3rana oracion

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* * * * Es costumbre entre los catlicos confesar los pecados a un sacerdote y recibir de ste la absolucin como un signo del perdn de Dios. Pero existe el peligro, demasiado frecuente, de que los penitentes hagan uso de ello como si fuese una especie de garanta o certificado que les vaya a librar del justo castigo divino, con lo cual confan ms en la absolucin del sacerdote que en la misericordia de Dios. He aqu lo que pens hacer Perugini, un pintor italiano de la Edad Media, cuando estuviera a punto de morir: no recurrir a la confesin si vea que, movido por el miedo, trataba de salvar su piel, porque eso sera un sacrilegio y un insulto a Dios. Su mujer, que no saba nada de la decisin del artista, le pregunt en cierta ocasin si no le daba miedo morir sin confesin. Y Perugini le contest: Mralo de este modo, querida: mi profesin es la de pintor, y creo haber destacado como tal. La profesin de Dios consiste en perdonar; y si l es tan bueno en su profesin como lo he sido yo en la ma, no veo razn alguna para tener miedo. * * * * El sabio indio Narada era un devoto del Seor Hari. Tan grande era su devocin q ue un da sinti la tentacin de pensar que no haba nadie en todo el mundo que amara a Dios ms que l. El Seor ley en su corazn y le dijo: Narada, ve a la ciudad que haya orillas del Ganges y busca a un devoto mo que vive all. Te vendr bien vivir en su compaa. As lo hizo Narada, y se encontr con un labrador que todos los das se levantaba muy temprano, pronunciaba el nombre de Hari una sola vez, tomaba su arado y se iba al campo, donde trabajaba durante toda la jornada. Por la noche, justo antes de dormirse, pronunciaba otra vez el nombre de Hari. y Narada pens: Cmo puede ser un devoto de Dios este patn, que se pasa el da enfrascado en sus ocupaciones terrenales? Entonces el Seor le dijo a Narada: Toma un cuenco, llnalo de leche hasta el borde y pasate con l por la ciudad. Luego vuelve aqu sin haber derramado una sola gota Narada hizo lo que se le haba ordenado. Cuntas veces te has acordado de m mientras paseabas por la ciudad?, le pregunt el Seor. Ni una sola vez, Seor, respondi Narada. Cmo poda hacerlo si tena que estar pendiente del cuenco de leche? Y el Seor le dijo: Ese cuenco ha absorbido tu atencin de tal manera que me has olvidado por completo. Pero fjate en ese campesino, que, a pesar de tener que cuidar de toda una familia, se acuerda de m dos veces al da. * * * * El cura del pueblo era un santo varn al que acuda la gente cuando se vea en algn aprieto. Entonces l sola retirarse a un determinado lugar del bosque, donde recitaba una oracin especial. Dios escuchaba siempre su oracin, y el pueblo reciba la ayuda deseada. Muri el cura, y la gente, cuando se vea en apuros, segua acudiendo a su sucesor, el cual no era ningn santo, pero conoca el secreto del lugar concreto del bosque y la oracin especial. Entonces iba all y deca: Seor, t sabes que no soy un santo. Pero estoy seguro de que no vas a hacer que mi gente pague las consecuencias... De modo que escucha mi oracin y ven en nuestra ayuda. Y Dios escuchaba su oracin, y el pueblo reciba la ayuda deseada. Tambin este segundo cura muri, y tambin la gente, cuando se vea en dificultades, segua acudiendo a su sucesor, el cual conoca la oracin especial, pero no el lugar del bosque. De manera que deca: Qu ms te da a ti, Seor, un lugar que otro? Escucha, pues, mi oracin y ven en nuestra ayuda. Y una vez ms, Dios escuchaba su oracin, y el pueblo reciba la ayuda deseada. Pero tambin este cura muri, y la gente, cuando se vea con problemas, segua acudiendo a su sucesor, el cual no conoca ni la oracin especial ni el lugar del bosque. Y entonces deca: Seor, yo s que no son las frmulas lo que t aprecias, sino el clamor del corazn angustiado. De modo que escucha mi oracin y ven en nuestra ayuda. Y tambin entonces escuchaba Dios su oracin, y el pueblo reciba la ayuda deseada. Despus de que este otro cura hubiera muerto, la gente segua acudiendo a su sucesor cuando le acuciaba la necesidad. Pero este nuevo cura era ms aficionado al dinero que a la oracin. De manera que sola limitarse a decirle a Dios: Qu clase de Dios eres t, que, aun siendo perfectamente capaz de resolver los problemas que t mismo has originado, todava te niegas a mover un dedo mientras no nos veas amedrentados, mendigando tu ayuda y suplicndote? Est bien: puedes hacer con la gente lo que quieras!" Y, una vez ms, Dios escuchaba su oracin, y el pueblo reciba la ayuda deseada.