas divisiones la que se daba entre los propietariosricos y los pobres que carecen de propiedad. Reconocaque exista una diversidad de grupos regidos por diferen-tes sentimientos y puntos de vista: los acreedores y deu-dores, los fabricantes y comerciantes, y otros grupos coninterese menores los granjeros y artesanos inferiores enriqueza, estatus y poder que constituan las mayoras po-pulares (Madison, 1994, p. 37). Pero enfatiz que entretodas las divisiones de intereses ninguna era ms impor-tante que la que separaba a aquellos que tienen de aque-llos que no tienen propiedad. Para los constitucionalistasliberales y republicanos, ambas partes deben contar conuna porcin igual de poder poltico para evitar el riesgode opresiones mutuas. Si bien se aspiraba a la represen-tacin plena, predomin una visin muy elitista y restrin-gida acerca de los intereses que deberan tenerrepresentacin y cmo deban ser representados. El mo-delo de Burke, por ejemplo, haca referencia, bsicamen-te, a los intereses de los comerciantes, los terratenientes ylos profesionales (Gargarella, 2000, p. 326)6.

    1.2 La idea de representacin y el principio de distincinCon la constitucin de la democracia representativa

    se afirma una concepcin elitista de la representacin,que defiende la idea de que los representantes deberanser distintos de sus electores, y establece que dichos re-presentantes deben ser responsables ante el pblico, pero

    6 La idea de gobierno re-presentativo aparece desdeel comienzo como solidariade cierta aceptacin de ladiversidad social.

    7 La cuestin del tamao dela asamblea de represen-tantes (en cierto modo unproblema tcnico sobre elnmero ptimo para lasdeliberaciones adecuadas)adquiri una enorme impor-tancia poltica; concerni ala relacin entre represen-tantes y representados, almismo ncleo de la represen-tacin. El razonamiento giren torno a las consecuenciasde la proporcin entre ele-gidos y electores (Manin,1998, p. 137).

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    libres de la presin de los grupos privados. Esta visin sigue vigente en lossistemas representativos contemporneos. Al adoptar esta idea elitista derepresentacin, se abandona la idea de representacin como mandato di-recto que acta en nombre de intereses especficos, y se rechaza la idea derepresentacin como semejanza o similitud, que establece que para que larepresentacin sea verdadera debe existir una similitud entre el elegido y elelector (Sartori, 1992).

    Una primera idea de representacin que se dej de lado fue la de repre-sentacin como mandato. En esta visin, el significado de representacin esla actuacin en nombre de otro, en defensa de sus intereses. Los dos rasgosdefinitorios de este concepto son: a) una sustitucin en la que una personahabla y acta en nombre de otra, b) la condicin de hacerlo en inters delrepresentado. Esta definicin presupone una distincin entre derecho priva-do (representacin jurdica) y derecho pblico (representacin poltica). Enderecho privado, la relacin de representacin se concibe y desarrolla comouna relacin bipersonal entre un cliente y un agente designado por aqulcon unas instrucciones generales. Las instrucciones dictadas por el clienteson un elemento esencial de la relacin de representacin. Estamos ante larepresentacin como mandato: los representantes son siempre delegadosvinculados por las instrucciones mandato (Sartori, 1999).

    Otra idea de representacin que se dej de lado en la fundacin delsistema representativo, fue la de representacin como similitud o semejan-za. Entre los defensores de esta idea se encuentran los antifederalistas en elperiodo fundacional del sistema representativo de los Estados Unidos. Losantifederalistas consideraban que para que la representacin fuese verdade-ra debera existir una similitud entre el elegido y el elector. Considerabanque los representantes deban compartir las circunstancias, actitudes y senti-mientos de sus representados, deban reflejar las opiniones de los que repre-sentan. En la convencin federal el debate sobre el tema de la representacinno gir sobre el problema de los mandatos y de las instrucciones, sino sobrela cuestin de la similitud entre electores y elegidos y sobre la cuestin deltamao de la cmara de representantes (Manin, 1998, p. 138)7. En estedebate los antifederalistas, a pesar de sus diferencias, coincidan por unani-midad en su demanda de que los representantes se pareciesen a los represen-tados. Insistan en que los representantes deban ser la verdadera imagen delpueblo, y para ello deberan ser personas que vivieran sus mismas circuns-tancias, tuvieran sus mismos deseos y necesidades, se conmovieran por susaflicciones y estuvieran dispuestos a procurar sus intereses (Manin, 1998, p.139). Los conceptos semejanza, parecido, fidelidad y la idea de que la repre-sentacin deba ser un cuadro real del pueblo, son repetidos constantemen-te por los antifederalistas (Manin, 1998, p. 137). A diferencia de la teoradel mandato, esta concepcin descriptiva de la representacin presuponeque los representantes harn espontneamente lo que el pueblo hara, no re-

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    queriran de mandatos imperativos ni instrucciones. Cuando hablaban desimilitud se referan ante todo al sentido social.

    Los antifederalistas estaban defendiendo lo que hoy se denomina unaconcepcin descriptiva de representacin. Desde esta perspectiva, las asam-bleas deben ser como un pueblo en miniatura, deben ser una cuadro enminiatura exacto del pueblo. Deben pensar, sentir y actuar como l. Porello, sealaron que, dada la diversidad de la poblacin, slo una ampliaasamblea podra cumplir los requisitos necesarios para una representacinadecuada. Defendan asambleas grandes y numerosas. Aunque no aspirabana que todas las clases tuviesen miembros con escaos en las asambleas, saspiraban a que estuviesen representados los principales componentes de lasociedad (Manin, 1998, p. 141). Desde esta perspectiva, cuando las asam-bleas son pequeas se corre el riesgo de que la proporcin entre elegidos yelectores sea demasiado reducida para permitir una semejanza esto fue loque criticaron los antifederalistas a la constitucin aprobada en 1787 (Manin,1998, p. 137). Los defensores de la representacin como similitud siguenabogando porque la mayor parte de las clases sociales est representada enforma adecuada.

    Frente a esta idea de representacin como similitud triunf la visin elitista,defendida por republicanos como Madison y Hamilton, quienes estaban afavor de la separacin entre representantes y electores. Como ya vimos, se-gn esta visin los representantes deben ser diferentes de sus electores, noslo para evitar que los primeros acten segn intereses de facciones, sinoporque el gobierno republicano requiere que el poder sea confiado a quie-nes poseen mayor sabidura y mayor virtud, a personas superiores y dife-rentes a sus conciudadanos (Manin, 1998, p. 146). La repblica representativaera superior a la democracia directa porque delegaba el gobierno a un redu-cido grupo de ciudadanos elegidos por el resto, grupo que est en capacidadde discernir los verdaderos intereses de la nacin y, de esta manera, refinar yextender las opiniones del pueblo. Madison consideraba que seran elegidosaquellos ciudadanos que tuviesen mayores mritos y pudieran lograr la con-fianza y estima del pas (Manin, 1998, p. 144).

    Madison y los padres fundadores de la democracia representativa no seconformaron con la seleccin de los ms virtuosos e inteligentes; no tenanfe ciega en el comportamiento virtuoso de dichas elites ante todas las situa-ciones; por ello, junto con la autonoma de los representantes se enfatiz enla necesidad de exigirles responsabilidad y receptividad frente al pblico. Laidea de representacin que se defendi fue la representacin elitista que, porun lado, estableca la discrecionalidad del representante (no sometido amandato alguno), pero, por otro lado, exiga receptividad de los mismosante las voces y demandas ciudadanas, y responsabilidad. El mecanismo pro-puesto para exigir responsabilidad y compromiso con el inters pblico y elbien comn, fue el de las elecciones peridicas. Para estos enfoques los re-

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    presentantes no traicionarn la confianza del pueblo porque saben que de-ben al pueblo su ascenso al cargo pblico, y las elecciones frecuentes lesrecordarn su dependencia de la ciudadana. Las elecciones peridicas ac-tan como un sistema de imperativos, sanciones y recompensas para que losrepresentantes no se desven del inters comn. La constante perspectiva deunas elecciones prximas combinada con el deseo de seguir en el cargogarantizar una conveniente dedicacin a los intereses del pueblo (Manin,1998, p. 147). Las elecciones recurrentes sern mejores guardianes del inte-rs del pueblo que la similitud o la proximidad social (Manin, 1998, p. 147).La historia se encargar de mostrar que las elecciones peridicas, a pesar deser un mecanismo que obliga a las elites y partidos a buscar el consentimien-to del pueblo, no son efectivos para garantizar que los gobernantes actenen funcin del inters pblico ni para exigir receptividad.

    Esta tradicin liberalrepublicana expresada en el pensamiento de Madisony Hamilton, entre otros, presupona, a diferencia de los enfoques liberalescontemporneos, que exista una elite virtuosa preocupada por los interesespblicos de la nacin: no todos los individuos son egostas, existen sectores opersonas de la sociedad con capacidad de actuar en funcin del bien pblico.Las posiciones defendidas por los liberales republicanos que fundaron el siste-ma representativo, implican asumir la premisa de que la virtud existe reparti-da en la sociedad, pero es un bien escaso. A esto Flix Ovejero lo llama la tesisde la discontinuidad antropolgica de la virtud, segn la cual existen dostipos de ciudadanos: los excelentes, comprometidos con el inters pblico, ylos dems, poco informados e indiferentes a las actividades pblicas (Oveje-ro, 2000, p. 25). El sistema representativo a travs del mecanismo de las elec-ciones, se encargara de identificar y seleccionar aquellas elites virtuosas entrelos ciudadanos rasos, y en caso de que stas traicionaran el bien pblico, dichomecanismo se encargara de castigarlas. Las dos instituciones del sistema re-presentativo, las elecciones y el sistema de pesos y contrapesos, funcionarancomo mecanismos de seleccin y control de los representantes, y de garantade que estos se ajusten al inters pblico.

    2. La democracia representativa entendida como competenciaabierta por el poder entre quienes luchan por el voto: los enfoqueselitistas, el pluralismo y la teora econmica

    El segundo enfoque liberal de la democracia est constituido por las vi-siones elitistas, pluralistas y por la teora econmica de la democracia. Estosenfoques comparten la visin de la democracia representativa como sistemade competencia que regula la lucha por el poder, como mecanismo de agre-gacin de preferencias de los ciudadanos mediante la eleccin de gobernan-tes y la formulacin de polticas pblicas, o como un procedimiento polticomediante el cual los electoresciudadanos eligen entre un conjunto de re-

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    presentantes que ofrecen diferentes programas. Si bien estas versiones com-parten rasgos, tienen elementos que las diferencian, como se analiza a conti-nuacin. Lo que interesa sealar aqu especficamente, son las diferenciasentre estas visiones liberales de la democracia como mercado y como mto-do o procedimiento para tomar decisiones legtimas y obligatorias, y los en-foques liberales republicanos que enfatizan en la democracia como sistemade contencin de las mayoras.

    La diferencia central radica en que el modelo liberal republicano con-templa, por un lado, la posibilidad de que existan ciudadanos con disposi-ciones pblicas, en concreto, una aristocracia de representantes que el sistemade competencia electoral permite identificar, y, por otro lado, la posibilidadde procesos deliberativos entre estas elites, que servirn para adoptar deci-siones justas (Ovejero, 2003, p. 20). El modelo liberal de democracia sedistancia de esta tradicin liberal republicana, en tanto presume que no hayotro ciudadano que el homo oeconomicus, calculador e interesado, y afirmaque la democracia funciona como un mercado de agregacin de preferen-cias mediante la competencia electoral y las polticas publicas. En contrastecon la visin liberal republicana elitista, que ve la democracia representati-va como un sistema establecido para asegurar que la poltica tenga un carc-ter deliberativo y evitar que las facciones y pasiones controlen las institucionesy definan las polticas pblicas, las visiones liberales de la democracia pre-sentan la democracia representativa como un esquema institucional que fun-ciona en forma similar al mercado: como un sistema de competencia entreelites (o representantes) por el poder, como mero procedimiento o mtodode agregacin de preferencias que no requiere de individuos virtuosos ycon vocacin publica. En las siguientes lneas se analizan las tres corrientesliberales de la democracia como mercado y competencia: la elitista, lapluralista y los enfoques econmicos. Los autores ms representativos deestas tradiciones son, entre otros, los siguientes: Pareto, Mosca (1896),Schumpeter (1942), Dahl (1961, 1993) y Downs (1957). Una vez analiza-dos los rasgos centrales de cada enfoque, se presentan los elementos comu-nes a los tres y se sealan algunos de sus problemas.

    2.1. El elitismo clsico y democrtico: Mosca, Pareto y SchumpeterLa tesis y actitud general de los elitistas puede expresarse con las pala-

    bras de Ostrogorski (1880): la funcin poltica de las masas en una demo-cracia no es la de gobernar, probablemente nunca sern capaces de hacerlo.Siempre gobernar una pequea minora, en democracia lo mismo que enautocracia. La propiedad natural de todo poder es concentrarse, es como laley de gravitacin del orden social. Pero es necesario que la minora dirigen-te sea mantenida en jaque. La funcin de las masas en democracia no esgobernar, sino intimidar a los gobiernos (Gonzalo y Ferrn, 2002, p. 198).Las visiones elitistas clsicas expresadas en la obra de Mosca y Pareto, ven

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    los gobiernos representativos como elementos esenciales para resolver elproblema de la estabilidad poltica, ya que si la democracia bajo su formapura (democracia directa y participativa o autogobierno ciudadano) con-duce a la inestabilidad y la tirana, bajo la gida de la elite representativa seconvierte en una fuerza antirrevolucionaria, asegurando esa estabilidad y lapreservacin de la libertad (Bachrach, 1967, p. 32). Para los elitistas, entoda sociedad surgen dos clases de personas: la clase que gobierna y la claseque es gobernada. Esta segunda es gobernada de un modo ms o menos legalpor momentos, y en otras ocasiones y circunstancias, por medio de la mani-pulacin y violencia a favor de la minora. El problema central de estassociedades es la tendencia inevitable a la decadencia interna en tanto nohay circulacin de elites. En este contexto, Pareto afirma que para que lasminoras y elites gobernantes sobrevivan no se pueden quedar a la zaga, sinoque deben reflejar las fuerzas cambiantes de la sociedad. El equilibrio socialslo se logra si hay circulacin de elites y si stas son receptivas a nuevosmiembros provenientes de las clases populares; slo as se evitan y controlanlas revoluciones. Para elitistas como Mosca, la incorporacin del sistemaelectivo es esencial para mantener un sistema de competencia por el poder,abierto entre elites; dicho sistema electoral permite la lenta y continua mo-dificacin de las clases gobernantes y refleja las cambiantes fuerzas socialesde cada poca (Bachrach, 1967, p. 3637).

    Schumpeter, por otro lado, construy una teora elitista de la democra-cia que presenta como una versin realista, en contraposicin a los enfoquesclsicos de la democracia. En su anlisis, Schumpeter parte de juzgar la de-mocracia como un mtodo poltico y no como un fin en s mismo. La demo-cracia puede o no contribuir al desarrollo econmico, a la justicia social o aque todos coman, sean sanos y se eduquen: el hecho fundamental es que setrata de un procedimiento. La democracia como mtodo democrtico hacereferencia a un sistema institucional para llegar a decisiones polticas, enque los individuos adquieran el poder de decidir por medio de una luchacompetitiva por el voto del pueblo (Schumpeter, 1998, p. 222). Presentaesta idea de democracia como alternativa a la doctrina clsica, segn la cualla democracia es un arreglo institucional para llegar a decisiones polticasque realizan el bien comn, haciendo que el pueblo mismo decida sobre losasuntos pblicos a travs de la eleccin de individuos que deben reunirse enuna asamblea para llevar a cabo su voluntad (Schumpeter, 1998, p. 50). Deacuerdo con esta doctrina, en una democracia el electorado define y decidelas controversias polticas, primero, y designa despus un conjunto de repre-sentantes para que se ocupen de implementar tales decisiones.

    Schumpeter sostiene que la doctrina clsica de la democracia es unavisin mtica o engaosa por varias razones: en primer lugar, no existe unbien comn unvocamente determinado con el que todo el mundo puedaestar de acuerdo o pueda hacrsele estar de acuerdo en virtud de una argu-

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    mentacin racional (1998, p. 219). Esto se debe a quepara los distintos individuos y grupos el bien comn sig-nifica cosas diferentes. Este conflicto de valores ltimosno se puede resolver en forma racional, en la medida enque est ms all de la categora de la mera lgica. Losintentos de resolver mediante compromisos y argumen-tos racionales este conflicto, terminan por mutilar y de-gradar alguno de los valores en pugna. Schumpeter, aligual que los enfoques pluralistas y econmicos de la de-mocracia, asume una postura metatica escptica orelativista, dudando de la existencia de razones objeti-vas para descalificar las preferencias de las personas comoinmorales. Ni la poltica ni la tica cuentan con herra-mientas para mediar en el profundo conflicto de valores(Nino, 1997, p. 102). Aunque resultase aceptable paratodos un bien comn suficientemente definido por ejem-plo la maximizacin de la satisfaccin para losutilitaristas, esto no implicara respuestas igualmentedefinidas para los problemas singulares.

    En segundo lugar, rechaza la concepcin de ciudada-na de la doctrina clsica, como agentes con capacidadde elaborar y formar sus preferencias, de discernir sobrelos temas pblicos, de participar con informacin en laesfera pblica, y manifiesta su escepticismo frente a laposibilidad de alcanzar una voluntad general o ciudada-na sobre los temas pblicos. Schumpeter tena en bajaestima las capacidades polticas e intelectuales del ciu-dadano medio. Para empezar, consideraba que los ciu-dadanos no tienen capacidad de formar sus preferenciasen forma independiente y racional. No slo no tienenpreferencias formadas sino que la informacin sobre lostemas pblicos es imperfecta. Por ello no pueden sacarconclusiones claras y rpidas respecto de los problemasespeciales8. En este contexto, la formacin de la opininpblica est en manos de grupos que persiguen fines de-terminados. Los deseos de los electores son fabricadospor la propaganda de estos grupos. Estos grupos puedenestar integrados por polticos profesionales, por defenso-res de un inters econmico o por personas interesadasen dirigir las representaciones polticas. Estn tambinen capacidad de configurar la voluntad del pueblo e in-cluso de crearla. De esta manera, la voluntad ciudadanano es una voluntad autntica sino una creada. La volun-

    8 Es irreal atribuir indepen-dencia y calidad racional alos individuos. La voluntadde las personas se reduce a unhaz indeterminado de vagosimpulsos que se mueven entorno a tpicos dados y aimpresiones err-neas. Losciudadanos no saben demodo preciso lo que quierendefender. No lo sabenporque no tienen capacidadpara observar e interpretarcorrectamente los hechos(Schumpeter, 1998, p. 220).

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    tad del pueblo es el producto y no la fuerza propulsoradel proceso poltico (Schumpeter, 1998, p. 221).

    De esta manera consideraba que la doctrina clsicade la democracia era excesivamente especulativa, y abo-gaba por una teora mucho ms fiel a la realidad. La de-mocracia representativa significaba tan slo que elpueblo tiene la oportunidad de aceptar o rechazar a loshombres que han de gobernarle. La esencia de la demo-cracia est en la facultad y habilidad de los ciudadanospara sustituir un gobierno por otro. La democracia nosignifica ni puede significar que el pueblo gobierna efec-tivamente. La democracia es slo un mtodo institucionalpara generar y legitimar el liderazgo, y la vida democr-tica es la lucha entre lderes polticos rivales, organiza-dos en partidos, por el mandato a gobernar9. En estadescripcin la democracia no es el gobierno del pueblosino de los polticos y las elites. A los ciudadanos slo lesvasta aplaudir o no, como en Esparta. El pueblo es y nopuede ser nada ms que el productor de los gobiernos.Los votantes no definen las cuestiones polticas centra-les del da a da. Los partidos polticos no deben ser en-tendidos como grupos que persiguen el bienestar pblicoa travs de ciertos principios que adoptan. Por el contra-rio, ellos son importantes porque son maquinarias idea-das con el fin de ganar la lucha competitiva por el poder.Los partidos polticos nacen ante la incapacidad de losciudadanos de coordinar sus propias actividades polti-cas. En cuanto a los dirigentes de los partidos, necesaria-mente se profesionalizan, se transforman en especialistasde la cosa pblica. Adems de vivir para la poltica, sededican a vivir de la poltica.

    2.2. La democracia pluralistaEl pluralismo hace referencia a una variante de las

    tradiciones elitistas de la democracia que se desarrollen Estados Unidos en la dcada de los cincuenta; susmximos representantes son Truman (1950) y Dahl(1956). Es una concepcin que afirma que la vida pol-tica se caracteriza por la existencia de varios centros depoder y por la lucha de varios grupos que pugnan porrecursos escasos (Dahl, 1956; Sitgler, 1971; Sunstein,1999). La democracia moderna se caracteriza por la exis-tencia de diversidad de grupos y actores en pugna, en

    9 La democracia es el mtodopoltico en el que el pueblo,como elector, elige peridi-camente entre equipos posi-bles de lderes.

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    torno a una variedad de centros de decisin poltica. El poder no est con-centrado, est esencialmente disperso a lo largo de la sociedad; numerososgrupos que representan intereses diversos lo comparten. Estos grupos pug-nan por influir en las polticas e instituciones. Las polticas pblicas y lasleyes son el producto de una intensa pugna de intereses y de conflictos entrediferentes actores. Son el resultado de luchas o pactos basados en el autointers. Truman considera que la poltica pblica surge como resultado deuna serie de impactos en el gobierno, relativamente descoordinados, desdetodos los lados de las fuerzas en competencia sin que ninguna posea unainfluencia excesiva (Held, 2001, p. 232).

    Un segundo rasgo que caracteriza al enfoque pluralista de la poltica es eltomar la distribucin de la riqueza, el conjunto de derechos existentes y laspreferencias, como un dato, como variables exgenas. Asume que las prefe-rencias de los actores estn dadas y no son transformadas por el procesopoltico. El sistema pluralista se muestra indiferente ante las preferencias,siempre y cuando no intervenga la fuerza y el fraude. El papel de la democra-cia es el de garantizar la agregacin de las preferencias mediante elecciones,leyes y polticas pblicas, y no el de transformar dichas preferencias en fun-cin de alguna idea de bien pblico.

    Un tercer rasgo de la tradicin pluralista es el hecho de no exaltar laparticipacin poltica. La democracia no parece precisar de un alto grado departicipacin activa de todos los ciudadanos, pues puede funcionar bien sinella. Un margen de apata o inaccin es funcional para la continuidad esta-ble del sistema poltico. Una participacin extensa podra llevar al incrementedel conflicto social, a una excesiva desorganizacin y fanatismo (Held, 2001,p. 233). Por otro lado, la apata poltica puede reflejar la salud de la demo-cracia porque puede basarse en la confianza en los que gobiernan (Lipset,1963, p. 30). Para el pluralismo clsico la falta de participacin poltica es,entonces, un bien positivo que indica la satisfaccin general con respecto alstatu quo y la aproximacin al punto de equilibrio.

    Finalmente, en cuanto al tema de las condiciones para alcanzar la estabi-lidad y el equilibrio en las sociedades democrticas, Robert Dahl afirma questas slo se logran mediante el consenso esencial en torno a las polticas yreglas de juego del sistema democrtico. Para los pluralistas, ni las eleccio-nes ni el sistema de partidos, ni las restricciones constitucionales garantizanpor s solas el logro de la estabilidad democrtica. Dahl considera que laestabilidad se alcanza porque existe consenso sobre las reglas de procedi-miento, sobre el margen de accin de las opciones polticas, sobre el mbitolegtimo de la actividad poltica. Este consenso configura los prerrequisitossociales de la democracia (Held, 2001, p. 236).

    La concepcin pluralista de la poltica y la democracia es una variantede la visin elitista, que se alimenta de muchos de sus supuestos pero que sedistancia de otros y aspira a superar algunas de sus limitaciones. Los repre-

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    sentantes del pluralismo clsico, acogen de la teora de Shumpeter la tesissegn la cual la democracia es ante todo un mtodo de escoger lderes pol-ticos, pues comparten la afirmacin de que el electorado se caracteriza porser aptico y estar poco informado de los asuntos pblicos. De Madisonacogen la idea de que uno de los propsitos centrales del gobierno democr-tico es proteger las libertades de la amenaza permanente de las facciones eimpedir que cualquiera de ellas socave la libertad de las dems. Los pluralistas,siguiendo el espritu de estos dos autores clsicos, presentan su enfoque de lademocracia como un relato descriptivo/explicativo que aspira a describir sufuncionamiento real y a distanciarse de aquellas versiones idealistas de lademocracia directa.

    Si bien comparten los aspectos mencionados, se distancian en otros yrealizan importantes aportes a la teora liberal de la democracia. Los pluralistas,a diferencia de Shumpeter, no consideran que la concentracin del poder enmanos de las elites polticas en competencia sea una tendencia inevitable.Toman, por el contrario, como punto de partida de sus enfoques, la existen-cia de muchos centros de poder. Por otro lado, a diferencia de Madison,argumentan que las facciones, lejos de suponer una gran amenaza para lasasociaciones democrticas, constituyen una fuente estructural de estabili-dad y la expresin central de la democracia (Held, 2001, p. 227229). Te-niendo en claro estos aspectos en comn y las diferencias, es posible identificarlos aportes de los pluralistas frente a los enfoques defendidos por el liberalis-mo republicano y a las teoras elitistas de la democracia.

    El pluralismo clsico realiza importantes aportes a la teora liberal de lademocracia. Por un lado, la contribucin especfica frente a la versin elitistade Shumpeter, consiste en introducir los grupos, las organizaciones y las en-tidades intermedias como los principales actores en la competencia poltica,en lugar de los notables y/o lderes individuales que constituyen en conjuntolas elites. En la visin elitista de la democracia defendida por Schumpeter(como mtodo poltico de seleccin de elites), se sitan pocas cosas entre elciudadano y el liderazgo electo. Los pluralistas, por el contrario, consideranen forma acertada que esta descripcin es insuficiente porque no presta aten-cin a los grupos intermediarios, como las asociaciones comunitarias, lossindicatos, las organizaciones empresariales, los cuerpos religiosos, y porquedescribe la vida poltica como un mundo marcado por el choque competiti-vo entre elites, donde el ciudadano es visto como un ser aislado y vulnera-ble. Por otro lado, la contribucin frente a Madison es la de concebir enforma diferente el papel de las facciones y de los grupos en el proceso demo-crtico. Truman afirma que la misma diversidad de intereses en la sociedadproteger la poltica democrtica de la tirana de una mayora facciosa (Held,2001, p. 232). A diferencia de Madison, los pluralistas consideran que laexistencia de grupos activos de distinto tipo y tamao e intereses competiti-vos, es crucial para que el proceso democrtico se sostenga y los ciudadanos

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    promuevan sus objetivos. Para Dahl, la preocupacin ylos temores del liberalismo clsico de Madison y Mill porel creciente poder del demos y de las facciones, en granmedida se ha exagerado (Held, 2001, p. 234). Una ma-yora tirnica es improbable porque las elecciones ex-presan las preferencias de varios grupos en competencia,ms que los deseos de una mayora firme (Dahl, 1956, p.133)10. Dahl apoyaba la idea de que la competencia en-tre grupos de inters organizados estructura las polticasresultantes y establece la naturaleza democrtica de unrgimen.

    2.3. La democracia como mercado enfoqueseconmicos de la democracia

    Una tercera vertiente de las visiones de la democraciacomo competencia son los enfoques econmicos. Paraestos, la democracia no es ms que un mecanismo paraelegir y autorizar gobiernos, no un tipo de sociedad ni unconjunto de objetivos morales. Dicho mecanismo consis-te en una competencia entre dos o ms grupos de polti-cos autoelegidos, organizados en partidos polticos.Competencia en la que se lucha por conseguir los votosque les darn derecho a gobernar hasta las siguientes elec-ciones (Macpherson, 1997, p. 96). Las versiones formali-zadas de este modelo sostienen que la democracia funcionacomo un mercado en el que interactan agentes en for-ma libre: por un lado, los productores de bienes y servi-cios (los polticos) que compiten por obtener el mximode votos y para ello deben satisfacer las demandas de losconsumidores, de lo contrario sern sustituidos por otrosque as lo harn. Para Downs, los partidos polticos en unademocracia formulan sus polticas estrictamente como unmedio de obtener votos. La nica finalidad que persiguenlos polticos es alcanzar el gobierno y mantenerse en l. Enla democracia representativa vista como mercado polti-co, los partidos polticos en principio no estn interesadosen atender el inters pblico; ahora, se veran obligados ahacerlo porque tratan de recoger el inters de las mayo-ras con el fin de alcanzar el poder. La imagen es la mismaque la del mercado, en la que el productor no est intere-sado en satisfacer las necesidades del consumidor, perodebe hacerlo si no quiere salir de la competencia.

    10 La cuestin ms relevantedel mundo real es la medidaen que varias minoras de unasociedad frustran mutua-mente sus ambiciones con elpasivo consentimiento oindiferencia de una mayorade adultos votantes (Dahl,1956, p. 133).

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    Del otro lado estn los demandantes (los ciudadanos) que buscanmaximizar su renta y utilidad, y por ello votan por aquellas opciones y plata-formas que mejor satisfagan sus intereses. El papel de los votantes no es el dedecidir cuestiones polticas y despus elegir representantes que pongan enprctica esas decisiones; es ms bien el de elegir a los hombres que adopta-rn las decisiones. Quienes compiten y deciden sobre cuestiones pblicasson los polticos. La funcin de los ciudadanos se limita a escoger entre gru-pos de polticos peridicamente, en el momento de las elecciones(Macpherson, 1997, p. 96). El resultado final de la competencia de las elitesy partidos polticos por ganar las elecciones, por capturar la confianza delelectorado y alcanzar el poder ser la satisfaccin de los intereses y deman-das de los ciudadanos. Las decisiones finales recogen las demandas de losdistintos votantes, a travs del proceso electoral y de procesos de negocia-cin entre representantes y elites, segn el peso de cada cual, segn la fuerza(los votos) que les respalde (Ovejero, 2001, p. 21).

    Dos hiptesis estn presentes en este modelo: la primera, que los agentesson racionales y que la libre interaccin y competencia entre agentes condu-ce a resultados ptimos. Estas visiones de la poltica parten de las mismashiptesis que formulan los tericos de la economa. En el modelo econmi-co se supone que los consumidores y empresarios son maximizadores racio-nales de su propia utilidad. Cuando actan en circunstancias de librecompetencia y se llevan al mercado todas las energas y recursos, el mercadoproduce la distribucin ptima de trabajo, capital y bienes de consumo. Dela misma forma, en la democracia como mercado poltico se supone que lospolticos y los votantes son maximizadores racionales y, si actan en circuns-tancias de libre competencia poltica, el resultado ser anlogo al del merca-do, produciendo una distribucin ptima de energas polticas y bienespolticos. El mercado poltico democrtico producira un equilibrio ptimoentre la oferta y la demanda de productos polticos y aportara a la soberanadel consumidor. En este modelo poltico pluralista se sigue aceptando elconcepto soberana del consumidor. En el mercado poltico, los consumidorespolticos son soberanos porque pueden elegir entre los proveedores de con-juntos de productos polticos.

    La segunda hiptesis de este modelo es que, en la democracia como mer-cado poltico, las cosas que las gentes pretenden del gobierno son tan diversasy cambiantes que la nica forma de hacerlas efectivas, la nica forma deadoptar decisiones gubernamentales para satisfacerlas, la nica forma de obte-ner la oferta necesaria de productos polticos y de distribuirlos es a travs deun sistema empresarial de partidos polticos (Macpherson, 1997, p. 98). Estesistema de partidos produce la voluntad de la mayora a partir de las deman-das diversas: los partidos polticos ofrecen diferentes opciones y productospolticos, entre los cuales los votantes eligen uno por mayora, y produce un

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    gobierno estable que equilibra oferta y demanda. Produ-ce tambin un conjunto de decisiones que resulte el msagradable, o el menos desagradable, para todo el conjun-to de diversas demandas individuales (Macpherson, 1997,p. 99).

    2.4. Rasgos en comn y problemas de las visionesde la democracia como competencia y procedimientode agregacin de preferencias

    Las tres visiones liberales de la democracia arriba men-cionadas comparten varios rasgos. Un primer elementoen comn es el de presentarse como enfoques descripti-vos y no normativos. Los diferentes defensores de estasvisiones consideran que tienen ventajas sobre las teorasprescriptivas y normativas, porque aportan un enfoque rea-lista de la democracia, libre de aspectos ticos y/o norma-tivos. Schumpeter, por ejemplo, contrasta la teora clsicade la democracia con su propia teora elitista, a la queconsidera ms realista11. Los defensores de las visiones eco-nmicas son aun ms radicales en la posicin de desligarde contenidos ticos a la democracia. Estos esfuerzos, sinembargo, fracasan y terminan por tener efectos perversos.En primer lugar, tienen el efecto de imponer sus visionespositivas y realistas de la democracia como ideales nor-mativos, reduciendo el pluralismo poltico. Se impone laidea de que la democracia slo puede y debe ser vistacomo una competencia por el liderazgo y que los ciuda-danos slo cumplen el papel de escoger entre diferenteselites. De esta forma, se establecen lmites tanto para loque puede ser la democracia, como a los esfuerzos porvincular a la ciudadana con la poltica y reducir el poderdiscrecional de las democracias representativas. El papelde los ciudadanos queda reducido a respetar la divisinde trabajo entre ellos y los polticos elegidos. Entonces,los gobernantes pueden dictar las directrices de las polti-cas pblicas y manejar los asuntos pblicos. La democra-cia se limita a ser lo que es un mercado poltico, en el quepocos compiten por el poder. Se debe abandonar la luchapoltica por profundizarla.

    Un segundo efecto de la defensa de las visiones rea-listas de la democracia como visiones desligadas de lapromocin de valores y principios polticos, es el de ol-vidar que los procedimientos democrticos estn enca-

    11 La teora clsica de lademocracia, que prevalecien el siglo XVIII, la ve comoun mtodo para generardecisiones polticas con elfin de materializar el biencomn, permitiendo que elpueblo decida por s mismocuestiones pblicas, me-diante la eleccin del indi-viduo que deber representarsu voluntad.

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    minados al logro de valores como el de la libertad y laigualdad poltica. Esto lleva al debilitamiento del fun-cionamiento de la democracia, en tanto es difcil lograrsu consolidacin si en la cultura poltica no existe con-senso arraigado frente a las reglas democrticas, no sloen las elites y fuerzas polticas dominantes, sino en laciudadana. El funcionamiento de la democracia comomecanismo y procedimiento para lograr gobiernos y de-cisiones legtimas, depende de condiciones externas almismo procedimiento, que estn relacionadas con losvalores y principios de los agentes sociales y polticos.

    Un segundo rasgo que comparten los enfoques libera-les es el de defender el distanciamiento de la ciudadanade la poltica y asignarle un papel no protagnico y pasi-vo, que slo se activa durante los procesos electorales.Schumpeter, por ejemplo, concibe al ciudadano como unsujeto dbil, ignorante, propenso a impulsos emocionalesintensos, con poca capacidad para formular juicios equili-brados y guiado slo por intereses personales (Schumpeter,1976, pp. 262257)12. Dicha visin del ciudadano se ajus-ta, desde el punto de vista emprico, perfectamente a unescenario habitado por el homo oeconomicus, que hace re-ferencia a un individuo interesado por su propio benefi-cio, ajeno a toda consideracin normativa. En generaltodos comparten la idea de Shumpeter, segn la cual enlas democracias competitivas y globalizadas el ciudadanono tiene cmo conocer los asuntos pblicos. La mayorade los electores y ciudadanos estn lejos de poder evaluarracionalmente las acciones de gobierno, debido a su cre-ciente extensin y complejidad. Los asuntos nacionales yextranjeros son tan lejanos a la mayora de las vidas de laspersonas, que es difcil que tengan un sentido de la realidady un conocimiento informado sobre los mismos. Dada lafalta de inmediatez y relacin directa entre la toma dedecisiones y sus consecuencias, la mayora de ciudadanosson incapaces de desarrollar un sentido de responsabili-dad. El ciudadano argumenta y analiza la poltica en for-ma infantil: se convierte de nuevo en un hombreprimitivo (Schumpeter, 1976, p. 262).

    Esta descripcin de los ciudadanos es parcialmentecierta. Ms acertadas son las visiones que reconocen que,si bien la cultura poltica en las democracias modernasse caracteriza por la existencia de una ciudadana

    12 La visin de democraciade Schumpeter enfrenta undilema difcil de resolver: apesar de asumir una visinpesimista del electorado y laciudadana, consideraba queestos estaban en capacidad deevaluar a los distintoscandidatos y plataformas. Silos ciudadanos son ignoran-tes y no tienen como hacerjuicios maduros e infor-mados, por qu entoncesestaran en condiciones deevaluar los diferentes candi-datos?, de cules recursosdispondran para procesaradecuadamente los mensajesque reciben o para evaluarlos desempeos pasados opresentes de los polticos?

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    desinformada y aptica, poco interesada por lo pblico, tambin se caracte-riza por la existencia de una ciudadana con un nivel de instruccin y deinformacin superior al de aquellos tiempos cuando las elites cultivadas eranlas que predominaban sobre una gran masa analfabeta y desinformada. Lacomposicin y la formacin de la ciudadana en las cuatro ltimas dcadasse ha alterado sustancialmente: cuenta con ms educacin formal, la pobla-cin que cuenta con formacin universitaria ha crecido, la incorporacin dela mujer al trabajo remunerado y al sistema educativo ha reducido en todoslos niveles la filas de la mayora iletrada y pasiva, han surgido nuevos agen-tes sociales activos en la poltica, como los jvenes. En cuanto al tema de lapresencia de una ciudadana activa y de la virtud cvica en la cultura polti-ca, la situacin difiere en cada pas y el panorama actual es complejo: al ladode una minora globalmente politizada, se configura una mayora depolitizacin selectiva interesada por algunas o alguna cuestin de impactogeneral, capaz de seguir con atencin la evolucin de algunas causas comu-nes singulares, que les son ms prximas por razones personales, de culturade grupo, de territorio, etc. (Valles, 1999, p. 16). Junto con esta ciudada-na ms educada, informada y selectivamente politizada en torno a polticaspblicas y temas especficos, se encuentran tambin las mltiples formas ynuevas modalidades de movimientos sociales, que conforman una escalaimportante de ciudadanos activos que no limitan su participacin al mo-mento del voto. Esto, sin embargo, no debe llevar a ignorar el crecientenmero de grupos y contingentes humanos en condiciones de marginalidadpoltica en las democracias en desarrollo y desarrolladas. Lo que quiero des-tacar es que el panorama de la ciudadana es ms complejo de lo que presen-tan las visiones liberales de la democracia en cualquiera de sus vertientes:por una parte, hay que reconocer que hoy existe un potencial de participa-cin ciudadana democrtica superior al de aquellos tiempos que sirvieronde base para la caracterizacin liberal de la ciudadana y la democracia; porotra, no se puede olvidar que la distancia de la ciudadana frente a lo pbli-co se explica por la amenaza de la dualizacin, dada la extensin de unacategora de excluidos de la vida poltica democrtica y, finalmente, no sedebe ignorar la existencia de ideales y proyectos democrticos que aspiran avincular a la ciudadana con la poltica y a reducir la discrecionalidad de losgobernantes.

    Un tercer rasgo de los enfoques liberales es que la competencia polticase libra entre partidos polticos de organizacin oligrquica, afectados portendencias hacia la oligarquizacin y burocratizacin, consolidando liderazgosjerrquicos en su interior. En la competencia poltica slo unos pocos pue-den competir con posibilidades de xito por el gobierno. La competenciapor el poder se da entre pocos partidos y organizaciones, y no entre ciudada-nos; en esta competencia los representantes actan como los productores dela actividad pblica y los ciudadanos como los consumidores de dicha acti-

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    vidad. Los ciudadanos no participan en la produccinde la actividad pblica, simplemente son actores pasi-vos que se enfrentan a productos acabados; se olvidanas de la gestin pblica que delegan en sus representan-tes. Si bien esta pintura no est muy alejada del funcio-namiento de las democracias, existen ampliasexperiencias, sobre todo a nivel local, y casos aislados anivel nacional donde la ciudadana ejerce unprotagonismo en la poltica y est en capacidad de dis-putarle las decisiones a los partidos.

    Un cuarto rasgo de los enfoques liberales de la polti-ca es el hecho de que la negociacin sustituye a la deli-beracin en la democracia (que era central en las visioneselitistas republicanas de la democracia). Para estas visio-nes, las preferencias de las personas y grupos en el mer-cado poltico se asumen como dadas y estn ligadas aintereses especficos. Las preferencias no se modificandurante el proceso poltico. El rol de la democracia re-presentativa como procedimiento, es el de acomodartodas las preferencias sin juzgar acerca de su contenidomoral. No se reconoce el dilogo y la deliberacin comomecanismo para tomar decisiones, para transformar pre-ferencias y para identificar el bien comn13.

    II. Los Problemas y las Promesas Incumplidasde la Democracia Representativa Liberal

    La democracia moderna liberal es un rgimen queconvive con profundas desigualdades econmicas, so-ciales y polticas; desigualdades que son inherentes a suestructura. Entre ellas, las ms importantes son: las des-igualdades de clases e ingresos, las desigualdades en elejercicio del poder poltico entre ciudadanos y gober-nantes, y las desigualdades por razones de gnero, raza yetnia. Uno de los debates centrales en torno a la demo-cracia representativa moderna son aquellos que se cen-tran en caracterizar e identificar estas desigualdades. Lademocracia moderna liberal, a pesar de ejercer una fuer-te atraccin tanto en el plano ideolgico como en elprctico, enfrenta, entonces, profundas crticas y no lo-gra levantar los consensos que busca, ni ganar la con-fianza que tanto anhela.

    13 Para Schumpeter, lanocin de bien comn esengaosa y peligrosa. Es unengao porque las personastienen diferentes preferen-cias y discrepancias sobre loque es el bien comn, y no esposible que dichas desave-nencias se resuelvan me-diante argumentos racio-nales. Los valores estn porfuera de la lgica. Existendiferencias y subestimarlas espeligroso. Si se asume unaidea del bien comn pro-ducto de la racionalidad, esposible terminar rechazandolas discrepancias por sec-tarias e irracionales (Held,2001, p. 211).

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    En esta seccin se analizan tres crticas a la democracia liberal, ellas son:la crtica marxista, la crtica feminista y las crticas centradas en identificarlos problemas de mediacin poltica que inciden en la reproduccin de lasdesigualdades polticas en nuestras sociedades democrticas (crisis de lospartidos y predominio de los poderes patrimonialistas y tecnocrticos; des-igualdad de poder poltico entre ciudadanos y representantes, que se expre-sa entre otros en la debilidad de los mecanismos de accountability electoral yhorizontal, para exigirle a los gobernantes mayor receptividad y rendicinde cuentas y, finalmente, la persistencia de la representacin imperfecta enlas democracia modernas, lo que cierra las puertas a las voces minoritarias).Me centrar en la reconstruccin de los argumentos centrales de las mismas,antes que en la exposicin de sus exponentes y sus momentos.

    1. Las desigualdades de clase y el desafo marxista y socialista

    Una primera forma de desigualdad que se denuncia en las democraciasliberales, es la desigualdad de clases. Quien mejor ha formulado esta denun-cia fue Marx y la tradicin socialista. En la obra de Marx se pueden identifi-car dos facetas relacionadas con el tema de la democracia. La primera, unaimplacable crtica a la democracia burguesa, a la que califica como falsademocracia en tanto no es ms que la dictadura de la clase dominante en elcapitalismo. Marx tiene la conviccin de la imposibilidad de la democracia,entendida como gobierno de los muchos, en el sistema capitalista. La demo-cracia, en el contexto del capitalismo, no es otra cosa que la dominacin dela mayora trabajadora por la minora capitalista. La segunda faceta del pen-samiento marxista es la relacionada con la teora sobre la sociedad por ve-nir: el trnsito al comunismo, etapa en la que se eliminan las relaciones declase y por ende es posible la democracia verdadera. En la sociedad comu-nista, una vez eliminada la estructura de clases se decreta la sentencia amuerte del Estado democrtico burgus, ya que no se requiere como meca-nismo de dominacin. En la sociedad comunista el antagonismo de clase,que es el motor de la historia, queda desactivado. La sociedad comunista esuna sociedad sin conflictos.

    La idea de que la democracia burguesa es falsa democracia se puedereconstruir en tres pasos (Gabriel Prez, 1998, p. 208). El primer paso, essealar que la historia del hombre, desde la antigedad hasta el capitalismodel siglo XIX, es una historia de dominacin entre clases. El elemento deter-minante de las posiciones respectivas de cada clase en una fase histricadada, viene determinada por su relacin con los medios de produccin; esesa relacin la que distribuye a los hombres en clases sociales de forma obje-tiva, sin que en ello intervenga la voluntad o la conciencia. El segundo pasoes afirmar que con la expansin del capitalismo se desarrollan dos clasessociales con intereses incompatibles: la burguesa y el proletariado. Las de-

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    mandas e intereses de la clase trabajadora no pueden ser satisfechas en elmarco de las relaciones de produccin capitalistas que defienden la propie-dad privada, que se apropian de los excedentes producidos por los trabaja-dores, que utilizan mal las fuerzas productivas, dejando masas enteras deobreros desempleados y mucha maquinaria ociosa, y que no logran generaruna demanda efectiva para los bienes que producen (Elster, 1991, p. 116).De esta forma, desde la perspectiva marxista, en las sociedades liberales nohay posibilidad de negociacin en torno a los intereses de clases antagni-cas, como lo promete el Estado democrtico liberal. No es posible que unmismo ordenamiento constitucional y econmico ampare al mismo tiempolos intereses de la burguesa y del proletariado, y menos en el marco derelaciones de produccin que no son ptimas para el desarrollo de las fuerzasproductivas. La burguesa seguir apropindose de la plusvala, sirvindosede la fuerza (represin) o de sutiles engaos (ideologa), con el Estado a suservicio. En el marco de los estados democrticos no slo es imposible armo-nizar intereses opuestos, sino que no vale la pena intentarlo, porque existeotro camino que lleva a la victoria final. Tarde que temprano, el sistemacapitalista habr de derrumbarse vctima de sus crisis internas, y la nicaclase que puede encarnar el avance histrico es el proletariado, que estarmadura una vez tome conciencia de s misma, para protagonizar la transfor-macin revolucionaria.

    El tercer paso es sealar que en las sociedades capitalistas, caracterizadaspor el conflicto de intereses irreconciliables entre la burguesa y el proleta-riado, la democracia burguesa no es sino la forma poltica que adopta laclase dominante del capitalismo para garantizar su dominacin. Las demo-cracias liberales realmente existentes no logran cumplir dos de sus promesascentrales: la primera, un gobierno imparcial representante del bien comn.En las sociedades de clase el Estado democrtico liberal se encuentra enmedio del conflicto y de las luchas de la sociedad civil y por ende no es unactor imparcial. No est en capacidad de representar y defender el biencomn ni el inters del pblico. Lejos de ser rbitro y juez en medio delconflicto, es un factor de dominacin y legitimacin de las desigualdadessociales y econmicas. El Estado democrtico, tras el velo de la neutralidad(igualdad ante la ley, libertades individuales, no discriminacin), oculta latoma de partido en el conflicto (latente o manifiesto) de intereses entre lasclases enfrentadas. Marx, en el Manifiesto Comunista, seala que el ejecu-tivo del Estado Moderno no es ms que un comit para dirigir las cuestionescomunes a la burguesa. La segunda promesa que las democracias no lograncumplir es la de una representacin responsable, autnoma de intereses par-ticulares: el Estado es visto como una extensin de la sociedad civil, unrefuerzo del orden social para la promocin de los intereses particulares ypara la legitimacin de sus proyectos especficos (Bobbio, 2000, p. 30). Eneste contexto, la participacin del proletariado en los parlamentos es un

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    asunto de estrategia. Su participacin no cambia en ab-soluto el carcter de las instituciones del Estado burgus14.

    Hay que destacar que en las democracias consolida-das, el Estado liberal y democrtico moderno ha evolu-cionado hacia la configuracin de un Estado social y deBienestar, con el fin de dar respuesta a las crticas mar-xistas, a los partidos y movimientos socialistas; contra-rrestar las revoluciones sociales y evitar el trnsito haciael socialismo. El Estado social reposa en la idea de que elpoder poltico debe lograr para los asociados una justi-cia material mnima. La democracia es entendida no slocomo un mtodo poltico, sino como una cierta igual-dad social conseguida gracias a la accin estatal. Estaconversin de Estado liberal gendarme y protector dederechos, a Estado benefactor, se inicia en las dcadasfinales del siglo XIX y finaliza despus de la segunda gue-rra mundial.

    2. La desigualdad de oportunidades entrehombres y mujeres, y el desafo del movimientofeminista

    Una segunda forma de desigualdad que afecta la de-mocracia es la desigualdad de oportunidades reales en-tre hombres y mujeres. Las democracias liberales fuerondesarrolladas bajo los principios y experiencias de los hom-bres. Las principales defensoras de las luchas y reivindi-caciones de las mujeres han sido ellas mismas. Elmovimiento feminista en sus diversas etapas ha defendi-do un ideal igualitario: la idea de que todos los miem-bros de la comunidad deben ser tratados como iguales.Como seala Amelia Valcrcel, el feminismo es un mo-vimiento y una filosofa de la igualdad, cuya naturalezase puede recoger en el siguiente planteamiento: admiti-da la igualdad entre todos los seres humanos en procurade aquello que se consideran bienes, qu razn hay paraque la mitad de los seres humanos, el colectivo comple-to de las mujeres, no tenga los mismos derechos recono-cidos a tales bienes que tiene el colectivo completohumano? (Valcrcel, 1997, p. 91).

    En un primer momento (su origen) el feminismo cri-tic la democracia moderna por negar los derechos pol-ticos de ciudadana a la mitad de la poblacin (las

    14 Marx no desarroll unateora normativa de lademocracia en sociedadescomunistas. Slo hayambiguas alusiones a que eneste sistema predominaruna democracia real, directa,sin clases sociales. En lalectura que hace de laComuna de Pars en La guerracivil de Francia, seala quedespus de una fase detransicin del socialismo yde la toma de conciencia delproletariado, se llega alcomunismo. Eliminadas lasbases econmicas de ladesigualdad se desvanecenlas razones del conflicto. Loshombres son libres por igual,pero no formalmente cartasconstitucionales o declara-cin de derechos, sino porla eliminacin de lasdesigualdades de clase y laigualacin material (Prez,1998, pp. 208-209).

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    mujeres) y por fundamentar esta exclusin poltica basndose en la divisinentre la esfera privada y la esfera pblica. Las feministas mostraron su incre-dulidad frente a los principios de libertad e igualdad defendidos por la de-mocracia liberal en tanto slo incluan cierto tipo de comunidad, la de losvarones, y marginaban otra, la de las mujeres. La democracia moderna cons-tituy una comunidad poltica basada en la exclusin de las mujeres, a lasque se les neg el derecho al voto, el derecho a ser propietarias, contratar yheredar. Las mujeres durante mucho tiempo no fueron sujetos de derechos.El liberalismo defendi esta exclusin sobre la base de la doctrina de la sepa-racin entre la esfera pblica y la privada. La esfera privada es el lugar de lafamilia y la mujer, el lugar de lo natural; la esfera pblica es el lugar delhombre, de la razn, del clculo egosta y la civilizacin. De esta forma, elargumento para negar la igualdad poltica a la mitad de la poblacin fuenaturalizar el sexo.

    Para el pensamiento dominante de la poca, la desigualdad entre hom-bres y mujeres no tena origen poltico, por tanto no poda tener solucionespolticas. Se crea y se afirmaba que era una desigualdad natural. La primeraola del feminismo, expresada en el sufragismo (o reivindicacin del votopara la mujer), se opuso frontalmente a este naturalismo. Las feministas acu-saron la democracia representativa liberal por estar estructurada tanto porrelaciones patriarcales como por relaciones de clase, y denunciaron que ladicotoma entre lo pblico y lo privado serva (y sirve) para ocultar la suje-cin (en el mbito privado) de las mujeres a los hombres, dentro de unorden pblico aparentemente universal, igualitario e individualista. Su lu-cha en el siglo XIX fue por conquistar la igualdad en la detentacin de laciudadana y sus derechos. Crean que con la obtencin del derecho al votoen las democracias modernas se lograra un conjunto de transformacionessociales que permitiran la igualdad real de las mujeres.

    El feminismo en esta primera etapa defendi una propuesta de democra-cia radical basada en la denuncia al patriarcalismo del liberalismo, en elrechazo a la separacin entre la esfera privada y la pblica, en la asignacinde la mujer a la vida domstica como su lugar natural y en el rechazo a ladelegacin propia de la democracia representativa. Denunciaba, tambin,la exclusin y dominacin polticas presentes en el orden social. Finalmen-te, en su parte propositiva vindicaba para el colectivo completo de las mu-jeres la categora de ciudadana.

    El feminismo de los sesenta se plantea como un movimiento poltico quesigue luchando contra la desigualdad por razones de sexo, a la que calificacomo la desigualdad ms antigua y ms onerosa de todas. No se conformacon la obtencin del derecho al voto y los derechos civiles, en la medida enque las transformaciones sociales que deban producirse en cascada no sedieron, y la igualdad conseguida es insuficiente. El gran enunciado del femi-nismo de los aos 1960 es el lema de lo personal es poltico, lema que

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    muestra la oposicin feminista a establecer una separacin entre cosas queson polticas y otras que son personales. Para las mujeres, su vida personales tal y se desarrolla en tales condiciones, que tienen que hacer de ella pol-tica, tienen que darse cuenta de que las trabas que tienen son polticas(Valcrcel, 1997, p. 94).

    Al igual que las feministas de esos aos, las feministas contemporneasafirman que han cambiado las leyes pero no han cambiado suficientementelas costumbres ni las ideologas, ni las condiciones de exclusin y violenciacontra las mujeres. Tres son bsicamente los aspectos que muestran la per-sistencia de una injusta desigualdad en las democracias modernas (Camps,1998, p. 13). El primer aspecto, la mujer liberada sigue cargando con lainferioridad de su gnero en la vida domstica: la doble jornada, el cuidadode los hijos, de los ancianos y enfermos, las labores propias de su sexo. Lamayora de las mujeres siguen cargando con su doble condicin de mujer yprofesional liberada de obligaciones menos nobles (Camps, 1998, p. 14).Esta doble carga, dice Valcrcel, pasa a estar apoyada por la mstica de lafeminidad, presente en la cultura pblica de las democracias, que sirve paramantener en el hogar y en posiciones subordinadas a la masa ingente de lasnuevas ciudadanas (Valcrcel, 1997, p. 93). El segundo aspecto es que apesar de los avances en igualdad jurdica y poltica, la autentica igualdad deoportunidades y capacidades no existe. Pese a todas las declaraciones expl-citas, varones y mujeres guardan posiciones de poder tan divergentes que encualquier actividad el poder ser detentado sobre todo y en su mayora porvarones. A pesar de los avances en los logros y posiciones de las mujeres, elpredominio masculino contina. Las mujeres como grupo social siguen en-frentando todo tipo de obstculos que les impide realizarse. Los hombres sedefienden como pueden para no perder protagonismo. Unos en formaconciente, otros sin mucha conciencia. Las masculinidades se mantienenculturalmente. Como seala Victoria Camps, es la costumbre de siglos laque lleva por s sola a no pensar en las mujeres cuando hay que nombrarcargos, hacer listas electorales, contratar directivos (Camps, 1998, p. 14).Por el lado de las mujeres, la mayora se resiste a sacrificar determinadosvalores. Un tercer aspecto es la violencia contra ellas, que sigue siendo unaconstante que las afecta y que no mejora con el tiempo.

    Ante la persistencia de la desigualdad de oportunidades entre hombres ymujeres, las feministas se siguen preguntando si existe una verdadera demo-cracia en una sociedad donde, pese a las declaraciones explcitas, resultaque varones y mujeres guardan posiciones de poder divergentes, la violenciacontra la mujer persiste, los estereotipos culturales se mantienen, las mascu-linidades no se logran modificar, los salarios son desiguales, las crisis labora-les afectan en forma desigual a unos y otros, las resistencias femeninas anuevos roles se mantienen y el problema de las mujeres no logra verse comoun asunto de inters comn.

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    La respuesta de la democracia moderna a las demandas de las feministascontemporneas ha sido, por un lado, impulsar y fortalecer la democraciaparitaria y las polticas de discriminacin positiva, y, por otro lado, aunqueno en todos los casos, impulsar polticas y acciones orientadas al cambiocultural, ideolgico y poltico de la sociedad; al debilitamiento de las estruc-turas y valores patriarcales y a la transformaciones de las masculinidades,con el propsito de avanzar en el logro real de una igualdad de oportunida-des entre gneros.

    3 Las desigualdades de poder poltico y los problemas de mediacinpoltica

    La persistencia de las desigualdades polticas en las democracias moder-nas tiene mltiples expresiones. En esta seccin identifico tres tipos de pro-blemas presentes en las democracias modernas que son manifestacin dedesigualdades polticas: el primero, la crisis de los partidos y el predominiode los poderes patrimonialistas y tecnocrticos; el segundo, la desigualdadde poder poltico entre ciudadanos y representantes, que se expresa en laseparacin entre gobernantes y ciudadanos y los problemas de agencia quederivan de dicha separacin. Las democracias modernas se caracterizan pordistanciar a los ciudadanos de la poltica y por la debilidad de los mecanis-mos de accountability electoral y horizontal para exigirle a los gobernantesmayor receptividad y rendicin de cuentas, y, el tercero, la persistencia de larepresentacin imperfecta en las democracias modernas, lo que cierra laspuertas a las voces minoritarias.

    3.1. El problema de la mediacin poltica. Crisis de los partidos, lapermanencia del clientelismo y el poder del corporativismo, elpatrimonialismo y la tecnocracia

    Un problema permanente de las democracias representativas ha sido lassucesivas crisis de las formas de mediacin poltica. Bajo este concepto secondensan las distorsiones en el funcionamiento de los canales de media-cin entre sociedad y sistema poltico, que afectan la posibilidad de avanzaren la igualdad poltica. Distorsiones relacionadas con fenmenos como laoligarquizacin, estatizacin, clientelizacin y fragmentacin de los partidospolticos; la creciente corporativizacin de los intereses privados y el enor-me poder del patrimonialismo. Si bien ste no es el lugar para exponer lasdiversas manifestacin de dichas crisis, vale la pena referirnos en forma ge-neral a la crisis de la democracia de partidos en los pases occidentales, estu-diada por mltiples analistas, y que se expresa en la oligarquizacin yestatizacin de los partidos, y a la crisis de la democracia representativa enAmrica Latina, que se expresa en la consolidacin de lo que ODonnell hallamado la democracia delegativa, donde son an ms dbiles las formas de-

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    mocrticas de mediacin poltica y donde predomina el liderazgo autocrtico,caudillista, jerrquico del candidato victorioso que representa a la nacinpor encima del conjunto de organizaciones corporativas y partidos polticos,y donde el patrimonialismo convive con diferentes formas de clientelismo.En este escenario se agudiza la crisis de las formas de mediacin poltica y seconsolida, bien el poder de la tecnocracia o bien el poder del patrimonialismo.

    Para comenzar con la crisis de los partidos, podemos sealar que, tantoen los pases occidentales como en los pases del tercer mundo, un nmerocreciente de ciudadanos experimenta una desafeccin a la democracia departidos, con diferentes grados y niveles de aborrecimiento, a pesar de re-conocer que sta es insustituible. En muchos pases han sido ampliamenteestudiados los sentimientos de desconfianza en los partidos y en los polti-cos profesionales y, como consecuencia, en la poltica misma (Carracedo,2001, p. 1). Cada da se registra ms por parte de los ciudadanos y de mu-chos polticos (llamados independientes), una atmsfera de descalificacinimplcita o explcita de todo lo que suene a representacin electoral y acti-vidades de partido o a militancia poltica. Actualmente es cada vez mayor elnmero de personas que cambia su voto de unas elecciones a otras y lasencuestas de opinin y elecciones muestran un nmero creciente de perso-nas que se niegan a identificarse con algn partido existente. Las diferenciasde partido se ven por el electorado como ficticias y artificiales (Manin, 1998,p. 237). Las estrategias de candidatos y partidos se basan en plataformasimprecisas y en muchas ocasiones son reemplazadas por los discursos e ideasde dirigentes que enfatizan el poder e influencia de su personalidad. Hoy lospartidos no crean vnculos democrticos entre el electorado y los represen-tantes, no escogen representantes con posicin social, modo de vida y pre-ocupaciones cercanas a las bases, no ejercen un continuo control sobre losparlamentarios. No encierran un progreso o avance democrtico y en mu-chas ocasiones sus prcticas clientelistas, su tendencia a la estatizacin yoligarquizacin, sus permanentes escndalos de corrupcin y su fragmenta-cin terminan por socavar las instituciones representativas.

    La crisis de los partidos polticos, expresin de la crisis de una forma espe-cfica de representacin poltica, tuvo auge en los pases occidentales en lasegunda mitad del siglo XIX: la representacin partidista (Manin, 1998, p.238). Representacin que se vio en forma positiva en tanto se esperaba quetuviera un efecto democratizador. Tanto en los pases occidentales como enlos pases subdesarrollados, se esperaba que los partidos socialdemcratas,populistas, de trabajadores o liberales sociales, incidieran en la desaparicinde los notables o en el fin del elitismo que caracterizaba al sistema representa-tivo. Se esperaba que la representacin partidista abierta a las clases trabaja-doras redujera el carcter elitista de los sistemas representativos y fuera unmecanismo para la movilizacin popular y la identidad nacional. La realidad,si embargo, ha sido otra. Esta expectativa frente a las implicaciones de los

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    partidos polticos no se ha cumplido en las democracias