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SECUNOINO CASTRO 1, DESCUBRIMIENTO EXISTENCIAL DE CRISTO Desde niña en el de veces me acuerdo del agua viva que el Se- ñor a la Samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evan- gelio 1. Y es así, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua 2, y la tenía adonde estaba con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo: da mihi aquam 30,19). Muchos años, las más noches, antes que me durmiese ... si"mpre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja 3 •• _ y tengo para que por aquí 1 La pasión teresiana por la Escritura y, más concretamente por el Evangelio, queda refiejada en no pocos textos. Bástenos uno: «Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que se salieron por aquella sacratísima boca así como las decía, que libros muy bien concertadosll (CE 35,4). Cfr. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa, Ma.drid, Editorial de Espirituali- dad, 1981, pp. 248·264. 2 El agua viva reCOITe gran parte de las obras teresianas. La imagen se hace especialmente vibrante en e] Camino de Perfecci6n 19; en Vida, los cuatro grados de oración se expresan mediante el simbolismo del agua (11·21); en Moradas, la oración es como una fuente que mana (4M 2,4) Y crece hasta hacerse mar (6M 5,3), para tenninar anegando a la avecica del alma y saciando a la cierva herida (7M 3,13). El agua del Señor !lega hasta embriagar, como le acaeció a la Samaritana, de quien Teresa escribe: «Iba esta Santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles ... )) (MC 7,6). 3 Parece que esta costumbre se remonta a los días de su estancia en las agus· tinas de Avila a sus 16 años. Cfr. V 2,6·3,2. REVISTA DE EsPIRITUALIDAD, 41 (1982), 137-156

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SECUNOINO CASTRO

1, DESCUBRIMIENTO EXISTENCIAL DE CRISTO

Desde niña en el

de veces me acuerdo del agua viva que el Se-ñor a la Samaritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evan­gelio 1. Y es así, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua 2, y la tenía adonde estaba con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo: da mihi aquam 30,19).

Muchos años, las más noches, antes que me durmiese ... si"mpre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja 3 •• _ y tengo para mí que por aquí

1 La pasión teresiana por la Escritura y, más concretamente por el Evangelio, queda refiejada en no pocos textos. Bástenos uno: «Siempre yo he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que se salieron por aquella sacratísima boca así como las decía, que libros muy bien concertadosll (CE 35,4). Cfr. S. CASTRO, Ser cristiano según Santa Teresa, Ma.drid, Editorial de Espirituali­dad, 1981, pp. 248·264.

2 El agua viva reCOITe gran parte de las obras teresianas. La imagen se hace especialmente vibrante en e] Camino de Perfecci6n 19; en Vida, los cuatro grados de oración se expresan mediante el simbolismo del agua (11·21); en Moradas, la oración es como una fuente que mana (4M 2,4) Y crece hasta hacerse mar (6M 5,3), para tenninar anegando a la avecica del alma y saciando a la cierva herida (7M 3,13). El agua del Señor !lega hasta embriagar, como le acaeció a la Samaritana, de quien Teresa escribe: «Iba esta Santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles ... )) (MC 7,6).

3 Parece que esta costumbre se remonta a los días de su estancia en las agus· tinas de Avila a sus 16 años. Cfr. V 2,6·3,2.

REVISTA DE EsPIRITUALIDAD, 41 (1982), 137-156

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ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir (V 9,4).

Sentido erístico de su vocación

Poníame el demonio que no podría sufrir los trabajos de la Religión, por ser tan regalada; a esto me defendía con los tra­bajos que pasó Cristo 4; porque no era mucho yo pasase algunos por El, que El me ayudaría a llevarlos (V 3,6).

No sé cómo he de pasar de aquí, cuando me acuerdo la ma­nera de mi profesión y la gran determinación y contento con que la hice y el desposorio s que hice con Vos (V 4,3).

Su oración en los primeros años de vida religiosa

Tenía este modo de oración, que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí; y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo 6. Parecíame a mí que estando solo y afligido como persona necesitada, me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas; en especial me hallaba muy bien en la oradón del huerto; allí era mi acompñarle 7; pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido; si podía, deseaba limpiar­le aquel tan penoso sudor; mas acuérdome que jamás osaba de­terminarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves (V 9,4). Yo sólo podía pensar en Cristo como hom­bre 8 (V 9,6).

, A partir de este momento la religiosidad teresiana se va a concentrar en Cris· too Sobre la posible dirección cristológica de los años precedentes, cfr. S. CASl'RO, Cristología teresiana, Madrid, Espiritualidad, 1978, pp. 17-29; cfr. CC 3,1.

5 La palabra desposorio no ha de pasarse por alto, ya que, cuando Teresa la estampa aquí, está viviendo su contenido místico (sextas Moradas). Que el texto sea netamente cristológico se deduce de Vida 3,6; 4,7; 9,1.4.6; cfr. av 22,7.

6 Textos paralelos V 4,7; 9,6; CV 26, 2.8. Sobre sus posibles contradicciones, cfr. A. M. GARCÍA ORDÁS, La persona divina en la espiritualidad de Santa Teresa, Roma, Teresianum, 1967, pp. 52-54; M. HERRAIZ, La oración, historia de amistad, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1981, pp. 36-39.

7 Textos paralelos V 11,9-10; 12,1-3; 13,11.13. , Clara alusión a la mística de su tiempo que invitaba a los «perfectos» a pres­

cindir de la meditación de la Sagrada Humanidad de Cristo para abstraer el pen­samiento en la Divinidad (V 22,1; 6M 7,5.7); cfr. S. CASl'RO, Cristología teresiana, O. c., pp. 300-366; CC 15,1.

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rnSUC1USTO y SU MISTERIO 139

el celoso

Estando con una persona, bien al principio el Señor darme a entender que no me convenían

amistades y avisarme y darme luz en tan gran Cristo delante con mucho rigor, dándome a en-

tender lo que de le Vilecon los del alma más claramente que ver con los del cuerpo, y que-dóme tan imprimido, que ha esto más de veinte y seis años y me parece lo tengo 9. Yo quedé muy y

Su maravillosa conversión

Pues ya andaba mi alma cansada y -aunque no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaeció­me que ,entrando un día en el vi una que ha­bían traído allí a que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque

bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el co­razón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandí­simo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle (V 9,1).

Paréceme le dije entonces, que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me apro­vechó, porque fui mejorando mucho desde entonces 10 (V 9,3).

, Es la primera vez que Teresa tuvo una visión imaginaria, «Quedóme tan im­primido», Lentamente la religiosidad teresiana se va concentrando en Jesús de NazareL

10 El capitulo 9 de la autobiografía es clave para comprender la existencia te­resiana; es su columna vertebra!. Todo lo precedente hace relación a la vida ascé­tica, cuanto sigue pertenecerá a la mística. Si en la mente de Teresa la meta de la ascética iba encaminada a este encuentro del que se habla en el capítulo 9, significa que el camino recorrido estaba totalmente orientado a él. Por ello nos

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Cristo la sumerge en Dios

AcaecÍame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo -que he dicho- y algunas veces venirme a deshora un sentimiento de la de Dios que en manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engol~ fada en EL Esto no era manera de visión; creo lo llaman mís­tica

La voz del

Habiendo estado un día mucho en oración y suplicando al Señor me a con tentarle en comencé el :himno y, estándole diciendo, vínome un arrebatamiento tan súbito que casi me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar porque fue muy conocido. Fue la vez que el Señor me hizo esta merced de arrobamientos. Entendí estas palabras: ya no quiero que tengas conversación con hombres, sino con ángeles 11 (V 24,5).

Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daban recreación

es licito suponer que los ocho primeros capítulos hacen función de prólogo (al modo como. los biblistas consideran la narración de la vida pública de Jesús en el Evangelio de Marcos: como un prólogo extenso a las narraciones de la Pasión). Esta primera parte puede muy bien intitularse: Teresa busca a Cristo, y a partir de aqui hasta el final del libro: Cristo sale al encuentro de Teresa; cfr. Cristología teresiana, o. o., pp. 20-49. Los momentos cumbres de la existencia de Teresa tie­nen illl marcado carácter cristológico, que han quedado claramente reflejadüs en la autobiografía: En 3,6 narra su vocación, en 4,3 su profesión; su espiritualidad de religiosa en 4.7; 9,4.6; en 7.6 Cristo sale a su encuentro. El 9 relata su famosa conversión netamente cristológica; en 10,1 Cristo la sumerge en Dios; en 11, 12 y 13 nos deja preciosas observaciones sobre la actitud erística de los principiantes. El capítulo 22 trata del sentido de Cristo en la vida espiritual; tüda la autobiografía tiene que leerse a esa luz, por expreso deseo de la autora. En 27, 28 Y 29 reflere las manifestaciones pascuales de Cristo a. su alma. En el. 38, entre las numerosas visiones, hablará de una muy sublime de Cristo. Cristo, como inspirador de este libro> aparece en tm texto vibrante ¡ 39):L Y ¡ fLT)almente) el 40,5 nos describe la percepción de la presencia de Cristo resucitado en lo más medular de su alma. De este texto surgirá la estructura de Moradas.

11 Son incontables las veces que Teresa oyó palabras de labios de Cristo. Habla de la primera experiencia en Vida 19,9. Es muy probable que a partir de Vida 24.5 ya no cesaran. El año anterior a su muerte, escribió: «Las hablas interiores no se han quitado, que cuando es menester, me da nuestro Señor algunos avisos» (CC 66,4); cfr. Cristología teresiana, o. c., pp. 65-70; M. MARTÍN DEL BLANCO, Locu­ciones místicas en Santa Teresa, en El Monte Carmelo, 78 (1970), 235-264; 6M 3,1.

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JESUCRISTO Y SU MISTERIO 141

. leerlos, y yo no podía ya -por dejarlos en latín 11_ me dijo el Señor: no tengas pena que yo te daré libro vivo 13. Yo no po­día entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones; después, desde a bien pocos días, lo entendí muy bien (V 26,6). '

Llamadas ininterrumpidas del Señor

A cabo de dos años que andaba con toda esta oraClOn mía y de otras personas para lo dicho; o que el Señor me llevase por otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy continuo las hablas que he dicho me hacía el Señor 14, me acaeció esto (V 27,2).

Quien le hablaba era Cristo

y entendía tan cierto ser Jesucristo nuestro Señor el que se le mostraba de aquella suerte que no lo podía dudar .. ,; mas en­tendía muy claro que era este Señor el que le hablaba muchas veces de la manera que queda dicho; porque hasta que le hizo esta merced que digo, nunca sabía quién le hablaba 15, aunque entendía las palabras (6M 8,2).

Cristo se manifiesta claramente

Estando un día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí, o sentí -por mejor decir- que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mí Cris­to y veía ser El el que me hablaba 16, a mi parecer. Yo como

12 Hace alusión a las prohibiciones del Inquisidor General, Fernando de Valdés, en el año 1559. Con la palabra «latín)] parece se refiere a los textos bíblicos.

13 El «libro vivo)] será Jesucristo, pues las visiones a las que se refiere la Santa tendrán por Objeto a él. Jesucristo, como inspirador de sus escritos (autobiografía), aparece en 39,8: «Que muchas cosas de las que aquí escribo no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi maestro celestial."

" Aquí se refiere a las hablas que precedieron a las visiones. Las palabras del Señor a Santa Teresa pueden verse recogidas en la obra de Fray Luís de San José, Concordancias de las obras y escritos de Santa Teresa de Jesús, Burgos, 1965, pp. 1419-1430.

15 Texto clave para determinar el origen de las locuciones teresianas. Este pa­saje de Moradas hace alusión a Vida 2,/:,2; cfr. la interesante confesión de Teresa en CC 15,1.

16 Primera visión intelectual de Cristo. Santa Teresa explica este fenómeno en 6M 8. Uno de sus efectos más caracteristicos es el de la duración, que puede llegar a alcanzar más de un año (6M 8,3),

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estaba ignorantísima d~ que podía haber semejante visión, diome gran temor al pJincipio y no hacía sino llorar, aunque en di­ciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor 17. Parecíame andar siem­pre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía (V 27,2).

Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer .. , Desde a pocos días vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta 18. No podía yo enten­der por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo le viese todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural (V 28,1).

Un día d~ San Pablo, estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitada, con tanta hermosura 19 y majestad como particularmente escribí a vuestra merced 'cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no se puede decir que no sea deshacerse (V 28,3).

El Señor, siempre a su lado

Dos años y medio me duró que muy ordinario me hacía Dios esta merced. Habrá más de tres que tan continuo me la quitó de este modo, con otra cosa más subida (V 29,2).

Casi siempre se me representaba el Señor así resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzar­me si estaba en tribulación, que me mostraba las llagas, algunas veces en la cruz y en el Huerto, y con la corona de espinas po­cas; y llevando la cruz también algunas veces, para -como di-

17 Más adelante nos detendremos en los efectos de estas visiones. lB Se trata de las visiones imaginarias de las que hablará en 6M 9. 19 Sobre la hermosura de Cristo, escribió: «No es resplandor que deslumbre,

sino una blancura suave, y el resplandor infuso que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz tan diferente de la de acá, que parece una cosa tan deslustrada la cla­ridad del sol que vemos en comparación de aquella claridad y luz que se repre­senta a la vista, que no se querrian abrir los ojos despuésll (V 28,5).

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go­CaITle

JESUCRISTO Y SU MISTERIO

otras personas 20, mas

Crece la intensidad de las visiones

143

la

Fue tan arrebatado mi que casi me estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no se entiende que se vive en él, Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva que la había visto.. por una noticia ad~ mirable y en los del Padre. Esto no sabré yo decir cómo es; porque sin ver, me me vi pre­sente de Divímdad... Esta misma visión he visto otras tres veces. Es -3. mi parecer- la más subida visión que el Se­ñor me ha hecho merced que vea 22, y trae provechos

Cristo se interioriza en Teresa

Estando una vez en las Horas con todas, de se reco-gió mi alma y parecióme ser C01110 un espejo claro sin ha-ber espaldas, ni lados, ni alto, ni bajo que no estuviese toda clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Se­ñor, como le suelo ver. Parecíameen todas las de mi alma le veía daro como en un espejo, y también este espejo -yo no sé decir cómo- se esculpía todo en el mismo Señor 23 por una comunicación que yo no sabré decir, muy amorosa 40,5).

20 V 29,4 junto con 6M 9,3: "Cuando nuestro Señor es servido de regalar más a esta alma, muéstrale claramente su Sacratísima Humanidad de la manera que quiere o como andaba en el mundo, o después de resucitado)), indican que Teresa tuvo experiencias de los sucesos más relevantes de la vida de Cristo.

21 Siempre la carne glorificada. Dato éste de suma Lmportancia. Teresa percibe al Cristo actual que lleva en sí los estigmas de su existencia terrena. Por otra parte, al igual que los teólogos del Nuevo Testamento, contempla la historia de Jesús desde los esplendores de la resurrección.

22 Las visiones de séptimas Moradas son todavía más sublimes (7M 2,2). 23 Este es el pasaje más significativo de las obras teresianas; en él afirma de

Cristo lo que los teólogos decían de Dios acerca de su presencia en el hombre. Nótese que refiere- que- vio a existo ({COlY10 le solía ven}, incrustado en el alma, es decir, con el cuerpo glorificado. En este texto se halla el origen del libro de Moradas que da por supuesta en cada afirmación esta presencia del Resucitado en el yo del hombre. Es cierto que también tiene en cuenta la presencia trinitaria, pero casi siempre la concentra mental e imaginativamente en Cristo. Ella siempre había soñado con esta expeliencia que no lograba alcanzar (V 4,7; 9,4.6). Existen dos textos que parecen contradecir este supuesto, CC 13,11; 43. Sin embargo, estas afirmaciones son totalmente marginales en la estructura de su pensamiento.

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Cristo a Teresa

El día de acabando de quedé con gran de manera que aun no podía pasar la y te-

niéndomela en la verdaderamente me 'cuando torné un poco en mi, que toda la boca se me había henchido de san­gre, Y estar también d rostro y toda yo cubierta de

comoqueel1tonces acabara derramarla el Señor 24, Me parece estaba caliente, y era excesiva la suavidad que 'entonces sentía (ee

J esucrisio la enamora

Después de comulgar, me parece darÍsimamente se sentó cabe mí nuestro Señor y comenzóme a consolar con grandes re­galos, y díjome entre otras cosas: Vesme aquí, hija, que soy yo; muestra tus manos,' y parecíame que me las tomaba y negaba a su costado 25, y "ivlira mis no estás sin pasa la brevedad de la vida (ee 13,10).

Experiencias indecibles. Matrimonio

Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy; hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía 76

(Ce 25).

24 Magnífica experiencia de la Eucaristía y estrecha vinculación entre la Cena del Señor y su Pasión, corno podrá apreciarse por el número siguiente (12,2). Teresa se siente embriagada, ungida y bañada de Cristo.

25 Pocas veces el humanismo del Señor se ha expresado con tanta ¡crudeza! Cómo no iba a concentrar Teresa toda su religiosidad en él.

26 Esta gracia suprema le fue concedida cuando se hallaba bajo la dirección de Juan de la Cruz. Este comenta el matrimonio espiritual en la estrofa 22 del Cántico: «Entrádose ha la esposa / en el ameno huerto deseado / y a su sabor reposa / el cuello reclinado I sobre los dulces brazos del amado.» Y dedicará por entero Llama de amor viva a comentar los efectos de esta admirable unión. Teresa, por su parte, consagrará las séptimas Moradas a describir esta experiencia.

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JESUCRISTO Y SU MISTERIO 145

Parecerá que no era ésta novedad, pues otras veces, se había representado el Señor a esta alma en esta manera; fue tan dife­rente que la dejó bien desatinada y espantada: lo uno, porque fue con gran fuerza esta visión; lo otro, porque las palabras que le dijo, y también porque en lo interior de su alma, adonde se le representó, si no es la visión pasada, no había visto otras; porque entended que hay grandísima diferencia de todas las pa­sadas a las de esta morada (7M 2,2).

La experiencia de Cristo crece sin fin

Aparécese el Señor en este centro del alma sin visión ima­ginaria, sino intelectual, aunque más delicada que las dichas, como se apareció a los apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: Pax vobis. Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo qu~ comunica Dios allí al alma en un instante y el grandísimo deleite que siente el alma que no sé a qué lo com­parar sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo 27, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual (7M 2,3).

Efectos de las visiones de Cristo

Es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios. No como estaba en el sepul­cro, sino como salió de él después de resucitado. Y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar ... en especial en acabando de comulgar . .. Represéntase tan señor de aquella posada, que parece, toda deshecha el alma, se ve con­sumir en Cristo 28 (V 28,8).

De ver a Cristo me quedó impresa su grandísima hermosura, y la tengo hoy día; porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuán­to más tantas como el Señor me hace esta merced!... Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien (V 37,4).

'JJ Ningún comentario mejor que aquellas palabras con las que finaliza el autor de la Llama: «En aquel aspirar de Dios yo no querría hablar, ni aun quiero; porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería menos si lo dijese ... , y por eso aquí lo dejo» (Llama A, estrofa 4,17).

2. Atiéndase bien al cúmulo de afirmaciones: «Cristo vivo», «Hombre y Dios», «resucitado», «glOrioso en la Eucaristía» y «transformador» del alma, a quien abrasa.

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146 SECUNDINO CASTRO

Parece que purifica el alma(!n gran manera, y quita la fuer­za casi del todo a esta nuestra sensualidad. Es una llama grande, que parece abrasa y aniquila todos los deseos de la vida 29 •••

y es un enseñamiento grand~ para levantar los deseos en la pura verdad (V 38,18).

IlI. CRISTO y LA ORACIÓN

Disposición fundamental

. Primeros y medianos y postreros todos llevan sus cruces, aun­que diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir los que le siguen 30, si no se quieren perder (V 11,5).

Cristo, objeto de conocimiento y amor (Principiantes)

Han de procurar tratar de la vida de Cristo 31; y cánsase el entendimiento en esto (V 11,9).

Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a ena­morarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle siempre con­sigo y hablar con Ei, pedirle para sus necesidades y quejárse1e de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras con­forme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de apro­vechar y muy ~n breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor 32, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado.

Este modo d~ traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un medio segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar t;:n breve al segundo grado de oración, y para los postreros andar seguros de los peligros 33 ... (V 12,2-3).

29 Cristo vendrá a ser también el purgatorio del alma. 30 La vida de oración será un caminar con Cristo al Padre (V 22,6; 6M 7,6).

Gran importancia del amor a la cruz para progresar en el camino espiritual, cfr. V 11,15; 3M 1,8; CC 26,1.

31 El libro fundamental para la meditación ha de ser, por consiguiente, el Evangelio.

32 La reflexión y. meditación tiene como finalidad el amor a Jesucristo. 33 Dedicará especialmente el capitulo 22 de Vida y el 7 de sextas Moradas a

demostrar cuanto acaba de afirmar.

r

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JESUCRISTO Y SU MISTERIO 147

Se representen delante de Cristo, y sin cansancio del enten­dimiento se estén hablando y regalando con El, sin cansarse en componer razones, sino presentar necesidades y la razón que tiene para no nos sufrir allí (V 13,11).

Es ~l modo de oración en que han de comenzar y de mediar y acabar todos, y muy excelente y seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras cosas sobrenaturales 34 (V 13,13).

El alma concentrada en Cristo (Recogimiento adquirido)

Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. ¿Pues qué mejor que la del mismo Maestro que enseñó la oración que vais a rezar? Representad al mismo Señor junto con Vos y mi­rad con qué amor y humildad os está enseñando; y creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostum­bráis a traerle cabe vos 35, y El ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no lo podréis -como dicen­echar de Vos (CV 26,1).

No os pido ahora que penséis en El, ni saquéis muchos con­ceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento. No os pido más de que le miréis 36 (CV 26,3).

Poned los ojos en vos y miraos interiormente, como queda dicho; hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará; antes mien­tras menos consolación exterior, más regalo os hará 37. Es muy piadoso, y a personas afligidas y desfavorecidas jamás falta (CV 29,2).

Cristo embelesa los sentidos (Recogimiento infuso)

Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar a él, y, como buen pastor, con un silbo tan suave que aun casi

34 Pero incluso el objeto de la experiencia mística será Cristo resucitado, que se va a dejar contemplar por el alma. Con eno se separaba del concepto tradi· cional de mística, cfr. 6M 8,1; 6M 7,9.

35 El recogimiento consistirá en dejarse embelesar por Cristo. " Teresa insistirá no poco en el mirar a Jesús, que tiene para ella hondas con·

notaciones teológicas y prOfundas conmociones existenciales, cfr. 2M 1,11. 37 Ahora pretende que el orante dé un paso más para que se represente a Jesús

dentro de sí mismo. Esto fue algo que ella no consiguió, pero que experimentó en virtud de las gracias misticas, cfr. V 40,5 Y 7M.

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ellos mismos no 10 hace que c.onozcan su voz y que no anden tan perdidos sin.o que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del que las cosas exte~ riores en que estaban enajenados y métense en el castillo 38

deleite del alma

Siéntese una suavidad en 10 interior del alma tan qu(: se da bien a sentir estar vecino nuestro Señor de ella ... , pa·· rece que todo el lnombJe interior y exterior le echasen en los tuétanos una unción de un gran olor, que sí entrásem.os en una parte de presto donde le hubiese grande, no de una cosa sino y ni sa­bemos es, ni dónde está aquel olor, sino que nos penetra todos, así parece es este amor suavísimo de nuestro Dios (Me

El alma de Cristo

Mas cuando este Esposo riquísimo la quiere enriquecer y re­galar más, conviértela tanto en Sí, que como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece se queda suspen­dida en aquellos divinos brazos, y arrimada a aquel sagrado cos­tado 39 y aquellos pechos divinos 40. No sabe más de gozar, sus­tentada con aquella leche divina que la va criando su Esposo ... Cuando despierta de aquel sueño y de aquella embriaguez ce­lestial, queda como cosa espantada y embobada y con un santo desatino ... Porque así como un niño no entiende cómo crece, ni sabe cómo mama, que aun sin mamar él ni hacer nada, mu­chas veces le echan la leche en la boca, así es aquí. .. No sabe a qué compararlo, sino al regalo de la madre, que ama mucho al hijo y le cría y regala (Me 4,4).

,. Es la primera llamada sobrenatural del Esposo, que duerme en el alma (V 40,5); clara alusión también al Buen Pastor del evangelio de Juan (10,1ss).

39 Alusión al Cantar (8,3) y a Juan (20,27-29). 40 De pronto, el Esposo se convierte en Novia-Madre, y la leche en vino que

embriaga; el fondo del Cantar de los Cantares explica bien la experiencia teresiana.

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El Resucitado enamora al alma (Desposorio)

Cuando nuestro Señor es servido de regalar más a esta alma, muéstrale claramente su sacratísima Humanidad de la manera que quiere, o como andaba en el mundo, o después de resucita­do; y aunque es con tanta presteza, que lo podríamos comparar a la de un relámpago, queda tan esculpido en la imaginación esta imagen gloriosísima, que tengo' por imposible quitarse de ella hasta que la vea adonde para sin fin la pueda gozar (6M 9,3).

Y así veréis lo que hace su Majestad para concluir este des­posorio, que entiendo yo debe ser cuando da arrobamientos que la saca de sus sentidos, porque si estando en ellos se viese tan cerca de 'esta gran Majestad no era posible por ventura quedar con vida (6M 4,2).

Transformación en Cristo (Matrimonio)

Quizá es esto lo que dice San Pablo: el que se arrima y allega a Dios, hácese un espíritu con El (1 Ca 6,17), tocando este so­berano matrimonio, que presupone haberse llegado su Majestad al alma por unión. Y también dice: mihi vivere Christus est, mori lucrum; así me parece puede decir aquí el alma, porque es adon­de la mariposilla, que hemos dicho, muere, y con grandísimo gozo, porque su vida es ya Cristo 41 (7M 2,5).

Experiencias del matrimonio

Se entiende claro, por unas secretas aspiraciones, ser Dios el que da vida a nuestra alma... Mas que es tanto este senti­miento que producen algunas veces unas palabras regaladas, que parecen no se pueden excusar de decir: ¡Oh vida de mi vida y sustento que me sustentas! ... porque de aquellos pechos divinos adonde parece está Dios siempre sustentando el alma, salen unos

41 A tenor del pensamiento teresiano, el matrimonio espiritual se realiza, no con el Verbo, como era común sostener en su tiempo, sino con Cristo Resucitado, que implica la corporeidad gloriosa del Sefíor. De este modo, la presencia de la Humanidad de Cristo se mantiene a lo largo de todo el proceso espiritual.

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rayos de leche que toda la gente del castillo conforía, , " y que de aquel río caudaloso adonde se consumió esta fontecica pe­queña, salgan algunas veces algún golpe de agua para sustentar los que en 10 corporal han de servir a estos dos des-

IV, LA HUMANIDAJ) DE CRISTO y LA VIDA ESPIRITUAL

Planteamiento del

Algunos libros que están escritos de oraCión ... avisan mu­cho que de sí toda y que se lle­guen a contemplar en la Divinidad; porque dicen que aunque sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que embaraza o a la más perfecta contemplación 42

22,1),

Su al

y veo claro -y he visto después- que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita (Mt 3,17). Muy muchas veces lo he visto por experien-

hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar 43 si queremos nos muestre la soberana Majes­tad grandes secretos (V 22,6).

42 Los estudiosos aún no se han puesto del todo de acuerdo acerca de los auto­res contra los que polemizaría Teresa; cfr. T. ALVAREZ, Jesucristo en la experiencia de Santa Teresa, en Monte Carmelo, 88 (1980), pp. 344-348. De todas fonnas, como demostré en Cristología teresiana, el pensamiento de Teresa queda claro, indepen­dientemente de quienes fueran esos personajes. Mi opinión es que era el criterio de la mística general del siglo XVI, dirigida en gran medida por los franciscanos. Para esta mística, inficionada hasta los tuétanos de neoplatonismo, era impensable que la carne pudiera ser objeto de contemplación. Es muy probable que quienes advirtieron a Teresa de este erTOr fueron algunos jesuitas, cuya visión crIstiana no se compaginaba con aquella manera de entender la mística.

43 Durante el breve tiempo que siguió estas doctrinas erróneas pudo comprobar que su vida espiritual había quedado paralizada (V 22,3-4; 6M 7,15). La cita de Mt 3,17 tiene para ella gran fuerza; si el Padre se deleita en Cristo, ¿cómo es po­sible que nosotros no nos deleitemos también en él? Teresa se siente muy segura de la doctrina que propone: «Muy muchas veces lo he visto por experiencia)); «hámel0 dicho el SeñOril; «he visto claro)). Unos quince años más tarde de haber escrito estas frases volvía a la disputa con mayor ardor. Ha alcanzado una posi­ción inconmovible: «Ni nadie me hará entender, sea cuan espiritual quisiere, que irá bien por aquí» (6M 7,12).

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Al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras, porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino; harto será si se están en las demás con seguridad; porque el mismo Señor dice que es camino (In 14,6) -también dice el Señor que es luz (In 8,12)- y que no puede ninguno ir al Padre sino por El; y quien me ve a mí ve a mi Padre (In 14,6.9). Dirán que se da otro sentido a estas pala­bras; yo no sé otros sentidos; con éste que siempre siente mi alma ser verdad me ha ido muy bien 44 (6M 7,6).

También los santos fueron por aquí

Miremos al glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado 45, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes 'contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco da muestra de ello en las llagas; San An­tonio de Padua [en] el Niño; San Bernardo se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina de Sena, otros muchos que vuestra merced sabrá mejor que yo (V 2,2,7).

Afirmar otra cosa es falta de experiencia

Bien creo que quien llegare a tener unión y no pasare ade­lante --digo a arrobamientos y visiones y otras mercedes que hace Dios a las almas- que tendrá lo dicho por lo mejor, coma yo lo hacía. Y si me hubiera estado en ello, creo nunca hubiera llegado a lo que ahora, porque -a mi parecer- es engaño (V 22,2).

Soberbia solapada

Que va un poco de poca humildad tan solapada y escondi­da, que no se siente. ¿Y quién será el soberbio y miserable -como yo- que cuando hubiere trabajado toda su vida con cuantas penitencias y oraciones y persecuciones se pudieren ima-

" Su experiencia se ve confirmada por la Escritura. La afirmación: «al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras» indica que en su pensamiento no existe la menor fisura.

<S La Santa ha estudiado detenidamente el problema.

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no se halle por muy rico y muy bien cuando le consienta el Señor estar al pie de la cruz con San Juan'! 46

Sin la el alma en el aire

Mas que nosotros de maña y con cuidado nos acostum-bremos a no procurar con todas nuestras traer delante

(y el Señor fuese esta Sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece .8.nda Heno de Dios, Es gnm cosa mien·­tras vivimos y somos humanos, traerle humano

No somos

Nosotros no somos sino tenemos cuerpo; queremos hacer ángeles estando en la tierra -y tan en la tierra como yo estaba- es desatino 47 22,10),

Pérdida de la ejemplaridad de Cristo

Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bie­nes 43; El lo enseñará. Mirando su vida, es el mejor dechado 49.

¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mun­do? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le tra­jel'e cabe sí (V 22,7).

46 Aborda aquí Teresa la cuestión de si el hombre debe ir prescindiendo del ejercicio de los sentidos y potencias para preparar el acto místico, Ella no ps part;daria de esta suspensión (V 22,9.11; 6M 7·11), En esta cuestión se separa del pensamiento de San Juan de la Cruz (2 Subida 12,3·7; 13,4·7),

"Rechazo de plano de la concepción neoplatónica de la vida espilitual, ofr. 6M 7,6.

" Cristo, que ha sido denominado por Teresa «deleite de Dios» (V 22,6), es ahora confesado como aquél por quien han venido a los hombres todos los bienes,

49 Cfr. mvI 7,6< La moral teresiana tambIén qU~d8 en torno a JesB cristo, que es en donde el cristiano se sustenta (7M por eso, su aspiración ha de ir dirigida a ser otro Cristo (7M 4,4), El Señor es modelo del cristiano (V 22,7, 6M 7,6), en el amor a los demás (CV 7,4), en el desprendimiento de lo terreno (CV 10,4-5), en su adhesión a la cruz (7M 3,6; V 9,1; CV 10,5), en la pobreza (V 35,3; CV 2,9), en 19, humildad (lM 2,11), Y en la obediencia (V 26,5; F. pról.; 5,3,17), Por la castidad, su ser queda consagrado al Señor (MC 2,5; 5M 4,3), Para el cristocentrismo de la ética de nuestra Santa, cfr. Cristología teresiana, o, C"

pp, 144·231.

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Obligada a prescindir también de la Virgen

También les parecerá a algunas almas que no pueden pen­sar en la Pasión, pues menos podrán en la sacratísima Virgen ni en la vida de los santos que tan gran provecho y aliento nos da su memoria. Yo no puedo pensar en qué piensan; porque, apartados de todo lo corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre abrasados en amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal, que es menester trate y piense y se acompañe de los que teniéndole, hicieron tan grandes hazañas por Dios; cuánto más apartarse de industria de todo nuestro bien y reme­dio que es la sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucris­to (6M 7,6).

Pérdida de la devoción a la Eucaristía

Yo os digo ... que le tengo por peligroso camino y que podría el demonio venir a hacer perder la devoción con el Santísimo Sacramento so.

El engaño que me pareció a mí que llevaba no llegó a tanto como esto, sino a no gustar de pensar en nuestro Señor Jesu­cristo tanto 5\ sino andarme en aquel embebecimiento, aguar­dando aquel regalo (6M 7,14-15).

Se iría contra el espíritu de la Iglesia

Mas no la tendrá, digo razón, si dice que no se detiene en estos misterios y los trae presentes muchas veces, en especial cuando los celebra la I'glesia católica 52; ni es posible que pierda memoria el alma que ha recibido tanto de Dios, de muestras de amor tan preciosas (6M 7,11).

50 Si se sigue este distanciamiento de lo corpóreo por considerarlo imperfecto, lógicamente irá disminuyendo la devoción a la Virgen, a los santos y a la Euca· ristía. Sabemos que este tipo de errores se dieron en los alumbrados.

51 "Yen tanto extremo duró muy poco estar en esta opinión. Y así siempre tomaba a mi costumbre de holgarme con este Sefior, en especial cuando comu~.' gaba>l (V. 22,4).

52 Con extremada delicadeza incorpora la liturgia a su mística.

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sublime de los misterios de Cristo

Porque entiende el alma estos misterios por manera más per-y es que se los el y

en la memoria de manera que de sólo ver al Señor caído con aquel espantoso sudor en el Huerto, aquello le basta para no sólo hora sino muchos días mirando con una sencilla vista 53

es y cuán hemos sido a tan gran pena ... ; qu:: por esta razón no puede pasar a discurrir más en la y esto le hace parecer que no puede pensar en ella

la Humanidad Jesús

Para que más claro vems ... , que es así lo que os he dicho y que mientras más adelante va un alma más acompañada es de este buen Jesús, será bíen que tratemos de cómo cuando su Ma­jestad quiere, no podemos sino andar siempre con él, como se ve claro por las maneras y modos con que su Majestad se nos comunica y nos muestra el amor que nos tiene con algunos apa­recimientos y visiones 54 tan admirables (6M 8,1).

Jesucristo, el bien supremo

Después vi claro cuán errada iba y nunca me acaba de pe­sar de que haya habido ningún tiempo que yo careciese de en­tender que se podía malganar con tan gran pérdida; y cuando pudiera, no quiero ningún bien sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes 55 (6M 7,15).

53 El recogimiento adquirido en su punto más encumbrado consistirá, pues, en la compenetración vivencia! con los misterios de Cristo. Mientras Dioo no suspenda las potencias, el hombre deberá utilizarlas, y en este sentido no deberá hacer nada para ascender a la mística: «Pues sabemos el camino como hemos de contentar a Dios por los mandamientos y consejos, en esto andemos muy diligentes y en pensal' su vida Ji muerte y lo mu(:!1o que le debemos; lo demás, ¡venga cua..l1dc el Señor quisiere!» (6M 7,9l.

54 Los capitulas 8 y 9 de sextas Moradas demuestran que la mística teresiana tiene por objeto la percepción de la Sagrada Humanidad de Cristo resucitado. El octavo trata de las visiones intelectuales y el noveno de las imaginarias.

55 Nuestra autora viene a decir que si para ascender a la mística debiera preso cindir de la representación de la Humanidad de Jesús, no quiere mística. Si el famoso teólogo K. Rahnel' hubiera tenido presente a Santa Teresa no hubiera po· dido escribir: «Hasta en la teoría de la mística cristiana se ve la dificultad ae

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V. Los MISTERIOS DE CRISTO

Dios y hombre

Con los ojos del alma vese la excelencia y hermosura y glo­ria de la Santísima Humanidad, y por estotra manera que queda dicha s~ nos da a entender cómo es Dios y poderoso, y que todo 10 puede y todo lo manda y todo lo gobierna y todo lo hinche su amor 56 (V 28,9).

Dios se hace hombre

También he pensado si pedía aquella unión tan grande, como fue hacerse Dios hombre, aquella mnistad que hizo con el géne­ro humano; porque, claro está, que el beso 57 es señal de paz y mnistad grande entre dos personas (Me 1,10).

Infancia de Cristo

Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso niño po­brecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con El que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre, que por Hijo del Padre celestial, mas dióselo el mismo Niño a entender (CV 31,2).

Vida pública

Pues si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ro-

cristianizar el acto religioso originario. La mistica ha estado siempre (incluso en San Juan de la Cruz) tentada de hacer que todo desapareciera en el acto místico ante Dios, y siempre ha necesitado corregir posteriormente ese primer planteamien· to ... » (Escritos de Teología, II!, Madrid, 1963, p. 54).

La cristología es el tema más significativo y en torno al cual debe ser verte· brada la espiritualidad teresiana. Hasta la pUblicación de Cristología teresiana, o. c., comúnmente se admitía que la cuestión clave era la de la oración. Hoy ya nadie mantiene esta tesis; cfr. A. GUERRA, Presencia del dolor en la oración tere· siana, en Revista de Espiritualidad, 40 (1981), pp. 508·509, nota 26.

" Teresa siempre ha comprendido el ser de Jesús en su doble realidad. Para ell~ «hoy» no existe ni el Verbo, ni Jesús de Nazaret, sino Jesucristo: Verbo·encar· nado·resucitado. Algunos teresianistas no logran descubrir este hecho. Por eso no consiguen clarificar el pensamiento de nuestra autora, que resulta así un conglo· merado de experiencias confusas.

57 Inaudita y preciosa interpretación ,del beso del Cantar, que también refiere a la Eucaristía. Nunca nos besa Cristo con tanto ardor como cuando se encarnó o cuando nos sacia con el maná de la Eucarístía y el vino embríagante de su mesa. Teresa se aproxima así a los Padres que aconsejaban recitar el Cantar des· pués de la recepción del Sacramento del amor.

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pas sanaba lüs enfermüs, ¿qué hay que dudar que hará mila­grüs 58 estandO' tan dentrO' de mí? (CV 34,8).

Crucificado

Püned lüs üjüs en el CrucificadO' y haráseüs tüdü pücü; si Su Majestad nüs müstró el amür cün tan espantables übras y türmentüs, ¿cómO' queréis cüntentarlecün sülo palabras? 59 (7M 4,8).

Resucitado

Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas j con qué claridad, y con qué hermüsura!, ¡cün qué majestad, qué victüriüso, qué alegre! Co­mO' quien tan bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos (¡() (CV 26,4).

Vivo en la Eucaristía

Cuando yO' veo una Majestad tan grande, disimulada en cosa tan püca cümO' es la Hostia, es así que después acá a mí me admira sabiduría tan grande, y no sé cómo me da el Señor áni­mo ni esfuerzO' para llegarme a El 61. Si El, que me ha hechO' tan grandes mercedes y hace, nO' me le diese, ni sería posible poderlo disimular, ni dejar de decir a voces tan 'grandes mara­villas 62 (V 38,20).

5. IIY porque de las maravillas que hace este Santísimo Pan en los que digna· mente le reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona (ella misma) que he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es meno tira» (CV 34,6); cfr. CC 1.30.

5' El ansia de comunión con la cruz y Pasión de Cristo es algo sustancial en el pensamiento de Santa Teresa. A medida que la persona va adentrándose en la vivencia religiosa, este deseo crece más y más. La Santa sostiene que el creci· miento espiritu8il está en relación con el ansia de padecer o, mejor, compadecer con el Señor; cfr. 4M 2,9; 7M 3,4.6.8; 7M 4,4. Llegaría a afirmar: ((Yo siempre escogería el (camino) del padecer, siquiera por imitar a nuestro Señor Jesucristo, aunque no hubiese otra ganancia en especial, que siempre hay muchas» (6M 1,7).

60 Nótese el ((pro nobis» teresiano. La resurrección de Cristo es para nosotros, así como su Pasión (V 9,lss).

61 Las experiencias eucarísticas de Santa Teresa fueron muy numerosas. lICUan· do yo me llegaba a comuigar y me acordaba de aquella Majestad grandísima que había vísto, y miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia), los cabellos se me espeluzaban, y toda parecía me aniquilaba» (V 38,19).

62 El apasionamiento humano·teclógico de Teresa por Cristo es tan fuerte que en ocasiones se sentía impelida a exclamar: IISeamos todos locos, por amor de quien por nosotros se lo llamaron» (V 16,6). IqYa, ya parece se acabaron los que las gentes tenian por locos, de verlos hacer obras heroicas de verdaderos amado­res de Cristo!» (V 27,14).

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