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CAPÍTULO 1

Breve reseña acerca de la evoluciónhistórica de la teoría criminológica'

El origen de la "cuestión criminal"

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Si bien los términos "crimen" y "delito" son tan antiguos como la exis-tencia del Estado mismo, la criminalidad, como fenómeno sociológico y po-lítico, es un problema de la modernidad. Recién entre los siglos XV y XVIIapareció como cuestión política y social en Europa, para pasar a conformarla lista de grandes y graves cuestiones en las agendas gubernamentales du-rante los siglos siguientes, particularmente desde fines del siglo XIX hastala actualidad." Es además justamente en ese momento (siglo XIV) cuandose produce el proceso de concentración del poder monárquico, que daríaluego lugar a la formación de los Estados nacionales modernos? y al proce-so paralelo de "expropiación .del conflicto" a manos del Estado, al que serefirió Michel Foucault en su obra La verdad y las formas juridicas+ Todoello indicaría que la delincuencia como fenómeno sociopolítico y la forma-ción del Estado moderno, con la aparición del sistema penal (ley penal, po-licía, jueces penales y cárceles), tienen una misma génesis histórica.

El problema de 'la criminalidad nace, entonces, con el desarrollo eco-nómico y político del capitalismo y adquiere su estatus de fenómeno socio-político cuando el capitalismo se consolida políticamente, es decir, en elproceso en el que la clase social impulsara del nuevo sistema económico,la burguesía, destrona a la nobleza del poder político y se instituye defini-tivamente como clase hegemónica. No es casual que coincida con ese mo-mento histórico el nacimiento del derecho penal y la criminología, comoámbitos del conocimiento académico y materia del discurso político, filo-sófico Ysociológico. .

Justamente el papel de la teoría penal y de la criminología ha sido, des-de entonces, el de tratar de explicar las causas del conflicto social subsis-tente dentro de un sistema político y económico que había llegado prome-tiendo la igualdad, la libertad, .la solidaridad y el bienestar general 'para

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BREVE RESEÑA ACERCA DE LA EVOLUCióN HISTÓRICA 23

ción o contradicciones internas con los órdenes constitucionales tradiciona-les para "combatir a la delincuencia". Así han aparecido tipos penales mu-cho más abiertos y ambiguos de lo que ya es el tipo penal por su naturalezasemántica, como delitos de peligro abstracto o de actos preparatorios de de-litos e de "relaciones peligrosas" como la famosa conspiracy anglosajona,yen el ámbito de lo procesal, situaciones de verdadera legalización de laextorsión punitiva con el plea bargain, de inducción al delito con el "agen-te encubierto", de autorización a cometer delitos (tipo licencia para matardel famoso 007) con la misma figura del agente encubierto, del difamadorprotegido como el "arrepentido" o el "testigo encubierto", las estigmatizacio-nes de por vida a los violadores y abusadores de menores con registros ydenuncias públicas después del cumplimiento de la pena, la reirnplantacióndel "linchamiento" en forma indirecta con la combinación entre la presiónde los medios masivos de comunicación y los sistemas de libres conviccio-nes y los jurados, y las últimas tendencias a la legalización de la tortura conla admisión de los "interrogatorios exhaustivos" frente a la inminencia delmal grave en casos de delincuencia organizada y terroristas, todo lo que noses presentado por el cine y la televisión como justo y "necesario" en la ma-yoría de las series políciales y thrillers de Hollywood y sus imitadores. Elavance de la admisión legal de estas prácticas ha hecho que vaya quedan-do cada vez menos de aquel inicial esquema iluminista, ilusionado con elcontrol legal civilizado del conflicto. Se debe decir que toda esta degrada-ción legal no ha tenido ningún impacto beneficioso sobre los males que pre-tende combatir, y los resultados están cada vez más a la vista.

Algunos ejemplos regionales de la vigencia de esta profesión de fe en laletra de la ley y la amenaza de la pena: el problema de las "matas", 13 bandasjuveniles de Honduras, El Salvador y Guatemala, en las que militan chicosen su mayoría de 10 a 20 años, todos marginales, los más pobres de los paí-ses más pobres, lugares donde además las armas, resabios de la guerra, sonde fácil adquisición. O sea que la causa de los hechos violentos en los queestos jóvenes se ven envueltos es más que evidente. El propio "viejo Lin",uno de sus más famosos líderes, desde la prisión recomendaba claramente,en un reportaje periodístico, que la mejor política para suprimir o reducir alas maras o mejor dicho a la actividad delictiva de las maras (ya que la perte-nencia a ellas como referente subcultural no merece por sí solo ser motivo dedemasiada preocupación de nadie), era proporcionarle a los jóvenes marero salternativas válidas de vida, sobre todo laborales. Sin embargo, a los gober-nantes de la región se les ocurrieron dos planes de acción contra el delito de-nominados respectivamente "mano dura", uno, y "súper mano dura", el otro."

"El presidente hondureño Ricardo Mauro, que perdió un hijo en 1997en un secuestro, llegó al poder en 2001 prometiendo el fin de las maras eimpulsó una ley que impone de 20 a 30 años de cárcel por asociación il íci-

todos, y de efectuar, a partir de esas explicaciones teóricas, las propuestaspara contenerlo o superado.

También sería útil señalar, ya que tiene que ver con una de las ideas cen-trales de este trabajo, que, con el advenimiento del capitalismo, junto conla criminalidad adquiere también características de "problema de agendagubernamental" otra cuestión' social: la pobreza." Ya Tomás Moro en algu-nos de los primeros pasajes de su obra Utopía, que pueden bien considerar-se como las primeras reflexiones criminológicas progresistas de la moder-nidad, advierte con singular realismo, en 1516, la relación entre los dosnuevos "problemas sociales" del sistema que se inauguraba, al afirmar que" ... no hay tampoco pena tan grande que pueda disuadir de la rapacería aquienes no poseen otro medio para conseguir su sustento".'?

Las teorías tradicionales

Se puede separar el discurso criminológico de la modernidad en tresgrandes paradigmas conceptuales.' 1

El discurso del control social a través de la enunciación (amenaza, pres-cripción) legal o normativa, iniciado por los padres fundadores del derechopenal desde Beccaria (1738-1794) hasta Carrara (1805-1888), llevado al ab-solutismo epistemológico por el positivismo jurídico, y sofisticado, hasta laexageración, por la dogmática jurídico-penal. Ésta es la visión que nos le-gó el falso imaginario de que de la infracción deviene "naturalmente" el cas-tigo y que los problemas criminales se pueden resolver con leyes, general-mente con el aumento de las penas previstas en las leyes, a partir de lasuposición simplista de que el problema criminal reside en la insuficienciade la amenaza de castigo o en la mala o deficiente confección legal (pre-vención general). La inteligencia jurídico-penal actual discute desde la mí-nima recurrencia al derecho penal para la solución de los conflictos, comoes el caso del profesor italiano Luigi Ferrajoli, hasta la extensión del repro-che penal al límite de la responsabilidad objetiva, como el profesor alemánGünther Jackobs, pero de todos modos ésta es una discusión que, aunqueexquisita en términos académicos, no evidencia propuesta concreta algunacon la cuestión del qué hacer frente al problema criminal real, que no sea laamenaza de la pena para contener mayor o menor cantidad de acciones con-sideradas no deseables o pelígrosas.I? Por otra parte y bastante alejado dela sofisticación académica de esta inteliigenizia. el debate ha caído en lairracionalidad de oponer al garantismo penal, inherente a cualquier sistemajurídico penal por definición, un supuesto derecho penal "no garantista", esdecir, una suerte de derecho no totalmente jurídico que, no se dice pero que-da imnlícito. sería un orden lezal Que admitiría "excesos" ilezales de exceo-

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ta, es decir, por el solo hecho de pertenecer a una mara."> Por supuesto, elnivel de violencia del accionar de las maras sigue tan vigente como siem-pre. En la Argentina, otra víctima del secuestro extorsivo seguido de muer-te, el ingeniero Juan Carlos Blurnberg, que perdió a su hijo Axel, se convir-tió en el referente de amplios sectores de clase media en el reclamo poracciones de parte del gobierno frente aldelito. Entre las diversas medidasreclamadas se encontraba el aumento de las penas y la restricción a las ex-carcelaciones durante el proceso."

En toda la historia de funcionamiento del sistemapenal moderno noexiste experiencia punitiva alguna que sea demostrativa de que el aumentode un castigo, por ejemplo, de 5 a 10 años de prisión o de 25 a 50 años deprisión o perpetua o pena de muerte haya influido ciertamente en el descen-so o modificación de la conducta delictiva de que se trate. EE.UU. resultaun ejemplo muy gráfico de esto por demostración inversa: en los últimos30 años las tasas de homicidios y delitos violentos contra la propiedad hanexperimentado tendencias alcistas y de baja, según las épocas, y en ese mis-mo lapso las penas para este tipo de delitos no han sido modificadas sustan-cialmente en los distintos estados ni en el sistema federal. Se argumenta aveces que es necesario combinar la variable aumento de pena con la varia-ble posibilidad de ser detenido por el delito cometido, en lo que insisten loseconornetristas devenidos en criminólogos, como es el caso del premio No-bel Gary Becker, que realizó uno de los mayores esfuerzos matemáticos pa-ra medir por fórmulas algebraicas las probabilidades de que los seres huma-nos cometamos delito.l'' En este caso, también los EE.UU. nos proporcionan

• Blumberg reunió varias manifestaciones, de las más multitudinarias que se habían vis-to desde la vuelta de la democracia (1983), convocadas por una reivindicación exclusiva, eneste caso: seguridad. Su multitud sólo fue comparable a la de algunas marchas por los dere-chos humanos en los años ochenta. (El escenario de la democracia argentina es claramentedemostrativo de la fórmula política que prescribe que ante la ausencia de reivindicacionesde transformación socioeconórnica y política aparece la tensión entre seguridad y libertad.)

Los asistentes a las manifestaciones de Blumberg le demostraron solidaridad y confian-za por su actitud serena y legalista aun desde su dolor, y ello los llevó a suponer, sin más nimás, que las propuestas de reformas legislativas y de otros órdenes que el ingeniero portabaen una carpeta, que siempre llevaba consigo, eran un aporte verdadero a la solución del pro-blema que los movilizaba: la inseguridad.

Nunca se confirmó la identidad de los colaboradores en las propuestas de Blumberg,siempre dijo que "se las acercaban a su fundación". Pero muchas de ellas eran muy simila-res a las que hacía tiempo propugnaba el diputado por la provincia de Buenos Aires y ex mi-nistro de Seguridad de ese distrito, Jorge Casanovas, quien acompañó a Blumberg a variasaudiencias con legisladores.

Lo cierto es que estas medidas del corte de la "tolerancia cero", tanto en la época de Casa-novas como ministro' de la provincia de Buenos Aires (2000) como después de proponerlasBlumberg (2003-2004), el único efecto visible que han tenido ha sido el de aumentar la po-blación carcelaria hasta lo infraestructuralmente insostenible.

BREVE RESEÑA ACERCA DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA 25

el ejemplo contrario a la hipótesis de que el aumento de las probabilidadesde detección influya decisivamente sobre las conductas infractoras de nor-mas, particularmente cuando hablamos de conductas de carácter masivo yque implican una "seudo" resistencia material o emocional a condiciones dealienación. En efecto, en dicho país las tasas de encarcelamiento han subidoininterrumpidamente en forma pareja durante los últimos veinte años al pun-to de ubicar a la nación como la más represiva penalmente de todo el plane-ta, con más de 2.000.000 de encarcelados (más del 0,7 por ciento de la po-blación) y casi 6.000.000 (1,5 por' ciento de la población) de personascontroladas directamente por el sistema penal a través de mecanismos delibertades condicionales, transitorias o asistidas.

Como señalamos anteriormente, estos tipos de delitos sociales como ro-bos, hurtos, pequeños tráficos de estupefacientes, violencia y homicidios (cu-yos autores son los que llenan las prisiones estadounidenses) han fluctuadoindependientemente de esta tendencia de encarcelamiento creciente sin quela tasa de detención haya influido decisivamente en su alta o baja. Pero qui-zás el ejemplo más patente (y patético) del fracaso de esta visión puramen-te represiva sea el de la política de represión del tráfico de estupefacientes,a la que el poder global le ha dado un trato privilegiado en las últimas déca-das. La temática de los últimos tres congresos de las Naciones Unidas sobrePrevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (El Cairo 1995, Viena2000 y Bangkok 2005),17 las conferencias internacionales como la Confe-rencia Ministerial Mundial de Nápoles de 1995 sobre Delincuencia Trans-nacional Organizada y las sucesivas últimas doce reuniones de la Comisiónde Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Justicia Penal, que sesio-na en Viena, se han concentrado en gran medida en la cuestión de la repre-sión del narcotráfico, a tal punto que la repartición de la Secretaría ocupadade la cuestión criminal pasó de llamarse División de Prevención del Delitoy Justicia Penal a llamarse Oficina para el Control de la Droga y la Preven-ción del Delito. Pero, además, el aumento de la ratio de encarcelamiento entodos los países del mundo se debe principalmente a la mayor cantidad detraficantes y tenedores de drogas que han sido encarcelados en la última dé-cada. Sin embargo, según las conclusiones de los propios organismos de lasNaciones Unidas, el consumo de drogas (y por tanto su tráfico) se incremen-tó en los últimos años, y especialmente en el último (un 8% en 2004).18

Por supuesto, si se recurre a un sistema "draconiano", qLteimponga pe-nas gravísimas aun por delitos menores y establezca una situación de con-trol social ultrapanóptico al estilo de un estado de sitio permanente, puedeser que se logre momentáneamente la reducción relati va de algunas tasasdelictivas; pero ello, además 'de hipotecar la calidad de vida y crear el esce-nario ideal para arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos y ci-viles, la libertad y la intimidad, es de un altísimo costo económico y resul-

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26 DELITO URBANO EN LA ARGENTINA

ta pOCOsustentable en el tiempo por la relajación natural de los controles yel desarrollo de la imaginación y audacia de los infractores. Nuevamenteson los EE.UU. un ejemplo interesante, con el escandaloso sistema de eva-luación penal de la reincidencia denominado, en lenguaje beisbolero, threestrikes and you're out, que consiste en que si alguien es condenado tres ve-ces, aunque sea por delitos menores, en la tercera oportunidad se le puedeaplicar una pena ilimitada en el tiempo y dejado con ello "fuera de juego".No se puede decir que se haya registrado ningún impacto especial eviden-te en las tasas de criminalidad a partir de tan deportivo recurso legal.'?

En segundo lugar, tenemos el discurso judicial-pericial-disciplinario,que en su etapa originaria va desde Bentham (1748-1832) a Lombroso(1835-1909), etapa en la que se podría decir que el poder de los técnicos(jueces, médicos, antropólogos, criminólogos) se "rebela" contra el poderdel mandato legislativo, autotribuyéndose la autoridad de disciplinar y lapotestad clasificatoria y selectiva de los "individuos que deben ser discipli-nados" o, en su caso, eliminados (prevención- especial). Esta reacción acu-sa a los legalistas anteriores, creyentes del libre albedrío del criminal, de an-ticientíficos y abstractos, y pretende que a los autores de delitos reales opotenciales debe tratárselos como enfermos biológicos o sociales (mal so-cialízadosj.P Sus instrumentos son el tratamiento disciplinario-educativo,el tratamiento médico, la esterilización o la eliminación, según el caso. Es-te proceso del paso del castigo público ejemplificador a la manipulaciónoculta del alma del criminal en los laboratorios intramuros de las institucio-nes cerradas de la modernidad posrevolucionaria fue descrito con excelen-cia también por Foucault en Vigilar y castigar."

La concepción acerca de la existencia de "clases peligrosas", por deter-minación biológica o por formación social, abonó con sus excrecencias eldiscurso racista exterminador del fascismo y el nazismo. De esta corrientedel pensamiento criminológico subsiste entre nosotros la idea de que la "mal-dad" del delincuente es un problema interno de él que sólo se corrige elimi-nándolo o castigándolo o, en el mejor de los casos, sornetiéndolo a una ree-ducación forzada. La falsa idea de que la manipulación humana puede darbuenos resultados. La confianza en el rol de la cárcel, en los tratamientos re-socializadores y reeducatlvos.F La ceguera de pretender que se "normali-cen", a imagen y semejanza de nosotros, personas que han tenido trayectos devida y que tienen proyección de futuro distintos, y hasta opuestos, de los nues-tros. En última instancia, la idea soberbia de que son sólo ellos los que tie-nen que cambiar y no que tenemos que cambiar todos, idea que va apareja-da a la conclusión de que el que no se adapte debe ser excluido o eliminado.

Este pensamiento acerca de clases inferiores peligrosas, que invierte larelación de causalidad: pobreza - atraso educativo - precariedad personal porla de precariedad personal - atraso educativo - pobreza y atribuye la precarie-

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dad personal a la inferioridad biológica, derivando además de todo ello unanatural disposición a la violencia, es lo que está en el imaginario de quie-nes promueven la cárcel in situ o la "guetización" física a través de muroso barreras aislantes. En Brasil, la Asamblea Legislativa de Río de Janeiroaprobó como medida de seguridad para evitar los asaltos en algunas de lasprincipales autovías de la ciudad, protegerlas con muros de dos metros dealtura. Ala vera de esas avenidas se encuentran justa-mente algunas grandesfavelas y barrios carenciados. El diario O Globo festejó la medida.P En laArgentina, un ex comisario de la Policía de la Provincia de Buenos Airespropuso, ya sin tapujos, en lo que verdaderamente podría denominarse "planAuschwitz de seguridad ciudadana", que el muro se construyera directa-mente rodeando la villa de emergencia.

También realizan esfuerzos permanentes, en el sentido de esta creenciacriminológica, los científicos que buscan denodadamente el gen del maloalguna disfunción (en lo posible hereditaria) que explique la tendencia cri-minal de algunos. El avance de la ciencia los contradice también permanen-temente. Los últimos estudios en relación con el genoma humano han de-mostrado que no hay ninguna diferencia genética entre sexos, razas, culturas,religiones, clases sociales, ni entre los probados autores de delito y los in-sospechables de tales actos, ni respecto de ninguna diferenciación moral ode hábito generalizado que se pueda establecer entre los seres humanos. Esmás, nuestro mapa genérico ni siquiera es tan diferente del del chimpancé.?"Estas palabras de John Sulston, Premio Nobel por la decodificación del edi-ficio genético de la humanidad, son más que elocuentes:

[... ] Creo que hay algunas influencias genéricas en todo tipo de conductahumana ... La tendencia a ser más positivo, más negativo, a amar, a odiar ...probablemente existan influencias genéticas, pero son complejas, involu-cran muchos genes y también se manifiestan mediante el medio ambiente,lo cultural (nurture). No conozco ningún caso en el que uno pueda decircon certeza que tal persona tiene un mal genotipo. Si aceptáramos algo así,también podríamos decidir eliminar a aquellas personas con mal genotipo,que es lo que sueñan algunos políticos. Recuerdo a Margaret Thatcher ha-blando de esto: de cambiar los genotipos, de eliminarlos. Esto no es posi-ble. Está mal éticarnente y es imposible en la práctica. Además, no se pue-de predecir con exactitud cuánto influye la cultura. Entonces creo que sideseamos modificar, o por lo menos limitar, los excesos de la conducta hu-mana, tenemos que mirar hacia la cultura, en lugar de eliminar genotipos,que es lo que querrían con estas fantasías. En todo caso tenemos que mo-dificarla sociedad a fin de dar cabida a todosP [El destacado es nuestro.]

Finalmente, el discurso sociológico-administrador que, actuando comosíntesis superadora (y conservadora), al sacar la cuestión del marco del in-

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dividualismo analítico y poner sobre la mesa de discusión científica la re-lación entre el individuo y la sociedad, hace pie en la sociología nacientede fines del siglo XIX y principios del XX y va a aportar las ideas de la re-forma social yel permanente ajuste estructural, para admitir la convivenciacon una "razonable cantidad" de' desorden. Esta visión hace recaer mucho másla responsabilidad (y el poder) respecto de la cuestión del control social enel poder administrador (ejecutivo) del Estado, con lo que lo aleja un pocode su consideración jurídica, moral, disciplinaria o biotécnica y lo remite,aunque con reservas y sin admitirlo expresamente, hacia el plano político.

El primer ladrilló sólido de esta construcción teórica crirninológica lova a poner Emíle Durkheim (1858-1917), pero es la sociología norteámeri-cana la que, luego de un período muy particular de auge del pragmatismoy el ecologismo de la escuela sociológica de Chicago, lo va a llevar a su má-xima expresión a través del funcionalismo sistémico de Robert King Mer-ton (1910-2003) hasta las teorías subculturales de Albert Cohen, RichardCloward y Lloyd Ohlin. Y va a transformarlo en una verdadera sociologíacriminal o "sociología de la desviación", marco imprescindible para funda-mentar las políticas "integrales" de prevención del delito del capitalismomonopolista desarrollado. Tanto Durkheim como Merton y los teóricos delas subculturas reconocen la necesidad de cambios en la organización so-cial para hacer frente a los "excesos" de delito, pero todos van a hacer máshincapié en los aspectos culturales y funcionales que en los estructurales,preservando con ello de cuestionamiento alguno a los principios fundamen-tales de la base económica de la sociedad. Hay que reconocer que, de todosellos, quien va más a fondo en 'algún cuestionamiento de la estructura eco-nómica como generadora de anomia -aunque, insistimos, sin llegar al fon-clo del asunto- es el propio Durkheim, en sus reflexiones sobre la divisiónsocial del trabajo y su crítica a la institución de la herencia.

Las teorías sociológicas del delito y la "conducta desviada" -eufemis-mo lingüístico con el que los participantes de estas corrientes intentaron, va-namente, sacarse de encima la mancha positivista de la idea de la defensasocial- campearon en el discurso sobre el orden en los EE.UU. desde loscomienzos del siglo XX hasta la clécada del 60. Su mensaje es básicamenteel mismo que el durkheimniano: se debe convivir con una cuota de delitoque es funcional al sistema, porque encauza y le da ciertos niveles cle orga-nización a lo que de otra manera quedaría totalmente fuera de lo social. Porsupuesto que parte de la funcionalidad de este mecanismo es el hecho de quela policía persiga a los delincuentes, atrape a cuantos más sea posible y selos castigue con todo el rigor de la ley. La ceremonia punitiva del funciona-lismo sistémico consiste en que los desgraciados, que son criminales por-que el sistema los excluyó, deben pagar con sus huesos por el delito come-tido, pero están prestando un servicio funcional para prevenir la anomia

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BREVE RESEÑA ACERCA DE LA EVOLUCiÓN HISTÓRICA 29

generalizada. Su sufrimiento sirve para que nosotros no cometamos cielito.Éste es el, sutilmente hipócrita, legado inmoral del funcionalismo.

La cuota de racionalidad que aportan las teorías sociológicas de la cri-minalidad frente a la estrecha visión de sus antecesoras radica en que, almenos, éstas admiten que cuando se extiende demasiado el fenómeno de-Iictivo (anom.ia) esto debe mover a la reforma social. Éste, por otra parte,era el pensamiento sociológico adecuado para la Europa del surgimiento dela socialdemocracia reformista, de fines del siglo XIX, y para los EE.UU.de la época del New Deal demócrata, que fue el momento en que Durkheirny Merton desanolJaronesta forma de considerar el problema criminal. Detodos modos, el discurso de la sociología clásica, ya sea desde el punto devista del naturalisrno positivista de Durkheim o del historicismo de Weber-y también del intento de síntesis de ambos que realizó Talcott Parsonsmás contemporáneamente y que sirvió de base al funcionalismo criminoló-gico norteamericano-, tiene, como límite de la crítica al sistema social do-minante, la obsesión por el orden y la racionalidad, y termina llevando aguapara el molino de la reforma cosmética superestructural y del asistencialis-mo social y político.

Como ya se adelantó, toda esta construcción teórica va a hacer crisis enlos años 1960.

El final de la hipocresía criminológica

El pensamiento estructural funcionalista combinó teóricamente sus pos-tulados con los argumentos contractualístas, disciplinarios y peligrosistas,que nunca fueron totalmente desechados; por el contrario, se los recicló per-manentemente dándoles mayor o menor peso argumental según la época yla coyuntura ideológica, especialmente en el discurso político institucional,más que en el académico. Toda esta estructura teórica que había reinado has-ta entonces en la criminología va a ser cuestionada en los EE.UU. en la déca-da de 1960. La década de los asesinatos de los Kennedy y de Martín LutherKing, de la Guerra de Vietnam y de la llegada del hombre a la Luna va-a ge-nerar el espacio teórico para una crítica criminológica basada, fundamental-mente, en el pensamiento fenomenológico. El principal producto de todo elloes la teoría del "etíquetamiento" o de "la reacción social", cuyas propuestasconcretas no van a pasar de la reducción del alcance de la sanción penal y dela crítica a la institucionaJización total. Un efluvio liberal y abolicionista, queempezó a despuntar con el naturalísmo de David Matza y siguió con el inte-raccionismo simbólico de Howard Becker, a su vez reelaboración del de G.H. Mead, que había influenciado, en su momento, a la ya entonces vieja es-cuela sociológica de Chicago. Este movimiento sociológico criminalístico,

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30 DELlTO URBANO EN LA ARGENTINA

influenciado fuertemente, como se dijera, por el pensamiento fenomenoló-gico, era propio de ese momento político norteamericano, y si bien realizósignificativos aportes teóricos a la crítica del sistema penal (el más impor-tante: revelar la función criminógena del propio sistema penal y de las pre-misas criminológicas del funcionalismo), no alcanzó por sí solo a elaborarlas propuestas alternativas al paradigma consensualista anterior, que habíavenido supuestamente a sustituir, por lo que fue considerado una teoría de"mediano alcance't." Lo cierto es que, en el fondo, en todo el "definícionis-mo sociológico", como en el deconstruccionismo y el multiculturalismo pos-moderno y en las teorías liberales del conflicto, se termina absolutizando elpapel de la "construcción social de la realidad", del rol de las definiciones,de la incidencia de la cuestión cultural en el conflicto, lo que va en detrimen-to del reconocimiento de las contradicciones de clase realmente existentes yde la base material del conflicto. Una cosa es reconocer la versatilidad de lasexpresiones de un poder concentrado en una clase social y otra cosa es veral poder difuminado en todo lo existente. Cuando el enemigo (poder) está entodos lados, termina no estando en ninguna parte.27

En realidad, la crítica más radical al bloque ideológico dominante sobrela cuestión criminal vino de la nueva Europa saliente de la posguerra. El mar-xismo (y el anarquismo) de Europa Occidental de la década de 1960 volvióla discusión criminológica a donde Marx y Durkheim habían dejado la dis-cusión sociológica, esto es, al punto de si es posible dar respuesta al delito (ya los otros grandes problemas sociales) con la reforma social o si es necesa-ria una revolución que transforme la estructura económica de la sociedad. Lacriminología crítica, principalmente desde la National Deviance Conferenceinglesa y la escuela italiana de Bolonia, utilizando los elementos teóricos delmarxismo, en combinación con los aportes de la teoría del etiquetamiento(labelling}, va a arremeter contra el "efecto criminógeno" del capitalismo co-mo sistema total, productor de alienación e injusticia social, va a denunciarlos ilícitos cometidos desde el poder político y económico (transformando lainterpretación conductista de E. Sutherland en una interpretación económi-co-política), y va a denunciar también las campañas de ley y orden como es-trategias políticas realizadas con el único fin de mantener el control del po-der y el statu quo.28 El principal defecto de esta nueva visión del problemacriminal fue que, quizás obnubilada por la sensación que transmitía la épocade encontrarse a las puertas de la revolución política y social mundial, no pu-so el énfasis necesario en el desarrollo de ninguna estrategia político-crimi-nal concreta, posiblemente en la suposición de que el tan tremendo cambiorevolucionario vaticinado vendría acompañado de las verdaderas solucionesde fondo al problema criminal y al conflicto social en su totalidad.

BREVE RESEÑA ACERCA DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA 31

La "realpolitik" criminal

Como vemos, históricamente son muchas las explicaciones que se hanensayado para justificar y fundamentar distintos tipos de interve.ncionesfrente al problema de delito. Diversas teorías criminológicas han formula-do interpretaciones acerca de las causas del delito y de las posibles solucio-nes o respuestas. al fenómeno. En la actualidad, lejos de acallarse el debate,cada vez más febrilmente se discute acerca de lo que hay que hacer al res-pecto. Tanto más esto es así cuanto más se va poniendo en el centro de laescena política, y particularmente de los calendarios electorales, el proble-ma del delito y de la violencia.

Lo cierto es que si se examinan cuidadosamente estos discursos, tantolos del pasado como los actuales, acerca de qué hacer con el problema deldelito, se va a encontrar que, siguiendo sus consecuencias (o las de sus va-riantes) a ultranza, todos ellos desembocan, aunque no lo quieran recono-cer expresamente, en alguna de las siguientes dos grandes visiones ideoló-gicamente antagónicas: a) las "soluciones", que podríamos denominar"malthusianas", y b) las que podríamos llamar soluciones democráticas ode reinclusión.

Las soluciones malthusianas son aquellas que se rinden ante la fórmu-la económica inflexible que afirma que hay momentos en que somos de-masiados los seres humanos que habitamos el planeta en relación con los"recursos disponibles", en la manera en que la sociedad ha organizado ladistribución y aplicación de esos recursos, y que, por lo tanto; un quantumde esos seres sobrantes deben ser eliminados o, al menos, excluidos-re-cluídos.s?

Muchos de los argumentos de las teorías criminológicas que hemos fu-gazmente repasado, desde el contractualismo hasta el funcionalismo sisté-mico, han tenido como efecto real, más allá de la honestidad teórica de suautores, el encubrimiento de prácticas que aportaban a la exclusión socialy al malthusianismo. Obviamente, ello no se halla explícito en las formula-ciones teóricas respectivas, pero se llega al resultado a través de la simpleecuación teórica siguiente.

Al menos desde el desarrollo por parte de Merton de la teoría de la "ten-sión", mediante la que se devela que el estrés (correlación negativa) entrelos objetivos (necesidades) culturales y las posibilidades reales de alcanzar-los, determinadas por la posición en la estructura social, genera anemia, haquedado en claro, más allá de lo esquemático y simplista de la explicaciónfuncionalista, que las desigualdades sociales irritantes, sobre todo las pro-ducidas violentamente en tiempos muy cortos, producen permanentementeconduelas ilegales de parte de los que han quedado violentamente el! des-ventaja. Esto puede producirse por el descenso rápido de algunos o por el

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ascenso rápido de otros o por las dos cosas a la vez. Y este proceso se dalo largo de todos los estratos sociales, pero principalmente en la base másbaja y en el vértice más alto de la pirámide social por razones de subsis-tencia y de alta competitividad respectivamente.t'' La delincuencia que seproduce en el vértice más alto siempre queda oculta o disimulada o al me-nos quedan ocultos sus autores. Cada tanto un chivo expiatorio de la "no-bleza delictiva" es echado a [a hoguera de la justicia Para aliviar la indig-nación colectiva. Pero la otra delincuencia, la de los pobres, quedaabsolutamente a la vista.

Soslayar esta verdad "de PerogrulJo" y atribuir la génesis del delito aotros motivos, cualesquiera que fueren, lleva inexorablemente la acción po-lítico-institucional a la siguiente encerrona. El gobierno y "la gente", parti-cularmente las clases medias, siempre se van a encontrar con una gran ycreciente cantidad de delito, producto obvio de la desigualdad intrínseca delsistema, que no va a encajar en ninguna de sus explicaciones aceptables,porque las explicaciones aceptables, tanto las-provenientes del funcionalis-mo mertoniano como todas las otras (que no sean marxistas), no cuestionanal sistema socioeconómico mismo como "criminógeno", cuestionamientoen el que sí hallarían la respuesta a sus preocupaciones de inseguridad silo comprendieran y aceptaran. Todo lo que no encaja en las explicacioneslógicas oficiales y socialmente dominantes se presenta como extraño, inex-plicable y peligroso, como el "malo absoluto" y, frente a lo extraño, la reac-ción inevitable es, ante la falta de explicación coherente a mano (al menosmomentánea y provisoriarnente, ante la desesperación pública), la exclusióno, preferiblemente, la supresión del agente perturbador. Éste es el callejónsin salida; malthusiano, al que nos conduce en última instancia cualquierargumentación teórica que no ponga en el centro del análisis la relación en-tre violencia y desigualdad socioeconórnica estructural, y que no se planteeseriamente el problema estructural de la desigualdad social como produc-tora de violencia y conflicto permanente.

s por estas razones que debería tratarse con más cuidado en el análi-sis criminológico progresista la relación entre criminalidad y pobreza. Mu-chas bien intencionadas opiniones provenientes del amplio espectro ideo-lógico del progresismo han sido muy cuidadosas en evitar la relación causalmtrc pobreza y cielito, correctamente inspiradas por los recelos "antiestig-Il1lltlznntc¡.¡" basados en las enseñanzas de la escuela del labelling y de to-dllM I¡IHIC()l'rl\f¡acerca de la "construcción social de la realidad", y por la realt'lit'IIIIIlIIIII,'11Ide que, (l01110CAttlcomprobado, 110sólo la mayoría de los "po-11111/1"11111'111111\11111dlllllllfl, /-lII\Oque, IId\'\llIrtH,UN pcrfcctarncntc estimable que111111WIIII J!IIIIHIII'1t'111tl1l1l1Jl1l111t1HIJlllll'Oillll.lilll·lIJ1/',1'\111(1el; cuntidndcs de di-111'\1\Y 11111111ur IIIH111I1\1\II'lllIltlH 1111111'(1III\'lldoIHlI'illlIIClllllbJ'uJ's<': en esasptlvllll'llIdll~ [111111111\111

BREVE RESEÑA ACERCA DE LA EVOLUCiÓN HISTÓRICA 33

Pero este correcto reparo no debe hacernos perder de vista que detrásde la desvinculación teórica absoluta de delito y pobreza se agazapa la in-tención encubridora de la realidad de cierta derecha criminoJógica que in-tenta atribuir los problemas reales eJeviolencia y conflicto social exclusiva-mente a la maldad innata de los hombres o a los defectos de socializaciónexplicados únicamente en términos abstractos>' o incluso últimamente co-mo un efecto de la haraganería y la defección moral, fomentada por la ayu-da social a los pobres.P

Está claro que la vinculación entre pobreza (en sentido lato) y delito noes una relación causal simple, como tampoco hay simple relación entre de-lito y desocupación, en términos de que los desocupados se transformcn ensu mayoría en delincuentes.P pero esto no desmiente para nada, sino queconfirma, la circunstancia de que efectivamente existe una relación prolun-da y compleja entre deterioro socioeconómico de amplios sectores socia-les y enriquecimiento desmedido de otros, con el aumento de los (ndíccs deviolencia social." En última instancia, la inequidad y la marglnalidud 110son fenómenos autónomos de la pobreza sino que son constitutivos y ori-ginarios de ella, por lo que la afirmación técnicamente precisa dc que no esla pobreza sino la inequidad y la marginalidad las generadoras de violen-cia muchas veces puede encubrir la artera intención de diluir la cvidcncinde que es la esquizofrénica estructura del sistema social fracturado entre J'i-cos y pobres la verdadera causa material de todas las expresiones de la vio-lencia incluida, principalmente hoy, la criminalidad. y que la verticalizu-ción de la sociedad es en sí misma la principal circunstancia criminógcnatanto en relación con el delito cometido desde los márgenes inferiores (;0-

mo el cometido desde el poder político y económico, junto con todas susramificaciones y los contactos que existen entre uno y otro. Ello podría gra-ficarse (con las limitaciones que siempre encierran los gráficos) de la si-guiente manera:

Alta acumulación deriqueza y poder

Corrupción. Delitode cuello blanco

Franja de ingresosmedios 1_ CriminalidadI

Debajo de la líneade pobreza

Delincuencia común

Sociedad vertical(actual)

El gráfico intenta poner de relieve que proporcionalmente hay muchamás criminalidad en las altas franjas de ingreso que en las bajas, aunque ..,laprimera es mucho menos visible pero gravísima en sus consecuencias, y que

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si bien la mayor parte del delito común proviene de las clases más bajas, lamayoría de los que se encuentran debajo de la línea de los ingresos mediosno cometen delitos. Y lo que con mayor evidencia pretende graficarse es larelación entre la verticalidad de la sociedad y la producción de criminalidad.

En suma, la mayoría de lo~ pobres no comete delitos pero la pobrezagenera delincuencia y la mayoría de los que acumulan riqueza y poder co-mete o ha cometido delitos para' llegar y mantenerse en el.lugar en que es-tán, aunque sus acciones criminales sean mucho menos evidentes. Las accio-ues más violentas y graves se producen casi en su totalidad en los extremosde la sociedad vertic~tlizada, Y en ambos casos los escenarios de violenciaestán determinados por características intrínsecas del sistema como son eldeterioro y la desesperación personal de la muy baja escala en el orden so-cialo la hipercompetitividad por el poder económico o político en la muyalta escala del orden social.

No hay que caer tampoco en el falso y ya viejo dilema entre la predo-minancia de la causalidad y la oportunidad en la producción del acto delic-tivo concreto, planteo que pareciera reflejar el viejo enfrentamiento entrelos deterministas mecanicistas y los partidarios del libre albedrío. Tanto lacausalidad, que es el escenario sociopolítico en que crece, se desarrolla yse encuentra a sí mismo el potencial autor de un hecho violento o delictivo,como la oportunidad incidental, que se le presenta en un momento precisode su vida, son factores que juntos llevan al resultado hecho violento o de-lictivo, pero en esta bipolaridad entre causalidad y oportunidad no puedencaber dudas de que la variable determinante es la forma en que ese ser seencuentra "arrojado al mundo", por decido en términos existencialistas, yaque ese modo de estar en el mundo va a hacer que oportunidades que paraotros pasan inadvertidas para él se constituyan en elementos disparadoresdel acto. Hablando en términos generales, la pobreza da lugar a las situa-ciones más extremas de exclusión y marginalidad, la marginalidad da lugara la formación de individuos y grupos de individuos,más dispuestos queotros a cometer hechos violentos sobre todo contra la propiedad, y a estaspersonas las oportunidades se les hacen más evidentes y les sirven comodisparador de acciones para las que ya se encontraban previamente dispues-tas. El proceso es clarísimo y más que obvio, y resulta una pérdida de tiem-po seguir discurriendo acerca de si es la pobreza o la marginalidad, por unlado, y si es su situación social o la oportunidad, por otro, lo que lleva a al-guien a cometer un delito.

El carácter de clase de la casi totalidad del delito urbano, especialmenteel delito contra la propiedad y su génesis en las grandes diferencias socioe-conómicas, salta a la vista cuando vemos que personas de sectores de muybajos recursos o marginales "invaden" las zonas elegantes del centro de lasciudades para mendigar o recolectar residuos o desechos. La situación de

tensión que se genera entre el recelo, el desagrado y el temor de los residen-tes y el resentimiento contenido de los "invasores" expresa un equilibrio ar-tificial sostenido sólo sobre la presencia difusa del control social duro. Estánseparados por la "delgada línea azul", como gustan llamar los ingleses a lapolicía. Tanto la forzada tolerancia de los residentes y transeúntes "adecua-dos" como el forzado respeto de los "invasores" son eso: actitudes forzadas,que no fluyen naturalmente de una dinámica de convivencia, sino que repo-san en el saber de la existencia de una fuerza con poder de fuego y dispuestaa enfrentarse hasta las últimas consecuencias con el primer "invasor" que "sepase de la raya". A nadie le pueden caber dudas de que la insistencia mendi-cante casi agresiva del joven que intenta limpiar los vidrios de un vehículodetenido en un semáforo y que ante la negativa del conductor comienza mu-chas veces a mojar el parabrisas de todos modos hasta retirarse de mala ga-na frente al enojo gesticulante del "propietario", derivaría en otro tipo de ac-titud de parte de ambos si la escena se produjera en un descampado. Todoesto es así aunque la cotidianidad de estas situaciones de estrés social vayanaturalizando estas escenas en nuestro imaginario, lo que para nada impli-ca que estas relaciones puedan fluir constructivamente de alguna manera.

Vale decir, entonces, que las mismas condiciones sociales que llevan ala mendicidad y a la realización de tareas sufridas y socialmente devalua-das, como recolecciones de desechos o residuos por cuenta propia o limpie-za de parabrisas en los semáforos, son las que llevan a la comisión de deli-tos contra la propiedad y a las agresiones relacionadas con ellos.

Frente a esta realidad se puede tener una actitud reaccionaria: fortale-cer la exclusión, la prohibición de ingreso de determinadas personas en de-terminados sectores urbanos, acordonar, separar, "guetizar"; o progresista:llevar inmediatamente recursos suficientes a los involucrados en estas ac-tividades, ayudarlas a organizarse laboral y socialmente y posibilitar eco-nómicamente su acceso a buenos sistemas de educación, salud, culturales,deportivos y recreativos, generando además con ello la posibilidad de suorganización política. Lo que no se puede es desconocer la relación de cau-salidad entre determinadas situaciones sociales injustas y determinadas reac-ciones violentas contra la propiedad, a menos que se quiera ocultar esa re-lación causal para no cuestionar la estructura socioeconómica dominante nihacerla responsable de lo que es responsable.

Todo esto no significa, además, que las capas medias no cometan sistemá-ticamente hechos que implican violación de disposiciones penales, inclusograves, a saber: compra de estupefacientes, cohechos, defraudaciones encu-biertas en forma de transacciones comerciales, abortos, además de cuantio-sos pequeños contrabandos, evasiones impositivas, hurtos en los lugares detrabajo, cheques sin fondo, falsificación de documentos y recetas médicas,etcétera; pero todo ello pertenece a una realidad tolerada CÍnicamente por el

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sistema y la misma sociedad. Para hacer justicia, el gráfico anterior deberíamostrar el sector correspondiente a los sectores medios en un tono gris claro.

Las propuestas verdaderamente democráticas pretenden, como se dijo,resolver el problema de la violencia sin eliminaciones ni exclusiones, lo quelas lleva al dilema del planteo de una distinta organización en la distribu-ción de los recursos y a la cuestión acerca de cuán profunda debe ser esareorganización. Es decir, a transformar definitivamente la cuestión socioló-gico-criminal en una cuestión política y económica, Con esta visión sólo secorresponden las teorías criminológicas que, desde los años 60 del siglo pa-sado, efectuaron la crítica real y profunda del pensamiento criminológicomoderno, particularmente la denominada "criminología crítica", ciertas postu-ras dentro del abolicionismo penal y, actualmente, el nuevo realismo crimi-nológico de izquierda, ya que son las únicas que están dispuestas a aceptarla realización de los cambios sociales que sean necesarios para desactivar la

. "tensión", aun la reformulación total del sistema sociopoJítico-económico(cosa que, como ya se dijo, no estaba incluida en los cálculos mertonianos,quien, como buen tributario del funcionalismo, era partidario del retoquereformista pero no de los cambios en las relaciones de propiedad).

Neorrealismo criminológico. La tolerancia cero

Actualmente estas dos posiciones, malthusiana y democrática, apare-cen claramente delineadas y enfrentadas en el plano teórico. Ello, tal vez, amuchos les parezca exagerado, pero a poco que nos adentrarnos en el aná-lisis de las distintas propuestas actuales respecto de la prevención del deli-to podemos advertir cómo sus planteas llevan inevitablemente, en su desa-rrollo y en sus consecuencias, a algunas de las dos opciones enunciadas.

Un ejemplo de malthusianismo descarado es lafamosísima teoría de la"tolerancia cero" y sus diferentes versiones. Este producto del think tank,del Manhatan Institute de Nueva York,35 nos dice que la fórmula para ir com-batiendo la delincuencia es la de no perdonar ningún tipo de falta, delito o"incivilidad". Esto se complementa con la otra versión teórica de lo mismo,que es la teoría de las ventanas rotas o, mejor dicho, de las ventanas sanas,ya que se trata de reparar en forma urgente cualquier daño por mínimo quesea, para evitar la degradación edilicia y urbana de la zona a mantener se-gura. No perdonar nada y reparado todo inmediatamente (incluido el borra-do de los "subversivos" graffiti), por supuesto en las restringidas áreas de laciudad que para ellos lo merezcan, ya que a nadie con un mínimo de senti-do común se le puede ocurrir que es ésta una receta aplicable in totum, si-multáneamente, en toda la extensión geográfica, de todas las ciudades, detodo el país en cuestión, ni que Bratton, Wilson o Kelling hayan estado pen-

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sando en la favela "Rocinha" de Río de Janeiro, en la villa "Fuerte Apache"del conurbano bonaerense, en los "pueblos jóvenes" de Lima o en las comu-nidades suburbanas del distrito federal mexicano, cuando imaginaban seme-jante pulcritud de los vidrios y del comportamiento humano. Lo cierto esque ni siquiera estaban pensando en el Bronks neoyorquino, donde la noví-sima estrategia criminológica de GiuJiani fue un poco menos proactiva y selimitó a la sistemática violación de los derechos humanos. Ésta es la elemen-tal receta que la derecha criminológica ha logrado vender a todo el mundocon un proceso de márketing digno de elogio, teniendo en cuenta la simple-za ramplona, la precariedad teórica y la currícula de estrepitosos fracasos enla aplicación histórica del producto que se vende.

Esta "solución" que puede haber servido para potenciar la imagen tu-rística de la "gran manzana" y para calmar la sensación de inseguridad delos amplísimos sectores medios de los países hiperdesarrollados, donde, porotro lado y como se verá más adelante, los niveles de violencia urbana nohan crecido demasiado o han incluso descendido, en la última década, apa-rece en toda su ferocidad si nos imaginamos su aplicación en la conflictivay compleja realidad de los países periféricos, donde la precariedad materialy la escasez de recursos hacen que la "tolerancia cero" no pueda más queequivaler, directamente, a exterminio físico.

Los efectos del malthusianismo están a la vista en los propios EstadosUnidos, que han llegado al récord histórico mundial de porcentaje de po-blación encarcelada, pero en los países periféricos el efecto eliminatorio nolo produce sólo la cárcel, que de por sí constituye allí un centro de confina-miento para la enfermedad y la muerte, sino también la eliminación físicapor hambre, enfermedad, enfrentamientosentre pobres y matanzas de la po-licía, y la exclusión geográfica ("guetización") de porcentajes muchísimomayores de población.

Nuevo realismo criminológico inglés

Frente a las opciones criminológicas malthusianas de la nueva derecha,desde comienzos de los años 80 uno de los pioneros de la 'criminologfa crí-tica, Jock Young, volvió a ser uno de los protagonistas principales de lo quepodría calificarse de "nueva revolución teórica" en la criminología o la crí-tica de la crítica. El nuevo realismo criminológico de izquierda inglés, mu-chos de cuyos argumentos habían sido adelantados en la compilación diri-gida por el propio Young junto a Taylor y Walton, Crimiuologia crítica,3Gconstituye el comienzo de una profunda reflexión criminológica que, sinabandonar su raíz marxista, se desarrolla con los aportes de las teorías pos-modernas o tardomodernas de la complejidad y del riesgo.

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En su último libro, La sociedad excluyente." Young muestra claramen-te la relación entre la violencia, el delito y el desorden con la privación dela ciudadanía y la exclusión social. Las propuestas que se deducen de estediagnóstico, y que ya habían sido analizadas por el autor en publicacionesanteriores.f apuntan a entender la complejidad del problema y a tener encuenta que las modificaciones, en relación con el problema criminal, vie-nen de la mano de los cambios en el Estado, pero también en la sociedad y,principalmente, en la modificación de la relación entre el Estado y la socie-dad, que garantice la oportunidad de la ciudadanía para todos, destierre de-finitivamente la posibilidad de la exclusión y reproduzca un nuevo sistemade estímulos y sanciones en exclusivo orden de mérito funcional, estable-ciendo una base de real democracia y justicia.

El "núcleo duro" del pensamiento del nuevo realismo de izquierda sehalla expuesto en ¿ Qué hacer con la ley y el orden? ,39 un libro escri to porJohn Lea y Jock Young en 1984. Teniendo en consideración la ideología desus autores, no es difícil colegir que el título parafrasea el del famoso librode Lenin ¿Qué hacer?, escrito en un momento (1902) de profundo reflujode las acciones revolucionarias en Europa y de gran confusión de las ideasen el campo de las organizaciones del partido de la revolución.i" Y decimosque no es difícil colegir esta relación en la intitulación porque ¿ Qué hacercon la ley y el orden? es justamente un trabajo teórico que pone el eje enla cuestión político-estratégica y en la reorganización de las ideas para en-frentar políticamente a la reacción criminológica (partidaria de las campa-ñas de ley y orden). El siguien\te párrafo, que encabeza el primer capítulodel libro, es claramente significativo:

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[ ... ] gran parte de la derecha está convencida de que la tasa de criminali-dad está aumentando precipitadamente, de que la lucha contra la delincuen-cia es de fundamental importancia para la opinión pública y de que se de-be actuar drásticamente para evitar que la situación empeore hasta llegar albarbarismo. La izquierda por el contrario busca minimizar el problema delcrimen en las clases trabajadoras, la criminología de izquierda ha intenta-do durante la última década -con algunas notables excepciones- desen-mascarar el problema del delito. [ ... ] Considera que la lucha contra el cri-men es una distracción de la lucha de clases, que constituye en el mejor de

. los casos una ilusión inventada para vender noticias y en el peor de los ca-sos un intento de crear chivos expiatorios, al culparlos de la circunstanciabrutalizante en la que se encuentran. Un nuevo enfoque realista de izquier-da, en lo que concierne al delito, debe intentar avanzar entre estas dos co-rrientes. No debe contribuir a aumentar el pánico moral ni cometer el gra-ve error político de descuidar la discusión sobre el delito dejándola ell

manos de la prensa conservadora." [El destacado es nuestro.]

l'

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En la reedición de 1993 del libro los autores agregan una introduccióntitulada "Diez años después", en donde explican que su opinión respecto delas causas del delito ha evolucionado hacia una visión más "integrada" enla que la privación relativa es analizada como una parte en interrelación di-

. námica con otros factores, pero continúan con su crítica a lo que denomi-nan el "idealismo de izquierda", para quienes afirman: "La policía no pue-de y de hecho no ha tenido nunca la intención de controlar el crimen,preocupándose más bien por el mantenimiento del orden social existente" .42

También en esta crítica al romanticismo ideológico radical o lo que podríallamarse la "ultraizquierda" del pensamiento criminológico, que terminajunto con la ambigüedad liberal haciéndole "el campo orégano" a la dere-cha, se advierte cierto paralelismo con el pensamiento leninista, de Leninya en el poder, criticando el oportunismo político de los representantes dela II Internacional y las "desviaciones de izquierda", en El izquierdismo, en-fermedad infantil del comunismo (1920).43

Lo importante del realismo de izquierda es, entonces, el haber vuelto ladiscusión crimino1ógica al campo de la lucha política teórica y práctica, lu-gar del que estaba desplazada desde el avance de la restauración neoliberalglobal.

La propuesta del nuevo realismo inglés -y lo importante frente a otrasconcepciones criminológicas de izquierda es que tiene propuesta- es to-mar el delito "en serio". Esto es, tomar la seguridad de la vida cotidiana co-mo una reivindicación concreta, como una reivindicación del pueblo, de laclase, como sería la del aumento del salario o la mejora de la vivienda o lascondiciones ambientales, pero en su concepción marxista, que sabe que noexiste en última instancia solución real del problema de la violencia y la in-seguridad sin la extinción de la sociedad de clases; intenta en lo particularllevar la discusión y las acciones sobre el problema del delito al cuestiona-miento y la transformación de la democracia liberal en democracia social.