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4. La educación en la encrucijada La planificación cultural, por ADOLFO MAILLO UN CONCEPTO DE CULTURA La lectura de un libro recientemente publicado en Francia (1), merecería comentarios más am- plios que los adecuados aquí. Permítasenos, sin embargo, ofrecer, en vez de una escueta recen- sión descriptiva, el breve manojo de reflexiones sugeridas al hilo de su rico contenido. Esta obra analiza comparativamente los pla- nes franceses, desde la perspectiva del impulso y desarrollo de la cultura. Es sabido que nuestros vecinos de allende el Pirineo prefieren el término civilización y se inclinan a entender la cultura como el conjunto de creaciones del Arte y del espíritu, según la expresión de André Malraux. M. Bensaid, autor del libro que motiva estos comentarios, amplía un poco esta acepción, aun- que no incluye en ella la esfera docente. Nosotros, con un enfoque más antropológico que académi- co, integramos en ella cuantos esfuerzos y logros afectan a la elevación del hombre sobre el plano de los meros impulsos: la subsistencia, el «con- fort», la rutina, el lucro y el poderío. No nos Instalamos para ello en ningún mirador que dé a un utópico paraíso habitado por criaturas an- gélicas, sino en la perspectiva que ofrece la evo- lución histórica, a pesar de meandros, vacilacio- nes y nostalgias, desde el Paleolítico hasta nues- tros días. HACIA UNA POLITICA CULTURAL No obstante la especialización del autor en cuestiones económicas, su condición de experto en la Asociación Peu pie et Culture garantiza una consideración de las necesidades «sociales» que exceden del panorama habitual de las preocupa- ciones por la productividad y el rendimiento. Ello (1) GEORGES BENSAiD : La culture planifiée? Seuil, Pa- rís, 1969: p. 332. se evidencia en los juicios críticos, no por me- surados menos terminantes, que formula sobre las lagunas de la planificación cultural. Echa de menos en la elaboración de los planes las directrices de una verdadera política cultu- ral, que proporcionaría criterios básicos, no sólo para la índole e importancia relativa de los datos estadísticos, sino principalmente para su coordi- nación y, sobre todo, para lastrar al Plan con su inesquivable trasfondo filosófico. En opinión de Bensaid, las funciones capitales de un plan son la previsión y la orientación, y es evidente que si la primera puede llevarse a cabo barajando hechos estadísticos y dibujando ten- dencias, la segunda sólo puede cumplirse cuando un concepto, al par concreto y abarcador, de cul- tura, aporte al Plan su armazón estructural y sus objetivos fundamentales. No ofrece duda que el decisionismo, núcleo úl- timo y definitorio de la política, desde el punto de vista psicológico, para no actuar en el vacío de la «nuda voluntas», exige el señalamiento pre- vio de rumbos cardinales, no dictados por el mero afán de poderío, sino iluminados por las luces del más claro entendimiento de los problemas. Lo que no obsta, en modo alguno, a reconocer la Influencia nociva de la perplejidad en que sume al intelectual el trágico deshojar —¿sí?, wo?— la margarita volitiva, perplejidad más angustiosa todavía al descubrir que, al lado de la afirmación y la negación, se da casi siempre un «quizá» abierto a todas las posibilidades. Este mandato de lucidez, empero, no se rela- ciona sólo, ni acaso principalmente, con los as- pectos simplemente mentales, imprescindibles en la fase que los escolásticos llamaban de «delibe- ración», en la génesis de los actos humanos. A la aportación de los puros «saberes», la ilumi- nación a que nos referimos debe añadir la per- cepción de los valores y, especialmente, del con- junto ambicioso de realidades apetecibles, eje de 39

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Page 1: 4. La educación en la encrucijada...sugeridas al hilo de su rico contenido. Esta obra analiza comparativamente los pla-nes franceses, desde la perspectiva del impulso y desarrollo

4. La educación en la encrucijada

La planificación cultural, por ADOLFO MAILLO

UN CONCEPTO DE CULTURA

La lectura de un libro recientemente publicadoen Francia (1), merecería comentarios más am-plios que los adecuados aquí. Permítasenos, sinembargo, ofrecer, en vez de una escueta recen-sión descriptiva, el breve manojo de reflexionessugeridas al hilo de su rico contenido.

Esta obra analiza comparativamente los pla-nes franceses, desde la perspectiva del impulsoy desarrollo de la cultura. Es sabido que nuestrosvecinos de allende el Pirineo prefieren el términocivilización y se inclinan a entender la culturacomo el conjunto de creaciones del Arte y delespíritu, según la expresión de André Malraux.

M. Bensaid, autor del libro que motiva estoscomentarios, amplía un poco esta acepción, aun-que no incluye en ella la esfera docente. Nosotros,con un enfoque más antropológico que académi-co, integramos en ella cuantos esfuerzos y logrosafectan a la elevación del hombre sobre el planode los meros impulsos: la subsistencia, el «con-fort», la rutina, el lucro y el poderío. No nosInstalamos para ello en ningún mirador que déa un utópico paraíso habitado por criaturas an-gélicas, sino en la perspectiva que ofrece la evo-lución histórica, a pesar de meandros, vacilacio-nes y nostalgias, desde el Paleolítico hasta nues-tros días.

HACIA UNA POLITICA CULTURAL

No obstante la especialización del autor encuestiones económicas, su condición de expertoen la Asociación Peu pie et Culture garantiza unaconsideración de las necesidades «sociales» queexceden del panorama habitual de las preocupa-ciones por la productividad y el rendimiento. Ello

(1) GEORGES BENSAiD : La culture planifiée? Seuil, Pa-rís, 1969: p. 332.

se evidencia en los juicios críticos, no por me-surados menos terminantes, que formula sobrelas lagunas de la planificación cultural.

Echa de menos en la elaboración de los planeslas directrices de una verdadera política cultu-ral, que proporcionaría criterios básicos, no sólopara la índole e importancia relativa de los datosestadísticos, sino principalmente para su coordi-nación y, sobre todo, para lastrar al Plan consu inesquivable trasfondo filosófico.

En opinión de Bensaid, las funciones capitalesde un plan son la previsión y la orientación, y esevidente que si la primera puede llevarse a cabobarajando hechos estadísticos y dibujando ten-dencias, la segunda sólo puede cumplirse cuandoun concepto, al par concreto y abarcador, de cul-tura, aporte al Plan su armazón estructural ysus objetivos fundamentales.

No ofrece duda que el decisionismo, núcleo úl-timo y definitorio de la política, desde el puntode vista psicológico, para no actuar en el vacíode la «nuda voluntas», exige el señalamiento pre-vio de rumbos cardinales, no dictados por el meroafán de poderío, sino iluminados por las luces delmás claro entendimiento de los problemas. Loque no obsta, en modo alguno, a reconocer laInfluencia nociva de la perplejidad en que sumeal intelectual el trágico deshojar —¿sí?, wo?— lamargarita volitiva, perplejidad más angustiosatodavía al descubrir que, al lado de la afirmacióny la negación, se da casi siempre un «quizá»abierto a todas las posibilidades.

Este mandato de lucidez, empero, no se rela-ciona sólo, ni acaso principalmente, con los as-pectos simplemente mentales, imprescindibles enla fase que los escolásticos llamaban de «delibe-ración», en la génesis de los actos humanos. Ala aportación de los puros «saberes», la ilumi-nación a que nos referimos debe añadir la per-cepción de los valores y, especialmente, del con-junto ambicioso de realidades apetecibles, eje de

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toda política, que denominamos habitualmente«bien común». Cierto es que tal percepción pre-cisa del esclarecimiento proporcionado por lamente, aunque la raíz de la decisión se nutra dejugos estimativos, es decir, «sentimentales», enuna acepción muy próxima a la que divulgó MaxScheler.

Y tanto más acudirá la sensibilidad en ayudade la inteligencia en la preparación del Plancuanto más vire éste del campo de los objetivoseconómicos hacia el paisaje de los fenómenossociales y culturales. Entonces, el esfuerzo de téc-nicos y tecnócratas (Bensaid menciona y analizael «terrorismo tecnocrático», aunque le absuelve,finalmente, hasta cierto punto), sólo será fructí-fero si tiene lugar después que el político hayaformulado sus «intuiciones conscientes». El habráde pronunciarse ante las opciones que ofrece larealidad actual con vistas a la construcción delfuturo y será quien proporcione, en última y de-finitiva instancia, los ejes rectores del devenir, enforma de preferencias claras (2).

LAS OPCIONES DECISIVAS

La multiplicidad de caminos depende de lavariedad de las metas, y éstas formulan llama-mientos que el político ha de discernir y senten-ciar. El destinatario preferente del Plan cultural¿será la elite, como ha ocurrido hasta el momen-to o, por el contrario, el mayor número, es decir,los que hasta ahora no han tenido voz parapedir? Traduciendo esta pregunta al campo delas realizaciones, ¿será preferible construir Casasde la Cultura, o modestos, pero democráticosCentros de Educación de Adultos? ¿Orientaremosel Plan hacia el adiestramiento de la «mano deobra» o hacia la formación de «hombres»? ¿Con-

(2) Ofrecemos un esquema de las decisiones radicalesopuesto al que está alcanzando, ahora gran boga. Sininfravalorar la influencia de los determinismos sociales,creemos que el político puede, al menos, poner o quitarobstáculos en las vías señaladas por ellos, y aún des-viarlos o detenerlos estableciendo metas nuevas. Hayquienes piensan, por el contrario, que nuestra sociedadde consumo «no es un conjunto de individuos, sino unaparato, un sistema donde no puede insertarse ningunapreocupación que no esté predeterminada». En ella elpoder «conserva la apariencia de soberano, pero es tele-dirigido por la fuerza misma que utiliza para reinar. Latécnica le dicta sus objetivos y el Leviatán no puedemenos que amoldarse a esta situación» ( GEORGES Bus-DEAU : «La crisis del poder político en la sociedad teciaifi-cada», en Nuevo Diario, 12 de octubre de 1969). Esta tesisproclama el fin de las ideologías, en nombre de la Téc-

nica omnipotente, es decir, a favor de un racionalismoque predetermina y, en cierto modo, mecaniza la dinámi-ca social, escrita, como Galileo dijo de la estructura delUniverso, «en lengua mtemática». Pero J. M. Domenach,comentando últimamente el libro de ALFRED GROSSER

Au nom de quoi? Fondements d'une morale politique,proclama la «necesidad de admitir la parte de la Ilusión,la parte del mito, más allá de un racionalismo que nollega a comprender que es a través de mi «papel», demis papeles y a través de una vocación común como seplantea el problema de nuestra existencia histórica».(J. M. DOMENACH : Sur les «fondament.» d'une moralepolitique», en Le Monde, 5-6 de octubre de 1969.)

cederemos la primacía a los «valores que des-piertan» o a los «valores que adormecen»?

En un plano ya más concreto y aplicativo, perono menos peculiar del político, ¿debe primar elcriterio económico y, por consiguiente, hemos deconstruir grandes aglomeraciones para gigantes-cos conjuntos de alumnos o, contrariamente,atendiendo a consideraciones educativas (de «re-laciones humanas» entre educador y educandos),erigiremos centros más reducidos, que favorez-can, junto a la instrucción, la personalización?En un nivel paralelo, ¿es preferible construir unestadio para 200.000 espectadores ó 20 para 10.000cada uno, ó 200 para 1.000? ¿Son «culturalmente»más rentables dos bibliotecas con medio millónde volúmenes cada una que un millar de biblio-tecas con mil libros cada una? Así en la econo-mía como en la cultura, ¿favoreceremos las in-versiones que tienden a satisfacer consumosindividuales (automóviles, neveras, tocadiscos, et-cétera), o deberemos poner el acento en lasinversiones colectivas (estadios, centros sociales,parques y jardines, ferrocarriles y carreteras, ca-sas de vacaciones y de reposo, etc.), siguiendo lalínea marcada por Galbraith en La sociedad opu-lenta?

El enfoqe económico, servido por la estadística,conduce a opciones radicalmente distintas de lasaconsejadas por la perspectiva socio-cultural. Ysólo el político, contemplando el cosmos de losvalores que encarnan el bien común, puede deci-dir las directrices capitales del Plan.

UN CONSEJO DEL DESARROLLO CULTURAL

Bensaid enumera las numerosas Comisionesque han intervenido en la elaboración de los pla-nes franceses. Pese a ello, no han podido evitarsediscordancias y desequilibrios, especialmente enel campo de las previsiones sociales y culturales,en comparación con la3 de índole económica.

El autor atribuye este resultado a la dispersiónde criterios originada por una excesiva diversi-ficación de las perspectivas socio-culturales. Paraevitarla en el futuro, el autor ratifica el proyectolanzado antes por Joffre Dumazedier: la creaciónde un Consejo de Desarrollo Cultural, paralelo alConsejo Económico y Social y al Consejo Nacio-nal de la Formación Profesional, de la PromociónSocial y del Empleo, que estaría encargado decoordinar y unificar los puntos de vista corres-pondientes a la diversidad de las acciones cul-turales.

Consideramos acertada la idea; pero nosotrosextenderíamos dicho Consejo para que abarcasetodas las manifestaciones de la cultura, desde laeducación maternal a la Universidad, desde laformación profesional a la Literatura y las Artes,pasando por las actividades de los medios de co-municación de masas así como las de integracióny vigorización cívicosocial. Sólo así podría llegarsea la unidad de perspectivas necesaria para equi-librar las atenciones de un plan cultural. Pero

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a tal fin habría que tener en cuenta los requisi-tos siguientes:

a) El Consejo del Desarrollo Cultural asumiríatodas las funciones relacionadas con el impulso,la renovación y el perfeccionamiento de la ense-ñanza y la educación, en sus varios campos y as-pectos; la ciencia y la investigación, el deporte ylas actividades literarias y artísticas; pero sóloen el plano técnico, exento de toda preocupaciónadministrativa;

b) Estructurar el Consejo a base de Comisio-nes y Subcomisiones horizontales y verticales, esdecir, mono y pluridisciplinares, de tal maneraque ni el número de ellas ni de sus componentessea obstáculo a un funcionamiento ágil y efi-ciente;

e) Todos sus miembros deberían tal condicióna su vinculación y entrega a tareas de creación,difusión, enseñanza o investigación en cualquie-ra de los diversos campos de la vida cultural,eliminando radicalmente toda otra expectativa deadscripción y participación;

d) Disponer la estrategia organizativa y fun-cional del Consejo de tal suerte que los meneste-res de articulación y coordinación temática seatribuyan a los tecnólogos, reservando las acti-vidades de orientación a los creadores. (Diramosa los poetas y a los políticos si estas palabras, ymuchas veces sus soportes existenciales, no semantuviesen distantes de sus significaciones ge-nuinas.) (3);

e) Creación, al comenzar sus tareas, de un«clima operativo», para el cual no es tan nece-saria la coincidencia absoluta en los objetivosabstractos, fijados por los grandes valores —o lasgrandes palabras— tradicionales, como la concor-dancia en las metas intermedias y en los proce-Idimientos operatorios de constante aplicación(los conceptos dinámicos que Ginsberg llamó losaxiomata media);

1) La índole peculiar de la creación, difusióny desarrollo de la cultura, relativiza considera-blemente la medida en que puede ser «planifica-da»; en el sentido en que pueden serlo las ac-tividades económicas. E 1 mismo concepto d erendimiento, que ahora comienza a utilizarse eneste campo, debe ser objeto de descuentos im-portantes. Por ello, de nada servirían las cautelasanteriores si no se escuchase dócilmente a losexpertos que han trabajado en faenas de en-señanza, investigación y creación cultural «apie de obra» y asiduamente cuando el Plan rozalos aspectos cualitativos, alma y aporía funda-mentales de esta planificación.

(3) En Francia acaba de ser nombrado el gran poetaFierre Emmanuel presidente de la Comisión de AsuntosCulturales para la elaboración del VI Plan. Tengamos encuenta el matiz literario y artístico que, desde Malraux,tienen allí los aff aires culturelles, como lo prueban lassuntuosas Casa.« de la Cultura creadas por su iniciativa.A nuestro juicio, esta Dirección adolece de un elitismoinactual, al menos, hic et nunc.

DESEQUILIBRIO CAMPO-CIUDAD

Bensaid señala y deplora la escasez de las asig-naciones destinadas a realizaciones culturales enel ámbito rural, en comparación con las dedica-das a los ambientes urbanos. Ello intensificará,sin duda, el movimiento migratorio que induce alas masas campesinas a abandonar pueblos y al-deas para concentrarse en las ciudades. Estadesarmonía del Plan aumentará el desequilibriodemográfico y ecológico, así como aquel otro, máscomplejo, relacionado con las mentalidades má-gica y mítica, por un lado, y racional y experi-mental, por otro (4).

Si no estamos ante un final de civilización,como predecía Spengler hace medio siglo, ni losfenómenos de poblamiento nuevos son semejan-tes a las postrimerías de los imperios romano yalejandrino, como asevera Rostovzeff, es innega-ble que la creciente y masiva polarización de-mográfica hacia las ciudades marca un períodohistórico distinto de los anteriores. Sería inútilIntentar dar marcha atrás inspirados por lasestampas eglógicas de Teócrito, Virgilio y FrayLuis de León; pero, ¿es verdaderamente deseablela civilización del «gadget», la masificación ymecanización de la vida y la deshumanizaciónde la educación a base de economismo omnipo-tente, profesionalización a ultranza, productivi-dad y rendimiento, competición desatentada ycontacto humanizador sustituido por curvas, tele-enseñanza y máquinas de instrucción?

Es aquí, en el abandono a las tendencias dela época o en la oposición a ellas cuando se lasestima equivocadas o nocivas, donde tienen sucampo de aplicación más fecundo la mirada y ladecisión del político, creador de Historia, que nocomparse de ella cuando se yergue heroicamentefrente al «destino». Por otra parte, ¿son obliga-dos y, sobre todo, loables, los movimientos mi-gratorios que están vaciando los campos? ¿Esrazonable, con «razón cultural», es decir, humanay humanista (aunque no de un mero humanis-mo filológico, claro está) el Informe Vedel, re-cientemente publicado en París, que prevé elabandono a la vegetación espontánea de un ter-cio de la superficie actualmente cultivada enFrancia, para dentro de quince arios, y prediceque, para entonces, de cada seis campesinos, cin-co habrán emigrado a las ciudades?

Tememos mucho que, si una política de urba-nismo infinitamente más vigilante y más lúcidaque la actual no remedia los ingentes males so-

(4) Aludimos al predominio avasallador del pensa-miento racional, que todo lo fía al razonamiento «claro ydistinto», cada día más tiránico, a medida que se agotanlas reservas de la mentalidad tradicional. A pesar deesta ola acientifista», nosotros creemos, con algunos «su-pervivientes» de épocas pre-tecnocräticas, que, como dijoPascal, el corazón y el sentimiento tienen razones que larazón no conoce. En el esquema de JEAN ZIEGLER (en sureciente Sociologie de la contestation. Gallimard. París,1969) la sociedad cognitiva, que es la nuestra, ha suce-dido a la sociedad mítica. Pero creemos que la modaIntelectual del análisis de los mitos va a descubrir su per-manencia y su necesidad.

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ciales que derivarán de tales aglomeraciones, és-tas serán completamente invivibles, como lo sonya algunas de las malformaciones periféricas deciertas urbes cuyo crecimiento ha sido abando-nado a una iniciativa demasiado «privada».

A) Actividades de información

— Enseñanza, en sus diversos aspectos, que sonesencialmente dos: enseñanzas básicas ogenerales y enseñanzas profesionales (hoyescindidas unas y otras en múltiples com-partimientos estancos).

LOS COMPLEJOS SOCIO-CULTURALES

La marea democrática que, contra viento y ma-rea, gana cada día nuevos adeptos, pide hoy laeducación de todos y durante toda la vida (5). Deser llevado a la práctica, este bello postulado re-clama no sólo gastos ingentes, sino también, ysobre todo, ingentes reformas allí donde las refor-mas realmente se hacen o no se hacen: en lascabezas de las gentes.

La primera «innovación mental» que se impo-ne, en virtud de ese postulado, es doble: mejordicho, teniendo un solo objetivo se diversificaen dos vías paralelas y complementarias. Si laperspectiva fragmentaria y clasista de la orga-nización docente tradicional llevó a parcelar laenseñanza en «grados» que se ignoraban cuandono contendían, enclaustrando a cada uno de ellosen centros atentos sólo a la perspectiva peque-ña de su propio horizonte profesional, hoy seimpone una utilización plural de cada uno deellos para satisfacer las necesidades culturalesde niños, de jóvenes, de adultos y de viejos, por-que todos son «hijos de Dios» y a todos les for-mula interrogantes inaplazables la «aceleraciónde la historia».

La utilización de los edificios dedicados a en-señanza es aproximadamente el 50 por 100 delque tendrían explotados a pleno rendimiento.Así, por ejemplo, las escuelas primarias funcio-nan cada ario unas mil trescientas cincuenta ho-ras. Utilizadas, como seria justo, de nueve de lamañana a doce de la noche, durante todo elario, servidas por turnos de personal en atencióna sectores culturales, sociales y humanos diver-sos, se ganarían unas cuatro mil cien horas anua-les. ¿Se imagina lo que tal ganancia supondríaen rendimiento cultural, mediando personal, pla-nes y programas adecuados?

La masificación progresiva, las formas moder-nas de poblamiento en ciudades tentaculares yla necesidad de no separar la cultura, entendidaen sentido amplio, de las interacciones socialesencaminadas a integrar aglomeraciones humanas,convirtiéndolas en grupos orgánicos, aconsejancon apremio, a nuestro ver, no sólo aprovecharal máximo las instalaciones educativas existentesen todos los grados y en todas las localidades,sino también, además, proceder a construir, allídonde sean necesarios, complejos socioculturales,que atenderían a satisfacer necesidades evidentes,en muy diversos niveles, de edad, de conocimien-tos, de procedencias y de condiciones por me-dio de:

(5) Esta parece haber sido la fórmula triunfante enla reunión celebrada por los ministros de Educación delConsejo de Europa en mayo de 1969.

B) Actividades de educación y formación

— Física y deportiva (gimnasia, juegos y de-portes).

— Sanitaria (higiene general y profilaxis delas enfermedades evitables, educación enalimentación y nutrición, higiene de las pro-fesiones, educación sexual, etc.)

— Social y cívica (grupos de discusión, con-versación y estudio, reuniones «sociales»,veladas, fiestas, conmemoraciones, etc.)Literaria y artística («forums» y «clubs» delectura, de audición de discos, de televisión,de teatro leído y representado [amateur],etcétera).

— Formación para el empleo útil de los ocios(«bricolage», círculos de «constructores» Y«creadores», distracciones y pasatiemposeducativos, turismo social, en forma de via-jes, excursiones a lugares de interés arqueo-lógico, monumental, artístico o estético, conguías especializados, etc.)

En el Plan no cabe la justificación detallada detales complejos; pero sí el cálculo aproximado desu coste, según los volúmenes aconsejados porsu localización rural, urbana o suburbial, a ni-vel de conjuntos residenciales, de barrios o debloques de viviendas, según los casos.

PROFESORES Y ANIMADORES

Un nuevo concepto de cultura, menos erudito,pero más social, que el vigente hasta ahora, re-clama un nuevo tipo de educador. Claro es queno dejarán de tener a su cargo una misión fun-damental los encargados de «transmitir» un sa-ber que las urgencias de la hora exigen ineludi-blemente. La febril tarea investigadora, que a loancho del mundo quema tantas vidas, en su afánde arrancar al misterio zonas ignoradas, amon-tona la información en tal medida que gracias alas computadoras electrónicas podremos domi-narla eficazmente.

Pero junto a ellos —maestros, profesores, cate-dráticos, etc.— habrá otros guías culturales, me-nos devotos del titulo, menos apegados al nodo-nismo y al tecnicismo y mucho más abiertos alconocimiento y conducción de los dinamismos psi-cosocioculturales. Su acción será menos docenteque catalítica, es decir, estimulante y dinamiza-dora, y por ello les corresponde el nombre deanimadores culturales. Todavía no ha entradoesa denominación en nuestros hábitos mentales;

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pero se abrirá camino porque su función, que re-clama tanta vocación social como formación pro-fesional, es imprescindible para otorgar cohesióny unidad a conjuntos humanos hoy amorfos,candidatos a la disgregación y la anomía.

Hace pocos días, el ministro francés de Edu-cación, Olivier Guichard, hizo unas declaracio-nes a la prensa, en las que habló de la necesi-dad de llevar la animación al campo de la re-novación de la enseñanza primaria, como «ani-mación pedagógica» porque la «renovación de losmétodos de la enseñanza elemental pasa por uncambio de estado del espíritu». «Sería profunda-mente irrealista —añadió— creer que esta tomade conciencia se hará por vía administrativa oaun por métodos didácticos. Ella vendrá de unareflexión colectiva, y lo que proponemos es in-

citar a que se realice, hacerla posible y alimen-tarla.»

Así entra la «animación» por la puerta gran-de, no ya en el campo de la acción sociocul-tural, donde ya era habitual en Francia desdehace más de veinte arios, sino en la propia en-señanza tradicional, como principio activador Yrenovador, revitalizador de la docencia para aco-modarla a las necesidades actuales. Una reacti-vación que la dotará de un nuevo espíritu, comodice Olivier Guichard: una nueva alma, que esoes animarla.

Pero la animación a que nosotros aspiramos esde radio más amplio, ya que su ámbito propio esel de la educación integral —de todo el hombre—,democrática —de todos los hombres— y perma-

nente —durante toda la vida.

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